METAMORFOSIS 204
Pequeños.
Lupercio cabalgaba por los alrededores de la propiedad de su padre, iba pensativo, recuperado de sus dolencias, había abandonado la cama, se sentía bien a sus veinticuatro años y no asimilaba aún la maternidad de Dina su madrastra menor con un año que él, le tenía inquina, por su sobriedad y excesiva manifestación de feminismo arrogante, claro que para esa mujer la debilidad era su hijo Aarón, pero con la llegada del nuevo miembro de la familia posiblemente el pequeño se encuentre rezagado, Lupercio notó en la cara de su padre cierta inquietud, como no estar seguro de aquello de ser padre por segunda vez con esa mujer, los pensamientos del jinete fueron diluyéndose y ese rictus de seriedad se iba diluyendo transformándose en una amplia sonrisa, respiró hondo, deseaba llegar a aquel lugar, lo más pronto posible, el tiempo apremiaba para Lupercio, divisó aquella ramada, al primer habitante que vio fue a Renata que cargaba plantas de maíz, sonrieron, Lupercio preguntó por la madre de la niña, Ana, la pequeña respondió señalando arriba en el entablado de la casa, apareció un niño descalzo llevando tan solo un calzoncito que le pertenecía a su hermana siendo ella muy pequeña, Lupercio agitado se arrodilló delante del niño gustoso de verlo caminar aunque lo hacía con dificultad, le abrió los brazos en señal que se acercase e instintivamente el pequeño Renato de dos años fue a parar a los brazos del jinete visitante, lo abrazó con bastante ternura y no contento con eso lo marcó llenándolo de mimos y besándole repetidamente las mejillas y la frente, le dio la bendición, Ana que había salido estaba arrimada a la puerta de la ramada, había visto todo lo que Lupercio le hacía a su hijo menor, la mujer lo saludó y al saludo vino el subir marcando al niño llegando a abrazarse los tres juntos, Renata desde el suelo limpio de la ramada continuaba sosteniendo las plantas de maíz viendo que su madre era acariciada por el hijo del patrón Joaquin Valdés, dueño de estas tierras, el mayor terrateniente del lugar, los tres entraron, la puerta se escuchó con fuerza al cerrarse, hubo un pequeño silencio, Renata de cinco años continuó con su tarea, le vino por averiguar lo que sucedía en lo alto de la ramada, sigilosamente vio entre la pared de madera tejida que dejaba hendijas y por allí vio la pequeña a su madre Ana completamente desnuda recibiendo encima de su humanidad el cuerpo desnudo del hijo del patrón, el pequeño Renato estaba sentado lamiendo un dulce cuyo colorante se pegaba en la piel de su carita, se podía ver el penecito salido por un hueco del calzoncito, Ana gemía ante la embestida sexual de Lupercio que se notaba en el movimiento de esos cuerpos, la pequeña con detenimiento miraba ese pene venoso y peludo que entraba y salía de la vagina de su madre que tenía bien abiertas las piernas, observaba ambas pelvis unirse mezclándose los vellos, pudo ver el movimiento de aquellos testículos, de aquellos labios buscándose afanosamente tras gemir y jadear, ambos cuerpos jóvenes eran sometidos a la pasión y a la brusca forma de posturas sexuales que a la mujer la transportaban al éxtasis, las manos entrelazadas, el pene humedecido de flujos vaginales, del glande salía el líquido pre seminal, estaban quietos, el pene descansaba sobre la vagina con los pelos unidos, el glande sobresalía rozagante, las frentes unidas, sudorosos, ella le decía coquetamente: “métemelo, anda, métemelo” y el complaciente Lupercio obedecía con amplia sonrisa moviendo las caderas metiendo el pene diciéndole: “¿así?… ¿así?” y esos movimientos al pasar los segundos se incrementaban con fuerza además aumentando la velocidad de embestida a lo que la mujer respondía gimiendo incrustándose las uñas en los hombros de su macho, “si… así, me gustaaaa” respondía ella, no deseaban aún terminar, deseaban seguir en el idilio, con ella había encontrado el amor, Lupercio haciendo pausa en sus embestidas y viendo al niño no pudo más demostrar su deseo y anhelo contenido así la agarró con fuerza arqueándole el cuerpo a Ana, “así… asi… ¿te gusta mi amor?” ella asentía, de pronto le dijo: “deseo un hijo tuyo” esa frase retumbó la mente de Renata que escuchaba tras la pared, Ana la madre de Renata dijo en un tono enfático que “¡sí!… ¡sí!, ¡lo quiero!… ¡lo deseo!” agregando “¡métemelo!… ¡hasta el fondo!… ¡así!… ¡así!… ¡mi amooor!” Lupercio se esforzaba en metérselo todo adentro de la vagina de Ana, se escuchaba el “choc choc” de pene y vagina haciendo que el hombre gimiera abriendo la boca al máximo exhalando respiración quedando semi desfallecido encima del cuerpo de su amante, la pequeña vio quietos a los amantes, el pene aún erecto estaba dentro de la vagina, se besaban con pasión, lentamente lo fue sacando de la vagina para asombro de Renata, “ese pene, ese pene, se decía asimismo la pequeña, vio a su madre levantarse de la cama ante la mirada de Lupercio que delicadamente se tocaba el pene, Ana se acercó con un recipiente de agua, Lupercio se sentó en el extremo de la cama y las manos de la mujer limpiaban el pene liberándolo de semen, las manos de la mujer con delicadeza hacía los movimiento sobre el tronco del pene, se miraban con complicidad siempre sonrientes, Renata al ver eso instintivamente se llevó la mano a meterla por su calzón, la otra manito apoyada en la pared de madera, los deditos rozaban su clítoris dándose placer como le había enseñado su iniciador, vio levantarse de la cama a Lupercio agitándose el pene, insinuándole a la mujer para que tome el pene y se lo lleve a la boca, el glande entró y salió por unos instantes, luego decidieron acostarse, a través de la pared Renata escuchó de boca de Lupercio que el marido de Ana estaba borracho en una cantina y aprovechó del momento para estar con ella, Ana se limitó a no opinar y a acariciar el cuerpo de su amante, quedaron así los dos desnudos acostados en el catre grande, Renata decidió continuar con su tarea, su hermanito Renato quedaría con su madre, bajó lentamente la escalera no dándose cuenta que a prudente distancia entre los montes tupidos de una loma un jinete la había estado viendo todos sus movimientos, el jinete conocía la procedencia del caballo, para el padre de Lupercio trabajaba, lamentó haber llegado tarde, sin embrago valió la pena haber venido pues vio entre los matorrales a lo lejos que estaba Renata llevando follaje seco a la cueva donde jugaba, Jasmani hizo un brusco movimiento cabalgando sin ser visto entre los matorrales, dejó amarrado su caballo y fue en búsqueda de Renata que dentro de la cueva preparaba una especie de cama improvisada, se acostó en ella con sus manos entrelazadas puestas sobre su barriga, cerró los ojos imaginándose lo que hace poco había visto entre Lupercio y Ana, le intimidaba de manera sorpresiva eso de que el pene de Lupercio entraba en la vagina de su madre Ana, suspiró de solo pensarlo aún con los ojos cerrados, instintivamente se llevó la mano dentro del calzoncito, los dedos se deslizaban delicadamente, hasta llegar al clítoris así retorciéndose de gusto aún con los ojos cerrados mostraba felicidad su carita por lo que se estaba auto complaciendo, de pronto, un silbido escucha, abre los ojos bruscamente, se sorprende de ver una figura a la entrada de la cueva, era una sombra de adulto, se tiembla de susto, no sabe cómo reaccionar, a punto está en dar un grito, aquel hombre de inmediato lo interpreta, lanza otro silbido y se puede apreciar el rostro de Jasmani con amplia sonrisa, la tensión en la niña cambia, pese a todo lo sucedido su manito seguía dentro del calzoncito humilde que portaba, los ojos libidinosos de Jasmani contemplaban la escena de la pequeña Renata, el adulto sabía que la niña vio algo que la motivó a hacer eso, claro, como no aceptarlo, la visita de Lupercio a Ana aprovechando que el marido de ésta estaba borracho en la cantina como siempre, Jasmani también lo sabía y su intención era de estar con ella pero el hijo del patrón se le adelantó, debía tener mucho cuidado de o ser visto por Lupercio para evitar sospechas, sobre todo por aquellos parajes, Jasmani le preguntó por su madre y ella respondió que estaba “conversando con Don Lupercio” Jasmani sonrió irónicamente, la niña aún no sacaba la mano de allí, tragó saliva viéndola sentada manoseándose, él también se metió la mano dentro del pantalón preguntándole a Renata: “¿Quieres jugar… pequeña mía?” al decir eso ya su pene estaba salido del pantalón y Jasmani sentado junto a ella que le pasaba la otra mano por los muslos de sus piernitas, “te va a gustar como siempre”, ella se puso cabizbaja algo ruborizada porque sabía a lo que Jasmani se refería, más, viendo ese glande grueso, lentamente se le acercó, olió el sudor característico de niña de campo, ahora las manos de Jasmani acariciaban la entrada de la vaginita, ella sentida se dejaba con los ojos cerrados, “¿quieres que lo hagamos?” “¿sí?” ella respondió asintiendo y diciendo: “ajá” él lentamente en presencia de ella se quitaba el pantalón y el calzoncillo, Renata acostada lo miraba acercándose, lentamente se acostó junto a ella, se dejó deslizar el calzón, el vestidito le llegó al pecho, unieron las frentes, le preguntó a ella: “¿quieres…si?” “¿eehhh?” Renata se limitaba a verle, “mira… cómo te desea el amiguito”, “quiere jugar allí” “¿lo dejas… primor?” ella viendo el pene sonrió con recelo como siempre, sólo se limitaba a asentir, le acostó “¡veeenn!… así, así..¡¡eeessssooo!!” “acuéstate, así, así, mi pequeña… linda” lentamente se acomodaba en esa cama que ella había hecho de forma improvisada a su edad, vio el pene de Jasmani que rozaba sus muslos “mira… quiere entrar en esa cuevita” “¿lo dejas?” ella se limitó a verlo rozar la vagina “déjate, déjate, así…. así” unieron las pieles de sus cuerpos, sentirse el uno para el otro, lentamente el “amiguito” estaba en la entrada de la “cuevita” comenzó a sobarla a poner los piecitos en los hombros, así era más rico le decía a la pequeña, con una mano sostenía el pene y el glande lo sobaba por la entrada de la vagina haciendo movimientos adicionales de querer penetrarla, era gustoso para el adulto, mientras que para la pequeña era algo muy fuerte, aunque ya lo habían hecho en múltiples ocasiones aún era recelosa para aquello, el glande seguía rozando la vagina, “mira… mira.. ¿eeeehhhh?” “mira cómo juega” “desea jugar más” “desea entrar” “¿lo dejas?” “¿sí?”, los ojos de Renata no olvidarán a ese pene deseoso de desvirgar, aunque esa vagina aún era pequeña para ese prominente pene de Jasmani, pero aun así el adulto estaba decidido a hacerlo, era grande su calentura, quiso penetrarla pero se encontró con fuertes gemidos y toses, seguramente por el polvo que levantaban los pies y las manos al deslizarse sobre el piso sosteniendo a su cuerpo para no poner mucho de su peso en la humanidad de la nena, era preciso eso, deseaba dejarle el recuerdo de por vida, esperaba que sea el momento, Renata estaba complaciente, pues había visto a su madre haciendo el sexo con Lupercio el hijo del patrón Joaquín Valdés, en el fondo, la nena deseaba hacer lo mismo que su madre, así Jasmani la tenía sujeta, estaba para más, Renata sentía que se deformaban los labios vaginales por ese pene rozando y punteando constantemente haciéndola sentir, pero para sorpresa inusitada de Jasmani, el semen salió de su pene, no lo podía creer, el semen cubría la entrada de la vaginita de la niña, ciertos hilillos bajaban por el traserito, Renata sentía el roce de los testículos en su piel, daba alaridos a causa del semen en su piel, la postura en la que estaba daba cuenta de aquello, la niña jadeaba, lentamente se apartó de ella pues Renata pedía ir a micciar, se puso en pie y dio unos pasos hasta arrimarse a la cueva allí alzó el vestidito dejándose ver la lampiña vaginita saliendo orina cuyas gotas al caer en el suelo rebotaban impregnándose en la piel de los pies infantiles descalzos, Jasmani miraba a la niña que se acuclillaba rascándose el traserito, sonrió diciéndose que faltaba eso, ese rico fundillo, cuando ella se puso en pie Jasmani se acercó para acariciarle el trasero, ella lo miraba con amplia sonrisa en señal de aprobación sin dejar de ver ese pene que se volvía a ponerse erecto, Jasmani no esperó a más y se acostó sobre aquella cama improvisada que había elaborado en esa cueva, el pene parecía un mástil agitándolo con vehemencia, Renata se puso en cuclillas y miraba acostado a ese hombre observaba fijamente ese movimiento de pene, sonreía recelosamente, a la orden de Jasmani estuvo cerca, le hizo sentar a la niña sobre su estómago para deslizarla de tal manera que el pene quedaba a roce de la vagina de la pequeña, lentamente la sujetó de la cintura alzándola y bajándola despacito, así, despacito sintiendo ese cuerpecito cuya carita caía en el pecho velludo, el largo pelo de niña campesina cubría su rostro inclinándose a ver ese movimiento del pene por su vaginita, sonreía ampliamente al moverse como estar cabalgando, para Jasmani era importante hacerla sentir, todo hacía suponer que la soledad del lugar apartado iba todo a pedir de boca, Renata abría la boca ampliamente al sentir ese pene tratando de entrar en la vaginita, ya casi estaba, sólo faltaba un empujón más hacia abajo, Renata bufaba y sudaba, arrimaba sus manos a los brazos de su iniciador, le decía “yaaa” “mee dueeelleeeee” “yaaa” “aahhaayyy” Jasmani la acomodaba para tratar en lo posible de desvirgarla, solo que Renata hizo un brusco movimiento al sentir estragos de ese pene que su cuerpo cayó al lado de su iniciador adulto, quedó acostada de costado mostrando al aire el fundillo y vaginita impregnados aún de restos de semen, lejos de allí dos cuerpos desnudos acostados se manoseaban viéndose sonrientes con fijación en sus rostros, Lupercio y Ana se besaban intensamente como aquella primera vez en la que se unieron sus labios con intensa pasión, el pequeño Renato se subió a la cama y cual si fuese serpiente se fue adentrando entre los dos amantes quedando acostado entre ellos, su inocencia y a su edad no daba todavía lo que debería saber acerca del por qué esos dos cuerpos estaban desnudos tocándose de una forma a la que tal vez la consideraba tierna entre los adultos, Lupercio lo acogió en sus brazos abrazándole por detrás besándole el pelo haciéndole mimos, Ana miraba atenta con ternura de ver al niño que respondía a los mimos de aquel hijo de terrateniente, el niño se dejaba acariciar, Lupercio lo vio crecido, lo abrazaba y acostado de donde estaba en el catre estiraba sus brazos sujetando al niño, “eres el próximo sucesor” decía Lupercio, Ana reaccionó extrañamente como algo frío que recorría sus venas, como que algo sabía ese hombre, para ella entonces seguramente aquel hombre lo suponía, es decir, Lupercio prejuzgaba su situación con respecto a su padre, lo alzaba con gusto y cariño, la miraba a ella y al alzar al niño le decía “¡sucesor!” “¡sucesor!” “¡sucesor!” lentamente lo acostó sobre su pecho lo miraba fijamente al rostro “¡eres muy lindo como tu madre!” “¡muy lindo!” lo volvió a alzar y bajar “¡sucesor!” “¡sucesor!” “¡sucesor!”, el niño al sentirse sostenido no paraba de reír, con sus pies y manos al aire continuaba agitándolas y riéndose, Ana se apartó del catre viendo por la ventana, instintivamente supo que su hija Renata estaba fuera de la ramada seguramente por aquellos matorrales, emitió un grito que hizo sobresaltar a Lupercio dejando el niño acostado en la cama pero sin dejarlo de mimar, también los gritos hicieron sobresaltar a la pequeña y a su iniciador Jasmani que inmediatamente se apartaron, la niña ruborosa tomaba su ropa vistiéndose en el acto, Jasmani se limitaba a verla, seguir escondido en la cueva por un rato más sería lo mejor, ordenó a la niña que fuese en búsqueda de su madre, así quedó Jasmani a la expectativa viendo a la pequeña correr por ese monte, calculó el tiempo de llegada de la pequeña y de eso aprovechó para salir furtivamente de la cueva hacia donde estaba su caballo, tan pronto pudo emprendió galope, mientras en los bajos de la ramada Renata recibía órdenes de su madre de ir al riachuelo a lavar los recipientes que servían para recoger la leche de las cuatro vacas que el patrón Joaquín Valdés había regalado a los padres de Renata, de esa forma la obediente nena tomó los recipientes y se puso a lavar, Ana retornaba al catre donde aún seguía acostado Lupercio con el pequeño Renato haciéndole cosquillas, la madre del pequeño abrazó a su amante insinuándole al oído mimosamente “¡quiero más!” “¡métemelo!” lo interpretó de inmediato dejando al niño en un rincón del catre sentándose a ver cómo Lupercio le abría las piernas y cómo su madre las sostenía bien abiertas, el pene erecto agitado continuamente iba entrando despacio por la vagina haciéndola bufar a la mujer, el niño aunque desconocía aquello se limitada a mirar y a tocar inocentemente los glúteos de los amantes en las vueltas que se daban sobre el catre y cuando alzaban y bajaban las caderas, los cuerpos chocaban como resultado del deseo, la intensidad de caricias no paraba, ambos se necesitaban con apremio creciente, Ana pedía más y más, Lupercio era complaciente, era con la única mujer con la que se sentía apegado al amor, su dulce amor, ella complaciente se acostaba para recibir las embestidas de pene en su trasero gimiendo y suspirando grandemente, debajo del entablado de la ramada Renata escuchaba bufar a su madre dueña de satisfacción plena, la niña arreglaba los recipientes, se imaginaba lo que ambos amantes estaban haciendo, con cautela de inmediato subió al lugar donde antes la había fisgoneado, pudo ver las manos ardientes de los amantes adultos que estaban entrelazadas pues Ana estaba sentada sobre el pene de Lupercio que se movía introduciéndose dentro de la vagina, cabalgaba la muy dichosa de sexo y placer, las manitos de Renata manoseaban la vaginita abriendo la boca exhalando respiración honda, así de ardiente hizo que le dijese a su amante: “¡sigue!”, “¡sigue!”, “¡aahhhhhggttt!” “¡quiero otro….si!” “de ti… quiero otro…!” “¡otro hijoooo!” “¡ahora… tuyooooo… mi amor!” Lupercio animaba para seguir amándola intensamente, estaba consciente de lo que le decía y asentía aprobando su decisión diciéndole a ella: “¡si… un hijo de los dos!” “¡un hijo tuyo y mío… un sucesor de todo!” “¡sucesor!” “¡nuestro hijo!” “¡sucesor!” con más intensidad el pene entraba y salía “¡nuestro!” esas frases quedaron retumbando en el cerebro de Renata, la niña no podía articular criterio pero podía ver a su madre entregándose en brazos de Lupercio, un hombre diferente a su padre, el cuerpo de su madre lo entregaba a otro de sus amantes en los que también estaba Jasmani, la pequeña Renata recordaba que semanas antes Ana lo hacía con Jasmani y también lo había hecho con el patrón Joaquín Valdés, en ambos casos ella era testigo, ni hablar de aquellas noches en que su madre hacía el amor con su padre en ese cuartito que le separaban unas cortinas, solo que con él se notaba una actitud de recelo y molestia lo que no ocurría con los otros amantes, Lupercio seguía sometiendo sexualmente hasta más no poder, realmente sentía algo por ella, fue su amor de infancia, lamentaba que se haya hecho de aquel pobre hombre borracho del pueblo, en el pueblo quedaron sorprendidos todos acerca de esa relación en la que ahora Ana tenía dos hijos de ese borracho de carácter débil, también para sorpresa de todos la cara de sus dos hijos tenían gran parecido con la de su madre Ana, sus hijos eran muy lindos en contraste con el rostro de su padre, para ahora ella deseaba tener uno del hijo del patrón dueño de esas tierras del sector selvático del país de la canela, sólo que ese mismo deseo de tener un hijo Ana también se lo dijo a Jasmani, seguramente era la estrategia para sentirse más gustosa de sexo, para ese instante ya el sudor recorría sus pieles, Lupercio muy animado escuchando aquellas palabras continuaba metiendo y sacando el pene sin cesar, quería probar hasta el último rincón de aquel hermoso cuerpo de campesina hermosa, la besaba mientras la penetraba con pasión, era su mujer, en ese momento, y siempre, su mujer, eso creía, eso sentía, eso experimentaba, su mujer ahora, en este momento, la que el destino no quiso que formase un hogar, por un tiempo la odió por haberse hecho de aquel hombre, luego ahora la necesitaba más que nunca, era su sostén emocional para su solitaria vida, era ella, Ana, la dueña de su corazón, lamentablemente las apariencias y las clases sociales imperantes de la época junto con su tradición familiar no le permitieron formar un hogar con ella, sobre todo su padre influyó en aquello, a Lupercio sólo quedaban reducidas sus esperanzas en aquellos encuentros clandestinos, de ser amantes, se limitaba en acariciar a los pequeños hijos de Ana simplemente imaginándose ser el padre de ellos, el poco semen quedado dentro de la vagina hizo que ella suspire al sentirlo dentro de sus entrañas, esperaba que con eso ya hubiese sido suficiente para que la empreñe, estaba deseosa de un hijo suyo, el pequeño Renato que estaba acostado a su lado y que era espectador de esas poses sexuales y de esas expresiones ahora miraba la posición del pene de Lupercio sobre el muslo de Ana que del glande salía un líquido seminal y que con los deditos del niño los recogía llevándoselos a la nariz oliendo y riendo sin saber de qué se trataba, era inocencia pura infantil del pequeño Renato, las manos de Lupercio acariciaban el pelo del niño que pese a ser no tan bien cuidado mantenía la sedosidad típico de ciertas familias ancestrales al que el pequeño pertenecía y que a la vez desconocía de su verdadero origen, Ana era testigo de aquello, del origen de sus hijos, un origen algo difuso, algo impensable para mente promedio, los amantes continuaron con su idilio, ahora el pequeño estaba acostado en medio de los amantes que gustaba sentir el calor humano que lo cobijaba, los tres estaban desnudos, los labios de Ana y Lupercio impregnaban besos a la vez en cada mejilla del niño, Lupercio lo colmaba de caricias y mimos con cosquillas, “¡es uno de los mejores días de mi vida… estoy con quienes amo!” “¡sólo nos falta Renata!” dijo Lupercio con algo de nostalgia, a Renata le perturbó el haber escuchado su nombre salido de labios de Lupercio el hijo del patrón Joaquín Valdés, Ana lo besó intensamente acostándose sobre el cuerpo de su amante “¡te amo…!” “¡tú lo sabes!”, “¡tú lo sabes!”, “¡tú lo sabes!”, le dijo con atento cariño, Lupercio la besó apasionadamente en señal de respuesta, Renata había escuchado todo, en parte algo comprendía sobre la necesidad de su madre para estar con ese hombre, bajó las escaleras rudimentarias para acostarse en las hamacas, olía el ambiente húmedo del lugar tras las lluvias dadas en días anteriores, al poco rato que al puerta se abre saliendo delante Lupercio y a sus espaldas Ana marcando al pequeño Renato, Lupercio jugó con el pequeño por un rato en las hamacas mientras Ana desgranaba elote, el hombre vio la posición del sol, era momento de partir, acarició la mejilla de la mujer, también lo hizo con el pelo de la niña sacando de su bolsillo una moneda la cual la hizo feliz pues cuando iría al pueblo compraría dulces, al despedirse le acarició el pelo y le dio un beso en la mejilla, eso la hizo electrizar a su piel, ese contacto para ella fue muy significativo, el hombre muy sonriente montó a caballo y su figura se perdió entre la montaña con altos montes, Ana rogaba en sus adentros para que su amante regrese sin peligro a casa, la nena se rascaba la vaginita, aún sentía el ardor producto de los roces del pene de su iniciador Jasmani, a kilómetros de distancia, Dina hacía las compras del ajuar para su pequeño hijo en gestación, aún era prematuro pero lo deseaba, estaba muy feliz, de seguro será muy hermosa pues tendría los mismos rasgos de belleza de los que tiene Aarón, de sólo pensar que su hijo tendría a alguien más con quien jugar y que a su esposo le daría otro hijo la ponía muy feliz, a ese ajuar hermoso lo quería completar agregándolo al de Aarón cuando era recién nacido, al nene lo había dejado en casa con su padre, ahora que se dio cuenta que sorprendentemente Joaquín Valdés dejó de ir a la capital tan seguido, la empleada observaba el rostro pensativo de su patrona viendo esos trajecitos con encajes, estaba segura que tendría una mujercita, tenía esa ilusión al saberse encinta de su primer hijo que salió hermoso, su primer hijo varón, su primogénito para ella, Aarón, ahora aspiraba a que se cumpla su deseo, de ser madre por segunda vez de una niña que inclusive ya tenía pensado cómo llamarle, Dina Emperatriz, ante todo, algo le turbaba en la mente, recuerdos de hechos, recuerdos de encuentros, la empleada le ponía ojo a esas expresiones faciales dubitantes de la patrona Dina, hizo una mueca irónica sin que Dina la notase, no se equivocaba, Dina pensaba en su esposo pero también en aquel hombre que en los últimos días estaba alejado de su presencia al saberse que iba a ser madre, Jasmani, aquel hombre que llegó a la estancia como salvador de vida de Lupercio quien agradecido aceptó por un tiempo ser el guardaespaldas pero que con el tiempo se convirtió en protector de la seguridad de la familia y simple consejero del patrón terrateniente, Dina suspiraba de sólo pensarlo, de que simplemente ocurriera, sí, pensaba en aquella posible probabilidad, movió la cabeza negativamente, consideró que había sido una imprudencia, su conciencia al recordar los tiempos de aquellos encuentros la angustiaba más, por ello quizá ahora siente la angustia de saber que cometió ese acto quizá por despecho quizá por desamor, quizá porque había encontrado en Jasmani aquel bote salvavidas de su verdadero amor pasional, quizá en él había encontrado ese espacio carnal dejado por su esposo ante las ausencias del hogar prefiriendo estar en su permanencia en la capital con su amante la madre de Daniel Eduardo, la pensativa Dina tenía presente en su mente la imagen facial de su amante, con cariño recordaba esos momentos de aprecio que el hombre tenía con su hijo Aarón pues Jasmani también había ocupado ese espacio vacío dejado por el padre del pequeño, para ella Jasmani vendría a hacer el verdadero padre de su hijo, simple imaginación, pero recurrente deseo y aspiración, se sentía atosigada, presa, encadenada a los hechos de resignar ese amor por el hijo que vendría, pensaba en aquellos viajes y paseos a los pueblos de la comarca selvática, allí pudo apreciar cómo el niño se apegaba mucho de manera cariñosa y en confianza a Jasmani, a través del niño ella también aprendió a quererlo, a desearlo, a pensar en él como ahora, ese cariño y afecto de Jasmani hacía Aarón y de manera recíproca del niño hacia el guardaespaldas los padres del pequeño lo sabían, estaban gustosos con esa deferencia de Jasmani, ello motivaba a que viviese en inmediaciones de la gran casona de la estancia, una construcción boyante de principios del siglo XX, la empleada sacó a Dina del ensimismamiento mostrándole otros ajuares guardados , aunque no conocía a ciencia cierta los deslices de la patrona pero los intuía, Jasmani para ella también representaba mucho, había tenido muchas relaciones y encuentros sexuales en los cuartos respectivos en las visitas nocturnas que desarrollaban los amantes, en pocos minutos a uno de ellos en ese momento llegaba Jasmani, a su cuarto, estaba cansado por la faena hecha, sonreía pensando en lo ocurrido mirándose el pene, se lo tocaba con placer “¡travieso… ya quieres hacerlo de nuevo!” suspiró tocándose el pene “¡ya comiste… y quieres más!” dio una amplia sonrisa, sentía que hacía algo de calor en la habitación, su instinto le manifestaba que deseaba bañarse, lamentaba no haberlo hecho en el río pues dejaba de hacerlo por alejarse de la ramada de Ana evitando la forma de darse a notar con su presencia por esos lugares, estaba listo para darse un duchazo con disponibilidad a cambiarse cuando desde la ventana de su cuarto vio a los patrones Joaquin Valdés y su hijo Lupercio yendo a las caballerizas y al rato salieron a galope por la propiedad, Jasmani se tomó un respiro, sentado en la cama pensaba viéndose el pene erecto hecho punta de lanza en la tela del calzoncillo, tragaba saliva de la emoción, pensó que estaría por un buen rato a solas con el pequeño Aarón si se diese esa posibilidad, desistió del baño al escuchar los llantos del pequeño emitidos a gran distancia, esa era costumbre cuando no le daban la a oportunidad de conseguir algo o salirse con la suya, se vistió con la intención de tomar aire para luego mejor bañarse, en su caminar a la entrada de la casona se encontró con un peón quien lo acompañó hasta la entrada, conversaron por unos instantes regalándole un cigarrillo que en realidad era interés del peón realmente al haberse acercado a Jasmani, abrió la puerta y para su sorpresa estaba el pequeño Aarón sentado en un amplio sillón de la sala, Aarón lloraba junto a un cachorro que semanas antes habían comprado en el pueblo, el can le lamía las manos y luego se echó sobre la alfombra, el adulto le preguntó al niño la causa de su llanto diciéndole que su hermano y su papá no lo llevaron a cabalgar, su padre le dio un manotazo en el rostro, efectivamente el rostro tenía la marca rosácea a causa de la acción del padre ante el capricho de su hijo por acompañarle, Jasmani se puso a consolarlo quitándole las lágrimas de su rostro con los dedos, le dio mimos y besos en la frente y mejillas para que no llorase, Jasmani estaba lanzándole al niño toda la maquinaria de confianza grata, ya calmadito lo sentó sobre sus piernas, su mentón descansaba sobre la cabellera del pequeño, sentía el olor de su pelo bien cuidado, vio esos deditos bien formados de pies salidos por las sandalias y de aquellas manos suaves bien cortadas las uñas, los recios brazos rodeaban el cuerpito de Aarón, al mismo tiempo que tragando saliva y sin contenerse más del deseo, le decía al oído: “¿Quieres jugar?” “¿eh?” Aarón vio aquellos ojos de su iniciador y dirigió su mirada al suelo, vio las manos de Jasmani que se deslizaban por sus muslos de piernas rellenitas luego la yema de los dedos rozaban constantemente el voluminoso culito vestido, “¡eres mi niño precioso!” le decía besándole el cuello, de pronto notaba la piel de gallina del niño, “¡te quiero mucho!” le besaba el cuello, “¡a ver… veamos esa marca!” le pasaba los dedos por donde el padre la había golpeado, “¡haber!” “¡unos besitos allí para que calme el dolor!” le dio de besos constantes en ese lugar del golpe recibido, de a poco Aarón cambiaba su tono de contrariedad en su rostro, se vieron a los ojos fijamente, le dio un beso en la mejilla y otro en la frente y viéndose sonrientes le dijo al nene “¡vamos a jugar!” “¿quieres?” “¿sí?” Aarón algo sonriente asentía, Jasmani lo llevó marcado a la habitación infantil, al abrir la puerta estaba la sábana a un costado de la cama como evidencia de haber salido descalzo presuroso a ver a su padre y hermano pues el niño los había escuchado que se iban a pasear por los alrededores, pero al recibir su negativa empezó a llorar, Jasmani lo tenía marcado, le prometió llevarlo a montar caballo y si había la posibilidad lo llevaría donde estaban sus familiares luego de “jugar”, el niño que ahora estaba parado en la cama empezó a saltar de gusto, Jasmani se fijaba en esos pies bien formaditos del niño, el short puesto quedaba a media altura de los glúteos, algo saliente del penecito se notaba en la tela del short que únicamente llevaba puesto, Jasmani no esperó a más y se quitó la ropa mostrándose desnudo ante Aarón, de esa manera se agitaba su pene peludo, Aarón a órdenes de Jasmani se sentó sobre el colchón y se deslizó el short quedando él también desnudo, luego siguió brincando sobre la cama haciendo ruido en los resortes, el pelo lacio se alzaba y bajaba al ritmo de los movimientos del pequeño, los dedos de los pies bien formados se impactaban sobre la sábana hasta que en un instante quedó sentado en la cama luego de tanto brincar, Jasmani se acostó a su lado, el niño vio ese pene erecto y se agitó el suyo, a señal de Jasmani el pequeño Aarón se acostó sobre Jasmani moviendo su penecito lampiño sobre el pene peludo, luego el nene se sentó sobre el pene de Jasmani deslizando el penecito, pene con penecito se rozaban al movimiento del nene desde hacia adelante y hacia atrás, las manos de Jasmani sujetaban la cadera del niño y sus manos rozaban suavemente sobre los glúteos infantiles, lo tenía controlado con cada pase de mano en ese cuerpito en el lugar indicado, le hizo acostar y abrir de piernas, lentamente se inclinó sobre el adulto con el penecito erecto, de esa manera el adulto iba metiéndose el penecito en la boca y con sutileza los labios de Jasmani se deslizaban sobre la piel del penecito del niño, que aún bostezaba tras dormir y llorar, la lengua de Jasmani pasaba rozando los testículos lampiños de niño precioso, luego lo giró y alzó más la cadera del niño oliéndole ahora el traserito, pasó la lengua por el coxis, el voluminoso trasero de Aarón era rozado por el pene de Jasmani, dejó el tronco de pene entre la separación de los glúteos, luego le dio vuelta haciéndole abrir las piernas y lo encorvó un poco y se puso a rozar el pene sobre el penecito, “mira” “miiirraaa… cómo jugamos” al decir eso Jasmani tenía los ojos bien abiertos y mordiendo los labios sintiendo placer , ahora, el nene miraba con fijación esos movimientos de pene, suspiraba y bostezaba, tenía pereza, se dejaba acariciar nomás como gatito, ronroneando, su piel suave tibia y sudorosa excitaba de mayor manera a Jasmani, ver ese traserito empinado daba para darle besos repetidamente así como en varias ocasiones al pasar la lengua con delicadeza, eso gustaba al niño quien hacía puños en la sábana, junto con su carita que se perdía en las almohadas ante esa postura que le estaba colocando, la saliva puesta se deslizaba por la piel, el glande ocupaba la mitad de su volumen en la entrada del ano, empujaba sutilmente tratando de penetrar y conseguir desvirgar, pero el niño instintivamente se movía, Jasmani trataba de calmarlo: “quietooo” “aahh” “¡no te muevas… jugaremos despacio!” lo sostenía “despacito… así, así” el niño bufaba, apretaba más la sábana, mordía los labios, era lo usual en estos casos, el comprendía que Jasmani lo llevaba a más en cada “jueguito”, él lo soportaba hasta decirle: “¡yaaaa!” “¡yaaaa!” “¡¡yaaaa!!” “¡¡duele!!” “¡¡¡dueeeleeee!!!” el nene se angustiaba “deja” la molestia en su culito bien cerradito persistía “¡deja!” “¡¡yaaa…nooo!!” a lo que Jasmani se detenía, sabía que estaba al límite que si iba más allá por ahora las consecuencias serían ahora las no adecuadas, para que disipe esa dolencia y entre en confianza Jasmani lo acostó encima de su cuerpo, Aarón posaba su carita sobre el pecho velludo de Jasmani, las manos de éste pasaban sobre la suave espalda infantil en la que el niño estaba quietecito, los piecitos estaban sobre las piernas de su iniciador que le daba besos en el pelo, de pronto Aarón se sentó con su trasero sobre el pene de Jasmani y empezó a moverse a manera de deslizar la piel del trasero sobre el pene “¡así!” “¡cabalga… mi pequeño!” “¡cabalga!” “¡soy tu caballito!” “¡tu caballito!”, tomó con su manito el penecito y a la vez juntó con el pene grueso de Jasmani, las dos manitos alcanzaron para poder unir los dos penes, se movía suavemente sonriendo los dos ante esos movimientos, luego la carita del nene se posaba sobre el pene erecto de Jasmani, su manito rascaba el traserito y con la otra manito se la llevaba a la boca con el pene para lamerlo y ese pene peludo rozaba la nariz, a Jasmani le gustaba ver que aquella la nariz bien formada y parecida a la madre del pequeño ya se rozaba con los vellos púbicos, la lengua del niño pasaba entre los testículos y eso excitaba más a Jasmani viendo gustoso que el niño había aprendido muy bien a mamar penes, así que de esa forma acostó al niño y se sentó sobre el pecho del nene, el pene quedó cerca de los labios rosáceos infantiles de niño bonito, levantó la cadera y el pene que al ver ese movimiento Aarón comprendía que debía abrir la boca, el pene entró muy seguido, tanto que ya estaba totalmente ensalivado, lo sacó de la boca, agitaba el pene masturbándose, le dijo que abra la boca pues iban a terminar “el jueguito”, vio el niño a ese pene que de pronto salió semen del glande cayendo en su rostro, instintivamente cerró los ojos y luego sintió el líquido impregnado en su rostro, y otra parte se introdujo en su cavidad bucal, lentamente se apartaron de la cama yendo al baño, allí Jasmani lo limpió con abundante agua y jabón al traserito y la carita, Jasmani le ataría esos dedos de los pies y manos bien formaditos con las uñas delicadamente cortadas, las manos con espuma de jabón recorrieron todo el cuerpo y al encorvarle le daba de besos en la espalda repetidamente, bajando a besarle el traserito en especial los glúteos por donde se deslizaba el agua de la ducha, luego de cerrar la llave de la ducha se pasaron las toallas por el cuerpo, Jasmani se sentó en el inodoro haciendo sentar al niño en la entrepierna, las manos rodeaban la cintura del niño, la espalda de Aarón se arrimó el pecho del adulto, ambos cuerpos estaba húmedos, el cuero cabelludo de Aarón recibía el mentón de Jasmani quien le decía: “¿Te gustó el jueguito?” el niño asintió diciendo además: “por ahora quiero ir donde está mi papá y Lupercio”, “¿por qué no quieres ir allá mi pequeño?” “¡yo te llevo!”, el niño movía la cabeza negativamente “¡no quiero!”, “¿a qué se debe mi pequeño?”, “¡mi papi me trata mal!” “¡me pega por todo!” “¡le pedí que me lleve y me pegó!” “¡jugué en la alfombra con el perro que me trajo igual me pegó!” “¡mi papi no me quiere!” “” lo miró al hombre con sus ojitos vidriosos “¡tú si me quieres!” “¡te quiero mucho!” “¡quiero estar contigo!” “¡tú eres mi papi!” “¡mi papi!” Jasmani muy halagado con la moral en alto se limitó a abrazarle y a besarle en rostro y frente “¡claro que te quiero mucho!” “¡soy tu papi!” le hacía cosquillas y el niño reía “¡tú papi!” continuaba haciéndole cosquillas lo cual le hacía reír a carcajadas “¡eres mi pequeño tesoro!” le hacía mimos en el rostro frotando las frentes y las narices “¡eres mi tesoro más preciado!” “¡cómo no te voy a querer!” el niño recibía los besos con agrado, ambos giraban por la cama haciéndose cosquillas mutuamente disimulando las luchitas, de eso aprovechó Jasmani seguro ahora de haber ganado la confianza “¡juguemos de nuevo!”, “¡mi niño!” sonreía al decirle eso “¡claro que eres mi hijo!” le hacía cosquillas “¡soy tu papi!” más cosquillas “¡tú papi!” lo acostó de cara a la cama, “¡ahora juguemos!” “¡tu papi quiere que estés quietecito!” “¡eh!”, el niño respondía “¡si… papi!”, “¡eso Aarón… dime así!” “¡papi!”, Jasmani decía “¡papi!”, “ahora tú Aarón… dilo” el nene con cierta pereza respondía “¡papi!”, “¡eso es mi pequeño… repite!”, el nene repetía “¡papi!” luego venían ms cosquillas, “¡eso mi príncipe!” le pasaba las manos por los glúteos en forma circular “¡así me gusta!”, le pasaba las manos por la espalda y cuello en forma circular “¡ahora quietecito!”, le besaba toda la espalda “¿de acuerdo mi tesoro?” el dedo pasaba por la rayita del culo voluminoso que tenía ese niño precioso, “¡vamos a jugar!”, “¿ok?”, el nene asentía de cara en la cama, “¡quietecito, quietecito… ahí te va!” Jasmani le abrió los glúteos para que el glande roce esa zona haciendo movimientos circulares con el glande que ya tenía liquido preseminal, “¿te gusta, eh?” “sí”, Jasmani reía “¡no… no se dice así!” Aarón pregunta “¿entonces cómo?” Jasmani le responde “¡papi… papi!”, el nene exclama “¡ahhh!”, “¡dilo Aarón!”, el nene responde “¡si… papi… papi!”, “¡ahora mi niño precioso siente al amiguito de tu papi!”, el nene fruncía la cara, “¿te gusta mi príncipe?” “¿te gusta lo que te está dando tu papi?” “¿tu único papí al que quieres?”, “¡sí!” “¡sí!” “¡papi!” “¡papi!” el precioso niño sentía el pene que se deslizaba por su culito, “¡siente que soy tu papi!” “¡siente mi amor!” “¿te gusta Aarón?”, “¡sí… papi!” “¡sí!” el pene seguía con esos roces, Jasmani se complacía viendo que su pene se deslizaba por la rajita del culito de ese precioso bebé hijo del patrón terrateniente, le besaba el pelo y el cuello repetidamente, “¡ven para acá!” Jasmani se acostó sentándolo sobre su pene, lo alzó un poquito “¡álzate!” lo sostuvo de las caderas, las manitos se sostenían de las piernas de Jasmani “¡papi ahora te pide que te muevas un poco!” “¡listo!” el cuerpito con la ayuda de Jasmani descendía lentamente, Jasmani sintió en sus piernas las férreas manitos de Aarón que se agarraban con fuerza al sentir el glande en el traserito, “¡yaaa!” “no… ¡no!” “¡todavía no!” “¡aguanta!”, “dueeleee” lo agarró bien de la cintura besándole el cuello “ya casi, déjate” le decía al niño “nooo… yaaa” “dueeleeee” Jasmani ante lo pedido no hizo más y fue apartándolo de su cuerpo donde estaba sentado, Aarón vio el pene del aun sentado Jasmani, mientras lo veía se pasaba la mano por el traserito, había sentido la leve penetración, con su otra manito se manoseaba el penecito lampiño estrujándoselo a manera de placer, Jasmani marcó al niño llevándolo a un lado de la cama, lo sentó abriéndole de piernas para terminar de pasarle la toalla para secarlo, sonreía viendo la cara de Jasmani en la entrepierna infantil al instante le lamía y le chupaba el penecito, la lengua recorría los testículos y parte de la pelvis, Aarón se recostaba viéndose el penecito erecto que era chupado y lamido por boca y lengua de Jasmani, así lo ensalivó para luego sorprendentemente Jasmani se acueste al lado del pequeño abriéndose los glúteos mostrando el hoyo peludo del trasero desvirgado de Jasmani, “métemelo… amor” se pasaba el deo por el culo “anda…así” Aarón miraba cóom el dedo de Jasmani se introducía en su culo “hazlo mi amor… como cuando yo te lo hago” “¡ven… juega en mi culo!” “meeettteemmmeeelooo” “¡tu papi querido te lo pide!” “¡vamos… anda!” el pequeño sostuvo su penecito erecto y lo rozaba en el trasero peludo, Aarón introducía lentamente su penecito virgen por el ano adulto bien abierto, “así, así, así” “anda… sigue… sigue” el nene sintió que su pene se desforraba un poquito al deslizamiento en parte del prepucio en la punta de su glande, e instintivamente al sentir molestia tuvo que apartarlo del trasero de Jasmani, le latía, al cabo de unos segundos los dos estaban desnudos acostados en la cama infantil, Jasmani que lo colmaba de caricias y besos no deja repetirle cuanto lo quería, los dedos recorrían la figura de los penes, unieron sus frentes viéndose sonreír, “¿te gustó meter?” Aarón respondía moviendo tímidamente la cabeza con su sonrisa natural cautivadora, esa sonrisa que al verla Jasmani terminaba por besarla, así, en corto tiempo los besos apasionados que Aarón recibía pasaban ya de un no sé qué al sentirlos con rareza ahora a un espléndido deseo natural de sentir los labios de su iniciador con la lengua dentro su cavidad bucal, el hombre bisexual gustaba de recorrer con sus manos las piernas y traserito infantil, sedoso y suave así era el cuerpito de Aarón para su iniciador Jasmani, el hijo del todopoderoso terrateniente de la comarca ahora en brazos de su hombre de confianza, se repetía en parte la historia anterior entre Squeo y Contardo, Jasmani se complacía en disfrutar en el lecho ese cuerpo infantil y también lleno de gozo recordaba los momentos sexuales sostenidos con la madre del pequeño, quién creyera que esa prestante dama hacía el amor con el hombre de confianza del patrón al igual que ahora con el hijo de ambos, Jasmani volvió a lamer el penecito, las manitos del pequeño acariciaban el pelo de su iniciador, el nene suspiraba y se recostaba en la cama en señal de sentir placer a toda medida, es que la lengua de Jasmani lo transportaba a las delicias de sentir, por un largo tiempo le hizo el sexo oral al pequeño, luego, quedaron acostados por un momento hasta que el niño decidió abandonar la cama para ir al baño, Jasmani lo siguió viéndolo parado delante del inodoro de baño tomando su penecito viendo salir orina a esa cavidad sanitaria, Jasmani de cerca se aproximó quedando su estómago detrás de la espalda del pequeño, se inclinó un poco así parado rozándole el glande en la separación de los glúteos, ya viendo que terminaba de micciar lo encorvó aun rozándole el pene en el traserito diciéndole al oído: “lo tienes lindo” con eso trataba de incrementarle el ego al niño, que respondía sonriendo viéndose el penecito erecto, sus manitos y las de su iniciador tocaban el penecito estirándolo sutilmente, el nene dio un giro viéndose de frente con Jasmani que acercando su cara le dio un beso y le dijo “ven, vamos a seguir jugando” “mira a tu amiguito… desea jugar conmigo” “ven, no lo hagas esperar” “anda, juguemos…¿sí?” el niño simplemente sonrió tímidamente dejándose llevar de las manos de Jasmani hasta acostarlo en la cama, Aarón vio el roce de los penes, se sentó con su traserito sobre el pene de Jasmani moviéndose con su cadera adelante y atrás rozándose los penes, las manaos firmes de Jasmani sujetaban el trasero del pequeño cuyos glúteos quedaban rozándose con los pelos del pene y pelvis adulta, “¡caballito!” “¡caballito!” le decía al nene, pasaron unos minutos así, el niño moviéndose cerrando los ojos en señal de placer, Jasmani lo miraba y sonreía, lo estaba llevando cada vez más a sus propósitos sexuales en cada encuentro sexual, entrelazaron las manos para darse mayor seguridad y al hacerlo en el rostro del pequeño se dibujaba una amplia sonrisa de complicidad comprendiendo que ese “juego” era sólo para dos, que todo era secreto, lentamente se fue recostando sobre el pecho de Jasmani quien le pasaba sobando las manos por la espalda y glúteos, le dio unos besos en la mejilla y frente incorporándose de la cama para vestirlo viendo esos piecitos de dedos alargados pisar la sabana de la cama, antes de subirle el calzoncillo le dio besos repetidos en el penecito lampiño, el niño reía ampliamente, de esa forma todo estaba bien entre los dos, caminaron hacia las caballerizas ante la atenta mirada del peón al que Jasmani le dijo que irían al encentro de los patrones, el humilde hombre se limitó a aceptar lo dicho por Jasmani y así llevado en corcel Aarón tomaba las riendas del caballo bajo supervisión de Jasmani, a lo lejos divisaron a los jinetes, Aarón quiso llamarle la atención a gritos pero Jasmani le tapó la boca diciéndole al oído que mejor se acercaban para darle una sorpresa, el niño asintió alegremente, Jasmani fue el primero en bajarse del caballo , al hacerlo Aarón la mano de Jasmani manoseaba el traserito vestido del niño, no pudo contenerse de su calentura adulta producto de cabalgar teniendo delante de su silla el cuerpito de Aarón cuyo trasero vestido rozaba con el bulto de su entrepierna adulta, así de esa manera y metiéndolo entre matorrales le hizo bajar la ropa luego le hizo sentar abriéndole las piernas mostrándose el penecito levemente erecto y sin esperar a más se introdujo en la boca el penecito de Aarón mientras sus manos acariciaban al mismo tiempo los glúteos del pequeño Aarón, le dijo que se quedase allí sentadito y quietecito, Jasmani vio de entre los matorrales que los patrones estaban a distancia considerable entre las lomas del sector y regresó a donde estaba el pequeño estirándose el pene y con la otra mano rascándose el traserito, vio deslizar la cremallera del pantalón de su iniciador Jasmani y de cómo ese pene erecto liberado rozaba los labios rozagantes infantiles “anda.. chúpalo” “hazlo mi pequeño príncipe” Aarón miraba el rostro de deslizar la cremallera del pantalón de su iniciador Jasmani a la vez que observaba ese glande rozando los labios “anda.. abre la boca” “hazlo mi pequeño” lentamente Aarón abrió la boca de esa forma lentamente se introducía parte del erecto pene en toda la cavidad bucal de Aarón, Jasmani pensó que era suficiente y se vistieron montando a caballo, más adelante dieron con el encuentro, el niño muy feliz de haber alcanzado a sus familiares aunque se notaba el rostro de desgane del padre con el tierno hijo, el patrón sonrió ante el detalle de su hombre confianza en haber complacido al pequeño de estar allí, Jasmani escuchó en la conversa de padre e hijo la noticia que en próximas semanas unos inversionistas de la capital visitarían estas tierras, se había reunido con ellos semanas atrás deseando establecer sociedad y la sangre de Jasmani se heló al escuchar que entre esos hombres vendría Squeo con su hijo Contardo a pasar varios días acá en la región, los patrones no dieron cuenta de la palidez de Jasmani, en verdad estaba afectado por aquel pasado que regresa persiguiéndole y no dejándole en paz, aquel hombre de confianza pensaría en las posibilidades de marcharse buscando otro rumbo desconocido.
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Las olas de mar humedecían los piecitos del nene que corría de manos de su madre Justin Pérez, bajo sombra aquel estibador a distancia los observaba caminar por la playa, a un costado sobre un paraguas estaba Fernanda con su tierno hijo dándole de lactar seno, el estibador miraba con atención los movimientos de las mujeres, agradecía estar allí para en cualquier momento protegerlas, el niño brincaba alegremente sobre el agua salpicando a su madre, el pequeño Daniel Nicolás Fulgencio Arichabala Pérez era su único hijo fruto del amor, se sentía orgullosa de aquel angelito precioso que salía en los comerciales de la naciente televisión del país de la canela, he allí la influencia de la poderosa familia Arichabala en la capital del país de la canela, de pronto a lo lejos el estibador divisó el cuerpo de la nieta engreída de Fulgencio Arichabala, él le había puesto a su nieta el nombre de Victoria, porque así fue su nacimiento, una victoria para la familia, mostraba el porte de niña hermosa de cabellos castaños al viento agitándose sobre el rostro suave de la próxima quinceañera, el estibador aguzó la vista para poder verla mejor, sonrió viendo a esos niños nietos de Fulgencio Arichabala, estaban juntos en la playa, era la fiesta de aquel pueblo pesquero que cada mes iba en progreso, ya se realizaban obras de infraestructura para mejorar la funcionalidad del puerto pesquero humilde proyectándose a ser más comercial, gran cantidad de tierras había invertido en compras Fulgencio Arichabala mediante Nicolás que era el administrador de los negocios en el sector pesquero, se ganaba mucho dinero, lo cual se mostraba en lo lujoso de la vivienda, el estibador vio a Victoria descalza con un fino vestido blanco paseando en la playa, iba pensativa, lejos de entender los pensamientos de la muchacha el estibador se hacía elementos de juicio sobre todo de aquella figura física que le adornaba su personalidad, la niña estaba regia como siempre, se detuvo a pocos metros del estibador, éste quiso esconderse pero la mirada de la muchacha lo hizo detener, pese a mirarlo no lo apreciaba pues en su mente ensimismada estaba la turbadora imagen de aquel muchacho que vio en ese elegante restaurante, Adrián Fernando, ambos casi de la misma edad, estaban por cumplir los quince años, Victoria recordaba el momento de encuentro, sonreía de solo pensarlo, tenía en su mente el propósito de alguna vez volverlo a ver, era guapo, recio, con presencia viril, aunque su piel era morena clara, el muchacho mostraba inteligencia y decisión en sus juicios de valor, el muchacho a ella le impactó en su tensión, Victoria caminaba meditabunda, detrás la seguía el estibador amigo de la familia, aquel hombre recio de barba muy poblada que ocultaba su juventud haciéndolo de una disimulada edad adulta mayor a la que tenía, decidió sentarse, la contempló alejarse, suspiraba fumando un cigarrillo sacado del bolsillo de su camisa de trabajo, aquella camisa sudorosa, de pronto sintió unas manos sobre su hombros y un marcado beso húmedo en su cuello, se figuraba de quién era y reprimió su sobresalto, giró y no se equivocó en su apreciación de saber de la presencia de su compañera sentimental, a su lado estaba la sonriente mielicilla como le decían de carácter a esa hermosa niña, acarició esa manos que lo sostenía y le dio un beso, la mujer con la otra mano le acariciaba el pelo ensortijado que se le había hecho al hombre, tenía una fijación hacia esas mujeres que llevaban de la mano a sus hijos, uno de ellos cayó, el hombre instintivamente se apartó de las personas que la rodeaban, su expresión de asombro causó la atención de la mujer y la niña, la madre del niño lo levantó marcándolo tiernamente, a lo lejos la mirada del niño se cruzó con la del hombre barbudo, la manito se estiró con su bracito, fue un instinto seguramente, pensó el hombre, un maravilloso instinto paternal de aquel niño, el hombre al acercarse sonrió preguntándole a la mujer si le había pasado algo al niño, ella sonriente respondió negativamente agradeciéndole, quedó parado viéndola caminar, Mielicilla se acercó al hombre tomándole de la mano regresando a donde estaba la mujer, desde allí el hombre los vio entrar a la gran casona, suspiraba de alivio, eso lo percibió la mujer acompañante, ellos caminaron por la playa, la mirada del hombre se fijaba en el horizonte.
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Sentado sobre un amplio sillón modelo primaveral de la época estaba Squeo viendo jugar a su hijo Venancio Alberto y al “niño” en la alberca, a su lado estaba Amaranta, la hermana de Venancio, la muchacha de die años dos meses nacida en mayo de 1949 era solícita con Squeo, desde lejos limpiando los jardines estaba Reginaldo observando detenidamente, el muchacho de trece años nacido en agosto de 1946 se acercaba de a poco a ver más de cerca, sorprendido estaba viendo como los roces de las manos del patrón de cincuenta y cuatro años pasaba disimuladamente y en forma sutil por el brazo de la muchacha de diez años, Squeo la miraba tiernamente, pero el instinto de Reginaldo daba para pensar que ese estimulo iba más allá de lo paternal, ella era su hijastra, y no se equivocaba pues Squeo instintivamente deseaba poseer el cuerpo de Amaranta, continuaban los roces e intercambio de miradas, Reginaldo notaba la complacencia de la muchacha, Reginaldo sentía celos de que ella estuviese allí pero era imposible evitarlo, de pronto aparece la madre de Venancio y de esa forma Amaranta hace un movimiento ligero sentándose al lado de Squeo, la mujer llevaba en sus manos un coctel que le dio a su compañero sentimental padre de su hijo Venancio Alberto, la relación era discreta entre ambos, disimulaban sus intereses, la mujer comprendía que estar con él significaba un poco de obediencia, lo hacía por sus dos hijos, amor del bueno no existía, ella siempre recelosa, él siempre mujeriego, los unía el ser padres del pequeño de ocho años, sólo eso, aunque de juventud tuvieron un romance siendo él un humilde muchacho lo que ahora es un próspero empresario, había aprovechado las oportunidades de contrabando y mafia criolla, era un as en los negocios, brazo derecho de Fulgencio Arichabala para los negocios turbios y cuentas negras para los impuestos ingresando así más ganancias, lo presumido se le notaba en la cara, de ello tenía recelo su actual compañera sentimental, Amaranta se alejó, llevaba puesto su traje de baño y se paseaba por la alberca, Reginaldo a simple distancia daba cuenta que a muchacha lo hizo para deslumbrar, ella también tenía su ego feminista, ella pudo darse cuenta al ser vista por Reginaldo aquel muchacho con el que siendo muy pequeña descubrió gracias a él los actos sexuales en aquella casa humilde donde antes vivía a s{i que se movía más femeninamente por los alrededores, su hermano Venancio miraba los movimientos de su hermana, el “niño que estaba jugando a su lado discretamente lo abrazó por detrás diciéndole “¡así debes moverte… se te ve bien cuando lo haces!”, Venancio Alberto sonrió sin dejar de ver a su hermana, sintió un roce de manos en su culo y al apartase el “niño” de dijo que no lo olvide, Reginaldo al verla recordaba aquellos días en que llegaba en su bicicleta a visitarla y aprovechaba cuando ella quedaba a cuidar a su hermanito Venancio para de un tiempo hacer sus encuentros sexuales, la había respetado al no desvirgarla siendo ella muy pequeña, por ello sólo su pene rozaba la vagina dejando semen fuera, Reginaldo la deseaba ahora que ella había crecido y ahora viéndola que estaba paseándose por la alberca como toda una mujer de cuerpo hermoso, de ello también se había dado cuenta Squeo, la muchacha causaba atención en los presentes, Venancio desde dentro de la alberca lanzaba agua a su hermana, el “niño” apostado en u rincón observaba sonriente, tenía las manos dentro del short de baño acomodándose el pene que lo tenía ajustado a la tela debido a que estaba muy erecto, al verse el pene como punto de lanza definido en la tela se lo acomodaba rápidamente, Amaranta se lanzó al agua a jugar con Venancio y el “niño”, Reginaldo continuaba a prudente distancia haciendo sus labores de jardinero, no dejaba de ver esas curvas femeninas que le atraían mucho, Venancio salió de la alberca y se sentó al lado de su padre probando un poco del cóctel, Squeo acariciaba las humedecidas orejas de su hijo, las tenían parecidas igual que los pies, eso lo convencía de su paternidad pese a tener un gran parecido a su madre, el “niño” que estaba arrimado a la pared de la alberca miraba a Venancio con detenimiento sobre todo esos pies planos bien formaditos a los que aún les escurría algo de agua, el “niño” a prudente distancia desde la alberca vio que Venancio alzaba sus piernas sentado los muslos de su padre, así, se podía ver el pene aparecer con los testículos sobre la manga del short, ver eso al “niño” lo excitaba, recordaba aquellos encuentros con Venancio en el que rozaba esa suave piel infantil, apretó con fuerza su pene erecto al disimulo en la cristalina agua de la alberca y de inmediato se puso a nadar, Venancio alzaba cada vez más las piernitas y se rascaba el traserito producto de la tela fija ajustada que la tenía rozando la piel de los glúteos, al instante también se rascaba el penecito estirándoselo a dos dedos por la manga del short ajustado de baño comprado exclusivamente por su padre Squeo para el pequeño Venancio, los minutos pasaban, Amaranta tenía poca amistad con el “niño”, había un desaliñado acto de indiferencia de la muchacha hacia él, tanto así que simplemente se limitaban a pedirse cosas o a saludarse, miraba a Venancio que se rascaba el pene vestido y al separarse de su padre y se acostó en el césped, no dejaba de ver la cara del “niño” cuando se metía la mano dentro del short para pasarse los dedos entre la separación de los glúteos dándose placer al disimulo, Venancio Alberto lanzaba una pícara sonrisa viéndose además que al paso de los segundos su penecito se ponía cada vez más erecto, de inmediato se lanzó a la alberca al ver a su hermana salir al miso instante, el “niño” lo recibió abrazándolo por detrás diciéndole al oído en tono sarcástico “no me provoques” siendo alusivo con lo que antes había visto, Venancio se dejó manosear con amplia sonrisa, sintió por detrás ese bulto erecto del “niño”, de pronto que suena un claxon en forma repetida, aparecía del auto Contardo con su esposa, Squeo salió en presurosa carrera a recibirlo, se podía notar su mojada ropa producto del roce con Venancio, la compañera sentimental lo acompañaba a recibirlo, Venancio quiso hacer lo mismo pero fue detenido por el niño dándole un beso en el cuello diciéndole que lo esperaba detrás del garaje por el lugar de siempre, Venancio para poder quedar libre asintió y de inmediato sintió que los brazos que rodeaban sus costillas lo liberaban, salió en presurosa carrera a recibir a su medio hermano el “niño” vio el movimiento agitado de ese culito y se decía para sus adentros “¡es mío!” “¡sólo mío!”, sentada quedó la muchacha viendo de lejos la escena, de ello se dio cuenta Squeo cuya sonrisa se hacía forzosa al notar la poca importancia que su hijastra daba a la llegada de su hijo Contardo, vio a la muchacha que tomaba su toalla y entraba en la gran casona, Venancio brincaba de gusto al ver la presencia de su hermano pero la más cariñosa con Venancio era la esposa de Contardo, todos entraron a la casona, Contardo quedó a propósito de entrar de último para intercambiar gestos y miradas con el “niño” que lo saludó sonriente agitando la mano en señal de saludo, en sus miradas se notaba la complicidad y la alegría de volver a verse, Venancio Alberto subió a cambiarse de ropa, desde la ventana de su habitación infantil observaba los movimientos en la alberca del “niño” que seguía bañándose, al terminar de cambiarse se asoma a la ventana y vio que ya no estaba el “niño”, bajó las escaleras y se detuvo en la sala viendo los souvenirs traídos por su medio hermano, a él le tocaba ropa y juguetes, también había para la muchacha que era ropa traída a gusto de la esposa de Contardo, igual obsequios para Squeo y su compañera sentimental, la esposa de Contardo quiso ir a la ciudad, no concebía quedarse en la casona de campo, pidió a la mujer de Squeo que la acompañase a conocer más de la capital, la mujer miró a a Squeo y éste asintió en señal de aprobación, aun así recelosa aceptó, las acompañaban Amaranta, Squeo quedó conversando con su hijo Contardo detallándole todo lo acontecido en el viaje con su esposa, la tertulia se hacía larga en presencia de Venancio que sentado en la sala jugaba con los juguetes traídos por su medio hermano que de a poco lo iba aceptando, lo miraba con detenimiento y con mirada firme también lo miraba a su padre le decía a voz baja “no tiene un gran parecido a tí” Squeo manifestaba “¡mira sus orejas… la forma de sus labios!” el gesto de molestia en Squeo se incrementaba “¡tiene igual mis pies!” no aceptaba que su hijo dude de su paternidad, no aceptaba que le indicase lo equivocado con lo que estaba haciendo, de que su madre y hermana se indispongan al saber de lo que estaba haciendo con esa mujer y esos dos niños ahora metidos en la gran casona, Venancio vio el tono con el que ahora se hablaban, ambos bajaron la voz, mientras tanto Reginaldo los miraba a través del cristal de las ventanas junto al jardín al que cuidaba, se notaba del reproche del padre al hijo, el todo vehemente se incrementaba, Reginaldo vio al patrón moviendo agitadamente las manos, a la vez que vio al “niño” que caminaba por los alrededores de la alberca, había salido del baño adjunto y llevaba puesta su toalla, caminaba lentamente viendo al jardinero y a las dos figuras que discutían a través del cristal, se notaba el amaneramiento del “niño” al momento de caminar con un aire de superación personal falsa de acuerdo a su condición social, pero eso no menguaba su altivez, continuó su camino hasta el cubículo donde estaba su ropa, caminaba dejando rastros de humedad, en ese momento fue visto por Contardo, el “niño” caminaba sin ser visto por el hijo del patrón Squeo que estaba arrimado de cara al vidrio de la ventana enmarcada con madera, el “niño” continuó con su camino, Reginaldo escuchó el llamado de Squeo, ambos caminaron por el jardín, le daba instrucciones en el paseo, sobre el jardinero descargaba su incomodidad a través muchacho exigía más trabajo, Squeo con esa actitud solo quería descargar su indisponibilidad para con su hijo por lo sucedido en el rato anterior, vio cabizbajo al muchacho jardinero, recordó su compromiso, Squeo le puso su mano en el hombro, luego la frotó en el pelo del muchacho, el semblante tenso cambió en ambos, se relajaron caminando por el amplio jardín, le preguntó sobre su trabajo en las plantas, no dieron cuenta la salida presurosa de Contardo hacia el taller, al mismo tiempo que el “niño” se estaba secando el cuerpo, había dejado la puerta entreabierta, eso dio paso para el ingreso furtivo de Contardo abrazándolo por detrás llevándolo a la cama, “te extrañé mucho… ¡mi hembra!” el niño sonrió dejándose manipular por las manos de su amante, le decía “yo también” “yo también” acotaba y le dijo “¡te extrañé tanto… tanto!” viéndole a la cara muy seriamente, se dieron un prolongado beso apasionado rozándose sus lenguas en señal de deseo, ambos cayeron en el lecho improvisado de aquel cuarto donde descansaba el chófer Ramón padrastro del “niño”, Contardo rápidamente se desvistió quedando desnudo en presencia del “niño”, las manos del hijo del patrón quitaron el short que el “niño” llevaba puesto dejándose ver a él también desnudo a plenitud, ambos estiraron sus penes acostados de perfil viéndose al rostro muy sonrientes en señal de cogerse, de sentirse el uno al otro, lo encorvó abriéndole el trasero lanzándole saliva y lubricándolo con un dedo, “¡extrañé esta cuevita!” después de a poco fue abriéndolo para dar paso a que ese glande ingrese, “¡aahhh!” “¡eso!” “¡eso!” el “niño” extrañaba esa forma de sentir que sólo Contardo le daba con su grueso y venudo pene que para esa ocasión se lo había afeitado, ya todo adentro le dijo “¿querías esto?” “¿eh?” a lo que el niño responde “¡siiiii!… ¡siii!” la penetración se hacía cíclica, el entrar y salir del pene en el trasero del “niño” lo excitaba más y más al sentir la piel de ese trasero en su pene, lo había pensado desde su viaje de retorno a casa, estaba complacido sometiéndolo así, ambos estaban en todo su apogeo sexual así que no dieron cuenta de la puerta que se entreabría dando paso al deslizamiento de una manito de ocho años que movía lentamente la hoja de la puerta, afortunadamente estaba aceitada así que no hacía ruido, no la abrió completamente pues su vista se encontró con el cuerpo de su medio hermano al que tanto admiraba sobre el cuerpo del “niño”, se notaba el pene introduciéndolo en ese ano, la mirada de Venancio se ampliaba viendo el gesto de satisfacción de su hermano, rápidamente se pegó a la pared detrás de la puerta, no quería ser visto, fue allí con la idea de ser amado por el “niño” nunca se esperó ver eso, ni la más mínima idea, seguía sorprendido, por unos instantes escuchaba los gemidos del “niño” producto de los embistes de Contardo escuchando expresiones como “¡eres mío!” “¡mío!” “¡me perteneces!”, los segundos pasaban, Venancio se miraba su pene algo erecto que se notaba en la tela de su pijama puesto, al “niño” así le gustaba verlo vestido cuando se pactaban encuentros en ese lugar, solo que ahora Contardo se le adelantó y lo estaba haciendo y Venancio descubría esa verdad oculta entre Contardo y el “niño”, se estiró el pene lampiño vestido, los gemidos continuaban, le dio por ver con cautela por la hendija de la puerta, ahora Contardo lo tenía al “niño” en posición perrito, no dejaba de embestirlo, deseaba más y más, eso se escuchaba de boca del “niño” “metemeeeloo, aahhh” satisfecho el hijo de Squeo le decía “¿seguro deseabas esto… eeehhh?” el “niño” exclamaba “si, si, si… aahhhgg” ahora Venancio veía el glande de su medio hermano que entraba en la boca del niño “así, así, mi amooor” “mi hembrita… toma tu leche” “anda, toma, toma, toma, tommmaaaa” un flujo de semen se introducía en la cavidad bucal del niño “prueba de tu trasero… anda, prueeebbbaaaloooo” le decía Contardo quedó viendo satisfactoriamente el semen salir de la boca del “niño” a efecto de hilillos que se impregnaban en esa piel del muchacho, lo que más sorprendió a Venancio fue cuando Contardo tomó el semen y lo pasó por el pene velludo y erecto del “niño”, estaba ya desflorado, todo el líquido cubrió ese miembro viril, sorprendentemente para los ojos de Venancio vio que su medio hermano al que tanto profesaba admiración se sentaba sobre la pelvis del niño, abría su trasero para que de a poco el pene del “niño” entrase completamente en el ano de Contardo, se alzaba y se bajaba el torso, los movimientos se hacían acelerados, al rato el glande quedaba afuera pero era tomado de manos del niño para que de nuevo entrase en el ano de Contardo, la cabalgata de Contardo era efectiva al momento de hacerle sentir placer al “niño”, “damelo toddooo, prueba de mi” “deseo que algo tuyo esté dentro de mi” “dámelooo.. dámellooo, así, así, así” “dame tu leche…anda, anda, dámelaaaaa” eran las voces de Contardo que retumbaban en los oídos de Venancio oyendo tras la puerta sin ser visto por los amantes, luego vio el silencio, estaban quietos, el semen había entrado en el ano de Contardo asimismo se veían hilillos del líquido seminal recorriendo los muslos del hijo del patrón, el “niño” que estaba muy complaciente con la respiración agitada aún deseaba que se aparte pero el necio de Contardo quería sentir por más tiempo ese pene dentro de sus entrañas, poco a poco se hacía flácido pero aun así Contardo insistía en no sacárselo, el “niño” continuaba acostado plenamente y Contardo sentado sobre el pene del “niño”, esa imagen Venancio la llevará siempre en su mente, regresó al lugar de donde vino girado sobre sus talones, al otro extremo de la casona vio a su padre Squeo que tenía puestas las dos manos sobre los hombros de Reginaldo que estaba cabizbajo y parecía que estaba llorando, Squeo con expresión paternalista lo animaba, Reginaldo tenía problemas, la relación de Venancio con el joven jardinero era cordial, desde hace tiempo los visitaba siendo él aún muy niño y sabía lo que sexualmente hacía con su hermana aunque en este último tiempo no lo hacían más cuando se supo de la paternidad de Squeo con Venancio así la vida cambió, ahora Reginaldo sentía lejana a Amaranta y había una gélida relación, Venancio se acercó a ellos, distantes de los garajes, caminaron por el jardín entrando a la gran casona, al rato furtivamente Contardo sale de aquel lugar donde había estado con el “niño”, se congratuló de no ser visto, se acomodaba ligeramente la ropa y el calzoncillo, entró a su habitación a ducharse y quitarse los restos de semen del calzoncillo, pese a que se había pasado papel higiénico por las partes íntimas, Venancio desde su habitación miraba hacia el jardín, el “niño” ahora caminaba por los alrededores alzando la mirada hacia la ventana del cuarto de Venancio que se escondía del “niño” al intentar saludarle, no era el momento de verlo, Venancio tenía sentimientos encontrados, de verlos así haciendo el sexo Contardo y el “niño” lo puso a meditar, sentía recelo, obviamente que no le contaría a su padre pues sentiría gran pena, Venancio había descubierto la doble vida de su medio hermano, acostado en la cama meditaba, le vino un impulso por asomarse a la ventana, estaba contrariado en sus deseos, los sentimientos seguían encontrados, sin embargo quería verlo pero antes de asomarse se detuvo y volvió a la cama, escuchó el silbido original entre ellos, era el “niño” llamándolo, pero Venancio no contestó, deseaba evitar problemas, su padre Squeo se encontraba en la casa de campo, no deseaba salir, decidió esperar a su madre de regreso de la ciudad con alguna compra a su gusto; a unos kilómetros de allí las dos mujeres mayores entraron en una tienda de regalos y moda, quedaba sentada Amaranta en el asiento posterior, a Ramón le llamó la atención aquello, la muchacha se miraba los alrededores, una cuerda de su vestido plisado se había salido y se mostraba a medio pecho, ella hacía gestos por ponérsela, a través del retrovisor Ramón miraba a la chica que deseaba arreglarse el vestido pero sola no podía, pidió ayuda pues las dos mujeres ya entraban en la tienda contigua, no deseaba perder tiempo, Ramón le dijo que estacionaría el auto al frente debajo de la arboleda tupida, así lo hizo, discretamente el auto quedó estacionado bajo sombra lejos de los transeúntes, salió del auto y fue en ayuda de la contrariada muchacha, los dedos se deslizaban sutilmente por la piel al ajuste del vestido, notó cómo a la muchacha se le hacía la piel de gallina de sólo tocarla, Ramón se sintió con seguridad en aquella soledad de estacionamiento para pasarle cariñosamente los dedos de una de sus manos en las mejillas, ella se ruborizó mostrándose sentida por ese tocamiento, las manos bajaron a los pezones, sorprendentemente no sintió rechazo, se intercambiaron cómplices sonrisas, animado así Ramón descendió sus manos por el abdomen de la muchacha, rodeándole las caderas acercando sus labios a los de ella dándose un corto beso mientras la mano de Ramón rozaba la entrepierna metiéndola entre los muslos de la muchacha sintiendo la yema de sus dedos el suave tono de textura del interior que Amaranta llevaba puesto, era el momento cumbre de la aceptación o el rechazo, era la prueba de fuego, y así, Ramón ante la complacencia de ella de permitirle manosear la vagina sus labios se impregnaron más en un apasionante beso haciéndola recostar sobre el amplio asiento trasero para continuar besándola, con una mano manoseaba el pezón y con la otra los dedos rozaban la vagina provocándole placer que lo sentía de ella en el beso prolongado que se daban, Ramón tenía experiencia y ella deseaba de aquello, había sido el mayor acercamiento posible, antes sólo eran miradas insinuantes, tocamientos leves y esto se debió a que en una tarde Ramón sorprendió a Squeo tocando la parte intima de Amaranta, y ella se dejaba complaciente, Ramón desde ese momento decidió hacer múltiples acercamientos hacia a ella, al principio ella no quería pero valió la extorsión de amenaza de contárselo a su madre que le hizo desistir a Amaranta de aquel desapego hacia Ramón el chófer, en una ocasión ella mismo voluntariamente rozó el cuerpo del chófer con el trasero al momento de bajarse del auto, eso dio pauta para seguir en sus alcances, Amaranta ante él se mostraba coqueta, lejos estaba de pensar Ramón que esa coquetería que le daba Amaranta era sentimiento puro de atracción, al contrario, era pura conveniencia pues ella se encontraba en sus manos, esperaba el momento preciso para quitárselo de encima, de a poco la astuta muchacha lo estaba haciendo, así que ahora el manoseo continuaba, ella sentía recelo y asco por ese asalariado pero lo aceptaba con tal de mantener las apariencias, la nube en la que ella ahora se encontraba la hacía sentir aquello, pese a que disimulaba bien sentir esas caricias, a fin de cuentas valía saber los movimientos sexuales de experiencia de aquel adulto, con Squeo aún no pasaba la línea de dejarse llevar a diferencia de lo que estaba haciendo con Ramón que se estaba haciendo más explícito ahora tanto así que sus manos tocaban los pezones sin dejarla de besar, Ramón era más fogoso y con experiencia que Reginaldo aquel muchacho, al segundo le recordó donde estaban y su necesidad de ir a la tienda, sorprendentemente Ramón ya muy excitado se bajó la cremallera sacando el pene diciéndole “conócelo a tu amiguito” ella lo tocó sonriente y le dijo “después” él le preguntó “¿cuándo?” ella dijo “esta noche… quédate en el cuarto” Ramón tragó saliva y asintió llevándose el pene dentro de la ropa, hizo movimientos con su cara a todos lados fuera del auto y le hizo señas para que saliera furtivamente, Amaranta sonrió dejándose tocar levemente el trasero, el dedo rozaba la separación de los glúteos, Ramón jocosamente la vio partir; ya entrada la noche Ramón se pretextó de quedarse en la casa de campo pues Squeo podría precisar de sus servicios, en la cama improvisada del cuarto de garaje meditaba tocándose el pene pensando en ella, en ese pedazo de flor de vida, el humo del tabaco traslucía a través de la luz de luna, el cuarto estaba semi oscuro, así lo había decidido, tenía un conflicto de juicio de saber si llegaría o no Amaranta, sin embargo se escuchaba los acordes de música de temporada bailable en honor al recién llegado, cuasi era familiar pese a la ausencia de la madre y hermana de Contardo, la esposa era la más animada en la fiesta y bebió hasta el cansancio pese a la prevención fallida de la compañera sentimental de Squeo, Venancio ya cabeceaba y su hermana decidió llevarlo a su habitación, desde la ventana del cuarto del niño vio hacia el cuarto del garaje semi oscuro, estaba indecisa en ir saliendo por la puerta de atrás rodeando la propiedad para llegar hacia él, cerró los ojos por un momento y suspirando recordaba ese pene mostrado, grueso, venoso y velludo, abrió los ojos, suspiró de nuevo, sonrió pícaramente, se decidió bajando las escaleras, hizo el recorrido, estuvo frente a la puerta, solo debía empujar pues estaba entreabierta, le vino la indecisión por un momento, tragó saliva, de adentro Ramón hizo lo mismo viendo la silueta reflejada por la luz de luna, se incorporó de la cama, hizo chirridos los resortes del colchón, notó esa silueta inmóvil, dio cuenta de la indecisión de la muchacha, abrió a medias el batiente de la puerta y se encontró con la muchacha tomándola de la mano para que rápido entrase, la amplia sonrisa de Ramón contrastaba con la mirada cabizbaja en la semi penumbra de la habitación, “no voy a hacerte daño” le dijo “haré lo que tu desees y hasta donde desees” unieron las frentes “sólo quiero conocerte y que me conozcas” mirándole y acariciándole las mejillas con mirada firme le decía “¿de acuerdo chiquitita?” Amaranta le dio un “si… pero que no duela”, Ramón sonrió “no te va a doler” le pasó la mano por los labios “no pienses en aquello” unieron las frentes “seguirás siendo la misma, no voy a hacerte lo que piensas… solo quiero sentirte y que sientas ¿ok?” ella tímidamente asintió y se dejó llevar en esa cama improvisada, se dejó quitar la ropa y él le pidió que ella haga lo mismo se vieron desnudos frente a frente por vez primera se conocieron los cuerpos, Ramón de mayor estatura frente a Amaranta le hacía saber su papel de macho dominante, ella lo había pensado desde la última vez que se vieron hace horas, existía algo de confianza, remota pero sentía aquella confianza, las manos estaban heladas de ello percibió Ramón al tocarlas, suave y sutilmente fue tratando de calmarla, la abrazó ella sintiendo ese pecho velludo en su rostro, las manos de Ramón recorrían la espalda de la muchacha, vieron el pene erecto grueso y prominente, cerca de la vagina con vellos púbicos, “míralos” le dijo aquel hombre, “¿son lindos… no te parece?” ella inquieta simplemente lo miró al rostro y sonriente Ramón le dijo pasándole el dedo por los labios “que se sientan” “hagámoslo… ¿quieres… ehh?” diciéndole eso manoseaba los glúteos llevándola más a su pecho, ella respondió asintiendo mostrando seguridad y la promesa de no hacer más de lo debido “ven mi pequeña… acuéstate, así, así” las piernas y el torso quedaban en posición sobre la cama, Amaranta vio que Ramón le habría las piernas, se mostraba su vagina a plenitud de pronto vio que la cabeza de su adulto amante se perdía entre las piernas, sintió placer cuando la lengua de Ramón rozaba el clítoris, Amaranta mordía sus labios, era delicioso todo aquello que sentía, la saliva quedaba impregnada allí, en esa vagina con vellos, olía pausadamente esa delicia, hacía masajes circulares en las partes claves de sus piernas, se detuvo el hombre sonriendo, en su mente pensaba que para venir acá la muchacha no se había lavado la vaginita, la experiencia le daba a Ramón para hacer aquello y Amaranta lo estaba experimentando con placer y delicadeza hasta el momento, pese a todo recelo la lengua rozaba toda la piel de la entrepierna y volvía al clítoris, los dientes mordisqueaban suavemente la piel de la muchacha por los alrededores de los labios vaginales, eso hizo para que Ramón astutamente bajo caricias a la muchacha pueda que el tronco de pene tomado de su mano se acerque a la vagina, así, el glande rozaba los labios vaginales, “mira mi pequeña… lo que hacen” el pene rozaba la vagina “¿te gusta?” ella sonreía “¿si… eehhh?” Amaranta asentía recostándose lentamente con la mirada al techo, sentía como el glande entraba hasta el clítoris llegando cerca del himen y en ese momento se impulsó instintivamente tratando de separarse ante la incomodidad “ya…ya” le dijo para calmarle “aahhh…mmmmm” rozaban sus narices “miralos… je je” esa risa provocaba en ella algo de satisfacción percibida en él, Amaranta miraba su vagina algo húmeda, irónicamente le dio por sonreír viéndose así, tan abierta, “abre la boca” le dijo mientras la sentaba al borde de la improvisada cama, ella meditó un poco pero la interrumpió las caricias en su pelo, lo olió al glande, “hay algo de ti y de mí en él” “¿lo quieres dentro?” “¿si.. Chiquitita?” Amaranta sentía el roce del glande en su nariz luego sentía el roce en sus mejillas, “pruébalo… te pertenece, es tuyo” “anda… hazlo” “siéntelo… es tuyo” abrió la boca y lentamente entró “así, así, chiquitita” el pene estaba ensalivado de tanto entrar y salir de esa boca, “yaaaa… ¿viste que rico se siente?” “ahora nena, acuéstate, así, esssooo, así” el cuerpo de Amaranta se acostó de cara en la cama, sintió besos en sus glúteos, sintió además que eran separados por las manos de aquel amante, un gélido tipo de sensación recorrió su espina dorsal cuando sintió saliva en la entrada del ano “nooo… por ahí dueeeleeee… no” Ramón le dijo “cálmate, nena… no es lo que piensas” “te lo haré suave…. Hasta donde digas, ¿ok?” ella se dejó estar por las caricias de aquellas manos por su espalda, Ramón vio su glande entallándolo entre los dos glúteos, haciendo leve presión para que entre “yaaaa” decía ella con énfasis “yaaaa” “yaaaaggh” había sentido más de lo que Reginaldo le hizo hace mucho tiempo en sus encuentros allá en la casa humilde cuando llegaba con su bicicleta, se detuvo con el glande en la entrada del ano, Ramón comprobó que por los “dos huecos” era virgen, dejó un ratito allí, lo hizo para sentir esa tibieza natural del ano femenino, miró con gusto la posición del glande sobre el traserito, luego la acostó de cara mirando al techo viejo, de nuevo le rozó el glande sobre la vagina pero esta vez lo complementaba con apasionados besos que ella correspondía, Ramón daba riendas sueltas a sus manoseos y frases motivadoras que su experiencia sexual lo avalaba, tenía a su disposición a una joven virgen, se acomodaron a lamerse los órganos genitales en un característico 69, Amaranta se sentía cómoda sintiendo ese roce de lengua así como Ramón viendo su glande ser lamido por la deliciosa lengua de la muchacha, luego de estar acuclillado viéndola que se rascaba la vagina ensalivada Ramón puso el tronco de su pene entre los dos senos de Amaranta y procedió entre ellos a rozar el tronco viril, tal como lo había soñado viéndola desde hace mucho tiempo, así tanto lo hizo que salió el semen del glande siendo impactado en el mentón de la muchacha, pecho y pezones, viéndose así ella primero hizo gesto de incomodidad pero de pronto recordó los motivos de estar así y de inmediato simuló sonreír, eso hizo que Ramón sintiera seguridad y complacencia en lo que había hecho sexualmente, sabía que de esto ningún comentario hacía los adultos de la casona, Ramón se apartó de la muchacha, la levantó pasándole papel higiénico por las manchas de semen impregnadas en la piel, la vistió sutilmente no dejándole de besar por todo su cuerpo repetidamente, Ramón hizo con ella sus mejores posturas sexuales en mucho tiempo, amaba mucho aquel cuerpo, se estaba extasiando con él, hubiese querido penetrarla pero los acontecimientos y el lugar no se lo permitían, la dejó irse despidiéndose con una amplia sonrisa, ella había pensado lo peor antes de entrar en ese cuarto pero ahora sabía que sería diferente y deseaba sentir eso delicioso que tiempo atrás Reginaldo no la había hecho sentir y que con Ramón bajo su experiencia de adulto maduro lo estaba sintiendo, eso de lamerse en el 69 era nuevo para ella así como esos movimientos de lengua dentro de su boca a más de esas caricias mañosas de Ramón al sentir sus manos por toda su piel, Amaranta en verdad había quedado prendada de él, como flash se le vino la idea si Squeo sería del mismo trato de experiencia, sonrió, el compañero sentimental de su madre le atraía curiosidad, se reprimía pensando en no ser descubierta por su madre y al serlo caería en una gran depresión y decepción, algo que no deseaba, pero en cada roce o encuentro casual con Squeo por las inmediaciones o dentro de la gran casona Amaranta no podía disimular la atracción que ese cuerpo de hombre maduro impactaba favorablemente en ella y correspondía a los tocamientos y a sus sonrisas, dentro de ella se estaba formando el espíritu de la codicia y ventaja de los hechos, si se reprimía era por su madre, la vida en necesidad le había costado aprender, ahora, ya no deseaba esa vida, tenía otra, aunque no le pertenecía aquella propiedad sino a su hermano pero ella aspiraba a obtener algo y su astucia hará que la vida de muchos tenga desenlaces variados, la muchacha salió con esa inquietud en la mente, la disipó pronto pues su instinto de conservación en base a su astucia y conciencia de lo que sexualmente había hecho hizo que se ponga en alerta para evitar ser vista en este recorrido, Ramón lo había conseguido, esa inquietud y sobre todo esa necesidad despertada de estar con él, su caminar siguió hasta su habitación, al mismo tiempo que ella entraba, a pocos pasos de allí salía Venancio descalzo puesta su pijama bostezando, frotándose los ojos con sus dedos, estaba inquieto, escuchó el sonido de la puerta cerrándose en el cuarto de su hermana, sus pasos de pies descalzos se aceleró y al instante justo su manito detuvo la intención de su hermana de cerrarse la puerta, le dijo que estaba incómodo pues había soñado feo, la hermana cariñosamente le acarició el pelo indicándole que se acueste en la cama mientras ella entraba al baño, pasaron los minutos y ya los dos hermanos dormían, al rato el pequeño Venancio sintió deseos de ir al baño pues no podía contener la orina en su vejiga seguramente por efecto de haber ingerido mucha gaseosa, lentamente caminaba escuchando el sonido de los animales nocturnos, sus pies descalzos sintieron el frío del piso, abrió la puerta del baño y se sentó a micciar, sus pies se agitaban sobre el piso, a su lado en un rincón vio el calzón interior de su hermana, le llamó la atención de lo mojado que estaba, la yema de los dedos tocaban ese líquido, para él era familiar pues quedaba en la piel cuando Luciano se encontraba con él en el cuarto, el olor le era familiar, era semen sin duda, sonrió, sabía que era semen y reconocía al portador de ese semen, para estar seguro hizo uso de lo que recordó viendo hace horas cuando desde la ventana de su cuarto vio salir a su hermana perdiéndose en las penumbras en dirección al cuarto del garaje, asoció al semen con el chófer Ramón pues sería la única persona en ese lugar que había sido llamado por mandato de su padre Squeo para quedarse ante cualquier eventualidad de transporte entre los visitantes, Venancio olió muy detenidamente la prenda íntima de vestir de Amaranta y cerraba los ojos a la vez que sonreía imaginando lo que su hermana ha hecho en ese lugar, pensaba que sería igual como lo que Reginaldo le hacía allá en la otra humilde casa donde vivían tiempo atrás, de las veces en que le vio rozando el pene e intentando penetrarla pero no lo conseguía por el temor de ella, Venancio con los ojos cerrados recordaba ambos cuerpos desnudos sobre su cama que Reginaldo se acostaba sobre Amaranta haciendo mover las caderas, olía la prenda y recordaba ese aroma de semen que lo tocaba con sus mano llevándose a la nariz cuando lo veía depositar en su estómago por el glande de Luciano, también recordaba ese olor cuando Luciano dejaba sus prendas de vestir en un recipiente previo a ser lavados y cuando pasaba por allí el pequeño Venancio sacaba los calzoncillos de Luciano para olerlos y de esa forma lo hacía con los suyos, era un hábito que había adquirido el pequeño Venancio, detenidamente dejó la prenda en su sitio, se puso en pie subiéndose la pijama y vio su pene erecto por efecto del olor de la prenda íntima de su hermana, se lo estiró con dedos al frote de su tela dándose placer, así lentamente caminaba descalzo hacia la puerta abriéndola y saliendo de la habitación de la hermana, al caminar por el pasillo escuchó gemidos proveniente del cuarto de su hermano Contardo, el pequeño Venancio simplemente caminó con amplia sonrisa irónica moviendo negativamente su cabeza sin dejarse de estirar el pene con sus dos manos dentro del pijama.
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Las sabanas se movían al ritmo sexual entre Sandra y su amado doctor Cota, sobresalían los pies que se rozaban entre los amantes, el roce hacía más placenteros esos tocamientos entre sus genitales, el doctor la tenía sometida en un mar de placer con su cuerpo, los besos apasionados eran constantes, mostraban el apego y el deseo sostenido, no se hicieron esperar los gemidos de ella al sentir la plena penetración del pene del médico, que con cada impulso más la penetraba, el deseo se mostraba con toda amplitud, ella correspondía con sus manos rozándole la espalda y sus dedos agarrados a los hombros de su amante, la diferencia de edades se notaba, ella más mayor que él mostrando su juventud y su perfil de descendencia italiana relacionado a lo helénico cuyo perfil le mostraba en su rostro lo hermoso y viril por lo que ella de eso se había enamorado del médico Cota, el pene estaba completamente dentro de las entrañas de Sandra, las manos entrelazadas daban muestras de esa aprobación por tenerse, de a poco la iba sometiendo, ese tipo de atracción gustaba de los dos, las ventanas abiertas de aquel cuarto de cita hacían mover levente las finas telas de cortina, había calor y decidieron dejarlas así como cuando llegaron, no había necesidad de recelo, él era un divorciado cuya ex mujer vivía en Europa mientras ella era una mujer solitaria que había tenido romances un poco temerarios, así, ambos amantes giraban sobre la cama, se sentían seguros de una relación que no los ataría por hijo alguno ya que ella no podía tenerlos, mejor así, para que ese romance dure lo que en buen tiempo deba durar, el sudor entre los cuerpos no se hizo esperar, él lamía la vagina de ella mientras la mujer chupaba ensalivando el pene de su amante, la lengua pasaba a los testículos y allí estaba el punto “G” del hombre mientras que el de ella era el coxis por donde pasaba la lengua ensalivada de Cota, Sandra pedía más y más, había tiempo para aquello, habían decidido hacer el amor a petición de Sandra en el litoral, allí el calor menguaba a efecto de la brisa marina, aquel precioso lugar arenoso con limpias aguas contrastaba kilómetros más adelante con factorías y fábricas de pesca, Sandra lo había convencido para hospedarse allí, en estos casos el doctor Cota aceptaba, estaba a pocos días para recibir a su madre que venía proveniente del viejo continente, los movimientos del pene se aceleraban y de pronto se detuvieron, Sandra sintió el semen dentro de su vagina, lo abrazó con pasión, le besó el cuello en repetidas ocasiones en señal de aprobación de su estado sexual, más, si se trataba que en su delante tenía a un hermoso hombre atlético de ascendencia europea, su virilidad cautivaba a cualquier mujer que lo tocase, Sandra admiraba el físico de él y se complacía de pertenecerle, entraron a darse un baño refrescante, bajo la ducha se besaban cayendo agua que se deslizaba por su cuerpos aún ardientes de pasión, le hizo levantar la pierna arrimándola a la pared y así le introdujo el pene penetrándola estando parados en la ducha, ella abría la boca y cerraba los ojos concentrándose en sentir ese movimiento del pene dentro de su vagina, luego el pene le introdujo en el ano estando ella en posición perrito, el embiste se hacía rápido, luego él sentado en el inodoro recibía el cuerpo de ella cuya vagina se dejaba penetrar haciendo especie de cabalgadura sobre el pene de su amante, entraron a la ducha y se arrodilló frente a él pasándole agua por el pene para luego llevárselo al interior de su boca de forma sutil haciéndole sexo oral por unos minutos, la sesión plena de sexo hecha por la experimentada Sandra hacía que el doctor caiga de plácemes en sus redes en cada encuentro sostenido, le había ganado la voluntad al médico y se cumplía con lo propuesto, solo que, algo estaba pasando que no había estado planificando, era que ella estaba enamorada de la belleza física y espiritual del buen médico Cota, al poco rato salían a pasear por el pequeño boulevard recién construido del pequeño pueblo de pescadores con aguas cristalinas, caminaban descalzos por la playa de arena limpia, la brisa del mar ajustaba de movimiento el amplio sombrero de Sandra y sus gafas al sol se hacían firmes en su rostro, miraban los transeúntes, algunos capitalinos que habían llegado a “hacer lo mismo” de turistas, se detuvieron en el muelle artesanal viendo a los pescadores arrear las asas y trasmallos, era un deleite a sus ojos ver la cantidad de pesca marina en esas redes, Sandra con firmeza tomó un atún supuestamente muerto pero al leve movimiento del animal el asombro se apoderó de la pareja dejándolo caer al suelo y con sonrisa amplia se alejaron del lugar yendo al centro del pueblo donde estaban las más elocuentes formas de arquitectura clásica y moderna de aquella época a inicios de los años sesenta, caminaron viendo los estantes, entraron a una que otra tienda comprando baratijas autóctonas del lugar, algunos suvenires para los amigos y otros sencillos que adornen sus respectivos hogares, iban abrazados muy cariñosos viendo los objetos que no se percataron de la mirada de una mujer que llevaba en brazos a su tierno hijo, era Fernanda, quien con mirada fija algo contrariada los miraba al pasar desde la otra cuadra, Fernanda se aferró más a su tierno hijo, tenía sentimientos encontrados, pues alegría le daba de sólo ver la presencia del padre de ese hijo que marcaba diciéndole con gusto a su hijito que allí iba su padre dándole besos en la oreja, pero también triste acongojada de ver que ese hombre había encontrado un nuevo amor sobre todo en aquella mujer como Sandra que por un tiempo fue asesora de su suegro Fulgencio Arichabala, un ser que para Fernanda era repudiable en sus bajos instintos y antivalores, Fernanda miraba con despecho si acaso habría ahora alguna esperanza de un reencuentro con el padre de su hijo, pero ahora por el momento consideraba que no era preciso acercarse, la congoja primaba, pese a todo lo que sentía tuvo el valor de detenerse cerca donde la pareja de amantes se detuvo a ver suvenires, tan próxima pero a la vez tan apartada de acuerdo a las circunstancias allí vividas, Fernanda arrullaba a su tierno nene, miraba su carita y la asociaba al rostro de aquel médico que meses atrás se había entregado con tanta pasión desenfrenada, no podía entender por qué no continuó visitándola, no comprendía por qué tan pronto la olvidó, pero ahora al verle con Sandra comprendió que lo suyo con él era una aventura nomás, el medico Cota animado tomó un objeto turístico autóctono del lugar y le hacía mimos a Sandra, ella respondía rodeándole los brazos en el cuello besándolo apasionadamente, eso fue suficiente para soportar, Fernanda sin ser vista por la pareja de amantes marcó con más fuerza a su hijo y se apartó prudentemente, de reojo miraba la sonriente Sandra se reía complaciente viendo que la mujer se apartaba con su tierno hijito en brazos, en su interior sentía que su plan había dado resultado, había conseguido el desamor de Fernanda, ella, Sandra, lo había planeado todo, el haber llegado al lugar, el saber las horas en que paseaba Fernanda por esos lugares, el sentir que provocaba celos en aquella mujer, pero sobre todo consiguió que se aleje del médico, complacida se acercó a decirle algo al oído de su amante que ambos sonrieron pícaramente, yendo al lugar donde estaban habitando como turistas, Fernanda alcanzó a verlos, suspiró, sintió el recorrido de sus lágrimas por sus mejillas, movía su cara a todos lados, algo de mareo sintió pero la determinación de cuidar a su hijo pequeño la hizo reaccionar dando pasos firmes hasta que una mano recia la tomó del brazo, era el estibador que la cuidaba al pasar la calle, marcó con sus brazos recios al pequeño y la abrazó llevándola al sofá de la amplia sala, juntos se sentaron, los dedos del hombre barbado recorrían la comisura de sus labios quitándole las lágrimas, se miraron, hubo de parte de ambos un instintivo acercamiento en sus labios pero la voz de la pequeña Cayetana hija de Fernanda hizo que se apartasen, la niña se acercó a marcar a su hermanito colmándolo de mimos muy alegremente, los adultos volvieron a verse ya no con ese instintivo modo de acercarse sino con el que se atraen dos personas que se respetan, a lo sumo lograron tomarse de la mano, ella trataba de no comentar el sentimiento por el que estaba pasando, él comprendía, simplemente habló de trivialidades, su corazón se puso triste al saber la noticia de labios de Fernanda de que su suegro Fulgencio Arichabala deseaba de su presencia y la de sus hijos en la capital, para Fernanda sería algo de temer, y en verdad que no se equivocaba, tiempo después una mano con arrugas producto de la edad en el tiempo alzaba el auricular, mientras escuchaba la voz del otro lado del auricular su risa se ampliaba transformándose en carcajada, le dijo que todo había salido estupendo, la felicitó a Sandra por lo que había hecho y colgó, en ese instante la madre se acerca al verle reír, el hijo le dijo a la madre que estaba saliendo bien, se sentó alegremente diciendo que soportaría todo menos que su sangre o la de uno de sus seres queridos se mezcle con aquella familia de descendientes italianos o con su descendencia, esperaban el arribo de Fernanda y de sus hijos, de esa forma se consolidaría el nefasto plan preparado para ella, la madre salió de la biblioteca, Fulgencio Arichabala sacó un cofre con llave y de él sacó la foto de un niño, suspiraba prolongadamente diciendo el nombre de Patricio, el niño que más había amado en la vida.
FIN DEL DUCENTÉSIMO CUARTO EPISODIO
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