METAMORFOSIS 139
Llegadas.
Las llantas del tren de aterrizaje chirriaban al contacto con el asfalto de la pista, Rodolfo desde la ventana del avión contemplaba aquella ciudad caucásica, sus lágrimas recorrían el rostro, estaba emocionado de volver a su natal ciudad, descendieron del avión, un aire familiar golpeó su rostro, lo vino a sentir muchos años después de su partida por el azote de la gran guerra, a su paso notaba el número de militares que llegaban a su encuentro, su nieto hablaba en inglés, para sorpresa de su nieto Rodolfo dijo unas palabras en idioma nativo, el funcionario sonrió centrando desde ahora su atención en el anciano, Gustavito orgulloso de su abuelo caminó a su lado donde un auto los esperaba, hizo su reporte de asistencia, el anciano se alojó en su cuarto, al día siguiente irían a Maikop, las maniobras serían superpuestas con los soldados locales y los delegados por naciones unidas a los que representaba Gustavito en la actividad militar, eran ensayos estratégicos simulados, mientras su nieto realizaba las actividades se tomaba el tiempo de caminar con un asesor del lugar, un hombre altivo de adulta edad, jovial, atento en los menesteres, se convirtió en su acompañante, en su mirada se podía apreciar las secuelas de la guerra, en sus expresiones faciales y corporales se denotaba la tristeza vivida en las dos grandes guerras por las que había tenido que pasar, ahora el desafío era el futuro de la nación que años antes había sido invadida por los nazis y ahora se estaba reconstruyendo no solo los edificios sino también la moral de los ciudadanos, eran largas las tertulias de Rodolfo con su guía, llegó el gran momento, partieron a las estepas, el verdor del lugar por aquella época era magnifico, pasó por la calle de su vivienda natal, para su sorpresa la casa estaba allí, se arrodilló frente a ella, recordaba a rasgos aquella vida vivida, se enteró de la calma dada a su corazón, ya no estaba para tantos tipos de actos emocionales, uno de sus amigos de infancia se acercó reconociéndose fundidos en un abrazo nostálgico, fue invitado a tomar bebida aromática, se enteró de la penuria de la población durante las dos grandes guerras, aquel hombre acompañó a Rodolfo por la ciudad, fueron al cementerio ya no tan pequeño como lo fue en su infancia, ahora mucho más grande, se arrodilló sobre la tumba de sus padres, de nuevo el llanto, su nieto arrodillado junto a él, le decía a su nieto que esta tierra era suya, esta tierra es tu identidad, de aquí provienen tus ancestros, ahí vio Gustavito con orgullo las humildes cruces de sus bisabuelos, tatarabuelos y demás parientes remontados a épocas del siglo XVII, abrazó a su abuelo, caminaron por las calles en reconstrucción, hicieron un alto antes de subirse al jeep, Rodolfo le preguntó a su amigo acerca de los residentes en aquella casa, supo que fue cuartel nazi, sus ocupantes fueron muriendo de a poco siendo serviles, irónico, cuando ellos fueron una familia poderosa, la casona más representativa de la ciudad, murieron llevándose el secreto del tesoro familiar, los nazis excavaron las cimientes pero todo fue en vano, Gustavito y el guía escuchaban con atención, la gente que moraba aquella ruina de casa fueron descendientes de una rama de la familia imperial, lo perdieron casi todo, no se sabe de sobrevivientes, en el pueblo se considera una especie de aberración al hablar de esa familia, Rodolfo y sus acompañantes se mostraron cabizbajos, el guía completó la información diciendo que durante la guerra esa fastuosa mansión ocupada por los más altos dignatarios nazis era lugar de orgías, borracheras y demás depravaciones que mente humana podría imaginarse, rodearon el lugar, uno de los habitantes salió a la vista del agregado militar de cancillería, estrechó la mano con los presentes y con mucha cordialidad los invitó a inspeccionar el lugar, el frío lugar mantenía su condición inaugural, uno que otro impacto de bala en la pared, vieron a un par de restauradores, el edificio había pasado a manos del estado, se vio la galería de personajes supuestamente los propietarios, Rodolfo se centró en la mirada de un caballero bien vestido de época parado junto a su caballo en tono desafiante y con orgullo, el anciano emitió una mueca con risa irónica, el guía y Gustavito siguieron caminos paralelos en las antesalas, Rodolfo y su amigo hablaban en su lengua nativa, los comentarios se incrementaban al paso de mirar cada cuadro, Rodolfo pausadamente caminaba viendo cada rostro, se detuvo frente al de una mujer imponente rodeada de niños junto a un hombre arrimado a un capitel de fino acabado, la sonrisa era cautivadora, llamó a su nieto quien tomó fotos de aquel cuadro y de los restantes, los demás presentes continuaban su recorrido, sólo Rodolfo quedó estático viendo fijamente cada detalle de ese cuadro algo enigmático, vio el rostro de cada uno de los niños, sonrió al ver el de uno que tenía una boina que estaba junto a una niña rubia muy hermosa, sonrió emprendiendo su lento andar, luego se mostraba un cuadro donde se veía a los campesinos arando la tierra, respiró hondo seguro de su identidad, la visita al lugar le trajo varias añoranzas, su amigo y el guía salieron cabizbajos, Gustavito continuaba tomando fotos al lugar, al montarse en el jeep vio aquella casa, se despidió de su amigo, sintió tristeza pues seguramente ya no lo volvería a ver igual que aquella casa fastuosa que en su infancia había tenido significación de vida, en verdad se sentía ligado a su historia, el jeep emprendió la marcha hacia la delegación de naciones unidas donde estaban hospedados, lo que Rodolfo desconocía es que su viaje de salvoconducto fue un trámite solicitado por el senador Luis Daniel Pérez y Carlos Felipe Del Olmo a la cancillería, para Gustavito fue algo grato el enterarse de aquella buena voluntad, más, al tener a su abuelo de visita en la tierra de su nacimiento, confirmaba con su visión aquellos relatos que su abuelo le contaba siendo niño, estaba cumpliendo un deseo de niño cuando le dijo a sus 8 años que lo llevaría a su tierra, misión cumplida se decía el militar en sus adentros.
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El auto se desplaza por las calles capitalinas, algunas vestigio de la colonia, las manos de Luis Alfonso se apoyaban en el cristal, se ponían frios sus dedos alargados, miraba con detenimiento a los transeúntes así como los edificios y construcciones vistosas, qué diferente al lugar donde residía en aquel campo, en aquella humilde escuela, ahora su padre había decidido que siguiera la preparatoria en la capital, en sus años de vida pocas veces habían estado así juntos, más aún cuando su madre murió quedando en ese campo a la custodia de su hermana mayor, pese al saber que el senador era su padre el muchacho lo sentía distinto al prestante senador Luis Daniel Pérez, poco era el cariño prodigado a su hijo pese a ser su único hijo varón, durante el tiempo que estuvieron dentro de ese auto fue corto el diálogo, la frialdad del médico contrastaba con la inquietud de su hijo en conocer, el senador vio que su hijo había crecido cuando fue a recibirlo a la estación de buses, de ahí ahora en dirección al internado, no hubo la oportunidad que conociera la majestuosa residencia de su padre en la capital, para el político siempre Luis Alfonso y su madre estaban en el anonimato, ahí nacía algo de resentimiento hacia su padre más la contribución de inquina que le creaba su hermana ante su padre, el celo era para Justin Daniela, su media hermana de padre, ella si tenía la atención del público en el aspecto social, el chofer por el retrovisor apreciaba a un muchacho pueblerino presagiando de una fuerte incomodidad al lugar donde iba, pasaron por una amplia avenida, se veían muchos estudiantes de diferentes edades, una leve garúa cae en el ambiente, las amplias puertas se abren haciendo ordenado el ingreso de la gente, una columna de religiosos recibe a la gente, el muchacho era testigo de las atenciones recibidas por los clérigos, vio niños y jóvenes de todas las edades, él pertenecía un grupo selecto de nuevos miembros aceptados en aquel internado, eso, por la influencia del senador, por lo tanto valió sólo la influencia de su padre para estar ahí, iba bien vestido con su petaca en mano, bien perfumado con su boina y saco bien planchado con su pantalón bien puesta la recta, se sentó en uno de los asientos de espera, su padre ingresó en una de las múltiples oficinas, esperó ahí con las manos entrelazadas, a su lado se sentó un clérigo con amplia sonrisa, denotaba solidaridad, extendió la mano presentándose como el padre Fermín, tenía cuarenta y un años, su función era de profesor de arte, se lo veía jovial, Luis Alfonso se desprendió del recelo inicial sacando pecho al decir que era hijo del senador, se notaba la sorpresa del clérigo ante las amplias cejas, el diálogo fue corto pues en ese momento su padre salía de la oficina, entró de nuevo con su hijo dándole la mano al superior y sentándose en su delante, la mirada fija del clérigo impactó al muchacho, vinieron sonrisas, palabras elogiosas y de felicitación por haber aceptado el lugar, así también, las reglas de la institución, llamó a uno de los novicios para que llevase los documentos a los archivos, aquel novicio dio instintivamente una sonrisa a los presentes con gestos de cordialidad sobre todo al muchacho, el senador se despidió del superior saliendo de la oficina, padre e hijo recorrían los jardines dándole instrucciones de vida a su hijo, detrás un atento clérigo caminaba a su lado mostrándole las instalaciones, vino el momento de la despedida, prometió verlo cada fin de semana, fue corto y poco emotivo el abrazo, le acomodó la boina poniéndole las manos en los hombro pidiéndole que no le defraude en su accionar dentro del internado, vio a su padre perderse por aquel amplio pasillo hasta la gran puerta que al pasarla lo esperaba el chófer para seguir con la agenda del día, una mano del clérigo se posó sobre el hombro de Luis Alfonso, caminaron hacia una amplia plazoleta donde los nuevos ingresados estaban formados desde los que tenían 6 años hasta los de sobrepasaban los 16 años, todos escuchando las palabras de bienvenida y las políticas del internado, después la retirada a sus habitaciones, la vida en la institución continuaba normalmente, el superior recorría las instalaciones, ya entrado el ocaso los niños dejaban las herramientas en aquella bodega, dio la orden a uno de los novicios a que el niño que señalaba lo envíe a su oficina luego de buen rato, pasó por donde se encontraba un grupo de profesores con alumnos, les hizo señas a dos de ellos para que lo acompañasen a su oficina, conversaron de muchos temas, sobre todo en la forma de enseñanza y la relación personal con los estudiantes, la charla fue buena e interactuaron detalles, por la ventana vio a un niño sentado a la espera del llamado, el superior aprovechó del momento e hizo señas a los profesores a salir de la oficina, hizo un alto extendiendo la mano al niño quien se aferró caminando junto detrás los profesores, llegaron al zoológico, dio la orden a uno de los profesores que abriera la jaula y sacó a un cachorrito, el niño brincaba de alegría agradeciéndole al profesor con el cachorrito en su pecho, se sentaron a ver al niño jugar por los alrededores mostrándole así el superior a los profesores el grado de calidez pero también disciplina a sus estudiantes, ya para eso la noche se aproximaba, escucharon las campanas, los profesores se retiraron haciéndole venias al superior, el niño alzó la cabeza en señal de alerta poniéndose en pie restregándose la manos en las caderas, era señal del baño y de la comida, a órdenes del superior el niño de casi siete años con un poco de tristeza entregó el cachorrito ingresándolo en la jaula, los dos caminaron por el zoológico, quedaba un solo clérigo haciendo el aseo a las órdenes del superior quien le dijo que se retire a comer, el clérigo asintió sonriente saliendo del lugar, detrás iba el superior con el niño, le dijo que luego de comer lo esperaba en su oficina, el niño asintió sonriente, le dio un abrazo al niño y el superior lo vio irse a comer, lejos de allí para Luis Alfonso era la primera vez que comía con tantos muchachos, desde ese momento sintió la rigidez disciplinaria en la comida, muchos muchachos veían su forma de comer inadecuada, sonrojándose, un chico a su lado en voz baja se le burlaba comparándolo como a un animal, de esa forma para Luis Alfonso su estadía allí sería compleja, de nuevo el toque de campanas, hora de descansar en las habitaciones múltiples con camas de literas, a Luis Alfonso le tocó la cama de alto, su compañero era un chico tímido de diez años que usaba lentes, piel muy blanca, se lo veía algo amanerado, delicado en su aseo, lo había visto comer con pausa delicadamente, esa noche poco conversaron, acostado en su cama le vino a la mente el recuerdo de su hermana, quiso llorar, pues la extrañaba así como a su campo pues allí era libre, su vida había cambiado en la capital, no deseaba estar allí, cundió su nostalgia, volvia a recordar hechos de aquel campo donde era libre ahora enjaulado en paredes, recordó a su padre pero le vino la indiferencia, a su mente llegó el recuerdo del cuerpo desnudo de Dagoberto y de aquellos niños que en la estancia les hacía sexo, le vino un gustito cuando se acostó boca abajo cerrando los ojos y metió sus manos dentro del pijama, hizo un pequeño gemido al masturbarse, el sonido de la cama que se movía y eso alertó a su compañerito de la cama de abajo parándose a preguntarle inocentemente si le pasaba algo, Luis Alfonso tímidamente respondía negativamente, decidió leer algo antes que apagasen las luces; a unas decenas de metros un pensativo superior miraba la puerta de su oficina por largo tiempo, estaba ansioso, con respiración adelantada, sus manos sudorosas no perdían de frotarse, a través de los ventanales miraba pasar a los niños y jóvenes, se levantó a correr las cortinas, con ansiedad continuó viendo la puerta, escuchó golpes, al que golpeaba dio la orden que pase, le dio un sobresalto al verla abrirse, un novicio entró con un documento, el superior, con firmeza tomó el papel, vio salir al novicio y continuó la ansiedad, leyó el contenido del documento y escuchó tocar otra vez la puerta, dio la orden de que pasen, la puerta se abrió despacio, una manito agarraba el filo, apareció la sonriente cara del precioso niño blanco de casi siete años, vestía pijama con sandalias, el superior le ordenó que la cierre y ponga seguro, le dijo que se acerque, el superior que seguía sentado sobre la silla hizo que el niño se sentase sobre su entrepierna, lo abrazó por detrás pasándole suavemente la mano por la espalda preguntándole sus impresiones acerca de haber jugado con el cachorrito, el niño inocentemente reía asintiendo y viendo a sus deditos que se deslizaban por el filo del escritorio, unieron las mejillas, el niño notó en su rostro la calentura de piel del superior, aquella respiración chocando sobre su pelo lacio moviéndolo mientras hablaba, los labios del superior besaban el cuello del niño así también las mejillas, las manos se deslizaban sobre sus piernitas, la barbilla sobre el pelito moviéndola mientras le decía palabras de felicitación motivadoras, cerraba los ojos y deslizaba las manos repetidamente por las piernitas infantiles que cubría el pijama, el niño empezó a moverse por las manos del superior en las caderitas, sintió un bulto rozando su traserito vestido, lo hizo parar poniéndolo de espaldas, en ese instante el superior que seguía sentado deslizó la cremallera sacándose el pene entre el calzoncillo, el niño así parado de espaldas al superior vio aquellas manos adultas que deslizaban rápidamente el pijama hasta las rodillas, esas manos lo sujetaron de las caderas volviéndolo a sentarse sobre el superior, ahora el niño miraba su pene desnudo, el superior le dijo que iban a “jugar” bonito, que se deje, el niño se limitó a ver su penecito moviéndose tras sentir en su traserito el movimiento del pene del superior por su traserito, el superior preguntaba si le gustaba el “jueguito” a lo que el niño respondía tímidamente en forma afirmativa, el movimiento continuaba, las piernas del niño se abrieron con el seguido movimiento, sentía agradable, vio el pene del superior por debajo saliendo junto a su penecito, era alzado y bajado de las caderas por las manos del superior, sentía extraño el movimiento de los dos penes de diferentes tamaños, sentía el golpe de la respiración en su cuello y mejillas, las lamidas en las orejas, luego lo hizo levantar, no permitió que lo regrese a ver, el niño dio unos cortos pasos caminando graciosamente con su pijama en los muslos con su pene y trasero descubierto, así estando de espaldas al superior vio las manos del superior que deslizaron su pijama y luego doblándose su cuerpito sobre el amplio sillón poniendo su pecho en el mullido asiento y la camisa del pijama deslizada a su cabeza para que no viese lo que vendría, sintió cosquillas en su traserito, es que la lengua del superior lamía la piel de los glúteos y la entrada del ano era rozada por la punta de la lengua, el superior le preguntaba si le gustaba y el niño asentía, su glande grueso ensalivado entraba en el ensalivado anito del niño, el superior le dijo que venía lo mejor del “jueguito”, que si quería seguir “jugando” con el cachorrito debería jugar a esto, el niño pujaba sintiendo que el glande entraba un poquito al ano, el pene se movía entre los glúteos y de nuevo hacía el intento de meterlo, de penetrarlo, de hacerlo suyo por vez pimera, ser su iniciador, el niño cerraba los ojos y fruncía la cara, de pronto sintió un líquido en su espalda, lo que el niño no veía es que el glande del superior estaba entre los glúteos y de ese sitio botó semen cayendo en la espalda, por unos breves instantes, frotó el glande con semen en la piel de la entrada del trasero, el niño a su orden no se movía, le gustaba ver el movimiento de su pene en ese traserito infantil, le dio repetidos besos en su piel, lentamente se apartó, el niño seguía quieto sintiendo el deslizamiento de aquellas manos sobre su piel con un papel que desalojaba el semen de su trasero, del baño sacó un trapo húmedo terminando de limpiarle el traserito y la espalda de piel blanca, le acomodó el pijama y lo despidió con un abrazo y caricias en su cara, le ordenó que ese “jueguito” era un secreto entre ambos a lo que el niño asentía, acarició la barbilla del niño haciéndole mimos, el niño estaba pensativo y algo tímido a medio cabizbajo, el superior vio salir al niño cerrándose la puerta, pasó un buen rato en que las luces del pabellón se apagaron, Luis Alfonso no pegaba los ojos pensaba en su campo, en aquel lugar donde realmente fue feliz con libertad.
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Aquella noche de sábado la sociedad prestante de la capital se vestía de gala, la matrona de los Arichabala daba una gran fiesta so pretexto de logros de vida, así se decía con cierto hermetismo, típico de aquella familia que había logrado un posicionamiento económico y social, allí estaba su hijo Fulgencio Arichabala como anfitrión, quien lograba las atenciones era Nicolás Arichabala, su hermano Mateo y la esposa Fernanda junto con Vitoria la hija de ambos, a la fiesta llegó el senador Pérez con su hija, parte del cuerpo consular y muchos industriales y comerciantes del medio, era una fiesta fastuosa muy regia con mucha vistosidad y glamur, todo era armonía, Nicolás tomó a bailar a Justin Daniela, la hija del senador, la pareja duró todo el tiempo en diálogo cortés lleno de mucho protocolo, Nicolás siempre desde la iniciativa se portaba muy cordial con la muchacha, de eso se dieron cuenta los periodistas al verlos caminar animadamente por el amplio jardín que para los tabloides se tomaban de buena forma las fotos, en aquella fiesta se consolidó la amistad de ambos, a Justin Daniela le impresionó la galantería de Nicolás, la conversación se hizo más íntima, de lejos la matriarca nonagenaria miraba fijamente a la pareja asintiendo en señal de aprobación, cerca de ella estaba su bisnieta Victoria Micaela, estaba muy hermosa con un caro vestido deslumbrante de la época, vio a sus padres discutir, se acercó a ellos pidiéndole que su padre baile con ella, con altivez de prepotencia le negó a su hija, la misma actitud que tenía con su esposa, giró sobre sus talones y se perdió entre los invitados, la niña desde hace mucho tiempo había presenciado desaires y desplantes como estos, entre sus padres se habría una brecha, todo el cariño que no podía darle a su padre se lo daba a su abuelito, los tabloides noticiosos plasmarían a lo largo de las semanas la relación amorosa entre Nicolás Arichabala y Justin Pérez, fue un reguero de pólvora, se venía una boda.
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La brisa fresca de febrero de 1953 entraba por la ventana abierta que hacía abrir los ojos claos de aquel muchacho de doce años, sus dedos se deslizaban por la sabana suave, emitia leves gemidos, bostezaba, abrió ampliamente los ojos, pensaba que había salido de una pesadilla, pero, no, al ver bien el cuarto comprobaba que esa era su realidad, puso de repente su cara entre las sábanas, se escuchaba en el cuarto contigu el sonido de estar friendo algo, hizo puño sus manos en la sábana, se incorporaba de apoco lentamente, se sentó al verse puesto un pijama, había dormido gran parte de la tarde, ahora observaba el ocaso que se presentaba, escuch´unos pasos la mujer le observa despierto, sonríen, sale del cuarto para regresar y le extiende el plato con comida, Valentín come delicadamente, ella comprobaba la educación recibida del muchacho en aquella lujosa mansión, a ella le parecía incómodo pensar que este muchacho tan fino retornase a su humilde hogar, sus pensamientos fueron interrumpidos por la presencia de su actual conviviente, demostraba autoritarism y contrastaba con los buenos modales de Valentín, se sentó en lel sillón poniendo las botas sobre la mesita de centro, la mujer fue rápidamente a saarle las botas, el hombre venía de las actividades de trabajo en la mina cercana, el muchachole alcanzó la acostumbrada cerveza, a la vez que el hombre prendía un cigarrillo, comentaba sobre el trabajo, se incomodaba por la paga, vio al chico con cierto desdén, de ello dio cuenta la mujer que de inmediato le preparaba el alimento para que se sirva, le dijo al muchacho entre sorbos y bocados que le había conseguido trabajo en la factoría de mecánica donde él trabajaba,la paga no era tan buena pero en algo se ayudaría, Valentín agradeció, lamentaba no seguir estudiando, cabizbajo fue a acostarse en el entabaldo en la entrada de la casa, llevaba un libro, de los pocos que pudo obtener de la casa de Oliver, de aquel hombre dl que tenía un lindo recuerdo en haberle tratado tan bien, tanto así que lo extrañaba, mientras leía sentía la fresca brisa que lo había despertado, miraba a los transeúntes pasar, el hombre sentó a su lado entablando una calida conversa que terminaba en risas, la mujer también se sumaba a la jocosidad, el tiempo transcurría y era momento de dormir, Valentín meditaba su situación actual de vida, suspiró, pensaba tratando de recordar lo de aquela noche, sí, aquella noche en que fue desvirgado, cerró los ojos para tratar de afinar sus pensamientos, recordaba el intercambio d etraos de los vistantes a la fiesta, recordaba que tomaba ron y champagne, que era conducido a su habitación, luego un vel oscuro en su visión y en su mente, luego al despertar sintió su traseirto latiendo con hilillo de sangre, voces que discutían, no podía ver bien, estaba profundamente mareado, se quejaba lentamente, luego un silencio, posteriormente un policía lo despertaba, estaba en el hospital, estaba siendo auscultado, se comprobaba la violación que había recaido la responsabilidad en el chofer de la mansión, pero éste había estado muerto junto a él, abrió los ojos sobresaltado, su respiración estaba acelerada, la boca abierta, su vida se tornaba incómoda, el futuro dirá.
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La estadía de Rodolfo en su tierra natal continuaba con ansiedad de conocer más de lo ocurrido en su ausencia, su nieto estaba complacido en satisfacer el viaje de su abuelo, el camino era polvoso, deseaba llegar a aquel lugar, eran ruinas, el chófer indicó el lugar solicitado, el anciano decidió bajarse, la angustia propia de su edad hizo presa de su carácter, pese a aquello caminó lentamente de la mano de su nieto a Gustavito el agregado militar, junto a ellos el guía, el anciano vio a su alrededor, vio varias cruces muchas de ellas de maderos quemados ahumados, el lugar apartado seguía intacto desde aquel día, caminó hasta llegar a donde estaban dos cruces, se arrodilló lentamente, se sacó los guantes, agarró a puños la tierra deslizándose por los dedos, lloró como un niño, sus lágrimas eran incontrolables, pasó suavemente sus manos por la tierra polvosa, dijo que había pasado mucho tiempo desde aquel momento, Gustavo Adolfo vio que desde el amplio bolsillo del grueso saco de su abuelo salía la fotografía de un niño, el guía con curiosidad se acercó a presenciar ese acto, la imagen del niño impactó a todos, era un niño de aproximadamente 9 años, aquella foto tomada en los turbulentos días de la gran guerra de principios de siglo XX, el niño era nativo de aquel lugar, el guía vio aquella foto llamándole mucho la atención, Gustavito conocía aquella foto, aquel niño era su tío René, las manos del anciano raspaban la tierra, el anciano se angustiaba haciendo un hoyo, el militar hizo señas al chófer que raudo trajo una pala haciendo un hueco ampliado, el anciano con impetuosidad pidió la pala, era su promesa hecha a aquellos difuntos, ya bien profundo el hueco depositó aquella fotografía, al llenar el hueco Rodolfo hablaba el lenguaje nativo que llenó de sobresalto al guía, le hizo recordar tiempos pasados, la sangre se le helaba escuchando aquellos nombres de lugares, Gustavito entendía a medias aquellas palabras, de niño algo aprendió de aquel lenguaje vernáculo que le permitió estar allí, Rodolfo lloraba como niño, lejos estaba de ser el poseedor de aquella altivez, Gustavito de labios de su abuelo se enteraba que su tío René en realidad era su hijo y al depositar esa foto simbólicamente a su madre enterrada allí le entregaba su hijo a la edad en que lo perdió, el guía escuchaba atento aquello, la otra cruz era del compañero sentimental de aquella mujer que a Rodolfo le había dado a su hijo, fueron instantes de dolor, las fotografías se tomaron en el lugar, el retorno al hotel fue en silencio, muchos kilómetros eran necesarios para llegar.
FIN DEL CENTÉSIMO TRIGÉSIMO NOVENO EPISODIO
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