METAMORFOSIS 129
El desfile.
Las guirnaldas hacían su efecto radiante en las ventanas de las estancias, todo hacía suponer que aquella fresca brisa de la decembrina tarde soleada de 1952 presagiaba una tormenta, Luis miraba con paciencia el movimiento del reloj de péndulo, era el favorito de la abuela, si, la abuela, la madre de su madre, sonreía, recordaba cómo años atrás aquella viejecita lo acariciaba en su regazo, se acomodó de mejor forma en su sofá, recordó aquellos instantes en que siendo muy niño se escondía en el delantal de su querida abuela, aquella mujer de piel muy blanca, más que la de su abuelo Rodolfo, su abuela Micaela lo quería mucho, se pasaba la mano por el pelo que le acariciaba con predilección, si Gustavito era el favorito de su abuelo Rodolfo, en cambio Luis era el favorito de su abuela Micaela, recordaba el acento extranjero de los abuelos, recordaba los paseos por el campo y en las orillas del río, aquellos manteles extensos sobre la grama, aquellas caricias reconfortantes con rezos antes de dormir con el acostumbrado besito de las buenas noches, así quedaba dormido plácidamente en la cama suave, para su abuela era el más apreciado de sus nietos por ser el primogénito, se sentía orgullosa de él, Luis suspiraba recordando, aquellos viajes al pueblo en carreta, aquellas curaciones cuando se golpeaba o rasmillaba la piel, seguía suspirando, extendió su brazo tomando la fotografía familiar en la que estaban los miembros de la familia en aquella hermosa navidad de 1925, Luis pensaba si todo hubiese sido como antes, como lo de esa foto cuando tenía cinco años y su hermanito Maximiliano de un año aún vivía, se preguntaba qué sería de su vida si su hermanito aún viviese, suspiró hondo moviendo las fotos, una le hizo recordar a Guillermo Izaguirre, su supuesto padre, muy sonriente abrazando a su difunta madre, él sentado con las piernas cruzadas, sus manos apoyadas en su carita y sus codos apoyados en los muslos de sus piernas blancas, junto a él sus primas, detrás, sus abuelos sentados sobre el amplio sofá, sus padres y tíos parados detrás, en la esquina inferior derecha de la foto se podía ver el año: 1931, había cumplido los ocho años, por esa época aún todo era felicidad, de súbito miró a su derecha, la foto de él con sus padres y un perro san Bernardo llamado rek, el favorito de su madre, luego tomó otro portarretrato en el que estaba sentado sobre un caballito de madera en el parque vestía un terno de marinerito, el año, 1927, tenía cuatro años, sonreía, eran buenos tiempos, hizo una pausa en su reflexión, vio a su alrededor, regresó su mirada a la fotografía, analizó ésta con la que vio en la casa de su verdadero padre, aquel campesino, ahora muy feliz con el nacimiento de su hija que andaba en los tres meses de nacida, escuchó pasos sobre el entablado de aquella casa victoriana, aparece la figura de su abuelo Rodolfo, intercambian sonrisas y saludos, Luis lo visita con el motivo de pedir consejo ante la pretendida repartición de bienes de su padrastro, ambos charlaron por largo rato, Rodolfo con decisión firme logró orientarlo, deseaba que su nieto lleve la mayor cantidad de terreno que hacía linderos con las tierras Buonanote, parte de aquello era pretendido por pasar cerca el arroyo, así, tendría un gran porcentaje de riego, Luis asentía a todo lo que su abuelo le manifestaba producto de su experiencia, la charla duró hasta que irrumpe Amacilia con su amplia sonrisa invitándolos a la mesa a que se sirvan alimento, en la mesa los esperaba el sonriente Leandro recién llegado de la capital con la buena noticia de haber aprobado el curso, Luis que se sienta junto a él, su abuelo en el acostumbrado centro de mesa y junto a él la leal Amacilia, todo era silencio en la comida, al terminar, los tres fueron a la gran sala, a conversar, el anciano se enteraba de los pormenores académicos de Leandro, el anciano con pausa y firme mirada tenía con detenimiento ajustado un habano en su boca, el humo invadió el ambiente, las risas y mensajes jocosos no se hicieron esperar, todo era tertulia, el sol entraba de lleno por las amplias ventanas, el anciano decidió que lo acompañase el par de jóvenes de 29 y 14 años respectivamente, desde la caballeriza salieron a recorrer la propiedad Buonanote, la más extensa del lugar pese a haber sido desmembrada por insurrectos campesinos, algo de las tierras fueron recobradas por buenos oficios de su yerno Carlos Felipe del Olmo, los tres jinetes montaron rumbo por el perímetro, hicieron un alto en el arroyo para humedecer su cuerpo con la fresca agua cristalina, se sacaron las botas para mojarse los pies sentados sobre las rocas, el anciano decidió arreglar la montura de su caballo llevándolo después a beber, era su caballo favorito aquel pinto noble, Luis y Leandro miraban a distancia la acción del anciano, frotaron sus pies en insinuación sexual mientras se manoseaban el pene vestido mostrándose los bultos, Luis bajó su cremallera sacando a mostrar el glande, Leandro que miraba a todos lados le insinuaba con movimientos de manos que se lo guardase pues el anciano podría verlo, Luis lo agitaba tanto como podía haciendo gestos a Leandro, los dedos de Leandro pasaban por el glande con cuidado de no ser visto por el anciano, ambos reían, les vino la calentura al cuerpo, el deseo de unir su piel, aquel glande, Leandro lo vio por unos instantes antes de que Luis se subiese la cremallera, pues ya el anciano se acercaba con su caballo, continuaron con el recorrido, los jóvenes escuchaban la historia del anciano en cómo obtuvo las tierras, para ambos era característico el acento del anciano muy diferente al de ellos, de regreso a la gran estancia decidieron darse un baño antes de comer, el paseo caluroso les había provocado sudor, el primero en bañarse fue Leandro seguido por Luis, el reloj ya marcaba las siete de la noche, luego de comer bajo la luz de candiles los jóvenes escuchan el relato de los ancianos de cómo era la vida allí décadas anteriores, pasaban las horas, era momento de dormir, Luis estaba acostado en su habitación fumando un cigarrillo, un candil le hacía claridad, de pronto ve moverse la puerta muy lentamente, una mano agarraba el filo de la hoja de la puerta, luego para dar claridad al rostro de Leandro que ingresaba y ponía seguro a la puerta, mientras caminaba se iba desabotonando la ropa, sin articular palabra, se quitaron la ropa, envolviéndose en las sábanas, vinieron los besos y las caricias, los manoseos y golpes de respiración en la piel de gallina que se les hacía al contacto de los cuerpos, Leandro le pedía eso, aquello que tanto le gustaba, penetración, le pedía sólo con gestos, al más puro silencio para no llamar la atención y ser descubiertos, voluntariamente el muchacho de catorce años se ponía en postura perrito en el extremo de la cama, al hacerlo sonaban suavemente los resortes de la cama, el glande ensalivado de Luis frotaba la entrada del ano de Leandro, los dedos humedecidos de Luis lubricaban aquel delicioso ano que ya tenía varios pelitos en los testículos, se lo introdujo despacio haciendo entrada y salida, el acostumbrado meter y sacar, delicioso para ambos, para el que daba como para el que recibía, el deseo se manifestaba en ambos, Luis más complacido, Leandro se le entregaba en cada visita a la estancia, al oído le recordaba diciéndole aquella vez en que lo desvirgó en ese arrollo, Leandro asentía complacido afirmando, mordía sus rosados labios, su relación sexual era secreta, Luis le recordaba que fue su iniciador, el primero en desvirgar aquel ano que ahora penetraba y que siempre sería suyo, Leandro mordía más los labios intercalando pujes, cerraba bien los ojos haciendo rictus en su rostro, así, el grueso pene de Luis estaba haciendo efecto en las entrañas de aquel muchacho de catorce años, ya sus cuerpos provocaban sudor, ya su aliento y respiración era acelerada, un alto, Leandro sintió dentro el semen de Luis, vinieron los besos y caricias, ahora le tocaba a Leandro, acomodando el cuerpo de Luis en la cama Leandro logra ponerlo en posición perrito al extremo de la cama de igual forma lo penetró pero su eyaculación fue entre los glúteos de Luis pues le ganó el movimiento del pene a su deseo de dejarle semen adentro, ambos vieron las sábanas manchadas de semen, las quitaron y con ellas se limpiaron liberando el cuerpo de su semen pegado, se tomaron de las caderas uniéndolas al mismo tiempo que el frote de sus penes, verle así al “gringo” para Luis ya había crecido, estaba en la etapa de transición de niño a hombre, sus penes unidos al frote del movimiento sus caderas, Luis le levantó la barbilla para unir los labios en un apasionado beso prolongado sin dejar de manosearse sus glúteos, lentamente se acostaron en la cama, allí estaban sus cuerpos desnudos siendo manoseados, la mecha del candil ya se iba consumiendo dando poca luz, Leandro decidió retirase al tiempo que Luis arregla el mechero, solo vio la sombra de Leandro diluirse por la habitación tras cerrase la puerta, los pasos en el entablado eran prolongados de sonidos, desde las sombras a través de una puerta entreabierta una mirada fija observaba el caminar de Leandro cuya figura se perdía en la oscuridad por el pasillo a pasos ligeros, el fisgón que desde hace poco estaba arrimado en la pared al escuchar los pasos de Leandro dio unos pasos y caminó en sentido contrario llegando a su puerta empujándola y entrando a su habitación para ver al muchacho salir de la habitación de Luis, sintió un pesar de algo que no creía en su juicio, esperaba estar equivocado, esa noche aquel fisgón no durmió adecuadamente.
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La luz del nuevo día golpeaba la cara del aún adormitado Wilson, decidió asearse, desayunar y salir al juego con sus amigos en aquel sábado soleado, antes de ir a la cancha en aquella mañana decidió visitar la casa de Luisana y Amadeo, padres de Marcelo de nueve años, al llegar Wilson se enteró que los padres del niño estaban en la sala trabajando delegados por el jefe de ambos que también los acompañaba, se saludó con Ana la madre del pequeño de seis años Daniel Eduardo, aquella mujer trabajaba como empleada en la casa por recomendación de Wilson de 32 años, ella le tenía mucha confianza a su amigo por las bondades de haberle conseguido el trabajo y más aún sin dudarlo le confiaba a su hijo, Ana ayudaba a los patrones sirviendo el café, era eficiente cocinera también, ya antes había trabajado en una oficina privada de consultoría médica, allí conoció al padre de su hijo, su primer amor serio, pero por desaveniencias con lo referente a aspectos laborables fue despedida sin decirle a ese médico prestante que esperaba un hijo suyo, es que fue vejada y aunque Ana mostraba humildad también su contraparte era su orgullo, ahora ella sola había salido adelante en la crianza de su hijo, pese a aquel incendio, Wilson fue su mano derecha, lo que ella no sabía que todo tenía un precio, Ana junto a los tres personajes hablaban en la sala, Wilson vio cómo su amiga se desenvolvía adecuadamente, el jefe la miraba con atención no solo en su desempeño de sirvienta sino en su hermoso cuerpo bien formado, así es que se formaba naciéndole una atracción que de su ser salió una exclamación sugerente , Ana no se daba por enterada, así la reunión continuó, Wilson sonriente se alejó del lugar, dio unos cuantos pasos en dirección al patio donde se saludó con Armina la otra empleada de la casa, estaba lavando ropa, sin notar sintió un beso en su hombro y un abrazo de cintura, moviéndola a los costados, ambos abrazados vieron a un par de niños sonrientes, el calor hizo que los niños tuvieran puesto solo las trusas, estaban jugando con el agua de la tina grande brincando y lanzándose agua con las manos, Marcelo de nueve años se había convertido en un niño de contextura algo gruesa saliéndose de la tina para manejar descalzo un triciclo por todo el amplio patio de césped, mientras que el delgadito Daniel Eduardo seguía dando giros en la tina acostándose luego boca arriba y boca abajo, Wilson mientras conversaba con su amiga vio a Marcelo sentado en la montura del triciclo que para su edad era ya muy pequeño, sin embargo en lo sentado que estaba se podía ver el penecito salido por una manga de su trusa ajustada por el agua, era de color blanco, por lo tanto se apreciaba de buena forma el color de piel del penecito, sus piecitos movían el pedal, aquellos dedos alargados bien formados igual que los de su amiguito que estaba en la tina, ver el cuerpito de Marcelito le gustaba mucho a Wilson, aquellas piernas que se les escurría agua, aquel pelo alborotado sin perder su condición de ser lacio, aquellos labios rosáceos ensalivados y aquellas manitos de dedos alargados con corte de uñas bien delimitadas, por otro lado estaba Daniel Eduardo, moviendo sus piernitas al chapuceo de agua, se mostraba su traserito en sus formas geométricas de líneas bien definidas algo saliente su masa de carne sobre el agua pareciendo a dos islas en movimiento, sus manitos saliendo por el borde de la tina de su cuerpo encorvado, sus piecitos salidos por el otro extremo, luego que se da de vuelta quedando boca arriba deslizándose a como se puede en la tina quedando alzados aquellos hermosos pies y muslos agitándose mientras sobresalía del agua la forma del pene que delimitaba la tela de la trusa que llevaba puesta también de color blanco, se arrodilló en la tina golpeando la superficie del agua con la palma de sus manos, por detrás Marcelo le arroja lentamente un balde con agua sobre su cabeza deslizándose por su cuerpo, ahora cambio, Marcelo se arrodilla y Eduardo con dificultad por su edad toma el pesado balde y le lanza agua, Wilson lo ayuda y regresa a continuar conversando con su amiga que más amiga con mirada insinuante le indica aquel apartado lugar donde acuden por unos instantes supuestamente sin ser vistos por los niños se abrazan y manosean sus cuerpos al mismo tiempo en que se dan besos prolongados, desde el tupido ornamento de cucardas los dos niños miran a la pareja, ríen con inquietud, caminan descalzos y son sorprendidos por la pareja cundo trataban de esconderse entre las plantas para verles besar, la muchacha sonrojada los reprende pidiendo que no contasen de aquello a los patrones, los niños asienten alegremente, Armina le pide a Wilson que le ayude a cargar unas cajas al ático, el visitante que estaba vestido deportivamente le ayuda y allí en ese apartado lugar logran estar solos para besarse y manosearse, lentamente la acuesta para tenerla de mejor manera pero los gritos del patrón la hacen reaccionar y bajar a la sala, Wilson con discreción de no ser visto va a la cocina, desde el gran ventanal ve a los niños acostados en la tina uno sobre otro tomados de la cintura dándose vueltas, eso, lo hacen al sentirse solos siendo Marcelito el de mayor iniciativa, supuestamente para ellos eso era un jueguito y lo hacían con cierta naturalidad más todavía para el pequeño Daniel eduardo, aún así se notaba claramente los movimientos sexuales, y continuaba siendo el de la iniciativa por su edad de nueve años el pequeño Marcelo que movía sus caderas sobre el pequeño Daniel Eduardo de seis que le correspondía, ambos haciendo pausa en sus movimientos sexuales brincaban haciendo mover sus erectos penecitos sin pelos, se abrazaban de la cintura y se los movían, se daban de piquitos, desde su lugar Wilson sonreía ampliamente, más alver que Marcelito se inclinaba mostrándose el culito para atrás en donde se sostenía Danielito con sus manos en la cintura de su amiguito de más edad, luego cambiaban de posición haciendo que lentamente se acostase Daniel Eduardo sobre la tina con poca agua, eso le hizo tragar saliva a Wilson, decidió salir para no ser sorprendidos los niños en ese acto que para ellos era simplemente continuaban con su juego, pero astutamente los niños al verlo le echaron agua evitando ser mojado por instinto, Armina la nana de Marcelito despidió a los patrones que eran conducidos por su jefe al centro de la ciudad, sorpresivamente Ana también los acompañaba a la oficina del jefe, la empleada llamó a Marcelo para que fuese a vestirse a su cuarto pues pronto retornarían sus padres para el almuerzo, el niño obediente dio de pasos descalzo por el jardín moviendo su cadera en forma de amaneramiento con la mano doblada, por la piel se escurría el agua, Wilson vio dinero en las manos de Armina que los patrones le habían dado para que compre en la abacería, ella saldría a los mandados de los patrones recomendándo los niños por un buen rato a Wilson, el pequeño Daniel Eduardo seguía bañándose mientras Armina se despedía de Wilson, de pronto se acercó a motivarle a que se siga baando por un rato más para así luego le interrumpió los movimientos sobre la tina tomando una toalla llamando a que se cubriese, el niño obediente se dejó conducir por Wilson yendo hacia aquel apartado lugar, una vez allí le dijo que le iba a ser el “jueguito” que le había hecho a Armina, el pequeño no acertó a contestar, simplemente se dejó acostar sobre la toalla que le había quitado del cuerpo y ahora era tendida sobre la grama, rápidamente en lo parado que estaba vio que su trusa era deslizada quedando totalmente desnudo, alzó las piernas para que esa prenda salga y estaba apoyado con sus manitos sobre los hombros de Wilson que staba inclinado ayudándole a desvestr, lentamente le hizo acostar boca abajo, sus piernas estiradas y su traserito aun humedecido era manoseado por Wilson, se deslizó su short deportivo que liberaba un pene erecto tibio deseoso de sexo, estiraba el pene poniéndose cada vez más erecto así era que salía y se recogía el glande ante ese movimiento d emanos, sin perder tiempo se inclinó sobre el pequeño besándole la espalda y los glúteos, se concentró en besarle le cuello y el pelo humedecido diciéndole lo hermoso que era, la piel del pene se deslizó sobre la piel de los glúteos del pequeño, el glande con liquido pre seminal se deslizaba entre los glúteos, la piel brillaba ante el roce dejado por ese líquido, Wilson de mejor forma cerraba los ojos ante el placer del roce del glande por aquellos glúteos infantiles, Daniel Eduardo sentía el peso del cuerpo Wilson, su cabeza rozaba con el pecho de aquel hombre de treinta y dos años, se escuchaba los pujes del pequeño dejándose manosear, sintió molestia en la entrada de su ano, el glande Wilson apenas milímetros entraba entre los glúteos, el gusto por hacerlo se incrementaba en Wilson, de pronto escucharon sonrisas, se detuvieron, la cara de Wilson se dirigió al sitio de dónde venían las risas cortas, era Marcelo que entre las cucardas no para de reír viéndolos así estirándose el pene de forma instintiva, Wilson seguía acostado sobre el cuerpito de Daniel Eduardo, el pene peludo seguía sobre los glúteos infantiles, haciéndose flácido ante la sorpresa, aún estaban estirados los brazos de Wilson apoyadas sus manos en la grama, el cuero encorvado con el pecho alzado sobre un niño totalmente acostado boca abajo con su carita apoyada en sus manitos sobre la toalla tendida, ambos se levantaron y recogieron su ropa vistiéndose rápidamente, Wilson cubrió con la toalla al niño luego de subirle la trusa blanca, ambos se dirigieron a donde estaba sentado Marcelo estirándose el penecito vestido a causa de lo que había visto sin dejar de reír, discretamente Wilson sin palabras hizo que los niños entren a la casa, Daniel entró en uno de los cuartos a cambiarse de ropa, Wilson y Marcelo quedaron en la sala, jugaron a las luchitas rodando sobre la alfombra de la sala, casi rompen un florero con los movimientos, Wilson quedo encima del niño de nueve años, ambos penes vestidos coincidían en movimiento, Wilson iniciaba alzando y bajando la cadera y Marcelo respondía con sonrisa entrecortada ya que Wilson lo tenía sujeto, Wilson con gestos le preguntaba al niño si eso le gustaba, Marcelo asentía en señal de aprobación, el jueguito continuaría, Wilson se levantó sentándose ne un sillón mientras el niño se encontraba arrodillado sobre la alfombra, se baja la cremallera y por entre los botones del calzoncillo pasa a mostrárle el pene erecto descubierto, el niño de nueve años que estaba arrodillado aún sonriente viendo aquellos movimientos de pene se fascinaba ante esos movimientos curiosos, el pequeño travieso se levantó y se deslizó el short sobre la camisa puesta mostrando con movimiento de caderas su pene erecto lampiño, Wilson lo tomó de la cintura inclinando su cuerpo sobre el sillón hasta que los dos penes estaban frotándose, el nene sobre el adulto, el pequeño movía sus caderas, el manoseo de los glúteos infantiles no se hizo esperar, los dedos de Wilson pasaban por la separación de los glúteos, la punta del dedo medio pasó por la entrada del ano algo introduciéndolo haciéndolo sentir al niño, esa punta del dedo Wilson se la llevó a la nariz, olía el ano del niño dejado en el dedo, Marcelo vio esa acción y sonrió, acercó su cara a la del niño diciéndole con gestos para ir al cuarto, unieron sus frentes, se arreglaron la puesta de su ropa, aún no se sentía la presencia del otro pequeño, Wilson vio aquel rostro infantil en el que se le notaba el gozo a Marcelito, ya muchas veces lo había hecho con Wilson, en secreto, porsupuesto, se tenían confianza, los dos corrieron hacia aquel lugar, por detrás Wilson lo contuvo al niño de la cintura llevándolo a la cama haciendo movimientos de luchitas, allí poco a poco se fueron quitando la ropa hasta quedar ambos desnudos, ya antes lo habían hecho muchas veces, sin embrago a Marcelo de nueve años siempre le llamaba la atención aquel pene peludo de treinta y dos años, que se agitaba, que se acercaba a rozar sus labios, que tenía un olor particular cuando l tenía a la entrada de su potito, por su nariz pasaba ese pene unas veces a orina y otras a olor descriptible de sudor adulto, ahora le encorvó sobre la cama al cuerpo infantil, su nariz paso por la entrada del ano y pasó de nuevo su dedo por ese culito de niño precioso, pero esta vez lo pasó por la nariz del niño para que oliera su propio ano a través del dedo, luego lo pasó por el glande del niño para que también lo perciba, el niño asimilaba aquella información de olor, se le haría costumbre por un tiempo aquello en ocasiones de no ser visto estando en su cama, Wilson lo iniciaba en aquello, luego el niño sintió un líquido en la entrada de su ano, era la saliva de Wilson que se deslizaba por la piel del trasero infantil, el desliz era mejor que el anterior, los movimientos de cadera no se hicieron esperar, las manos de Wilson abrían en lo más posible los glúteos del niño, así, el glande se deslizaba con mejor gusto para Wilson que se complacía viendo a ese nene sometido en aquella posición sexual de perrito sobre la cama, el pequeño Marcelito sintió molestia pues el glande entraba tratando de penetrarle milímetro a milímetro, hasta que sintió mucho dolor, más de lo acostumbrado, empezó a chillar, a lo que Wilson decidió parar, le acariciaba y le dijo que se estuviese quieto, puso los tobillos del niño sobre su pecho abierto las piernas, acomodándolo acostado boca arriba, ahora ambos estaban viendo el frote de los penes al movimiento rítmico de caderas, el pene peludo deslizándose sobre el pene lampiño, de pronto ante el movimiento acelerado vieron salir semen del glande de Wilson que se deslizaba por la barriga del niño y parte de su penecito mojado también, con cuidado se apartaron de la cama del niño para que el semen no se pegue a las sábanas, Marcelo parado se manoseaba el pene viendo el movimiento de sábanas, Wilson le limpiaba la piel separándola del semen, se arrodilló tomándolo de la cintura al niño y empezó a lamerle el penecito, lo llevó a sentarle en el extremo de la cama, el niño gustoso cerraba los ojos encorvándose ante el placer de aquel sexo oral que ercibía, Wilson notó aquello y lo sentó un poco más adntro de la cama, cerrando los ojos siguió lamiendo y chupando el penecito lampiño con mucha rapidez viendo la cara del niño con los ojos cerrados que lentamente quedaba parcialmente acostado en la cama, luego para su gusto lo fue acostando completamente sobre la cama y sin descansar siguió lamiendo y chupando el penecito del niño, hasta verlo completamente brilloso, le hizo acostar de perfil, y continuó lamiendo y chupando a la vez que un dedo ensalivado lo rozaba y apenas de introducía lo más posible en el ano del niño, esa combinación gustó mucho al niño quien afirmaba gustarle ante la pregunta que le hacía Wilson motivándolo a continuar con aquello, el niño sintió aquello por un largo rato, Wilson lo estaba iniciando a la sodomía plena, Marcelito se dejaba llevar, Wilson decidió no continuar más, vio a Daniel que desde la puerta había presenciado aquella postura sexual, se acercó al niño llevandoe de hombros a la cama y lo acostó de la misma forma que lo hizo con el otro niño, le lamió y le chupó el penecito más pequeñito que el de su amiguito, éste tenía seis añitos, Daniel sintió algo raro de sobremanera, también ya no era su primera vez, Marcelo sentado sobre la cama se mira su rozagante penecito ensalivado posándose sobre la sábana, una vez que Wilson no decidió seguir haciéndole a Daniel se acostó sobre el filo de la cama y llamó a Marcelo para que pase su penecito por la entrada del trasero del hombre de treinta dos años, se sujetaba del hombro y hacía movimientos de cadera infantiles, Wilson ayudaba abriéndose los glúteos para que pudiera entrar ese penecito lo que más se pudiese, sintió algo de placer, el olor a colonia infantil lo transportaba al gusto, luego siguió Daniel con su penecito rozando y tratando en lo posible que se lo introdujeran al ano de Wilson, tiempo después los tres quedaron desnudos acostados en la cama, Marcelo se acostó sobre el estático Daniel recibiendo los movimientos de alzando y bajando las caderas, Wilson miraba el roce de ambos penes lampiños desnudos, luego dieron vuelta y Marcelo de nueve años le ordenaba a Daniel de seis años que hiciera lo mismo que le hizo, ambos sujetos de las caderas se movían, Marcelo lo llevó a su amiguito al extremo de la cama y allí por detrás le pasó el penecito moviendo las caderas atrás y adelante y lo mismo repitió Daniel sobre Marcelo, el sonriente Wilson se limitaba a observar, dio la orden de vestirse, de que no se dijese nada de lo sucedido, que era un juego y secreto entre todos, si alguien divulgaba algo con los adultos tendrían problemas, Wilson los llevó al parque haciendo tiempo hasta que llegase Armina a su encuentro con la empleada, no pasó de un rato que llegó Armina, regresaron a casa, los niños quedaron jugando en la sala, al despedirse Wilson lo hizo con un apasionado beso y manoseos a la empleada, los niños al ver la acción sonrieron en forma cómplice, Wilson se despidió de los niños pasándole cariñosamente la manos sobre sus cabezas, esa tarde muy complaciente estaba de haber hecho el sexo en absoluta plenitud.
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Las manos se deslizaban por aquella piel seductora pese a contar con once años cumplidos se podía ver ya la transición de niña a mujer, aquellas manos de adulto se deslizaban haciéndole sentir placer, los labios se deslizaban por los muslos infantiles de niña preciosa, llegando a la vagina donde el clítoris era lamido, chupado y estirado con suavidad por los labios de su padrastro, ella gemía placer, era su entrega, la saliva del hombre contrastaba con lo lubricado de aquella vaginita, el calor en la piel de ambos se notaba, ambos desnudos, estaban solos en aquella habitación donde se entregaban totalmente padrastro e hijastra, ella vio acercarse el pene mojado de saliva con liquido pre seminal, producto del previo manoseo y pre masturbe que el hombre se había hecho para tener erecto el pene ya que su edad así lo demandaba, la piel de ambos unida invitaba al sexo de entrega, el glande iba entrando de a poco por esos labios vaginales infantiles, haciendo gemir a la niña de once años que miraba sus pirnas abiertas y el bulto de hombre sobre su cuerpo, miraba sus pechos unidos y escuchaba de su padrastro la exclamación de ser una rica y preciosa niña que tenía una panochita deliciosa, ella exclamaba más dbido a que era el tronco de ese pene más grueso que el del dueño de la abacería a quien también le entregaba su cuerpo y fue su iniciador, apretaba los labios en señal de ser penetrada totalmente viniendo luego aquellos movimientos de entrada y salida del glande por esa vagina desvirgada desde hace mucho tiempo atrás, la cama se movía, los resortes oxidados chirriaban al mismo tiempo de los movimientos de ambos cuerpos, ahora que la madre de la niña había salido al médico a hacer chequeo al niño aprovecharon de aquello para hacer el sexo a solas, en secreto, era su discreción, era su intimidad, era su secreto delicioso al que ella gustaba participar, la vagina mojada seguía recibiendo las penetraciones vehementes de aquel padrastro que a ese punto más deseaba y adoraba que a la madre de la pequeña, ella gemía en cada embestida, el hombre se complacía en poseerla, no quería terminar, deseaba sentirla más, le agradaba muchísimo, muchísimo, muchísimo ese cuerpo infantil desarrollado a causa del sexo prematuro, ya se podía apreciar las bolitas en el pechito que serían los futuros pezones siendo rozadas por el glande dl padrastro, la lengua lasciva del hombre chupaba y lamía aquellas bolitas en el pecho infantil haciendo gemir más a la niña a la ve que vovía a penetrale, se escuchaba el orgasmo de vagina y pene al roce de movimientos, llegaba así los besos apasionados con lengua, llegaba también los manos, llegaba el sudor de ambos cuerpos a la entrega del sexo, llegaba la eyaculación dentro de las entrañas de la niña, el hombre quieto complacido con lo que había hecho dejaba el pene adentro hasta que por naturaleza espontánea se hacía flácido y salía de esa deliciosa vagina, ambos acostados boca arriba viendo el techo de entablado de aquella casa de cuartos de arriendo, el hombre se apartaba viendo a la niña desnuda en plenitud que se manoseaba su vagina, se miraban en actitud cómplice y pasiva, de parte de el se mostraba una leve sonrisa de satisfacción, en contraste con la mirada pensativa de ella, aquel hombre agitaba su pene, ella lo miraba con detenimiento sin articular palabra, sólo le miraba, ante un gesto de él la niña se levantó sacando una bacinilla por debajo de la cama procediendo a hacer micción, el hombre escuchaba el sonido de orina sobre el metal con rasgos de porcelanaluego la niña tomó un trapo acuclillándose abriendo sus piernas y limpiándose la vagina, después tomó la bacinilla y un balde con agua y un vaso, el hombre se sentó en la cama, en sus muslos la niña puso la bacinilla y pasó agua limpiándole el pene sacándole el semen, el glande brilloso era agitado, ambos sonrieron, le pasó jabón por la piel del pene luego agua hasta quedar completamente limpio, ella haría lo mismo luego en el baño junto al cuarto de arriendo, el padrastro la tomó de la cintura sentándola en la cama haciéndole abrir la boca y metiéndole el pene perfumado de jabón como le había enseñado a lamer y a chupar pene, la niña continuaba con su movimiento, ya al ser besada por su padrastro lo había sentido el olor al tufo de aguardiente de la trasnochada, ahora ese aliento lo tenía cerca cuando recibía sus besos en las mejillas, pero eso para ella más bien significaba que había más acción corporal en ese estado por parte de su padrastro, le complacía ver la piel de su pene deslizarse por aquellos labios infantiles de once años, los pelos del pene rozaban la nariz de la niña, eso era delicioso, el pene brilloso de saliva era liberado sutilmente por aquella boca, ya era el momento de vestirse de repetirse mutuamente que todo quedaba en secreto y que pronto ella tendría regalos de su padrastro, llegaría a tal punto la estimación del padrastro que la madre de la niña quedaría a segundo plano lo cual a futuro tendría un desenlace inesperado, él partió a la calle mientras ella quedaba sumida en sus recuerdo de aquella vez en que por vez primera se entregó a él descubriéndole que había sido desvirgada ya antes, aquel hombre se propuso saber quien sería el iniciador de la niña, pensaba que sería algun amiguito joven del sector.
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Aquel día decembrino un desfile en la que prestantes hombres de la política y lo negocios marchaban, la multitud apostada vitoreaba el pasar del garbo político militar, las calles estaban atestadas de gentes moviendo pañuelos, allí se ve sentado sobre un vehículo de la época al presidente y detrás a su equipo de trabajo, los aplausos no se hacen esperar, la radio que para ese entonces causaba furor de moda estaba ahí presente dando testimonio visible de los hechos, la gente estaba contenta viendo el desfile, Ana con su hijo Daniel Eduardo estaba entre la multitud viendo el pasar de vehículos, el niño agitaba las manos emulando a la multitud, de pronto para ella un frío inundó su existencia, a su lado pasaba el prestante doctor Luis Daniel Pérez desfilando junto a demás senadores de su línea partidista las miradas se intercambiaron, el doctor vio el movimiento de manos de aquel niño de seis años, aquel político simplemente sonrió agitando su mano en respuesta, Ana abrazó a su hijo por los hombros, el doctor se fijó en la carita del niño por breves segundos, su mirada la cortó de pronto, el rostro del pequeño era cubierto por los hombros de su madre, aquellos prestantes hombres siguieron con su caminar llevando consigo su aparente sonrisa amplia al pueblo, Ana vio erguida el paso de aquel hombre que por vez primera había visto a su hijo aunque él no lo supiera, centenares de metros de allí Amanda presurosa con su hijo en brazos trataba de llegar a presenciar el desfile, ya se escuchaba la marcha militar, los personajes desfilando haciendo una serie de altos en la conversión del paso de cada esquina, en una de ellas se ubicó Amanda marcando a su tierno hijo, cuál fue su sorpresa al ver a un gallardo militar montado a caballo, amplio de escena solitaria, viril e imponenete garbo, parecía un príncipe europeo de siglo pasadao, muy apuesto con su uniforme de gala, su sorpresa fue amplia, se acercaba a paso lento en caballo de paso, era él, se dijo, Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, la gente lo aplaudía pues comandaba aquel desfile, este militar de trayectoria metódica era renombrado en el país de la canela, al hacer un pequeño alto el hombre vio a aquella mujer con hijo en brazos que estaban a un lado de la calle, alcanzó a ver la figura de su carita de ocho meses de nacido, Gustavo Adolfo la miró con detenimiento, estático, no lo podía creer, hizo un rictus, luego de un tiempo la volvía a ver, ahora en la capital, no salía de la sorpresa, ambos se miraron sonrientes, su corazón y respiración aceleraron, el alto en el desfile permitía todo aquello por unos momentos, fueron instantes de reconocimiento, intercambiaron miradas de ternura, pese a la altisonante voz de la multitud parecía que se escuchaba el latido de sus corazones solo para ambos, el militar de lo alto del caballo miraba aquel recién nacido, de piel blanca con pelo rubio, abierto sus claros ojos moviendo repetidamente sus manitos en el pañal abriendo su boquita rozagante, con la mirada Gustavo Adolfo parecía leer algo, de pronto uno de los hombros de Amanda fue rodeado por el antebrazo de Rolando dándole un beso en la mejilla y otro al tierno bebé, eso incomodó a Amanda pero más a Gustavo Adolfo que ahora entendía, ella se había hecho de otro compromiso y ese hijo era de aquel hombre, con pesar hizo continuar el desfile a caballo, no disimulaba su malestar en el rostro que cambió repentinamente viendo ahora hacia adelante, su seriedad era obvia, Amanda vio alejarse la figura de aquel hombre que significaba mucho en su vida y en la de su tierno hijo que por vez primera había estado cerca de su padre verdadero, calles más adelante un anciano sentado en el palco de honor mordía labios y apretaba sus dientes, le molestaba el poder que presenciaba, a su lado su fiel mano derecha en turbios negocios interpretaba aquellos gestos de su jefe diciéndole que ya pronto caerían aquellos detentadores del poder, una guerrilla se vendría, algunos socios apoyaban aquella coyuntura, esta guerrilla les traería ganancias en el negocio de las armas, para ellos sería una escaramuza de meses, lo que no tendrían en cuenta que la historia dirá otra cosa pues aquella guerrilla será el detonante una guerra civil hasta nuestros días sobre todo en la selva del país de la canela.
FIN DEL CENTÉSIMO VIGÉSIMO NOVENO EPISODIO
Está clara la línea del tiempo en el «país de la canela » . Ya historia ya está escrita hasta hoy o vais poco a poco ?