METAMORFOSIS 208
Fisgón audaz.
El calor imperante se sentía en esa época del año, a media noche del mes de marzo de 1960, unos ojos se abrían de súbito frente a esa alta temperatura reinante, eran unos ojos muy bien formados con cejas bien definidas cuyo pelo lacio las rozaba, suspiró profundamente sentándose en el extremo de la cama, volvió a suspirar ahora viéndose los pies descalzos tocando el suelo, lo descalzo de sus pies mostraba su relación paternal, era el hijo de Squeo, su padre afirmaba su paternidad mediante la similitud de esos pies, llevó su mano a la oreja para saberse a sí mismo que esa era la otra parte de su cuerpo que se acercaba a su padre, bostezó, tenía sed, introdujo sus pies de dedos alargados dentro de las finas pantuflas recién compradas con mucho gusto para él, se ajustó el pijama, sintió sudor en su rostro pasándose una mano mientras que con la otra empujaba la puerta hacia adentro para poder salir, la luz de luna imperante en aquella noche reflejaba el rostro infantil de Venancio Alberto, aquel niño precioso que en tres meses cumpliría los nueve años, sigilosamente caminó por ese pasillo que estaba conectado a las habitaciones, empujó la puerta de aquella habitación y a través del reflejo de la luz de luna vio acostados en amplia cama a los cuerpos de sus padres, sonrió viendo la sábana a medio cubrir el cuerpo desnudo de su madre en el que se mostraba parte de sus glúteos y su seno mientras que su padre Squeo estaba completamente desnudo a vista de estar profundamente dormido, el pene peludo de su padre le llamó la atención, estaba flácido a un lado de la pelvis, sonrió imaginándose lo que momentos antes de dormir habían hecho sus padres, suavemente pegó la puerta, sus manitos con dedos alargados iba apoyándose de la pared ante esa oscuridad rumbo a la cocina para beber agua, iba despacio, por los cristales de la ventana de la cocina vio el auto de su hermano mayor estacionado junto a la casa, no lo había guardado en el garaje, le intrigó verlo estacionado en ese lugar inusual de la casa, luego de beber dos vasos de agua mirando fijamente el auto decidió salir abriendo la puerta, sus manitos pasaban por la carrocería del vehículo, vio dentro del auto unas botellas de cerveza, varias, el olor de licor se sentía en el ambiente, vio dos cajetillas de cigarrillos vacías y abundante colilla en el asiento, sus ojos fijaron mirada en el volante, estaba manchado de lápiz labial, y entre la separación de los asientos estaba una prenda interior femenina, sonrió pensando en lo que su hermano había hecho antes de llegar a casa, caminó por la grama respirando hondo, se sentía el calorcito nocturno, instintivamente le dio por micciar y fue a un lugar apartado de la casa, lejos de que los perros le ladren, se bajó el pijama mostrándose ese pene lampiño infantil erecto lanzando orina al piso, sonreía viéndolo erecto, se complacía de su necesidad, sus manos soltaron el pijama quedando a los tobillos, miraba el firmamento haciendo caso de vaticinios antiguos que estaba así porque la mañana siguiente sería soleada, las manos rascaban sus glúteos, una de ellas pasaba los dedos por las separaciones de loa glúteos llegando a la entrada de ese anito delicioso, cerraba los ojos mordiéndose los labios de placer, pasaba un dedo por la entrada del ano hasta soportar y en ese roce le venía a la mente el pene de aquel adulto iniciador que vivía cerca de su antigua casa humilde, recordaba ese glande peludo, de esa necesidad de ahora sentirlo, recordaba la frase de ese adulto que le decía en cada encuentro sexual cuando su pene rozaba el traserito de Venancio Alberto: “cuando orines o defeques acuérdate de mí, de tu amiguito cuando juega en tu traserito” el niño cerraba los ojos y se pasaba el dedo por esa parte intima de su cuerpo, recordaba el sentir del pase de ese glande por su culito y penecito, luego el dedo lo llevaba a la nariz para olerlo, sentía placer, abrió de súbito los ojos al sentir un reflejo de luz, de inmediato se subió el pijama, escuchó unos pasos acercarse, la luz se hacía cada vez intensa, inmovilizado por ser sorprendido dejó que esa persona se acerque, no se veía el rostro más si una risa entrecortada llena de burla, la luz fue reflejando el rostro de Asdrúbal, tenía en ese tiempo diecinueve años, era hermano de Estiven y Milena hijos de la empleada a cargo de la limpieza de la casa de campo de Squeo en donde ahora estaba residiendo Venancio Alberto, el muchacho se acercó lentamente, Venancio Alberto lo vio en un tono de tranquilidad pues al principio sentía lo peor pensando que fuese algún invasor o ladrón quien lo atacaría, le preguntó al niño patrón el motivo de su presencia en este lugar apartado a esta hora, Venancio Alberto viéndole la ropa desarreglada y el pelo despeinado del joven le dijo que le había llamado la atención aquel vehículo de su hermano Venancio, mientras el niño manifestaba aquello Asdrúbal miraba el bultito que se le formaba en la tela del pijama, fueron juntos a ver y en ese caminar Venancio Alberto vio a Asdrúbal que se iba arreglando el pijama, al adelantarse un poco a su paso hacia el vehículo el niño pudo verle una mancha pequeña en el trasero de Asdrúbal, rodearon el vehículo y con la linterna en mano pudieron ver con más detalle e interior del vehículo pero esto duró unos pocos segundos pues Asdrúbal pidió al niño salir del lugar so pretexto que lo visto por ello no correspondía y que eso eran cosas intimas de Venancio y se molestaría si tocasen o dejasen marcas de que su vehículo ha sido registrado, infantilmente Venancio Alberto se lo creyó y caminaron cerca del lugar apartado donde Venancio Alberto había hecho su necesidad biológica, sintió las manos cariñosas de Asdrúbal sobre sus hombros durante todo el trayecto de caminata, en algunas ocasiones lo abrazaba tiernamente pese a la diferencia de estaturas por sus edades, ya meses antes habían tenido consolidada una gran amistad, ahora estaba cifrada en confianza mutua, tanto así para que Asdrúbal le diga al niño que refiriéndose a su pene al verlo micciar lo tenía de buen tamaño, le preguntó al niño que si quería verlo, Venancio Alberto simplemente sacó una risa socarrona viendo el bulto que se había formado en el pijama de Asdrúbal que sin esperar respuesta puso su pijama a la altura de las rodillas, el muchacho joven se la había jugado así con el niño patrón mostrándole su pene juvenil velludo muy erecto, en aquel rincón la luz se acentuaba mostrando ese glande, le dijo que lo mire, le dijo que lo toque, que sabía que le gustaba, pues había visto hacerlo con el “niño” entenado de Ramón, que no se preocupe que guardaría el secreto de aquellos “juegos” con el “niño”, le dijo que lo sabía todo, Venancio Alberto escuchaba temeroso aquellas palabras de Asdrúbal que lo incitaba a que lo tocase, por un momento titubeó pero lentamente su manito derecha con sus dedos fue rozando levemente apartándola de súbito, demostraba así su recelo imperante, la mano de Asdrúbal toma la de Venancio Alberto llevándolo al pene acercándolo más, le decía que lo tocase de nuevo, en confianza, que no se preocupase, que lo sintiese así de tibio porque este “amiguito” quería “jugar” con él, que iba a sentir delicioso, Venancio Alberto recordó esas mismas palabras que le dijesen su iniciador Luciano de la Sierva, y con las palabras de Asdrúbal y al saberse descubierto de esos actos sexuales en los sitios que lo había visto Asdrúbal ya entonces cerró los ojos dándole la espalda al joven, sintió besos en su cuello, se hacía penetrante la respiración de Asdrúbal en su pelo y nuca, su piel era de gallina, los dedos de Asdrúbal recorrían la espalda del niño, le hizo dar unos pasos más hacia el rincón donde la luz de luna no podía reflejar las siluetas de los amantes, Venancio Alberto sintió por la espalda más de cerca la humanidad del joven cuyo bulto rozaba el trasero vestido, continuó dándole de besos en el cuello diciéndole al oído con voz entrecortada si deseaba seguir “jugando”, Venancio Alberto con temperatura elevada en su cuerpo y ese deseo de sentir y sentirse pleno de placer le expresa a Asdrúbal corporalmente que sí, lo hizo asintiendo, así de pronto sintió que la tela del pijama caía a sus tobillos de forma rápida, su traserito era manoseado y más abierto su traserito para sentir el roce del glande de pene por la separación de los glúteos, Asdrúbal estaba yendo más allá de lo que se podía permitir, pero notaba que a Venancio Alberto le gustaba, comprobaba esos deseos al sentir voluntariamente los movimientos de cadera del niño insinuando por desear sexo, Asdrúbal sonrió ante aquella actitud infantil, se pusieron el pijama y caminaron tomados de la mano hacia un lugar mayormente apartado de aquella casona de campo, de aquella estancia rural capitalina, caminaron hacia una pequeña caseta que contenía sacos, allí montaron un improvisado catre donde el niño se desnudó delante de Asdrúbal acostándose como el joven le pedía, abierto de piernas mostrándose el penecito que tomado por las manos de Asdrúbal lo agitaba hasta ponerlo erecto y llevándose a la boca chupándolo en repetidas ocasiones, Venancio Alberto sonreía sintiendo aquello, luego vio a Asdrúbal que se quitaba la ropa, ambos cuerpos desnudos se abrazaban acostados en ese catre improvisado, ambos cuerpos unidos se acoplaban a la misma temperatura de excitación y deseo carnal, le preguntaba al niño si le gustaba estar así a lo que respondía afirmativamente, los movimientos de manos por esos cuerpos eran efectivos en el deseo mutuo, Venancio Alberto olía el perfume que en su pecho tenía impregnado Asdrúbal, casualmente era el mismo perfume que el de su hermano Contardo, lo acostó al niño de cara en la cama, le abrió los glúteos pasándole saliva, diciéndole que ahora su “amiguito” va a jugar en el “potito”, Venancio Alberto sintió cómo el glande llegaba a la entrada del ano, instintivamente se apartó, de esa forma Asdrúbal consideró que estaba aún en presencia de un ano virgen, confirmado de boca de Venancio Alberto que le dolía esa parte, Asdrúbal sonrió, quiso intentar un par de veces en penetrar pero el niño se quejaba y trataba de apartarse con movimientos bruscos lo cual daba para principiar a enojarse por parte del joven, para entrar en confianza Asdrúbal se acostó abriéndose el trasero pidiéndole a Venancio Alberto que le pase el pene virgen por su trasero, así lo hizo el niño como sintiendo que le gustaba, lo hizo por unos instantes eso de deslizar el tronco del pene por entre los glúteos de Asdrúbal, el muchacho y Venancio Alberto se apartaron del catre luego de aquello viéndose los penes y sus cuerpos desnudos, le dijo al niño si quería conocer su “lechita” que le pondría en el ombligo, Venancio Alberto se puso cabizbajo, Asdrúbal lo entendió como señal de aprobación, lo tomó de la mano acostándolo en el catre, puso las piernitas del niño en sus hombros, Venancio Alberto ya para entonces sabía lo que ocurriría, esto ya lo había hecho en casa con su iniciador, vio a través de la luz de luna esos penes que se rozaban y de pronto salió semen del pene de Asdrúbal cayendo en su ombligo tal y como lo había dicho, se vio ese líquido en su piel y sonreía, para Asdrúbal eso fue señal de complacencia, sabía que en el niño había conseguido la necesaria confianza gratificante, los dedos del joven rozaban la piel de los alrededores del ombligo y con restos de semen en sus dedos los pasaba por el penecito lampiño haciendo que se peguen en la piel del pene y testículos lampiños, cerca estaban sus rostros, habilidosamente se iba acercando al niño, rozando lentamente las narices hizo que de a poco abriera su boca, fue el primer beso que se dieron, el joven no percibió extrañeza en el niño, confirmó que ya estaba acostumbrado a hacerlo, así que volvió a besarlo en repetidas ocasiones del mismo modo como a él le gustaba, como acostumbrado que estaba ya correspondía a los besos de Asdrúbal, se besaron por un tiempo corto, las caricias de Asdrúbal en ese cuerpo infantil continuaron en el pechito, vientre y piernas, lentamente le hizo dar de cara a los saquillos y le beso por repetidas ocasiones las pompis del niño, dejándolo así acostado mientras se ponía el pijama, lentamente lo hizo sentar y ayudarle a ponerse el pijama, el niño vio con detenimiento la mancha de semen en el trasero de Asdrúbal, dejaron en su lugar los materiales como antes estaban ubicados, el niño se metía la mano en el traserito rascándoselo repetidamente, Asdrúbal lo marcó haciendo que las piernitas del niño le rodeasen la cintura, el traserito descansaba en los brazos que lo sostenían, alcanzó a besarlo repetidamente hasta salir de aquel lugar apartado entre las sombras y sólo la luz de luna describía aquellas siluetas caminando en la noche, metros adelante Asdrúbal se acuclilló en su delante del niño pidiéndole que no dijese lo que ocurrió allí hace poco, sobre todo a los patrones, el niño asintió y continuaron sus respectivos caminos alejándose en la penumbra, el niño empujó la puerta, entró en esa gran casona propiedad de su padre Squeo, caminó sigilosamente por la gran sala subiendo las escaleras hacia su dormitorio, mientras subía llevaba su mano al trasero rascándoselo, pasó un dedo por la separación de los glúteos, hizo un alto en su subida para suspirar y cerrar los ojos, se llevó el dedo a la nariz y empezó lentamente a caminar mientras olía su dedo, llegó a su cuarto y se metió en la cama entre sus sábanas calurosas aún por aquella tibia noche, pensativo por lo que había hecho quedó dormido con una detrás en su traserito y otra quedó agarrándose el penecito lampiño de niño hermoso como lo era Venancio Alberto, muy cerca de allí Squeo se apartaba de la cama con cautela, sonrió viendo a su mujer profundamente dormida, había valido la pena haber tomado ese vaso con leche como de costumbre para hacerla dormir plácidamente con ciertas gotas, con una mano le agitó el hombro a la mujer cerciorándose así que la respuesta era de parte de ella con un sueño muy profundo, estaba sedada, las gotas habían hecho su efecto, sin perder más tiempo salió de esa alcoba matrimonial dirigiéndose a aquella habitación, se puso alegre al notar que al girar el manubrio la puerta se abría exitosamente, su amplia sonrisa se hizo más visible al ver el cuerpo de la pequeña Amaranta nacida en mayo de 1949, su hijastra, con su mirada recorría cada ángulo de ese cuerpito infantil de próximos a cumplir los once años, de boca de su esposa se había enterado de su primer periodo hace meses allá por navidad, había sido un regalo de la naturaleza, tiempo atrás la amistad entre padrastro e hijastra se consolidaba hasta tal punto que Amaranta admiraba mucho a Squeo consolidando así su confianza mutua, ella trataba de estar siempre solicita con su padrastro, lo colmaba de atenciones, cual si fuese su verdadero padre tal es así que era inocente el criterio que de aquello tenía su madre, pero en fin, vivían todos en aquella casona y qué mejor si pasarle de buena forma, ella lo tenía como un hombre ejemplar, sus sentimientos al principio eran paternales pero de a poco fue viendo al físico de Squeo como algo especial, en su forma de expresar, en su forma sobre todo de acariciar, la empatía hizo presa de ambos, por lo general trataba ella de estar junto a él, al mirarle acostada atragantaba saliva del deseo por poseerla, pero se contuvo limitándose simplemente a olerle el pelo y atreverse con los dedos a rozarle el rostro de esa piel morena clara muy parecida a la de su madre que estaba profundamente dormida a pocos metros de aquella habitación, la mano de Squeo continuaba rozando ahora los labios finos de esa hermosa nena, lentamente fue deslizando la sábana, vio que tenía puesto un camisón y sorprendentemente no tenía ropa fina de lencería puesta íntimamente en su cuerpo, pensó que eso era seguramente por el calor, Amaranta estaba aun profundamente dormida, Squeo se extasiaba viendo ese cuerpo infantil de casi once años de edad, su acelerada respiración provocaba un sudor en su frente, mordía sus labios al sentir la piel al paso de sus manos por aquellas piernas lampiñas, cada vez se incrementaba su aceleración al paso de sus manos por los muslos de la pequeña, vio aquellos pies diferentes a los de su hermano, era lógico suponer, eran hermanos de madre, esos pies los había heredado de su padre biológico, así como el rostro en sí muy parecido a su padre, eso a veces incomodaba a Squeo, ver el rostro de su rival en el rostro de la pequeña, aquel rival encontrado calcinado en la abacería de Jasmani, todo había sido una trampa para aquel pobre hombre asesinado a traición por mandato de su patrón Squeo, todo había sido calculado por ese abominable ser llamado Squeo, y así se notaba que todo se había superado ahora que poseía a su hijo y a su madre, se decía tener un apego paternal disimulado por la nena Amaranta pero en este instante se ve lo que realmente sentía por la nena, estaba en esa habitación premeditadamente, todo lo había planeado así, ponerle un somnífero a su compañera sentimental para aprovechar de aquello y estar en la habitación de Amaranta donde dormía sola, besó ligeramente las piernas, su nariz muy cerca de los labios, rozó su nariz en la de la nena, eso hizo que ella despierte en ese ambiente oscuro de la habitación, estaba un poco asustada, instintivamente le tapó la boca lo que hizo aumentar el susto en la pequeña, pero se tranquilizó a escuchar la voz de su padrastro que le calmaba al oído, lentamente la mano de Squeo fue apartándose de labios de Amaranta mientras ella mostraba tranquilidad, ella vio la amplia sonrisa que se dibujaba en el rostro del adulto tras reflejo de la luz de luna que de súbito aparecía en aquella calurosa noche, pasó sus manos por el cuello sacándose el sudor, el hombre al verla tranquila dio unos pasos alejándose de la cama arrimándose a la pared junto a la ventana, del bolsillo de su pijama sacó una cajetilla con cigarrillo y una fosforera encendiendo ese lukcy strike, el humo se expandió rápidamente en la habitación llegando a percibirlo por parte de la pequeña, le decía cómo estaba aquel firmamento, aquel cielo estrellado, hizo unos ademanes para que se acerque a verlo, muy obediente lo hizo estando descalza junto a él, su mano recia la puso sobre el hombro cubierto por la fina tela del camisón, la respiración golpeaba el cuello de la nena que de pronto con esa mano recia sintió la piel de gallina de esa piel infantil, Squeo sonrió, sabía entonces que iba por buena ruta hacia su meta, teniéndola de frente hizo que viese cómo aquellos los dedos de recia mano recorrían las costuras y bordados de ese camisón de dormir, ella viéndose así lo miraba al rostro, emitió una forzada sonrisa, los dedos rozaban la tela que cubría sus pezones, por experiencia Squeo presumía que eran de nena aún virgen esa formación de pezones, los dedos rozaban circularmente esa bolita de seno “los tienes hermosos” le decía, ella cabizbaja sonreía tímidamente viendo aquellos dedos rozar confiadamente los pezones además aquellas manos se apoyaban en sus hombros, haciéndole delicados masajes que a experiencia de Squeo la estimulaba para sus propósitos ya trazados para con ella, se puso detrás de ella colocándola a un lado de la ventana para que viese la linda noche que estaba desarrollándose, suspiraba viendo las luces en el firmamento, luces de la ciudad capital, escucha hablar a Squeo detrás de su cuello a propósito chocándole la respiración, era testigo de aquellas frases dulces y estimulantes, lo cual le hacía relax con el movimiento de manos en sus hombros, más delicioso sintió las caricias en su espalda, de pronto sintió más apego del cuerpo de su padrastro, un bulto rozaba su trasero infantil, su espalda sintió el pecho el recio hombre que rozaba la suave tela del camisón de dormir, y en su cuello se empezó a sentir el lamido de lengua y los besos, ella sin poderlo evitar se dejó llevar ante las frases emotivas que recibía, es que en realidad ella estaba ilusionada y lo admiraba como un coloso viril pese a tener su edad Squeo se cuidaba bien de físico, de pronto sintió que las manos de Squeo se deslizaban junto con su camisón de dormir cayendo en el suelo, lo presenció, sin resistencia, lo toleraba, es más, ella lo imaginaba alguna vez así, sólo le venía el recelo por los temores y vergüenza a su madre, estaba muy sensible de sentir, tanto así que las manos de Squeo apoyadas en el hombro le hacían cerrar vibrar de placer a ojos cerrados, esas manos hicieron un suave masaje relajante, de esa manera hizo que la nena gire en sus talones estando frente a frente mirándose fijamente, ya estaba sorprendida para ese instante, porque Squeo se había desnudado a sus espaldas, ambos cuerpos eran vistos por estar desnudos, “mira lo que él desea” los ojos de Amaranta se fijaron ese pene erecto grueso venoso y peludo mostrado a la luz de luna reflejada en la ventana, “¿te gusta?” “¿eh?” el glande de pene muy erecto rozaba la entrada de la vaginita velluda de once años, ella miraba fijamente esos movimientos que la hacían sentir al tocamiento de sus pezones, le hacían delirar al abrir la boca y cerrar los ojos y cuando dirigió su mirada a Squeo éste la besó, ella le correspondió de buena forma, la tenía ya atrapada en la telaraña de la pasión y el deseo, aquel hombre notó que ella ya sabía besar, eso no estaba mal para el primer encuentro en aquel dormitorio, los brazos rodearon los hombros del adulto para besarse con más detalle, así abrazados y besándose él le decía que lo había deseado desde el primer momento, dieron pasos hacia la cama tomados de la mano viéndose los cuerpos desnudos, en ella no había el tan recelo esperado, en la cama lentamente la acostó y de inmediato continuó besándola, chupándole los pezones y ella respondiendo del mismo modo lamiéndole y chupándole las tetillas, había conseguido más de lo esperado, pensó, estaba a su orden, le continuó besando cada pezón como en ese momento descubrió que a ella le gustaba, fue bajando con sus labios besando el vientre hasta llegar a la vagina y allí el clímax, jadeaba deliciosamente al sentir la lengua de Squeo que rozaba los labios vaginales, su experiencia de amante la hacía delirar de gusto, “¿te gusta?” “¿así, así, así?” ella respondía suavemente con voz aterciopelada “siiii… mmme ggu gu gusssstttaaa” lo que Squeo desconocía que en eso ya Reginaldo se lo hacía a la pequeña por ello sin timidez alguna expresaba sinceramente sus gustos, Squeo estaba cada vez acercándose más en confianza a ella, la volteó besándole desde el cuello pasando por la espalda yendo a morder y lamer el trasero pasándole la lengua por la separación de los glúteos hasta besar las piernas bien formadas de la nena, allí pasó el glande por el trasero, “¿te gusta?” “dime” “¿quieres más?” “¿ehh?” ella se limitaba a asentir, ya para ese momento se notaba a través de la luz de luna el cuerpo de Squeo acostado sobre el de la pequeña alzando y bajando las caderas haciendo que ese pene se deslice por los glúteos, tomó el tronco del pene y lo fijó hacia la entrada del ano, iba a penetrar pero instintivamente se hizo un quite brusco por parte de ella, “por ahí no…. me duele” le dijo, Squeo contrariado se limitó a sonreír haciéndola que diese vuelta de cara hacia él dándole de caricias en la mejilla y volviéndose a besar, pese a todo Amaranta sabía poner límites, de ello Squeo entendía, decidió ir por lo más sensible, emitir frases motivadoras que ni él mismo se lo creía, pero que era muy necesario para su aspiraciones, entendía que era su primer encuentro íntimo y no conseguiría todo lo propuesto, entendía que habrían entonces muchos más encuentros, pero aun así lo intentaría, era preciso para sus fines que iban más allá que una satisfacción sexual, sí, era una venganza ante su difunto rival, deseaba la entrega de aquella nena, era su propósito pero tenía que manejarlo con prudencia, ya había conseguido lo más importante que era la confianza de ella en él, ahora tocaba convencerla para consumar lo propuesto, “vamos, no tengas miedo, confía en mí” le besaba repetidamente los hombros y el cuello haciéndola delirar del deseo “hagámoslo, ¿sí?” le besaba las mejillas con insistencia yendo al cuello, la tomó sutilmente de las manos besándolas repetidamente cual si fuese caballero medieval “ven, acércate, ven” la iba convenciendo con las caricias frotándole los brazos y rozándole la cintura y así la dejó acostarse cómodamente en la cama, se dejó besar por aquel adulto cuya tibia piel se unía a la suya, los apasionados besos brindados hacían relax en la pequeña de once años, las manos manoseaban las piernas rígidas de sentirse así amada haciendo que los dedos rocen los labios vaginales, Squeo notó que ante ese movimiento de dedos en la vagina no había instinto de rechazo de la pequeña, todo lo contrario puso sus manos sobre las suyas para juntas rozar la pelvis, logro así medio rozar entre los labios vaginales, el olor de esa vagina impregnado en el dedo lo olía Squeo, la nena vio aquello sonrojada y a la vez sonriente, de ver cómo esos dedos manoseaban sutilmente la vaginita, “¿viste?” “ahhh… sé te gusta” “anda, ábrete” luego de decir eso Squeo vio que la nena Amaranta se abría de piernas de forma voluntaria con una sonrisa mezclada con timidez, Squeo sabía que eso de lamerle la vagina le gustaba a la traviesa Amaranta y procedió a hacerlo constantemente, la niña gemía al contacto de esa lengua que ensalivaba copiosamente, las manitos se apoyaban en las piernas adultas pues trataba de alzarse ante tanta lamida, el gusto por hacerlo se incrementaba en Squeo, besaba el vientre infantil yendo a chupar los pezones, considero que ya era el momento, tomó con la mano ese pene que había engendrado a su hermanito Venancio Alberto en el vientre de su madre y lo puso en delante de la vaginita, “míralo.. Quiere hacértelo” “quiere jugar contigo mi amor” Amaranta miraba con detenimiento, “¿te gusta así?” miraba el roce del glande en la entrada de la vaginita “¿ehh?” los roces eran sutiles y ella los sentía con gusto “míralos cómo desean hacerlo” Amaranta al oír eso sintió el glande con líquido pre seminal que rozaba los labios vaginales tratando de adentrarse, para estimularla mejor Squeo decidió seguir lamiéndole el clítoris chupándole, pasándole la lengua y mordisqueando sutilmente y de nuevo el pene se deslizaba por la vaginita, ambos cuerpos se sentían a un mismo latir y deseo, más el adulto pues la niña pese a permitirlo aún tenía sus leves reservas, tomaba el pene y lo rozaba a la entrada de la vaginita, fue metiéndolo comprobando la virginidad de la niña que instintivamente se apartaba “duele, ya, ya, ya” Squeo sonreía, sentía su pene que topaba el intacto himen, su experiencia sexual así lo determinaba, ya para ese momento el pene se encontraba a medio talle de la vaginita, bastaba un empujón más pues ambos órganos sexuales estaban bien ensalivados y la vaginita bien dilatada, la nena en ese instante sintió temor, Squeo estaba a punto, pero las manitos de ella se apoyaron en el pecho del adulto tratando de liberarse, ante los gemidos de ella desistió, se limitó a rozarle el pene entre los labios vaginales hasta que ella sintió que el peso del hombre se aligeraba apartándose de ella, Squeo quedó sentado en el extremo de la cama, ella acostada pasándose el dedo por la vagina, la mirada fija de Squeo en su pene mojado contrastaba con la mirada de Amaranta, se sentó junto a él, tenía sentimiento de culpa al verle cabizbajo con el rostro contrariado que se reflejaba a la luz de la luna, ella ya sintió que padecía de temor a ser rechaza por no haberle permitido lograr sus instintos, Squeo miraba cabizbajo su pene igual que Amaranta, el silencio se hizo más descriptivo para ambos, de reojo la vio, comenzaba con ponerse en pie y arrimarse lastimeramente en la ventana y que además la iba a manipular sentimentalmente diciéndole que “te entiendo, perdóname tú a mí, no debimos hacerlo” ella inocente poniendo sinceramente sus sentimientos se acercó a él “entiéndame, tengo miedo” “mi mamá…” no terminó la oración pues los labios fueron tapados por los dedos de Squeo, “no digas más,” la besó de nuevo y le dijo “tu mamá no lo sabrá pues sería nuestro secreto” la niña sintió pena de ver el cambio de trato del adulto diciéndole “nunca sabrá lo que hicimos” la besó apasionadamente “te lo juro” le besaba cuello y pezones repetidamente diciéndole que “eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida y quiero que sepas que todo estará en secreto” con las manos acariciaba las mejillas uniendo las frentes “deseaba que confíes en mi como yo confío en ti plenamente” la volvió a besar “¡me quieres!” “¿verdad que sí?” al oír eso Amaranta se apegó al cuerpo de Squeo, quiso de alguna manera no separarse de él, “¡lo sabía!” la abrazó fuertemente, Squeo dio cuenta que sus artificios sicológicos estaban dando resultado y de inmediato la abrazó con fuerza, “¡tu madre no importa!” le dio un beso “¡lo que importa ahora es lo que los dos sentimos!” “¡te amo!… y sé que tú también me amas” fue fulminante para ella escuchar aquello ya que de inmediato respondió de la misma forma abrazándolo muy fuerte “mi chiquitita” le dio un beso en el pelo escuchando el suspiro infantil “sabes que a mi manera te quiero mucho” le besaba el pelo “no deseo nada malo para ti” “¿si me entiendes?…¿ehh?” la nena respondía con recelo “es que me duele”, Squeo sonrió diciéndole “es normal al principio” “pero después verás lo delicioso que es” “no te va a doler si tú no lo permites fuerte, ¿ok?” ella decía “no se… tengo miedo” Squeo ya seguro de haberla sometido a su voluntad le dijo yendo a acostarse en la cama “ven, te voy a hacerlo hasta que tú lo decidas” “sólo la puntita, amor” “venga mi pequeñita, venga” la niña dejó que las piernas se abrieran ampliamente ante su padrastro viendo el glande rozando en la entrada de la vagina, las piernas infantiles se aferraron a las caderas de Squeo sintiendo ser penetrada levemente, el glande rozaba la entrada, ella gemía y suspirada “ya, ya, ya… duele” Squeo sonrió, decidió apartarse de nuevo, consideró que los minutos pasaban, se abrazaron desnudos acostados en esa cama pequeña, le besó la frente diciéndole “quiero acabar en ti” “¿me dejas?” ella dijo “¿cómo?” Squeo sonrió diciéndole “hay una forma en que te va a gustar” “¿quieres?” ella muy animosa asintió “siéntate” la besó luego viendo ese pene agitado que se introducía en su boca, para Squeo pensaba que Amaranta lo hacía por vez primera, para ella, todo lo contrario, ya lo había hecho muchas veces con Reginaldo en sus visitas allá en su otra casa humilde, en esa cama humilde, a escondidas de su hermanito Venancio Alberto que sin saberlo Amaranta su hermanito hacía sexo con su vecino adulto Luciano de la Sierva, Amaranta lamía ese pene con la lengua, Squeo se sentía satisfecho, la deseaba más por aquella actitud, ella pensó firmemente que esa era la forma en que Squeo deseaba dejar algo suyo y no se equivocaba pues segundos después, dentro de su cavidad bucal sentía el semen del adulto, de sus labios salía el semen recorriendo las comisuras, parecía que tenía hidrofobia, pese a todo sonrió Amaranta, se sentía feliz al complacerle el deseo del adulto, eso deseaba Squeo, tenerla sometida a su voluntad pues a más de hacerle buenos regalos, lo más importante que ella atesoraba era la confianza que tenía para dar y recibir con seguridad, “¿viste pequeña?” “tuviste algo de mí en ti” “eres preciosa” “déjame limpiarte” y luego de hacerlo se dieron besos apasionados “pídeme lo que esté a mi alcance y será tuyo” “¿ves?” “será tuyo” “siempre y cuando estemos así” “¿lo quieres así? ¿eh?” “¿qué dices mi pequeña?” ella respondía simplemente moviendo afirmativamente el rostro infantil, con ello la sometía a su voluntad en forma psicológica y emocional “sólo te pido no se lo cuentes a tus amigos” “y de ningún modo a tu madre, ¿ok?” la nena de nuevo asintió “¿ahora sabes cómo debo terminar en ti?” “¿verdad?” de nuevo asintió con una leve sonrisa socarrona “lo haremos así hasta que tú quieras de otro modo como lo hacen las personas que verdaderamente se aman como yo te amo” “pero recuerda por allí me harías el hombre más feliz y serías así mi reina en todo y para todos… no lo olvides, mi pequeña” ella animada quedó pensativa y el asentir fue espontaneo, la marcó rodeándole las piernas en la cintura del hombre girando sobre el piso, ella reía ante tal movimiento, apoyándose en el cuello de su adulto de confianza, así, se besaron apasionadamente, la acostó en la cama despidiéndose con un beso en la frente y otros dos en cada mejilla, “recuerda que te quiero mucho y nunca permitiré que pase daño alguno” “y si lo sientes, avísame, siempre estaré a tu lado para ayudarte, no importa quién o qué sea, sólo dímelo” luego decir todo ello le dio un beso afirmando que de parte de él tendría el poder cifrado en la confianza, alegre lo despidió con una sonrisa acariciándole las mejillas, la puerta se cierra y él sonríe, “niña tonta” eran las primeras palabras que a Squeo le llegaban a la mente, sonriente y complaciente se acuesta al lado de su mujer que tenía un profundo sueño, al amanecer coincidentemente se vieron en el jardín, él sentado en su silla mañanera bebiendo jugo y leyendo el diario mientras ella regaba sus plantas favoritas de jardín, se intercambiaban picaras miradas acompañadas de sentidas sonrisas, ella se acercó arrimándose con su cadera a uno de los hombros de Squeo mientras le servía más jugo y miraba los titulares del tabloide en la sección de sociales, ambos comentaban lo acontecido con las noticias del jet set capitalino de esa entonces naciente década de los sesenta, miraron hacia la puerta de entrada principal donde se escuchaba el claxon, de la casa salía Venancio Alberto con su mochila presuroso ante los insistentes toques de claxon, se despedía con un beso en la mejilla de su padre que correspondía con la acostumbrada bendición, desde el autobús escolar se podía ver niños jugando en los asientos con algarabía, en él iba llevando al pequeño Venancio al camping infantil despidiéndose por la ventana agitando la mano, al mismo tiempo que Squeo despedía a distancia agitando la mano sentado desde ese lugar a su hijo Contardo, antes, los hermanos se dieron un abrazo de despedida en la entrada de la puerta, esperó la salida del autobús que llevaba a su medio hermano menor y después presuroso salió manejando su vehículo, al poco tiempo la actual compañera sentimental de Squeo se despedía de él y de su hija Amaranta, pues ella iba al pueblo cercano a realizar compras para la casa, la acompañaría simplemente el chófer Ramón, Amaranta quiso acompañarla pero su madre le recordó sus obligaciones en su cuarto y fue el motivo del regaño el día anterior, resignada puso una mirada de desconsuelo cabizbaja, le indicó a la señora encargada del aseo de casa la madre de Asdrúbal que ayudase a su hija en los quehaceres, la humilde mujer asintió interpretando la orden, parecía que todo estaba a favor de Squeo y sus intenciones, a lo lejos estaba Reginaldo recién llegado en su bicicleta ayudando en fontanería a Asdrúbal, las miradas de Reginaldo y Amaranta era analizada por la intuitiva mirada de Squeo, su experiencia de vida daba a entender que ambos se gustaban bajo aquellas miradas cómplices, le vino un celo por presenciar aquello y que se fue incrementando viéndolos emitirse sonrisas cordiales, tomó su diario y fue a su oficina biblioteca, desde los amplios cristales que daban la mirada al exterior presenciaba los movimientos de Amaranta, vio a la pequeña que iba junto con la señora del aseo a su cuarto a cumplir la voluntad de su actual compañera sentimental, esperó un poco para ver a la mujer del aseo llevando las tinas de ropa para el lavado sabatino que siempre lo hacía a esta hora por mandato de la actual señora de casa, le ayudaría su hija, que desde primeras horas de la mañana ya estaba en esos quehaceres domésticos en la cocina, Amaranta concentrada en sus labores de su habitación por mandato de su madre no se percató que arrimada a la puerta estaba la presencia de Squeo sonriente manoseándose el pene vestido, vio a la chica acuclillada pasando el manojo de plumas alzando levemente el polvo, al girar su cuerpo se sorprendió al verlo, cerró la puerta, con amplia sonrisa se fue acercando tomándola de la cintura y colmándola de besos, ella respondía con el mismo ímpetu tanto así que cayeron en esa cama que horas antes fue testigo de sexo, sin palabras se manoseaban, si, la confianza era mutua y no se necesitaban los permisos con gestos, se permitían el toque de manos en el cuerpo, “¿lo hacemos?” le dijo Squeo a la tierna Amaranta, quien asentía complaciente al recibir los besos en el cuello y con la respiración golpeando la garganta, de a poco la ropa quedaba en el suelo a medio limpiar, se vieron sus cuerpos desnudos acostados en la cama, ella tomaba el pene acariciándolo con fija mirada, lo puso entre las piernas abiertas y comenzó su roce, ella cerraba los ojos sintiendo el paso de este tronco de carne, hacía sentirse en la vaginita, de a poco iba entrando, el rictus cambió en la pequeña llenándole el rostro de sobresalto al sentir el toque del glande en el himen haciendo quites con el cuerpo, Squeo comprendió lo pasado en la noche, ya había logrado que su presencia sea adecuada para la pequeña, aún era una niña y había que ir despacio, mejor la sentó y le hizo abrir la boca metiendo y sacando el glande por la cavidad bucal de Amaranta, el glande ensalivado recorría la frente, mejillas y cuello de la pequeña, el glande pasaba por los labios cerrados, la acostó y él se puso encima de ella haciéndole abrir la boca, ahora semi sentado sobre ella le introducía el pene en la boca sacando y metiendo a base de movimiento de cadera, deslizó el glande ensalivado poniéndolo en medio de los dos pezones, en lo posible trató de unirlos teniendo en medio al pene que entre ellos se deslizaba el tronco del pene peludo, para ella era la primera vez que le hacían eso, Squeo lo notaba en su mirar de sorpresa, “¿te gusta?” “¿sí?”, ella asintió, “ábrete, no tengas miedo lo haré con amor, como te gusta” con algo de seguridad volvió a abrir las piernas pero antes de hacerle pasar el pene pensó en besarla repetidamente, sobre todo los pezones que era la parte que más le gustaba a ella, tenía un gusto por aquello y Squeo le incrementaba, jadeaba y gemía copiosamente, las manos hacían su parte de furor en el cuerpo de Amaranta que se contorsionaba levemente al sentir esas caricias de experto sexual como lo era Squeo, manoseaba los pezones a la vez que rozaba el pene en la vaginita lampiña, los pelos de los testículos se confundían con los labios vaginales en ese roce que en cierta forma constante parecía interminable y de aquello la hacía sentir a la pequeña, le hizo entrelazar las manos para darle seguridad mientras el pene trataba de entrar en la vagina, siempre era la intención de Squeo que con calma desarrollaba el terreno para conseguirlo a futuro, ella sintió el poder en las manos de Squeo que a su vez le transmitía seguridad “lo haremos hasta donde podamos” “¿de acuerdo?” ella asentía “recuerda que te pertenezco” “haré hasta donde desees” “siempre recuérdalo, no lo olvides mi pequeña Amaranta” “¿sí?” ella de nuevo asentía, con manoseos ligeros típicos de su experiencia en partes sensibles de ese cuerpito infantil lograba en la pequeña esa seguridad, Squeo se complacía enseñándole y más gustaba al percibir que ella le seguía dejándose llevar, el glande ensalivado entró a más de un poco de saliva fruto de las lamidas en la vagina que los labios de Squeo hicieron en la pequeña, el glande entraba despacio, ella cerraba los ojos abriendo la boca, él la cerraba a base de besos uniendo así los labios, el pene entraba por milímetros deformando los rígidos virginales labios vaginales, de nuevo estuvo el glande cerca del himen, empujó un poquito, a la vez que la besaba y lamía los pezones, la nena continuaba con los ojos cerrados pero con rostro fruncido mordiendo los labios luego de ser besada, pero no aguantó más el dolor e instintivamente se apartó de su hombre, Squeo comprendió aunque se complacía con la tibieza de esa entraña puesta a medida, le dijo que se acueste de cara a las almohadas de tal suerte que su rostro quedó rodeado de almohadas sintió que la penetraba por el traserito e hizo el acostumbrado quite instintivo ante un dolor recurrente, “quieta, verás que no te va a doler” ella respondió “noo…” “sí duele” “noo.. ya, ya, ya” de pronto sintió un sobresalto, el semen eyaculado se deslizaba por la entrada del traserito allí quedó nomás el cuerpo tendido de Squeo sobre la humanidad de la niña, el glande había lanzado líquido seminal entre la separación de los glúteos, dicho liquido caía en la sábana y otro poco se deslizaba por el coxis quedando allí el pene con un glande dilatado, Squeo había cumplido su deseo de lo que había pensado horas antes acostado en su cama después de haber hecho en aquella noche anterior su primer encuentro con la pequeña, le acarició el pelo también oliéndolo “eres maravillosa, única e insuperable” “cada día soy tu esclavo” ella de cara a las almohadas sonreía, gustaba de escuchar aquello, Squeo vio su glande con restos de semen, ya al contacto del aire y al pasar los minutos se hacía de un olor particular, recordó que podría llegar la encargada del aseo de la casa y de inmediato se vistió, ella se cubrió con las sábanas, se acercó para despedirse con un prolongado beso con lengua que le sorprendió a ella de la forma en cómo se lo hizo, pasó los dedos por la vagina en gesto jocoso lo que le hizo sonreír a la pequeña, eso gustó a Squeo porque comprendía que ella estaba siguiendo sus intenciones a plenitud “eso es mío” le dijo manoseando de nuevo la vaginita y ella volvió a corresponder con amplia sonrisa picarona conjugada con simple timidez ante el adulto, le dio un beso en la frente “recuerda que esto que hacemos no lo debe saber ni tu madre ni otra persona” al decir eso emitió una sonrisa disimulada con autoridad y salió presuroso por el corredor llegando a su habitación lavándose el pene con restos de semen en el baño, ella se levantó de la cama cerrando la puerta con seguro, caminaba desnuda por la habitación, bailaba de alegría, para ella aunque lo hacía era algo inexplicable, seguramente demostraba con esos sentimientos encontrados que en cada encuentro Squeo cultivaba sus emociones, aquellas en que Reginaldo no lo había logrado aún, Squeo seguramente estaba pasando la línea, tan solo se podía decir que experiencia es nobleza, la nena bailaba con un peluche y se detuvo frente a la venta vio a lo lejos al sudoroso Reginaldo, estaba sin camisa cayendo los rayos de sol en esa piel morena clara igual que la suya en contraste con la de su hermanito Venancio Alberto, con una mano se apoyó en la ventana delante de la cortina cubierta y con la otra mano se tapó la vagina con el peluche regalado por Squeo su padrastro precisamente en su cumpleaños del año inmediato anterior, vio al muchacho, aquel con el que había iniciado su experiencia sexual, lo contempló manoseándose la vagina con el peluche viéndole la entrepierna sin dejarse ver a distancia por él, puso su cara en el vidrio de la ventana cuya frente rozaba la tela de la cortina, le vino los sentimientos encontrados, él tenía la vitalidad juvenil pero Squeo tenía el poder y la experiencia sexual adecuada para sus necesidades, ella lo comprendía así, la balanza estaba planeada, a ella lo tocaría decidir a futuro, kilómetros más delante de la gran casona el chófer miraba con detenimiento a través del retrovisor de ese cómodo auto los gestos faciales de la mujer compañera sentimental de su patrón Squeo, se pasaba el lápiz labial por parte de las comisuras, las miradas en el retrovisor se cruzaban, las sonrisas salieron espontaneas, de pronto un movimiento inadecuado en la marcha del coche lo hizo detenerse, la polvareda se alzó, ella agitaba su abanico preguntándole si el daño en el motor era grave, con expresión de seguridad lo negaba y pedía paciencia para luego retomar el camino, el calor hizo que la mujer saliera del auto, pasaban los minutos y crecía el interés por llegar, se acercó a su chófer a ver el daño y caminó por los alrededores de esa carretera de segundo orden, se sentó debajo de un frondoso árbol a esperar y desde allí se intercambiaban sonrisas a veces cómplices, sintió un movimiento en su estómago pero continuó pasivamente sentada, vio al chofer sacarse la camisa guindándola en la puerta del auto del lado del copiloto que estaba abierta, la mirada de la mujer se mostraba en la musculatura de Ramón el chófer de confianza, la mirada del hombre era insinuante, ella sin embrago correspondía siguiendo con el arreglo de su cara, el estómago volvió a crujir con gases, se puso en pie dio unos pasos al auto y sacó un poco de papel higiénico, sonrojada caminó presurosa hacia una pequeña hondonada rodeada de espesa vegetación a pocos metros del auto, defecó rápidamente y le salió la orina su ropa interior estaba a un lado de ella, sintió que era observada y no se equivocó pues entre la espesura del monte el chófer Ramón fisgoneaba, acuclillado como estaba se manoseaba el pene viendo esa vagina de mujer hermosa, sonreía mirándola, ella se daba como no ser vigilada, en su interior sentía ese gusto por ser vista, giró un poco y eso hizo que el hombre tomara precauciones de esconderse de mejor forma, ella dio unos pasos y se volvió a acuclillar. Lo hizo espontáneamente para ser mejor vista por aquel chófer de confianza, miraba hacia la vegetación pero de reojo se sentía observada, vio hacia el cielo y se pasó el papel por el trasero, ese voluminoso trasero inquietó la vista de Ramón que se manoseaba instintivamente el pene, la mujer se puso en pie pero demoró por un instante prolongado el subirse la ropa interior, es más dio vuelta poniéndose de frente al hombre que desde la maleza contemplaba esa vagina peluda de mujer preciosa, sonrió más al ver que los dedos de la mujer se los pasaba por los labios vaginales, uno de ellos se lo introdujo, el del medio de la mano, abriéndose los labios vaginales, el hombre fisgoneaba con cautela y gusto viendo el movimiento de dedos en la vagina que la mujer se hacía, lejos estaba aquella mujer con principios férreos, desde la muerte de su esposo y ahora al ser compañera sentimental de Squeo y con aquellos tratos que le daba su moral disminuyó, Ramón sabía que a ellos los patrones sólo los unía el compromiso de ser padres de Venancio Alberto, es decir, por el compromiso de ser madre y por la satisfacción de ser padre, pero amor sincero no se notaba, ella fue vejada y engañada por Squeo aquella noche en que sedada se aprovechó de ella dándole en esa noche de sexo a su hijo que ahora los une, fogosa se daba placer con los dedos, él simplemente la miraba entre la malea, vio que los dedos alargados de la mujer rozaban los labios vaginales y de pronto se recostó sobre el monte, se abrió las piernas para pasarse los dedos, los rozaba sobre el ombligo haciendo círculos, se contraía de cuerpo, jadeaba y gemía metiéndose el dedo en la vagina, luego de rozárselos en la vagina los oía, lentamente fue subiéndose la ropa interior dando pasos por el sendero para ir al auto, ya para ese instante Ramón había corrido hasta llegar al auto, pero la mujer suponía lo hecho por el hombre, le dijo que estaba listo para partir, la mujer puso el papel higiénico en el auto y se sentó en la parte trasera como de costumbre le correspondía como esposa del patrón, ella dio la orden y el auto emprendió el camino, estaban atrasados, entró a la abacería a hacer las compras, Ramón quedó sentado dentro del auto fumando cigarrillos, vio ese trasero de su patrona, sonrió recordando lo que había visto, al salir el solicito chófer le ayudó a cargar las compras hacia la cajuela, sus manos rozaron, se vieron frente a frente muy de cerca, intercambiaron sonrisas ninguno de los dos quería separarse a esa distancia, así querían estar, la mujer giró la cara viendo la fuente de sodas que estaba ubicada junto a la abacería del pueblo situado entre la capital y la casa de campo donde estaban, le invitó a tomar una gaseosa, el calor imperante lo merecía, el sudoroso chofer agradeció la invitación pero graciosamente dijo que él pagaba las gaseosas, la mujer asintió y caminaron al lugar luego sentándose en un rincón del lugar, pidieron dos gaseosas y la conversación empezó hablando de trivialidades de la vida, en ese instante él se atrevió a rozarle la mano entre las risas, ella miró el suave desliz de las manos pero no hizo nada por apartarlas, el chófer se la estaba jugando, quería saber el campo que pisaba, la sonrisa cómplice de ella permitió que sean más seguidos los roces de las manos, le decía que la admiraba mucho, que era maravillosa como persona, que era muy hermosa con su rostro juvenil, ella retribuía reconociendo lo muy dedicado en su trabajo y responsable de sus acciones laborales, cada vez se hacía más enfática su empatía, hasta tal punto que sus dedos se entrelazaban, dieron vista de aquello y sonreían, ella en un par de ocasiones le acarició las manos de Ramón el chófer, era el tiempo de regresar, sorprendentemente Ramón vio sentarse en el asiento de copiloto a su patrona, sonrió viéndose a la cara y emprendió la marcha, en un momento del manejo del auto al mover la palanca de cambio le rozaba la pierna y trataba de hacerlo seguido, la mujer sentía esos roces pero aplicaba el disimulo con criterio, Ramón prolijamente trataba de que sienta esos roces, pensó con astucia, disimuló con el manejo que el auto se dañaba, salió a “comprobar” el daño, prendió dándole marcha y luego de recorrer centenares de metros se desvió de la carretera de segundo orden para dirigirse a un camino rocoso, se detuvo, saliendo a “arreglar” se sacó la camisa y realizaba maniobras en el motor, la mujer vio que el hombre se manoseaba seguidamente el bulto de pene vestido, ella suspiraba dentro del auto y se recostó no sin dejar de ver los movimientos del hombre que lo hacía deliberadamente para atraer a mirada de la mujer y con ello se comunicaba con sus intenciones, lo cual ella estaba comprendiendo, los manoseos se hacían más frecuentes en el hombre, vio que Ramón se dirigía hacia el monte, pasaron unos minutos y no aparecía, ella se sobresaltó, pensó que algo malo le pasaba, salió del auto y se adentró en la maleza, tragó saliva mientras caminaba presurosa, desde discreto lugar Ramón la escuchó que le llamaba con susto y la vio acercarse, dio la espalda, ella lo vio y se escondió, Ramón giró su cuerpo mostrando ese venoso pene que era agitado, la mujer lo miraba con detenimiento, era un pene deseable, suspiró al verlo, le vino el deseo, no dio cuenta y se resbaló provocando ser vista al salir del monte, Ramón con el pene al descubierto se acercó donde la mujer estaba y la levantó de la mano, tan cerca estaban que ella veía detenidamente ese pene que rozaba la tela de su vestido manchado al ser levantada, Ramón sonrió ampliamente, la luz solar daba claridad al sitio, fueron de bajo de un frondoso árbol, el pene seguía expuesto, estaba muy erecto, ella lo seguía mirando, Ramón tomó el pene agitándolo, ella quiso mostrar pudor pero era tarde pues Ramón la tomó de los brazos llevándola a su pecho y sin articular palabra le acarició el rostro, él sintió de parte de ella la necesidad de apego, lo sentía a través de la acelerada respiración y el latido en sus pezones, lo sentía en la piel acalorada, lo sentía en aquella mirada deseosa de sexo, por eso el abrazo se hizo intenso, y vino su primer beso correspondido, fue prolongado, dejándose manosear la espalda por ese macho chófer, lentamente le fue quitando la ropa y ella a él, ya al verse desnudos se vieron detenidamente, se abrazaron y se besaron apasionadamente, así con delicadeza se acostaron sobre el suelo, los cuerpos desnudos daban roles sin dejarse de besar, él estaba acostando encima de ella besándole los pezones haciéndola suspirar y gemir, lejos estaba en el pensamiento de sus mentes la figura de Squeo, las manos recorrían las piernas para luego besarlas, ella estaba cumpliendo su deseo de tanto tiempo igual que el de Ramón, ella lo abrazaba férreamente, no quería soltarlo, con ese ímpetu deseaba sexo ya, Ramón notó la fogosidad de la patrona, los dedos se apretaban en la piel de los hombros de ese chófer, no paraban de besarse y acariciarse apasionadamente, no era momento de cuestionarse, ni el qué dirán, ahora se trataba de dos cuerpos deseosos de sexo en el marco de la pasión desenfrenada, se dejaron llevar por esa tormenta de pasión, “ya que los has visto, ahora vas a sentirlo” ella voluntariamente abrió las piernas y ese pene fue introduciéndose, “míralo cómo te desea desde hace tiempo” el pene rozaba la vagina velluda, ella sentía fijamente ese pene que entraba en su vagina, suspiraba apasionadamente “si… yo también lo deseaba hace mucho” “métemelo, métemelo” “tooodddoooo” “ahhh” todo el pene estaba dentro de esa vagina, allí lo dejó por un instante “siente como lo hacemos” “eres maravillosa mi hembra” y comenzó a meter y sacar el pene al ritmo del movimiento de caderas, en cada penetración de lenta a acelerada también se hacía el gemido de ella, ser penetrada por ese pene venoso, grueso y peludo de morena clara la transportaba al éxtasis, ese pene que antes había engendrado hijos en aquella mulata Griselda la madre de Guillermina Izaguirre, al sentirse sus cuerpos al fin se cumplía los sueños de ambos, sentirse amados, sentirse el uno para el otro, sentirse que son uno solo, el chófer Ramón continuaba penetrándola a la vez que le seguía lamiendo y chupando los pezones de la patrona, tenerla así era un gran triunfo el someterla sexualmente a la mujer del patrón Squeo, para él significaba traición pero ahora no importaba analizarlo, ahora importaba amarse fuertemente, amarse en todo sentido, poseerla en toda su magnitud era la consigna de Ramón ahora, sentir esa vagina con su pene, las palabras sobraban en muchas acciones corporales que las superaban, Ramón con el manoseo lograba aumentar el deseo en ella, estaba muy fogosa, deseosa de ser penetrada sacando a relucir sus instintos sexuales, dejaba a un lado el ser reprimida en la cama por Squeo para dar paso a la plenitud de satisfacción sexual de lo que su chófer Ramón ahora la secundaba y le complacía dándole pene a satisfacción, la hacía gemir constantemente en cada embestida que le daba, ambos cuerpos unidos mostraban su deseo carnal de poseerse mutuamente, a un mismo ritmo las penetraciones de ese macho hacían estragos en esa hembra, seguramente así se lo había imaginado a este hombre maduro, lo deseaba, el tiempo continuaba igual que las caricias y besos al mismo tiempo que lo hacía penetrándola y dejándose hacerlo, se besaban con los ojos cerrados sintiéndose el uno y el otro al unísono en las caricias, en aquellos jadeos y gemidos mutuos tocaba de lamer y chupar pezones, el de pasar las manos por los muslos, en aquellas lamidas de piel como dos fieras desenfrenadas, almas muy fogosas de sexo y pasión, ella puso las piernas sobre los hombros de su amante, deseaba que la penetre así, así de rico, de inolvidable pasión, la penetración se hizo más fluida en esa postura, todo en sí de su cuerpo se movía en armonía, el hombre mordía los labios y cerraba los ojos sintiendo que la tenía, que era suya, que se cumplía su deseo desde hace mucho tiempo, que estaba con la ya amante suya, sentía que la dominaba, sentía que ella le pertenecía, sentía su voluntaria entrega, se inclinó para besarla prolongadamente y la embestía con más ganas, había descubierto en ella una mujer apasionada, que había sido injustamente lesionada por el patrón y que estaba con él simplemente por interés en su hijo, en que Squeo le dé la buena vida que su hijo se lo merecía, ese hijo llamado Venancio Alberto fruto de un engaño de Squeo al sedar a la mujer y engendrarle ese hijo que ahora conviven, Ramón y ella ahora, en ese momento, daban rienda suelta a su desenfrenada pasión y deseo sexual, ella pedía más y más de ese movimiento de pene, Ramón continuaba penetrándola con ese movimiento de caderas alzando y bajando, la vagina estaba mojada igual que el tronco del pene por ese fluido vaginal, lo tomó de las caderas diciéndole “quiero que siempre me lo hagas así” “no me importa” “lo deseo siempre así” el hombre mientras penetraba le decía “siempre te soñé así” “desde el primer momento que te vi supe que serías mía” la besó apasionadamente alternando con las penetraciones “mía, sí, siempre mía” ella asentía “sí, mi amor, sí, siempre te lo haré así” ella asentía, notaba que estaba su macho por eyacular diciéndole “déja adentro tu leche” “déjala” “quiero sentirla” “dejaalaaaaaa adentrooooo” “déeeejalaaa” “déjamela bien adentro” el hombre asentía con los ojos cerrados sintiendo la vagina con su pene, “sí, mi amor” “sí, siii, siiiiiiiii” “ya está adentro” “ya está adentro” “¡yaaa!” dentro de la vagina quedaba ese semen, la mujer lo sujetaba de la cadera para que el pene permaneciera dentro, “así siento que me quieres, mi Ramón” dijo la mujer con toda libertad “te deseo, siempre te he deseado” “ahora te quiero más teniendo algo de ti dentro de mi” “te adoro” el hombre reía plenamente al oír esa confesión de amor tan largamente esperada, esa declaración de buen gusto confirmaba la intención del querer viéndose posteriormente, había nacido un idilio a espaldas del patrón Squeo, la mujer apasionada lo abrazaba férreamente al hombre pidiéndole que le bese repetidamente, Ramón obedecía con gusto extremo, “como ahora y siempre” “quiero ser tuya” le besó apasionadamente “déjalo, aún no lo saques, lo quiero adentro todavía” el hombre hacía leves movimientos en las caderas, el pene estaba mojado por completo de semen y flujos dentro de la vagina de la patrona, unieron las frentes sonriendo ampliamente, su pene sentía lo mojado de aquella vagina deliciosa de mujer preciosa, lo fue sacando lentamente, el glande mojado rozaba la pelvis femenina, vieron ese movimiento besándose luego y acariciándose los genitales, acostados como estaban respiraban hondamente mirándose al rostro, reaccionaron ante una realidad que se tornaba peligrosa por lo que habían hecho, a ella le vino el cargo de conciencia pues a su mente le vino el rostro de Squeo, esa expresión de rostro lo notó Ramón viéndole el rostro, su mano acariciaba las mejillas en manera de consolarla, “recuerda tus palabras mientras lo hacíamos” ella cabizbaja asintió “no debemos arrepentirnos” “fue con amor” “lo sentimos así… estoy seguro” ella tomó el hombro de su amante con sus manos, acarició las mejillas pidiéndole que la bese, acercaron los labios y se dio el desenfrenado beso prolongado, “tienes razón” “te deseo mucho… me haces sentir plena” “fue maravilloso… amor” sonrieron quedando acostados acariciándose los genitales “te gusta mucho amor” sonreía “si, me haces sentir, házmelo de nuevo” “lo quiero” “quiero sentirte así y siempre” Ramón lleno de gozo y satisfacción le dijo “¿quieres por detrás?” le dijo tragando saliva muy emocionado, ella asintió y se acostó en el suelo volteándose de cara, él agitó el pene y le fue rozando el trasero, ella sentía el cuerpo de su amante sobre el suyo, el pene entraba al ano, oh, sorpresa, ese ano estaba virgen, sí, irónicamente el patrón Squeo y el anterior esposo de ella le habían respetado, pero ahora sería su turno, a punto estaba de penetrarla cuando se escucharon ruidos, se detuvo, sigilosamente caminó desnudo por los alrededores, algo frío recorrió sus venas, temía que hubiesen sido descubiertos, la mujer presurosa se puso la ropa escondida en un matorral alto, pero no era lo que pensaban, se trataban de un cuarteto de ardillas haciendo ruido, decidieron ir al auto una vez ya con ropa puesta, el resto del camino ella iba acariciándolo y besándolo hasta las proximidades de la propiedad de Squeo, fue al asiento de atrás acicalándose tratando de demostrar que no pasaba novedad alguna, le ayudaba a cargar las compras, su hija Amaranta fue al encuentro, vio la mancha del vestido de su madre pero no emitió comentarios, sentado en el jardín Squeo miraba los movimientos de su mujer, Ramón como siempre llevó el auto a su mantenimiento y limpieza, de reojo vio el trasero de la patrona y emitió una forzada y disimulada sonrisa manoseándose discretamente el pene vestido en señal del gusto que había tenido con ella, Squeo se puso en pie entrando en la casona fue a ver lo comprado, ordenó que hicieran comida de aquellos víveres, abrazó a su esposa, ella sintió internamente un sentimiento de culpa, Amaranta al verlos abrazados cambió en algo su semblante alegre de lo que dio cuenta Squeo, la mujer pidió ir a darse una ducha debido al calor imperante, Amaranta la acompañó, dentro de la ducha la mujer se pasaba el jabón por el cuerpo recordando las manos de su amante, recordaba aquellas sutiles caricias sinceras de su chofer amante, repetía el nombre Ramón en cada paso de su mano por el trasero y sobre todo en su vagina, suspiraba, deseaba en algún momento en que nuevamente se pudiera estar con él, a la patrona el chófer Ramón le había creado esa llama idílica de pasión, a pocos pasos Amaranta veía por el cristal de la ventana junto a la cortina a Squeo sentado en el jardín leyendo un libro, el hombre prestante levantó la mirada emitiendo sonrisa amplia hacia la ventana, las miradas se cruzaron con intensidad, de ella también salió un amplia sonrisa corriendo la cortina desapareciendo su silueta ante la mirada de su padrastro, kilómetros de allí el autobús llevaba a los niños al camping, para Venancio Alberto era la primera vez que acudía a ese evento no así para la gran mayoría de niños de buenas familias, las actividades eran parecidas al escautismo, los niños se formaban con sus bolsos, el nene miraba a su alrededor ese paisaje lleno de verdor con un lago enfrente y arroyos en su desembocadura, fueron a las cabañas, y cada uno pudo poner sus cosas en su lugar, muchos brincaban sobre las camas, a su lado estaba un niño de compañero que se limitaba sentado en su cama a ver los otros niños con algarabía en la habitación, se miraron sin articular palabra, se notaba que estaban por vez primera allí, de repente un pitido intermitente puso calma en la habitación, el monitor oficial se presentaba dándoles a conocer las reglas del juego recordándoles a los niños sus hogares de abolengo a los que pertenecen y deben comportarse con decoro, la rigidez del trato del monitor jefe contrastó con el trato de la monitora, una mujer joven que en su expresión facial mostraba una mayor empatía, la mujer se acercó al niño que estaba al lado de Venancio Alberto, con él empezó a presentación hacia los otros compañeritos del cuarto, se trataba de Saúl Alexander Jean Pierre Alzogaray Márquez de la Plata, un niño de siete años nacido en un rancio abolengo, luego siguió la presentación con Venancio Alberto de ocho años, y así sucesivamente iban las presentaciones de repente entra un asustado Carlos Hernán Arichabala nieto del prestante hombre de negocios Fulgencio Arichabala, de diez años de edad, era el último en presentarse, antes había entrado al baño por una necesidad biológica urgente, se paró junto a Venancio Alberto, luego del protocolo correspondiente empezaron con caminatas de reconocimiento en el lugar, los tres niños se hicieron inseparables y el líder por mayor edad era Carlos Hernán, el tiempo en que pasaron en ese lugar fue muy productivo para su amistad, sus familias eran íntimamente ligada a los negocios.
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Las manos de Elena contenían un ramo de flores, los depositaba en la tumba de aquel honroso militar Heriberto Alpízar, junto aquella estaba el menor de sus hijos por coincidencia así también llamado Heriberto, ahijado del difunto, hubo un silencio ceremonial, el joven de quince años nacido el 9 de septiembre de 1944, por ese tiempo la amistad de Elena con el difunto era la mejor, lamentó su muerte, ahora, abrazada junto a su hijo quinceañero le rendía homenaje en silencio, las manos de Heriberto pasaban por la fría lápida que describía la inscripción del difunto, esas manos tan parecidas, como también su piel que era más clara que la de Melquiades su hermano mayor, Elena miraba con detenimientos los movimientos de las manos de su hijo que le preguntaba si habían sido tan buenos amigos, Elena respondía moviendo la cabeza afirmativamente, en su mente se expresaba “más que buenos amigos” fijaba sus labios y de sus ojos espontáneamente salieron lágrimas lo cual intrigó al muchacho confirmando su inquietud, la inocencia de Heriberto la hacía llorar más, quería decir en ese momento muchas cosas pero se contuvo, primaba la devoción y el cariño que su segundo hijo le prodigaba en contraste con la actitud de su primer hijo, estaba Heriberto sentado junto a la tumba y seguía recorriendo con sus manos la lápida, sacó del bolsillo su pañuelo y la limpió de polvo lo más que pudo, de lejos se veía la presencia del hijo del difunto que también se llamaba Marcelo Heriberto de treinta años de edad, coincidencia de encuentro, no era para menos de parte de él ver llorar a la gran amiga de su difunto padre, se saludaron con un afectuoso abrazo y al muchacho lo saludó acariciándole el pelo pues seguía limpiando la lápida, Heriberto iba de manos con su hijo también de nombre Abner Heriberto de seis años de edad, la relación con la madre de su hijo era tirante, estaban separados pues él hacía desde mucho tiempo vida con Lucrecia la madre de su último hijo Ricardo Heriberto de dos años de edad, ahora en este día que su difunto padre cumpliría los cincuenta años venía con flores a hacerle un sencillo homenaje con su pequeño hijo, Beatriz la hermana de Marcelo Heriberto estaba delicada de salud y ello el motivo de su ausencia, la conversación entre Elena y Marcelo Heriberto fue de lo más adecuada y ni decir de los niños que jugaban por los alrededores, la sorprendida Elena los miraba mostrándose así lo que se conoce como sangre liviana entre ellos, Marcelo Heriberto le comentaba sus inquietudes de vida y preguntaba por la vida de sus hijos y esposo, ella identificada con él mostraba la tirantez de su relación con el padre de sus hijos Melquiades y Heriberto, había hecho vida con otra mujer y su sola presencia el poco tiempo que pernoctaba en el hogar era solo de inquina, reclamos y malestares de todo orden, más, era su molestia la relación de él con el menor de sus hijos, Marcelo Heriberto comprendía cada frase, en algunos pasajes de su vida, lloró desconsoladamente, sacó el pañuelo de su bolsillo e instintivamente se tomaron de las manos, sus miradas se conjugaban, era una atracción que nacía, ella apartó las manos pero Marcelo Heriberto enjugó con los dedos de su mano las lágrimas que quedaban en las mejillas de la mujer, los niños a distancia caminaban, el mayor llevaba de la mano al menor, caminaban por los alrededores del panteón sin que los adultos diesen cuenta de aquello, iban viendo las estatuas que determinaban las tumbas, lentamente su andar se detenía viendo cada obra artesanal, llegaron a una en especial que les llamó la atención, el niño grande mostraba la tumba de su hermanito cuyo nombre fue Domingo, ahora tendría diecisiete años, murió muy pequeño, había evidencia de la visita de éste con su madre momentos antes, el pequeño de seis años con cierta ternura pasaba sus manitos por la tumba, luego continuaron su recorrido por el amplio panteón, mientras tanto Marcelo Heriberto y Elena continuaban conversando sus inquietudes de vida, la conversa se hizo cada vez más entrañable, Elena dio cuenta de la ausencia de los pequeños, Marcelo Heriberto se sobresaltó pero fue leve aquello pues los dos niños se acercaban, Marcelo Heriberto sacó de su bolsillo un billete de mediana denominación y pidió al muchacho que comprase bebidas o helados en la entrada o en los alrededores del panteón, el más pequeño brincaba de gusto yendo tomado de la mano hacia ese lugar, Elena pidió disculpas por aquello pues no se hubiese molestado, Marcelo Heriberto la tomó de las manos fraternalmente manifestando que para él era un gusto, los niños llegaron con los comprados y pidieron permiso para seguir recorriendo el panteón, tuvieron el permiso recordándoles el cuidado al que deben estar pendientes siempre, durante esa caminata vieron a un indigente en una casucha rústica en los alrededores del panteón general capitalino, el indigente iba acompañado de un perro, de lejos vieron los movimientos de tal indigente, fisgoneando se acercaban, vieron que tenía un desaseo fijo, su mirada denotaba irascibilidad lo cual asustó su mirada, les sorprendió que de su cintura sacase un cuchillo brilloso a los rayos de sol, ante ello al ser descubiertos fisgoneando salieron en prisa del lugar, el indigente los vio emitiendo una risa que más los estimuló a salir, la risa aumentaba ante su deseo diciendo a viva voz y repetidamente “aunque siempre huyan de mi” “sus vidas están descritas en fuego” y continuó riendo su demencial estado mientras su perro ladraba copiosamente amarado a un árbol, pese a todo los niños escucharon esas frases repetidas que emitía el indigente que agitaba su muñeca con cuchillo en mano, los niños pararon en un rincón apartado del lugar al verse a buen resguardo de ese apartado lugar, la agitación hizo que instintivamente el más pequeño temerosamente se bajase el pantalón y es que no podía esperar más a sostener el contenido y le dio por micciar, el mayor por prudencia le dio la espalda cuidando de no ser visto, el más pequeño con esa seguridad lanzó su orina e hizo una larga pausa agitándose el penecito, tiempo que el mayor giró su cuerpo viendo ese pene del niño, lo que más le sorprendió de eso fue que en la pelvis del pequeño nene tenía un lunar característico en esa posición donde se formaba el penecito lampiño, lentamente se arregló la ropa, ahora tocaba al niño grande micciar, sonrió viéndose su peludo pene con las mismas características de ese lugar en aquella posición, igual que el del pequeño, tomaron el rumbo hacia los adultos, Marcelo Heriberto y Elena estaban compenetrados en la charla, prometieron verse en un lugar para seguir charlando de lo pendiente de ahora, cada uno con su hijo tomado de la mano se despidieron, en el camino Heriberto le decía a su madre de lo particular vivido ante aquel indigente que les dijo tal vez inconscientemente acerca de que “sus vidas están descritas en fuego” y al rato sucedió algo curioso, se sonrojó al decirlo, que el niño hijo de su amigo Marcelo Heriberto al micciar mostraba un lunar similar al que él tenía en la altura de su pelvis, Elena tragó saliva quedando impresionada en silencio por un instante hasta que emitió una simple respuesta, “seguramente es una gran casualidad, recuerda que a los humanos en cualquier parte le salen lunares, no eres tú el primero ni serás el último” le mostró el lunar en su rostro y aquel que ella llevaba en el brazo, caminaron por ese tipo de calle capitalina, en el muchacho la intriga continuaba ante las palabras de su madre mientras que en ella había cierta confirmación y a más de cierto apego hacia el hijo de ese gran amigo, al llegar a la casa un iracundo militar los recibía con la inquina de siempre.
FIN DEL DUCENTÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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