METAMORFOSIS 189
Carnaval.
Las manitos de seis años de piel morena clara de Venancio agarraban el balón luego de ser lanzado a la pared, dentro de la humilde vivienda la madre se acicalaba con apuro viendo el reloj, su hija Amaranta de ocho años le ayudaba en la actividad, de pronto un auto lujoso de la época se estaciona, de él sale Ramón el chófer a tocar la puerta en señal de presencia de su patrón Squeo que estaba sentado en el asiento posterior de auto, el fiel chófer sabía las andanzas de Squeo a quien se las confiaba pues ya llevaba cierto tiempo trabajando con él, Ramón se caracterizaba por la discreción y cuidaba la espalda de su patrón bajo todo aspecto, desde el interior del auto Squeo vio jugar al niño con el balón de forma muy entretenida, el pequeño Venancio estaba descalzo y sin remera, sólo tenía puesto su pantalón pijama de tela fina algo raído en la manga inferior, para Squeo fue atrayente ver jugara ese niño con rostro hermoso, ver moverse detrás del balón con su pelo lacio crecido agitándose al viento, ver sus bracitos agitándose con sus manitos de dedos bien formados, ver esos pies a medias pues pisaban la propia manga del pijama, le insinuó al niño que se acerque, Venancio con el balón bajo el brazo tímidamente dio pasos rápidos hacia donde estaba Squeo, aún estaba agitado con respiración acelerada, intercambiaron sonrisas, Squeo vio detenidamente al niño, le acarició el pelo y el rostro al tenerlo tan cerca arrimado a la puerta del auto lujoso, intercambiaron sonrisas, le preguntó por su nombre y su edad, la mirada de Squeo se fijaba en los pies de Venancio, si, en los pies, el adulto sonrió, le dijo que se levante el pijama para ver mejor sus pies, al hacerlo Squeo quedó impresionado, no disimuló el reír ampliamente, vio esos pies por un buen momento que de ello dio cuenta Ramón su fiel chófer, luego la atención de Squeo se concentró en el pelito del niño, sintió al pasar con su mano la sedosidad de esa cabellera lacia, la mano pasó por una de las mejillas del niño sintiendo la suavidad de piel tersa, un dedo pasó por el labio inferior que completaba la sonrisa, se vieron sonrientes, un recurrente impulso llegó a Squeo que lo hizo abrir la puerta del auto invitándolo al niño a subir, el pequeño con recelo no aceptaba ante la insistencia del adulto tomando una actitud de recelo con timidez propia de esa edad ante un señor que pocas veces había hablado y más aún al verlo tan bien vestido que imponía su autoridad reflejada en el rictus de su rostro, fue en ese instante que la madre del niño salía de la vivienda acompañada de su hija Amaranta y el chófer Ramón las recibió cerca del auto, el niño seguía arrimado a la puerta, estaba inquieto, al ver a su madre le vino algo de tranquilidad, con mano extendida Squeo le pedía al niño que ingrese al auto, así nomás vestido, el niño vio el rostro complaciente de su madre que le insinuaba que obedezca al señor, el niño entró de la mano de Squeo, cerró la puerta hizo gestos a la mujer que espere, Venancio en lo sentado que estaba tenía recelo pues sólo estaba puesto su pantalón pijama aún tenía su balón a su lado, tenía los dedos entrelazados y estaba cabizbajo, al niño le acariciaba el pelo para entrar en confianza de igual modo dio la orden a Ramón para que se pusiera en marcha, así, el auto inició el recorrido, Squeo agitó la mano para despedirse ante el rostro sorprendido de Amaranta viendo con extrañeza hacia el rostro pasivo de su madre con resignación en su rostro, Venancio a orden de Squeo agitaba sus manitos en señal de despedida, le cruzó un brazo sobre su cuello llevándole al niño más a su cuerpo adulto, el auto iba de marcha lenta que aprovecho el niño en ver a través del cristal las calles de la ciudad, Squeo notó las pocas veces que el niño ha viajado en auto por su inquietud de moverse tanto, las manitos señalaban a brazo estirado lugares que al niño le llamaban la atención, los deditos se hacían emblanquecidos al contacto aferrados al vidrio de la puerta, Venancio estaba maravillado viendo los puestos de implementos para juegos de carnaval, se detuvieron delante de uno a orden de Squeo, salieron tomados de la mano, no perdían la sonrisa mutua la de verse, le dijo que escogiera una de aquellas pistolas de plástico que lanzaban agua, sin pensar mucho eligió una, luego de pagarle al vendedor, ingresaron al auto, aquel vendedor vio el contraste de un niño vestido así ingresar a un auto lujoso, el niño sentado disfrutaba viendo la pistola, agitaba los piecitos al aire en el asiento, la mirada de Squeo era concentrada en los piecitos del pequeño y en la sonrisa descrita por sus labios y el arqueado modo de hacer las cejas al reírse, Squeo sonríe sin dejar de ver esos piecitos con alto empeine, asimismo miraba con detenimiento aquellos dedos que agarraban la pistola, de súbito sin control de uso el niño lanzó un chorrito de agua que impactó en el saco de Squeo, la expresión de Venancio fue de susto y vergüenza, Squeo se limitó a sonreír y para disiparle el temor al niño lo tomó del hombro llevándolo a sus costillas quedando la carita del niño arrimada al hombro de Squeo, por el retrovisor Ramón miraba los movimientos de cariño que su patrón prodigaba al pequeño y sonreía, el auto continuó su marcha lenta unas cuadras más adelante hasta detenerse en un lujoso almacén de ropa, Venancio y Squeo salieron tomados de la mano e ingresaron ante la presencia de los vendedores asombrados al ver la facha del pequeño, con autoridad Squeo llamó a una de las empleadas murmurándole al oído lo que necesitaba señalando al pequeño en las partes de su cuerpo con la mano estirada, Venancio se sentía aludido llenándose de recelo pues aún no comprendía por qué su madre había permitido ir con ese señor que lo desconocía, ante cada orden a empleada se limitaba a asentir, llevó al niño a un cubículo, pasaron varios minutos y para sorpresa de Squeo el niño que ahora aparecía distaba mucho de ser el de antes, para empezar bien peinado, vestía unos zapatos brillantes, pantalón y saco inglés, parecía un niño riquillo, un príncipe a sus seis añitos, Squeo le pregunto si estaba cómodo con eso, el niño respondía asintiendo, ahora los dos estaban bien vestidos con la misma tela fina inglesa, al salir del almacén Squeo llevaba en una mano el pantalón de pijama y en la otra llevaba de la mano al pequeño en dirección al auto, junto a él varias prendas de vestir en cartones, Ramón miraba a su patrón con mucha sorpresa por aquella actitud ante ese niño emitiendo luego gestos de aprobación y felicitación a Squeo, se sentaron, el niño continuaba jugando con la pistola de agua, el auto continuó la marcha hasta detenerse en el parque de la ciudad, se bajaron a tomar helado teniendo a su lado a Ramón que disfrutaba de una gaseosa, Squeo no paraba de ver los dedos de las manos del pequeño, sobre todo las uñas de los dedos gordos, sonreía ante la respuesta que daba el niño a sus preguntas, como el de conocer qué le gustaría ser de grande y responder que bombero, los adultos sonreían, Ramón cual si fuese su secretario indicaba con gestos que mirase el reloj, en verdad era el momento de ver a su amiga la madre del niño, tan pronto llegaron, la amplia sonrisa y extrañeza se fijó en el rostro de madre e hija al ver salir del auto a un muy cambiado Venancio, estaba bien vestidito, llevaba en una mano el pijama y en la otra la pistola de agua, Ramón tenía el balón y parte de las cajas de ropa, Squeo desde el interior del auto dio órdenes a la mujer para que ingrese, el auto continuó la marcha los niños se despidieron agitando las manos, al girar unas cuadras ella no pudo contenerse y lloró de emoción agradeciéndole a Squeo por su actitud, el hombre respondió besándola apasionadamente, todo eso ante la mirada del retrovisor de su leal chófer que emitía una leve sonrisa, a distancia de allí empezó el correteo de Venancio tras de su hermanita Amaranta con la intención de mojarla con la pistola, la niña detuvo la marcha indicándole que para evitar problemas con la mamá mejor que se quite la ropa y de nuevo se ponga el pijama para jugar y luego ya bañarse aprovechando del soleado día, el niño obedeció a su hermanita, así, por un largo rato jugaron hasta el cansancio, Amaranta fue a cumplir con la tarea encomendada por su madre que era la de lavar ropa y mientras tanto que su hermanito jugase por los alrededores de la casa humilde, Venancio perseguía insectos con su pistolita, le divertía la acción, sus pies descalzos se afincaban en el suelo terroso, cruzó la polvorienta calle perseguía insectos para aplicarles agua, caminó un poco y al llegar aplicaba agua a ciertas hortalizas del huerto de Luciano que en ese momento estaba descalzo y tenía puesto solo un short y se encontraba sentado arrimado a la puerta viendo los movimientos del niño, le llamó, gustoso el pequeño le mostró la pistolita obsequiada por un señor amigo de su mamá que ahora estaban de paseo en el auto, Luciano preguntó por Amaranta a lo que Venancio contestaba que se encontraba ocupada lavando mucha ropa, Luciano lo tomó de la mano invitándole a ingresar a la casa, entraron sentándose en una silla arrimada a la pared cerca de la cocina improvisada del cuarto, Luciano sentado en la silla lo sentó sobre sus muslos a Venancio quien le describía la forma y uso del objeto que por ese tiempo se usaba en carnaval, la carita de Venancio se unía a la de Luciano al roce de sus mejillas, la nariz del adulto pasaba por el pelo sedoso del niño percibiendo sus olores característicos de niño con piel sudada, de igual forma la espalda del niño rozaba apoyándose en el pecho y abdomen del adulto, ese roce y ese olor característico a niño de piel caliente y sudorosa excitaba a Luciano haciéndose abultado su pene en el short, lentamente las manos de Luciano deslizaban la tela del pijama de Venancio mostrándose así el penecito pues la tela llegaba a las rodillas, los piecitos en el aire se agitaban, los dedos del adulto estiraban y agitaban con lentitud ese penecito lampiño poniéndose erecto, las mejillas juntas miraban ese movimiento y el niño se movía con su traserito sobre el pene vestido de Luciano que alzaba al niño en su delante haciéndole mimos poniéndolo en pie en un instante, el niño parado vio a Luciano sentado que se deslizaba el short para nuevamente poner el traserito sobre el pene erecto peludo, ahora por sobre el penecito salía el pene grueso, la mano adulta tomaba a ambos para estirarlos, los labios besaban las orejas del niño, el aliento de Luciano chocaba en la mejillas de Venancio que seguían viendo ese movimiento de mano en los penes desproporcionados por la edad, besaba repetidamente el pelito y chupaba el cuello haciéndolo sentir al niño, Luciano cerraba los ojos lleno de placer, el agite se hacía más seguido hasta detenerse, las piernitas del niño de seis años estaban sobre el muslo y rodillas del hombre de cincuenta y dos años, seguían moviéndose al mismo tiempo de sentir estiramientos y agitaciones más seguidas en los penes, todo era movimiento en sus cuerpos, eran muchas las caricias recibidas en el cuerpito de Venancio, eran muchos los besos en el cuello y nuca, eran pases y deslices de lengua en cuello y nuca infantil, eran respiraciones aceleradas, eran, eran, eran, eran todo caricias y ternura, el niño se puso en pie viéndose el pene erecto sin soltar su pistolita de agua, vio ponerse en pie a Luciano con su pene cuyo glande tenía liquido pre seminal, el short estaba a la altura de los muslos, quiso subirse el pijama pero las manos de Luciano le impidieron al niño el hacerlo, por el contrario le ayudo a desvestirse totalmente alzando las piernas liberándose de las mangas del pijama y asimismo Luciano se quitaba el short quedándose ambos desnudos, tomados de la mano fueron al dormitorio, los piecitos polvosos del niño contrastaban con los pies del adulto, de reojo el niño miraba el pene lampiño y el pene peludo, lo acostó, le dijo al niño acostado que él también tenía una pistola y lo iba a demostrar, sonrió, le hizo abrir las piernas llegando los piecitos a los hombros de su iniciador, el niño manipulaba la pistola, vio empinado su penecito casi llegando a su abdomen a la vez que las manos del adulto sujetaban los tobillos del niño en el hombro para luego entallar el pene en la entrada del ano, el líquido pre seminal se alojaba en la piel que separaba los glúteos, el glande hacía movimientos circulares con tendencia a estragos, la cadera se impulsaba adelante y atrás con suavidad lenta, el penecito recibía el desliz del pene grueso entre los testículos lampiños, los piecitos seguían apoyados en los hombros mientras recibía besos con lengua como le había enseñado su iniciador, Luciano se apartó dirigiéndose a la mesita de noche junto a la cama, luego se acercó al niño haciendo una pausa en su caminar viendo al niño acostado con mirada en el pene de su iniciador a la vez que se pasaba el dedo por el traserito llevando su dedo para olerlo en la nariz, las piernitas las tenía dobladas pudiéndose ver los piecitos sobre las sábanas, el pelito lacio algo despeinado y una almohada a un extremo de la cama que con su manito la hacía puños al pasar el dedito por la entrada del ano, el niño vio a Luciano que se acercaba sonriente llevando crema fijadora para el pelo en una de sus manos, ya antes lo había hecho en muchas ocasiones, él mismo voluntariamente se encorvó sobre la almohada alojada debajo de su abdomen empinando el traserito en el que sentía el pasar del dedo untado con crema entre la separación de los glúteos, se escuchaba el suspirar infantil, eso gustaba mucho al pequeño Venancio de seis años, luego de sentir el dedeo en el exterior del ano vino el sentir del pase del glande que penetraba algo en ese ano virgen haciéndole gemir al niño, despacito, despacito trataba de entrar lo que más podía ese glande pero el niño se adelantaba con su cuerpo haciendo quites con bruscos movimientos, Venancio decía que sentía algo de molestia con dolor, pero para el otro personaje el desliz con crema era deliciosa y en algo penetraba con gusto de repetirlo siempre, Luciano se acostó sobre el cuerpo de Venancio para oír sus pujes producto del peso excesivo, escuchaba el respirar de su espaldita de niño precioso, miraba hacia ese voluminoso culito, le besaba el pelo y le hacía tantas cosquillas que posteriormente terminaban dando roles por la cama, el niño quedó de espaldas al colchón con los brazos estirados siendo los dedos entrelazados con los de su iniciador, quedaron pecho a pecho con sentido beso a beso, viéndose los dos penes rozarse, lo tomó de la cintura dando un rol en el que Luciano quedaba debajo del cuerpo de Venancio, se miraron fijamente, le pidió que moviese el penecito lampiño que estaba descansando sobre el pene peludo, así, así, se deslizaba ese penecito alzando y bajando las caderas, Venancio gozaba de ese roce y sobre todo de estar consciente que estaba encima de su iniciador y para motivarse mordía sus labios con los ojos cerrados y los abría para ver el movimiento de su pene al alzar las caderas, Venancio se sentía dueño de la situación, un activo, recordaba con los ojos cerrados a su amiguito, ese niño bien vestidito, se movía mucho con gusto que de tanto frote le salía suspiros, eso lo había aprendido de su iniciador, la misma táctica sexual, la misma forma de comportarse, la misma manera de sentir, de pronto se volvían a mirar, ahora las manos estaban entrelazadas y la inclinación de sus cuerpos daban para besarse y quedarse acostado en el caso del niño sobre el cuerpo de su iniciador que pasaba la mano por la espalda, los labios besaban el pecho peludo del adulto, se miraron, les salió una amplia sonrisa, unieron las frentes, se notaba la entrega, el dedo de Luciano fue a su boca en señal de silencio, Venancio entendía que todo este “jueguito” no debía decírselo a nadie, le dijo al niño que de igual forma no se dejase ver ni tampoco decir de lo que le hacía como “jueguito” a su amiguito Abner Heriberto, el niño asentía aprobando las instrucciones de su iniciador, Luciano le dijo además hábilmente en su psicología que se lo veía muy bien con esa ropa que le compraron, que lo había visto desde ese apartado lugar, y es lo que le había motivado a hacer el “jueguito” pues se lo veía precioso con esa ropa puesta como un hermoso príncipe, y le dijo que ahora le mostraría su “pistola”, sonriendo lo acostó en el extremo de la cama encorvándole la columna, esto es, los piecitos topaban el piso y la espalda descansaba en la cama debajo de su espalda estaba la almohada, estiraron los brazos entrelazándose los dedos para que así el pene peludo de Luciano se deslice por el pene lampiño de Venancio, con roces que iban de movimientos lentos hasta muy rápidos, le decía que se lo estaba haciendo con amor, como aquellas parejas que se quieren, y que él lo quería mucho, Luciano cerraba los ojos en señal de deseo y satisfacción, igual lo hacía Venancio apoyando sus manitos ahora en las costillas desnudas de su iniciador, mordía los labios sintiendo de nuevo el roce de los penes, al hacer más rápido el movimiento ya ambos jadeaban mucho, tanto así que la cama se movía en demasía, los glúteos desnudos del adulto se movían, los piecitos del niño se habían alzado un poco del piso agitándose en el aire, los ojos de Venancio de seis años se abrieron ante la pausa del movimiento de caderas de Luciano, de cincuenta y dos años, en esa pausa el niño vio salir el semen del glande de su iniciador, que se impactaba en su abdomen y que como siempre los dedos de su iniciador lo recogía y lo impregnaba en su penecito haciendo movimientos circulares en la piel con el líquido, luego le hacía oler y en esta vez unieron sus frentes, Luciano le dijo que su pene era la “pistolita”, sonrieron y por un rato quedaron acostados de perfil así abrazados, algunas aves picaban el techo y así acostados con las mejillas unidas escuchaban aquellos ruidos, Luciano le dijo recordando que se lo veía hermoso así vestido, que parecía un príncipe, el niño se sentó sonriente, le gustaba que le hablasen así, en verdad, era vanidoso por naturaleza y ese es el detalle del que Luciano aprovechaba para ganarse más confianza, el niño dio un paso alejándose de la cama pero los brazos estirados con manos a la cintura atrajeron al niño hacia la entrepierna de su iniciador, allí comenzó en la cama a darle roles diciéndole que era un niño bonito, si, muy lindo, muy hermoso, divino y al decirle eso lo acariciaba y lo besaba repetidamente, el gracioso Luciano manoseaba aquel traserito sutil infantil, lo acostó encima de su cuerpo adulto viéndole fijamente la cara acariciándole el pelo pasándole el dedo en los labios rosáceos, lo besó repetidamente nuevamente diciéndole lo hermoso que es, lo puso en pie viéndolo de pies a cabeza así desnudo al pequeño Venancio que se estiraba el penecito en señal de complacencia y gusto, Luciano se sentó en el extremo de la cama agitándose el pene y llamando al niño en su delante para que se acuclille y tome el pene para introducírselo en la boca, el desliz de la piel peluda contrastaba con los labios rosáceos, parecía que estuviera llevándose a la boca una banana, Luciano mira complaciente el sexo oral que proporcionaba al niño con ojos cerrados que se metía y sacaba el glande en su boca, le acariciaba el pelo infantil así como las mejillas, le decía que así, así, sigue, sigue, niño bello, niño hermoso, niño lindo, Venancio dejaba de cerrar los ojos para ver el rostro de complacencia de su iniciador y también verle el glande ensalivado, le apartó el pene de la boca e hizo al niño que se acostase en la cama y puso los pies en los hombros de tal manera que el pene ensalivado rosáceo se deslizaba sobre el traserito haciendo una mezcla de saliva, semen y crema en el traserito del niño, le decía que mire y que recuerde siempre este momento del “jueguito” que él era “su” niño hermoso, que le “pertenecía” pues le recordaba que fue el primero en ese enseñarle “eso”, Venancio al oír esto meditaba, así luego Luciano lo soltó para posteriormente sentar el traserito del niño en su entrepierna para que el pene se deslice, lo tenía al niño abrazado por detrás besándole la espalda y a la vez recordándole efectivamente que era un niño muy hermoso al vestirse así con pantalón y camisa de tela fina, se apartaron y el niño iba en dirección a la silla a tomar su ropa e iba rascándose el traserito sacándose con el dedo resto de líquido en sus glúteos, Luciano le dijo que se acerque encorvándole en la cama en donde se mostraba su culito a plenitud y pasó papel limpiándole el culito, le decía que lo tenía bien hermoso, luego sacó la bacinilla debajo dela cama para que orinasen juntos viéndose los penes expulsar la orina con sus caras sonrientes y miradas cómplices, le ayudó a ponerse la ropa y pasaron a la sala a hacer un jugo de frutas cítricas varias con mango, tomó la pistolita y salió a perseguir a los insectos con los chorros de agua salidos de la pistolita, esa piel morena clara suave y tersa se daba al sol con cierto brillo en ese pelo sedoso lacio negro, de eso lo apreció Luciano sentado junto a la ventana manoseándose satisfactoriamente su pene con sonrisa sarcástica.
*******
La gente cubría el perfil costanero, los bañistas tenían iban incrementando su presencia, sobre todo los de la capital, aumentaba con su presencia ese gran apego a la comida del lugar que si bien su infraestructura era deficiente contrastaba con las nuevas construcciones atuneras, entre la gente se podía ver a un estibador durmiendo su entredía, observaba la calidez de los bañistas, las humildes mujeres en sus puestos rústicos mostraban una adecuada presentación de comida autóctona y así invitaban a la gente a ser partícipes de la típica naturaleza del lugar, en un extremo de su cuerpo descansando estaba su comida, en el otro las botas puestas en el piso, cavilaba mucho, su corazón joven latía aceleradamente, a sus pocos años vividos parecía que lo había presenciado todo, tenía experiencia de vida, veía la costa, el mar, la brisa fresca se delataba en su pelo lacio moviéndose, más, viendo en dirección a aquella gran casa que resaltaba de las humildes imponiéndose con fastuosa arquitectura de la época de mediados de siglo XX, de solo verla a esa distancia su corazón latía pensando en sus habitantes, muchas cosas habían pasado para llegar a esto, a ser un simple estibador, un hombre que la vida le estaba dando una nueva oportunidad con aquella noble mujer de mar, suspiró al simplemente pensarlo, lejos estaba de aquel lugar, pero algo lo hacía sentir cerca de los habitantes, algo muy indisoluble, más que una simple amistad, más que un simple saludo o despedida, suspiró de nuevo, tenía que acercarse pronto a ese lugar, una gran carga vendría para ser llevaba a buques de gran calado en un puerto que estaba en construcción, el ruido de la gente por reanudar el trabajo le hizo incorporarse y unirse a ellos tomando su recipiente de escasa comida, el pito sonaba intermitente, era el momento de seguir, el sonido lo anunciaba, ese mismo sonido que llegaba a oídos de Victoria arrimada a la ventana sintiendo la caricia en su rostro de la brisa de mar disfrutándola con los ojos cerrados, su pelo agitado al viento, su mirada puesta en el horizonte, su boca entreabierta sentía entrar el aire yodado y fresco, estaba minutos recién llegada y estaba recién subida a la terraza desde donde gustaba ver la vista al puerto, había venido con su madre Fernanda y su hermanita Cayetana, la recibieron su tío Nicolás y su esposa Justin e hijo Daniel Nicolás, venían por lo del carnaval pues se habían enterado de los actos culturales por ese año en la playa bañista que eran muy vistosos, y se hacía cada vez mejor transcurrido el tiempo, desde ese lugar divisaba a los hombres trabajando en el puerto, aquellos estibadores, sonreía con los ojos cerrados recibiendo la brisa de mar, a sus trece años ya había sentido el llamado de la naturaleza y también su incremento en el deseo sexual, vio a los adultos sentados en franca tertulia amistosa bajo una carpa junto al palmar que rodeaba la gran casona de playa, degustaban de las refrescantes bebidas del lugar, le atraía sus musculaturas, Fernanda tenía en su regazo a su hija Cayetana que estaba profundamente dormida, cerca de allí el pequeño Nicolás que en un mes cumpliría los cuatro años de vida y estaba sentado junto a su padre bebiendo fruta copiosamente, al rato Victoria desde lo alto vio al niño que era ayudado por su madre Justin a bajarse el pantaloncito corto mostrándose un calzoncillo infantil por el que salía el pene infantil, la orina salía con fuerza, sus manitos agarraban la camisa de tela ligera, se movía por efecto del viento, Victoria tragó saliva viendo fijamente ese penecito de piel blanca muy suave por el cual salía ese líquido, a solas ya antes lo había tenido y ahora lo deseaba de nuevo, su mirada era muy fija en aquel niño micciando, Justin alzó la mirada saludándose con Victoria con quien cruzaba miradas, el precioso niño también agitaba sus manitos al orinar, Justin fue por más bebida acompañada de Daniel Nicolás, de igual forma Victoria fue por más bebida bajando las escaleras encontrándose con madre e hijo, Justin dejó a los niños jugando en la sala, el niño se sentó sobre el regazo de su prima dejándose llevar por los movimientos del juego, el mentón de ella descansaba sobre el pelo sedoso suave bien cuidado del pequeño, de buen perfume se olía el pelo, le besaba el cuello con talco, sin dejar de moverlo, las manos se entrelazaban, la lengua de Victoria pasaba por las orejas del niño que con los hombros trataba de evitarlas de manera instintiva, al sentirse a solas con el niño decidió correr subiendo por las escaleras que daban al cuarto donde estaban las maletas aún sin abrir, allí habían varias camas, escogieron la más alejada a la ventana, el niño trató de asomarse pero Victoria lo atrajo hacia ella llevándolo a la cama quitándole las sandalias y calcetines, Victoria puso seguro a la puerta viendo con amplia sonrisa a su primito que brincaba sobre la cama, ella también lo hizo en otra, luego se sentó al extremo de la cama llamando a Danielito como le decía cariñosamente, el tierno niño la tomó de las manos como era el deseo de ella, se acercó en su delante viendo con su carita que los dedos de Victoria bajaban lentamente la cremallera de su pantaloncito corto, la tela definía la piel blanca de ese niño precioso con respecto a sus piernitas rellenitas, la tela caía al piso cubriendo los pies de dedos alargados medio gruesos bien formados del pequeño, luego el calzoncillo con estampados infantiles seguía la misma dirección del pantaloncito corto, Victoria vio el flácido penecito y empezó a agitarlo, instintivamente el pequeño trataba de apartarse porque sentía cosquillas pero ante tanta insistencia se dejó llevar por el movimiento sutil de los dedos de Victoria, ya erecto en algo como estaba decidió ella levantarse el vestidito que llevaba puesto para luego bajarse el calzón de estampados infantiles, se recostó lentamente en la cama abriéndose los labios vaginales y haciendo que el niño se acerque, ella lo tomó de las manos sujetando para que se acerque y al unir las pelvis el pene del niño le rozaba en algo la vaginita sintiendo gusto, la mano de Victoria impulsaba el trasero de Daniel, por delante el pene rozaba la vagina de Victoria por el efecto del movimiento de la pelvis, lo acomodaba al pequeño así sujeto para que continuase, el niño pudo ver que la vagina ya tenía algunas pelusas al ver ese roce de manera curiosa, ya iba entendiendo ese “jueguito” por algunos instantes siguieron así rozándose y viéndose el penecito que se deslizaba, ella lo atrapaba con vehemencia, el traserito de cuatro años movía adelante y atrás sobre aquellas caderas y pelvis de trece años, los dedos de Victoria rozaban la separación de los glúteos, el niño sentía aquellas sensaciones demostradas por una niña en formación a ser mujer, Victoria había desarrollado adecuadamente su físico y contrastaba como era de suponer su estatura con la de su primito, ella guiaba las poses sexuales ahora acostándolo sobre su cuerpo acomodando el pene para que ahora roce su vagina alzando y bajando las caderas del niño, los piecitos rozaban las piernas, unieron sus frentes, ella lo estimuló a sonreír, vieron el pantaloncito, las sandalias y el calzoncito con el calzoncillo en el piso, Victoria recordó el tiempo de haber estado encerrados, quiso aprovechar más de esa intimidad acariciándolo lo que más sea posible, los separaban casi nueve años de edad pero Victoria lo deseaba con esa pasión arrebatadora de su edad, le atraía del niño sus cejas, aquella sonrisa que se definía con los labios bien formados rosáceos, esas piernitas rellenitas que auguran a un adonis, Victoria sentía en realidad que el pequeño era muy hermoso, pensaba ella que el pequeño había nacido de un gran arrebato de amor, se podía notar muy claramente en su perfil viril, había sido hecho con mucho amor por sus padres, era la admiración de muchos familiares, el niño seguramente fue producto del verdadero deseo de su madre y su padre por sentirse y que iban a engendrar y concebir un hijo plenamente deseado, para Victoria esos eran sus pensamientos pues no podía haber otra conclusión tan acertada al referirse así a un niño tan hermoso como lo era su primito, cerrando los ojos Victoria se imaginaba haber podido quizá estar presente siendo testigo en aquella libertad que el destino brindó para ser engendrado con amor por dos amantes en celo con desenfreno como se imaginaba a su tío Nicolás Arichabala y a su esposa Justin Pérez, para Victoria sin lugar a dudas que Danielito fue el producto de ese amor, de esa atracción, de esa pasión desencadena en ternura y necesidad de ser, irónicamente lo fue en caso contrario con ella, pensaba penosamente que había sido el resultado de un simple aparente deseo entre su padre el difunto Mateo Arichabala y su madre Fernanda, sin embrago, allí estaba Danielito ahora con su primita semidesnudos aprendiendo el sexo, no era la primera vez con ella, su inocencia dejaba que su prima lo llevase a hacerlo, era su iniciadora, lo sentó abriéndole de piernas para entre ellas poner su cabeza, lamiéndole el penecito en varias ocasiones que al sentir eso el niño de inmediato se reía, la lengua se la pasaba por debajo de los testículos asimismo le hizo apoyar sus pies descalzos sobre el colchón arqueando su cuerpo mostrándose el penecito para seguir siendo lamido y chupado, lo miraba a los ojos mientras su lengua pasaba por el tronco del pene de ese precioso niño, le miraba el rostro de felicidad pues sentía cosquillas, se movía mucho, ella lo aquietaba con dulzura, le besaba el ombligo y las costillas, Danielito no paraba de reír, le hizo mimos para que se callase y así el niño se calmaba, lentamente unieron las frentes, unieron las mejillas, así fue que después terminaron con un fuerte beso apasionado, estuvieron acostados por un momento así semidesnudos en la cama, ella le pasaba que sus deseos se habían cumplido desde que lo vio micciar, las piernas estaban sobre el penecito rozándole constantemente y ella sin dejar de sonreír le acariciaba el pelo, al pequeño le gustaba estar con su primita pues le gustaba que ella le diese besos con piquitos haciéndole ampliar su sonrisa, de pronto escuchó un gemir del niño, eso a ella le complació, era el efecto de su peso del cuerpo sobre el del niño, lo volvió a besar, sonrió y seguía acariciándole el cuerpo, dio vuelta en la cama y lo acostó encima de su cuerpo acomodando el penecito sobre su vaginita, le dijo que se mueva, así lo hizo dejándose tomar las caderas ayudándose de las manos de su primita que alzaba y bajaba las caderas, no paraban de sonreír pues para Danielito eso inocentemente era un “jueguito” muy infantil lleno de cosquillas del que le estaba enseñando su primita Victoria, de pronto él quedó acostado en la cama, estaba quieto a piernas abiertas, ella fue a tomar la ropa, se vistió viéndole sonriente, se acercó a seguirle besando y lamiendo el penecito, Danielito no paraba de sonreír, le toma de las manos sacándolo de la cama, le vistió al niño aculillándose con el dedo en la boca insinuando en el oído de no comentar lo ocurrido entre ellos minutos atrás luego saliendo de la habitación uniéndose a los adultos.
*******
Amanda estaba recostada sintiendo el movimiento el movimiento del bus rayando el sol en aquella mañana de febrero de 1958, estaba acompañada de su pequeño y único hijo, el niño estaba sentado a su lado, dormido con su carita posando sobre el pecho materno, besaba el pelito a la vez que con los dedos lo acariciaba, sus ojitos cerrados igual que su boca demostraban el perfil de su descendencia, es que el niño se parecía mucho a ella y consecuentemente el pequeño Carlos Gustavo se parecía a su abuelo Eleuterio, el niño era la adoración de aquel campesino, habían viajado durante varias horas de la noche desde la capital hasta aquel pueblito apartado de la selva donde ella se crio, su hijo había nacido en la capital, ya los rayos de sol se hacían intensos lo que hizo despertar al pequeño, ya pronto llegarían, se imaginaba el recibimiento de su familia esperándola en la simple parada de buses, el pequeño estiraba los brazos a la vez que bostezaba, se notaba los labios rozagantes y esa mirada hermosa, vio a su madre pensativa y volvió a recostarse en aquel pecho materno, el día sería caluroso, ella miraba a través del cristal el reflejo de su rostro y el de su hijo tan parecido a ella, suspiraba y sonreía, estaba muy feliz con su hijo, le acariciaba el pelo lacio sedoso, los dedos pasaban por las mejillas infantiles rozagantes, la piel muy blanca hacía distinción del pequeño con los niños del lugar, inclusive con los miembros de su familia, el tono de piel era el legado dejado por el padre en el niño bello de facciones, le dio varios besos en el pelo, lo sentía muy suyo, de nadie más, eso le agradecía a Dios, aunque se estaba criando sin su verdadero padre, pero ella trataba de hacerle feliz siempre y en todo lo posible, le miraba el rostro y dentro su piel resaltaba, esa piel le recordaba la evidencia de amor dejada por aquel hombre que aun amaba, su hijo era el recuerdo de ese amor, a su mente le vino la figura de aquel militar que aún amaba, suspiraba viendo el rostro de su hijo, ese niño era el hermoso recuerdo que le había dejado, lamentaba no haberle dicho a tiempo y cuando la oportunidad se dio para decirle que ella le había dado ese hijo precioso fruto de su amor, cerró los ojos y de pronto ya pensaba en la figura de su amigo Serafín, recordaba su rostro y sonreía, había nacido el afecto mutuo, vio a su hijo y sonriente acarició el pelo infantil mientras recordaba las escenas galantes de Serafín hacia ella, el movimiento del vehículo por el empedrado y polvoriento camino no la sacaba de sus pensamientos hacia aquel hombre, sonreía con amabilidad, kilómetros más allá se divisaba la improvisada parada de bus del pueblo selvático, se notaba la lluvia leve, habían varias personas, entre ellas la familia de Amanda, el niño saludaba agitando sus manitos desde la ventana una vez que el bus se detuvo, con alegría respondían de la misma forma los abuelos y tío del niño, las personas bajaban lentamente del bus, hasta que Amanda y el niño se fundieron en abrazos con su familia, el niño era el más apreciado y considerado en caricias por parte de sus abuelos, el más alegre indiscutiblemente era el abuelo del niño al que subió a los hombros girando en vueltas demostrando su alegría mientras que el niño no paraba de reír al efecto de los giros que le daba su abuelo sentado en los hombros alzando los brazos, su piel muy blanca contrastaba con la de los presentes, todos fueron a la carreta a colocar las petacas de los viajeros, el camino estaba muy accidentado, se manejaba con cuidado, Amanta señalaba recordándole a su tierno niño aquellos parajes donde ella siendo niña los disfrutaba en sus juegos, a su lado pasó una patrulla militar que los detuvo, les pidieron documentos, les informaron que una célula de insurrectos al estado del país de la canela ya merodeaba por el lugar y que tuvieran cuidado ante posible acecho de los insurgentes, Eleuterio agradeció la información y continuó con su viaje, sorpresivamente el niño se puso de pie y le dio un saludo estilo militar, el uniformado reaccionó con una sonrisa y le respondió con saludo militar, el uniformado les dijo que a futuro tendrán un excelente militar en la familia refiriéndose al niño, la madre agradeció el gesto y se despidieron cordialmente, hicieron un alto en visita a Ana que estaba desgranando elote, Amanda le había traído unos obsequios, les recibió con bebida refrescante, el pequeño Eleuterio con su sobrino recién llegado Carlos Gustavo jugaban animadamente con Renata recorriendo los parajes del lugar, caminaron entre el monte y desde las lomas divisaban las montañas, fueron a la cueva de los juegos correteando por los alrededores, el más entusiasta era el pequeño Carlos Gustavo Eleuterio, para él la naturaleza a su llegada era un bálsamo de alegría, ya meses antes había estado en aquella selva donde vivía su abuelo y familia, había tenido una experiencia desagradable cuando accidentalmente un jeep militar embistió contra su humanidad afortunadamente solo sufrió una laceración en su hombro producto de la placa del automotor, esa laceración quedó como marca en su piel en forma de cicatriz, había regresado a petición de su abuelo quien se sentía orgulloso al pasearlo por el pueblo, además, sin dudarlo siquiera demostraba que lo extrañaba mucho a su nieto único, su mamá estaba feliz por encontrarse con su familia después de algún tiempo, el pequeño Carlos se sentó a divisar el paisaje, con una ramita arqueada golpeaba el piso, al girar su cuerpo vio sentados muy juntitos al pequeño Eleuterio y la pequeña Renata que rozaban los dedos en los muslos, con mirada cómplice sonreían, Eleuterio el niño de mayor de edad insinuaba con gestos moviendo la cabeza hacia la niña para caminar hacia la cueva, la niña con timidez bajó la mirada al piso muy sonriente mientras el tío del pequeño le acariciaba el pelo, Eleuterio se puso en pie y corrió hacia la cueva, la niña lo siguió mientras el pequeño Carlos Gustavo se quedaba sentado jugando con una pequeña pelota que Serafín el amigo de su mamá que le había regalado al salir de la capital, al poco rato los dos niños salen arreglándose la ropa, Eleuterio con mucho afán limpiaba la ropa de la pequeña Renata, ambo niños se restregaban las partes íntimas vestidas con aquellas telas finas de sus prendas de vestir, los tres tomados de las manos siguieron camino a la ramada donde estaban los adultos, luego de despedirse de Ana los viajantes continuaron con su rumbo llegando a la pequeña propiedad, madre e hijo se alojaron en el pequeño cuarto que anteriormente era de Amanda y que ahora lo ocupaba su pequeño hijo Eleuterio, el pequeño Carlos Gustavo estaba ansioso de salir a jugar con su pelta, corrió por los alrededores de la casa de campo humilde, divisó a lo lejos a Eleuterio que entraba a la letrina, desde afuera Carlos escuchaba a Eleuterio que se quejaba, su curiosidad por los ruidos hizo que de inmediato deslice la cortina de la letrina viendo sentado a su tío el pequeño Eleuterio que ya se limpiaba con jabón el prepucio estirado, Eleuterio recordaba que se había lacerado con la tierra de la cueva al pasarle el pene por la vaginita haciendo un movimiento brusco, luego de un instante de verle el penecito lampiño enrojecido enjabonado y lavado con abundante agua le pasó un trapo que estaba colgado en un clavo sobre la pared de bambú, luego lo tendió fuera llevando de la mano acariciándole el pelo al curioso niño que le preguntaba el por qué estaba así su órgano genital a lo que respondió que se debía a una picadura de mosquito que hay en el lugar a lo que le dijo al pequeño que debería tener cuidado por si acaso a él también le ocurriese, las horas las pasaron el resto del día la pasaron jugando, de pronto ya casi al presentarse el ocaso llegó la carreta con Ana, su esposo y sus dos pequeños hijos, Renata sentada junto a sus padres en medio, mientras que el pequeño Renato profundamente dormido iba en el regazo de su madre, llegaban ante la invitación que le habían hecho los padres de Amanda celebrando por su llegada, Ana y sus esposo acomodaron al niño en el cuarto de Eleuterio mientras que los tres niños salían a jugar en los alrededores de la casa de campo humilde iluminada con mecheros, aún en ese sector selvático carecían de luz eléctrica, jugar con la pelota era la novedad del momento para los niños, dentro se escuchaba la tertulia de los adultos, la que más intervenía era Amanda relatando la forma de vida capitalina y de su trabajo de enfermera en aquel hospital militar capitalino, de cómo distribuye su tiempo en tender a su pequeño hijo, de las personas que en su ausencia lo atienden en el cuarto que arrienda, mencionó a la nana Dulce aquel maravilloso personaje que es muy atenta en el cuidado de su hijo, les describió su físico de la atenta mujer de color, los minutos pasaban, el relato de Amanda continuaba siendo el más atento su padre, tragaba con pausa la bebida, era para él esos apellidos y nombres muy conocidos, Eleuterio sabía que aquella mujer de color era la nana de los Pozzo Buonanote, Izaguirre Buonanote, la conocía bien, al hombre le vino la ansiedad, es que él estuvo por esos lares años atrás en su época de aventurero, y también conocía acerca de los otros hacendados de aquella época como don Rodolfo, la palidez se reflejó en el rostro del campesino, trataba de disimular ante los invitados, sin embargo, de ello dio cuenta su mujer sentada a su lado, le conocía bien, a veces se cruzaban las miradas, Ana con su esposo estaban atentos al relato de Amanda, sonreían sobre las anécdotas de vida, el trato que le daban en esa casa de arriendo, la relación con los vecinos y de sus amistades, hablaba en especial con respeto de Serafín Del Olmo, Eleuterio al escuchar ese nombre y apellido tuvo un repentino impulso emotivo levantándose de su silla rustica, la esposa dio cuenta de aquello poniéndose cabizbaja, Eleuterio al instante disimuló caminando en dirección a la puerta con el pretexto de salir a vigilar a los pequeños, Amanda continuaba con su relato para luego de haber terminado iba a tomar la posta Ana y la madre de Amanda diciendo de los problemas últimos en el sector con cierta célula de insurgentes, de pendencieros inmorales que tenían en asecho al pueblo y que esto se iba mejorando con la seguridad que ahora brindaba el ejército acampado en el pueblo y en las montañas, ya habían muerto muchos reaccionarios a manos de las fuerzas armadas del país de la canela, el sector sin embargo era punto de referente sedicioso y por ello aún la permanencia del ejército en el pueblo, Eleuterio complacido del juego de los niños entró a la vivienda a seguir con la charla, la expresión denotaba algo de desconcierto tratando de disimularla entrelazando los dedos de las manos, pasadas las horas las mujeres llevaron a los niños a dormir a la vez que Eleuterio y el esposo de Ana libaban haciendo tertulia salida de las anécdotas de su trabajo, el olor a aguardiente y a tabaco inundaba el lugar, vinieron las carcajadas y palmadas celebrando cada anécdota, los ruidos llegaban a los cuartos, las mujeres se dedicaron a dormir junto con sus hijos, afanosamente cuidaban de que permanezcan dormidos, Amanda acariciaba el pelo castaño claro de su hijo, los dedos se deslizaban por el sedoso pelo, las yemas de los dedos rozaban la piel tersa de mejillas así como las cejas distintivas de la genética heredada de ella y de su padre Eleuterio el abuelo paterno del niño, por rato pasaba los dedos a las cejas del niño, se parecía tanto a ella que del militar sólo había heredado el pelo y la forma de sonreír, efectivamente, de aquel hombre descendiente de hidalgos españoles y del Cáucaso genéticamente había heredado la forma de reír descrita por sus labios, el color de sus ojos era compartido, aquellos ojos miel que ahora estaban a disposición de Morfeo, aquel niño había heredado el carácter de su verdadero padre, era incisivo, indagador, su mirada atenta en el diálogo, la forma de expresarse a tierna edad parecida al padre al que desconoce su identidad y de igual modo reciproco por parte del niño que estaba criándose sin la presencia paterna ocupada por la figura de su abuelo Eleuterio, la tranquilidad del niño contrastaba con el fuerte viento nocturno que golpeaba a la humilde vivienda campesina, luego del viento viene la lluvia, Amanda recoge la sábana y al hacerlo quedan al descubierto los pies descalzos del pequeño Carlos Gustavo, los dedos eran alargados entre gruesos sobresalidos que contrataban con lo grueso y corto de los dedos gordos de sus pies, Amanda daba crédito a esos pies ratificando que esos pies y manos en cuanto su formas su tierno hijo precioso los había heredado de Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, aquel militar que estaba a pocos centenares de metros de allí, ella se había enterado de la presencia de aquel personaje, se preguntaba qué hubiese sido de la vida si hubiesen tenido una relación formal, si el destino hubiese cambiado se preguntaba siempre, pero ya estaba presente, no se pudo evitar lo ocurrido en aquella desgraciada tarde en la que lo esperó pero nunca llegó dejándole como recuerdo ese precioso niño de ahora casi cinco años al que era todo de sí, ese nene era toda su vida, toda su esperanza de superación, toda motivación, toda manera de ser feliz, no desconocía la posibilidad de ser feliz siendo amada por él, sólo por él, por ese militar que la hizo suya, nunca olvidará aquellos momentos de pasión, nunca olvidará a aquel hombre al que le entregó su candidez recibiendo a cambio ese precioso regalo fruto del amor que se iba formando en cada encuentro, nunca antes ella estaba tan segura de lo que hizo y tanto así pensaba pues también sentía amarlo, sí, aún lo seguía amando poniéndose nerviosa al verlo de lejos resignándose así al destino presente, Amanda sabía del matrimonio de Gustavo Adolfo, de aquel pequeño hijo que había engendrado en el vientre de Isaurina, la mujer abrazó a su hijo levantándolo un poco para acomodarlo entre las sabanas ahora recogidas poniendo la cabeza del niño sobre una almohada con lana recubierta, lo miraba con detenimiento a ese rostro con candidez, allí a su lado estaba el fruto del deseo y la pasión de ella con ese militar de carrera que a través de los recortes de prensa le hacía un seguimiento guardando cada retazo de papel en una cajita segura que su hijo ignoraba de su existencia, era el testimonio de su recuerdo con ese militar, de su amor prodigado en aquellos tiempos, lamentablemente ella tiene sentimientos encontrados en el sentido de que nunca la amó pues hubiese luchado por ella sobre cualquier desavenencia, así transcurría la noche, los gritos y algarabías de los dos hombres iba en disminución, y ya en la madrugada con el primer cantar de gallos, los primeros rayos de sol de aquel alba fresca mostraban la postración de los hombres sobre la mesa sentados en sillas rusticas roncando, ambas esposas condujeron a sus maridos a los catres respectivos, una vez dejados allí ambas mujeres en compañía de Amanda preparaban el desayuno para los niños, la tarde estaría llena de juegos deportivos en el pueblo y en la noche la misa de carnaval, se preparaban para el evento, decidieron viajar al pueblo a ver algunas prendas, aunque Amanda había traído algunas de la capital obsequiándola a su mama y a su amiga Ana, tomaron la carreta junto con los niños en dirección al pueblo, fueron pasados por el camino por un jeep militar, la sangre de Amanda se heló viendo al copiloto en ese vehículo, era él, si, sin duda que… era él, se dijo, inconfundible figura varonil, era el militar de sus sueños y esperanzas fallidas, de inmediato él no la vio a plenitud por el camino intenso y polvoso, pero también por instinto militar de visión intuyó en esa figura, pasados algunos segundos giró su cuerpo viendo las alejarse las figuras femeninas, ente ellas estaba Amanda, sí, seguramente era ella, regresó siguiéndolas, hizo detener el vehículo, esperó el paso de la carreta y en verdad que al pasar comprobó que era ella, ambos acelerados corazones se motivaban al verse, fueron segundos pero que parecerían minutos, Gustavo buscaba en ella las miradas intercambiadas, pero para desgracia de él Amanda lo vio con tono indiferente, sólo Carlitos vio donde estaban los militares emitiendo una leve sonrisa a la que se unieron los demás niños, irónico, aquel jepp le propinó al pequeño Carlos esa cicatriz y con el jeep estaba aquel personaje que accidentalmente lo había atropellado, sin saber que ese hombre vestido de camuflaje era su verdadero padre, así era la vida, por segundos estuvieron tan cerca pero a la vez tan lejos, luego de revisar papeles la carreta continuó su lenta marcha mientras que el jeep seguía la ruta lentamente detrás de la carreta, al llegar al pueblo se separaron, Amanda giró para verlo al jeep alejándose lentamente, las compras no se hicieron esperar, los transeúntes miraban con atención a Amanda vestida con la moda de la época y a su hijito de igual forma, entraron a una abacería que tenía un trio de mesas afuera las cuales un par fueron ocupadas por las mujeres y los niños, ubicándose en la tercera mesa Gustavo y su coordinador de operaciones un militar de carrera con experiencia en la segunda guerra mundial, había prestado servicios en Europa, estaba en los meses de su próxima jubilación, la mirada atenta de Gustavo en Amanda era fija en todo el esplendor, la madre de Amanda miraba al militar con prudencia y algo de incomodidad de lo que Ana desconocía, Amanda siempre sonriente trataba así de desestimar la presencia de los militares, la conversa entre las mujeres continuaba, los niños sentados con gusto bebían las gaseosas, el militar miraba con sorpresa a ese niño al que reconoció en aquel accidente que tuvo, ese niño era hijo de Amanda, sí, de la mujer que aún amaba, vio con ternura a ese hermoso niño muy parecido a su madre vio que tenían aferradas a sus manitos las botellas, Gustavo vio al pequeño Carlos que sobresalía de los niños allí sentados no solo en su ropa sino en el color de su piel blanca, aumento con detenimiento su vista notando mucho parecido en el rostro del niño a su madre y en consecuencia al abuelo materno, poco daba atención al dialogo con su superior dándose a notar de aquello, el anciano militar vio la mirada de su subalterno, aquella mirada fija en aquella mujer, le hizo la pregunta si ella había significado mucho para él, lo certero de la pregunta hizo que Gustavo mire fijamente a su superior emitiendo una sonrisa irónica, asintió manifestando así su aseveración, solo se limitó a emitir gestos, miró a ese niño, lo comparó con el suyo, quizá el niño que estaba viendo hubiese sido suyo, pero así lo quiso el destino, el militar tenía claro que ese hijo era de aquel humilde campesino con el que había unido vida, su mirada se concentró en la plática entre ambos, las mujeres fueron en dirección al parque del pueblo muy cerca de donde antes se encontraban, gustaban ver correr a los niños por los alrededores del parque con calles polvorientas, Eleuterio guiaba los juegos de Renata y Carlos Gustavo, el pequeño Renato era ayudado por Ana su madre en la intención de hacerlo caminar, el sol no estaba tan intenso, la mañana aún era fresca en aquel sábado de carnaval de 1958, Amanda se sentía ser observada por el militar pero al girar su cuerpo la presencia de Gustavo ya no se encontraba, al regresar a la vivienda se mostraba la figura de Eleuterio, aquel hombre se mostraba sin camisa cortando leña con hacha, el esposo de Ana cargando agua, los niños se unieron a las actividades ayudando a cargar leña y agua, Eleuterio vía con orgullo la acción de su nieto, se enternecía cuando al acercarse el niño lo abrazaba de las piernas, Amanda estaba complacida con esa relación, a los hombres les hablaron de su visita al pueblo, les trajeron comida y bebida, Ana con su esposo e hijos se despidieron agradecidos por la cortesía, se verían pronto en la noche en la fiesta de carnaval del pueblo, lejos de allí Gustavo Adolfo estaba pensativo en el jeep conduciendo en los alrededores de pueblo, un impulso le hizo desviar de la ruta propuesta inicialmente, se adentró por aquellos caminos polvosos, su corazón se agitaba, su anhelo se cristalizó viendo la figura de Amanda lavando la ropa junto a su madre en la rivera del río, tal cual como antes, como en aquellos encuentros iniciales, la figura regia de la que fue su mujer por meses no había cambiado, vio al pequeño Eleuterio que tapaba con arena el cuerpito de Carlos Gustavo, sonrió, pensaba que tal vez ese hubiese sido su propio hijo, algunas mujeres se acercaban al lugar a lavar ropa, se saludaban solemnemente al pasar, sin duda alguna que Amanda resaltaba sobre las demás, Gustavo Adolfo sentía la necesidad de estar junto a ella pero veía inconveniente en el hijo de ella, pues seguramente era feliz con su actual esposo, esto él lo suponía, la suposición del militar era tan distante a la realidad por su desconocimiento, los minutos pasaban y se complacía al verla de lejos con cigarro en la boca, tragaba saliva, sin ninguna duda le atraía, de la radio del jeep salió un llamado dirigido al militar, le decía por su ubicación y su presencia inmediata, la voz provenía de su superior, corrió a responder, encendió el vehículo saliendo en camino polvoso, Amanda que no escuchó el sonido hacía pausa en el lavado pensando en lo ocurrido en la mañana, él, estaba en el pueblo, suspiraba, cerraba los ojos ansiosa recordando los momentos de encuentro con el hombre que la hizo mujer a plenitud y del que le dejó ese maravilloso recuerdo en abril de 1952 como lo es su hijo Carlos Gustavo que en dos meses cumpliría los seis años, el niño ahora corría con su tío el pequeño Eleuterio, corrían lanzándose a las cristalinas aguas del arenoso y pedregoso río, la mirada atenta de Amanda sobre su hijo no se hacía esperar, la abuela del niño notaba la preocupación de su hija Amanda, sentía que ese precioso niño era su razón de vivir, lo cuidaba tanto, que a veces exageraba con los mimos, tanto así en el cuidado de su aseo en su forma de vestir, a fin de cuentas aunque el niño desconocía el origen de su padre se sabía por parte de la madre que era hijo de militar, y en esa época el socialmente ser hijo de militar eso significaba bastante para elevar status en el cuidado de los niños, lejos de allí el jeep llegaba a campamento, un contrariado alto militar de rango salió al encuentro, había noticias de escaramuzas por los alrededores, de inmediato Gustavo Adolfo tomó riendas de la situación con papel en mano y con teléfono de base en la otra línea daba instrucciones a sus subalternos en trincheras, el alto militar observaba con tino las directrices de Gustavo Adolfo, de versatilidad para el combate, minutos después se le informaba que todo lo ordenado en la planificación había salido estupendo, Gustavo Adolfo simplemente respiro profundamente estando cabizbajo, recibió palmadas en el hombro del militar a su lado diciéndole que mejor no podía haberlo realizado, Gustavo Adolfo simplemente dio una sonrisa desencaja como respuesta, había seguramente salvado vidas, no solo militares sino también insurrectos e impresentables.
*******
Como siempre en todas las visitas que Isaurina Arciniegas realizaba a sus suegros era muy corta, simplemente lo hacía por la necesidad de saber algo de su esposo allá en el frente selvático donde se encontraba, a varias horas de la capital del país de la canela, el niño era poco apegado a los abuelos Noelia y Carlos Felipe, la frialdad de la mujer contrastaba con la buena vibra de los suegros, poco se dejaba acariciar el niño de sus abuelos, el más sentido era Carlos, por su parte Noelia tenía mucho decoro en el diálogo con su nuera, muchas veces era invitada a las recepciones pero era nula la asistencia de Isaurina, la tensa relación era así por el trato, pasaron unos cuantos minutos y ella se despidió tomando su hijito saliendo presurosa por el jardín, desde la amplia ventana los esposos vieron ingresar a madre e hijo en el auto, Carlos Felipe hacía puño la tela de la cortina y con la otra mano se apoyaba en el hombro de su esposa Noelia, se sentaron sobre el amplio sofá a meditar y conversar, acongojado el esposo le decía que era insostenible el no poder disfrutar de la compañía de su nieto, Noelia le acariciaba el pelo, simplemente esperaban cambios con el tiempo, confiaban con que el niño entre en uso de razón a más edad para así tenerle más tiempo con él, comprendían que ese niño era para su nuera su razón de vivir y lo cuidaba tanto pues había intentado tener más hijos pero todo se daba en abortos, hablaron de la situación de su hijo Gustavo Adolfo, en las circunstancias en que ella lo había tenido desde pequeño alejado de una verdad en la que Carlos Felipe del Olmo era el verdadero padre de Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, ese niño era hijo del militar, seguramente Isaurina conocía la verdad del nacimiento de Gustavo Adolfo y ello se debía su comportamiento hostil siendo Isaurina solidaria con su esposo, recordaban el trato gélido de Gustavo Adolfo con su verdadero padre Carlos Felipe del Olmo, siempre creyó que su verdadero padre era Gustavo Pozzo pero no fue así, Noelia se culpaba de aquello, por cobardía no se atrevió a decirle sobre su verdadero origen, lamentaban lo ocurrido, eran tiempos terribles, aspiraban a que el destino en el tiempo logren en algo curar las desavenencias, al mismo tiempo, el auto se estaciona en el parque central de la ciudad capital, sale Isaurina con el pequeño niño, de entre los autos con velocidad lenta aparece uno muy bien pulido brilloso al sol, vio a la mujer salir del auto con el niño y se estacionó rápidamente, a cierta distancia vio a la mujer sentada debajo de un árbol frondoso que le daba sombra, sentado en su regazo estaba su hijo disfrutando ya su poca vista, tanta era su meditación con llanto que no pudo contener la reacción de su hijo al separarse de ella viéndolo correr en dirección hacia un personaje que se arrodillaba para recibirlo con los brazos abiertos, era el primo de ella, ese incoherente, causante de la muerte de su padre, con rabia se impulsó caminando rápidamente para sujetar fuertemente del brazo de su hijo apartándolo del hombre que desmoronaba su sonrisa facial, de un impulso quiso alejarse de él ante la presencia desconcertada de su hijo que pese a su poca edad tenía atracción empática con su tío, el primo de su madre Isaurina, la tomó del brazo pidiéndole conversar, que era el momento de hacerlo, que debían quedar claras ciertas situaciones en las que él deseaba demostrarle lo que equivocada que estaba sobre todo acerca de la muerte de su padre, Isaurina se calmó y decidió simplemente escuchar y le pidió que una vez terminada su charla se retirase del lugar, pero no fue así, su presencia contundente se daba pues quería seguir con su presencia, había mucho que ella debería decirle, su opinión para él era valiosa y en buenos términos trataba de llevar la conversación, de a poco fue convenciéndola, el primo trataba de salvar las barreras del resentimiento hubo un instante en que el hombre abrazaba fuertemente al niño, para él ese niño era su razón de vivir, Isaurina contemplaba la tierna escena gustaba verlo feliz al niño, ambos rodaban sobre el pasto, el niño incrementaba su alegría contagiándole la sonrisa a su madre, el niño con su actitud hizo que Isaurina volviera a tener un poquito de calidez con su pariente, significaba mucho para ambos la existencia de ese niño con quien había encontrado apego ante la ausencia del esposo de Isaurina Gustavo Adolfo que se encontraba en misión militar de selva, ya para esos momentos el ocaso se acercaba, fueron invitados por su primo a un restaurante cercano, el niño degustaba del postre, el hombre no dejaba de darle mimos al pequeño ante la presencia de Isaurina, al salir del restaurant vieron que se avecinaba una lluvia leve, las calles eran testigas de los juegos carnestolendos, pese a la lluvia la gente se mojaba con cubetas con agua, desde el cristal del auto el pequeño miraba esas escenas, Isaurina rígida en el volante del auto no dejaba de pensar en la figura de su primo, suspiraba de solo pensarlo, estaba molesta mordiendo los labios por la ausencia de su esposo, esa carrera militar para ella había significado un alejamiento contundente en su matrimonio, apretaba fuerte el volante, casi atropella a un niño ropavejero que pasaba por allí, era Renzo Orestes, que luego de revolcarse por el asfalto evitando ser golpeado por el vehículo le tocó recoger los trastes producto de su trabajo en ese día, la asustada muer luego de comprobar que el muchacho se encontraba en perfectas condiciones continuó con su camino, llegó a la casa de manos de su hijo, entraron, subieron a la habitación del pequeño haciéndolo bañar y vestirse con un pijama comprado en la gran manzana, acostaba con el pequeño ya dormido contemplaba el físico de su hijo tan parecido a… de pronto su meditación de comparación fue interrumpida por el sonido repetido del timbre, bajó presurosa pensando en que tal vez sería la presencia de su esposo, pero al contrario vio la figura de su primo, quiso cerrarle la puerta ante la audacia de haber venido, pero unos pasos de la empleada que había llegado tarde a abrir la puerta interrumpieron el deseo de alejarlo del lugar, el hombre suplicaba ser escuchado rogándole volver a ser como antes, como ejemplo estaba hace poco lo que ocurrido en el parque, lo hizo pasar, esa acción para ambos cambiaría sus vidas, luego de intercambiar frases en el cuarto de estudio el hombre que estaba sentado en su delante se incorporó levantándola de los brazos, luego de un débil forcejeo por parte de ella se dejó llevar de los besos y caricias, en algo de responsabilidad tenía la ausencia de Gustavo Adolfo, ese deseo a macho le hizo favorecer a su primo al que le correspondió con apasionados besos, el primo le aseveraba que esas caricias y besos demostraban que no lo había olvidado, que se seguían amando, Isaurina no pudo más que obedecer las instrucciones de subir a las habitaciones, en el trayecto el hombre hizo una pausa, entró al cuarto infantil viendo al pequeño que estaba profundamente dormido, esa pasividad y tranquilidad al acariciarlo gustó mucho de Isaurina al ver a su primo hacerlo, los cabellos lacios del niño eran acariciados con mucha ternura, le dio un beso en las mejillas y frotó una de sus manitos, las cejas y pestañas del niño eran muy parecidas a al de ese hombre no así los labios muy parecidos a su madre, había heredado la genética de la familia como él decía, se besaron delante la cuna, lloraron de emoción recordando el niño perdido por ella, hubiese sido el otro vástago de ambos, se amaban desde pequeños, tenían un gran apego solo que la muerte de la madre de Isaurina los había separado, pero la atracción carnal pudo más que el rencor, salieron abrazados de la habitación del niño, era lo poco que podían hacer aquellos amantes, en el dormitorio matrimonial contiguo al infantil se recostaron en la cama a seguirse tocando y acariciando, tenían mucho que asimilar el roce de sus cuerpos después de tanto tiempo de ausencia, el deseo y la pasión primaba, ella fogosa se entregó a él con mucho deseo descomunal, esa noche para ambos fue de entrega total, de un gran acercamiento con la seguridad de volverse a encontrar, el pequeño no escuchaba de aquellos gestos de gemidos al ser penetrada, deseaba ser amada a plenitud por su propio primo, haciéndole recordar aquellas primeras veces en ambos se entregaron con pasión, así la noche fresca de lluvia pasaba por el tiempo de ambos amantes prodigándose amor y ternura, Isaurina volvía a vivir lo soñado con su primo despojándose de viejos rencores.
*******
Encorvado en su pequeña cuna infantil se encontraba aquel precioso niño, se tocaba sus piecitos con las manitos, un dedo gordo de su pie derecho se lo llevaba a la boca, sonriente miraba los gestos y mimos que le prodigaba su madre ante su inocencia, lo estaba vistiendo, de pronto se escucha el sonido de la puerta abrirse, el hombre bien vestido entraba impetuosamente, su cara demostraba irascibilidad, tenía en su puño un periódico, maldecía al nuevo gobierno militar, muchas de sus ganancias caían en el mercado bursátil, se sentó diciendo que tenía que hacer algo de inmediato, un plan, pero quién le ayudaría, la solicita mujer se acercó diciendo que disponía de todo su dinero, el hombre con risa irónica la miró diciéndole que eso era tan solo una minucia comparada con la cantidad en juego, desde el interior de la habitación Dagoberto escuchaba el diálogo, entre las sábanas sonreía, parece gustarle aquello, el hombre hizo gesto para que le sirvieran agua, la mujer impulsada del asiento fue a servirle, el nene precioso seguía chupándose el dedo gordo del pie, Lucrecia le decía a Heriberto que se acercase a ver a su hijo, pero el turbado hombre hizo gestos de después arrimándose en la ventana del alto departamento que arrendaba su amante Lucrecia, la mujer fue a mimarlo para que baje tensiones y él poco a poco con los masajes que le daba se iba relajando, lentamente le tomó de las manos llevándolo a donde estaba su hijo, lo mimaron, con mirada lasciva Heriberto telegrafiaba mentalmente las intenciones de Lucrecia, se besaron prolongadamente caminando por el corredor que daba a su habitación en donde se encerraron, el nene continuaba lamiéndose el piecito, salió Dagoberto de su cuarto viendo hacia el corredor, se escuchaba gemidos largos de la pareja, se imaginaba lo que su hermana y su cuñado harían pues ya se escuchaba los gemidos de aquella pareja, tomó al niño entre sus brazos y con mimos se acercó a la terraza que daba a la calle, vio a los transeúntes preparándose para el carnaval, tenía el pene erecto definido de la fina tela de su short, puso en su delante del rostro la carita del pequeño dándole piquitos de besos a lo que el niño sonreía con los mimos expuestos, lo regresó a la cuna, Dagoberto dio unos pasos hacia la cocina a servirse refresco, aún se escuchaba los alaridos de Lucrecia y los gestos oportunos de su amante, esos gemidos le hicieron aumentar la erección de su pene, así que metió la mano dentro del short para darle placer a su erecto pene, cerraba los ojos pensando en aquellos encuentros con Luis Alfonso Pérez, en aquellos roces de piel, en aquella forma de besar, en aquella manera de olerse sus pieles deseables de sexo, recordaba el olor de esa cabellera juvenil, recordaba aquellos pies descalzos con dedos bien definidos de aquel muchacho hijo del prominente doctor centrado en la política capitalina, recordó a Melquiades cuando éste era niño a quien desvirgó, aquel Melquiades que caminaba deliciosamente con su traserito cadencioso, el chillido de su pequeño sobrino le dio sobresalto, se hizo la pregunta del ¿por qué no? y mostró amplia sonrisa viendo hacia la cuna donde estaba el pequeño Heriberto, vio la moldura de su erecto pene, se acercó a la cuna haciendo a un lado el vaso a medio beber de su contenido, tomó al nene llevándolo a su cuarto cerrando con seguro la puerta, lo acostó en la cama y el acostado de perfil miraba con detenimiento como se descubría el cuerpito desnudo de su sobrinito al sacarle la ropita, dedea el penecito por varias ocasiones, luego la punta de la lengua pasaba por entre los testículos rosáceos sin considerar ese movimiento de piernitas agitadas, la yema de los dedos acariciaban la frente y rostro del bebé, la nariz pasaba por las mejillas rosáceas, escuchó unos pasos y luego el agite del seguro, era su hermana Lucrecia preguntando por su bebé, Dagoberto respondió que lo estaba haciendo dormir, al instante sólo se escuchó los pasos de la mujer y la sonada del seguro del cuarto nupcial, al rato se escuchaba de nuevo los gemidos leves de Heriberto y Lucrecia que estimulaban a Dagoberto con su erección, continuó besando por todo el cuerpo al pequeño Heriberto, olía rico su piel recién tratada con aseo, el penecito rosáceo se movía al toque de los dedos, el nene tomó con las manitos sus piecitos llevándolos a su boquita, Dagoberto observaba la raja del traserito, esos glúteos rosáceos voluminosos, esas rayitas definidas en los testículos y ese penecito que topaba el abdomen del niño, rápidamente acercó su cara al traserito del niño para oler detenidamente, le pasó brevemente la lengua, uno de los dedos ensalivó el traserito con mucha frecuencia pero pensó mejor ponerle crema en la separación del traserito y lo hizo cuidadosamente, mientras el nene posaba así mostrando a plenitud el traserito Dagoberto deslizaba el short mostrándose un prominente pene erecto peludo, y lo fue acercando al traserito untado con crema, el glande rozaba la separación de los glúteos, el nene sintió algo extraño y su instinto le hizo poner sus piernas sobre el colchón, ahora el pene de Dagoberto rozaba el penecito del pequeño Heriberto, con una mano alzó las piernitas y con la otra tomó el tronco del pene haciendo que el glande rosarse la separación de los glúteos, vio ese movimiento de pene, se estaba dando placer, pero el nene empezaba a sollozar, Dagoberto paró, se sentó en el extremo de la cama teniendo sobre sí al pequeño, se podía ver el pene erecto y el nene que se movía con ayuda de las manos de Dagoberto desde arriba hacia abajo y viceversa, a ese movimiento venía el roce del pene en el traserito del niño, así sujeto lo movía, los piecitos del nene se sustentaban en los muslos de su tío, y fue así como le vino el deseo por eyacular, pero se contuvo, acostó al nene en la cama y al roce del pene en el traserito que tanto lo motivaba viendo ese movimiento lo estimuló a eyacular cayendo el semen en parte de los glúteos y espaldita del pequeño Heriberto, de esa forma Dagoberto había saciado sus instintos sexuales, ese pequeño bebé sería en adelante motivo de sus desfogues sexuales sin que los progenitores dieran cuenta de aquello, y todo ocurrió e inició en aquel martes de carnaval de febrero de 1958.
FIN DEL CENTÉSIMO OCTOGÉSIMO NOVENO EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!