METAMORFOSIS 159
Día especial.
El alba aparecía en el fresco día despuntando de a poco los rayos de sol apareciéndose entre las tupidas montañas, los peones caminaban como siempre en desfile ritual al campo que esperaba por una nueva faena, las mujeres preparaban los alimentos para sus seres protegidos en esa mañana, esto se veía en la gran casona, las mujeres cocinaban y aseaban el entablado junto con las paredes, una de ellas fue a correr las amplias ventanas entrando los rayos de sol, el fresco de la mañana invadía la habitación, lentamente los ojos infantiles se abrían, el efecto solar le hizo abrir la boca en frenético bostezo, aún los ojos entreabiertos miraban alrededor de la habitación, se sentía solo en aquel lugar, sus pies descalzos se pusieron en contacto con el frio entablado dando pasos en búsqueda de sus sandalias, se rascaba la espalda, su traserito pedía lo mismo, se pasó lentamente el dedo índice de la mano derecha entre la separación de los glúteos, se lo pasó en repetidas ocasiones cerrando los ojos con sumo placer, recordaba lo de aquella madrugada, aquella primera sensación, de aquel su primer hombre, se preguntaba a sí mismo el por qué lo había permito, se sentó a meditar a la vez que hacía cortos bostezos salidos esos labios ensalivados rozagantes, de nuevo la pregunta del por qué, a su mente llegó esa sensación en su culito, le llegaba el pensamiento de ese pene adulto que rozaba sus glúteos y esa punteada de glande suti que lo electrizó, sí, instintivamente a sus once años ya lo perturbó, de sólo recordar esa sensación vio su penecito que dejaba de estar flácido poniéndose algo erecto, sus dedos lo rozaban, estaba a solas, dio rienda suelta a su placer, escuchó a la distancia por las escaleras el rechinar de los pasos de las botas pertenecientes al ilustre visitante, sin duda que era él, Carlitos el hijo de Noelia y Carlos Felipe se acercó a la pared poniendo sus oídos en ese lugar, lentamente se escuchaba los pasos mas cercanos, Mirko se dirigía al comedor donde un sonriente Rodolfo lo esperaba, el saludo como siempre cordial entre compatriotas europeos siendo testigos la servidumbre del diálogo caucásico con el que establecían la acción del desayuno, los humildes peones recién llegados no entendían aquel dialecto, se limitaban a escuchar y a esperar por señas sus turnos de ser escuchados por el prestante Rodolfo Buonanote, los humildes personajes quedaron parados arrimados a la entrada de la gran casona, vieron el jeep estatal con un militar a la espera de la salida del extranjero, fue como siempre de gran cortesía el diálogo, Mirko lamentaba por los pocos días que le quedaban en aquel lugar, Rodolfo prometió a su nieto Gustavo Adolfo que haría los trámites para que su estadía se extienda por unos meses más, Mirko sonriente se limitó a estrechar la mano bebiendo con seguridad un sorbo de aquel néctar de frutas combinadas, agradeció la buena voluntad, deseaba pasar más tiempo allí, salió haciendo una venia casi marcial girando sobre los tacones de sus botas en dirección al jeep que lo esperaba, desde una ventana se dibujaban el apoyo sobre el cristal de dos manos infantiles de once años, la mirada de aquel niño rubio precioso era para el movimiento del visitante Mirko que se subía al jeep perdiéndose por el camino entre la arboleda, la mirada del niño se mantuvo viendo el movimiento del vehículo, las manos se deslizaban lentamente por el marco de la ventana de diseño victoriano, suspiró, cerró los ojos, como flash recordaba aquel desliz de su pijama y esas manos caucásicas que se deslizaban por sus muslos así también la respiración de aquel hombre cocando en su pelo, aquella lengua adulta que se deslizaba por el cuello poniéndose la piel de gallina, recordaba esa marca, si, esa marca en aquel árbol, el día empezaba con aquellos pensamientos infantiles, reaccionó en sus pensamientos de la actualidad pues ya pronto su madre Noelia vendría por él, le había pedido permiso de dormir en casa de su auelo, se vistió rápidamente, aún su abuelo se encontraba en el comedor, al ver a su nieto abrió jocosamente los brazos, el niño se acercó dándole un fuerte abrazo al anciano, se querían mucho, lo demostraban dándose besos, al anciano ese niño le recordaba en algo el rostro de Elsa, la abuela paterna del niño, Elsa, aquella mujer madre de su yerno Carlos Felipe del Olmo, con qien tuvo un amor clandestino y un hijo que murió al nacer junto con la madre, en el rostro de su nieto Carlitos también sobresalía la apariencia de su difunto hijo René, todos en la familia miraban al niño como una fiel identidad del difunto René, de eso también lo tenía claro Mirko, que sentado en el jeep pensaba en ese niño precioso, sonreía irónicamente, el destino había permitido que conociera a ese hermoso niño de once años, la distancia no hizo impedimento para que se encontrasen y se conozcan, Mirko recordaba a Reniek en ese niño, cerraba los ojos recordando su pase de manos por esa piel infantil muy suave, él también recordaba aquella madrugada en que plenamente le pasó su pene por aquel traserito voluminoso terso, Mirko abrió los ojos viéndose erecto el pene de solo recordar aquello, seguía sonriendo, ya esperaría la oportunidad de estar juntos de nuevo, sólo estaba al pendiente de que se cumplan los buenos oficios de Rodolfo ante su nieto en cancillería que le permitiesen estar por un tiempo más en el país de la canela.
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Un hombre cabizbajo pensativo caminaba por las calles antiguas capitalinas del centro histórico, iba pensando en la actividad legal del día en aquella penitenciaría en la que laboraba, recordaba los hechos vandálicos de meses atrás en aquel penal, de las escaramuzas sufridas por los reos, de la prepotencia y el salvajismo de los guardias, el maltrato sufrido por los familiares de los caídos en desgracia, le preocupaba todo aquello, sacó de su bolsillo una lata plateada de la que sacó un fino cigarrillo rubio importado, hizo unas cuantas bocanadas liberando el humo, la gente pasaba por su alrededor, prefirió caminar en aquella mañana hacia el taller donde estaban reparando su auto, a su alrededor pasaba un panadero en combinación de venta perfecta con un refresquero artesanal llevando a carreta aquel producto, les hizo un alto y compró aquello, dio unos pasos sentándose en una de las bancas del antiguo parque capitalino, aún quedaban unas cercanas cuadras para llegar al taller, respiró profundo procediendo a masticar el pan y a beber de néctar, miraba de reojos a los transeúntes, algunas empleadas llevaban junto con sus patronas aquellos cochecitos con preciosos bebés, aquel hombre sonreía, ya tenía veintiséis años, pensaba ya en contraer nupcias, solo que su amada no se presentaba para tal formalidad, los años recientes los había dedicado al estudio graduándose muy joven con altas calificaciones en el exterior, de ahí su cargo en aquel penal, de su cercana inauguración de bufete, ese sería su segunda actividad del día terminando en la noche en algún centro nocturno pues gustaba del baile, había sacado aquel gusto a su difunta madre, aquella mujer que se entregó por amor muriendo al parirlo, aquella mujer de la que solo tiene de recuerdo un par de fotografías de su rostro simplemente, una de ellas siempre con él en su traje como amuleto, le vino la nostalgia de solo recordarla, instintivamente le vino el deseo de ira al pueblo donde su madre estaba enterrada, se animó ante la idea de viajar, llegaría cercana la noche, siguió disfrutando de su alimento, la mañana se tornaba en calurosa con amplios rayos de sol, la bebida le venía bien en aquella media mañana, su torso gira levantándose a la vez caminando luego en dirección al tacho de basura, levanta su mirada y ve a lo lejos a una mujer sentada en la grama recostada sobre un árbol, tenía en su regazo apoyada a su pecho a un niño que tenía puesto un gorro, la escena tierna llamó la atención al hombre aquella mujer recostada de espaldas ponía en su hombro a aquel niño, el abogado dio unos pasos cerca sin que la mujer diera cuenta, el niño agitaba sonriente sus manitos tocándole el rostro a su progenitora, el viento hizo que el gorro saliese de la cabecita del precioso niño, la mujer voltea de súbito viendo el gorro llegar a los zapatos bien lustrados del abogado, lentamente la mirada de la mujer sube viendo las piernas, el pecho, y da un sobresalto de admiración boquiabierta al ver el rostro de aquel hombre bien vestido, temblaba, el hombre también recibió aquella impresión de la mujer, por unos instantes no articularon palabras, con admiración se limitaban con verse, el hombre reaccionó luego inclinándose a recoger el gorro entregándoselo a la mujer que instantes antes se había levantado marcando al niño, el hombre la saluda con un estrechón de manos, luego acaricia al niño que seguía marcado de su madre poniéndole el gorro, el niño sonreía viendo al abogado entrelazándose los dedos, la mujer se limitaba a ver articulando alguna que otra palabra cordial, el hombre preguntó por el nombre del niño, la mujer dijo Abner, que tenía dos y medio años, el gorro volvió a salirse por el fuerte viento, el niño con instintiva dificultad de su edad quiso seguirlo a recogerlo, su madre lo permite, ambos adultos vieron al niño correr graciosamente sobre la grama cayéndose luego de algunos pasos, presuroso el hombre a la vez que la mujer lo tomaron al mismo tiempo, entre ellos quedaba aquel niño alzando las manos sosteniendo el gorro, las miradas penetrantes entre la mujer y el abogado, tragaron saliva, él sintió lo frío de las manos de ella, no dejaron de verse por unos instantes, eran interrumpidos por los bruscos movimientos del niño, se sentaron a conversar sin dejar de mirar los movimientos del niño, ella respondía las inquietudes del hombre diciéndole que tenía un trabajo cerca de allí, cuidaba de aquel niño ya que había conocido a una pareja de esposos muy considerados con ella a quien le habían confiado ese niño hermoso, el abogado escuchaba atento con sumo respeto las sentidas palabras de la muchacha de veintitrés años, mientras transcurría el tiempo el abogado instintivamente trató de tocarle las manos cariñosamente, la mirada de la mujer fue al piso, se dejaba, temblaba ante ese roce, el abogado continuaba pasándole la mano por los mejillas, no reparó en recordarle aquellos momentos vividos, la mujer al escucharle temblaba de emoción, era característica su timidez, aquella timidez que arrebataba sentimentalmente al abogado, ella hace un buen tiempo lo colmó de ternura, se amaron, su relación fue especial, sonrieron, ahora ese encuentro especial de tantos años se tradujo en alto grado de atracción, se podía apreciar en sus rostros que se acercaban lentamente, el pudor pudo más ante el instintivo deseo de besarse, esa actitud para ambos significó que existía esa pertenencia mutua, ella con su traje humilde, él con su traje sobrio elegante contrastaba las clases sociales de la época, nada había cambiado en sus definidas clases sociales, ella le preguntó por su vida en todo ese tiempo, el hombre respondió su dedicación por el estudio, seguía soltero, eso fue atrayente de escuchar para ella, el hombre buscaba compañera mirándola a ella con gestos picarescos, ambos rieron, entrelazaron sus manos, se miraron con ternura, el niño sentado sobre la grama agitaba las manos de felicidad, reaccionaron separándose ante los gritos de un grupo de niños que se acercaban a la mujer, ella hizo la presentación de su amigo el abogado, el grupo de niños vestidos con ropa humilde saludaban con cortesía, uno en especial estaba algo serio pero a fuerza extendió la mano al abogado, tenía bajo el brazo una pelota algo aguada, el abogado se despidió de la mujer alzando al nene por los aires y luego abrazándolo con ternura colmándolo de caricias, se despidió de cada niño frotándoles el pelo con su mano, el niño huraño hizo un gesto para que no le hiciese lo mismo que a los demás, le dio una tarjeta a la mujer y con agitación de manos se despidió caminando en rumbo al taller, aquel niño expresivo se quedó junto a la mujer mientras sus amigos de juegos caminaban a la explanada del parque a jugar futbol, sus bracitos de casi seis años rodeó la cintura de aquella mujer, su carita se apoyó en las caderas femeninas, vio a la mujer atenta viendo aquella tarjeta, el niño iracundo ahora por el gesto tomó la tarjeta y trató de romperla, la mujer rápidamente la puso dentro de uno de sus bolsillos, el niño estaba celosamente inquieto, cómo no serlo al ver a ese señor cerca de su madre, la mujer siempre le aconsejaba que no fuese así con los hombres que se acerquen a ella, el niño con rabieta y al impulso la volvió a rodearle los brazos por la cintura, la madre se limitó a acariciarle el pelo lacio negro, le hacía mimos en el rostro, eso al niño le gustaba, sólo la tenía a ella quien lo colmaba de cuidados engriéndole siendo un bebé luego de saber que su padre había muerto al nacer, la mujer amiga del abogado acariciaba a su hijo, en ese momento un par de amiguitos a prudente distancia lo llamaban a jugar, la madre le permitió ir pero que tenga cuidado, la mujer vio la forma de caminar de su hijo, sonreía, le recordaba el caminar del padre de su hijo, con ese garbo se decía, con el que se había enamorado de él, garbo europeo, ese niño tenía un perfil de hidalgos españoles, ella lo sabía, tenía claro el origen ancestral de su hijo, suspiró y se llevó al regazo al inquieto Abner, mirando desde la sombra al resplandor del sol pensaba en aquellos tiempos, en aquella entrega al hombre que la hizo sentir mujer plena, recordaba al hombre de su vida, latente y halagüeño.
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El mediodía de aquel día rayaba ya de un sol a plenitud con altas temperaturas como es obvio en aquella estación del año en el país de la canela, la mansión Arichabala tenía a varios comensales a idea de la matrona Matilde anfitriona que era el centro de atención en la programada reunión de amigas que estaban reunidas desde la mañana y estaba en todo su apogeo en el opíparo almuerzo que estaba a punto de servirse, entre ellas figuraba la participación de Justin Daniela y Fernanda, quienes eran las esposas de los nietos de la matrona encargadas de atender a la docena de invitadas ordenando a la servidumbre el correcto protocolo encabezada por Débora, de sesenta años por cumplir, aquella solterona y fiel ama de llaves que lideraba cada acción con insólita precisión lo que hacía elegante y pomposa la actividad planificada por la matrona Arichabala, a veces era la encargada de la rectitud disciplinaria en el cuidado de los bisnietos de la matrona, lejos desde el corredor atisbaba don Fulgencio mostrando a su fiel ama de llaves con una risa con mueca de ironía que denotaba irritabilidad, con sobriedad hipocresía se acercó a saludar a la damas, le hizo un murmullo a la fiel mujer dirigiéndose a las visitantes como cacatúas, era acompañado por su leal Squeo que se encontraba de visita laboral, salían en dirección a un sitio especial, tramaban un duro golpe a sus rivales de competencia, en especial a Carlos Felipe del Olmo, las mujeres saludaron al orgulloso anfitrión con sentida cortesía igual que lo hacía Squeo hacia ellas, al salir el dueño de casa se acercó a su hijo Nicolás, hablaron brevemente, lejos quedaba Squeo viendo a un inquieto y ruborizado Melquiades, no se hizo esperar la mirada intrigante de Squeo con marcada extrañeza hacia el muchacho de veintiún años, Fulgencio hablaba con su hijo de veintinueve años, le hacía gestos, al principio se notaba la cabeza de Nicolás agitándose negativamente, pero después vieron sus hombros en señal de resignación con mirada cabizbaja, la voz contundente de ahora fue altisonante, Fulgencio hizo un gesto a su hombre de confianza quien se acercó y juntos caminaron subiéndose a sus respectivos autos, Melquiades se acercó a su amigo que seguía pensativo y cabizbajo, había sacado un cigarrillo a fumar, le convidó uno a su amigo quien tenía una mano extendida en el hombro con gesto de consolación, fumaron un par más de cigarrillos, sentados bajo árboles frondosos de amplio jardín, conversaban sus actividades, Nicolás confesaba a su amigo la poca amigable relación entre padre e hijo, a pesar de todo lo respetaba y por todos medios siempre trataba de cumplir sus decisiones o deseos pero que a fin de cuentas no le satisfacía, Melquiades habló de igual manera refiriéndose a su padre, ambos coincidían el sufrimiento del desamor paterno, ambos coincidían en algo más, se miraron, y con mirada insinuante de Nicolás fueron a aquel lugar, pasaron por donde estaban jugando Victoria y su amigo Heriberto hermano de Melquiades, junto a ellos estaban otros niños hijos de las mujeres visitantes, la algarabía en el jardín era intensa en voces de esos niños, Nicolás y su amigo entraron al cuarto de juegos a jugar pool, por largo rato se daban de manos, miraron los tacos agitándose con tiza la punta, les vino la risa, dejaron a un lado los palos, cerraron con seguro, Melquiades fue el primero en desvestirse arrimándose sobre la mesa de pool, el trasero descubierto del amigo hizo que el pene de Nicolás se ponga erecto de inmediato, le dijo que desde hac tiempo había deseado hacerlo aquí, y se estaba cumpliendo, Melquiades sentía las embestidas de Nicolás, gemían apasionadamente, ahora Nicolás se recostaba sobre el filo de la mesa y quien embestía era Melquiades, ocho años separaban sus edades pero nada del tiempo separaba su atracción sexual, ambos siendo muy niños fueron desvirgados, coincidentemente por muchachos originarios de aquel pueblo del interior donde Nicolás pasaba las vacaciones con su abuela siendo muy niño, ahora estaban sometidos en un apasionado deseo sexual consolidado en manos entrelazadas, cayeron al suelo los dos cuerpos desnudos prometiéndose siempre amarse así, con sigilo, con cuidado pero con mucho, mucho amor, para Nicolás eso era vida, no la que le daba su esposa Justin, su tendencia sexual al mismo sexo, su metamorfosis cumplida por los años, se consolidaba con el pasar del tiempo siendo indiferente hacia la crianza de su hijo y apego marital con Justin en la que no había semana en la que no existiera discusión, con respiración acelerada y considerando el tiempo transcurrido lograron vestirse, sacaron el seguro, al momento después tocaban la puerta Victoria y sus amiguitos, preguntaron si podían jugar en el lugar, Nicolás sonriente hizo gestos afirmativos con su cara, ambos amigos salieron dejando a los niños jugar a plenitud en el amplio lugar, al caminar por el estrecho corredor los dos amigos iban manoseándose, en un apartado lugar del jardín de cerramiento se arrimaron a darse besos, se manoseaban las entrepiernas metiéndose las manos por la cremallera abierta del pantalón, la pasión continuaba, salieron presurosos del apartado y muy escondido lugar, el pequeño Daniel Nicolás de dos años era el homenajeado en tal fiesta, jugaba con sus amiguitos Dionisio de cinco años, próximo a cumplir los seis años, aquel niño era muy apegado a Nicolás y a Justin y la madre del niño al ver tanto apego consideraba hacerlos compadres a futuro en la primera comunión, los esposos Justin y Nicolás felices agradecieron el gesto aceptando de muy buena gana, Melquiades conocía del particular así también conocía la mansión Arichabala tras las múltiples visitas en el lugar, el tiempo había transcurrido, había tomado varias copas de coñac, su ano le latía igual que su pene tratando de disimular su erección, sonreía viendo a los niños sobre todo los muslos y piernas rellenitas mostradas a través de sus pantaloncitos cortos, niños bien perfumados y cuidados, hijos de una nueva generación de alcurnia, Melquiades mascaba sus dientes con algo de celos y furia por no haber nacido en alguna de aquellas familias, seguramente así su destino hubiese sido otro, al fin, la resignación, respiró profundo, el latir de su ano a más de los síntomas de su abultada vejiga al beber tanto significó que debía ir al baño, orinó pausadamente y salió, pudo ver a través de la pared del urinario a Nicolás subiendo las escaleras con dirección a los dormitorios, él sabía que existía un corredor estrecho que se llegaba a ese sitio a través de una puerta estrecha semi escondida por uno de los cuartos, esperó por unos instantes y luego vio a Nicolás bajando con un objeto cubierto con tela, le intrigó aquello, Melquiades caminó por el jardín, las mujeres seguían con la tertulia, Nicolás estaba rodeado de niños pues lanzaba confetis y ciertos pequeños dulces, invitó a Melquiades a seguirle en los juegos, las damas miraban con beneplácito, en el juego hubieron roces, el pequeño Dionisio fue una de aquellas victimas rayándose con leve herida, Nicolás personalmente tomó al niño de las manos y subió con él las escaleras muy lentamente, la madre confió los buenos oficios del futuro compadre, dejó nomás que lo lleve al pequeño, Nicolás abrió la puerta del baño de su habitación sacando un botiquín de primeros auxilios, el pequeño Dionisio sentado en la cama miraba con inquietud los implementos, lentamente le acariciaba los alrededores de la herida, miraba con atención los movimientos de manos de su futuro padrino, al poco rato llega el orgulloso abuelo el senador Pérez, las damas salieron a su encuentro, con fina galantería saludaban, la matiné estaba por empezar, había llegado justo a almorzar, al poco rato un grupo de payasos hacían las delicias de los niños, Melquiades sube presuroso a informarle a su amigo Nicolás la llegada de su suegro, Nicolás baja presuroso y saluda efusivamente como de costumbre a su suegro, miraba con cierto apego el homenaje a su hijo, Débora y toda la servidumbre se centró en atender a la comitiva que acompañaba al senador, las miradas de los invitados se centraban en aquella comitiva, arriba en el dormitorio Melquiades miraba con atención al niño que Nicolás le había confiado el cuidado, le sonreía para entrar en confianza, el niño correspondió de igual forma, había una pequeña herida que estaba debajo del muslo de la pierna derecha, el manoseo de Melquiades no se hizo esperar en aquella región corporal, poco a poco alzaba la tela del pantaloncito corto del niño tratando con sus dedos de hurgar el penecito cubierto con disimulo, el niño estaba parado recibiendo los manoseos, Melquiades vio desde lo alto de la ventana de la habitación que los invitados se encontraban concentrados en el jardín de igual forma que la servidumbre que se preocupaba de la correcta atención, sintió seguridad, llevó al niño a sentarle en el extremo de la cama, a su lado puso el botiquín, por unos instantes vio la carita del niño, le dijo que era necesario que se quite el pantaloncito corto, el niño obediente se puso en pie y voluntariamente se quitó el pantaloncito corto, ese movimiento excitaba a Melquiades, vio al niño solo puesto el interior de color blanco en el que a través de la suave tela se podía apreciar la figura del penecito, sin perder tiempo recostó al niño con la carita y el pecho sobre el colchón, le dijo que se estuviese quieto para continuar la curación, el pequeño obediente se estuvo quieto, de un salto Melquiades puso seguro a la puerta, el tiempo apremiaba, podría venir alguien, así que deslizó la cremallera saliéndole un latente pene que aún tenía restos de semen, lo puso sobre el traserito vestido del niño que seguía inmóvil, pese a sentir ese desliz por su trasero vestido coninuaba quieto a ordenes de Melquiades, las manos de Melquiades deslizaron el interior del trasero del niño quedando descubierto a medias, ahora ambos se sentían, Melquiades de mejor forma, estaba muy emocionado gratamente viendo deslizarse su pene por la raya de los glúteos del pequeño Dionisio de casi seis años que seguía inmóvil a órdenes del amigo de su futuro padrino, la cama se movía lentamente por los movimientos de cadera, el glande latente de Melquiades quedó entre la separación de los glúteos, con ventaja del momento abrió los glúteos y empezó a introducir el glande, la extrañez que sintió el niño era por lo que ese hombre a quien recién concia se lo estaba haciendo pero aquel sentir de ese movimiento ya lo había experimentado antes con Don Fulgencio en aquellos apartados lugares, solo que el señor Fulgencio se lo hacía con los dedos, algo parecido sentía, ahora quería verse como lo hacía, quiso moverse pero el cuerpo de Melquiades no se lo permitía, le dijo que estuviese quieto que la curación seguía, inocentemente el niño se dejó llevar por las ordenes de Melquiades, sintió eso por unos instantes, hasta que ya no sintió sobre su cuerpo el de Melquiades, se viró solo viendo la espalda de Melquiades yendo al baño, al rato salió, ya para ese momento el niño seguía sentado con su interior puesto adecuadamente, le ayudó a ponerse el pantaloncito corto, salieron de la habitación, al bajar las escaleras el semblante del niño fue de alegría al unirse a los juegos de los payasos la madre del niño agradeció a Melquiades los cuidados, lejos estaba de suponer lo que su hijo había experimentado con Melquiades, fue al lado de su amigo Nicolás que lo miraba con repetidas veces fijarse en el reloj, la impaciencia se notaba en el rostro de su amigo, la angustia se mermó cuando vio aparecerse el auto de su padre cuyo brillo causaba admiración en los presentes, del auto se bajó Squeo primero abriéndole la puerta a su jefe Don Fulgencio quien al ver cerca al senador abrió los brazos en señal de cordial saludo con sentido abrazo, ambos consuegros se saludaron, tomaron de cada mano a su nieto el homenajeado y brindaron con el sentándolo cada una de sus piernas en sus respectivos regazos, esa foto tomada salió en los tabloides describiendo a dos orgullosos abuelos que festejaban en esa soleada tarde el día especial del segundo cumpleaños del heredero Daniel Nicolás Fulgencio II así lo bautizaban las comidillas amarillistas de sociedad capitalina entreguista al poder superfluo y al dinero, pues según estos aduladores, el niño tenía estirpe de príncipe, a no olvidar que los Arichabala en tiempos de la colonia tenían un cierto ramal ancestral monárquico, el niño homenajeado era la comidilla del mes en páginas sociales de los tabloides de la capital y de los departamentos del país de la canela, la noticia figuraba detrás de la principal noticia que refería de las sublevaciones con tendencia a guerra de guerrillas en el país, el espíritu del caudillo recorría las calles con sus adeptos.
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Ya el ocaso se acercaba en sus primeras manifestaciones, entraba la noche en aquel día especial para Lucrecia pues había descubierto un nuevo amor, y de qué forma; la mujer de treinta y cinco años había tenido relaciones discretas con un cliente proveedor de la capital, por eso los frecuentes viajes a la gran urbe del país, en muchos de sus viajes lo hacía acompañada de su hermano Dagoberto, hacía escalas en la ciudad visitando a su madre quien prefería vivir así sola, sentía pudor al tener cerca a su hijo Dagoberto, no se resignaba a saber en perfil bajo lo que era, como madre le ocultaba a su hija Lucrecia aquella acción años atrás que había tenido con ese inocente niño hijo de militar que ahora ya tendría veintiún años, la relación siguió así en madre e hijos, Lucrecia costeaba los gastos de manutención de su madre quien había lamentado la muerte repentina de sus tiernos nietos, hubo un tiempo en que visitó el pueblo para dejar flores y velas en las tumbas de sus seres queridos, aún para ella estaban las heridas abiertas de cómo salió del pueblo huyendo tras la noticia de saber que su esposo era un asesino, sus hijos retornaron a ese pueblo, pero ella no, prefirió vivir en la ciudad a la que periódicamente Lucrecia visitaba por asuntos de negocios, la madre estaba orgullosa del provecho económico de sus hijos, ya en la capital, Lucrecia se veía con aquel hombre de incógnito, había sido una atracción fulminante de primera vista, se gustaron desde el principio, Dagoberto con discreción apuntalaba esta relación a espaldas de su cuñado, jugaba al filo de la navaja, como ya lo había hecho con prudencia ante el difunto hombre de negro, no importa si las retribuciones de su hermana porque eran económicamente viables a tal punto que dejó de manejar moto para hacerlo en su propio auto, ahora ese era el medio de los encuentros con Luis Alfonso, el hijo del senador Pérez.
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La fría noche estaba en su apogeo, las luces de la ciudad marcaban el rostro de aquel indigente que iba acompañado de su fiel can, Nerón, uno de los tantos nombres que transeúntes conocidos o el propio amo le había puesto, su caminar lento en la apartada carretera asfaltada haciendo quites a los pocos autos que circulaban por la periferia de la capital, sonriente el hombre sentía complacencia de haber arribado, después de tanto tiempo, sacó de su morral deshilachado esa hermosa navaja plateada con mango labrado de marfil, hermosa arma para estar en manos de un indigente, la consideraba su tesoro, con ella días atrás la agitó delante de Rodolfo Buonanote y su compañera Amacilia, guarda un secreto ese instrumento, dentro de sí tenía siempre el frenesí de mantener filosa aquella arma blanca, sacó una piedra de afeitar y se sentó a la diaria tarea de afilarla por contados minutos, de pronto una luz intensa alumbra la humanidad del indigente, un par de bribones atraídos por el arma tratan de quitársela, primero Nerón actúa yendo contra el cuerpo de uno de los bribones, el otro es sorprendido por los fugaces y repentinos puños del indigente noqueándolo de contado, al voltear el cuerpo vio que el segundo estaba ocupado con las fauces de Nerón que hacía heridas en una de las piernas de su contrincante, bastó para blandir el arma para que el bribón corriese despavorido, el agredido salió del lugar con de su fiel amigo dejndo tendido en el suelo a aquel bribón, las luces de la ciudad se mostraban a plenitud en cada paso dado, caminaron por el centro histórico, les costó horas llegar, algo había cambiado, había llegado a su ciudad natal, calles más arriba en la loma se encontraba su casa natal, hoy ocupada por prestantes personajes de la política actual en gobierno, apretó los dientes de sol pensar por la traición y el despojo sufridos años atrás, él descendía de familias nobles pero que la desgracia lo había llevado a donde está, siguió ahora por aquellos lugares alrededores del parque, la noche de temporada le hacía caminar pausadamente junto a él seguía el andar su fiel Nerón, decidió descansar un poco acariciando el pelo de su fiel amigo, recordaba aquellos momentos felices jugando con su hermano mayor, de las caricias prodigadas por sus padres, de la atención que tenía para ellos la servidumbre, de lo lujoso de su natal casa grande, de pronto le vino recordar ese infausto hecho que le marcó la vida, siendo un adolescente jugaba con su hermano mayor cazando aves con la resortera, de ese caminar el inquieto adolescente se apartó de su hermano con la intención de rodear gran área donde se posaban múltiples aves entre los tupidos matorrales de aquella explanada, sorpresa para él observar una semidesnuda mujer con el rostro ensangrentado y amoratado siendo manoseada a la fuerza vil ante los estímulos lascivos de un hombre fornido, instintivamente por curiosidad decidió esconderse a ver lo que seguía y era que la mujer acostaba sobre la improvisada ropa que funcionaba con lecho era sometida sexualmente por aquel hombre que daba de bofetadas para que se estuviera quieta, así se tomó un tiempo parado delante de la acostada mujer se iba desvistiendo, se mostraba un erecto y grueso pene agitado, el hombre de tez blanca se acostaba sobre la mujer trigueña, se notaba en las ropas las diferencias de clases sociales allá por inicios del año 1920, el trasero del cuerpo del hombre se movía alzándose y bajándose al ritmo de las caderas, mientras la penetraba eran prolongados los besos forzados en forma irracional bestial, ella suplicaba que ya no más, que la dejase, los gemidos no se hacían esperar, la mujer era la más afectada emocionalmente en esa mala acción sexual no permitida, en aquella violación, se notaba la unión de pieles con colores contrastantes, los movimientos de pelvis unían los pelos negros de la vagina de la muchacha trigueña con el roce de los pelos castaños del hombre, el movimiento se hizo más rápido, ella forcejeaba sacando fuerzas de su flaqueza, de pronto a lo lejos se escuchó un crujido, la figura de un hombre vestido humildemente se lanzó cuchillo en mano sobre aquel indefenso hombre desnudo que débilmente intentó quitarse de encima a su atacante pero las certeras puñaladas en el pecho y abdomen le hicieron desfallecer muriendo con un alarido prolongado, luego un corte en la garganta rematándole, la mujer gritaba corriendo despavorida, en ese instante el muchacho sintió que una mano tocaba su hombro y era abrazado por detrás, quiso gritar pero una mano le tapaba la boca, era la mano de su hermano mayor quien sin darse cuenta de su presencia también había visto tal macabra acción, el asesino seguía a su segunda víctima profiriendo palabras soeces acompañadas de malas intencionadas maldiciones, los dos hermanos quedaron estáticos, sin acción a nada, miraban el correr de la chica desnuda, el energúmeno detrás, a punto estuvo de alcanzarla, parecía que la brillosa y ensangrentada daga iba a realizar su cometido, pero en esta ocasión no fue así, pues para sorpresa el energúmeno tropieza cayendo al suelo, luego se escucha un disparo tan certero que la bala se introduce en la cabeza del energúmeno, luego desde el mismo matorral una mano enguantada con brazo estirado fríamente dispara el revólver, la bala certera se impacta en el corazón del energúmeno que yacía muerto segundos antes, la mujer de color corrió a los brazos de aquel salvador, así desnuda lo abrazaba agradecida, el hombre de contextura gruesa pelo lacio negro piel blanca tomó la brillosa daga plateada con mango de marfil, caminaron donde se encontraba el cadáver ensangrentado con los ojos abiertos, la desdichada mujer trigueña no paraba de llorar en los brazos de su salvador quien la consolaba, quedó en la mente del muchacho la figura de aquella hermosa arma plateada, la mujer se vistió y a paso lento caminó con aquel hombre de ropa elegante, caminaron adentrándose en la maleza luego de un instante se escuchó a lo lejos el ruido del motor, en el suelo quedaban el cuerpo desnudo sangrante y a distancia el otro cuerpo del energúmeno bajo un árbol, los dos hermanos decidieron salir en precipitada carrera de aquel lugar, esa experiencia quedó plasmada en la mente de aquel muchacho ahora indigente, los años pasaron y la vida había golpeado al muchacho, sus padres quedaron en la ruina, mientras él se entregaba al alcohol y a la bohemia, se hizo rebelde, conoció en esas caminatas deambulaba entre basureros y lugares de aventuras a Teodomiro, un muchacho aventurero, allá por el año de 1939, cuando Teodomiro contaba con dieciocho años, le regaló la navaja en cuando a punto estuvo de perder la vida, se sorprendió al saber que era el portador, le dijo cómo la había obtenido, Teodomiro pidió al indigente que siempre la conservase ahora y siempre como muy suya y cuando llegase en algún momento la donase de igual manera a alguien que la merezca, ese era el destino de aquella arma que por añadidura hiciera siempre justicia contra el impío, el indigente la tomó en sus manos y desde ese momento era muy suya, las inscripciones muy vistosas, en su delirante mente alcohólica quedaba alguna sobriedad, sintió que el destino le conduciría a la siguiente persona merecedora de la daga, la estaba buscando, la movió tras la luz de la luna, el brillo reflejo recorría el pelaje del noble can Nerón, luego se acostó debajo de un frondoso árbol, a lo lejos se veía las luces de la ciudad, junto a él se acostó Nerón, se puso la daga en el pecho, cerró sus ojos con una espontánea sonrisa, recordaba los tiempos vividos, las mujeres que amó y las luchas callejeras por un pan o para ser más preciso, las peleas por aguardiente, esas fueron las meditaciones del indigente en aquella noche que daba por finalizado aquel día especial del último sábado de marzo de 1956.
FIN DEL CENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO NOVENO EPISODIO
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