METAMORFOSIS 198
Poronga.
Los pies al caminar dejaban huellas a efecto de la fricción de las sandalias en el suelo, esas sandalias que ajustaban los finos pies de la pequeña Amarilis que además llevaba atada a su mano una cuerda que en el otro extremo estaba amarrada al cuello de aquel cabrito brioso e inquieto, la parte polvorienta de la loma se elevaba como un manto de color ladrillo en la atmósfera, los árboles frondosos se movían ante la impetuosidad del viento, el pelito de la niña se movía fuertemente, la cuerda la tensaba el animal y la niña respondía del mismo modo en sentido contrario con el afán de estabilizar el movimiento irracional del animal por zafarse, centenares de metros de recorridos más adelante Amarilis detuvo su caminata con el animal, le llamó la atención cierta fruta silvestre tan apetecida de temporada por ella y por su padre el campesino, amarró ligeramente el extremo de la cuerda en un árbol a la vez que subió lentamente al agitado árbol por el viento, estaba muy atenta al recolectar fruta, el cabrito estaba amarrado a un tronco, trataba de librarse al brincar pero insistía, de espaldas en que estaba recolectando no dio cuenta que fácilmente el animal emprendió marcha por el monte, asustada Amarilis de no ver al cabrito corrió desesperada para buscarlo, caminó, caminó y caminó por aquellos lugares y no lo encontró, el tiempo pasaba y la angustia aumentaba, miraba al sol, sentada llena de cansancio le dio por llorar de sólo pensar que su cabrito desaparecía, se angustiaba cada vez más, corrió y corrió y otra vez cansada se sentó a llorar debajo de un árbol a orilla del río, lo que Amarilis más le angustiaba que estaba en terrenos ajenos, que había pasado el cerco para pastorear por aquellos lugares privados, rogaba mentalmente que no lo hayan encontrado a su cabrito y que lo llevasen a la estancia de aquellos dueños, la travesura de Amarilis de haber pasado a ese lugar desobedeciendo las órdenes del campesino le hacía sentirse un poco mal, se angustiaba de solo pensar en llegar a la casa y decirle a su padre que el cabrito desapareció, aunque nunca el campesino le había levantado la mano a Amarilis sin embrago la niña no soportaría el regaño del campesino, continuó llorando por unos minutos, cansada, sin fuerzas, la pequeña emitía saliva de llanto desde su boca que estaba posando sobre los brazos sostenidos por sus rodillas dobladas, las lágrimas hacían borrosa la imagen de un personaje que se acercaba tras escuchar los sollozos de la pequeña, apenas vio que ese muchacho dejaba la canasta para luego acercarse a la pequeña, algo abrumado le pregunto a la pequeña el motivo de su llanto, antes de contestar, Amarilis refregó sus manos en cada ojo, el muchacho la conocía y ella a él, se habían visto varias veces en la abacería del pueblo y en las tiendas de venta del pueblo, aquel muchacho era hijo de aquel humilde dueño, con su padre el campesino tomada de la mano visitaban periódicamente a semanas ese lugar en el pueblo, después de salir de clases o como en este día de fin de semana el muchacho ayudaba vendiendo los artículos de la abacería en aquella canasta, también aquel muchacho en aquellas tardes aprovechaba para cazar y pescar con su amiguito de aventuras, Amarilis recordó que ese era el muchacho que vio con su compañerito que estuvieron desnudos por estos parajes del río, la congoja se hizo incrementar cuando la niña desesperada le contaba al muchacho acerca de la pérdida de su cabrito, la calmó frotándole los hombros, dijo que no se moviese y que cuidase la canasta pues va a buscar al animal desaparecido, empezó emitiendo silbidos, se adentraba en el bosque, los silbidos iban disminuyendo de intensidad, los minutos pasaban y la niña recostada sobre el árbol sollozaba lentamente, tenía sus dedos entrelazados, al angustia se incrementaba en cada minuto que pasaba, miraba la posición del sol, por ese tiempo ya debería estar en casa, su padre estaría preocupado, de pronto escuchó un sonido familiar, de un impulso se puso en pie, la alegría cubrió el rostro de la pequeña, ante ella aparecía entre el monte aquel muchacho que caminaba presuroso llevando atado a su mano la cuerda amarrada al cabrito, extendió la mano para darle la cuerda la niña que tuvo un impulso de agradecimiento rodeando con sus brazos la cintura del muchacho, éste sintió algo especial al tener el cuerpo de la niña cerca de él, la carita junto al estómago del muchacho denotaba la estatura que mostraba la diferencia de edades, la niña marcó al cabrito y lo besaba muchas veces demostrando así su cariño por el noble animal, el muchacho estaba muy satisfecho de haberle ocasionado alegría a la pequeña miraba esa cariñosa escena, Amarilis intercambió miradas con el muchacho que inconscientemente en ese acto se manoseaba el pene vestido, Amarilis veía con detenimiento esos movimientos de manos del muchacho, juntos se sentaron, tenían aún la respiración acelerada, sentados miraban a lo lejos el movimiento de las aves en los árboles y se escuchaba la cercanía del río, la mano del muchacho rozaba el hombro de la pequeña creando confianza, suavemente se deslizaban esas manos sobre el brazo de la pequeña, la mirada se centraba en la vaginita vestida, ella daba cuenta de esas miradas que le daba el muchacho, aún sobraba en su mente la inocencia sin embrago esos gestos del muchacho al acariciarle las mejillas tenían otro sentido al sentir su pene erecto, le acarició el pelo y el rostro, así de entero le llamaba en algo la atención, sobre todo el roce de las manos en sus manos, deliberadamente se llevaba la mano a manosearse el pene vestido lo que le atraía a la pequeña ver esos movimientos de manos en la entrepierna del muchacho, lentamente llevaba la mano a rozar los muslos de Amarilis, lentamente la yema de los dedos se deslizaban hasta llegar a tocar levemente la tela del calzoncito que vestía la vaginita, le dio una sonrisa, estando allí rozaba con la punta la tela que vestía la vaginita de la pequeña, ella vio esos movimientos con detenimiento, vio la sonrisa amplia del muchacho con mirada insinuante que poco entendía al ser tocada de esa manera, el muchacho dio cuenta de aquello y no dejaba de sonreírle, su instinto fue de cerrar las piernas al ser más próximo esos tocamientos ello hizo que el muchacho apartase la mano de ese lugar del cuerpo y continuó frotando delicadamente los muslos, sintió suspiros, de nuevo los dedos rozaban la pelvis de la niña, el muchacho no dejaba de sonreír, al hacer esos movimientos de manos en la pequeña sintió que su pene estaba al extremo de erecto, volvió a rozar con la yema de los dedos la vaginita vestida, esta vez la niña se dejó pues sintió delicadeza en los tocamientos, el muchacho sintió un latir intenso en su pene, le llamaba el deseo de hacer sus necesidades biológicas, el correr detrás del animal le había provocado el deseo de micciar, más, lo que ahora estaba haciéndole a Amarilis que vio esos movimientos de manos y luego el muchacho dio unos pasos lentos para adentrarse entre el monte buscando un lugar propicio para micciar, mientras iba a ese lugar regresaba a ver a la pequeña emitiéndole miradas insinuantes con su amplia sonrisa, ya en el sitio rodeado de maleza se detuvo frente a un árbol frondoso e hizo unos movimientos rápidos para bajarse la cremallera, desabotonarse el pantalón y el calzoncillo dejándolos que se deslicen hasta los tobillos, tomó su pene con pelos de púber, relajado veía atento salir la orina de su pene agarrado por los dedos de su mano izquierda, pues era zurdo de nacimiento, en ese instante cerraba los ojos complaciente en desocuparse de ese líquido excesivo en su cuerpo, al abrir los ojos el muchacho dio cuenta que de entre los matorrales se mostraba el inquieto rostro de Amarilis, sintió más complacencia pues su treta estaba funcionando incentivándole a la curiosidad a la pequeña, e hizo un giro lento viendo por segundo la mirada de la niña y decidió terminar de micciar girando levemente las caderas para que ante ese movimiento lento la niña pudiese ver ese pene a plenitud, Amarilis que aún sostenía a su mascota miraba cómo el muchacho agitaba el pene hasta liberar la última gota de orina del glande descubierto con el prepucio deslizado, lentamente dio unos pasos acercándose cada vez más hacia la carita de Amarilis, así de tan cerca estaba el glande, percibía el olor de orina recién expulsada, agitó levemente y ella lo miraba fijamente, vio los testículos con vellos cortos, vio ese tronco erecto de pene púber bien duro, ella instintivamente se llevó la mano que quedaba libre a rascarse el pecho y barriga pasando muy cerca de su vaginita vestida, el muchacho con amplia sonrisa seguía agitando el pene pausadamente ante la vista más penetrada de la niña, el muchacho era de la piel morena clara de catorce años que tiempo atrás hace seis meses Luis Alfonso lo vio haciéndole sexo a su amiguito en la casa abandonada de las montañas, ese mismo muchacho ahora estaba con Amarilis que estiraba el brazo haciendo que el dedo índice roce la vaginita vestida de la pequeña, a la vez diciéndole que si quería “jugar al papá y a la mamá”, la niña con inocencia asintió sin saber en realidad en qué consistía, simplemente lo aceptaba en gratitud por su buena obra, el muchacho mientras se agitaba aún el pene erecto le señaló con una mano el lugar de ir por ese sendero, se arregló la ropa metiéndose el pene, tomó de la mano a la niña y de la otra llevó su canasta mientras la pequeña con la otra mano llevaba al cabrito atado a la cuerda, caminaron unos cientos de metros, la niña miraba la posición del sol, el muchacho entendió, le dijo que “jugarían” rápido y que le iba a gustar, la hija verdadera del difunto hombre de negro y Lucrecia se dejaba llevar de manos de ese muchacho de piel morena clara hijo del dueño de la abacería del pueblo, llegaron al sitio común para ellos pues varias veces habían pasado por ese sendero camino de herradura, rápidamente en buen lugar dejó la canasta cubierta con mantel, tomó la cuerda del cabrito y la ató fuerte en un tronco fino, la tomó de la mano llevándola hacia dentro de la cueva, aquella cueva en la que días antes había estado Luis Izaguirre el hermanastro de la pequeña Amarilis, se escuchaban los ecos de sus pisadas, desde dentro se veía el caudal del río y la arena sobre los plantados árboles con tupida vegetación, también había arena dentro de la cueva en parte en las paredes junto a las sólidas rocas, la niña ya había estado con su cabrito y ni decir del muchacho que con su amiguito trigueño hacían sexo en ese lugar, ahora le tocaba a Amarilis experimentar por vez primera, el primero en quitarse lentamente la ropa fue el muchacho, sentada Amarilis vio que el muchacho se desabotonaba la camisa tendiéndola en el suelo sobre la arena, luego vio que las manos del muchacho deslizaba la cremallera deslizando su pantalón tendiéndolo también sobre la arena, quedó en calzoncillo, ella lo vio en pie al muchacho, era la primera vez que veía a un muchacho así, pidió a la niña que se acerque, así lo hizo y le ayudó a quitarse el vestidito quedando tendido sobre la ropa del muchacho haciendo una cama improvisada, le deslizó el calzoncito viéndose desnuda y él se deslizó el calzoncillo poniéndolos junto al resto de la ropa, estaban parados y se vieron desnudos completamente, se acuclilló para abrazarla y decirle al oído que iban a “jugar” de lo lindo, la manoseó por la espalda llegando sus manos a los glúteos de la pequeña que sintió sensaciones nuevas al ser tocada de esa manera por vez primera así por un muchacho ajeno a las manos de su padre el campesino, le hizo señas con el dedo indicándole su pene erecto y ese dedo ahora le indicaba la vaginita, le daba a entender que ambos genitales “jugarían a lo que hacen el papá y la mamá cuando se quieren”, de repente la hizo acostar lentamente de espaldas sobre la ropa, así le abrió las piernas abriendo los labios vaginales que al principio por instinto las manitos de ella chocaban con los dedos del muchacho que rozaban los labios vaginales, la niña no dejaba de ver ese pene algo velludo de catorce años que se acercaba a ella, el muchacho se sentó deslizándola con cuidado a la pequeña de casi siete años haciendo que así acostada sus piernitas rodeen las caderas del muchacho de catorce años, de esa forma la vaginita quedaba junto al roce del glande, para Amarilis era la primera vez que su vaginita la rozaba el pene de un varón, se sintió rara al principio, estaba sorprendida, tomó el pene con su mano izquierda por ser zurdo y el glande lo agitaba entre los labios vaginales, la niña sentía ese roce en su vaginita y el muchacho le decía que su pene era el “papá” y la vaginita que era la “mamá” se estaban conociendo de esa forma, se estaban enamorando porque se querían mucho y que “sintiese ese amor de los dos” la niña miraba atenta esos movimientos del muchacho y seguía sintiendo el roce del pene en su vaginita virgen, el glande se deslizaba por la piel sedosa de Amarilis, acomodó al glande entre los labios vaginales y lo deslizó lentamente, la primera sensación sexual de contacto de la pequeña fue de asombro y sentir molestia haciéndola abrir la boca al sentir una leve penetración, despacito lo iba haciendo, el muchacho le decía que el “papá” jugaba con la “mamá” y estaba tocando para “bailar” le decía que así jugaban el “papá” y la “mamá” la niña vio ese pene erecto y se recostó por completo sobre la ropa, ya no vio ese movimiento y solo sentía el roce que ahora le hacia el glande del pene en la vaginita, el muchacho la acostó ahora de cara a la ropa tendida, ella sintió el peso de él, sentía los besos en sus espalda, los masajes suaves sobre sus lomos llegando al coxis, se sentía quieta, sintió que sus glúteos se abrían, sintió que algo hacía deslizarse en su traserito en la entra del ano, el muchacho miraba su pene que deslizaba entre esos glúteos infantiles, sometía e iniciaba así a la pequeña Amarilis, luego de besarla por la espalda se dedicó a hacerlo en los glúteos oliendo la entrada al ano, ella continuaba extrañada a lo que el muchacho le preguntaba si eso le gusta y ella respondía que sí, pasó el dedo y se llevó el dedo rozado a la nariz y de esa manera estimulado de nuevo le preguntaba a la pequeña si le gustaba y ella respondía con un breve si, que lo motivaba a más, a lamer la piel del trasero y el cuello llegando a las mejillas y así de nuevo rozaba el tronco junto con el glande del pene en la separación de glúteos de Amarilis aprovechaba del momento para decirle que si le gustaría seguir jugando y ella ratificaba su afirmación moviendo la cabeza, la giró ahora acostándola de espaldas a la ropa tendida, se vieron por unos instantes, el rostro del muchacho siempre sonriente estimulaba confianza a la pequeña que inocentemente se dejaba llevar del muchacho en aquellos movimientos sexuales que experimentaba, le besó el estómago pese a tener restos de arena, le chupó los pequeños pezones infantiles y eso la hacía suspirar pues a más de esos besos las manos del muchacho hacían estragos en la vaginita, sobre todo el dedo índice rozando el clítoris humedecido, el choque de respiración golpeaba en el pecho de la pequeña, el muchacho la iniciaba en lo más posible de acuerdo al tiempo, luego le acomodó las piernas abiertas, y estiró los brazos junto a los de la pequeña, entrelazaron las manos, el pene al movimiento de cadera muy lento se deslizaba a la entrada de la vaginita, le pidió que viese el movimiento, la pequeña obediente y algo encorvada hacia arriba vio al “papá” deslizarse sobre la “mamá” el muchacho refiriéndose a eso decía que se estaban “conociendo”, que se estaban “queriendo” que “jugaban” entre si ese maravilloso juego que sería un secreto entre los dos y que si ella quería podrían jugar muchas veces en secreto en este mismo lugar, Amarilis escuchaba de labios del muchacho la pregunta si antes había jugado así con alguien mayor, ella respondió que no, le preguntó si lo hizo con algún amiguito y ella reiteró su respuesta negativa, le preguntó si le gustaba y ella respondía afirmativamente, a lo que el muchacho sonrió ampliamente dándole un beso en la frente y mejillas, se apartó de ella, la hizo parar para él ahora acostarse de espaldas a la ropa, así acostado hizo que se acueste encima de él, ella sentía sensaciones nuevas tras sentir el paso del roce de las anos sobre sus lomos, el muchacho le decía que ahora la “mamá” va a jugar con el “papá” la acomodó de tal manera que hizo que la cadera de Amarilis se moviese alzándose y bajándose con la ayuda de las manos del muchacho, así, la vaginita rozaba el pene, las manos del muchacho sujetaban los glúteos manoseándolos sutilmente, ella gemía despacio, el peso del cuerpo infantil para el muchacho era agradable, veía los piecitos de la nena que se alzaban al viento de forma lenta y pausada mientras movía la cadera, ella sentía el dominio estando acostada encima del cuerpo del muchacho que la alentaba a seguir moviendo las caderas, hizo pausa y vio que el glande estaba debajo de su vagina ahora moviéndose el cuerpo del muchacho debajo de ella alzando y bajando las caderas, le hizo costillas para así dar roles por encima de la ropa, era muy sensible de cosquillas y sus risas retumbaban como eco en aquella cueva cerca al río en la que se escuchaba el golpe de agua sobre las rocas, dieron roles tantos como a ella le gustaba junto con los cosquilleos, así también los manoseos, hasta que ella quedó debajo de él, de esa forma al instante le abrió las piernas y le rozaba de nuevo el pene en la vaginita, el glande se deslizaba por entre los labios vaginales de forma frecuente, constante, la niña vio el rostro serio del muchacho con los ojos cerrados y mordiendo los labios demostrando placer absoluto, le pregunta si le gusta y ella asiente viendo el pene rozando la vaginita, le dijo que nunca olvide este momento que mire bien, que se fije bien en ese jueguito que vea el “papá” cómo se mueve sobre la “mamá” que vea que se estaban “queriendo” en el “juego” que no olvide este preciso momento, que era su secreto, Amarilis escuchaba como un susurro de labios del muchacho el así, así, así, además decía ya casi, ya casi, ya casi, Amarilis no entendía esos susurros y esas palabras suaves, solo sentía ese pene en roce con su vaginita, pronto tendría la respuesta, pues del glande del muchacho salía un líquido transparente algo blanquecino que hizo sorprender a la niña pues el líquido salido de ese pene que antes rozaba la vaginita se deslizaba en parte por la barriguita y otro resto al alzar el glande goteaba en la vaginita deslizando un hilillo por la pelvis de Amarilis, ese líquido sorprendió mucho a la niña, el muchacho viendo el rostro de la pequeña le dio un beso en la frente diciéndole que era el resultado del juego, ella se limitó a escuchar y a ver ese líquido, se levantaron y caminaron desnudos a la orilla del río, en ese apartado lugar se aseaba el muchacho la parte íntima recogiendo agua con sus manos y limpiándose a roce de dedos el semen del glande, Amarilis veía en pie sobre la roca ese aseo, luego el muchacho con sus manos hacía lo mismo con ella, tiempo después se sentaron juntos, había confianza suficiente para hacerlo, quizá en la pequeña Amarilis se deba por estar agradecida del muchacho por haber encontrado el cabrito y haber estimulado su confianza, además quizá por la seguridad que el muchacho le brindaba pues era muy cordial y siempre dibujaba una sonrisa, a sus catorce años ya había experimentado con prostitutas del pueblo, era un muchacho muy simpático de rostro y carácter, para Amarilis era un momento de reconocimiento, de experiencia de vida, algo único que no había vivido antes y el muchacho lo estaba haciendo notar con amabilidad, los pies agitaban el agua estirando las piernas, había roces entre los dedos de ambos, se vieron la formación de los dedos de los pies, se notaban coincidencias en lo largo de los dedos y el volumen grueso del dedo gordo del pie que quedaba corto ante lo largo de los otros dedos, los pies de Amarilis y el muchacho eran algo similares, la mano del muchacho rozaba la mano de Amarilis posando la roca donde estaban sentados desnudos, al sentirse esos roces de manos por la piel se vieron a la cara y sonrieron, la mirada del muchacho de catorce años insinuó a la mirada de la nena de casi siete años a que viese lo erecto del pene y después que viese el dedo índice izquierdo del muchacho que rozaba la vaginita de Amarilis diciéndole si quería jugar de nuevo al “papá” y a la “mamá”, la nena algo ruborizada y cabizbaja asintió tímidamente, muy alegre el muchacho con sus manos tocó el pecho de la pequeña y así lentamente y con suavidad hizo acostarla de espaldas encorvada sobre la gran roca saliente del río, le besó el abdomen y fue así besándole repetidamente los hombros, mejillas, muslos y frente, para luego besarle la vaginita a lo que ella sentía cosquillas y pues así le hizo abrir las piernas y él parado en la arena de fondo del rio se puso frente a la niña acostada que veía el roce del pene y específicamente el glande sobre la abertura de los labios vaginales, Amarilis miraba la sonrisa complaciente del muchacho que le decía que esto era su secreto y que nunca lo olvide, el roce era cada vez más rápido notándose lo rozagante e la piel de Amarilis, el contraste de piel era evidente, Amarilis veía el movimiento de caderas del muchacho y el color blanco de aquellas caderas que contrastaban con el color moreno claro del muchacho, entrelazaron las manos, el muchacho sin dejar de mover las caderas se inclinaba con su cabeza de forma muy lenta hasta llegar a besar los labios de Amarilis, detuvo el movimiento de caderas para dedicarse a besarla, ella sintió extraño todo aquello que sentía en sus labios, le hizo abrir la boca para introducirle la lengua que rozaba por vez primera su paladar y resto de cavidad bucal, era todo extraño para ella pero se contuvo en rechazarlo, más bien dentro de sí había algo instintivamente que le decía que se deje llevar, seguramente era el instinto heredado de su madre Lucrecia por apego a los hombres, luego de besarle la boca siguió besándole el cuello, pecho, abdomen, en esos besos ella miraba el pelo del muchacho, nunca olvidaría ese pelo y esas caricias, era su iniciador, el muchacho la estaba iniciando al mundo del sexo y ella lo permitía de buena gana, llevaba los genes de su madre sin duda, los besos llegaron a los labios vaginales y allí por un instantes olía la vaginita, la nariz rozaba la vaginita, ella simplemente miraba esos movimientos de lengua que le hacían cosquillas, era otra sensación nueva vivida en ese momento, el muchacho se sentía gusto el hacerle sentir suspiros a la pequeña, le acostó de cara a la roca, las manitos servían de pose para la carita, sintió deslices de lengua por su espalda y pequeñas mordidas en sus glúteos lo que la hacían reír y querer voltearse pero las manos del muchacho con sutileza le impedían ese movimiento, le decía que se esté quietecita, que sienta nomás, quietecita para que nunca lo olvide, el glande del muchacho rozaba el coxis y parte de la espalda, hasta que, abrió glúteos y deslizó e glande por el trasero, la respiración golpeaba el pelo de la pequeña Amarilis, el glande trataba de penetrar y ella dio un gemido de alerta diciéndole que le dolía, se detuvo, le dio la vuelta hasta verse cara a cara, sin perder la sonrisa le dijo que abriese la boca y le dio suavemente un beso con lengua, le rozó el glande en los labios vaginales por unos instantes, los abrió metiendo el glande hasta donde se podía sintiendo la tibieza de haber llegado al clítoris, empujó lentamente y ella con extrañeza abrió los ojos y la boca expresando algo de incomodidad que se sentía en las manos aferradas a los hombros del muchacho, sintió las uñas de la pequeña en la piel y se contuvo de seguir con la intención de penetrarla, lentamente el glande dejó de rozar la vaginita, la nena miraba el movimiento de testículos, el muchacho se limpió el pene dentro del agua, Amarilis vio con detenimiento esos testículos y ese tronco de pene, asimismo contemplaba la figura desnuda de aquel muchacho que ahora en ese instante se había convertido en su iniciador, se sentó junto a ella que estaba cabizbaja pasándose el dedo por la vaginita que estaba muy rosácea, se vieron el pene y la vaginita, ella fue a la orilla a acuclillarse y a micciar, la orina salía con un chorrito externo de su vaginita voluminosa, no le daba recelo que la viera desnuda hacer sus necesidades pues con naturalidad lo hacía delante de su padre, él alegre de verla agitaba el pene erecto, una vez que terminó le dijo que se acerque a acostarse junto a él, le hizo acercar la cara junto a su pene que rozaba las mejillas y sobre todo los labios de esa boca rosácea, le dijo que lo oliera al pene, le dijo que abriera su boca, así parte del glande se introducía en la boca de la pequeña, por inexperiencia quiso apartarlo cerrando bruscamente la boca, el muchacho instintivamente apartó el glande sin dejar de reír pues estaba consciente que a esa tierna nena la estaba iniciando en el sexo, vieron la posición del sol, era tarde, fueron a la cueva a vestirse y salir caminando por el sendero, tras pasar unas lomas al caminar divisaron la casita de campo donde vivía Amarilis, la nena se ubicó por el humo que salía de aquella chimenea, la casa estaba a cientos de metros y la miraban de lo alto de la loma próxima, desde allí se veía discretamente al campesino que recolectaba la leña, la maleza de la montaña cubría la silueta de ambos, al tiempo que se vieron para despedirse el muchacho hizo a un lado la canasta y amarró el cabrito, la alzó en peso marcando a la pequeña girándola lo que ella emitía sonrisas, rápidamente le dijo el muchacho para jugar de nuevo antes de despedirse y ella dejó que le deslice el calzoncito a los tobillos mientras con sus manitos alzaba el vestidito, él se sacó el pene por el pantalón y se acuclilló para así con ella en pie rozarle el pene, la sujetó de los glúteos moviéndose las caderas, la volteó de espaldas a él y le rozó el glande por entre los glúteos, así la tuvo encorvada por unos instantes en posición de perrito para luego subirse la ropa y despedirse prometiéndole el muchacho verse seguido en aquel apartado lugar, la niña asintió y se dieron un beso con lengua, a paso lento con meditación llegó a la casita de campo donde le campesino preocupado y algo rígido en su expresión facial le increpó por llegar tarde, la niña sin articular palabra fue a dejar al cabrito en el corral y tomando agua con balde se bañaba viéndose la vaginita rozagante recordando lo que había hecho antes, obviamente no le diría nada a su padre de lo sucedido, luego de comer se acostó en su catre, miraba su muñeca, tomó un muñeco y lo acostó encima de la muñeca, sonrió, ella quería verlo de nuevo, y a kilómetros de allí el muchacho llegaba al pueblo con su canasta, entró a la abacería y de súbito las manos férreas de su padre lo jaloneó increpándole el poco volumen de ventas y ganancias que había obtenido en el día, seguramente pensó que se había dedicado a otras cosas y no a lo que se le mandó a hacer, enojado el hombre le dio una bofetada la muchacho, al instante la madre sale a abrazarlo, la cara del muchacho se posa en el pecho de su madre, ambos se retiran abrazados del energúmeno a paso lento, la mejilla del muchacho estaba bien roja del golpe, el muchacho le pregunta por qué siempre su padre actúa así, por qué siempre el mal trato, nunca ha recibido de él un elogio desde que ha tenido uso de razón, siempre sólo trabajo, trabajo y trabajo y nunca una caricia de elogio, sólo está contento cuando le lleva bastante dinero, su madre solo lo escucha, llora, el muchacho junto a ella se sienta a llorar, le pide que vaya a bañarse, le obedece, ella sentada en la cama de su hijo medita lo acontecido, ve un cuadro de su hijo siendo muy pequeño, se lo lleva al pecho, emite la frase de… hace catorce años, catorce años, cierra los ojos dando paso a las lágrimas, lleva la foto de su hijo, se encierra en su cuarto, abre un pequeño cofre con llave, saca una fotografía de periódico referida a un poderoso industrial capitalino, y la pone en la cama junto a la foto de su hijo los dedos acarician el rostro de ambos, ella sabía por qué su marido trataba así al muchacho, ese industrial era su verdadero padre pero el muchacho no lo sabía, era el secreto de ambos esposos, cerró el cofre y caminó al cuarto del muchacho, dejó la foto en su lugar, fue a la sala recostándose sobre el amplio sillón, los recuerdos le llegaban a la mente, recordaba aquel día frío en el que abrió la puerta de la gran mansión de sus patrones, entraba un auto de último modelo, era junio de 1944, la hija de los prestantes personajes llevaba un bebé en su regazo, la mujer tendría cerca de veinte años, se había comentado que ese niño era el fruto de una violación, todo esto se guardaba en absoluto secreto, había dado a luz en una de las estancias de los patrones con absoluta reserva y por eso llegaban a la capital de incógnito, la madre repudiaba a ese niño pues no quería ni darle de lactar, eso escuchaba decir la empleada de labios de la abuela del pequeño, el abuelo, intransigente, también no lo quería ver, decía que era el hijo del pecado, pese a ser su nieto primogénito hijo de su única hija, no lo quería pues había nacido con facciones de alguien despreciable que no merecer ser llamado padre, era hijo de un ser aborrecible, la empleada se ocupó de aquello, de lactarlo, de asearlo, con el pasar de las semanas le fue teniendo cariño pues pese a todo comentario aberrante era un hermoso bebé, la existencia de ese niño se guardaba con absoluta reserva, a tal punto que no se hablaba de su existencia ni presencia, el cariño fue incrementándose, hasta tal punto de la necesidad de la empleada de estar con él, su marido que trabajaba también esa lujosa mansión le increpaba con tantas atenciones a ese pequeño, hasta que una noche el matrimonio fue llamado por el señor de la mansión, se sentaron viendo en su delante sobre una mesa un fajo de billetes, les propuso irse con el niño a un lugar de pueblo apartado, los esposos no tenían alternativa, eran pobres y ese dinero significaba un gran incentivo para formar su negocio como lo habían soñado, una nueva vida, la condición era de que ellos no deberían estar en la capital, ventajosamente el niño no había sido inscrito, de su origen nada se sabía solo el médico tratante de familia que asistió al parto podría dar fe de aquello pero estaba comprado su silencio junto con su enfermera acompañante, para la empleada significaba mucho reconocer al niño como su hijo, receloso estaba el esposo al principio pero después se dejó convencer luego al ver como se incrementaban los fajos de billetes de lata denominación, prácticamente se estaba vendiendo al niño
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La puerta había quedado entreabierta, bastaba con empujarla para poder entrar con facilidad, Nicolás Arichabala sonrió, dio unos pasos, caminó por algunas habitaciones internándose en la habitación y finalmente allí vio acostado a Melquiades, lo estaba esperando, sonrieron, levantó la sábana, estaba desnudo completamente, lo hizo para que Nicolás disfrute de la escena de encuentro, Nicolás tragó saliva mientras se desnudaba pausadamente poniendo la ropa sobre la silla, caminaba a paso lento hasta llegar a la cama pidiendo su lado y acostándose de tal forma que ambos estaban abrazados besándose apasionadamente, vino el consabido manoseo de los cuerpos dando roles en la cama, así dándole matiz a su pasión desenfrenada, ambos cuerpos moviéndose en la cama, Melquiades diciéndole cuanto lo extrañaba y Nicolás diciéndole lo mismo y que ya estaba con él fundiéndose en besos y abrazos, los amantes se rozaban los penes eran el de Nicolás Arichabala de 31 años y el de Melquiades de 23 años se frotaban entre sí luego al mismo tiempo en un 69 se lamian los penes, cumplían su deseo de pertenencia mutua guardando las reservas de caso de su situación frente al comentario de la sociedad de mediados del siglo XX, los amantes se besaban apasionadamente, las sabanas se deslizaban por esos cuerpos, el primero en penetrar fue Nicolás, su erecto pene entraba y salía del ano de Melquiades, luego el hijo del militar penetró el ano de Nicolás, ambos cuerpos sudorosos rodaban por el piso con mucha alegría, los besos se hacían fogosos, tenían deseo de intimidad total, deseaban tener unión corporal en todas sus manifestaciones, quedaron exhaustos acostados en la cama, tocándose los penes erectos, mirándose la cama con aún respiración acelerada, Melquiades se acostó encima de Nicolás dándole besos repetidamente, ambos cuerpos hechos uno solo con los pies rozándose delicadamente, la cara de Melquiades se posaba sobre el pecho de Nicolás y con el dedo rozaba la piel vellosa, le daba besos, Nicolás sonreía, era fabuloso estar así, las manos de Nicolás recorrían los glúteos de Melquiades, se sentó sobre el pene de Nicolás, el pene se deslizaba por el ano entrando a la entrañas de aquel hijo de militar, cerraba los ojos sintiendo aquel trozo de carne en su interior, apretaba las manos entrelazadas con las de Nicolás, esa era la postura que más le gustaba, el pene entraba y salía, lo acomodaba para volverlo a deslizar en ese lento mete y saca, Melquiades bufaba, esa noche del segundo sábado decembrino de 1958 será para los dos, luego, Nicolás se ponía en posición de perrito sobre el colchón, la lengua de Melquiades pasaba por la entrada del ano dejando rastros de abundante saliva, el glande entraba con delicadeza por ese ano peludo, tenía deslizamiento por el ano, daba gusto a su amante que gemía al sentir la penetración de Melquiades, el tiempo transcurría para esos amantes, el idilio continuaba, los testículos se movían rápidamente ante el deslizamiento del pene por el ano, de repente del ano de Nicolás salía semen bastante, era el de Melquiades, lentamente el cuerpo de Nicolás quedó acostado en la cama, le vino como un flashback a Nicolás, recordó el momento en que fue penetrado por Luis, en aquel lugar del que hacía años no había concurrido así tan apasionadamente, cada embestida lo recordaba a él, por las piernas se notaba el deslizamiento del semen, producto del deseo de Melquiades que se acostó de espaldas en la cama, Nicolás se acostó sobre el pecho de Melquiades luego acomodó el trasero lleno de semen sentándose sobre el pene, así, entraba y salía deslizándose lubricado por el ano de Melquiades que fue desvirgado en ese entonces por Dagoberto, aquel que siendo muchacho años atrás era vecino de Melquiades el hijo del militar, el pene se deslizaba por el ano lubricado, asimismo se agarraba de los hombros, después el ano mojado de semen se sentaba sobre el pecho de Melquiades quien abría la boca para luego introducirse el pene a lamerlo y chuparlo, de pronto del glande de Nicolás salía semen quedando impregnado en el rostro de Nicolás que reía, lentamente se acostó encima de Melquiades dándose besos repetidos con lengua sin importar tener semen en el rostro, así quedaron acostados mientras los minutos transcurrían, ambos anos latiendo, fueron al baño, a darse una ducha, allí Melquiades se inclinó poniendo sus glúteos a la altura del pene de Nicolás que simplemente lo agarró de la cintura llevándolo a introducir el pene en el ano en posición perrito, gustaba de hacerlo así, luego vino el cambio y Melquiades con más deseo lo penetraba a Nicolás, la ducha deslizaba agua por el rostro húmedo de los amantes que se daban besos con lengua tras la caída de agua, se manoseaban los cuerpos, luego enjabonarse lenta y delicadamente, luego secarse sus cuerpos e ir presurosos a la cama a seguir besándose, tocándose y penetrándose hasta el cansancio, pasaron los minutos de sesión sexual y cada uno se ubicaba en su medio de transporte, se despidieron con la promesa de un nuevo encuentro antes de navidad, Melquiades iba en su moto a prudente velocidad pues meditaba la propuesta que había hecho Nicolás de que trabaje junto a él en sus negocios, lo quería tener aún más cerca, deseaban estar juntos, feliz iba pensando la posibilidad que a partir del próximo año d 1959 en los primeros meses trabajase con su amante salvando apariencias y conteniendo los impulsos, sus meditaciones se cortaron viendo a distancia a un niño caminando junto al margen de la carretera, iba pensativo, una mano sostenía un costal casi vacío y la otra mano metida en su short raído rascándose el traserito, bajó la marcha de la moto, consideró lo apartado del lugar y se detuvo a saludar al niño que era un amiguito muy conocido, se bajó a preguntarle al niño ambigüedades, el niño de siete años llamado Ezequiel continuaba con su caminata llevando ese ligero costal a hombros, Melquiades invitó a subirse, Ezequiel dudó un poco, prefirió sentarse en el borde de la carretera que daba a la entrada de la capital, Melquiades vio el short roto en la entrepierna con un agujero que mostraba el pene del niño humilde, no llevaba puesto interiores, solo ese short raído, el niño contaba que había ido a recolectar fruta silvestre, llevaba un poco en el costal, esos parajes daban para que el viento sea muy fuerte y el pelo se mueva insistentemente, ambos sentados conversaban de trivialidades, el niño se puso en pie y con los dedos recorría la parte mecánica de la moto, los deditos alargados denotaban su ascendencia de familia bien que seguramente su vida económica había colapsado, Ezequiel formaba parte de aquellos niños que deambulaban en las calles que no tenían la oportunidad social de no vivir adecuadamente con sus padres pues habían muerto y ahora vivía con sus tíos, Melquiades le volvió a invitarle a pasear en la moto, Ezequiel asintió y al poco rato la moto lentamente transitaba por la asfaltada carretera, Melquiades le había prometido ir al lugar donde se recolectaba la fruta para llenar el costal y regresar en moto a casa de Ezequiel, el niño muy gustoso por la idea indicaba el sendero, algunos niños se cruzaban en el camino llevando costales con la fruta, entre cítricos y banano con frutas silvestres, vieron un pequeño riachuelo y se detuvieron para que pasen desde la otra orilla unos niños, Melquiades vio el rostro del niño que iba sentado en su delante el momento en que se puso cabizbajo al cruzar Ezequiel su mirada con uno de los niños más altos que cruzaban el riachuelo, ese niño instintivamente al verlo a Ezequiel se sorprendió pero luego en su rostro se dibujó una risa con mueca irónica, el gesto de llevarse la mano al pene estirándoselo por unos instantes para luego mostrar lo erecto que estaba haciéndose punta en el la tela hizo avergonzar a Ezequiel, el niño más alto pasó por el lado de Ezequiel sin dejarse de sonreír, como que con ese gesto anunciaba algo que ya habían hecho, Melquiades daba a mostrar indiferencia por lo visto, uno de los niños más pequeños se acercó a los dos ocupantes de la moto poniéndose delante para tocar el material ferroso, los dedos pasaban por el timón rozando los dedos de Melquiades, el niño alto llamó al pequeño y deliberadamente lo abrazó por detrás moviendo las caderas sin dejarlo de soltar con sus brazo rodeando la cintura del niño más pequeño que lentamente se acostaba en el piso y el niño grande se acostaba encima, luego otros niños se acostaban sobre los dos haciendo un bulto de niños, era el típico juego de época muy tosco propio de aquellos niños de calle, Melquiades encendió la moto, pasaron por el riachuelo con poco caudal y llegaron al apartado lugar, ambos recolectaron las frutas, la tarde estaba húmeda, hacía calor ya para esas horas, escucharon un crujir de ramas y hojas secas en el suelo y los altos montes moviéndose, se trataba de la presencia de aquel niño que había tocado la moto y ahora regresa por su amiguito Ezequiel, había retornado a ayudar a recolectar fruta silvestre a cambio de que Melquiades le permitiese llevarlo en la moto, así los tres amigos se dedicaron a recolectar fruta, Ezequiel al inclinarse mostraba su penecito salido por el orificio del short y sin darse cuenta al levantarse con la fruta mostraba el penecito de lo que se daba cuenta Melquiades y el niño, a más de mostrar un orificio en la tela que cubría el traserito mostrándose parte de la piel de ese voluminoso traserito, también había una mancha formada en la tela donde se unían los glúteos, por experiencia Melquiades al acercarse dio cuenta que esa mancha olía a semen, ya se imaginaba entonces lo que el niño había hecho y con quién, seguramente con ese niño mayor, el más alto de todos, seguramente le hizo el amor a Ezequiel por esos parajes, en fin, eso le calentó viniéndole el deseo de poseer ese traserito de Ezequiel que lo estaba viendo fijamente junto con el del otro niño, el tiempo transcurría, Melquiades miró la puesta del sol, tenía mucho que bregar aún con esas frutas pues se complicaba un poco ahora transportando al pequeño nene, Melquiades dijo a los niños que sigan con la tarea de recolección de frutas pues él iría a revisar la moto y lo que en verdad haría primero sería hacer una necesidad biológica, caminó entre lo tupido de la montaña alejándose un poco de los niños hasta llegar a un paraje para hacer sus necesidades biológicas, posteriormente se acercó a su moto, comprobó la nafta y el aceite, pasó a calibrar la bujía, lentamente regresó al lugar de recolección de frutas, para su sorpresa no estaban los niños en el lugar, caminó un poco por los senderos, de pronto escuchó un gemido leve, caminó más cuidadosamente, sin hacer ruido, los gemidos se hacían más seguidos, Melquiades se encontró con la sorpresa viendo desde lejos el cuerpo del niño de nueve años acostado sobre Ezequiel, ambos estaban con los shorts a los tobillos las piernitas del uno sobre el otro, las caderas del niño moviéndose circularmente y luego de arriba hacia abajo sobre el traserito inmóvil de Ezequiel que dejaba coger, se podía notar la diferencia de edades, del niño de dos años mayor que Ezequiel, éste último pujaba sintiendo el peso de su amiguito que le decía que se quede quieto, que lo había visto así horas antes con ese niño de mayor estatura, que ahora le tocaba a él, que se dejase, que estuviera tranquilo, insistía en que se dejase hacer, Melquiades vio que el niño le decía algo al oído a Ezequiel que se resignaba a bufar y a quedarse quietecito, los movimientos de cadera del niño sobre Ezequiel se hicieron más seguidos y veloces, Melquiades vio cómo el penecito acomodado por la mano del niño se deslizaba por los glúteos de Ezequiel, la cara del niño se deslizaba sobre el pelo de Ezequiel, ver esos movimientos sexuales excitaron a Melquiades que de inmediato se puso erecto su pene, se levantó el niño haciéndole girar a Ezequiel quedando ahora acostado sobre el suelo, se acostó encima de Ezequiel haciendo rozar los penes alzando y bajando la cadera, ya se podían ver ambos penes erectos, en instantes el niño se puso en pie, a Ezequiel lo hizo arrodillar acercando su boca al pene del niño, así, chupaba y lamía, para su edad lo hacía bien, la mano del niño de nueve años se posaba sobre pelo de Ezequiel de siete años a tal punto de sentir satisfacción, de pronto a Ezequiel le hizo detener, el niño se inclinó sacándose el short entre las piernas tomando la ropa en una de sus manos hasta llegar a un frondoso árbol dejándola en el piso y con sus dos manos agarradas a pene lampiño comenzó a micciar, Melquiades vio ese trasero más voluminoso que el de Ezequiel que por cierto ahora seguía acostado estirándose el penecito, el niño fue a levantar de mano a su compañerito desde el suelo, las manitos se deslizaban sobre la espalda de Ezequiel quitándole la mugre de la tela de la remera, así también las manos del niño se deslizaba por el traserito de Ezequiel quitándole la mugre, de un impulso lo agarró a Ezequiel por detrás rodeándole la cintura de los brazos haciéndole rozar el pene en el traserito, lentamente lo encorvó a Ezequiel sin soltarlo hasta ponerlo en posición perrito moviendo así rápidamente la cintura, las manos del niño se apoyaban en los hombros de Ezequiel quien recibía el deslizamiento del pene en la separación de los glúteos por efecto del movimiento de caderas del niño, luego se apartó yéndose a poner el short y lo mismo hizo Ezequiel quien tuvo una actitud de mirada cabizbaja, caminó detrás del niño, en lapsos de tiempo corto lo iba abrazando `por detrás moviéndole la pelvis en el culito, Ezequiel se dejaba,
Melquiades retornó a la moto donde los esperaba, llegaron cargados de frutas, las unieron con las que él había recolectado, Ezequiel emitía leves sonrisas, al dar la espalda Melquiades el niño más grande lo tomaba de la cintura por detrás a Ezequiel uniendo su pelvis con movimientos hacia adelante y hacia atrás de forma muy rápida, en una de esas fueron pillados por Melquiades quien al verles sólo sonrió moviendo negativamente la cabeza, le frotó la mano en el pelo del niño grande y también en el pelo de Ezequiel, acomodaron el volumen de fruta en costales a los extremos de la moto, el niño grande quedó cerca de su casa con el costal despidiéndose de los otros acompañantes, Ezequiel iba sujeto del cuerpo de Melquiades rodeándole con sus bracitos y su mentón iba apoyado en el hombro del adulto, se excito de sentir la respiración en su cuello, notó que su pene se ponía erecto, bajó la marcha de la moto, sabía que pronto saldrían a la carretera principal para llegar a las inmediaciones de la capital, así que de súbito vio Ezequiel que se transitaba por un camino bifurcado de tercer orden, tiempo después llegaron a una planicie donde habían a su alrededor árboles y maleza tupida, se bajaron a contemplar el lugar, Ezequiel al bajarse se estiraba la tela del short que estaba ajustada a su traserito voluminoso, discretamente se acuclilló cerca del niño que estaba parado viendo el ambiente, se sentía el olor de semen en la tela del short, Melquiades sonrió, en su interior se mostraba su expresión referida a Ezequiel como “joto caga leche” el niño de siete años se acuclilló a su lado, sus muslos rozaban, caminaron por los alrededores, de pronto el niño fue a los árboles, en uno de ellos se puso delante bajándose el short mostrándose el culito descubierto, Melquiades estaba detrás viéndole micciar, una vez que terminó fue agarrado por detrás por los brazos de Melquiades, el nene vio las manos puestas entrelazadas en su ombligo, lentamente lo fue acostando en el suelo, le dijo al oído que iban a “jugar al rico” y que se estuviese quieto, el apartado lugar daba para hacerlo consideró Melquiades, para ese momento el pene erecto de Melquiades tenía saliva y entraba por esos glúteos voluminosos de niño precioso, Ezequiel gemía y gemía diciendo que le dolía mientras Melquiades estaba deseoso de seguir, el glande entraba más llegando cerca del esfínter, Ezequiel bufaba y muy fuerte, Melquiades gemía, el movimiento de cadera se hacía despacio, lo estaba consiguiendo, lo estaba penetrando al niño precioso en la soledad del lugar que le daba seguridad para hacerlo y para no ser visto de cómo lo tenía con su cuerpo encima del niño así bien sujeto a su cuerpo como si se formase uno solo, no podía soltarse, sentía ser penetrado, gritaba que ya no, ya no, pero Melquiades estaba seguro de hacerlo, le dijo “ahora me toca a mí” “ya déjate” la cadera la impulsaba más y más, Ezequiel sentía más dolor, Melquiades seguía entusiasmado con lo que le estaba haciendo “serás mi mujer” “entiende” “vas a ser mi mujer” esa seguridad salida de los labios de Melquiades retumbaba en los oídos de Ezequiel que seguía suplicando el “ya no, me duele” de pronto sintió una leve embestida haciéndolo bufar, el glande topaba el esfínter “aguanta” le dijo empujando la cadera, así bien sujeto Ezequiel se sentía penetrado, de pronto un grito desgarrador, lamentos y gritos se combinaban, el glande había pasado el esfínter, el pene había entrado más por ese ano delicioso de niño precioso, Melquiades lo había hecho, le había roto el culo, sintió que su pene había hecho un “plop” en el culito de Ezequiel, lo dejó allí quietecito dentro del culito de ese niño que estaba muy tembloroso y su piel rosácea con temperatura, se sentía extrañado sintiendo ardor y latidos teniendo algo extraño dentro de sus entrañas, el dolor se incrementaba cuando el pene se deslizaba por dentro del ano, “quiero abrirte más ese hueco que te hice” “soy tu primer marido” “no lo olvides” “tu primer marido” las embestidas se hacían prolongadas, Ezequiel estaba a punto de desfallecer, tanto dolor y tanto llanto daba para que no pueda más, “quiero dejarte un recuerdo” “aguanta” “ya va” “ya va” “yaaa”, el pequeño Ezequiel sentía un líquido depositado en sus entrañas adoloridas por el efecto del deslizamiento del pene dentro de su culito, Melquiades orgullosos de lo hecho le fue sacando rápidamente el pene, salía con semen y sangre, se lo había roto y lo había bañado con semen, allí quedó adolorido Ezequiel tendido sobre el suelo de aquel apartado lugar, se paró lentamente Melquiades agitando el pene humedecido de sangre y semen, lo vio con detenimiento al cuerpo de Ezequiel que estaba tendido sin moverse, sólo de él se escuchaba llanto y lamentaciones de dolor, diciéndose “te pasó lo que me hizo a mí” alzó la mirada y dijo un nombre: Dagoberto, bajó el costal del niño al suelo, Ezequiel aun tendido en el suelo sin poder a reaccionar continuaba llorando viendo alejarse la moto del hombre que había marcado su vida para siempre.
FIN DEL CENTÉSIMO NONAGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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