METAMORFOSIS 150
Presencia.
El hombre dormía plácidamente, en su mente se formaba aquellos recuerdos de un pasado recurrente, soñaba aquel momento, corría por el amplio césped de aquella casa de campo, iba detrás de aquel niño hijo del jefe, ambos cayeron rodando por el césped, sus respiraciones chocaban, se apreciaba el vapor salido de sus alientos cálidos, el niño encima de aquel guardaespaldas que le había sido designado para su custodia, las caderas infantiles se movían inocentemente sobre la entrepierna del hombre, continuaron girando sobre ese césped, aquel niño sentía ser protegido y mimando, ahora aquel hombre sobre el niño hacía disimuladamente el movimiento instintivo de atracción sexual, el niño no daba cuenta de aquellos movimientos, vinieron las luchitas, el niño tras movimientos no dejaba de reír, su pelo lacio estaba con parte de vegetación seca, el sol del ocaso a medias hacía brillar ese pelito bien cuidado, corrieron por el amplio jardín hacia un apartado lugar volviendo a jugar a las luchas, se acostaron uno frente al otro, el hombre tragaba saliva viendo el traserito del niño bien amoldado a la tela haciendo sutiles movimientos de caderas, vio el alegre rostro infantil que le demostraba confianza absoluta, la intención ahora consistía en hacer pulsos de fuerzas con los brazos, entrelazaron los dedos, se notaba la desproporción de las manos, el custodio del niño se dejaba vencer cómicamente por el niño, no paraban de reír en ese apartado cuarto, el hombre continuaba viendo el infantil traserito vestido, en ocasiones unían las frentes sintiéndose mutuamente sus alientos, intercambiaban sonrisas y miradas cómplices con inocentes juegos de manos, los dedos se rozaban con sutileza, el hombre sentía la suave piel de ese precioso niño a su custodia, el dedo índice del hombre rascaba sutilmente la palma de la mano extendida del niño que sentía raro ese movimiento, le estaba enseñando sensaciones nuevas, más aún cuando el hombre abrió la boca llevándose el dedo medio de la manito infantil derecha, lo chupó por largo rato como si fuese golosina, el niño miraba ese deslizamiento quedando su mano brillosa de tanta saliva puesta por la boca del hombre, ahora luego el niño hacía lo mismo lamiendo y chupando el dedo medio de la mano del hombre, unieron las frentes a manera de mimo y rozaron sus narices en señal de aprecio, aquel hombre había ganado la plena confianza del niño y algo más, el cariño y seguridad, tanto así que mayormente pasaban juntos en aquellos juegos, pero a aquel custodio en cada acción sentía una marcada atracción por el niño precioso, al abrazarlo lo sentía próximo, deslizaba sus manos suavemente rozando el infantil trasero vestido, se compenetraban en las travesuras, el niño fue a beber agua de un grifo próximo al lugar, el hombre tragó saliva viendo cómo el niño abría su boca chupando del grifo, gustaba ver a ese niño deslizándose el agua por aquellos sutiles labios rosáceos, su respiración aumentaba como su ansiedad, no había duda, lo deseaba, en silencio, su atracción venía desde mucho tiempo atrás, la tenía solapada, cada vez era en aumento su necesidad de acariciarlo, tragaba saliva intentando negar su deseo pero algo indescifrable dentro de sí lo hacía desistir, seguramente el antecedente de lo que le pasó siendo muy niño años atrás, quería repetir aquello pero siendo ahora él tomando la iniciativa, vio al niño que se le acercaba, las luchitas continuaron en aquel apartado lugar, corrieron por largo rato rodando por el amplio césped de la propiedad campestre, el hombre quedó acostado de bruces en el césped, el niño encima de su cuerpo, lo abrazó y rozaron las narices uniendo sus frentes, de abajo el hombre le hacía movimientos de caderas el niño al mismo tiempo que sus recias manos abrazaban a la espalda del niño, rodaron así por el suelo, el niño no paraba de reír, hizo un alto para correr debajo de un árbol frondoso, el hombre estaba acostado en el césped viendo ese pantaloncito corto deslizarse por las piernas llegando a los tobillos del niño precioso, el pene infantil rosáceo se mostraba a plenitud como aquellas curvas definidas en las caderas y ese traserito que hizo tragar más saliva al hombre al momento en que observaba con detenimiento, el niño reía al momento de orinar viendo a su custodio, se agachó agarrando con sus manitos el pantaloncito corto que lo fue subiendo hasta ajustárselo a sus caderas, corrió hacia su custodio, no se percató en su carrera de subirse la cremallera, el hombre si dio cuenta de aquello pero no quiso decírselo para poder así contemplar de mejor forma el apenas salido penecito lampiño, así cuando el niño al momento de hacer las luchitas notó lo que le pasaba a su pene fue cuando la cremallera rozó el prepucio haciéndole un roce fuerte en la piel, quiso llorar por el susto pero el hombre lo calmó, hizo que caminase junto a él a pasos acelerados, sus manos abrían la puerta de su cuarto próximo al lugar donde estaban jugando, el niño entró sin dejarse de ver su lacerada piel de prepucio, el hombre le pidió calma, con cierta calidez le hizo sentar en la cama, lentamente le deslizó el pantaloncito corto llegando a caer al piso, vio con detenimiento la laceración explorándola sutilmente con sus dedos, era superficial pensó para sí, respiró hondo al ver que ese penecito se puso erecto con el solo movimiento de la yema de los dedos, el hombre sonreía, movía el penecito como si fuese antena de parado que estaba, el niño se limitaba a ver esos movimientos, sin pensarlo más aquel hombre abrió la boca llevándose el penecito a su interior, la excusa al niño era que lo estaba curando, sin mucho convencimiento lo aceptó, le preguntaba si sentía rico, el niño respondía que sí, la laceración era mojada con saliva, el niño hacía puños agarrado a la sábana, sentía algo delicioso, el hombre no paraba de lamer y chupar ese penecito de niño lindo, no contento con eso le hizo acostar en la cama, la lengua pasaba por los glúteos y los testículos llegando a la entrada del ano, estaba excitado el custodio, hizo un alto preguntándole al niño si quería conocer su pene, el niño se limitó a sonreír, seguramente el hombre lo entendió como aprobación y de inmediato el niño vio que el hombre se desabotonaba el pantalón deslizándolo por sus piernas, luego fue deslizando el calzoncillo mostrándose ante el niño aquel pene peludo por vez primera, lentamente se lo acerco al rostro, la expresión de sorpresa se mostraba el rostro infantil, vio allí acostad ese hermoso cuerpito, así que lentamente lo manoseaba, le estiraba el penecito hasta ponérselo erecto, se miraban los movimientos de manos, el nene lo miraba más fijamente, observaba el rostro sonriente de aquel hombre que le contagiaba sacándole sonrisa leve, luego lentamente se acostó sobre el pequeño, el pene grande se deslizaba sobre el pene chico al mismo tiempo que unían sus frentes y le hacía abrir las piernas para sentir de mejor manera ese deslizamiento, estaban ya mirándose fijamente, el hombre disfrutaba de aquel momento en el que el niño lo experimentaba por vez primera, aquel custodio en ese momento con es acción se estaba convirtiendo en su iniciador, el niño con rigidez corporal sentía esos movimientos de cadera y de ese grueso pene que se deslizaba por su barriga, le dijo al pequeño que era un jueguito muy bonito y que seguramente lo estaba pasando bien, le dijo además que solo lo hacían quienes se quieren mucho y le dijo al nene que él lo quería mucho, le preguntó al niño que si también él lo quería a lo que el nene le asintió a manera de aprobación, sonrieron, el custodio alzaba su cadera para que viese cómo ese pene grueso velludo por gravedad se deslizaba sobre el pene lampiño, dieron un giro en la cama y ahora era el nene quien estaba encima del custodio, el penecito se deslizaba sobre el grueso pene de tronco rígido y glande latente, con las recias manos adultas alzaba la suave cadera del pequeño luego la bajaba, así fue al principio hasta que luego solo el pequeño alzaba y bajaba las caderas desliando su penecito sobre el grueso pene adulto, le dijo que era delicioso ese jueguito, el nene lo miraba sonriente en señal de aprobación, ssu piernas unidas, su caderita alzando y bajando, ya sentía gusto por lo que estaba haciendo, instintivamente lo sentía al cerrar los ojos, ante esos repetidos movimientos de caderas de alzarlas y bajarlas le preguntaba al nene si le gustaba y éste asentía, luego giraron sonrientes varias veces sobre la cama el hombre le hacía cosquillas al nene, de pronto las frentes se unen encorvándose el hombre, ambos penes unidos, el frote de rápido se hizo lento, jadeaba, moviendo caderas, de pronto el niño vio detenerse a su custodio, así que desde el pene grueso detenido que estaba sobre su penecito salía un líquido blanco deslizándose por su barriga y hueco de ombligo, lentamente el hombre se apartó, para el niño lejos quedó su atención por la laceración en el prepucio, ahora atendía aquel liquido en su cuerpo, con tanta inocencia preguntó a su custodio por lo del líquido, el hombre se limitó a sonreír en silencio acariciándole el pelo y las mejillas tiernamente y a pedirle que se levante de la cama; de súbito el hombre se despierta, estaba muy sudoroso, con respiración acelerada, eran sus recuerdos, como un flashback, muy sorprendido vio en su entrepierna que se había mojado de semen la sábana y la pijama, lentamente apartó la sábana, se sentó en el extremo de su cama viéndose por unos instantes su pijama mojado de semen, sonreía abiertamente, a causa de sus pensamientos soñados había tenido una eyaculación, se rascaba la cabeza contrariado y a la vez emitiendo una irónica sonrisa con fuertes bostezos, se deslizó el pijama quedando medio desnudo, caminó hacia la letrina de aquel traspatio, se lavó el pene, ya para ese momento los gallos cantaban anunciando el nacimiento del nuevo día, regresó a su cama, pensativo manoseaba el pene, suspiraba y pensaba con mirada al poniente, ahora ese niño era un adulto, lo había visto semanas atrás, pese al pasar de los años aún existe el deseo y el recuerdo de aquella su primera vez, cerrando los ojos con respiración breve repetía el nombre de aquel entonces precioso niño: Contardo.
* * * * * * *
La voz solicita amigable indicaba por altoparlante el arribo a la capital del país de la canela, eso interrumpió la pausada lectura de los viajeros, pese a aquello unas manos enguantadas deslizaban las páginas de una revista prestigiosa, abrió su cartera y unos anteojos de época se deslizaban por la nariz y orejas, sonrió, ya pronto llegaría, había sido un viaje intercontinental de muchas horas y escalas, pero al fin estaría en su tierra natal, detrás de aquella bien vestida mujer se encontraba sentado un militar sumido en sus pensamientos, recordaba a su hijo pequeño, sonriente sin tomar en cuenta cruzaron miradas con la pasajera, el hombre galante que iba sentado junto al militar le hizo una venía a la elegante dama, sus sonrisas correspondieron al protocolo de la cortesía, el militar se limitó a ver ese acto protocolar, típico de los nacidos en el Cáucaso, el militar hizo un jocoso movimiento de cabeza que su compañero de viaje respondía con solemne sonrisa, el avión se detiene, de nuevo la voz solicita, ahora agradeciendo la confianza por el servicio invitándolos a nuevo viaje, la mujer fue una de las últimas en salir junto al militar y a su compañero de labores, la mano enguantada sostuvo la cartera mientras que la otra sostenía el fino sombrero ante el viento inclemente, al fin después de tantos años estaba de retorno en su patria, habían pasado muchos años, giró su tronco en ciento ochenta grados viendo el paisaje y en enfrente las personas que recibían a sus familiares en su arribo, la elegante dama fue descendiendo con garbo inusitado las escaleras, una mano por detrás sostuvo su brazo, el militar detrás de ambas personas se limitaba a ver la acción de su amigo que se caracterizaba por ser galante con las damas, dieron unos pasos por la pista hasta llegar a la puerta de arribo donde se separaron no sin antes despedirse con solemnes venias, la mujer vio a lo lejos a su acompañante que la llevaría a su hogar, el galante hombre y el militar hicieron gestos de sorpresa cuando vieron a la dama haciéndole caricias a un apuesto hombre quien tomó las maletas y llevándola abrazada hacia su auto, metros atrás sin dejar de ver a aquella pareja el militar y su compañero de trabajo se subieron a un auto con placas gubernamentales, el hombre apuesto manejaba con prudencia por esas centenarias calles capitalinas, el lujoso auto se detuvo frente a un consultorio, el hombre entró saliendo pocos minutos después el auto continuó con su recorrido, luego de contados minutos el lujoso auto entró a un garaje cuyas puertas eran empujadas por un empleado, la primera en bajar fue la señora luego de la venia recibida por el empleado quien le abrió la puerta para que salga sin contratiempos, por el otro extremo salió el apuesto profesional, ambos entraron abrazados, aquella noche fue de larga plática, la mujer abrió de su maleta un paquete de dulces deliciosos, el hombre emocionado abrió un empaque llevándose a probar en su boca el fino chocolate, era su marca favorita desde muy niño, la mujer no paraba de reír viendo por un instante a ese hombre comportarse como a un niño, como no serlo si es pediatra de profesión, desde muy niño su madre dio cuenta en su hijo la vocación por su profesión, ahora estaban juntos madre e hijo tras un buen tiempo de separación, compartirían la noche capitalina en finos restaurants, en sana competencia con los europeos, brindaron con vino el encuentro junto a comida opulenta, la madre no dejaba de ver orgullosa a su hijo, lamentaba que no tuviese compañera sentimental en ese momento, lo comprendía, tras ese desamor vino al país de la canela a olvidar sus penas y si estaba fortalecido por su trabajo, para su satisfacción la madre veía un semblante positivo en el rostro de su hijo, la idea de estar aquí había sido la adecuada, por coincidencia llegaba el militar con su esposa y su suegro a comer en honor a su llegada tras un buen trabajo de agregado militar por cancillería, la mujer deslizó sus lentes, sonrió ampliamente, pronunció un nombre y apellido que el hombre aludido giró su rostro y parte de su torso buscando el sitio donde provenía aquella voz que lo aludía, el sorprendido pediatra vio levantarse a su madre y casi a medio salón la galante dama y el caballero de edad madura se abrazaron, pasaron tantos años, casi toda una vida para el rencuentro, las manos tocaban sus rostros, los comensales de ambas mesas se pusieron de pie algo asombrados ante el inexistente protocolo de ese instante, ambos miraron a sus mesas e hicieron agitar sus manos presentándose mutuamente, para el militar era grato saber que aquella dama compañera de viaje intercontinental significaba mucho en la vida de sus suegro, pidieron una amplia mesa y desarrollaron tertulia en aquella noche, el hombre maduro emocionado invitó a madre e hijo a pasar una velada maravillosa en su hacienda próxima a la capital, le dijo a su amiga de infancia que haría una fiesta en honor a su maravillosa presencia invitando a lo mejor de la sociedad capitalina, ella agradeció por la deferencia, el pediatra aceptó con la condición que aportaría en algo para la fiesta, todo fue algarabía aquella noche conversando de su infancia, de sus travesuras, de la íntima alianza ancestral entre sus familias pues descendían de sangre europea, la esposa del militar no pasaba por desapercibido al galante pediatra, le gustaba esa atractiva sonrisa, es que no era la única que daba cuenta de aquello, emitía pícaras sonrisas al pediatra que su marido no daba cuenta, al enterarse de la profesión del galán, le pidió cita para su hijo pues tenía problemas de digestión, gustoso el profesional la invitó a la visita en su consultorio por la mañana extendiéndole su tarjeta, ella deslizaba los dedos con sutileza sintiendo las suaves manos del galeno, mutuamente intercambiaron sonrisas, de parte del hombre sólo cortesía, no así por parte de ella en la que había curiosidad y ansiedad, al despedirse prometieron verse pronto en la fiesta, el galeno abrió la puerta entrando su madre al auto, luego él, manejaba por las calles semi oscuras de la capital, el toque de queda pronto entraría en vigencia, el hombre vio su reloj, con imprudencia aumentó algo la velocidad, de pronto al virar en bocacalle no se percata de un transeúnte y lo roza con su vehículo, preocupado detiene el auto, la madre por instinto pide que mejor acelere y se aleje de lugar, de un grito el galeno le recuerda a su madre su profesión haciéndola callar, como poseído sale del auto en camino a auxiliar al peatón, afortunadamente la persona embestida por el auto se levanta arrimándose a la pared junto a la acera, el hombre presuroso se acerca preguntándole su estado, nota que es una preciosa mujer, ella se limitó a sentarse, el hombre saca su maletín y le da los primeros auxilios, afortunadamente solo leves contusiones en brazo y pierna izquierda, se percata que a media calle está un bulto, ella trata de ir pero él se lo impide y lo trae junto a ella, era ropa de lavado que iba a ser entregada, sin más, pide a la mujer que la acompañe para llevarla a un hospital, ella al principio se niega, su hijo está con la vecina, pide llevarlo, el hombre acepta, con niño en brazos dentro del auto es llevada al hospital, el médico de turno indica que efectivamente son leves contusiones, la madre del galeno extiende unos billetes a la mujer quien se niega a recibirlos, acto de nobleza impactante en la mujer y su hijo, ve al niño, un precioso rubio, algo desnutrido para su edad, lo ausculta, sale presuroso el pediatra, tiempo después retorna con medicamentos nutricionales y frutas para el pequeño, el hombre le dice que ya no acepta dinero que acepte entonces esto, extiende lo comprado, la mujer sentidamente lo acepta con lágrimas en los ojos, estaba un poco desaliñada, no era para menos, vivía del lavado de ropa, la dejaron en el lugar de viviendas humildes, un apartado lugar de la capital, el galeno complaciente le dijo que vendría a visitarla para ver cómo evoluciona la salud del niño, ella aceptó, así en algo el pediatra compensaría el desagravio de haberla golpeado con su auto, lejos de allí en esas mismas horas de la madrugada de aquella fría noche el auto se estaciona en la entrada de una gran casa, sale padre e hija, el militar conduce su vehículo oficial en dirección al garaje, algo mareado se encuentra, desde joven el alcohol no es su fuerte, con dificultad sube las escaleras que conectan al gran salón, su esposa lo espera sonriente, preguntó por su suegro, le avisó que estaba por acostarse, el militar siguió bebiendo, estaba feliz por lo que había hecho en Europa, lo motivaba a libar, eso le hacía creer a su esposa, pero en sus adentros estaba la recurrente imagen de la mujer que realmente había amado y la perdió por cobarde, ahora ella tiene un hijo de otro, gran brecha que los separa, él sentía que se merecía haberla perdido pero pese a su rabia hacia ella por haberse entregado a otro hombre la seguía amando, quizá nunca la dejaría de amar, ese desamor lo estimulaba a seguir bebiendo, agitó su cabeza tratando de no pensar más en su martirio, recordó a su hijo, estaba en su cuarto ella detrás, al llegar a la habitación el militar acarició con dulzura el rostro infantil con la yema de sus dedos, besaba repetidamente el pelo del niño cuidando de que no despertase a petición de sus esposa y con botella en mano decía con voz entrecortada que ese niño era su orgullo, su redención y su perpetuidad, al respecto, pronunció eso último con ironía, otro de sus calvarios que sentía en su alma era aquello de sentirse ilegitimo de Gustavo Pozzo, para su esposa y el resto de la sociedad desconocían que el militar realmente era hijo de Carlos Felipe del Olmo, bebió con furia casi cuarto de botella de un sorbo, el militar lentamente se deslizó sobre una silla junto a la cama donde su hijo dormía, desde mucho rato su esposa estaba parada en un rincón sin ánimo de acción alguna al aber escuchado esas palabras muy sentidas, ella realmente no lo quería al militar, su boda era por figuración social, lejos estaba el mareado militar de conocer el verdadero origen de aquel niño acostado en esa cama, ya para ese momento el militar roncaba sobre la silla, la mujer le puso una manta y salió de la habitación, al dar unos cuantos pasos sintió que la agarraban de un brazo quiso voltear con grito pero fue interrumpida por figura de aquel hombre, sonrió, sus pesares pasaron a ser alegría, rodeó el cuello de su amante con prolongados besos, el hombre la apartó pero ella volvió a aferrarse a su cuerpo diciéndole que su marido estaba dormido, con voz baja se decían cuanto se deseaban, las manos del hombre recorrían los muslos de la mujer por ese amplio vestido, ella correspondía a besos con lengua, le alborotaba el pelo, se sentía de esa manera suya y de eso se daba cuenta el hombre sacándose el pene por el pantalón deslizándolo hasta llegar a los tobillos, la braga de ella también, la fogosa pasión de ambos era muy intensa y no se percataron sino hasta que escucharon un chirriar de escalones a causa del paso que hacían un par de pantuflas, los amantes como pudieron se arreglaron la ropa yendo ella a la habitación del hombre, a pocos pasos un hombre de edad adulta no podía conciliar sueño tras el reencuentro con su íntima amiga de infancia, caminó en círculos en ese amplio salón, la luz de luna hizo brillar una llave salida de la bata de dormir, caminó con lentitud hacia el sótano, deslizó un trozo de adobe que formaba parte de la pared de construcción colonial hecha a sangre y sudor de los indígenas de esa época antigua, el adobe dio paso a la ubicación de una pequeña caja de lata de galletas, abrió con calma aquella caja corroída por el pasar de los años, la luz de luna mostró la silueta de una prenda íntima de vestir colgada por dos dedos, un calzoncillo guardado allí desde principios de siglo, seguramente el eslabón que conecta a una verdad cuyo secreto por él bien guardado.
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Un auto lujoso daba polvorosa intensa en aquellas calles del pueblo, los residentes miraban con gusto el paso de aquel auto militar, de copiloto iba una persona especial que no dejaba detalle observando aquella geografía diferente a su país natal, luego de pasar por el pueblo refrescándose con bebida autóctona y pasear por el parque pueblerino continuaron su viaje salvando lomas, viendo plantaciones, ganado, el visitante observaba con detenimiento el lugar, el trópico candente, diferente al clima acostumbrado, su piel rojiza contrastaba con la temperatura en aumento, el diálogo no se hizo esperar llegando a una gran casona victoriana, don Rodolfo Buonanote salía con los brazos abiertos dándole la bienvenida a su compatriota que tan bien lo había tratado cuando viajó con su nieto, ahora tocaba devolver la deferencia, para sorpresa del visitante en aquella noche se haría una fiesta en su honor, fue invitado a recorrer la estancia Buonanote, el visitante de origen caucásico se sentía impresionado, Gustavito sonreía al escucharlos hablar en su lengua materna, eran mutuas palabras de elogios, fue conducido a su habitación, su permanencia había sido de intercambio consular, estaría por mucho tiempo en el país de la canela y precisamente cerca del pueblo se harían maniobras militares a las que había sido invitado para coordinarlas, se sentía a gusto, la fiesta en su honor espléndida, por la mañana cabalgaba por los predios de la estancia y un recorrido por la amplia extensión, cada vez más sorprendido el visitante, le atraía la comida típica del lugar, tocó de bañarse en el arroyo, maravilloso, decía, alzando los brazos agua al viento, luego un recorrido detallado por la casona, fijó su mirada en los cuadros de cada miembro de la familia Buonanote, en particular de aquel niño al que señaló con algo de vistosidad por lo que estaba posando, Rodolfo manifestó al visitante que era el retrato de su difunto sobrino René, el visitante que tenía fijación en el rostro del pequeño quedó impactado en la forma en que supo del asesinato, a continuación el almuerzo para seguido una siesta, el visitante no pudo conciliar sueño debido al calor imperante, caminó hacia la habitación donde estaban las fotografías, le llamaba la atención la de aquel precioso nene, se fijó con detenimiento en ese rostro infantil, pasó la yema del dedo índice por el rostro de la fotografía, igual a la que Rodolfo dejó en aquella tumba allá en el Cáucaso, su respiración aceleró, hizo puños y un par de lágrimas se deslizaron por las comisuras complementándose con su lamento, estuvo por mucho rato viendo la foto ahí parado como dando un acto de solemnidad, tanto fue su ensimismamiento que no se percató de la presencia de un niño a su lado, reaccionó instantes después, mutuamente intercambiaron sonrisas, el visitante pasó su mano por el mentón del niño luego acarició el pelo preguntándole su nombre, la respuesta fue Emilio José, de buen porte, el niño nacido el 7 septiembre de 1945 acompañó al visitante por el corredor, al llegar al gran salón estrechó la mano de la persona con la que había llegado el niño, su madre Josefina, intercambiaron una charla amena junto con Amacilia, hablaron de las costumbres en cuanto a coincidencias, Josefina muy atenta a los criterios del visitante, entre sorbo y sorbo de jugos de frutas la amistad se ampliaba, llegó el anfitrión a continuar con la plática, las risas eran adecuadas al momento, Leandro continuaba sirviendo bebidas a ordenes de su abuela Amacilia, el muchacho estaba muy bien vestido por voluntad de don Rodolfo Buonanote el compañero sentimental de su abuela Amacilia, ya que no se necesitaba de sus servicios el muchacho pidió ir a montar, el anciano dueño de la estancia aprobó afirmativamente con la cabeza, de un brinco Emilio José pidió ir a montar, Josefina aprobó la petición de su hijo pidiéndole a Leandro que cuidase a su hijo menor que ya el mes siguiente cumpliría sus die primero años de vida, el visitante observaba con atención la figura en movimiento del muchacho y el niño que demostraba cierto amaneramiento al caminar, el visitante conocía de aquello, vaya que sí lo conocía, Leandro arreglaba la montura de su caballo igual que Emilio José, decidieron cabalgar por el camino de herradura paralelo a la carretera asfaltada, por aquel momento el esposo de Lucrecia arreaba su carreta con marcha lenta, de lejos el humilde campesino padre de Luis Izaguirre vio a Leandro y a su pequeño acompañante, el campesino levantó la mano en señal de saludo sin perder su estado cabizbajo siendo respondido con saludos, de reojo el hombre vio al pequeño Emilio José con amplia sonrisa, le vino una congoja que hizo aferrarse más a los arreos, vio sus manos hecho puños, lamentaba lo ocurrido al padre de aquel niño en ese incendio, continuaron con su recorrido en sentido contrario, tras un par de minutos los jinetes llegaron a un estrecho camino de herradura que daba al monte, cabalgaron por un buen rato, llegaron a un punto apartado del lugar donde se escuchaba el ruido que daba el golpe de agua en esas grandes rocas, Leandro fue el primero en bajarse del caballo a mojarse la frente, se acuclilló a tomar agua con las manos y mojarse el pelo poniendo su sombrero a un lado, Emilio José se bajó sentándose junto a Leandro, por unos instantes sentados sobre un amplia roca vieron el correr del agua cristalina fresca, decidieron bañarse quitándose toda la ropa, así desnudos entraron en el agua, se abrazaron manoseándose los glúteos, el pecho de Emilio rozaba posándose sobre la gran roca del río, en su pelo se posaba el mentón de Leandro nacido en 1938 que para ese entonces tenía ya los diecisiete años Emilio José sintió que sus glúteos eran acariciados por las manos del joven Leandro, sintió además que su ano era penetrado por el pene de piel blanca de Leandro, sintió que los besos y caricias en cuello, boca y mejillas no se hacían esperar, el mentón de Leandro se posaba sobre la cabeza del niño sujetándole con las manos entrelazadas, se hacían el amor, ambas pieles blancas unidas al roce, Leandro demoraba en eyacular dentro del agua, le decía que lo desaba disfrtar más, así lo tuvo por un buen rato, Emilio se limitaba a cerrar los ojos y a sentir, estoicamente seguía recibiendo las embestidas del pene de Leandro, hicieron un alto viéndose ahora fijamente de frente, se manoseaban mutuamente los penes, los miraban a través de lo cristalino del agua, lo levantó al nene de diez años quien le hizo que sus piernas rodeen las caderas, lo sujetó d ela cintura, los brazos de Emilio José se aferraron fuertemente a los de Leandro que con una mano agarraba su pene, el nene de casi diez años cumplidos frunció el rostro posando su cabeza sobre los hombros del muchacho de diecisiete años, el pene se lo hacía penetrar en esa postura, estuvieron muy poco tiempo cogiéndose así, posteriormente Leandro caminó acostándose en la orilla sobre la arena de aquel día soleado, sintió su espalda el pecho del niño y en su ano sintió que estaba entrando ese pene erecto, las caderas del niño alzaban y bajaban, Leandro gustaba de eso, le decía que quería más y más así que Emilio José aumentaba el ritmo de sus caderas, dieron giros por la arena quedando acostados de perfil, las piernas se rozaban dándose besos sentidos, las manos recorrían mutuamente las pieles mojadas con arena pegada por la humedad, el pene peludo de Leandro contrastaba con el pene lampiño de Emilio José al momento de frotarse mutuamente, se miraban con deseo, para Leandro fue de mucho gusto ver que Emilio José voluntariamente se sentó sobre la entrepierna acomodándose para que el pene esté bien puesto en la entrada del ano infantil, así el pequeño descendía con su cadera haciéndose introducir el pene, alzaba y bajaba con rapidez, sus manos se poyaban en la arena, Leandro lo sujetaba de la cadera, así el movimiento era sostenido, emitieron gemidos sobre todo el niño, lo puso en posición perrito y las embestidas fueron de mejor forma, luego los pies infantiles a los hombros del gringo, así, así, así, era mejor la postura los movimientos de ambos cuerpos, el semen de Leandro quedaba dentro del ano de Emilio, el pene lo sacaba con sutileza, del ano salía semen, como desde aquella vez hace mucho tiempo, desde hace tiempo cercano sexualmente Emilio José se dejaba de Leandro, así quedaron por un buen rato acostados abrazados sobre la arena, disfrutaban del momento en aquel apartado lugar que era su sitio acostumbrado de encuentro, si, en aquel lugar, en aquella gran roca, en aquellos árboles tupidos donde Leandro fue desvirgado analmente por Luis Izaguirre Buonanote, el primo de su madre josefina Pozzo Buonanote, mientras tanto a kilómetros de distancia el visitante volvía a ver las fotos ahora con Josefina que le daba detalles de cada una de ellas, el visitante con avidez preguntaba por la foto de aquel niño, Josefina respondía jocosamente junto con su abuelo que ese niño de la foto se parecía mucho a su hijo menor Emilio José, el visitante recordaba hace poco que aquel niño fue quien lo saludó con cortesía, el visitante se enteró por labios de Josefina de la historia del difunto tío René, don Rodolfo se limitaba a escuchar cabizbajo mientras tomaban camino al cementerio a conocer la tumba de René, el visitante pasó la mano por el fino mármol de la tumba, estaba solo, nieta y abuelo estaban distantes arreglando plantas en la tumba de la abuela, solemnemente hizo silencio contemplando el pacifico lugar, los tres caminaron por los alrededores y se detuvieron a conversar debajo de un árbol frondoso, la conversación fue interrumpida por golpes de tacos militares que el portador solemnemente le pedía al visitante que lo acompañase para las maniobras, el altivo visitante se retiró haciendo venias de cortesía, en el auto iba meditando de lo que había escuchado, mordía su mano hecho puño, se preguntaba sobre lo que pasaría si esa familia conociese la verdadera historia de aquel niño víctima de la gran guerra, si supieran los miembros de la familia de René Buonanote que años atrás… él fue su iniciador.
FIN DEL CENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO EPISODIO
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