METAMORFOSIS 158
Noche fría.
El frío viento recorría el lugar campestre, la suave brisa pasaba por el bosque tupido en aquella madrugada, la frescura recorría la construcción victoriana como suave manto invisible haciendo cubrirse con sábanas a los residentes, el entablado se puso fresco igual que aquellas escaleras con paredes de principios del siglo XX, de pronto, que unos claros ojos infantiles se abren, lentamente a la vez que una de sus manos deslizan la cobija que lo cubría, con la otra se manoseaba la cara, se vio el pijama, instintivamente miró hacia la ventana, su mirada fue hacia el espejo del amplio armario, aún presente estaba aquella fría madrugada, lo sentía en su piel, sus pupilas se dilataban ante presencia de poca luz de luna, a pesar del cielo a medias estrellado, contraste, hace pocos días dejó de llover torrencialmente por el lugar con calor desbordante, ahora venía aquella fresca brisa, deslizó por completo la sábana haciéndola a un lado de la cama, fue tanto el impulso que lentamente se deslizaba por el colchón, luego la ve tendida al suelo a lo que la penumbra permite, vio sus pies descalzos, se recostó en el amplio espaldar de la cama de madera, se inclinó para toparse los pies con las manos, las frotaba, pasaba las manos por sus piernas llegando a la punta de los pies donde los dedos de manos y pies se entrelazaban, sentía pereza, aún tenía la mirada entreabierta cuando instintivamente se llevó la mano hacia la entrepierna metiéndola por el pijama, dentro sus manos se deslizaban por el penecito lampiño dándose gusto a lo que se estaba haciendo con los frotes y estiramientos de los dedos en el prepucio, motivo lo era aquel fresco de la noche, luego ladeó su cuerpo llevando las manos por dentro del pijama deslizándolo hasta llegar a los muslos, así con facilidad se pasaba las manos por el trasero, por su instinto ese manoseo pausado y prolongado lo sentía delicioso entreabriendo los ojos claros y la boca a medio abrir, luego subió el pijama, se estiró en la cama viéndose el movimiento de la punta de sus pies, luego bostezó prolongadamente abriendo esos bien definidos labios infantiles, recordó el por qué estaba allí en casa de su abuelo Rodolfo; horas antes al caer el crepúsculo había llegado con su madre Noelia, muy alegre se puso ante el recibimiento cordial de su abuelito, allí también estaba Mirko el agregado militar de visita en el país recibiéndolos con amplia sonrisa, el huésped honorable cordialmente saludó a los visitantes, pasó la mano por el pelito lacio rubio del niño precioso, ambos intercambiaron sonrisas, mostrándose así la empatía que el niño y Mirko sentían, Noelia visitaba a su padre en forma periódica, Amacilia la anciana compañera sentimental del anciano había salido de viaje a la capital en compañía de su nuera, hijo y Leandro su único nieto, así, Rodolfo estaba al cuidado de la servidumbre, ello el motivo de la visita de su hija Noelia que venida de su estancia traía dulces típicos del lugar que los brindó en el amplio salón de aquella gran casa victoriana de principios de siglo XX, rato después llegó Gustavo Adolfo con unos planos, a la luz de candiles Mirko y el joven militar estudiaban las posiciones a ser ejecutadas en los días siguientes, luego vino la tertulia, el pequeño no tenía amiguitos con quien jugar, decidió hacerlo solo en la sala junto a los adultos sentados en confortables sillones del salón amplio, el niño de once años era el centro de atención con miradas tiernas y jocosas ante las pericias en el juego que hacía en esa alfombra persa, mostraba así su inocencia pese a su edad, era muy adulado por sus padres y qué decir de su abuelo Rodolfo, se entendía por comentaros de los peones de la estancia Buonanote que cuando llegaban los hijos de Noelia la estancia el carácter rígido del anciano Rodolfo se transformaba pues llegaban sus dos nietos más queridos, irónico, pues son hijos de su adversario Carlos Felipe del Olmo, el niño Carlos Augusto Rodolfo vestía pantaloncito corto con tirantes y una camisa con sandalias y medias que pasaba a las rodillas, Mirko con disimulada atención tomaba cuenta de aquellos movimientos, el niño tenía un corte de pelo tipo hongo propio de la época, el pelo lacio se movía ante el agite de su cabeza y cubría los ojos en aquel cerquillo de pelo muy brilloso, los labios eran ensalivados constantemente al pasar la lengua rozagante, el niño estaba arrodillado con su traserito alzado jugando con los soldaditos de hojalata regalo de su hermano Gustavo Adolfo, también con unos autos de hojalata regalo de su abuelito Rodolfo, pasaban las horas y Noelia le indicó al niño para que se cambiase la ropa y que se ponga el pijamas, así lo hizo y tiempo después entre luces de candiles el pequeño bajaba por las escaleras muy sonriente arreglándose el ajustado pijama que sus padres le habían comprado hace ya más de un año, había crecido, estaba ajustado, los filos daban a los tobillos, mientras bajaba los peldaños se iba estirando la tela del trasero amoldándose ante los glúteos mostrándose las finas líneas sobre todo la raya de separación de glúteos en la que la tela se introducía y periódicamente el niño se la sacaba estirándosela con los dedos, al disimulo el niño al sacarse la tela se llevaba los dedos a la nariz oliéndoselos, también se estiraba la tela que cubría su penecito lampiño que se definía muy bien esas líneas del genital conjuntamente con los testículos, el niño sin ver los ojos intensos de Mirko se sentó sobre un sillón junto a su hermano Gustavo Adolfo y Mirko que ya habían terminado de analizar los planos, minutos después Gustavito se despedía pues había hecho un alto en su actividad militar para hablar con Mirko, el niño recibió mimos de despedida de su hermano favorito, pese a tener casi doce años era un niño con sensibles sentimientos mostrando timidez y humildad, seguramente por eso se hacía querer complementándose en su personalidad aquella docilidad con ternura y amabilidad, de eso explotaba Mirko para conseguir estar cerca del niño y hacerle disimulos manoseos camuflados en cortesía y aprecio, el pequeño Carlos Augusto Rodolfo corrió hasta llegar al gran ventanal apoyaba sus manitos en el cristal de la ventana igual su carita despidiéndose de su hermano con amplia sonrisa, le había prometido regalarle algo para su nuevo encuentro, eso lo entusiasmaba, los adultos detrás lo miraban con ternura, era el momento de dormir, así, subió las escaleras mirando los candiles de kerosene, el humo característico era olfateado por el menor, había heredado esa costumbre de su padre pues siendo niño lo hizo también, Rodolfo miraba con cariño el movimiento de caminar en su nieto, era el reflejo de su difunto hijo René pero también tenía aquella forma de caminar de su padre Carlos Felipe del Olmo, su en sí característico denotaba un aire parecido a su difunta abuela materna Elsa Peñalba, el aciano lo apreciaba en la sonrisa del niño que desde lo alto del piso se despedía agitando las manitos de dedos alargados, los tres adultos lo hicieron también luego de sentárse a conversar; ahora en tiempo presente el niño recordaba eso con seguidos bostezos, ahora se rascaba la espalda y de nuevo sus manos manoseaban el penecito lampiño de piel blanca por dentro de la ajustada tela del pijama, recordaba a Emilio José, deseaba tenerlo allí ahora con él, se miraba los pies, con dedos alargados, empeine aplanado, uñas muy bien cortadas, los movía, el manoseo le estimuló a orinar, al sentarse sus pies tocaron el frio entablado, se agachó a verse el penecito erecto delatándolo la tela ajustada que lo amoldaba, abrió las piernas y se lo estiró, luego lentamente se acostó de espaldas en la cama con el cuerpo doblado sobre el filo del colchón, siguió manoseándose el pene en esa postura corporal, a sus once añitos notaba que su pene crecía igual que su cuerpo, se miraba el pene salido del pijama deslizado a sus muslos, corría apenas el prepucio viéndose parte del rozagante glande, lo manoseaba dándose placer con la punta de los dedos en el glande, recientemente había visto castizar a los animales del establo, le llamaba la atención aquello, lo excitaba sobremanera al ver eso de qu el pene del macho se introducía en la vagina de la mujer, pensó que así sus padres lo habían engendrado, recordaba de aquellas noches junto a su cuarto el gemido de sus padres y de la vez en que los sorprendió haciéndose el amor desnudos en la cama, de cómo el grueso pene de su padre se introducía en la vagina de su madre, sorprendidos los adultos le llamaron muy fuerte la atención al pequeño de entonces seis años por aquella impertinencia diciéndole que es de mal gusto aquella acción de fisgonear, el niño fue sacado de la habitación por su padre que le cubría la sábana, ahora el pequeño se miraba el penecito erecto a plenitud, se inclinó y se arrodilló frente a la cama, estiró la mano agarrando la bacinilla pero estaba de líquido a media capacidad con orina, el niño pensó que no quedaba otro remedio que bajar al baño llevando la bacinilla bajando las escaleras, sorpresa para el niño fue en ese momento encontrarse con Mirko que coincidentemente también iba al baño, el niño con cierto recelo entró junto con el adulto, sólo la luz de luna reflejaba aquel lugar, se escuchaba el ruido de batracios y grillos en el cercan monte, sin recelo Mirko sacó su pene y orinó, carlitos miraba la micción ese pene peludo, Mirko lo miraba sonriente, ante los repetidos pedidos del adulto el niño deslizó su pijama sacándose el penecito mostrándose ante la luz de la luna incidente el boquete de aquel lugar, era muy frio el momento de ambiente así el penecito estaba en todo esplendor de erección, Mirko deleitaba su mirada viendo las manos del niño deslizarse el pijama llegando a los tobillos, tragó saliva en señal de angustiosa sorpresa viendo esos delimitados y bien formadas líneas del trasero demostrados por esos hermosos glúteos suaves de niño descendiente de caucásicos, una mano apoyada en la pared mientras miraba salir orina de su penecito y la otra rascaba los glúteos en señal de placer, sus ojos entreabiertos y los constantes bostezos eran fijamente estudiados por la mirada de Mirko que seguía tragando saliva por el placer visual en el que estaba pasando, luego lentamente se sube el pijama dando unos pasos caminando junto al adulto que le insinúa caminar por los alrededores, tanto así que fueron a lugar distante de la gran casa donde la penumbra se incrementaba, se sentaron a mirar las estrellas sobre un grueso árbol, Mirko notaba que el niño sentía frío mientras conversaban, vio que el niño estiraba el penecito vestido, el adulto se acercó más al niño cubriéndolo con su cuerpo, lo acomodó sentándolo sobre su entrepierna y empezó a mover las caderas, el mentón del adulto descansaba sobre le pelito rubio lacio del niño, Mirko le contaba cómo era el país de su origen y comparaba los animales y vegetación, el niño sintió algo abultado sobre su trasero, Mirko dio cuenta de aquello y se limitó a cerrar los ojos teniendo abrazado y cubriendo con su cuerpo a ese hermoso niño de once años, recordaba aquellos momentos vivido en la gran guerra con René, en aquel lugar, aquella noche en que desvirgó al pequeño René con su dedo medio de trece años en aquel anito, ahora tenía al sobrino del difunto René, ese niño le recordaba, Mirko pensó que era el momento, abrazó con más ternura al niño en el momento en que carlitos abría los brazos, juntaron las mejillas, el niño escuchaba atento los comentarios del adulto, para ese momento las sandalias del niño estaban salidas de los pies bien formados, alzaba y bajaba los pies mientras Mirko hablaba golpeando su respiración en el pelo del niño que seguía sentado sobre el cuerpo de Mirko que estaba arrimado al árbol, el frío de la noche se hacía mayor, Mirko notó la piel erizada del niño, de esa manera luego frotaron las manos, los brazos de Mirko tenían bien sujeta la cintura del niño rodeándolo con firmeza, ambos se movían así agarrados a los lados, las manos de Mirko se deslizaba por la entrepierna logrando rozar las yemas de los dedos adultas a ese penecito cubierto por la tela del pijama, el niño dio cuenta de aquello, de ese movimiento circular de los dedos sobre su penecito y después vio que lo estiraba, el niño permitía eso pues ya lo había hecho íntimamente con Emilio José en varias ocasiones, consideraba normal eso, luego las manos adultas se posaban sobre los muslos cubiertos por la tela del pijama, al frote de las manos Mirko cerraba los ojos, sentía placer eso que le estaba haciendo al niño, deseaba más así que comenzó a moverlo al niño de nueve años de caderas hasta que al ladearse mucho cayeron de un lado al piso, fue el instante en que el niño se apartó de Mirko, ambos reían en aquellas altas horas de la madrugada, caminaron un poco adentrándose en el tupido monte hasta llegar a un árbol que la luz de luna lo reflejaba, allí se sentaron a ver a su alrededor, estaban sobre una loma contigua a la casa victoriana perteneciente al abuelo del niño, vieron las luces de los candiles, por detrás lo abrazó al niño, unieron el trasero infantil con la entrepierna adulta, vinieron los movimientos circulares de Mirko con las caderas, lo hacía para adelante y para atrás al instante en que la cara de Mirko se posaba sobre los hombros del pequeño Carlos, era un accionar previo a lo que se vendría, le decía palabras en los oídos infantiles, Mirko que seguía por detrás le hizo dar unos cuantos pasos llegando a arrimar al niño en el árbol frondoso ubicado en la loma, desde allí se podía ver las luces de la casona a lo lejos, la carita arrimada del niño y el pecho sobre el tronco del árbol no daban tino al niño para siquiera moverse, Mirko seguía abrazándolo por detrás, el niño de once años sintió pasar la lengua de Mirko por su cuello, luego cortos besos en su cabeza, las manos se deslizaban por las caderas llegando a la entrepierna infantil, era preciso aquello para llegar a meter las manos dentro del pijama así el niño sentía el manoseo del penecito dentro del pijama, de a poco el niño vio las manos de Mirko que deslizaban el pijama cayendo a los tobillos, la brisa era más continua en ese lugar tupido de árboles, las manos de Mirko manoseaban el penecito descubierto, la luz de luna en algo permitía ver bajo la penumbra aquellos movimientos, a cada momento Mirko le decía al niño Carlitos que era buen chico, seguía el rostro adulto por detrás del cuerpo del niño besándole el cuello y la espalda, de pronto el niño abrió los ojos con su carita arrimada al árbol, algo de molestia sentía en su traserito, era que el pene de Mirko rozaba la separación de los glúteos entrando en el ano, aquella postura era incómoda para Mirko que siguiendo detrás del niño lo arrimó más al árbol, Carlitos gemía en cada roce del glande en su traserito, no podía ver lo que Mirko le estaba haciendo, se limitaba a sentir esos movimientos de pene, el adulto continuaba diciéndole que era un buen chico, buen chico mientras Carlitos sentía más intensa la molestia en su ano llegando a decirle que lo dejase pues le dolía el traserito, pero el adulto le dijo que siguiese quietecito, que estaban jugando y ya terminaba el juego, así, en instantes Mirko reacciona y da un paso atrás en lo que inmediatamente sale semen del glande que el niño ve de ese movimiento al momento de voltearse, Mirko agita le pene arrimándose al árbol, mientras tanto el pequeño lentamente con pesar se sube el pijama acomodándose las sandalias, el niño ve el pene grueso ser acomodado en el pantalón, de su bolsillo Mirko saca una navaja pequeña y hace un diseño en el árbol donde estuvo arrimado el pequeño Carlos Augusto Rodolfo, es una “M” con una “C” cruzada y abajo las leyenda XVI-lll-LVI, el niño sentado pensativo contempla aquello, su trasero estaba adolorido, Mirko no había logrado desvirgar ese trasero infantil a plenitud, luego de terminar, sin palaras le hizo un gesto para que se acerque, el sorprendido niño abrió la boca absorto con los ojos muy abiertos ante el deslizamiento de fina navaja sobre la yema del dedo medio de la mano izquierda de Mirko saliéndole sangre, el dedo sangrante pasó por la corteza recién labrada, la leyenda XVI-lll-LVI se tiñó de sangre por los surcos hechos por la navaja filosa suiza, el adulto le dijo al niño que hacía eso para que nuca olvidase el momento vivido, que le decía con esa actitud que era especial en su vida de ahora en adelante, que siempre lo recordase, el niño se limitaba a ver y a escuchar sin articular palabra alguna, Mirko se chupó el dedo sangrante apretándolo con una mano hasta que dejó de sangrar, ambos caminaron lentamente en dirección a la gran casona, mientras lo hacían, el pequeño iba rascándose el traserito, cada uno tomó su habitación, esa madrugada el niño continuó despierto por un rato pensando en lo que el adulto le había hecho, con astucia de convencimiento Mirko logró del niño que no comentase nada de lo ocurrido en aquel lugar, en su mente quedará grabado para siempre esos movimientos sexuales en las primeras horas de esa madrugada del naciente día jueves imborrable.
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La fría noche capitalina mostraba la bruma y el movimiento acelerado de un auto lujoso de la época, el camino empedrado ancestral mostraba el rodar de neumáticos haciendo un súbito frenado, atrás quedaba el humo del motor, habían llegado al lugar convenido, del auto sale un par de zapatos muy brillosos, del otro extremo salen unos pies con sandalias, ambos cuerpos se juntan arrimándose sobre el motor, vinieron los manoseos y el sacarse la ropa viéndose los cuerpos desnudos, el lugar era seguro para manifestar a plenitud todos sus aberrantes instintos, se mostraban así con manoseos aquella pasión que iba en crecimiento por cada encuentro vivido, el hombre bien vestido formal abrazaba a aquel jovial personaje con ropa casual, lo había encontrado deambulando por el parque, con alegría el muchacho se subió al auto, durante el trayecto venían manoseándose los penes vestidos, ya viéndose desnudos continuaban abrazándose con manoseos, para ese momento se notaba que cada vez eran más intensos los apasionados besos, lentamente cayeron al suelo, se vieron los cuerpo desnudos rodando por el suelo en la soledad del lugar, solo la luz de luna era testigo de esos actos sexuales, se hicieron el amor en forma prolongada, es decir, hubo mucho toqueteo, mucho apego corporal, muchos 69s, en los que salían ensalivados los penes peludos de ambos, después el pene introducido en uno y en otro ano dejándose el semen dentro del ano, el muchacho había conocido al hombre prestante cuando éste se había caído pedaleando una bicicleta, el muchacho fue el primero que le dio auxilio, luego llegaron los familiares del hombre prestante a socorrerlo, minutos antes había tenido una fuerte discusión con su padre, ahora ambos amantes se sentaron recostados sobre los asientos del automóvil fumando intensamente a la vez que sentados desnudos se manoseaban los penes aún mojados de semen, decidieron salir del auto a caminar desnudos por el lugar sintiéndose libres de no ser vistos por transeúnte alguno, corrían alegremente con sus penes agitados al viento igual que su pelo, el hombre correteaba al muchacho que ya al ser alcanzado rodaban por el suelo ambos cuerpos desnudos, venían los apasionados besos con lengua y el pene introducido en la boca de uno y otro, después se dejaban meter de nuevo esos gruesos penes latentes con venas delineantes en la piel de los amantes, era la primera vez que estaban en ese lugar capitalino pero sería el inicio de muchas más ocasiones de encuentros sexuales.
FIN DEL CENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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