METAMORFOSIS 210
Manejando.
Luis Alfonso transitaba por esa carretera asfaltada yendo a gran velocidad, su hermana ya le había prevenido las precauciones pero él las desobedecía, a sus juveniles años creía que el mundo le pertenecía, como hijo del doctor Pérez así lo sentía, quería llegar pronto al pueblo, había unos actos de rodeo que tanto le llamaban la atención cuando esa compañía visitaba por ese tiempo los pueblitos aledaños y las ciudades de las comarcas, más que junio de 1960 era el mes de su vigésimo cumpleaños, se sentía feliz manejando la moto nueva regalada por su padre, decía que la universidad podía esperar, necesitaba independizarse y crear su propio imperio económico, su padre a regañadientes le aprobó el deseo, era su único hijo varón engendrado en su difunta empleada encontrada asesinada desnuda junto a su capataz, aunque siempre la atención del doctor Pérez era para su nieto Daniel Nicolás Arichabala Pérez, hijo de Nicolás y su hija Justin, medio hermana de Luis Alfonso, el joven que ese próximo fin de semana de junio de 1960 cumpliría los veinte años manejaba pensativo en lo que iría a hacer que no dio cuenta en una curva cerrada la presencia de un auto que afortunadamente iba con marcha lenta, aun haciendo el quite el motociclista perdió el control de su aparato cayendo por la maleza que afortunadamente amortiguó la caída, semi inconsciente por instinto logró ponerse en pie, en eso se acerca el tripulante del auto, pregunta su estado, Luis Alfonso responde con normalidad, saca del auto un bote con agua para reanimarlo, el muchacho agradece la deferencia pero prefiere continuar su camino, el hombre arrimado al auto lo ve alejarse, ingresa y retoma su camino, su mirada es fija en su tránsito, para él ese terreno es nuevo, podía ver las plantaciones y se imaginaba que estaría cerca como le habían indicado, sacó un mapa y se detuvo, desde una loma vio las extendidas propiedades, le llamó la atención el portón de entrada, lo cotejó con la tarjeta que había recibido en el aeropuerto de la capital, era el mismo de la propiedad, ingresó, allí dentro un jardinero daba aviso a la presencia del visitante, una mujer salió del portón de la gran casona para recibirlo, el encuentro fue cordial, ella quedó admirada por la visita de ese apuesto visitante, cuando le dijeron que se trataba de un visitante de negocios se imaginaba algún hombre maduro con sus años a cuestas pero este personaje mostraba actitud juvenil próximos a cumplir los cincuenta años, Agripina lo acompañó a sentarse en el gran salón, ella contaba con veintisiete años, tenía una particular manera recia de dialogar con los hombres, desde que perdió a su hijo la vida para ella en la estancia era todo, aunque rutinaria mostraba su temple de carácter fuerte, inclusive con su hermano y el padre de éste el doctor Pérez, la mujer era conocida en el pueblo como un ser determinante, autoritario y prepotente que gustaba mucho gobernar la voluntad del sexo opuesto, le decían la “doña” pues no se amilanaba ante su autoridad pero también reconocían lo justa en sus decisiones de premiar el trabajo recio que se daba en la estancia, ahora más que había cierta cantidad de tierra sembrada con la plantación de moda, tenía mucho que ver su accionar en el desarrollo de la estancia, el doctor Pérez que era su padrastro tenía íntima confianza en ella aunque no se podía ocultar el recelo, el visitante comprobó de entrada esa prepotencia femenina, pero gustaba de aquello, se acoplaba a ella en sus comentarios, luego de beber fruta fresca fue conducido por ella a recorrer la estancia, le gustó presenciar que todo estaba en orden, desde el aseo hasta la forma coordinada como peones y campesinos trabajaban la tierra y en el cuidado de los animales, cada vista de la estancia le gustaba más la observación, ella muy orgullosa mostraba el fruto de sus logros, la ampliación de la estancia en tecnología, en la distribución adecuada de alimentos, era muy inteligente en lanzar sus precisiones, el hombre en silencio se limitaba a escuchar, su accionar mayormente era con la lectura de manos, Agripina le dijo que el doctor estaría en las próximas horas para atenderlo, lo llevó a la recámara para huéspedes, se dio un baño y pensaba en el rostro de aquella noble mujer vestida de jean ajustado al cuerpo y camisa con mangas largas, pudo notar la tristeza en los ojos que la disimulaba con cierta prepotencia facial, sonreía irónicamente relacionándola como si fuese una potra desbocada, continuó bañándose y posteriormente se recostó a pensar de su llegada en aquel lugar, él pertenecía a una compañía extranjera de negocios, en su cargo de simple portero había ascendido meteóricamente en su cargo, la compañía le había brindado la oportunidad de aprovechar mercados y el país de la canela era su objetivo, estaría por un buen tiempo hasta consolidar que el gobierno adopte las políticas de la empresa de comercio, visitaba las plantaciones de los socios estratégicos, el poco tiempo que estuvo en el país le había gustado, sobre todo las montañas que eran relacionadas con su país natal, estuvo relajado respirando el aire puro viendo la geografía del lugar con ambiente semi tropical, el país de la canela estaba lleno de contrastes climáticos, desde un calor sofocante hasta un frío con determinada presión atmosférica, ese contraste cautivaba al visitante, cerraba sus ojos, se dejó llevar por una larga siesta, tiempo después le viene los recuerdos, soñaba su hogar de origen, su niñez, de cómo fue apartado por la milicia de su familia, la desgracia que vendría, la deportación por la xenofobia, recordaba en sus sueño la llegada al gran país del norte, su estadía, su empezar desde el principio sin familia siendo desconocido en un país en auge económico, la segunda gran guerra lo había catapultado a ser un país próspero, administraba las materias primas de la región de países, una de aquellas compañías era a la que pertenecía, había llegado allí como siempre barrendero, ahora gracias a su inteligencia e integridad ocupaba uno de os más altos cargos, así había llegado con esa expectativa de conocer el país de a canela que por causas de la providencia y el destino viajaría a ese lugar, abrió los ojos cuando pensaba en sus hijos, de sobresalto se sentó en la cama, estaba otra vez sudoroso, con los ojos humedecidos, viéndose las manos sudorosas fue al baño a limpiarlas, en eso se escucha el tocar de la puerta diciéndole desde ese lado que ya estaba en la estancia el doctor Pérez, con voz alta agradeció, se notaba el tono de voz extranjera que emitía con escasa fluidez del lenguaje del país de la canela, el visitante decidió darse un breve baño, luego se vistió y salió a recibir al dueño de la estancia, Luis Daniel Pérez vio bajar al ilustre visitante por las escaleras de la gran casona, para él era de gran significación que tan mentado personaje fuera su huésped, había ganado mucho al tener su presencia, el anfitrión se puso en pie yendo a la escalera a recibirlo y se dieron un estrechón de manos con un leve abrazo, sorpresa para el ilustre visitante fue la presencia a su lado del joven que hace pocas horas había presenciado un accidente con su auto, se trataba de Luis Alfonso que tenía una vestimenta acorde con lo dispuesto con su padre, esa vestimenta distaba de ser la misma al momento de encontrarse en ese fatídico accidente, la mirada de los personajes se cruzó emitiendo una amplia sonrisa del visitante, no así del muchacho que algo cabizbajo con mano gélida sudorosa la estrechaba con el visitante, el doctor Pérez estaba enterado de los movimientos del visitante por parte de Agripina que escondida en un rincón miraba a los hombres de negocio ir al estudio junto con Luis Alfonso, hablaron por muchas horas, el muchacho tomaba notas atento al diálogo de los hombres de negocios, el doctor le había asignado la tarea de supervisar los negocios de la estancia a su hijo, detrás de la puerta Agripina escuchaba con detenimiento a los hombres, se acercó interrumpiendo el diálogo informando si deseaban la cena, el doctor con ánimo dijo que sirvieran la mesa, era el momento que el visitante conociera de la actividad culinaria de Agripina y la servidumbre a la que guiaba en esos menesteres, en la mesa el protocolo no era rígido, la mirada del visitante y el muchacho era seguida, el doctor acotaba detalles de lo que había hablado en el gran salón, luego fueron a las hamacas, el lugar favorito del doctor, la noche ya se acercaba, y tras mechones de lámparas de gasóleo se daba claridad en la noche oscura, Agripina curaba las heridas leves de su hermano increpándole la imprudencia cometida en el manejo de la motocicleta, le molestaba que su hermano no valore los regalos de su padre, en verdad que desde muy niño Luis Alfonso no contaba con las caricias que otro padre orgulloso hubiese tenido con su hijo varón, aun siendo su primer hijo varón Luis Alfonso no gozaba de ese cariño de padre, seguramente fue desde cuando a su madre la encontraron desnuda con su capataz en el monte siendo asesinada, fue un gran escándalo en el pueblo, desde ese momento seguramente el doctor tuvo poco apego con ese niño pero que ahora seguramente por necesidad asumía el rol de padre a causa de los negocios, tan fría era la relación que desde hace mucho tiempo no recibía un gesto de cariño de su padre, Luis Alfonso le contó lo acontecido en la carretera con el visitante, llena de asombro le dio un golpe en el hombro a su hermano al oír con detalle lo acontecido, sintió vergüenza ajena, le pidió que en la mañana a primera hora debe pedir disculpas, Luis Alfonso se retiró de la alcoba de su hermana, algo acongojado, se sentía mal indisponiendo a su hermana, la quería mucho, era el ser que había ocupado el lugar de su difunta madre quedando él huérfano desde temprana edad, sabía que su hermana había perdido un niño, ambos perdieron seres maravillosos y eso los complementaban en la empatía, el joven pasó por el gran salón, yendo luego a su habitación, de lejos vio a los dos hombres de negocios, hizo un paso acelerado llegando a su habitación, debajo del colchón sacó una fotografía con la que se acostó lentamente en la cama viéndola, la puso por encima de su vientre contemplándola por largo rato, se metió las manos dentro del pijama manoseándose el erecto pene que se formaba, se daba auto placer viendo esa foto, suspiraba, deseaba que ese personaje de la foto lo penetrase y también penetrarlo como lo hacían en sus encuentros, lo reclamaba como suyo en esa ansiedad y desesperación, lo extrañaba, lo deseaba aquí y ahora, la mirada se concentraba en los labios del personaje, recordaba que esos labios con esa boca le hacían el tan anhelado sexo oral, Luis Alfonso deseaba a ese personaje con locura, anhelaba volver a verlo en la capital pues muy pronto viajaría hasta allá, sintió que iba a eyacular, se contuvo, puso la foto en el marco de la ventana y se masturbó parado arrimado junto a la pared viéndola fijamente y sintiendo que el semen salía de su pene que le latía, sacó la última gota agitando su pene, el líquido seminal cayó en el entablado, fue por un trapo húmedo para limpiar el entablado, puso la foto junto con otros papeles envueltos debajo del colchón, ya relajado se acostó para dormir profundamente, a unos pasos de allí unos ojos miraban a los hombres de negocios en las hamacas bebiendo bebidas autóctonas, el vapor de la respiración chocaba en el cristal, la mirada de ella se centraba en los movimientos que hacía el visitante, ella sentía sentimientos encontrados, ella misma no los podía descifrar, como que en ella renacía algo que desde hace mucho tiempo estaba marchito y era que ese hombre cincuentón de canas en las cienes le había despertado lo que ningún hombre joven lo había hecho, arrimada a la ventana lo mirada con cierta extrañeza, su corazón latía de sólo verlo, sentía una inusitada angustia, se centraba en mirarle el rostro, se notaba claramente que era un extranjero apuesto y viril, casi se podría decir que tenía facciones de nobleza, viendo el dedo que rozaba el cristal a distancia se superponía con la cara del hombre y por efecto daba la impresión que el dedo rozaba la cara del visitante, Agripina no podía deducir para lo que otra persona con mente fría sería evidente, es que quien empieza a amar actúa así, sin reflejo ni reflexión, sólo dejándose llevar por el interés de sentir sin mucho saber, en verdad que en ella se estaba formando el interés de estar muy cercana a él, se formaba una atracción que cimentaría su vida, estaba experimentando irrumpir lo que hasta ahora era su vida cotidiana, se dedicaría a analizar el comportamiento del hombre, Agripina decidió en ese instante que hacer, se tumbó en la cama viendo el techo por unos momentos, suspiraba, no lo había hecho así con tanta aceleración desde hace mucho tiempo, deseaba algo pero su indecisión y su zona de confort no le permitían definir bien su situación, temía en serio enamorarse, siempre se definió con desdicha para el amor, los empleados en su mayoría pensaban así, bajo el temor y escondía en cierta forma una pena por ella, se refugiaba como coraza en una prepotencia que era exagerada en algunos de los casos etiquetándola de mujer amargada por parte de los comentarios y susurros que se daban al verla cabalgar en el pueblo, desde hace mucho tiempo que no salía de la estancia hacia la ciudad, su radio de visita era hasta el pueblo donde alguna amiga la recibía pero eran contadas con los dedos de la mano, debería ser más congruente en sus precisiones de mando, era su desafío diario y su angustia y falta de algo la animaba a compensar produciendo más y más, su único refugio de amor era su único hermano de madre, Luis Alfonso, lo crió desde su nacimiento y más apego le tiene desde la muerte injusta de su madre, la relación con el doctor era tirante, le tenía siempre mucho recelo, le incomodaba su presencia en muchas ocasiones, pero no se podía negar la confianza del doctor brindada a Agripina, hizo puños en la cortina de la ventana, su mirada seguía tomando en cuenta al visitante, suspiraba, sus sentimientos encontrados aumentaba de intensidad de solo aplicar el análisis de lo que en ese momento sentía, había una aceptación de valor hacia los aspectos físicos del hombre pero también salía a relucir su criterio de rechazo ante la credibilidad que tenían los hombres, la tertulia era vista por Agripina, su acelerada respiración daba muestras de delatarse en su pecho bien formado con voluminosos pezones, tenía más respiración acelerada, cerró los ojos para calmarse preguntándose qué es lo que pasaba con ese hombre de edad madura, qué encantos puede tener, algo que le inquietaba consistía en analizar el tiempo tan corto de reconocerse y ya sentía algo por él, sí, algo por él, irónico, era mayor que ella, debería sentirse recelosa al pensar así, a más que era un extranjero, con qué costumbres liberales citadinas vendría, pero aun así la atracción era férrea, Agripina miraba tras el cristal de la venta a ese hombre extranjero en pie, gustaba viendo los gestos corporales en el dialogo con el doctor, su corazón volvió a latir exageradamente, con esa inquietud se acostó a dormir, en sus sueños la imagen del extranjero era recurrente haciéndola despertar en dos ocasiones, a la mañana siguiente como de costumbre ella estaba en el establo ordeñando junto con los peones, el frescor de la mañana hizo despertar de buena forma a ilustre visitante que ya galopaba cerca de los establos en compañía de dos peones designados por el doctor, recorrería los alrededores de la estancia y las plantaciones, llegaría donde estaba la construcción de elaboración de embarque de la fruta, las rieles de transportación estaban casi terminadas, tomaba muestras de la fruta y registraba los datos para enviarlos por télex una vez llegado a la ciudad ubicada a cercanos kilómetros del pueblo, la vida continuaba, a mediodía llegaba un auto reluciente propiedad del doctor Pérez, de él se bajaba una despampanante mujer, era Alison, la norteamericana compañera sentimental del doctor Pérez, la jocosidad contrastaba con el carácter del visitante ante el saludo y el primer dialogo de ello supo comprobar Agripina viendo prudentemente ese accionar al momento de servir los alimentos para el almuerzo, desde el preciso momento en que se presentaron ya había recelo por parte de Agripina a la visitante, el resto del tiempo el visitante caminaba con la norteamericana en todos los lados, la tertulia era emotiva, la naturaleza de su origen la hacía más llevadera, con gélida demostración Agripina ponía distancias, ya más antes la había tratado así cuando se supo de la relación con el doctor, Agripina adoptó una relación simple de atención ante las inquietudes de Alison, coincidentemente nacieron el mismo año, 1933, ahora con veintisiete años, casi similar se notaba la relación de Luis Alfonso con la compañera sentimental de su padre el doctor Pérez, Alison se convertía en anfitriona, cuasi dueña de casa y de propiedades, el doctor pasaba a segundo plano, por cortesía cedía a su compañera el protagonismo ante el ilustre visitante, en su cuarto Agripina se acongojaba, ella mismo se decía que no debería asumir esa actitud, el extranjero se iría pronto, a tan solo dos semanas de hacerlo, ya no lo volvería a ver más, pero su angustia crecía, se distaría conversando con su hermano, las faenas cotidianas pasaban a segunda importancia, no se descuidaba de ellas, pero cuando se sentía a vista de él trataba de hacerlo de la mejor manera posible, era inevitable verse, tenía un apego a ese hombre, descriptivamente trataba de sentirlo, era un apego anormal en su personalidad vivida, se vestía de forma diferente, trataba de llamarle la atención, en lo posible el resto de tiempo que quedaba debería estar siempre a él, su hermano notaba aquel cambio, se alegraba de lo sucedido a su hermana, aunque ella no le había comentado sus intenciones pero era claro que la entendía, algo le reconfortó al saber que se extendería su permanencia pero residiría en la ciudad no en la estancia Pérez, debía recorrer las estancias de los terratenientes lugareños, uno de ellos fue la estancia Buonanote, fue atendido por Noelia, interesada en reforzar la fábrica de alimentos que tenía en sociedad, la calidad del producto debía perfeccionarse, la química entre ellos fue de lo mejor, algo de lo peculiar que le atrajo a Noelia fue el acento del visitante, más al escuchar su patronímico, el visitante descendía de familias europeas, igual que Noelia, ello hizo más llevadera las acciones de negocios con calidez y empatía, tenía Noelia una visión en el visitante como de un aire familiar en el visitante, los almuerzos y cenas se hacían más seguidos entre ellos, se hablaba tanto del dueño de las tierras que ya había pasado un buen tiempo del que aún no conocía, se pusieron de acuerdo para entrevistarse con el noble prestante personaje, llegaron a la estancia siendo recibidos por Amacilia la noble compañera sentimental del anciano de noventa años, Noelia subió primero las escaleras preparándolo a su padre para que atienda al visitante, con expectativa fue llevado de manos de las dos mujeres, aún estaba recuperándose de su depresión senil al conocer la muerte de su última hermana por parte de padre, el visitante al verlo bajar se puso en pie como acto solemne, aún cabizbajo viendo el último escalón emitió un saludo y lentamente fue alzando el rostro hasta que curiosamente los ojos entre ellos se cruzaron con miradas sentidas, la impresión que Noelia vio en su padre le hizo sobresaltar el ánimo, algo impresionado el anciano estiraba la mano para recibir ese normal estrechón de manos, luego a la usanza de los descendientes de ese sector europeo dio beso en cada mejilla, el anciano más se sorprendió escuchando un saludo nativo de ese sector caucásico, sobresaltado respondió emotivamente, sus ojos se pusieron vidriosos por la nostalgia, desde hace muchos años no entablaba un diálogo así, Noelia entendía esas frases cálidas, tenía una forma protocolaria de llevar la situación, se emocionó al escuchar su identidad, de labios del visitante salió emotivamente su identificación: Pasha Vladimir Buonvich, cada palabra emitida de esos labios golpeaban cerebralmente los sentidos del anciano por todo su cuerpo haciéndolo reaccionar mediante respuestas de temblores corporales, se agarró a las mujeres volviendo a estar cabizbajo mientras se sentaba en su amplio sillón, la mirada del anciano buscaba a la de su hija, no lo podía creer, ahora con detenimiento viendo esas facciones, esos ojos que le recordaban a alguien conocido hace muchos años atrás, volvió a levantar el rostro para ver con detenimiento las expresiones del visitante, un silencio sepulcral se dio por unos instantes, luego vinieron las preguntas de Rodolfo en el idioma nativo, a cada respuesta recibida su asombro aumentaba más aún cuando supo la referencia de la familia, comieron y bebieron algo, la agenda del visitante hizo que se despidiera del anciano, el estrechón de manos y el beso en la mejilla completó lo que sorprendería más a Rodolfo y era que el visitante inclinó la cabeza tomando la mano extendida que hizo hacerle a Rodolfo para besarle la mano en señal de respeto y obediencia, ese protocolo también era desempolvado por el tiempo, sólo los hijos y personas que son muy consideradas lo hacían, el visitante demostraba su admiración por el anciano terrateniente, a través de la mirada se supo que era espontaneo, Noelia fue en su compañía hacia el pueblo, Amacilia quedó al cuidado del anciano cuya preocupación era el rostro que emitía ante la visita, estaba más tembloroso, pedía que Noelia regrese pronto, el viaje que Noelia había hecho sola bajo permiso de su marido era para entrevistarse con ese visitante gestor de negocios, a las pocas horas Noelia llegaba a la estancia Buonanote, fue a ver a su padre encontrándolo más tranquilo al saber que ella estaba junto a él, se sentó a su lado, le acariciaba el pelo encano, era suave, los ojos se humedecieron, hubo largo silencio, la noche fresca daba para pedir café, Amacilia presurosa los atendía, su nieto Leandro ya llegaba de las faenas encomendadas en la estancia, el muchacho se presentó ante el anciano diciéndole lo realizado en el día, el anciano tomó nota como de costumbre despidiéndole amablemente, abuela y nieto salían de la habitación, al quedar sólo padre e hija el anciano pidió que abriese la gaveta central de su escritorio, extendió la mano dándole las llaves que la abrían a esa doble cerradura, al abrirla había una especie de carpeta, esa era la carpeta que desde niña a ella le intrigaba saber su contenido pero su padre con autoritarismo propio la negaba ser vista, Rodolfo Buonanote consideró que ya era el momento de abrirla, primero apartó una hoja simple transparente que hacía las funciones de cubrir fotos, luego con sorpresa Noelia tomó de manos de su padre aquella foto de dos niños, se parecía mucho a su último hijo Carlos Augusto Rodolfo, sí, el vivo retrato de aquel niño en esa foto gris añeja, preguntó por él, de labios de Rodolfo salió un nombre: Pasha, luego otro: Vladimir, llena de asombro la miró con mayor detalle, de labios de Rodolfo salió la expresión “nacido en 1910, hace cincuenta años” ello de escucharlo le hizo a la mujer sobresaltar más, no lo podía creer, seguramente su padre desvariaba, el anciano le contó lo que en el idioma nativo habían hablado, ella en parte lo había entendido, fechas, personajes, lugares, todo coincidía para deducir que: sí, Pasha Vladimir era su hijo, el mundo era así de tan pequeño que se diese la oportunidad que en su delante se presente su hijo amado “entre tantos lugares existentes en el mundo y él tendría que justamente venir aquí” Noelia pensó que todo sería broma, que su ancianidad en su padre le hacía delirar, firmemente le aconsejó que sería una casualidad y que no se ilusionare por aquello, todo extranjero sería de ese perfil, pero Rodolfo con su carácter recio heredado de los miembros de la familia imperial rusa dio de manotazos en la mesa, su hija se sorprendió y de inmediato Amacilia estaba con ellos, se calmó al verla pidiéndole que lo deje con su hija, la obediente mujer en plano cabizbajo retrocedió ante su caminar cerrando la puerta, Noelia le pedía calma, que habría que averiguar adecuadamente con calma ni pasión alguna, pero el anciano decía que si algo aún tenía bien era su sentido de la percepción, se sabía que ese era su hijo, lo sentía en sus entrañas, se sabía padre de ese visitante, Noelia trató mejor de seguirle sus criterios con la idea de apaciguar el ímpetu del anciano, dio de beber agua, ya calmado dio un respiro, en verdad que viendo la foto y otras pertenencias en esa carpeta confirmaban la existencia de ese niño de la foto, hubo un silencio luego de aquello ambos se miraron el rostro, trataron de articular palabra y en eso entra Carlos diciéndola a su mamá que tiene visita, bajan juntos las escaleras dejando al anciano sumido en sus pensamientos, tal vez la nostalgia y aquella necesidad de tener cerca al pasado obligaba a querer estar con su supuesto hijo, dentro de sí confirmaba ese deseo y la certeza de serlo, vio la foto y sus ojos se nublaron de lágrimas, no pudo contener la emoción, escuchó la voz de su hija detrás de su espalda, al girar ve la presencia de su nieto favorito, el apuesto militar Gustavo Adolfo, su alegría se dibujaba en el rostro, había venido recientemente de una campaña militar y cuando se enteró de la salud de su abuelo vino a estar con él, muy inquieto preguntaba por la salud del anciano a su madre en voz baja, después nieto y abuelo entraron en una conversación trivial de lo que aprovechó Noelia y su hijo Carlos Augusto Rodolfo en salir de la habitación dejándolos a solas, emocionado el abuelo le cuenta a su nieto lo que piensa respecto al visitante, Gustavo Adolfo escucha con detenimiento, sabe que habrá de investigar mucho, las pasiones y nostalgias no cuentan mucho a la hora de una simple investigación, es necesario tomar la calma y seguir adelante, aunque muchas de las cosas concuerdes, puede tratarse de alguien que está bien preparado informado de la situación de su a vuelo y a su edad avanza todo es figuraciones, madre e hijo luego conversaban lo que habría que hacer pidiéndole una entrevista con aquel sujeto, a las horas de la mañana del día siguiente Noelia y sus hijos paseaban por el pueblo, eran el centro de atención sobre todo por el uniforme de alto rango militar con el que iba vestido su hijo, el menor orgulloso iba junto con su hermano, llegaron a la abacería a ver provisiones pequeñas, luego pasearon por las instalaciones de la fábrica pequeña de procesamiento, algunos empleados encargados de su cuidado salieron a su encuentro recorriendo las instalaciones, luego otra vez caminaron por las calles del pueblo, Gustavo Adolfo recordaba su infancia al caminar por esas calles polvorientas, recordaba ser llevado de la mano de sus padres y hermanas, era el único varón, el orgullo desde entonces para el que creía era su padre, Carlos vio distante a la pequeña Amarilis de manos de su padre el campesino, se puso cabizbaja intentando hacer disimulo al pasar junto a ellos, el saludo de Noelia con el campesino fue simple, se dirigen al parque, allí sentada disfrutaba de un helado artesanal junto con su padre, enfrente estaba Carlos viéndola con detenimiento, ella no pudo más que contemplarlo también tratando que su padre no diera cuenta de aquello, se notaba en sus miradas la atracción que se tenían, eran muy positivas esas formas de hacer gestos al mirarse, el corazón a ella se le aceleraba, tenía enfrente a uno de los chicos más hermosos que había conocido en su vida, ella inició un juego en el parque con sus amiguitos de escuela a vista de Carlos Augusto Rodolfo, el muchacho se sentó a arreglarse los calcetines polvorientos motivo de las caminatas con su madre por esas calles, Noelia fue a visitar a sus amigas de pueblo, él continuó en el parque caminando por los alrededores continuando con su mirada en la pequeña, a lo lejos vio al campesino que se sentaba a conversar con el dueño de aquella abacería de pueblo, desde lejos hizo una seña a la nena que comprendió de inmediato las intenciones de Carlos Augusto Rodolfo, él fue el primero en adentrarse por los senderos del parque que conducían a terrenos baldíos con gran distancia a montes altos, ella lo siguió detrás y ya al sentirse seguros de no ser vistos se abrazaron, Carlos Augusto Rodolfo le daba a entender que no había mucho tiempo luego de besarse y abrazarse apasionadamente, lentamente se quitaron la ropa, se vieron y tocaron los genitales, ella tocó el de Carlos Augusto Rodolfo y él hizo lo mismo manoseándole el de ella, lentamente cayeron acostándose en el suelo baldío rodeado de alta maleza, vieron la ropa que quedaba al lado de sus cuerpos y empezaron a besarse y acariciarse con sutiles manoseos así acostados, el ritual entre los dos empezaba, Carlos Augusto Rodolfo con su pene hacía estragos en la entrada de la humedecida vagina de Amarilis que ya estaba preparada para lo que se vendría en base a las embestidas y penetraciones, el pene lubricado por la humedad de la vagina hacía movimientos desde baja intensidad hasta incrementarlos tal como se notaba el creciente deseo de los dos, el cuerpo de la nena se movía al ritmo de movimiento de Carlos Augusto Rodolfo, le hacía sacar gemidos, esa vagina desvirgada aguantaba toda la penetración de ese pene juvenil descendiente de europeos, de familia noble, Amarilis estaba feliz disfrutando de ese momento, ante él no existía recelo, había comprobado que la metamorfosis la había desarrollado con ese chico llamado Carlos Augusto Rodolfo, el muchacho cerraba los ojos disfrutando en poder así penetrarla, su actitud era de macho dominante a diferencia del romanticismo de lo que ella demostraba en esas acciones sexuales, la penetraba con fuerza haciéndole mover el cuerpo, se quedó quieto, era para que ella sienta que el semen estaba entrando en sus entrañas, Carlos Augusto Rodolfo pensaba con obvia razón que Amarilis aún era muy pequeña para quedar preñada y eso era ventaja de hacerle eso y ello se debía a los constantes encuentros con ella, aún era esa la existencia de seguir haciéndolo, lentamente sacó el pene de la vagina de ella, ambos vieron ese pene mojado de semen saliendo de la vagina que de los labios vaginales salía restos de líquido seminal, veían ese glande posarse sobre el muslo de la pequeña dejando restos humedecidos de semen en aquella piel suave, Carlos Augusto Rodolfo agitó su pene liberando alguna cantidad en gotas de semen salidas del glande, ella se pasó los dedos por la entrada de la vaginita, el semen quedaba impregnado en los dedos de ella llevándoselos a la nariz oliendo ese líquido, luego hizo lo mismo con el semen en los muslos, lo olía y sonreía, le gustaba que la penetre así, Carlos Augusto Rodolfo le pidió que se diese vuelta al cuerpo así mostrándose el traserito, ella estaba complaciente, sabía que le dolería recordando la última vez que lo hizo pero se dejaba llevar y así el pene del muchacho se acostaba lentamente sobre Amarilis acariciando los pezones con los dedos delicadamente, ese pene de Carlos Augusto Rodolfo rozaba el traserito cuyos restos de tierra se podía apreciar impregnados algunos en la piel de los glúteos, iba entrando de a poquito en poquito, milimétricamente, sentía ya el glande por el esfínter lubricado, Carlos Augusto Rodolfo se complacía viendo ese movimiento, estaba contento de tenerla así de sometida, sentía gran placer de sodomizarla, su pene ya estaba dentro de traserito, en contacto con restos del líquido seminal en la piel del pene, pero estaba así de gustosa sintiendo y emitiendo gemidos, el distante lugar era apropiado, tenían el deseo mostrado a flor de piel, se deseaban y se tocaban el uno al otro, el pene entraba y salía por ese anito infantil, Carlos Augusto Rodolfo la hacía sentir en esa postura lo maravilloso que es el sexo a temprana edad, gozaba dándole pene, la irritación se hacía nula por la lubricación y crecía el deseo en ella de ser dada por ahí con el pene, la piel blanca del muchacho contrastaba con la de ella, la cara del muchacho se mezclaba dentro del pelo lacio largo de la nena, el olor característico de ella atraía al muchacho que sentía penetrarla con más y más gusto, la entrega entre ambos era muy significativa, pero el tiempo también estaba en las previsiones de la mente del muchacho, los minutos pasaban, era el momento de detenerse, se apartaron viéndose los genitales humedecidos, pero la mirada de ella demostraba que no quería que se aparte su amante joven, así que lo tomó de los brazos llevándolo a acostarse, ella se abrió de piernas mostrándole la vagina sobándose los labios vaginales con los dedos, ese masaje le estimulaba a excitarse al muchacho, le insinuaba pedirle más y más, Carlos sonrió y se acostó sobre ella besándola en repetidas ocasiones, le rozaba el glande en los labios vaginales, entró de nuevo ese pene en la vagina, eso a ella era lo que más le gustaba, sentirse penetrada, sentir el cuerpo del muchacho, sentir que era sometida sexualmente, sentir su olor, su peso corporal, sus caricias, sentirse amada, a él le había dado por completo su virginidad anal, estaba enamorada, deseaba seguir, lo hicieron por un rato más, a fin de cuentas a Carlos Gustavo Rodolfo le gustaba también y tenía la energía necesaria para hacerle sentir mujer, era el momento de ir al parque, ella estando de cuclillas voluntariamente acariciaba al pene del muchacho rozándolo por los labios y metiéndoselo en la boca, no importaba ese estado pese a que el muchacho lo había limpiado con papel, pasa el tiempo y los dos se miran pene y vagina sacando orina junto a un árbol en la que él parado lo hacía tomando el pene y ella acuclillada lo miraba, así después tocaba vestirse, ella sale por un sendero muy diferente por donde sale el muchacho, ya para ese momento el padre la esperaba sentado en la mesa junto a la abacería del parque, listo para irse tras beber cierta cantidad de cerveza, la responsabilidad del campesino ante su hija era mayor así que poco bebía, el muchacho la vio partir, escuchó llamándole su madre, se fue con ella a la estancia de su abuelo, primero pasando por la de su madre que estaba con gran cuidado de mantenimiento, el capital adquirido por ganancia por parte de su madre era considerable, tanto así que sirvió de mucho como respaldo ante la escuálida economía de Carlos Felipe del Olmo, que en un buen tiempo atrás estuvo presente, Carlos Augusto Rodolfo entraba a la habitación de su abuelo y para su gran sorpresa se saludó con su hermano que en pocas horas había llegado, el militar abrazó al menor de sus hermanos, Rodolfo con temblorosas manos propia de su edad tomaba con cada una de sus manos a sus dos nietos favoritos, el más querido es aquel militar, ambos besaron por cada costado las mejillas del anciano que se encontraba sentado en su mecedora de mediados del siglo XIX hecha por artesanos del país de la canela, el pausado movimiento del cuerpo del anciano hacía sostener la vida que llevaba ahora, hija y nietos escuchaban las inquietudes del anciano con respecto al visitante extranjero, Noelia y su hijo militar cruzaban miradas en muchos casos de incredulidad y se ponían cabizbajos, de ello daba cuenta Carlos Augusto Rodolfo, al salir de la habitación los murmullos se concentraban, ameritaba conversar con el visitante para saber de él más al respecto, Noelia se había entrevistado con el extranjero, reconoció al decirle a su hijo que sentía cierta atracción indescriptible al verlo, la sorpresa para el militar fue ver la foto del visitante, era aquel hombre con el que tuvo una fuerte amistad en su trabajo de edecán de cancillería en el país del norte hace varios años, sí, era aquel hombre humilde hoy convertido en un ejecutivo de ventas, no le extrañaba al militar ese puesto pues el hombre demostraba mucha eficiencia y una gran inteligencia, recordaba aquel objeto, sí, aquel emblema, recordaba que eso solo aquellos nobles descendientes de aquel imperio lo tenían como evidencia, Gustavo Adolfo sacó el emblema de su bolsillo que lo llevaba a la altura de su corazón, el mismo emblema que el hombre le mostro era el que su abuelo le había obsequiado, había otro emblema parecido que lo perdió en la selva y que ahora el hijo de Amanda lo tenía guardado por parte de su abuela allá en esas tierras selváticas, el emblema brillaba ante su rostro y el de su madre, el militar le decía que era el mismo, Noelia aún incrédula decía que cualquiera lo podía tener, Gustavo Adolfo llevó a su madre a la pared donde como especie de galería se encontraban varias fotos familiares, señalaron con el dedo la foto simbólica que se asemejaba a aquel hombre, se vieron al rostro, hicieron un acto de silencio sepulcral, roto después por los pasos sobre el entablado que daba Carlos Augusto Rodolfo, bajaron a servirse jugos de frutas, la mirada entre madre e hijo continuaba en una lucha silenciosa por creer y no creer, Amacilia se acercó un poco inquieta confesándole que don Rodolfo se sentía contrariado cambiando su humor, pedía que el visitante fuese a su habitación, pedía que lo invitasen a la estancia, Noelia asintió, pensaron que sería el momento de definir las cosas, por detrás la mujer sintió que le rodeaban la cadera, a la altura de sus costillas el mentón del rostro del pequeño se posaba, era su hijo más cariñoso, la mujer acarició el pelo rubio de su hijo, entre hermanos se intercambiaron sonrisas, empezaron a jugar luchitas de bromas, viéndolos jugar así se notaba que Noelia estaba feliz con sus dos hijos, fue conducida a la sala abrazada de sus hijos, el menor de los hijos jugaba a las cartas sobre una mesa mientras que Noelia y su hijo militar comentaban los sucedido con Rodolfo Buonanote, ese extranjero posiblemente le era muy familiar a su padre, en una de las expresiones de la mutua conversa Noelia pidió a su hijo el militar que considerase la relación con su padre Carlos Felipe del Olmo de buena forma, Noelia una vez más trataba de hacerle entender que su verdadero padre Carlos Felipe del Olmo lo quería mucho, que en esencia si había que culpar a alguien era a ella pues tanto el militar como Carlos Felipe del Olmo desconocían sus identidades y cuando él supo que era su padre no dudó nunca en acercarse aunque ya lo había hecho muchas veces antes sin saberlo, pues la sangre llama a la sangre, la madre le hizo recordar a su hijo aquel suceso de la bicicleta, le señaló aquella cicatriz en el rostro, instintivamente y cabizbajo el militar la sobaba, recordaba que Carlos Felipe fue en su ayuda, o aquella vez en el hospital al cortase la mano, allí sin saberlo siempre lo cuidaba, ni qué decir las veces en que se encontraban ya sabiéndose padre e hijo para Carlos Felipe siempre será alegría el poder estar con su hijo, su verdadero hijo, la brecha la exponía el militar, ya a sus próximos treinta y un años en septiembre de 1960 aún guardaba rencor, no asimilaba esa paternidad y se aferraba a sentirse hijo único varón del difunto Gustavo Pozzo, le indicaba lo incómodo de saberse un hijo bastardo del que alguna vez se creía su verdadero padre, le dijo lo incómodo de saberse el hijo de otro hombre, no, ni pensarlo, mejor seguir viviendo así, la mujer le suplicaba a su hijo, el altivo militar se puso en pie, acto que desde la mesa donde estaba sentado su hermano lo vio sin haber escuchado el diálogo, el militar se acercó a su madre diciéndole que no había nada que culpar ni perdonar, que las cosas siguiesen así, que el “señor” Carlos Felipe, era considerado por él como simple padrastro ya que su madre Noelia estaba casado con él, la mujer derramó lágrimas y abrazó de las piernas a su hijo, éste le acarició el pelo, le suplicó que se levante, se acuclilló a su nivel y tomándole de los hombros la levantó, el muchacho dejó el juego para abrazar a su madre, ella con un gesto noble pidió que la abracen besándoles las mejillas, mientras los besaba ansiosamente con calor de madre decía que sus hijos eran el fruto del verdadero amor con su esposo, de eso nada iba a cambiar, la luz de luna de una noche naciente se reflejaba en aquella habitación donde tres personas se abrazaban fraternalmente uno más entusiasmado que otro, la mujer miraba lo recóndito de la noche, rogaba para que su hijo acepte la paternidad de su esposo, le dejó al tiempo para que lime las asperezas.
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El agua escurría por toda su piel a efecto de la caída por gravedad desde el recipiente amarrado a un cabo largo, pasando esta agua desde su cabellera hasta llegar a los talones, solo tenía puesto un calzoncito de tela fina que por efecto de estar mojado se notaba los las líneas de los labios vaginales sinuosos amoldados a la tela, de igual modo se podía notar las finas y delicadas líneas del traserito amoldado y bien pegados esos glúteos a la tela mojada, Renata se refrescaba en aquella mañana del último domingo de junio de 1960, los piecitos estaban sobre un entablado que servía de puente sobre el arroyo de donde recogía agua para ducharse con ese recipiente atado a un cabo, el agua recorría el traserito de la pequeña, se notaba el brillo de su piel a efecto del escurrimiento del líquido vital, el agua pasando por su rostro hacía que cerrase los ojos cayendo el agua por toda su cara, una buena parte del agua pasaba por el pecho de la niña, también lo hacía al pasar por el ombligo recorriendo la vaginita, en ese momento estiraba a tela de la única prenda que llevaba puesta en el cuerpo para que no se pegue a su piel, así, se dejaba ver la vaginita, se dejaba ver el pasar de los dedos por aquella deliciosa entrada de los labios vaginales, para ella el siguiente paso consistía en la jabonadura por su todo cuerpo, al pasarse el jabón delicadamente, éste se escurría por todo su cuerpo cayendo gotas debajo del entablado llegando al arroyo, algunas se impactaban en el cuerpo desnudo de su hermanito Renato que se encontraba debajo del entablado jugando con un palito de madera y esperando a que caiga el recipiente agarrado de un cabo para llenarlo y decirle a su hermana que lo levante para que siga duchándose con ese recipiente, al terminar de enjabonarse y enjuagarse Renata ya estaba completamente desnuda con su calzoncito en el entablado, se deslizó por las amplias hendiduras de cierta madera cayendo en la humanidad de Renato quien lo tomó y lo lanzó por los aires haciendo de ello un juego, el travieso nene olía el calzón para luego lanzarlo donde estaba su hermana acuclillada esperando escurrirse del agua con efecto del viento, Renato se sentó en la orilla con las piernas abiertas mostrándose un penecito sobre la arena, sus piecitos jugaban agitándose con el palito que tenía en sus manitos, no sintió ser vista por unos ojos lascivos que desde el monte escondido miraba el espinazo de la pequeña a causa de su nutrición, la miraba aún acuclillada con sus manitos manoseándose el traserito tratando de quitarse algo de agua de la piel, de solo verla el pene se le puso erecto dentro de su pantalón de cabalgadura, el hombre fijaba su mirada en ella, sonreía de verla desnuda, tragaba saliva lleno de emoción, su ansiedad fue bajando cuando vio aparecerse delante de la nena a su padre, tenía puesto un calzoncillo, estaba todo desaliñado producto de la última borrachera, llegó a la orilla recogiendo agua con sus manos, mojándose la cara repetidamente, Renato seguía garabateando con el palito sobre la arena, el hombre miraba con detenimiento a su hija desnuda, ya estaba crecidita, se sentó junto a ella, se podía ver el pene erecto que portaba dentro del calzoncillo, a propósito lo deslizó por la tela dejando verse a mitad de tronco, el glande estaba en todo su esplendor a vista de la niña, le hizo un gesto y así que con sus manitos acariciaban el pene del padre, el hombre escondido se llenaba de asombro, no lo podía creer en él, en ese hombre, era impensable que ese hombre realice ese acto con su hija, luego vio que el hombre se deslizaba el calzoncillo deslizándose por las piernas y pies cayendo al arroyo de aguas poco rápidas, Renato al verlo corrió a recogerlo mientras el agua del arroyo lo llevaba, el niño logró atraparlo y de inmediato se lo llevó a la nariz para olerlo, luego caminó rápidamente por la orilla hasta llegar al entablado para entregárselo a su padre, éste lo tomó en la cintura sentándolo sobre sus muslos, el dedo adulto jugueteaba con el penecito del nene mostrado tras sentarse sobre los muslos de su padre con las piernas abiertas, los tres miraban el movimiento de los dedos sobre el penecito del nene, reían mucho, Renata ayudaba con los dedos de su mano a hacer lo mismo en el penecito de Renato, para asombro del hombre escondido entre el monte vio las señas que el padre le hizo a la pequeña cuya la carita se acercaba al penecito y abriendo la boca se lo introdujo, para aquel hombre escondido era inusual ver al padre sentado sobre el entablado, al hijo de éste sentado sobre sus muslos con el pene erecto sobre el traserito del niño y al mismo momento en que la nena con sus manitos tomaba el erecto penecito de su hermano llevándoselo a su boca, ella estaba acostada sobre el entablado con los codos apoyados y mostrándose unas piernitas rellenitas estiradas con un voluminoso traserito humedecido mostrando brillo tras efecto de la incidencia de los rayos solares, el adulto gozaba viéndola hacer eso, mientras le pasaba mano por el traserito como calentándola, el hombre escondido miraba esos movimientos de manos haciendo pucheros, dando rienda instintivamente a sus celos de pertenencia, sus celos de macho, las manos del padre recorrían la espalda de la pequeña y pasaba por las piernas haciendo círculos en los glúteos, ella seguía concentrada en hacerle sexo oral al penecito de su hermano, al ver todo eso seguramente el hombre escondido pensó que Ana la madre de los niños y esposa de ese hombre no se encontraba allí, a Renata le acariciaba el pelo haciéndole notar que termine con eso, la nena obediente se desprende del penecito, se pasa las manos por los labios, sacándose de las comisuras los restos de saliva dejadas en el penecito, el nene corrió a orinar sobre la orilla viendo que la orina impactaba en el agua y que la espuma corría lentamente por el arroyo, Renata y su padre gozaban viéndolo, también aquel hombre escondido en el matorral, lamentaba no tener un revólver en ese momento para fulminarle los sesos a ese hombre que hacia ese acto sexual con sus hijos, siguió viendo cómo Renata ahora lamía el glande de su padre, Renato se paró junto a su padre que sentado recibía sexo oral de su hija, el nene se acostó sobre la pequeña a orden de su padre y una vez acostado el penecito se deslizaba sobre el traserito de Renata, la nena no muy bien gozaba al sentirse un poco incómoda al no pode lamer bien el pene de su padre pues su hermanito se movía mucho sobre su cuerpo, el adulto los apartó, fue a meterse en las aguas del arroyo, nadaba con dificultad debido al poco caudal imperante en el arroyo, los nenes sentados sobre el entablado agitaban las piernitas, los pies de los hermanos eran de diferente formación, de ello daba cuenta el padre de los niños, sí que eran preciosos, tenían la herencia de su madre en sus rostros muy parecidos, el pelo de ellos difería con el de su padre y madre, se decían que lo habían heredado de sus abuelos, el padre llamó a su hija quien a velocidad se lanzó al agua para estar con él, jugaban corriendo en el agua del arroyo, Renato también quiso participar pero se tropezó cayendo de barriga lo cual hizo que llore y se quedase sentado en la orilla, el padre alzó a su hija marcándola ambos completamente desnudos sintiendo su piel, la fue descendiendo lentamente hasta que ella sintiese el roce del pene adulto en la entrada de su vaginita así la iba punteando hasta el aguante, el hombre escondido veía la cara de molestia de la nena, de cómo se aferraba con sus manitos húmedas a los hombros de su padre rogándole que parase porque ya le dolía, lentamente a paso tranquilo la marcó sentándola en la orilla, la recostó lentamente sobre la arena haciéndole que se abriese de piernas, el cuerpo desnudo de Renata quedaba allí tendido en la arena, con una de las manos tomó las dos piernitas de la niña doblándolas quedando las rodillas a la altura del pechito infantil mostrándose toda la vaginita, comenzó a pasarle el pene por la entrada de la vaginita, se podía ver los pelos de los testículos rozando esos labios vaginales y el glande rozando el ombligo y se alzaban los talones de la nena, le pasó así el pene en esa postura por un rato corto, luego la puso apoyadas sus manitos sobre la arena, sus rodillas dobladas también rozando la arena, estaba en posición perrito, los dedos del hombre rozaban la entrada del trasero dándole también masajes a los glúteos , el hombre escondido veía cómo era manoseado ese traserito y con un dedo lubricaba esa parte del cuerpo de la niña, el adulto se llevaba el dedo a la boca sacándolo con saliva y metiéndolo levemente en la entrada del ano haciéndola suspirar y gemir, Renato se encontraba junto a ellos parado estirándose el penecito viendo atento cómo el dedo medio de la mano de su padre rozaba el ano de su hermana que estaba gimiendo, el glande resbalaba por esa piel anal saliendo hacia arriba, después jocosamente el padre tomaba su tronco de pene y hacía golpear el glande en los glúteos del trasero de la nenita, así en posición perrito el pene golpeaba los glúteos de la nena, por su lado Renato quería hacer lo mismo que estaba haciendo su padre con su hermana, la nena era sujeta de los hombros de manos de su padre, lentamente la puso en pie llevándola a sentar en el en el entablado, allí ella sentada abría las piernas cabizbaja se miraba la vaginita pasándose el dedo por donde antes había rozado el glande, se ladeaba para pasarse el dedo por entre la separación de los glúteos llevándose el dedo a la nariz oliendo esa parte de su cuerpo, el hombre escondido tragaba saliva, al ver que el hombre se acercaba a su hija y una vez parado enfrente de ella la puso acuclillándola para que se meta el pene en la boca haciendo por unos momentos un fuerte sexo oral, el glande deformaba las mejillas debido al volumen de entrada de ese tronco de carne viva, venosa y peluda, los pelos rozaban la nariz y mentón de la pequeña que recibía en su boca las embestidas de pene con los ojos cerrados, el hombre escondido se extasiaba viendo esos movimientos sexuales, la boca de Renata marcaba un ritmo de lamida y chupada que gustaba a su padre sentirlo en el glande de su pene, la nena se puso arrodillada para poderlo hacerlo mejor, la lengua venía desde abajo hacia arriba, desde debajo de los testículos peludos hasta la punta del glande pasaba la lengua de Renata haciéndolo suspirar, él acariciaba el pelo de la pequeña, mordía los labios con placer, el pequeño Renato junto a su padre miraba esos movimientos de su hermana en el pene peludo y se estiraba el penecito luego se sentó en el entablado viendo que Renata abría la boca mientras el padre se masturbaba repetidamente el pene peludo y al poco tiempo se vio que del glande salía semen impactándose dentro de la boca de Renata y otro poco lo hacía en el rostro de la pequeña, todos vieron esa mancha de semen en el rostro de la pequeña, los dedos del padre iban rozando la piel del rostro quitándole el semen, lo que tenía dentro de la boca lo fue escupiendo poco a poco, el hombre marcó a la pequeña avivándola y diciéndole con mimos lo orgulloso que estaba de ella, la nena tímidamente sonreía, el hombre escondido no daba crédito a lo que estaba viendo, era una escena de incesto, notaba sin embargo que a la pequeña le gustaba eso y que también era virgen, seguramente la conservaba por su tierna edad, los tres entraron al agua limpiándose y enjabonándose para luego escurrirse en el entablado, la mirada del padre era fija en la vaginita rozagante de su hijita con la que había quedado luego de tanto roce de su pene por allí, se acuclilló tomándola de la cintura y le dio de besos en la vaginita a lo que niña respondió con risas, luego le pasó el dedo por la entrada de la vaginita llevándoselo a la nariz y poniéndole el dedo en la nariz de la pequeña, el padre no le hizo sexo a su hijo varón, lo cual notó el hombre escondido entre la maleza, tomaron la ropa y caminaron desnudos hacia el interior de la ramada, la nena se acostaba con su hermanito en la hamaca y se notaba que Renato se acostaba encima de Renata así el traserito del niño se alzaba y se bajaba dejándose ver por la tela de la hamaca, ésta se movía mucho, el padre de los niños bajó bien vestido, los vio haciendo el acto sexual y se limitó a sonreír a voz alta caminando a donde estaba el caballo les dijo que llegaría de noche, los niños detuvieron su movimiento sexual para verlo partir, el pequeño Renato desnudo corrió detrás del acelerado caballo y ya sintiéndose no alcanzarlo se detuvo agitando la mano despidiéndose le pequeño de su padre, Renata simplemente se quedó acostada en la hamaca pasándose el dedo por la vaginita a piernas abiertas, llamó a su hermanito para seguir haciéndolo, el niño giró su cuerpo estirándose el pene, sonrió y corrió hacia donde estaba su hermana, se acostó encima de ella en la hamaca y continuaron con esos movimientos que desde la maleza el hombre observaba atragantándose de saliva, se notaba el alzar de los piecitos polvosos de los niños al moverse en la hamaca, ambos cuerpitos desnudos eran vistos desde ese lugar por aquel hombre, quiso salir en búsqueda de los pequeños pero se detuvo pues llegaba a esa ramada una carreta que de ella bajó Eleuterio el amigo de los padres de los niños que estos al verla llegar se apartaron de hamaca para recibirlo al visitante, llevaba una carga definida, los niños ayudaron a descargarla, al rato llegaba Ana con un par de amigas portando unas telas, entre ellas estaba la esposa de Eleuterio que le entregaba a Renata un gatito como obsequio, la niña brincaba de felicidad acariciando al animal, a la alegría se unía Renato y ambos hermanitos fueron a acostarse sobre un costal teniendo en medio al animal colmándolo de caricias, los adultos vieron de buen modo el acierto de haberles traído una mascota a los niños, de ello agradeció la madre de los pequeños que les pidió fueran a vestirse, a distancia prudente el hombre escondido entre los matorrales prefirió retirarse del lugar, pues ya había mucha gente adulta y no quería delatarse, se montó en el caballo viendo el humo salido del fogón de la ramada, hizo un gesto de mueca sonriente, pensaba lo inocente que estaba Ana respecto al acto de su esposo con su hija, movió negativamente la cabeza, en su mente quedó clavada los recuerdos de las vivencias presenciadas de esos niños con su padre, le vino el irremediable juicio y la consecuente idea de que todo parecía suponer que el destino sexual de la nena tarde o temprano estaría marcado.
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Los dedos alargados se impregnaban de huellas en el frío vidrio de ese auto lujoso, asimismo se empañaba el vidrio ante el golpe de respiración y ese pelo junto a la frente y nariz rozaba el cristal de la puerta del lujoso auto de última generación 4×4, había sido importado directamente por barco, lo lujoso contrastaba con el poder de tracción, el niño miraba el paisaje verdoso que se transformaba en vista de plantaciones sobre todo de banano, se notaba así los efectos del boom de esta fruta en el país de la canela, a su lado estaba su compañero de viaje totalmente atento mirando por el otro cristal miraba el paisaje, delante iba recostado en el asiento el hombre de negocios tan afamado por el jet set de la época considerado como el soltero más codiciado del momento, por su fortuna y por su presencia cuasi principesca, se trataba del prestante Saúl André Francisco Alfonso Alzogaray Dampierre con treinta y tres años de edad, descendiente de linaje europeo, había sido invitado por Fulgencio Arichabala y el consuegro de éste, el doctor Pérez, el objetivo de la invitación es para que el ilustre visitante se sintiese motivado a invertir en la compra de tierras y la consecuente forma de influir en el gobierno para que desarrolle obras de infraestructura en el sector, su influyente estilo para los negocios era la fortaleza de amistad entre los tres hombres de negocios, el hombre importante iba recostado en el asiento de copiloto, totalmente dormido, detrás su hijo seguía observando el paisaje, sintió el roce de la mano en su pierna llegando a rozar también la entrepierna infantil, el niño de casi ocho años miraba la mano de Eliazar Emigdio de dieciocho años que seguía rozándole la pierna, se cruzaron las miradas llenas de complicidad, las sonrisas eran intercambiadas, el semblante entre ambos era óptimo para cubrir discretamente sus intenciones llenas de picardía, vieron por el retrovisor la cara atenta del chófer en ese camino sinuoso y pedregoso, estaba distraído con su tarea, eso de verle ya era costumbre entre ellos pues al estar seguros de aquello desatarían sus manoseos discretamente ya que mutuamente se tocan las partes íntimas vestidas, y algo más, pues el pequeño Saúl Alexander se ladeaba el cuerpo mostrando parte del traserito vestido para que Eliazar Emigdio lo manosee, le decía al oído del niño que ya deseaba llegar para en algún momento “jugar” con él en un determinado sitio apartado ó en algún cuarto de la estancia, discretamente le dio un beso en el cuello detrás de la oreja, se entrelazaron las manos, el de la iniciativa era Eliazar Emigdio, el niño se dejaba llevar, el chófer continuaba con el recorrido, en un inevitable bache ineludible el auto se movió fuertemente, el chófer pidió disculpas al copiloto luego de que éste abre los ojos y expresa una señal de asombro, los ocupantes del asiento trasero también recibieron el sacudón, quedando Saúl casi sentado por completo sobre Eliazar Emigdio que en instantes le rodeo la cintura con los brazos sosteniéndolo y moviéndose al vaivén que el auto hacía por efecto de esos baches, por el retrovisor el millonario veía a los muchachos moviéndose jocosamente, lejos estaba de pensar que su pequeño hijo realmente estaba recibiendo poses y caricias sexuales por parte del muchacho mayor hijo de la fiel empleada, volvió en lo que pudo a relajarse y a tratar de conciliar el sueño, Saúl siguió sentado sobre Eliazar Emigdio recibiendo caricias sensuales, la nariz de Eliazar Emigdio recorría el cuello perfumado del pequeño, las manos recorrían los muslos infantiles, ese paso de lengua de Eliazar Emigdio sobre el cuello de Saúl lo hacía emitir un prolongado golpe respiratorio, entrelazaron las manos, disimuladamente le daba besos en la mejilla, al poco tiempo cada uno ya estaba en sus puestos mirando por el cristal, Eliazar Emigdio miraba los dedos alargados del niño, cerraba instintivamente los ojos recordando esos deditos tomando su pene para ser llevado a esa boca infantil que lo ensalivaba, llegaron a la plantación, una comitiva lo esperaba, estaba encabezada por el doctor Pérez, su socio clave en los negocios, a su lado la compañera sentimental norteamericana y un grupo de agricultores del sector, al salir del auto fue abrazado efusivamente por el anfitrión y la compañera sentimental, el sol imperante hizo que ingresen a la gran casona de principios de siglo, dentro los esperaba la solicita Agripina con Luis Alfonso que cruzó mirada con Saúl emitiendo sonrisas, el noble visitante fue conducido por la pareja de anfitriones a la biblioteca para una prolongada charla mientras los muchachos esperaban para posteriormente salir de aquella gran casona y dirigirse a la plantación que se encontraba a pocos kilómetros de la propiedad del doctor Pérez, el prestante hombre de negocios iba a visitarla para efectuar la compra si estaba satisfecho, así que siguieron el camino hacia la propiedad en venta, se trataba de un vasto terreno que le había pertenecido a un colono de fechas de inicios del siglo XIX justo después de la independencia del país de la canela, visitaron la casona y estaba en buenas condiciones, a Saúl le gustó mucho, recorrieron los alrededores, advertía de hacer remodelaciones, fueron a la plantación comprobando las bondades del terreno, faltaba la tecnología de embalaje y mejoramiento de vías de acceso, nada problemático para el prestante empresario, ya llegaba el ocaso, ameritaba reunirse con los vendedores, estuvieron de acuerdo con ciertas reparaciones en el contrato de compra y venta, Saúl era el más entusiasta para que su padre inicie su actividad en este tipo de negocios comprando esa gran estancia y plantaciones de árboles frutales con banano, el hombre millonario se reunió a puertas cerradas a completar el tratado de negocios, mientras Saúl y Eliazar Emigdio eran conducidos a sus habitaciones por una mucama contratada para el servicio, iba junto a su hijo portando las toallas, el pequeño de seis años iba detrás de los invitados, tenían pocos meses de trabajar allí, caminaron por un corredor llegando a una amplia habitación con dos camas separadas, cada uno se sentó en su respectiva cama viendo los alrededores de la habitación, el paisaje era hermoso, aún se veía bosque por los alrededores, la cara de Saúl se arrimó al cristal de la ventana emitiendo la respiración salida de la nariz que se observaba en el cristal, la mucama dejó las pertenecías en cada una de las mesitas velador, el niño ayudaba a su madre, la mirada de los muchachos al pequeño era muy fija, el rostro de la madre del niño demostraba despreocupación, jovialidad y picardía de ello daba cuenta Saúl al ver a la mujer cómo en forma coqueta se trataba con Eliazar Emigdio, a la vez que Saúl emitía una amplia sonrisa al niño para entrar en confianza, a fin de cuentas estarían allí por varios días pues su padre decidió visitar las plantaciones del lugar, realizar un informe de las bondades y necesidades del sector para aplicar gestión en las altas esferas gubernamentales a las que él pertenecía, sobre todo se lucharía porque la luz eléctrica llegase al sector así como obras de infraestructura básica para todos, madre e hijo salieron de la habitación, Eliazar Emigdio había quedado prendado de las atenciones de la mujer de veintiséis años, ocho años mayor que él, se despidió con una coqueta sonrisa y al pequeño le acarició el pelo cosa que no le agradó guardando la compostura, al quedar a solas Saúl brincaba descalzo sobre la cama, Eliazar Emigdio miraba a través del cristal la amplia propiedad, se decía para sí mismo que era injusto que todo eso le perteneciera como herencia a ese niño que estaba brincando en la cama, lo regresó a ver con mucha seriedad de rostro fruncido, apretaba los molares, hacía puños, bufaba con los ojos bien abiertos, recordaba algo de niño, mordió los labios, se puso en pie dirigiéndose a la cama de Saúl, lo tumbó en la cama, se acostó encima de él diciéndole que era su mujercita y que ahora iban a jugar al papá y a la mamá, lentamente así acostado le fue quitando la ropa hasta verlo desnudo en su delante, Eliazar Emigdio se quitó la ropa y así los dos cuerpos desnudos daban roles en la cama, las pieles contrastaban, la piel morena clara estaba encima de aquella piel blanca infantil, Eliazar Emigdio besaba con alocada pasión a Saúl, sus besos recorrían su cuello, espalda, coxis y traserito allí se detuvo a besarlo repetidamente, la calentura era grande, los dos dando vueltas en la cama, los dos manoseándose los penes, trasero y dándose besos apasionados, Saúl todo lo aprendió de ese muchacho, gustaba dejarse llevar, era así su naturaleza, el muchacho lo había iniciado en su metamorfosis, no esperaba para más, lo encorvó botando saliva en la entrada del traserito luego de olérselo al niño, de inmediato ese tronco de pene entraba en el ano de Saúl, lo hacía jadear y gemir, primero lo hacía moverse despacio al pene para luego darle bombeo armónico, Eliazar Emigdio, sentía que lo penetraba con los ojos cerrados le decía al niño que se relaje, que como siempre todo iba a estar bien, el cuerpo de Eliazar Emigdio, se recostaba sobre la humanidad del pequeño Saúl, alzaba y bajaba la pelvis, la cara de Eliazar Emigdio se posaba sobre el pelo del niño cuyo mentón reposaba sobre el colchón de la cama, pudo ver las sábanas en el piso, mordía los labios al sentir dentro de sus entrañas ese pene que lo penetraba, bufaba ante tanto peso y movimiento, vio que las manos de Eliazar Emigdio, buscaban las suyas para entrelazar los dedos, era el momento en que Eliazar Emigdio, botaba el semen, y no se equivocaba, Eliazar Emigdio se detuvo y Saúl sintió dentro de su ano ese líquido seminal que se depositaba, fue muy rápido aquello que Saúl quedó con expectativa, esperaba que Eliazar Emigdio continuase, el niño deseaba más, quedó acostado boca abajo, sintió que el semen salía de su traserito, las manos de Eliazar Emigdio pasaban por la separación de los glúteos tomando un papel para que ese semen no llegase a las sábanas dispersas en la cama, Saúl hacía gestos de complacencia, Eliazar Emigdio sabía que el niño no había quedado satisfecho, luego de limpiarle el traserito y limpiarse el pene quitándose el semen se acostó sobre el niño que estaba quietecito, preguntándole al oído si quería más, el niño travieso con su cabeza asentía sobre las sábanas, sí, quería más, abrió los glúteos con una mano, con la otra Eliazar Emigdio fue metiendo sujeto el pene en el traserito del niño precioso, los gestos de Saúl era de complacencia, gemía levemente, no quería que se lo saque, deseaba siempre tenerlo allí, la metamorfosis en el niño era completa, el pene de Eliazar Emigdio hacía furor en los sentidos del niño, era el único chico al que se le había entregado, a nadie más, la debilidad del nene de ocho años era explotada por Eliazar Emigdio que lo tenía siempre sometido a sus deseos sexuales en todo el tiempo, desde que lo conoció muy pequeño era así, su autoridad como mayor imperaba, le sentía celos, sí, celos al niño por haber sido hijo de un rico, celos a Saúl por tenerlo todo a su alcance, sí, eran celos enfermizos a Saúl porque heredará una gran fortuna y él mientras tanto seguirá siendo pobre y quizá a futuro seguirá siendo su criado como ahora, seguirá siendo el hijo de una simple empleada de servicio y de un padre que nunca conoció, y que a mujer se niega a decirle su verdadero origen, sí, Eliazar Emigdio era un hijo de padre desconocido, por eso le hacía el amor con envidia, era el centro detonante de sus instintos sexuales para con el niño, lo manejaba a su antojo, Saúl había heredado un carácter de perfil bajo que a veces preocupaba a su padre notándole ya ese amaneramiento en su estilo de vida, Eliazar Emigdio seguía metiéndole el pene por el traserito diciéndole al oído aquellas frases hermosas que al niño le gustaba escuchar, así quietecitos se sentían sus cuerpos, Eliazar Emigdio encima del cuerpo de Saúl, se entrelazaron las manos, el niño vio esos movimientos de manos fijamente quedando en su mente pues Eliazar Emigdio le decía que cierre los ojos y que siempre recuerde esos momentos vividos, que recuerde siempre aquellos momentos en que es suyo, aquellos momentos de calentura, de sexo, de deseo carnal, más se acostaba sobre ese cuerpito infantil, el pene entraba en su totalidad en ese traserito de niño lindo todavía estaba húmedo de semen, lo fue sacando lentamente, quedó acostado sobre el niño por un rato, los dos estaban sin moverse, se sentían las pieles, Saúl había quedado complacido, Eliazar Emigdio se levantó de ese cuerpito, el pene rozaba la piel de los glúteos, pasaba por entre la separación de los glúteos, el glande rozaba el coxis y pasaba a delimitar la espalda infantil con su humedad, Saúl sentía ese roce con su carita sobre la cama, de repente con violencia se lo volvió a meter en el trasero, los movimientos fueron rápidos tanto duró que tanto el ano y el pene quedaron rosáceos, al rato lo sentó al niño con las piernas cruzadas en la cama, Eliazar Emigdio se paró en la cama y el pene lo pasó por la cara del niño, tiempo después le hacía abrir la boca diciéndole que pruebe de su propio ano, había restos de excremento y semen pero al niño no le importó y se introdujo el pene en su boca, ya para eso estaba bien adiestrado por Eliazar Emigdio, el niño cerraba los ojos haciendo sentir el pene dentro de su cavidad bucal, los labios definían el tronco del pene velludo, las dos manitos con dedos alargados de como si fuese de hembra tomaban ese tronco de pene, para que la punta de la lengua pase por debajo del tronco del pene haciéndolo así sentir a Eliazar Emigdio que era quien manejaba la situación sexual, Saúl lamía el pene de Eliazar Emigdio dando efectos de respiración, luego una leve tos, es que se lo había metido muy dentro de su cavidad bucal, Eliazar Emigdio complaciente de lo logrado quedó acostado en la cama, de lo que aprovechó Saúl para acostarse sobre el cuerpo de Eliazar Emigdio viéndose cara a cara, las manos de Eliazar Emigdio acariciaban los muslos y espaldas del niño dándose besos cortos, las manos de Saúl describían como hembrita a su macho los vellos del pecho de su iniciador, la carita del niño se posaba sobre el pecho velludo, Eliazar Emigdio olía el pelo de Saúl, sonreía, tenía en sus manos al hijo de uno de los hombres de negocios más importante del país de la canela, alzó su mirada viendo el traserito del niño con restos de semen humedecido en la piel, las pieles estaban sudorosas de tanto sexo, decidieron separarse, Saúl fue el primero en vestirse y salió a caminar por los alrededores viendo aún reunido a su padre en aquella amplia biblioteca, a su paso conoció a Hermes, el otro hijo de la empleada que lo atendió, el muchacho cordialmente se hizo guía mostrándole los alrededores, de lo alto de la ventana Eliazar Emigdio miraba a los dos muchachos caminando en dirección a las caballerizas, otros hijos de peones lo recibían al hijo del nuevo patrón dueño de la propiedad, rápidamente el pequeño Saúl hizo amistad con esos muchachos, los peones miraban el comportamiento alegre del niño, Eliazar Emigdio se recostó en la cama pensativo, estaba desnudo mirándose el pene que volvía a ponerse erecto le vino el pensar de aquella mucama, sonrió, en su mente estaba su rostro fijamente, tenía mucho para dar, se decía viéndose el erecto pene que se hacía de nuevo en ese volumen de carne velluda y venosa, de un impulso se vistió y fue a recorrer el lugar, sorprendentemente la vio en su delante, arrimado al árbol entablaba la conversación mientras ella estaba sentada desgranando maíz, al poco rato le ayudaba en la tarea, actitud que ella agradeció, el tiempo pasaba, el diálogo se hacía fluido y la confianza se incrementaba, la mujer fue por jugos para beber, se podía observar su jovialidad al momento de mover sus caderas al caminar, lo hacía de forma muy coqueta, le sonreía insinuante, el muchacho notaba esa actitud y sonreía a vista fija de esos movimientos, así como estaba sentado él era visto por los ojos de ella, sobre todo fija la mirada en la entrepierna del muchacho de dieciocho años, gustaba verle cómo el muchacho a propósito se rascaba el pene vestido mostrando lo amoldado de su pene en la tela del pantalón, lo hacía en señal de algo que él pensaba que se estaba produciendo, ambos se miraban la entrepierna, ella se abría más las piernas sentada en aquel taburete con la intención de mostrarse el calzón florido que llevaba puesto, en esas acciones entra su esposo el capataz a cargo de la plantación, había ascendido de puesto por su trabajo digno, contrastaba con el carácter de su esposa, él era más huraño, tenía una rígida presencia respetable, se lo había transmitido a sus dos hijos como ejemplo aunque algunas veces en la intimidad este capataz se dejaba llevar por su esposa en la forma de amarse íntimamente, ella lo perturbaba y él se dejaba, gozaban de sexo pleno siendo jóvenes aún, el hombre saludó ceremonialmente al muchacho visitante, para luego retirarse con unos arreos, la conversación entre ambos continuó, Eliazar Emigdio estaba satisfecho de ella sabiendo sus inquietudes, entre ambos la química fue fluida, ahora el pequeño Parcemón hacía su aparición, saludó al visitante de igual forma ceremonial como antes lo había hecho su padre, a satisfacción de su madre recibió elogios por lo bien comportado del niño en su educación, Eliazar Emigdio iba conociendo las costumbres de esa familia, acarició el pelo del niño que desde la primera vez que lo vio le pareció atrayente, era lo mejor hacer buena relación para los días que pasarían en ese lugar, los visitantes eran tratados de buen modo a fin de cuentas era lo previsible al tratarse de los futuros dueños y los trabajadores deseaban estabilidad, la relación se solidificada entre el muchacho y el niño, así periódicamente salían en caminata junto a Saúl, Hermes y con los adultos inspeccionando las plantaciones, unas veces en auto, otros a caballo y otras a pie, pero siempre presentes, el más servicial era el pequeño Parcemón, llevaba las cosas de Saúl y de Eliazar Emigdio, los niños se manifestaban más amistosos y llenos de confianza con los visitantes al pasar los días, igual la amistad se incrementaba entre Estela y Eliazar Emigdio, el tiempo lo distribuía atendiéndolo, a veces se encontraban cerca del río cuando cabalgaba por los alrededores de la propiedad, el río era el límite entre algunos terratenientes del lugar, sobre todo con las propiedades de Rodolfo Buonanote, el anciano que ostentaba con la mayor extensión territorial en la comarca, Estela lo recibía con fruta guardada en almíbar, Eliazar Emigdio le dijo que el patrón se iría con su hijo en los próximos días pero que él quedaba para observar el trabajo, le había dado confianza para aquello, la mujer sonrió felicitándolo por haber recibido confianza de aquel hombre prestante, así los días siguientes Eliazar Emigdio realizaba más seguido las visitas a la plantación donde quedaba ubicada la casa humilde de Estela, esto porque coordinaba tareas con el esposo de ella, era un hombre responsable, Eliazar Emigdio aprendía muchas cosas de él, la amistad entre ellos se hacía sólida, también con el hijo menor de la pareja, Parcemón con su calidez propia de su personalidad siempre a acompañaba a Eliazar Emigdio en sus caminatas y paseos, el niño tenía su propio caballo igual que su hermano Hermes, el niño jugaba en el pórtico de la humilde vivienda con otros niños, a Eliazar Emigdio le llamó la atención el material con el que jugaban, se trataba de pedazos de madera que reemplazaba a los acostumbrados carritos de juguete de hojalata de la época, los pedazos de madera era movidos por las manitos de los niños, en una ocasión el niño estaba solo jugando sobre un montículo de arena que con piedrecillas había hecho caminitos, se notaba la creatividad del niño al jugar, le atrajo verlo en cuclillas empujando un pedazo de madera simulando ser un autito de juguete, vio su raído short por donde se notaba el penecito del niño salido la punta del prepucio por un hueco de la tela, las manitos rascaban el traserito deslizando la tela del short para poder ver a medias los glúteos del traserito descubierto, la rayita de ese traserito excitaba a Eliazar Emigdio, mordía sus labios, en verdad que era hermoso ese traserito de niño bonito de cara, los pies eran atrayentes aunque eran muy polvosos llenos de tierra se notaba lo bien formados que tenía, pies muy parecidos a los de su madre, Eliazar Emigdio miraba con paciencia los movimientos del niño, vio que el traserito se abría más de lo normal en su huequito de entrada, le atrajo aquello, se acercó un poco más para verlo con detenimiento siempre a prudente distancia, sólo tenía puesto el short, las manitos llenas de tierra contrastaban con su piel morena clara, Parcemón no daba cuenta que era vigilado por los ojos de Eliazar Emigdio a prudente distancia, el niño giró su cuerpo y al verlo a Eliazar Emigdio desde el montículo parado abrió los brazos respondiendo a la iniciativa de Eliazar Emigdio de abrazarse, lo abrazó marcándolo y allí aprovecho del momento para tocarle el traserito con sus manos, los dedos pasaban por la separación de los glúteos de Parcemón que sintió con sorpresa, lo tenía abrazado y marcado con las piernitas que rodeaban la cintura, le hizo dar vueltas haciéndolo caer despacio sobre el montículo de arena, abrieron los brazos y de nuevo lo marcó, esta vez los dos penes vestidos se rozaron a la misma altura, de nuevo los dedos pasaban por el hueco del short rozando la separación de los glúteos, el niño miraba con extrañeza la jocosidad que se formaba en la cara de Eliazar Emigdio mientras que él observaba al niño que mostraba su rostro de sorpresa que emitía una forzada sonrisa con tinte de timidez, las manos de Eliazar Emigdio seguían rozando los glúteos del pequeño, animado a seguir sin resistencia lo atrajo más a su pecho y voluntariamente le salió darle un beso en el pelo, la nariz de Eliazar Emigdio rozaba el cuello del niño que instintivamente cerraba los ojos quedándose quieto, lo sostuvo de buna forma haciendo que sus cuerpos giren, la alegría apareció en el rostro del pequeño de seis años, Eliazar Emigdio comprendió que era ese el momento para más, se sentó sobre un tronco seco de madera cortada ubicado en el lugar y sobre él lo sentó al niño, ya cerciorándose de no ser visto por alguien que pase por allí se dispuso a acariciarlo de mejor forma diciéndole frases dulces, el niño quedito escuchaba, la nariz de Eliazar Emigdio rozaba aquellas mejillas infantiles, las manos se deslizaban por el short que el niño llevaba puesto, las manos llegaron a los glúteos, Parcemón sintió que un dedo rozaba la entrada del ano y algo penetró moviéndose instintivamente en sentido de protección, Eliazar Emigdio sacó el dedo del short llevándoselo a la nariz, su rosto reflejó una amplia sonrisa, el dedo lo tuvo unos instantes junto a su nariz de eso viendo Parcemón, Eliazar Emigdio le dijo al niño que estaba oliendo su traserito por vez primera, de pronto se escuchó el galope de caballo acercándose donde ellos estaban, el niño impulsado por Eliazar Emigdio se puso en pie yendo hacia el montículo de arena, al mismo tiempo que se acercaba el padre de Parcemón, se bajó del caballo saludando a Eliazar Emigdio yendo hacia una tina de madera a refrescarse el rostro y la cabeza, el niño corrió a abrazar a su padre rodeándolo de la cintura, los dos fueron en dirección del humilde hogar, Eliazar Emigdio quedó en el sitio viéndolos de espaldas que se apartaban del lugar donde estaba, emitió una risa irónica viendo el modo amanerado del niño al caminar con el movimiento de caderas, sacó un cigarrillo de la cajetilla, lo prendió para fumarlo, los golpes de humo contrastaban con la amplia sonrisa irónica ya que en ese momento pensaba en la madre del niño que había tenido en sus brazos hace pocos instantes, faltaban un día para que el patrón viaje a la capital del país de la canela junto con su hijo Saúl, Eliazar Emigdio quedaría entonces en el control de la propiedad, era una gran responsabilidad que el hombre de negocios le había encargado a un muchacho de recién cumplida la mayoría de edad, se notaba la confianza y el riesgo a la vez, esa mañana fresca del último sábado del mes de junio de 1960 Eliazar Emigdio despertó viendo a Saúl dormido plácidamente en la cama, eran muchas las mañanas en las que iba a acostarse a su cama para desnudarlo y cubiertos por las sabanas le hacía el amor al pequeño afeminado, esta vez no sería así, había despertado con el recuerdo de ese traserito de Parcemón, tan suave y tan con olor propio de niño de campo que ahora le atraía más que a Saúl como lo era antes, se sentó en el extremo de su cama viendo sus pies descalzos, un poco alzada la mirada para verse el pene erecto mostrado por la tela de su calzoncillo puesto, alzó los brazos estirándolos a la vez que bostezaba fuertemente, se puso en pie caminando hasta la cama del niño, se bajó el calzoncillo llegando a sus muslos, agitó su pene y ya bien erecto inclinó su cuerpo para que el glande de su pene roce la mejilla y labios del niño que pese al movimiento suave del glande no logró despertarle, jocosamente Eliazar Emigdio metió su pene en el calzoncillo, se cubrió con una toalla y calzó sus sandalias, al salir de la habitación bajó las escaleras saludándose con quien se encontraba a su paso por el baño, el sol golpeó de lleno su rostro y eso motivó para que su paso acelere, se vio enfrente de aquella mujer que desde hace tiempo era el centro de su atracción, aún presentaba juventud la mujer campesina esposa del capataz, el saludo fue atrayente y lleno de coquetería por parte de la mujer, intercambiaron sonrisas, Eliazar Emigdio continuó su camino, la mujer había notado el pene erecto amoldado en la tela de la prenda íntima de vestir, entró a bañarse, había decidido ir a ese lugar para sentirse mejor, al salir de la ducha vio a distante espacio al pequeño Parcemón de seis años con su hermano Hermes cargando madera caminando por los senderos de la plantación, iban descalzos, sudorosos, el pequeño hizo un descanso mientras su hermano mayor continuaba caminando, Eliazar Emigdio emitió una sonrisa al dejarse ver del pequeño, vio a los alrededores comprobando la soledad del lugar, solo los dos estaban allí sin que alguien se acerque o estuviese cerca del lugar, al apreciar aquello Eliazar Emigdio delante del niño se bajó el calzoncillo mojado mostrándole el pene peludo a un sorprendido Parcemón, su carita al disimulo miraba al piso con una sonrisa de timidez propia de niños como a su edad cuando ven algo nuevo e íntimo sabiendo que no es correcto más aun viniendo de ese representante del patrón en esa plantación, Eliazar Emigdio se agitaba el pene delante de un Parcemón cauteloso al mirar, luego se subió el calzoncillo acercándose al niño, le ayudó a cargar la madera al pequeño a la vez que él miraba la entrepierna de Eliazar Emigdio, se notaban las miradas, el niño quedó en la cocina con la madera dejada allí por Eliazar Emigdio, al paso salió a agradecerle por la mucha deferencia la madre del niño, Eliazar Emigdio dijo que era un placer ayudar al hijo de la mujer más preciosa de la comarca, esos halagos hacían impactos blandos agradables en la sensualidad de la mujer lo que le hacía más atrayente esa amistad, la sonrisa cómplice y el buen trato afirmaban su empatía, Eliazar Emigdio subió las escaleras, a su paso se encontró con el patrón saludándose cordialmente, ya entrado en la habitación vio que se encontraba solo, Saúl ya había salido, de inmediato a su mente vino la imagen del rostro del pequeño Parcemón y de la madre, sonrió, se vistió con la idea de galopar por los alrededores, se sentó a desayunar siendo atendido por la mujer de una forma más que amable, Eliazar Emigdio lo sintió así, continuó su camino hacia las caballerizas, eligió su caballo asignado, brioso salió galopando, desde la ventana que da a la cocina la mujer lo vio, estaba emocionada, se vieron sonrientes, el pequeño Parcemón corría detrás del jinete, el niño estaba descalzo con los pies polvorientos corrió un tramo más hasta detenerse viendo que el jinete se adentraba en el monte, el niño quedó parado viéndolo partir, Eliazar Emigdio seguía con la ruta prevista, deseaba estar por los alrededores de la propiedad, el sol se hacía con sus rayos muy intermitente al pasar por el bosque de árboles tupidos, tenía el deseo de estar en contacto con la naturaleza, se paseó por los árboles frutales llegando a los árboles silvestres, cerca de allí de un tupido bosque, sudoroso por el clima hizo un alto en un arroyo, el caballo bebía mientras él se recostaba debajo de un árbol viendo beber, suspiraba recordándola, saber que tendría ahora todo el tiempo en verla, que su angustia se diluía y nacía el ansia de estar con ella, saber que le correspondía a sus galanterías y que solo había de brecha entre ellos la presencia del esposo y sus hijos, se admiraba de saber que era muy esbelto el cuerpo de la mujer pese haber dado a luz a dos niños, la brisa del lugar y los sonidos del agua con el trinar de las aves le hizo relajar en sus pensamientos, se metió las manos dentro del pantalón, pensaba en ella, al darse placer en el pene deseaba tenerla allí mismo, en este lugar, prometió que así sería, siguió recostado por un momento más, vio a su alrededor, pensar que esto era de Saúl, este sitio al que trabajaría generándole riqueza a Saúl y a su padre, la relajación dio paso a la rabia, hizo puño y mordió los labios, el rostro se torna en seriedad, de un impulso subió al caballo, galopaba endemoniado, deseaba llegar a ese lugar, sabía que él estaría allí lo había visto solo por aquellos días, y no se equivocaba, allí estaba Saúl, en compañía de otros niños hijos de peones, estaba jugando, a casi medio kilómetro de la gran casona, el padre del niño había salido al pueblo a reunirse con los terratenientes, Eliazar Emigdio con su caballo estaban a cierta distancia del niño, le hizo gestos para que se acerque, el nene obediente se dejó subir al caballo, mucho gustaba montar, los dos jinetes tomaron ruta adentrándose en el monte ante la vista de aquellos niños, ya era mediodía para entonces, Eliazar Emigdio llegó al lugar donde había descansado antes, algo apartado de la gran casona, tanto así que se la podía desde las lomas poderla apreciar, vieron desde allí la extensión de tierra que el padre de Saúl había comprado para su hijo, el niño estaba delante de Eliazar Emigdio, sintió que manoseaban su trasero, sintió las manos de Eliazar Emigdio que se metían por su pantalón tocando la piel de sus glúteos, sintió por detrás que le besaban el cuello, cerró los ojos, sabía lo que iba a pasar y se dejó llevar por las manos y labios de Eliazar Emigdio, vio que su prenda de vestir caía al suelo, se veía cómo las manos de Eliazar Emigdio manoseaban el penecito tratando de ponerlo erecto, sintió por detrás en su traserito el paso del pene de Eliazar Emigdio, lentamente alzó los brazos viendo salir su camisa desabotonada quedando así desnudo completamente, se dejó caer lentamente en el suelo posando sus manos sobre su carita, sintió encima de su cabeza el mentón de Eliazar Emigdio y el golpe de la acelerada respiración en su pelo sedoso muy lacio, de pronto sintió en sus entrañas el glande de Eliazar Emigdio, las embestidas de pene en el trasero se hacían evidentes ante el movimiento de las caderas de Eliazar Emigdio en ese niño, le besaba el pelo mientras lo penetraba, también le decía que era su hembrita linda, se escuchó un leve crujir de rama seca que no motivó a alerta alguna de Eliazar Emigdio ni de Saúl, el uno preocupado de seguir embistiéndolo y el otro deseoso de seguir sintiendo ese pene dentro de su traserito, unos ojos distantes a ellos miraban la escena sexual, se trataba de la presencia de Parcemón quien había seguido a Eliazar Emigdio hace mucho tiempo detrás de él, así Eliazar Emigdio lo tenía sometido sexualmente al niño, Parcemón fijamente veía ese pene que entraba y salía del ano de un Saúl que mostraba cara de complacencia, como que quería más y más, eso asombró a Parcemón, presenciaba que el pene de Eliazar Emigdio en el trasero de Saúl le daba complacencia, los minutos pasaban y seguían en lo mismo, ambos cuerpos daban vueltas en el suelo, ahora Saúl estaba encima del cuerpo de Eliazar Emigdio, el penecito sobaba el pene de Eliazar Emigdio, mostraban los dos la expresión de alegría, Parcemón quedó inquieto viendo que los dos se besaban, que los dos se manoseaban el pene, que los dos mutuamente se chupaban el pene, vio que Eliazar Emigdio se sentaba y sobre él lo sentaba a Saúl, el trasero del niño así sentado recibía el pene para ser introducido por el ano, haciéndolo gemir al momento de que el niño cabalgase sobre la entrepierna de Eliazar Emigdio, el niño con pelo al viento se movía mucho ante la atenta mirada del escondido Parcemón allá en el monte, el niño continuaba así por unos minutos más, luego fue encorvado y sodomizado aún más en posición perrito, Eliazar Emigdio mostraba un rostro de complacencia total, sabía que ese traserito no lo disfrutaría por mucho tiempo así que era el momento de una satisfacción plena, Eliazar Emigdio se consideraba dueño del traserito de Saúl, porque fue su primer iniciador, el que le planteó la metamorfosis, el que ahora con esas acciones iba sustentándola, el pene salió con semen de ese traserito infantil, se acostó encima del niño besándolo repetidamente, el extenso sexo los había dejado exhaustos, la carita de Parcemón era reflejada por el sol entre la maleza del lugar, los vio vestirse y tomar la ruta de regreso montados en el caballo, para Parcemón haber visto eso significaba mucho el conocer la faceta de aquel amigo de su madre, Parcemón creyó que Eliazar Emigdio gustaba de hacer el amor a los niños, le quedó en su mente aquella escena de penetración, quedó rabada en su memoria el pene de Eliazar Emigdio, recordaba aquel pene que lo desvirgó en la capital, recordó ese pene manchado de sangre salido de su ano, cerró los ojos pensativo, al abrir los ojos los jinetes habían desaparecido del lugar, tomó el palo que llevaba consigo, caminó lentamente, iba estirándose el pene vestido a causa de pensar lo que vio hace poco, al llegar a la gran casona vio a Saúl jugando con los niños corriendo por el amplio jardín bien cuidado, lejos estaba Eliazar Emigdio recibiendo instrucciones del patrón, entró a la casona bebiendo fruta fresca, sentado desde la ventana los miraba, vio acercarse a Parcemón, vio que conversaba con su madre, de pronto el niño vio que la mano de Eliazar Emigdio rozaba la mano de su madre apoyada en la silla, la mirada cómplice de ambos se hacía notar en Parcemón cierta novedad, más, cuando vio que esas manos se entrelazaban y la mirada cómplice de deseo se mostraba en el rostro de ambos, para la mujer ni la presencia del niño significaba no seguir, subestimaba la edad de su hijo de seis años en cuanto a su criterio formado, por eso ella acarició en brazo de Eliazar Emigdio llegando a rozarle la mejilla, las sonrisas se ampliaron en ambos rostros, ante la mirada firme clavada de su madre el niño comprendió que debía salir del lugar, a pasos lentos salió cabizbajo, al verlo salir, se abrazaron y sin ninguna contemplación se entrelazaron las manos, unieron los pechos y su rostro se acercaba armónicamente el uno con el otro hasta que rozaron sus labios dándose el apasionado primer beso, Parcemón escondido a través de la hendija de la ventana trasera lo había visto todo, inocentemente pensaba seguramente que su madre con Eliazar Emigdio sostenían mucha amistad, no hubo para más análisis, pues unos amiguitos se acercaron a jugar, Eliazar Emigdio al escuchar por detrás de la casona el ruido de niños decidió dejar a la mujer salvando las supuestas apariencias, ella antes de despedirlo le dio un fuerte beso prolongado con lengua, momentos después se dirigía a su cuarto a meditar lo vivido.
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La mujer despertaba con su traje de dormir un poco ajustado al cuerpo, sudorosa estaba, con la miraba contemplaba, la pronta ansiedad le llegaba, la ventana viendo a su alrededor, armada de pasión por lo que estaba viendo, deseaba sentirse amada, su esposo dedicado por completo a los negocios en este último tiempo la tenía olvidada, se sabía de la fama de su compañero sentimental con las mujeres, seguramente andaba con alguna ahora, notaba que había salido temprano, sin despedirse de ella, sin un beso como al principio la había acostumbrado a hacerlo al levantarse y al acostarse, esa intensidad amorosa bajó notablemente, ahora en este momento se sentía sola, se bajaba las manos rozándose las suaves piernas, abría la boca en señal de desesperación sexual, sus pensamientos no eran ante en sano tributo hacia su esposo, qué esposo, ni algo así como esposo, ese hombre era simplemente su compañero sentimental, y su alternativa sexual cuando deseaba desfogar pasión simplemente y de ello había tenido como fruto ese hijo siendo dormida al momento en que se lo hacía, ella sentía que ese niño era el fruto de venganza y engaño de lo que es ahora su actual esposo, mientras que para él en los últimos días la pasaba contrariado, ya ni su hijo Alberto Venancio era el centro de atención como lo era antes para el hombre de saberse padre de ese niño precioso de nueve años que los cumpliría en los próximos días del presente mes de junio de 1960, para el padre se había terminado la admiración y apego a su hijo, en los últimos días era muy escaso el diálogo entre ambos, más se dedicaba Squeo a tratar asuntos con su hijo Contardo, la mujer desde prudente lugar muraba los hechos, el aburrimiento en la alcoba se hacía presa de aquello, de saberse solo su compañera sentimental y no tener los atributos plenos de señora de casa la mortificaban, suspiró profundamente como lo hacen aquellas necesitadas de amor en ese instante, sus labios eran humedecidos por esa lengua deseosa de pene, se arrimó lo más que pudo a la ventana situada en lo alto de la casona, vio el cuerpo de aquel chófer leal a su esposo, estaba en esa mañana limpiando el auto lujoso, había recordado que la noche anterior al bajarse de ese auto su esposo le pidió al chofer llevarlo para hacerle una revisión automotriz, Venancio y Amaranta los hijos de la mujer estaban en clase, se podía ver a cierta distancia la presencia de Reginaldo, aquel muchacho de piel canela nacido en agosto de 1946, le asistía al muchacho una característica de simpatía con la mujer que continuaba contemplando al chofer en su faena de limpieza, las manos se deslizaban por la suave tela de su vestido de dormir manoseándose la entrepierna, los labios continuaban siendo humedecidos por la lengua de la mujer, había perdido su pudor al saber la muerte de su esposo calcinado en aquella abacería, desde esa desgracia todo cambió para ella, luego la muerte de sus dos hijos la turbó mucho dejándola en brazos del que ahora es su compañero sentimental cuyo hijo Venancio los une, la mujer miraba con detenimiento cada acción del hombre, estaba sudoroso, miraba con detenimiento la piel brillosa que se manifestaba a través de los movimientos que hacía el hombre concentrado en su labor, la mujer vio a la empleada con un canasto en dirección a la gran puerta principal, era hora de hacer las compras en el mercado capitalino, la vio perderse a la empleada en la gran arboleda situada en la calle citadina, sonrió ampliamente continuando con su mirar hacia el hombre, se puso un chal ligero y de inmediato ella bajó así vestida las escaleras, se encontraba sola en casa, la empleada habría salido y su retorno sería en un par de horas, tiempo suficiente para hacer lo que se proponía, se le acerca coqueta al chófer quien la recibe sonriente y con una atenta venia propia de asalariados a sus patrones, a corta distancia de allí el joven jardinero saluda y está de salida hacia otro lugar del amplio jardín para su riego, llevaba en hombros las mangueras y azadas, el dialogo entre ambos amantes fue corto, se acercó a decirle algo al oído asegurándose de estar a solas, luego él asintió con amplia sonrisa, ella ingresó a la gran casona y él la siguió minutos después, el jardinero desde prudente distancia dio cuenta de lo visto, deducía aquello y lo hacía con un semblante de risa irónica marcada con discreción tapándose el rostro con su mano, tiempo después el chófer subía a la habitación donde la mujer del patrón Squeo lo recibía si atuendos, la encontró así, como algún día vino al mundo, completamente desnuda, acostada en la cama, su expresión parecía el de una gata mimosa deseosa de apareamiento, sí, su rictus así lo manifestaba, estaba deseosas, sumamente excitada, de sólo verla así sintió que su pene se ponía erecto significativamente, bajó su mirada al pantalón y luego la vio a ella que miraba su bulto de pene amoldado en la tela del pantalón, estaba muy sonriente, con sumo erotismo en su rostro que se delataba del deseo, el hombre se quitó rápido la ropa lanzándola al rincón de ese aparatado dormitorio matrimonial, era tanto el deseo que no dieron cuenta que la puerta quedaba entreabierta, ella lo deseaba y mucho, ya deseaba tener ese tronco de carne dentro de sus entrañas, el hombre la satisfacía haciéndole penetraciones prolongadas y rígidas como el tronco del pene latiendo dentro de esa vagina a lo que ella lo besaba con una intensa pasión desenfrenada, los cuerpos desnudos daban vueltas en la cama, deseaban seguir así siempre, ella le decía que lo esperaba siempre con ansias, que era el momento de amarse así de siempre, que no la deje, que no la deje, que la penetre, sí, que la penetre, y mucho, mucho, el hombre se limitaba a besarla con acalorada pasión, ella lo sostenía de la cintura, quería más, más y más de su macho viril, le apasionaba su sola presencia, su olor, su pene dentro de la vagina, estaba a mil, no deseaba que se lo saque, que se lo siga haciendo, que la coja, que la coja, que la coja, el hombre con gusto penetraba, sintió los flujos salidos de la vagina de su mujer amante y él se motivó a seguir penetrándola a la vez que la besaba con lengua, la puso en posición pies sobre sus hombros, así al instante de penetrarla fuertemente deslizando su pene por dentro de la vagina haciéndole sentir su hembra, él tuvo el instinto de eyacular con su pene salido de la vagina, pero ella sintió las intenciones así que mejor lo contuvo dejando que siga penetrándola y en ese accionar el hombre dejó todo su semen dentro de la vagina de la mujer, el latir de sus corazones daba ritmo a lo que ella recibía y de lo que él le daba a ella, se besaron apasionadamente sintiendo el latir de pene y vagina en suave armonía del hecho consumado, ella estaba feliz, se lo notaba en su rostro, ella sabía que estaba en tiempo de ovulación, sabía y lo quería, sí, claro que lo quería, con Squeo se cuidaba pero no con este chófer Ramón, desde que lo conoció en silencio lo deseaba tanto, tanto que esa acción importaba mucho para ella, ya antes lo había visto en short y visualmente había medido el pene grueso, lo quería, estaba decidida, lo deseaba tanto dentro de su vagina, ya para ese momento no importaba moral, el amor que tenía a los hombres murió al conocer la muerte del amor de su vida, su esposo, ahora, primaba el interés, el placer, el estar feliz siendo amada y deseada, el chófer seguía penetrándola dejando todo el humedecido pene de semen adentro de esa deliciosa vagina como le decía cariñosamente a la mujer que ahora estaba poseyendo, descansaron acostados exhaustos en la cama, al mismo tiempo a pocos metros de allí, Venancio y su hermana tomados de la mano llegaban a la casona, la jornada escolar del día se había terminado temprano pues hace pocos minutos había empezado una fumigación por cuestión detectada de foco de malaria por el lugar, los niños entraron en la gran casona, Amaranta vio a su amigo Reginaldo el jardinero, aquel chico de trece años, estaba en una actitud sospechosa que se mostraba en el rostro, por un tiempo corto sostuvieron una plática, ella miraba sonriente que el palidecido muchacho se venía agarrando el pene con estiramientos en la tela de su pantalón, Amaranta sonreía y discretamente le rozaba la mano por el pene vestido a lo que él se dejaba de la muchacha, mientras tanto a cierta distancia el pequeño Venancio fue en dirección al interior de la gran casona llegando a la amplia sala, tenía sed, bebió jugo de frutas en la cocina, se extrañó la ausencia de la gente del lugar, caminó subiendo la escalera llevando sus útiles escolares, de pronto escuchó unos gemidos provenientes del cuarto de sus padres, por la manera de oír aquello se imaginaba lo que estaba pasando en el cuarto con sus padres, decidió caminar lento y quedito tratando de no hacer ruido, sus deditos alargados pasaban por la pared, sosteniéndose de sus útiles escolares, ya pronto estaría junto a la puerta pensando que estaba cerrada, peo no, bastó con un leve movimiento de los dedos alargados de su mano derecha para que la puerta se entreabriera más de lo que ya estaba, lo que vio por la hendija de la puerta lo dejó pasmado, nunca se lo podría haber imaginado, ni en su más mínima idea se le hubiese podido ocurrir eso, estaba viendo a su madre sometida nada menos por el humilde Ramón el chófer de confianza nada más ni nada menos que de su padre Squeo, aquel hombre al que él también le tenía confianza por la forma tan seria y protocolar de tratarse con mucho respeto, sus ojos ya estaban bien abiertos y su boca de igual manera que al mismo tiempo mostraban su asombro de su carita disimuladamente escondida en la hoja de la puerta, discretamente no se dejaba ver por los amantes que estaban haciendo el amor, recordaba que esa misma postura ya la hacía con el “niño” y con su amigo Luciano allá en esa casa humilde donde antes vivía y de donde los sacó Squeo al saberse su hijo, ahora Venancio Alberto miraba el cuerpo sometido de su madre ante ese chofer humilde que la estaba penetrando cuyas piernas estaban en los hombros, ella se lo había pedido de nuevo que la penetre luego de estar recostados, aun el pene estaba humedecido de semen ahora que por segunda vez la embestía constantemente, le decía el chofer a la patrona que esa vagina era suya, sólo suya, y ella le decía que en verdad que era así, le decía al chófer Ramón de pene grueso y largo que desde ahora y siempre esa vagina era suya que le pertenecía, el niño observaba ese pene venoso, largo y grueso que estaba entrando y saliendo con rigidez en la vagina de su madre que mostraba en su rostro el placer absoluto de ser así sometida sexualmente por ese chófer, miraba a esa vagina humedecida, miraba esa vagina abierta de labios vaginales por efecto de las embestidas del pene del chófer, miraba esa vagina por la que Venancio alguna vez había salido naciendo luego de haber sido concebido, la mujer le pedía a su amante que la bese, se daban con lengua, Venancio no salía de la sorpresa, verla así a su madre como nunca se lo había imaginado con ese hombre, tenía sentimientos encontrados de deseos y sorpresa repentina, la sostenía de los muslos para ponerla rígida y así penetrarla de mejor forma haciéndola jadear y gemir con ese movimiento y postura sexual, los dos haciendo sexo ya estaban en el clímax pese a que habían hecho embestidas por largo rato, todo hacía suponer que lo disfrutaban a plenitud, se entrelazaron la manos y él le decía que era su hembrita y que la amaba mucho, en la mente de Venancio Alberto quedó fija esa expresión facial de su madre que consistía en una complacencia absoluta, ese rostro de su madre con gusto de lo que le hacían le permitía a él justificar lo que también hacia con los de su mismo sexo, ese rostro de complacencia de su madre al ser penetrada, la imagen de la madre así puesta en la cama sometida sexualmente hizo recapacitar la situación en Venancio Alberto, sabía que no era lo correcto pero sin embargo para su madre era necesario y estaba siendo feliz, sobre todo escuchaba los gemidos y pujes de ambos, era muestra que se deseaban, un impulso y bastaba para asustarlos y que dejen de seguir haciéndolo en su delante, pero no, más pudo en Venancio Alberto su vergüenza y se apartó lentamente de la puerta dejándola apegada, caminaba cabizbajo, iba tan inquieto y meditabundo que trataba de que sus útiles no se arrastren al suelo, tenía sentimientos encontrados pues se anteponía el morbo gustoso de haber visto a su madre que se entregaba gustosa a los placeres sexuales que el chófer Ramón le sometía, entró a su cuarto sentándose en el extremo de la cama a pensar lo que había visto, estaba muy extrañado, se notaba cabizbajo, se bajó la cremallera sacándose el pene erecto que en algo estaba y se había puesto así durante la observación de la escena sexual anteriormente vista, se pasaba el dedo por el arrugado prepucio de su pene virgen que cubría el glande, un pequeño liquido estaba en la punta del glande por donde orinaba, seguramente eran restos de orina una vez hecha antes de salir de la escuela, se paró sobre la cama cayendo de repente al colchón, se escuchaban los gemidos hasta su cuarto, se arrimó a la venta y vio a Reginaldo caminando alegremente junto a su hermana Amaranta en dirección a esa bodega de la trastería ubicada al fondo de la casona, el lugar apartado era de centro activo de trabajos de Ramón y Reginaldo así que mayormente ellos caminaban por ese sector, así que muy de pronto le vino la idea a Venancio de que algo pasaría, recordaba lo que esos dos hacían allá estando a solas en la casa en la que antes vivían en el apartado sector de la ciudad en la que el supuesto padre había construido, salió de su cuarto a paso lento escuchando los gemidos adultos y ese sonido del movimiento de cama, pasó por aquella puerta viéndola con inquietud imaginándose lo que estarían haciendo, se tapó las orejas con las manitos, bajó presuroso las escaleras y tiempo después ya se encontraba en el lugar, fue por la ventana que al desplazar un poquito la tela que la tapaba y así fue que pudo ver a su hermana completamente desnuda sometida a ese cuerpo de Reginaldo, le decía que le dolía cuando el pene estaba a la entrada del ano de la nena, Venancio Alberto miraba que el pene velludo de Reginaldo se deslizaba por los glúteos de la nena, de igual manera que a su madre, la cara de su hermana Amaranta mostraba complacencia relajada que para el niño aun eso era señal de aprobación absoluta, ya le había visto eso a su hermana en otras ocasiones en que cuando vivían en la humilde casa siendo más pequeño notaba esos gestos de su hermana, el muchacho aprendiz de jardinero cerraba los ojos moviendo los labios pasándose la lengua, estaba en todo su clímax, el glande rozaba los glúteos, ella también mordía los labios, Venancio había salido de una escena en minutos y ya se encontraba en otra, irónico, madre y hermana al mismo tiempo haciendo sexo, él testigo de lo ocurrido, en su hermana ya sabía que Reginaldo era su iniciador siendo ella tan pequeña, tenía la costumbre como ahora de encerrarse con él, le gustaba que como ahora le pase la lengua por la vagina sudada, era lo mejor del momento, ver a su hermana en el clímax a piernas bien abiertas, ver el pene de Reginaldo erecto suspendido en el aire acuclillado lamiéndole la vaginita de su hermana no tenía precio aquello, el niño tragó saliva, no dejaba de ver el rostro complaciente de su hermana, se dijo que desearía sentir aquello, desearía estar en su lugar, si, le vino la envidia sana a su subconsciente, le vino el deseo de metamorfosis, quería sentirse diferente, como ellas, como su madre con ese rostro de gusto y complacencia, como su hermano, con esos gestos faciales de aceptación y gusto, si, Venancio en ese mismo momento lo deseaba, e estaba gustando aquello, instintivamente se metió la mano dentro del pantaloncito corto estirándose el penecito lampiño, se manoseaba el pene dándose placer viendo el sexo entre Reginaldo y Amaranta, se llevaba el dedo a la nariz oliéndolo, en ese instante la lengua de Reginaldo pasaba por los glúteos de Amaranta y la nariz del muchacho pasaba por la separación de los glúteos de Amaranta, en eso que el niño se lleva la mano metida al pantaloncito corto sobándose el traserito imaginando su dedo como pene pasándoselo por el traserito caliente, el dedo medio pasaba por la separación de sus glúteos infantiles, se daba placer de nuevo, ahora el dedo lo olía con pasividad, no podía dejar de ver el rostro de su hermana, ese rostro que dibujaba deseo y pasión, ese rostro que mostraba gusto por lo que le hacen al cuerpo, las manos de Reginaldo pasaban a manera de masaje por los lomos de la muchacha haciéndola gemir con los ojos cerrados, Venancio pensó en el niño, él le hacía lo mismo mientras pasaba las manos por la espalda, Reginaldo se acostó sobre ella besándole repetidamente ese pelo sedoso, ella gustaba de sentir aquello, Venancio seguía con atención el rostro de su hermana, ahora Reginaldo acuclillado estaba delante de su hermana que abría la boca haciendo sexo oral y al poco tiempo del glande salía semen que se impactaba en el rostro de la pequeña que no paraba de reír complaciente de lo que había hecho, súbitamente se acostó sobre Reginaldo dándole besos, los dos reían, ambos cuerpos desnudos estaban sobre el piso dando vueltas sin dejarse de besar esos rastros de semen, Venancio reía viéndolos así en el piso, tendría clara su definición de aquí en adelante respecto al sexo, pensó que debería ir más allá y sentir lo que debería sentir a lo que hasta ahora no lo había podido hacer, en otras palabras, su determinación por ser otro era la prioridad en este momento, estaba con ganas de hacerlo, para él se le hacía necesario el probar más allá de lo que había probado, el rostro de su hermana y de su madre lo inspiraron, qué mejor manera que lo inspirase su propia sangre, con determinación se apartó del lugar, a su paso de regreso a la casona cruzó camino con Ramón que salía presuroso arreglándose la ropa, Venancio se detuvo viéndolo al chófer de espaldas, lo miró de pies a cabeza, aún la camisa se la iba arreglando, alzó la mirada sorprendido de verla a su madre asomada en la ventana, no creyó ya en la sonrisa cordial que le mostraba ante su presencia, sabía Venancio que su madre realmente se asomaba como interés verdadero en verlo a Ramón, eran amantes, lo sabía, pero debía callar pues conocía el carácter agresivo y malévolo de su padre, temía por lo que le pudiese hacer a su madre, sabía que al enterarse l mataría, sin lugar a dudas, entonces callaría, como lo venía haciendo con su hermana desde años atrás cuando supo esa relación sexual con Reginaldo siendo ellos aún niños, el pequeño subió las escaleras pasó por el cuarto de su madre para saludarla, la mujer acarició el rostro y pelo del pequeño, su amor maternal estaría por encima de todo, cuando su carita se posó sobre su regazó pudo oler el semen de la vagina de su madre, no había duda que el chófer había eyaculado dentro de las entrañas de su madre, se apartó instintivamente d forma disimulada y discreta en señal de rechazo al olor, recibió un beso en su frente infantil, y ya llegando a su cuarto se recostó en la cama, pensaba con los dedos entrelazados posando sobre su abdomen, era mucho lo que Venancio Alberto había presenciado aquella mañana, todo le turbaba, le inquietaba el hecho de haberlas visto así sometidas al sexo de sus amantes, él también quería eso, lo deseaba, en su mente y corazón lo deseaba en verdad, no solo crecía su cuerpo sino también su razonamiento, deseaba pasar esa línea impuesta por sus temores y emociones, pero ahora ya no más, su madre y hermana lo inspiraron, entreabría los ojos y pensaba en Luciano, su iniciador en el sexo, pensaba en lo que él estaría haciendo ahora.
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Su mirada por la ventana decía mucho de su ansiedad, miraba aquella humilde casa deshabitada, cuantos recuerdos allí en aquel tiempo pasado en el que vivió aquel niño al que lamentaba no había podido desvirgar desde la primera vez que lo conoció desnudo en su cama, recordaba aquella vez que llegó a vivir a esa casa cuando vino con sus padres y hermanos, días después se hizo mayor el acercamiento entre ellos y se hizo más fluido, aún más hubo acercamiento, la vez en que a raíz de la muerte del padre y hermanos, Luciano enseñaba al niño en su casa, quedando a su cuidado de los niños mientras la madre iba vendiendo comidas ambulantes, así pensaba Luciano respecto a Venancio en cuanto la vida realizada, así penaba en aquel niño hermoso que lo tenía siempre en su mente, ahora sólo quedaba recuerdos de aquellos momentos de encuentros sexuales con el niño, Luciano miraba con fijación aquella casa de lotización apartada de la ciudad, vio aquellas ventanas por donde Venancio Alberto se asomaba brindándole las sonrisas cautivadoras, vio aquella puerta hoy descolorida donde el niño con únicamente short puesto se arrimaba brindándole desde allí las más inocentes de las sonrisas, vio hacia aquel árbol en donde lo vio en innumerables veces lanzando orina con el short bajado y la remerita sostenida por sus manitos a la altura de su estómago donde se mostraba la pelvis y parte del ombligo al descubierto, miró al interior de su habitación con dirección a su cama, suspiraba de solo pensar lo que en ella había hecho con el niño e tantos encuentros sexuales, de sólo pensarlo el pene se ponía erecto, sonreía de sólo pensarlo, lamentaba no haber consumado aquella sodomía con el niño bonito, se preguntaba en qué momento se le pasó por alto o haberlo hecho completamente suyo, estiró sus brazos en señal de pereza, al mismo tiempo que bostezaba vio su short que tenía puesto con su pene erecto producto del estiramiento, el glande salía por una manga del short ajustado, su remera de fina tela contrastaba de color con sus sandalias cerradas de moda en aquella época de principios de los sesenta, el sol matizaba la polvareda levantada por los vientos productos de calor y frío, a distancia se veían dos niños jugando a las canicas, no se inmutaban por el viento y polvo imperante, llegó otro niño a jugar con ellos, Luciano miraba a la calle viéndolos jugar, vio que el niño más grande que llegó a jugar lo acostaba al suelo al más pequeño a manera de jugar a las luchitas, Luciano sonreía viendo eso, el niño más grande se retiró montándose en el cuadrante de la bicicleta de un amigo que lo llevó a jugar en la cancha ubicada a centenares de metros más adelante, esa cancha era una obra superflua hecha por el gobierno departamental, los dos niños se levantaron del lugar poniendo sus canicas en sus bolsillos, Luciano vio una lata de metal que otrora fue de galletas en la que dentro de ella guardaba algunas canicas, miró el recipiente y giró su cuello, ya los niños no estaban en la calle, le vino un sobresalto de curiosidad, deseaba saber dónde estaban, se asomó a las ventanas y nada de verlos, se sentó a esperar, y al paso de varios minutos, el niño más pequeño aparecía cabizbajo con sus manos tomando su traserito, el niño de mayor porte iba arreglándose el short estirándose el pene vestido, le apuntaba con el dedo amenazante al niño más pequeño que recibía esa orden muy cabizbajo, como que le amenazaba con el dedo, advirtiéndole de algo ya hecho hace poco y que debe ser guardado en secreto, Luciano así interpretaba qué hicieron y cuál fue el activo y el pasivo, sonrió de sólo ver que el niño más pequeño se sentó en la acera de la calle, estaba pensativo, su mentón apoyado en las rodillas que estaban juntas y sus deditos garabateando la arena de la calle, el otro niño se dirigía a su casa lejana del lugar al mismo instante en que se acercaba un niño montado en bicicleta llevándolo para su hogar humilde a muchas cuadras de allí, al sentarse sobre el cuadrante de la bicicleta muy alegre seguía con estirar su pene del short asustado que llevaba puesto, mostraba la pobreza social a la que representa, sus sandalias polvosas quedaban al aire con sus pies agitados, tanto así que detuvo la bicicleta pues sus sandalias salían de sus pies, el niño aún sentado lo veía desde su lugar en la calle polvosa, ya se retiraba en la bicicleta, quedaba el pequeño en meditación llevándose la mano al traserito, Luciano los conocía a ambos, y lo siguió viendo al niño por un instante hasta perderse en el camino largo polvoriento del lugar, el pelito del nene pequeño estaba despeinado por costados y detrás, se notaba la tela de la espalda de la remera arrugada, parecía que se había acostado el niño de la bicicleta sobre su amiguito, el pelo que estaba despeinado crecido y moviéndose al viento cubría la frente del pequeño pudiéndose ver en parte sus ojos, el niño pensativo miraba la puerta de su casa que quedaba enfrente donde se había sentado, estaba cerrada, de allí había salido con su amiguito hace poco, en su cuello estaba el collar de tela amarrada a ella por una llave, de ese lugar había entrado y salido por insinuación de su amiguito, Luciano lo miraba con expectación, tenía la necesidad de hablarle, se trataba de Leobardo Tiburcio, nacido en 1953 amiguito de Luciano, sus nombres respectivos de sus abuelos materno y paterno, su madre lavandera y su padre en la cárcel desde 1956, le hizo señas desde la ventana para que se acerque, el niño que portaba las polvorosas sandalias caminó hacia la entrada de la casa de Luciano de la Sierva, preguntó por la madre a lo que el niño contesta que estaba de trabajo de lavandera en casa pues como siempre desde hace tiempo algunos autos llegaban a su casa para levarla a que lave en esas casa de ricos, hoy no había sido la excepción, pues hace pocas horas de un auto lujoso salió un bien uniformado chófer que la conducía a su trabajo dejándole la llave a custodia de casa prometiéndole como siempre a su regreso traerle los más exquisitos dulces y comida, Luciano se limitaba a escuchar la narración del crío, sonreía viéndole hablar, a ratos llamaba a enternecer su relato, más al hablar de su padre de cuanto lo extrañaba mostraba nostalgia pese a saber y conocer poco de él, le invitó a pasar al cuarto, comprendía el adulto que la madre del pequeño vendría en varias horas, casi así era la vida siempre del pequeño, a veces no entendía por qué no iba con ella, lejos estaban de saber Luciano y el niño lo que aquella mujer realmente hacía en su “trabajo” pues en ese mismo instante a larga distancia de allí en un creciente sector residencial capitalino ese auto que llevaba a la mujer entraba por el portón que daba a una gran casona capitalina, tímidamente y con cautela bajaba del auto, desde lo alto de un piso con vidrio un hombre con solo tener puesta la bata de baño fumaba una pipa elegante y brillosa al sol, miraba el recorrido de la mujer al interior de la gran casona, el humo vertido chocaba en aquellos bigotes de amplia sonrisa, el chófer cierra la puerta ampliando su sonrisa irónica pensando en lo que a futuro tiempo haría la mujer dentro de la casona, se había pactado la cita para esta hora, el hombre se había despertado recientemente luego de fastuosa ceremonia, pertenecía a la gran esfera de gobierno, ansiaba tenerla, el chofer quedó arrimado al lujoso y brilloso auto, la mujer tocó delante suyo a una gran puerta a la que un mayordomo solícito abrió con desobligo, la mujer se dejó llevar, aunque el lugar era muy conocido para ella, ambos se detuvieron de frente a una puerta de una muy bien decorada habitación, antes de abrirla el mayordomo le dijo algo al oído, ella hizo movimientos negativos con su cabeza, ante ello, el mayordomo tocó avisando la presencia de la visitante, sólo se escuchó del interior un “adelante” lo que hizo entrar a la mujer con vestido simple, allí en su delante estaba aquel hombre que al verla deslizó las persianas quedando la habitación en media penumbra, la mujer dio unos pasos hasta estar con él, las manos del hombre recorrían los hombros y brazos de la mujer que estaba ya rígida para ese momento, los labios y bigote recorrían los pezones de la mujer que veía cómo las manos de su amante deslizaban el sencillo vestido puesto, las manos del hombre deslizaban esa ropa interior, ella vio cómo el hombre ponía en una silla la bata de baño quedando completamente desnudo, se arrodilló delante de la mujer deslizándole el calzoncito rojo que por insinuación de él llevaba puesto, se lo había comprado para la ocasión y se lo había regalado junto con otras prendas de bisutería en el último encuentro que habían sostenido ambos, aquella prenda se deslizaba mostrándose la vagina depilada afeitada a gusto del amante, la acariciaba para pasarle la lengua, siempre así, eso le gustaba mucho, hacer sentir a sus mujeres visitantes, se para enfrente, ambos vieron el pene erecto que rozaba la vagina depilada a gusto del amante, el beso vino fulminante, apasionado, con gusto para él, con recelo para ella, caminaron así abrazados besándose apasionadamente acostándose lentamente, estaba acalorado, deseoso de sexo, ella era pasiva, se dejaba, le metió el pene dentro de la vagina, la hizo gemir, ambos pelos de la pelvis se rozaban sintiendo la humedad, hizo un alto, la sentó al extremo de la cama le hizo abrir la boca y en su delante le metió el pene diciéndole que pruebe su vagina, a qué sabe, la mujer resignada se dejó hacer, pensaba en su bienestar económico, ya lo había intentado por lavar ropa, pero no era suficiente, creía que esto era suficiente, seguido a ello la tumbó en la cama y le abrió el trasero para olerlo y meterle el pene, ella bufaba, todo adentro, latían, entraba y salía con restos de excremento, ella gemía muy seguido ante cada embiste, se notaba en la pared a tras luz los dos cuerpos tendidos en la cama con desnudez, se notaba la cadera que alzaba y bajaba esa silueta masculina, el placer se hacía amplio para él, había conseguido lo propuesto en sus sueños húmedos, se cumplía aquel deseo de dejarle semen dentro del trasero de la mujer así no la empreñaba, se cuidaba de aquello, hacía el sexo limpio sin protección y ese era uno de ellos, lentamente lo fue sacando, ella quedó así en la cama tendida quietecita, vio a su amante agitarse el pene, metió su rostro entre las sábanas, se sentía sucia, siempre así, siempre terminaba así, oliendo el perfume viril de aquel amante por tiempos, la mujer fue tocada de hombros, era señal de que abandone la cama, se vista y espere a que el hombre de su bolsillo saque unos billetes de mediana denominación, ella estira la mano y los mete en los bolsillos de su vestido ligero, el hombre aún desnudo toma el mentón de la mujer diciéndole al oído cuándo verse, la mujer asintió y salió de la habitación no sin antes ver el rostro complaciente de ese prestante hombre, caminó por los pasillos, su mirada incierta, su ánimo en parte complaciente, tenía para comer bien, recordaba la promesa a su hijo, ya estaría pronto con él, mientras tanto, a media docena de kilómetros de allí Luciano acariciaba el pelo del niño sentado junto a él en el sillón de su casa, miraba la entrepierna infantil, de cómo las manitos del niño rascaban el pene vestido, seguramente producto de lo hecho anteriormente, seguramente era instintivo, intercambiaban sonrisas, de pronto los dedos de Luciano recorrían las piernas del niño, se dejaba, sabía a donde llegar, vio los dedos polvosos de los pies metidos en las sandalias también polvosas, vio el penecito cómo se ponía tieso cuando le acariciada los brazos, se miraron, luego miraron la mano de Luciano cuyos dedos deslizaban el short estirándolo un poquito, sonrieron vendo el tieso pene lampiño, cuya punta estaba rosácea, lentamente lo puso en su sitio, Luciano estiró su prenda de vestir simple dejándose ver el pene peludo erecto, le dijo que estaba iguales de tiesos, el niño no dejaba de ver ese pene que le llamaba la atención, tomó la manito del niño para que la pase por el pene erecto así sentados como estaban, lejos de la gente, le dijo que le regalaba una gaseosa a cambio de ir allá, Luciano con la mirada indicaba el lugar donde estaba la cama, se pusieron en pie, estiró la mano tomándolo de la mano al niño yendo a la cama, delante suyo se vieron deslizarse la ropa, el nene se encorvó en el extremo de la cama, todo era silencio, las manos de Luciano pasaban sutilmente por la piel de los glúteos del nene haciéndole leves masajes, lentamente la abrió a la separación de los glúteos y empezó a olerlo, abrió más viendo ese huequito del ano con pocas huellas de excremento, aún virgen se lo veía, puso saliva, deseaba que el niño sienta su pene, recordó a Venancio, su hermoso Venancio Alberto, aquel hermoso niño, sin embrago allí estaba la figura de Leobardo Tiburcio encorvado con el trasero al descubierto y ahora sintiendo el pase del glande de Luciano por sus glúteos, gemía al sentir el intento de penetración, le decía que le dolía, que ya no más, pero Luciano insistía, lo tenía tomado de los hombros, el pelo delos testículos rozaba los glúteos y de ello sentía Leobardo Tiburcio con cierta resignación, el acto sexual fue interrumpido ante los gritos del llamado que le hacía ese niño grande a Leobardo Tiburcio pues había regresado en la bicicleta y desde la calle lo llamaba, Luciano le dijo que no se moviese, que ya seguramente se fuese el niño grande cansado de tanto llamarle, la mirada de Leobardo Tiburcio se centraba en la entrada de la puerta, le dijo que desde allí se veía la puerta entreabierta a la calle y tenía miedo de ser visto, Luciano de unos saltos grandes fue a la puerta cerrándola totalmente, los llamados seguían, Luciano continuó pasando el pene por encima de los glúteos, como sea deseaba desfogar y así lo hizo pues Leobardo Tiburcio sentía en su espalda el recorrido del semen de Luciano, se quedó quietecito, el papel deslizaba la piel de la espalda del niño, lentamente lo puso en pie viéndose vestir hora, fue a la cocina ligera y le dio una gaseosa a la que el niño alegre la bebía con disfrute, fue a sentarse en la acera de la casa, se le unió el niño mayor quien le pidió un sorba, desde la ventana semi oculto Luciano los miraba sentados disfrutando la gaseosa, el amiguito mayor le dijo a Leobardo Tiburcio para pasear en bicicleta por los alrededores, el nene aceptó, Leobardo Tiburcio entró a la casa entregándole la gaseosa con amplia sonrisa, Luciano hizo a un lado la botella vacía y marcó al nene dándole un beso prolongado, mientras la manos se metían por la tela donde estaban los glúteos, le dijo que guarde el secreto y que cuando desee algo que se acerque, el niño con timidez aceptó moviendo afirmativamente la carita pasándose la manito por los labios quitándose el resto de saliva quedada por los besos con lengua que Luciano le había dado, el niño grande desde la calle lo llamó para pasear, Luciano desde la ventana los veía, era el mismo muchacho que tiempo atrás había hecho sexo por los baños de su casa a Hermes, el hermano del desvirgado Parcemón, recordaba a ese niño con ansiedad, era al único al que había podido desflorar el traserito, ahora en mente estaba Leobardo Tiburcio, quien seguía montado en la bicicleta, de pronto que el auto lujoso se acerca, saliendo él su madre, tenía comida encartonada, el niño pidió a su amiguito que se detuviese saliendo en carrera a recibir a su madre, el atento chófer miró con fijación al humilde nene, pudo reconocer por sus facciones asociándolo a alguien conocido, sí, alguien mu conocido para él, no cabía duda alguna que el pequeño se parecía a su padre más que a la mujer que se había bajado del auto al ver la atenta mirada de ese chófer la mujer abrazó al nene intentando ocultar la carita pero sería tarde, el chófer se bajó del auto, se acuclilló delante del niño que lo miraba con mucha atención y desconfianza, que se iba diluyendo ante la atenta sonrisa del chófer sacando del bolsillo un billete de mediana nominación dándole en manos del niño, Leobardo Tiburcio agradeció el gesto del hombre seguía abrazado a su madre, el chófer lo miró por largo rato, felicitó a la mujer por el hermoso niño que tenía, ella se limitó a verle fijamente, se retiró girando sobre sus talones, esa escena tanto al amiguito mayor del niño como a Luciano llamaron la atención; lejos de allí el hombre seguía acostado desnudo sobre su cama, de su rostro salía borbotones de humo de tabaco caribeño de la mayor de las Antillas, sonreía ampliamente, pensativo, se miraba el erecto pene, lo acariciaba, aun había rastro de semen, lo tomó con el dedo lo olía, vio los cuadros de su alrededor, ningún niño en aquellos, resignado respiraba hondo, ya iba para su edad adulta, deseaba sucesión hereditaria, su mujer no podía, ella pasaba de viaje en viaje, a veces con él, le vino la seriedad a su rostro, se sentía solo, le había planteado adoptar a un niño pero se negaba, desde hace mucho tenía la idea de ser padre, por un rato pensó en aquella mujer, sonrió negativamente de esa posibilidad, ella no, la última opción para entonces sería, sonrió, recordando la imagen del rostro de aquella mujer, siguió probando su puro antillano, las meditaciones ahora pasaban a su relación familiar, muchos conflictos, muchos crímenes adornaban la estirpe, muchas luchas por el poder por lo que hasta adonde ahora había llegado, de pronto el timbre suena, el altavoz anuncia la presencia del chófer, le dice que lo espere en la biblioteca, al abrir la puerta el chofer en estado ceremonial lo recibe con atenta venia, recibe la noticia de lo que había presenciado con respecto al niño, no había duda, el perecido lo delataba en parentesco, el hombre saltó de la silla con asombro teniendo sentimientos encontrados, le dijo que de inmediato irían a verlo, pero se contuvo de repente pues recordaba sus situación, simplemente recordaba a ella, sí, ella, esa mujer a la cual poseyó hace minutos, aquella maravillosa mujer, sin duda tenía algo que seguramente le pertenecía, su perpetuidad, su alegría se fue diluyendo, simplemente puso su mano sobre el hombro de su atento y fiel chófer que tenía su amistad desde niño y así aquel hombre acaudalado regresó a su habitación a beber copiosamente festejando esa leve posibilidad, diciéndose que así muchos nenes se parecen pero nada más, pero la incertidumbre del acierto lo atormentaba, pensó que el tiempo daría solución a su incertidumbre, tomó el teléfono llamando a una mujer quien aceptó estar con él en próximas horas, su mujer estaba de viaje y su “soltería” la disfrutaba con mujeres que a cambio de monedas daban amor condicionado y convencional, algo que desde hace mucho tiempo su mujer no le daba, esa era para la noche, así pasaba su promiscuidad sin amor definido, la servidumbre ya estaba advertida, una indiscreción y ello significaba despido, el hombre mostraba mucha autoridad en esa casona residencial, amaba a su mujer pero también amaba mucho el sexo.
FIN DEL DUCENTÉSIMO DÉCIMO EPISODIO
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