METAMORFOSIS 151
Consultorio.
Carlos Felipe del Olmo lamentaba por la desaparición de la buena Amanda con su hijito, ella orgullosa y digna no quería ya más recibir obsequios de prestante empresario, su esposa Noelia se había encariñado con el pequeño, no se entendía el porqué de esa actitud en la buena mujer que enterándose de lo calamitoso del atentado sufrido por Carlos Felipe fue junto con su hijito a visitarlo al hospital, la sola presencia del niño y su roce hizo que Carlos reaccionara de su crisis volviendo a la convalecencia, ahora ya no existía aquella empatía en cada encuentro con el bebé, Carlos comprendió las razones, el precio que tuvo que pagar al recibir sus obsequio fue la ruptura de Amanda con su compañero sentimental, Carlos sentía algo de culpa, Noelia de igual forma, así, se resignaron de no poder tener esas gratas presencias, había quedado en Carlos Felipe aquel sentimiento de angustia indescifrable en ese momento, muy lejos de ahí unas manos sostenían ropa agitándola y golpeándola sobre el lavadero, escuchó acercarse el ruido de un automotor, de ese vehículo salió el pediatra acompañado de su madre, la visita era para pedirle a ella que permitiera auscultar al niño, los hizo pasar al interior de su humilde hogar, se notaba pobreza y humedad, ella se había dedicado por entero a su hijito aquel hermoso niño rubio de piel blanca que dormía plácidamente, le dejó una dosis para que lo desparasite, las manos suaves del pediatra recorrían el rostro y vientre del niño que miraba atento aquellos movimientos, Amanda también atenta a los movimientos que denotaban cariño de ese hombre al niño, se podría decir una empatía paterna, los ojos claros del niño se abrieron dándole una linda sonrisa dulce al pediatra, sorpresivamente Amanda se dio cuenta de la atracción mutua como si fuesen padre e hijo, el niño espontáneamente abrió sus brazos en señal de querer abrazarlo, el pediatra se dejó llevar, abrazándolo con dicha inusitada e incontrolable, ambos rieron por instinto, Amanda estaba sorprendida por lo que estaba viendo, empezó a ruborizarse muy emocionada, la madre del galeno desde hace rato con pañuelo de seda en mano se limpiaba el sudor del rostro, pensó para sus adentros que su hijo era feliz teniendo cerca a ese niño, que a fin de cuentas le recordaba a Patricio Berlingieri su hermano perdido años atrás, desde ese momento las visitas del galeno fueron más regulares, crecía la empatía entre el médico y aquel niño hermoso, Amanda con cierto recelo de vergüenza permitía la visita del galeno, transcurrió un buen tiempo en que su hijo se restableció, lo que ella desconocía es que en el galeno había nacido un grato sentimiento de ternura por también ella, deseaba tenerla cerca, le propuso que trabaje en el consultorio, ella aceptó de buena gana, así, días después Amanda estaba trabajando junto al galeno, asistían muchas coquetas damas de alta sociedad que elogiaban galantemente al pediatra, una de las más asiduas era Fernanda con su pequeña hija que estaba delicada de salud, entre Amanda y Fernanda se creó una amistad sincera, la empleada dio cuenta en la mirada de Fernanda el apego hacia el galeno, fue notoria aquella tarde en la que una mujer muy briosa expresiva llegó al consultorio llevando en brazos a su pequeño hijo, la sangre de Amanda se heló, la impresión grande, vio la carita del niño, para sus adentros se dijo, el hijo de Gustavo Adolfo, aquel niño era medio hermano de su hijo, la mujer con emotiva prepotencia se dirigió a Amanda preguntando por el galeno, no tuvo respuesta pues en ese momento se abría la puerta saliendo Fernanda, el encuentro de ambas mujeres fue emotivo, la plática fue en un par de minutos prometiéndose visitar mutuamente pues desde hace tiempo no lo hacían, Amanda desde una distancia prudente miraba al niño, las amigas se despidieron, Amanda vio la cálida despedida del galeno con Fernanda en aquellos suaves movimientos de manos y cómplices sonrisas que iban más allá de simple cortesía mientras la amiga entraba al consultorio, Amanda se fijaba en aquel niño blanco, la carita tenía un gran parecido a la madre, vio escaso rasgo del padre en el niño a diferencia de su hijo que se parecía un tanto al padre militar, la compañera de trabajo vio la expresión de Amanda, quiso saber el motivo del estado, Amanda decidió callar y salir un rato a tomar aire, a través de los tabloides se enteraba de la vida social de la pareja, para esa época el apuesto agregado militar de cancillería era considerado del rancio abolengo capitalino, Amanda recortaba tales noticias guardándolas con esmero debajo del colchón humilde de su hogar, allí precisamente aparecía el hijo y esposa de Gustavo Adolfo, se notaba la felicidad del militar creando un celo en Amanda pues aún lo amaba a Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, le había dado un hijo que el militar desconocía de aquel alumbramiento, en ciertas ocasiones ella estuvo cerca de decirlo pero las circunstancias de vida lo impedían, ahora desde hace mucho tiempo vio a la esposa del militar, minutos después salía orgullosa marcando a su hijo, pasó cerca de Amanda, el niño cuya carita apoyada en el hombro de su madre la vio sonriéndole dulce e inocentemente, Amanda correspondió con un mimo de sonrisa, se había creado una empatía desde ese momento, la orgullosa mujer mediática salió despidiéndose con solemnidad, desde los altos en la ventana Amanda vio a la mujer caminar por la entrada subiéndose a un lujoso auto, al girar su cuerpo fue sorprendida estando a su lado el galeno quien le sonreía con la siempre amabilidad característica informándole que estuviera pendiente del arribo de su madre al consultorio, Amanda asintió con la cortesía de siempre, minutos después llegaba la madre del galeno, sorpresa para Amanda constituyó el deseo de la señora en invitarla a almorzar, ruborizada aceptó humildemente, su sorpresa fue grande al llegar al restaurant y encontrarse de nuevo en ese lugar con la mujer y el niño ahora acompañado de un bien vestido hombre con jovial presencia que marcaba al niño haciéndole mimos, la mujer a su lado sonreía haciendo la misma acción al niño, la mirada de la mujer con el galeno se cruzaron y se saludaron alzando la mano solemnemente igual lo hizo la madre del galeno, Amanda se resignó a sonreír cabizbaja, la madre del galeno preguntó por la salud del niño respondiendo Amanda que bien, la señora sugirió que cambie de vivienda que ese lugar ya no es propio para un niño debido al hacinamiento imperante, Amanda no podía hacerlo, los comensales entendieron y le dijeron que el motivo de esta invitación a comer era para informarle que tendría un sueldo acorde para que viva dignamente, la sorprendida Amanda agradeció humildemente en nombre de su pequeño hijo que lo cuidaba una vecina a quien le pagaba por hacerlo, y las veces que podía le daba cuidados, su mirada fue hacia la mujer pero en especial al niño que ahora comía en ayuda de aquel hombre que lo cuidaba con esmero dándole repetidos besos en la mejilla y en el pelo, en esos minutos aparece un hombre ya cincuentón que se sienta frente al niño en esa mesa amplia, los mimos no se hicieron esperar, un camarero toma la orden, el hombre la pide sin dejar de acariciar a su nieto primogénito, la hija le hace gestos para que observe la mesa alejada, saluda con agitación de las manos, no contento con ello se acerca a saludar a los comensales, lo hace con sentido abrazo cordial a la señora madre del galeno, sostuvieron una corta charla regresando el orgulloso abuelo junto a su nieto, hija y sobrino, la atención era para el niño, Amanda daba cuenta de ello, de lo feliz que se estaba criando ese niño muy parecido a su madre, los tres comensales salieron del restaurant despidiéndose con agitaciones de manos para los presentes en mesa alejada, Jairo Arciniegas vio a la elegante mujer de ascendencia italiana alejarse del lugar había dentro de sí sentimientos encontrados, como de alguna lección pendiente, de eso no dieron cuenta hija y sobrino que atentos estaban en comer los alimentos, rato después dos vehículos lujosos se estacionaban en aquella lujosa casona, del primero salió Isaurina con su pequeño hijo en brazos, la acompañaba su primo ayudándole del brazo a subir las escaleras, del otro auto un chófer abría la puerta saliendo aquel político de poca monta Jairo Arciniegas, orgulloso y feliz de ver nuevamente a su nieto a quien se le acercó a mimosamente tomarle las manitos correspondiéndole el niño con amplia sonrisa a su abuelo, la charla continuó en el gran salón, tío y sobrino tomaban algunas copas de brandy comentando el estado de negocios y la problemática nacional que continuaba con los insurrectos, pasaban los minutos y el niño se durmió en brazos de la madre, Isaurina subió las escaleras en dirección a su cuarto donde estaba la cuna, arreglaba de buena forma viendo el rostro angelical del niño cuyos labios y cejas eran delineantes llenas de hermosura, la mano de la mujer recorría con amor aquellas facciones infantiles quedándose fijamente mirando aquel rostro muy parecido a ella, es en ese instante que siente la acción de brazos rodeando su cintura con seguridad, en su hombro siente el mentón de su primo que le dice al oído lo precioso que está el niño creciendo cada vez más con el pasar del tiempo, siente que la lengua le recorre el paredón auditivo, eso la hace poner pile de gallina, se eriza la piel, logra calentura, él la siente con agrado y mueve las manos deslizándose por la entrepierna manoseando la vagina vestida, levanta la falda deslizando el interior, el trasero de Isaurina siente el desliz del pene salido por la cremallera abierta del pantalón de su primo, los roces no se hicieron esperar haciendo que Isaurina se apoye en la cuna mordiendo los labios cerrando los ojos denotando placer en su gesto facial, el glande estaba entre los glúteos moviéndose repetidamente arriba abajo, lentamente las manos viriles desabotonaban el fino vestido plisado, cayó al suelo junto con los interiores, la mujer se volteó, ahora el glande rozaba la vagina, así parado la sujetó de la cintura arrimándola contra la cuna viéndose su pene y vagina rozándose mutuamente, ya para ese momento ella lo tenía sujeto de la cintura pidiéndole con calentura que la poseyera, demostrando así su éxtasis extremo marcado por sentidos y apasionados besos con lengua, fueron abrazados caminando por instinto con los ojos cerrados en dirección a la cama en la que dormía con el militar, allí ambos cuerpos desnudos se besaron apasionadamente, ella se entregaba como siempre a su primo, su amor y pasión la tenían desde la niñez, su primo había sido su iniciador, aunque el militar no lo sabía, más sí aquella pareja de amantes que desenfrenadamente demostraban y ratificaban su amor clandestino, era tanto su apego sexual que olvidaron la seguridad del lugar, deseaban imperiosamente amarse, deberían hacerlo pronto, abajo estaba la figura familiar importante muy significativo en la vida de ambos, don Jairo Arciniegas, el primo hizo uso de las manos sensuales por las piernas y muslos de la mujer, lentamente se sacó el pene frotándolo y manoseándolo a cuatro manos, estaban calientes, deseosos de poseerse, le introdujo el pene en la vagina haciéndola gemir mientras en su delante estaba la cuna con el niño profundamente dormido, el hombre empujaba las caderas con firmeza y la mujer recibía las embestidas, la forma tensa con la que recibía aquellos movimientos de meter y sacar la transportaban a la excitación máxima, lo sostenía agarrada de los brazos bien abierta de piernas ientras la cuna se mecía, el hombre seguía viendo de reojo la figura del niño en la cuna, emocionado seguía penetrando la vagina de su prima viendo esa paz en el rostro del niño que estaba profundamente dormido, la mirada firme del hombre en el pequeño hizo que el amante sienta botar el semen dentro de la vagina de Isaurina, pero eso no impidió de que a continuación siga embistiéndola hasta hacerla que también explote su orgasmo, fue todo tan rápido pues ella le recordaba que podría en cualquier momento subir su padre y verlos así, el primo sonriente entró al baño limpiándose el pene y al instante ella entra a limpiarse la vagina, ambos con gusto se miraban los genitales sonriendo por la picardía de su acción anterior, el primo fue el que salió primero de la habitación, ella se acostó en la cama, en el gran salón Jairo seguía bebiendo brandy, a la ausencia de su sobrino se había tomado unas cuantas, cuando vio bajar por las escaleras pausadamente a su joven pariente alzó copa en mano para seguir bebiendo, lo acompañó por un rato más hasta ya verlo con ojos entrecerrados, el motivo de estar así, era que se sentía orgulloso por su nieto primogénito, aquel pedacito de gente que como abuelo le había cambiado de vida, lamentaba que el apellido Arciniegas no se perpetúe en su nieto pasando a ser Pozzo, al escuchar eso el sobrino emitió una leve mueca de sonrisa, lejos estaba de pensar Jairo que en su delante estaba con el amante de su hija, su propio sobrino, el hijo de su difunto primo, de saberlo, la crisis familiar y social acabaría con la ya tan desprestigiada fama política de Jairo, el sobrino bebió unas copas más despidiéndose luego de su tío como antiguamente se hacía, es decir, besando la mano extendida de su tío Jairo Arciniegas, el político de poca monta vio salir del amplio salón escuchando el cierre de las puertas, el hombre se detuvo en la entrada viendo hacia la ventana iluminada de aquella habitación que ratos antes estuviese haciéndole el amor a su prima Isaurina, sintió ya el frio de la noche en su furor, eso le estimuló a sus nervios y sacó de su bolsillo una caja metálica brillosa al reflejo de la luz pública, la abrió y ajustó en sus labios el tabaco encendiéndolo con paciencia haciendo boconadas prolongadas, de pronto de la ventana aparece la silueta de su amada prima, se vieron y sonrieron, se dieron de besos volados prudentemente con agitaciones de manos, luego alejándose el hombre del lugar ante la atenta mirada de su amante, dentro del gran salón un meditabundo Jairo se dejaba llevar por los recuerdos estimulados por el efecto del alcohol, una de sus manos tenía agarrado un fino habano humeante, en la otra sostenida estaba una copa de fino brandy, su mirada entreabierta en sus ojos miraban a través del firmamento delimitado por los filos de amplia ventana abierta cuyo viento movía las cortinas entrando un aire medio gélido producto de la noche estrellada desenvuelta en aquel momento, el hombre cincuentón se recostó en el amplio sillón sin dejar de mirar enfrente, quizá buscando respuesta a eso que turbaba su alma, quizá buscaba compasión asimismo, auto consuelo de verse en ese trance, de no poder decir lo que debería, de no poder abrir muchas puertas a la verdad, él era poseedor de algo, abrió la boca desentonada en fuerte bostezo, vino un prolongado sorbo de bebida alcohólica, se emocionó al mismo tiempo que su rictus era descrito, su mirada penetrante era motivo de análisis interno de lo que miraba, dio unos pasos al balcón recibiendo la brisa nocturna, divisó a lo lejos las pocas luces lejanas delimitando todavía a esa hora la ciudad capital allá lejana desde su propiedad, es que su gran casa estaba en lo alto de aquella montaña la más alta de su propiedad allí quiso hacerla su bisabuelo descendiente de criollos españoles y luego gestor de la independencia del país de la canela, de ahí sus antecedentes de líder político pero que la vida lo había descrito con su accionar en el segundo plano, desde aquel balcón de casa alta miraba el firmamento cerrando los ojos como desplazándose con su mente y cuerpo por el espacio tiempo hasta abrir sus ojos imaginándose al verse sentado lanzando piedras a la orilla del lago con sus pantaloncitos cortos y unos gruesos tirantes sosteniéndolos con una remera ajustada y con sandalias, allí estaba Jairo Arciniegas de niño a sus más de seis años, el giro de su cuerpo hizo ver a su padre Leovigildo solo puesto el pantalón y unas botas cortando leña con hacha, el niño sonreía viendo el trajín de su padre de fruncida cara sudorosa como siempre en esos brazos gruesos musculosos que a su madre le daban seguridad, corría el año de 1912, aquella soleada mañana salía del interior de la gran casa la madre de Jairo llevando hacia el lago la tradicional limonada con pan y queso nativo con jalea, el niño corrió al encuentro con su madre, los tres sentados disfrutando la comida fueron interrumpidos por un criado que anunciaba la llegada del amo patrón, el padre de Jairo se levantó de súbito, Leovigildo tenía una diferencia de edad de ocho años con respecto a la visita y además su amistad se remontaba desde la niñez, eran periódicas las visitas a ese lugar, allí se organizaban fiestas fastuosas frecuentadas por lo mejor de la sociedad de la época, sobre todo de los inmigrantes pues por la línea materna Jairo tenía descendencia ítalo británica a más de la criolla española, aquella visita necesitaba ser atendida, Leovigildo se limpió el sudor corporal y realizó pasos acelerados para entrevistarse con el visitante, no faltaba más, vino el abrazo cordial, Fulgencio Arichabala percibió el sudor de Leovigildo que de edad madura se había hecho de mujer ante las presiones de la gente, Fulgencio fue el de la iniciativa en el diálogo, el motivo de su vista era para invitarlo a una cena íntima entre las dos familias prestantes, la pasarían bien ese fin de semana, más parecía orden protocolaria que cordial invitación como él se refería con el tono el visitante, algo cabizbajo aceptó, había de por medio un compromiso grande entre ellos, y fue en aquel fin de semana que mucha gente estuvo divirtiéndose, Jairo en compañía de otros niños jugaban con notoria alegría, desde un rincón sin ser visto le llamó la atención un discreto pase de las manos de ambos por los traseros, luego las miradas cómplices de su padre y su amigo, como que su padre era el de la iniciativa, en ese momento su madre se hace presente, la sonrisa se transformó en seriedad saliendo del salón al jardín, los dos hombres hablaron con ella, sus movimientos de negación no se hacían esperar, Fulgencio se retiró solemne, pasó a su lado moviéndole el pelo acariciándole las mejillas viendo fijamente con sonrisa la carita infantil, como un rayo su madre se acerca tomándolo del brazo olía a champaña, su padre estiró la mano y los tres entraron a la recepción caminando en su delante el anfitrión, Jairo no tenía hermanos, de ahí que sus primos asumían esa función, uno de ellos lo invitó a seguir jugando, de nuevo vio el encuentro entre ambos amigos, el de la iniciativa del manoseo era de su padre Leovigildo, a su vez Fulgencio se limitaba a sonreír, caminaron discretamente hacia un apartado y oscuro lugar, el niño los vio perderse, al rato retornaban sudorosos con amplia sonrisa con acelerada respiración, luego de aquello pasaron varios días, Jairo se encontraba jugando con su perro pastor alemán de nombre Yolo, éste ladró con fuerza, se acercaba un visitante, el pequeño Jairo se puso en pie, alegre al recibir una caja con dulces y autitos de latón, la visita preguntó por su padre respondiéndole que estaba en la ciudad y volvería en la noche, en eso aparece la madre del niño, algo de expresión extraña ante la presencia de don Fulgencio Arichabala, vio a Jairo con las manos extendidas sosteniendo la caja con regalos infantiles, la mujer ante el gesto correspondió sonriente al ver que aquel hombre le acariciaba el pelo y las mejillas, el niño se puso a jugar con los obsequios, pasó un buen rato cuando decidió entrar a su cuarto y llevar al jardín unos soldaditos de juguete, al pasar por el corredor de la habitación de sus padres escuchó unos gemidos que eran los de su madre, Jairo intuyó, eran los mismos que una vez le había escuchado a su madre cuando hace pocas semanas al escuchar esos gemidos abrió la puerta descubriendo a su padre encima de su madre, ambos desnudos, quedó inmóvil muy observador, a orden de su padre salió cerrando la puerta, Jairo ahora se sentía inquieto pues los gemidos de su madre eran más intensos que los de la anterior ocasión, de alguna manera quiso girar el pestillo pero estaba con seguro, su curiosidad era intensa así que puso su carita con mejilla apoyada sobre el piso viendo por lo bajo del marco de la puerta, uno de sus ojos vio la ropa de ambos tendida en el suelo junto a la cama, los pies masculinos estaban sobre el piso las piernas demostraban que estaba sentado, los pies femeninos en sentido contrario rozaban las piernas masculinas, los ojitos del pequeño Jairo notaba que se lazaban y se bajaban al mismo tiempo los gemidos que se incrementaban, sin lugar a dudas, la escena de sus padres que aún la tenía fija en su mente, pero ahora suponía que era con el visitante, en la casa solo estaban los tres, hasta ese momento, pues instantes después sonaba un claxon de un vehículo, el pequeño Jairo se asomó a la venta vio que la criada con su compañero se bajaban con víveres entrando a la sala luego con dirección a la cocina, iba por los dulces ofrecidos ssentandose a comerlos en el sillón, pasaron unos minutos y el prestante Fulgencio salía de la habitación, estaba muy confiado, salía arreglándose la ropa, a su lado la madre del pequeño que se arreglaba el interior y sin ser vista de su hijo le había dicho a su amante que baje con prudencia, su gélida expresión hizo percatarse de su hijo al ser vista con aquella típica mirada intuitiva, se dibujó preocupación en el rostro de la mujer, Fulgencio Arichabala la tomó sutilmente del brazo diciéndole al oído que lamentaba no haber consumado el hecho, sonrió dándole confianza a la mujer que viendo a su hijo se puso cabizbaja, ella sutilmente asintió cunado Fulgencio le dijo algo más al oído viéndoles de frente el pequeño Jairo Arciniega, sonriente el hombre le dijo al niño que camine en su delante tomándole de la mano, la mujer los escoltaba al bajar las escaleras de la gran casa, vio que el hombre le sobaba el trasero a su madre al disimulo sonriendo, la mujer los acompañó a la rivera del lago, aguas arriba había un río que pasaba por aquellas tierras, Fulgencio en parte conocía el lugar, Ffulgencio y Jairo remaron el pequeño bote por largo rato alejándose de la orilla, la mujer agitaba las manos vio que entraban entre dos lomas, tras el llamado de los criados para que supervise las compras decidió entrar a la casona muy segura del cuidado de su hijo, pensó que en mejor compañía no podía estar el pequeño Jairo, los dos estaban frente a frente en el extremo del bote, Fulgencio remaba pasivo viendo detenidamente la cara del niño con sus manitos aferradas al bote y así con su mirada bajaba a ver la entrepierna, sus piecitos portaban sandalias y un pantaloncito corto amplio en cuya manga se podía ver la tela del interior cuyo color era contrastando con su pantaloncito corto, Fulgencio miraba la entrepierna con atenta fijación también en aquellos bien formados dedos de los pies sin dejar de sonreír y el niño con amabilidad correspondía sonriendo ante la agitación de las manos del hombre en su cabeza infantil, le hizo sentar sobre su entrepierna, la mejilla del niño rozaba con la recién afeitada mejilla de Fulgencio como si se hubiese preparado para el momento, la nariz rozaba el sedoso pelo del niño bonito bien cuidado, vio las manitos alargadas tomando los remos haciendo más que nada que el bote gire en círculos, los dos reían en el movimiento del bote, las manos del hombre se posaban sobre las del niño que ya empezó a sentir besos en su cuellito por parte de Fulgencio, le preguntaba si le gustaba que le diera caricias, el nene asentía con sentido de pensar que eso estaba bien pues de igual forma sus padres lo hacían con esa misma ternura para su juicio de aquella edad asumida, en el pequeño Jairo Arciniegas se dibujaba una figura paternal respecto a Fulgencio Arichabala, era muy amigo de sus padres se dejaba acariciar, d epronto el pequeño de su trasero sintió crecer un bulto, las manos de Fulgencio hurgaban la entrepierna infantil a manaera de caricias sutiles, el pequeño Jairo miraba con atención aquellos movimientos de manos que le hacía el adulto, sentía el golpe de respiración en su pelo, al poco tiempo en el que aún remaban por el lago Fulgencio se pone en pie en medio del bote, las amnitos del nene toman los remos y allí sentado mira al adulto que se arregla la ropa especialmente le pantalón que llevaba puesto, de súbito la mano del hombre desliza la cremallera delante d elos ojos del nene que mira el deslizamiento del calzoncillo sacando ese hombre su erecto pene, lo agita por unos instantes suficiente para que Jairo lo vea, el hombre no paraba de reír, Jiro seguía viendo ese pene muy fijamente, sus dedos temblorosos de la impresión rozaban los remos, el hombre con cuidado se acercó al nene pidiéndole que etire la mano, obediente Jairo tomaba con sus temblorosas manos aquel pene grueso, los dedos pulgares rozaban el glande salido del prepucio por efecto de los otros dedos como le enseñaba a hacerlo ese hombre que se acuclillaba viéndose el pene erecto, sin dejar de reír le decía que cuando se a hombre lo tendría así, le señalaba su pere erecto diciéndole que sevía para jugar rico, le preguntó que si le gustaría jugar, le pequeño Jairo Arciniegas se limitaba a ver tímidamente el pene que aún tenía acariciando en sus manos como le estaba enseñando Fulgencio Arichabala, luego curiosamente asentía, el pene estuvo más próximo y con cuiddo aquel hombre lo tomaba, hizo que el nene se recueste y así ya lentamente el glande rozaba los labios de Jairo, para el nene fue un sorpresa aquello, más aún cuando obdedció a aquel hombre para que abriese la boca, parte del glande entró en su boca a lo que instintivamente se apartaba, ese movimiento brusco comprometía la estabilidad del bote, el hombre se sentó arreglándose el pantalón poniendo ese erecto pene en su sitio, le hizo sentar en su entrepierna y le acariciaba el pelo tratando de calmarle ganadose la confianza, le señalaba el paisaje del lugar, sentía que el niño estaba tranquilo, dejaron de remar, las manos de Fulgencio deslizaba la cremallera del pantalón corto hurgándole y así le sacaba el penecito lampiño, Jairo curiosamente se dejaba manoear sutilmente el pene lampiño, le estiraba y le hacía círculos con los dedos ese glande cubierto por el prepucio mostrándose así su viginidad, Fulgencio no paraba de besarle el cuello y el pelo repetidamente lo cual sintió del nene esa calentura normal de piel, le preguntó si le gustaba eso, si se sentía rico, y el nene respondia asintiendo sin articular palabra, de pronto le vino suspiros repetidos ante tanto frote del pene con los dedos, se ladeaba instintivamente, de eso se parovecahab para rozarle el traserito vestido y meterle la mano dentro de la tela del pantaloncito corto haciendo que los dedos rocen la aentrada del ano, los suspiros se incrementaban, los dedos del nene se aferraban al borde del bote, Fulgencio lo tenía así medio encorvado y uno de sus dedos logró rozar al entrada del ano de Jairo, el hombre sonreía sacando el dedo, el niño vio que el dedo pasaba por la nari del homre que no dejaba de reír, le dijo que tiene un oloros potito que no se lo había lavado bien, Jairo quedó de cara al bote, era verdad, tenía esa costumbre de no preocuparse por limpiarse bien su culito, por unos instantes ese dedo pasaba por la nariz de Fulgencio viendo fijamente al nene, tiempo después llegaron a una orilla del apartado lugar que era un pequeño islote con tupida maleza y un área que contenía arena rodeada por la vegetación, fue en aquel septiembre de 1912, difícil olvidar para el pequeño Jairo, caminaron por la espesura, Rodolfo lo llevaba tomado de la mano, a veces sus sandalias se atascaban y Fulgencio le ayudaba, llegaron al sitio escogido por Fulgencio, e niño estaba a su lado contemplando el lugar, ese lugar de arena rodeado de tupida vegetación, vio que el hombre se anoseaba el pene vestido, le acariciaba el pelo, Fulgencio recordaba que ese lugar hacia el amor con la madre de Jairo, viendo sonriente al niño dijo en voz baja que: si no terminé con tu madre, lo voy a hacer contigo, ven, acuéstate, le dijo al niño que estaba un tanto sorprendido de escucharle, el niño lentamente obedecía, vio a Fulgencio a su lado que le sacaba las sandalias luego le deslizaba su pantaloncito corto dejándole su interior, el niño se miraba sus pies descalzos y sus piernitas blancas muy suaves de niño bien cuidado, la cara del hombre recorría la entrepierna infantil oliendo el pene vestido por la tela del calzoncillo, suavemente y con lentitud iba deslizando lo que quedaba de prenda en su cuerpo pues ya antes lo había hecho con su camisa, por unos instantes Fulgencio disfrutó viendo la completa desnudez del estático niño que se cubría y se manoseaba el pene inocente de lo que le estaba pasando, era la primera vez que un hombre lo veía desnudo a plenitud, agitaba sus piernitas, asimismo vio desvestirse a Fulgencio, así de esa manera después de unos instantes el niño vio acercarse la cara de Fulgencio abriendo la boca lamiendo y luego chupando con lentitud y suavidad aquel penecito lampiño, haciendo pausa en sus lamidas Fulgencio lo miraba al niño con ese impacto penetrante e intimidatorio, le preguntaba si le gustaba, el pequeño Jairo inocentemente respondía con un corto sí, mostrando su inocencia y su impresión con tinte de timidez, luego de un momento se vio que la carita de Jairo casi rozaba el pene de Fulgencio, agitaba el pene, Jairo no dejaba de ver agitarse y moverse a ese pene erecto por sus brazos y estómago, con voz baja Fulgencio le decía al nene: vamos Jairito precioso, bello, déjate mijo, vamos a jugar como luego lo haremos siempre, ahora que no hay nadie lo vamos a hacer mejor, ven acá, hermoso, ven, tranquilo, que no te va a doler, te lo aseguro, verás que te va a gustar, te voy a enseñar muchas más cosas que te van a gustar tú si quieres, verdad Jairito con timidez y algo resignado asintió y se dejó llevar como siempre de las intenciones sexuales de Fulgencio luego le seguía lamiendo el penecito, complacido de ver en cada deslizamiento de lengua por el tronco del pene cómo el niño cerraba sus ojos, dejándose caer al piso con rictus en cada chupada penetrante abarcando todo ese penecito en su boca, así lo acomodó y acostó de mejor forma boca debajo y allí fue que se puso inquieto al sentir el paso de la lengua por entre los glúteos siendo abiertos para que la punta de la lengua humedezca la entrada del ano tibio, a golpe de saliva y luego el dedo grueso lubricando de a poco al sentir gemidos del niño se detenía, la mirada lasciva de Fulgencio era demostrada con entusiasmo sin que lo vea el niño, ya se suponía en la mente lo que le iba a ser al pequeño, tragó saliva de la emoción de tener en sus manos aquel hermoso cuerpo de niño precioso, lo puso acorde a la necesidad besándole en repetidas ocasiones la espalda a la vez que sus dedos recorrían esa piel tersa desnuda, cuello y glúteos fueron lamidos, chupados y besados con cierto deseo calentón, Jairo se limitaba a sentir el paso de labios y lengua, al poco sintió algo incómodo en su trasero y eso se lo hizo notar a Fulgencio quien le pidió que se relaje, es que el grueso pene entraba en el ano poco a poco, milímetro a milímetro, así, el dolor cada vez era más fuerte en Jairo, gemía duro al sentir dolor en el ano, mordía sus labios y sus manitos se aferraban a l suelo, así el hombre se detenía para luego más ensalivar el ano y seguir penetrando ese trasero, pedía al niño que se relaje, la espalda del niño era acariciada hasta el coxis sintió así algo de calma, pero de nuevo fue interrumpida por un fuerte dolor que lo hizo chillar y sacar el llanto ante la desesperación del dolor en tratar de soltarse pero no podía, estaba siendo sodomizado y sometido en sus instintos por la decidida penetración del pene de Fulgencio, en ese vaivén y embestida Fulgencio recordaba muchas cosas de su infancia, de cómo asimismo fue sometido, reía con cierto aire de revancha, cumplía así su deseo, a Jairo un fuerte dolor recorrió su ano desesperado abría los ojos y sus manos sometidas entrelazadas con las del hombre que no lo soltaba, su boca se abría, lloraba desconsoladamente deseando que todo termine, bufaba fuerte, gritaba de dolor con mezcla de llanto y sollozo, nadie los escucharía en ese apartado lugar muy bien escogido por Fulgencio para desenfrenar sus instintos sexuales, Jairo era sometido, ya las súplicas que lo dejase de nada servían, Fulgencio estaba consiguiendo lo que se proponía, el mentón descansaba sobre el pelito del niño, le deía que ya casi, ya casi, pese al dolor el niño de más de seis años sentía caricias y besos, lo hizo poner boca arriba, vio el grueso y peludo pene deslizándose sobre su pene lampiño, aquellos pelos lacios alargados de los testículos y pelvis se deslizaban sobre su penecito, el pequeño Jairo no aguantaba el dolor, latía su ano con vehemencia, estaba acalambrado, trataba de moverse, no podía, vio salir de su ano sangre, estaba inmóvil, vio con tristeza y culpabilidad a la vez al sodomizador que se movía el pene saliéndole semen del ensangrentado glande que caía en el rostro del pequeño Jairo, el líquido se deslizaba por mejillas y comisuras, mientras escuchaba aquella frase que impactaría sus sentimientos de por vida: Si hace rato no lo pude terminar de hacerlo con tu madre, ahora lo hice contigo, cuidado con contarlo con alguien, recuerda que tu madre es mía, esas palabras contundentes a la vez brutales perturbaría para siempre su carácter, su mente y su corazón, viéndose así desnudo se sintió raro, sus pies tiritaban al movimiento leve del roce de sus talones por el suelo, su vida había cambiado, aumentaba su timidez y vergüenza viendo al hombre que le hizo eso, sintió ganas de correr pero no pudo, le dolía mucho el ano, su rostro lleno de lagrimas y el no parar de sollozar hicieron ponerle más atención de parte de Fulgencio, le ayudó a caminar lenta y pasivamente, el niño entró al agua a lavarse, la molestia en su ano no se hizo esperar, la salida de sangre se había suspendido, se sentó meditabundo viendo el movimiento del agua quieta por efecto del viento, estaba en la orilla sentado sobre una roca grande que sobresalía en la arena en donde quedaban restos del hilillo de sangre, sus manitos y bracitos rodeaban sus piernas, su mentón apoyado en las rodillas con sus manos entrelazadas, sollozaba poco, miraba sus pies descalzos, sus piernas rozagantes, sobre algo de calma tuvo, Fulgencio cariñosamente se acerco con la ropa junto al niño, lentamente lo vistió, de regreso en la canoa todo era silencio, Jairo no deseaba ya remar pese a la insistencia cordial de Fulgencio que así detectaba el ánimo del niño, pensativo y cabizbajo el pequeño Jairo anhelaba llegar a casa, entró con pausa, el estado de ánimo ya no era el mismo cuando lo dejó su madre, ella le preguntó por esa actitud de su hijo, Fulgencio dijo que se había golpeado, la mujer atendió al niño, Jairo guardaría silencio por lo sucedido, fue intimidado por ese hombre a desarrollar el silencio de lo que había sucedido, esos días la pasaría pensativo con poco de apetito que lo hizo bajar de peso, poco ya le interesaba jugar, la pasaba pensando, sus padres se preocuparon al notar esa conducta irregular en su único hijo, comenzaron el dialogo preguntándole por su molestia desde un par de semanas acá, coincidiendo con las visitas de Fulgencio a la casa en esos tiempos, pese a la insistencia de sus padres el niño no hablaba, la mujer salió de la habitación siendo penetrante la mirada del niño en su madre viéndola salir de su cuarto, padre e hijo se tenían más confianza, sólo los dos sabrían lo que se dijeron, de repente Leovigildo salió aprisa, Jairo lloraba desconsoladamente cubriéndose el rostro con las sábanas, el hombre sin articular palabra vio a su esposa y se limitó a tomar su saco de invierno, sin despedirse se alejó de la gran casa, fue la última noche que lo vieron vivo al jefe de familia, al día siguiente muy temprano en la mañana un policía tocaba la puerta de la gran casa informando la mala noticia ya que se había encontrado el cuerpo de Leovigildo Arciniegas, flotando sobre el río con un tiro en la cabeza, desconsolados madre e hijo hicieron los servicios fúnebres, su madre tomó las riendas del negocio de su padre, ahora, las llegadas de Fulgencio a la casa eran más seguidas, el tiempo permitirá que el niño escuche entre cortinas escondido los rumores que su madre era la amante del prestante Fulgencio Arichabala, el pequeño no soportaba convivir con ese hombre que había sido su iniciador, sentado sobre su cama el pequeño se tocaba el trasero llorando desconsoladamente, cerró los ojos, luego, saliendo del flashback el ahora cincuentón Jairo abre sus ojos, su mirada es intensa, se encuentra ya en su realidad, Jairo el ahora aquel actual hombre cincuentón, suspiró ante tantos recuerdos, tuvo deseos de ir camino al baño a efectuar su necesidad biológica, sentado en el inodoro pujaba al defecar, recordando por la acción del deslizamiento del excremento por el ano lo que había sufrido n su infancia y en cada expulsión fecal recordaba la acción de aquel pene rompiéndole aún más el esfínter desvirgándole por completo en aquella noche de luna en su cama oliendo el tufo de aquel borracho que lo sodomizaba compartiendo sexo en aquellas visitas que Fulgencio le hacía a su madre, dejó de sodomizarlo cuando ya cumplió quince años, se podía valer solo y amenazaba con contarlo todo, pero se retenía de hacerlo ante el escándalo en una época social muy conservadora en la que dependía su madre del negocio comercial, cada acto sexual al que era sometido le venía un dolor profundo en las fibras de su alma, se arrodilló con vaso en mano arrojándolo por la ventana, hubo un grito de alarido, desfallecido a medias tomó aire en el balcón sin dejar de negar su existencia, sin dejar de mover negativamente su rostro, ssu manos cubrían el rostro, parecía que más grande era el dolor de su alma que ese estado de embriaguez, se sentó sobre el sillón a llorar como un niño desprotegido, vio las fotos donde estaba con sus padres y fue doloroso haber recordado aquellos días, de saberse tan lejos y a la vez tan cerca con su verdad por delante que había marcado su destino, ahora en su nueva vida, primaba su nieto, le vino a la mente aquel rostro infantil, pasó ligeramente su mano derecha por el rostro moviendo negativamente su cabeza, al saberse que su perpetuidad de su apellido se extinguiría en la siguiente generación, el hombre cincuentón apretó con furia los dientes, se contuvo en gritar de nuevo, como quien arrepentido de su existencia, de su historia de vida, las lágrimas vertidas en su rostro se deslizaban, con algo de paciencia a punto de desfallecer tomó el porta retrato que contenía la foto del niño teniéndola en el pecho, luego se fue quedando así nomás dormido.
FIN DEL CENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO PRIMER EPISODIO
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