METAMORFOSIS 165
Facciones.
Las llaves hicieron sonar la abertura de la puerta chirriante de aquel cuarto de arriendo, entró viendo a su alrededor, cansada la mujer dejó la cámara y revelados sobre la mesa, abrió la ventana y exhaló complaciente tras la obra realizada hace pocos minutos, regresó a ver la evidencia fotográfica sobre la mesa, sonrió, representaba mucho para la vida de un anciano ansioso de noticias y consecuentes verdades, pero para ella eso representaba más que dinero, mucha confianza ante el anciano, se dirigió con sus pasos hacia el dormitorio quitándose la ropa, abrió la ducha para que el agua se deslice sobre el femenino cuerpo desnudo, no escuchó el pequeño ruido de la puerta al abrirse a través de unas manos masculinas, sonriente el hombre iba caminando hacia el baño viendo la acostumbrada silueta de su compañera, se fue quitando la ropa de a poco hasta quedar dormido y de un impulso entró a ducharse junto a ella provocándole un grito entrecortado de susto al sentir por detrás las manos viriles, luego las risas, los besos, caricias y roce de genitales, eran amantes desde hace poco, se habían conocido en la milicia, ella como miembro de inteligencia y él como militar de medio rango a punto de ascender, el agua se deslizaba sobre los cuerpos unidos, besándose a ojos cerrados, sentían el roce de genitales, ella alzó la pierna, él le introdujo el pene con mayor facilidad, gemían al unísono, expresaban corporalmente el deseo de poseerse, aquellos manoseos los motivaban a mayor pasión evidenciándose la penetración vaginal, las manos tocaban sus pelos mojados de tanta agua, se besaban los pechos, él con mayor pasión lamía los pezones de su amada amante, desde la primera que se vieron una atracción consecuente en miradas cautivadoras, seguramente ella se enamoró por el porte del uniforme que su amante lleva consigo, para él aquellas curvas deliciosas, de los labios de Raúl salía ese nombre que lo arrebataba, Natalia, de mucha significación ahora en su vida, una mujer cauta y frívola que se mostraba en su mirada de ojos cafés, su pelo lacio azabache denotaba belleza atractiva, para Raúl ella significaba ese gustito anhelado tras varios años de rutina amorosa con su esposa Helena y el frío trato con su hijo mayor el amanerado Melquiades de veinte años y el hijo menor Heriberto de once años, su vida cambió ante la muerte de su hijo Domingo a causa de problemas respiratorios, le culpó a su esposa Elena por tal descuido, ahora su hijo tendría trece años, ni el nacimiento de Heriberto puso compensar la partida del niño, seguramente además porque el pequeño difunto Domingo era de gran parecido a Raúl, la vida del militar con Elena ahora era algo estable con cordialidad pero alejados ya de esa pasión en los primeros meses de relación, Raúl pronto cumpliría los treinta y nueve, su esposa Elena cumpliría los treinta y siete, ahora, los amantes salieron del baño viéndose escurrir el agua por sus cuerpos, reían viéndose los genitales, la húmeda vagina y el aun erecto pene, rodearon sus cuerpos con una toalla, abrazados se sentaron en la cama, ella tocó la cara de su amante dándole apasionadas caricias recorriendo sus dedos por el pecho deslizándole la humedad, Raúl se dejó recostar para que Natalia continuase besando el pecho, abdomen y lamer el pene, Raúl le dijo que así, así, transportándolo al placer, Natalia con mucha experiencia en sexo oral lo elevaba al éxtasis, las chupadas y lamidas se hacían reiteradas sobre el pene del militar, luego la acostó poniéndole los pies sobre los hombros del militar y ajustándose de la cintura, así la poseyó como en tantas veces desde que se conocieron, Raúl miraba el entrar y salir de su pene en esa vagina afeitada, los pelos del tronco del pene rozaban la piel vaginal, Raúl sintió mojado su pene producto del orgasmo femenino, el militar movió más las caderas hasta detenerse dejando el semen dentro de la vagina de su amante, cerrando los ojos no contento con eyacular seguía penetrando con firmeza, ella gemía también con los ojos cerrados, sonrientes, acercaron los labios para fundirse en un prolongado beso, se levantaron de la cama yendo a limpiarse el sudor y semen en el baño, mutuamente se ayudaban en la limpieza de sus genitales, volvieron a la cama acariciándose y así quedaron dormidos en aquella tarde, muy cerca de allí, a uso cuantos pasos, en cuarto contiguo con ventanas cerradas, las sábanas se movían ante el impetuoso desliz de aquellos cuerpos con sus manos rozándose en la penumbra de aquel cuarto capitalino, los amantes se tornaban cada vez más impetuosos al poseerse, Lucrecia fogosa como siempre se rendía al placer de su amante Heriberto Alpízar hijo del asesinado militar, ella repetía seguido que lo amaba, que era lo más maravilloso que le había pasado en la vida, el conocerle, Marcelo Heriberto se limitaba a sonreír y a corresponder con besos y caricias apasionadas aquellas sentidas palabras, aunque la edad los distanciaba, ella de treinta y cinco años y él de veintiséis años, pero pese a ello el deseo sexual atrayente los unía, la cama se movía ante el intenso movimiento de los cuerpos, ella anhelaba más y más de esa penetrada de pene en su vagina, era su hombre, su macho viril, lo deseaba, minutos antes le dijo que deseaba hacer vida con él, no importaba el precio, dejaba todo por él, transportaba su negocio acá a la capital, todo por él, Marcelo Heriberto con la picardía del hábil comerciante asentía, tendría para así dinero y cuerpo, los amantes siguieron besándose, amándose, ella pedía más y él la complacía, a Lucrecia no le importaba que su amante tuviese un hijo de dos años con una mujer respetable de sociedad, a Lucrecia le interesaba ese cuerpo, su naturaleza intuía aquello siempre el de sentirse amada cubierta por musculosos brazos, su esposo ya de sesenta y un años ya no le atraía mucho como aquella vez que ese campesino la desvirgó siendo niña en el río, pero antes su primo Pedro la había inducido en el sexo haciéndole tocamientos entre ellos el roce del pene en su entonces vagina lampiña, ahora en la realidad de este instante para Marcelo Heriberto era de mucha complacencia tenerla a su lado, gustaba de la entrega prodigada por Lucrecia, ella prometió estar muy cerca de él apoyándose mutuamente en los negocios, él le dijo que tenía una gran conexión con un importante hombre de negocios, ella se entusiasmó al escuchar los detalles, tiempo después los amantes se vestían, salían presurosos a la oficina de aquel prestante hombre de negocios que Lucrecia deseaba conocer, ese hombre era el peldaño para llegar a la cabeza de liderazgo, ambas puertas se abren al mismo tiempo salen las dos parejas, una bajando lentamente las escaleras y la otra a punto de hacerlo de forma presurosa, en aquel pasillo se encuentran, Heriberto el de la iniciativa al saludo, el extrañado Raúl preguntaba si se conocían, Marcelo Heriberto movía afirmativamente, cómo no conocer al amigo íntimo de su padre Heriberto Alpízar, desde niño lo recordaba teniendo siempre presente, el destino quiso que se encontraran en esas circunstancias y en aquel lugar, a Raúl un escalofrío recorrió su espina dorsal al ser descubierto con su amante, no tanto más que recordar a su gran amigo el ex funcionario militar asesinado aquella revuelta en la que juntos trataban de controlar a la multitud junto al joven militar Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, el hijo del militar abrazó efusivamente a la vez que Lucrecia y Natalia se estrechaban las manos, el diálogo continuó a la entrada de aquel condominio capitalino cuya discreta ubicación de la ciudad era adecuada para aquellos encuentros, amos hombres lo comprendían guardando reservas en las preguntas y lo más importante en ese momento el no hablar de sus miembros de familia para no importunar a las damiselas, al despedirse cada uno tomó su auto coincidentemente de la misma marca y modelo pero color diferente, prometieron una tertulia futura entre las parejas, sonrientes se despidieron con un agite de manos, luego de recorrer varias cuadras llegaron al lugar central de comercio, Heriberto galantemente bien vestido se bajó del auto abriendo la puerta dejando así salir a Lucrecia, la tomó de la cintura guiándola por el imponente edificio, una secretaria los recibió atenta, al poco rato se hacía presente la figura del sonriente Squeo que al ser presentado con Lucrecia se mostró más que galante al besar la mano femenina, el hombre fuerte de confianza de Fulgencio Arichabala quedó prendado de la mujer, un atractivo recurrente fluye de sus instintos naciéndole el deseo acostumbrado, lo supo en parte disimular con leves galanteos y formalidades protocolarias, conversaron de muchas cosas, la mirada de Squeo siempre fija en la mujer que demostraba carisma y cierta seguridad al hablar estratégicamente de planes de negocios, ella también quedó prendada de la personalidad de aquel recio hombre.
* * * * * * *
Los niños jugaban con mucha emoción por los alrededores de las casa de arriendo de la localidad, presuroso Leroy salía en el auto para encontrarse con su jefe, iba atrasado, no pudo dejar de ver a la pequeña Sophie sentada jugando con su muñequita, levantó el rostro lentamente hasta que sus miradas se cruzaron, habìan pasado varios días desde aquella madrugada en que la hizo mujer en su dormitorio, él emitió una leve sonrisa, ella hizo lo mismo, pudo ver el color de la pantaleta que usaba, instintivamente el hombre s ellevó la mano a la entrepierna y su sonrisa se amplió más, detuvo la marcaha y le hizo gestos para que se acerque, ella se quedó quieta viendo esos ademanes pero de pronto se puso en pie corriendo hacia donde estaba él, le dio un par de monedas de dólar, ella las tomó, él le acarició el rostro y brincando se apartó feliz del auto que emprendía la marcha, estaba muy contenta, ningun adulto vio esa escena, metió las monedas en el bolsillo de su vestidito y fue cuando en ese instante su hermanito Aiden se acerca a jugar con otro niño del sector, tiempo despues ve a Dylan y Valentin que salían a jugar con un bate y una pelota cosida, cerca practicaban el beisbol, los dos pequeños se unieron a los juegos, Sophie de lejos miraba hasta que decidió entrar a su cuarto a seguir jugando, su abuela estaba sentada cociendo el uniforme de su madre, presurosa miraba el reloj y ya se acercaba la hora de su turno de trabajo, afuera dejaron de jugar al beisbol para jugar a las luchitas, los dos muchachos mayores sometían a los dos niños que trataban de no dejarse someter en esos juegos, se escucha el llamado de la vecina al niño amiguito de Aiden, a la vez que se despide la mamà de Aiden, Valentín le dice al oido algo a Dylan que mueve afirmativamente la cabeza en señal de aprobación sin dejar de mirar fijamente al pequeño Aiden, “¡Oye Aiden!” “¡vamos a jugar a las luchitas en el cuarto de Dylan!” “¿quieres venir?” el niño les mira “¡hay helado!” de solo escuchar esa palabra brincó de gusto asintiendo alegremente, “¡bien!”, “¡sólo que espera aquí!” “¡mira la señal que te haremos hacia arriba a la ventana para que subas!” “¿de acuerdo, Aiden?” el niño muy feliz de saber que tomaría helado brincaba de gusto y se sentó en el borde de la jardinera viendo que los dos muchachos se entraban en la edificio de arriendos, sus ojitos fijamente hacían vista de la ventana del cuarto de Dylan, se puso inquieto cuando vio a Dylan con su mamá saliendo a la calle, pensó que ya no habría helado, de pronto escuchó un silbido que venía de una ventana en la que asomado Valentín le hacía señas de que viniese, Aiden presuroso corrió subiendo las escaleras, se topó con la puerta entreabierta, al entrar estaba Valentín esperandole, tenía puesto solo el inetrior, Aiden pensó que seguramente estaba así para luchar, lo animó a sentrase en un sillón, “¡toma!” el nene recibió un poco de helado y gustoso se delitaba tomandolo, Valentin estaba sentado a su lado, le pasaba las manos por los muslos, Aiden notaba que solo estaban los dos en esa habitación, vio que el bulto crecia en la tela del interior, Valentin dio cuenta de la mirada del pequeño, “¿quieres ver lo que hay dentro?” “¿sí?” el pequeño daba las últimas cucharadas del poco helado que probó viendo las manos de Valentín que deslizaban su prenda interior llegando hasta los muslos, de tal manera que se liberaba un erecto pene brilloso de glande, venoso y tieso de piel rozagante, Aiden lo miraba con detenimiento, tenía en sus manitos el vaso vacío de helado, “¿quieres màs helado Aiden?” el niño sentado asentía gustoso por repetir la porción tomó el vaso vacío poniendolo en el suelo , “¡bien… te lo darè!” “pero antes… tienes que probar a este”, el niño vio que el inetrior de Valentin salía por los pies alzados, tenía cerca el glande que sorprendentemente rozaba los labios “vamos, Aiden” “¡vamos… abre la boca!” el nene olía el pene, lentamente abría la boca, ahora el glande rozaba los labios adentrandose un poco en la cavidad bucal “ahora Aiden apreta con tus labios, cierrralos depsacio” “¡cuidado con los dientes!”, el pequeño con dificultad miraba el deslizamiento del glande en su boquita de niño precioso, con el pasar del tiempo el pene se deslizaba adecuadamente, “¡eso… así!” “¡Aiden… lo estás haciendo bien!”, “¿sabe a helado?” le pregunta, “un poco” le responde Aiden, es que los restos de sabor a helado se impregnaba en la piel del pene de Valentín, le acariciaba el pelo, “ahora hazme pasar la punta de tu lengua por aquí” “¿ves?” el niño asentía mirando fijamente el glande del pene, al tronco venoso lo tomaba con sus dos manitos haciendo furor con su lengua en el roce de lengua en el glande del pene de Valentín, “¡ahh!” “¡ahh!” “¡ahh!” “¡sigue Aiden!” la lengua se dslizaba hacia abajo “¡sigue!” la lengua se delizaba hacia arriba “¡sigue!” la lengua se deslizaba por los testiculos “¡así!” “¡así!” la lengua rozaba el glande en circulos “¡sigue así!” Valentin se contuvo de eyacular, le miró tiernamente, vio esos labios con restos de mancha de helado por efecto del desliz del pene en esa boquita, “¡eres muy bonito!” “¡muy bonito… Aiden!” se arregla el interior con respiración acelerada, “¡vamos Aiden!” le dijo Valentin tomándole del hombro, “¿a dónde vamos?” pregunta Aiden inocentemente, “¡vamos a estar más cómodos allá!” le indicaba la habitaión “jugaremos a las luchitas” “¡vamos!” le dijo mientras lo llevaba a ese lugar, el ambiente parecía como que lo había preparado todo, “aquí jugaremos, yo seré el malo y tú el bueno”, a la orden de Valentín el pequeño Aiden empezó tímidamente a quitarse su remerita y luego ese short hasta quedarse en su interior, “¿qué sucede Aiden?” el nene quedó pensativo, sin articular palabra, simplemente lo vio a Valentín, “¡ven Aiden… vamos!”, se subieron a la cama y jugaron a las luchitas, Valentin siempre quedaba debajo del pequeño Aiden “¡ya ves Aidn… el bueno gana!” lo tenía rodeada las caderas con sus brazos y de abajo Valentin alzaba sus caderas, el niño sent{ia ese bulto crecer dbao de su penecito vestido, “¡ahora yo seré el bueno!”, hizo un giro y ahora Valentin estaba acostado sore Aiden, el niño reía al sentir cosquillas de manos de Valentín, alzaba y agitaba las piernas en señal de querer apartarse pero Valentín lo tenía muy sujeto, “¿te gusta?” “¿eh?” “¿te gusta…. Aiden?” el nene reía viendose la aprobación en su rostro, “¡ahora… ven… párate!” “¡vamos a luchar como en la selva!” lo puso en pie sobre la cama luego él estuvo en pie también en la cama, Aiden vio que Valentin con sus manos se deslizaba el interior llegando a los tobillos de ahí que alzó los pies sacándoselo por completo, con uno de los pies lo sujetó y lo lanzó cayendo en un rincón, Aidn miraba a Valentin completmente desnudo con ese pene erecto y muy pero muy tieso “¡mira mi lanza!” “¿te gusta Aiden?” el nene contemplaba ese agite de manos de Valentin en su pene erecto “¡vamos a luchar como gladiadores!” el nene seguía mirando el cuerpo desnudo de Valentin en su delante, “¡ven.. acércate… te ayudo!” tímidamente Aiden se acerca y ve que las manos de Valentin le desliza el interior, se apoya en los hombros de Valentin alzand cada pie para apartarse de su interior, Valentin se complacía viendo en su elante el cuerpo desnudo de Aiden, le hizo dar vuelta, “¡qué rico culito tienes Aiden!” empezó a manosear los glúteos y luego Aiden sintió la lengua de Valentin que rozaba el coxis, le dio como un impulso raro para él que lo notó Valentín, “¡lo tienes rico!” “¡rico!” “¡sí… muy rico!”, le dio vuelta el rostro alegre de Valentin contrastaba con la timidez reflejada en el rostro del pequeño que estaba cabizbajo, le tomó el mentón alzándole el rostro dciendole “¡no tengas recelo!” “¡soy tu amigo… vamos a jugar rico!” “¡ven… te va a gustar!” “¡ven!”, le acostó de espaldas al colchón que no tenía sábanas, le hizo abrir las piernas por unos segundos los labios de Valentin besaban los muslo haciéndole moverse del gusto al pequeño Aiden, “¡estáte quietecito!” “¡quietecito!” “¡quiero que sientas rico!” Aiden quedó quietecito, e rostro de Valentin se acercó al penecito del niño, los labios de Valentin chupaban el flácido pene del pequeño, Aiden mostraba un rostro de gusto por lo que sentía sin emitir palabras, se notaba sus suspiros en cada chupada de pene que recibía, de a poco fue erectandose que al verlo Valentin sonreía y le decía al pequeño Aiden “¡mira, mira!” “¡ya está tu espada!” “¡está lista para jugar a la luchita de espadas!” el nene algo sonriente miraba a su pene erecto como mástil, “¡ahora juguemos!” “¿si?” “¿quieres… Aiden?” el niño miraba su pene y el de Valentin que eran desproporcionados por la edad que tenía cada uno, “¡vas a tener helado!” “¡sí!” “¡mucho helado… y… muchas monedas si me ganas!” “¿sí quieres?” “¿eh?” el pequeño Aiden asentía al oir las promesas de premios, Valentín conocía de la dbilidad del pequeño Aiden por los helados y las monedas que le permitían comprar helados, lo descubrió cuando su padre al niño Aiden le regalaba aquello, “¡bien… buen chico!” le acarició el pelo y le dio un beso en la frente, Valentín se acostó en la cama “¡ven acá mi precioso!” “¡luchemos!” el niño se acostó encima de Valentin, unieon los penes “¡luchemos!” de abajo Valentin alzaba y bajaba las caderas, Aiden percibia el movimiento sin moverse, las manos de Valentin sujetaban las caderas de Aiden, “”¡ahora házlo tú!” “¡vamos… házlo… hazlo!” Aiden ahora alzaba y bajaba las acaderas haciendo que su penecito roce el pene erecto estático de Valentín “¡eso!” Valentín sentía ese roce de penes “¡así!” Aiden alzaba y bajaba las caderas“¡así!” alzaba y bajaba las caderas “¡hazlo!” al pequeño Aiden ya le gustaba alzar y bajar las caderas sintiendo el roce de pene“¡hazlo mi bien!” “¡sigue!” “¡sigue!” “¡ya mismo ganas la luchita!” seguía alzando y bajando caderas “¡ya mismo!” “¡ya mismo!” “¡yaaa!” “¡me venciste!” por un instante los dos no se movieron, “¿ya ves Aiden?” “¡me venciste!” “¡fue rico!” “¡ganaste!” “¡sí… ganaste!” el niño reía ampliamente pensando en su inicencia que había sido ganador de esa original luchita de espadas “¡tu espada es mejor que la mía Aiden!” “¡me ganaste!” “¡ahora va la penitencia por perder!”, el nene le pregunta “¿qué penitencia?” a lo que Valentin le responde “¡ahora lo verás!” “¡es lo más rico del jueguito!” Valentín se acostó de cara al colchón, se abrió el culo mostrándose su hoyito desvirgado desde años por alguien que no supo quier era su iniciador, Aiden miraba ese culito, le dijo al pequeño “¡mete tu dedo en mi hoyito!” el dedo indide de Aiden ingresaba en el hoyito, le hizo gemir, “¡mas adentro!” “¡más adentro!” “¡así!” “¡así!” “¡así!” el niño temeroso por lo que estaba haciendo le pregunta “¿ya?” “¡no… más!” “¿ya?” “¡no!” “¡más!” “¡sigue metiendo!” “¡sigue metiendo!” “¡ahora!”, “¿ya?”, “¡sí!” “¡ahora sácalo despacio!” el nene lo fue sacando, vio que tenía rastro de excremento, “¡ahora huele!” Aiden receloso lo olía “¿te gustó?” el niño dice “¡no!” “¡huele feo!” Valentín sonríe, se abre el culo diciéndole al niño “¡Aiden ahora mete tu pene en mi culito!” “¡vamos!” “¡hazlo!” “¡hazlo!” el niño con su pene erecto aún lo entalla a la entrada del culito de Valentín y empieza a trara de metrl con dificultad, por ser virgen y pequeñito simplemente le rozaba de eso Valentin estaba seguro que pasaría, sin embargo emitía gestos “¡oh!” “¡que rico!” para estimularle a que lo siga haciendo “¡que rico… cómo le haces!” le decía de forma emotiva “¡hazmelo así!” lo estimulaba “¡házmelo así!” el penecito rozaba el culo de Valentin diciendole “¡sí!” “¡sí!” “¡así!” el penecito rozaba la rajita “¡rco!” seguía rozando “¡rico!” Aiden sonreía gustoso “¡así… mi amor!” “¡sigue!” sus manitos se apoyaban en los hombros de Vlentin “¡que rico!” las caderitas se movían adelante y atrás “¡no pares!” las caderas de Aiden se movían rápidamente ante las ordenes de Valentían “¡yaaaa!” con fuerza el penecito rozaba la piel del trasero de Valentin que lo motivavba a seguir “¡yaaaa!” bufaba con disimulo “¡uf!” gemía disimulando “¡uf!” “¡me hiciste sentir rico!” al escuchar eso el nene sonreía, luego se aparta de Valentin con amplia sonrisa inocente de lo que ha hecho, tiempo después los dos estaban en pie sobre la cama mirándose los penes desnudos, lo toma de la cintura “¡ven mi precioso!” une los penes y le roza los glúteos con la mano, “¡ahora lucharemos a las espadas!” le decía mientras le acariciaba el pelo y las mejillas “¡mira!” Valentin movía las caderas haciendo que el pene roce el pene grueso erecto en ese penecito erecto lampiño, “¡vamo… tu también muévete…!” el niño obedecía de tal manera que ya las dos caderas se movían haciendo que los penes se muevan como si los penes fuesen dos espadas de dos espadachines, los culitos de ambos se movían a los costados, “¡ya!” dijo Valentín abarzandole, marcándole y haciéndole caer en la cama, “¡ya eres mio!” le dijo teniéndole acostado en la cama, le hizo cosquillas, “¡lucha!” “¡lucha!” le decía al niño mientras le hacía cosquillas ya que con esa acción se ganaba la confianza de Aiden, “¡bien… quietecito!” le dijo al niño y acto seguido lo acostó sobre el colchón de la cama, Valentin estaba haciendo un esfuerzo por no venirse al sentir el contacto con esa piel tan suave cuando se acuesta a su lado y comienza ahora a tocar ese cuerpito desnudo, “¡vas a sentir rico de nuevo!” lo puso boca arriba “¡asì… acuestate!” “¡eso… bien!” y comienza a lamer su penecito, Aiden jadeaba, luego Valentin se aparta dejando al niño tendido en el colchón con las piernas abiertas tocándose con los dedos su penecito en salivado, le miraba, ambos al verse sonreían, “¡eres muy lindo Aiden!” “¡muy lindo!”, “¡vamos… sigamos luchando!” “¡ya engrasé tu espadita!”, lo abrazó frotándose los penes de nuevo al movimiento de las caderas, olia ese olor particular de niño hermoso, “¡hueles rico Aiden!” “¡sí!” “¡muy rico!” el nene sonreía al ser marcado dando vueltas parado sobre la cama, “¡estàs precioso!” le decía mirándole a los ojos “¡sí!” “¡muy precioso!”, de súbito lo acostó en la cama haciéndole cosquillas “¡nene precioso vencido!” “¡vencido!” no dejaba de hacerle cosquillas y Aiden reía ampliamente “¡te vencí!” “¡te vencí!”, Aiden continuaba riendo, se apartó del niño por un instante en el que sacaba un frasco de crema debajo de la cama, le mostraba el frasco diciéndole “¡penitencia!”, “¡penitencia!” así que de inmediato lo voltea de espaldas y empieza a esparcirlo en sus glúteos y también en la entrada de su anito, “¡valentin!” “¡me está doliendo!… dijo al sentir que el dedo índice estaba entrando lubricado en el anito “¡yaaa!” “¡me duele!” “¡mmmeee ddueele!” decía entrecortadamente, “¡tranquilo Aiden!” “estoy preparando tu huequito para hacer cumplir la penitencia” “recuerda que también me lo hiciste a mi” “ahora es justo que te lo haga pues perdiste” “¡quieto!” “¡quietito!” le decía mientras esparcía mas lubricante en su rajita de su anitomientras el niño gemía al tratar de introducirlo en su anito más adentro, pero Aiden se movía mucho protestando porque le dolía “¡Ay!” “¡me duele… me duele!” “¡sácalo!” lemetió un poco más de la puntita, “¡tienes el culito cerrado!” “¡pero pronto sentirás rico!” Valentin sabía que no obtendría resultados así de pronto porque Aiden se movía mucho y ese brusco movimiento hacía que le doliese más, jadeaba y le decía cuando le empezaba a doler, se detenía y luego intentaba poco a poco introducirlo, mientras lo ladeaba un poco y manoseaba su penecito queriendo aliviar el dolor, lo hacía de esa forma tratando de que sintiera un poco de placer cuando sentía en su anito algo de dolor, así estuvo intentando meterlo más lubricado por unos instantes más mientras trataba de distraerle diciéndole que si se portaba bien tendría un gran premio que consistía en dulces y monedas, al escuchar eso se quedó tranquilo, de nuevo el dedo con más crema entraba en su potito “¡Ay!”, “¡tranquilo… quietecito!”, “¡ay!” “¡duele!”, Valentin trataba de calmarle “¡sí… lo sé Aiden!” le pasaba la mano por la espalda acariciándole constantemente “¡pronto ya no sentirás molestia!”, el dedo ingresaba más, “¡Ay!”, “¡tranquilo… pequeño hermoso… tranquilo!” le acariciaba los glúteos, “¡tranquilo!”, el dedo ingresaba más por ese culitoa lo que Aiden exclamaba “¡duele!”, “¡duele mucho Valentin!” decía Aiden con cara extrañada, “¡me duele!” seguía exclamando el pequeño niño hermoso que recibí el dedo en su ano siendo penetrado de a poco en poco, Valentin le decia “¡te dije que asimismo es!” “¡que ya te pasará!” el nene bufaba, “¡tienes que pagar la penitencia del jueguito!” “¡recuerda!”, le estimulaba diciéndole “¡resiste… ya pronto tendrás tu premio!”, el dedo entraba un poco más, “¡ay!”, “¡tranquilo!”, Aiden se preocupaba “¡me duele… mucho!” el dedo ya entraba más de lo esperado por Valentin, lo sacaba, Aiden tiritaba, le preguntaba con resignación sintiéndose un perdedor que debía pagar la penitencia, “¿falta mucho… Valentin?”, “¡ya… aguanta… aguanta!”, el nene fruncia el rostro diciendo “¡es que me duele mucho cuando me lo metes!”, Valentín sonreía, “no te dolerá mucho… ahora tu huequito empieza a aflojarse”, puso más crema en el dedo lo iba introduciendo en el ano de Aiden “¡siente… y lo verás!” el dedo le fue introduciendo una vez más con mucha crema, dejándolo allí por unos instantes para que se acostumbrara y así lo iba sacándolo de nuevo muy lentamente, su anito infantil empezaba a estar más dilatado, pronto llegaría el momento, “ya ves..?” “¿Qué sientes ahora?” “¿molestia acaso?”, el nene respondía “¡sí… un poco!”, Valentin sonreía, “¿pero ya no te duele mucho… verdad?”, el nene resignado asentía, Valentin lo toma de las caderas lo encorva “ven, acomódate” lo puso en posición de perrito, Valentin miraba con detenimiento cada línea dibujada por ese traserito de niño hermoso “¡lo tienes delcioso!” “¡qué bello culito tienes!” el nene escuchaba estando en esa postura, “¡ahora viene lo mejor!” “¡lo último del jueguito!” “¡vas a pagar la peneitencia!” “¡vas a ganr también tu premio mi chiquito bello!” y así poniendo en la entrada de su anito el pene de Valentin que estaba tan duro como una barra metálica, “vamos a sentir amor” “¡de lo que haremos… nunca lo olvides!” acariciendole el pelo y dándole besos en la espalda le dijo que “no tengas miedo Aiden”, “¡yo te voy a guiar!”, “¡te va a doler un poco… al comienzo… pero debes aguantarlo!”, le habló con seguridad al niño precioso “¡no debes llorar, ya sabes que los niños buenos no lloran!”, Valentin respiraba hondo de la satisfacción de tenerlo a ese nene precioso “luego ya no va a doler, es más te va a gustar, eres un niño bueno Aiden!”, “¿de acuerdo?”, “¡sí Valentin!” dijo mansamente pero algo asustado “no llorare”, “¡Pues bien… ahí vamos!” le dijo Valentin introduciendo su pene poco a poco en su anito “despacio… ya no.. me duele…!” dijo alarmado al sentir el glande entre la separación de los glúteos, “¡tranquilizate!” “¡muy pronto va a dejar de doler…!” responde jadeando “¡eres un niño bueno…!” “¡recuérdalo siempre… Aiden querido!” el glande seguía avanzando y a medida que introducía el pene en Aiden él gemía y gritaba de dolor, “¡Resiste precioso!”, le decía mientras estaba en otro mundo, “¡ya casi esta todo…!” respondía emocionado mientras que Aiden decía que “¡No … aun me duele!” gemía casi llorando y que le suplicaba “¡sácalo!”, “¡me duele!”, “¡sácalo!”, Valentin movía negativamente la cabeza “No puedo sacarlo Aiden…!” hasta que de a poco trataba de entrar de a poco, su anito intentaba rechazar a ese invasor que le trataba de llenar la cavidad anal, pese a las súplicas del nene Valentin no cedia en su intensión de sacárselo al pene y más por el contrario sentía el goce en su glande causada por esa estrechez que es lo más parecido al goce, así estaba Aiden y Valentin, “¡aguanta!” “¡ya casi!” “¡ya casi… mi amor!” “¡aguanta!” mientras Aiden bufaba y gemía “¡ya no!” “¡ya no!” “¡me duele… deja!”, Valentin insistía, “¡ya casi está!” el glande se abria por la cavidad a tocar el esfínter “¡ya casi está!” Valentin lo sentía y Aiden también, “¡deja… deja!” “¡me duele!” “¡deja!” “¡ya no… me duele!” pese a las súplicas Valentin continuaba con sus intenciones, “¡aguanta!” “¡aguanta!” “¡ya casi mi amor!” “¡uff!” “¡ya casi!”, Aiden suplicaba “¡ya no… ya no!” “¡deja!” “¡me duele!”, Valentin estaba concentrado en metérselo por el culo, “¡espera!” estaba a ojos cerrados “¡espera!” “¡ya casi!”, frunció el seño con seguridad “¡aguanta!”, el glande entraba a un empuje fuerte de la cadera, el glande rompía el dilatado esfínter, “¡YAAA!” “¡YAAAA!” mientras que de parte del pequeño Aiden se escuchaba un desgarrador grito igual que siente que su culo ha sido desgarrado por ese pene erecto venoso peludo “¡AAAAYYYY!” “¡YAAAA NNNOOOO!”, el dolor para el pequeño fue muy fuerte, más d elo que de lo normal podía resistir, tiritaba, Valentin se quedó quieto aún con su pene dentro del culito de Aiden, el pequeño estaba siendo ensartado por aquel pene, “¡ya eres mío!” “¡tu culo es mio!” se notaba la silueta en la pared de los dos unidos por primera vez, “¡Valentin… me duele… deja… deja!” dijo el nene sollozando, “¡me duele!”, presuroso Valentin le decía “Aiden… voy a empezar a moverme!” le besaba la espalda “¡vamos a hacerlo juntos!” le dice el satisfecho Valentin sin escuchar mucho las suplicas del pequeño Aiden, estaba más pendiente en gozar concentrado en el sentir de ese estrecho agujerito con la puntita del glande que ya estaba tan adentro como lo deaseaba, aun así poco a poco empieza el meneo del glande en la cuevita, primero muy suavemente y luego con más velocidad, Aiden sentía la puntada en la cuevita de su anito, él solo gemía y sollozaba por momentos, totalmente sometido por su pene en su pequeño anito que ahora aguantaba los intensos roces, trataba también con su otra mano masajear su pnecito para que sintiera placer pero eso era infructuoso por el dolor que sentía, fueron varios minutos en los que Valentín sintió un estremecimiento en el cuerpo de Aiden lo que con eso le dejo de sollozar y ya solo gemía, aun dentro del culo ese pene se deslizaba sin salir, Aiden sollozaba, “¡ya ves!” “¡ya ves… que no te duele tanto!” “¿ya ves que ya no duele tanto? Le preguntaba en pleno mete y saca, pero Aiden movia negativamente su cabeza, su carita fruncida mostraba la incomodidad de sentirse sodomizado, se sentía raro, cómo no sentirse así si estaba entrando en su metamorfosis, “¡ahora date vuelta!” al virarse se notaba el rostro lleno de lágrimas, le besaba el pelo, la frente y trataba de besarle a lo que Aiden sorprendido lo esquivaba, “¡ya terminó!” “¡ya terminó!” “¡ganaste… Aiden!” “¡ahora vas a recibir uno de tus premios!”, le puso los pies a sus hombros, lo sujeta bien de las caderas y hace que ese glande ensangrentado roce la rajita del culo por donde salían hilillos de sangre, el tembloroso pequeño miraba el deslizamiento del glande por entre sus testículos lampiños yendo a rozar el tronco de ese penecito, el pene de valentin se alzaba y bajaba “¡oohh!” “¡si!” “¡te estoy sintiendo!” “¡te estoy cogiendo Aiden!” “¡Aiden!” “¡eres precioso!” el glande rozaba los testículos lampiños “¡precioso!” el glande rozaba la rajita del culo “¡dame tu culito!” Aiden miraba ese glande moverse con el tronco del pene “¡tu culito!” “¡tu culitoooo!” de repente vio que Valentin se quedaba quieto “¡aahhh!” “¡qué ricoooo!” el pequeño Aiden vio que del glande de Valentin salía un liquido blanco que se pegaba a la piel de su vuentre y parte caía en su pecho, “¡yaaa!” “¡yaaa. mi amor!” lentamente Vaentin se alejó del niño, fue por un trapo para limpiarle el culo ensangrentado, aún tiritaba el pequeño, estaba muy tembloroso, “¡tranquilo!” “¡tranquilo!” “¡ya te pasa!” “¡ya te pasa!” fue por una pastilla y crema para calmarle el dolor y la irritación, le vino la culpa a Valentin por lo que hizo, se acercó al niño para calamarle “¡Aiden!” “¡Aiden!” “¡mirame!” “¡no debes decir a alguien lo que hicimos de este jueguito!” “¿ok?” el lo miraba con tristeza “¿ok Aiden?”, le siguió limpiando, limpió los restos d sangre en el colchón para que no quedara rastro”, “¿aun te duele Aiden? pregunta Valentin, el pequeño asiente con timidez, ya para ese momento dejaba de llorar, se sobaba el culito mirándose con el dedo los restos de crema puesta para calmal el dolor, cariñosamente le decía al pequeño “descuida… ya va a pasar… no te olvides no decirle de esto a nadie”, “¿entendiste Aiden? le dijo con firmeza a lo que el niño asentía cabizbajo, “¡ven !” “¡vistete!” le ayudó a vestirse, “¡ven!” “¡vamos a ver tus premios!” fueron a tomar helado, ya para ese momento el sentir del niño se encontraba algo estable, el rostro estaba lavado y algo de rosáceo se notaba en los ojos, le dio unas golosinas al nene, tiempo después lo despedía, lo vio caminar a la acera donde antes estaba sentado, pensativo caminaba cabizbajo a sentarse, abrió un dulce y lo comia con lentitud, desde aquella ventana Valentin no djaba de ver al niño, tenía sentimientos encontrados, la feleicidad de haber desvirgado a ese hermoso niño pero también el temor de que pueda divulgr algo, es el riesgo que debía ahora asumir, los días pasaron Aiden estaba receloso de Valentin al verle, de eso dio cuenta Dylan, por muchos días Valentin se alejó del pequeño, tenía miedo de ser delatado, se negaba a ir con la familia de Leroy a pescar al lago cuando iba de invitado Sophie y su hermanito Aiden, con el tiempo retornaría la confianza entre ambos.
* * * * * * *
El auto hacía intermitencia con las luces, estaba pitando alternadamente a cierta distancia estacionado de aquel lugar, se trataba de Contardo que continuaba jugando con las luces y a la vez pitando para llamar la atención, de un cuarto de arriendo se abre una puerta, la desarrollada niña de reciente cumpleaños número quince y su hermanito amanerado de once años salen presurosos, descalzos, alegres, de la cajuela abierta sacan unos costales, era ropa usada y algo de comida, la mujer arrimada al marco de la puerta tenía puesto un camisón de dormir, sonreía haciendo venia cordial al hijo del patrón haciendo gestos de agradecimiento, junto a ella estaba Ramón, su compañero sentimental padrastro de sus hijos, vestía una remera con tirantes y un pantalón casero remendado, de igual forma agradecía el noble gesto de Contardo el hijo del patrón Squeo quien vio asomado al dueño de la abacería, sonrió al verlo, el hombre correspondió a la sonrisa, se bajó del auto en dirección a la abacería a comprar cigarrillos, prendió uno y al recibir el cambio sus manos rozaron, con voz baja le dijo algo al dueño de la abacería que puso su semblante optimista, luego asintió alegremente, le dio un disimulado beso volado, Contardo se acercó a la pareja de sirvientes que laboraban en su casa, les dijo que los juguetes para el “niño” estaban en casa, se había olvidado de traerlos, al escuchar que habían juguetes para el “niño”, el pequeño con asombro y alegría brincaba, Contardo miraba fijamente los pies descalzos moviendo los dedos alargados al piso, y esa trusa ajustada a su penecito, la niña se limitaba a ver brincar a su hermanito igual que a los adultos, pese a tener ya once años, el niño mostraba cierta candidez propio de su personalidad seguramente heredada de su difunto padre, Contardo observaba los movimientos del niño con sus manos dobladas al saltar, sonreía pensando en que parecía hembrita, su pelito lacio negro se alborotaba al brincar, parte del pelo cubría la frente tapando a medias los ojos y media nariz, soplaba al pelo para poder ver, el “niño” con ciertas ansias pidió ir a ver ahora los juguetes, la madre le dijo que no se debe abusar de la confianza del amito patrón como le decían a Contardo, a lo que respondió que no importase si ahora el “niño” trajera sus juguetes, le dijo que muy pronto regresarían, la mujer asintió algo con timidez, el niño presurosamente se puso las sandalias, la madre le dijo que se cambiase de ropa, Contardo le dijo que estaba bien así, que así no más, pues muy pronto retornarían pues luego él tendría un compromiso y estaba a tiempo dejándole al “niño” con su juguete, Contardo subió al auto encendiendo el motor, mientras el “niño” abría la puerta del copiloto, la marcha del auto lenta le permitía a Contardo manosear el penecito vestido del niño que se dejaba a las rígidas ordenes de Contardo, luego la mano derecha de Contardo rozaba el rostro del pequeño, el dedo índice rozaba los labios infantiles antes Contardo se lo había introducido en el pene ahora ese olor pasaba por labios y nariz del niño de once años, el pequeño sonreía por esa ocurrencia del amito patrón Contardo, de un compartimento sacó una crema fijadora de pelo y papel higiénico, entraron en un camino periférico en las afueras de la capital, la noche estaba estrellada con buena luz de luna, los faros del auto se apagaron, se escuchaba el croar y ciertos sonidos de animales nocturnos, el viento rozaba los cuerpos, los dos seguían sentados, Contardo le preguntó si le gustaba el lugar, el niño simplemente se alzó de hombros como no saber dónde estaba, Contardo le dijo que salga del auto, la puerta se abrió mostrando la luz de luna salir a unos pies con sandalias fijándose sobre el suelo, el “niño” dio unos pasos hacia la saliente, detrás escuchó unos pasos, en sus hombros sintió las manos de Contardo pero él seguía concentrado viendo las luces de la ciudad, empezó a adivinar los lugares sobresalientes de las edificaciones indicando con el brazo extendido, Contardo contribuía preguntándole al “niño” sobre algunos lugares, el niño estiraba el brazo indicando mientras sentía cómo su pelo era acariciado y besado por los labios de Contardo, luego recorrió el cuello, las orejas, Contardo al tacto se dio cuenta que aumentaba la temperatura en la piel niño que su cuerpo rígidamente se dejaba acariciar, Contardo que seguía por detrás del niño oliéndole la ropa vestida con el sudor característico que tenía le mostraba golpenado su respiración el el cuello, le acarició la espalda y lentamente le alzó la remerita remendada llegando a los hombros, el niño seguía viendo el lugar distante con luces de la ciudad capital, pero parpadeaba seguido al sentir los labios recorrer su espalada y coxis, el niño hacía puños, al sentir lo húmedo de su espalda a causa de los lamidos y de los constantes besos, luego las manos de Contardo deslizaban la trusa de fina tela manchada de mugre llegando a los tobillos, le dijo que continúe viendo al frente, al niño de once años le vino como erizada la piel al sentir que sus glúteos eran lamidos ymordidos siuavente emitiendo gemidos prolongados, sus glúteos estaban abiertos y la lengua lamiendo la entrada del ano infantil, no sintió que su cuerpo era lamido y continuaba viendo la ciudad iluminada desde ese mirador en el que por vez primera se encontraba en pie, las manos de Contardo lo hicieron voltear, así se quedó el “niño” viendo desnudo a Contardo en cuclillas tomando el penecito de once años que de por sí ya estaba erecto, todo el penecito y testículos lo trataba de meter en la boca de Contardo que le hizo moverse adelante y atrás, el niño sentía rico, delicioso, gemía, ya muchas veces antes se lo había hecho así, le gustaba, su penecito estaba erecto a plenitud, ahora Contardo se ponía en posición perrito delante del “niño” estaba abriéndose los glúteos mostrándole el trasero abierto con el ano desvirgado a plenitud, su iniciador, el dueño de la abacería cuando era guardaespaldas de su padre Squeo hace muchos años siendo Contardo muy niño, el pene ensalivado del niño se introducía a medio desliz del prepucio en el glande infantil, se sentía la tibieza del ano, poco a poco el niño lo metía y sacaba, sus manitos apoyadas sobre las caderas de Contardo hacían mejor el movimiento, Contardo le decía que no pare, que siga, más, más y más, lo hacía gemir, se apartaron pues el “niño” quería micción, alzó sus pies para sacarse la trusa que aún estaba en los tobillos, fue hacia un montículo natural del lugar, Contardo prendió la luz de los faros, se notaba el trasero del “niño”, con intermitencia la luz mostraba el traserito del niño que al volverse la luz quedó fija prendida sobre el cuerpo del niño mostrándose el penecito que se lo estiraba con sonrisa amplia, seguramente el motivo era por los juguetes que recibirá en pocos minutos, las luces se apagaron, Contardo marcó al niño en forma jocosa llevándolo a los asientos traseros del auto, allí lo recostó de cara al cuero de los asientos, la carita del “niño” de once años descansó sobre ellos, Contardo tenía una mano sobre la espalda del niño en señal que no se moviese, lamía y besaba el cuello del niño, besaba repetidamente el pelo del niño diciéndole que le gustaba, la lengua y labios de Contardo recorrían la espina dorsal del niño hasta llegar al coxis, algo quiso levantarse el niño, era seguramente su punto erótico y de ello ya lo había previsto y estudiado Contardo en ese cuerpo infantil, echó crema fijadora de pelo en la entrada del ano lubricándolo metiendo el dedo índice muy bien, se puso gran cantidad en el glande adulto, éste entraba poco a poco ante los gemidos con amplia boca abierta infantil, pujaba ante la penetración, Contardo le decía si le gustaba eso, el niño pensaba en la respuesta, había silencio, Contardo al no tener respuesta del niño, le dijo que debía decir sí, o no tendría juguetes, a lo que el niño respondía sí en cada entrada del pene de Contardo en su anito, pujando al mismo tiempo mordiendo los labios y frunciendo la cara, el mete y saca era lento, así le gustaba disfrutar a Contardo diciéndole al niño que ese traserito era suyo, le dijo al niño que le responderá que si, Contardo le preguntaba al niño a quien pertenecía ese traserito infantil, a lo que el niño respondía a ti Contardo, así, el movimiento de caderas del adulto se hacía más rápido, tanto cuando le preguntaba si le gustaba que lo tuviese así siempre, así, así, así, a lo que el niño asentía saliéndole afirmaciones de sus labios, el semen quedó dentro del ano del niño al sacar el pene salía el semen recorriendo en parte por los muslos del niño, las manos de Contardo limpiaban el trasero del niño que estaba pensativo, su pelo despeinado producto de manoseos y caricias de Contardo, al sentarse le tomó la cara y le dio varios besos con lengua a los que el niño correspondía, le dijo que era de su pertenecía, todo él, todo su cuerpo infantil le pertenecía, desde hace mucho Contardo tenía una inusitada atracción carnal para con el niño, le gustaba y ahora le hacía saber que le pertenecía, a los pocos minutos llegaron a la mansión, el niño quedó sentado en el auto mientras que Contardo salía del auto, le hizo señas para que lo acompañase al lugar donde estaban los juguetes, abrió la gran puerta, caminaron presurosos subiendo las escaleras, Contardo abrió una repisa, los ojos del niño se maravillaron viendo aquellos juguetes, eran de hojalata, algunos importados que pocos niños tendrían y quienes poseyesen presumirían de su pertenencia, eso le gustaba al niño, presumir con sus juguetes ante los amiguitos del barrio, le gustaba ser el centro de atención, le gustaba ganar liderazgo, sin más, Contardo lo recostó en la cama encorvando en cuerpo al extremo de su cama deslizándole la trusa mostrándose el penecito flácido que era erecto luego de las constante chupadas y lamidas de Contardo, le preguntaba al niño si le gustaba y él respondía afirmativamente desde la postura que estaba, luego lo sentó, el niño tenía la trusa en los tobillos sobre las puestas sandalias humildes, le preguntó quién había sido aquel que lo inició en eso, el niño se puso cabizbajo, no quería responder, emitió una forzada mueca risible manteniendo su mirada cabizbaja viendo el penecito que se ponía flácido, Contardo abrió su gaveta sacando un billete de mediana nominación, lo mostró diciendo que era suyo si le decía quien fue su iniciador, el niño alzaba y bajaba su cara viendo el billete, Contardo notó como que se animaba el niño a decirle su secreto, le dijo en la oreja que tendría más juguetes y el billete de alta nominación, el niño se limitó a mirarlo y a sonreír levemente, lo recostó lamiéndole y chupándole el penecito, lo puso el pene erecto de nuevo, mientras le hacía eso le iba preguntando, si había sido algún familiar, el niño respondía moviendo negativamente su cabeza sobre las almohadas, si tal vez fue algún amigo del barrio, respondió negativamente, algún niño de la escuela o profesor, seguía negado, tal vez Ramón, con firmeza negaba rotundamente con el movimiento de cabeza sin decir palabra, sólo respondía así con gestos, le preguntaba tal vez algún amigo de su madre, el niño se quedó quietecito, Contardo sonrió al notar que iba por la fija, para ese momento el pene de Contardo se deslizaba sobre el penecito del niño, los dos miraban esos penes que se movían, en ese instante de labios de Contardo salió el nombre de Jasmani, el dueño de la abacería, ese hombre que también a él lo desvirgó, el niño quedó quieto, cerró los ojos y movió rápidamente los parpados, con mirada a los lados no queriendo ver el rostro de Contardo se dibujó algo de tristeza en la cara del niño, Contardo dejó quieto su pene sobre el del niño, unieron las frentes, le dio un beso en cada mejilla y varios en la frente, lamentablemente la codicia hizo que el niño revelase el secreto de quien lo desvirgó, Contardo prometió bajo juramento que no se lo diría a su mamá ni a las personas que lo conocían, lo vistió, pusieron los juguetes en un cartón, bajaron las escaleras avista de los empleados del aseo de la mansión, había llegado su padre Squeo, estaba en la biblioteca como siempre encerrado con sus leales como le llamaba a su matones, le dijo al niño que colocase el cartón en la cajuela dándole las llaves del auto, hizo una llamada, duró un par de minutos, la cara de Contardo se iluminaba con lo planeado, fue al auto, minutos después dejaba al niño en el cuarto de arriendo, la madre del niño despidió con agitar de manos, el niño alegre mostraba cada juguete salido del cartón, quiso que su hermana participe de aquello pero desde hace días tenía un comportamiento extraño, antes eso gustaba de participar con entusiasmo pero ahora un gélido ensimismamiento caracterizaba a su personalidad, a pocas cuadras de allí el auto de Contardo se detenía, desde las sombras de un árbol junto a la acera salió un hombre en la noche estrellada, no habían transeúntes, el auto dio marcha muy lenta ya en la periferia de la ciudad, llegaron al mismo lugar donde antes Contardo estuvo con el niño, sentados dentro del auto conversaron al golpe de fumar cigarrillos que el dueño de la abacería tenía en su bolsillo, Jasmani, escuchaba a Contardo, recordaron aquella primera vez en que lo inició a Contardo, también de aquella vez que lo desvirgó, se lo dijo con lujo de detalles, Jasmani se asombraba ante tal precisión y detalles de los hechos, le confesó a Contardo que él también lo tenía presente y que era el niño más hermoso al que desvirgó con amor, Contardo hizo una mueca, salieron del auto abrazados viendo la ciudad iluminada, unieron las mejillas, Contardo le dijo que jamás lo olvidaría, a voz baja susurrándole en el oído le dijo que era el hombre de su vida y siempre lo será, la mano de Contardo se alzó, de inmediato se ilumina el lugar con luz salida de los faros del auto de Contardo, Jasmani no podía ver pero instintivamente por lo aprendido de su profesión de guardaespaldas agarró por detrás a Contardo que no se esperó esa acción felina de Jasmani, una voz detrás de la intensa luz le pedía que suelte a Contardo, para ese momento el cuchillo de Jasmani rozaba la piel del cuello de Contardo, exigió que apague la luz y que se fuese alejando del auto a donde pudiera verlo, Contardo desesperado le dijo al matón que hiciese lo que le pedía, así fue, el matón apuntaba a los hombres pegados, los movimientos bruscos de Jasmani abrazado a Contardo ponían en alerta al matón le preocupaba la situación del hijo de su jefe, no quería herirlo, pero sabía atento a un descuido leve que lo tendría en mira, dio unos pasos acercándose a donde ellos estaban, de súbito la daga es lanzada al mismo tiempo que una detonación se origina en el arma del matón que la hizo al sentir el acero alojándose en el cuello cayendo desangrado boqueando y emitiendo sus últimos respiros, al instante se escucha aproximarse el motor de un automotor, Contardo recibe un golpe en el estómago, Jasmani decide descender por la saliente de la montaña, presuroso con dolor busca el revólver y se acerca al filo de la saliente disparando en repetidas ocasiones, una luz de auto lo ilumina del automotor se baja otro matón quien dispara en repetidas ocasiones sin acierto, la presa ha escapado, vieron al hombre con los ojos abiertos con cara de asombro macabro, su compañero juró vengarse, Contardo se subió al auto conduciendo insistentemente por los alrededores revolver en mano, desistió ante el desgaste de gasolina, en esa madrugada se dio a lugar de un dantesco incendio en la abacería del lugar, presurosos los vecinos lograban algo rescatar de prendas y víveres, agregado a eso el saqueo, se creyó que el cuerpo incinerado por completo se trataba de Jasmani el apreciado dueño de la abacería para lamento de quienes lo conocían, la niña era la más turbada por la pérdida de aquel hombre que hace muchos años fue quien la inició en el sexo, su primer hombre, a su lado su hermanito pensaba lo mismo, Jasmani lo sodomizó siendo muy pequeño, al recordar aquello mordió sus labios haciendo puños las manos saliéndole lágrimas descontroladas mirando la humareda de lo que antes era un próspero negocio, con el incendio se quemaban objetos simbólicos para los niños que con Jasmani desde hace tiempo atrás experimentaron el inicio de su metamorfosis sexual, ahora sólo quedaba recordarlo por las marcas dejadas en sus vidas.
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Noelia pensativa estaba sentada en aquel lugar que formaba parte de sus acostumbradas meditaciones, la fresca mañana sabatino del mes de junio de 1956 la estimulaba en cavilaciones, recordaba a su hijo perdido, lloraba amargamente, ya tendría veinte años seis meses cumplidos para esa fecha, solo recordaba su sonrisa, nunca más supo de aquel hombre que se lo arrebató, las manos blancas de la mujer de cuarenta y seis años pasaban por la cristalina agua de aquel arroyo que pasaba por la propiedad heredada de su difunto esposo Gustavo Pozzo, padre de sus hijas Leonor y Josefina, lamentaba haberle mentido sobre la paternidad falsa sobre Gustavo Adolfo quien es hijo verdadero de su actual esposo Carlos Felipe del Olmo, había llegado hace poco al conocer la noticia de la enfermedad de su padre Rodolfo Buonanote, ya pronto estaría su hijo Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote a petición verbal exigida del anciano por ver a su nieto favorito, Noelia seguía en sus pensamientos que no dio cuenta de alguien cercano a distancia prudente, a sus espaldas, seguía llorando desconsoladamente, esa persona a la que no veía era una de las pocas que conocía ese lugar, aquel personaje al dar unos pasos hizo crujir algunas ramas y palos secos de la orilla, Noelia instintivamente volteó e instintivamente se puso en pie, abrió los brazos extendidos ante la anciana de color, nana Dulce respondió de la misma forma, había viajado desde la capital gracias al aventón del militar, ambas mujeres se abrazaron con real sentimiento, la nana preguntó el motivo de esas lágrimas, Noelia le contó su pesar de no saber de la existencia de su hijo desaparecido, angustiaba no saber su nombre, solo recordaba su sonrisa, su piel blanca heredado de sus ancestros caucásicos, nana Dulce que estuvo junto a ella al momento de la desgracia cuando fue arrebatado su hijo se limitaba a mirar al piso cabizbaja, solo le pudo decir a la angustiada mujer que seguramente muy pronto sabrá del paradero de su hijo desaparecido, sacó de su mandil un objeto tratando de cambiar la charla, era como especie de cofrecito del sacó una fotografía, Noelia la vio y en algo cambió su semblante limpiándose las lágrimas, algo sonrió al ver la foto, habían tres personas sonrientes, un hombre mayor en el centro que tenía puesto en su cuello la insignia de un águila bicéfala, parecía imperial campea de otrora monarquía europea que tenía una gorra de limpieza, junto a él una mujer joven a su derecha y un joven a la izquierda, se trataba de Sara Guillermina y Pedro Artemio con su amigo empleado de la limpieza, Noelia vio con fijación a los jóvenes, Pedro estaba barbado, aun así se notaba esos penetrantes ojos, Noelia leyó al reverso de la fotografía cuya leyenda decía: para la señora Noelia, nuestra querida madrina, Sara y Pedro, noviembre de 1955, había llegado al correo capitalino hace pocas semanas, nana Dulce pidió que la conserve, en realidad la fotografía fue enviada por Sara sin que su esposo Pedro Artemio lo supiese, Noelia con depresión aseveraba que tal así como Pedro Artemio sería su hijo desaparecido por estas fechas, nana Dulce se limitó a verla y llorar apretando los labios, como que su conciencia del corazón le animaba a hablar pero su promesa cerebral se lo impedía, se limitaba a ver al cielo y rogar que el tiempo pase y que mitigue la angustia de Noelia, tarea imposible, pero esperanza al fin, nana Dulce le dijo a Noelia que su presencia aquí se debía a que Rodolfo Buonanote, estaba de visita en la estancia, fue en su búsqueda y ahora le pedía ir en el encuentro con el visitante, también estaba Gustavo Adolfo, Noelia se limpió la cara tomando agua del arroyo mojándose la cara, con camino lento y fotografía en mano llegó al encuentro con su padre, era de buen gusto que la visitase, desde hacía muchos años que no lo hacía, se encontró con la solemnidad característica de su padre, aquel protocolo venido de la infancia humilde de Rodolfo y que al crecer fue arraigándose en él como una marca personal, Noelia dio atenciones a su padre e hijo, dijo el anciano que el motivo de su vista era para recorrer la estancia que desde hace muchos años no visitaba, reiterando, su deseo de dar un paseo con su nieto militar, así lo hicieron por la amplia estancia, en aquel lugar nació su nieto Gustavo Adolfo, era el momento de hablar, pues su orgullo de abuelo lo requería, para todos es sabido que es su nieto favorito, viéndole vestido de militar de alto rango se incrementaba el orgullo del anciano, sus manos de piel arrugada por el tiempo tomaron la cabeza del militar moviéndola tensamente, Gustavito respondía sonriente, así lo llamaba a su nieto desde niño, su Gustavito, tenía parecido a su madre Noelia, lamentaba el abuelo que su nieto no fuese hijo biológico de su difunto yerno Gustavo Pozzo, a fin de cuentas por las venas del joven militar corría sangre europea de línea materna y paterna, Rodolfo Buonanote confirmó verbalmente la paternidad de Carlos Felipe del Olmo en su nieto, descendiente de nobles hidalgos ibéricos que gobernaron el país de la canela en tiempos de la colonia, por ese el motivo de llevar el uniforme, y… el anciano hizo una breve pausa cabizbajo, con las manos temblorosas emocionadas sacó de su bolsillo una especie de medalla militar mostrándosela recostada con las manos abiertas y lentamente entregada a su nieto, el anciano le dijo que era merecedor de aquel objeto que por muchas generaciones de su línea paterna lo habían tenido, era indicativo de nobleza, asombrado Gustavito le preguntó a su abuelo el cómo de pertenecer a la nobleza, de qué nobleza hablaba, el anciano con acción de manos al viento apaciguaba esa impetuosidad propia del joven militar, lo miró fijamente a la cara diciendo contundentemente que esa águila bicéfala en sus manos perteneció alguna vez al uniforme militar de su padre, con ella se identificaba su familia, le recordaba a su nieto la visita a su país de origen que tuvo la amabilidad de llevarlo, recordó aquellos lugares visitados, su lugar de nacimiento, Gustavito silencioso escuchaba, sacó de su bolsillo un papel envejecido por los años, tendría cerca de ochenta años cuando fue sacado de aquel arca pequeña junto con otros objetos en los que estaba incluida el águila imperial campea, habían dos al principio, Gustavito leyó la carta con filigranas reales, esa declaración era para Rodolfo Buonanote su acta de nacimiento escrita a puño y letra por su padre, Vladimir Romanov, hermano del zar Alejandro III, Gustavito asombrado vio el rostro pasivo de su abuelo como quien ya ha cumplido su misión de informar, si, por las venas de su abuelo corría sangre Romanov, aunque fuese concebido de su majestad real con una doncella campesina, aun siendo Rodolfo hijo ilegitimo era reconocido por su verdadero padre que perteneció a aquella dinastía que dominaron la Rusia por más de trescientos años y defenestrados con la muerte del último zar, su primo Nicolás II, el militar releía el papel no saliendo del asombro, se levantó agitando el papel, significaba mucho para la familia saber aquello, la emoción del militar fue contenida por el anciano, pidió que se guardase aquel secreto transferido, Rodolfo no quería ser tema mediático por sus orígenes familiares, quería seguir viviendo como hasta ahora lo hacía, si le contó esto a su nieto era porque esa fuerte enfermedad anunciaba que debería hacerlo y no llevarse el secreto a la tumba, el militar lentamente se sentó asintiendo, obedeciendo la voluntad de su abuelo, juró que guardaría su secreto y lo comentase ya después de muerto su abuelo así como en que la ocasión lo ameritase, ese documento fue devuelto a su abuelo diciéndole el lugar donde estaba oculto junto a otros objetos de gran valor, como joyas de la corona, Gustavito le dijo a su abuelo si tenía tantas joyas de oro y diamantes por qué permitió que se le llevasen parte de las tierras y por qué pasó tantas necesidades de deudas, el militar no comprendía cómo su abuelo Rodolfo Buonanote se moría de sed teniendo a su la do la fuente, el anciano respondió que lo hizo por identidad y nostalgia sumado al pedido de su esposa la difunta Micaela, era el recuerdo de su familia, habían joyas que pertenecieron desde hace más de veinte generaciones y quedaban las de mucha significación especial, entre ellas el camafeo de su abuela Elsa Peñalba, si, la madre del padre de Gustavito, Carlos Felipe del Olmo, lo sacó del bolsillo mostrándoselo al militar, allí estaba la foto de su abuela que por vez primera la miraba en esa fotografía, Rodolfo le dijo a su nieto favorito que sus abuelos paternos descendían de nobles hidalgos ibéricos, debería sentirse orgulloso por su descendencia neta europea, Gustavito aprovechó para preguntarle por la rivalidad con su padre, Carlos Felipe del Olmo, el anciano respondió que todo fue una equivocación creer que él había matado al padre de Carlos Felipe, no fue así, pero Carlos pensaba en eso, el militar lamentaba ese roce emocional, pese a que Carlos logró que Rodolfo no perdiese más tierras, el militar continuó caminando junto a su abuelo, agradeció por la confianza hecha y prometió guardar el secreto, vieron el símbolo imperial, el militar lo besó metiéndolo al bolsillo, abuelo y nieto siguieron su camino abrazados, al llegar a la sala los esperaba la mesa puesta para el almuerzo, comieron y charlaron animadamente, luego del descanso típico después de almorzar el anciano se despidió de su hija, el militar al tomar su gorra vio una foto puesta enfrente sobre una mesita, sonrió, se trataba de Sara y Pedro Artemio barbado, vio a ese personaje que no conocía junto a los jóvenes esposos, vio ese misma águila imperial campea en el pecho del desconocido, Gustavito simplemente sonrió ante la coincidencia.
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Presurosos se los veía a los empleados de la casa moverse por todos lados de la mansión, tenían las caras desencajadas de la angustia y desesperación de hacer bien las cosas, se ponían tensos ante la vivificante prepotencia de del prestante hombre de negocios secundado por el rictus conservador de su madre, Fulgencio golpeaba repetidamente la mesa delante de su madre Matilde quien ya arribaba a los noventa años pero tenía un temple y semblante envidiable, muchas amistades se preguntaban el porqué de aquella aún forma talante de llevar la vida en forma longeva de aquella dama influyente de sociedad, Fulgencio no podía creer por lo que fue informado, tomaba aquella hoja de papel haciéndola añicos con sus manos, no era suficiente aquella información, se resistía a comprender la realidad de aquel hecho que se uniría a uno más de los secretos familiares, de los que ya tenía en su vida, alzaba las manos airoso pidiendo explicación a su madre agitando el raído papel, Matilde con la serenidad característica pidió a su hijo que terminase con el show de exaltarse, le dijo que era de mal gusto ya a sus setenta y siete años cumplidos actuar de ese deplorable modo como si fuese un energúmeno, el hijo se calmó pro bufaba, pedía explicación, la madre alzaba los hombros sin poder dársela, el dueño de casa llamó a un empleado que temeroso hizo venia para servirle, pidió que llamase a Squeo, que viniese lo más pronto posible, giró sobre los tacs de los zapatos reiterando la venia, agitó una campana entrando la madre de la niña y esposa del chófer Ramón, pidió fruta y un vaso de coñac, la sumisa mujer l hizo en el acto saliendo de la biblioteca cerrando con pasividad ambas grandes hojas de las puertas, no vio a Fulgencio que bebía el coñac alternado sorbos con frutas, Matilde se limitaba a observarlo haciendo muecas de inconformidad, se calmó un poco haciendo un silencio limitándose a ver el movimiento del reloj cucú muy antiguo que databa a principios del siglo XIX, era una joya relicario, no tardó mucho en llegar Squeo frente a su jefe, le vino la exaltación al anciano, le reclamó por qué no se ha cumplido con sus instrucciones, una mueca de interrogante salió de la expresión facial de Squeo, el anciano le recordó la tarea pendiente con el sujeto ese, le recordó que nadie se burla de sus mandatos, deben cumplirse a cabalidad, de aquello también lo sustentó la matrona Matilde, saliendo pausadamente y con garbo de aquella biblioteca, respiró hondo al estar en el jardín viendo a su bisnieto Daniel Nicolás Arichabala Pérez, aquel niño nieto del senador al que ya pocos meses quedaba de regir al Congreso de la nación, pero que mantenía un liderazgo en el gobierno mandante, Matilde vio al niño vestido de marinerito de terno blanco con filigranas azul marino y una gorrita que asemejaba a un principito, jugaba con sus primas Victoria y Cayetana, el niño estaba de visita con sus padres por aquellos días, se sentó a contemplarlo desde una silla bajo amplia sombrilla en ese amplio jardín, le hizo gestos al niño para que se acerque, el niño obediente se sentó en el regazo de su bisabuela colmándolo de mimos en presencia de sus bisnietas, le arreglaba la camisa que estaba un poco salida de su pantaloncito, el niño usaba zapatos de brillosa suela típico de los niños pudientes de la época de mediados del siglo XX, pidió a las niñas que la dejasen sola con su primito, Victoria obediente tomó de la mano a su hermanita menor llevándola a jugar debajo un frondoso árbol de los tantos existentes en ese amplio jardín testigo de fiestas familiares, la anciana vio con mucha paciencia y detenimiento las facciones del precioso niño, le llamaba la atención de aquella sonrisa en especial, de aquellas cejas, si, de aquella sonrisa y aquellas gesticulaciones faciales que el niño hacía con sus cejas, la anciana lo comprobó, dándole así el voto de la duda a lo que había escuchado momentos antes de labios de su hijo, comprendía ahora aquella angustia, pero debía mantener prudencia, aquel niño significaba mucho en sus propósitos y ya a su edad avanzada eran pocos los años por vivir, quería hacerlo cumpliendo los anhelos ancestrales, reverdecer la añoranza de aquella otrora familia pudiente de la colonia, pese a tener un claro posicionamiento en la ciudad capitalina no era suficiente, madre e hijo longevos deseaban más y más poder, más y más terrenos, pese a todo lo que se pudiera haber analizado o lo que se hubiese proferido, lo quería mucho a ese precioso niño y con énfasis viendo a la cara del niño del niño con voz firme le dijo que era su bisnieto, el décimo primer varón de la dinastía generacional de los Arichabala en el país de la canela, le dio un beso en la frente y el niño se recostó en el regazo de la anciana que le cantaba el ro, olía el pelito fragante del nene, a lo lejos vio entrar presurosa a una mujer, la matrona hizo muecas, fue tanta la prisa que llevaba que no se dio por enterada de la presencia distante de la anciana, tiempo después Fulgencio con mirada pensativa se subía al auto, Squeo manejaba, la mujer de copiloto, se enrumbaron por esas calles llegando a aquel parque desde dentro del auto vieron a unos niños jugando con el balón, la mirada de Fulgencio en las fotografías hacían contraste mirando la realidad, si, era ese pequeño, la foto más interesante y vistosa era la de aquel abrazo, el anciano sonrió, dijo que el día se había mejorado expresión que hizo viéndolo a Squeo sintiéndose aludido y por tanto estaba cabizbajo frente al volante, el anciano con alegría miraba jugar al niño, no había dudas, confirmaba lo que la mujer le dijo sobre el garbo al caminar del pequeño, el anciano se complació viéndole el aire de rectitud en la mirada, de su liderazgo innato pese a su corta edad, tuvo un impulso de salir del auto pero los acompañantes lo detuvieron, Fulgencio vio el rostro del pequeño, contrastaba con el de su nieto Daniel Nicolás y de sus nietas, preguntó por aquellas mujeres que se acercaban al niño, la mujer de gris le dijo que eran abuela y madre respectivamente, Fulgencio sonrió, no era de buen gusto para Fulgencio preguntarle por el padre del niño, las mujeres pusieron en medio al niño llevando su pelota bajo el brazo; así, con el pasar de las semanas, a cierta hora de la tarde Fulgencio se daba modo de manejar solo su auto deteniéndose a ver al pequeño, otras veces estacionaba el auto a cierta cuadra de la puerta principal de aquella humilde escuela donde estudiaba el pequeño el primer año, generalmente lo recogía su abuelita, en otras ocasionas pasaba caminando por los alrededores de la casa donde vivía el niño con su madre y abuelita, luego de cierto tiempo a la madre del niño le llegó a las puertas de su casa una propuesta de trabajo bien remunerado, lo pensó un poco y a los pocos días lo aceptó, era su oportunidad de progresar más con un salario digno para el esfuerzo que tendría que hacer, se presentó muy bien arreglada a su cita de trabajo para la entrevista con el Jefe de Personal, pero al abrir la puerta del amplio estudio fue mayor su sorpresa teniendo en su delante al dueño de la compañía, Fulgencio cordialmente trató a Emérita, aduciendo que estaba allí por referencias de gente conocida que valoraba su trabajo eficiente, la mujer agradeció la deferencia, se le dio el instructivo laboral, trabajaría en la oficina adjunta a Secretaría, para Emérita tener ese trabajo era muy halagador más viniendo de manos del dueño del negocio, con el tiempo se comprobaría lo eficiente de su trabajo, astutamente Fulgencio se acercaba a la familia de Emérita, al pasar de los días fue sorpresa para ella recibir en su casa a Fulgencio Arichabala, fue atendido acorde a la humildad del hogar, las mujeres recelosas pedían disculpas por lo sencillo de la atención brindada a un hombre pudiente, Fulgencio dijo que no se vieran en comprometedor reparo, se sentaron en la salita, de la habitación del dormitorio salió un precioso niño con un pijama recién comprado y pantuflas, recién se había bañado, Fulgencio contuvo la emoción de estar frente al niño, medía cada gesto y cada palabra articulada para no delatarse y llevar aquella visita con normalidad pese a que estaba cumpliéndose sus deseos de poder conversar con el niño, le preguntó su nombre luego de sentir aquella mano infantil estrechándola en saludo, le dijo Carlos Hernán, el prestante hombre sonrió forzosamente, ahora lo tenía más de cerca al niño y podía verle las facciones, ese pelo, la forma de las orejas, la forma de caminar, la sonrisa, aquellas cejas, el anciano sonreía no por los comentarios de las mujeres sino de ver a ese niño muy parecido a él, si, la mujer de gris hizo un buen trabajo, no cabe duda que el niño representaba a esa genética ancestral de su familia, ese niño era una bendición y tal vez una redención para el anciano, por ahora ese era su secreto, visitaría más periódicamente al niño, guardando prudencia y cierto recato, no cabe duda, Fulgencio sentía latente una extensión de su ser en la existencia del pequeño Carlos Hernán, comprobó que ese niño era su bisnieto, hijo de Serafín del Olmo, su nieto, a la vez, Serafín hijo de Eudomilia, su difunta hija a causa de parir a Serafín allá en esa lluviosa y oscura noche del nueve de septiembre de 1929, desde aquel tiempo en el que seguía hilando el destino las historias de vidas.
FIN DEL CENTÉSIMO SEXAGÉSIMO QUINTO EPISODIO
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