METAMORFOSIS 138
De viaje.
El anciano galopaba con sus dos hijos en la amplia estancia Arichabala, Victoria veía a su padre y tío galopar junto a su abuelo, a su lado arrimada a la cerca estaba su madre, la bisabuela Matilde estaba distante agarrada de su bastón con amplio sombrero que en parte le cubría el rostro pese a estar en sombra, era la matrona, de herencia longeva, como el resto de la familia, considerada la matriarca, férrea mano sujeta al bastón que más de ayuda era un adorno complemento de su elegante vestir, así de férreo es su carácter estimulando a la grandeza de lo obtenido, moldeando el carácter de su familia en especial los varones de la casa, apenada en su obra no acabada viendo la vida de soltería que llevaba su nieto Nicolás al que se desconocía novia alguna haciendo rumores en la plebe, días antes había tenido plática con Nicolás le pedía un bisnieto varón que perpetuara el apellido Arichabala, ya que Victoria Micaela era su única bisnieta y perdería el linaje de apellido, el tiempo apremia para la venerable anciana, no quería cerrar los ojos sin antes ver cristalizada la existencia de su bisnieto varón, para su mala suerte la madre de Victoria ya no podía tener hijos, los abortaba, mala pata lo era Mateo su nieto mayor, al que quería menos, la anciana por aquello se sentía contrariada, dio unos breves pasos en compañía de su sirvienta, se aferró a la cerca, quiso ver de más cerca la faena equina, llegó el momento en que recibiría honores de los jinetes, como todos los años en su santo, que los celebraba en aquella estancia, mermada en su extensión desde muchos años atrás, lo cual llevaba venganza con los Del Olmo, la anciana era muy amiga de Rodolfo Buonanote y toda su familia, tanto así que a su bisnieta la anciana ordenó que le pongan el nombre de la difunta esposa Micaela, grana amiga de la anciana, pero se distanció al conocer que Carlos Felipe Del Olmo emparentaba con los Buonanote al casarse Noelia con Carlos Felipe y tener hijos, segura pero con pausa caminaba la anciana en la ayuda de su sirvienta y el bastón, los presentes sonreían viendo su garbo emitiendo respeto, extensivo a los criados y campesinos apostados ante el evento, pasaron la noche con alegre tertulia; pasa el tiempo, ahora ya en el alba la anciana caminó inquieta por el entablado de la estancia, vio a lo lejos la salida del sol por aquellas tierras en las que antes se complacía sabiéndose suyas desde muchos años atrás pero que hoy le pertenecían a otros, hizo puño de rabia sabiéndose de muchos años y con la angustia de su ser de no poder recuperarlas, a menos que, a menos que, se decía buscando una luz como la que se reflejaba en su rostro, a pasos lentos se arrimó al pasamanos, los rayos incidían en su rostro, cerrando los ojos le vino una idea y sonrió, los gritos no se hicieron esperar llamando a su único hijo quien de inmediato estuvo junto a ella jadeante y algo asustado pensando algún accidente de su madre, al comprobar la falasa alarma de lo que pensaba Matilde y Fulgencio se sentaron viendo la aparición total del sol puesto en sus rostros, bajo el trinar de las aves ella tuvo una conversación secreta agitando las manos, el hijo asentía cabizbajo tratando en el pasaje del diálogo hacerle ver ciertos detalles contradictorios, la fuerza elocuente de la anciana pudo más convenciendo a su hijo en cuanto a la restitución, sus ojos reflejaban sed de venganza, era imperante aquello, pese a sus arrugas la mujer denotaba ambición, lamentaba no haber convencido a su tiempo a Rodolfo Buonanote en que le venda sus tierras en aquel colapso de la década de los treinta, la madre nonagenaria y el hijo septuagenario caminaron pausadamente hacia el cuarto de vinos, se encerraron por un buen rato, salieron tras un buen tiempo, llevaban un cofre con unas botellas, las manos airosas de la anciana complementaban la plática que iban haciendo al caminar, entraron al cuarto de estudio, desde lo alto de aquella habitación se notaban lo extenso de sus tierras mantenidas desde la conquista española con linderos amplios, no había tiempo que esperar, le dijo la anciana a su hijo que hacía puños en gesto de rabia, a sus quince años él vio cómo asesinaban a su familia quedando como uno de los sobrevivientes, la sangre le hervía al escuchar el apellido Del Olmo, dejaron el cofre sobre la mesa, lo abrieron, sacando un objeto que a ojos de Victoria fue de asombro en el preciso instante que entraba en la habitación, como nunca en la vida su abuelo se lanzó sobre la pequeña dándole fuerte bofetada sacándola raudamente de la habitación, l ahabía castigado por su imprudencia, apenada la pequeña caminó llorando a la gran sala donde Fernanda su madre transitaba al comedor a desayunar, abrazó a la niña yendo al desayuno, en pocas horas retornarían a la capital, durante el viaje hubo silencio en el interior de ambos autos lujosos.
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Las ruedas de la bicicleta crujían al contacto con las hojas secas caídas por el sendero, ya faltaba poco para llegar y el rostro sudoroso de Luis Alfonso se iluminó viendo a la distancia la moto arrimada al tronco de frondoso árbol, de entre el tupido monte salió Dagoberto haciéndole señas para que deje la bicicleta junto a la moto y lo siguiese, caminaron unos cuantos centenares de metros, hasta que llegaron a ese lugar junto al agua cristalina, lentamente se quitaron la ropa y se manosearon los penes así sentados, lentamente se fueron acostando en el suelo viéndose y tocándose sus cuerpos desnudos con los penes bien erectos, el hijo del senador le dijo a Dagoberto que dentro de pocos días se iría a la capital a estudiar por mandato de su padre, Dagoberto se limitaba a escuchar mientras recorría sus dedos por la piel de su cuerpo, con la mirada le hizo notar al muchacho que se fije en su pene, el entristecido Luis Alfonso le decía que no deseaba ir pero era obligado, la mirada de Dagoberto se hizo más firme, se concentró en el pene de Luis Alfonso, estaba rozagante ante tanto frote, unieron los labios fundiéndose en apasionados besos, piel a piel, sus manos recorrían su humanidad, Luis Alfonso encima de Dagoberto, así acostados hicieron un 69, las bocas lamían apasionadamente los penes deslizados muy lentamente, así también lamiéndose la entrada del ano, estaba poniendo la punta de la lengua a deslizarse haciendo un buen gusto para el que siente, de nuevo vinieron los besos, Luis Alfonso acostado sobre Dagoberto ya se besaban constantemente, las manos de Dagoberto se deslizaban sobre el trasero del muchacho, los penes erectos se rozaban, se sintieron pertenecerse el uno al otro, la pasión mutua crecía, los pies y piernas se deslizaban una a otra en rítmico roce sin dejarse de besar lentamente a ojos cerrados, se acostaron de perfil al suelo entrelazándose las piernas frotándose con los pies sin dejar de rozar sus penes, se miraban las caras y sonreían uniendo las frentes, el más deseoso de sexo era Luis Alfonso, quizá por la nostalgia que se le vendría, el sol se acentuaba en aquella calurosa mañana después de una fresca brisa que llegaba a los cuerpos desnudos de los amantes, Dagoberto ahora acostado boca arriba hizo sentar al muchacho sobre su pene haciéndolo mover al roce de su pene por la piel del trasero que se alzaba y bajaba, tomó el tronco erecto de su pene entallándolo en la entrada del trasero de Luis Alfonso quien al sentir el glande en la entrada de su ano fue descendiendo hasta que todo el pene de Dagoberto se metía en su ano, así, Luis Alfonso al sentir todo el pene en sus entrañas comenzó a alzar y a bajar su cuerpo, a ritmo de su total gusto, se sentía feliz a oos cerrados sintiendo el entrar y salir del pene, Dagoberto veía todo su pene que estaba dentro de la humanidad del muchacho, le ayudaba alzándolo y bajándolo todo esto con el gemido de ambos, Luis Alfonso mordía los labios y se apoyaba sus manos en las caderas de su amante que lo hacía sentir, lentamente la espalda de Luis Alfonso se recostaba sobre el pecho de Dagoberto, así estuvo moviéndose sin dejar de tener dentro aquel pene, los dedos de Dagoberto frotaban los testículos del muchacho y estiban el pene mientras era penetrado, los labios rozaban el cuello de Luis Alfonso con repetidos besos a la piel, sus brazos aferrados al cuerpo daba seguridad en el acto sexual, ese pene ensalivado por el 69 anterior hacía furor en el trasero del muchacho, ambos cerraban los ojos sintiendo ese roce, ese movimiento, ese estilo de tenerse, ese modo de entrega pasional, como que mutuamente con eso se decían recuérdame y no me olvides, tanto el que daba como el que recibía, las ansias continuaban, los pies del muchacho se acoplaron a las piernas de Dagoberto, sus manos apoyadas en las caderas de Dagoberto le daba seguridad para que alce y baje sus caderas para si entre y salga el pene por su trasero, Luis Alfonso se separó del cuerpo de Dagoberto dando unos pasos adelante poniéndose en posición perrito, Dagoberto se levantó y lo tomó de caderas, luego de hombros para hacer que el pene entre y salga del ano lubricado con mucho desliz, los movimientos fueron ya muy desaforados haciéndolo gemir sobremanera a Luis Alfonso, los testículos chocaban en los glúteos, luego un choc choc de sonido entre el ano y el pene que segundos antes había dejado semen el pene en el ano del muchacho, ambos gemían, la lubricación se hizo mejor, lejos de detenerse, los movimientos se incrementaron, el pelo de Luis Alfonso se movía por efecto de los bruscos movimientos de cadera, y le estaba diciendo que no lo olvide, que no lo haga, que no lo olvid, que no olvide este momento, que no olvide su pene, que no ovide a su macho que le hacía ser hembrita, los movimientos seguían y ya para ese momento el semen se deslizaba por los muslos, quedaron rendidos sobre la arena, los cuerpos tendidos con cara al cielo apaciguaban la respiración acelerada, sus labios se encontraron en besos prolongados apasionados a ojos cerrados, unieron sus frentes y Dagoberto volvió a decirle que no olvide su pene, que siempre recuerde esas cogidas que se dieron, que el ir al baño y defecar se acuerde de su pene, que al dormir se acuerde de su cuerpo desnudo, que tenga prsente que siempre lo va a amar, Luis Alfonso sonriente asentía, se puso en pie arrimado al tronco del árbol, Dagoberto lo siguió y estuvo arrodillado y así de esa forma se acercaba el pene de Luis Alfonso para mamárselo y lamérselo despacio con pausa, el glande del muchacho brillaba de tanta saliva en la piel, se lo introdujo por completo en la boca, el muchacho movía la cadera adelante y atrás, Dagoberto se apartó al ver muy rozagante y bien lubricado el pene, lo hizo sentar al muchacho y el se sentó sobre Luis Alfonso, abrió sus nalgas acercando su ano al glande de Luis Alfonso, se deslizó descendiendo, el muchacho pegó un fuerte gemido, ya todo el pene estaba dentro del ano, empezó a subir y bajar de lento a rápido, las manos agarradas a los glúteos facilitando el movimiento, luego se deslizaban a la espalda estimulándolo, para su corta edad el muchacho ya sabía el sexo a plenitud gracias a su iniciador al que en esa tarde se despedía por varios meses, Dagoberto se apartó y de inmediato se arrodilló para nuevamente mamarle el pene al muchacho, las lamidas y chupadas en ese pene duraron mucho hasta que la cara de Dagoberto quedó mojada de semen deslizándose por la piel, Luis Alfonso reía viendo el rostro de su iniciador, así se besaron dando roles sobre la arena abrazados fuertemente, fue muy significativo para ambos lo que hicieron aquella tarde, hubo un declarado amor atractivo, se limpiaron sus cuerpos en el agua nadando desnudos libremente, esa tarde Dagoberto le había dado a Luis Alfonso imborrables momentos de sexo a plenitud, al despedirse hubieron prolongados besos con la promesa de verse muy pronto, la moto encendió perdiéndose entre la maleza, Luis Alfonso manejaba lentamente la bicicleta por aquel sendero, su sorpresa fue encontrarse con Luis montado a caballo llevando a su sobrino Emilio José el hijo de Josefina Buonanote y el hombre de negro, se detuvieron a conversar mientras el niño iba a orinar dentro del monte, Luis emitió una sonrisa irónica al decirle al muchacho que hace poco pasó por aquí Dagoberto, el muchacho estuvo cabizbajo el resto de la conversa, Luis insinuaba jocosamente ciertas frases con ironía hacerca del amor y la amistad, en eso el niño sale del matorral muy pensativo, emprendieron su camino, Luis Alfonso pedaleaba pensando lo que vendría los siguientes días en la capital, mientras tanto Luis iba a paso lento llevando las riendas, su pene rozaba el traserito del niño, le iba diciendo que guarde silencio de lo hecho, que al llegar a casa le esperaba su regalito, venían haciendo el amor, Luis se aprovechó de la ausencia de los adultos en la estancia para sacar a pasear al menor de los hijos de su prima Josefina Buonanote, aprovechando de la inocencia y la confianza que tenía el pequeño Emilio José de esa manera yendo al lugar del arroyo, allí al pequeño Emilio José lo desnudó y lo acostó sobre el suelo lamiéndole el pene hasta dejarlo bien ensalivado y haciéndole al pequeño que se acueste sobre su cuerpo pasándole ese pene ensalivado, luego lo acomodó al cuerpo del niño encorvado sobre una gran roca, allí abrió los glúteos ensalivados, chupo su dedo índice ensalivado metiéndole al aguante en el ano del niño, luego su glande ensalivado trataba de perforar el apretadito ano infantil, Luis no se pudo contener del deseo al tener en su delante aquella maravilla de nalgas y dejó semen en la entrada del ano mojando todo los glúteos, el niño pujaba sintiendo el peso del cuerpo de su tío que le besaba el pelo diciéndole lo bonito que era, pese a haber acabado quiso Luis seguir penetrándolo así que ahora el glande con semen rozaba los separados glúteos con las manos, el niño jadeaba y pujaba, Luis lo quería sodomizar por completo, era suyo y quería que fuese así, recordaba de aquella vez en el mismo lugar cuando lo desvirgó y continuó, el niño sentía la humedad del semen restante dentro de su ano, apretaba las manos y mordía los labios, el pene ya por entrar completamente cuando se suspende ese desliz debido al ruido del motor de una motocicleta, Luis llevó al niño adentrándose más en la espesura del monte, esperaron un buen rato y allí lo acostó terminando de meterle todo el pene, bufaba gimiendo, hasta que lo soltó y lo paró besándole todo el cuerpo, el niño quedó pensativo, así en ese estado se dejaba poner la ropa y subirse al caballo, el camino era largo a paso lento, así fue como después se encontraron con Luis Alfonso, ya era pasado el mediodía, tío y sobrinito llegarían casi a la hora de la siesta, con alegría Luis vio la presencia del gringo Leandro, seguramente esa noche también habría sexo.
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La “niña” estaba tendiendo ropa en compañía de su madre, Squeo desde lejos miraba con detenimiento los movimientos de la “niña”, desde hace semanas le atraía aquel cuerpito desarrollado de doce años, desde aquella vez en el baño había tenido una atracción hacia ella, siempre sonriente la “niña” lo cautivaba, seguramente por lo tersa de su piel, ese pelito y sobre todo aquellos labios bien formados, el hombre reía libidinosamente, se concentraba en mirarle el trasero, copa en mano bebía el coñac con pausa, Contardo ingresa a saludarle, dio cuenta de la mirada de su padre por el ventanal, el padre le preguntó acerca de aquel cuerpo, el hijo sonreía, cambió el tema pidiéndole el auto a su padre, gustoso le dio las llaves, tenía entera confianza en su hijo, Contardo subió presuroso a su habitación a cambiarse y a salir, antes de entrar en su cuarto ve al final del corredor que da al balcón al “niño” jugando sentado sobre el piso con unos carritos de hojalata que el mismo Contardo le había obsequiado, se emocionó mucho viendo al “niño” acuclillado en sandalias con solo un short puesto y una remera zurcida, el culito estaba empinado moviendo los juguetitos con su mano, se acercó y le pasó la mano por el pelo con amplia sonrisa, le hizo gestos con las manos para que lo acompañe, el niño tímidamente se puso en pie y lo siguió entrando en su habitación, Contardo abrió de un baúl un cochecito dándoselo en regalo, al tenerlo en sus manitos tuvo una amplia sonrisa, las manos de Contardo recorrían acariciando el rostro diciéndole que se lo regalaba por obediente y porque le caía bien, en ese instante escucha la voz de su padre Squeo desde el salón que lo llamaba, presuroso bajó dejando al niño en el corredor, en la gran sala estaba Ramón el chofer quien le extendió las llaves de su auto a cambio del otro pues llevaría una serie de cajas, intercambiaron las llaves, Contardo recibió instrucciones del auto, de reojo vio a los dos guardaespaldas de su padre, seguido los tres hombres junto con Ramón y la esposa que trabajaba en la casa y que era la madre de la pareja de niños acompañó a Ramón a dejar esas cajas por mandato del patrón, los cuatro regresarían pronto, quedando los niños en aquella casa por ese tiempo de ausencia, Squeo lo había planeado así, su hijo pronto saldría quedando una empleada en la casa pero estaba cocinando atenta a lo que el patrón pediría y una de las cosas era que no debía ser molestado mientras estaba por los alrededores de la gran sala como también trabajando en la biblioteca, así que Contardo subió las escaleras luego de él también ayudar a subir las cajas, ya el “niño” no estaba, entró a su habitación, se daba una ducha pensando en el trasero de aquel precioso nene, de pronto que escucha unos pasitos y tocan débilmente a la puerta, al abrirla se encuentra con la grata presencia del pequeño que estiraba su mano dándole unos documentos mandados por su padre, Contardo agradeció gentilmente, agarró los documentos con una mano y con la otra la puso sobre el pelo de su cabeza haciéndolo que pase, vio la entrepierna del nene y le gustó verlo que se rascaba el trasero, tenía un short ajustado, de igual manera se estiraba el penecito, el “niño” estaba algo sudado aún así lo tomó de la cintura elevándolo por los aires haciéndole un avioncito diciéndole que abra los brazos, el niño reía al ser movido por las manos de Contardo por los aires, las sandalias cayeron al piso, de un brusco movimiento lo acostó sobre la cama cayendo en ella con amplia sonrisa que poco a poco se fue desvaneciendo viendo las manos de Contardo que agarraban el short deslizando con rapidez por las piernas liberándola por los pies, solo eso tenía puesto, el “niño” vio su penecito y trató de tapárselo con las manos en señal de vergüenza y recelo con timidez, de inmediato vio la toalla de Contardo que se deslizaba por su cuerpo, quedando completamente desnudo, en ese mismo instante la “niña” entraba en el gran salón que con seguro Squeo cerró las puertas, ambos se sentaron en el sillón cuidándose de no ser vistos en un rincón que no podía verse desde afuera donde estaba un biombo con una mesita pequeña, los manoseos no se hicieron esperar luego una sentida conversa en confianza, de reojo la “niña” miraba las manos del patrón Squeo en sus muslos deslizando el calzón que llevaba puesto, ella tímidamente sonreía igual que Squeo, se deslizó la cremallera sacándose el pene, eso hizo sorprender más a la pequeña que disimulaba timidez pues ya conocía lo que eran las intenciones del patrón Squeo, tomó una mano de la niña para que lo frote y acaricie, con autoridad propia de patrón le ordenó que lo haga, así, esas manitos roaban el tronco del pene, estaban temblorosas, lentamente se paró poniéndose frente a la “niña”, el glande rozaba los labios bien formados de la niña, le dijo que abriera la boca, la niña con timidez y algo de ingenuidad disimulada lo hizo, a medio pene se lo introdujo en la boca, el patrón autoritario le dijo que lo lamiera bien con saliva, hasta eso ya Squeo estaba desnudo debajo de la mitad de su cuerpo, le gustaba ver deslizarse su pene en aquellos hermosos labios impregnados de saliva, se lo sacó y la llevó a paso lento en la mesa, Squeo sabía que tenía poco tiempo que alguien podía llegar, en especial su hijo Contardo, así que rápidamente la acostó sobre aquella mesita deslizándole el calzoncito por completo saliéndole por las sandalias puestas a las que luego se las sacó, ella así encorvada vio el pene rozando su vagina, vio a ese pene que era grueso y grande, algo de parecido tamaño al del dueño de la abacería y al de Ramón con quienes hacía sexo, Squeo le pasó la lengua lamiendo el clítoris, ella estaba excitada con naturalidad el hombre sonriente se complacía al sentir la subida de temperatura en la piel de la pequeña, tenía ese cuerpito infantil a su discreción, la lengua recorría el ombligo y barriga, Squeo sintió aumentar la calentura de la piel de la niña, por experiencia sexual supo que eso era señal que a ella también le gustaba y que ya tenía experiencia sexual por lo de acomodarse voluntariamente en la mesita, lo iba a comprobar ahora, el pene entraba abultando los labios vaginales, la niña se agarró de los brazos extendidos de Squeo mientras movía lentamente sus caderas, el pene hacía punteadas de corto mete y saca en la vagina no penetrando por completo, Squeo creía que aquella niña era virgen, que tal vez a su edad aquella experiencia infantil se debía simples roces, así que con cuidado lo fue metiendo milímetro a milímetro, ante ello la “niña” respondia gimiendo como quejándose del dolor, en verdad el pene era grueso de glande, así que el adulto hacía con el movimiento de cadera de que el glande entrase más haciéndola gemir, Squeo sintió adentro aquella amplitud en la vagina, no había presión de las paredes de la vagina, sonrió, hizo un alto, sacó su pene, lo ensalivó más metiéndolo nuevamente en forma lenta, de inmediato un gran empujón de caderas, la niña gimió extendiendo un alarido, Squeo no paraba de reír, comprobó que aquella niña había sido desvirgada hce tiempo, él sonreía, no se sabe a qué tiempo se lo habían hecho pero el pene entraba y salía con facilidad, los embistes fueron severos del glande en la vagina y ni hablar de los movimientos de cadera, a pocos metros en la habitación de Contardo se mostraba desnudo el hijo del patrón Squeo, el “niño” vio la toalla que cubría los pies de Contardo, se acercaba a él, se acostaba encima de su cuerpo, unieron las frentes, en el rostro del pequeño se dibujaba el recelo y vergüenza, sintió el pene erecto sobre su penecito lampiño, era el primer contacto de esos penes que se rozaban ahora, l hacía sentir también que su pene rozaba constantemente aquel penecito de aquel “niño”, lentamente lo volteó boca abajo acostado en la cama, las rodillas de Contardo se apegaban a las caderas del niño, así como estaba sentado le roaba el erecto pene entre los glúteos lo que cual le hacia sentir bin al pqueño, de pronto le abrió el trasero infantil pasándole la lengua dejando ensalivada la entrada de su ano, de igual manera se ensalivó el glande metiéndolo de a poco, el “niño” ya sabía lo que vendría y se preparó para aguantar el embate de pene que se venía, resignado con su sencillez y timidez se dejaba sodomizar, fruncía el rostro, mordía los labios y pujaba cuando el pene entraba poco a poco con cuidado, Contardo se sorprendía al no sentir impedimento del ano en la entrada del glande del pene, fue metiéndolo de a poco hasta llegar todo al fondo, hizo un alto para dejar escuchar los gemidos del niño, sonrió y sacó su pene metiéndole de nuevo con fuerza, comprobó de esa manera de que aquel “niño” ya había sido desvirgado, se molestó pensando que iba a ser el primero en desvirgarle, así que con fuerza de caderas el pene entraba y salía, el niño mordía las sabanas igual que sus manos se aferraban fuertemente a la tela, dejó el glande entre los glúteos depositando allí aquel semen, el pene de Contardo era palpitante como el ano de aquel precioso pequeño; en ese mismo instante en el gran salón la niña miraba el glande de Squeo rozando la vagina y entre los labios vaginales depositó su semen cayendo un poco en su barriga, se apartó lentamente agitando su pene, ella como pudo se quitó el semen luego fue ayudada a limpiarse por su ejecutor sexual, lentamente se arregló la ropa un cabizbajo Squeo le pedía con puro en boca que saliera de la habitación, algo decepcionado estaba, igual arriba Contardo le limpiaba el cuerpo al pequeño diciéndole que saliera de la habitación con algo de severidad, una de las empleadas vio a la niña salir del gran salón, iba caminando lentamente muy pensativa y cabizbaja, iba en dirección al baño, coincidencia se encontró con su hermano, los dos sin decir palabra entraron a asearse, desde lo alto de la ventana de su cuarto Contardo vio el caminar del niño manoseándose el pene con gusto, en el ventanal de abajo Squeo también miraba el recorrido de la niña, complacido hacía boconadas de humo, estaba complacido en parte al haber probado las mieles de ese cuerpo fresco con alto colágeno, sin embargo su satisfacción no era plena, hubiese sida más gratificante saber que hubiese sido el primero, pero se complacia de solo pensar que tenía en sus manos a una minita, esa tarde del último viernes de febrero de 1953 ambos hermanitos fueron tratados sexualmente por padre e hijo.
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El ruido del tránsito era recurrente en aquella carretera que conducía al aeropuerto, en el auto oficial iba Gustavo Adolfo, a su lado lo acompañaba su abuelo Rodolfo, iban animados en plática amena a ratos viendo los transeúntes, el anciano notaba el crecimiento expansivo urbanístico, el incremento automotor así como la construcción de nuevas arterias viales agrandaban a la capital, el anciano iba aferrado a su cartera de porta documentos, había mucha felicidad en su rostro, aunque algo pensativo también, su nieto Gustavito le observaba ya que se comportaba como un niño engreído a punto de obtener su juguete anhelado, el aeropuerto se encontraba en su delante, era la novel reconstrucción del gobierno en la que estaba involucrada la gestión del padrino de bodas de Gustavito, el prestante doctor Luis Daniel Pérez, esposo de su difunta tía con quien tenían una cercana relación amistosa, las puertas del auto oficial se abrieron, el anciano tomó su cartera igual lo hizo su nieto con el portafolio ambos giraron viendo a los edecanes haciéndose responsables por el equipaje, el avión comercial TWA de Howard Hughes estaba presto a salir, sorpresa para el militar encontrándose con aquella mujer que había visto en el desfile y a la que había ayudado a sacar de prisión a su esposo, sonrió, ella de igual forma correspondió, llevaba en sus brazos a un pequeño niño que estaba bien vestidito que se lo veía muy bonito, el anciano lo vio mostrándose sonriente, igual lo hizo su nieto el militar, fue un corto instante, no se dijeron palabras, para Gustavito fue sorpresa la presencia de aquella mujer en las escalinatas de entradas al edificio de arribo y salida de pasajeros, Rodolfo le dijo a su nieto que se apremiaba para entrar, la mujer quiso articular palabra pero se contuvo, Gustavo Adolfo, agregado militar se despidió de la mujer con amplia sonrisa haciendo un corto mimo al pequeño, continuó caminando intrigado por la presencia de aquella mujer, seguramente esperaba a alguien, continuó caminando con su abuelo mostrando los documentos habilitantes, detrás del auto oficial se estaciona un auto lujoso color negro del año, presurosa se baja Noelia con su hijo e hijastro, detrás caminando pausado va su esposo Carlos Felipe del Olmo, iban a despedir a Gustavo Adolfo y a Rodolfo, sorpresa para Carlos Felipe fue encontrarse con aquella mujer que tenía en brazos a su hijo en aquel corredor arrimada a la amplia puerta de vidrio, la tomó del brazo con amplia sonrisa saludándola cordialmente, vio al precioso niño que estaba dormido, le hizo mimos, para el prestante hombre era un agrado encontrarse con aquella humilde mujer esposa del jardinero de su socio Luis Daniel Pérez, el hombre al ver al pequeño sintió alegría, quiso marcarle pero vio a su mujer haciéndole gestos de que ingrese, Carlos simplemente se limitó a despedirse de la mujer con amplia sonrisa, entendía lo que pasaba, había venido por lo mismo, ahora que estaba arrepentida para lo que ella consideraba como su impertinencia y audacia, si, día anterior escuchó que el agregado militar Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote viajaría a un trabajo de cancillería, le vino la angustia a la mujer, desde muy temprano justificó la salida de su hogar a su esposo, quería estar en el aeropuerto, quería decirle a su verdadero amor tantas cosas, quería decirle que lo seguía amando, quería decirle que ese pequeño en sus brazos era su hijo, quería decirle que nunca lo había olvidado, pero al tenerlo cerca pudo más su temor a ser rechazada, ella reaccionaba prometiéndose no volver a verlo, no volver a acercarse, ya la vida había designado su destino, en esa ocasión pudo más su amor propio, escuchó el ruido de motores y vio al avión tomar vuelo elevándose en el cielo capitalino, la mujer se aferró a su hijo en brazos, su cara arrimada a los ventanales de vidrio, muchas lágrimas por su rostro, sintió una mano que se aferraba a su hombro, al voltear para su sorpresa vio el rostro desencajado triste de su compañero sentimental, la había seguido viendo todo, lentamente dieron de espaldas al edificio bajando lentamente por las escaleras, la lluvia empezó a caer.
FIN DEL CENTÉSIMO TRIGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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