METAMORFOSIS 157
Indigente.
Los pasos lentos actuaban sobre las polvosas calles, aquel polvo al viento hacían de su mirada algo incómoda hacia enfrente, el fuerte viento en el sector era considerable, mano firme atada a un cabo se dejaba llevar por aquel can que lo guiaba mientras fruncía la cara, paso a paso, lentamente caminaba, su otra mano ocupada llevaba un costal al hombro, se podía ver su ropa raída, demostraba pobreza, su poblada barba y cejas abultadas daban a notar lo prolongado del descuido del aseo personal, abría su boca con dientes faltantes, en especial los delanteros del maxilar superior, el can debilucho pero bravo caminaba ante el fuerte viento, se notaba su ancestral pedigree, tenía en su piel la marca de múltiples peleas callejeras, Nerón, su nombre, una oreja la tenía a medias, el corte lo obtuvo en una de esas peleas siendo aún cachorro, se unió a su amo en esas caminatas callejeras, ya pronto cumpliría los siete años de andar juntos, ambos trotamundos, ambos siendo libres a su estilos, ambos ante un mundo que era simple en la vida, tomaban y comían lo que encontraban, el cielo era el techo, las paredes los bosques, el baño era el río o arroyo, su catre era la raída cobija del costal, la cocina aquellos basureros, así, ambos personajes caminaban por el pueblo, tenía puestas las sandalias polvosas, su saliva salida la combinaba con polvo del ambiente, su barba tupida dejaba ver unos labios contorneados, alivio para ellos llegar al pueblo, se ubicaron en una banca del simple parque rural, vio a lo lejos al prestante terrateniente tirando de los arreos en esa carreta rural, la gente al pasar le hacía venia ante su paso pausado, iba acompañado de una mujer a la que el indigente la vio fijamente, de a poco la gente miraba al pobre personaje, se frotó las manos, se sentó en las escaleras que daban a la dirección de la abacería, desde lo alto de aquella escalera miraba la gente pasar en aquellas polvosas calles del pueblo rural, desde aquel lugar rió ampliamente haciéndose notar ante el paso de los transeúntes, y ante la risa de su amo el perro ladraba con fuerza a su lado como de costumbre, en contraste la gente al pasar seguía viendo con admiración a ese personaje recién llegado, el prestante hombre se bajó de la carreta luego bajando a la dama que lo acompañaba, el indigente lo vio con mucha fijación, dama y caballero prestantes entraron en la abacería de Griselda a realizar compras, los atendió el campesino y una de las muchachas que trabajaban allí, la mujer tocaba con avidez las finas telas recién llegadas de la capital, el hombre se entretenía con pantalones y camisas, el hombre indigente los miraba desde el cristal de la ventana de la abacería, de súbito giró su cuerpo ante la llegada galopante de dos jinetes que amarraron los caballos junto a la abacería, eran los peones leales del terrateniente, habían llegado a cargar los insumos a la carreta, luego de buen tiempo el hombre vio cómo cargaban la carreta, en el momento en que el prestante hombre sale, el indigente se acerca a pedirle monedas, Rodolfo Buonanote con su característico carácter le hace señas sonriente sacándose del bolsillo unas monedas fraccionarias y se las extiende a las manos, por segundos se intercambiaron miradas fijas, la amplia sonrisa de agradecimiento con venia del indigente cortaron esa tensa acción, el prestante dio la espalda y en eso el hombre sacó un arma blanca, uno de los jinetes, se lanzó sobre el indigente creyendo lo peor, ambos hombres cayeron al piso, el segundo jinete leal a Rodolfo sostuvo al indigente y entre ambos le estaban dando una paliza que hubiese seguido si no fuese por la intervención de Nerón que mordió la pierna de un jinete, los curiosos se iban incrementando y vieron con sorpresa cómo el hombre barbado se levantó y sometió a golpes a los jinetes, uno de los curiosos intervino tratando de someter a golpes al barbado pero no lo consiguió, luego otro y de igual manera recibió su merecido, Rodolfo Buonanote aún seguía sentado sobre la carreta viendo acercarse al indigente, sus pasos rápidos sin dejar de ver a los cuatro hombres sometidos a puño limpio siendo golpeados en parte estratégica de su cuerpo que les impedía levantarse, Rodolfo se puso en pie desde su carreta siendo abrazado por Amacilia, el barbado con mirada firme se acercó lentamente, hizo venia al prestante hombre y sacó su daga brillosa a causa de composición argentosa, brillaba al sol, el prestante hombre pudo ver ciertas inscripciones en esa fina daga de plata pura, el barbado alzó la mano, todos pensaron lo peor, pero el indigente la enterró en el suelo y luego la sacó, con otra mano recogía tierra polvosa, alzó las manos diciendo que había sacado las entrañas, la gente curiosa pensó que se trataba de un demente al ver su saliva correr por la tupida barba, Nerón seguía rodeando con ladridos a los hombres caídos, el indigente dio un silbido y como pudo tomó su costal perdiéndose entre la gente abriéndola con sus brazos, un grupo de niños lo siguió gritándole improperios, todo esto, con la venia de los adultos, el indigente corrió al ver que los niños le lanzaban piedras, un par alcanzó la humanidad y otra dio en la cabeza de su compañero de aventuras, pero eso no impidió que Nerón siga a su lado, lograron esconderse en los arboles de aquel bosque tupido, los niños de los alrededores no paraban de gritarle continuamente, el indigente decidió seguir con su camino, dejaba cierto aire de demencia en su accionar, mientras caminaba seguía repitiendo cierto nombre con mirada fija en el infinito, luego le vio la recurrente risa e iba acariciando la cabeza golpeada de su compañero, se sentó sobre un tronco saliente en el río hizo una improvisada caña de pescar, logró pescar algunos peces, de un bote sacó manteca y del otro sal, una lata de atún era sartén improvisada, sentado Nerón miraba el animal siendo frito, un par entero fue para él, del costal sacó pan, ese fue su alimento, no dejaba de decir aquel nombre recurrente en cada momento, era preciso llegar.
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Los alimentos estaban servidos en la mesa de aquel segundo sábado del mes de marzo de 1956, Squeo desayunaba con rapidez, Fulgencio Arichabala necesitaba de sus “servicios” ahora con mayor premura, comió y bebió siempre viendo el lujoso reloj cucú de pedestal en pared empotrado que el niño estaba limpiando, la madre del pequeño era la empleada que ese día había madrugado como de costumbre a hacer el desayuno a vista del ama de llaves, su hijita le ayudaba, ya para ese tiempo tenía un cuerpo adecuado, Squeo miraba las finas líneas contorsionadas en cada caminar, se centró por un rato en observarla pero instintivamente reaccionó, de nuevo vio el reloj y continuó sirviéndose rápidamente el desayuno, preguntó por su hijo, el ama de llaves le dijo que el señorito Contardo había llegado en altas horas de la noche y ahora se encontraba dormido, Squeo pensó que era momento de reclamos ante la aireada vida que estaba llevando su hijo dejando los estudios, pensó mejor que trabaje en sus negocios, ya tenía suficiente edad, sería lo mejor, a fin de cuentas qué mejor lealtad que la de su hijo en estos negocios, anhelaba que su hijo tenga tanto o más poder como el suyo, hizo un gesto de indolencia, se limpió la boca con la primera servilleta a su alcance tras haber bebido el fresco jugo mañanero de naranjas mezclados con mandarinas como a él le gustaba, se levantó bien el reloj y coordinó con el de su muñeca, ya para ese instante junto a la puerta del auto el chófer Ramón lo esperaba, el auto lujoso brilloso emprendió marcha en las empedradas calles capitalinas, su patrón lo esperaba, sacó unos documentos de su portafolio, desde el retrovisor el chófer vio a su jefe poniendo balas en el tambor del revólver, instintivamente Ramón llevó una de sus manos llevar a la cintura, tenía también listo su propio revolver, el auto se detuvo frente a un imponente recién construido edificio sede de los negocios de Fulgencio Arichabala, solo bastaba alzar la vista para sentir la fuerte incidencia de los rayos de sol ante altura imponente del edificio, subió las escaleras, se podía ver gente elegante ejecutiva con sombrero y saco de casimir inglés, Squeo se saludó con las secretarias y amigos por el corredor, abrió la puerta, lo recibió un sonriente Fulgencio felicitándolo por la puntualidad, eso era característico de aquel hombre maduro, se sentó en la amplia mesa de sesiones, Sandra en medio de ellos, otros miembros completaban aquel gabinete, la sesión duró hasta la media mañana, luego solo quedaron Fulgencio, Sandra y Squeo, se notaba su preocupación, de un tiempo a esta parte estaban comprometidos con los negocios que no estaban yendo como estaba previsto, estaban perdiendo poder, tenían un comodín, el senador Pérez, pero ese era el último año de su mandato en el senado, faltaban meses para salir del congreso, Fulgencio tenía que valerse de la coyuntura de consuegro para poder obtener ventajas y regalías en los negocios, uno de los escollos era Carlos Felipe del Olmo, Fulgencio se retorcía de rabia de sólo emitir esos nombres, culpaba a Sandra de no haber continuado con el idilio y desde hace años separarse de Carlos Felipe dejándole en la ruina, algo que no pudo, también culpaba a Squeo que en varias ocasiones no pudo terminar la vida de aquel prestante hombre de negocios, los tres personajes planearían un infame modo de diezmar la influencia y el poder que iba creciendo en los negocios de Del Olmo, ventajosamente los dos consejeros de Carlos Felipe se encontraban en el país del norte, era el momento de actuar, pensaron en una mediática campaña de desprestigio yendo hacia lo personal, mientras tanto, a considerable distancia de allí un perezoso Contardo estiraba su cuerpo sintiendo su aliento alcohólico al momento de bostezar, todavía tenía algo de ropa puesta de la noche anterior, giraba sobre su cama, había tomado mucho whisky del fino, quedó desnudo cubierto de una fina sábana blanca, a través del amplio espejo miraba la silueta de su cuerpo poco cubierto de fina sábana, la deslizó viéndose a través del espejo cómo se tomaba a dos manos el pene erecto, como flash le vino a la mente aquella escena siendo niño, a través de ese mismo espejo, Contardo recordaba la amistad con aquel chófer, recordaba siendo niño los correteos por el amplio jardín de césped, recordó bajarse del auto de su padre en uno de aquellos tantos paseos, el guardaespaldas lo correteaba jugando, se sentaron en las escaleras jugando con hilo grueso haciendo figuritas en las manos, el niño Contardo muy alegre viendo las habilidades del guardaespaldas en el diseño de estas figuras, le enseñó suertes con la cuerda, vino seriedad en el rostro del guardaespaldas lo cual Contardo se dio cuenta más al sentir el roce de sus manos con la persona designada para su cuidado, la nariz se acercó a la oreja haciendo pausadas indicaciones orales que el niño las realizaba con movimiento de manos, era habilidoso, las hacía bien el pequeño Contardo, la seriedad del guardaespaldas se diluía a ratos con una leve sonrisa forzada, una de las manos se deslizaba por la pierna del niño rozándole en varias ocasiones, Contardo aún de eso no se daba por enterado por lo de aquellas intenciones, así, inocentemente se dejó llevar por el corredor subiendo las escaleras a la parte superior de aquella gran casa, caminaron con prisa, a pasos largos, se detuvieron delante de una puerta despintada por los años, olía a humedad, estaban frente a la puerta que conducía al cuarto del guardaespaldas que Squeo con mucha consideración le había dado al guardaespaldas y que además era uno de sus hombres de su más alta confianza para cuidar al niño, Contardo vio las manos del hombre que giraba la antigua llave en la puerta, ésta se abrió, el pequeño miraba el interior con paciencia, el hombre abrió una cómoda dejando allí parte de su ropa, Contardo vio que le hacía señas el guardaespaldas para que se sentase junto a él en la cama estrecha, lentamente vinieron los juegos y los correteos en el cuarto pequeño, el hombre hacía un alto diciéndole que guardase prudencia y silencio, luego vinieron las luchitas, sacó una revista de luchadores, mostrándosela al niño, la hojearon por largo rato, decidieron quedarse con interiores como lo mostraba las páginas de la revista, la ropa fina de marinerito del niño estaba sobre la silla junto a la cama, Contardo tenía puesto sólo el interior, vinieron las luchitas sobre la cama, el hombre se detenía haciendo gestos al niño en cada grito que emitía, le ordenaba silencio, vino la postura en que el niño estaba sobre el hombre, le pidió al niño que alce y baje la cinturita, el pequeño Contardo emocionado se dejaba llevar por lo que esa persona de su confianza le decía, pues esa maniobra deportiva le parecía divertida, le hizo apartar y así el hombre acostado sobre la cama se deslizaba el interior dejándose ver el trasero peludo, le dijo al niño que siga haciendo los movimientos, el pequeño Contardo reía viendo su pene vestido que se deslizaba en dizque luchita sobre el trasero peludo, la luchita continuó, ya para ese momento el interior del hombre estaba en la altura de las rodillas de piernas velludas, Contardo vio el pene peludo de aquel guardaespaldas, mientras Contardo estaba acostado boca arriba, sin articular palabras, las manos del guardaespaldas deslizaban el interior del niño, vio la tela que rápidamente se deslizaba por su piernas, instintivamente el niño se tapó el penecito antes descubierto, las manos del guardaespaldas las apartó y sonrió al verle el penecito virgen erecto, Contardo se ruborizó al ser penosamente descubierto su órgano según él de acuerdo a su iinocente juicio infantil, aquel chófer guardaesplada de inmediato se fue acostando sobre el niño, primero haciendo movimientos circulares de sus caderas sobre las del pequeño Contardo haciendo de esa forma que los penes se froten, el niño vio alzarse y bajarse las caderas del guardaespaldas, estaba atento a esos roces, sonreía para el niño que etsaba algo serio y sorprendido, ahora las manos de Jasmani el guardaespaldas tomaron al niño del pecho y espalda llevándolo a acostarse de mejor forma entre almohadas, le hizo doblar las piernas y le metió un dedo ensalivado en su ano, lo hizo lentamente, el niño miraba y sentía con extrañeza, Jasmani le preguntó si le dolía, el niño respondía que un poquito, a cada entrada milimétrica del dedo de Jasmani en aquel ano el niño respondía con una mueca de insatisfacción, volvía con la pregunta y el niño respondía que sí le dolía, luego el niño vio que el chófer se ensalivaba el glande brilloso, pudo ver dibujada en su rostro aquella risa de satisfacción, vio que las manos de Jasmani tomaban sus tobillos poniendo sus piernas infantiles al pecho del guardaespaldas, lo alzó apenas, el pene de Jasmani en la entrada del ano procediendo a entrar, el niño apretaba las manos pujando y gimiendo, Jasmani respondía al niño que ya mismo, ya mismo, ya aguanta, ya aguanta precioso, el sentir la tibieza del penetrar hizo que siguiera en su cometido de sodomizar, la cara del niño estaba sobre las almohadas, le tapó la boca, la cara del niño se puso roja de la presión causada por el dolor, hizo que los ojos se abran desorbitados, el pene entraba y salía por ese ano infantil rozagante, latente, suave, sutil, el glande latente entraba milímetro a milímetro, Jairo mordía los labios, sudaba ya para ese momento, con ojos cerrados sentía el latente ano abriéndose, la espina dorsal tenía electricidad figurada, su cadera empujaba el pene, hasta que de un fuerte movimiento de empuje todo el pene estuvo adentro de ese ano, los chillidos y llantos del niño no se hicieron esperar, mayormente ahogados en las almohadas en esa cama situada en ese despintado y húmedo lugar apartado en la parte superior de la gran casa, el ano del pequeño estaba desflorado, el chófer reaccionó con lo que había hecho luego de sacar semen deslizado por los glúteos del niño llegando ese líquido a las sábanas, “se me pasó la mano”, pensó, con angustia sacó su pene ensangrentado, había desvirgado al hijo del hombre que le había dado toda su confianza al cuidado, ahí estaba acostado el cuerpito desfallecido con semen del niño llorando con su cara cubierta en las almohadas, no quería ver, sólo sentía latir su ano, le decía a su iniciador que le dolía el traserito, a Jasmani se le heló la sangre al escuchar los pasos presurosos por el entablado que se acercaban a su cuarto, el guardaespaldas puso seguro a la puerta, se preocupó más cuando escuchó la voz de la cocinera que tocaba la puerta desde el otro lado del cuarto la cocinera preguntaba lo que le había sucedido al niño, Jasmani fue al niño y le tapó la boca pidiéndole silencio, luego respondió que era todo a causa del juego de las luchitas que siempre hacían, que ya está todo bajo control la situación, esto lo hizo con voz autoritaria dirigida a la mujer, pasó un tiempo corto de silencio, luego escuchó alejarse los pasos de la cocinera, Jairo notó la obediencia de la mujer, regresó a ver al niño acostado en posición fetal tiritando como si tuviera escalofrío, sus ojos entreabiertos, vio salir sangre del ano del niño, aquel liquido se deslizaba sobre los muslos manchando la sábana donde se encontraba acostado el pequeño Contardo, era evidente la sodomía que había sufrido el niño con ese grueso glande, la sábana manchada con sangre fue apartada de la cama, lentamente el niño se sentó con dificultad sobre el entablado, Contardo miraba con detenimiento aquella cama en la que estaba acostado, nunca la olvidaría, lo recostó sobre la cama, de pecho, con el trasero descubierto, le abrió los glúteos, vio el ano abierto, rojizo, fue limpiado lentamente con cuidado el desflorado ano, el niño no dejaba de tiritar, gemir, lamentarse y sollozar, Jasmani algo contrariado con lo que le había hecho le pedía calma que pronto el dolor pasará, la salida de sangre duró por mucho tiempo, lo condujo al cuarto del niño, ese día cuando tocaba comer Jasmani le llevaba al niño los alimentos al cuarto, ese fin de semana el niño estaba de carácter diferente, la cocinera lo notaba discretamente sin hacerle comentario a Jasmani, estaba muy extrañada ya que pasaba mucho tiempo encerrado en su cuarto y salía a jugar como de costumbre con su amiguito Nicolás, la cocinera consideró que a fin de cuentas Jasmani estaba al cuidado personal del niño, seguramente le aplicaba disciplina dura como se lo había aconsedao Squeo, tiempo después la cocinera y Jasmani recibieron la noticia que el niño debería ser enviado a su madre, Jasmani obediente lo hizo no sin antes ir a un apartado lugar del bosque a quemar a medianoche la sábana y todo los objetos relacionados con la sodomía de aquel día, acción que fue vista por la cocinera que coincidentemente se había levantado a orinar en su bacinilla y vio desde la ventana al guardaespaldas quemando los objetos, la madre del niño vio el cambio de conducta en su hijo y tras hacerle cariñosamente preguntas sobre la causa de su estado el niño confesó lo de aquel “jueguito” y con detalles narró lo que Jasmani le había hecho a cambio de regalarle un autito de lata y su silencio, la iracunda madre fue a donde su ex conviviente y en boca de su hijo se enteró de aquello nuevamente, Squeo no lo podía creer, al final el testimonio de su hijo era lo indicado en verdad irrefutable agregado a lo que la cocinera le manifestó sustentando todo lo de haber quemado sabanas a medianoche por parte de Jasmani, enceguecido por el coraje mandó a llamar a Jasmani, sin articular palabra fue recibido a golpes delante del niño y su madre, Squeo como una fiera enloquecida le daba de patadas al cuerpo de Jasmani yaciente en el piso, lo detuvo uno de sus colaboradores diciéndole que ese muerto no merece estar en su cuenta, Squeo pese a ello continuó dando un par de patadas más en el rostro reventándole un pómulo, el desdichado fue subido a un auto y en una apartada carretera fue lanzado con dos disparos en el abdomen y algún cariñito más en la pelvis, Squeo fue notificado de la muerte del desdichado Jairo, mientras tanto lejos de ahí el sol inclemente parecía contar con la agonía de Jasmani pero el destino quiso que un pastor de cabras que pasaba por el lugar se diera cuenta de aquel bulto y como pudo le dio los primeros auxilios, en el hospital la policía hizo las averiguaciones, Jasmani se limitó a manifestar que fue objeto de asalto y ahí quedó la averiguación, después aquel desdichado guardaespaldas tomó rumbo indefinido; ahora, tiempo presente, los recuerdos se diluyeron en la mente de Contardo, vio fijamente el espejo, continuó frotándose el pene pensando en Jairo, se sinceró consigo mismo pensando qué sentiría si lo volviese a ver de nuevo, simplemente emitió una irónica sonrisa.
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Resulta que fue aquel tercer domingo del mes de marzo de 1956 cuando la madre de Nicole entra con la niña a la casa de departamentos de arriendos en la que vivía Leroy con su esposa y su hijastro Dylan, el hombre limiaba el vehículo en aquella tarde naciente un tanto nublada en el país del norte, de pronto las mujeres salen, le piden al hombre que cumpla lo prometido de llevarlas al centro a hacer compras y que las volvería a recoger luego, vio que Nicole de siete años quedaba al cuidado de Dylan de doce años, el hombre de cuarenta y un años hizo una mueca de sonrisa al verlos jugar en la sala a las luchitas y a las topadas, encndió el vehículo y partió llevando a las mujeres, fue poco el tiempo en el que estuvo en el centro, luego retornaba a casa dejando la promesa de recoger a las damas, iba meditando mientras manejaba de retorno, sonreía con lo pasado días atrás, con una mano en el volante y otra en la entrepierna se iba dando placer a su pene vestido, anhelaba legar pronto para estar con ella, y en efecto al llegar ya estaba contento, justo en ese momento en que entra a casa vio a Nicole sentada en el sillón un tanto meditabunda, instintivamente estaba manosenados esa vagina vestida que la verle al adulto se quitó la mano, fue por unos trastes para lavar el auto, ella lo acompañó, al rato sale Dylan estirándose el short deportivo, vio la mirada de los dos niños cabizbajos como mostrando un sentimiento de culpa, Leroy continuaba limpiando, los dos niños le ayudaban, de pronto que se acercan los amigos de Dylan, entre ellos estaba Valentín, lo invitaron a jugar, el padre le dijo a su hijo que podría ir a jugar, sabía que vendría por la noche, quedó Nicole y Leroy al terminar la limpieza del vehículo, la nena vestía un short corto con remerita femenina de dibujos típicos de la época de mediados del siglo XX, portaba sandalias por las que sobresalían los deditos alargados que tanto gustaba ver Leroy, “¿te gustaría ir a tomar una gaseosa?” ella brincando de alegría aceptó, le dijo que la espere sentada en el auto pues iría a cambiarse de ropa, al salir vestía short de manga larga, remera y sandalias de cuero cuyo modelo era de la época, llegaron a una fuente sodas un tanto alejada de la ciudad, bebían la gaseosa, la mano de el se deslizaba por debajo de la mesa hasta rozar los muslos de la pequña que sonreía al sentirlos, le dijo para continuar el viaje ella lo aceptó, “te voy a llevar a un lugar muy bonito que te gustará mucho”, ella muy alegre iba en el auto llevando de la mano un dulce y una gaseosa sellada por la corcholata que le había comprado para comer en dicho lugar, detuvo la marcha, la sentó sobre su entrepierna haciendo que agarre el volante y lentamente el auto partía, la nena se sentía maravillada manipulando aquello, el hombre olía el pelo, lamía el cuello, la alzó deslizandole el short y él hizo lo mismo con el suyo, así ella sintió ese pene en su culito, en la separación de sus glúteos, lo erecto y duro lo sentía al roc sde su piel, “eres muy bonita” “¡sí!” “¡muy bonita!” le decía con calidez “¡eres mi mujer!” “¡recuérdalo siempre!”, “este culito es mio” “¿verdad que sí?” “¿eh?” “¿verdad que sí mi amor?” “¿verdad que esto también es mío, verdad mi amor?” ella asentía, le besaba el cuello, sentía como ese pene trataba de penetrarle, la incomodidad del área no le permitía hacer esa postura que días antes habían visto en ese libro, el auto se detuvo, la pequeña se arregló el short y se sentó en el lugar del copiloto, Leroy se arreglaba la ropa, la niña miraba el paisaje que cada vez era cambiante, la velocidad del auto aumentaba, entraron por un camino de segunda orden, no demoraron mucho en recorrerlo, se desviaron un poco más allá, se hacía más espesa la vegetación, las ramas rozaban por el parabrisas, se detuvieron, la ajó del auto, caminaron unos segundos hasta salir a una explanada de una loma alta donde desde allí se veía parte de la ciudad, el aire era muy fresco y puro, el fría que daba la ventisca llegaba a ella y a él, se sentaron a ver el lugar te dije que era bonito” “¿verdad mi amor?” ella dijo un “sí” luego de un corto silencio contemplando ese lugar en el que estaba por vez primera, “ven, quiero mostrate algo” le dijo con firmeza “algo que nunca vas a olvidar” “ven, bonita” dejándose llevar de la smanos de su iniciador cainaron por un corto sendero que levaba a un apartado lugar, se escuchaba el trinar de las aves del lugar, habían algunas flores diversas por los alrededores, habían salido prematuramente venciendo el inverno anterior, el lugar parecía el paraíso, ella recogía algunas y se las ponía en la cabeza, caminaron un poco más adentro por el sendero y escucharon el agua chocar con las rocas del arroyo, se acuclilló a tomar esa gélida agua, el espejo de agua reflejaba su rostro y por encima de ella estaba reflejada la cara alegre de su iniciador, “¿te gusta el lugar?” le dijo y apuntando hacia adelante con el dedo “¡mira eso!” la niña maravillada vio a lo lejos a una plancha de roca natural plana, “allí jugaremos” “¿te gustaría jugar allí al marido y mujer?” ella le dijo “sí Leroy” “sí”, Leroy sonreía, pensaba que en su ausencia estando a slas en la casa Dylan y Nicole su hijastro ya la aría preparado para el sexo pues él también lo hacía en ella, y en verdad Leroy no se equivocaba pues al quedar a solas los dos Dylan la llevó a su cuarto desnudándose rápidamente para meterse en la cama entre las sabanas, solo que Dylan únicamente le rozaba su pene virgen por la vaginita hasta sentir que le salía liquido preseminal y allí quedaba todo, lo que a Nicole le perturbaba y más le gustaba lo que Leroy le hacía, por ello en él tenía más confianza y seguridad de sentir placer, fue Leroy que sentó en la roca, la niña enfrente miraba a su alrededor aquellas flores que rodeaban aquella roca natural plana, Leroy le fue quitando por encima la remerita y le deslizó el short y la pantaleta, ambas cayeron a los tobillos, ella se apoyó con las manos en los hombros de Leroy para sacarse la ropa de los pies, estaba desnuda completamente, le hizo dar vueltas muy lentamente para besarle el pecho, vientre, espalda, traserito y vaginita esta última hizo que ría alegremente, fue el turno de Leroy en quitarse la ropa, le dijo a ella que le ayude, así que con sus manitos le fue quitando la ropa lentamente, se sentó abriéndose de piernas y le fue acercando el rostro al pene y lo roza en los labios, mejillas, frente y cuello, luego le hac abrir la boca introduciéndolo, esta vez, la lengua de ella lo lamía suave al sacárselo de la boca muy brilloso con saliva, “te voy a enseñar algo” “veras que rico” “nunca lo olvidarás” “nunca” “de mí siempre te acordarás al defecar” “pero antes serás mi mujer” ella no entendía mucho de lo que le decía d elo primero, de lo último sí, la encorvó en filo de la roca abriéndole de piernas poniéndole crema en la vaginita, el pene también tenía crema, “vamos, tenemos poco tiempo aquí” “ahora, te voy a preñar” el pene entró suavemente “¿te duele?” ella dijo “no” el pene entró, ella gemía, era natural en la hembra cuando el macho metía todo el tronco de pene en esa vaginita deliciosa, cerró los ojos y disfrutaba ese meter y sacar mordiendo los labios hasta que se detuvo, era señal que luego vendría ese liquido seminal depositado en sus entrañas, el pene de a poco se lo fue sacando, “¿ves que rico se siente ahora?” ella respondía asintiendo viendo apartarse el cuerpo del hombre de su cuerpo, “¿ves?” “¡ya eres mi mujer!” “sólo que para completar falta algo” “¿eh?” “falta algo” “¿quierese sentirlo?” ella asentía “asimismo duele un poquito pero luego te va a gustar y lo vas a pedir” ella no entendía solo se dejó encorvar sobre la gran roca de cara en ella, el dedo de Leroy untaba crema abundante y se puso más crema en el glande, Ella pensaba que sería solo ese rce por el culito, eso ya lo sabía con él mismo y con Dylan que era por la parte que a él más le gustaba darle con su pene, el pene iba entrando despacio el adulto le preguntaba a la nena “¿te duele?” ella decía “un poco” entraba otro poco el glande y ella ya fruncia, hasta que escuchó un gemido fuerte y seguido suplicas que ya no siga porque le dolía, “recuerda que va a doler un poquito” “aguanta” “aguanta” el glande entraba otro poquito ella más gemía suplicante, hasta que el glande rompe el esfínter y se escucha un grito desgarrador que ahuyentó las aves de los alrededores, el solitario lugar era propcio para que ella grite sin ser escuchado por humanso por los alrededores, la había desflorado, el pene salió con poco de sangre, ella sintió dolor al salir el pene de su culito, se sentó compaciente con respirción acelerada, había desvirgado ese potito, “verás que así como tu vaginita ahora tu culito deseará más de los mismo” le limpió el latente culito, para ella en verdad ese lugar nunca lo olvidará teniendo consecuencias a futuro, a sus siete años había sido desvirgada por el trasero y por la vagina, caminaba con dificultad, durante el trayecto de regreso él le daba frases elogiosas y motivadoras, llegaron a donde estaban las mujeres, a Nicole aprovecharon para comprarle una ropa, ella con timidez la tomó, la madre no notaba ese cambio emocional en su hija, iba atenta a lo que había comprado, al dejarle en casa, su sorpresa fue mayor para la madre de Nicole, se le helo la sangre viendo un auto lujoso estacionado junto a la casa de arriendo, un hombre arrimado a la carroería la esperaba fumando, estaba bien vestido, los tres entraron en casa, para Leroy y su mujer eso llamaba la atención la presencia de ese hombre, tiempo después desde la ventana un preocupado Leroy miraba desde allí hasta el hogar de Nicole, los tres salín bien arreglados, ambos llevaban de la mano a la nena, ella con risa forzada iba entrando al auto lujoso, se perdieron en la calle, Lery suspiraba, aspiraba que la pequeña mantenga el secreto pacatdo en aque inocente juego del “marido y mujer”, pasaron unos días, Nicole enraba a la casa de Leroy a pedir sal y azúcar, se sorprendió de no ver a la vecina, caminó en dirección al cuarto de Dylan y escuchó gemidos cerca, siguió y al mover ligeramente la puerta vio a Valentín acostado de cara en la cama, tenía el short a los muslos, encima también con el short a los muslos estaba el cuerpo de Dylan metiéndole el pene dentro del culo de Valentín, la nena lo que hizo fue correr a la puerta, los dos muchachos asustados se arreglaron la ropa, Valentín increpaba a Dylan la forma irresponsable de no haber puesto seguro a las puertas, salieron de la habitación para hablar con la pequeña pero ya estaba en su casa viendoles desde la ventana, su expresión era de una dureza descrita, quiso el destino que dos días después ella abandone esa casa de departamentos de arriendo, desde el cristal del auto en movimiento lent y pausado agitaba las manitos despidiéndose de los vecinos, dos en especial que le habían marcado su vida para siempre, Dylan, con su sexo suave e inexperto propio de su edad, Leroy, su “marido” en secreto, la desvirgó con posturas aprendidas de aquel libro de ilustraciones, el libro: Kamasutra.
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La brisa del mar alborotaba el hermoso pelo infantil femenino, iba acompañado de sonrisas de una pequeña sentada en el improvisado muelle de mangle humilde como sus habitantes pescadores, allí se estaba criando esa hermosa niña que ya se valía por sí misma y vendía pescado a los visitantes ayudando así a la casa pese a su muy corta edad, iba de manos de su abuela mientras su madre trabajaba de empleada, caminaban por esas amplias playas, también de vez en cuando acompañando a su tío en la venta de mariscos frescos, el lugar prometía progresar turísticamente a futuro por lo claro de sus aguas y limpias playas en esos años cincuenta, sobre todo la manufactura pesquera y artesanías típicas, la niña miraba con respeto a su tío, era el ejemplo de liderazgo a seguir junto con su madre, su tío la protegía mucho, el muchacho era el que hacía el negocio, era quien cuidaba de las dos mujeres adultas y la niña, desde hace muchos años siendo niño a su padre lo encontraron muerto flotando sobre las aguas del mar, tiempo corto después sucedió lo mismo con su madre, por ese tiempo su hermana trabajaba en el campo, al saber la noticia la mujer vino al entierro pero fue llamada de inmediato por su patrón, poco tiempo después ella aparecía con una niña y una fuerte cantidad de dinero, de vez en cuando un hombre bien vestido portando tupido sombrero y gafas con bigote fino al labio llegaba a darle dinero a su hermana, el muchacho quiso saber lo sucedido pero la vehemencia del carácter de su hermana se lo impedían, igual trato para su abuela, una anciana pausada en su hablar, que ahora toda su atención y cariño era para mimar a la pequeña, la quería tanto que era la razón de vivir, la mujer hermana del muchacho servía en casa de Nicolás Arichabala y Justin Daniela Pérez, en aquella lujosa casa junto al mar, allí era escenario de juegos entre el pequeño Daniel Nicolás y la hermosa “Mielicilla” ambos niños caminaban descalzos por las arenas del mar, desde ventana alejada eran vigilados, eso lo hacían cuando el recio de carácter Fulgencio Arichabala los visitaba ya que los padres del niño Nicolás y Justin lo sobreprotegían al pequeño Daniel Nicolás evitando cortes o algo que lesiones su piel y salud que pueda evitar ser increpados por el prestante anciano terrateniente, la niña era su directa compañera de juegos así como ciertos niños hijos de los empleados de la fábrica, el anciano visitaba de vez en cuando el negocio para tomar brisa fresca a diferencia de la capitalina ciudad que ya incrementaba de a poco el smog, Fulgencio tenía también acciones considerables en la empresa, Squeo en la mayoría de veces lo acompañaba, eran dos selectos invitados, pensaron que vendría bien el negocio de restaurants, empezaron a comprar tierras a bajo costo, talaron manglar ampliando la playa, todo bajo venia de la influencia del senador, aprovechaban de esa coyuntura, Squeo miraba con detenimiento la figura del precioso niño, sonreía con atenta ironía que Justin notaba, cabizbajo retiraba Squeo la mirada en el niño, dejaba la irónica mofa en la conciencia de Justin Daniela Pérez madre del pequeño, Squeo con esa forma irónica de su personalidad que lo había llevado lejos le hacía cordial venia a la madre del precioso pequeño, al dar la mujer la espalda, volvía a ver al niño, retornaba la sonrisa sarcástica, miraba fijamente aquel rostro infantil, de lejos Fulgencio miraba el rostro de su hombre de confianza, bajaba la mirada, intuía los pensamientos de Squeo, si, los intuía, ambos sabían de lo que se trataba, pero callaban, era lo mejor, lo sabían, era su secreto, no debería ser revelado o sería el acabose, no, no y no, pensaron en silencio viendo al pequeño y volviéndose a ver los rostros, pensaron en el senador Pérez padre de Justin, de un sorbo bebieron el líquido contenido en el vaso, a su lado estaba su fiel empleada, ella también había visto la expresión de Squeo, patrón y empleada se vieron las caras, asintieron con mirada triste, por instantes estuvieron cabizbajos viendo correr por la arena al precioso niño, la niña corría descalza sobre la arena con su pelo largo a la cintura que ahora se movía con efecto del viento, ambos niños vivían con felicidad, entre “Mielicilla” y “Danielito” había cierto instinto de apego, de compenetración, de aquello que los adultos se daban por enterados, la empleada madre de la pequeña tenía ciertos cuidados, a veces su hermano le ayudaba con permiso de los patrones ganándose un dinerito más los días en los que no tocaba de hacerse a la mar como ayudante de arreos o en el muelle como estibador, a lo lejos, en un ambiente muy diferente, entre bosques y montañas, ante un ocaso creciente, una triste mujer lloraba su suerte de vida consistente en desamor e infelicidad.
FIN DEL CENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO SÉPTIMO EPISODIO
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