METAMORFOSIS 171
Imitando.
Las hojas de los árboles caían ante el viento fuerte de la pradera en contraste con el canicular sol que permitía divisar a lo lejos un jinete cabalgando lento haciendo crujir a las ramas de árboles caídas al suelo, el jinete contemplaba desde lo alto de aquella montaña los meandros descritos por el río y aquellos pertenecientes al arroyo donde desembocaba en el río caudaloso por aquel tiempo de lluvias, suspiró profundo tomándose la entrepierna haciéndose placer en la montura, encendió un cigarrillo y giró su cuerpo para cerciorarse que cabalgaba solo, montado a caballo bajó la montaña hasta llegar a las proximidades de las orillas del río, hizo una pausa en andar, se bajó del caballo caminando lentamente, le llamó la atención un grupo de niños de pueblo humildes que habían dejado sus costales en la orilla para bañarse, se acercó al frondoso árbol amarrando su caballo y él arrimado en un árbol se complacía viendo correr a los inocentes a lo largo de la orilla del río, habían algunos desnudos mostrándose el penecito agitado en la carrera con el pelo pegado a la cabeza por la humedad sostenida, otros en cambio estaban muy pacientes recostados en la arena con la tela del calzoncillo mostrando la mitad de los glúteos infantiles cuando se acostaban de lado, otros abrazados y agarrados de la mano desafiando a la corriente del río lo que provocaba que al salir de la orilla se pudiera ver los calzoncillos deslizados a los muslos e inmediatamente subidos a su lugar por sus manos, de solo ver todo aquello le provocaba erecciones, gustaba ver la piel brillosa de los niños de piel morena clara cuando el agua se deslizaba hasta llegar a la punta de los pies con un suave movimiento de dedos aferrándose a la húmeda arena de la orilla, esos movimientos de cadera podía notarlo en aquellos inocentes niños la mayoría hijos de peones del sector, masticaba goma de mascar en suma paciencia respirando el aire puro bajo la sombra, se recostó sobre el árbol sin dejar de mirar a aquellos niños, le recordaba a su niñez, tan significativa, tan llena de contradicciones con una vida llena de mentiras, recordaba sus paseos por aquellos lugares en compañía de Lastenio, su compañero de juegos siendo él un niño, a su mente llegaba el recuerdo de sus facciones de mulato, ampliamente sonreía de solo pensar las travesuras que hacían escondiéndose por el monte hace muchos años atrás, el jinete recordaba aquellas veces cuando corrían dejándose agarrar del mulato, recordaba sus abrazos y mimos al ser agarrado, recordaba que en muchas ocasiones Lastenio le bajaba el calzoncillo dejándose ver su pene de piel blanca que era luego manoseado por el mulato, después poco a poco lentamente lo iba acostando a piernas abiertas hasta verse esos penes desnudos que se rozaban, se podía ver el contraste del color de piel, el de un pene de piel blanca estático que recibía el deslizamiento de un pene mucho más grueso de piel trigueña, el jinete cerraba los ojos apretando dientes y manos recordando el paso de aquellas manos mulatas por su cuerpo de piel blanca, abrió el jinete de súbito los ojos para mirar por aquel sector donde fue, miraba fijamente aquel lugar por el que ahora los niños jugaban, cerró los ojos y bajo un suspiro prolongado recordaba esos roces de penes desproporcionados, recordaba las caricias de Lastenio teniéndolo encima de su cuerpito besámndole el cuello proporcionándole cosquillas, recordaba la sonrisa de su iniciador al verse los penes frotándose entre sí, recordaba esa movida de caderas y ese desliz del pene sobre su traserito, el jinete suspiraba viendo recostado aquel lugar donde siendo niño lo hizo con Lastenio, ahora por ese sector esos niños corrían alegremente, suspiró de nuevo, sacó un cigarrillo del morral, fumaba pausadamente viendo a través del humo las siluetas de los niños mojados sobre la arena, uno que estaba muy cerca le llamó la atención totalmente desnudo que estaba acostado haciendo montoncitos de arena, tenía un voluminoso traserito y bien definido el arqueo de la cintura, se puso en pie y fue el momento de llamarle la atención con gestos, el niño se limitó a sonreír y a correr lejos donde estaban los otros niños, esperó para estar cerca de nuevo volviéndolo a llamar sigilosamente, el pequeño continuaba respondiéndole sonriente, le pidió acercarse mostrándole una barra de goma de mascar a lo que el niño estiró la mano muy sonriente para recibirla, se alejó muy contento con su goma de mascar, algunos amiguitos se acercaron preguntándole cómo la obtuvo, el niño señaló al jinete, fue eso suficiente para que sus amiguitos corriesen a pedir al jinete goma de mascar, sacó algunas de su bolsillo, dio las que pudo y entre los niños se peleaban su respectivo pedazo, algunos niños se sentaron cerca del jinete a masticar la goma, estando muy cerca vio esos penes de diferentes tonos de piel, niños pequeños, con caritas agraciadas, algunos en forma jocosa daba roles sobre la arena y alguno que otro se acostaba sobre su amiguito de juegos sobre la arena, otros practicaban las luchitas, el jinete disfrutaba viéndolos, el niño al que le había regalado la goma de mascar corrió hacia la orilla extrema, los ojos del jinete se posaron sobre la silueta de aquella mujer humilde que había llamado al niño a poner la ropa, le ayudó a vestirse, ella vio al jinete, lo conocía, era el nieto primogénito de don Rodolfo Buonanote, ella vio la figura masculina poniéndose cabizbaja pidiéndole al niño que rápidamente se vistiese para ir a casa, Luis la miró detenidamente, algo inusitado llegó a su ser y a su sentir, vio aquellas manos moviéndose en la ropa del niño, aquel pelo lacio castaño claro y esa vestimenta pese a ser humilde entonaba con la cadencia de ese hermoso cuerpo, de inmediato Luis se puso en pie, ya la había visto antes en el pueblo bajo otras circunstancias, dio cuenta que el rostro del niño se parecía mucho al de ella, se preguntó si fuese el niño su hermano o hijo, quedó con la duda y con algo de incertidumbre al verla partir no sin antes despedirse con un gesto de timidez femenino que a Luis le llamó la atención, cabalgó por los alrededores tratando de encontrarla pero el tupido monte no le permitía, subió la loma para divisar de mejor forma pero era tarde pues había desaparecido como acto incierto, así que mejor decidió continuar su rumbo recorriendo los lugares de su infancia, cabalgó por unos momentos, llegó al monte palomar, un lugar interesante, así lo manifestaban los lugareños, tierra fértil perteneciente a latifundios que poco a poco iban cediendo por reforma agraria a los campesinos, uno de ellos muy significativo en su vida, precisamente allí lo tenía en su delante, aquel campesino fornido que se bajaba de la carreta abriendo los brazos acuclillado recibiendo a su hijita saltando de la carreta, iba caminando de la mano de su hijita hacia la casa remodelada cuando de repente se le aparece la figura de Luis montado en su elegante caballo de paso, la emoción para el campesino fue inconmensurable al tener en su delante la presencia de su hijo, su único varón sobreviviente, a su lado, su única hija mujer que habían quedado de tantos hijos que tuvo y que la desgracia se encargó de llevárselos al cielo, primero la fiebre amarilla con los hijos de su primer mujer y luego aquel accidente de tránsito donde fallecieron los hijos que tuvo con Lucrecia quien en buenos términos se alejó de él para hacer mejor vida dejándole a su hija a cargo, pero ahora estaba feliz pues Luis su amado hijo lo visitaba, se sentaron a conversar mientras miraban a la niña sentada junto a la puerta jugando con una muñeca recién comprada en el pueblo, Luis comentaba su situación económica mientras atento estaba observando el campesino, luego de eso el campesino opinaba de lo gustoso que estaba al tenerlo cerca, con los ojos vidriosos a punto de llorar aprovechó para comentarle las desventuras que tuvo con Lucrecia, hizo pausa entrando a la casa luego saliendo con una bebida de frutas dándosela a su hijo amado Luis, el campesino continuaba contándole sobre la separación con Lucrecia y la responsabilidad de cuidar a la niña con su cuñado Dagoberto, mientras escuchaba eso dio un sorbo prolongado a la bebida, ese nombre, ese nombre, ese cuerpo, cerró temporalmente los ojos recordando ese cuerpo, se remontó años atrás, como un flashback recordó el cuerpecito de Dagoberto siendo niño y esos encuentros sexuales, el campesino hablaba y su hijo meditaba, la niña continuaba jugando, el campesino seguía conversando, Luis vio hacia el interior de la casa, de lo que se dio cuenta el campesino y de inmediato lo invitó a entrar, la mirada de Luis recorría todo el interior y se detuvo en un rincón donde se encontraban sobre una mesita varias fotografías, tomó una que le llamaba la atención, era suya siendo niño, ya antes la había visto en ese lugar, esa tierna foto de Luis montado sobre un caballito siendo niño con traje elegante de marinerito, el campesino orgulloso de ver a su hijo sonriente no pudo más que abrazarlo dejándose su hijo, tembloroso de la emoción lo abrazó muy fuerte diciéndole cuanto lo quería y que le perdonase por ser cobarde y no haber luchado por él, de haber cedido su derecho a la voluntad de Andreina Buonanote la madre de Luis primando las diferencias sociales en sus decisiones de apartarle del niño, el campesino le confesó a su hijo Luis que amó a su madre más de lo imaginable, pero sentía inferioridad hacia su clase social él siendo tan solo un peón muerto de hambre, se enamoraron pero más pudo la voluntad de Rodolfo Buonanote en casarla con Guillermo Izaguirre, fueron varios los encuentros clandestinos entre Andreina y el campesino que de ellos se engendró Luis, luego vino el matrimonio y la supuesta paternidad de Luis con Guillermo Izaguirre, el campesino se enteró del alumbramiento de Andreina Buonanote y estaba seguro que ese niño era su hijo como era efectivamente, el campesino le contaba a su hijo que en sus primeros años de infancia siempre estuvo a la sombra de su cuidado pese a la inconformidad de Andreina que veía eso peligroso para su matrimonio y conveniencia social del qué dirán si se llega a descubrir que había tenido un hijo con un peón de cuadrilla, las apariencias se consolidaban al nacer el niño con rostro muy parecido a su madre y al necer con piel blanca, ambos rasgos muy diferentes a su padre biológico, la genética de su madre prevalecía en Luis, el campesino le recordaba a su hijo que Andreina al tener el niño llegada la hora del bautizo del pequeño, el campesino le pidió que uno de los nombres fuese el de Luis, la madre del niño preguntaba el por qué y se debía a que el padre del campesino se llamaba así, Luis, pese a la negativa de principio por Andreina de a poco luego fue aceptando la petición del campesino suplicándole a nombre de aquel amor que un día tuvieron y de aquellas entregas en el monte como testigo de su pasión que dieron fruto a su amado hijo Luis, el campesino además prometió alejarse de la vida de Andreina, lo que ahora lamenta por no haber luchado por ese amor, hasta esa instancia del relato del campesino pudo ver los ojos derramando lagrimas sobre las comisuras, Luis miraba fijamente la foto, decía que le hacía falta su madre pero el motivo de su visita era el saber sobre su origen paterno verdadero, el campesino se levantó yendo a la salida de la casa diciéndole a la niña que no se moviese de allí que siguiese jugando, obediente asintió la orden de su padre, regresó a sentarse junto a su hijo, el campesino le confesó que su origen está lleno de incertidumbres, tomó una foto mostrándosela a su hijo en el que se podía ver al campesino siendo niño sentado en una silla, a un lado estaba un hombre de color junto a un peón que portaba un rastrillo, en el otro lado estaba una cortadura de la foto y solo se veía la mano sobre el marco superior de la silla, presumiblemente era una mano femenina, esta foto le llamó mucho la atención a Luis, estaba algo borrosa distinguiéndose poco los rostros, preguntó a su padre el campesino por ellos, la respuesta fue que se trataba de aquella pareja que lo cuidaba siendo niño y la parte rota faltante de la fotografía pertenecía a su madre verdadera, de súbito asombro Luis miró a su cabizbajo padre pidiéndole aclaración, luego de un prolongado suspiro, el campesino prefirió callar moviendo negativamente la cabeza, Luis quedó con la intriga.
* * * * * * *
Esa soleada mañana del segundo viernes de enero de 1957 la mujer cerraba la puerta de la humilde vivienda en aquel apartado lugar, llevaba un pequeño bulto, se dirigía caminando por aquella calle empedrada, asomados a la ventana estaban sus dos hijos más pequeños, agitaban las manos despidiéndose con amplia sonrisa, la mujer respiró hondo a su paso, continuó su paso altivo, pese a la humildad su belleza no se opacaba, Amaranta de casi siete años y su hermanito Venancio de cinco años tras despedirse de su madre arreglaban la ropa lavada la noche anterior, la niña vestía un simple camisón de dormir y su hermanito solo tenía puesto un short, estaban descalzos, sus hermanos mayores fueron a las granjas aledañas a trabajar muy temprano en la mañana, retornarían al ocaso igual mientras que su madre lo haría en horas de almuerzo, la mañana irradiaba de sol, los niños sudaban haciendo la actividad, de súbito de lejos se escuchó el timbre que al acercarse se hacía más familiar para la niña que dejó la actividad para ir al encuentro con su amiguito Reginaldo de diez años, le trajo unos dulces a regalar, la niña los desenvolvió sentándose junto a su travieso hermanito que inquieto estaba por saber el contenido de la bolsa de papel, ambos sonrieron al ver esos deliciosos dulces, de apoco los iban comiendo, Reginaldo sentado junto a su amiguita sonreía, el pequeño Venancio no dio cuenta del roce que le hacían las manos de Reginaldo en las piernas de su hermanita Amaranta, la niña degustaba el dulce y sonreía al dejarse hacer eso en repetidas ocasiones, ya antes Reginaldo había visto sentada a su amiguita con las piernas abiertas mostrándose la vaginita apenas cubierta por el corto camisón de dormir, no tenía interiores, la mano siguió rozando hasta llegar a topar la ingle, y los labios vaginales, instintivamente la niña cerró las piernas viendo sonriente a su amigo que insinuaba hacerlo, Reginaldo hizo movimiento de cabeza dándole a entender que deseaba ir dentro de la casa, entraron casi corriendo, dejaron fuera al pequeño Venancio que lentamente gustaba de los dulces dejados, Reginaldo unió su cadera a la de su amiguita, rozándolas repetidamente, así abrazados llegaron a la cama quedando acostados de perfil, la pierna de Reginaldo se posó sobre la cadera de Amaranta, lentamente giraron hasta que el niño quedó encima de la niña y comenzó a alzar y bajar sus caderas recibiendo la niña esos movimientos, unieron sus frentes y sonreían, hicieron un alto para que Reginaldo se ponga en pie delante de la niña que veía deslizarse el pantaloncito corto y la trusa del niño quedando al descubierto el pene lampiño erecto, a la niña le llamaba la atención ese pene desforrado con el glande al descubierto, las manos de la niña hicieron quitarse el camisón de dormir que para gusto de su amiguito ella quedó completamente desnuda, sonrió acercándose con su pene a rozarle los labios vaginales, ella suspiró al sentir el peso del cuerpo de su amiguito, gemía, él se lo hacía despacio con cuidado como a ella le gustaba y se lo hizo saber en seguidos encuentros, ella gustaba ver ese pene erecto lampiño al roce de su vaginita mostrándose el glande a plenitud en ese contacto, Reginaldo mordía los labios cerrando los ojos en muestra de placer, los minutos pasaban y de eso se dio cuenta la niña pidiéndole detenerse pues podría venir su hermanito, dio unos pasos hacia la ventana corriendo un poco la cortina hasta solo poder ver su cara, la niña sonrió, Venancio estaba en la casa de enfrente sentado en el portal junto a Luciano de la Sierva, instantes después el adulto profesor montaba en su bicicleta paseando al niño por los alrededores de vegetación tupida, la niña pensó que estaría ocupado por mucho rato su hermanito, regresó a la cama donde la esperaba su amiguito Reginaldo dando roles sobre la cama sonriendo gustosamente, muy cerca de ahí la bicicleta de Luciano entró al patio llevando a Venancio, entraron por la puerta trasera en búsqueda de bebida fresca, vieron que escaseaba, Luciano dio unas monedas al niño para que fuese a comprar gaseosas, eso le encantaba y a brincos alegres fue por ellas, Luciano miraba el movimiento de caderas de Venancio que las hacía delicadamente, a más de ese traserito curvilíneo que al roce de la tela del short que la cubría se podía notar lo voluminoso de su físico, más esas separaciones de glúteos que hacían deliciosa la vista de su andar, ni hablar del penecito lampiño que se amoldaba a la tela del short que llevaba puesto, los pies descalzos mostraban que no era descendiente de familia ancestral autóctona sino más bien de otras partes, al regresar el niño con lo comprado Luciano se sentó en el mueble de su cuarto a beber juntos, su mirada se centraba en el rodeo de esos labios rosáceos al cubrir todo el pico de botella, tras verlo seguido se excitaba, el adulto fue al cuarto dejando al niño en la sala, luego salió teniendo puesta una remera y un short deportivo por el que se notaba lo erecto de su pene peludo, decidió jugar al caballito con el niño quien gustoso se movía sentado sobre la espalda de Luciano que daba recorridos en círculos por la habitación, todo era alegría en ese instante, los gritos de algarabía se escuchaban hasta donde se encontraban los dos amiguitos haciendo sexo en la humilde cama, los dos niños sonrieron con sus frentes unidas y continuaron con sus movimientos deliciosos de cadera acompañados de caricias, Luciano pidió al niño que se ponga de pie pasándole una venda por los ojos y haciéndolo caminar a tientas por la habitación le pedía que busque una barra de chocolate que sería suya si la encontraba, con la voz de frío y caliente de Luciano el niño la encontró, la amplia sonrisa de Venancio era elocuente, luego lo hizo sentar en el mueble de nuevo vendándole los ojos, esta vez le hizo pasar una banana por los labios que su lengua rozaba, se bajó el short mostrándose el pene descubierto que lo paso por esos labios rosáceos infantiles de Venancio así lo paso una y otra vez, luego le pidió que solo tenga abierta la boca y luego fue introduciendo haciendo finalmente que el niño de unas arcadas ante la masturbación de las manos de Luciano en su pene, le dijo que lo lamiera, pero el niño lo hacía torpemente al estar vendados sus ojos, Luciano le quitó la venda de los ojos, el niño vio lo que antes sentía en su boca, el pene de Luciano, se pasó las manitos por los labios viendo el movimiento agitado del pene a través de las manos de Luciano, lo puso en pie, el niño vio el short llegar al suelo quedando en los talones y tobillos, le hizo que alce los pies para liberarlos de la prenda mostrándose el cuerpo desnudo del niño y así luego lo hizo sentar sobre el mueble abriéndole las piernas lo que más podía así quedando listo el penecito para ser lamido y chupado por la boca de Luciano en repetidas ocasiones hasta hacer un alto para quitarse la remera y el short quedando completamente desnudo delante del niño, lo condujo a la cama caminando lentamente, el primero en acostarse de espaldas al colchón fue Luciano que desde donde estaba lo llamaba al tímido niño arrimado a la pared, ante tanto ademan de acercarse por parte del adulto el niño hizo caso acercándose a la cama y a orden de Luciano el pequeño Venancio estaba acostado encima del adulto, los dos cuerpos con tamaños asimétricos se movían por efecto de las manos de Luciano quien era el de la iniciativa lógicamente, ambos penes se rozaban, el penecito pequeño de Venancio se perdía en los pelos del pene grueso de Luciano, las manos del adulto pasaban por la espina dorsal del niño con caricias constantes en las mejillas y cortos besos en el rostro, lentamente se voltearon, ahora el niño quedaba acostado de cara a las almohadas puestas sobre su abdomen haciendo empinar el traserito que era manoseado, lamido y besado repetidamente por Luciano, le preguntaba al niño si le gustaba y tras un prolongado gemido movía afirmativamente la cabecita, Luciano complacido seguía con el acto de caricias por toda la espalda de ese hermoso cuerpito de niño bonito de cinco años, sintió húmedo el traserito y era por efecto de las lamidas de Luciano, luego el glande rozaba la separación de los glúteos preguntándole si eso también le gustaba, el niño volvía a responder tímidamente que sí, que le gustaba, el glande repetidamente hacía el movimiento sobre los glúteos separados, lo volteó al niño de cara al techo y le hizo abrir de piernitas quedando los piecitos en el aire rodeando la cadera de Luciano, ahora el glande se movía de abajo hacia arriba repetidamente, a Luciano ver ese deslizamiento de su pene en el culito de Venancio del satisfacía sobremanera, por eso le pregunta si eso también le gustaba y el pequeño precioso le respondía tímidamente que si con la cabeza, se estaba formando la metamorfosis en el pequeño Venancio que lo marcaría de por vida, el pene de Luciano seguía con el roce y de repente hizo un alto apartándose del niño cuyos pies quedaron sobre el colchón en el extremo de la cama, vio que las manos de Luciano tomaban crema poniéndose en el glande, el adulto le dijo al niño que esto le iba a gustar más, se arrodilló y abrió lo que más pudo el trasero del niño llegando con la lengua a la entrada del ano y allí continuó con los constantes lamidos y chupadas de ano haciendo estremecer al niño en algo que no sabía hasta ahora en su cuerpo y que lo estaba viviendo por vez primera, de nuevo las piernas del niño se alzaron, el glande embadurnado rozaba la entrada el ano haciendo nuevas sensaciones de gusto en la piel del niño, el glande subía hasta mostrarse sobre el penecito rozándolo repetidamente, Luciano viéndole a la cara sin dejar de sonreír moviéndole el pene le preguntaba al niño si sabía lo que le estaba haciendo, el niño solo se limitaba a sonreír tímidamente esquivando la mirada de Luciano viendo a los lados de la habitación, al o tener respuesta Luciano sólo sonreía viendo la cara del niño inocente, descendió su cara hasta llegar a oído del niño diciéndole una obscenidad, que la mirada del niño al escuchar quedaba fija, después asombrado el niño sintió molestia en el ano haciendo gestos de incomodidad con lapsos de abrir su boca acompañado de gemidos, el glande estaba punteando la entrada del ano, lo dilataba y deseaba abrirlo más, el niño gemía asombrado por ese dolor vivido, sus manitos agarraban los brazos de Luciano, bufaba ante el movimiento corto pausado pero decidido de ese glande grueso que lo estaba haciendo sentir su deslizamiento con el glande lubricado de crema, a unos pasos de ahí, el glande de Reginaldo trataba de penetrar la vaginita de Amaranta que gemía pidiéndole que tenga cuidado pues le dolía, el niño se centraba en lo que estaba haciendo con esos movimientos, ya para ese momento el glande pequeño de diez años estaba a mitad de metido, aún no llegaba al himen, el niño hizo pausa sin sacarlo de la humanidad de su amiguita, luego hizo un leve movimiento de cadera y trató de meterlo más pero el gemido de la niña era fuerte tanto que en el mismo instante a unos pasos de allí Venancio emitía un gemido similar al de su hermana, es decir ambos hermanos sintieron la intención de penetración de sus iniciadores haciendo pues de gemidos, mientras Reginaldo hacía roces con su pene en la vagina de su amiguita el pequeño Venancio miraba el pene de Luciano que rozaba el penecito lampiño una y otra vez con movimientos hacia adelante y hacia atrás repetitivamente y aceleradamente hasta que el niño vio el semen salido del pene de su iniciador que caía en su abdomen, los dedos del adulto pasaban el semen por el ombligo del niño y otro poco era pasado por el penecito mojando la piel toda de semen, el niño miraba los movimientos de dedos con semen en su pene, vio el glande de Luciano con restos de semen, le peguntó al niño si le había gustado, el pequeño Venancio lo miraba con recelo mostrada la timidez en su rostro, vio cómo le alzaba de piernas llegando a sus hombros y vio el glande rozar la piel suave infantil que dejaba rastro de semen en los glúteos, de pronto sintió otra vez molestia en su traserito en la entrada del ano, gemía agarrando la sabana con fuerza bufando respiración entrecortada que moría con un amplio abrir de boca, Luciano decía, uno más, un empujoncito más, lentamente el glande penetraba, el niño al límite de soportar, Luciano comprendió que por el momento ya no más, se apartó del niño yendo a limpiarse el pene, trajo un trapo húmedo y lo pasó por el semen de la piel del niño, lo llevó de la mano al patio tratando de no ser visto pues el niño iba desnudo, luego lo cubrió con una toalla y le puso el short que solo llevaba puesto, de igual manera Amaranta y Reginaldo se aseaban los genitales y se vestían, fue casualidad que al rato se abrieran al unísono la puerta de la humilde vivienda y la casa de Luciano de la Sierva, saliendo Amaranta con Reginaldo y Venancio con Luciano, los dos hermanitos despedían a Reginaldo que montado en su bicicleta conducía alegremente al mismo tiempo que Luciano entraba a su casa, al llegar a su casa Reginaldo fue a la letrina a asearse con agua y jabón su parte intima, tomó un pan con queso y jugo de naranja yendo a su cuarto a recostarse pensando lo que antes había hecho con su amiguita, sonriente y complacido se manoseaba el pene vestido cerraba los ojos pensando en la vaginita de Amaranta, sentía algo especial por ella, le ataría de ella mucho el solo hecho de dejarse hacer eso, recordaba la primera vez que lo hicieron ya hace más de un año cuando estaban jugando ambos muy cerca de la letrina ya cayendo el ocaso sobre aquellos terrenos baldíos en que vivían percatándose la presencia de una pareja que siempre visitaba el lugar apartado, esa vez su curiosidad fue a mayor a ver qué hacían la pareja y lo que vieron cambió su forma de pensar, vieron escondidos a lo lejos las caricias y manoseo del hombre y la mujer pero lo más atrayente fue verlos desnudarse, acostarse uno sobre el otro mostrándose el pene introduciéndose en la vagina de aquella mujer desconocida con movimientos de caderas alzándose y bajándose, pasaron varios días para volverlos a ver, los siguieron y vieron esos movimientos, cundo la pareja se retiraba del lugar ya el ocaso estaba a plenitud, los vieron alejarse, los niños vieron tendido una especie de saca raída que servía de cama a la pareja y a unos pasos había un interior, Reginaldo tomó esa prenda oliéndola y pasándola a su amiguita estaba con mezcla de orina y semen, luego fueron a ver la cama improvisada en ese claro del matorral tupido, dio el niño de pataditas sobre lo tendido, ambos sintieron la soledad del lugar, lentamente el niño se acercó a su amiguita, rodeó sus manos en la cintura y ella hizo lo mismo que los adultos hacían anteriormente, se acariciaron, el niño era el de la iniciativa seguramente por ser el mayor con poca inocencia mientras ella a sus casi seis años se notaba claramente su inocencia, Reginaldo se bajó el pantaloncito corto y la trusa que llevaba puesto, a su amiguita le deslizó el interior sobre las piernas luego le alzó el vestidito diciéndole que lo sujetase, instantes después el niño se acostó sobre lo tendido, la niña obediente se acercó acostándose sobre su amiguito que la recibía a manoseos, el vestidito molestaba, se pararon y se lo hizo quitar, sentían esos cuerpos la brisa fresca de la noche acercándose a plenitud, ya se escuchaban el croar de los batracios, hizo que la niña se acostase, él arrodillado en su delante pasaba la manos por el vientre infantil femenino, le hacía leves cosquillas sacándole una que otra sonrisa, ella no dejaba de ver ese pene y los manoseos que recibía su cuerpo, era su primera vez en la intimidad, en aquella naciente noche fresca, lentamente Reginaldo se acostó sobre el cuerpo tendido de Amaranta, recordaron en sus mentes que así lo habían hecho antes esa pareja, Reginaldo sintió seguridad de sus movimientos cuando fue rodeada su espalda por los brazos de Amaranta, le daba a notar que aprobaba eso y que lo quería sentir, desde allí nació el interés de hacerlo pues ambos lo gustaban y lo gozaban, luego vino el movimiento de caderas que al alzarlas y bajarlas Amaranta y Reginaldo podían algo ver el movimiento de los genitales lampiños, la hizo poner boca abajo ahora ella sentí el golpe de la respiración de su amiguito sobre su cuello a la vez que sentía el roce de algo en su traserito, era el penecito de Reginaldo de nueve años que imitaba lo que veía en la pareja, así la tuvo por unos instantes, al pasar de ese tiempo el pene de Reginaldo había rozado la vaginita y el traserito de la pequeña Amaranta, luego con inusitada rapidez se vistieron yéndose a sus respectivas casas en un silencio prolongado, luego de todo eso que hicieron quedó en mutuo secreto aquello entre ellos en su primera vez pues tenían miedo de ser descubiertos por los adultos creyendo que eso estaba mal, en sus casas habían escuchado de los mayores alguna vez, pero tampoco fue pretexto para no volverse a ver en ese lugar o en otro cuidándose de no ser vistos y haciéndolo rapidito, a los meses siguientes tocó a los padres de Reginaldo salir del lugar, luego siguió el turno de la familia de Amaranta, pese a todo las madres de los niños continuaban visitándose en sus casas mutuamente intercambiando comida u otras sencillas cosas, en cada visita los dos niños siempre se daban lugar para hacerlo y ahora que Reginaldo tenía bicicleta llegaba a casa de Amaranta por cualquier pretexto haciendo eso que tanto le gustaban y cada vez iba en incremento.
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Mielicilla se encontraba bogando en un bote, la niña había cometido una travesura de llevar como pasajero al pequeño Daniel Nicolás, estaban cerca de la playa pese al aguaje del momento, la madre de la niña al darse cuenta de la ausencia en casa de los niños salió presurosa, fue en ese instante que su angustia se incrementa viéndolos, rápidamente pidió ayuda para acarrear el bote, un grupo de reos vio la escena de angustia, uno de los cuatros policías asintió a probando lo que debería hacerse en el acto, el reo saltó del muelle nadando hacia el bote, del cabo lo jaló llevándolo a la orilla sanos y salvos los ocupantes, esa travesura le costó una tunda a la niña delante de su salvador, mientras el reo acuclillado delante del pequeño le hacía mimos en el pelo y carita, Justin presurosa salió de casa, vestía formal, tenía un compromiso en adelante, los reos con sus miradas electrizantes se congratulaban de ver ese hermoso cuerpo, agradeció por la amabilidad que tuvo para con rescatar a su hijo, extendió su mano siendo tocada levente por las callosas manos del reo, la mirada de la mujer contrastaba con la del reo barbado y bronceado, estaba muy fija, como queriendo descubrir algo, al alejarse del lugar la mujer iba tomada de mano del niño, un policía se acercó al reo diciéndole que había salvado nada más ni nada menos que al nieto del senador Pérez, el reo hizo una mueca expresando subestimación, vio sus manos encallecidas, aquel reo con amplia barba y melena suspiró continuando con su camino.
FIN DEL CENTÉSIMO SEPTUAGÉSIMO PRIMER EPISODIO
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