METAMORFOSIS 163
Cercanos.
La mujer estaba concentrada en la lectura de esa carta que representaba las confidencias de un hombre atormentado en el aspecto espiritual, no paraba de leer y releer con calma cada expresión, cada palabra, cada idea, y por más que leía el asombro se incrementaba, tenía una prueba contundente, en eso se escucha el claxon de un vehículo estacionado junto a la casa, la mujer presurosa toma la carta y la guarda con mucho cuidado en lugar seguro, luego sale presurosa en dirección a la persona que maneja el auto, su hijo la recibe con amplia sonrisa, era el momento de ir a aquel lugar, pasaron muchos minutos hasta llegar a lugar apartado, anhelaba estar allí, su hijo la tomó del brazo salvando obstáculos al caminar firme, la mujer alzaba la cabeza para orientarse según lo leído y confesado por aquel hombre acongojado de sus suerte de vida, ya llegaron, la vegetación tupida del lugar no permitía ver adelante, abrieron el monte con las manos, con cautela pisaba el piso, a lo lejos se podía observar aquella gran casa de finales del siglo XIX, quedaban restos de aquella opulencia, la mujer cerraba los ojos aspirando el fresco aire como si deseara transportarse en el tiempo e imaginarse lo sucedido, aquella vez, su niñez, el juego sentido con su hermano, podía recordar sus sonrisas, los abrazos protectores, la seguridad que ellos manifestaban, se imaginaba el rodeo a los adultos entre su hermano, las bromas y caricias a sus padres, abrió los ojos tanto como instantáneamente aparecía el rostro de su hermano, suspiró, tomó fuerzas al respirar fuerte y continuar su camino, llegó a un árbol muy viejo, seguramente centenario o con más años, se arrimó a él, su hijo hizo lo mismo, el pediatra desconocía las intenciones de su madre por estar en aquel lugar aunque sabía dónde se encontraba, en la estancia del amigo de su madre, el hombre por discreción se dejaba llevar por las indicaciones de su madre, ella supo a ciencia cierta donde se encontraba, en aquel lugar, allí se cometió la más grande infamia para con su hermano, hizo puños y lentamente se dejó caer por su cuerpo acostándose en forma fetal, el sorprendido hijo se limitó a acostarse con su llorosa madre y abrazarla tiernamente, la mujer hacía puños y golpeaba la tierra, el hombre vio al pie del árbol una simbólica cruz tallada con surco en la corteza, hecha seguramente por el amigo de su madre, debajo dos letras “P” y “B” debajo el año 1909, los dedos temblorosos de la mujer recorrían los surcos tallados en la madera, no paraba de llorar, el hijo la abrazaba tratando de consolarla, vio al pie del árbol una especie de rocas alineadas y en el alrededor un pequeño hueco, había pasado cuarenta y siete años desde la última que estuvo en aquella casa, en aquel lugar preciso donde ocurrió lo peor, la mujer decidió callar y sentarse a ver los alrededores, pidió a su hijo que tomase fotos del lugar, la cámara italiana hacía su trabajo, fueron muchas las fotos del lugar, luego caminaron por los alrededores, su mirada se centró en la atención que una mujer tendida en el césped le daba a su tierno hijo, para ellos era conocida aquella mujer, decidieron no ser vistos y salieron del lugar con mucha cautela, caminaron por aquellas orillas, el auto estacionado debajo de frondosos árboles los esperaba para tomar ruta a la capital, mientras tanto la mujer se sorprendía al tener a su lado la visita de su primo quien acariciaba al pequeño con gran ternura, el niño correspondía a los mimos, el hombre y el niño rodaban por la grama, la mujer del militar estaba feliz, ampliamente sonreía al ver esos movimientos, el niño nacido en enero de 1953 ya tenía tres años cumplidos, robusto, orgullo de ser hijo de padre militar, irónicamente a diferencia de su padre a quien más prodigaba cariño el niño era a su tío a quien más adoraba, seguramente porque el padre militar no pasaba mucho tiempo con él, pero… en realidad… el pequeño Jairo Gustavo Rodolfo Pozzo Arciniegas realmente era el fruto del amor entre primos cuyo idilio lo cultivaban desde su niñez pero el destino quiso que ese amor no se consolidara por los complejos de la sociedad de la época, no era de buen gusto matrimonio entre primos, pero ellos salvaron obstáculos, él seguía soltero, ella tuvo que casarse con el militar, pero seguían amándose ahora más cuando tenían en sus brazos aquel niño futo de su secreto amor carnal, desde lo alto de la ventana el abuelo del niño tomaba un cigarro prendiéndolo con mucho nerviosismo, miraba con detenimiento los movimientos de aquel niño que era su nieto, hizo una mueca irónica, Jairo Arciniegas se arrimó a la ventana y sus ojos se pusieron vidriosos, le vino el instinto por querer llorar, estaba sensible, muy sensible viendo a la pareja de primos tomándose de la mano con el feliz niño que caminaba por la grama, el anciano cerró los ojos exclamando el pedir perdón en sus adentros, perdón por no haber permitido ese matrimonio entre primos, Jairo sabía instintivamente el origen del niño, lo tenía claro, en secreto guardaba aquello, aquel orgulloso hombre marcó al pequeño Jairo luego sentándolo sobre sus hombros en camino a la gran casona, allí con los brazos abiertos el orgulloso abuelo lo recibía al niño, lo acarició llevándolo a que bebiese algún jugo de frutas frescas que tanto le gustaba, la pareja subió presurosa por la escalera como si fuesen dos púberes, el anciano no dio cuenta de aquello ya que estaba distraído con su nieto, abrieron la puerta de la habitación, ya antes con mirada cómplice sentían lo que debían hacer, ella lo desvistió presurosa mientras al mismo tiempo él la ayudaba, la intención era hacerse el amor, ella se dejó llevar por las posturas vivificantes que lejos estaba de probarlas con su esposo, su primo era ese motor que generaba pasión total, aferrada a sus besos con lengua se dejaba penetrar, gemía presurosa, quería más y más, él la satisfacía, el pene entraba y salía lubricando la vagina, ella puso la mano en el pecho de su amante al sentir el peso de ese cuerpo viril sobre su cuerpo femenino diciéndole que tuviera cuidado no hiciera daño al bebé, el primo sorprendido se aleja del cuerpo de su prima, los ojos bien abiertos llenos de sorpresa observaban el vientre de la mujer, ella reía ampliamente, hacía repetidos gestos cuyo rostro se movía afirmativamente, le tocó las mejillas, el hombre sorprendido por la noticia reaccionó dándole un beso en la frente, le dijo que estaba de tres meses cumplidos de gestación, aquel bebe lo habían engendrado en marzo de 1956, el hombre caminaba desnudo por la habitación, sin articular frase o palabra alguna, sólo con gestos le hacía preguntas, ella entendía aquello y se limitó a responderle moviendo la cabeza afirmativamente, si, ellos esperaban su segundo hijo, era peligroso, pero el destino lo había definido así, a espaldas del militar los primos habían concebido otro hijo que no le pertenecía a Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, el deseo en el hombre continuaba pese a la noticia, le hizo unas posturas suaves pero sentidas hacia ella, la traición se consolidaba de nuevo, dejó el semen dentro de aquella vagina y lentamente se asearon con cuidado saliendo abrazados de la habitación, el orgulloso futuro padre caminó en dirección al auto, sacó un fino habano y recostado sobre la carrocería fumaba copiosamente, el humo del ambiente contrastaba con a amplia sonrisa del hombre ante la imagen de aquella casona cubierta la visión por el humo esporádico de la perspectiva en la distancia.
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La mano de Contardo tenía un juego de llaves, las movía ligeramente, estaba acostado mirándolas moverse circularmente a efecto de la mano, sonreía en aquella tarde soleada, en la mañana había por casualidad escuchado de la empleada que su hijo el “niño” como le decían cariñosamente quienes lo conocían que se quedaría solo en el cuarto esperando alguna mercadería que venía del interior, Contardo miraba con atención el reloj de pared con apliques, pensó que era el momento de partir en dirección al cuarto donde estaba el hijo de la empleada, tenía las llaves duplicadas de aquel cuarto que semanas antes las había dejado el niño en su cuarto en uno de aquellos encuentros, para Contardo sería fácil entrar y sorprenderlo para hacerle el amor sin que nadie los interrumpiese, sería el sitio ideal para penetrarse, esa era la intención de Contardo, hacerlo suyo a ese niño hijo de la empleada que el pasado marzo había cumplido los once años y se notaba el amaneramiento al caminar junto con el desarrollo de su cuerpo, el brillo y lo sedoso de su piel era el distintivo de excitación en Contardo al pasarle las manos por esas piernitas rellenitas y esos bracitos no tan musculados de niño precioso, ese caminar del trasero del niño lo excitaba a Contardo, de solo pensar en desnudarlo y verle ese trasero por el que pase su pene lo hacían acelerar el vehículo que conducía, le entraban las ansias de ya estar allí encima de ese cuerpo desnudos sintiéndose piel a piel, se detuvo a comprar dulces como los que le gustaban al niño de once años, sería en parte el premio a su entrega, tragaba saliva mientras conducía, las ansias plenas de cogerlo eran evidentes, se miraba al espejo retrovisor y se sonreía a sí mismo, aceleró para estar con él lo más pronto posible, detuvo el auto frente a ese cuarto, eran como las cuatro de la tarde de aquella tarde soleada, decidió ser cauto al entrar, pues vio las ventanas con cortinas cubiertas de la tela humilde de la ventana, Contardo pensó seguramente que el niño estaba durmiendo, era lo mejor, así ojalá estuviese desnudo para con sorpresa poderse acostar junto a él y colmarlo de caricias con sentidos deseos sexuales, caminó sigiloso por el corredor que conduce a ese cuarto, se apegó a la puerta, mientras la abría con sigilo escuchó un chillido de la habitación que daba al extremo del cuarto, eran los resortes de la cama moviéndose, Contardo dio una amplia sonrisa, pensó que seguramente el niño estaba masturbándose como él le había enseñado a meterse el dedo en el culo haciendo movimientos de cadera, o seguramente el “niño” estaba haciendo el amor con alguno de sus amiguitos de la colonia, se apegó a la pared tratando de no ser visto, lentamente su cara fue deslizándose por la pared sin enlucir, la puerta estaba entreabierta, la movio un poquito, vio unas piernas velludas salientes sobre otras más pequeñas, el cuerpo del hombre que estaba encima del niño era cubierto por las sábanas de aquella cama que no paraba de moverse haciendo sonar los resortes de la cama donde el pequeño dormía, la tela describía el movimiento de alzar y bajar caderas del hombre adulto sobre aquel niño de once años acostado de cara a las almohadas recibiendo las embestidas del pene de aquel hombre al que se autoproclama su macho iniciador, Contardo decidió hacer el esfuerzo de salir y no interrumpir esa escena sexual aunque sentía algo de celos de no ser él quien debería estar allí en ese momento, Contardo entonces se enteró que verdaderamente ese hombre era el iniciador del “niño”, su sorpresa fue mayor cuando la sábana se desliza sobre la espalda del hombre que segundos antes se había quedado quieto dejándole el semen dentro del ano del niño, ahora aquel iniciador del “niño” se disponía a sentarse en el extremo de la cama agitándose el pene con los restos del semen mojando el glande, Contardo vio esa cara sonriente, tragó saliva de la emoción, recordó ese rostro que desde hace mucho tiempo atrás no había visto, se decía que era un fantasma, pues consideraba que aquel hombre ya estaba muerto por lo que se le informó a su padre lo que se le hizo, pero al final no era cierto, estaba allí, ´si, allí, no lo podía creer, no daba crédito a lo que sus ojos miraban, Contardo mordió los labios haciendo puños, el instinto del hombre al sentir ser visto motivó a que se sorprendiese de ver a Contardo junto Al marco de la puerta, sus miradas estaban fijas, el hombre empezó a temblar, pese a los años, no lo podía creer… ¡él estaba allí!, ¡aquel hombre de su infancia!, sorpresas del destino, Contardo dejó ver su cuerpo a plenitud poniéndose en la entrada, tomó aire en los pulmones y al exhalarlo fue lentamente diciendo “¡Jota – Jota!”, “¡Jairo Jasmani… eres tú!”, el dueño de la abacería al escuchar sus dos nombres salidos de la boca de Contardo, el sorprendido hombre tomó su ropa, quiso vestirse para retirarse del lugar lo más pronto posible pero unos férreos brazos lo detuvieron al querer salir quedando la ropa en el piso, el “niño” de once años seguía acostado en la cama en posición sexual fetal pasándose lentamente la mano por entre los glúteos sintiendo el roce de los dedos alargados humedecidos de semen luego de recibir poco placer que fue interrumpido, estaba viendo a sus dos amantes, forcejeaban, el más sentido y sorprendido era Contardo, estaba frente a Jasmani, su antiguo guardaespaldas, en su infancia fue el hombre de mayor confianza de su padre para que lo cuidase siendo niño, además de que fue su iniciador, tenía en su delante a aquel hombre que lo desvirgó, después de tantos años volvían a verse en esas circunstancias, de nuevo frente a frente, el niño vio la ira de Contardo dibujada en el rostro y la irascibilidad de Jasmani por salir del lugar, Contardo miraba el rostro de el “niño” y de Jasmani, sacaba conclusiones, Jasmani había desvirgado al “niño”, sí, él fue, seguramente, así como él lo desvirgó, sorprendentemente Contardo tumbó a la cama a Jasmani, se acostó encima, haciendo movimientos circulares con la cadera y pene vestido, Jasmani al principio forcejeaba por soltarse, el niño aún desnudo se hizo a un lado deslizándose su cuerpo desnudo en la cama sentándose en el espaldar dejando impregnado en la sábana el semen de Jasmani salido de su ano, vio a su lado a los dos hombres que unían las frentes sin dejar la seriedad, Jasmani el más sorprendido, Contardo entrelazó los dedos con el hombre que tenía debajo de su cuerpo, la mirada de Contardo va a los lados, unieron frente y narices, las manos se soltaron, se tomaron la cara al mismo tiempo y se dieron besos prolongados, un no sé qué se alojó en el sentimiento de Contardo dejándose llevar por la pasión y el recuerdo seguramente de su primera vez con ese hombre, al principio deseaba lo peor, pero ahora nacía un sentimiento de deseo carnal, se desnudaron con ansiedad, el niño vio los dos penes peludos que se frotaban dándose besos apasionados, el niño unió sus piernitas rodeándolas con sus bracitos delgados y su barbilla apoyada a las rodillas unidas, así acostado Contardo se quitaba la ropa siendo ayudado por Jairo Jasmani el dueño de la abacería, dieron roles desnudos en la cama, Jasmani fue el primero en dejarse penetrar por Contardo, se uso en posición perrito, Contardo se emocionaba viendo ese grueso pene entrar y salir del ano del dueño de la abacería que gemía repetidamente al movimiento cada vez más rápido de las caderas de Contardo que le besaba el cuello y le lamía las orejas como a un desesperado, Jasmani le pidió que no acabase, Contardo seguí embistiendo, más y más, cerrando los ojos Jasmani pensaba cómo había crecido ese pene desde la última vez en que tan sólo era lampiño, pensaba en la figura de ese pene que ahora le hacía furor en su culo, sentía el húmedo pecho en su espalda, le decía al oído que nunca lo había olvidado, sobre todo recoradndo sus momentos de cogida, pese a creerle muerto su recuerdo estaba muy presente, ahora se sentía sorprendido, Jasmani hizo un giro cuando Contardo decidió hacerse a un lado, con su mirada le dio a entender la presencia del “niño” que seguía sentado en la cama arrimado al amplio espaldar, lo tomaron de los pies acostándolo de cara a las sábanas, Contardo abrió los glúteos introduciendo el pene en el ano aún mojado por semen, era más delicioso penetrarlo así, lo hacía gemir, resistía estoicamente a tales embistes desaforados, Contardo decía que vino con hambre de él, de su cuerpito hermoso, le daba muchos besos en el cuello, lo tenía sometido con sus embestidas ahora que probaba del segundo pene del día, mientras eso sucedía Jasmani se agitaba el pene aún con restos de semen, Jasmani se sentó al costado de la cama con el pene erecto brilloso ante el manoseo, Contardo entendió por los gestos que debía poner al niño en posición perrito delante del pene de Jasmani, el niño abrió la boca para introducirse el pene, ya estaba adiestrado para esa ocasión, su mentor también lo era en parte Contardo en aquellos encuentros con el niño en su cuarto de la lujosa mansión, trataba de gemir al ser penetrado mientras el niño lamía y chupaba el glande rojizo con venas prominentes de ese erecto pene, Contardo lo sostenía de las caderas abriéndole los glúteos y metiéndole el pene en el ano con movimientos hacia adelante y hacia atrás, los dos adultos cerraban los ojos haciendo gestos de placer con las bocas abiertas, Contardo le daba pene constantemente por el culo, de un impulso Jasmani hizo a un lado al niño, Jasmani se acostó de cara a la cama abriéndose el ano pidiéndole a Contardo que de nuevo lo penetrase, desde hace muchos años no había sentido eso, le pidió de nuevo, Contardo con su erecto pene rozaba el trasero de Jasmani, comprendía que esa era la forma de disculparse por aquel tiempo en que lo hizo suyo al entonces infante Contardo, el pene entró lubricado dejando semen luego de tanto mete y saca, quedaron quietos, exhaustos, la cara de Contardo se posaba sobre el pelo del dueño de la abacería, el niño lentamente tomó su ropa, vio cabizbajo que sus pies descalzos lo conducían a la letrina que quedaba en el patio, por detrás de sus piernas se notaba los hilos de semen dibujados a lo largo de la piel infantil, luego para asearse y vestirse llevó un recipiente con agua, allí los esperó a Jasmani y Contardo limpiándose luego los penes con agua y jabón, tomaron un interior de la niña y con él se limpiaron los penes, se lo lanzaron al niño para que lo lavase, los adultos salieron camino a la abacería, Jasmani lo invitó a pasar, la charla fue larga, desde la ventana el niño miraba a quienes minutos antes lo habían sodomizado, tenía la mirada fija en ellos, su barbilla estaba apoyada a sus manos sobre el borde de aquella antigua ventana de madera, suspiró, muy pronto llegaría su madre con cosas comestibles que a él tanto le gustaban, en una de sus manos estaba un billete de mediana denominación, los adultos lo habían dejado en la cama como obsequio, como siempre, por haberse portado bien.
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Era una mañana a medio sol en aquella gran ciudad, se notaba la algarabía de los pequeños viendo el paisaje con cánticos de la época y con mucho movimiento de baile sobre todo de los más pequeños, los veía de reojo Leroy quien conducía el vehículo por la interestatal, una de las grandes obras del actual presidente de la unión, a su lado iba de copiloto su esposa y en los asientos de atrás se podía ver las manitos apoyadas en el cristal de la puerta que eran las de Aiden de cuatro años, en la otra se notaba las manitos de Sophie de siete años, en medio iba Dylan mostrándose cauto al ver a los niños maravillarse por el paisaje ya saliendo de la ciudad, a través del retrovisor se mostraba el pelito de Sophie que se avivaba con el viento, tiempo después llegaron a la zona picnic comunitaria del lago, entraron a la cabaña alquilada, allí los esperaba el encargado para darle instrucciones y desearles una feliz estadía, los niños fueron los primeros en cambiarse de ropa y recorrer los alrededores, para los pequeños invitados era la primera vez que visitaban el lugar, no así para la familia de Leroy, desde un principio fueron los apegos entre Dylan y el pequeño Aiden, mientras que Sophie estaba junto a la esposa de Leroy en los quehaceres, por su parte Leroy arreglaba las cosas traídas y se disponía a pescar sentado en la plataforma que da al lago, a lo lejos ve a su esposa junto a Sophie, más al extremo Dylan jugando con Aiden, tenían puestos los calzoncillos, la presencia de Aiden y Sophie en el lugar se debía a la confianza brindada de los padres a Leroy y a su esposa el permitirles darles permiso para paseos, de eso tenía la plena seguridad en confiarles a sus pequeños, de pronto Leroy hace unos gritos donde se aprecia un gran pez agarrado en la caña de pescar, todos corrieron al lugar muy maravillados de ver el tamaño del pescado agitándose en el suelo, Aiden trató de agarralo pero el animal aún se movía toscamente haciéndole retirar al pequeño, con Sophie fue diferente pues lo toma ya un poco cansado, la esposa toma el pescado y va con Sophie para prepararlo, instantes después otro pescado al suelo, de igual manera iba ser motivo de comida, Dylan tomó su caña de pescar y le dijo a Aiden que lo acompañe, el niño brincando de alegría lo seguía tomado de la mano, Leroy les dijo que tengan mucho cuidado, se adentraron por la espesura del lugar por un sendero corto, Dylan iba viendo hacia atrás mientras avanzaba tomado de la mano del niño, a cierta distancia creyó conveniente sentarse a pescar, juntos sentados miraban la tranquilidad del lugar, Aiden empezaba a dormirse tanto así que Dylan sintió el cuerpito del pequeño arrimándose al suyo, tendió el costal y lentamente acostó al niño, dormía profundamente, seguramente el largo viaje lo estimuló, Dylan miraba esos labios carnudos de Aiden como también sus piernas rellenitas y un bultito del pene que se definia en la tela de su calzoncillo, hurgó entre la tela abriendo por la abertura a ese penecito lampiño, acercó su rostro para olerlo y no se apenó en pasarle la punta de la lengua, la punta del dedo índice hacía círculos en el tronco del pene del pequeño Aiden, quería ver todo el pene así que delicadamente deslizó el calzoncillo hasta los muslos, ya al ver descubierto el pene lo olía con detenimiento y así fue que abrió su boca para introducir el penecito, el nene seguía profundamente dormido, Dylan se deslizó el calzoncillo hasta los muslos y apegó su erecto pene rozando el penecito de Aiden sin despertarle, le gustaba ver su pene grueso que se deslizaba por el pene de Aiden, se deslizó encima del niño con las piernas y brazos estiradas apoyadas al suelo, vio su pene colgando erecto que rozaba los labios del pequeño, de pronto escucha el crujir de ramas y hojas secas, tuvo un sobresalto, estaba ante la presencia de Sophie, le estaba viendo hacer eso, la niña lo miró por un rato a Dylan que presuroso se ponía en pie, no atinaba a hacer algo ante la mirada inquiet y sorprendida de Sophie, de pronto vio la caña de pescar e hizo el sentarse en la orilla dándole la espalda a la pequeña, fue un silencio largo, Dylan estaba tembloroso, sintió a su lado sentada a Sophie que continuaba en silencio, de pronto logra agarrar a un pez de gran porte, Sophie se puso en pie a brincar de gusto, vio hacia donde estaba su hermanito profundamente dormido con el calzoncillo a los muslos, esa acción rompió las tensiones de Dylan, la nena se maravillaba al tocar el pez que se le escurría por las manos, Aiden aún profundamente dormido estaba ausente de el abrazo que le daba por detrás Dylan a su hermanta de siete años, la nena no daba cuenta del roce del pene vestido que le daba en su culito por detrás, ni tampoco sintió el apego de los brazos y manos en su cinturita de niña preciosa, de lo que sí dio cuenta fue al sentir el mentón de Dylan posarse sobre su cuello golpeando allí su respiración, ella no dejaba de sujetar el pescado, Dylan ahora manooseaba las piernas rellenitas por sobre la faldita de baño que llevaba puesta, “¿quieres jugar? le pregunta “¿a qué?” le pregunta algo sorprendida sin dejar de ver al pescado, “a… un jueguito muy bonito” explicaba, “¿cuál?” le preguntó algo inquieta, “¡al de los luchadores!”, “¿sabes cómo se juega Sophie?” “no, no sé Dylan” “mira… es muy fácil”, “¡ven, que te explico!” “lo estaba haciendo con Aiden, sólo que se quedó dormido con mi llave dormilona”, “¿me vas a hacer lo mis?”, “¡no!, Sophie, ¡no!” le dijo ya más tranquillo justificando el haber sido sorprendido por Sophie cuando estaba encima de Aiden, “ven acá, te enseño”, “mira, es fácil”, “sólo tienes que abrazarme” de esa forma Dylan abraza a Sophie y la acuesta en el suelo, “¡ahora, tienes que dejarte bajar la braguita!” “¿par qué?” es porque así ambos luchadores se ponen en contacto para luchar” el muchacho fue a donde estaba Aiden aún dormido, se quita el calzoncillo, se agita el pene y ya algo erecto lo roza en el pene de Aiden “mira Sophie” “sólo que la luchita que hago ahora es a espadas” “se siente rico, ¿eh?” “¡mira Sophie, mira!”, los ojos de la pequeña observaban el movimiento de cadera que hacia el roce del pene erecto entre los testículos y tronco lampiño del pene de Aiden, al ver eso Sophie instintivamente se llevó la mano a su vagina vestida y a la vez con mirada timida chupaba el dedo índice de su mano derecha, Dylan se aprtó de Aiden acercándose a Sophie, “ven, vamos a jugar, te va a gustar” “¡ven Sophie, ven!”, “vamos a luchar” “ahora acuéstate” “ven” lentamente se fue acostando, luego las manos de Dylan ya estaban deslizando las braguitas de Sophie, al poco tiempo Dylan se acuclilla agitándose el pene ya erecto, ella mira ese rozagante glande “¡míralo Sophie, todito es tuyo!” ahora Dylan estaba arrodillado sin dejarse de agitar el pene “vamos a jugar a las luchitas” el glande rozaba los labios vaginales y trató de meterlo, Dylan sentía delicioso, mordía sus labios a ojos cerrados, era una delicia sentir el roce de su pene en esa vaginita de niña preciosa, le hizo abrir más las piernas mientars ella gemia sintiendo que el glande entraba en su vaginita, “espera… ¡no te muevas!” “así… así… déjame hacerte la luchita” Dylan con satisfacció miraba el deslizamiento de su pene por la rajita de la vaginita de Sophie, ella miraba el glande del muchcho que se deslizaba hasta llegar a su ombliguito y de nuevo descendía deslizándose de nuevo hacia la rajita, otra ves lo deslizaba al pene hacia arriba, ahora Sophie veía el glande deslizándose por encima del ombligo junto con los testículos, allí se notaba el movimiento adelante y atrás que hacìa, “te gusta…¿verdad Sophie?” ella miraba ese movimiento del pene y le miraba a los ojos con una sonrisa muy tímida, “míralo, está jugando a las luchitas” ella miraba y sonreía tímidamente, era el segundo varón que la tenía en esa postura, antes había sido Leroy el padrastro de Dylan, solo que el argumento para estar haciendo eso era otro, Sophie pujaba ante el peso del cuerpo de Dylan, el muchacho se arrodilló en su delante abriéndole las piernas, con sus labios rozaban los muslos haciéndole sacar unos gestos por la boca, la lengua pasaba por los muslos y alrededores de la vagina, llegado en ese punto le abría los labios vaginales y así la lengua del muchacho tocaba el clítoris haciéndola contraer, “¿te gusta?, ¿verdad?” ella asentía, “siento cosquillas”, “Lo sé… ¿viste Sophie?” “¡te va a gustar mas!”, la lengua rozaba el clítoris y ella continuaba contorsionándose llena de alegría al sentir cosquillas, la acomodó d emejor forma alzándole la cadera, él arrodillado en su delante ahora tomaba el pene desnudo y con el glande iba rozándolo entre los labios vaginales “¿te gusta Sophie?”, “dime” “¿te gusta?”, “sì, se siente rico” eso esperaba escuchar Dylan para motivarse y seguir ahora tratando de meter el pene en la vaginita de Sophie, el glande entraba y ella ahora sentía ardor y molestia, con las manos trataba de empujarse y liberarse a lo que estaba siendo sometida por el muchacho pero Dylan la sujetaba, “¡Ay!” “¡ya no!” “¡sàcalo!” “¡sàcalo!” “¡me duele!” “¡me duele!”, “espera Sophie, espera” “¡estamos jugando a la luchitas!” “ya casi termina, ya casi”, “¡no Dylan!” “¡me duele!” “¡sácalo!” “¡sácalo!” ella empezó a llorar muy fuerte así como los sollozos también se hicieron altos lo que hizo que Aiden despierte, se vio con el calzoncillo a los muslos y de inmediato se arroglò la prenda y ya estaba en pie viendo la vagina de su hermanita sometida por el pene de Dylan, a su tierna edad le llamó mucho la atención de verlos así en esa postura, vio el rostro sonriente de Dylan, vio a su hermanita que lentamente se apartaba de Dylan, se arregla su pantaleta y queda arrimada a un árbol, Dylan sin decir palabra se sienta a pescar, hace un gesto para que los niños se acerquen a ver un pez atrapado en la caña de pescar, al caer al suelo las manitos de Aiden trataron de agarrar al pescado que se movía en el suelo, Sophie quien había eliminado el recelo al ver el pescado lo toma con sus manitos y con sonrisas angelicales le acercaba a Dylan diciéndole maravillada lo grande que és, estaban felices, Dylan de a uno marcaba a los niños lleno de felicidad, lo hacía para que olviden lo antes sucedido, le dijo que lleve el pescado a la casita para limpiarlo, ella animada lo llevaba diciéndole a su hermanito que lo acompañe pero Aiden se negaba, quería ver que Dylan logre pescar otro pez, Sophie se perdió entre la maleza, llegó a la casita de campo de arriendo, se sorprendió mucho al no ver a la esposa de Leroy en la cocina, dejó el pescado con la idea de ir a donde seguía pescando Dylan, se escucha una voz que la llama desde el interior del cuarto, ella acude a pasos ligeros, al llegar ve a Leroy acostado en la cama cubierto con una sábana, ambos sonríen, le dice que se acerque y que se siente en el extermo de la cama, pasa sus manos por los bracitos de la pequeña “¡Sophie… mi bella Sophie!” “¡Qué lindas estás!” “¡muy linda… mi Sophie!” “¡ven!” “¡déjame verte bien!” las manos pasan por las mejillas de la pequeña acariciendole todo el rostro, luego mete sus manos dentro de la sábana que lo tenía cubierto, ven el movimiento en la tela, Leroy mostraba un rostro de satisfacción, Sophie mostraba inquietud, “¿Sophie, quieres ver lo que hay dentro?”, la nena viendo fijamente ese movimiento asentía con sonrisa entrecortada propia de su inquietud, lejos de allí en la orilla del lago Dylan continuaba pescando, arrimado a su barzo estaba la carita de Aiden cuya respiración chocaba en la piel haciéndole erectar el pene, lo arrimó más a su cuerpo y pasó el brazo juvenil por el hombro infantil, la mano acariciaba el rostro y con el dedo lo pasaba por el cuello haciéndole tiritar al pequeño, “te gusta eso, ¿eh?”, “¡hace cosquillas!” dijo Aiden con su suave e inocente voz de cuatro años, tiempo después Dylan se recostò en el piso Aiden quedó a cargo de sostener por un rato la caña de pescar, Dylan miraba el calzoncillo de Aiden en donde se notaba por encima de la tela la rajita del culo, pasaba un dedo rozándole la tela y la rajita del culo, al sentirlo Aiden giraba para verle a Dylan que sonreía y volvia a ver hacia el agua, nuevamente pasaba el dedo por la rajita, “¿sientes cosquillas?”, “sí… mucha”, “pero te gusta ¿o no?” luego de hacer un silencio Aiden respondía moviendo afirmativamente la cabeza, pasó el dedo por la rajita ahora hurgando el potito, el dedo entraba por esa rajita haciendo que Aiden sonriera, Dylan se alzó del piso quedando sentado junto a Aiden, tomó la manito que sostenía junto a la caña y la llevó a la entrepierna, la manito de Aiden rozaba el pene vestido que estaba hecho bulto, en su pensar estaba lo pendiente con Sophie, había quedado con ese deseo de desfogar, de eyacular, ahora pensó que lo tenía a Aiden, seguían sentados uno al otro cuando Dylan alzó la manito del niño sin soltar la caña de pescar y se deslizó el calzoncillo descubrendose el pene erecto luego baja la manito del niño para que roce la piel de su pene, Aiden se limitaba a ver el movimiento de su manito sobre el pene de Dylan que lo hacía con sus manos, “mira Aiden”, “¡te presento a un amiguito!” “¡le gusta jugar!” Aiden se limitaba a ver ese pene erecto por el que sus manitos se deslizaban, Dylan tomó la caña con una mano y con la otra sostiene la manito de Aiden que la pasa por el tronco erecto del muchacho, “eso… así, despacito” le decía con gusto “¿te gusta tocarlo?” le preguntaba al nene y éste asentía en respuesta, con la mano va llevando la cabeza de Aiden hacia la entrepierna, le hace rozar la nariz para que lo huela “¿te gusta su olor?” el nene se limita a sonreír, “ahora pruébalo” “es como un dulce” en lo erecto que estaba el pene como mástil los labios de Aiden rozaban la piel del tronco del pene y se detuvo a rozarlos en le glande, todo eso era guiado por la mano de Dylan en la cabeza del niño, “¿te gustó?” a lo que Aiden responde simplemente sonriente, le hizo cosquillas para entrar en confianza, “ven, siéntate” al sentarle Aiden observa que es levantado un poquito para que las manos de Dylan deslicen el calzoncillo, Aiden va sentándose lentamente sobre el pene desnudo de Dylan, sujeta con una mano la caña y con la otra va rodeándole la cintura del niño y comienza a hacerle mover su culito sobre el pene, ese sentir del roce era nuevo para el niño, su primera vez, y se lo estaba haciendo su vecinito, al que más quería, al que más confianza le tenía, Aiden abría las piernas viéndose el penecito lampiño que por debajo aparecía como mástil el erecto pene de Dylan, le decía al oído “¡Aiden… tócalo con tus manitos!” “¡así!” “¡así!” “¡no te detengas!” “¡sigue!” “¡sigue Aiden!” “¡más!” “¡más!” el nene disfrutaba inocentemente deslizando sus dos manitos por el tronco del pene de Dylan, la mano del muchacho detuvo el movimiento de las manitos del niño, Dylan reaccionó, lo apartó al nene, se pusieron en pie arreglándose los calzoncillos, tenía agitada la respiración, siguieron sentados pescando, le acariciaba el pelo y le dijo: “¿quieres ver mejor Aiden?”, “¿dónde?” preguntó el pequeño con mucha inquietud, “ver mejor lo que jugamos”, dijo Dylan, ¿cómo?”, “¡mira allá!”, “vamos a un lugar mejor a jugar” “¡ven, vamos!”, con engaño Aiden era llevado de la mano adentrándose en el monte, se tomaron un par de minutos en llagar a ese lugar, Dylan pensó que aquí lo podría hacer mejor sin que alguien lo viese en ese apartado lugar alejada de la presencia inquieta de Sophie, dejó la caña de pescar arrimada a un árbol, luego vio el ambiente a su alrededor, estaba con maleza alta, habían muchas hojas secas, “aquí jugaremos Aiden”, le dijo con dulzura marcándole fuertemente, “mira a tu alrededor”, “este es nuestro lugar”, “no lo olvides Aiden”, “¿lo prometes?” el niño asentía viendo el lugar, tenía metido un dedo en la boca, así marcado sujeto giraba como un tiovivo, el niño alzaba los brazos liberándolos al viento, cerraba los ojos y reía ampliamente mientras Dylan continuaba girando sobre su cuerpo abrazando al niño, lejos de allí Sophie miraba las manos de Leroy que deslizaban la sábana dejándose ver su cuerpo desnudo totalmente, “ven, Sophie” “¡no tengas miedo!” la nena instintivamente miró por detrás, como tratando de ver si alguien más la estaba espiando, “no te preocupes Sophie” “¡estamos solos!” “mi mujer fue al pueblo por compras” “¡vendrá tarde!”, la nena miraba el cuerpo de Leroy, “ven, acuéstate aquí, mira, mira” ella se acuesta de perfil viendo atenta las manos de Leroy que agitaban el pene velludo, “¿te acuerdas Sophie?” “¿eh?” “¿te acuerdas lo del libro?” “¿de lo que nos queremos?” “¿te acuerdas Sophie?” la niña asentía viendo fijamente le movimiento de pene, “ahora… vamos a hacerlo” “¿quieres?” ella sólo miraba, vio al hombre sacar un liquido cremoso que se lo puso en el pene erecto, “ahora acuéstate bien mi pequeña” le quitó la pantaleta manoseándole los glúteos y besándole la espalda, su nariz olí al rajita “lo tienes muy rica, Sophie” le abrió la rajita del culito y le pasó la crema, ¡Ahh!…! “¡duele!” decía al sentir que el dedo índice entraba en su potito “tranquila princesa” “luego te va a gustar” “acuérdate cuando lo hicimos en mi cama” “¡acuerdate!”, ella bufaba con su boca contra la sabana de aquella cama campestre, lejos de allí los giros habían terminado, puso en pie al niño viendo que su calzoncillo llegaba a los talones con la ayuda de las manos de Dylan, sus manitos se apoyaron en los hombros del muchacho para alazar ambos pies y apartar el calzoncillo que quedaba junto a la caña de pescar, igual quedaba allí el calzoncillo de Dylan al ser lanzado, Aiden miraba el pene de Dylan agitándose con las manos, le hizo inclinar tomándole el mentón sin dejar de sonreir, el glande roza los labios del pequeño “abre la boca” inocentemente Aiden al abrir su boca recibe en parte el glande de Dylan, tose un poquito, no estaba acostumbrado, se notaba algo de saliva en el glande, lentamente lo acostó haciéndole abrir de piernas para que luego el pene erecto de Dylan roce el pene lampiño de Aiden, “¡Así, así, así!” “¡Qué rico!” “¡Qué rico!” exclamaba con fuerza, “¡Estamos jugando!” “¿te gusta Aiden?” “¿te gusta?” el niño respondía con su clásica sonrisa infantil, “¡miralos Aiden!” “¡mìralos!” “¡están jugando a las espadas!” Aiden veía deslizarse el glande, tronco y testículos de ese pene grande sobre su penecito, luego sentía delicioso cuando las manos de Dylan estiraban el pene del nene, la metida de dos dedos en ese culito de Sophie erea intensa, ella bufaba “tranquila, recuerda tu premio” “recuerda tu premio” al escuchar que tendría un premio la hizo relajar y soportar el intenso dolor que le provocaba la metida del pene lentamente en su culito llegado el momento de tenerlo todo adentro de ese potito, ella abría la boca y gemía al sentir ese trozo de carne en sus entrañas, luego el pene entraba y salía con sutileza de ese traserito de niña preciosa, al mismo tiempo que Dylan daba de acostarse a Aiden de cara al suelo, abrió la rajita para poner abundante saliva, el pene rozaba el coxis y parte de la espina dorsal, luego el glande entraba por entre los glúteos, se escuchó salir un “¡Ahhh!” prolongado del pequeño Aiden, tomando el pene de su mano intentaba penetrarle en ese culito precioso, abría el anito con su pene y de inmediato se escucha otro “¡Ahh!” y un “¡Qué rico!” la cadera de Dylan se alzaba y se bajaba, se podía ver a esos dos cuerpos desnudos, lo mismo ocurría en ese cuarto, Leroy alzaba y bajaba las caderas Sophie recibía las embestidas de ese pene, Dylan alzaba y bajaba las caderas punteando el culito apretadito de Aiden, ambos hermanos estaban en es aposición en el mismo instante recibiendo penes de padrastro e hijastro, al rato Dylan se detiene para eyacular, el semen salido por le pene choca en los glúteos y parte de los muslos del pequeño mientars que al mismo tiempo Leroy se detiene para eyacular dentro del culito de Sophie, saca el pene lentamente y se podía ver que por el culito salía los restos de semen depositados en las entrañas de Sophie, a cierta distancia de allí Dylan se puso en pie satisfecho de habérselo cogido a Aiden “si no pude con tu hermana lo hice contigo” le dijo a voz baja, a loe jos una voz decía “ya mi pequeña” “ya puedes levantarte” “¡con cuidado, no manches!” fue por papel a limpiarle el culito, ella salió del cuarto, se sentó pensativa en una silla, luego Leroy se sentó acariciándole los hombros, de su bolsillo sacó dos monedas de dólar y se las puso en las manos, la pequeña salió contenta a jugar con su muñeca en la palizada junto a la casa, al rato se ve llegar a Dylan tomado de la mano con Aiden, llevaba una rama con un pescado cruzado, Sophie presurosa fue a su encuentro, Dylan dejó que tome el pescado llevándolo a la cocina, desde la ventana sentado en un taburete Leroy sonreía complaciente, los dos hermanitos fueron a jugar bajo sobra con sus juguetitos, Dylan sentado en un amplio tronco y Leroy recostado en una silla miraban el juego de los hermanitos en aquel último fin de semana de mayo de 1956.
* * * * * * *
Las campanas del internado sonaban incesantes anunciando el término de la jornada escolar, ya muchos padres esperaban a sus hijos en los alrededores de la entrada y al abrirse el amplio portón empezó la acostumbrada algarabía, de la que no participaba el profesor Luciano de la Sierva, para él a sus cincuenta y un años se venía la acostumbrada rutina en un hombre solo, un solterón que la vida lo tenía así, no se quejaba, de lejos presenciaba el abrazo de los niños con los orgullosos padres que los recibían tras largo tiempo de internado, sólo sería un fin de semana pero significaba mucho para los niños que sus juegos o paseos hogareños comenzaban desde los acostumbrados viernes por las tardes, aceptó que lo llevase uno de los padres de familia, aún el auto se movía lentamente, los ojos del profesor se concentraron en mirar a ese chico especial que partiría hacia el tren que lo llevaría a su estancia, lo vio subirse a un auto de placas congresales, era el hijo del senador Pérez, Luciano giró su cuello viendo al chico hasta perderse su figura dentro del auto, sentía algo especial por ese jovencito de quince años pronto a cumplir los dieciséis, el auto se detuvo junto a la entrada de aquella casita de arriendo en la que vivía por muchos años, el lugar era tranquilo, un tanto por lo apartado y otro tanto por lo humilde de las personas que habitaban, por esos lares la palabra de Luciano en su embestidura de profesor era muy considerada, había logrado adelantos en el lugar sobre todo en cuanto a salubridad, Luciano entró en la casa, se sentó a meditar viendo alrededor de su cuarto, acto seguido decidió correr las cortinas, a lo lejos en el traspatio de la casita humilde de enfrente ve a un niño descalzo algo desaseado en su piel morena clara y muy despeinado que tenía puesto solo el calzoncillo que estaba estirado deslizándolo en los muslos infantiles haciendo movimientos de manos que delataban mucha necesidad, Luciano vio fijamente ese penecito por el que se efectuaba la micción, los testículos lampiños de ese niño se daban a notar mientras se rascaba los muslos, el penecito algo erecto se agitaba a las caderas moverse teniendo las manitos puestas ahora en las caderas, el niño estaba cabizbajo viendo la orina salir de su penecito, Luciano instintivamente se tomaba el pene, vio solo al niño y a Luciano le llegó el instinto de dejarse ver del niño su pene peludo, no sabría cuál sería la reacción de ese niño de aproximadamente cinco años, pese a todo al disimulo dio unos pasos dentro de su cuarto se dejó ver por la ventana alzando el pene, Luciano agitaba en su delante aquel pene peludo, el niño vio eso por un instante mientras se subía el calzoncillo ajustado a su traserito, dio unos pasos hacia un árbol de tronco grueso en donde trataba de ocultar su carita sonriente, Luciano vio que al nene le atraía esos movimientos del pene adulto, aquel niño sólo vivía con su mamá que era vendedora ambulante de comida artesanal, tenía hermanos mayores que le ayudaban a su madre en el negocio, esa mujer era poco sociable, incluido Luciano, era porque la mujer y sus hijos apenas tenían viviendo un trimestre en aquel lugar, el pene grueso lo movía a propósito, vio la sonrisa del niño que trataba de ocultarla detrás del árbol, y sasí el pequeño le correspondía al estirarse su penecito al ver el pene de Luciano, su carita sonriente se cubría y se descubri del árbol en forma inocente, luego le hizo señas al niño para que se acerque, le mostró una moneda de alta denominación, el travieso niño se acercó, Luciano le hizo señas para que tomase la moneda y se retirase a su casa, el niño así lo hizo, muy temprano por la mañana del siguiente día sábado vio al niño orinándose en su lugar de costumbre, estaba aún algo adormitado con sus manitos quitándose las lagañas, luego mientras orinaba se rascaba el traserito teniendo el interior a los muslos, Luciano se deja ver del niño mostrándose su pene descubierto, el niño con sus manos agitadas a forma de amaneramiento se rascaba los glúteos luego subiendo su calzoncillo, ese caminar intrigaba a Luciano, parecía una hembrita caminando con la punta de los pies, esta vez la tela del calzoncillo del niño quedaba a medias, eso por aún estar adormitado por lo que caminó hacia el interior del cuarto, instantes después salió estirándose el penecito igual que lo seguía agitando Luciano, al disimulo Luciano se dejaba ver el pene del niño, le hacía señas para que se acerque, el niño corrió con tan inocencia que se acercaba a ver más de cerca el pene y luego regresaba a ocultarse y arrimarse al frondoso árbol viendo con paciencia la moneda que le daba, minutos después Luciano se dedicaba a caminar por el lugar aprovechando del nacimiento de la mañana, el niño caminaba por los alrededores como que con esa intención le insinuaba a Luciano que deseaba verlo, el niño sonriente llegó a las cercanías de la casa de Luciano y le sonreía, Luciano salió y sobre un pequeño montículo hizo ademanes para que tomase esa moneda de mediana denominación, el niño muy contento tomó la moneda, se retiró al interior de la casa, instantes después la señora salía con su comida artesanal a vender por las calles de la capital, iba acompañada de dos de sus hijos los mayores, arrimados al marco de la puerta los despedían una niña de siete años algo harapienta abrazada por detrás de su hermanito que agitaban las manos despidiéndolos, volverían en la tarde, la niña los vio girar la calle, entró a la casita dejando a su hermanito sentado sobre el suelo, tenía puesto solo el calzoncillo, Luciano se dio cuenta que era el mismo que tenía puesto el día anterior, el niño continuaba sentado jugando con una caja de fósforos y unas corcho latas, la cara del niño estaba delante de la puerta del cuarto de Luciano, el adulto vio que el niño levantaba la carita y aprovecho raudamente para deslizarse la cremallera de su pantalón sacándose a mostrar el pene, el niño sentado miraba atento el movimiento de ese grueso y peludo pene, lo miraba con mucha atención, abría sus piernitas llevándose las manos dentro de su calzoncillo deslizándolo un poco para mostrarse su penecito descubierto imitando lo que el sonriente Luciano hacía agitando su pene, el niño entró a casa, Luciano dejó abierta la puerta esperando que saliese el niño para mostrarle el pene desnudo, pero el inquieto niño no salía, Luciano sentía algo de angustia pues quería que el niño saliese para masturbarse en su delante y que viese salir semen de su pene, al rato llega un muchacho de diez años montado sobre una bicicleta, la arrima y amarra al frondoso árbol donde antes había orinado el pequeño, entra en la casita de enfrente, llevaba una cajita amarrada a su cintura, desde la ventana la niña brincaba de gusto al ver al niño y le fue a abrir, Luciano presenciaba todo eso desde la cortina de su cuarto, por un rato todo era quietud, de pronto vio salir al niño y de inmediato cerrarse la puerta, las manitos del niño pasaban por la pared, se asomó muy cauto por la ventana de la casita, hizo a un lado la cortina y vio algo que le hacía sonreír, Luciano vio al niño que se acostaba sobre el suelo junto a la pared debajo de la ventana donde había visto algo que lo estimulaba a hacer ese movimiento sexual sobre el piso, deslizaba su calzoncillo de tal suerte que su penecito descubierto se deslizaba sobre el piso luego elevaba su tórax infantil con sus bracitos estirados moviendo las caderas en señal de acto sexual, como si con esos movimientos estuviese haciendo sexo con alguien, eso calentó la piel de Luciano, vio que el niño se metía un dedito en su traserito descubierto, al levantarse vio a Luciano haciéndole gestos para que se acercase a tomar una moneda, el chiquillo con amplia sonrisa caminaba hacia Luciano con el afán de obtener una moneda, que la anterior su hermana le compraba helados y le convidaba, mientras daba sus pasos rápidos se arreglaba el calzoncillo, le hizo entrar llevándolo a la cama, se sentaron, le preguntó al niño por lo que estaba haciendo, el niño se ponía cabizbajo y sonriente con mucha timidez propia de aquella inocente edad, no respondía pero Luciano se lo imaginaba, le mostró al niño la moneda que al verla su cara se sorprendió más, Luciano le pidió al niño que imitase lo que vio por la ventana, si lo hacía le regalaba la moneda, el niño por ansiedad a tener la moneda y comer helados o golosinas se acostó en la cama, sus pies descalzos topaban las sabanas, alzaba y bajaba las caderas simulando un movimiento sexual, Luciano sentado en un extremo de la cama sonreía, el niño le decía que Reginaldo se bajaba la ropa y algo desnudo se acostaba sobre su hermana Amaranta que tenía el calzoncito a los tobillos y Reginaldo la terminaba de desvestir, los dos desnudos se abrazaban, él sobre ella se movía, el niño hacía esos movimientos en la cama, Luciano no paraba de reír al ver la tamaña confianza y astucia de ese pequeñito a mostrar a un adulto lo que su hermanita y el amiguito estaban haciendo ahora, lo espontaneo del niño se debía a obtener monedas, Luciano se aprovechó de esa confianza y de ese interés infantil, le dijo al niño que se estuviera quietecito así acostado, en su delante el adulto se quitó el pantalón y el calzoncillo moviendo el pene frente al niño, Luciano le preguntaba si le gustaba, el niño simplemente reía y con espontaneidad asentía, actitud que le dejó satisfecho y optimista a Luciano para lo que vendría, Luciano se acercó al rostro del niño con su pene y le preguntó al niño si le gustaría hacer el jueguito que estaba haciendo ahora su hermanita Amaranta y su amiguito Reginaldo, el niño simplemente dijo si, Luciano con amplia sonrisa le preguntó su nombre, Venancio, le dijo, haciendo con los dedos de su manito el número de años que tenía, para entrar en confianza Luciano puso al niño sobre su pecho y deslizaba el cuerpito hasta que los dos penes estén frotándose, le pidió al niño que se moviese y éste obediente hacía movimientos alzando y bajando las caderas a la vez que los penes se frotaban, Luciano disimulaba gemidos y gestos lo que hacían reír al niño, Luciano de abajo alzaba y bajaba sus caderas haciendo moverse más al niño incrementándose su risa, sobre las piernas de Luciano se movían los piecitos de dedos gruesos polvorientos señal de pobreza y descuido de aseo, vio que el niño ya estaba desnudo por completo, se sentaron viéndose por un instante los penes no proporcionados por la edad, el niño miraba el pene de Luciano que le preguntaba si había visto uno igual, el niño respondió moviendo negativamente la carita, Luciano tomó la mano del niño y le hizo frotar se vieron las caras sonrientes, ahora Luciano tocaba el penecito lampiño de Venancio, que se dejaba acariciar y estirar haciéndole que le guste, el niño miraba esos movimientos de manos que le hacía Luciano, le dijo que se deje acostar, se dejó, muy inquieto vio la mano de Luciano que ponía una almohada sobre su espaldita y caderas, así el penecito estaba más alzado con las piernas dobladas y piecitos sobre la almohada dejando huellas de mugre en la tela, eso no le importaba a Luciano pues quería ir más allá, el niño vio que la boca de Luciano lamia y chupaba su penecito a piernas muy abiertas también le besaba los muslos, hizo puños sobre la almohada así el tierno Venancio estaba sintiendo sexo oral por vez primera de esa forma, el niño miraba esos lamidos y chupes de penecito brilloso ensalivado de boca de Luciano, suspiraba mucho al sentir eso, instintivamente se alzaban sus caderas y Luciano al ver eso le daba gusto y seguía constantemente chupando el pene, el pequeño vio que las manos de Luciano alzaban sus piernitas morenas claras sin dejar de suspirar y sonreír pues sentía cosquillas, los labios recorrían besando repetidamente esas piernas, lo acomodó de tal manera que las piernas de Venancio descansaban sobre el pecho del adulto, ahora el pene de Luciano rozaba el trasero, abrió la separación de glúteos e impulsó el glande con deseo de penetrar, el niño respondía con gemidos tratando de apartarse, al adulto le decía que le duele, Luciano sonrió, aún ese anito estaba estrecho, se conformó en saber que aún era virgen, el pene rozaba sobre el penecito, el niño sentía ese frote, Luciano le decía si le gustaba, el niño asentía viendo ese movimiento, delicadamente le sacó la almohada de la espalda, el niño vio las rodillas de Luciano junto a sus costillas, Luciano sentado sobre el cuerpo del niño agitaba su pene masturbándolo, Luciano cerraba los ojos en señal de pronto experimentar el máximo placer, por eso agitaba y movía con su mano rápidamente el tronco del pene de esa forma las manos del niño se aferraban a las piernas de Luciano, “¡ya casi, ya casi, ya casi!”, le decía al niño mientras le ordenaba que abriese la boca, al instante, del pene de Luciano salía un líquido blanco para el niño que se impactaba en su carita y otra parte entraba en su boquita, el pequeño Venancio al experimentar eso por vez primera empieza a toser y a escupir, Luciano lo sienta sobre la cama, le pasó luego el glande sobre los labios, se complacía al ver la carita de se Venancio con semen, después fue por papel para limpiarle la carita y esos labios carnudos, se fijó en los rasgos del niño como con cierto aire de descendiente de indígenas, su pelo lacio negro, su piel morena clara y sus facciones de ojos rasgados así lo demostraban, le lavó el rostro, el nene aún inquiteo miraba el cuerpo desnudo de Luciano con su pene erecto venoso y peludo, posteriormente le dio de beber una gaseosa que el niño muy contento la disfrutaba mirando el pene de Luciano que aún tenía restos de semen, el adulto le preguntó al niño si le había gustado ese “jueguito”, el niño que no paraba de disfrutar la gaseosa asentía con gusto, Luciano le pasó un emparedado y le preguntó si le gustaría en otra ocasión seguir haciendo ese “jueguito” pues le tocaría ese premio y mucho más y ante eso el niño volvió a responder afirmativamente con afirmativos movimientos de cabeza, Luciano le acarició la cara y el pelo, le dio un beso en los labios, el niño se sorprendió, Luciano le dijo que eso se daban las personas que se quieren y que él lo quiere mucho y luego del “juego” se termina así, Venancio le dijo inocentemente a Luciano que algunas de esas cosas Reginaldo le hacía a él y a su hermana pero nunca les daba un premio, Luciano sonrió al escuchar eso de labios inocentes, lamentaba no haber sido en ese momento su iniciador en el sexo, Reginaldo se lo había ganado, pero aun así Luciano cumplió su promesa, le dio otra moneda al niño con la promesa de que Venancio no dijese a nadie lo que había visto por la ventana y de lo que estaban haciendo su hermana Amaranta y su amiguito Reginaldo, esto se lo dijo al niño extendiendo su mano con la moneda diciéndole que guardando el secreto él ya obtendría más monedas, el niño feliz asentía viendo fijamente el rostro del adulto con total obediencia, Luciano le dijo que lo de antes en la cama eso era un “jueguito” y que asimismo obtendría monedas si viniese a jugar con él cuando reciba señales y no lo contase a nadie, Luciano le dijo que si deseaba otra moneda, el niño gustoso brincaba al saberse ganador de otra moneda, le dijo que ahora iban a terminar el “juego”, acomodó al niño acostándolo sobre la cama, le pidió que no se moviese, los labios de Luciano recorrían desde los testículos subiendo por el abdomen, tórax, barbilla, mejillas, oreja, cuello, hombro, descendía por el pelo, nariz y al llegar a los labios le dio un beso, le pidió que abriera la boca, los labios se sellaron entrando la lengua de Luciano de cincuenta y un años en la cavidad bucal de Venancio un precioso niño humilde de cinco años, fueron muchos los besos que el niño al principio por sorpresa abría los ojos pero a cada beso dado se relajaba, como si al final al niño inquieto le gustaba mucho aquello que estaba viviendo, aquello que estaba experimentando, aquella… metamorfosis temprana, Luciano lo sentía así, recordaba su infancia, de aquella vez en que lo besaron así, aquella vez que se entregó a alguien que significaría mucho en su vida, aquel que sería el motivo de su soltería, de aquella vez que por vez primera se entregó a alguien de su mismo sexo, se acordó de su estudiante preferido, de Luis Alfonso, a ojos cerrados se imaginó tenerlo enfrente, así el niño recibía más besos apasionados, escuchaba unos “te quieros” que por su edad quedaban al futuro análisis, vio el rostro del niño ensalivado y se apartó del infante pasándole más papel por donde había quedado restos de saliva, lo puso en pie para subirle el calzoncillo acomodándoselo, le acarició el pelo viendo luego vestirse al adulto, Luciano se ponía su típica ropa de moda por esos meses, llevó a la puerta al niño sin dejarse ver de los transeúntes, le pidió que cruzase la calle corriendo, así lo hizo el pequeño inquieto de cinco años, el niño contento con las dos monedas salió del cuarto, aún los habitantes de la casita no salían, el niño astutamente siguió el consejo de Luciano que enterrase las monedas así no se las robarían, rato después Luciano desde la ventana ve que un el niño de diez años sale acomodándose el pantalón con parche en una de las rodillas, frente a ella no tuvo reparos en manosearse el pene vestido como acomodándoselo, la niña cabizbaja miraba el paso de sus manos por la vaginita vestida, Luciano ya se imaginaba lo sucedido, habían hecho el amor y sacaron al niño para que no los interrumpiesen, esos dos niños hicieron el amor igual que Luciano con Venancio hacían el amor enfrente, el niño de piel canela desamarró la bicicleta y se despidió haciéndole ademanes con las manos a la niña asegurándole que regresaría, seguramente mañana, se dijo Luciano, estaba arrimado a la ventana con discreción de no ser visto, de esa manera pudo observar que la niña se limitó a verle montar sobre la bicicleta al niño de diez años al doblar la esquina, la pequeña Amaranta levantó su mano y vio una moneda, Luciano se dio cuenta que esa moneda tenía la misma denominación que las obsequiadas a Venancio, la niña entró, el niño se acuclilló deslizándose el calzoncillo sacándoselo del cuerpo quedando así desnudo, arrimada su espalda al frondoso árbol de tronco grueso, desde la ventana Luciano de la Sierva presenciaba esos pujes del niño defecando y a la vez haciendo micción, seguro de no ser visto Luciano se arrimó a la pared dejándose ver del niño mostrándose el pene, el niño sonreía viendo el movimiento del pene del adulto mientras pujaba defecando, el pequeño Venancio se puso en pie estirándose el pene a la vez que su cintura la movía adelante y atrás imitando delante de Luciano lo que habían hecho antes, para Venancio ese jueguito con Luciano había sido divertido, así lo pensaba a sus cinco añitos cumplidos, ambos sonreían y el más feliz era Luciano que en ese tiempo su vida ya no sería monótona, tendría un motivo para estar inquieto y ser feliz en cada fin de semana en el encuentro con Venancio.
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Los ojos de Lucrecia recorrían maravillados los ambientes de aquel departamento de arriendo obtenido para ella de parte de su amante Heriberto Alpízar, era su nido de amor, abrazándolo demostraba con mimos a su amante su completa alegría, sería su punto de encuentro seguro, en su delante, Dagoberto el cómplice de su idilio sonreía sarcásticamente, decidió dejar a solas a los tortolos amantes, caminó por los alrededores, le vino a la mente la cara de su cuñado aquel pobre campesino engañado por su hermana, el solterón Dagoberto de treinta años decidió ir a comprar un cigarrillo, lo estaba encendiendo en una acera que daba al parque capitalino, uno de los tantos atrayentes para los caminantes, expulsó el humo y para su sorpresa vio en su costado el pasar de un hombre al que lo identificó, era el rostro de Wilson que no lo reconoció e iba muy distraído con sus monedas en compra de lo mismo, prendió el cigarrillo, hizo una pausa y esperó a que se acerque un niño de diez años, Daniel Eduardo, era su niño preferido pues aquella noche en este parque apartado de la ciudad sobre una amplia roca lo desvirgó hace tres años, Dagoberto vio que Wilson no lo reconoció, es que fueron tantos años desde su último encuentro, decidió cautelosamente seguirlos, llegaron a una casa de arriendo, tomó nota de la dirección, continuó su camino cerca de aquella casa ya detectada en su subconsciente, sonrió, continuó su camino, pronto regresará, le había llamado la atención aquel precioso niño de diez años, ese precioso niño de piel blanca con sonrisa hermosa formada de esos labios rozagantes y de cerquillo su pelo que cubría su frente y parte de sus ojos, esas manitos con dedos alargados, le había gustado ver esa forma de caminar un tanto amanerada por ese hermoso niño, más la forma de abrazarlo como Wilson lo llevaba caminando, al entrar vio la mano de Wilson deslizarse por la espalda hasta discretamente manosearle el trasero vestido, vio las piernas del niño bien rellenitas sobresalientes de su pantaloncito corto, tenía puestas sandalias con medias cortas, en verdad que Daniel Eduardo era un niño de finas formas faciales y un pelo lacio con un corte de época que lo hacían resaltar ante los otros niños, dentro de aquella casa Wilson estaba solo con el niño, hace horas había salido del internado y él lo fue a ver, Daniel era un niño muy amanerado, delicado para hablar, la soltura de sus palabras era finas saliendo de los labios hermosos del niño además el cerquillo de pelo que a medias cubrían esos ojos miel, sin lugar a dudas ese niño era de fino aspecto físico, Wilson fue a ducharse, el clima lo ameritaba, el niño quedó a la espera sentado escuchando la música de radio comiendo fruta recién comprada, antes de entrar al baño Wilson se puso en su delante haciendo graciosos movimientos, tenía puesta sólo la toalla que la dejó caer al piso poniéndose desnudo delante del niño de diez años, al verlo sonrió, el pene erecto rozaba los labios del niño que algo serio se puso al roce de sus labios con ese glande de pene latente, la mano de Wilson acarició el hermoso corte de pelo del niño insinuándole con gestos de que abriese la boca y que lamiese chupando el glande, el niño algo cabizbajo tímidamente abrió la boca viendo ese pene acercarse lentamente, lo tomó al pene con ambas manitos de dedos alargados, chupaba lentamente y lamía la punta de la lengua en el glande, para Wilson era fantástico ver los labios de Danielito que se deslizan sobre la piel del pene con sus ojitos cerrados y el fleco del corte de pelo cubrir en parte la carita del niño, chupaba el pene como cuando se introducía en la boca una banana para comer, Wilson sonreía cerrando en parte sus ojos, el placer lo estimulaba mucho, las manos bajaron a los hombros acariciando las orejas, era la parte que excitaban al niño de buena forma, Wilson vio la mano de Danielito que descendía metiéndose los dedos dentro del pantaloncito corto con la necesidad de estirarse el penecito y consecuentemente darse placer, Wilson se apartó sin dejar de agitar el pene delante de la cara del niño, lo levantó de la silla donde estaba sentado, con una mano lo tomó del hombro llevándolo a su dormitorio, le quitó la ropa poniéndola en la silla, Danielito estaba a su expectativa, las manitos rascaban el traserito y luego una de ellas estiraba el pene, Wilson que en ese momento se quitaba la ropa se sentó en el extremo de la cama con su pene agitado le hacía señas al niño de diez años que se acerque abriendo su boca e introduciéndose el pene ya ensalivado anteriormente, mientras el niño lamía y chupaba el pene en repetidas ocasiones se estiraba el penecito con una mano a manera de una larga masturbación, Wilson no le había enseñado esas cosas, sospechaba que algo le hacían los días que estaba en el internado, pero le gustaba a fin de cuentas, los lamidos y mamadas continuaban, tanto así de delicioso que se vino Wilson, dentro de su boca quedaba parte del semen, otra rozaba los labios y mejillas, lentamente Wilson se fue acostando poniendo encima de su cuerpo a Danielito que su penecito se ponía sobre el pene peludo de Wilson, era considerable la proporción de un pene lampiño con el del adulto, aun así las caderas de Danielito se movían haciendo que le penecito se deslice sobre el pene grande, sentado sobre Wilson hacía que el penecito se deslice, el niño lentamente se acostaba sobre el cuerpo de Wilson mientras las manos del adulto pasaban por las costillas y espina dorsal del niño, a más de manosear los glúteos rozando con la punta de los dedos en la entrada del ano infantil, las suaves caricias sobre esa piel blanca se notaban en la expresión facial del niño, parecía con sus jadeos como que deseaba más, Danielito se delataba cuando las manitos pasaban por el pene erecto, luego su cuerpo se deslizó haciendo que su lengua lamiese los testículos de un sorprendido Wilson que dejó a la lengua de Danielito que pase entre la unión de los dos testículos, el coxis y la entrada del ano, Wilson se dejó lamer, no había duda que Danielito experimentaba sexo en el internado, no quiso pensar más en ello sino que se dejó llevar por esos deliciosos deslices de lengua, el niño se acostó de cara a la cama junto a Wilson, le insinuaba con eso que le penetre el trasero, y así fue, el pene de Wilson entraba en las entrañas del niño diciéndole palabras dulces, el amanerado Danielito se dejaba llevar por las siguientes posturas sexuales de Wilson, su iniciador, los cuerpos sudaban, el semen lubricado del pene hacían las delicias a Danielito, quedaron exhaustos, sí, porque Danielito continuó ahora rozándole el penecito lampiño en el trasero de Wilson tratando de penetrarlo con rápidos movimientos de caderas, detuvo viendo como que sentía una sensación de salirle orina comprobándolo en su prepucio un líquido transparente, luego, ambos quedaron dormidos en el dormitorio, allí abrazaditos rozándose las piernas con los pies, sus mejillas unidas oliéndose sus cuerpos, escuchando sus respiraciones y dándose besos en aquella tarde de mayo de 1956.
FIN DEL CENTÉSIMO SEXAGÉSIMO TERCER EPISODIO
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