METAMORFOSIS 188
Joven madre.
La joven madre contemplaba los movimientos de su tierno hijo al intentar dar sus primeros pasitos, pese al frío imperante dentro de la rústica vivienda de la montaña había ese deseo de seguir viviendo, estaba contenta contemplando a su pequeño retoño, dos ancianas a su alrededor gustaban de la escena, había nacido de vientre infantil, aun así era robusto por los cuidados ancestrales, “pintaba para ser grande”, decían las orgullosas ancianas junto a la joven madre, cuando se le preguntaba por el padre todo era silencio, las ancianas comprendían la impertinencia de la pregunta, mejor dejarlo así, sólo importaba el niño, parecía que la joven madre no tenía familia pues vivía sola en aquella casucha que fue pertenencia de sus abuelos campesinos y que ahora moraba solitaria con humildad viviendo del lavado de ropa y una que otra caridad que los vecinos le brindaban en comida, estaba delgada, desaliñada, con un semblante no apto para vivir, lo poco que comía era para mantener lo robusto de su pequeño hijo, su madre y hermano la abandonaron, eso creía ella tras haber dado a luz, el padre… quién sabe, sólo ella sabría en secreto sobre la existencia de la paternidad de aquel hombre, ante la insistencia de su madre se resistió a emitir tamaño nombre, era posible que tenga un recelo y una indudable venganza, se sentía poca persona, y lamentablemente pensaba en su bienestar menguado al de su vástago tierno, se arrepentía de no haberle dicho a aquel hombre sobre la paternidad de su hijo, si tan sólo se hubiese acercado a decirle que esperaba un hijo suyo quizá su vida hubiese cambiado pero se sometía a las exigencias de desprecio social, reaccionó y decidió mejor seguir así lejos de la presencia de aquel hombre que ignoraba tener un hijo de ella, de él tenía un hermoso recuerdo de aquellos hermosos encuentros sexuales en las que ella se entregó en cuerpo y alma, el tiempo transcurría y se la podía ver en el lecho del río al momento de estar lavando junto a un bulto de ropa donde colocaba a su hijito de meses de nacido, ella hacía pausa al limpiarse la frente, se decía que eso no era para ella, pero al fin de resignación costosa continuaba con su actividad, el sol ya se ponía junto a la finalización de la tarea, no estaba sola, habían más mujeres como ella en cada roca aledaña a metates dando golpes a la ropa para sacar sucia mugre, copiosamente actuaba, tenía sensación de angustia a ratos de ver a su hijo llorar para contentarlo con amamantarlo, le calmaba así el hambre, pero ella no estaba bien alimentada, tiempo después recogía la ropa tendida ya seca por el sol de la montaña, hacía bulto, entre las mujeres se ayudaban con la carga, tras de sí llevaba al pequeño, al inicio con llanto al sentir la espalda húmeda de su madre, al poco se iba durmiendo con el arrullo y el movimiento de su precursora, llegaba a pie de puertas para dejar la ropa, algunas pagaban puntual otras dejaban al fio, ella con monedas en mano hacía cálculos mentales de lo que le permitía subsistir, era poco, muy poco, para lo que antes estaba acostumbrada a recibir, pensó sentándose en el portal qué sucedió, en qué momento perdió la cordura, por qué se dejó seducir por esos tres hombres entregándose con pasión, a los que les entregó su cuerpo, y en especial en aquel hombre que sería el padre de su hijo, en quién de ellos estaba cimentado su verdadero amor, no lograba responderle a su conciencia, el llanto de su hijo le interrumpía sus pensamientos por darle más seno eso la animaba a continuar su actual modo de vida, le acariciaba el pelito lacio y esos ojitos despiertos mostrando dulzura innata, la última parada era en el dueño de la abacería del pueblo de la montaña agreste, como agreste era el carácter de aquel hombre ladino y maloliente, siempre se fijaba en las piernas de la joven madre, antes conocida alegremente como la “niña”, con característicos gestos el hombre le insinuaba que dejase la ropa en un rincón y al agacharse la tomaba de la cintura, ella se dejaba, sabía que con eso tendría pan y leche por unos días, se dejaba manosear, lentamente caminaban al interior, se sabía que el hombre estaba solo al entrar en la habitación, el niño jadeaba y bostezaba, la madre joven escuchaba palabras dulces del hombre que le ayudaba a poner al niño sobre un baúl abierto que contenía amplias sábanas, lentamente se dejaba acostar, sus pensamientos de lo que iba a hacer se lo debía a su hijo, por él lo hacía, ella se recostaba en la cama nupcial profanada por ese cuerpo desnudo de madre joven, vio a hombre bajarse el pantalón y el calzoncillo de antigua usanza, el pene peludo agitado tenía algunas canas propias del cincuentón, ella al abrirse de piernas dejaba ver su vagina cuyo glande entraba entre los labios vaginales metiéndole todo el tronco lo que le hacía pujar, gemir y dar uno que otro alarido lo que estimulaba la cadera del hombre para hacer un inclemente mete y saca, las piernas del nene se topaban con sus manitos, sintió incomodidad queriendo llorar, lo que los adultos no hacían caso, estaban en lo suyo, el hombre de la abacería seguía concentrado en su mete y saca, le dio vuelta al cuerpo de la madre joven y le penetró por el ano haciéndola gemir más y más en cada milímetro que entraba, de pronto ella sintió el tibio semen en su espalda, la campana de atención de la abacería sonaba repetidamente tras la visita de un marchante, el hombre complacido manifestaba “justo a tiempo”, ella sintió alejarse al hombre que se arreglaba la ropa, antes de salir le dio un billete de media denominación y le indicó el recipiente que contenía leche de establo, se limpió el semen de su espalda con simple papel higiénico lanzándolo a la bacinilla a medio contenido de orina que la completó con su orina, salió a pasos lentos de aquella habitación, dio unos cuantos pasos hasta llegar a un corredor que daba por detrás de los mostradores de productos, su hijo la amamantaba para evitar el llanto, como siempre la puerta trasera estaba abierta, salió con cuidado de no ser vista, aceleró sus pasos en la polvorienta calle, suspiró ante el viento fuerte, unas lágrimas salían de su rostro, si, daba su cuerpo para subsistir, sin ser vista, un hombre sentado sobre una silla tenía puestas sus botas vaqueras sobre el marco de esa ventana de madera de principios de siglo XX, emitía boconadas grandes de humo de tabaco, sus dientes amarillentos daba lugar a reflejar la tenue luz solar con su amplia sonrisa, sus manos acariciaban el bulto de la entrepierna, su pulso era alto, el verla salir de aquel lugar lo había excitado, presentía lo que ella había estado haciendo en la casa de ese viejo dueño de abacería, de un impulso saltó de la silla, bajó rápidamente las escaleras, siguió por detrás con cautela a la joven madre, no dejaba de rascarse el bulto de la entrepierna mostrándose en ese ajustado jean de vaquero, masticaba el tabaco luego expulsando humo, la vio entrar a esa humilde vivienda de carrizo, al arrimarse a la puerta la vio que acostaba a su hijo con la intención de arreglar otra ropa lavada para ser entregada, el hombre se ofreció en ayudarle en tono cordial como siempre, pese a su situación ella no perdía su atractivo, juntos salieron a dejar la ropa, el nene quedaría al cuidado de aquella anciana vecina, quién desde que llegó en estado hasta ahora no la ha abandonado, sabía lo que la pobre madre joven atravesaba, ya dejando toda la ropa él la invita a tomar una gaseosa, ella acepta bebiéndola en un banco del parque improvisado polvoriento del pueblo de montaña, de lejos el dueño de la abacería los ve con risa irónica, atisba algo, lentamente la mano del hombre se posa sobre el de ella, se nota una declaración, ella lentamente desliza su mano retirándola, el abacero sonríe complaciente, pero aquel hombre insiste en tocar su mano femenina ahora con las dos manos, ella se ruboriza, de buena ley él quiere estar con ella, caminan por debajo de los soportales y en un corredor la toma de los hombros en forma sutil, ella deja manosearse de aquel hombre, le dice frases dulces mirándola fijamente a los ojos le reitera sus buenos sentimientos, ella sentía en sólo él aquella firmeza que hombre alguno no le había dado, con él ella se sentía diferente, gustaba que acaricie a su hijo, le hacía pensar que también era suyo, en verdad que aquel hombre no era tan apuesto pero si tenía un físico envidiable de musculatura, se dejó llevar, caminaron por aquel contiguo bosque del pueblo, era aquel ocaso del tercer miércoles del primer mes de 1958, desde aquel sitio donde se sentaron divisaban el pueblo, sentados sobre una gran roca se besaban apasionadamente, ella al principio se quería resistir pero se dejaba ante los movimientos de manos y labios en su cuello, escuchaba frases de elogios, eran muy bonitas tanto que le hacían desistir de su resistencia, sobre el pasto húmedo se acostaban besándose lenta y prolongadamente, sintió las manos viriles recorriendo su cadera deslizándole el interior entre la tela de su vestido, se dejó desnudar, ambos cuerpos desnudos sobre el pasto de montaña sentían la humedad, los dedos alargados de ella acariciaban el pelo y la frente de su joven amante, él le llevaba 8 años de existencia en adelanto de este mundo, le miraba fijamente los ojos miel y ese pelo castaño oscuro que contrastaba con su blanca piel, de sus labios femeninos llenos de suspiros salió ese nombre: Amarildo, el hombre al escuchar su nombre dio un amplia sonrisa, su ocupación de comerciante como ella pensaba le daba seguridad, desde hace pocos meses se habían conocido en la abacería, su paso por el pueblo era de tres días por cada mes, era el tercero que le quedaba de residir en el pueblo por este mes, la mañana siguiente continuaría su viaje, a ella le comentaba de su soltería y su deseo de formar un hogar con ella, él la estaba llevando a las redes de la pasión, ese hombre era un arrebato en el amor y había puesto sus ojos en ella, la convicción de salir de aquel atolladero en el que se encontraba le permitía confesarle sus inquietudes y ella creer todo lo que Amarildo le decía, la sonrisa cautivadora del amante insinuaba el deseo carnal, con el abacero era un interés económico pero con Amarildo era una necesidad y esta sería su primera, ella caía rendida ante su llamado del amor, el cuerpo de aquel hombre le daba seguridad como en escasas ocasiones lo había sentido en su juvenil vida, la grama era testigo de aquellos cuerpos desnudos en una entrega total, ella lamía el pene en repetidas ocasiones haciendo una delicia aquel sexo oral, mientras él en un portentoso 69 le lamía la vagina y parte del cóxis lo que la hacía gemir, de tanto manoseo y caricias en sus cuerpos vino la postura sexual que a ella más le encantaba abriéndose de piernas y mostrándose por completo aquella vagina juvenil, el amante no esperaba a más y luego de besarle los pies y las piernas hasta llegar a la vagina le introdujo el grueso pene de glande proporcionado que entraba y salía al principio lento para luego seguir con rapidez, los amantes hecho uno en bulto se agarraban entre sí sin la mínima oportunidad de soltarse, ella era la más empeñosa, la noche se presentaba ante esos cuerpos entregados a la pasión, el hombre seguía embistiendo en esa vagina ahora humedecida pues ella había acabado y él se preparaba para lo mismo, solo que ante la vista de ella su amante sacó el pene de la vagina y al instante después ella miraba el pene sobre su vientre que se deslizaba lanzando semen abundante, ella le preguntó el por qué no lo dejó dentro a lo contesta de su amante que ya habrá momento para ello, por un buen rato continuaron abrazados desnudos acostados sobre la yerba húmeda, era el momento de partir de aquel lugar que sería de encuentro, se despidieron en el portal de la casa humilde donde ella vivía, al abrir la puerta la anciana con el niño en brazos mostraba un semblante de seriedad, era que ella se había demorado en la entrega de ropa, ella ingresó a la habitación sonriente tomando al pequeño, la anciana siguió detrás, ella no escuchaba consejos acerca de exponerse con ese hombre, su mirada estaba fija en el infinito, recostada en la cama no daba crédito a las palabras de la venerable anciana, sólo recordaba lo sucedido y anhelaba que pasen los quince días para volverlo a ver.
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La pequeña Sophie escuchaba música de época en esa tercera semana de enero de 1958, veía a través del cristal de nieve el movimiento del auto de Leroy yéndose al trabajo, llevaba de copiloto a su hijastro, lamentaba que en los últimos día el trato que le daba Leroy era gélido como el actual ambiente, se deslizó en el sillón estando cubierta por una manta, se estiró con la intención de desperezar su cuerpito infantil, le vino el bostezo y la forma instintiva de meterse la mano por el calzoncito sobándose los labios vaginales, cerraba los ojos dándose placer, recordaba el cuerpo desnudo de Leroy, le ataría pese a su edad, él era quien le había iniciado en el sexo, recordaba esas posturas sexuales en la cama, tragaba saliva, su respiración se aceleraba, demostraba delirios de deseos al ambiente, gustaba por pasarse el dedo constantemente, abría la boca en señal de placer, el sillón era testigo del deseo que a su corta edad ya tenía por el sexo opuesto, ante tanta insistencia de la presencia del cuerpo Leroy desnudo en su mente Sophie se propuso acercarse a él, sin duda creía en la necesidad de estar cerca de él, de recibir sus caricias y si es posible hacer todo lo que diga venciendo sus miedos, no soportaba que a su hermano lo trate de mejor forma que a ella, abrió los ojos, sacó la mano del calzoncito llevando a olerlos, emitió un suspiro cerrando los ojos diciendo al viento el nombre de Leroy; a kilómetros de distancia el auto se estacionaba en la gran mansión, hizo una mueca muy sentidad al salir del vehículo, se preguntaba con que nueva trastada se encontrará hoy en la cantibflada vida del patrón y su hijo, como siempre al enrar a esa amplia oficina se puso a las órdenes de su patrón, le dijo que tome asiento y le informó de sus nuevas labores del día, una de ellas era llevar a su hijo al aeropuerto, viajaría a europa por unas semanas, el dejado modo de cirlo se reflejaba en el rostro avejentado de aquel hombre, el chófer Leroy aceptó y se dirigió al auto a esperar al hijo del patrón, a su lado pasaba Thomas que iba un poco preocupado llevando un paquete en dirección de la oficina del patrón detrás iba su hermana la eficiente empleada, ella tenía un rostro contrariado, seguramente pensó que elpatrón hoy no amaneció de buen humaor, al rato el hijo del patrón aparecía ingresando al auto, le dijo que llegue pronto al aeropuerto, el auti transitaba por la ciudad, Leroy olìa el humo de cigarro emitido de labios del hijo del patrón, no articuaron palabra, seguramente también él amaneció de buen humor, tomó sus petacas y se despid´del chófer dándole en propina un billete de mediana nominación, Leroy agardeció el gesto, pensó que no estaba totalmente enojado aquel joven, a su regreso se etacionó a esperar por la salida del patrón, como el tiempo transcurría mejor decidió a entrar para informarle lo sucedido con su hijo en el aeropuerto, cuando se sentó en la sala se observa que el patrón baja con su bata diciéndole a su chófer que lleve de compras a la empleada, le tendió dinero en la mano y de inmediato la joven mujer se subía al auto rumbo al mercado, iba con varios canastos puestos en la cajuela, una mano estaba tendida sujeta sobre la tela de la ventana miraba a través del cristal del amplio ventanal el moviiento del vehículo que se perdía por las calles, ssupiró, vio su reloj, caminó hacia una mesita bar donde se sirvió brandy para templar los nervios y la ansiedad, se sentó en una silla junto al ventanal a contemplar la ciudad, de pronto siente que tocan a la puerta de su cuarto, sonríe, bebe el contenido de la copa, la deja en la mesa y ordena que pase, la puerta se abre apareciendo un cabizbajo Thomas, el hombre le hace señas que entre y ponga seguro a la puerta, lentamente se acerca, en su delante el niño de diez años ve que la bata se desliza por el cuerpo del adulto cayendo al suelo, se nota lo desnudo que estaba, estira los brazos en señal de acercamiento, Thomas obedece dando pasos hacia él, se abrazan, el patrón lo acaricia por todo el cuerpo, se dan apasionados besos con lengua así abrazados, el patrón le desabotona y saca la camisa, luego le baja el pantalón que llevaba puesto, lo hizo con sutileza ante el dejo del pequeño hombrecito de diez años, se notaba el calzoncillo con el bultito de pene, el patrón se emociona viendo aquello, se notaba a un tembloroso Thomas al momento en que su bultito era tocado, el patrón pasaba la nariz por ese bultito, lentamente le deslizaba el calzoncillo viéndose el penecito descubierto, estaba rojizo, pasó las mejillas “¡está precioso!” le dijo “¡muy precioso!” alzó su rostro adulto para verle la cara infantil, estaba temeroso, se notaba en su rostro, alzó los pies para alejar el calzoncillo, “¡ahora!” vio su camisa desabotonada apartada cayendo junto al calzoncillo, el hombre abrazaba al niño, “¡viniste!” le decía con ternura “¡te quiero tanto!” le manoseaba el glúteo con una mano al decirle “¡te deseo!” “¡ven!” le tomó de las manos llevándole a acostar a la cama, abrió las piernas, “¡eres lindo!” “¡sí!” “¡muy lindo!” lentamente se acostaba sobre el pequeño, deslizaba el pene peludo sobre ese pene lampiño marcando así la diferencia de edades, el roce le gustaba al adulto, Thomas sentía ese desplazamiento d epene sobre su pelvis “¡lo tienes bonito!” “¡mira com juegan!” el adulto alzaba la pelvis viéndose el pene suspendido apenas rozando sobe el penecito que ya empezaba a erectarse, “¡que bonito!” “¡eres muy bonito!” de repente la cara del patrón se desliza por el pecho y abdomen besándole constantemente hasta llegar a la pelvis del niño, “¡huele rico!” “¡me lo voy a comer!” de inmediato abre la boca y succiona suavemente el tronco del pene, “¡lo tienes suavecito!” “¡que lindo!” “¡se siente bien!” “¿verdad?” lo miro a los ojos al pequeño mostrando sus rostro de ternura y a al vez de recelo, alzó su rostro yendo a besarle la frente “¡no tengas pena!” “¡ya verás que te va a gustar!” “¡eres muy lindo!” “¡muy precioso!” los labios del patrón se rozaron con los labios de Thomas y así se fundieron en un beso prolongado, al separase los rostros vio la mirada distraída con rastros de pesar en la carita de Thomas, “¡eres lindo!” “¡Thomas eres muy lindo!” el niño lo miraba emitiendo una leve sonrisa, “¡eso!” “¡así me gusta!” “¡ánimo!” “¡no tengas pena!” le acarició las mejillas “¡sólo estamos tú y yo!” “¡recuerda!” “¡tú y yo!” “¡nadie más!” “¡es nuestro secreto!” “¡lo sabremos tú y yo!” “¡sólo tú yo mi amorcito!” le dio besos en la frente se sentía la tibieza de la piel en ambos cuerpos, “¡sentirás rico!” le pasaba las manos por los bracitos “¡ya lo verás!”, de nuevo su boca lamía ese penecito, Thomás suspiraba con las piernas abiertas y movía tensamente los dedos d elos pies contrayéndolos y estirándolos, “¡te gusta!” “¿verdad que sí?” Thomas simplemente gemía como respuesta, la punta d ela lengua se deslizaba por los testículos pasando por el tronco del pene, en algo le desliza el perepucio haciendo toques ensalivados de la punta del glande recubierto con la punta de la lengua adulta, “¡lo tienes hermoso!” “¡míralo así paradito!” “¡que bello!” “¡que hermoso!” volvía a lamerlo y a chuparlo, Thomas con sus manitos de dedos alargados hacía puños en la sábana, mordía sus labios al sentir intensamente esos movimientos de lengua que hacían estragos en el sentir del pequeño, “¡ahora mi precioso dat vuelta!” al girar sobre la cama Thomas le mostraba su voluminoso culito hermoso “¡qué bello lo tienes!” puso crema en sus manos masajeando ese culito, pasaba el masaje sobre el coxis, pasaba por los hombros y la nuca, se notaba en algo relajado el pequeño, de pronto sintió que algo le hurgaba en su potito, regresa a ver y era el brazo del patrón que se movía, su dedo penetraba en el culito de Thomas, “¡es para que aguantes!” “¡quieto!” “¡aahhhh!” “¡aguanta!” “¡duele!” le repsondía “¡lo sé!” “¡sólo que aguanta!” “aaahhh¡!” “¡vamos!” “¡aguanta!”, sacó el dedo “¡mira!” el nene vio ese dedo humedecido de crema, “¡eres valiente aguantaste este poquito!” el nene respiraba aceleradamente, “¡vamos a ver ahora si aguantas este!” lentamente se fua acostando sobre el pequeño Thomas, “¡vas a sentir rico!” toma su tronco de pene cuyo glande estaba en el potito listo para entrar, lo rozaba constantemente “¡siente que eres mío!” “¡no olvides de esto!” “¡lo tienes rico, sí, muy rico!” de esa manera iba rozándole hasta que fue entrando poco a poco “¡aaahhhh!” “¡aahhhh!” “¡me duele!” “¡me duele mucho!” “¡ya por favor!” “¡ya!” el gustos patrón le decía que agunate, que ya casi, el pene entraba un milímetro más “¡aaaahhhh!” y milímetros más “¡aaahhhhh!” lo sostuvo bien del cuerpo al precioso niño, “¡aguanta!” “¡siente que vas a ser miiiooooo!” “¡aaayyyyy!” el glande estaba a pnto de romper el esfínter, hacía una pausa, se apartó del pequeño, ambos cuerpos quedaron tirados con acelerada respiración, el patrón lo miraba con amplia sonrisa al cuerpo tendido de Thomas que daba un giro d ecara al techo y que en cuyo rostro se dibujaba el temor y el recelo, extendió el brazo tocándole el penecito con la mano, “¡es lindo!” “¡muy lindo!” el pequeño sentía el latir en su culito, “¡ven!” “¡sigamos jugando Thomas!” el temeroso niño le decía “¡no, ya no!” “¡me duele por ahí!” el patrón le dijo que duele al principio pero que después pasa y se siente rico tanto así que empezar a querer más y más, “¡ven!” “¡acercate!” “¡no tengas miedo!” lo abrazó girando estando acostado encima del niño, le dijo al oído “¡verás que te gustará mucho!” le daba besos en el cuello y la espalda bajando a besarle repetidamente los glúteos, le daba masajes en la espalda, era sutil al trato aquel adulto, repetidamente le besaba las piernitas rellenitas, otra vez le besaba el culito, “¡ahora acuéstate bien!” “¡eso!” “¡bien!” “¡así!” lo acomodaba de tal forma que los piecitas de Thomas se apoyaban en los hombros del patrón que se aferraba con sus manos a las cadrars del niño, “¡eso!”, el pene con restos de crema rozaba el encorvado cuerpito de Thomas con un culito bien expuesto, “¡ahora vas a sentir lo que es delicia!” el pene rozaba la entrada y luego iba entrando, Thomas sentía molestia y sus manitos se aferraban a los brazos del patrón, sentía más dolor del acostumbrado y hacía pujos con gemidos, el cuerpo del patrón se inclinaba más, “¡aaahhhh!” “¡aayyyy!” sacaba un poco el pene “¡tranquilo!” “¡relajate!” “¡te lo voy a hacer despacio!” el pene entraba “¡aaahhh!” “¡tranquilo!” “¡te lo hago despacio!” “¡aaahhhh!” se inclinaba más el cuerpo del patrón y así el niño abría la boca y los ojos “¡aaahhh!” el peen entraba en ese culito más “¡me duele!” más “¡aahhhh!” y más “¡aayyyy!” y mucho más “¡ayyyyyy!” el patrón se concentraba en penetrarle, lo tenía bien agarrado a su cuerpo, se sujteba más alzando un poquito la cadera así el pene entraba, un empujón más, sí, un empujón más decía en su mente adicta al sexo, un empujón más y sería suyo para siempre,sí, para siempre, eso de pensar aquello lo motivaba a poner más tieso el pene, a no tomar en cuenta que las manitos de Thomás trataba de separarse de aquel hombre, pero era agarrado a ser sometido, sentía un fuerte dolor, es que el glande rozaba el esfínter, el dolor se hacía más intenso, a tal punto que emitía bufadas al sentir el intenso dolor, el cuerpo del patrón se inclinó más moviendo la cadera con fuerza impulsándose más y fue allí donde el dolor aumentaba y a su mente vino el rostro de Leroy, sí, Leroy se le aparecía, en es emomento sintió un dolor inexplicable hasta ahora para Thomas, gritó fuerte, sintió algo roto dentro de sus entrañas, el pene del patrón quedó quieto dentro del culito de Thomas, “¡ya!” “¡yaaa!” “¡esttááá!”´le decía al oído con voz cansada, “¡eres mío!” Thomas lloraba “¡sólo mío!” el culito latía con el pene dentro “¡me lo diste!” Thomas lloraba desconsoladamente “¡me lo diste!” “¡lo tienes todo adentro!” “¡todo!” “¡tu potito es mio!” “¡sólo míp!” “¡me comí ese potito!” “¡tu virgo es mío!” “¡mío!” “¡sólo mío!” el pene empezó a deslizarse dentro del culo “¡aayyy!” lo calmaba “¡tranquilo!” “¡tranquilo!” deslizaba el peneo adentro del culo “¡te lo haré con amor!” se movía y movía caderas “¡ya me perteneces!” movia caderas deslizando dentro al pene “¡ya me perteneces!” el pequeño Thomas gemía, sus ojos estaban llenos de lanto, no podía zafarse de esa postura sexual, estaba bien sometido por el patrón, “¡eres mío!” “¡sólo mío!” el movimiento de caderas como el del pene se hacía rápido, el huequito del potito roto se iba dilatando y en algo agrandándose más, Thomas con su boca abierta mucho gemía pidiendo que yo no más, ya no más, fruncía su rostro y cerraba sus ojos llorosos, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas cayendo a sus hombros, su cuerpo se movía acorde a lo que se movía el cuerpo del patrón, adelante y atrás, adelante y atrás, todo ese movimiento como si fuese un solo cuerpo, enloquecido del deseo de estarle poseyendo el adulto se movía más “¡quiero me que lo abras todo!” “¡dame tu culo!” “¡puja!” “¡anda!” “¡puja!” “¡quiero que seas mio completamente!” “¡mío!” “¡mío!” “¡completamente!” Thomas sentía que aquel grueso pene entraba en lo más profundo de sus entrañas, como si fuese hembrita recién desvirgada en su vagina el pene del patrón entraba con más movimiento y fuerza en ese culito abriendo más el huequito, “¡hoy eres mío!” “¡sólo mío!” así bien agarrado los piecitos descalzos se agitaban sobre los hombros de su ya iniciador al movimiento de caderas, “¡no tengas pena!” “¡tu culo me pertenece!” “¡es mío!” “¡sólo mío!” al pene lo metía y lo deslizaba con fuerza, el adulto ya sentía el gustito, “¡aahhh!”“¡aaahhhhh!”“¡aaahhhh!”, “¡espera!” “¡ya casi!” “¡siente!” “¡ya casi!” de pronto se estuvo quieto, ya no bombeaba pene en ese hoyito, Thomas repentinamente sintió un liquido que se deslizaba en el interior de su culito, era la primera vez que tenía semen allì dentro de su potito, se puso intranquilo, se notaba angustia en su rostro en el momento en que lentamente el pene del patrón se iba deslizando a la salida del ano, el glande tenía mezcla de crema y sangre, del culito salía sangre, semen y crema, estaba quietecito, tiritaba de nervios, “¡miralo!” “¡ahora y siempre èl es tuyo!” agitaba el pene en su delante “¡miralo!” acostado tembloroso de miedos y susto Thomas miraba ese movimiento de pene “¡miralo bien!” “¡él te rompió el culito!” “¡te rompió toditito el culito!” Thomas miraba fijamente ese trozo de carne “¡miralo!” su expresión estaba atenta a es emovimeinto del pene “¡ahora tu culo le pertenece!” sentía el latir de su culito roto “¡miralo!” miraba sin moverse a ese pene que lo había desvirgado, las caderas le dolían, el culo latia, lo acostó de cara a las almohadas, se acostó encima del niño, acomoda el pene en la entrada y lo empuja en ese culito humedecido “aaahhhh¡!” el pene hacía estragos en las entrañas de Thomas “¡eres mi mujer!” se lo metía más “¡aaahhhhhh!” lo metía más “¡nunca me olvides!” con suavidad “¡mi mujer!” metía más ese pene “¡siente que te lo meto!” el pene se deslizaba dentro del culito de ese niño de diez años “¡así!” el culito se dilataba más “¡te está gustando que te lo meta!” sentía raro el nene esas embestidas que se iban moviendo más “¡te está gustando, mi amor!” le besaba el cuello “¡mi amor!” le daba besos a las mejillas “¡mi mujer!” lentamente fue sacando el pene, quedó acostado junto al pequeño agitando su respiración, se acariciaba el pene humedecido, se congratulaba por lo que había hecho, ese culito era suyo, sólo suyo, miraba al niño tiritarte de sollozos, sonreía al ver ese cuerpo infantil al que lo había disfrutado a plenitud, vio el culito humedecido con restos de sangre, semen y crema, le pasó la mano por el glúteo, “¡tranquilo!” le animaba “¡ya no llores!” “¡tú viniste voluntariamente acá!” “¡bien sabes que te gusta!” “¡solo que…!” sonrió haciendo un largo silencio “¡recuerda que pronto tendrás tu premio!” “¡te has portado bien!” empezó besándole el cuello y la espalda “¡eers lindo!” “¡sí!” “¡muy lindo, mi bebé!” pasó la mano por la espalda haciendo círculos con los dedos “¡tranquilo mi precioso!” “¡tendrás tu premio soñado!” le besaba los glúteos repetidamente, “¡solo que, antes!” de inmediato se acostó sobre el niño de diez años, el pene iba entrando, llegando al fondo del culito de Thomas que bufaba y gemía, la pelvis se alzaba y se bajaba incrementando los gemidos del niño, “¡déjate!” “¡déjate!” “¡te lo meto para que ahora sientas rico!” “¡déjate y siente!” el pene se deslizaba por dentro, “¡siente que eres mío!” aumentaba el mete y saca “¡siente que te gusta!” lo empujaba al pene hacia adentro con fuerza “¡recuerda que viniste aquí porque te gusta!” metía y sacaba “¡te gusta!” metía y sacaba “¡te gusta mi precioso!” el niño iba experimentando cosas diferentes, puso su cara sobre la espalda del niño e iba sacando sutilmente ese pene del culito ya muy dilatado, el niño estaba estático, había recibido muchas embestidas de pee en su culito, como para nunca olvidar de estas cogidas, lentamente lo levantó de la cama, caminaba con dificultad, iban al baño a pasos lentos, lo encorvó en la ducha, el agua servía con su caída para limpiarle el culito rosáceo, los dedos del patrón abrían el potito “¡lo tienes bien abierto!” “¡buen chico!” con una toalla limpiaba ese humedecido culito asimismo limitaba la carita triste y de preocupación que tenía, abrió el botiquín dándole un analgésico, le encorvó sobre el inodoro y le puso crema, “esto te aliviará” le puso una pastillas en la mano, “ve a vestirte, ya pronto vendrá el auto” pausadamente con mirada cabizbaja Thomas se vestía y salía de la habitación, el patrón se recostó en la cama, asu lado estaba la mancha de sangre en la sabana, sonrió pasando el dedo índice por la tela, a su mente le vino la imagen de su hijo, seguramente el vuelo estaba en marcha, recordaba la imagen de otro niño hermoso, tomó un cigarro del velador, fumaba con ansiedad, se preguntaba qué sería de la vida de ese niño precioso.
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Los pies con dedos alargados estaban sobre el suelo húmedo de aquella orilla del río por los que pasaba el pantalón corto de ese niño de quince años sentado arrimado en un árbol, en aquella mañana hacía calor y ameritaba refrescarse por unos momentos tras su trabajo de ropavejero, habían muchos niños bañistas a su alrededor eran de todas las edades, los habían con y sin traje de baño, estos últimos los niños más pequeños que correteaban los alrededores del lugar y se lanzaban al agua, algunos adultos con sus hijos cuidaban de sus movimientos, otros alejados por los matorrales se daban de caricias, el pequeño ropavejero Renzo Orestes vio sus pies cuyos dedos se deslizaban sobre la arcilla mojada con sus piernas dobladas empujándolos, sus manos con dedos largados estaban sostenidas en el suelo, vio con tranquilidad el panorama del lugar, algunos de sus amiguitos le hacían señas para que ingrese al agua a jugar, él respondía con una sonrisa, se puso en pie para dirigirse a la orilla, estiró un pie al contacto del agua, volvió a sonreírles, uno de ellos que estaba cerca le lanzó agua y él al reaccionar lo hizo de una forma amanerada que el resto de amigos comenzaron a mofarse, el pequeño ropavejero no dio a lugar aquello y se lanzó al agua, allí los chicos nadaban por el agua, se hacían tocamientos seguidos aprovechando la turbiedad del agua, los tocamientos se daban en los traseritos de los niños más pequeños por parte de los niños más grandes, eran los famosos abrazos infantiles disimulados entre espalda de niño pequeño con el pecho del niño grande que por debajo del agua los brazos rodeaban las caderas y rozaban el pene descubierto luego de ser deslizado el short, así el traserito del niño pequeño sentía el roce de ese pene de niño grande, generalmente eso hacía el grupo de amigos de Renzo Orestes, él abrazó a uno de esos niños pequeños desnudos que de su igual condición aquel amiguito suyo no tenía padres, se llamaba Ezequiel y tenía casi siete años, y cuando el niño tenía tres años de vida su padre asesinó de unas cuchilladas a su madre por celos enfermizos producto de su desequilibrio mental y luego los familiares de la difunta lo encontraron y lo asesinaron a machetazos pues eran gente vengativa que vivía de la agricultura, se pensaba por parte de los lugareños que el pequeño Ezequiel no era hijo de aquel asesino de su madre, el pequeño vivía con un tío cuya mujer no podía tener hijos así que lo recogieron para criarlo, sólo que a corta edad de casi cinco años descubrió el acto sexual y lo hizo con quien ahora lo tenía abrazado por detrás, su amiguito el ropavejero Renzo Orestes, la carita del niño era de tímida sonrisa, le habían dado permiso a bañarse confiando en el pequeño ropavejero para que lo cuidase y esto ocurrió cuando pasaba por casa del pequeño Ezequiel en dirección al río, ahora los labios del pequeño ropavejero rozaban las orejas de Ezequiel quien tenía la piel de gallina pues se hacía notoria su sensibilidad cada vez que hacía contacto el cuerpo de su amiguito, disimuladamente se apartó del niño impulsándose nadando en dirección a los otros niños con quienes jugaban, pues ya muchos notaban su acercamiento, vio al rato a Ezequiel salir a la orilla corriendo con otros niños, Renzo Orestes también salió del agua dejándose ver de Ezequiel y caminando rápidamente se adentró entre los matorrales por uno de los varios senderos del lugar, se percató de estar solo, rodeó con pausa el lugar, se dio cuenta de la ausencia de personas bañistas por aquel sector, es que caminó bastante, se sentó, jadeante esperando luego de correr, estiró sus piernas viéndose el bulto de penecito amoldado a la tela del calzoncillo, miraba a los lados, estaba seguro que era el lugar convenido, de súbito hizo un sobresalto mirando hacia la espesura, vio que algo se movía en el monte, escuchó el crujir de hojas y pequeños palos secos, vio aquellos piecitos moviéndose por el sendero, Ezequiel había llegado al sitio de encuentro, estaba jadeante, aun así, rápidamente sin perder el tiempo Renzo se impulsó llegando a abrazarlo por detrás manoseándole las piernas, subiendo las manos por el calzoncillo que Ezequiel tenía puesto y fue deslizado ese objeto con mucha rapidez cayendo a los tobillos y así de esa forma se mostraba el penecito del pequeño Ezequiel que ahora su penecito era manoseado por dedos de Renzo Orestes que con sus labios lamía las orejas de Ezequiel haciéndole sentir su respiración salida de su nariz e impregnada en el cuello de Ezequiel, eso le gustaba sentir, lo transportaba a una sensación gustosa que su respiración se hacía intermitente, Ezequiel obedeció la orden de acostarse de cara al suelo lleno de hojas secas y arcilla, apoyó su rostro en las manitos puestas en el suelo, y fue así que recibió lamidos en su traserito y así también después sintió el pene del pequeño ropavejero que lo rozaba en forma rápida, el pequeño ropavejero mordía los labios en señal de placer cerrando los ojos, es que es deseable y congratulante sentir ese pene deslizarse por la piel suave mojada de Ezequiel que pujaba sintiendo el cuerpo pesado de su amiguito, lo volteó apartando restos de hojas que estaban impregnadas en el penecito, Ezequiel apreciaba ese movimiento entre penes cuando se encorvaba con sus piernitas abiertas, de ahí le alzó las piernas poniéndolas en el hombro del pequeño ropavejero, el pene rozaba el traserito, lo hacía gemir al sentir ese roce y pequeñas puntadas que le daba en el culito, luego estando acostados de perfil la boca del pequeño ropavejero lamía el penecito de Ezequiel mientras éste lamia el pene a manera de un 69 en el que se mostraba los dos cuerpos desnudos desproporcionados por las tallas siendo el cuerpo del pequeño ropavejero más encorvado para que los labios de Ezequiel pueda lamer el penecito, después lo sentó sobre su pene haciéndole deslizar con lentitud el cuerpito de Ezequiel que pujaba con fuerza abriendo la boca a plenitud a causa del deslizamiento del pene del pequeño ropavejero, de súbito el pene se salía rozando por el coxis, lo volvía a poner en la entrada del ano haciendo descender a Ezequiel pero de nuevo el pene se deslizaba hacia afuera del ano, mejor lo puso en posición perrito haciéndole pasar el pene entre los glúteos tratando de penetrarlo lentamente haciéndolo gemir, sus cuerpos estaban desnudos, lentamente Ezequiel se iba acostando de cara en el suelo y encima de su cuerpito estaba el cuerpo del pequeño ropavejero que seguía moviendo su pene el traserito, le decía que así siempre lo quería tener, “así, así, aaahh… ¿Quieres seguir?” Ezequiel asentía de cara al suelo de ramas y hojas secas, Renzo Orestes besaba el pelo de su amiguito, ahora él se acostaba de cara al suelo y el pequeño Ezequiel encima movía las caderas haciendo deslizar el pequeño penecito de siete años, se escuchaba el trinar de las aves, vieron hacia el cielo la posición del sol, era el momento de salir de allí para evitar “sospechas” aunque algunos chicos amigos también “lo hacían” por los alrededores de ese sector, aunque un tanto más alejados, antes de salir se dedicaron a micciar viéndose la orina salida de los penes, Ezequiel se puso el calzoncillo/short y fue el primero en salir por el sendero, por otra dirección salió el pequeño ropavejero guardando disimulo, al llegar al río vio que Ezequiel ya estaba dentro del agua jugando con sus amiguitos, a distancia veía al pequeño ropavejero que al ser visto en forma disimulada le mostraba el bulto vestido en señal recordatorio de lo que habían hecho, Renzo Orestes tomó sus cosas y salió del lugar, Ezequiel se unió a la caminata de regreso, se iba arreglando el short cuya tela húmeda estaba adherida a la piel ocasionando molestia al caminar, así, caminaron por el corredor que daba al lugar donde vivía Renzo Orestes en forma indigente, faltaba mucho para llegar pues grande era la distancia, a unos pocos metros del chalet de Renzo Orestes vivía Ezequiel con sus tíos adoptivos, a su paso se encontraron con un hombre de buena presencia que portaba sombrero capitalino y ropa fina muy a la moda de forma ostentosa, el hombre con cigarrillo en la boca estaba arrimado a un auto último modelo, con libreta y bolígrafo en mano les hizo algunas preguntas sobre el lugar, los niños respondieron dando referencias de los moradores del lugar, algunos nombres que se les mencionó no supieron explicar ni identificar, mientras que otros Renzo Orestes los daba por fallecidos, en gratitud por los servicios de información el hombre les dio un billete de baja denominación a cada uno, el hombre ingresó en el auto y encendió el motor, Renzo Orestes y Ezequiel estáticos con su bultos de cosas al hombro vieron el auto en su esplendor, el piloto del auto les hizo señas por si acaso quisiera viajar con él que se subiera al auto, los niños sonrientes se vieron al rostro y con recelo aceptaron, luego de ingresar el auto dio marcha y ante los ojos de los transeúntes el auto se estacionó en el humilde chalet donde Renzo Orestes el pequeño ropavejero vivía con su abuela, se despidió del hombre, los fisgones no faltaron al preguntarle por lo del auto y más aún por aquel bien vestido señor, uno de los vecinos le informó a Ezequiel que sus tíos adoptivos salieron a vender chucherías al centro de la ciudad y que pronto regresarían, Ezequiel decidió acompañar a Renzo Orestes hasta su chalet, la abuelita del pequeño ropavejero estaba tejiendo arrimada a la pared de madera rústica sentada en un taburete improvisado en la entrada de la humilde vivienda recibiéndolo con una amplia sonrisa, para la anciana Renzo Orestes era su único familiar luego de que años atrás cayó en desgracia, en su tiempo de juventud fue una de las mujeres más deseadas de la ciudad y hoy solo se mantenía de lo que lograba obtener ella en la calle con su trabajo de vendedora ambulante y lo que significativamente aportaba su nieto Renzo Orestes de quince años ya cumplidos, la anciana lo estaba esperando a su nieto para salir a vender, dejó el tejido y le dijo que la comida estaba en la lumbre y que se sirviera y le diera un poco a Ezequiel pues les alcanzaba bocado, no era la primera vez que Ezequiel pasaba por eso, de igual forma los tíos de Ezequiel invitaban a comer a Renzo Orestes y a su abuelita, había una gran armonía entre los adultos, tenían una gran relación amistosa y sobre todo solidaria, Renzo Orestes sacó de su bolsillo de pantalón húmedo un billete de baja denominación, estiró su mano de dedos alargados entregándole a su abuela, era lo que había ganado hoy, le dijo, la anciana muy feliz le dio un abrazo ingresando los tres al chalet, dejó sobe una mesita el bordado y tomó su carterita raída introduciendo el billete, salió en dirección a la calle, los dos amiguitos de quince y siete años sonrieron viéndola salir a la anciana feliz, Ezequiel a orden de Renzo Orestes se sentó en la mesita haciendo a un lado los tejidos, vio a Renzo Orestes que cerraba la puerta con seguro, se iba rascando el pene con la mano introducida en la tela húmeda, se acercó al niño sentado apegándose mucho, Ezequiel vio que Renzo Orestes deslizaba el short húmedo mostrando el pene con pelos que le restregaba en el pecho vestido de remera húmeda, Ezequiel vio ese movimiento y se limitaba a sonreír, Renzo Orestes le puso en pie y le hizo un gesto sexual haciendo un círculo entre el dedo medio y pulgar de la mano izquierda introduciendo el dedo índice de la mano derecha con lo que le insinuaba hacer sexo cual si fuese un pene dentro de la vagina, el niño observó ese movimiento del dedo saliendo y entrando del circulo y sonreía, al instante Ezequiel ya se dirigía al catre de Renzo Orestes, allí se sienta en el extremo del catre viendo a Renzo Orestes que se quitaba la ropa mostrándose desnudo de igual forma como lo hizo en el río, se acercó lentamente e hizo que el niño abriese la boca introduciendo todo el glande y parte del tronco del pene con venas sobresalientes, lo sacaba y lo metía con sutileza por esa boquita infantil, se notaba la habilidad de Ezequiel, estaban seguros de la soledad del lugar, más aún estaban encerrados, listos para hacer el amor, la punta de la lengua de Ezequiel hacía círculos en el glande siendo ensalivado con ese movimiento que tanto le gustaba al pequeño ropavejero, se miraban sin dejarse de reír de manera cómplice, luego la lengua la pasaba por debajo del tronco del pene erecto y entre los testículos rozando los pelos de la pelvis con esa punta de lengua, las manos de Renzo Orestes alzaban la remerita de Ezequiel saliendo por sus bracitos en alto, la mano derecha de Renzo Orestes topó el pecho denudo del niño empujándolo con delicadeza lentamente haciéndolo acostar sobre el poco mullido colchón del catre, vio cómo su short húmedo se deslizaba por su trasero, piernas y salía por los talones alzando sus pies descalzos con dedos gruesos cortos de su piel morena clara de siete años, “déjate”, ¿sí?” “¿lo quieres hacer?” eso le preguntaba, y lo hacía siempre, desde aquella primera vez cuando lo tuvo precisamente en ese catre al estar a solas como ahora en donde en aquella vez primera se rozaron los penes, le hacía las mismas preguntas mientras acercaba el pene peludo de quince años al pene lampiño de siete años, así se vio la silueta de la pelvis del niño grande que se alzaba sobre su pelvis de niño pequeño, unieron las frentes y Ezequiel era el más observador de esos roces de penes, cerraba los ojos suspirando, sus miradas se encontraban al abrir los ojos, el rostro alegre de Renzo Orestes contrastaba con la tímida forzada expresión de Ezequiel, así continuaba los roles sobre el catre de esos cuerpos desnudos, “estamos solos, ¿quieres más?” Ezequiel suspiraba prolongadamente y respondía tímidamente con un “si” salido de sus labios agregado al movimiento afirmativo de su cabeza, algo gemía al tener el cuerpo de Renzo sobre el suyo, vio que el trasero desnudo de Renzo Orestes se posó sobre el pecho de su cuerpito de siete años, estuvo así sobre Ezequiel, se inclinó un poco introduciéndole el pene por la boca, “así quietecito chúpamelo” se movía despacio con su cadera “anda, chúpamelo” las manitos del niño de siete años descansaban sobre la sábana, estaban inmóviles, su boca estaba bien abierta ante la entrada y salida del glande y parte del tronco venoso peludo, Renzo Orestes sintió el gustito sacando el pene de la boca del pequeño, el poco semen salió impregnándose en el rostro de Ezequiel que movía instintivamente el rostro como sorprendido de humedecerse su rostro con el semen, con los deditos apartaba al líquido cayendo al piso de tierra de ese chalet, Renzo Orestes se levantó trayéndole papel de despacho con el que le limpiaba el rostro al pequeño, ambos sentados sobre el catre se miraban los penes “ahora tú” al oír eso Ezequiel dio una amplia sonrisa, se acostó sobre Renzo Orestes de manera que el pene lampiño rozaba el trasero y le abría con la intención de meterlo, “así” “así” le decía Renzo Orestes probando placer, “cógeme así” “cógeme así” “dale” “dale” Ezequiel le rozó hasta el cansancio viendo su enrojecido pene lampiño, para luego ambos cuerpos quedaron abrazados manoseándose penes y traseros, dándose cortos besos, se rozaban las piernas entre si uniendo los penes con leves frotes haciendo roles en el catre y muchas de las veces al hacerlo cayeron al suelo, allí seguían con los roles a manera de jugar a la as luchitas, ahora lo encorvaba sobre el extremo del catre dejándose muy mostrado el trasero de Ezequiel y allí aprovechaba Renzo Orestes con su ensalivado pene para tratar de introducir en ese apretadito trasero de ano virginal, le hacía pujar pero llegaba hasta allí nomás, todo esto como siempre, el cuerpo de Renzo Orestes recibía encima al cuerpo de Ezequiel y allí quedaban acostados dándose caricias a sus cuerpos llenos de “amor”; tiempo después se podía apreciar la mirada del conductor que se centraba en la carretera pero su mente estaba meditando la estrategia para poder cumplir con la promesa que le hizo a su amigo que agonizaba en la cárcel, había prometido encontrar al hijo y a la vez protegerle, pocas referencias tenía tanto de la madre como la del pequeño que por esa fecha ya se estaría convirtiendo en un joven muchacho, sacó de una hendija un sobre que dentro contenía una tarjeta regalo de un amigo del trabajo, en esas letras grandes estaba el nombre de la mujer y debajo en letras medianas la dirección y teléfono, la consideraba como el instrumento para lograr sus propósito de promesa al encontrar a ese niño de aquel entonces, Serafín del Olmo se dirigió con su auto a aquella dirección, el timbre suena apareciendo un hombre fornido que le hace pasar gustosamente, se sienta en la sala, ve los objetos a su alrededor y enfrente aparece una dama jovial sin el hombre del recibimiento, conversaron sobre los intereses de búsqueda, la mujer no dejaba de observar detalle de su visitante, tenía pegada la mirada en él, la atención era absoluta, tomó nota de lo que describía Serafín, sin dejarle de ver la cara con atención absoluta, sonrió en ciertos pasajes de la narración, tiempo suficiente para informar, se puso en pie poniéndose de acuerdo con los honorarios, del bolsillo sacó unos billetes extendiendo su mano para que Natalia los reciba con agrado, tomándolos con la promesa de resolver el caso, se dieron la mano intercambiando información telefónica y de direcciones, en su mente la mujer vio el papel recibido, al despedirse cerrando la puerta emitió una mueca de ironía sarcástica dibujada en el rostro de Natalia, se dijo mirando la nota dejada por Serafín que no necesitaba de su dirección pues ya la había recibido antes, Raúl se acercó rodeándola de la cintura con su brazo, se dieron un prolongado beso, vieron las anotaciones y sonrieron, la marcó llevándola a la cama, el visitante había interrumpido esa intención sexual, el papel cayó al piso; Serafín muy pensativo continuó con la marcha en su auto llegando al parquecito cercano donde residía, vio muchos niños jugar con el balón, se hacía una autocrítica de el por qué estar solo, ya a su edad debería preocuparse por tener familia, miraba con ternura a los niños en los respectivos juegos artesanales que el parque brindaba, eran muy diferentes de aquellos pertenecientes al país donde estudió, inclusive la piel de esos niños era diferente, optó por sacarse los zapatos y calcetines quedando descalzo caminando por la yerba mojada, sacó del bolsillo de la leva una cajetilla de tabacos rubios, llevó a su boca y lo encendió, fumaba con paciencia llegándole a su cerebro por efecto de la nicotina recuerdos de su pasado, de su niñez, de la forma tan humilde en la que había nacido, pensaba con lágrimas en los ojos en la ofrenda de amor de su madre al haber dado su vida ante el peligro del parto para que él naciera, cabizbajo ante la vergüenza de ser visto con lágrimas en el rostro se propuso componer su estado emocional, la humedad de la yerba le invitaba a pensar, así le vino la tristeza al recordar a su hermano muerto en aquel accidente de tránsito junto a su otro hermanito Carlos Alberto, el pequeño era su hermanito de padre, y, Yahaira, la madre del pequeño, pasaba el tiempo pensando y volvía al análisis de su situación sentimental actual, vagamente recordaba a las mujeres que significaron en su vida, en especial lugar se situaba Emérita, cerraba los ojos y recordaba aquella niña que fue suya, aquella a quien desvirgó, lo hizo de una manera muy dulce en la que ella se entregó por amor, suspiraba de solo recordarlo, pensaba qué hubiese sido su vida junto a ella, al abrir los ojos su sorpresa fue muy agradable y motivadora pues en su delante se acercaba su queridísima nana Dulce, aquella anciana de tez morena que llevaba de la mano a un precioso niño de piel blanca con pelo castaño claro de casi siete años, el abrazo fue efusivo como prolongado, hace tanto tiempo sin verse, Serafín se inclinó a saludar al pequeño que acompañaba a la anciana, grata impresión, pregunto su nombre, el precioso niño respondió Carlos Gustavo Eleuterio mostrando con sus manos seis deditos en respuesta a la pregunta sobre su edad, la anciana manifestaba que casi siete, Serafín preguntó sobre el pequeño a lo que la anciana responde que es hijo de una vecina que arrienda en la casa propiedad de su nieta Griselda, la anciana narró su vida manifestando que extrañaba la estancia Buonanote donde gran parte de su vida sirvió como nana a esas generaciones, ahora se sentía feliz viviendo con Griselda y el esposo de ella Guillermo Izaguirre, ambos dedicados al comercio tienen abacería surtida en el barrio donde viven y ahora más feliz por cuidar al pequeño al que tenía a su lado pues su vida siempre ha sido el cuidar a los pequeños, Serafín preguntó por Sara Guillermina y su esposo residentes en la gran manzana, el gesto facial de la anciana fue de nostalgia, ya tenían buen tiempo viviendo allá, acostumbrados ya a ese estilo de vida, sólo había comunicación telegráfica o por misivas con sus padres Griselda y Guillermo, según lo que narran trabajan en empresas transnacionales industriales y comerciales, recientemente regresaron de un viaje de negocios en Europa para validar la reconstrucción de los países a los que aún no pueden superar los efectos devastadores de las dos grandes guerras, sobre todo los país de Europa del este, desconocía la fecha de visita al país por pate de a parea, el nene escuchaba atento la charla y de improviso una abeja le pica a la altura de su cuello, la inusitada reacción del pequeño Carlos Gustavo Eleuterio puso de sobresalto a Serafín pues comenzó a llorar del dolor seguramente del aguijón dejado en su suave piel, lo llevaron a una fuente de agua donde sacó la camisa, rápidamente le deslizó la tela de la camisa infantil dejándose ver el hombro con una mancha rojiza causa de la acción del aguijón, estaba junto a una cicatriz, tomó agua fresca tratando de menguar el dolor complementado con mimos de la anciana, Serafín preguntó por aquella cicatriz del niño recibiendo respuesta de que era producto de un accidente en una visita que hizo a su abuelo en la selva dl país de la canela, un jeep militar rozó el hombro con la placa, Serafín delicadamente pasó el dedo por la cicatriz, vio el rostro del pequeño ya un poco más relajado por el alivio de las atenciones de Serafín retornando a la banca debajo del árbol frondoso donde estaban sentados, el pequeño apoyó su carita sollozante en las costillas de la anciana, Serafín con gesto enternecedor sacó su pañuelo limpiándole restos de lágrimas del rostro infantil llevándolos a la heladería más cercana venciendo la negativa inicial de la anciana a la que le daba pena aquella molestia, Serafín manifestaba caminando hacia la heladería que para él no era molestia pues le debía la vida a esa noble anciana dándole un beso en la frente, el pequeño no quiso quedarse atrás jalándole el brazo de la anciana del que era llevado de la mano haciéndola inclinar empinándose el pequeño para también darle un beso en la frente, Serafín notaba que la anciana no había cambiado en su metodología de criar a los pequeños y daba cuenta real de su nombre de “Dulce” el niño era llevado de las manos de Serafín y la anciana, al entrar el lugar estaba casi lleno, lograron encontrar en un rincón una mesa para cuatro en la que estaba un solitario personaje, llevaba puesto un sombrero y leva laboral, ello no impidió en sentarse con el debido permiso, el más satisfecho era Carlos Gustavo Eleuterio con su mantecado, Serafín y la nana continuaron con la plática por largo rato, miraban al niño complaciente con su helado, lejos quedaba ya la incomodidad del aguijón, nana Dulce vio su reloj manifestando que seguramente la madre del niño ya habría llegado a casa lego del turno de su trabajo, Serafín invitó a llevarles en su auto a lo que la anciana accedió, el auto tomó rumbo a la casa de nana Dulce, los deditos alargados del pequeño Carlos Gustavo Eleuterio se impregnaban en los vidrios de la puerta palideciéndolos más de lo que era el color de su ya piel blanca palidecida, su pelito tapaba la frente y parte de sus ojos, los labios rojizos se pegaban en el cristal dejando rezagos de saliva, su pelito castaño claro se agitaba con el viento, se notaba las uñas y manos bien aseadas, los ojos cafés claros miraban el paisaje en la marcha lenta del auto, instintivamente le daba por saludar a través del cristal a todo transeúnte que pasaba en cada luz roja en la que el auto se detenía, al llegar al lugar el primero en salir del auto en pavorosa corrida fue le pequeño Carlos Gustavo Eleuterio, empujó la puerta del cuarto donde vivía y momento después la mujer sale marcando a su hijo, se acercó a agradecer a Serafín por lo que había hecho en auxilio a su hijo, la mirada de Serafín quedó prendado ante la belleza de Amanda la madre de Carlos Gustavo Eleuterio, la nana observó ese apego, instintivamente sabía que Serafín estaba impresionado, la mirada entre ambos fue cortada por la presencia de Griselda nieta de la anciana, Serafín y Griselda se abrazaron sentidamente, Amanda agradeció de nuevo retirándose del amplio patio, Serafín vio ese caminar selecto en la briosa mujer, quedó a primera vista prendado de aquella silueta, Griselda le invitó a ingresar en su casa, se sirvió de comida preparada en su honor, a través del ventanal de la sala miraba hacia el patio a Carlos Gustavo Eleuterio jugando con una pelota en compañía de Amanda y de otros niños hijos de inquilinos, el pequeño Carlos Gustavo Eleuterio resaltaba con su blanca piel ante los demás niños, luego ve la figura de Amanda acercarse a la puerta delante donde estaba sentado, sin saber por qué instintivamente tragaba saliva, le vino ansiedad y nervios, algo que por primera vez experimentaba con una mujer de una forma tan intensa, Griselda la hizo pasar, Amanda llevaba en sus manos dos frascos que contenían jaleas, una dio a la dueña de casa y otra le dio a Serafín en señal de gratitud, al hacer gesto de recibir las manos se rozaron, Serafín recibió un no sé qué, que lo hizo tentar y a conseguir abrazar a Amanda, en ese instante el pequeño Carlos Gustavo Eleuterio ingresa con su pelota junto a otros dos niñitos, a los que les presenta a Serafín, su nuevo amigo, señalándoles les dijo a sus dos amiguitos que Serafín era el dueño de aquel lujoso carro estacionado junto a la acera en la entrada de la casa de arriendo, para gusto del visitante uno de los pequeños lo invitó a jugar, a cambio de recibir un paseo en el auto, los adultos sonreían admirados esperando la respuesta de Serafín que fue obviamente afirmativa, jugaron con la pelota, Amanda atenta siempre a los movimientos de su hijo pero esta vez más su mirada se centraba en lo que hacía Serafín, el pequeño Carlos Gustavo Eleuterio muy contento jugaba con el visitante, luego del juego los llevó de paseo por los alrededores del parque, Amanda los acompañó ante tanta insistencia de Serafín, a su paso por el parque iban conversando de cosas triviales del trabajo que efectuaban tanto en las cortes como en el hospital, detuvo el auto junto a la fuente de sodas cercana al parque, ingresaron con la intención de probar mantecados o helados, los niños muy contentos brincaban gustosos discutiendo frente al mostrador el tipo de sabor que deseaban, Carlos Gustavo Eleuterio fue el primero en pedir el de fresa con cereza encima, luego siguieron los dos amiguitos y finalmente el turno de petición fue para Serafín y Amanda que cruzaban miradas y se notaba timidez en su rostros, al sentarse en mesa distante no pudieron notar la presencia de Emérita con su hijo Carlos Hernán, la mujer observaba a Serafín y Amanda conversando animadamente, Emérita conocía a Amanda en el hospital cuando hacía chequeos de la salud de su hijo, le produjo extrañeza ver a la enfermera con el abogado, su mirada fue ahora en dirección a la puerta de entrada del local, el anciano Fulgencio Arichabala hacía su aparición sentándose junto a Emérita y a su hijo, aquella presencia no fue desapercibida para los comensales que saludaban atentos al prestante personaje, los ojos de Serafín cruzaban miradas con Fulgencio Arichabala controlando su impresión de sorpresa limitándose a saludar a madre e hijo, con el pequeño Carlos Hernán hacía de mimos, todo hacía suponer que la relación entre bisnieto y abuelo era la adecuada pero el anciano no dejaba instintivamente de observar a la pareja de adultos con ese trío de niños llamándole la atención aquel niño de piel blanca que sobresalía de los pequeños de piel morena clara, Serafín también observaba de poco agrado la presencia del anciano más aún se preguntaba con desgane la situación de Emérita y su hijo con ese anciano, Serafín fijaba su mirada en el pequeño Carlos Hernán, y éste con Carlos Gustavo Eleuterio, la pareja de adultos y el trío de niños salieron de la fuente de sodas, alegremente corrían por la amplitud del área del parque pateando el balón, Serafín y Amanda continuaron su plática sentados sobre la grama, vieron salir a Fulgencio y sus dos acompañantes, la mirada fija de Emérita se cruzaba con la de Serafín de lo que dio cuenta Amanda, el pequeño Carlos Hernán iba cabizbajo y fue el primero en entrar en el lujoso auto, a través del cristal el anciano vio a la pareja sentada en el parque, le dio de palmadas en la mano a la mujer acompañante moviendo negativamente la cabeza, hizo gestos al chófer para avanzar a casa, la mujer tenía un semblante melancólico y eso duro todo el trayecto inclusive al entrar a la casa su estado de ánimo se reflejaba al verle cabizbaja, Fulgencio dio cuenta de que Emérita aún amaba a Serafín, el padre de Carlos Hernán, el pequeño no sabía la identidad de su padre y de lo tan cerca que estuvieron, para Fulgencio era mejor así pues él quería sobre todo ocupar ese espacio paterno dejado por Serafín que también padecía del desconocimiento de la existencia de su paternidad sobre el niño, esa fue la condición que le puso a Emérita y a su madre para que puedan vivir dignamente, a fin de cuentas, Carlos Hernán es bisnieto de Fulgencio Arichabala, pues Serafín es hijo de su hija Eudomilia que la engendró clandestinamente con Odalia una empleada de casa, al llegar, los recibían en el gran portón de ingreso en la fastuosa residencia la ama de llaves, Débora, en un aparte Fulgencio fue informado a voz baja de una obligación con su madre ahora mismo, el anciano caminó pasivamente indicando el no ser molestado, pausadamente en su accionar de caminar llegó a la bodega de vinos, vio la hora, estaba muy preocupado, de su cinto sacó una llave antigua accionándola en un candado de gran tamaño, ya se encontraba presente Matilde, su madre, había llegado a tiempo, el ritual empezó con un cántico para después bailar de forma ancestral alzando el cráneo de una calavera guardada en el lugar, la mujer puso vino en el cráneo dándole la función de receptáculo, luego del baile de Matilde y Fulgencio vino una pausa para beber el líquido salido del cráneo de la calavera, vieron la alargada urna en donde reposaban el resto de los huesos de ese despojo humano que alguna vez fue un prestante hombre descendiente de nobles Hidalgos, era la calavera del padre de Carlos Felipe del Olmo siendo exhumada de forma alevosa por sus enemigos en los que se contaban Fulgencio Arichabala y su madre, cosa curiosa, sus sangres Arichabala y del Olmo confluyen al momento de nacer Serafín del Olmo perpetuándose el linaje ahora en el pequeño Carlos Hernán con cierto aire Arichabala en el rostro, las espadas cruzadas y la pintura en la cara eran parte del ritual, era el día y el momento de hacerlo, de ofrendar su poder para ser enaltecido entre los mortales, escribieron con tinta especial y plumero sobre un cuaderno de la época medieval que contenía conjuros y demás cosas esotéricas, finalmente Fulgencio bebió el vino salido del cráneo y lo puso junto al resto de la calavera en aquella urna especial, madre e hijo salieron del lugar, no distinguieron ser vistos por los ojos de Victoria oculta a cierta distancia, la anciana que vivía en el piso bajo por cuestiones de movilidad dejó la llave en un cofre oculto sobre la pared de su habitación, desde la ventana atisbaba prudentemente los movimientos de su bisabuela, tendría presente aquello; Serafín se despedía de Amanda con mucho agrado, ambos se habían impresionado de conocer sus sanas actitudes, el pequeño Carlos Gustavo Eleuterio inocente de aquellos gestos abrazó de las piernas a Serafín, daba muestra de que le simpatizaba, el abogado marcó al pequeño haciéndole mimos en la nariz y haciéndolo girar con los brazos estirados, Amanda, sonreía gustosa, con el niño marcado se acercaron a la puerta de entrada al cuarto, se despidieron con un beso en la mejilla, había nacido una amistad, al despedirse del niño lo hizo de forma calurosa muy afectiva, desde la ventana Griselda y nana Dulce sonreían muy gustosas, Serafín solicitó visitarla más a menudo a lo que Amanda asintió en señal de aprobación, entró a despedirse de las dos mujeres prometiéndoles visitarlos más a menudo, se despidieron con un fuerte abrazo, durante el manejo de todo el trayecto Serafín iba pensativo, abrió su habitación y lo primero que hizo fue a acostarse pensando en la cara de Amanda como fijación mental, sentía de ella algo muy diferente a lo que había experimentado con otras mujeres, suspiraba, tomó un cigarrillo haciendo boconadas de humo circulares descritos en el aire, pensó en el niño, precioso, le preguntaba a la vida por qué no le dio esa oportunidad de ser él el padre de ese niño en esa preciosa mujer delicada en el trato y cordial con inteligencia solidaria, se escuchó el teléfono, del otro lado de la línea una voz pedía su presencia urgente, la voz correspondía a su padre, le manifestaba su hermano Gustavo Adolfo deseaba la presencia de la familia para informar un suceso, Serafín agradeció la invitación de su padre confirmando su presencia, tomó su leva y salió de la habitación, bajando las escaleras del edificio donde vivía se tropezó por casualidad con una anciana vendedora de billetes de lotería con el que había empezado su negocio junto con productos de confitería con los que recién había empezado su negocio, amablemente pidiendo disculpas Serafín ayudó a recoger el producto a la anciana, le compró un boleto de lotería y varios confites, como compensación dio un billete de mediana nominación no pidiéndole el reintegro a la anciana guardando así el cambio, presuroso Serafín dio marcha a su auto, para la anciana ese lugar será frecuente por las tardes que vendrán.
FIN DEL CENTÉSIMO OCTOGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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