METAMORFOSIS 131
Senderos.
Valentín estaba desnudo esperando a Jonathan, acostado en su cama miraba el reloj, sonreía estirándose el pene, escuchó pasos, seguramente era él, entreabrió la puerta, vio una figura familiar por el pasillo, no era aquel joven apuesto al que esperaba con ansias, se trataba del padre, el dueño de la casa, iba caminando pensativo con un puro en la boca, vio que se acercaba a su cuarto, el cerrojo giró rápidamente, Oliver tocaba la puerta, Valentín contestaba desnudo acostado en la cama, el dueño de casa le pidió que vaya a su habitación para darle una sorpresa, el muchacho de inmediato se puso en pie poniéndose ropa ligera con pantuflas recién compradas, no esperó mucho tiempo para de súbito empujar la puerta y sorpresivamente ver a su protector desnudo, el sorprendido Oliver por unos instantes se mostraba desnudo ante el pequeño, los ojos de Valentín no daban crédito a ese pene tan largo venoso y velludo con un glande muy grueso coo el resto del tronco de pene, fríamente Oliver le dijo que pase, que no tuviese recelo, a fin de cuenta ambos eran hombres y conocían sus órganos genitales, lentamente fue ponienose la ropa, lee sugirió que la próxima vez tocase la puerta, el muchacho asintió obediente diciéndole que no volverá a suceder, tiernamente Oliver se acerca, acaricia con sus tibias manos en las mejillas del muchacho, Valentín sorpresivamente recibe un tierno beso en la frente, desde ese momento la fijación paternal se hacía más firme en confianza, tal es así que a veces Oliver orinaba en el jardín a presencia de Valentín sin que Jonathan lo sepa, así poco a poco la timide y el recelo mutuo se diluía convirtiéndose en mutua confianza, Oliver iba al baño totalmente desnudo al pasar por el cuarto de Valentín, el muchacho notaba que era un atento mensaje, las miradas se hacían cómplices, a veces pensaba fijamente en el pene de su mentor, pero se decía que no se podía hacer, lo que deseaba, lo quería tanto como ser su verdadero padre.
* * * * * * *
El caballo galopaba rápidamente, el jinete estimulaba al movimiento, era Luis que llegaba a la estancia de su tía Noelia quien se encontraba en la capital con sus esposo, a pesar de ello, llegaba para hablar con su prima Josefina, a su encuentro salió una de las empleadas informándole que muy temprano en la mañana la señora salió para la fábrica de alimentos procesados ubicada en el pueblo, Luis agradeció la información y estaba por salir, era una mañana muy calurosa, decidió bajarse y pedir una bebida fresca, la muchacha con rapidez corrió al interior de la casa a prepararle la bebida refrescante, Luis amarró el caballo y se sentó en una gran banca ubicada en la entrada de la estancia, ve a lo lejos la figura de Emilio José, de siete años, tenía puesto aún el pijama, estaba con su pelo alborotado, iba caminando pausado con las manos metidas en la tela del pijama rascándose el trasero, sacó una de sus manos llevándola adelante estirándose ahora el penecito, Luis vio que las manitos del niño fueron a la nariz y continuaba rascándose el trasero con la otra manito, el niño entre las plantas caminó lentamente, se detuvo, se bajó el pijama liberándose de él quedando desnudo del ombligo a los pies, Luis vio ese penecito erecto tomado de las manitos que botaba orina, luego las manitos del niño ya estaban sostenidas en la cintura, el penecito se agitaba al movimiento de sus caderas, sonreía viendo ese goteo de orina que aun quedaba en su penecito erecto, Luis sintió que su pene se ponía erecto viendo al niño con sus piernitas blancas descubiertas y sobre todo el agitar de ese penecito rozagante, los piecitos descalzos estaban sobre la grama, el niño quedó parado viendo el charco dejado por la orina, sus pies con dedos alargados se movían, la carita del niño sobre su pecho miraba detenidamente el producto de haber orinado, Luis le dio un silbido característico, des úbito algo inquieto el niño de entre las plantas movió su cabeza hasta que a lo lejos vio a su tío, sonrió, tomó su pijama y se lo puso en su lugar del cuerpo, aún tenía la cara de adormitado cuando se acercó a abrazar a su tío Luis, el primo de su mamá Josefina al que le tenía confianza y cariño, Luis lo tuvo abrazado por varios segundos mientras le pasaba deslizando la mano por la espalda y el roce por el trasero del niño, así esas manos sentían lo tibia que estaba la piel infantil, le hizo sentarse junto a él sentándole en una de sus piernas acariciándole el mentón y rostro junto con su pelito, cuando en eso se acerca la empleada con la bebida, el niño quería también un poco, Luis le dio de su vaso para que beba, mientras tanto la empleada fue a traer otro vaso, Luis miraba con detenimiento beber al niño, sus manitos agarradas al vaso, sus labios rozagantes definidos sobre el cristal del vaso, su pelito alborotado, sus mejillas algo sudorosas igual que su frente de piel blanca, contrastaba con la piel de su hermano mayor Gustavo Andrés Teodomiro de piel trigueña, el niño se bebió tomo el jugo, ya cuando la empleada vino ese vaso del niño estaba vacío, Luis bebió un poco de lo que quedaba de su primer vaso y le dio al niño el vaso recién traído mientras la empleada se retiraba, el niño miraba a su tío beber del vaso, rato después Luis le dijo si quería de su vaso y el niño asintió, le pasó el vaso y se bebió el resto de la bebida, Luis sonreía, tiempo después tío y sobrinito conversaban, Luis supo que el niño estaba solo con la empleada, su hermano y sus padres habían salido para la fábrica del pueblo, unos niños hijos de peones se acercaron a donde estaban Luis y Emilio José para jugar con un balón, los niños jugaron frente a Luis, mientras Emilio José corría tras el balón Luis miraba a otros niños jugando, Emilio José se detenía y espontáneamente se estiraba el penecito del pijama, el juego duró unos minutos, pues la empleada fue a donde el niño indicándole que debería cambiarse de ropa, al principio el niño no quería obedecer las órdenes de la empleada, Luis intervino para que obedezca agregando que mejor se vistiera con un traje para montar, que lo llevaría de paseo por el campo, el niño alegre aceptó corriendo en dirección al interior de la casa, la empleada se limitó a sonreír cordialmente en agradecimiento, Luis pidió otro vaso de bebida refrescante, la empleada muy solicita entró a prepararle, minutos después la empleada desde el interior de la cocina miraba a través de la ventana montar al niño y a Luis sobre el caballo, el niño delante de Luis iba sentado agarrando una de las riendas, el caballo inició su paso lento adentrándose por la espesura del sendero que lo llevaba en dirección a las montañas, la empleada sabía que tío y sobrino se llevaban de buena forma y que seguro en el paseo la pasarían bien, para ella sería de alivio su actividad mientras ellos estviesen galopando, a distancia de allí el caballo a paso lento se dejaba dominar al movimiento de la rienda del niño que iba alegre moviendo sus piernitas, Luis se percataba de que el niño estuviese bien sentado delante suyo, no tardó mucho en empezar a cerrar los ojos mientras olía el pelo de Emilio José de siete años hijo de su prima Josefina, de inmediato Luis sintió que su pene que se ponía erecto, sus mejillas rozaban sobre el fino pelo lacio del niño de piel blanca, repetidamente hacía el roce, le dejó al niño las riendas para liberar sus menos dedicadas a manosear las piernitas infantiles, el niño estaba vestido con pantalón corto y sandalias sin calcetines, tenía puesta una camisa de color beige que hacía juego con el color del pantaloncito corto, se había peinado a medias tras correr con su tío en montar a caballo, era un niño muy tranquilo, sentía el golpe de la respiración del tío en su pelo infantil de corte hongo, Emilio José vio las manos de su tío que se deslizaban por su entrepierna manoseando su penecito vestido, los dedos hurgaban el penecito por la manga de su pantaloncito corto, sonreía, sentía que estaba haciéndole un juego, la lengua de Luis lamía las orejas de Emilio José, el niño sintió los besos en su cuello, mejillas, y de un movimiento corto giró para recibir un beso con lengua dificultoso y prolongado debido al paso del caballo sobre ese camino de herradura, el sol daba en sus caras muy pocas veces pues era cubiertos por las sombras de los árboles, sintió los dedos de su tío en su traserito y el consecuente manoseo en su espalda, Luis volvió a hurgar entre el pantaloncito notando que el penecito del niño no estaba flácido, Emilio José vio una mano de su tío que le sujetaba la cadera y otra le deslizaba la cremallera de su pantaloncito corto mostrándose salido el penecito por su trusa algo deslizada, Luis recordó ese penecito momentos antes que estaba orinando en el jardín de la gran casa, empezó con las yemas de los dedos a frotarlo y agitarlo, Emilio José se limitaba a ver ese movimiento de pene y mano provocando ser masturbado, el tío le preguntaba si le gustaba y el sobrino respondía afirmativamente con un movimiento de su carita viendo su penecito en movimiento, continuaron así por unos cuantos minutos cortos hasta llegar a un sendero mucho más estrecho entre árboles, poco deshierbado tanto que el caballo levantaba las patas más de lo acostumbrado, siguieron así por la espesura hasta llegar al arroyo donde se veía una playa amplia de arena rodeada de tupida vegetación, kilómetros más abajo ese arroyo desembocaba en el e río del pueblo del país de la canela, el niño fue el primero en dar pie en el suelo con ayuda de su tío quien luego se bajó llevando al caballo debajo de frondosos árboles, Emilio José recorrió aquel lugar a paso lento, vio muchas aves posarse sobre la tupida vegetación, era su primera vez en aquel lugar, su tío había cumplido la promesa de decirle que lo llevaría a un bonito lugar, su mirada se concentró entre dos grandes rocas por donde transitaba el agua cristalina del arroyo, brillaban tanto al contacto del agua con la luz solar que el reflejo se mostraba en su carita al acercarse al líquido, toma entre las manos un poco de agua llevándosela a la boca, estaba acuclillado sobre una de las dos grandes rocas, vio al fondo del lecho del arroyo, la claridad del agua le permitía ver que no era tan profundo como tampoco lo era el caudal del arroyo en aquella soleada primera sabatina mañana decembrina de 1952, el niño sentado desde la roca miraba los pocos peces, pensaba inocentemente pescar alguno con lanzar piedrecitas, corrió a sentarse sobre uno de las grandes troncos salientes para ver mejor a los peces, Luis de lejos lo observaba en la forma alegre en la que estaba desenvolviéndose el pequeño Emilio José de siete años, Luis miraba con detenimiento los alrededores del sitio, escuchaba a las aves del lugar y el ruido de las tupidas ramas al movimiento del fuerte viento, aquel era el lugar donde se bañaba alejándose de toda posibilidad de ser observado, siendo niño lo traía a pasear su difunto tío René, cuando aquí fue por vez primera que le dio su tío René un beso prolongado, aquí en este lugar fue que por primera vez Luis había desvirgado a Leandro, ese apartado lugar era adecuado para lo que ahora en mente tenía el tío para con el sobrinito, el lugar era de gran significación para Luis, todo aquí se había dado por primera vez, ese sendero de herradura muy tupido de maleza con espacio solo para el tránsito de camino de simple herradura los apartaba de la civilización, allí Luis se sentía seguro de lo que haría con su sobrino, ya lo venía pensando durante el trayecto mientras acariciaba al pequeño Emilio José, quien ahora por mandato de su tío se quitaba la ropa quedándose solo puesta la trusa notándose su cuerpito sudoroso, corría descalzo por la orilla, metiendo sus piecitos en el agua, su tío desde lejos lo contemplaba sentado dbajo de un par de frondosos árboles junto al caballo amarrado a uno de los árboles, se estaba recostando sobre un frondoso árbol de samán como los muchos que habían por el sector, a la sombra de los frondosos árboles descansaba Luis disipando su mente, veía al niño y asociaba lo que recordaba al ver la traición de Lucrecia y Emilio José el padre del niño, hizo puños en la arena, en su delante estaba el hijo del hombre al que había ofendido a su padre verdadero aquel humilde campesino, miraba fijamente mordiéndose los labios hacia aquel niño que ahora estaba sentado haciendo castillos de arena con sus manitos sacando piedrecitas, sus piernitas algo gruesitas sobre la arena brillaban al escurrirse el agua, sus piecitos bien formaditos brillaban con la arenilla que estaba sobres su piel al contacto del sol, el niño se acostó a poner piedrecitas, la mirada de Luis a lo lejos se centraba en esas piernitas infantiles juntas descansando sobre la arena en la que el agua llegaba a la mitad, más aún la mirada se concentra en ese traserito voluminoso vestido humedecido por la tela de la trusa que describía adecuadamente las líneas de la piel, sonrió viendo que el niño así acostado alzaba sus piernitas uniendo sus pies al aire para luego doblarlas y quedar a la altura de su traserito, la carita hermosa de aquel niño blanco cautivaba a Luis en sus labios y mejillas, tenía unas cejas bien alargadas que hacían encanto con sus ojos, el niño daba giros con su cuerpo sobre la orilla de calmadas aguas del arroyo quedando de espaldas en la arena mostrandos el bultito de penecito amoldado en la tela de esa trusa amplia, Luis se incorporó en dirección al caballo, sacó de su morral unos cigarros y una botella de ron capitalino, de nuevo se recostó para ver los movimientos del niño quien le decía a su tío Luis que lo acompañase a jugar en la arena, el tío respondía sonriente manifestándole que pronto estaría con él, que continuase jugando, Luis hacía boconadas de humo golpeándolo en su pecho sin de jar de mirara ese traserito, sí, ese delicioso potito, ese suave y rico, sí, muy rco culito, acostado como estaba se manoseaba el pene vestido, se daba placer viendo contorsionar el cuerpito del pequeño Emilio José en el agua, la trusa que le quedaba un poco grande se deslizaba por la piel niño mostrando medio glúteo, se lo rascaba y se acomodaba la trusa para seguir sentado haciendo castillo de arena, así pasaba el tiempo, Luis vio la posición del sol, seguramente habían pasado ya más de doshoras desde la salida de la estancia, el calor se incrementaba, las ansias en Luis aumentaban viendo acuclillado alzando el culito, tiempo después decidió quitarse la ropa quedando puesto solo su calzoncillo, pese a estar abotonado se mostraba los salientes pelos del pene erecto, se sentó junto a las piedras, su sobrino caminó y se sentó junto a él, instintivamente el nene se acomodaba la trusa que tenía arena, se puso en pie pasándose la manito por el traserito sacándose la arena de su traserito, Luis le miró la entrepierna y los pies por donde se deslizaba parte de agua, y con su mirada guió a la de su sobrino para que mirase su entrepierna, el inquito Emilio José sonrió, Luis se lentamente se desabotonó el calzoncillo liberando un pene que previamente había sido manoseado, el niño miraba con detenimiento las movidas de pene que Luis hacía con sus manos abierto d piernas y sentado sobre la piedra teniendo metidos los pies en el agua, Emilio José sonrió viendo ese pene erecto que tenía pelos castaños claros, el pene liberado comenzó a rozar el pie y tobillo del niño, le dijo que se siente a su lado para que pueda ver y tocarle mejor, obiente el nene lo hizo, Luis agarró una manito del niño y la hizo pasar por su tibio pene, el niño seguía sonriendo no tan ampliamente porque algo de sorpresa llevaba su sonrisa dibujada en su carita, el niño dio un salto al agua desde la piedra y continuó haciendo castillos de arena, Luis se dio una zambullida y fue en dirección a la sombra de un árbol, a pico de botella dio unos sorbos de la bebida alcohólica allí acostado en la arena, se acercó dónde estaba el niño ayudándole a que el castillo que estaban haciendo tenga mayor forma, vio el penecito de Emilio José que se mostraba saliente por la manga de la amplia trusa a cada momento se paraba para estirarse la tela sacándose la arena que entraba por la trusa, ambos hacían el castillo de arena mucho más grande, ya un tanto mareado lo notaba su sobrino, Emilio José acuclillado con sus pies unidos y piernas algo abiertas mostraba el penecito lampiño vestido amoldado cuya puntita del pene estaba colgando sus testículos vestidos que a veces rozaban con la arena, a Luis en ese estado ya le vino el deseo de poseerlo, su acelerada respiración denotaba la angustia de tenerlo para sí, el niño le dio la espalda acuclillado, Luis vio el traserito abultado bien formado del niño por el que se deslizaba parte de arena con agua, sus piecitos dobladitos en la arena mostraban esos deliciosos deditos alargaditos que alguna vez en su cuarto se los besó apasionadamente, igual que esas piernitas rellenitas, sin más, en un movimiento rápido el niño sintió su trusa llegar al doblez de sus rodillas, mostrándose a plenitud ese hermoso traserito blanco que luego fue manoseado por Luis, lentamente el niño sintió que su cuerpo quedaba boca abajo sobre la arena, vio las manos de su tío deslizando la trusa que la puso junto a su calzoncillo, el niño apenas alcanzó a ver el pene peludo de su tío, su traserito era rozado por el pene erecto, Luis casi totalmente acostado sobre la humanidad de Emilio José le decía cosas en el oído a las que el niño solo se limitaba a escuchar sin moverse, entraron al agua, así desnudos los dos, abrazaditos con los pechos unidos, los manoseos de los glúteos del niño dentro del agua no se hacían esperar, se dieron de besos con lengua prolongados, Luis estaba muy excitado, lo tenía marcado en el agua y le besaba por todo el cuerpo del niño cuando lo sacó a acostarse en la arena, lo acomodó encima de su cuerpo diciéndole que moviese las caderas alzándolas y bajándolas de tal suerte que ambos penes tuvieran un roce que agradase a ambos, así unieron sus frentes, el niño miraba la cara decidida de su tío que estaba seguro de lo que hacía, sin más, Emilio José se dejaba estar por Luis, lo llevó entre la rocas encorvándole el cuerpito, allí el trasero fue abierto de los glúteos y con los dedos comenzó a lubricarlo pese a escuchar los gemidos del pequeño de siete años, sus manitas se agarraban a la piedra, el niño le preguntaba a su tío porque y Luis respondía para que el jueguito se sintiese mejor tendría que aguantar, Emilio José sentía raro aquella lubricada de dedos en la entrada de su ano, los dedos de Luis se introdujeron unos milímetros más, el niño no dejaba de gemir, llegó el momento de meterle el glande en la entrada del ano, lo fue metiendo poco a poco al aguante de los gemidos que daba el niño, lo tenía bien sujeto, la cadera se empinaba empujando el pene, el niño a punto a llorar, Luis lo soltó por un instante viéndolo irse a la orilla sentadito deslizándose los dedos por el traserito en el lugar de la separación de los glúteos infantiles por donde antes estuvieron los dedos de Luis, el niño se sentó y por un rato estuvo pensativo, Luis fue junto al niño y continuó bebiendo otro sorbo de ron que también le daba a Emilio José quien tosía por lo fuerte, y que al principio no quería, el tío le decía que beba lo que beben los hombres, los machos de aguante, que el era uno deellos y que como macho debería aguantar todo, sí, todo, era la primera vez que el niño tomaba así forzado de ese ron, ya estaba casi a más de medio contenido consumido de botella, encendió el cigarro viendo detenidamente al niño que retomó la construcción del castillo de arena, de reojo miraba a su tío, Luis le sonreía y Emilio José al poco rato le devolvía la confianza con su sonrisa, Luis se aprovechaba para darle más ron, cabe señalar que este niño era muy hermoso, iba creciendo y era muy parecido a su padre Emilio, el hombre de negro, aquel personaje que era amante de Lucrecia, la esposa del campesino el verdadero padre de Luis, ese pensar de identidad del niño retmbaba en la torcida mente de Luis, quería con eso justificar la atarcción que tenía para con ese pequeño, el niño fue a sacar unos palos del extremo próximos de la orilla del arroyo, se podía ver su traserito lleno de arena pegada en su piel, Emilio José no pudo terminar su cometido de llevarlos personalmente pues su tío lo interceptó y le ayudó, Luis seguía desnudo y el niño miraba a su tío sentado colocando los palitos en el castillo, el tío le dio de beber más a su sobrino pese a la negativa del niño por ser fuerte ese trago, sin embargo dio algunos cortos sorbos al decirle que era un macho que todo debe aguantar, Luis se acostó boca arriba de cara al sol, su pene erecto le llamaba la atención a su sobrino que con una mano bebía y con la otra se agitaba el pene, tenía su mirada bien puesta en el pene que Luis se dio cuenta y empezó a agitarlo, otros sorbos más de ron pasaron por la garganta del niño de tal suerte que minutos después Emilio José se acostó junto a su tío, los dos manoseándose los penes, lejos había quedado el recelo, Luis hizo que el pequeño se acostase sobre él uniendo sus penes, el niño alzaba y bajaba las caderas de igual forma que lo hacía su penecito, la carita del daba muestras de sus ojos entreabiertos, el niño daba al pecho del tío quien aprovechó en manosear ese traserito, pasó sus dedos por saliva de su boca, abrió el traserito del niño y deslizó los dedos ensalivados en la separación de los glúteos, el niño hizo toscos movimientos al sentir esos dedos por su culito, así lo tuvo acostado sobre su cuerpo por varios minutos, luego ambos rodaron por la arena simulando jugar a las luchitas, fueron al agua zambuyendose, allí se quitaron la arena, Luis se sentó sobre la orilla del arroyo viendo aquellos movimientos que hacía Emilio José que dándole a su tío una mirada traviesa se fue presuroso entre las dos piedras, ese lugar mucho le llamaba la atención, allí nadaba entre las dos piedras, se mostraba a ras del agua ese huedecido culito voluminoso por le que se pasaba la manito, Luis lo siguió al nado a donde estaba, pensó que solito se había entregado aquel pequeño, ya antes de llegar le había dicho a su sobrino que en ese lugar entre las piedras las parejas hacían “jueguitos” de amor para sentirse bien, así que Luis al ver que mucho sonreía Emilio José como que si lo estuviese llamando fue a ese lugar y al mirarle pícaramente entendió que había pasado el recelo de hace unos momentos atrás y que ahora este precioso pequeño deseaba hacer el “jueguito” con su tío, así que allí lo contuvo por detrás besándole repetidamente la espalda diciéndole que era un macho que agunatba todo, le hacía cosquillas para entrar en confianza, de súbito el nene se sienta en la gran roca, agita sus piecitos blanquitos sobre el agua cristalina del arroyo, Luis se maravillaba vieno a ese nene precioso agitando sus pies en el agua a piernas abiertas acostándose lentamente sobre la roca a piernas abiertas tomándose el pene viendo a su tío de lado de su cara que se acercaba acostándose lentamente sobre él alando las caderas para que pudiera ver el roce de los penes erectos, unieron las frentes sonriendo mutuamente, de pronto Luis se sienta en la roca, Emilio José le hace caso en sentarse sobre Luis, de esa forma es como estaba moviendo su culito sobre el pene erecto de su tío que lo sostenía d ela cintura sin dejar de besarle el cuello y la espalda haciéndole suspirar, Luis sentía la piel cálida rozagante de ese precioso nene de piel blanca, sus labios rojizos eran lamidos por Luis que también le besaba, lentamente se deslizó muy lentamente hasta zambullirse en el agua, Emilio José nadaba a ras del agua mostrando ese voluminoso traserito y al volterase en el nado quedaba a flote mostrándose el penecito lampiño que tanto le gustaba a su tío, jugaron a las perseguidas en ese corto caudal de agua cristalina, hasta que el nene quedó entre las rocas, Luis quedó detrás de Emilio José, y así esta vez lo agarró férreamente para que no se soltase y le abrió el trasero dentro del agua, la forma cristalina del líquido mostraba el pene de Luis deslizándose por la piel de los glúteos del nene, seguidamente en la entrada del anito infantil el glande empezaba a penetrar, volvieron los gemidos, esta vez Luis no daba su brazo a torcer así que lo agarró con fuerza para no soltarle, se había propuesto lo que desde hace mcho tiempo desea, ser el primero, sí, el primero al que recuerde por toda su vida en venganza de lo que el padre del niño el hombre de negro le hizo a su padre el campesino humilde, el glande se movia abriendo campo lentamente hacia la perforación del anillo de Emilio José, el tío lo tenía bien sujeto al pequeño nene precioso que mordía los labios, el pene trataba de entrar, lo tenía bien sujeto, el agua se deslizaba por parte media de sus cuerpos y se hacía turbia con los intensos movimientos de los cuatro pies, de súbito lo giró y le puso de pecho contra su pecho, se miraron, el nene se puso cabizbajo, atrás quedaban las sonrisas picarescas, él levantó el mentón del pequeño llevándole a besarse, lo marcó dentro del agua girándole para entrar en confianza dándole besos, acomodó el pene en la entrada del ano cuando sus echos se unian ya así trataba d alzarle y bajarle para que el pene roce el culito de su sobrino precioso, lo fue bajando lentamente hasta que el pene roce el ano infantil con la idea de hacerle sentir sus intenciones, le dijo que era un machito, que agunataría, que estaba orgulloso de él, que lo quería mucho, que no lo iba a dfraudar, por eso tenía que aguantar el “juegito” que estaban haciendo ahora, el nene sintió algo de molestia en su culito y trataba de apartarle, sus ojos estaban entreabiertos por el poco de alcohol que había tomado, aún así de relajado en parte sentía la molestia de ese pene que entraba por el culito, de pronto lo puso a Emilio José de espalda a él, lo sostuvo inclinanadose sobre la roca grande tanto que se apoyaba su carita y ssus manitos aferradas sentía ser sometido, de su boca abierta salía saliva debido al dolor de estar siendo penetrado, Luis se esforzaba de cumplir su anhelado deseo, ya lo tenía, sí, ya lo tenía, pensaba y pensaba eso, sí, ese potito estaba siendo suyo, ya sentía la cavidad anal tibia, lo sujetaba con muchísima fuerza como el ave de rapiña que de sus garras no suelta su inocente presa, ya lo sentía algo adentro, faltaba un poquito más, se decía, un poquito más, mientras que el niño bufaba al sentir el tieso pene en su culito empezando a sollozar debido al creciente dolor, luego venían los suaves movimientos de cadera, el pene salía humedecido dentro del agua, luego pacientemente lo acomodaba y lo hacía seguir en su cometido sin que su brazo suelte a su presa, para ese momento la cara de Luis estaba apoyada en el pelo del nene, su sobrino favorito, ya casi estaba se decía para sí mismo, sentía su pene en el culito de Emilio José, su satisfacción se agrandaba, le decía al oído lo valiente que se estaba portando que ya casi termina el juego, ya casi, ya casi mi amor, ya casi, ya casi mi amor, no podía esperar más y se acentuaban esos movimientos de caderas, tenía los ojos cerrados sintiendo ese culito, ese culito, sí, ese cuerpito tan deseado, lo sentía a ojos cerrados que le daba besos repetidos en el pelito humedecido oliendo después ese perfume a niño precioso sometido al sexo, lentamente abría los ojos, miraba a su alrededor, estaba extasiado, su cuerpo desnudo unido al cuerpo de ese nene precioso, al mirar detenidamente se complacía del lugar, hacía un pequeño alto viendo su cuerpo unido al del pequeño tras esas cristalinas aguas algo turbias por aquel movimiento de pies cuyas piernas se rozaban, Emilio José aún tenía su carita apoyada sobre la roca, Luis en algo también la tenía, miraba a su alrededor, sentía el pene que rozaba en ese culito, movía las caderas haciendo gemir al niño que trataba de mover sus manitos pero eran neutralizadas por las férreas manos de su tío que ahora las entelazaban, al sentir entrar el erecto pene en ese culito le decía que aguante que ya casi, ya casi, que era un valiente, que aguante porque ya casi, ya casi, al decirle eso miraba el apartado lugar sintiendo seguridad en lo que le estaba haciendo, miraba los árboles, las rocas, el agua, cerraba y abría los ojos de puro pacer, lo estaba logrando, con su pene lo estaba logrando, allí, en ese mismo lugar, allí en ese mismo sitio, allí entre rocas Luis lograba hacer gritar a su sobrino a causa de un dolor indescriptible que le salía desde sus entrañas, ya lo había logrado, sentía el glande de su pene totalmente adentro, el esfínter estaba roto, el glande entraba con sutilea y rigor, Emilio José sentía como defecar al revés, Emilio José se sentía raro, a Emilio José le vino un pálpito de angustia ante esa primera senación desconocida, esa sensación de sentir roto su culito, a sus siete años, de parte de su tío, al que él más quería, e dolía, sí que le dolía, lo demostraba llorando fuertemente, su rictus de rostro lo contrastaba con sus lágrimas, sus manos estaban tmblorosas pese a estar entrelazadas, Luis emocionado de lo vivido con el niño empezó a hacerle el meter y sacar haciéndole bufar grandemente, le dijo que aguante, que ya estaba, que recuerde eso, siempre, siempre, siempre, que ya su culito era de él, el nene lloraba más, Luis como poseído aumentaba el meter y sacar, no daba crédito a las súplicas y llanto de su precioso sobrino, estaba cogiendo ese culito, ese potito, ese maravilloso cuerpito de niño bonito, ambos cuerpos al movimiento de caderas se hacían para adelante pegándose más a la roca y un poco para atrás aljandose de la roca testigo de esa sodomía infantil, Luis le dio pene por ese culito hasta el cansancio, luego lo fue sacando despacio, depsacio, despacio, se vio el glande por el que salía restos de gotas de semen que flotaba y los pececillos se lo tragaban, a través del agua cristalina se vio un poco perceptible hilillo de sangre, Emilio José estático no paraba de llorar aún estando sorprendido mientras que el complacido Luis muy sonriente nuevamente el glande lo tenía dentro del ano del niño, no hacia caso a las súplicas, le decía que deseaba dejarle el culito como un cajón, sonreía sin atender las súplicas de su sobrino diciéndole que ya no m´s porque le dolía, Luis le dijo que así sería al principio pero que luego desearía más y más de su pene, tiempo después se lo fue sacando despacio, el niño estaba sin consuelo, no paraba de llorar, el tío del pequeño Emilio José le acariciaba la espalda una vez que lo acuesta de cara a la roca donde se notaba el dsliz de las lagrimas del pequeño, allí quedó el nene acostado y desfallecido ante un tío que le abría las piernas que las besaba repetidamente, decidió llevarlo a la orilla acostándolo boca abajo, sus manitos estaban tendidas en la arena, también estaba desfallecido, se podía apreciar en su carita que estaba apoyada en sus brazos doblados, sentía que el ano le latía con ardor, Luis vio que del ano del niño salía sangre, producto de haberlo desvirgado, lo dejó solo al niño por unos instantes yendo al morral, luego se acercó, lo acostó boca debajo de una forma sutil, le abrió las piernas, abriendo también el trasero y ante los bruscos movimientos del cuerpo del niño logró pasarle el calzoncillo quedando manchado de sangre, así lo limpiaba suavemente, iba al agua a limpiar el calzoncillo, luego al ver que continuaba saliendo sangre tomó un poco de ron y lo puso en la trusa del niño volviéndosela a pasar por el ano, los chillidos fueron desgarradores pero sorprendentemente no se registraba ya más sangre en el ano del niño, Emilio José como pudo se acuclilló e hizo pujadas manifestando que le dolía el culito, Luis algo preocupado lo consolaba, el niño y su semblante era otro desde aquella embestida de sodomía, Luis reconocía que su pene había hecho estragos en ese tierno culito su sobrinito favorito, tiempo después el regreso a la estancia de Noelia fue lento con varios descansos, Emilio José iba pensativo, caminaba lento con cierta dificultad que ya a Luis le preocupaba y pensaba cómo justificar aquello, durante el camino le decía que no contase lo sucedido, que era un secreto, y que por lo hecho lo amaba más, y le complacería en todo lo que desearía tener, Emilio José simplemente escuchaba, seguía pensativo y muy temeroso cabizbajo, aún tenía ciertos rastros de llanto en su carita, su piel seguía rojiza, sus manitos iban entrelazadas sostiendo la montura mientras que su tío Luis iba a pie, sus ojos infantiles miraban fijamente hacia adelante como poseído e hipnotizado, es que para Emilio José en su mente se desarrollaba el pensamiento de que su vida había cambiado aquella mañana y tarde, Luis le repetía que por el bien de ambos no dijese nada de lo ocurrido, dentro de sí el niño quería llegar a la estancia de su abuela, se notaba la angustia en su rostro por llegar y eso a Luis le preocupaba temeroso de que pueda decir algo, de lejos los vio llegar la empleada que los recibió, el niño dio una corta sonrisa sin dejar de salir de su ensimismamiento, Luis pidió otra bebida, la empleada sugirió que se quedase a probar bocado, lo cual Luis aceptó, el niño no salió de su cuarto sino hasta que fue llamado a comer, bajó con su tío quien en el cuarto le acariciaba suplicándole silencio ante lo que hicieron en el arroyo, al rato Emilio José era invitado a jugar por los niños hijos de peones humildes que vivían en los alrededores de la estancia, lo hacía con pasividad, se sentaba de lado tocándose la parte desvirgada, de nuevo iba a asu cuarto a donde Luis lo curaba de lo que no daba cuenta la empleada, entrado el ocaso Luis se percató del niño yendo al baño, lo siguió, allí el pequeño Emilio José defecó con unas manchas de sangre, tomó el papel y se limpió con susto, caminó pensativo con muestra de dolor, quería llorar por el susto, de pronto fue interceptado por su tío Luis, supo lo ocurrido al ver el excremento humano con sangre, lo abrazó dándole valor y confianza y fue al botiquín a darle antibiótico, rato después llega Josefina con Gustavo Andrés Teodomiro, los primos se saludan cordialmente, entablan una amena charla sobre el negocio, Luis ve de reojo a Emilio José algo perturbado, Gustavo Andrés Teodomiro le hacía las acostumbradas luchitas, esos juegos que tanto le gustaba hacer con su hermanito en la alfombra de la gran sala pero esta vez se topó con la actitud negativa de Emilio José, estaba un poco irascible, lejos quedaba aquel nene alegre, rato después que entra Emilio, el hombre de negro, el padre de Emilio José, con fría cortesía saluda al primo de su esposa, se retira a bañarse, acaricia a los pequeños en su trayecto, no da cuenta del estado emocional del más pequeño, Luis ante aquella actitud decidió marcharse, se despidió de los niños, al regresar de su baño Emilio tuvo otra desafortunada pelea con su esposa en presencia de los niños, la situación entre ambos era insostenible, de cualquier pretexto se valía Emilio para discutir con su esposa, la paciencia de Josefina Pozzo Buonanote se estaba colmando, esa noche Josefina durmió con el más pequeño de sus hijos, ella notó el llanto de su pequeño Emilio José, pensó que era por la pelea de su esposo, pero en realidad la situación de su hijo era otra; muy temprano por la mañana Luis hace la visita Josefina so pretexto de ir juntos al negocio, Emilio José desde lo alto de la escalera vio a su tío, dio unos cortos pasos atrás y entró temeroso a su habitación sin ser visto por los adultos ubicados en la gran sala.
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La vida pasaba acelerada en la ciudad, los brotes de violencia volvían a la capital, Gustavo Adolfo por esos días hacia su guardia de rutina con el alto mando a punto de gozar su estado de franco aquel fin de semana, caminaba por el amplio parque viendo una turba enardecía que se acercaba, preocupado el militar logró ponerse a buen recaudo con su colegas gracias al cerco de sus subalternos, la muchedumbre les gritaban improperios, desde el fondo del callejón unas poderosas manos lanzaban proyectiles, algunos militares tomaron a miembros de la turba golpeándolos salvajemente empujándolos hacia el interior de los cuarteles, uno de ellos era Rolando, Gustavo Adolfo vio a aquel hombre que vio días pasados en aquel desfile junto a Amanda y ese niño de meses de nacido, el militar era muy conocido a través de la prensa, la turba contraria al gobierno, aducían que pertenecía al grupo de oligarcas explotadores, Rolando y dos de sus amigos fueron llevados a las mazmorras militares, allí se les volvió a propinar paliza, rato después una mujer con niño en brazos llegaba al cuartel a pedir clemencia a los vigilantes de turno, estaba desaliñada pero sin perder la belleza, Gustavo vio a Amanda en la desesperación, una angustia le vino, apretando sus manos se acercó extendiendo su brazo poniendo en el hombro de la mujer que estaba a espaldas del militar, de súbito se voltea con su hijo, el militar lo mira, observa las lágrimas derramadas en su mejillas junto a un par de mujeres que se unieron, Gustavo la llevó en un aparte contemplándola, había pasado mucho tiempo desde la última vez que se vieron, ahora era diferente, ella casada con hijo, él de la misma forma, había una brecha social entre ambos pero algo los unía y de lo que el militar no tenía conocimiento, el niño empezó a llorar, por unos instantes el militar vio a la tierna criatura que agitaba los brazos, en un aparte ella le dio de lactar, el militar de lejos prometía liberar al esposo de Amanda, así fue, tras pretexto de emitir informe de equivocado individuo insurrecto interceptado Rolando en pocas horas fue liberado, Amanda agradeció al militar delante de su esposo, saliendo del cuartel, el militar desde la entrada observaba a la pareja alejarse por la avenida que contenía frondosos árboles, aún sentía algo por ella, algo de ella aún lo arrebataba, su candor o belleza quizá se respondía, un colega de rango se acercó para entregarle un sobre con membrete de la cancillería, en pocos días viajaría al Cáucaso, corrió a casa de su esposa para informarle la buena nueva, con indiferencia la mujer tomó la noticia, junto a ella estaba sentado su primo, su amante, Gustavo Adolfo giró sobre sus talones a darse un baño y cambiarse de ropa, salió despidiéndose con rumbo a la calle, se encontró con Sara Guillermina que iba del brazo acompañada por Pedro Artemio su compañero de trabajo, entre ambos existía una férrea amistad, el barbado chico maravilla de los negocios empresariales y comerciales extendió la mano al militar vestido ahora de civil, la pareja lo invitó a comer, Gustavo Adolfo aceptó, el dialogo fue fructífero, les habló del negocio que su madre tenía en el pueblo, aquella fábrica de alimentos, con nostalgia Sara recordaba aquel lugar donde vivía su abuela la tan querida nana Dulce, prometieron visitar el lugar, Gustavo se ofreció para guiarlos al lugar y que realicen un peritaje en los próximos días antes de su viaje al Cáucaso, de esa manera se establecía un puente entre los tres.
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Las pisadas lentas pero seguras realizadas por Rodolfo Buonanote por aquel sendero que llevaba al cementerio le tomó un tiempo consolidar su llegada llevado de la mano de su nieto Carlos Augusto Rodolfo, antes habían montado a caballo, lo habían amarrado a corta distancia y ahora se aprestaban a entrar al cementerio, se pararon frente a la tumba de doña Micaela, su hija Andreina y su sobrino René, el anciano puso flores sobre las tumbas, las manitos del niño pasaban por el mármol puesto en adorno, fue largo el silencio causando rezo interior en el anciano, el niño miraba con detenimiento a su alrededor, se alejó un poco atraído por un grupo de mariposas, caminó hasta detenerse sobre una tumba abierta que tenía una cruz de madera rústica que la pasaba suavemente con sus manos observando después un brillo no muy caracteristico, luego acudió de regreso al llamado de su abuelo, montaron a caballo, dando pasos lentos, llegaron a un mausoleo ubicado debajo de un frondoso samán, el niño exclamo que allí estaban las tumbas de sus abuelos, sorprendido el anciano asintió después, bajaron del caballo y se dirigieron a los alrededores del mausoleo, se limitaron a estar en los exteriores, el anciano estiró el brazo lanzando a donde más pudiera llegar la rosa lanzada, el anciano centró su mirada a la cripta de la abuela del niño, la madre de Carlos Felipe del Olmo, aquella mujer que habría significado mucho en su vida, aquella mujer causante de un maravilloso idilio, la amó en secreto, no pudo ser, como tampoco el hijo de ambos no pudo crecer, sus vidas alejadas por sus compromisos y sus hijos, ironía, el hijo de ella, Carlos Felipe, y la hija de él, Noelia, se unieron pese a las diferencias y ahora se encontraba junto a uno de los hijos de ambos enfrente de la tumba de la mujer que significó mucho en su vida, el niño vio deslizarse lágrimas por el rostro de su abuelo y de su bolsillo con inocencia estiró su brazo pasándole el pañuelo, sonriente Rodolfo agradeció el gesto de su nieto, lo abrazó tanto que le dijo al suspiro que ése pedacito de carne, Carlos Augusto Rodolfo, era su vida misma, lo quería tanto, se parecía en parte a aquella difunta mujer que era la abuela paterna del niño, quizá el destino hizo que naciera este niño para compensar el vació de su hijo muerto, así, abuelo y nieto vieron aparecerse en su delante una carreta con un peón que presuroso les informó que había tenido un accidente su nieta Josefina en el auto que conducía, el anciano presuroso tomó las riendas de la carreta y junto al niño emprendieron regreso mientras el caballo era estirado por la carreta, al llegar al hospital de la ciudad una Noelia descontrolada informaba a su padre del infausto hecho, a unos pasos compungido estaba el hombre de negro, sentado con rasmilladas de poca importancia con el traje raído y sucio por el accidente, una de las enfermeras le estaba dando los primeros auxilios, el anciano preguntó por los niños que si habían acompañado a la pareja, el hombre respondió que no, sin salirse de su contrariedad, el anciano preguntó la causa del accidente, el hombre se limitó a informar que fue por imprudencia de ella en el volante, Noelia con prudencia prefirió callar, sólo se limitó a mirar a su yerno con severidad, sabía que estaba mintiendo, seguramente el accidente fue a causa de las discusiones que tenía y que en los últimos días se incrementaron, fueron a verla, estaba aún inconsciente, Noelia y su padre no se separaron del lecho de Josefina, su esposo esporádicamente entraba y salía averiguando su estado, llegó Lucrecia con su esposo el campesino, Emilio al verla la tomó del brazo discretamente a conversar en un rincón, el campesino tenía en brazos a la pequeña, Luis que había llegado hace instantes tuvo un corto diálogo con el campesino dándole los pormenores de la desgracia, el auto chocado contra un muro de roca en la carretera, empezaron a llegar conocidos de la ciudad, al pasar de las horas Josefina recuperaba la conciencia sobre todo al escuchar la voz de sus hijos, cuando ya pudo darle de alta días después, su marido decidió llevarlos a la capital para un chequeo más general, Noelia aceptó que su hija se fuese a la capital, ella cuidaría de sus nietos, Amacilia se ofreció a darle una mano de ayuda y qué decir de la fiel nana Dulce que decidió acompañar a Josefina y a su esposo en el viaje hacia la capital, Gustavo Adolfo recibiría con mucha atención a su hermana pidiendo que pernoctara en su hogar, pero el hombre de negro prefirió las atenciones que le prodigaría su hermana y su padre, a pesar de aquello Gustavo Adolfo visitaba constantemente a su hermana, a él se unió Sara Guillermina, aquellos días de recuperación para Josefina significaron mucho en su estado de ánimo, las contradictorias peleas entre ella y su esposo se nulificaron, pero quien sabe hasta cuándo, mientras tanto que para el pequeño Emilio José este hecho significaba de mucho con las siguientes esporádicas visitas de su tío, sobre todo en aquella fiesta de año nuevo, en su mente quedaría grabado hasta el último de sus días aquel sendero por donde caminó en compañía de su tío y también recordaba la forma en que fue sodomizado por su tío en las dos rocas grandes donde las parejas hacían el “jueguito” del amor, recordaría siempre aquella manera singular de haber sido iniciado, por su parte Luis comprendió que su visita a la estancia de su tía Noelia debería dejarla pasar por varias semanas, había cumplido su triste venganza.
FIN DEL CENTÉSIMO TRIGÉSIMO PRIMER EPISODIO
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