METAMORFOSIS 144
Roces.
El sonido de grillos y ranas era muy frecuente aquella fría noche en los alrededores del zoológico del internado, en aquella hora se veía pasar a un grupo de novicios caminando por el empedrado camino allí estaban dándole de comer a los pocos animales que restaban, lejos estaban de ver a un par de figuras caminando por las sombras, era la figura de un hombre maduro y un niño que lo acompañaba tomados de la mano, el niño vestía pijama con sandalias en las que se notaba sus dedos alargados de fina piel blanca, iban caminando lentamente de salida, le iba acarianciando el sedoso pelo castaño, el niño le miraba sonriente siendo llevado de la mano, ahora las manos rozaban las mejillas y sus manito tocaba firme la mano del adulto, su sonrisa se ampliaba la sentirese un niño querido, tiempo después, se unieron a los novicios contemplando el cierre de los amplios portones, de reojo el superior vio al niño que instintivamente se metía la mano entre la tela del pijama rascándose los glúteos, ya bostezaba, el hombre lo llevó rodeando su brazo por los hombros del niño, la conversación era entretenida hablando de animales, gustoso venía el niño de haber participado en darles alimentos, los novicios siguieron su rumbo diferente al del superior y del niño despidiéndose con una solemne venia casi al mismo tiempo, subieron las escaleras que conducían al cuarto donde los pequeños dormían en aquel apartado bloque, el niño pensaba ir a ese lugar pero se sorprendio cuando desviaron su recorrido subiendo presurosos las escaleras, el niño obediente de lo insinuante por parte del adulto camino al baño, allí vieron a un grupo de niños haciendo sus necesidades en el urinario, se pusieron rígidos saludando solemnemente la presencia de la máxima autoridad del internado saliendo luego en forma presurosa, eso quería que el sitio quede despejado, el clérigo vio al niño deslizarse el pijama dejando salir su penecito para orinar, a su lado el clérigo sonriente vio la acción del niño, vio fijamente ese penecito lampiño que botaba orina, la mirada era cabizbaja y ruborizada por parte del niño, su concentración fue interrumpida por unos pasos acelerados de un niño acercándose, era el pequeño Daniel Eduardo, al ver al superior tuvo una reverencia su atento saludo, utilizó uno de los urinarios, miraba al otro niño que micciaba, el clérigo disimulaba sus intenciones recorriendo pausadamente por detrás de los niños viéndoles sus delineados traseritos, Daniel Eduardo se sorprendió al notar la despedida del niño abrazándolo de la cintura al superior en gratitud por haberle permitido dar de comer a los animales del zoológico, el abrazo fue prolongado, el hombre se inclinó en el abrazo disimulando su frote del pene vestido en el del niño, sus manos acariciaban la espalda bajando por los glúteos, en ese instante de cariño es que nota Daniel la faceta del superior, espontáneamente sonríe y sale del baño junto a su compañerito en dirección a los dormitorios, el superior se limita a rascarse el pene erecto vestido dándose placer en un corto manoseo, Daniel Eduardo desconocía que al clérigo le había cortado sus intenciones de un encuentro sexual con el niño, pasados unos cuantos minutos el superior descansaba en su amplia cama en el cuarto más alto y alejado en la edificación, desde sus ventanas dominaba el panorama de vista del internado, a punto estuvo de apagar la luz luego de leer un poco cuando escuchó que tocaban a la puerta, preguntó por el nombre a quien tocaba, no había respuesta sólo un silencio sepulcral, luego otra vez tocaban a la puerta, de nuevo lo mismo en preguntar y continuaba el silencio, por tercera vez tocaban, la voz autoritaria del superior aumentó y dando pasos abrió la puerta muy serio con enojo, del otro lado estaba aquel niño cabizbajo con sus manitos entrelazadas, su carita apoyada apenas en la puerta, la seria expresión en el rostro del superior se transformó en amplia sonrisa haciéndole pasar no sin antes mirar a los costados del pasillo, lo sentó en una silla viendo al niño tembloroso, le preguntó la causa de su temor, inocentemente el niño levantó su carita preciosa saliendo de sus labios la petición de un chocolate fino, este niño había sido intimidado por otro niño mas grande y bravucón al decirle que le trajera un chocolate del clérigo, es que el pequeño había sido visto comer en el receso, aquel bravucón sabía quien era el personaje que le había dado, el niño tembloroso declaró con su inocencia que si en este momento no le llevaba el chocolate le iría mal en el dormitorio, muy sonriente el clérigo al enterarse de lo sucedido le dio confianza al niño acariciándole el pelo y haciéndole mimos en su carita diciéndole que ese bravucón no lo molestará más, dio unos pasos y sacó de la mesita una barra de fino chocolate y se la entregó, le dijo que se la coma en su delante, que no era para aquel niño bravucón del dormitorio sino para él, el niño muy feliz abrió la envoltura sentado sobre una silla que daba junto a la ventana, desde ahí contempló el panorama del internado y las luces de las casas aledañas, se imaginó que una de ellas sería su casa, grave error ya que su casa distaba mucho, en su espalda sintió el roce del bulto del superior, en su pelo el golpe de la respiración de aquel hombre que deslizaba sus manos por aquellos suaves y delicados brazos infantiles, sus mejillas eran acariciadas, lo separó de la silla haciéndole parar y luego sentarse en la silla, tomó al niño sentándolo sobre su entrepierna, para ese momento las sandalias del niño quedaban en el piso y sus piececitos se movían al aire rozando el pijama del superior, le miraba con fijación aquellos bien formaditos pies, los dedos alargados se movían con rapidez, sus manitos tomaban el chocolate siendo llevado pausadamente a su boca, los labios tenían restos de esa golosina, el mentón se posó sobre el pelo lacio infantil golpeando su respiración, le dio repetidos besos, el niño estiraba uno de sus brazos señalando y diciendo inocentemente que a lo lejos quedaba su casa apuntando con el dedo, de a poco lo alzó deslizándole el pijama al tiempo en que le besaba el cuello y las mejillas, ahora los pies descalzos del pequeño se posaban sobre los muslos del adulto, el niño sintió las calenturas del hombre, se dejó llevar por los manoseos a causa de su mandato que sutilmente rozaba de prepotencia, así, lentamente vio que su pijama se deslizaba llegando a los tobillos cubriendo esos dedos alargados de los pies bien formados y cuidados típico de niño bien, sintió las mejillas del clérigo en sus glúteos siendo rozados por la nariz, le decía que lo tenía precioso, el clérigo olia esa parte deliciosa del nene posteriormente vio las manos del clérigo que tocaban su penecito, con sus manos le hacía con un agitar y estiramiento constante que hizo poner algo erecto el penecito, al correrle el prepucio salió apenas a flor el glande mostrándose el pene virgen a plenitud de color rosáceo, para ese instante el niño sentía una satisfacción al notar ese roce de piel, se sentía extrañado con esos movimiento que se lo habían hecho por vez primera, le hizo parar en el piso de la habitación, el clérigo también, por detrás del niño se bajó el pijama y ambos se sentaron como antes, ahora el traserito del niño sentía el roce del pene con pelos por entre las piernas del niño sobresale apareciendo el grueso pene adulto, ambos penes se rozan, el clérigo toma de la cintura al niño alzándolo y bajándolo lentamente a prudente altura al hacer eso el pene se deslizaba por el culito, el pene rozaba la separación de los glúteos, el niño se dejaba alzar y bajar por las manos del clérigo, ya faltaba poco para que termine el chocolate sin dejar de sentir ese roce, el hombre le preguntaba al pequeño si le gustaba eso que estaban haciendo que no era otra cosa que un “jueguito” divertido, el niño asentía en manera aprobatoria sin salirse de su timidez estando cabizbajo, al niño lo hizo sentar en la silla sacándole el pijama por los pies y alzando sus bracitos le sacó la camisa quedando completamente desnudo, el clérigo al verlo muy tímido le dijo que no tuviese vergüenza y para demostrar su confianza y timidez delante del niño se quitó toda su ropa, así, el pequeño sonrojado dejaba escapar una leve sonrisa sin perder su acostumbrada timidez de niño hijo único mimado sobretodo de su madre y familia materna, a más que el clérigo superior del internado era el profesor del niño en el aula, el hombre le dijo que continuaban con el “jueguito” y si se portaba bien le pondría una buenas notas en la boleta de la que al verla sus padres se sentirían muy orgullosos de él, además le dijo que en la siguiente visita al campo le dejaría hacer lo que más le gustase, debido a su interés y alegría por tal carta abierta el niño sonrió ampliamente asintiendo estar muy de acuerdo, el hombre había tocado el punto débil del niño cuál es su codicia, frotó sus manitos lleno de alegría pensando en pasarla pescando y recorriendo los árboles frutales así como la caza de aves con su resortera, esa libertad que en casa por excesivo cuidado incomprensible no le permitían hacer, de nuevo asintió muy contento, vio las manos del hombre que abrían sus piernitas así también la cara del hombre se acercaba a su entrepierna infantil abriendo la boca ampliamente lamiendo y chupando repetidamente el penecito lampiño, ya para ese rato el pene estaba ensalivado, sus manitos apoyadas en las rodillas se apretujaban al sentir el deslizamiento del pene virgen por los labios rígidos del clérigo, así como ese gusto que estaba descubriendo más incrementado cuando la punta de la lengua del superior rozaba con la punta del glande salido por el prepucio que lo recubría, se estremecía sintiendo de algún modo esa rareza de la primera vez, ahora el clérigo se sentaba en la silla, se frotó restos del chocolate quedado en la envoltura en el pene peludo, de esa manera luego hacía arrodillar al niño en su delante para que con sus dos manitos sostenga el grueso pene, le vio a los ojos del adulto con extrañeza al estar ya arrodillado en su delante, pensó y dudó un poco antes de meterse el pene en la boca viendo aquel resto de chocolate en el glande cubierto, suavemente y con delicadeza el glande rozaba sus labios, el clérigo ordenó que abriese más su boca, con la orden le quitó la incertidumbre ya que con dificultad lo fue metiendo, el clérigo le enseñaba como hacerlo, al principio al niño le parecía raro hacer esto, pero experimentaba un cambio de intimidad al estar desnudo junto a su profesor y superior, el hombre se contorsionaba al sentir el deslizamiento de los labios infantiles con restos de chocolate por su grueso pene y el roce de los labios lubricados también por el chocolate, los ojitos cerrados con respiración honda al introducirse el pene por la boquita demostraba la inocencia en su carita infantil, el clérigo gozaba viendo al niño haciendo esos gestos inocentes reflejados en su rostro infantil, le complacía pasarle la mano por el sedoso pelo lacio, sus manitos aferradas al pene continuaba con sus ojos cerrados sintiendo la humedad del glande, la lengua pasaba por debajo de los testículos a insinuación y orden del superior, se podía ver la espalda del niño totalmente desnuda con sus rodillas al piso y sus piernitas posadas sobre el piso de aquel departamento amplio, las manos del clérigo pasaban por la espina dorsal del niño, le hizo parar de aquel movimiento ya que no se pudo contener, su pene erecto lanzaba semen al rostro del niño apenas quitándoselo con sus dedos, vio salir gotas residuales del glande, le hizo que sacase su lengüita infantil para que limpiase el glande, el clérigo vio el reloj, ya habían pasado varios minutos desde la llegada del niño, debía evitar sospechas por indiscreción al supuestamente ser identificado, le pasó papel higiénico limpiándose la carita, lentamente el niño se sentó poniéndose el pijama, antes de despedirse el clérigo le regaló otro chocolate y le dijo al niño que viniese las veces que quisiera que tendría siempre algún regalito que darle a más del chocolate pero que no dijese a persona alguna lo de aquellos deliciosos “jueguitos” en secreto, para disimular el constante apego con el niño decidió también hacerlo con otros niños de los cuales sobresalía el pequeño niño bravucón y Daniel Eduardo.
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Corrían libres como el viento en aquella pradera, Justin estaba feliz tomada de la mano de Agustín, la felicidad los embragaba, se sentían libres, sí, libres de los estereotipos, libres de sus ataduras sociales abismales, libres con mirada al poniente rozándole el viento en sus rostros con sus cabelleras alborotadas, el cansancio pudo más que sus deseos de continuar, todo a su alrededor era maravilloso para ellos, la pasión se notaba en sus rostros ansiosos de tenerse, se detuvieron cayendo sl suelo, vinieron los abrazos y los besos, es que era su momento de acoplamiento, el paraje era acogedor, rodaron sobre la yerba del sector, las risas no se hicieron esperar, ella encima del cuerpo de Agustín que lo colmaba de besos y él le correspondía, ella lentamente le desabotonaba la camisa y le deslizaba la cremallera del pantalón, manoseó por dentro el pene amoldado a la tela del calzoncillo, lo dejó salir en parte, lo acarició viéndose con miradas cómplices, en ella se dibujaba el deseo al ver fijamente ese tronco grueso de pene y ese amoratado glande, se amaban con apasionados besos con lengua, las manos de Justin recorrían el musculoso pectoral de Agustín besando repetidamente esa área corporal, se sentía segura al sentir en su rostro ese pecho oloroso a macho, cadía día que pasaba aumentaba en ella que sentía la necesidad de su presencia, ella vio las manos de Agustín que desabotonaban su vestido, ya para ese momento la respiración era acelerada, sus senos estaban al descubierto, las caderas sostenían el vestido que luego fue poco a poco deslizándose hasta salir completamente, las manos deslizaban la prenda interior, la yema de los dedos hacían vibrar al roce de la piel femenina, todo era entrega a ojos cerrados con besos recurrentes, ya completamente desnudos continuaban dando vueltas por la yerba, los genitales rozaban, igual que el manoseo en sus cuerpos sin dejarse de besar, solo se escuchaban los te quieros entre los amantes, Agustín el joven jardinero se puso en pie estirando su brazo, Justin correspondió estirando su brazo muy alegre dejándose llevar por su amante niño, le fascinaba ver ese pene erecto grueso sin lugar a dudas que era de un largo muy mayor con respecto al de su esposo Nicolás, él la hacía sentir su mujer verdaderamente, la vida para ambos era la misma en ese momento, no se pensaba en sus niveles sociales, solo primaba la entrega y el deseo sexual, caminaron hasta sentarse debajo de un árbol, Agustín la acostó y sobre ella la besaba constantemente con manoseos, luego se arrodilló abriéndole las piernas así lamiéndole la vagina llegando al clítoris con la punta de la lengua haciéndola estremecer del gusto, se humedeció el pene y sintieron cómo el glande quedaba en la entrada ensanchando en volumen a los labios vaginales, era latente en ambos, ella sonreía con placer, sus manos se aferraron a las caderas de su macho y le empujó haciendo que el pene se introdujera, Agustín contribuyó a meterlo por completo, Justin al sentir el tamaño de ese pene simplemente abrió los ojos y boca y luegos los cerraba lentamente sintiendo el mete y saca, de pronto la puso de cara al suelo, sintió su trasero ensalivado, el pene de Agustín entraba entre la separación de los glúteos, la hacía gemir pujando con fuerza, lentamente se lo introdujo con cariño, ella correspondía relajándose al consejo sutil de le manifestaba su amante, el amor en ese momento todo lo podía y conseguía, metérselo por ahí le gustaba a Agustín, la mujer se relajaba pese a las embestiduras del pene, le pidió a su amante a que se siente y entre las piernas la cara de Justin se posaba con el ánimo de lamerle el pene con delicia, probaba de los restos de su propia vagina, luego se sentaba lentamente en delante de su amante acostado sobre el suelo, esa postura era que la hacía por vez primera, le gustaba al sentir que el pene erecto de Agustin entraba en la vagina y aún más al descender la humanidad de Justin, el pene entraba deliciosamente así, después ella se acostaba alzando las piernas posándose sobre los hombros de Agustín entrando y saliendo el pene en su vagina bien descubierta, no paraba de apretar besando y lamiendo los pezones, la sentía de su pertenecía, de nadie más, le vino la rabia recordando sus brechas sociales, ella la hija del senador y él un simple anónimo empleado asalariado, un simple criado, los movimientos en Agustín se hicieron acelerados de sólo pensar en su situación social, de pronto Justin sintió en sus entraña el líquido seminal salido del pene de su amante, allí lo dejó el pene metido por unos instantes, siguió besándola, amándola a su estilo, besó con pasión su cara y cabellera, Justin lo ajustó desde su cintura, sentía el latir de su vagina teniendo dentro el pene de Agustín, le pidió que no lo saque aún, el amor espontaneo continuaba en el momento en que quedaron acostados en el suelo desnudos y bien abrazados con el pene adentro, ya se acercaba el ocaso, era el momento de regresar, tomaron sendas distintas, no se dieron cuenta que eran vistos por unas manos que cerraban el alto monte donde una figura humana se encontraba escondida, Justin llegó primero a la casa donde le esperaba un iracundo marido preguntándole el motivo de su larga ausencia, ella se excusaba con tono desafiante lo que a Nicolás no le gustaba y así empezaba la problemática marital, los gritos no se hacían esperar desde el exterior el recién llegado Agustín escuchaba los altisonantes ruidos, quiso intervenir, pero se contuvo, no era de buen gusto incrementar la polémica en aquella estancia rural, ya pronto la tormenta marital pasaría y vendría la calma terminándola en la alcoba, pensaba el quinceañero, pero en ese lugar Justin no se sentía realizada a plenitud sexual con su marido, quedaba a veces a medias con su tarea, luego de hacer el amor lo comparaba con Agustín, extrañándolo, deseándolo, esperando un momento o un nuevo día para entregarse, los días pasaron y hubo un altercado entre Agustín y el patrón por el extravío de unas herramientas luego de regresar de la casa del matrimonio de Justin y Nicolás, apenado Agustín no daba crédito a lo que estaba pasando, se caracterizaba por ser honrado, los días subsiguientes fueron de mala gana por el trato del patrón, parecía que algo le habían dicho de malo con respecto a él, sólo se sentía bien cuando iba a arreglar el jardín de la casa de Justin, aquella ocasión Agustín se encontraba sudoroso haciendo surco a unas cucardas, unas manos taparon sus ojos, al regresar su rostro Justin esperó la siempre sonrisa de respuesta ante aquella acción, se encontró con un gélido momento expresivo, pese a ello la correspondencia era mutua y no faltaron los besos apasionados, fueron hacia aquel cuartucho donde se prodigaban amor, él un poco vacilante, ella preguntándole la causa, se sintió triste al escuchar que partiría pues la relación con el patrón era pésima, había escuchado cuentos de alguien acerca de su mal trabajo supuesto, ella lo animó a seguir adelante colmándolo de besos apasionados, se amaban dichosamente y eso lo ponía triste de saber que ya no volvería a ver a su amada Justin de forma más seguida, significaría ese acto de amor como su despedida y se amaron aquella tarde apasionadamente con total entrega prometiéndose no olvidarse, Agustín ya a sus cumplidos dieciséis años había encontrado en Justin una maravillosa forma de amar, los momentos de acción pasaban con el tiempo, no deseaban terminar, así acostados en un férreo abrazo se demostraban amarse ciegamente, Agustín alentado por las palabras tiernas de Justin retomó su trabajo aquella tarde un día antes de salir de casa del patrón, sorpresa para él fue encontrarse con Fernanda, la esposa de Mateo el hijo del patrón Fulgencio Arichabala, madre de la nena Victoria como le decían a la preciosa niña, sin decir palabra se dijeron todo con las miradas cómplices, deseaba de él, le hizo señas insinuando verse en el lugar de siempre, a los pocos minutos Agustín se encontraba con la ardiente Fernanda, paradójicamente con ella había descubierto a plenitud las mieles del sexo, para él, ella representaba la fogosidad y experiencia sexual, ella se entregó a plenitud justificándose con lo de siempre, que su marido le era indiferente, Agustín con su pene le prodigaba la llenura del vacío sexual que padecía, él se preguntaba qué es lo que estaba pasando con los heranos Arichabala con sus mujeres que a fin de cuentas terminaban con él en su lecho, sonriente la tomaba entre las piernas y le introducía el pene ella muy fogosa lo recibía con placer pidiéndole más y más y el correspondía a sus pedidos, estaba en toda su plenitud sexual, Agustín dejaba el semen dentro de la vagina de Fernanda, sus glúteos se alzaban y se bajaban ante el recorrido del pene por esa vagina llena de semen, se amaban hasta el cansancio, así quedaban esos cuerpos desnudos por el piso agotados de tanto sexo prodigado, esos cuerpos que complacían sus deseos sexuales, esa atracción, ese morbo, esa insinuación de verse entre las personas y ahí desearse desfogando en el momento de estar juntos, Fernanda extrañaría a Agustín, aquel muchacho al que prodigaba de atenciones sexuales, tal vez sería mejor para ella el alejamiento de ambos, quizá alguna vez se encontrarían, por eso Agustín y Fernanda se hicieron alocadamente el amor, eyaculo en ella por dos ocasiones, toda aquella noche la pasaron juntos, en su lugar de encuentro, a ella no le importaba la opinión de su marido, estaba con el muchacho que deseaba a plenitud, por varios ratos se miraban los cuerpos desnudos especialmente el pene y la vagina, deseaban seguir amándose pero la mañana apareció por el firmamento, ella desnuda caminaba por el lugar, Agustín se vestía, iría a su cuarto a recoger sus cosas e irse, ella quedo allí en ese cuarto, breves minutos después lo abandonaría, en un pequeño bolso puso sus cosas, el campo lo esperaba seguramente, contó el poco dinero recibido, de lejos vio la figura de la pequeña Victoria que agitaba las manos despidiéndose desde lo alto de la ventana de esa gran casa a su lado estaba Fernanda que se limitaba a mirarle fijamente, dio la espalda a madre e hija con quienes había tenido relaciones sexuales, en la gran puerta estaba Nicolás que con indiferencia conducía su vehículo estando a su lado su esposa que miraba fijamente al muchacho, una vida llena de historias dejaba atrás Agustín.
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El pene se introducía en ese ano , los movimiento de cadera se subían y bajaban, estaba cabalgando con el pene que entraba y salía del culito, el pene se deslizaba al cabalgar, fruncía el rostro, emitía gemidos, las manos se apoyaban en los antebrazos de su amante, sentía un hondo calor, sentía una atracción, de querer ser mas penetrado, se movía más ante esa sensación, se movía más ante ese apego, se estaba entregando d ela mejor manera que podía, a esas alturas lo amaba, lo deseaba, lo necesitaba, los besos en su espalda no se hacían esperar, pero mejor sentir ser penetrado por ese delicioso pene, mejor sentir ser amado de esa manera, en su lecho de amor, en esa cama como testigo de su entrega, de su pasión, lentamente fue levantándose apartandoe el pene que lo tenía sometido, ahora su cuerpo se encorvaba en el extremo d ela cama, el pene erecto en su totalidad se deslizaba por los glúteos, ya tenía liquido preseminal, ya estaba muy humedecido por el ano, lo tenía sometido, puso sus manos sobre esos pequeños hombros y lo sujetó para meterle despacio el pene, ya una vez todo adentro empezaron las embestidas aún más rápidas que las referidas posturas anteriores, lo tenía así recordándole que él era su marido, que le pertenecía su cuerpo, de nadie más era, el con su cara en el colchón en algo asentía, de pronto quedoe tranquilo sin movimiento, e único movimiento que sentía era el transito del semen alido del pene ahora deslizándose en el interior del ano, luego de una larga y profund respiración le dijo jocosamente que de nuevo lo había “empreñado”, le besó repetidamente el cuello, entrelazó sus manos en las de él y le metió el pene sintiendo la lubricación con el semen, él estaba feliz siendo sometido de esa forma, quería más y más y así se lo decía para que sea mucho más rápido el movimiento del pene dentro de su culito, lo embestió hasta más no poder, luego quedaban tendidos en la cama, se acostaba encima de su amante par darle besos haciendo que sus penes se rocen, no importa que los restos de semen salidos de su culo manchen las sábanas, lo importante era amarse, rodar por la cama, sonriendo, manosenado y besando sus cuerpos, Valentin recordaba esas penetraciones que le hacía Jonathan, sí, Jonathan, también recordaba con mucho cariño a… Oliver, sí, a Don Oliver, ¿Qué estarían haciendo ahora?
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El niño gateaba por el lugar siendo visto fijamente por su madre, de vestimenta humilde propio de los niños de época, el niño pese a lo humilde de la vestimenta sobresalía en su entorno, tenía un especial aire angelical que los vecinos se sometían a sus atracciones de sonrisa, en verdad era muy hermoso aquel niño fruto del amor de Amanda y Gustavo Adolfo pese a que él desconocía de su identidad como hijo, así lo había decidido Amanda, aquel militar pasaba viajando como agregado ante la cancillería, puesto que le había conseguido Carlos Felipe y Luis Daniel ambos compadres, el niño era arrullado por su madre meciéndose en la humilde hamaca que daba a la calle empedrada de aquel humilde lugar, reinaba la paz, ambos quedaron dormidos por buen rato, al pasar del tiempo Amanda abrió los ojos al escuchar los ladridos de perros del sector, desde un lujoso auto se bajaba Carlos Felipe Del Olmo, muy sonriente, lo acompañaba el menor de sus hijos, su esposa y el chófer, llevaban algunos bultos, Amanda estaba sorprendida por tal visita, no se lo esperaba aunque el recelo se apoderó de ella, todo hacía suponer que esos bultos contenían regalos y comida, efectivamente eso era, Noelia tomó en sus brazos al niño que inmediatamente por instinto empezó a sonreír ante la mirada tímida de su madre, Carlos Augusto mimaba al niño y Carlos sentado en humilde taburete miraba enternecedor para luego ponerle al niño en su regazo, lo abrazó largamente, Amanda no perdía de observar a Noelia, la madre de Gustavo Adolfo, los esposos le dijeron a Amanda lo agradecidos que estaban por el noble gesto que hizo al visitarlos al hospital, Carlos decía que el niño lo estimuló a reaccionar de la inconciencia, un no sé qué se apoderó como angustia para salir adelante del letargo postrado, al ver al niño más se enterneció, lo mimaba con gestos de caricia, el hijo de los esposos mostraba los regalos sacados de los bultos, mayormente ropa, lociones, jabones, tina y juguetes, en el otro bulto aparecían los juguetes que el niño estiraba los brazos para tratar de sostenerlos, fue mayor la sorpresa para Amanda cuando vio a un par de hombres bajar del camión a una cuna para el niño, la angustiada Amanda decía que no era para tanto, los esposos calmaban su inquietud mostrándole ropa para ella y su esposo, el niño estaba contento acostado en la cuna rodeado de juguetes siendo acompañado por el hijo de los esposos que acariciaba al pequeño, en un aparte los tres adultos conversaban, Amanda en semblante cabizbajo escuchaba los motivos de tantos regalos, así los esposos agradecían su nobleza, lejos estaban de pensar Carlos y Noelia que aquel pequeño era su nieto, fue mayor su sorpresa al escuchar de Carlos Felipe del Olmo su intención de ser padrino del niño, ella no articulaba palabra, sin saberlo estaba queriendo ser el padrino de su propio nieto, Amanda respetuosa de su voluntad y de forma sorpresiva manifestó su aceptación, la complacencia era grande en la pareja de esposos al escuchar eso, todos estaban de acuerdo, incluyendo el hijo de la pareja, sería en las próximas semanas el evento, los prestantes esposos corrían con los gastos, Amanda prefirió algo íntimo y sencillo sólo entre padres y padrinos del niño, esa fue su condición, la cual fue aceptada, desde sus adentros Amanda lo pidió para no verse con Gustavo Adolfo ni algo que pudiera ser delatada, los esposos salieron con felicidad del lugar, al cabo de unas horas aparece Rolando en la casa, observa asombrado los bultos, Amanda le dice lo sucedido, el colérico hombre toma la ropa arrojándola al piso como una bestia sin control, los ruidos despiertan al niño que rompe en llanto, la pareja discute, Rolando le reclama a Amanda por la aceptación, vienen las discusiones, los tonos fuertes de palabras se acentúan, las expresiones de daño hacen impacto en sus conciencias, Rolando sale iracundo del lugar, decide dejarla, ya no soportaba más ese acercamiento de Amanda con la familia de Gustavo Adolfo, ya no soportaba ser el segundo en todo, el que por humilde acepta las migajas de aquellos ricos cuyo hijo había hecho tanto daño a Amanda y ahora aceptaba aquellas migajas, la mujer se postró en llanto viendo alejarse a su pareja, se sentía sola, sin protección, ahí en aquella capital del país de la canela, en aquella ciudad que esperaba tenga piedad en su situación.
FIN DEL CENTÉSIMO CUADRAGÉSIMO CUARTO EPISODIO
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