METAMORFOSIS 17
Cambio de vida y pensamiento.
Luis se levantó con el calor que el soleado día deparaba, era domingo, a pocas horas de irse en compañía de su abuelo horas después cuando la tarde caía, pero antes, desayuno en la sala, se sirvió solo, ya no había empleada quien lo hiciera, masticando el alimento recordaba lo sucedido ayer con ambos chicos, fue su intención cabalgar pero Guillermo lo retuvo haciéndole tareas de recolección de madera, actividad que no le gustaba y refunfuñaba, consiguió que su abuelo convenza a Guillermo que lo deje galopar por el resto del tiempo que estaría en la estancia, sin importarle en absoluto Guillermo aceptó, a mucha prisa Luis trepó en su caballo y a fino galope se perdió entre la maleza saliendo al camino de herradura que daba al río y a la hondonada, iba adentrarse cuando se cruzó con Mauricio de seis años y Wilson que ya tenía dieciséis años pero con mentalidad de niño para su cuerpo fornido, iban en compañía de otros niños a pescar con redes, le invitaron a Luis pero no aceptó mejor decidió seguir cabalgando, esperó a paso lento de caballo a que los muchachos se adentraran en el camino para entrar por los linderos de la propiedad vecina, rodeo con cautela el lugar en donde ayer estuvo, el tiempo pasaba, miraba la puesta de sol, el mediodía se acercaba cuando ya para irse de pronto vio el crujir de hojas unos piecitos hacían el ruido, Luis se alejó discretamente un poco escondiendo su caballo a gran distancia regresando a pie al lugar, ahí pudo ver al pequeño niñito de ayer, ahora estaba de pantalón corto con manga corta usando tirantes, zapatos de suela con medias a las rodillas algo se podía ver de su piel en las piernas, tenía los bracitos delgados igual que los dedos de las manos parecía un afeminado por la forma de doblar la muñeca y el movimiento de caderas al caminar, el pequeño se acercó a un árbol desde donde Luis a distancia podía mirarlo claramente en el momento en que el pequeño deslizaba la cremallera mostrándose el fondo de la tela fina del calzoncillo sobresaliendo un pene blanco rosado por el que salía orina Luis agarrado a un tronco fino de árbol miraba con detenimiento el movimiento que hacían los dedos del pequeño a su pene tratando de correrse el prepucio para que la orina saliera más libremente por la puntita vista del glande, Luis notó que ese pene era virgen, de inmediato escuchó unos pasos más fuertes, eran los de aquel muchacho que ayer lo impresionó, ahora vestía de un pantalón de tela manchada amarrado de un cabo con una camisa corta zurcida a un costado llevando puestas unas sandalias polvosas, el pequeño dio un pequeño giro a su cabeza viendo acercarse a su amigo que ya venía riéndose con las manos metidas dentro de su pantalón raído de fina tela manoseándose el pene, sacó las manos abrazando al niño por detrás agitando las caderas con movimientos sexuales, ahí parados abrazados dieron unos pasos hacia atrás, dejaron caer sus ropas quedándose desnudos a medio cuerpo, ambos se tomaban los penes mirándoselos agitar frente a frente, el muchacho mayor lo sentó al pequeño sobre las hojas y monte le hizo levantar los brazos para sacarle la camisa que la puso junto a los tirantes y demás ropa, lo abrió de piernas, lo acostó despacio boca arriba quedando el cuerpo desnudo del niñito acostado en el suelo viendo al cielo sobre la sombra del frondoso árbol, el niño frotaba su pene con los dedos con risa picara como ya sabiendo lo que se venía, le gusta eso de que lo desnudaran, Luis no perdía detalle de lo que el muchacho grande hacía con su pene agitándolo poniéndose de un gran tamaño que a Luis le llamaba la atención, de todos los penes que había visto éste era muy grande, ya bien tieso el pene el muchacho lo puso a frotar con el penecito del niño, los testículos lampiños del pequeño se confundían con los pelos del pene del muchacho grande, éste se puso de rodillas miró por un ratito el pene del niñito, lo agitó con los dedos, pasó la nariz del muchacho grande por el pene infantil oliéndolo con un placer sobrenatural ya que sus movimientos eran rudos apasionados, el pequeño se dejaba con prudencia observando sonriente como la lengua del muchacho le hacía cosquillas a sus testículos, le tomó el penecito masturbándoselo haciéndole ladear las caderas al pequeño, Luis vio que la cara del chico grande era diferente de expresión pasiva que la de ayer, hoy se lo veía con un carácter más decidido, parecía algo más excitado, Luis pensó que era más mayor que su amigo Wilson que ya tenía dieciséis años, este muchacho grande siguió acariciando con pausa los testículos del pequeño, las yemas de los dedos hacían una delicia el pase por la piel, el pene del muchacho estaba sucio porque había rozado por el piso, el glande tenía liquido pre seminal pegado con polvo de arena y hojas secas, lo limpió agitándolo pasándose un dedo por el glande, le hizo poner al pequeño en posición perrito su pelito negro sedoso brillante de niño cuidado estaba con hojas secas que se las quitaba delicadamente con los dedos, sus movimientos eran afeminados a pesar de su corta edad, de eso se había dado cuenta aquel chico grande aprovechando de la confianza de juegos lo tenía de esa forma sometido a sus deseos sexuales considerando que al pequeñito también le gustaba, le gustó ver a Luis cómo el muchacho le escupía saliva por entre las nalgas y luego le metía el dedo haciéndolo gemir y gritar al pequeño, cuando hacía grandes ruidos se detenía, luego de la pausa continuaba por otro ratito hasta que lo volvía hacer gritar al niñito que hacía quites con intención de levantarse, el muchacho lo tomaba de la cintura aquietándole un poco volviéndolo a acostar acostándose a su lado ambos boca arriba mirando el árbol, el pequeño deslizaba su mano sacando con el dedo la saliva de sus nalgas, después el muchacho se acostó boca abajo y el pequeño se acostó sobre el cuerpo del muchacho, movía la cadera infantil arriba abajo y costados, el pene lampiño rozaba torpemente entre las nalgas del muchacho, lo hizo hasta el cansancio para luego irse a orinar al árbol, el muchacho lo llamó para que viniera a acostarse a su lado, mutuamente se frotaban los penes volviéndoles la risa, de ese momento se aprovechó el muchacho grande para tomarlo de perfil al chiquillo abrazándole rodeándole las piernas por las caderas hasta unirlas entre sí moviéndose con el frote de los penes, dieron unas cuantos roles por el suelo hasta separarse, hicieron unas luchitas desnudos, el muchacho se acostó encima del cuerpo del pequeño uniendo sus frentes, Luis lo notaba muy excitado al muchacho tanto así que daba de besos en las mejillas del pequeño hasta que unieron sus labios por segundos, en varias repetidas ocasiones, el pequeñito se dejaba, le gustaba que lo besaran, Luis estaba viendo algo diferente cuando el chico lamió el pene lampiño hasta ponerlo durito, puso de nuevo en posición perrito al pequeño sin dejarle de frotar el pene con las yemas de los dedos para luego escupirle saliva entre las nalgas, el niño le hizo un quite con recelo pero el muchacho esta vez algo le dijo que lo calmó, se tomó el pene y comenzó a quererle penetrar de a poquito en poquito, Luis veía desde lejos la expresión de incomodidad del niñito, Luis pensaba que ese niñito estaba sintiendo lo mismo que él cuando su tío René le hizo cuando tenía ocho años, los gritos de aquel niño eran más intensos, el muchacho embestía más rápido pujando fuerza hasta que lo hizo gritar más fuerte, se levantó dejando al niño tumbado en el piso boca abajo llorando inconsolablemente, el muchacho se sentó sobre una roca abriendo sus piernas sorprendido de que su glande estuviera ensangrentado, de lejos Luis que presenciaba todo recordó lo que su tío René le había desflorado, ese pene del muchacho había sodomizado al niñito, Luis había sido testigo del desflore anal del pequeño a manos de ese muchacho grande, el muchacho sobre la piedra se tomaba el pene limpiándolo con los dedos, fue hacia la ropa metiendo la mano en el bolsillo del pantalón corto del niño sacando un poco de papel quitándose la sangre del glande, el infante seguía postrado en el suelo sin moverse no paraba de llorar diciendo que le dolía mucho atrás su ano, el muchacho se acercó lentamente sentándose a su lado para quitarle el semen y la sangre de su ano, en cada toque el niño gritaba de dolor, ya estaba angustiado el muchacho que con paciencia poco a poco lo limpiaba rogándole que hiciera silencio y se dejara curar, como pudo con dificultad lo levantó para que tuviera calma, el niño dejó de llorar pero quedó pensativo constipando, pasaron un buen rato ahí sentados, Luis miró al cielo, el sol avanzaba en su marcha, decidió que era el momento de irse, muy pronto tomaría el tren a la ciudad, su abuelo seguramente ya lo estaba esperando, con sigilo montó a caballo y ya sintiéndose seguro de no ser escuchado el galope aceleró el paso en dirección a la estancia, esta escena que la presenció a sus once años Luis no la olvidará el resto de su vida.
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El trabajo en casa del Doctor Pérez no era tan halagador los últimos meses para Griselda pues siempre tenía roces con Andreina, cualquier acción que la niña de Griselda para Andreina era travesura, el doctor presente le decía que era una exageración, hubieron momentos de discrepancia entre ambos amantes por causa de la empleada, las reconciliaciones eran fogosas en los moteles, en una de aquellas el doctor le propuso matrimonio a su amante, ella sin dudarlo aceptó con la condición de que echara a la empleada de la casa, el doctor dubitativo al principio se negó pero más pudo su egoísta felicidad que aceptó la propuesta malsana de su amante, un mes después Griselda era echada de la casa, la que más padeció fue la hija del doctor pues se había encariñado mucho, Griselda padeció de mucha necesidad por un tiempo, casi estuvo al borde de la prostitución y a punto estuvo de regalar a su hijita Sara de cuatro años, el hambre se hacía mella y las almas caritativas de la vecindad le daban cualquier bocado, pronto empezó a lavar y planchar ropa ajena, su amigo Salomón que era chófer del doctor Pérez le informaba de lo que pasaba en la familia, que la señora Andreina se había casado con su patrón hace semanas, esa noticia le ocasionó dolor a Griselda. Efectivamente, Andreina sin desparpajo se casó contra la voluntad de sus padres ni siquiera su único hijo Luis estuvo de acuerdo cuando trató de convencerlo en la fiesta de cumpleaños número doce de su hijo, tiempo después de la boda se supo noticias de Guillermo que iría a vivir a la frontera noroccidental del país dejándole la mitad de su dote a su hijo, lo que restaba de su hacienda se la vendió en buen precio a Carlos Felipe del Olmo, quizá lo hizo como represalia a su suegro y a Gustavo que en los últimos meses no tenían buena relación, Guillermo partió sin saber siquiera que tuvo una hija de nombre Sara producto de aquellas sentidas noches de verdadero amor y pasión con la mulata Griselda, a Luis tampoco le dijo la verdad de su origen del que Guillermo no era su padre en eso tuvo piedad del chico, a Luis sólo le quedaba visitar las tierras de su abuelo, pero todo hacía suponer que la crisis económica con el banco por la que atravesaba el anciano lo haría también vender pero no al rival Del Olmo.
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La relación tormentosa de Noelia se hacía cada vez más insufrible con Gustavo que se dedicaba a la bebida, ella decidió regresar a la estancia pero él se lo prohibía, a ella le llegaron rumores que estaba loco con una nueva empleada del bar del pueblo, el dinero lo gastaba desaforadamente, la hacienda estaba a punto de quiebra, a Gustavo no le importaba el futuro de sus tres hijos, con el pesar de sus padres Noelia decidió buscar trabajo consiguiéndolo de pisapapeles en una oficina de encomiendas, allí por casualidad volvió a verse con Carlos Felipe, la sorpresa para ambos fue mayor, de esa forma Carlos iba con mayor frecuencia, parecía que la relación volvía pero una tarde incidentalmente se apareció Sandra la amante de Carlos llenándolo de mimos y caricias lo que indignó a Noelia que de esa forma conocía al amor de Carlos, días después trató de convencerla para salir y explicarle todo pero ella se rehusaba, Noelia sufría por el desamor, su estrella de felicidad se apagaba solo tenía refugio de paz con sus hijos, especialmente con Gustavito con quien más lo acariciaba, por ser diferente a sus hermanas en el carácter, era ya un niño de seis años, su físico no se parecía a su padre más bien algo a su madre, de eso argumentaba irónicamente Don Gustavo, ya que con él tenía poco apego el pequeño que más bien sí lo tenía con su madre, no era arrogante el niño, era dulce y sutil, precioso, de elegante garbo de noble estampa y fina sonrisa diferente a la de sus hermanas, ya iba a la escuela pública por esos meses y cuando podía temprano en la mañana lo llevaba su madre Noelia o su nana dulce en la mayoría de las ocasiones, tenía un perfil principesco de sangre liviana, en esa escuela el destino quiso que también estudie el pequeño Serafín, al pasar los días se miraban con recelo cuando jugaban, poco se recordaban pero había algo de química atrayente, ambos en una misma aula, ambos bajo un mismo estudio, ambos bajo un mismo destino.
FIN DEL DECIMO SÉPTIMO EPISODIO
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