METAMORFOSIS 146
Encomiendas.
Wilson trabajaba plácidamente en su trabajo de mensajería estatal que años atrás un amigo de su madre le había conseguido, era una tarde lluviosa en la que terminaba su trabajo, faltaba sólo entregar un pequeño sobre en casa de Fulgencio Arichabala, llevaba el membrete del senado, ante el toque del timbre salió un mayordomo que le hizo preguntas de su llegada, Wilson entregó el sobre al personaje quien lo llevó a su patrón haciéndolo pasar a que tome asiento mientras recibía el recibido, le dijo que se esperase un rato pues en estos momentos el patrón estaba en una reunión de trabajo, Wilson manifestó que gustoso esperaba, se levantó y caminó por el amplio salón rodeado de fotografías y óleos antiguos, generaciones de Arichabalas se posaban ante sus ojos, Wilson se maravillaba por las cosas ubicadas allí, parecía un museo, su concentración fue interrumpida por los gritos de niños, se trataba de Reinaldo, Dionisio y la pequeña Victoria correteando por el jardín, la niña miró a Wilson dándole una sonrisa en saludo, los otros niños se limitaron a mirarlo, empezaron a jugar a las escondidas, era muy atrayente verlos jugar a los niños con sus pantaloncitos cortos con medias hacia las rodillas y camisas sujetas por tirantes, propia vestimenta de los niños ricos de la época sin faltar las sandalias, la voz del mayordomo lo hizo regresar al giro extendiendo el brazo generando una solicita sonrisa, mientras caminaba Wilson se fijaba en los tres niños que jugaban apaciblemente, desde la calle se los podía observar jugando en el amplio jardín con cerramiento, Wilson decidió sentarse en un banqueta ubicada en la acera de la calle, desde allí enfrente miraba jugar a los pequeños, le eran atrayentes, sobre tdo el menor de los dos varoncitos, el más bonito, la pequeña Victoria los tomaba de la cintura haciéndolos caer y se les montaba frotando sus caderas, los niños la sujetaban de la cintura haciendo giros y cuando estaban encima del cuerpo de la pequeña también alzaban y bajaban las caderas, Wilson sonreía, se imaginaba lo que iban a hacer después si estuvieran a solas, decidió emprender camino a su casa, grande fue su sorpresa ver descender de un auto al pequeño Daniel Eduardo en compañía de su madre, se saludaron y entraron en su cuarto, estaban de visita en casa de su madre, desde hace mucho tiempo que Ana y su hijo Daniel Eduardo vivían en un departamento que su amante había arrendado para ella, así también costeaba el pensionado del niño, Ana se sentía otra con la nueva ropa puesta, mas fina, más elegante, la madre de Wilson se congratulaba con el cambio de la mujer, la plática se hacía intensa, el niño decidió caminar por el sector encontrándose con sus antiguos amiguitos de la lotización, la señora le dijo que se quede a comer con ellos, Ana aceptó de buen modo con la condición de ayudarle a cocinar, mientras las dos mujeres hacían la comida, Wilson y Daniel escuchaban la radio pero fue por corto tiempo ya que Wilson pidió a Daniel que lo acompañase a comprar a la abacería de la esquina, gustoso el niño lo acompañó saliendo en su delante, ocasión propicia para que Wilson se fijase detenidamente en el contorneo del niño al andar, parecía que su amaneramiento iba creciendo, llegó el instinto del momento en el que primaba el deseo por poseerlo, su pene se iba abultando, no se pudo contener en agarrarlo por detrás moviéndole el pene vestido en su espalda pero eso fue en segundos liberándolo, Daniel regresó su cara mostrándole una sonrisa simple, Wilson sabía que le había gustado, así, tan pronto dejaron los comprados y vieron que la elaboración de la comida demoraba fueron al cuarto de Wilson con el pretexto de jugar cartas, se abrazaron dando roles en la cama, Wilson encima de Daniel alzando y bajando las caderas, estaba activo, de pronto la ropa de Daniel iba saliendo de su cuerpo asimismo que la de Wilson, ambos quedaron desnudos a puerta cerrada, Daniel sabía lo que se vendría, Wilson fue su iniciador y siempre estando a solas le gustaba verle desnudo dando vueltas con su penecito lampiño siendo estirado por sus manitos de dedos alargados, lentamente lo acostaba al borde de la cama encorvándolo para que su trasero quede bien empinado y pueda lamerlo, besarlo y ensalivarlo, allí en ese potito, luego, el pene rozaba con su brillosa saliva recorriendo la tersa piel infantil, no paraba de darle besos constantes en el pelo y en su cuello diciéndole que era un niño precioso, blancote, rico, con piel fascinante, esos halagos lo relajaban al pequeño qu también sentía el pasar del roce de los dedos a manera de masaje suave y preciso, sentía esos labios de su iniciador, Danielito se dejaba chupar en la entrada del ano para luego sentir el glande Wilson introducirse de a poco, al aguante estaba en ese delicioso ano, así ante tanto roce, ante tanto gemido guardando su intensidad Wilson lo sometía a sus deseos, a su mente vino el cuerpito de esos niños preciosos que jugaban con la niñaVictoria, Wilson cerraba los ojos, se concentraba en el más pequeño de los niños, mordía los labios, e instantes después el semen salido del glande recorría la espalda del niño que como siempre al sentir ese líquido quedaba estático esperando luego que le limpien, lo puso de cuclillas delante de su cuerpo que estaba sentado en el extremo de su cama, el niño vio fijamente el pene humedecido de semen que se acercaba a su carita, Wilson le pidió que abriera la boca, el niño receloso fue abriendo de a poco con cierta torpeza, hasta que pudo abrirla más y el pene con pequeños restos e semen fue entrando en la cavidad bucal, así estaban quedando dentro su boquita los restos del semen, parecía emocionante para Wilson pero para Daniel era experimentar sensaciones nuevas, Wilson complacido observaba con detenimiento el roce de los labios con la piel de su tronco de pene, aquellos deditos alargados tomando el tronco del pene sujetándolo para que no se saliera del ritmo de lamidas y chupetes, había pasado e recelo del sentir de boca del semen, aquellos ojos miel y piel blanca del pequeño Daniel Eduardo contrastaban con la piel bronceada de Wilson, lo tomó de la cintura llevándolo consigo a acostarse en la cama, le manoseaba el traserito por la separación de los glúteos metiéndole el dedo medio muy ensalivado, hizo un alto en sus manoseos para preguntarle si todo esto que le estaba haciendo le gustaba, Daniel se limitaba a observarlo bajando los parparos en señal de aprobación, luego de ello le daba besos con lengua y sentándolo en la cama y a piernas abiertas le lamió y chupó el penecito haciéndolo acostar, subiéndose en su cuerpo, viendo sus penes ensalivados rozarse mutuamente, Wilson le dijo a Daniel que le diera de nuevo su trasero, el niño con voluntad absoluta se acostó boca abajo tomándose los glúteos abriendo su separación lo que más podía con sus manos, Wilson sonreía complaciente, ya Danielito era uno más, se decía Wilson en su interior, la metamorfosis se estaba cumpliendo en el niño y una de sus expresiones era el naciente y creciente amaneramiento, Wilson pasó la lengua por el ano e introdujo el pene con suavidad como le gustaba a Daniel Eduardo, la sodomía se estaba dando cuando fueron interrumpidos por gritos de la madre de Wilson llamándolos a comer, presurosos fueron al comedor, Wilson miraba los alimentos que engullía el niño a través de sus labios, lejos estaban de suponer las mujeres que aquel niño había hecho sexo oral hace poco.
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Guillermo Izaguirre padecía de una tos seca que por descuido se había hecho crónica, su protegido Pedro Artemio no descansaba en llevarlo a los mejores médicos de la ciudad pero era infructuosa su situación, por muchos días pasó en cuarentena, apartado en un hospital, luego pidió mejor ser llevado a casa a recuperarse con la ayuda de una enfermera que Pedro Artemio había contratado, las visitas de su compañera de trabajo Sara Guillermina no se hacían esperar, la joven ejecutiva se enteró de la angustia de su amigo he hizo unas compresas de yerbas que su bisabuela sabía curar para estos casos, Guillermo se sintió sorprendido al conocer el nombre de esa venerable anciana de color autora de esos menjunjes, ver a aquella señorita le colma de la alegría la existencia, tanto así que ella contribuía de igual modo, sentía pesar de ver el grado postración de aquel hombre maduro pero mucha esperanza de verlo recuperado con esas yerbas, la nana Dulce supo el padecimiento del apoderado de Pedro Artemio, aquel señor Izaguirre dijo Sara Guillermina, refiriéndose con pena, los ojos blanqueados de la anciana mujer de color se abultaron asociando hechos y personajes, no estaba segura si se trataba de don Guillermo Izaguirre, si, aquel hombre que había desvirgado a su nieta entregándose por amor, podría ser él, se preguntaba la anciana, a petición de Sara la llevó a su lecho y al mutuamente verse sintieron impresión grande, Sara se sorprendió viendo la conmovedora escena, la señorita entendió que deberían estar a solas, ya en intimidad presuroso la tomó de las manos, Guillermo estaba feliz al verla después de tantos años, el desencajado hombre murmuraba palabras altisonantes desde su leho, la nana Dulce pedía calma, sin más palabras procedió a lo que vino, hizo un compuesto de yerbas y bebidas que le daba en cada seguida visita sin que se enterase su nieta Griselda del rumbo que tomaba cada tarde, la nana Dulce luchaba por la mejoría de don Guillermo, poco a poco se iba alentando, ya de a poco recobraba las fuerzas, estaba contento con lo que significaba su reacción ante la enfermedad, Pedro Artemio se sentía contento con la recuperación de su protector y benefactor que por él había sido alguien en la vida lejos ahora de ser aquel niño harapiento sin futuro, de igual forma Sara Guillermina estaba complacida con la recuperación de Guillermo, le había tomado afecto, que notaba la nana Dulce, que simplemente se limitaba a llorar en silencio, ya recuperado Guillermo tenía largas pláticas con la anciana de color, entre ellas preguntó por Griselda, la nana simplemente le informó que ella había realizado su vida y ahora era feliz, Guillermo quería saber más de ella pero la nana siempre tenía evasivas, vio a Sara atender con mimos a Guillermo, su corazón latía aceleradamente, quería decirlo todo pero no podía, ese derecho lo tendría Griselda y solo ella podría manifestarse al respecto, la anciana en secreto de su nieta siguió visitando a Guillermo, aquellos momentos en la vida de Griselda los pasaba aún lamentando la muerte de sus hijos, no había pensamiento nada más que para ellos, su hija pese a todo la alentaba a continuar con sus faenas de trabajo, de igual modo le hacía ver la realidad su abuela la nana Dulce, para Guillermo fue grato conocer a la hija de Griselda, con el tiempo la amistad entre ambos se hacía fructífera potenciando en aquello la presencia activa de Pedro Artemio, fue en una noche en que los tres salieron a comer a un restaurante cuando Guillermo insinuó que Sara y Pedro hacían una linda pareja, la joven estaba muy ruborizada con semblante cabizbajo, el joven con risa insinuante lo miraba con timidez a su benefactor, Guillermo había dado el impulso que en secreto de buenos sentimientos llevaba Pedro ante Sara, estando a solas conversando aprovecho que su mano busque la de ella y se entrelazaron, Guillermo Izaguirre se contentaba viendo aquello, en Sara todavía existía el recelo, realmente seguía amando a Gustavo Adolfo, pese a sentirlo lejano, a que ya tenía su esposa e hijo, aun así su corazón le pertenecía tanto que al verlo se angustiaba al querer recibir de él siquiera un gesto sonriente o un estrechón de manos con abrazo y beso en la mejilla, ahora con esto daba un vuelco a su vida, los dos chicos maravillas, meteóricos de las finanzas se daban una oportunidad para el romance, a las pocas semanas fue vox populi en los tabloides, para Griselda y la nana Dulce fue una buena noticia, estimaban al respetuoso muchacho; al pasar las semanas Sara recibió una encomienda en su oficina que llegó a sus manos equivocadamente lo era para Pedro Artemio, decidió ir a entregársela esa noche a su casa, por coincidencia se encontró en la calle con su mamá y la nana Dulce venidas del cementerio dejando rosas a sus familiares, la joven le dijo a su madre que entregaría una encomienda a Pedro, la madre decidió acompañar a su hija, tenía interés de saber cómo vivía el enamorado de Sara, la nana Dulce pidió a su nieta que por esta vez no fuese pues aquejaba su reuma y no deseaba caminar tanto, Griselda tuvo la solución al problema llamando a un taxi, la anciana palidecía mientras se estacionaban frente a la casa de Pedro Artemio, el joven las recibió cordialmente y amorosamente a su enamorada quien le entregó la encomienda, pasaron a la sala, empezaron con la tertulia y las risas, ante el barullo se apareció muy risueño Guillermo Izaguirre pero se borró todo de su rostro pasando a la sorpresa de ver a los tantos años a Griselda mientras ella pausadamente se levantaba sin poder evitar el asombro dibujado en su rostro, lentamente se fue incorporando de la silla, ambos rostros se miraban con asombro, sin dudarlo había angustia y un latir acelerado de sus corazones, con cortesía abrumadora y sin perder la compostura Guillermo envejecido estiraba sus arrugadas manos a una muy conservada Griselda, los presentes miraron el acto en que con galantería la mano de Guillermo llevaba la mano de Griselda a su boca dándole un prolongado beso muy sentido cerrando los ojos, ella reaccionó sonriendo forzosamente, Pedro Artemio los invitó a sentarse luego de que Guillermo terminaba de saludar de igual modo a las otras dos mujeres, mientras charlaban las miradas se cruzaban entre ambos, de súbito Guillermo pidió estar a solas con Griselda, la sangre de nana Dulce se heló de solo saber que estarían a solas, pensaba lo peor, pero se resignó al ver a su nieta siendo acompañada por Guillermo en dirección a la terraza, había mucho que decirse allí sentados intercambiarían las anécdotas de su vida, entre otras cosas ambos estuvieron de acuerdo en la relación amorosa entre Pedro y Sara, las manos de Guillermo comenzaron con el galanteo, demostraba con sus roces en las manos de Griselda que no la había olvidado, ella opinó que era ya demasiado tarde para recobrar la relación truncada hace años, aún existía el rencor de ella hacia él, Guillermo le preguntó por qué se fue de su vida sin decirle algo, muchos años la buscó y la nana Dulce fue testigo de aquello, para Griselda era difícil decirle en ese momento la verdad sobre el origen de su hija Sara, su mano temblorosa pasó por la arrugada cara de Guillermo otrora hombre galante y brioso que la hizo mujer, mientras su mano recorría el rostro de sus ojos brotaban lágrimas por el rostro femenino, eran tantos años sin verlo que parecía increíble ahora tenerlo tan cerca, Guillermo pidió verse más seguido, Griselda respondió con el quizás, entraron a la sala ya para ese instante había una bebida de rompope casero hecho por la vecina del lugar, se dedicaron a beber y en cierta forma a platicar de jocosidades, Guillermo las acompañó hasta cierta calle de su casa tomando un taxi de retorno, los hombres agitaban las manos con el sentir latido acelerado de sus corazones.
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Valentin trotaba presuroso hacia su vivienda, venía de hacer deporte, le gustaba el baloncesto, iba animado tras haber ganado el partido que le correspondía, iba presuroso jadeante, ya pronto llegaría a casa a ducharse, en ese entonces era el tercer domingo de abril de 1954, anochece más tarde por esa temporada, iba animado saludando al vecindario, vio sentado en la entrada de su casa al pequeño Dylan, hijo de emigrantes llegado recientemente al vecindario, de aspecto caucásico muy huraño, con la vista lo miraba pasar y entrar a la casa adjunta donde vivía, Valentín rozaba los zapatos sobre el piso sacando el resto de basura antes de entrar, al hacerlo miraba a Dylan aún sentado, el pequeño nene giró su carita al bostezar casualmente cruzando las miradas, Valentín le sonrió y sorpresivamnte el nene emitió una ligera mueca forzada, entró a la vivienda de altillo, llegó a su habitación, se fue sacando lentamente la ropa, abrió la valvula de la ducha, lentmente fue regulando el chorro, su cuerpo a pausa de entrar sentía el deslizamiento del agua en su piel, se enjabonaba con pausa viéndose su cuerpo desnudo, el agua estimulaba a que su pene de catorce años se ponga erecto, su vello púbico estaba descubierto, se pasaba los dedos enjabonados por el tronco y por el glande, se daba placer al enjabonarse, mordía los labios y cerraba los ojos, el agua continuaba deslizándose por su piel tersa de niño hermoso de catorce años, el pene estaba bien erecto, decidió salir de la ducha, su cintura la rodeó con la toalla, salió descalzo, vio alrededor de su habitación, sonrió viendo la cama, se sentó suspirando en el extremo de su cama, sus manos de dedos alargados rozaban la sabana, dejó la toalla deslizarse mostrándose su pene erecto, lo miró y lo estiró sonriente, cerraba los ojos dándose placer, recordaba el roce de su pene con el de Jonathan, suspiraba pensando en aquellos momentos vividos, se preguntaba qué estaría haciendo ahora, si estaría pensndo como él, si ahora mismo estaría haciendo el amor a alguien, sonrió y suspiró, le vino a la mente ese pene de Oliver al que lo lamió, lentamente se acostó alzando las piernas llegando las rodilas al pecho en el momento en que una de sus manos abría el hoyito y el dedo de la otra mano entraba en ese potito, suspiraba al sentir ese dentro rodeando el ano, pensaba que era el pene de Oliver, ese pene al que tanto deseaba, recordaba el pene de Oliver tan grueso, tan rígido, tan venoso y peludo, se metía más el dedo, lo hizo por unos instantes, luego lentamente quedó acostado de cara al techo mirando el alrededor, se miraba los pies descalzos y sonreía, recordaba los labios de Jonathan cuando los chupaba y se metía a la boca, sus pies se alzaban agitándose, se ladeó un poco viendo que la luz solar entraba a través del cristal del altillo donde se encontraba, quedó con su mentón en la sábana, metía sus manos con dedos alargados dentro de las almohadas, entreabría los ojos, le salía bostezos, recordaba a un chico con el que estaba jugando hace poco, al sentarse en las gradas se abría de piernas manoseándose le pene vestido, eso le llamaba la atención a alentin sumado a ello que las mangas del short eran amplias y se notaba los testículos velludos, se imaginaba comom sería ese pene, seguramente como el suyo, como el que ahora miraba y lo acariciaba dándose placer, se masturbaba con una mano pensando en ese pene, con la otra se pasaba el dedo por el culito damdole placer a su hoyito, ya iba a botar el liquido de su pene cuando reacciona viendo hacia la ventana, se había olvidado de deslizar las cortinas, hizo una pausa en lo que estaba haciendo, cautelosamente se paro al lado de la ventana, miro por la hendija y para su sorpresa a lo lejos vio arrimado a la ventana a Dylan, vio la cra de extrañeza del niño, cómo que su rostro notaba que deseba ver más ante ya no poderle ver, la figura de Dylan era atrayente para Valentin que desde el primer momento en que lo vio bajarse del carro de mudanzas le había llamado mucho la atención, ese día Dylan vestí un pantaloncito ajustado en el que se le amoldaba el penecito, le fue atrayente el hecho de que Dylan se manoseaba estirándose el pene vestido, le atrajo los labios carnudos rosacesos matizados por esa piel blanca, al bajarse del camión fue a Valentín al primer niño que vio en el sector, el pequeño ya mostraba su carácter huraño, era hijo único, el consentido de mamá, ahora Valentín sabía que Dylan era muy curioso, como si nada se lanzó a la camase arrodilló en el colchón estirándose el pene mostrando su masturbación viendo de reojo el rostro sorprendido de Dylan, continuaba estirandoe el pene pasándose por el trasero con la otra mano, se puso de espladas a la ventana arrodillándose en la cama y abriendo sus glúteos con las dos manos mostrando su ano rozagante deseoso de pene, la curiosidad hacia presa de la voluntad de Dylan que no disimulaba verle a Valentín que que metía el dedo en el culo y lo sacaba para pasárselo en la nariz, de reojo pudo ver Valentín que Dylan se estiraba el pene vestido, tenía las dos manos metidas en su pantaloncito corto seguramente estirándose el pene por dentro de la tela dándose placer, Valentin se sentaba en el extremo de la cama, doblaba las piernas mientras se masturbaba, de inmediato s epuso en pie viendo el chorro de semen que se impactaba en el suelo, de reojo observba el rostro sorprendido de Dylan que no dejaba de estirarse el pene, luego entraba al baño a asearse, al salir ya no se notaba la presencia distante de Dylan; los días pasaban, y con el tiempo ya se hacía costumbre que Valentín se mostrase en el cuarto del altillo ante la mirada de Dylan, se cuidaban de no ser vistos, soo que en una de esas ocasiones en que Dylan fisgoneba por la hendija de la cortina a Valentín sintió unas manos sobre los hombros al ver detrás se le heló la sangre, era su padre un humilde chofer que le preguntaba por lo que estaba mirando a través de la hendija de la ventana de manera sospechosa, el nene no respondió ante el susto, las manos del adulto desliaron las cortinas, su sorpresa fue mayor viendo a Valentín en estado de desnudez total, disimuló su rostro ante su hijo mostrando la actitud de todo en calma, a fin de cuentas el padre consideró no hacer tan grande la cosa, comprendía la actitud del niño, le acarició el pelo, ambos salieron de la habitación, esa escena queará fija en la mente del adulto.
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Justin Daniela cabalgaba briosa su corcel blanco, junto a ella estaba su esposo Nicolás, desde las sombras una venerable anciana daba regocijo al ver aquella pareja, contenta estaba de saberse que a futuro las tierras que ahora pertenecen a los Pérez y que antes eran de los Arichabala retornarían cuando el pequeño herede de su madre y padre dichas tierras, la orgullosa bisabuela se inclinaba más por el niño recién nacido que por la niña hija de Fernanda y su nieto Mateo, de él solo había engendrado mujeres, la ley sálica profundamente arraigada en la familia debería pasar de generación en generación de padre a hijo varón, así estaba establecido y así sería siempre, por eso el apego de la anciana al niño al que con cariño le hacía sus escarpines, pese a la tirante relación entre Justin y Nicolás se notaba una coexistencia pacífica, la carita del niño al crecer se asemejaba más a su madre que a su padre, pese a que el niño tenía pelo castaño y ojos miel su piel era un poquito oscura aunque estuviese en sombra, las cejas se parecían mucho a las de su madre no así lo ondulado de sus pestañas, los Arichabala se jactaban de tener piel blanca pero este niño predominaba la piel de los Pérez a fin de cuentas era una plebe sin linaje, pero las conveniencias hicieron que se consolide esta relación, ahora sus atenciones más eran con el niño que con la niña, esto a Fernanda molestaba que su hija pasara a segundo plano y por culpa de aquella acción de la anciana nació el distanciamiento entre Justin y Fernanda, tanto así que a mes seguido se hicieron los bautizos de los niños, lógicamente hubo más pompa con el bautizo del nieto del senador en el que no estuvo presente Luis Alfonso confinado en su internado, a través de sus amiguitos hijos de los invitados al evento se enteraba de los pormenores del bautizo de su sobrino enterándose que se llamaba Daniel Nicolás Fulgencio Arichabala Pérez, también supo después que la niña se bautizó con el nombre de Cayetana Fernanda Catalina Arichabala González, la vida en casa de Justin continuaba con normalidad solo que a ratos miraba el jardín y llegaban los recuerdos de su amado Agustín, se preguntaba qué estaría haciendo en este momento, se tocaba el vientre cabizbaja caminaba en dirección a la cuna donde estaba su hijo muy dormido, ella sabía de aquellas pestañas y su recurrente parecido, sonreía, pese a saber que su matriz había quedado lesionada y tendría por un tiempo que hacerse tratamientos, su mirada retornaba hacia el jardín, ahora descuidado, no tenía ese toque de amor como antes, caminó hacia aquel cuarto, desde una ventana una mano movía la cortina viendo a la mujer caminar hacia el apartado lugar, entró viendo los objetos, se dejó caer al piso sin importarle ensuciarse, se apretó los pezones como imaginándose que él la poseía, sus dedos recorrían su vagina imaginándose que era aquel delicioso pene que tantas noches de amor en encuentros la hacía vibrar y sentir mujer, lo deseaba ahora más que nuca de saberse suya a plenitud con aquel recuerdo de amor prodigado como resulta de tantos encuentros, la mujer salió pensativa de aquel apartado cuarto, vio estacionarse el auto de su padre, como de costumbre cargado de juguetes y dulces para sus seres amados, la hija lo recibió cálidamente haciéndolo pasar, la mano en la ventana deslizó la cortina, pronto la llamarían para dar el servicio así protocolariamente se desempeñaría de buen modo, al rato llega Nicolás muy atareado que apenas saluda a su suegro y luego en la mesa de comedor desarrolla una conversación acerca del manejo de las tierras en el pueblo, muy atento escucha a su suegro, enterándose de la existencia de otro hijo, Luis Alfonso, también heredero de las tierras, el doctor deseaba dejarle un futuro al muchacho que ahora estudiaba en el internado ubicado en la periferia de la ciudad capital, Nicolás no contaba con esa observación, pese a que de niño pasaba en aquel pueblo de la mano de su abuela, Justin y su esposo se limitaron a escuchar al político, tiempo después Nicolás notificaba a su padre Flgencio Arichabala de las propuestas de su suegro, el iracundo hombre sorprendió a su hijo con un duro golpe en la mesa, luego hizo pausa caminado en círculos por la habitación, alardeó de elocuencia deduciendo que el tiempo hará que se modifiquen tales decisiones, ahora lo que había que preocuparse es que Justin le diese más hijos, el adulto increpaba a su hijo menor, a lo que Nicolás cabizbajo con recelo asentía, salió del gran salón a tomar una gran cantidad de aire, se iba relajando de la tensa reunión sostenida, se topó en la entrada con su contrariado hermano Mateo, la relación con su esposa no era la adecuada, iban de pelea tras pelea, Nicolás palmeó el hombro de su hermano consolándolo diciéndole que él también estaba en las mismas condiciones, le comentó lo que su suegro le había manifestado, Mateo hizo puño de furia, sabía lo importante que era para la familia recuperar esas tierras, ahora que el pequeño Daniel Nicolás heredaba parte de aquello tendría estipulaciones de herencia, ese niño era ahora la llave para obtener lo que años atrás le fue arrebatado a la familia Arichabala, la abuela se hizo presente ante los nietos, ya su hijo le había comentado el suceso de herencia, con seriedad mostrada en su rostro llamó en un aparte a Nicolás, como siempre, era su nieto favorito, siempre lo había sido, Mateo en parte sentía celos de su hermano pero se los guardaba en sus adentros, desde muy pequeño no comprendía lo apartado que estaba de sus seres queridos, al nacer Nicolás hubo un mayor apego al niño, ahora que su hermano menor había tenido un hijo varón era mayor la atención, a Mateo le correspondía la indiferencia familiar pues sólo a la familia había engendrado hijas mujeres, Victoria Micaela y ahora Cayetana Fernanda, no correspondía a la ley sálica de la familia, ley hace tiempo instaurada, Mateo giró sobre sus talones entrando en el salón donde se encontraba su padre, informó acerca del desarrollo de los negocios, como siempre, con cierta indiferencia lo trató y esperó a que saliera, el anciano escuchó el cierre de puertas, solo en ese momento levantó la cara dirigiendo su mirada a la foto de su nieta Victoria, coincidentemente la niña pasó por las afueras del salón corriendo con sus amiguitos Dionisio y Reinaldo, al primero su mamá lo llamó para colocarle un medicamento, el niño con temor corrió a su casa mientras su hermano continuaba jugando con su amiguita Victoria, entraron a la cocina, tomó la llave que ella solo sabía dónde discretamente estaba guardada, corrió con su amiguito hacia una puerta de madera donde introdujo la llave de cerrojo antiguo y entraron con sigilo, no era necesario encender la luz en ese cuarto claroscuro pues la mañana gozaba de intensa luz solar y se podía ver el interior de aquella bodega de vinos, recorrieron por el lugar tocando aquellas polvorosas botellas, el más atento era el pequeño Reinaldo que estaba allí por vez primera, le fascinaba el apartado lugar, una vez que otra estornudaba, quizá por la humedad o el polvo del lugar, siguieron con su recorrido táctil hasta que Victoria vio que su amiguito se manoseaba su penecito vestido con necesidad de hacer micción, lo llevó a un rincón apartado y le ayudó a bajarse su pantaloncito corto hasta las rodillas, el líquido de orina casi moja las sandalias que llevaba puestas, su mentón estaba pegado a su pecho viendo salir de su penecito la orina, de reojo miraba a Victoria quien hacía lo mismo en observarle y le entró el deseo de hacer también la micción, así que se deslizó el interior florido que llevaba puesto y se acuclilló en delante de su amiguito que dio un paso atrás para que pueda ubicarse bien, a eso el pantaloncito corto estaba en los tobillos, vio salir de la vaginita de su amiguita la orina cristalina, los labios vaginales rosáceos se notaban con claridad, luego de orinar así todavía en cuclillas se pasó el dedo por la vagina llevándoselo a la nariz para olerlo y sonreírle a su amiguito, se miraban con aspecto de complicidad, ella no djaba de pasarse el dedo por los labios vaginales, hacia gemidos expontáneos algo atrayentes a la vista del nene que la miraba sentarse para sacarse el calzoncito y poder abrir las piernas, Reinaldo frotó sus dedos índice y medio en el prepucio que recubría su glande virgen que contenía restos de orina, se llevó los dedos a su nariz para olerlos y así de esamanera estaba imitando a su amiguita y le brindó sonrisas cómplices, con gestos la pequeña acuclillada se alejó del charco de orina acostándose boca arriba sobre el suelo, no dejaba de sonreír haciéndole gestos con las manos a su amiguito para que se acerque, Reinaldo sonriente entendía lo que se trataba y caminó torpemente con su ropa enredada en los talones a donde estaba ella, agitó su penecito y ya estando algo erecto se acostó sobre su amiguita frotando torpemente el penecito en la región de la vaginita, Victoria lo abrazó por las costillas rodeándole los brazos haciendo de mejor forma el movimiento de caderas, lo apartó y lo sentó para quitarle la ropa así se liberaban sus piernas, lo hizo parar y en eso el niño se pasó las manos por los glúteos sacándose el polvo imperante, Victoria en algo ayudó con sus manos, ella arrodillada sujetaba de los glúteos a su amiguito y abriendo la boca se introducía el penecito chupándolo y lamiendo de mejor forma a tal punto que eso gustoso para el pequeño Reinaldo iba haciendo que se vaya sentando lentamente, Victoria lo acomodó acostado en el suelo de aquel lugar, de esa forma era más adecuada hacerle el sexo oral al pequeño Reinaldo, su penecito brilloso de tanta saliva se ponía erecto, ya al tenerlo mamando por largo rato Victoria se acostó boca abajo abriéndose los glúteos pidiéndole a su amiguito que pase su penecito por su potito rozgante, el niño hizo lo que a su edad y físico podía hacerlo, su penecito trataba de entrar en ese traserito desvirgado por Agustín, la pequeña Victoria Micaela recordaba a su iniciador al sentir el cuerpo de su amiguito encima de su humanidad, a su mente se asocia el recuerdo de Agustín, aquel muchacho que le hizo descubrir el sexo y a quien entregó su virginidad anal, la cadera del niño se acoplaba a los glúteos de ella, era una geometría de acople casi perfecta en la unión de los dos cuerpos infantiles, Victoria evocaba los gemidos que Agustín en buen tiempo le hizo, el niño seguía con sus movimientos, le gustaba mucho, estaba claro que esto no debía decir a un adulto pues le esperaba el castigo, eso le hizo ver su hermanito Dionisio cuando se bañaban a solas desnudos en la ducha y lo encorvaba para rozarle el penecito lampiño en su traserito, Victoria seguía haciendo gemidos entrecortados, se quedaron quietecitos por unos instantes para luego separarse y verse los órganos genitales, estaba rosáceos de tanto frote, de nuevo fueron a aquel rincón a terminar de orinar apenas algo de orina saliendo de su penecito y vaginita, luego se vistieron y siguieron con el recorrido del lugar, se toparon con una alargada caja que tenía cerrojo, al parecer la polilla había hecho efecto en la caja, trataron de abrirla pero fue infructuoso, decidieron dejarla donde estaba cubierta entre unos barriles, se dijo para ella que pronto encontraría la llave que abriese tal caja, salieron furtivamente del lugar dejando la llave en el sitio señalado, los niños continuaron con su juego, ya al poco rato se uniría Dionisio.
FIN DEL CENTÉSIMO CUADRAGÉSIMO SEXTO EPISODIO
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