METAMORFOSIS 154
Momentos desgarradores.
El agua escurría sobre los cuerpos infantiles que brillaba su piel a la incidencia de los rayos de sol en aquella mañana radiante de alegría para los pequeños que correteaban por el amplio jardín a vistas de sus madres y demás parientes jubilosos, las empleadas se encontraban dentro de la gran casona vigilantes y atentas al llamado de las madres, lo mismo ocurría con la pequeña Victoria Micaela viendo al pequeño Daniel Nicolás con manguera en mano que seguía a su primita, corría con dificultad descalzo con vaivén sobre el césped, sus piecitos contrastaban en su color de piel con el verdor de la grama, vestía solo su interior de color blanco, se daba a notar con sus gruesitas piernas de niño bien alimentado y cuidado más por la empleada que por su madre, su pelo castaño lacio se agitaba al viento, sus manitos seguras sostenían la manguera detrás de su primita, así con esos movimientos que hacía daba que la tela mojada dejaba ver la piel húmeda escurrida de agua, no paraba de reír persiguiendo a la pequeña, el orgulloso abuelo veía distante bajo la sombra de un frondoso árbol copa de brandy en mano como de costumbre haciendo pucheros con el habano, miraba a su nieto nacido en marzo de 1954, para esa fecha de agosto de 1955 ya tenía un año cinco meses de vida, sus nueras a cierta distancia contemplaban el correr del tierno niño ahora tras las primitas haciendo ademanes con mojarlas, la pequeña Cayetana cayó, su naturaleza había sido esa, desde su nacimiento adoptó la fragilidad, en contraste con su hermana mayor Victoria de recio carácter a sus once años, quedó tendida en el piso, el niño inocentemente se aprovechó de la situación regándole agua sobre el cuerpito, la niña incrementó el llanto al sentirse mojada, Justin tomó a su hijo el pequeño Daniel Nicolás, apartándolo de la primita que ya estaba mojada por completo, a la pequeña le vino la tos permanente, Fernanda muy presurosa cobijó a su hijita, mientras tanto Fulgencio desde el frondoso árbol fruncía el ceño, masticaba con rabia el tabaco, su madre que para ese momento había llegado imitaba el desconsuelo de su hijo con gestos faciales de reprobación moviendo negativamente la cabeza, la matrona senil daba unos pasos firmes sobre la grama siempre acompañada de su empleada, impresionó a Fernanda la actitud de la anciana que hizo un gesto indiferente al pasar junto a ella no tomándolas en cuentas que estaban sentadas sobre la grama, siendo más atenta la anciana con sus pasos y mirada fija en su delante con la prepotencia que de su rostro salía llegando a donde estaba el pequeño junto a su madre acariciándolo con devoción, Justin sintió la misma impresión pese a que debería sentirse halagada, le apenaba mucho la actitud siempre indiferente de la anciana para con Fernanda y su segunda hija, el niño pese a estar mojado se abrazó del faldón amplio de su bisabuela, la anciana se sentó sobre una silla que la dama de compañía le acercó, tomó al niño en su regazo mimándolo coomo quien celebraba tal travesura infantil, pasos cercanos a ellas seguían Fernanda con su hijita viendo la escena cariñosa de la anciana a la que se le unía el abuelo Fulgencio, el niño estiraba los brazos queriendo abrazar a los dos parientes al mismo tiempo, así ocurrió, la escena era tierna en presencia de Justin la hija del senador Pérez, Victoria cercana se limitaba a sonreír y de un impulso se sumó a los parientes en el abrazo, el jubiloso Fulgencio abrazó a su nieta nacida el 9 de septiembre de 1944, mientras con prudencia Fernanda con rostro que dibujaba tristeza se alejaba sin ser notada, un claxon suena, se aprecia la llegada de un coche con placas del congreso, sorpresa para todos la llegada del ilustre visitante, el primero a su encuentro a saludarlo fue el dueño de casa, su consuegro Fulgencio Arichabala, padre de su yerno Nicolás, el senador Luis Daniel Pérez entró a la propiedad caminando por el amplio jardín recibiendo de rodillas a su nieto que al verlo caminó por el jardín de mano de su madre al encuentro con su abuelo, el político lo marcó al niño sin importarle lo poco mojado que estaba, entró a la gran casa con su nieto sentado sobre sus hombros, el niño alegre al sentir el cariño de su abuelo, dentro del auto quedaba un muchacho pensativo viendo aquello, sacó de su mochila unos cuadernos y se puso a dibujar, era su desfogue ante la indiferencia y anonimato al que lo sometía su padre, garabateó figuras, escenas campestres llegó a su mente de aquel lugar donde había sido feliz, el chófer era testigo de aquellas acciones, los dedos alargados del muchacho se afincaban el los trazos multicolores, su lengua salía por la boca apretada de los dientes, así Luis Alfonso desfogaba sus pasiones, el chofer vio crearse mediante los trazos aquellas siluetas de niños desnudos acostados sobre la arena ante el brillo del agua cristalina resultado de la incidencia de los rayos de sol, se inspiraba mucho en los cuadros de Sorolla, rememoraba así sus escenas de niñez, el chofer era consciente de la habilidad del muchacho, en el internado había perfeccionado su destreza, hace rato su padre le dijo que esperase en el auto, que pronto saldría con destino al internado, pero el tiempo se alargó, hasta que vino ya el boceto estaba concluido, su medio hermana de padre fue a saludarlo limitándose a un cordial estrechón de manos que respondió el muchacho dentro del auto, se despidieron, el auto toma marcha, Justin regresa al jardín, desde allí escuchaba las voces altisonantes de Fulgencio contra su nuera Fernanda, ya para ese momento el pequeño era aseado por la empleada, coincidentemente su primita también, a vista de Victoria que también escuchaba la voz fuerte de su abuelo saliendo del gran salón, le atrajo mucho ver deslizarse el interior del pequeño de manos de la empleada descubriéndose el penecito, al mismo tiempo la otra empleada dejaba al desnudo a la pequeña Cayetana, Victoria tuvo fijación en ese penecito, suspiró discretamente, las líneas de aquellos genitales infantiles le llamaba la atención, nació una férrea atracción d everle así desnudo completaente que al brincar se agitaba el pene, instintivamente se llevó una mano a la entrepierna, el niño sentado en la tina abría sus piernas en postura agradable a la vista de Victoria que no perdía detalle de los movimientos del peene, vio desnuda a su hermana que dejaba el paso de las manos de la empleada con jabón en mano sobre su piel, el pequeño se inclinaba mosrandose las líneas fijas de su traseito voluminoso, el agua escurría sobre el cuerpo de los pequeños luego de ser enjabonados, le atrajo a Victoria el movimiento del penecito agitándose, notó algo significativo en ambos pequeños, era que a la altura de la ingle derecha el pequeño Daniel Nicolás tenía un lunar similar al que tenía Cayetana, para ese momento fue algo atrayente, ambos eran primos, seguramente era una marca familiar, en verdad podría serlo ya que ella también tenía un lunar pero en su hombro y en el coxis, Victoria vio a su primito que lo vestían, peinaban y lo llevaban a donde se encontraba su madre, visitarían a unas amigas, como de costumbre, mientras tanto a unos pasos de allí encerrada en su cuarto Fernanda lloraba desconsolada ante tanta humillación de su suegro, su condición de viuda y mantenida hacía que pase por aquellos percances, aquellas humillaciones tan constantes la sacaban de quicio, extrañaba a su amante, pensaba mucho en él en aquel tiempo, vio fijamente el techo, le vino por ahorcarse pero se diluyó la idea de hacerlo por sus hijas que quedarían huérfanas y a protección inadecuada, respiró hondo, se arregló, tomó su cartera y salió de la gran casa, Justin la interceptó en la calle haciéndola subir al auto, ambas conversaban en una cafetería, en el regazo de su madre estaba el pequeño, durante la plática Fernanda pudo ver con más detenimiento al pequeño, vio su frente y cejas que le parecían a alguien conocido, sonrió, tenía la mente fija en el pensamiento de aquella persona que se había creado una obsesión viéndola en el rostro de cualquier niño o adulto, fue grande el pesar en saberlo muerto, Justin la invitó a pasar la temporada vacacional en la costa para que visite el negocio allá emprendido, Fernanda por un lapso de tiempo meditó, se silenció y de forma espontánea aceptó, ambas se tomaron de las manos dándose confianza, a Justin le dolía el estado de su concuñada, ese viaje al mar le haría bien alejándose de las inquinas de su suegro, el niño agitaba sus manos con alegría, el próximo fin de semana cumpliría dos años y sería por todo lo alto en casa de Fulgencio Arichabala.
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Un suspiro con jadeo salía de la boca presurosa del deseo, los dedos hacían roces en los labios vaginales, ella se transportaba al éxtasis dándose auto placer, recordaba aquellos momentos vividos, aquellas formas en las que fue amada, aquella entrega a aquel hombre inmerecido por ella, recordaba cada caricia, sus manos al pasar por su piel le recordaban que por esos surcos de piel pasaron las manos de su macho deseado, maldecía haber sido desvirgada tan pequeña por aquel muchacho siendo ella muy inocente, a esa edad experimentaba ser otra, con ella se anticipó el llamado de la naturaleza, ahora estaba sola, no creía en los hombres tras aquel desengaño, tras aquel descontento, tras aquel desamor, tras aquella traición, se veía sola en aquella estancia del doctor Pérez, su padrastro, de pronto le vino aquella fisonomía a su mente que de inmediato abrió los ojos y se sentó en la cama, expiró largamente, le vino la risa irónica acompañada de dolor recordando lo que habían hecho con ella, la mueca de risa irónica estaba acorde con el sudor recorrido en su piel, deseaba ser amada, deseaba ser poseída, pero reaccionaba y no, su misión de vida era otra, le nació el deseo de reivindicarse primero con ella y luego ante los ojos de todos, se había constituido su moral en coraza de rectitud, prepotencia y apego por la dizque justicia que a su estilo interpretaba, deseaba presurosa el orgasmo que como siempre se daba en aquellas noches frías, siempre se decía que el mañana sería otro día, el dedo frotaba el clítoris arqueándose su cuerpo como resultado de placer, emitió el nombre del ser deseado, luego, se tranquilizó, relajada se sumió en sus pensamientos viendo a través de la gran puerta que daba al balcón de su habitación mostrándose una fría noche estrellada, sus manos mojadas de líquido vaginal tras el orgasmo las contemplaba, de pronto ante su imaginación se transformaron en sangre cuando las vio aquella noche en que le tocó parir, de inmediato las pasó por las sábanas una y otra vez, le vino el llanto, aún se las imaginaba con sangre, con aquella sangre de su placenta, luego, un silencio profundo de relax, ahora más calmada recordaba aquella noche fría como esta, estaba en los días, pronto le vendrían las contracciones, aquella partera junto a ella en la ramada adonde había llegado, pronosticaba malos augurios en el parto, además era cartomántica, pronosticó en aquellos días que el advenimiento de aquel ser traería cambios en la vida de mucha gente, era un ser referente, de mucha significación, se lo hizo saber a la futura joven madre, se limitó a escuchar, por esos días se encontraba con un nivel de trance de perfil bajo, la vida había sido cruel para ella según su opinión, a los pocos días de permanencia en aquel lugar llegó el prestante hombre, el candidato y posterior senador de la república, ya tenía bastante con lo ocurrido en aquella tragedia de asesinato, irónico sus dos esposas habían muerto asesinadas, vio a la futura joven madre, la expresión en la cara del hombre no era de agradable semblante, preguntó por el estado de la muchacha sin dejar de ver su barriga abultada que cobijaba a ese ser por nacer, la mujer movía negativamente la cabeza, la muchacha se asustó viendo todo aquello, el hombre decidió conversar con la mujer en una aparte lejano del lugar, la charla duró poco, extendió su mano con unos billetes de baja denominación, esperaba un buen trabajo le dijo el prestante hombre retirándose sin despedirse de la joven, la codicia de la partera no impidió ser vista por la muchacha al contar los billetes con amplia sonrisa, la joven escondida donde estaba en aquel apartado lugar esperó el momento de parir, y fue en aquella fresca noche estrellada, las contracciones eran frecuentes, ya se interrumpió el sueño de la partera ante los gritos de la muchacha que vio el líquido salir de la vagina dilatada, era el momento dijo la mujer, corrió con tabaco en boca haciendo pucheros intermitentes hasta llegar a casa cercana, la luz de luna la guiaba en el tortuoso camino, llegó jadeante, presurosa, le dijo a su vecina que había llegado el momento, ambas mujeres salieron en franca carrera, un hombre tozudo las acompañaba, encontraron a la muchacha en el suelo a punto de desfallecer notándose la debilidad en su rostro, el instinto de parir la mantenían aún despierta, estaba muy débil, sus manos con sangre, la criatura a punto de salir, la partera pensó que era lo mejor, la reanimó como pudo, los dolores eran fuertes, pujaba, pujaba, el hombre con candil en mano, no era suficiente dijo la partera, se necesitaba de otro, así el hombre sostenía cada candil rústico en sus manos, vino la extracción del ser, el grito fue intenso pese a la debilidad, fue lo último que hizo antes de desfallecer por completo en aquella débil muchacha madre primeriza, la criatura no lloraba ante los intensos golpes en los glúteos, el hombre presuroso se sentó poniendo a la criatura nacida con el cordón umbilical rodeando su cuello, abrió la boquita, dándole aire vital una y otra vez, ya estaban a punto de la resignación, la partera pensó de nuevo que era lo mejor, no así, en breve instante la criatura empezó a llorar, la preciosa nena daba respiros de vida gracias a aquel hombre que desde instante marcó su destino esa noble acción, la tomó en sus brazos, sonrió por su obra de samaritano, pero vio en el rostro de la partera contrariedad, malo, malo, aquello, decía entre regañadientes, sorprendió a los presentes las palabras de la partera consistentes en que esa niña no debía vivir, el hombre indignado habló con gruesas palabras pese a ser analfabeto tenía sentido común igual que su esposa la vecina de la partera que se unió a sus esposo pero de manera más tranquila, la partera hizo ademán de que hicieran silencio viendo los tres a la joven profundamente dormida, aquella mujer permitió que la pareja de esposos se llevasen a la tierna criatura, era lo mejor para la partera, al día siguiente en el alba la partera salió rumbo a la estancia Pérez informándole al prestante terrateniente que se había cumplido su voluntad, el hombre asintió saliendo con la partera, durante el trayecto la mujer le daba detalles no tan reales ni verdaderos de lo que realmente había pasado, le informó al doctor Pérez que la criatura había nacido muerta, eso alentó al hombre a consolar a la mujer que desesperada buscaba a su criatura caminando con dificultad, le vino una leve hemorragia, el doctor sacó unas ampollas lo cual la hizo dormir, al despertar se encontraba en su habitación en la estancia Pérez, preguntó por la criatura, el doctor con notoria frialdad le dijo que la pequeña había muerto, esa noticia fue un golpe en el corazón de la muchacha con gritos desgarradores e histeria, su vida había cambiado para siempre, anhelaba mucho tener a ese ser en ss brazos, desconocía su sexo, desde la cama como una pantera se lanzó sobre la humanidad del político, sus uñas buscaban el rostro del padrastro quien la contuvo abofeteándola luego, la joven mujer bufaba de impotencia, se notaba en su rostro, profería maldiciones al hombre, había ordenado seguramente que matasen a su hijo, el qué dirán había primado en estas circunstancias, sus aspiraciones políticas primaban sobre el escándalo de aquel alumbramiento llegado al pueblo y de allí saldría otro detonante incontrolable como escollo en la carrera política del doctor Pérez, al día siguiente el político tomaba rumbo a la capital, su semblante pálido indescriptible en las personas que lo conocían duró por varias semanas, casi pierde las elecciones, estaba triste, la salida de la estancia luego de la entrevista con su hijastra marcó su ánimo; ahora ya estando en la realidad todos aquellos recuerdos giraron en torno a la mente de la mujer que miraba el cielo estrellado, suspiró, se preguntaba por qué la vida la había tratado así, se contuvo en llorar, se había prometido no hacerlo, le vino la ira, se vio en el espejo, se sentía sola y seca, vivía para sustentar su autoridad, de los peones se ganó el mote de la patrona, su autoridad imperaba, gustaba mandar a los hombres, con la mujeres a su empleo era algo tolerante, gustaba verlas con sus hijos tomados de las manos, para ella los hombres eran unos insensatos, empezando por su padre que los abandonó siendo ella y su difunto hermano muy pequeños, se preguntaba siempre qué sería de aquel hombre que poco recordaba a través de una poco legible foto rescatada del fuego hecho por su difunta madre en el día siguiente en que fue abandonada; la noche daba un extenso manto de oscuridad, a lo lejos vio antorchas de peones caminantes, ella se complacía con el mando dado por el padrastro para que le administre la estancia, todos en el pueblo se sorprendieron de aquella decisión en una época entonces machista, pese a las exigencia que demostraba con su prepotencia, la mujer era justa y ecuánime, por un breve tiempo se dio lugar a tratar de creer en los hombres teniendo una relación con aquel visitante pero súbitamente rompieron, sólo ellos sabían las causas, ahora Agripina se aprestaba a tender las sábanas mojadas de su orgasmo, arregló sus almohadas y sobre ellas se recostó lamentándose por los recuerdos que golpeaban su ser, tenía a su hermano que pronto la visitaba tras el internado, era su único familiar en este mundo y pese a ello con él también a ratos era muy estricta, más, que le molestaba el amaneramiento que había adquirido, presentía lo peor en su acción sexual y no se equivocaba porque a medida de que crecía su medio hermano Luis Alfonso Pérez el amaneramiento se incrementaba y era testigo de los comentarios mordaces de los peones que los hacían con ironía leyéndoles sus expresiones faciales, era una sutil manera de baar la intensidad de mando de la mujer a cargo de la estancia, sabía que a veces ella estando en el pueblo dejaba a su hermano de lo que aprovechaba para encerrarse con los pequeños niños hijos de los peones con pretextos de engaños en obsequiarles algún dulce o juguete abusando así de su autoridad para hacerles sexo en su habitación, algunos niños grandes tras la insistencia de sus padres les confesaban con detalles lo que el hijo del amo patrón les hacía, los peones ante la autoridad se resignaban simplemente en apartar a sus hijos de la gran casa de la estancia, sin disimulara en sus rostros la indinación, los peones y campesinos sabían del poder político y de autoridad nacional ostentada por el padre de Luis Alfonso, la manera de vengarse eran los silbidos disimulados y aquellos comentarios en clave inapropiados que Agripina con astucia interpretaba, en varias ocasiones ella trataba de poner en su lugar la actitud sexual de su hermano, pero ella sentía que no llegaba con el mensaje, aún se incrementaba pues en el internado el control era nulo por parte de ella para con su hermano, recostada pensaba en la venida de su hermano, había mucho que platicar tras el mes de ausencia, Agripina pensó en las actividades a desarrollar quedándose profundamente dormida.
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El campesino labraba la madera haciendo un juguete a su pequeña hija, la luz de sus ojos como decía alegremente, la niña sentada gustosa esperaba la creación de aquel juguete, la pequeña sonreía con su pelo lacio largo agitado al viento de aquella temporada que contenía una fresca garúa, la angelical pequeña transmitía la alegría al campesino, Dagoberto a lo lejos presenciaba los movimientos sobre la madera que daba su cuñado, junto a él con sus dos sobrinos que arreglaban el embrague y frenos de la motocicleta, ya pronto tocaría ir al pueblo, días antes Lucrecia le había dicho al campesino la decisión de mejor vivir en el pueblo lo que el campesino se negaba, he ahí se desarrolló una discusión, el campesino ya había terminado su obra dándole a la pequeña que empezó a jugar siendo luego interrumpido su juego ante el estirón de las manos de su madre llevándola de la mano a la carreta que partió impulsada por los caballos alejándose del lugar rumbo al pueblo, acto seguido lo hacía su cuñado encendiendo la moto, los hijos varones del campesino se acercaron inclinándose para recibir la bendición de su padre luego besándole la mano se subieron en la moto junto a su tío, eso no gustaba al campesino de que su cuñado lleve a sus hijos en aquella moto pese a que Dagoberto era prudente al manejar, sólo que Lucrecia lo permitía en premio a que sus hijos varones, sus sucesores como decía ella, hacían bien su trabajo responsable y productivo a pesar de aún ser unos niños, él se uniría a ellos luego de montar a caballo rumbo al pueblo, pero antes, arreglaría la puerta del granero que había terminado de construir, en el pueblo también había reconstruido la bodega tras el feroz incendio en el que lamentablemente el hombre negro había perecido junto con dos trabajadores, aún estaba fresca en la memoria del pueblo aquellas muertes pues el hombre de negro se había casado con la nieta del prestante Rodolfo Buonanote, una autoridad de respeto y referente de influencia en el pueblo junto con el doctor Pérez, al tomar el campesino sus herramientas vio la foto de Luis sentado sobre el caballito de madera, estaba vestido de marinerito, el hombre suspiró, agradecido en parte de la suerte que corría su hijo con los Buonanote, ya hace muchos años que no visitaba la estancia de don Rodolfo sobre todo desde que se supo la verdad guardada con recelo acerca del verdadero origen paterno de Luis, su verdadero hijo concebido en tormentosas relaciones sexuales con Andreína la hija mayor de Rodolfo Buonanote, tomó la foto del pequeño Luis y la besó en repetidas ocasiones, se la puso en el pecho y se recostó pensando en su niñez, el campesino recordaba su tierna edad de aquella tribulada época, de aquellos momentos vividos en la gran ciudad y cómo de pequeño salió en manos de sus padres, rumbo al campo, perseguidos, a voz de su padre escuchaba que era injusto de lo que le acusaban, su apenada madre lo llevaba marcado en brazos, corrían por aquella propiedad cercana a la capital, un amigo solidario los esperaba para darles un caballo acelerando así la huida, el niño a su edad en algo entendía lo sucedido, andando en los seis años en pleno año 1900 el niño no entendía por qué salir así de aquella propiedad de forma furtiva con sus padres, el caballo los dejó lejos, muy lejos del lugar, lo vendieron para con eso viajar en tren, en ese lapso de tiempo el niño supo que su padre se salvó de ser asesinado, el por qué aún lo desconocía, algo enterado de aquello a través de la escucha de su padre hablando dormido, el campesino suspiró recordando aquello, reaccionó levantándose de la cama en dirección a la puerta, se propuso llegar al pueblo en horas de almuerzo, confiaba en la pericia de Lucrecia que a fin de cuentas era la cabeza visible del negocio, sudoroso a cada instante miraba la posición, se acercaba al cenit, pronto tomaría el caballo y gustoso llevaría a su pequeña hija al parque como de costumbre todas las tardes uniéndose sus hijos varones luego de las faenas de fin de semana esperándoles luego la tarea escolar, ya casi listo todo, solo faltaba bañarse y tomar el caballo que lo llevaría al pueblo cuando de pronto un grupo de jinetes y su carreta se acercaban, causó una gran impresión ver a sus amigos del pueblo manejar su carreta, su sorpresa fue mayor al ver el desencajado rostro de los visitantes, uno de ellos lo sostuvo de los hombros, otro quedó a la expectativa, el tercero de los cuatro visitantes se bajó de la carreta, era el de más edad, dejó al cuarto hombre montado en la carreta girándola en sentido y dirección al camino de regreso al pueblo, los ojos vidriosos del anciano poco emocionalmente contenibles marcaron un silencio que impacientaba al campesino, preguntó que sucedía, el anciano dijo que un accidente había ocurrido, la moto, aquella moto… hubo pausa, el campesino se encolerizó exigiendo detalles, fue agarrado por los dos hombres, a lo que el anciano aprovecho en decirles que la moto que su cuñado Dagoberto manejaba había sufrido un percance mecánico resbalando los neumáticos sobre el mojado asfalto saliendo por los aires los dos pequeños hijos del campesino cayendo sus cuerpos por el asfalto, en ese momento un camión pasaba arrollándolos muriendo casi instantáneamente, Dagoberto que había sostenido la moto con pericia cayó con ella al borde del carretero registrando contusiones en extremidades, el grito desgarrador del campesino sujeto por sus compañeros no se hizo esperar, supo luego que su mujer preparaba los cuerpos para el velorio y serían velados en el pueblo a petición de ella, el campesino no lo podía creer, sus dos hijos varones, muertos, en la flor de la vida, lamentable, la espuma de saliva se confundía con sus lágrimas, estaba inconsolable, así lo pasó en el velorio y parte del sepelio al recibir las condolencias, Lucrecia de igual forma, triste, inconsolable, sus sucesores habían fallecido, el campesino un poco alejado de su mujer trató de estar con su hija pero Lucrecia no se lo permitía, sólo aquella hija les quedaba en su relación, el apenado Dagoberto guardaba a cierta distancia portando muletas, a los pocos días Luis se presenta en aquel apartado lugar, se había enterado de lo sucedido, apenado horas antes fue al cementerio, vio al campesino recostado en la hamaca, en su pecho las fotos de sus hijos tomadas en el parque en una de aquellas felices tardes de juegos, inmóvil el campesino vio acercarse la figura de Luis que iba a pasos lentos, el campesino vio lágrimas en el rostro de Luis, el poco tramo que lo separaba del campesino aceleró el paso hasta correr arrodillándose junto a la hamaca en la que le campesino estaba rígido, salían lágrimas, vio por unos instantes a Luis, de un impulso las fotos quedaron al aire cayendo al suelo mientras el campesino era abrazado por su hijo, el único hijo varón de los tres que aún vivía, lo besó emitiendo desgarradores gritos de desconsuelo, el abrazo fue prolongado, le acarició el pelo diciéndole con besos en la mejilla, mi hijo, mi único hijo, mi sangre perpetua aún estaba con él, luego lo siguió abrazando con fuerza descomunal típica de hombre fornido con carácter forjado por el tiempo, Luis trataba de en algo consolarlo, de su bolsillo el campesino sacó una navaja suiza que Luis le había regalado a Clodoveo Aristófulo cuando éste cumplió los doce años, ahora el campesino se la devolvía, Luis le dijo que la mantuviese en su poder como recuerdo de cariño entre esos dos hermanos, aquella tarde y noche fue de cierta reconfortante compañía para el campesino y así serían los días siguientes siendo más próxima la relación entre Luis y aquel campesino que discretamente se conocía que era su verdadero padre.
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Las miradas entre Pedro Artemio y Noelia eran cada vez cruzadas en aquella oficina cuando frecuentaba a su esposo, el recién casado sabía que estaba en delante de su madre, lo había sabido días antes de casarse, el gesto emotivo de cortesía lo hacía emitir cortesía a todo nivel, ni hablar con Carlos Felipe del Olmo que a más de ser su jefe inmediato era su verdadero padre, allí los veía salir a los esposos, Pedro se complacía viendo a sus padres tan apegados de manos de su hermanito menor que en cada visita hecha por el niño de manos de sus padres ya le tenía reservado un dulce del que más gustaba, le acariciaba el pelo y de estar a solas lo marcaba mimándolo, el niño instintivamente correspondía a ese cariño espontaneo en que en la mayoría de ocasiones lo compartía con su esposa Sara Guillermina, los negocios se consolidaban, tanto así que del extranjero vino la propuesta para que la pareja de esposos viajasen, luego de un tiempo de largas meditaciones aceptaron, nana Dulce y su nieta despedían a la pareja de esposos apesadumbrados, más, lo estaba Guillermo Izaguirre quien se despidió llorando besando repetidamente el rostro de su hija, confiaba en el pronto retorno, allí también estaban Carlos y Noelia lejos de saber que a quien despedían era a su hijo, aquel que en algún momento siendo un bebé fue arrebatado de los brazos de su madre, nana Dulce al recordarlo quiso en un momento de histeria decirlo, pero fue contenida por las palabras discretas de su nieta diciéndole que a quien correspondía era a Pedro decirlo, le recordó la promesa hecha en la habitación, Noelia vio las facciones de Pedro, asemejadas a su difunto sobrino Maximiliano, ese pequeño niño hijo de su hermana y de Guillermo Izaguirre fallecido tras el brote de la fiebre amarilla, eso a ella le suponía el parecido de Pedro con Maximiliano creyendo erróneamente que así Pedro era hijo de Guillermo, la verdad era que esas facciones genéticamente pertenecían a los Buonanote y no a los Izaguirre, pertenecían a las facciones de sus parientes caucásicos, Pedro se despidió con fuertes abrazos para todos, junto a su esposa tenían la oportunidad de superarse en el extranjero, a los negocios de Carlos les harían falta y confiaba en el pronto retorno, él estaba seguro de la superación de los esposos, el norteño país los esperaba, era su actual desafío el de adaptarse a esa nueva costumbre, a esa nueva cultura, a ese nuevo sistema de vida, estaban seguros de lograrlo, una leve garúa en esa mañana fría se hacía presente, amigos y familiares vieron elevarse al avión llevando a dos personas hacia su nuevo destino.
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Para el visitante recordar era vivir, más, si se trataba de recordar su infancia vivida en aquel periodo de la gran guerra, a sus casi trece años conoció a Reniek, un niño de cinco años salido de las trincheras que milagrosamente había sobrevivido a los bombardeos y granadas a más de ser salvado ante el peligroso movimiento de bayoneta de un soldado, Mirko suspiraba viendo atento aquellas fotografías pegadas en la pared de la estancia Buonanote, aquella casa victoriana, en una región en la que ahora se estaban haciendo ensayos militares, se angustiaba de solo saber que pocas semanas le quedaría residiendo allí, retornaría a su país natal reencontrándose con la soledad de su habitación y de su oficina, recordaba que estaba solo en el mundo, las dos grandes guerras le habían arrebatado a sus seres queridos, en ambas milagrosamente logró sobrevivir, suspirando rofundamente y con ojos entreabiertos por el clima imperante recordaba aquellos momentos estando a solas con el pequeño pasivo Reniek, al desvestirse y verse los penes desnudos encorvando sus caderas hasta adelantarlas y de esa forma aquellos penes comenzaban a frotarse comenzando así su rito de sexo infantil, a veces eran sorprendidos por otros niños que se sumaban a los juegos sexuales de toqueteos y manoseos en estiramientos de penes, muchas de las veces estando en el río desnudos bañándose era más fácil hacerlo al disimulo con juego de luchas sobre la arena, los soldados daban un tiempo para todo a esos niños refugiados, ya al verlos crecidos eran carne de cañón en el frente de batalla tras haberles enseñado el uso de las armas, Mirko recordaba todo aquello tan claramente en su cabeza que es como si fuera ayer, eso de ir por el bosque en búsqueda de leña yendo a lugares de monte tupido y allí en ese lugar seguros de la soledad desvestirse y acostarse tocándose los penes, de vez en cuando un beso prolongado a uno le tocaba el rol de ser la niña y el otro lo sometía, Mirko lo sostenía metiéndole despacito, despacito, despacito el pene grueso en el ano infantil d Reniek, la primera vez le causó hemorragia pero ahora el tronco del pene se deslizaba suavecito, suavecito, suavecito sacándole exclamaciones al pequeño, lo tenía bien prendido, bien sujeto, agarrado de la cintura, el niño grande le movía las caderas al pequeño en una acción tan sutil que cerraba los ojo sintiendo aquello, Mirko le decía a Reniek que lo estaba empreñando, le preguntaba al pequeño si le gustaba que lo empreñe a lo que inocentemente contestaba que sí y eso era motivo para que el movimiento de cadera y el deslizamiento del pene por el ano se muevan más, más y más, hasta quedar en cansancio los dos cuerpos tirados en el suelo estirándose sutilmente los penes, le gustaba la compañía de Reniek, iban a todos lados, el iniciador y el niño en el que se desarrollaba su metamorfosis sexual por los de su mismo sexo, a veces a sus caminatas a ver leña sorprendían a lo lejos a ciertos soldados llevando furtivamente a los niños más pequeños monte adentro, tuvieron la oportunidad de ver a un soldado llevar de la mano en precipitada carrera a un niño en un lugar muy apartado de las trincheras en ese bosque tupido semi virgen poco explorado, los siguieron por un largo tramo, hasta ver que el niño se desnudaba delante del militar, luego se arrodillaba en su delante deslizándole la cremallera sacándole el pene erecto, lo chupaba y al principio escupía prolongadamente luego se hacía ese trozo de carne latente deseosa de buen sexo, el niño pequeño con timidez y temor chupaba, lamía y mamaba del grueso pene, el militar acariciaba el pelo del pequeño ante esos movimientos bucales, a veces tosía al metérselo todo dentro de la boca, después el militar se recostaba haciendo que el niño se sentase sobre su pene alzándolo y bajándolo, luego lo ponía en posición perrito y le introducía el pene haciéndolo gemir para finalmente entallar el glande sobre el trasero saliendo el semen por el hoyito del culo, al ver eso los dos niños corrían para no ser pillados y de lejos miraban al militar a paso lento llevando de la mano al niño pensativo que se rascaba el traserito, Mirko suspiraba viendo la foto de René, oh, vaya, aquellos tiempos, exclamaba de forma sentida cerrando los ojos claros, recordando el momento vivido, tomándose el pene vestido en señal de placer.
FIN DEL CENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO CUARTO EPISODIO
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