METAMORFOSIS 177
Anónimo.
Sentado con su acostumbrado vaso con brandi dibujaba de sus labios el humo salido del fino habano, sonreía al recibir un sobre en una de sus manos, Débora la fiel empleada ama de llaves era la portadora, tenía una estampilla con matasellos extranjero, la había dejado el cartero en el buzón familiar, el remitente, alguien que le heló la sangre, de ello dio cuenta la fiel mujer, viéndole la mano temblorosa y piel pálida que desde años no lo había notado desde aquella infausta noticia que ella no quería recordar pues era la protagonista, la fiel ama de llaves estuvo presente hasta que el tembloroso Fulgencio Arichabala abría el sobre, se retiró con gestos emitidos por el prestante hombre, quedó sólo en esa amplia habitación así que luego de leer la carta la arrugó lanzándola a la chimenea, vio consumirse lentamente el fino papel del que estaba hecha la carta, papel italiano, fino marginado, de principios de siglo, masticó con furia el tabaco ensalivado, movía negativamente la cabeza, se preguntaba cómo alguien fallecido escribiría semejante carta en estos tiempos, cómo alguien desnaturalizado podría haber escrito bajo la memoria de un finado y relacionar una paternidad inexistente e impensable, se arrepintió luego de haber lanzado el fino papel, pensó que debió conservarle, pero quedaba el sobre italiano, correspondencia urgente decía en un extremo, remitente: Patricio Berlingieri, Fulgencio se recostó pensativo, su rictus era elocuente ante la mirada solicita de Débora que retrnaba trayéndole el té, su intención era preguntarle por qué así de su genio ante la carta, se limitó a mirarlo y que entendiera sus propósitos para ayudarle, el hombre puso los codos en el fino escritorio llevándose las manos a la cabeza cubriéndose la cara por unos instantes que aprovechó Débora para sentarse, estiró su mano pasándola por el cabello de Fulgencio, en ese instante una voz cortante autoritaria ordenaba a la ama de llaves que se retire del salón, Matilde la anciana nonagenaria se sentaba delante de su hijo pausadamente preguntándole el motivo de su contrariedad y enojo, sin palabras le acercó el sobre y al leer la mujer el remitente le vino un sobresalto, como que vientos del pasado retornaban en este presente, fantasmas resucitados supuestamente ya exterminados retornaban a la vida familiar, temblorosa la mujer arrugó el sobre y queriéndolo lanzar al fuego fue interceptado por las manos de su hijo introduciéndolo en un libro antiguo, la mirada de reproche de la madre hacia su hijo no se hizo esperar, su debilidad lo había llevado a eso, fueron interrumpidos por Débora anunciando que Fernanda tenía quebranto de salud, madre e hijo se mostraron indiferentes dándole las espaldas, no le respondieron, Débora movió negativamente la cabeza y salió presurosa de la habitación junto a Fernanda que pedía ayuda, se tomaba su vientre, le puso compresas de agua caliente junto a ellas estaba Victoria preguntando por la presencia de su abuelo y bisabuela, Débora hizo una pausa en silencio mirándole a los ojos y se limitó a pedirle ayuda a la pequeña moviendo el cuerpo de Fernanda hacia el auto que salía presuroso al hospital, Fulgencio miraba desde la ventana al auto partir, corrió las cortinas, Victoria vio enojada esa actitud de su abuelo, es verdad, comprendía esa actitud de Fulgencio ante la deshonra de Fernanda hacia la familia Arichabala al esperar un hijo de aquel médico de apellido Cota, llegados al hospital fueron atendidos presurosamente estabilizando a la paciente, mientras tanto madre e hijo se lanzaban múltiples acusaciones, airado coléricamente le enrostraba a su madre el origen de su debilidad por el mismo sexo, aquella tapada debilidad todos estos años, aquella debilidad que condujo a un asesinato, le recordó con detalles aquella noche lúgubre en la que se encontraba plácidamente dormido hasta sentir en su espalda una tibia mano que lo rozaba, que se deslizaba entre la tela del pantalón de pijama y manoseaba sus tiernos glúteos, luego del sobresalto vio ese rostro familiar sonriente que le pedía silencio en gestos, estaban solos los dos en aquel cuarto, le dijo que era su noche, se acostó junto a él oliendo el característico tufo de libación, las caricias lo relajaban menguando en algo su temor, ya antes habían insinuaciones y roces pero no como ahora que se sentían piel a piel, luego el momento cumbre de aquel momento el pene rozando e introduciéndose en el trasero ante los gritos del niño en que sólo eran escuchados por su iniciador, la nonagenaria de un grito interrumpió el dramático relato de su hijo, golpeó el bastón sobre el escritorio por varias ocasiones maldiciendo el apellido Berlingieri, no cabe dudas que Corina lo sabía todo, la anciana profería palabras gruesas golpeando repetidamente el bastón luego ordenándole que la acompañase al hospital, a informarse del estado de salud de Fernanda, todo esto para guardar las apariencias y evitar culpas por irresponsabilidad, aunque sostuvieron la necesidad de enviarla a la costa a la residencia de Nicolás, para ejecutar aquel desenlace final próximo del que macabramente tenían pensado ejecutar.
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Recostado sobre un pequeño muro con loseta saliente en ese amplio patio estaba el reo tomándose la amplia barba juvenil del espeso cabello, meditaba los sucesos del país, su situación ahora que estaba cerca de conseguir su anhelado objetivo, ser libre, se lo había prometido su amigo Serafín, el abogado economista venido del país del norte, hijo del referente empresario comercial Carlos Felipe del Olmo, suspiraba, de súbito un hombre recién llegado se acerca a conversar plácidamente, quería entablar amistad, estuvo un rato y se fue, el reo quedó acostado viendo las nubes, siendo transportado por sus pensamientos a aquellos encuentros, aquellos sublimes momentos de amor con sus dos amadas, a ambas las quiso y las respetó como a ellas querían que las respetase: con delicadeza y candor, emitía sus nombres al viento, aquellos dos nombres significativos, agradecía al destino el haberlas conocido, de su cinto sacó un amarillento papel, las fotos de páginas sociales donde se veían varios niños, se identificaba por aquellos como parte de su vida, sabía que algo de relación existía, no podía ser de otra forma, estaba seguro, las fechas así lo mostraban con su frío cálculo, lo sentía en las fibras de su alma, los rostros de aquellos orgullosos padres pertenecían a su pasado inmediato, desearía estar cerca de ellos, la brisa del mar llegaba a su rostro, suspiraba y suspiraba ante el recuerdo de esos dos hermosos rostros femeninos, suspiraba recordando sus entregas, sonreía ante la traición de aquellos dos hermanos al enamorar a sus mujeres, reia recordando a esos dos cornuudos, pero de inmediato se puso serio pensando el precio que tuvo que pagar por tal audacia, y seguramente quien se cobró ese irrespeto por la mujer ajena fue el padre de aquellos pobres hombres sin personalidad alguna, sí, pensó, seguramente fue él, quién más, seguramente lo supo y lo hizo, por tanto, difícil de olvidar y perdonar, gracias a ese poderoso hombre y su maquiavélico plan cayó en desgracia convirtiéndose en reo, hizo puños con firmeza, estaba arrepentido de haber tomado esa decisión de alejarse de sus amadas, golpeó la losa, impotente, de pronto el hombre que antes estuvo con él le pidió que lo acompañase, se negó, quería seguir meditando en ese lugar, al poco tiempo sintió por instinto que por detrás una punta de arma blanca rozó la piel que recorría suavente la costilla, lentamente se puso en pie y fue conducido sin sospecha hacia a un pasillo semi oscuro, al lado suyo un guarda miraba, el reo notó que era cómplice, sabía lo que vendría, su amigo de celda lo vio, hizo señas, dos de sus amigos se juntaron, el trio siguió al reo pero de inmediato fueron bloqueados por el guarda uniéndose cinco guardias más, en su detrás el reo iba con el hombre recién llegado justo para entrar en una celda solitaria, y fue en un movimiento inusitado en el que el reo logra bloquear el ataque y somete a su agresor dejándolo inconsciente, de ello se da cuenta uno de los guardas entrando al pasillo, intenta sacar su arma pero es sometido por el reo antes de entrar, se oye un disparo, es al aire, los cuatro guardas forcejean con el trio de reos, uno de ellos recibe un impacto de bala en la pierna, se forma la trifulca, pero rápidamente es sofocada, el reo es conducido a una celda de castigo, junto a su agresor, pasaron varios días a pan y agua, cuando salieron se tuvieron en cuenta, los días para el reo eran sufribles hasta que llegó la noticia de su libertad, se comprobó que el hecho acontecido era en defensa propia, sin embargo debería estar unas semanas más, por lo del incidente, semanas interminables para el reo, la vida continuaba pero con mucho cuidado, los papeles anónimos circulaban por los pasillos, la orden estaba dada, el reo no podría salir vivo de allí, era vital en esos momentos que se cumpla la orden, había dinero, mucho dinero de por medio, sería para la tarde, en las duchas, dos reos cumplieron el objetivo apuñaleándolo en varias partes del cuerpo al pobre reo quedando gravemente herido, fue trasladado al hospital del sector dándole pocas probabilidades de vida, Serafín llegó a tiempo, fue transferido a un mejor hospital, el traslado casi le cuesta la vida, Serafín notaba que su amigo se aferraba a la vida, algo lo motivaba a subsistir ante la malicia, no se equivoca, pues la turbulenta mente del reo aparecían el rostro de aquellos seres amados, abrió los ojos tomando con fuerza el brazo del benefactor como rogándole que no lo deje morir, las heridas eran muy arteras, solo un milagro, se decía por parte de médicos tratantes y enfermeras, Serafín no se apartó de su amigo, un policía hacía de guardia en la puerta, Serafín no confiaba ya en nadie de seguridad menos de ese personaje, su padre Carlos Felipe del Olmo llegó al sitio una vez enterado por su secretario, entraron a visitar al enfermo, desfalleciente estaba, los visitantes suspiraron prolongadamente, Serafín estaba contrariado, a pocos días de ser liberado le pasa esto, el jefe del centro penal ingresa en la habitación para enterarse de la situación del preso, extiende su mano entregándole un anónimo al abogado, padre e hijo lo leen con detenimiento, era una orden de aniquilación del pabellón si el reo salía vivo, significaba mucho la presencia del reo en el penal, Serafín sonrió sarcásticamente, agradeció el gesto del alto asalariado, era preciso para convenir la libertad del reo, a fin de cuentas faltaban días para el cumplimiento, padre e hijo fueron a tomar un café, Serafín le comentaba a su padre la historia de aquel reo y su empoderamiento del caso, en el relato salió el nombre de Fulgencio Arichabala, para Carlos Felipe del Olmo ese nombre era peculiar, los tentáculos de intereses oscuros seguramente crearon esa sentencia de muerte en el papel, quizá el reo es víctima de las intrigas de ese nefasto personaje que ahora mismo escalaba posición en el nuevo gobierno creado, Carlos Felipe dio su apoyo a Serafín para que lograse que sobreviviera al reo y pronto evitando otro intento de asesinato, las pocas influencias de Carlos Felipe se hicieron presente tibiamente, pero algo necesarias para el pobre reo, las semanas transcurrieron dando convalecencia optima del reo, fue trasladado a una celda de vigilancia, terminaba así su convalecencia y llegó el día de partir, desde una malla de protección que separaba los pabellones se despedía de sus amigos prometiéndoles sacarlos de allí pronto, les debía la vida, los tendría presente, respiró hondo en la puerta del penal, el aire de mar golpeaba su rostro, ahora amaba más la vida, tenía muchas cosas que hacer y en que pensar, junto a su amigo Serafín entró al auto dirigiéndose camino a su nueva vida.
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Faltaba una semana para retornar a la capital, Amanda y su pequeño hijo Carlos Gustavo Eleuterio estaban alojados en casa de una amiga de juventud, los tres estaban de compras en la feria del pueblo en aquella soleada mañana tras fuerte lluvia, los pobladores miraban con admiración la presencia de Amanda y su hijo, ambos contrastaban con la vestimenta de los pueblerinos, más las miradas de los conocidos transeúntes y vendedores se centraban en el niño, comentaban sobre su origen, les llamaba la atención de estar sola, sin su compañero sentimental que otrora había salido del pueblo, cada saludo era de admiración, se decían que allí iba la hija de Eleuterio, el niño agarrado de la mano de su madre libraba los charcos, su amiga guiaba las compras, se saludaron con viejos conocidos en especial con el dueño de la abacería del pueblo, el niño señalaba con su dedito el cristal que tenía dulces, su madre le pedía que aguarde, recorrieron el amplio lugar, Amanda no dio cuenta de la entrada de sus padres más si lo hizo el pequeño Carlos Gustavo Eleuterio que corrió a los brazos de su abuela, la mujer tiernamente marcó a su nieto que estiraba con el brazo señalando el lugar de los dulces, la abuela besaba cariñosamente a su bien vestido nieto, Eleuterio acomodó su amplio sombrero campesino, mostraba un rictus de seriedad, el niño se bajó de los brazos de su abuela y corrió donde se encontraba su abuelo, la espontaneidad del niño contrastaba con la seriedad conservadora del abuelo, el niño estiraba los brazos con ademanes de ser marcado, pasaron segundos, Amanda sin movimiento presenciaba con su amiga esos segundos dubitativos de su tosco padre, lo que siguió la llenó de complacencia pues Eleuterio estiró los brazos recibiendo a su único nieto que de por si llevaba su nombre marcándolo con ternura haciéndole mimos llevándolo al recipiente de vidrio que contenía dulces, el niño estiró su brazo agarrando un par, aún marcado con sus manitos puso uno en la oreja de su abuelo y el otro fue desenvuelto con sus deditos, el dueño del local sonreía y felicitaba a Eleuterio por su hermoso nieto varón, Eleuterio se complacía al escuchar que el pequeño se parecía mucho a él, tenía las facciones de Amanda muy parecida a Eleuterio, solo que su piel blanca y cabello castaño muy claro eran diferentes seguramente los había heredado de su padre, Amanda giró a seguir con su compra junto a su amiga que sabía la situación con el padre, Eleuterio se sentó en un taburete y no se despegaba de su nieto, su esposa hacía las compras acercándose a su hija y a la amiga a conversar mientras compraban, Eleuterio las miraba con detenimiento, el dueño del local dio cuenta el poco diálogo de Eleuterio pues toda su atención era para el pequeño que le acariciaba el sedoso pelo y lozanas mejillas, de súbito el niño se apartó de su abuelo tomándolo luego de la mano llevándolo a donde estaba su madre y abuela, con la otra manito tomó la mano de la abuela uniéndolas, esa actitud tierna complació a los presentes, Eleuterio se hizo en un aparte sin poder evitar la mirada de su hija Amanda, ya no era de reproche, ya no era de decepción como aquel día de encuentro, más bien era tristeza, era angustia, Amanda lo sintió así, dejando la cesta en el suelo dio unos pasos y abrazó y a su padre, pidiendo perdón, el niño entre ellos marcado puso seriedad no entendiendo el llanto de su madre, la madre de Amanda se sumó al abrazo pidiéndole a Eleuterio que la perdone que era su hija quien le pedía aquello, el niño inocentemente agitaba sus manitos diciendo repetidamente si, si, si, Eleuterio se apartó un poco sin perder la severidad de su rostro, vio a su hija y le dijo que la guiase a la casa de su amiga para recoger sus cosas pues el resto de su estadía pasaría en la humilde ramada, quería tener a su nieto siempre a su lado, lo marcó saliendo del lugar, madre e hija se abrazaron, la amiga muy complacida del rencuentro las siguió detrás, apenada por no contar con su presencia pero a la vez contenta de verla feliz; tiempo despés, lejos de allí, en el campo estaba Jasmani y el pequeño Eleuterio ayudaban a la pareja de esposos Ana y Clotario recolectando maíz, Renata quedaba en la ramada cuidando al pequeño Renato y Eleuterio era el encargado de transportar en pequeñas sacas las mazorcas siendo llevadas al pequeño granero junto a la ramada, Ana Luisa junto a su esposo limpiaba el sembrío seco mientras Jasmani limpiaba mazorcas poniéndolas en el costal listas para que los niños las carguen, la soleada mañana hacía su efecto, los niños demoraban en retornar, Jasmani cargó las sacas en dirección a la ramada de sus amigos Ana Luisa y Clotario que se recostaron a limpiar las mazorcas, era muy distante el lugar, Jasmani sudaba con mucha sed, apremiaba tomar agua, fue al pequeño granero dejando las mazorcas, se sentó jadeante, en su delante estaba el guindado cántaro de agua fresca, bebió hasta cuanto pudo, lentamente, respiraba pausado, el agua recorría la camisa hasta el pantalón, sacó sus botas liberando sus humedecidos pies, por la hendija de la pared de carrizo entraban los rayos de sol, volvió a beber mirando a su alrededor, pensó en los niños, suponía donde estaban, sonrió y bebió unos sorbos, se recostó por un instante hasta sentir su cuerpo libre de cansancio, se manoseaba el pene vestido imaginándose lo que estarían haciendo los niños, todo era silencio, aquel hombre salió lentamente del pequeño granero improvisado, sigilosamente caminaba, llegó detrás de la ramada, al principio al arrimarse a la pared no escuchaba ruido desde adentro, por debajo del entablado vio a través de las hendijas las sandalias y unos pies en el aire sobre el catre, sonrió, sabía lo que estaban haciendo esos pequeños traviesos, pensó que la puerta estaba con seguro, decidió mejor ubicar un tanque y se paró sobre él viendo por la ventana a Eleuterio con su pantalón y calzoncillo a los tobillos que estaba acostado encima de Renata que tenía levantado su vestidito al pecho, ambas caderas desnudas se rozaban uniendo sus caritas infantiles, el penecito de Eleuterio se deslizaba en la vaginita de Renata y se lo veía cuando alzaba las caderas, por un instante los vio en esa postura, el traserito descubierto alzando y bajando en ritmo mientas quietecita Renta recibía esos movimientos, Jasmani emitió un leve silbido, al instante las dos caritas infantiles miraron hacia la ventana encontrándose con el amplio rostro sonriente de Jasmani que les pedía abriesen la puerta, esperaron a vestirse adecuadamente y abrieron la puerta, sin palabras Jasmani les acarició el rostro sobándoles el pelo en señal de aprobación a lo visto, las manos de Jasmani bajaron su pantalón hasta los tobillos, los niños vieron cómo se deslizaba el calzoncillo por las piernas de Jasmani dejando libre al descubierto ese prominente pene peludo, Renata mordía sus deditos ensalivados viendo a Jasmani que se sentaba sobre el catre, le pidió a la niña que se siente sobre él, la acomodó con el vestidito alzado sobre con las piernitas abiertas de modo que pudiera verse el pene erecto delante de la vaginita, la hizo alzar y bajar como cabalgando rozándole el pene en los muslos luego dándole besos en las mejillas, la mirada del nene era a ese movimiento de deslizamiento de la piel del prepucio que cubría y descubría el glandee mientras Jasmani a la nena seguía besándole el cuello y pelo, Eleuterio que ya se estaba estirando su penecito erecto vestido recibió la orden de Jasmani de bajarse el pentalón y el calzoncillo para que se acerque, Eleuterio con su penecito rozaba el pene de Jasmani a la vez la vaginita de Renata, los tres cayeron en la cama agarrados, reían, Jasmani les hacía cosquillas, manoseaba los traseritos, la puso de cara al catre a Renata abriéndole los glúteos oliéndole el interior del traserito, Eleuterio miraba eso sentado sobre el catre arrimado a la pared estirándose el penecito, la niña quietecita sentía el pasar de aquella lengua de su iniciador dejando restos de saliva y el adulto tomó el pene colocándolo entre la separación de los glúteos tratando de perforarle lentamente ante cada chillido que ponía alerta a Eleuterio pues era grueso el pene que entraba en ese traserito, el niño miraba ese movimiento de cadera y del pene del adulto, así era que Jasmani lentamente lo metía hasta el aguante de la niña, la manito de Eleuterio rozaba el pene que se movía en el traserito de Renata, se detuvo el iniciador, ahora la volteó abriéndolaa de piernas y así fue pasándole el glande entre los labios vaginales, los dedos de Eleuterio rozaban el tronco del pene que se deslizaba, Jasmani se hizo a un lado para que el niño se acercase con su penecito erecto a rozarle la vaginita que por sí ya estaba rosácea de tanto frote, Jasmani miraba el rostro de satisfacción del pequeño Eleuterio y así gustaba verlos moverse con sus pelvis pegada, luego le ordenó al pequeño que se suba el calzoncillo y el pantalón y que no se despegase de la ventana por si Ana o Clotario podrían acercarse, el niño aseguraba que no estaban los esposos, Jasmani lamió varias veces los labios vaginales de Renata así como el clítoris dejandole bien humedecida de saliva, el niño miraba con atención, aprendiendo para hacerlo después, en otra ocasión cundo se presentase el modo, sonriente Jasmani le pregunta a la pequeña Renata que a dónde estaba el “jueguito” rico y la niña inocentemente con gestos en las manos le indicaba la vaginita, de esa forma Jasmani volvía a lamer y chupar la vaginita haciéndola reír, se aparató viendo a la niña aún acostada en la cama con las piernas bien abiertas preguntándole con su pene agitado si lo quiere allí en el jueguito, ella reía señalando su vaginita moviendo afirmativamente la cabeza, mientras tanto el pequeño Eleuterio muy sonriente miraba por la ventana y a la vez observaba el cuerpo de Jasmani sobre el de la niña inclinados en la cama, se podía ver claramente el pene grueso venoso que rozaba abriendo los labios vaginales metiéndole al aguante de los pujes de la niña, cada vez era más y más el roce, Eleuterio se descuidó de la ventana para acercarse y ver detenidamente como el pene se deslizaba por esa vaginita, constantemente en cada movimiento de pene le preguntaba a la niña si le estaba gustando ese jueguito y ella respondía que sí, el pequeño Eleuterio vio salir semen del pene pegado a la vaginita que se deslizaba por la piel de la niña, se apartó agitándolo con la idea de que el resto del semen quede en el piso, apretó el glande quedando salidas algunas gotas de semen, le dijo a la niña que se quedase quietecita, el inquieto Eleuterio exploraba la vaginita de su amiguita toda ella con semen, pasó un dedo recogiendo resto de semen, lo olió, parecía pegajoso, Jasmani le dijo que se siente bien, Eleuterio se bajó el pantalón y calzoncillo quedándose en los tobillos, se estiraba el pene por unos segundo y lentamente pasó a rozarlo por la vaginita, Jasmani gustoso viendo el movimiento de caderas sobre la niña, más aun viendo cómo el penecito humedecido de semen rozaba la vaginita, la niña suspiraba como ya cansada, seguramente le incomodaba ese líquido en su vaginita, al pequeño le gustó eso y siguió por un momento así, luego se apartó de la niña limpiándose el penecito con agua igual que Jasmani y Renata se subieron calzoncillo y el pantalón, Jasmani y Eleuterio bajaron al granero a ver los costales tomando dirección a la cosecha, desde la pequeña ventana de la ramada Renata los vio adentrase entre la plantación, lentamente bajó la escalera rustica de madera rascándose el trasero y la vaginita, se acuclilló a micciar, luego subió al escuchar el llanto de su hermanito, posteriormente se acostó con él arrullándolo, el trapito que cubría el penecito se deslizó mostrando ese miembro infantil rosáceo seguramente con escaldadura, los deditos de Renata jugueteaban con el penecito de su hermanito, lo asociaba con el de Eleuterio y con el grandote de Jasmani, con su dedo índice rozaba su dilatada vaginita dentro del calzón, lo deslizó acomodando a su hermanito entre su barriga y piernas poniendo el penecito en la vaginita, lo abrazó cariñosamente cerrando los ojos seguramente pensando que no era su hermanito sino Eleuterio o Jasmani, quedando después dormida junto a su hermanito Renato.
FIN DEL CENTÉSIMO SEPTUAGÉSIMO SÉPTIMO EPISODIO
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