METAMORFOSIS 170
No olvidar.
Grande era el lamento de Isaurina de ver colgado a su padre como monigote humano en esa viga, salió despavorida llorando inconsolablemente, al rato la policía se hacía presente en la macabra escena, las fotos y demás evidencias saltaban a la luz, Gustavito, toda su familia residente en la capital y los amigos presentes lamentaban el hecho, sobre todo Fulgencio Arichabala, se hicieron las exequias fúnebres y toda una capital estuvo al pendiente del paso del féretro pomposo, era un hombre público pese a su poca monta política, en aquel momento solo se recordaban sus bondades y valores humanos como tributo homenaje, aquella fría mañana del doceno día septembrino de 1956 a golpe de campanas se enterraban los restos de Jairo Arciniegas, irónico, había muerto la noche en que su joven yerno Gustavo Adolfo cumplía veintisiete años, de lejos un hombre vestido de blanco en su totalidad tenía puesto gafas negras, estaba a distante posición de la familia corta del difunto, por la vestimenta atrayente fue que Isaurina alcanzó a ver a su primo luego tratando de ir a protestar, pero se detuvo, habían más intereses que aquellos instintos de reclamo, ya habrá tiempo para ajustar cuentas, ahora a preocuparse del luto de su padre, de regreso a casa todo era soledad, el militar continuó con su trabajo llevándosela de viaje junto con su pequeño hijo, era lo mejor para ella pues ya registraba cerca de seis meses de gestación del segundo hijo que esperaba, seguramente el paso del tiempo en el exterior sería de mejor ayuda, el primo consiente de su causa deliberada se refugió en el campo a larga distancia, no soportaba la mirada inquisidora de su prima, el otrora amor prodigado ahora se había convertido en odio tratando de saldarlo con cigarrillo y alcohol.
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Los tabloides y rotativos daban la infausta noticia, ambas manos masculinas tomaban el diario de la mañana y lentamente el diario descendía mostrándose el rostro contrariado del joven galeno de eso dio cuenta su madre que bebía pausadamente su acostumbrado jugo matutino de naranja, extendió el periódico para que la mujer leyese la infausta noticia, le salió un fuerte no puede ser, luego los llantos se dibujaron en el rostro acompañado de lágrimas en la comisuras sin dejar de mover la cabeza en forma negativa, el galeno la consolaba, era de entender, el mejor amigo de la infancia se había suicidado, Corina tomó el diario encerrándose en su habitación, su hijo entendió la soledad que deseaba su madre viendo su reloj salió de la casa pues era momento de ir al consultorio, un cartero lo saludó amablemente entregándole un comunicado postal, agradeció firmando el documento de recibido y allí en la acera leyó el breve contenido, sonrió irónicamente dirigiendo su mirada a la ventana de la habitación de su madre, emitió palabras entrecortadas afirmando que unos nacen y otros mueren, respiró profundamente y con alegría fue al garaje a sacar el auto no se percató que era visto por unos ojos femeninos, aquella mujer lo había visto siempre con cautela, le gustaba el galeno, se lamentaba no tener hijos para hacerle consultas pero ya habría manera de entablar charla, a fin de cuentas tenía cerca de un mes residiendo, luego su mirada fue para la casa de enfrente, una mujer llevaba de la mano a su hijito uniformado al liceo exclusivo donde ahora estudiaba, una mujer de edad adulta los despedía limpiándose las manos en el mandil dando evidencia de quien había preparado el desayuno, la mujer desde su ventana hacía pucheros de rabia, eran los protegidos de Fulgencio, se había enterado de que les había regalado esa casa en lugar residencial exclusivo, para ella era injusto pues merecía desde años esa casa debido a los servicios prestados a don Fulgencio Arichabala, pero ya tomaría represalias, volvió su mirada al galeno que cerraba el garaje y se entraba en el auto, la mujer suspiró al ver tanta hermosura en el rostro del galeno, no era para menos pues el hombre descendía de habitantes ítalo-americanos-helénicos de contextura física mediterránea, Corina repasaba la noticia del tabloide en su habitación, no lo podía creer, se trataba de Jairo Arciniegas, el hombre con quien compartía fuertes secretos de aquella infausta tragedia hace muchos años atrás, sacó una cajita donde habían ciertas evidencias, las observó con detalle y entre ellas puso el diario que portaba la noticia desdichada, suspiró con llanto, era mucho para ella, era su eslabón de verdad, la guardó con mucho celo debajo de su cama, se dirigió a la empleada para que quitase el desayuno de la mesa, se sentó pensativa en el amplio sofá de la sala, Corina tomó papel y lápiz con la intención de escribir pero fue interrumpida por el tono del timbre, la empleada abrió la puerta anunciando a un conocido de Corina quien presurosa ordeno que lo haga pasar de inmediato, el hombre se acercó dando un fuerte abrazo, se había enterado de lo sucedido en el diario, era su abogado y a la vez su detective, manifestó que esto agravaba un poco las investigaciones, era la pieza clave, no se explicaba lo que pudo pasar para que haya tomado tremendo desenlace, parecía que a Jairo Arciniegas se le notaba muy complacido con el nacimiento de su nieto, la relación con su hija y yerno era de lo mejor, se martillaban preguntándose lo que había pasado tan mal, tan mal, pues era un testigo de evidencias claras, Corina hizo pausa en comentarios, ordenó que sirviera café con galletas, el dialogo entre ambos duró un par de horas, Corina los despidió desde le portal siendo vista por la mujer desde la ventana, conocía a ese hombre, se preguntó el nexo con aquella mujer madre del hermoso galeno, Corina entró a continuar con lo que había quedado pendiente, deseaba escribir una carta vía aérea al extranjero, no tenía noticias de sus otros dos hijos allá en Italia, estaba escribiendo las primeras líneas cuando se escucha el timbre del teléfono, la empleada contesta indicándole que era para ella de parte de su hijo el galeno, Corina toma el auricular diciéndole a su hijo que ya estaba más calmada, hizo una pausa de silencio para abrir los ojos con una expresión que desembocó en gritos de algarabías que hicieron asustar a la empleada que se encontraba muy cerca haciendo la limpieza, se notaba el contraste, antes triste ahora feliz, qui lo sá, Corina colgó el auricular y con mayor gusto se dedicó a escribir, felicitando a su hija por el alumbramiento a la vez disculpándose por no haber estado allí, prometía cuanto antes tomar un avión y estar con ella, presurosa envió la carta a la oficina de correos, tanto era su ánimo que al salir no se percató chocarse en la acera con el hombre a quien menos probabilidad tendría de verse a su gusto, Fulgencio Arichabala, aquel hombre estaba acompañado de un par de sus secuaces pertenecientes a la guardia pretoriana que sustentaba cual si fuese un pulpo con largos tentáculos, aquel prestante hombre pasaba por ahí pues había pedido por correo unos juguetes norteamericanos de moda y deseaba personalmente entregárselos al pequeño Carlos Hernán, la mirada y rictus de ambos hizo llamar la atención a los guardaespaldas de Fulgencio, todo fue tan rápido que no se dijeron palabra alguna, ella con mirada de desaprobación movió negativamente la cabeza y continuo su camino no si antes de poner en el rostro de Fulgencio una mirada penetrante, al tenerla ya distante se regresó a verla sorprendido, pidió a uno de ellos que la siguiesen, Fulgencio se preguntaba que hacía aquí en el país aquella mujer que desde niña se fue a vivir a Italia, para él era de cuidado la presencia de ella y reforzaría la vigilancia, pero se calmaría pues días después se le informaría que esa mujer tomaba un avión con dirección a Italia.
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Las calles polvorientas de los alrededores capitalinos mostraban lo desolado del lugar, un bus pasaba dejando pasajeros, de mala gana un indigente era lanzado con por el controlador de pasajes, cayó junto con su fiel can Nerón, desde el suelo lanzaba improperios, continuó con su caminar lento viendo en su delante a un niño pastor de cabras, se sentó a beber agua fresca del río viendo aguas abajo a las cabras bebiendo, el inquieto can las persiguió, Renzo de un brinco tomó una piedra lanzándola hacia el can, el indigente se limitaba a observar sonriente, el muchacho de trece años corría detrás del can tratando de alejarlo pero infructuosamente, por hacerlo cayó en la orilla raspándose la piernas, allí quedó sentado por unos instantes viendo las heridas de raspado, el indigente ya con expresión de seriedad hizo un largo silbido, el can se acercó sentándose junto a su amo, todo ese movimiento vio el niño, de pronto se escucharon unas detonaciones provenientes de la espesura del monte alto, las cabras se asustaron dispersándose a todos lados despavoridamente, el niño se angustió viendo que su ganado se esparcía, de entre el monte sale un señor de edad madura luego a su lado aparece otro joven de catorce años, eran abuelo y nieto con dos acompañantes que llevaban implementos de caza y algunas aves muertas, don Teodomiro dio unos pasos junto con su nieto Gustavo Andrés Teodomiro, aún el ave agonizaba sobre el monte, uno de los acompañantes la tomó amarrándola junto a las demás, los cazadores vieron las cabras dispersas por el ruido de las detonaciones, el can jadeante e inquieto al ver las aves rodeaba a los acompañantes que lo miraban con cautela, olía las aves, intentó morder la que se movía pero el hombre con un rápido movimiento le hizo el quite, el can ladraba, su dueño se puso en pie al ser apuntado el noble animal, de nuevo el silbido y el can se sentó junto a su dueño, la mirada firme del indigente se posó sobre la figura del millonario, le recordaba algo, si, aquel asesinato, había pasado tanto tiempo que el destino los volvía a unir, seguramente el millonario no se acordaría de un pobre indigente que siendo muy joven presenció aquel asesinato, vio al muchacho cargando su arma, el indigente notó algo característico en la fisonomía del muchacho, como si le recordaba a alguien, no había olvidado esa faz en otra persona, tan parecido, dos casos de su vida en ese mismo instante, de súbito sacó esa daga de plata con inscripciones y mango de marfil, brillaba tanto ante la incidencia de luz solar, los presentes quedaron prendados ante el movimiento y los reflejos del arma blanca, lentamente Teodomiro se acercó al indigente, le pidió prestada el arma, le permitió examinarla, temblaba sus manos al sostenerla y en cada vista de detalles tragaba saliva, el indigente sonreía, el millonario le puso un precio al artículo queriéndolo comprar, el indigente hacía gestos negativos, insistentemente el millonario le puso un alto precio por el arma pero el indigente seguía negándose, Gustavo Andrés Teodomiro pidió tocar el arma, sus manos trigueñas pasaban al roce del arma, preguntó por qué no la vendía, el indigente solamente se limitó a decir con mirada al infinito que esa arma espera por alguien que en verdad la dignifique y que por ahora le pertenecía, las tragadas de saliva fueron en aumento para el millonario, le interesaba esa daga, el indigente decía que alguien esperaba por ella, el muchacho miraba con mucha fijación el arma, la extendió dándosela al indigente, abuelo y nieto dieron un giro dándole la espalda al indigente adentrándose de nuevo al monte, el curioso Renzo a prudente distancia miraba el agite del arma, el indigente le hizo gestos para que se acercase pero el muchacho prefirió buscar sus cabras, adentrándose en el monte, Teodomiro iba pensativo de lo que se daba cuenta su nieto, lejos de allí el indigente retomaba su camino junto con su fiel Nerón, pasó por muchos lugares, de pronto fue interceptado por los acompañantes de Teodomiro, uno de ellos se acercó mostrándole un fajo de billete a cambio del arma, el indigente lo negó, el otro individuo fornido igual que su compañero pidió que entregase el arma, era buen negocio, el indigente siguió negándolo, de improviso uno de ellos se lanzó contra la humanidad del indigente tratando de arrebatarle el arma del cinto, pero logró esquivar a un lado justo cuando el otro hombre iba a golpearlo, con inusitado movimiento corporal asestó varios golpes de puños en a cara cayendo inconsciente el agresor, su compañero trató de golpear al indigente y la respuesta fueron buenos golpes en abdomen, pecho y rostro a su vez que Nerón actuaba mordiendo al agresor, ahí quedaban los dos hombres sin sentido de la realidad tumbados en el suelo, el indigente y su can caminaron lentamente, siempre mirando tras ante alguna novedad, luego de un buen tiempo el indigente se sentó en un pequeño parque tomando un largo respiro tras la agitada contienda, luego continuó su camino, difícil olvidar esa arma motivo de pugna, sonreía el victorioso indigente al pensarlo, vio en su delante a una mujer con los dos hijos empujando un carrito, el indigente pidió comida a cambio de empujar el carrito, los tres se negaron, el indigente insistía, decía que hace dos lunas que no comía, los tres sonrieron al escuchar esas palabras jocosas y tras ocurrencias propias salidas de boca del indigente, esa era buena treta para conseguir lo deseado, la mujer ubicó el carrito junto al parque, el indigente hacía gestos invitando a la gente al negocio, no se acercaban a causa de la facha de quien invitaba, para evitar inconvenientes la mujer dio un poco de comida al indigente, amo y can se sentaban sobre un banco del parque a disfrutar de la comida regalada ante la mirada de los dos hijos de la mujer, ya saciada su hambre continuó con su camino no sin antes agradecer con una venia a su samaritana, vio un lugar donde sería su lugar de pernoctación por un par de días para luego continuar con su camino, se recostó junto a su can bajo sombras, sacó su arma y sonrió, veía pasar a los transeúntes que muchos lo miraban con recelo, hacía gestos con el arma a lo que la gente reaccionaba a buen recaudo, a kilómetros de allí dos polvorientos y ensangrentados hombres daban cuenta a Teodomiro de su fracaso por obtener el arma, el millonario los vio con sentida desaprobación, hizo un movimiento de manos indicando que se retiren del lugar, contrariado apretando los dientes se sentó en su sillón bebiendo whisky en forma pausada, esa arma significaba mucho en su vida, de pronto le vino recordar ese infausto hecho que le marcó la vida cuando supo la canallada que se construía alrededor de la integridad de aquella hermosa mujer morena, fue forzada a subir a un auto esto vio a través de la ventana desde el piso alto, amaba en secreto a aquella mujer, había sido suya hace meses, eran maravillosas esas entregas, el auto salía del gran jardín, de súbito al bajar Teodomiro se apresuró a cargar su arma, temía lo peor, se subió al auto y se dedicó a seguirlo pero le llevaba gran distancia y tempo, al llegar al apartado lugar caminó angustiado y creció más esa angustia viendo a su amada siendo abusada sexualmente por ese hombre de piel blanca, Teodomiro lo tenía en la mira pero no podía disparar, temblaba, lloraba, el hombre a quien tenía en la mira era su primo, su sangre, aquel primo al que consideraba mucho, tenía en sus manos la vida de su primo, también tenía miedo herir a su amada pues trataba de quitárselo de encima, vio que la penetraba, iba a disparar pero su concentración cambió al ver la presencia de aquel hombre leal a su amistad y a sus negocios, un hombre humilde que transformado en un energúmeno se lanzó con una daga de plata a la humanidad del primo de Teodomiro mientras la asustada mujer se hacía a un lado, en ese instante el indefenso hombre desnudo débilmente intentó quitarse de encima a su atacante pero las certeras puñaladas en el pecho y abdomen le hicieron desfallecer muriendo con un alarido prolongado, luego un corte en la garganta rematándole, la mujer gritaba corriendo despavorida, el asesino seguía a su segunda víctima profiriendo palabras soeces acompañadas de malas intencionadas maldiciones, Teodomiro saliendo de la impresión al ver tal asesinato empezó a correr, el energúmeno corría detrás de la mujer, a punto estuvo de alcanzarla, parecía que la brillosa y ensangrentada daga iba a realizar su segundo cometido, pero en esta ocasión no fue así, pues para sorpresa el energúmeno tropieza cayendo al suelo, luego se escucha un disparo tan certero que la bala se introduce en la cabeza del energúmeno, a continuación un segundo disparo desde el mismo matorral saliendo una mano enguantada con brazo estirado fríamente dispara el revólver, la bala certera se impacta en el corazón del energúmeno que yacía muerto segundos antes, la mujer de color corrió a los brazos de su salvador, así desnuda lo abrazaba agradecida, Teodomiro tomó esa daga plateada con mango de marfil, caminaron donde se encontraba el cadáver ensangrentado con los ojos abiertos del primo de Teodomiro, la desdichada mujer de color no paraba de llorar en los brazos de su salvador quien la consolaba pidiéndole perdón, Teodomiro a su amada la consolaba tiernamente en dirección al auto, los ojos de Teodomiro se abrieron al presente, bebió pausadamente con respiración lenta, sacó de la gaveta de su escritorio un arma brillosa, la empuñó con fijación, la miró en su detalle de forma, apenado la volvió a guardar, suspiró pensando que esa arma había matado a un ser humilde que era su mentor e inspiración pero más pudo el amor a esa cándida mujer, había matado a su cuñado, allá por inicios del año 1920, meses después nacería su hijo Teodomiro en el año 1921, cuando creció el niño y al morir su madre entre tantas pertenecías del joven Teodomiro estaba esa daga como símbolo de justicia pero también de pasión difícil de olvidar.
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Las bengalas y juegos pirotécnicos artesanales hacían el deleite en la vista de los niños y adultos apostados en el parque del pueblo en su aniversario de creación, resaltaba la presencia de don Rodolfo Buonanote, su fiel compañera Amacilia, su hija Noelia que estaba de visita y entre ellos el muy animado Carlos Augusto Rodolfo que corría muy alegre con otros niños del lugar a vista de su madre Noelia y su abuelo Rodolfo, junto a la mesa estaba también Mirko viendo atento los movimientos de los lugareños, estaba triste, en pocos días iría a la capital y de allí a su país natal, horas antes había estado en el cementerio a la tumba de René, fue lleno de recuerdos, a su mente le vino la imagen de cuando René era niño y de súbito vio el rostro alegre de Caritos que corría pausadamente con una bengala, las manitos blancas agitadas sacando las chispeantes luces al mismo tiempo que su carita dibujaba una alegría plena al mover el objeto, el niño giraba y giraba alegremente mientras otros niños humildes lo rodeaban, se notaba el contraste de clases en la vestimenta y el aseo, algunos niños estaban harapientos y descalzos pero todos compartían de aquella fiesta del pueblo a la que tanto les gustaba asistir los Buonanote, vinieron a presenciar los canticos y bailes de la humilde banda de pueblo en la que todos los años la financiaba Rodolfo, por eso no era raro los constantes saludos a su familia e invitado, bailaron y bebieron en la jocosa fiesta, los pueblerinos se rendían en saludos a Rodolfo, un hombre referente del lugar, a unos pasos en otra mesa se encontraba Agripina, sola como era costumbre, su hermano Luis Alfonso Pérez estaba ahora en la playa a invitación de Justin la medio hermana del muchacho, Agripina bebía suavemente, los lugareños medianamente la saludaban, ella notaba en la risa irónica del saludo la hipocresía latente, a decir en los corrillos era la hija de la mujer a la que encontraron muerta junto a su amante el capataz de la estancia, a voz baja y con dedo índice en movimiento discreto era objeto de señalamientos para aquella mujer solitaria de carácter rígido, poco hombres en aquella noche se atrevían a sacarla a bailar por temor a ser rechazados con gestos de prepotencia, Agripina durante su vida desde niña aprendió a tener recelos con los hombres, empezando por su iniciador en el sexo y terminando por aquel hombre que tanto daño le hizo separándola de su hijo, al acordarse de aquello su deseo de libar aumentó, no podía ser menos su dolor e impotencia de no saber siquiera el sexo de su hijo muerto, ni siquiera le permitieron ver a ese pedacito de carne, ni siquiera sabe dónde estará enterrado, la injusticia de vida ha sido dura con ella, por eso asimismo ha sido forjado duramente su carácter, suspiró hundida en sus pensamientos, vio a la gente a su alrededor, quiso levantarse para ir a la estancia Pérez pero vio que enfrente se le acercaba un niño rubio muy bien vestido que estiraba la mano en señal de invitación a bailar, el niño con amplia sonrisa le dijo que si le permitía esta pieza, Agripina estaba seria sin reacción, no esperaba esta actitud de un inocente niño de nueve años, le contagió a la mujer la sonrisa y para sorpresa de los presentes salió a bailar con el nieto de Rodolfo Buonanote, mientras bailaban le preguntaba al niño quien le había orientado a hacer lo que hizo en sacarla a bailar, el niño respondía que fue a pura voluntad, continuaron con la pieza musical bailando alegremente, se dijeron los nombres y conversaron un poco en la mesa siendo vistos por los de la mesa de enfrente, el resto de la velada fue agradable para Agripina pues bailó un par de piezas más con el niño a vista de los presentes, Noelia se sonrojaba viendo a su hijo que desde pequeño daba sus galanterías a las féminas, en realidad que era así, Carlos Augusto Rodolfo era un precioso niño rubio de piel muy blanca que representaba el linaje de hidalgos y descendientes de los Romanov, un niño con claras facciones de descendencia de la Europa central, las niñas también cedían a las invitaciones del niño, su carácter simple aún no era adiestrado a mostrar diferencia de clases, fue el centro de la fiesta pueblerina, los adultos lo rodeaban, Mirko aplaudía desde su asiento, para él ese niño era su atracción, en uno de esos intercambios de miradas con el niño le hizo un disimulado gesto a la entrepierna, el pequeño se fijó con detalle en esos movimientos y para sorpresa de Mirko el pequeño Carlitos respondió discretamente con los mismos movimientos de sus manitos en su entrepierna, Rodolfo no vio esos movimientos sino aquellos que un abuelo orgulloso podía mirar, los movimientos de la cara del pequeño, su sonrisa, sus cejas y pestañas le recordaba a su querida Elsa Peñalba, abuela del niño, madre de su yerno Carlos Felipe del Olmo, el solo recordarla retumbaba en su memoria aquel hermoso rostro de mujer que en versión masculina su nieto había heredado, su nieto, llevaba en su tercer nombre la perpetuidad de los Buonanote, un apellido forjado en la oscura conveniencia de refugiado, su nieto, en verdad, descendiente de nobles Hidalgos españoles por la rama del Olmo y Romanov su real apellido de descendencia de un linaje real pese a ser su abuelo un bastardo, Rodolfo estaba muy alegre junto a una Amacilia que pestañaba dominada por el sueño, Mirko la invitó a bailar sabiendo que así se mantendría algo despierta, Noelia también bailaba alegremente, su presencia en el pueblo se debía al negocio que por más de seis años había administrado en sociedad con su hija Josefina, Lucrecia y otros accionistas en la fábrica de jugos y lácteos, quien su padre era el mayor proveedor de materias primas para envasado, ahora se había enterado que Fulgencio Arichabala con Daniel Pérez estaban en la intención de hacer fértiles cierta extensión de tierra para luego crear una factoría que le hiciera competencia al negocio, ante la ausencia de su hija Josefina por viaje decidió tomar riendas por ese tiempo, además a petición de su hijo Gustavo Adolfo estaba encargada de acompañar a la capital a Mirko, de igual forma ambos bailaron en la fiesta, conversaron mucho de aquel lugar europeo donde era originario Mirko y Rodolfo, el niño pasaba alegremente entre ambos abrazándose de las caderas de su madre, se sentaron pues un cantor le ofrecía coplas, ya para ese momento Agripina había salido de la fiesta en compañía de dos de sus hombres a su custodia, salió como llegó, siempre al anonimato, era parte de su ley de vida, en la fiesta continuaban los cánticos, Noelia aplaudía gustosa junto con los miembros de la mesa acondicionada para la ocasión, el niño estaba sentado muy alegremente junto a Mirko que descendía su mano por debajo del mantel rozándole las piernas infantiles vestidas, Carlitos dio cuenta de aquello ante los insistentes roces que muchos llegaban al pene vestido, el niño lo miraba y sonreía sin dejar de aplaudir al ritmo de la guitarra y violín, sin descartar la participación de la banda del pueblo que seguía homenajeando a los ilustres invitados, Mirko continuaba con los dedeos en las piernas del niño, quedaron los dos sentados en la mesa, se inclinó para decirle al niño muchas palabras inquietantes, Carlitos recibía el golpe de aliento de Mirko en su cuello y el roce disimulado de la nariz por su oreja derecha, Mirko vio el leve tiritar infantil cuando le rozaba la mano a lo largo de la espina dorsal vio además cómo se hacía piel de gallina esos bracitos y tomaba un coloreado tono el rostro del niño, Mirko lo deseaba en ese momento, le recordaba lo hecho semanas antes debajo de aquel frondoso árbol, el niño de reojo asentía con tímida sonrisa, Mirko volvió a rozar sus manos ahora en el cuello y pelo del niño oliéndole su característico olor aquella fresca noche, se notaba muy alegre Rodolfo, como no estarlo ante la ovación de los conocidos del pueblo ratificando su condición de prestante terrateniente, Noelia baila a gusto y también Amacilia algo adormitada, pasaron unos minutos, era hora de partir, los principales de la gran mesa de baile se retiraban, un auto último modelo estacionado los esperaba, Rodolfo tarareaba dentro del vehículo, continuaba con su alegría tanto así que decidió llevarlos a su estancia victoriana, allí pasarían la noche Noelia y su invitado Mirko, el niño estaba gustoso en contraste con la soñolienta Amacilia, al bajarse Rodolfo los invitó al gran salón a seguir la tertulia y con brandy en mano comentar lo ocurrido en la fiesta del pueblo, bailaron unas cuantas piezas al sonar del tocadiscos manual, el niño acostado a largo de un sofá era visto con detenimiento con Mirko luego Noelia se despedía de su padre y cargaba al niño subiéndolo con dificultad por las escaleras, los dos hombres continuaron conversando un poco más ante también la retirada de Amacilia que estaba con mucho sueño, lo hacían en su idioma natal, realmente eso era el motivo central de Rodolfo pues ya en pocos días Mirko retornaría a la madre patria nativa y deseaba intercambiar opiniones hasta el cansancio, ya la noche estaba muy fría y el brandy caía muy bien, Mirko se cuidaba de embriagarse más de lo sucedido, tenía miedo expresar indiscreción alguna por eso al ver ya muy mareado a Rodolfo decidió retirarse a su habitación con la venia de su anfitrión que también fue a su habitación donde estaba acostada una cansada Amacilia, Mirko subió pausadamente los escalones, entró a su fría habitación con un prolongado suspiro, vio la penumbra a su alrededor, abrió la ventana para tomar aire fresco, se recostó aún con los ojos abiertos miraba el techo que describía la luz de luna, de nuevo otro suspiro, estiró el brazo tomando un cigarrillo sacado de su cajetilla, sacó fósforos del bolsillo del pantalón, lo encendió, hizo boconadas, tenía una ansiedad definida en su rostro, decidió sacar una silla al balcón a disfrutar del tabaco sentado viendo aquella estrellada noche, vio en su reloj aproximarse a las cuatro de la madrugada del naciente tercer domingo septembrino de 1956, vio desde lo alto el alrededor del panorama, su respiración aceleró viendo una figura infantil moviéndose por los bajos de la estancia, iba a los baños, tragó saliva al comprobar tras luz de luna que era Carlitos, el hombre tomó respiro fuerte y bajó presuroso las escaleras con la intención de unirse al niño en forma discreta esperándolo a que saliera del baño cuidándose de no ser visto así que al salir lo recibió con amplia sonrisa, el niño estaba adormitado rascándose la entrepierna que estaba mojada notándose en su pijama, el niño hermoso tenía portaba sandalias y estaba despeinado, más lo despeinó Mirko al abrazarlo por la cabeza dándole besos repetidos en ese pelo rubio infantil tanto así que el niño abrió un poco más los ojos que antes estaban entreabiertos, lo abrazó llevándolo a la penumbra para besarle el rostro, el niño se dejaba, Mirko lo manoseaba por todo el cuerpo, el hombre estaba ardiente, desabotonó la camisa del niño y besaba repetidamente el pecho y abdomen, luego lentamente deslizaba el pijama dejándolo a los tobillos del niño, los dedos pasaban por el penecito cubierto de ese calzoncillo, las manitos infantiles se posaban sobre los hombros de Mirko que descendía el calzoncillo mostrándose el penecito algo erecto que era estimulado por las caricias de los dedos de Mirko, el niño entrecerraba los ojos ante la Mirada de Mirko y la pregunta de si le gustaba eso rico ante lo cual el niño asentía con lento movimiento de cabeza, las manitos seguían apoyadas en los hombros aferrándose más al sentir la lengua de Mirko que lamía el tronco del penecito con un lunar encima donde salía el penecito, el niño gemía encorvándose en el cuerpo acuclillado de Mirko que repetidamente hacía movimientos de cabeza al meterse y sacarse por la boca el penecito de Carlitos, ya muy ensalivado hizo una pausa preguntándole al niño si le gustaba y para responder abrió lentamente los ojos demostrando que le había gustado, Mirko al ver el asentimiento infantil continuó lamiendo y chupando el pene luego lo giró así parado poniéndolo de espalda a él y le pasó las manos acariciando la espalda y el bello trasero lampiño y sedoso, la lengua pasó por los glúteos y la separación de ambos, los abrió algo con los dedos oliendo la entrada del ano con un olor infantil característico que a Mirko le encantaba oler desde hace muchos años atrás así disfrutaba del momento único encorvando el cuerpito para disfrutar más de las caricias prodigadas en esa penumbra que era testigo de esos movimientos sexuales mientras Carlitos disfrutaba de esos movimientos de lengua haciendo electrizar su cuerpo aumentando la respiración infantil poniéndose la piel de gallina y erizándose por completo, después de tanto manoseo y lamidos le subió el calzoncillo tomándolo de la mano con firmeza conduciéndolo a un lugar conocido alejado de la estancia allá por la loma debajo de un árbol con iniciales en la corteza del tronco allí se sentaron a ver el panorama nocturno de aquella madrugada, de aquel domingo al amanecer, el domingo de su encuentro, Mirko se sacó camisa y pantalón haciendo una improvisada cama quedando completamente desnudo ante el niño, su estado etílico lo había hecho perder el pudor, sólo primaba el deseo sexual del momento de encuentro, Carlitos miraba esos movimientos de manos del adulto, se dejó acostar viendo las manos de Mirko que deslizaban a la vez el pijama y el calzoncillo poniéndolos a un lado de su cuerpito luego de ver la ropa pijama tendida vio a Mirko que se manoseaba el pene acostándose sobre su cuerpecito viendo que los dos penes se frotaba en contraste de tamaño y pelos con respecto al penecito lampiño para después la cara de Mirko dirigirse al penecito abriendo la boca y chupando con lamidas el penecito haciéndolo gemir, a dos dedos estiraba el penecito infantil ensalivado ocasionándole placer al niño, si, Mirko tenía el estilo dáctil para hacerlo junto a las recurrentes caricias que le daba por toda la piel y de esa manera hizo que le mostrase el traserito acostándose de cara a la ropa tendida, Carlitos cerró los ojos sintiendo el paso de lengua por sus glúteos y entre la separación de ambos, sus manitos agarraban la ropa haciendo puños al sentir el paso del glande en la entrada del ano haciendo furor sintiéndose otro, Mirko lo estimulaba a quedarse quietecito ante el desliz e intento de penetración del glande ensalivado en la entrada del ano infantil, el niño gemía suplicante diciendo que por ahí no porque le dolía, le suplicaba a punto de llorar lo que hizo que Mirko detuviera sus movimientos, pensó que si llegaba a más se complicaría su situación, estuvo sentado junto al cuerpo desnudo contemplando la desnudez infantil tras la luz de la luna de esa noche estrellada, el niño se volteó abriéndose de piernas manoseándose el penecito, Mirko volvió a lamer y chuparlo, los dedos gordos de los pies infantiles se movían más que los restantes, las manos de Carlitos nuevamente agarraban con fuerza la ropa tendida y algo de suelo terroso al sentir el peso de la punta de la lengua entre el traserito y los testículos así la cara de Mirko aumentaba cada vez más de movimientos al chupar el penecito, sorprendido Carlitos vio su piernas puestas a los hombros de Mirko que lo tomaba de la cintura alzándolo un poco para que el pene peludo se deslice sobre el penecito, Mirko disfrutaba de esa postura sexual, gemía con los ojos cerrados, el niño miraba ese desliz por su penecito y de pronto salió semen del pene del adulto deslizándose por la piel del abdomen del niño estando un poco alojada en el ombligo, los dedos de Mirko mojaban de semen el penecito de Carlitos que se limitaba a observar como el prepucio lampiño poco a poco lo deslizaba al aguante, Mirko se sentó sobre la humanidad del niño apoyándose con una mano acuclillándose, el niño vio la otra mano de Mirko que tomaba el penecito con semen poniéndolo a la entrada del ano del adulto, luego dio un sentón ligero que hizo al niño gemir haciéndole abrir los ojos de una forma inusitada, intentó quitárselo de encima pero no pudo ante el vertiginoso movimiento completando el sentón, Carlitos dio un gemido con aullido de sorprendente dolor en su penecito, Mirko no quedó allí y siguió alzando y bajando su trasero sin sacarse el penecito, sentía infinito placer, ahora no escuchaba los lamentos del niño, sentía placer, estaba dejándole un recuerdo a Carlitos, si, su pene desflorado, esto lo comprobó al retirarse de su humanidad, el niño vio su latente pene desvirgado, la mente de Mirko hizo que piense en ese recuerdo, el niño se puso en posición fetal con sus manos cubriendo su penecito desvirgado, Mirko se acostó por detrás pasándole los dedos sutilmente por la piel de sus brazos así como también las caricias en su pelito rubio, los labios de Mirko besaban los hombros del niño como estimulándole a que deje de sollozar, el niño que estaba acostado de perfil en forma fetal sintió el roce de las piernas de Mirko en sus piecitos de dos alargados propio de la contextura física de descendientes de caucásicos europeos, Mirko pidió que se calmase diciéndole que mire hacia el tronco del árbol, entre lágrimas vio a la luz de luna la inscripción que semanas antes Mirko había hecho sobre el árbol, le hizo voltear para verle el penecito, cariñosamente lo acariciaba ante los movimientos de las manitos al pensar en que iba a recibir dolencias, Mirko complaciente al ver su obra de desvirgar el penecito le dijo al oído que ahora era todo un hombrecito y le dio de besos en las mejillas, carlitos solo estaba preocupado en el ardiente latir de su penecito desvirgado y se lo hizo saber al adulto quien sonrió deslizándole el prepucio para que cubra al glande desforrado para luego vestirlo con pausa llevándolo de la mano a la estancia victoriana propiedad de su abuelo Rodolfo Buonanote, para tranquilidad de Mirko el niño dormía solo en la habitación de su primo Luis Izaguirre Buonanote y su madre Noelia dormía en la habitación continua, eso facilitó las cosas para que Mirko curase lo desforrado con crema colocada en el penecito desvirgado así mientras hacía el movimiento de dedos al curarle Mirko sonreía tras luz de luna viendo la cara de preocupación de Carlitos, aprovechó para besarlo consolándole y repitiendo que había probado ser todo un hombrecito, el niño miraba su penecito, Mirko suplicó que guardase el secreto como un tesoro de amistad y cariño dándole un beso en la mejilla saliendo de la habitación, lo que quedaba de tiempo en la madrugada Mirko no dormiría y dio un salto súbito de su cama al sentir los primeras muestras del alba yendo a la habitación del niño que estaba profundamente dormido, con calma se retiró nuevamente acostándose en la cama, fue a darse un baño aseándose, luego fue invitado a desayunar, desde la mesa vio bajar al pensativo Carlitos que bajaba las escaleras, caminaba con algo de dificultad, Noelia le preguntó al sentarse la causa de su estado respondiendo el niño que seguramente fue algo que comió, Mirko complacido con la respuesta pidió llevar al niño a la habitación para auscultarlo, abuelo y madre del niño aprobaron aquella intención del visitante, en pocos minutos Mirko miraba el pene desvirgado, afortunadamente el color era casi un rosáceo normal, le puso crema y le dijo que se aplique continuamente, pero el estado de ánimo del niño cambió lo que hizo poner en cautela a Noelia, la despedida de Mirko de su anfitrión fue en su lenguaje nativo prometiéndose un nuevo encuentro, con agitación de manos el anciano despidió el auto que llevaba al visitante amigo de su nieto, pasaron varias horas en llegar a la capital durante ese trayecto Carlitos se limitó a estar callado y a dormir, los que hablaban era Noelia y Mirko, al día siguiente se abre la puerta de la habitación del niño dormido, al abrir sus ojos claros vio la presencia de Mirko siempre sonriente sentado a un extremo de la cama preguntándole cómo se encontraba de ánimo, el niño alzó su torso con la manos entrelazadas en su entrepierna, se limitó a asentir, sentía vergüenza de su visitante, le hizo acostar dándole un beso en la mejilla, en eso Noelia abre la puerta y los ve, sonríe, entendía la presencia de Mirko, en pocas horas iría acompañándolo al aeropuerto, Noelia sonriente le dijo al niño que se levante de la cama faltaba poco para desayunar e ir al liceo, se acercó para acariciar el pelo del niño dándole un beso en la frente y en las mejillas como todos los días de escuela que hacía al despertarlo luego salió de la habitación, Mirko despidió a Noelia con una sonrisa, se escuchó el cerrar de la puerta al estar solos el adulto lo hizo sentar en la cama besándole repetidamente el rostro del niño que al parecer le gustaba tanto así que permitió que Mirko le diese varios besos con lengua, el adulto lo abrazó de los hombros besándolo por todo el rostro, el niño vio salir el pene por entre el pantalón de Mirko, ese pene rozaba los labios del niño que con recelo sus manitos lo rozaban a orden de Mirko, era la despedida, había que aprovecharlo todo, Mirko temblaba del deseo, se aseguró de cerrar la puerta y regresó donde estaba sentado Carlitos pasándole el pene por los labios tomándolo de los cabellos, a petición e Mirko el niño abrió la boca y sintió el sabor de pene en su boquita rosácea de hermoso niño rubio de piel bien blanca, fueron tan solo segundos para que después el niño se encorve sobre el filo de la cama dejándose deslizar el pijama de tal suerte que luego la lengua ensalivaba la entrada del ano posteriormente el glande de Mirko rozaba los glúteos y trataba de entrar al ano de Carlitos que respondía gimiendo su dolor, Mirko hizo un empujón de cadera, sintió que algo de su glande entró pero se detuvo al sentir un gemido infantil prolongado de Carlitos tratando de soltarse de su iniciador a lo que Mirko se contuvo volteándolo rápidamente haciendo un movimiento de penes desvirgados, Mirko se complacía viendo el glande totalmente descubierto del niño y se puso a lamerlo con cuidado ensalivándolo y besando los testículos rosáceos, luego siguieron los roces de pene, las caricias en la cara del niño, Mirko sentía tanto placer al roce de esa piel tersa rosácea descendiente de caucásicos que luego vio salir semen de su pene que se deslizaba por la piel del abdomen de Carlitos, de esa forma Mirko le hacía el amor a ese precioso niño parecido a Reniek aquel niño que desvirgó en la primera gran guerra, aquel Reniek que para Carlitos no era otro que su tío René llegado junto a su familia al país de la canela a principios de la segunda década del siglo XX, ahora en este cuarto jueves de 1956 el día de su despedida del país de la canela el destino le daba la oportunidad a Mirko de hacerle el amor a ese niño tan parecido a René, a ese niño que el pasado domingo lo desvirgó de su penecito y ahora lo veía bien descubierto sobre el prepucio corrido de mejor salud tras la constante preocupación de Mirko en curarlo a Carlitos a hurtadillas, tomó con la punta del dedo resto de semen y se la pasó en la punta de la nariz y labios en el rostro de un Carlitos acostado en la cama estático esperando a que le limpie el semen del abdomen con papel, Mirko notaba la timidez del niño, complacido con la intención de dejarse hacer, lo vistió y se sentaron al filo de cama, de su bolsillo Mirko mostró al niño viendo su fotografía en las manos de Mirko, seguramente éste la tomó de algunas que están en la sala, Mirko se despidió con un prolongado beso con lengua al que respondió el niño de una forma que para él fue algo indescriptible tato así como si fuese una necesidad, simplemente le dijo que no lo olvide y se retiró de la habitación, un auto de la embajada estacionado ya en la mansión del Olmo esperaba para llevarlo al aeropuerto, rato después el niño sentado pensativo desayunaba, no daba atención a las caricias de su padre Carlos Felipe del Olmo, el niño pensaba en lo ocurrido aquella noche del pasado domingo y lo que aconteció hace pocos minutos, se enteró que su madre Noelia había acompañado a Mirko en su viaje al aeropuerto, momentos después Carlitos estando en el liceo se encontraba sentado en tiempo de receso en el polideportivo, estaba rodeado de sus amiguitos, pensativo no atendía sus comentarios y anécdotas de clase en esa mañana nublada, pensaba en todo lo ocurrido ese domingo y hace pocas horas, miraba su piel por la que manos de Mirko habían pasado, sus dedos pasaban los labios cerrando sus ojos recordando que por ellos había rozado el glande del pene inolvidable de Mirko, se extrañaba por qué no lo pudo evitar, por qué sentía gusto ante aquellos besos con lengua que aprendió de Mirko, pensaba en sus padres y tenía miedo decirles lo que había pasado, lo que había sentido, de lo que había hecho, tenía sentimientos encontrados para ese momento con sus compañeritos, Mirko había trabajado emocionalmente y psicológicamente en el ánimo del niño, Carlitos recordaba esos roces de piel que ya no los sentiría de parte de Mirko, pensativo meditaba pasándose sus manos por el traserito y también por su penecito vestido, discretamente se metió la mano por detrás, el dedo medio pasaba por la separación de los glúteos, cerraba sus ojos pensando en ese pene que rozaba su piel rosácea tersa, recordaba ese golpe de respiración en su cuello, abrió los ojos disipándose su meditación ante los gritos de uno de sus amiguitos que en pie alzaba agitando el brazo señalando al aire con su dedo índice el avión volando en el cielo, también la mayoría de sus amiguitos alzaban los brazos indicando la trayectoria, eso era ya costumbre de todos los días a esa hora al verlos pasar, pero para Carlos Augusto Rodolfo del Olmo Buonanote ese avión era especial, pausadamente el niño alzó su mirada viendo fijamente con detalles el despliegue de ese avión por los aires, se observaba la cola trasera, Carlitos suspiró parado con sus manos entrelazadas en su entrepierna, se restregaba el pene vestido viéndolo constantemente, unas gotas de lluvia cayeron en su rostro uniéndose a sus lágrimas de niño sensible, instintivamente levantó su brazo abriendo su mano derecha y la mano izquierda caída haciendo puño fuerte pegada junto al muslo, vio al avión en perspectiva con su mano derecha el hacerse un punto en cielo perdiéndose entre las nubes grises de aquel nublado día.
FIN DEL CENTÉSIMO SEPTUAGÉSIMO EPISODIO
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