METAMORFOSIS 137
Internado.
La calurosa tarde estaba en todo su apogeo, los fuertes rayos de sol entraban con facilidad en aquel amplio ventanal descubriéndose la cara sudorosa bien afeitada de aquel hombre de edad adulta agitando un abanico con firmes manos con aros de oro adornados de finas piedras, estaba muy atento a la plática de la pareja de esposos en su delante, el tema de conducta estudiantil primaba, los gestos de arreglo y disculpas se hacían presentes, el esposo sacó de su saco fino de casimir inglés un habano extendiéndoselo al hombre que estaba en su delante, muy sonriente extendió su mano aceptándolo cortésmente, se incorporó aquel padre de familia extendiendo una fina fosforera encendida de plata que al contacto con la luz solar brillaba fuerte, ambos hombres hicieron bocanadas al encendido de los puros ante la mirada cabizbaja de la mujer, tenía los dedos entrelazados, estaba muy contrariada por aquella escucha de conducta, tenía los ojos vidriosos a punto del llanto, el esposo a su lado movía con sus manos el hombro femenino dándole calma, ella sentía vergüenza, se pasó el pañuelo por los ojos sin dejar de hacer movimientos de negación con su cabeza, suspiraba fuerte, su esposo la abrazó con fuerza, el altivo hombre vestido e negro absoluto se incorporó de la silla dando unos pasos, llegó a la puerta y sin dejar de sonreír la abrió, los esposos se pusieron en pie, la mujer seguía temblorosa, se despidieron con estrechón de manos, la mujer no dejaba de estar cabizbaja, al cerrar la puerta desapareció la amplia sonrisa del altivo hombre vestido de negro absoluto convirtiéndose en seriedad, la clásica hipocresía, en su mente se formaba la idea del dsprecio por ese par de esposos, ellos al salir vieron a un niño sentado en un amplio sillón, estada esperándolos, fueron unos cuantos segundos viéndose las caras, el padre lanzó fuerte bofetada al niño que casi cae al suelo, la madre fue a abrazarlo evitando la segunda bofetada quedando la mano al aire a vista de los otros niños y jóvenes de aquel internado que pasaban or el lugar, sin decir palabras se alejaron del niño quedando muy pensativo cabizbajo lleno de lágrimas sentado en el sillón, un niño miraba con tristeza escondido entre las plantas ornamentales de aquel tupido jardín, la puerta de la oficina que se abre, el hombre sale limitándose a ver al niño con expresión facial severa frotándole el pelo con su mano derecha, en un rápido movimiento como señal de triunfo al disimulo de los caminantes pasó dismuadamente su entrepierna vestida por el rostro del niño dejándole sentado en su sitio, aquel hombre brioso bien vestido de negra sotana fina caminaba por los estrechos corredores, era el director del centenario internado exclusivo para jóvenes de personalidades prestantes del país de la canela, aquel internado era bien aceptado por su disciplina y enseñanza rígida, de ahí muchos egresados siguieron universidad siendo los profesionales que ahora dominaban el sector político de la nación, aquellos líderes del estado mayormente confiaban a sus hijos en aquel internado exclusivo capitalino, aquel brioso hombre continuaba con su recorrido vespertino por los talleres donde mayormente pasaban los jóvenes y le gustaba visitar los huertos donde pasaban más los niños, allí vio el movimiento de los profesores y ayudantes de jardinería, recorrió por los laboratorios en la segunda jornada de estudio, uno de los novicios se acercó informándole que se acercaba la hora para la reunión de trabajo con el nuevo profesor, le asintió con sonrisa poco creíble de agradecimiento sin perder la compostura de la rigidez facial que era su característica, se despidió de los presentes en el laboratorio y aceleró los pasos, al abrir la puerta de su oficina vio sentado de espalda al nuevo profesor que al escuchar el chirrido de la puerta se incorporó del asiento con amplia sonrisa estrechándose la mano, vinieron las preguntas y respuestas acerca de su estado de ánimo y su opinión con respecto a lo académico y la relación de alumno maestro, tomaron café, el maestro complacido con la plática salió de la oficina, el clérigo director se levantó del sillón dando unos pasos y arrimó un hombro junto a la ventana, de ahí dominaba la vista de los huertos al fondo y a un costado algunas de las aulas de estudio, vio salir a los niños de los salones y los huertos en dirección a sus cuartos, luego se bañarían para posteriormente cenar y dormir, su vista alcanzó a ver un niño caminando con una azada al hombro en dirección al cuarto de herramientas menores, el nene era de pelo rizado piel morena clara, hijo de nuevos ricos, ojos negros, de contextura delgada, algo amanerado al caminar, el hombre desde la ventana sonrió al verlo manoseándose la entrepierna, el niño vestía pantaloncito corto con sandalias y una camisa con tirantes igual que sus otros compañeros de uniforme, hizo boconadas de humo del resto de habano que había dejado en la oficina y pasó sus dedos por los labios sin perder la vista de los movimientos corporales del niño a distancia, ya en la noche el hombre recorría los pasillos de los comedores y vigilaba a novicios y profesores residentes, llegó el momento de dormir, los niños en forma armónica ocupaban las camas, la luz de candiles primaban pese a la existencia de electricidad, uno que otro niño iba al baño en noche avanzada, de acuerdo a su edad iba solo o acompañado por un novicio dependiendo de la edad, aquel hombre estaba sentado leyendo en su fastuosa habitación, no por algo era el director del establecimiento, los alumnos más que respeto le temían y eso le congratulaba, su insignia religiosa brillaba ante la luz eléctrica, su sotana de tela fina contrastaba con la pasta del libro que estaba leyendo acerca de teología, cuestionaba el movimiento de la liberación, vio el reloj, era la de un poco más de medianoche, sentía la madrugada en avance, hizo a un lado al voluminoso libro sobre un fino escritorio, se sacó los quevedos frotándose los ojos con las manos, bostezaba repetidamente estirándose piernas y brazos, se levantó desperezándose, respiró hondo junto a la ventana de la habitación viendo a las habitaciones semi oscuras de los dormitorios infantiles situados próximos y dio una vista a la habitación de los jóvenes en la parte inferior de las instalaciones del exclusivo internado, decidió caminar como todas las noches antes de irse a dormir, la dirección que tomaba en sus camaninatas era pasar por las oficinas y los jardines iluminados con luz eléctrica y candiles poco incidentes, en su paseo que obligatoriamente lo hacía solo se le vino a la mente la imagen de aquel niño con pelo rizado de expresión facial muy agraciada, su ansia aumentaba a cada paso que daba, de pronto, escuchó un leve sollozo y las voces de otros niños que a voz baja le decían que dejase de llorar, el hombre abrió la puerta que daba a esa habitación donde estaban los niños más pequeños del internado, la luz entró por el espacio dejado en la puerta abierta, los dos niños que estaban rodeando la cama de su compañerito se metieron en sus camas rápidamente cubriéndose con las sábanas, el hombre descubrió el rostro del pequeño de casi siete años lleno de lágrimas, eran sus primeros días en el internado y extrañaba a sus padres, ya había conocido de este caso la mañana del día anterior, el niño temblaba al notar la presencia del director que mostró su mejor cara de ternura pasándole la mano por el pelo lacio rubio del pequeño de piel blanca, de contextura delgada, labios y manos finas, se podía apreciar del cuidado que le daban en su hogar de procedencia, lo hizo sentar a filo de cama sentándose junto a él haciéndole preguntas por la causa de su llanto, el niño respondía que no le gustaba el lugar, que extrañaba a sus padres y en especial a su perro, pudo notar que aquel niño era muy mimado en casa por ser hijo único, cariñosamente el clérigo le pasó la mano por el pelo en forma de caricias que se extendían a cuello y mejillas, los niños desde sus sábanas cubiertos las iban deslizando por su rostro y así pudieron ver que le superior sacó un pañuelo de su sotana limpiándole el rostro de lágrimas, se levantó extendiéndole la mano, el niño se puso en pie y fue caminando descalzo con el director tomado de la mano, caminaron en silencio, el niño sentía inquietud, con candil en mano fueron en dirección hacia unas celdas donde estaban los animales del pequeño zoológico del internado, el clérigo sacó de una de ellas a un cachorro de perro y se lo dio para que jugase un rato con él, el niño cambió de semblante jugando con el cachorrito que le recordaba a su perrito, duró casi media hora ese juego, el cachorro volvió a la celda, hacía frío, el niño tiritaba, tenía puesta su pijama de fina tela y estaba descalzo, el clérigo abrió su sotana cubriendo con su cuerpo, el niño sintió confianza, el superior lo manoseaba con delicadeza, el niño recordaba los mimos que en casa le daba su orgulloso padre, se dejó llevar al caminar y también acariciar por el superior, sintió un bulto que acentuaba el roce en su espalda infantil haciéndolo cada vez más seguido el movimiento sintiéndolo por la fina textura de la tela de su pijama, luego sintió besos y caricias y su pelo, a pesar de todo continuaron caminado en forma lenta muy pausada, se detuvieron en el establo que quedaba junto al zoológico y a los huertos de aquel internado exclusivo ubicado en las afueras de la capital, vieron que uno de los caballos trataba de montarse sobre una yegua que días antes demostraba celo, la luz del candil mostraba el miembro del animal en plenitud eréctil, el clérigo vio el rostro del niño que dibujaba inquietud a ojos abiertos, lo liberó de su sotana que lo tenía medio cubierto su cuerpo, el niño se acercó a ver más de cerca el movimiento de los dos animales, por unos instantes vio el pene rozando la cresta de la yegua, el clérigo sonriente dio orden de seguir caminando, salieron del zoológico, el clérigo le preguntó si le había gustado aquel movimiento de los dos animales, el niño alegre asentía, entraron a la oficina del director, el niño se sentó en una silla, el clérigo director abrió la pequeña puerta del baño insertado en la oficina, la luz se prende, el niño vio al clérigo dentro del baño al momento de sacarse la sotana y bajarse el pantalón mostrándole a propósito desde ese lugar el pene agitándolo y cayendo la orina en aquel inodoro, el niño intermitente miraba esos movimientos con sus manos entrelazadas moviendo sus pies descalzos lleno de tierra, el clérigo director se acomodó la ropa, fue junto al niño acariciándole el pelo, lentamente lo llevó a su escritorio, el director se sentó sobre su sillón le hizo venir al niño ordenándole que se siente sobre su entrepierna, pegó la fría espaldita infantil a su pecho, su mentón se puso sobre el pelo lacio rubio del precioso niño engreído por sus padres, lo abrazó delicadamente manoseándole los brazos y piernas con caricias diciéndole al niño que se sentía orgulloso por ser un niño bueno, estudioso y obediente, el niño se complacía al escuchar aquello parecido a los mimos que recibía de sus seres queridos, eso motivó a que tenga más confianza y seguridad con el superior ante cada palabra motivadora expresada, las manos del director se deslizaban por el pijama introduciéndolas por la fina tela en el pecho infantil, con la nariz le daba de roces en sus mejillas infantiles sintiendo aquellos mimos para el niño muy inocentes pero para aquel hombre brioso era delicioso sentir el pelo fino lacio rubio ante el roce de la nariz, le besaba las manitos felicitándole por el aseo corporal, lo puso de ejemplo de sanidad, pese a sus pies sucios, el niño vio las manos del hombre desabotonando la camisa del pijama y rozando los dedos adultos por aquel pecho infantil, el niño sintió la calentura de la piel de aquel superior, el tiempo transcurría con aquellos manoseos, le preguntaba al niño si le gustaba aquel jueguito que le estaba haciendo, el niño un poco pensativo se limitaba tímidamente a asentir, la respiración del adulto golpeaba en el pecho del niño repitiéndole seguidamente que era un niño bonito, muy bueno e inteligente, el niño aumentaba de seguridad emocional, se sentía bien porque venía de parte del director, del superior como le decían con solemnidad, vio las manos del superior que se deslizaban por dentro de la tela del pijama llegando a manosear los testículos y el pene infantil, el niño se sintió raro por la estirada del tronco de su pene, le vino un sorprendente sobresalto, el superior alzó un poco al niño de las caderas, y en ese momento le deslizó el pijama hasta los muslos mostrándose el pene vestido hecho bulto en la tela por la erección a la vez que de inmediato el niño sentía debajo de su traserito ahora descubierto aquel bulto que lo rozaba, la cara del clérigo estaba rozando las mejillas del niño ambos viendo las manos adultas deslizando el prepucio y la agitación del pene infantil, el niño estaba sorprendido, era la primera vez que sentía aquellos movimientos en su pene y que el clérigo le decía ser parte del jueguito que era el secreto de ambos, el niño asentía con timidez ante la pregunta del clérigo superior si le gustaba aquello, un instante después lo alejó un poco de él deslizando su sillón hacia atrás sin dejar de estar sentado, el niño estaba parado en el escritorio de espaldas al director y pasaba sus manos con dedos finos alargados por el vidrio así sosteniendose, las manos del superior le hicieron girar poniéndose en su delante y le bajó el pijama hasta los tobillos mostrándose el penecito y las piernas descubiertas, por instinto el niño se cubrió el penecito con las manitos, el clérigo sonreía ante aquella acción infantil, lentamente le fue apartando las manos para contemplar con calma ese penecito lampiño descubierto, tenía buen porte, se dijo el adulto para sus adentros, el niño estaba cabizbajo viendo acercarse los dedos del superior a su penecito, de nuevo las leves estiradas, le vino un gusto indescriptible ante esos largos movimientos, le pasó las manos por las nalgas, un par de dedos pasaban entre los glúteos, sintió el roce de los dedos penetrarse, por instinto se alejó del clérigo dando unos pasos atrás arrimando sus caderas al filo del escritorio, el superior se llevó los dedos a la nariz oliendo los restos de ese traserito virgen, se levantó de su sillón poniéndole hacia atrás, tomó al niño de la cintura y lo sentó sobre el escritorio haciéndole que abriera sus piernas con el pene expuesto, sintió su traserito el frio del vidrio, vio el pijama colgado en sus pies que quedaron suspendidos en el aire, su sorpresa fue que continuó el manoseo de su pene estirándolo hasta quedar algo erecto, el niño vio su pene introducido en la boca del superior, el niño sintió un gusto indescriptible al sentir los lamidos de la lengua adulta, el superior no paraba de sonreír en cada pausa que hacía, el clérigo ponía el rostro sobre el pene y así sonriendo le preguntaba si eso le gustaba, el niño con un poco de timidez y sonrisa entrecortada asentía forzadamente, en realidad le estaba gustando esa sensación, los movimientos de boca en el pene fueron más rápidos haciéndole retorcer al niño, le vino el gemir, el superior estaba complacido viendo el rostro del pequeño gemir cuando le psaba la lengua en el penecito, las manitos estaban férreamente agarradas de sus muslos, le salió decirle un ya tímidamente, el clérigo se detuvo sin dejarle de ver sonriente, ya para ese momento el pijama estaba en el suelo quedando liberados los piecitos con dedos alargados del precioso niño, con sorpresa vio que el superior se desabotonaba la sotana y se bajaba la cremallera liberando un pene grueso, se acercó al niño acostándolo tanto así que ahora sus espaldita recibía lo frío de aquel vidrio, lo acomodó de las caderas viéndose el roce de aquel pene peludo rozar sobre el pene lampiño que se mezclaba con los pelos negros del superior, para el nene era su primera vez, por un corto rato continuaron esos roces, le preguntaba al niño si le gustaba, no respondía, con algo de sorpresa estaba atento a aquellos movimientos nuevos para él, con insistencia le preguntaba cortésmente si le gustaba, respondía asintiendo, se apartó del niño para darle vuelta sobre el escritorio, así vio el traserito del niño a su disposición, abrió uno de los cajones sacando una crema que la untó sobre el traserito del niño y se puso en el glande, le dijo que el “jueguito” estaba por terminar, expresó palabras dulces, el glande se deslizaba sobre la piel de las nalgas, el superior lo veía bien y sentía delicioso, el niño gemía por sorpresa al sentir ese roce por primera vez en su culito, el glande y su punta entraban en el ano por milímetros haciendo que el niño pujase y gimiese más fuerte, el clérigo le recordaba lo del cachorro, diciéndole que si se dejaba “jugar” como ahora se lo regalaría y le permitiría jugar en el internado, el niño se sintió motivado y obedeció a quedarse relajado, el dolor en su ano aumentaba en cada movimiento, apretaba sus manos sobre el filo del escritorio, mordía sus labios y su piel se puso rojiza, empezaba a sollozar, el clérigo pedía silencio, le dcía que el “jueguito” estaba por terminar, así fue, el semen mojaba los glúteos del niño que ya se sentía raro, el clérigo logró penetrar algo, el ano aún estaba estrecho, le había dejado su marca a aquel niño inocente, lentamente lo bajó del escritorio, así parado el niño veía las manos con papel que limpiaba su piel de aquel semen en sus nalgas, lo llevó al baño completamente desnudo lo contempló por unos instantes luego de haber sido aseado, el niño vio las manos del superior que limpiaba los restos del semen en su glande, lo pasó por labios y le hizo arrodillar y abrir la boca, el glande entró en aquella boquita preciosa, la lengua del niño se deslizaba por la piel del glande y por los testículos del superior que le ordenaba aquellos movimientos y que el niño con timidez y recelo lo hacía por vez primera, aprendía algo nuevo aquella noche, fue conducido por el superior al cuarto, le dolía el traserito, sus manos acomodaban el pijama, entraron a la habitación, con cautela se acostó en la cama, el superior pasó lentamente la mano por su pelo, el niño vio la despedida con una sonrisa que correspondió, quedó pensando en lo ocurrido y en la orden del clérigo de guardar silencio de lo ocurrido.
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Era el último domingo de febrero del año 1953, el calor mañanero invadía la habitación, el muchacho estaba acostado en su humilde catre, sus padres habían salido al centro, de pronto escuchó el rugido del motor, por su ventana vio a los patrones saliendo pero no estaba ella con ellos, seguramente se quedó en casa, pensó, fue a seguir recostado, por su mente pasaba lo que iba a hacer durante el día, pasear por el parque en bicicleta, jugar futbol, ducharse y escuchar la radio, pero asimismo inevitablemente llega a su mente la imagen de Victoria, siente placer recordando los encuentros con esa preciosa niña, estaba conciente de los “juegos” peligrosos que se hacían en cada encuentro a solas, pensaba en ella con deseo, se manosea el pene cerrando los ojos dándose placer, en voz baja invoca el nombre de aquella hermosa niña, empezó a masturbarse pero en eso tocan a la puerta, muy sorprendido contesta que ya sale, se sienta al filo de la cama viéndose el pene erecto amoldado en la tela de su remendado calzoncillo ajustado, se pone un short y una remera muy rápidamente, va descalzo caminando y al abrir la puerta se encuentra con Nicolás el hijo del patrón Fulgencio Arichabala, tenía sujeta una bicicleta descompuesta, pertenecía a su sobrina Victoria, la necesitaba arreglada del freno y cadena cuanto antes para dar un paseo como se lo había prometido, el muchacho dócilmente aceptó la tarea y se puso de inmediato a arreglarla, luego de un buen rato, escuchó pitazos y vio a un grupo de jóvenes ricos que se bajaban de un descapotable de la época, para ese momento el muchacho ya había arreglado la bicicleta y fue a entregársela a Nicolás, vio que tío y sobrina discutían, Nicolás decidió ir de paseo con sus amigos dejando el paseo con su sobrina a segunda orden, la niña estaba contrariada, quedaría únicamente a custodia de la empleada de la casa, no era justo decía, a Nicolás se le ocurrió que el muchacho acompañase a su sobrina a pasear por el lapso de dos horas, la niña aceptó, el muchacho también, antes de partir Nicolás le dio instrucciones de tiempo a la empleada, así Victoria y el muchacho salieron a pasear, dieron vueltas en el parque, el muchacho siempre iba detrás viéndole el trasero del niña sobre la montura, iba excitado manejando son su pene erecto sobre la montura, luego recorrieron por las afueras de la ciudad adentrándose en el monte por senderos, hicieron un alto, arrimó la bicicleta en un frondoso árbol, haciendo gestos para que la niña lo viera se sacó el pene orinando, la niña sentada sobre una roca reía manoseándose su ropa interior abierta de piernas, el muchacho muy sonriente se acercó a donde estaba sentada la niña agitándole el pene por el rostro, ella olió de orina aquel glande de pene descubierto, lentamente lo fue frotando por el pecho vestido de la niña en varias ocasiones, ella voluntariamente se acostó sobre la gran roca, las manos del muchacho deslizaban el calzoncito alzándole el vestidito puesto, su nariz olía aquella rozagante vaginita lampiña infantil, Victoria sentía el roce del glande en los labios vaginales, el glande seguía rozando, el muchacho tenía desnuda la mitad del cuerpo, movía lentamente las caderas al ritmo de su deseo, ambos gemían y pujaban con entrecortada respiración, Victoria cerraba los ojos sintiendo ese pene rozándose en su vagina, hizo pausa, tomó el tronco del pene fijándolo en la entrada de la vagina entre aquellos deliciosos labios vaginales, el muchacho cerró los ojos y pensaba en aquello que le vino a su mente horas antes cuando estaba acostado en su catre, se cumplía su sueño de hacerle sexo a aquella niña hermosa de ocho años nieta de los patrones, lentamente le fue empujando el glande de catorce años, estaba al aguante de la niña que sintió algo más que la anterior vez, lo mismo sintió el muchacho a través de su glande, vieron sus órganos reproductores moverse, ella ayudaba con sus caderas, él le decía que se estuviera quieta, que sintiese cómo la estaba cogiendo, entrelazaron las manos, de pronto ella sintió que afuera de su vagina era mojada de semen el muchacho lentamente se apartó sonriente viendo a Victoria bien abierta de piernas que se pasaba los dedos por los labios vaginales lampiños por sonde estaba desplazándose el semen que le había dejado en señal de sexo, de su bolsillo sacó papel y la limpió, ella dio unos pasos junto a la gran roca y se acuclilló a orinar, él junto a ella también orinaba, los dos muy sonrientes se miraban pene y vagina orinando, lentamente se pusieron la ropa y salieron raudos de aquel lugar llegando justo a tiempo a la hora convenida, ella fue a bañarse manoseándose la vagina con jabón y agua fresca, mientras se cambiaba de ropa escuchó las voces infantiles de niños, eran sus vecinitos, bajó presurosa las escaleras para jugar, después de un rato Victoria quedó jugando únicamente con su amiguito Reinaldo de cuatro años, a engaños lo llevó a su habitación, lo acostó en la cama, le deslizó el pantaloncito corto y calzoncillo que llevaba puesto, el niño vio los movimientos de manos de ella que los deslizó hasta los tobillos, Victoria se deslizó el calzoncito alzándose su vestidito acostándose lentamente sobre el pequeño Reinaldo, se acomodó bien de tal manera que hacía movimientos de vagina sobre el penecito del niño, luego dieron un rol, el niño de cuatro años encima de la niña de ocho años movía su pene lampiño deslizándose sobre la vaginita, Victoria lo alzaba al niño de sus caderas para que se pueda sentir mejor el desliz del pene en su vagina, lo sentó en la cama y le agitó el penecito ella arrodillada en su delante chupaba rápidamente ese penecito en su boca ensalivándolo por completo, el niño estaba recostado en filo de la cama al sentir eso, luego ella se sentó y al niño lo hizo arrodillar, tomo la cabeza del niño haciéndola rozar en su vaginita, el niño torpemente de lo que ocurría hacía roces de nariz, lo acostó en la cama volviéndole a lamer y chupar el penecito, ya viéndolo ensalivado se acostó sobre el niño rozándose el pene ensalivado en la vagina de Victoria, se sentía mejor para ella, el niño vio alzarse a Victoria tomando el penecito erecto poniéndolo en la entrada de los labios vaginales y lentamente fue descendiendo, ambos sintieron el roce y a la vez la penetración aparente, el niño sintió el deslizamiento del prepucio, Victoria sintió la tibieza del glande de su amiguito en la entrada de su vaginita, lo acostó encima de su cuerpo, a cuatro dedos de sus dos manos sujetó el pene de Reinaldo colocando el penecito en la entrada de su vagina y empezó a deslizarlo, ambos cuerpos infantiles acostados parecían uno solo, ella se sentó frente a él en la cama, viéndose el pene y la vagina, los manosearon, Victoria se llevó el dedo índice del niño a la boca, lo chupaba como si fuese el penecito de Reinaldo, luego ella recostada sobre almohadas abierta de piernas le decía a su amiguito que le frotase el dedo índice ensalivado en su vaginita, así la punta del dedo de Reinaldo rozaba e intentaba penetrar la vaginita de la niña, el niño sonreía con lo que estaba haciendo, le dijo que de nuevo se acostase sobre ella, lo sujetó de los glúteos haciéndolo mover de tal manera que sentía rico el deslizamiento del penecito en su vaginita, así estuvieron un buen lapso, después se vistieron y salieron a jugar, ya para ese momento Nicolás había llegado y le intrigaba el encierro de su sobrina Victoria con aquel niño.
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Melquiades caminaba pausadamente por el sombrío lugar por la alameda, era motivo de vista de los presentes en aquel evento militar por sus amaneramientos y expresiones, junto a él iba un grupo de amigos, todos jóvenes del circulo, pese a todo tenía su espacio de liderazgo y era muy relacionado con las fiestas siendo el promotor o aquel insinuante, a lo lejos su padre lo miraba con cierta rabia de decepción, el pito de un auto hacía de señal para Melquiades se suba haciendo gestos en señal de prometiéndoles regresar pronto y así perdiéndose por aquella alameda, su padre hacía puños, se imaginaba lo que su hijo haría con esos jóvenes, la madre de Melquiades cabizbaja, el auto rebasaba la velocidad permitida, iban por la periferia de la ciudad, se detuvieron en una montaña que le hacía de mirador, a sus pies a lo lejos se veía las humildes covachas de gente pobre, se veían mujeres lavando en las poco corrientes aguas del río que pasaba por la ciudad donde estaban implantadas aquellas humildes ramadas, niños desnudos y semidesnudos cargando agua, otros harapientos llevando saquillos, muchos de ellos ropavejeros, la brisa del viento fuerte chocaba en el rostro de los jóvenes, unos fumando y otros bebiendo alcohol, aquellos hijos de militares contemplaban detenidamente los movimientos de la gente, Melquiades logró divisar a lo lejos con un binocular la figura de aquel niño ropavejero, era él, aquel niño que antes pasaba por su casa, aquel ropavejero que desvirgó, le vino la angustia cuando se acercaba a él y a sus amigos junto a otro grupo de niños a pedir dinero, siempre hacían eso cuando llegaban extraños, el lugar parecía un inframundo, el niño fue alejándose del grupo de jóvenes, Melquiades quiso acercarse pero el niño decidió correr, se escondió entre aquellas ramadas, desde ese lugar vio alejarse el auto que llevaba a los hijos de militares, el niño entró en su improvisada vivienda, se sentó junto a su abuela, se recostó en su regazo, las manos arrugadas pasaban por el pelo del niño así se quedó dormido, la anciana con pausa le cantaba y calló al verlo dormido, le acariciaba las mejillas y su pelo crecido haciéndole flequillo en su frente, se alzó la visión de la anciana concentrándose en la fotografía de una hermosa mujer muy joven, la anciana hizo una mueca de ironía seguramente de lo que estaba pensando, era precisamente acerca de la relación de aquella mujer de la foto con el niño en su regazo, su “nieto”, el hijo de aquella mujer, su ahijada, siendo niña la marcó en la pila del pueblo rural de donde emigraron, su mente dibujaba estelas imaginativas, ideas vagas de tiempos remotos de su vida, lo de aquella lluviosa noche en que la mujer de la fotografía entraba en ese mismo lugar, informaba de una espantosa tragedia, narraba que milagrosamente había salvado su vida, que la protegiese, aquella mujer estaba muy inquieta, no quería comprometer a su familia, por las noches tenía crisis de nervios, con el pasar de las semanas le vinieron agriuras y vómitos, la anciana no se equivocó de que la mujer estaba preñada, esperaba un hijo, al saberlo ella se puso aún más nerviosa, esperaba un hijo de aquel hombre al que antes lo había amado con locura creyendo en sus promesas de amor pero que ahora sólo le significaba penurias y lamentos psicológicos, el tiempo llegó, la mujer dio un precioso varón, su maternidad duró muy pocos meses en este mundo pues fue encontrada muerta con un tiro en la cabeza por las inmediaciones del lugar, se creyó que era asalto, otros pensaron que era ajuste de cuentas por lío de faldas, con el pasar de los días unos hombres rondaban por los alrededores buscando información, la anciana calló desconociendo las observaciones que le hacían, luchó con su argumento hasta que la dejaron en paz, lo del niño dijo que era su nieto, escondió bien la fe de bautismo y el registro de nacimiento del niño que llevaba el apellido de la madre junto a otros documentos de la fallecida, ahora la anciana vio al niño aún dormido en su regazo, pese a la mugre y lo descuidado tenía un aire de descendiente de noble familia con fino perfil en su rostro, seguramente heredado de su padre, lo que la anciana desconocía que aquel precioso niño había sido sodomizado hace mucho tiempo apareciéndole con el tiempo aquel amaneramiento, sin embargo, el niño era muy obediente y la anciana había notado un cambio en su carácter, muchas veces su hija quiso llevárselo para criarlo pero la anciana se había encariñado con el niño, un algo dentro de sí le decía que era ella la persona que el destino había elegido para cuidarlo hasta que por sí mismo se valiera para enfrentar al mundo, rogaba tener más años para poder cuidarlo y criarlo a plenitud, no en balde aquella anciana era líder en aquel asentamiento y el niño le admiraba aprendiendo de su liderazgo, ya se acercaba el ocaso cuando el niño se despertó, fue a bañarse, estaba descalzo puesto sólo su trusa con balde en mano, como siempre a esa hora, sus piecitos agitados golpeaban el agua, sentado a la orilla del río puesto una trusa ajustada, se mojaba el pecho y brazos, lentamente caminó hasta la mitad del lecho del río, vio a una pareja adentrarse en la orilla del frente, ya se imaginaba lo que iban a hacer por el monet tupido qe los cubría a vista, continuó nadando en la tibia agua, unos niños más mayores se bañaban aguas abajo, habían visto también a la pareja, se unió al grupo a fisgonear a la pareja por el monte, el hombre ya estaba encima de la mujer, el pene entraba y salía por esa vagina, ambos gemían con libertad de supuestamente verse a solas, los niños se tapaban la boca evitando ser escuchadas sus risas, la mujer era trigueña y recibía los embistes del pene peludo de piel blanca, el hombre era de edad adulta y estaba muy apasionado haciéndole el sexo, el niño vio a sus amiguitos que se restregaban los penes vestidos, uno de ellos, el de mayor edad, se sentó deslizándose el short que llevaba puesto y se masturbaba el pene descubierto y lo hacía con mucha rapidez de movimientos, el niño quedó viéndolo fijamente, el muchacho mayor notó aquello y le sonrió deslizándose todo el prepucio mostrando un glande grueso que el niño seguía viendo con mucho detalle, vieron a lo lejos que la pareja se limpiaba y se vestía alejándose del lugar, los niños se bañaban alegremente, cuando salían a la orilla jugaban a las montadas y a luchitas, muchos hacían movimientos sexuales sugerentes al estar acostados, como imitando lo que habían visto hacer a la pareja, el niño miraba lo erecto de los penes de los más grandes que rozaban la espalda y traseros de los niños más pequeños, seguían e imitaban a lo que habían visto acerca de los movimientos de la pareja, parecía juego para los más pequeños pero para los grandes era una especie de acto sexual, el tiempo transcurría y ya muchos niños iban a sus casas, el niño subió aguas arriba alejándose de los demás, vio caminar por la orilla al muchacho más grande del grupo, se iba manoseando el pene por dentro de la tela de su trusa, al sacársela se notaba lo erecto del pene amoldado, se acercó al niño que en ese instante recogía agua para llevarla a la ramada de su abuela, los dos tomaron camino por aquel lugar apartado, de pronto en un descanso vio las manos del muchacho que se estiraba el pene vestido, se metía la mano dentro de la trusa y se estiraba el pene, ambos sonreían, el niño hizo otro descanso, se sentaron sobre un tronco, ya el ocaso se avecinaba a plenitud, a lo lejos vieron un árbol de mango y corrieron adentrándose en el monte a recolectar, el muchacho se subió en el árbol y recolectaba lanzándole al niño, el muchacho muy sonriente se desliza la trusa y parado entre las ramas decide orinar, el niño desde abajo miraba el movimiento del pene junto a la exposición de orina que el muchacho trataba de que impacte en el cuerpo del niño sin conseguirlo, al dejar de orinar seguía agitando su pene, el niño pudo ver que el muchacho tenía pelitos en la pelvis, se subió la trusa y siguió lanzándole mangos, se deslizó por el árbol con el deseo de bajarse, se sentó a comer arrimado en el tronco del árbol, a su lado el niño comía mango, ya para continuar el retorno, el niño sintió que el muchacho lo abrazaba por detrás sintiendo el roce de un bulto en su trasero y parte de su espalda, dejó el balde con cuidado a ordenes del muchacho, lo abrazó por detrás, le dijo para hacer lo que habían visto, que eso le iba a gustar, el muchacho era muy activo y estaba decidido, y sin decir más, el niño se vio lentamente acostado de pecho a tierra, su trusa se deslizaba hasta las rodillas, le deslizó la remera al cuello, sintió el peso del muchacho sobre su cuerpo, el roce de ese pene sobre su trasero, se dejó estar, le gustó ese roce y luego sintió el movimiento del semen por su glúteos y espalda, el muchacho se apartó, el niño dio vuelta girando con su cuerpo, deslizó su dedo apartando el semen de su piel en lo que pudo, el muchacho lo vio con mirada fija y autoritaria diciendo que no debe contar a nadie lo hecho, tímidamente el niño asintió cabizbajo, el muchacho acarició el pelo del niño despidiéndose con un hasta pronto agregado en la boca de aquel muchacho el nombre significativo del precioso niño ropavejero: Orestes.
FIN DEL CENTÉSIMO TRIGÉSIMO SÉPTIMO EPISODIO
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