METAMORFOSIS 206
Medicina .
La fogosidad reflejada en el rostro de Sandra se hacía cada vez más visible al sentir la penetración de su amante Vito Cota Berlingieri, aquel médico que la había llevado al éxtasis por lo grueso del pene que le estaba penetrando entonces en esa cama de su habitación, ambos cuerpos desnudos haciéndose uno solo se daban a la entrega total, los besos apasionados y las caricias sutiles luego de las embestidas quedaban allí con el sudor de sus cuerpos, aquella habitación era testigo de su entrega de semen en estéril vientre femenino, el doctor de origen italiano por su naturaleza fogosa la sometía a la mujer que se dejaba, Sandra con su típico recio carácter a su edad había experimentado sensaciones nuevas con ese galeno, ahora tocaba de partir, lo miraba vestirse desde su cama mullida, verlo así, eso a ella la entristecía, deseaba seguir haciéndolo, tenerle siempre a su lado, por eso contaba días y horas para estar juntos, pero el deber del galeno llamaba a la acción, su consultorio con las visitas médicas lo esperaba, se dieron inicialmente un gran baño de ducha en donde Vito la penetraba así parados a lo que el agua caiga, eso delicioso sentía la mujer que suspiraba, el agua se deslizaba por sus cuerpos mostrando su desnudez a plenitud, fue a encender un cigarrillo, las cortinas de humo salidas de su boca al exterior dibujaban la silueta del apuesto hombre, se despidieron con un beso apasionado dejándola acostada en la cama, lo vio salir por esa puerta y no se contuvo de inmediato tomar su teléfono de disco para hacer una llamada, lo que en esta ocasión ella no presencio otras veces al verlo salir por la ventana a su médico fogoso, si ella hubiese estado en la ventana hubiese visto salir a la puerta del complejo a Vito encontrarse de casualidad con una mujer vecina del lugar que al paso se saludaron cordialmente, iba ella a una reunión escolar de su hijo pequeño, cortésmente la invitó a subir a su auto y durante el viaje la charla fue cordial creando una química inmediata, ella y el médico quedaron prendados de sus diálogos, era el inicio de una hermosa amistad, mientras tanto Sandra pasándose los dedos por la vagina dilatada con semen hablaba por teléfono a sonrisa amplia con su interlocutor que al otro lado de la línea tenía en su mano un habano haciendo boconadas de humo también con amplia sonrisa dibujada en su rostro, el plan de seducción estaba funcionando, estaban alejando a Fernanda de Vito quien desconocía la existencia de su hijo en Fernanda, el adulto hombre seguía disfrutando del habano caro importado, daba instrucciones a la mujer preparaban encuentros circunstancias en los que Fernanda vería a Vito con Sandra en actos amorosos, era para que se decepcione del tipo, el adulto dispondría la venida de Fernanda y sus hijos a la capital so pretexto que su hija primogénita Victoria necesitaba su presencia pues se estaba criando sin el calor de su madre cuando en realidad no lo era así pues Fulgencio Arichabala y su madre Matilde habían creado estupor en la niña con respecto a su madre endilgándole culpa a su madre por haber tenido desliz con un hombre al parir un hijo luego de la inesperada muerte de Mateo su padre, para el suegro y para Victoria ese hijo bastardo era fruto del pecado de su madre con aquel hombre desconocido del que la sociedad no debería saber considerando la estirpe de los Arichabala ganada en los últimas décadas en la política económica del país de la canela, Fulgencio daba instrucciones a Sandra para seguir con el plan de ensimismamiento, Fulgencio escuchó el crujir de la puerta, se entreabrió saliendo a relucir la cara de un niño, era Reinaldo de once años, Fulgencio al verlo atragantó saliva y de inmediato tapó el auricular con una mano y con la otra de inmediato le hizo señas al niño para que cierre la puerta con seguro y asimismo corra las cortinas bajando la luz natural de la habitación de estudio, Fulgencio se limitaba a escuchar la voz de Sandra sin articular palabra, mientras a señas de Fulgencio el pequeño de once años se acercaba a donde estaba sentado, se sentó sobre los muslos del anciano quien comenzó a cerrar los ojos en señal de gusto al oler ese pelo para luego besarle el cuello y mejillas, vieron el pene del muchacho erecto amoldarse por el pantaloncito corto que llevaba puesto, la mano de Fulgencio deslizó la cremallera del pequeño siendo ayudado por el a mostrarse el penecito venoso con pelusitas de pelitos formándose en la pelvis, ese pene rozagante se mostraba muy erecto, paró al niño deslizándole el pantaloncito corto, se deslizó un poco acercándose con su cara a rozarse con el pene, a olerlo intensamente, a sentir esa tibieza de piel sedosa, de niño lindo como le decía al pequeño Reinaldo, mientras escuchaba a Sandra pasaba su rostro por el pene haciéndole sonreír al pequeño que estaba allí por dinero que recibiría luego de esto, Fulgencio no resistió más diciéndole a Sandra que lo llame luego y de inmediato colgó el teléfono dedicándose a manosear la intimidad del pequeño, lo desvistió acostándolo sobre el amplio sillón de estudio ese traserito estaba a vista y paciencia de observación de Fulgencio, no importaba en ese momento la edad, se bajó el pantalón y pasó el pene viejo sobre el joven traserito acompañado de besos y caricias, luego lo volteó de cara al techo mostrándose ese pene erecto, que de inmediato lo chupó y lamió pasándole la lengua por entre los testículos como a ese niño le gustaba, al mismo tiempo que escuchaban en el jardín voces infantiles que lo llamaban, era instintivamente el momento de partir, Fulgencio lo retuvo unos minutos más deseaba disfrutar de esos instantes con el pequeño que estaba totalmente abierto de piernas acostado sobre el sillón siendo complaciente con los movimientos de manos, antes de irse lo encorvó introduciéndole el dedo en la entrada del ano oliéndolo luego, el niño se vistió, esperaba que del bolsillo del hombre saliera algún billete de mediana denominación pero esta vez no fue así diciéndole al oído que lo esperaba luego en su habitación, estaría allí en la cama esperándolo para seguir con aquello, el niño se limitó a verlo fijamente tratando de mostrar su inconformidad pero se limitó resignado bajando su mirada, no deseaba indisponer a ese poderoso hombre a quien sus padres le temían con respeto, de él había oído hablar con miedo pues era un hombre muy poderoso y se notaba ese poder de prepotencia en su rostro, por eso el pequeño temeroso pero con indignación estuvo contrariado, asintió saliendo cabizbajo de la habitación de estudio, quería dar a emitir un sentimiento de pena al no haber logrado obtener dinero, Fulgencio entendió pero deseaba más de él, abrió las cortinas, vio a su nieto Nicolás junto con su bisnieto Carlos Hernán de nueve años, hijo de su nieto Serafín del Olmo y de Emérita, Fulgencio a sus ochenta años gustaba de ver niños, también se encontraba otro niño, a ellos se sumaba en los juegos su hermano Reinaldo quien hace pocos minutos estuvo con él, el anciano sonreía, viéndolos jugar a los pequeños, se decía que formaban una linda generación “pandilla nueva”, deslizó la cortina, subió a su habitación a esperar al niño, vio por la ventana a los niños en especial a Reinaldo, se manoseaba el pene en señal de placer luego se desvistió quedando acostado en la cama cubierto con la sábana simplemente, la espera se prolongaba más de lo esperado, cubierto de sabana se aproximó a la ventana, vio a los dos niños tomados de la mano de su madre en veloz caminar, luego se enteraría que el padre de los niños habría sufrido un accidente muy grave estando hospitalizado por unos días agónicos para posterior comprobar su lamentable deceso, a la semana primera de diciembre de 1959 Fulgencio asumió la responsabilidad de los negocios de la viuda bajo su permiso, considerando la amistad y lazos entrañables en los negocios entre Fulgencio Arichabala y su difunto esposo, los resultados de tal decisión darían los frutos, ella ganaba más dinero de lo que su esposo en vida había logrado gracias a la participación en la bolsa por parte de Fulgencio quien no pedía comisiones por asesoramiento pero usaba los bienes en señal de inversión segura en un venturoso negocio logrando su comisión mezclando negocios turbios en las operaciones sin que la mujer diera cuenta de aquello, la viuda madre de los dos pequeños se sentía segura y muy complacida con la enhorabuena de las noticias bursátiles, la confianza de ella con Fulgencio crecía en cada encuentro, tanto así que el anciano realizaba las visitas a la casa de la mujer y se hacían más frecuentes como también cada vez más frecuentes eran los encuentros entre el menor de los niños con éste en su habitación amándose apasionadamente sin ser interrumpidos bajo pretextos de mejora económica que le enseñaba privadamente encerrados a los pequeños para que a futuro asuman su responsabilidad hereditaria, obviamente estaba más con el menor de los chicos bajo permiso de la madre, la mujer se complacía con esa buena actitud del anciano, gozaba de la confianza plena y así Fulgencio Arichabala con regalos y dinero incrementaba sus pasiones con tino y autoridad sobre el pequeño de los hermanos.
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Los tratados comerciales impuestos por la comunidad a finales de la década de mitad del siglo XX se hacían versátiles, la bonanza bananera estaba en auge, la clase media crecía ante la baja de pobreza indigente, el país se enrumbaba a su potencial económico pero unas células subversivas hacían su aparición en la selva por la necesidad de recuperar tierras sustraídas por gobiernos conservadores descendientes muchos de ellos de la casta que imperó en la colonia de la corona, de ello daba las noticias de prensa de la que también por radio Amanda se enteraba de los sucedido en el lugar de residencia de sus padres, tanto así que ahora sus visitas eran trimestrales, les trataba de convencer que viniesen a vivir a la capital pero su necio padre no accedía con el pedido de su hija, amaba su tierra, menguaba la tensión entre ambos la presencia de su nieto Carlos Gustavo que mientras crecía el parecido a su madre y abuelo era cada vez mayor, era su orgullo, su príncipe amado como le decía, su descendencia plena, nacido en abril de 1952 a sus siete años era el centro de atención de sus abuelos, de piel blanca y pelo lacio castaño claro como sus ojos muy claros daban a entender de qué linaje descendía, sin saberlo el niño era la última generación de la rama de los Romanov, increíble pero cierto, tenía el niño un aire real, imponía su parada y presencia, ese corte de cabello de forma militar imperante en la época de post guerra evocaba los acontecimientos bélicos iniciados por los nazis a finales de la década de los treinta y en aquella época ya se cumplían veinte años de aquella invasión al Danzing, volviendo al niño, éste tenía una pose imperial descrita muy bien definida, su mirada describía su liderazgo, todo quien le conocía tenía esa apreciación, Amanda lo sentía, como no sentirlo si su padre era uno de los mejores militares de la nueva generación del ejercito del país de la canela, sus abuelos maternos y paternos conocían la paternidad del niño pero a petición de Amanda Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote desconocía la existencia de su hijo primogénito, los abuelos aspiraban a que algún día lo sepa pero ahora con sus campañas militares y su matrimonio lesionado por su ausencia sumado a la existencia de un hijo dentro de ese matrimonio que carecía la presencia de su padre ocupando su lugar el tío favorito del niño quien realmente era su verdadero padre biológico, de lo que también desconocía de esa verdad el militar, cuya mujer luego del nacimiento de ese precioso niño tuvo un aborto de su primo privándose de ya ser madre, el pequeño Carlos Gustavo Eleuterio bisnieto de Rodolfo Buonanote tenía como abuela a Noelia Buonanote y abuelo a Carlos Felipe del Olmo, es decir, a más de descender de los Romanov tenía una descendencia de la rama de los Nobles Hidalgos de Castilla – La Mancha, por su sangre en consecuencia fluye lo real, pero vivía irónicamente en una república independiente en donde su nobleza se diluía por algún título aspirante, más en sus venas ancestrales corría sangre de civilizaciones europeas que habían generado la historia en parte de la humanidad, de alguna forma por circunstancias del destino ese niño los representaba, tenía un aire marcial fijado por la genética de su padre y sus abuelos paternos, mientras que de sus abuelos maternos se apreciaba el rasgo de lo amerindio del país de la canela, irónicamente el rostro se notaba allí en contraste con su sangre real, descendía de campesinos y labradores de tierra, de agricultores que forjaban una historia precolombina llena de adelantos científicos, de allí la herencia de su inteligencia ante los acontecimientos en solución de problemas cotidianos, su mentalidad de resolución se hacía su incremento de la admiración de la gente que le conocía y a su corta edad era muy valorado, podría decirse que era un niño original con virtudes y desaciertos propios de una edad en la que estaba creciendo, conociendo y juzgando valorativamente todo cuanto se presentaba a su vista, todo con el amor de quienes lo valoran, pero en si dentro de su magnífica inteligencia venían las comparaciones de otros niño y él al desconocer la existencia de su padre, había llegado el momento de preguntarle a su esquiva madre, quien con protocolo típico de un adulto cambiaba autoritariamente la pregunta con otra diciéndole que no le bastaba sólo el amor que ella le daba y así la respuesta cambiaba, por lo tanto el niño se limitaba a obedecer, en verdad para ese momento a Carlos Gustavo Eleuterio sólo le bastaba el amor de su madre, nada más, esa era su medicina de vida ante la ausencia de un padre que en realidad desconocía de su existencia y así el niño de linaje alto crecería con un pensamiento que a la postre traería sus consecuencias, ahora su abuelo lo paseaba orgulloso a caballo por esa polvorosas calles, la gente miraba el brioso corcel llevando a ese niño singular que sonreía agitando las manos, jocosamente sin saberlo pero de manera espontánea le decía a su nieto que salude a sus “plebeyos” agitando las manos, el niño no entendía la definición pero intuía las órdenes de su abuelo quien simplemente lo consideraba, el sol resplandecía en los cabellos del niño, el orgulloso abuelo sintió unas punzadas en el pecho el niño notó que lentamente se deslizaba, los transeúntes acudieron al auxilio antes que se produzca una desgracia logrando atrapara al niño antes de caer del alazán, presurosos los demás acudieron acostándolo en una banca del parque del pueblo, con los ojos aún entreabiertos y una sonrisa forzada miraba el rostro de su nieto, le acarició las manos y desfalleció, minutos después el médico del pueblo acudía al llamado del populacho velando la vida del desafortunado, ya se encontraban presentes los familiares del desfallecido, el médico con gesto lastimero en el rostro diagnosticaba el peligro por el que atravesaba Eleuterio, el niño abrazado a su madre escuchaba las indicaciones médicas que proponían dejarlo descansar allí por un corto tiempo y ameritaba llevarlo a un centro especializado pues era complejo el problema, padecía de problemas cardio-respiratorios, Amanda como enfermera lo entendía, hizo el trámite para ser llevado al hospital militar donde trabajaba, asistió a sus padre hasta que fue llevado a la casa de salud ante un tortuoso viaje por aquellos desastrosos caminos rurales, toda la familia vivía en el cuarto arrendado en casa de nana Dulce y su nieta, Carlos Felipe del Olmo y Noelia Buonanote, los esposos abuelos paternos del niño ayudaron económicamente a su recuperación física esto a espaldas de Eleuterio, Amanda agradeció la deferencia, sintió la compañía de Serafín tío del pequeño pero que pese a ello se sentía enamorado de la mujer pretendiéndola sin conseguir aún la aceptación, Noelia a pocos pasos visitaba a la esposa de su hijo Pedro Artemio estaba contenta con el advenimiento de su nieto, Carlos Felipe de igual manera, estaba orgulloso de su prole, aún tenía ese sabor amargo de no ser aceptado como padre por parte de su hijo de sangre Gustavo Adolfo, aquel militar de prestante carrera, lejos de allí el militar estaba en campaña, atacaba a las nacientes células subversivas en la selva del país de la canela, habían bajas de lado y lado, de pronto una bala impactó en su omóplato derecho emanando sangre abundante, fue arriesgada su maniobra de ir al frente con sus leales soldados saltándose los protocolos de guerra en cuanto a su jerarquía, era trasladado de urgencia a la capital debido al sangrado intenso, al llegar su esposa e hijo lo esperaban a distante prudencia estaba una madre angustiada como lo era Noelia y un apesadumbrado padre al que el militar rechazaba, la camilla pasó en su delante, la manito del niño estiró al tocarlo levemente igual que su esposa y padres, había un gélido comportamiento de la esposa hacia los suegros, de manera afortunada el militar salió de peligro, el tiempo que estuvo allí fue atendido por Amanda, sin articular palabra más si emitiendo gestos faciales de calidez, allí estaba el padre de su hijo en esa cama del hospital militar, tan cerca pero a la vez tan lejos, al entrar la esposa y el hijo le vino a Amanda ese tipo de angustia y algo de celos con envidia viendo al militar ser colmado de mimos por su corta familia, Isaurina coquetamente y sabiéndose esposa de un militar de rango alto daba su airado orgullo con su hijo bien vestido para la ocasión, Gustavo Adolfo vio el rostro de Amanda al ser besado por su esposa quien desconocía la existencia amorosa de Amanda y la relación que ella tuvo con el militar tiempo atrás, Amanda vio al pequeño, sintió ese seno maternal recordando a su hijo, cavilaba pensando que ese niño era hermano de su hijo, quería decirle al militar que no tan solo toque acariciando a ese que se creía su hijo único, sino que también tenía otro hijo a quien acariciar, Carlos Gustavo, pero de inmediato la mujer se puso firme recordando su actitud de no dar por enterado al militar de la existencia del hijo de ambos, al tiempo su padre se recuperaba camas distantes del militar, pasó por allí y sus miradas se cruzaron, la mirada del militar encima del hombro de su hijo al que lo tenía abrazado, Amanda se sentía mal viendo las mejillas unidas del militar con su esposa y en la otra por su hijo, ella sólo figuraba ser la mujer de aquel militar, la relación no era como la mostrada por la pareja aunque Amanda se lo creía, no quiso ver más aquello y giró sobre sus talones para retirarse, el militar vio su salida dando un respiro leve de angustia, Isaurina continuaba de mimos con su esposo e hijo, afuera de la habitación Carlos y Noelia vieron el gesto de incomodidad en el rostro de Amanda, por su experiencia de vida al verse a la cara sintieron que ella al militar aún lo amaba, Noelia espontáneamente la abrazó ante la rígida mirada de Carlos Felipe, esa actitud hizo que Amanda cayera en llanto, les suplicó que ahora más que nunca no le confiesen al militar la existencia de su otro hijo, les suplicó por aquello, mejor vivir así que dañar el hogar formado por el militar, los esposos afligidos la llevaron hacia la cafetería del hospital, no podía negar el amor que sentía por ese hombre en aquella calurosa tarde.
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La luz solar de aquella tarde daría la intensidad de vida en muchos actores, la historia de sus existencias quedaría marcada por siempre en aquella tarde, se veía los autos llegando a esa suntuosa mansión uno por uno donde hombres prestantes hacían su aparición, forjarían su status económico, el país pasaría a ser boyante, eso se decían los unos a los otros y le transmitían ese sentimiento apacible de bienestar a los pobres y resto de la población del país de la canela, allí se reunían hombres símbolos de la economía agroindustrial, los reunía los productos del mar y sobre todo el banano, muchos, hijos de tradicionales ricos, otros, nuevos ricos, pero todos al fin reunidos en una élite que fijaría al gobierno los derroteros de su política económica, de a poco entraban, el anfitrión, aquel hombre descendiente de nobleza ahora arraigada en el país de la canela, su nombre era Saúl André Francisco Alfonso Alzogaray Dampierre descendiente de linaje español y francés, el viudo más codiciado del jet set de la época de mediados del siglo XX, era un acaudalado hombre gustoso como él decía de la “tierra de la canela” debido a su múltiple bondad de producción, era el personaje que con amplia sonrisa recibía a sus invitados en las proximidades de la entrada de su casa en ese amplio jardín, a lo lejos jugando con un balón estaba su hijo el referido niño Saúl Alexander Jean Pierre Alzogaray Márquez de la Plata de siete años, se encontraba jugando con Eliazar Emigdio nacido en 1941 ahora casi con mayoría de edad, era el hijo de la fiel empleada de nombre Zobeida nacida en 1926 un año mayor a la edad de su patrón, el pequeño Saúl y Eliazar tenían una fraterna relación de amistad tanto así que desde el nacimiento de Saúl siempre Eliazar ha estado al cuidado de ese niño, ellos de lejos miraban a los invitados aproximarse y entrar en la gran mansión capitalina, entre altos arreglos de jardinería jugaban animadamente a vista de Zobeida, reía viéndolos jugar, pese a la diferencia de edad entre ambos para Zobeida era placentero verlos, ella notaba cierto celo de su hijo Eliazar contra el pequeño Saúl, seguramente por su posición social, seguramente porque Zobeida lo cuidaba más a Saúl por ser más pequeño, en esta ocasión ella sentada miraba el accionar de ambos varones, hasta que una empleada muy solícita le dijo algo al oído luego saliendo las dos en presurosa carrera, el ambiente era tenso dentro de la mansión, hacía faltan manos como de pulpo, camino a la entrada de la mansión le pidió a su hijo que cuide al niño como siempre diciéndoles que se aparten un poco de los invitados, el obediente Eliazar sonrió picarescamente, lo llevó a un lugar más distante lejos de la escena de llegada de los invitados como su madre lo dispuso, caminaron por los alrededores extremos de la propiedad, pasaron por el garaje y el taller montado para las reparaciones de vehículos, Eliazar llevaba el balón bajo su brazo, una de sus manos acariciaba el pelo luego esa mano acariciaba las mejillas y su dedo índice pasaba por los labios del niño llevándolo a la entrepierna rozándola en la punta del pene amoldado a la tela, ese movimiento del dedo en el pene erecto vestido vio Saúl, sonrieron de forma cómplice intuyendo lo que harían, subieron las escaleras por una amplia terraza que tenía tendidas varias sábanas ya secas, una de ellas la tomó Eliazar rodeándola por su cuerpo argumentando similitud con un antiguo senador romano tomando un trozo de madera imitando a ser espada, Saúl brincaba de gusto y quería vestirse como él, de esa forma Eliazar Emigdio le puso otra sábana pasándole un pedazo de madera e hicieron gestos de lucha con ambos maderos en aquel apartado lugar, Eliazar dejaba la iniciativa al niño cayéndose varias veces en el suelo haciendo que el niño le “introdujera la espada” en señal de victoria, así era que al pequeño Saúl le gustaba manejar la situación y Eliazar se dejaba, los dos personajes jugaban intensamente, hicieron altos y miraban desde lo alto del lugar a los autos estacionados fuera y poco dentro de la gran mansión, muchos acompañantes vigilaban los respectivos autos en los que habían llegado, los trajes eran vistosos, el niño miraba con risa y entusiasmo las personas que visitaban a su padre, le gustaba sentir que era importante su padre, el niño se arrimó a la pared en la que su carita sobresalía cuyas manitos de piel blanca como el armiño se sujetaban, con dedos alargados se sostenía al filo de la pared, de pronto el pequeño Saúl sintió por detrás en su traserito el roce de la humanidad de Eliazar, era el pene abultado erecto que se había formado en su pantalón que rozaba suavemente asimismo sintió sobre su cabeza el mentón de Eliazar Emigdio y su recurrente respiración que golpeaba el brilloso pelo castaño, un susurrar escuchó a través de sus oídos, la tibieza de la respiración golpeaba la oreja, hasta ese momento la piel blanca y sedosa del niño era como de gallina, de eso dio cuenta Eliazar quien a más de sonreír puso sus manos sobre las del niño entrelazándose los dedos mutuamente a esto Saúl correspondía apretándolos mutuamente, el apego fue más determinante cuando el pecho de Eliazar empujaba la espalda del niño haciendo que su pechito se arrime a la pared muy fuerte por cierto, así, la cadera se movía circularmente para luego hacerlo de atrás para adelante en un ritmo que al roce hacía poner más erecto el pene, ambas caderas se movían en el mismo sentido hacia adelante y hacia atrás, el pequeño cada vez sentía más presión sobre su cuerpo, sintió el roce de la lengua de Eliazar sobre su cuello, cerró los ojos, sentía algo raro que se traducía en que su penecito se mostraba erecto en la fina tela de su pantalón de casimir inglés, la presión en sus dedos también era descrita, seguían entrelazado firmemente, sentía más el pecho de Eliazar sobre su espalda, ahora el sometido era Saúl Alexander Jean Pierre, se podía notar el contraste de piel morena clara en el brazo de Eliazar con el piel blanca del pequeño Saúl, unieron las mejillas contemplando el ambiente festivo en su delante, miraban aquellos lujosos autos, los uniformes variados de los chóferes que manejaban esos automóviles, tenían adecuada visión y también propia intimidad que permitía a Eliazar empezar a besar el cuello y mejillas de Saúl Alexander, la mirada de Eliazar se fijó en la puerta de aquel cuarto pequeño de la terraza que se encontraba a pocos pasos de allí, le hizo gestos al niño que desde un principio estaba quietecito, aun así siguió estando mientras Eliazar caminaba hacia la puerta, sacó una llave de diseño antiguo de mediados del siglo XIX y la giró en la cerradura abriéndose de un chirrido prolongado en las bisagras producto seguramente de escasa lubricación por el moho imperante en la puerta antigua, el nene aún inmóvil vio desde su sitio el cuerpo de Eliazar adentrándose en el cuarto oscuro, desde lo claro oscuro de allí salía una mano insinuándole entrar, lentamente el nene se apartó de la pared donde estaba arrimado viendo los automóviles, dirigió sus pasos a ese lugar que ya para él era conocido, era un cuarto donde hacía muchos “juegos privados” con Eliazar Emigdio desde que tenía uso de razón, en realidad, Eliazar Emigdio siempre fue el iniciador de esos “jueguitos” traviesos que los conoció y aprendió viéndose hacer a los niños mayores del barrio donde antes vivía siendo muy pequeño, también lo presenció desde su cuarto con lo de su madre y… con aquel hombre muy conocido por él visto en el lecho, algo imborrable en su mente cuando de niño muy pequeño e inocente de tierna edad miraba desde su cama a esos cuerpos desnudos manoseándose y él en algunas otras ocasiones presenciando escondido detrás del biombo de aquel cuarto humilde de barrio pobre capitalino, su mente se disipaba de los recuerdos así para aquel instante ahora se apreciaba del manoseo del pene por parte de Eliazar Emigdio, a la vez que el pequeño Saúl caminaba instintivamente, Eliazar Emigdio y el niño se llevaron una mano al pene vestido estirándolos producto de su erección, ya adentro vieron el lugar semi oscuro, de pronto la puerta se cierra espaldas de Saúl, ve la mano de Eliazar Emigdio que gira la llave poniendo así seguro por dentro, sus ojos infantiles se centran en aquel mueble – cama improvisado y a su lado una silla antigua descolorida con una mesita algo polvorienta y despintada por el pasar del tiempo, Eliazar la limpiaba y dejaba allí su ropa, el niño continuaba en pie viéndolo desvestir, luego así completamente desnudo se acercaba en su delante para inclinarse y abrazarlo en señal de reverencia ante el hijo del patrón, siempre en cada encuentro era así, para hacerle sentir su autoridad y ganarse así la confianza del niño Saúl, luego del abrazo venían los besos en el cuello, mejillas, frente y después a los labios de forma apasionante, así era que se transformaba los roles de liderazgo pasando a ser Eliazar el activo en ese encuentro sexual, las manos de Eliazar Emigdio recorrían la piel del niño comprobando la subida de temperatura en la piel de los bracitos y cuello, lentamente el niño se dejó llevar por los abrazos del iniciador, caminaron abrazados hasta el improvisado catre, Eliazar Emigdio se acostó de forma plena, mostrando el pene erecto con todo el glande al descubierto diciéndole al pequeño Saúl: “mira…” “¿te gusta… verdad?” “míralo bien” “ven, acércate”, al escuchar esa voz insinuante Saúl no esperó a más y se acercó lentamente sin dejar de mirar fijamente ese pene peludo erecto de dieciocho años, ese pene estaba en todo su esplendor, las manitos lo tocaron, la mirada del niño era cada vez más visible de concentración en ese miembro venoso peludo, los ojos claros se centraba en observar ese pene rosáceo, “tócalo, así, así” “hazlo… como sabes hacerlo” “anda”, los dedos del niño rozaban la piel del pene con sutileza con la guía de las manos de Eliazar Emigdio, “así” “así”, lentamente su rostro se acercaba al pene, “huele, así, así… huele” la nariz de Saúl olía el glande del pene, de pronto sacó la lengua pasándola por el pene como si fuese un helado “así, así, sigueee…” le decía Eliazar Emigdio con jadeos, el niño abrió la boca, el glande entró a medio talle por la cavidad bucal, entraba despacio hasta llegar el glande del pene a las amígdalas haciéndolo toser instintivamente apartándolo de su boca, luego con sutileza se lo metía ensalivándolo por completo, Eliazar Emigdio miraba ese rostro infantil de ojos cerrados concentrado en ese sexo oral recibido, la lengua de Saúl se deslizaba entre la separación de los testículos, alzaba su cintura para que el pequeño luego hiciese deslizarse por el tronco del pene hasta llegar a la punta del glande, allí, daba de movimientos circulares de la punta de lengua, sonreía socarronamente el pequeño Saúl correspondiendo a la risa que Eliazar Emigdio emitía con los ojos cerrados muy concentrado en sentir ese deslizamiento de lengua en su pene, las manitos de Saúl apoyadas en la pelvis de su iniciador comenzaron a moverse por sobre la piel, “sigue” “sigue” “lo estás haciendo bien” “mejor que antes” “sí… mi pequeño” “lo haces mejor que antes”, esos deditos alargados de niño rico deslizaban sobre el tronco del pene contribuyendo a expandir lo húmedo de aquella piel peluda como se lo había enseñado Eliazar Emigdio, luego, Saúl se apartó a órdenes de su iniciador diciéndole que se desvista, los deditos alargados desabotonaban la camisa poniéndola encima de la ropa de Eliazar Emigdio cuidando evitar manchas, de igual manera lo hizo con las sandalias al suelo y los calcetines puestos sobre ellas, se podía ver esos dedos alargados y esas piernas blancas rellenitas de músculos producto de las clases físicas de aquella academia europea donde estudiaba, se quitó la sobre camisa quedándose únicamente en calzoncillo, Eliazar Emigdio vio ese movimiento del niño, aún el muchacho estaba acostado en el catre improvisado sin dejar de sonreír, se levantó de donde estaba acostado caminando descalzo por ese suelo terroso, hasta llegar a una silla donde se sentó y haciéndole gestos al niño él se sentó sobre Eliazar Emigdio, las piernitas del pequeño descansaban sobre los muslos de Eliazar Emigdio, debajo de su pene lampiño sobresalía el pene erecto aún ensalivado de Eliazar Emigdio que se agitaba, Saúl miraba la mano de Eliazar Emigdio que tomaba esos dos penes de tamaños diferentes que estaban erectos, miraba atento a esos movimientos del pene junto a su penecito, al oído llegaba la voz sensual de Eliazar Emigdio que le decía “¡míralos!” “cómo juegan” “mira al mío” “¡míralo!”, “¿lo quieres adentro?” al escuchar esa frase el niño quedó asombrado, recordaba las veces últimas en las que lo habían hecho, negarse ahora no significaba nada, se limitó a ponerse cabizbajo con una mirada de resignación pestañeando copiosamente por parte de Saúl, esa actitud del niño la entendió bien Eliazar Emigdio, por eso de pronto instintivamente comenzó así a besarle el cuello de forma muy repetitiva tanto así que se sentía la calentura de su piel, “¿Quieres más?” el niño respondía asintiendo, mientras sentía los besos en cuello y hombros miraba ese pene largo y grueso cabezudo de piel morena clara sobre su penecito lampiño de piel blanca, algo gimió cuando eran besadas sus mejillas infantiles acompañadas del roce de lengua abriendo la boca y cerrando los ojos, al ver esto Eliazar Emigdio sonreía, para dentro de sí estaba consciente que ya lo tenía, y era cierto pues su cuerpo se relajaba un poco, se encorvó un poco dejándose besar repetidamente su espalda, sintiendo el pasar de la lengua de Eliazar Emigdio desde su espina dorsal hasta llegar al cuello y pelo sedoso lacio castaño muy claro, el niño sintió que unas manos rodeaban sus caderas apartándose del cuerpo donde estaba sentado, los dos estuvieron de pie viéndose los penes muy sonrientes, el niño a órdenes de Eliazar Emigdio posó sus rodillas sobre el asiento de la silla, sintió que unas manos externas le abrían los glúteos y que algo duro entraba, sus manitos posaban sobre el aro del espaldar de la silla y resignado puso su carita sobre las manitos sintiendo ese roce del glande en la separación de sus glúteos, el movimiento de su cuerpito por efecto del movimiento de su iniciador hacía que su pechito tope el espaldar de la silla, Eliazar Emigdio se complacía viendo su movimiento de cadera impulsando el pene que rozaba y entraba en parte en ese ano infantil, la cara de Eliazar Emigdio se posó sobre el pelo del niño diciéndole lo rico que estaba así, que no olvide esto que ambos sentían, que no olvide lo de este jueguito que a fin de cuentas nadie perdía, el movimiento de manos de Eliazar Emigdio recorría la piel del niño en sus costillas y tetillas pasando por el abdomen hasta llegar al penecito, en verdad que el pequeño Saúl estaba sometido por su iniciador Eliazar Emigdio, tanto así que al apartarse de la silla fue tomado de la mano dejándose dar vueltas mostrando su traserito y penecito lampiño, lentamente Eliazar Emigdio lo acostó sobre el catre improvisado de aquel cuarto semi oscuro, la lengua de Eliazar Emigdio pasaba por los glúteos abriéndolos para oler el interior del ano dilatado por el pasar de los dedos llevándoseos a la nariz, se acostó sobre el cuerpo niño pasándole las manos por el cuerpo besándole la espalda en repetidas ocasiones, se apartó del niño yendo hacia la pared de dónde sacó una cajita de vaselina que estaba incrustada en una grieta de esa pared, la destapó y se untó por el glande recorriendo el tronco del pene, el pequeño miraba ese deslizamiento de la crema por el pene peludo y sabía lo que se vendría, resignado esperaba de nuevo el sentir sobre su cuerpo infantil el cuerpo acotado de Eliazar Emigdio de dieciocho años, y así fue que luego de un manoseo cuya intención era relajante hacia el niño ese pene rozaba la entrada del ano introduciéndose de a poco provocando así el recurrente gemido infantil, mordía sus labios Eliazar Emigdio con la intención de lentamente sentir esa penetración causada en ese anito infantil, penetraba lentamente, el niño bufaba, “¿te gusta …ehhh?” “¿ya vez?” “ya no te duele” “ya casi lo tienes dentro todititoooo” Saúl se limitaba a escuchar la voz de Eliazar Emigdio cerca de su oído derecho, sentía en su mejilla el golpe de respiración de su iniciador diciéndole: “eres bonito, bonito” “siente cómo te lo hago” “eres mío… miiooo” en eso que siente todo el pene dentro de su ano emitiendo un ligero alarido, Eliazar Emigdio sintió el latir de todo su pene dentro del ano, así quietecitos los dos sentían esa penetración máxima del pasivo y activo, había pasado unos segundos, nadie se movía, Saúl mordía los labios, era una sensación mejor de lo pensado con respecto a lo que sucedió hace meses cuando por vez primera fue desvirgado por su iniciador Eliazar Emigdio en ese mismo cuarto, las manitos de Saúl era entrelazadas por las manos de Eliazar Emigdio, el niño sentía esos movimientos penetrantes del pene peludo, lo hacían sentir diferente, su metamorfosis se desarrollaba pasivamente, lo que antes al principio fue un descubrimiento asustadizo ahora se estaba convirtiendo en una necesidad realizable, si, Eliazar Emigdio había despertado en el niño esa ansiedad de metamorfosis, ese gusto único e incomparable, a base de secretos, tratando de incognito, sus encuentros fueron de a poco sustentándose en la seguridad que el muchacho mayor le daba al menor, la confianza se incrementaba en Saúl quien reiteradamente miraba ese pene con el que había sido desvirgado, desde dentro de sí pese al dolor de aquellos embistes pedía más, pedía ser sentido en toda manifestación sexual, Saúl era como todo aquel niño que buscaba la atención no encontrada en su rígido padre de conducta conservadora descendiente de un linaje ya en extinción por el advenimiento de la república en la que ahora vivían, por su parte Eliazar Emigdio contribuía en la metamorfosis del niño emprendiendo todo lo enseñado por los niños del barrio y las prostitutas del lugar aledaño donde vivía con su madre abandonos por su padre, la promiscuidad de lo aprendido con el lumpen se lo pasaba al niño, así con ese movimiento de entrada y salida del pene en el ano gustaba de sentirlo y sentirse activo, “siente cómo te lo meto” “¿te gusta?” “dime ¿te gusta?” “¿¿aaaahh??” Saúl desde el fondo de sus entras se limitó a asentir y de sus labios por vez primera salió un enérgico y sincero “¡¡sssiiiii…!!” acompañado de un “me gusta…¡sí!” asumiendo su declaración con un “¡¡métemelo más!!” a lo que Eliazar Emigdio continuaba con el mete y saca sutil hasta el punto de que sus sudorosos cuerpos quedaron inmóviles teniendo contenido el pene Eliazar Emigdio totalmente dentro de las entrañas del niño “¿Quieres que te lo saque?” a lo que Saúl respondía que “no… déjalo allí” Eliazar Emigdio “¿te gusta’” Saúl “sí, me gusta, déjalo” no había duda, la metamorfosis de Saúl estaba en todo su esplendor, Eliazar Emigdio lo había conseguido, sus intenciones iniciales se consolidaban, a más de someter al niño lo había transformado en su “nena”, para Eliazar Emigdio el pequeño no era un varoncito sino una mujercita cuya “vaginita” era el ano infantil, también había en su sonrisa de triunfo un aire sentido de venganza acompañado del gusto de satisfacer su envidia por la vida que el niño recibía en comparación con su deplorable vida siendo un hijo bastardo de una empleada que daba los servicios en aquella mansión, la envidia de Eliazar Emigdio se consolidaba por la suerte de no tener esa vida que llevaba el pequeño Saúl en sociedad, la envidia de verlo bien vestido y cuidado mimosamente cuando en cambio Eliazar Emigdio desde que tuvo uso de razón recibía castigos y ninguneos con desprecios de los amantes de su madre en este estado de hacinamiento, pobreza, humildad y desesperanza de no conocer su verdadero origen por negación de su madre a decírselo, en más, se molestaba por la existencia de su padre biológico y el hecho de haberlo engendrado, odiaba en parte a su madre por negarse a decirle la verdad de su nacimiento y de la identidad de su verdadero padre; más, ahora que lo tenía sometido al pequeño se congratulaba de ser el activo que dominaba la situación, lejos estaban de ver y pensar los adultos emprendedores de la economía del país de la canela junto al padre del pequeño de lo que estaba sucediendo en ese cuarto semioscuro apartado de la casona junto al garaje, allí Saúl fundamentaba sus modismos amanerados ante las expresiones de Eliazar Emigdio que consistían en “eres mío, ya vez, mío” “éste es nuestro secreto” “siente cómo te lo meto” “siente, siente” “mi pequeña” “si, eres mi mujercita pues te gusta por allí” “verdad, ¿Qué sí?” “dime…¿a qué sí? a lo que el pequeño Saúl respondía con su fina voz que “sí, me gusta” Eliazar Emigdio “pídeme que te lo meta más, anda, pídemelo” Saúl “sí, métemelooo” “si, métemelo” Eliazar Emigdio lentamente continuaba sodomizando ese anito infantil haciendo más seguido las embestidas provocando gestos de gemidos en el niño hasta que se detuvo, el niño sintió dentro de sus entrañas ese líquido seminal ya más de ser parecido por vez primera, quiso apartarse pero el peso del cuerpo de Eliazar Emigdio lo contuvo asimilando con resignación esa nueva sensación de recibir en su ano, en la mente jocosa de Eliazar Emigdio se desarrollaba la expresión “te empreñé, jeje” lejos de escucharle el niño Eliazar Emigdio lo besaba sacando lentamente el pene del ano, “¿ves?” “ya no te duele, ahora lo sentiste rico” “¿verdad?” el pequeño asentía con timidez, pero eso era verdad, le habían nacido nuevas sensaciones, “déjamelo seguir metiéndolo por allí” señalándole al niño el ano, lentamente se dejó viendo ese pene mojado de semen que se introducía en el ano mientras las piernas del niño se posaban sobre el pecho de su iniciador y los tobillos del niño se posaban sobre los hombros de Eliazar Emigdio aquel muchacho de dieciocho años que le decía “ahora te voy a enseñar algo rico” “como se les hace a las nenas como tú” el pene entró y el pequeño abrió totalmente la boca en señal de asombro pues sentía lo más adentro de su ano todo ese pene erecto, lo que faltaba por penetrar se complementaba en esa postura sexual, las manitos del niño se agarraban de los brazos de Eliazar Emigdio apoyados en el catre, ya se encontraban muy rígidos soportando su peso, la cadera de Eliazar Emigdio se acercaba más a la del niño haciendo que todo el pene esté dentro, de pronto todo su cuerpo cayó sobre el niño ya cuando todo el pene estaba dentro, así Saúl sentía que todo esa barra erecta de carne lo penetraba a plenitud “ya eres completamente mía” el nene bufaba tratando de moverse con fuerza “déjate, no te muevas” Saúl respiraba hondo, su piel se ponía rojiza, mordía los labios, “siente como te hago mía por completo” Saúl bufaba al sentir todo ese pene adentro “siente este pene tuyo” empezaba con el mete y saca diciéndole al pequeño “siente como eres mío” las caderas más se movían “siénteme, siénteme, mi pequeña” las caderas se movían más, los pies se agitaban sobre los hombros “sí… eres rica, rica, muy rica” mordía los labios sin dejar de hacerle el mete y saca “así, así, así” “mi pequeña” “nunca me olvides” “nunca olvides esto” “siempre, siempre recuérdame” esas frases martillaban la mente de Saúl, se escuchaba junto a esa frases martilladoras el “choc, choc” producto del movimiento del pene con semen saliendo y entrando del ano infantil, era la mejor acción sexual en su encuentro, la mejor, la más inolvidable vivida por Saúl, era su aceptación a esa realidad, su metamorfosis se iba consolidando, su vida estaba marcada por la acción genital pero también había nacido esa pasión y deseo carnal por el de su mismo sexo, en verdad que Eliazar Emigdio no sentía gusto por los de su mismo sexo pero le hacía al niño esto por venganza nacida de su celo y envidia, Eliazar Emigdio deseaba despertar en el niño aquel gusto por el del mismo sexo, lo había conseguido mediante lo que había escuchado salir de labios del pequeño, ya se limpiaron y se vistieron para salir prudentemente del cuarto, estaban jugando en el apartado lugar con el balón, curiosamente ese objeto se acercó a la mesa amplia donde estaban los hombres prestantes, el pequeño fue a tomar el balón y fue en ese instante objeto de varias miradas de las más sobresalientes estaban las de Nicolás Arichabala, Luis Izaguirre, Joaquín Valdés, quienes rodearon al niño acariciándole el pelo y las mejillas en señal de respeto y consideración hacia el anfitrión padre del pequeño, Luis apreció el traserito del niño, aquel traserito era voluminoso de quien también dio cuenta Nicolás, el niño estuvo tan solo un par de minutos pero fue suficiente en hacer el despertar de admiración por su hermoso rostro y cuerpo rellenito, más su buena presentación, Joaquín Valdez y el doctor Pérez miraron con detenimiento la ropa del niño para mandar a comprar para sus pequeños hijos y nietos respectivamente, la charla continuó entre los presentes, se formaba un pacto corporativo, a la que se sumó Teodomiro en aquel sábado de diciembre de 1959.
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La puerta se cerraba, ambos pares de pies descalzos diferenciados en tamaño por la edad daban pasos por el entablado, lentamente ambos shorts se deslizaban, así el cuerpo más pequeño quedaba completamente desnudo pues sólo eso tenía puesto de ropa debido su natural pobreza imperante, gustaba sólo estar así vestido a ese niño que alzaba sus piernas y al hacerlo su pene se agitaba algo erecto, se podía ver claramente a la luz del sol esa piel morena clara algo polvorienta por la anterior acción de juegos en la calle, de inmediato sus ojos negros vieron cómo esas manos adultas deslizaban las cortinas de la ventana quedando esa habitación del dormitorio semi oscura, vio también cabizbajo su pene y al alzar su rostro vio como aquellas manos adultas le indicaban la cama a donde debía acostarse, vio esas manos adultas que deslizaban la remera que el adulto llevaba puesta quedando así él también desnudo completamente, el niño estaba allí por su regalo de navidad, anticipadamente se lo había prometido aquel vecino, a cambio de “jugar” lo que se consideraba “prohibido de hablar o decir a nadie” era la regla, recibía algo el niño a cambio de silencio, sus piecitos polvorosos como siempre quedaban alzados a la altura de la cama para que las manos con un trapo del adulto los limpiase y así no ensucien las sábanas, pero a veces esto no servía pues a fin de cuentas luego del “jueguito” de ambos esas sábanas quedaban con restos de semen y a veces de orina, sin embrago para esta ocasión el adulto también se limpiaba los pies, lo acostaba al niño mientras se agitaba el pene y se sentaba sobre el pecho del niño, el glande quedaba muy cerca de los labios del pequeño, sabía que tenía que abrir la boca para que ese glande se introduzca en su cavidad bucal, algunos pelos salidos de la pelvis quedaban sobre la garganta, el glande entraba y salía ensalivado completamente, las rodillas del hombre estaban ubicadas a los costados de la cadera del niño, levantó las rodillas haciendo más rápido el movimiento de caderas así el pene entraba más en esa cavidad bucal, ya para ese momento el niño no tosía como cuando se lo hizo inicialmente, había adquirido experiencia a más de que sonreía en señal de gusto pues su metamorfosis se estaba desarrollando naturalmente a voluntad y deseo, ahora venía lo mejor para el adulto, poner al niño de cara a las almohadas poniéndole un par debajo de su abdomen haciendo que el traserito quede empinado y a total postura de penetración, así, el glande estaba rozando los glúteos, eso como ritual inicial le fascinaba al adulto, sin palabras, sólo sentir el silencio de la habitación, daba seguridad y relajamiento, para entrar en relax le hacía leves masajes en la espalda y glúteos del pequeño que jadeaba intermitentemente, le salía eructos a causa de la bebida gaseosa que el adulto le brindó minutos antes en su visita, ya lo sentía relajado y le daba frases motivadoras recordándole lo hermoso de su cara y su cuerpo delicioso, ahora sí el glande entraba, su mano derecha velluda tomaba el glande y la otra mano ponía crema a la entrada del ano y en le glande, así, el dedo entraba a más no poder en el ano infantil haciéndolo mover instintivamente, con voz relajada lo calmaba, ahora el mojado glande con crema entraba en ese anito, lentamente penetraba, el niño le estaba dando en ese momento su virginidad, el adulto le había dicho que ahora sería con amor, que se quedase quieto, cada vez sentía un creciente dolor en su traserito, sus manitos hacían puños sobre la sábana, ya no podía soportarlo más, ese glande hizo una pausa de sus intenciones de penetración dejándolo al niño acostado bufando levemente, inmóvil vio el cuerpo del adulto a su lado, vio las manos adultas agitando ese brilloso pene con crema, el adulto con paciencia vio esas piernitas delgadas y esos pies con uñas largas descuidadas producto de la pobre crianza de los padres para con el pequeño y sus hermanitos, la mirada recorrió el traserito por el que quedaban restos de crema impregnados en la piel de los glúteos, sonrió viendo aquello, luego su mirada subió a ver el pelo tipo melena producto del descuido de aseo del niño y ciertos granos en la espalda a causa de la insalubridad en la que vive a causa de la presencia de mosquitos en el lugar, dormían sin toldo, sólo se cubrían con las raídas sabanas y se notaban las costillas del niño producto de su falta de nutrición pues a lo mucho en su casa humilde comían una vez por día, de esa hambre se aprovechaba el adulto para someter a ese niño cuya inocencia marcaba por querer ser bombero de adulto y jocosamente el adulto pensaba que por lo pronto ya recibía “manguera” por su traserito, le acarició el pelo negro despeinado con olor a desaseo, el deseo sexual del adulto no le causaba repugnancia al percibir esos olores típicos de niño humilde de barrio marginal, los dedos del adulto pasaban por las piernas y costillas del nene, se le acostó encima para besarle el cuello, así relajándolo un poco, sus brazos pasaron por los bracitos del pequeño como tenazas sujetadoras, el niño sintió sobre su cuerpo la cálida piel de su iniciador, sintió el pene que rozaba el trasero, luego lo soltó continuando con repetidos besos en el cuello, lo acostó de espaldas al colchón, ya para ese momento las sabanas estaban distendidas, le hizo doblar las rodillas con su poderosa mano llevándolas a su pechito y le sujetó los pies, para así dejándole descubierto el ano, de esa forma el glande entraba de nuevo esta vez con mayor firmeza, el esfínter se iba dilatando más y más, hizo pausa al primer fuerte gemido del pequeño, pero nuevamente continuó, sujeto sin ser suelto el niño ya emitía lágrimas de dolor, no se escaparía, el glande entraba por el esfínter, un fuerte empujón bastó para entrar y causar un grito desgarrador en el niño que de inmediato fue ahogado por la mano de su iniciador al taparle la boca, así seguro continuó penetrándolo más y más haciendo rosáceo y purpura el rostro del pequeño que lloraba al sentir más dolor, aquella construcción y en especial esa habitación era testigo de cómo se desvirgaba un pequeño inocente producto del sexo, aquel hijo no deseado por sus padres criado al abandono y que ahora ese adulto aprovechaba para llevarse la virginidad de ese desdichado nene, ese pene ensangrentado mostrado a sus ojos quedará marcado de por vida en su mente, allí estaba su virginidad mancillada, por el solo hecho de recibir un regalo de navidad y una gaseosa, quedó allí tendido en la cama, hilillo de sangre salía de su ano describiéndose por el muslo llegando a topar la sábana de aquella cama de madera, el adulto no sentía culpa, ya lo había hecho con otros niños de otros sectores, a él se lo habían hecho siendo niño y continuaba esa dantesca cadena, allí nomás quedó el nene, viéndose desvirgado inmóvil sin poder articular palabra, quería a su mamá instintivamente pero estaban lejos con su papá, lo habían dejado allí al cuidado de aquel hombre que al parecer gozaba de la confianza de sus padres y había quedado a su cuidado con la seguridad de saberse que no le pasaría nada malo al pequeño, pero así están las cosas, dos días a su cuidado y ya aquella misma tarde del primer día el niño era desvirgado y esa era la oportunidad que el adulto deseaba para consumar sus instintos sexuales, lo había conseguido, su pene se ha dado el gusto, al fin ese traserito era suyo, al niño le dejaba un recuerdo para siempre, con sutileza lo acarició tratándolo de calmar, lentamente con crema y algodón-gasa le fue curando las lesiones del ano, la sangre se había cortado, el niño estaba adolorido e inmóvil, su inocencia aún era sometida a la autoridad de su iniciador, con gusto le acariciaba el pelo dándole besos en las mejillas, la tranquilidad del lugar hacía para que tratase de relajarse, los dedos del adulto recorrían la piel de los glúteos infantiles, señalaba así mentalmente su victoria, lo había conseguido, lo dejó dormir, ya para la noche el niño no quería probar bocado, su mirada estaba en el infinito, el adulto lo motivo a salir a la calle llevándolo a los juegos del parque, el niño caminaba con alguna dificultad aún adolorido por su ano roto, la pasividad de su ánimo puso en alerta al adulto que se esforzaba al máximo porque se distrajese el pequeño, de a poco lo iba consiguiendo, lo llevó a comer lo que más le gustaba y le hizo subirse a los juegos mecánicos que desde hace tiempo deseaba subir, uno de ellos era el carrusel, el otro la noria, ya de a poco se le notaba la sonrisa algo forzada y a veces se tocaba su traserito como rascándoselo, luego de jugar con el rifle apuntando gomas de mascar fueron a sentarse a comer algodón de azúcar, a su lado tenían golosinas y ciertos muñecos ganados otros comprados, el adulto le decía que había cumplido con el trato, le recordó que él también debía cumplir con el trato de no decir sobre lo de aquel “jueguito” en la cama, el niño asintió cabizbajo, el adulto le abrazó en señal de ternura y mostrándole seguridad a la vez que le preguntó lo que a continuación deseaba hacer, la sonrisa del niño fue de a poco como brillo en su cara, aún adolorido menguaba su pensar en lo ocurrido y decidió ir solo a otros juegos, llegando a casa su ánimo era diferente como cuando salió aunque el recelo en parte continuaba al ser tocado por el adulto, sentado en su colchón puesto en el piso sentía el palpitar de su trasero pero se distraía jugando con lo que había ganado, ya pronto se iría la luz pública del lugar como era costumbre en los apartados barrios de la ciudad, el adulto se acercó con una gaseosa y un sándwich casero, eso gustaba mucho al niño, los dos se pusieron a jugar, el adulto sólo tenía puesto el short y por una manga salía notoriamente el glande, el pequeño lo miraba con fijación de lo que daba cuenta del adulto quien así se había vestido a propósito, continuaban jugando cuando de pronto que la luz se va, de inmediato se levanta y va en busca de vela, la enciende y por unos momentos continúan jugando hasta que dijo ya que era tiempo de dormir, lentamente el niño se acostó con una sábana tendida sobre su cuerpo, sorprendentemente a trasluz quedaba junto en su carita la mancha de sangre aún impregnada en la tela, miró con fijación esa mancha de sangre, allí estaba en su delante la evidencia de haber sido desvirgado, su sueño era pesado y a las pocas horas su cuerpo no sintió que el cuerpo del adulto se acostaba detrás abrazándolo y oliéndole el pelo, su glande erecto rozaba el traserito cuya tela se deslizaba a medio glúteo, el cantar de gallos hicieron despertar al adulto no así al pequeño que seguía durmiendo, le deslizó la sábana para sutilmente correrle por el cuerpo y ver con detenimiento la figura geométrica de ese hermoso cuerpo, esos piecitos y esas piernitas gustaba mucho apreciarlas, ese voluminoso trasero que ayer había sido suyo, todo lo de ese niño le gustaba, se había enamorado desde la primera vez que lo tuvo cariñosamente en sus brazos sintiendo aquella suave piel, con el tiempo ahora era suyo, le había pertenecido y seguirá siéndolo, esperó con calma a que se despertase y como síntoma fue el abrir de ojos y con sus manitos los frotaba dando credulidad a lo que estaba viendo, su iniciador velando por su sueño, le dijo lo que harían en este segundo de los tres días que iba a estar con él, irían de paseo para luego en la noche continuar en los juegos, el niño brincaba de felicidad, se sentó al lado del adulto con sus piernas cruzadas mostrándose esos dedos gruesos de sus pies producto de su origen racial autóctono del país de la canela, esos labios carnudos que hacían excitante su rostro con ojos cuasi nipones, esos dedos de las manos entrelazados en señal de aprobación por lo que escuchaba, con el paso de las horas menguaba en ese niño su actitud melancólica, fue a la ventana a raíz de escuchar ladridos fuertes, es que una perrita estaba de tiempo y vio que estaba pegada con otro perro, sus deditos se emblanquecían al apoyarse en el cristal de la ventana con madera viendo a esos perros tratar de someterla a la perrita pese a estar pegada con un perro, los labios del chico estaban emblanquecidos al pegarse en el vidrio, luego fue su frente, al verlo así el adulto sonrió y se acercó a su lado, “te gusta verlos ¿verdad?” “míralos, les gusta hacer eso” “así como a nosotros” le dio un beso en el pelo oliéndole su estado natural, la mano bajó deslizándose por la espalda y llegando a meterse dentro del short rozándole el coxis y manoseándole los glúteos, asimismo esa mano rozaba el penecito que estaba rozando la pared y estaba erecto así la mano adulta rozaba el penecito lampiño, unieron las mejillas viendo el movimiento de los perros, el adulto se apartó para hacer la comida, el niño continuó viendo los gestos de la perrita que ahora estaba siendo sometida por otro perro, el pene canino tenía la forma de un lápiz labial, vio cómo se lo introducía, al principio daba aullidos fuertes pero luego se dejaba, el niño asociaba a lo que le pasó con el adulto, recordaba aquellas palabras “primero te duele luego sientes muy ricooooo” se abrieron más los ojos del niño y no contento con verlos desde allí salió a verlos más de cerca, el movimiento del perro sobre la perra se hacía rápido, los ojos del niño centraban su mirada en los gestos relajados y resignados del animal, instintivamente el niño se llevó la mano a su pene vestido, se unió a un par de amiguitos del sector con la insana idea de corretearlos por las polvorientas calles, el adulto desde la ventana de la cocina que daba a la calle miraba sonriente, el pequeño corría detrás de los perros pegados que se caían ante el brusco movimiento, pasaron los minutos y era el momento del desayuno, mientras comían se notaba un gélido ambiente, el niño estaba cabizbajo sirviéndose los alimentos, tenía en su ternura una timidez fuerte, de reojo miraba a su iniciador, lo mismo sucedió con el almuerzo, para la siesta de la tarde el adulto se acostó en su cama mientras el niño la pasaba jugando con los juguetes ganados en el parque de diversiones improvisados para la época, el hombre escuchaba los agites de los juguetes emulando a una guerra ficticia en sus juegos, le dio hambre al adulto luego de bostezos y manoseos del pene peludo con la mano introducida dentro del short, así que luego de abrir los ojos vio que los pies adultos tocaban el entablado, dieron unos pasos hacia la cocina, abrió dos panes untándoles jalea con queso y de igual manera hizo con otro, esos pies adultos tomaron sus pasos en dirección hacia donde estaban dos gaseosas, el niño continuaba jugando, el pequeño de espaldas no dio cuenta de la presencia del adulto pues estaba bien concentrado en su juego, para sorpresa del adulto vio que las manitos del pequeño tenían a dos muñecos soldaditos uno acostado y el otro encima como haciendo el amor de la boca del niño se escuchaba “cógelo” “cógelo” seguramente emulaba el recuerdo de los perros, posteriormente se llevó un soldadito de juguete hacia su short en el que se notaba su penecito lampiño, se frotaba en su penecito el soldadito mientras sus piernas estaban cruzadas con los pies descalzos, los labios ensalivados imitaban gestos sexuales y con eso el adulto no daba crédito a lo que veía y se limitaba a ver cómo el niño se mordía los labios al hacer rozar los soldaditos diciendo “ricoooo, métemelooo” “así” “así” “siente como te cojo” “mi pequeñooo” esas frases que el adulto escuchaban eran de su autoría, se le habían quedado grabadas en el subconsciente del pequeño niño hermoso, continuaba rozando los muñequitos diciendo “déjame hacértelo, déjame” “míralo” “al principio duele pero después se siente ricooo” con eso el adulto seguía confirmando sus “enseñanzas”, sus frases estaban presentes en la mente de ese precioso niño, sonrió dando unos pasos prudentes para seguir escuchándole, el niño continuaba diciendo “míralo, míralo” se sacó el pene y lo rozaba con el soldadito, se acostó de cara al entablado con el codo apoyado y los brazos estirados sosteniendo las figuritas de soldado, el adulto vio que el niño alzaba y bajaba las caderas en forma de movimiento sexual, “así, así mi pequeñooo” cada vez que el adulto oía sus frases de labios del niño se emocionaba más y más, luego de un momento, el pequeño dio cuenta la presencia del adulto cuando giró su cuerpo para frotarse en su traserito al muñequito de juguete, le alcanzó el sándwich y la gaseosa, se miraban de forma cómplice, el ser descubierto demostraba timidez en su rostro, se sentó a su lado, los dos sentados cruzados de piernas disfrutaban del sándwich original y la bebida gaseosa, luego de comer le dijo “¿te ayudo a jugar?” el niño resignado asintió, las manos de ambos rozaban al tocar los muñequitos y cochecitos, la cara del adulto rozaba con las mejillas del niño golpeándole su respiración, de ese momento aprovecho para que su lengua pase por las paredes de las orejas del pequeño haciéndole poner la piel de gallina el niño vio las manos del adulto que acostaba a los soldaditos moviéndolos en posición sexual como él lo había hecho antes, “¿ves que te gusta?” le dijo al niño mientas miraban que el glande salía por el ajustado short del adulto diciéndole “míralo” “quiere jugar” “¿vamos a hacerlo?” “¿sí?” el niño cambió su estado de ánimo, le vino el recelo y la angustia, vieron ese agitar de pene, no se hicieron esperar las caricias del adulto hacia el niño, le dijo lo bien que se divertirían luego de jugar y se lo decía con las caricias recurrentes, “vamos a jugar como ellos lo hacen” “¿Quieres?” ante la pregunta el niño mantuvo fija su mirada en ese pene erecto, vio levantarse al adulto y así parado estiró el brazo con la mano extendida insinuando al niño a que la tome, el pequeño se levanta dejando los juguetes sobre el colchón de dormir, para ese momento en que se levanta se nota el pene erecto en la tela del short, instintivamente se estiró el pene vestido con su manito y con la otra se dejó tomar de la mano, así tomados de la mano caminaron por la salita hasta llegar al dormitorio, ahora el adulto fue el primero en desvestirse, olió su short, luego el niño se sacó el short pasándoselo al adulto que deseaba olerlo, ambos shorts quedaron en un rincón, de nuevo se cerraron las cortinas, el niño recibió el cuerpo del adulto y ahora eran sus penes que se rozaban al alzar y bajar las caderas el adulto, ese glande pasaba entre los testículos lampiños uniéndose tronco a tronco viéndose lo desproporcionado del tamaño de acuerdo a sus edades, el niño resignado vio cómo el adulto se ponía crema en el glande haciéndolo acostar de cara al colchón sintiendo en su ano esa crema que en suavizaba los movimientos de pene y hacía de mejor forma la penetración anal, así el glande entraba lentamente, la cara del adulto se posaba sobre el pelo del niño, la respiración golpeaba el pelo diciéndole “ya casi, ya casi” el niño fruncía el rostro agestado sólo que notó que el dolor ya no era como antes, el adulto desistió de seguir en esa postura debido a lo acelerado de sus respiraciones, el niño vio que el adulto se acostaba a su lado, le hizo sentarse sobre los muslos para que luego las manos adultas lo tomasen de la cintura sentando el traserito sobre el erecto pene, tomó crema y la untó en su pene de forma que cubría todo el glande, “ven, siéntate, allí” “mi pequeño” el pene entraba por el trasero, lentamente se sentaba el niño de tal suerte que el pene iba penetrando y de un sentón con la ayuda de las manos sujetas en la cadera hizo que todo ese pene ingrese en las entrañas del niño que hizo un inmediato alarido de fuerza, su piel estaba rojiza y fruncía la cara, luego, lentamente se alzaba y bajaba, se alzaba y se bajaba, se sentía mejor por parte del niño que apretaba los labios mordiéndolos constantemente “¿ves?” “ya no duele” “empiezas a sentir rico” “¿ves?” “sientes rico, rico” “riiiccooo” “mi pequeño” el trasero del nene se dilataba más con la ayuda de la crema, las caderas se alzaban y se bajaban más y más, lo hacía a manera de cabalgar así sostenido de caderas por las manos adultas, el niño se sometía en esa postura sexual, en un sentón sintió liquido dentro de su ano, cayó de cara al pecho velludo de su iniciador diciéndole “ya vez” “no te duele” “¿te gustó?” “¿verdad?” y al mismo tiempo le acariciaba el pelo dándole besos, su carita posaba sobre ese pecho velludo oliendo a sudor propio de adulto, ambos cuerpos desnudos en esa cama quedaban posteriormente abrazados envueltos en sabana, pasaron así unos minutos de siesta donde el adulto aprovechó en enseñarle a besar con lengua, los pies descalzos del niño se posaron sobre el entablado y así dieron unos cortos pasos yendo a ver un recipiente con agua a mandato del adulto, sentado aquel hombre miraba esas manitos que limpiaban el pene liberándolo del semen con el agua, luego el nene se acuclilló para que las manos del adulto limpiasen el traserito con semen y los muslos en donde también se mostraban hilillos de semen salidos del ano hacia ese lugar del cuerpo infantil, se sentaron al extremo de la cama mirándose los penes, las manos de adulto los acariciaban, por una hendija dejada por la cortina entraba desde la ventana un rayo de sol marcando en forma de luz el rostro del pequeño, la metamorfosis se había cumplido en el pequeño y siempre recordará estos días en que sus padres lo dejaron al cuidado del supuesto amigo de la familia, irónico, el ratón cuidando el queso.
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Las noticias de la acción bélica en combate del militar llegaron a oídos de Rodolfo el patriarca anciano de los Buonanote, mediante las noticias de radio, de inmediato quiso estar con su nieto más querido, pero la pronta llegada de Noelia y su familia hicieron calmar al anciano quien aprovecho de aquella llegada para celebrarle el cumpleaños a su hija, también con ella llegaba su hija Josefina y su hijo Gustavo Andrés Teodomiro de dieciocho años, vino con su madre tras enterarse que su abuelo Teodomiro haría un viaje por Europa con su hijo recientemente reconocido Adrián Fernando, ya antes por estas fechas Gustavo Andrés viajaba con su abuelo antes de que conociera a su hijo, comprendía que su abuelo y tío debían viajar juntos y tener un espacio de mayor comunicación sin intermediarios, por ello decidió acompañar a su madre a visitar a su bisabuelo Rodolfo y celebrar el cumpleaños de su abuela Noelia, como siempre el ausente era Carlos Felipe del Olmo, el yerno de Rodolfo que aún sentía resentimiento con su suegro, además se notaba la presencia de Carlos Augusto Rodolfo de trece años, paradójicamente este muchacho es tío de Gustavo Andrés Teodomiro siendo el sobrino de mayor edad que el tío, sin embargo su calidez era adecuada y compartían aventuras juntos como la de trotar hacia el pueblo o cazar y pescar en el campo por los límites de la propiedad, a su paso veían las nacientes construcciones de bananeras y como era menguado el caudal del río en canales revestidos que abastecían el riego en las nacientes fincas y grandes plantaciones asentándose las transnacionales, aún quedaba un vasto bosque donde por la irregularidad del terreno no se expandían las bananeras, aguas arriba de la propiedad de su abuelo se podía pescar y cazar todavía, a veces frecuentaban el pueblo siendo la admiración de los humildes pobladores por su bien vestida presencia, compraban artículos en las abacerías y tiendas de dulces artesanales, de los helados ni hablar degustándolos sentados en los bancos del parque o debajo de las rusticas viviendas de madera de siglo XIX, el olor a resina les recordaba su infancia en los paseos traídos de manos de los adultos, a veces jugaban con el balón junto a otros niños hijos de humildes peones y campesinos mostrando su autoridad en el juego, alguna que otra niña se sumaba a los juegos de entre ellas se encontraba Amarilis, así, los niños intercambiaban comentarios y criterios en el juego, Amarilis era la más cercana a Carlos Augusto Rodolfo, habían intercambiado una amistad en ese tiempo, pero en realidad el mayor afecto de Amarilis era con Gustavo Andrés Teodomiro, de lejos desde la abacería al parque el campesino miraba esa cercanía de Amarilis con el bisnieto de Buonanote, apretaba los dientes con angustia en señal de desagrado y de esa forma variada de emociones con sentimientos encontrados el campesino sutilmente llamaba a su hija para ir a casa, en el trayecto le preguntaba a su hija la conversa con aquel bien vestido muchacho, ella le relataba simples trivialidades a lo que campesino se calmaba, y continuaba el viaje en silencio con las riendas fijas en los caballos, Amarilis notaba así el desagrado de su padre, mientras tanto los muchachos se divertían en el pueblo, Carlos Augusto Rodolfo dejó a Gustavo Andrés Teodomiro con los muchachos de su edad, decidió caminar hacia las propiedades de su abuelo a pie bordeando las orillas del río, en verdad era un largo trayecto pero su espíritu de aventura daba para hacerlo, vio el sol en el cenit, apresuró camino, llevaba en su bolsillo un carrete de hilo con un anzuelo, sacó lombrices dedicándose a pescar, se desvió un tanto de su trayectoria original siendo atraído por un sendero que no conocía, levantó su vista para ver aún al río pero que rodeaba con sus meandros las altas lomas del sector, caminó y caminó sorprendiéndose de un bulto pequeño con ropa que algo aparecía en aquella cueva incrustada en la loma estando a sus pies el cauce del río, se acuclilló discretamente pues le vino la atención y sorpresa al escuchar unos gemidos prolongados que en algo se parecían a voces infantiles, Carlos Augusto Rodolfo sonrió, prefirió sentarse a cierta discreta distancia a ver que seguía, tenía preventiva la acción de su resortera por si acaso se tratase de algún animal, pero para su sorpresa lo que salió fue un muchacho agitándose el descubierto pene llevando en una mano su short yendo a lavarse el pene en las aguas del río, para su sorpresa luego vio salir de la cueva a Amarilis, sí, era ella, tragó saliva de la emoción, su corazón agitaba, era esa dulce niña que horas antes en la mañana la había visto de juegos en el parque y luego de manos de su padre aquel campesino, era Amarilis que se acuclillaba a micciar saliéndole orina por los labios vaginales, esa visión de micciar lo cautivó, ella fue junto el muchacho a lavarse a vagina pasando la mano con agua por los labios vaginales, el niño parado agitaba el pene luego se lo pasaba por el short para secarlo, se ponía el short estirándose el pene con mirada pensativa en ella, mientras que Amarilis sonreía de lo que habían hecho, Carlos Augusto Rodolfo seguía tragando saliva viendo a la pareja de niños besarse apasionadamente, instintivamente Carlos Augusto Rodolfo se estiraba el pene y decidió seguir sentado viendo despedirse a la parejita, Carlos Augusto Rodolfo siguió de lejos el recorrido de Amarilis hasta que luego saltar varios cercos llegó a territorio propiedad del campesino padre de la muchacha, en una roca saliente al río se dedicó a lavar, el lugar era apartado, propicio para la pesca, se sentó a distante prudencia a pescar para ser visto por la muchacha quien al levantar su carita lo vio y se saludaron con amplia sonrisa acompañada de agitadas manos, se avivaron las miradas y los gestos de alegría cuando Carlos Augusto Rodolfo sacó un pescado del agua, luego otro y otro más sumando después un cuarto pescado de aparente tamaño similar al largo de una cuarta, la niña presurosa vio los pescados, y estando con él salieron tres más de un mayor tamaño los cuales avivaban las sonrisas, hicieron un descanso sentados juntos en la roca, sus pies rozaban igual que sus piernas dentro del agua cristalina, ese roce puso a sonrojar a la pequeña de siete años recién cumplidos en contrastes con los trece años de Carlos Augusto Rodolfo, el roce de manos no se hizo esperar, Amarilis pese a su edad presentaba un cuerpo bien desarrollado, le atraía aquel muchacho rubio, se lo hizo saber pasándole sus dedos por la mano que agarraba el nylon, Carlos Augusto Rodolfo sonreía viendo ese gesto, ella fue a continuar lavando, sentada lavando se abría de piernas a propósito mostrándose que no tenía nada de interior dejándose ver la vagina lampiña al abrirse de piernas acuclilladas levantando algo su falda, Carlos Augusto Rodolfo quedó en calzoncillo lanzándose al agua tras sudar en ese caluroso clima invitándole a refrescarse, el muchacho de trece años le invitó a nadar la nena asintió lanzándose al agua siendo tomada de la cintura por Carlos Augusto Rodolfo, unieron sus pechos mirándose fijamente de manera cómplice, sin esperar a más recordando lo que hace momentos había presenciado entre ella y aquel muchacho del pueblo, hizo que sus manos recorriesen la tela la de la falda levantándola dentro del agua manoseando así el trasero de la pequeña nena, al sentirlo ella sonrió como indicándole así que continuase con el manoseo, Carlos Augusto Rodolfo seguro continuaba con la aprobación de ella llegando incluso con los dedos a tocar los labios vaginales, eso hizo que unieran sus pelvis, él bajó su calzoncillo a las rodillas rozándole su pene en la vagina de Amarilis por vez primera, ella cerró los ojos sintiéndolo, así sintiéndolo, gimió cuando sintió ser penetrada apenas por ese glande de piel blanca, ella correspondió tocándole los glúteos de Carlos Augusto Rodolfo masajeándolos circularmente, la calentura se aprovechó de ambos cuerpos, les vino por besarse apasionadamente, Carlos Augusto Rodolfo sorprendido por la forma correcta de besar de Amarilis hizo que su apego se incrementase, admirado de que cómo una niña de esa edad inocente sepa besar así, el dedo de él pasó por la separación de los glúteos haciéndola gemir, ahora el glande rozaba los muslos de la pequeña haciendo incomoda esa postura en el agua, le hizo rodear las piernas por la cintura tomándola con una mano del trasero y con la otra mano ajustaba el pene en la entrada de la vaginita, trataba de penetrar así pero era incómodo, le hizo señas para ir a la orilla, ella salió primero del agua con su ropa mojada mientras que Carlos Augusto Rodolfo se subía el calzoncillo aún sin embargo su pene erecto se delataba como punta de lanza en la suave tela de su calzoncillo blanco mojado mostrándose a través de lo fino de la tela el glande y ese tono de piel descendiente de caucásicos e ibéricos, europeos al fin y al cabo, la muchacha se adentró en la maleza tupida por un sendero que llevaba a unas amplias rocas con vestigio blanquecino que allí tiempo atrás algunas personas hacían su lavado, ahora con el caudal de río mermado quedaban aisladas del cauce original antiguo, Carlos Augusto Rodolfo las veía por vez primera, ella no esperó a más por lo excitada que estaba y se acostó en la roca amplia más grande, arrodillado a su lado estaba Carlos Augusto Rodolfo viéndola que con sus manos se deslizaba la falda y luego siendo ayudado por ella también quietándose el resto de la ropa quedando completamente desnudos, ella en señal de apego y deseo desenfrenado sentía que se cumplía su deseo pues desde que lo conoció sintió ese apego que ahora se consumaría en sexo infantil, tanto es así que ella vio a Carlos Augusto Rodolfo que se agitaba el pene desnudo completamente, Amarilis vio ese erecto pene rosáceo de piel blanca con pelusitas rubias en la pelvis, desde ese instante le atrajo aún más el muchacho rubio, sin recelo vio ese glande grueso que lo invitaba a cercarse al momento en que ella se abre de piernas, Carlos Augusto Rodolfo sonrió y puso el glande con su mano en la entrada de la vagina y fue penetrando de a poco haciéndola gemir “¿te gusta, nena?” “si, me gusta” “¿sientes cómo te lo hago?” “si, métemelo, así, así” mostrando como si fuese una súplica que la penetrasen mostrándose ese deseo haciendo que las manos de ella se agarraban a los brazos estirados de Carlos Augusto Rodolfo y las manos de él se apoyaban en la superficie de la gran roca, sorprendido el muchacho vio que su pene entraba sin encontrar dificultad y de un empujón de caderas ya todo el pene humedecido con líquido pre seminal ya estaba dentro de las entrañas de la pequeña Amarilis, no lo podía creer Carlos Augusto Rodolfo, esta niña ya estaba desvirgada, sintió encontrados deseos, pero su pene estaba allí totalmente dentro de ella, vio en parte como la tenía penetrada, le vio al rostro que tenía sus ojos cerrados, sentía ella en sus entrañas la presencia de ese pene de un niño netamente muy blanco de raza pura aria, el muchacho no lo quiso sacar dejándolo inmóvil por unos instantes, le gustaba sentir esa vaginita latente, tiempo que aprovechó para ver el rostro de la pequeña que ahora se mostraba ella con un rictus reflejado en su rostro algo contrariado seguramente por la pena de que con esa acción sexual ya sabía el muchacho lo que sentía y pensaba de ella, así que tenía cerrados los ojos, luego vinieron los movimientos de cadera haciéndose cada vez más bruscos, mientras lo hacía Carlos Augusto Rodolfo pensaba en que el chico de la cueva quien seguramente era el iniciador de esta pequeña, no dijeron palabra alguna, se limitaba a hacer sexo, a sentirla penetrada, a que su pene se diera ese lujo de coger a esa vaginita humedecida, el pene con facilidad entraba y salía por esa vaginita, ella lo miraba algo recelosa y él trataba de cerrar los ojos sólo concentrándose en el placer que le causaba hacerle el amor, unieron las frentes y luego los besos apasionados correspondidos por ella, pues encima de su cuerpo estaba el cuerpo de un muchacho al que apreciaba mucho y que a diferencia del tío de este muchacho siempre sentía esa atracción corporal, y era de esperarse eso, pues Amarilis desconocía que estaba recibiendo embestidas del pene del descendiente de los Romanov y de los nobles hidalgos de Castilla y León, Amarilis miraba y a la vez sentía con agradado como se alzaban y bajaban las caderas de Carlos Augusto Rodolfo sobre su pelvis, sentía ser penetrada y poseída por ese guapo muchacho rubio hijo de Noelia Buonanote y Carlos Felipe del Olmo, se aferraba aún más con sus manos en los brazos del joven Carlos Augusto Rodolfo, los gemidos no se hacían esperar, la nena estaba sometida por aquel muchacho y eso a ella le complacía, al fin sentía un trozo de carne humana tan rígida y alargadamente parecida al de su iniciador Adrián Fernando donde fue desvirgada allá en esa cueva junto al río el día de San Valentín, ese pene de Carlos Augusto Rodolfo era tanto igual o más delicioso que su iniciador, sentir ese pene alargado en su interior sumado a la belleza de ese rostro de muchacho blanco a ella le motivaba a rendirse a sus pies, Carlos Augusto Rodolfo sintió como un escalofrío detrás de su cerebro y de inmediato se produjo la eyaculación dentro de la niña de siete años, era su primera vez, ella no lo supo, pese a tener desforrado el pene, de inmediato fue a la orilla del río a micciar y lavarse el pene, se sorprendió que pasaban los minutos y ella no salía del lugar, regresó a verla y ella se encontraba acostada aún tal y como la había dejado, estaba inmóvil y con las piernas abiertas, sus dedos rozaban los labios vaginales por los que aún se podían ver los restos de semen que el muchacho había lanzado, ella vio ese pene amoldado a la tela, nunca olvidarán sus sonrisas cómplices de aquella tarde, se paró caminando en su delante, Amarilis se puso en cuclillas delante de él bajándole el calzoncillo humedecido tomando con una mano el pene llevándoselo a la boca, el sorprendido Carlos Augusto Rodolfo no daba crédito a lo que sentía y miraba, cómo una niña tan pequeña ya hiciera lo que mujer adulta lo hace, siendo tan delicada en hacer el sexo oral a sus siete años, pero al fin, era lo mejor, se dejaba hacer sexo oral, es que desde ese instante ella estaba enamorada aún más del cuerpo de ese muchacho, sin recelo y con más deseo se había entregado a él, le gustaba sobremanera su porte imperial, a no dudarlo descendía de noblezas europeas, Amarilis lamía repetidamente ese glande descubierto desforrado paradójicamente por el ano de Mirko, aquel hombre que en la gran guerra desvirgó a René el ahora difunto tío abuelo de Carlos Augusto Rodolfo, ese glande desvirgado ahora estaba sintiendo el deleite de esos rosáceos labios, a sombra y brisa de los árboles la piel se le hacía de gallina por la adecuada forma que tenía la niña para lamer penes, Carlos Augusto Rodolfo cerraba los ojos y abría la boca en señal de satisfacción, acariciaba el pelo de la niña, lentamente se fue acostando y ella encima de él besándole diciéndole que pruebe de su pene que ella había lamido, se sonrieron ampliamente, el pecho y abdomen para luego bajara a lamer los testículos y el pene, ella lo hacía afanosamente pues deseaba mucho ese cuerpo de niño rubio blancote, le vio los pies y los besó agitándose los dedos del muchacho al sentir el roce tibio de los labios sobre su piel, ellos entrelazaban los dedos de las manos mientras ahora él se dejaba besar por la nena que tenía la iniciativa, se le ocurrió acostarla de cara a la gran roca pasándole el glande entre la separación de los glúteos, de pronto estuvo a punto de penetrarla pero unos ruidos de coces los hicieron apartar y estar alertas ya para ese instante estar escondidos en la maleza, se trataban seguramente de algunos gambusinos que merodeaban el sector añorando aquellos felices años de la época del oro en el río aguas arriba donde terrateniente alguno era propietario de aquellas tierras ahora del estado del país de la canela, lentamente salieron de su escondite, preocupada fue a ver la ropa que afortunadamente estaba intacta igual que la de Carlos Augusto Rodolfo, el muchacho se vistió presurosamente viendo la puesta del sol, faltaría mucho para llegar a su destino, se despidió de ella simplemente agitando las manos, tomó en una vara los pescados y salió presuroso a los centenares de metros de allí llegando al carretero donde para suerte de él pasaba una carreta conducida por un campesino estando a su lado el hijo de su hermana Josefina, el muchacho presuroso subió a la carreta siendo felicitado por los ocupantes al ver los ejemplares pescados, Gustavo Andrés Teodomiro pidió a que en la próxima lo llevase a pescar para obtener esos ejemplares, jocosamente Carlos Augusto Rodolfo le dijo que había visto además otro mucho más grande y hermoso ejemplar.
FIN DEL DUCENTÉSIMO SEXTO EPISODIO
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