METAMORFOSIS 212
Ronroneo.
La niebla se alzaba sobre la tupida vegetación que rodeaba la humilde ramada, los rayos de sol daban paso a la claridad del lugar, los gallos cantaban dando la bienvenida al nuevo día, era una mañana inusual con garúa y sol, cuando esto se daba se decía que el diablo y la diabla se casaban, la mano de Ana desplazaba la tela que cubría la ventana dándose a la cara los primeros rayos de sol entrantes en la madrugada que fenecía, apagó las velas encendidas dejando un fuerte olor de glicerina quemada, los rayos de sol entraron por esa ventana llegando al rostro de Renata que se encontraba ya con los ojos entreabiertos bostezando y con los brazos estirados, vestía un simple camisón, se sentó cabizbaja en el extremo de la cama, estaba pensativa viendo a su alrededor, se vio los pies, las uñas deberían ser cortadas se dijo interiormente ante su descuido personal, le vino una comezón a la ingle al ponerse de pie, luego su mano se deslizó a la entrada de la vaginita lampiña de siete años ya cumplidos, la nena tenía una comezón insistente producto de una laceración, se rascaba y miraba hacia donde estaba acostado su padre, recordaba con temor lo que había pasado hace pocas horas en esa madrugada estando dormida fue despertada por su padre en silencio, el borracho le hizo señas que mire el pene erecto salido del calzoncillo, le pasó el glande erecto por los labios y luego la llevó de la mano bajando las escaleras rústicas de la ramada, le iba diciendo que haga silencio que su madre y hermana estaban durmiendo, descalza caminaba junto a él habiendo sido cuidadosa con sus pies de no hacer ruido en el entablado para que su madre se despierte, caminaron hacia un lugar seguro por el granero cercano al gallinero, había una improvisada cerdera improvisada cercana a ese lugar, la hizo acuclillar él sacando el pene erecto le hizo que se lo meta en la boca infantil, se iniciaba así el incestuoso sexo oral, el padre estaba satisfecho sintiendo ese paso de la lengua por el glande, le dijo que siga con ese movimiento de lengua por debajo de sus testículos, la saliva quedaba impregnada en los pelos del pene, luego de verse el pene ensalivado le hizo sacar el camisón mostrándose desnuda, se maravillaba viendo esa vaginita lampiña bien descubierta a efecto que tenía parada con las piernas abiertas, esas piernitas bien formadas, esos dedos bien formados y esos labios carnudos con el rostro heredado genéticamente de su madre de igual forma que su hermano Renato, el hombre empezó a manosear el cuerpo a cada centímetro, bajó la mano por el cuerpo de Renata así la punta del dedo rozaba la entrada de la vaginita en los labios vaginales, el borracho incestuoso se los llevó a la nariz para olerlos, luego le hizo que lo huela la pequeña diciendo que huela su vaginita, de inmediato la hizo acostar lentamente sobre la paja recogida como si fuese una cama improvisada, le hizo abrir de piernas, la cara rozaba los muslos de la pequeña, unieron los cuerpos, hizo que el pene roce sobre la vaginita, unieron las mejillas él un poco encorvado, el roce se hizo frecuente, él ya sentía que debía acabar o eyacular pero se contuvo haciendo que la pequeña ponga su pecho y cara más adecuadamente sobre el suelo, Renata sintió los labios de su incestuoso padre que recorrían su piel a base de besos, la ladeó y así sus glúteos también eran besados constantemente, sabía luego lo que iba a pasar y no se equivocaba pues sintió el paso del glande entre sus glúteos, sentía molestia cuando el glande llegaba a la entrada del ano queriéndolo penetrar pero era en ese momento que Renata trataba de zafarse del cuerpo de su padre al que estaba sometida, el padre le pidió que se quede quietecita, que iba a hacerle lo mismo que a su madre, Renata ya estaba sintiendo ese roce del pene en su traserito, de repente sintió el deslizamiento del líquido por la piel de su espalda, era el semen tibio que se mostraba saliendo del pene, lentamente el hombre se apartó de Renata, agitó el pene así en pie ordenándole a la nena para que se ponga de pie así le limpiaba el semen dejado en la espalda, se acuclilló para besarle el traserito, luego le ayudó a ponerse el vestidito, dieron unos pasos tomados de la mano y se detuvieron en la letrina, él de pie micciaba y ella lo hacía acuclillada escuchándose el sonido de salida de la orina por esa vaginita, el padre de Renata sonreía pensando que aún esa vagina no había sido penetrada de ahí ese sonido, una vez terminado de micciar la marcó dándole besos arrimada de espaldas al carrizo de la letrina, ella se dejaba como que en parte le gustaba aquellos besos, lentamente la fue bajando para salir luego de la letrina e ir a la ramada, subieron la rustica escalera y dando pasos sigilosos sobre el entablado llegaron a sus respectivos catres, Ana y su hijito Renato seguía profundamente dormida en el momento en que el esposo se acostaba, Renata miraba al hombre, sintió picazón en su ingle y vaginita, se llevó la mano al traserito un dedo lo olió percatándose que aún quedaban restos de semen, así de a poco conciliaba el sueño pasándose el dedo por la nariz, el hombre a la distancia la miraba sonriente, le dio un beso en el brazo a su mujer Ana que estaba acostada junto a él, los pensamientos de hace horas se diluyeron cuando Renata se acercó a la ventana dejándose su rostro impactar de la garúa y los rayos de sol, respiraba hondo ese aire puro, abría sus ojos sintiendo el los rayos de sol en mezcla con la humedad de las gotas de lluvia que se deslizaban en su rostro, sintió a su lado la presencia de su padre que apoyaba su rostro en la cabeza de Renata, desde esa ventana vieron a su madre en el suelo que tendía la lona con ropa para lavar, la iba clasificando en bultos pequeños, de pronto Renata sintió la mano de su padre en uno de los glúteos de su traserito infantil, luego sintió el deslizamiento de esa mano por todos los glúteos, se giró para verse de frente, bajó su mirada para ver el pene salido del calzoncillo de su padre, desde arriba de la ventana vio a su mujer que entraba en el gallinero y allí aprovechó para acuclillarle para lamerlo y chuparlo intensamente, él arrimado a la ventana miraba al gallinero abrazando por detrás a Renata cuyo pene lo deslizaba a movimientos de cadera sobre el culito de Renata cuyo calzoncito estaba a la altura de los tobillos, luego dejó de hacerlo al ver salir a su mujer, la niña se posó junto al padre en la ventana y ambos sonreían viendo hacia abajo A Ana, ahora la pequeña Renata sentía el pasar rozando la mano de su padre en sus glúteos, el pequeño Renato desde su cuna improvisada trataba de bajarse, Renata se subió el calzoncito y fue a sacarlo siendo abrazada por detrás sintiendo el bulto del pene rozar el trasero, la mano del hombre alzó el camisón y se sacó el pene para rozarlo en el trasero, escuchó pasos en la escalera y de inmediato el hombre se alejó de la pequeña acostándose en el catre tapándose su pene erecto con una sábana raída, Ana tenía unos huevos en sus manos que fueron a ser parte del desayuno que preparaba, mientras Renata marcaba a su hermanito Renato de tres años nacido en diciembre de 1956, la madre de los pequeños preparaba rápidamente el desayuno, era sábado, el primer sábado juliano de 1960, el sol para esa hora se estaba haciendo intenso, la frescura matinal se diluía, Ana llamó a su marido sentarse a desayunar, el pie descalzo del hombre rozaba la pierna de la nena por debajo de la mesa, Ana manifestaba su interés de llegar pronto al pueblo a vender sus productos agrícolas para luego ir a la casona a ayudar en los quehaceres domésticos, retornando al ocaso, eso hacía la mujer últimamente por ese tiempo para ganar más dinero, Renata quedaría en casa cuidando con su padre y el niño, pero en esta ocasión los dos la acompañarían, así que sola quedaría Renata en la ramada, tiempo después Renata los vio partir en la carreta obsequio del patrón, era uno de los muchos artículos regalados, aduciendo de parte del patrón que Ana era mujer muy trabajadora, la figura de la carreta se desaparecía al transitar por el agreste camino, la nena de siete años era feliz estando sola, no era la primera vez, le tocaba tender la ropa bajo el intenso sol de la mañana, sintiéndose sola se quitó el camisón quedando completamente desnuda, corría por el interior de la casa libremente danzando, se sentía libre, aunque a ratos se tocaba la vaginita a causa de la picazón en los labios vaginales irritados, vio a su gato corriendo por el tejar y lo asustaba con un trapo, bajó de la ramada a seguir con las tareas que su madre le había recomendado, tuvo un descanso acostándose en la hamaca, se veía sus dedos que recorrían la vagina, se daba placer como Jasmani le había enseñado mañosamente a hacerlo, así se quedó dormida profundamente, horas después despertó con el ronroneo de su gato cerca de su cara, pues estaba acostado junto a ella en un saliente entablado junto a las hamacas, al leve movimiento del animal Renata se despertó, bostezaba estirándose los brazos y piernas, salió de la hamaca para correr junto a su gato por aquellos trozos de leña de gruesos troncos, su cuerpo desnudo jugaba tan animosamente con su gato que no dio cuenta de la presencia de un jinete que había dejado cautelosamente su caballo debajo de frondosos árboles junto al arroyo mojándose la cara y humedeciéndose brazos y pelo, vio a la desnuda Renata y muy temeroso se escondió para no asustarle y verla de mejor manera desde los matorrales, la nena continuaba con sus juegos y danzas llegando a la orilla del arroyo, deseaba bañarse, tomó al arisco gato con intenciones de lanzarlo al agua pero el animal instintivamente trataba de zafarse de las rígidas manos de Renata lesionándole la piel con sus garras, la niña lo soltó viéndose el brazo lesionado, vio al animal huyendo entre el matorral, enfurecida tomó una rama seca y lo persiguió con la idea de darle una tunda cual sorpresa para ella fue encontrarse con el jinete que estaba en ese lugar, tímidamente lo saludó, viéndose así desnuda sintió vergüenza del hombre, instintivamente se puso las manos en su vaginita desnuda, el jinee le dijo que no se apene, le parecía bien que estuviese así pues se justificaba aquello por el calor imperante, la nena aún tenía recelo y continuaba con sus manitos cubriendo la vaginita desnuda el jinete preguntó por sus padres, ella respondió que estaba sola, el hombre al escucharlo tragó saliva, las manos del jinete acariciaban las mejillas de la pequeña diciéndole que estaba hermosa y que cuando se es bella no se debe tener vergüenza al andar así, la pequeña tenía un alto recelo pero que este se fue menguando ante la confianza que le brindaba ese conocido jinete, le dijo que no se tenga pena de verse así que para él era normal aquello, el jinete fue al morral y sacó un chocolate que le dio a la pequeña olvidándose por un momento de su recelo tomando el chocolate y se puso más alegre cuando vio que el jinete sacó de su bolsillo una moneda que era la de la más alta nominación, ella brincaba de felicidad, su inocencia imperaba aún ante ese jinete, ahora al sentir más confianza la mano adulta acariciaba mejillas y pelo de la pequeña Renata, el hombre se sentó junto con ella en el improvisado puente de tablones que cruzaba el arroyo, descalza y desnuda Renata mostraba su humanidad ante el hombre mientras se deleitaba comiendo el fino chocolate traído de la capital, él sacó de su bolsillo una cajetilla de cigarro y fumaba, la tomó de su bracito acariciándole las heridas asimismo tomó su manito acariciándole llevándola a su boca dándole besos, hizo que quede estirado el dedo medio de la pequeña y el adulto llevándose el dedo a su boca fue chupándolo cual si fuese un helado simulado, Renata miraba esa acción y sonreía, el hombre le insinuaba lo que deberían hacer, “un jueguito” Renata lo comprendía, se puso cabizbaja, otra mano de él rozaba el pecho de la pequeña haciendo leves círculos en la piel ocasionándole cosquillas , esos dedos también estaban pasando por el vientre hasta llegar a la vaginita, allí el dedo rozaba intensamente, dejándose tocar por parte de la nena, el hombre continuó con el manoseo, en pocas horas luego de que su padre estaba con ella en el granero ahora Renata seguiría con el sexo, los manoseos también se daban en el pecho y vientre de la nena, vieron el bulo que se formaba en el pantalón pues la manos del jinete se rozaba el pene vestido a mucha atención de la pequeña viendo esos movimientos, aquel jinete tomó la mano de la nena para que pase por allí, los dedos finos alargados de la pequeña Renata daban cuenta de su recelo temblando al momento de pasar por allí, el hombre sonriente le acariciaba el pelo y las mejillas, ella le tenía mucho recelo por lo que estaban haciendo, ella lanzó la envoltura del chocolate al arroyo, vieron flotar sobe el agua cristalina ese empaque, le dijo que le iba a dar otro chocolate como ese que tenía en el morral y sacó del bolsillo otra moneda igual a la que le había dado antes, ella tomó la segunda moneda a cambio de seguir así “jugando” el jinete misterioso besaba el cuello de la pequeña, así lentamente la acostó sobre el entablado de ese puente improvisado, pese a la estreches del mismo logró acostarse sobre la pequeña uniendo las frentes y acercándose los labios para darse de los impactantes besos a los que ella estaba ya acostumbrada a hacerlo, sintió que le chupaba los pezones que a sus siete años eran como dos bolitas de carne, cuya lengua adulta pasaba lentamente sintiendo el sabor de esa parte de la piel, chupaba meticulosamente para verle la expresión del rostro infantil que se complacía, se decía que el diablo y la diabla se estaban casando pues con el intenso sol aparecía la garúa, se decía en el lenguaje nativo del lugar que eso era un presagio, acuclillado como estaba le abría las piernas y le besaba la vaginita a la pequeña, en un improvisado movimiento tembloroso casi cae al arroyo, eso hizo que se volvieran a sentar a mirarse sonriente, Renata agitaba al aire sus piecitos, el jinete continuaba pasando los dedos por los muslos de la pequeña cuyas manitos estaban apoyadas en el entablado, la vaginita se notaba al roce del entablado, se sentía bien al sentir el roce de los dedos del jinete sobre sus hombros llegando al cuello, los dedos rozaban desde el cuello pasando por el pecho, ombligo haciéndole círculos hasta llegar a su vaginita en donde le hacía roces en sus labios vaginales, ella sonreía satisfecha, se dejaba nomás, luego el roce de los dedos era desde el cuello bajando por la espina dorsal donde levemente se contraía hasta llegar al traserito, allí los dedos rozaban los glúteos sentados en el entablado, por un buen tiempo le rozaba los glúteos, su nariz pasa por el cuello de la pequeña golpeándole el aliento en la piel, los dedos hacen círculos en los pezones, le hace que mire hacia su bulto del pantalón de monta de licra típica del jinete de época de medidos del siglo XX, la manito de ella pasaba por ese bulto, unían las frentes viendo ese movimiento de manos, lentamente se deslizó la cremallera viendo ese pene liberado, vieron ese erecto pene cuyo glande rojizo era rozado por los dedos de la pequeña, “mírale” “está muy tieso” ella fijamente lo observaba sonriente cuyos deditos seguían deslizándose por esa piel de pene erecto, le acariciaba el pelo y lentamente hizo que se incline a olerlo, el jinete se puso en pie poniendo el pene a la altura del rostro de la pequeña que estaba desnuda sentada en el entablado, le acariciaba el pelo “mírale” el glande ahora rozaba los labios de la pequeña “huele a tu amiguito” el glande pasaba por la nariz quedando restos de líquido pre seminal, “besa a tu amiguito” los labios de Renata ahora rozaban la piel del tronco del pene, luego ella lo miraba sonriente a ese jinete con amplia sonrisa que continuaba acariciándole el pene, se metió el pene en la ropa, ella se sorprendió de aquello, el jinete al verle el rostro de sorpresa de la pequeña daba cuenta de que ella quería más con ese pene, se sienta junto a ella dejándose pasar los dedos por los muslos, por los pezones y por el pecho y los bracitos, lentamente rozan los labios dándose a continuación besos prolongados, se notaba el aumento de temperatura de la piel de la pequeña cuando los dedos del jinete rozaban los lomos y coxis de la pequeña, le acaricia el pelo viéndole a los ojos “te quiero mucho” “eres muy linda” y al darle un sentido beso en la frente le dice a Renata para ir a la ramada a “jugar a la mamá y al papá” ella se sonroja cabizbaja con la mirada fija en el suelo, continuaba agitando los pies al aire sentada en ese entablado, el jinete se pone en pie y le tiende la mano velluda, ella corresponde extendiendo la suya aún indecisa y pensativa, le dijo que al “jugar” eso no pasaba nada malo, “tú y yo nos queremos”, “no es malo jugar cuando se quiere mucho” la animaba diciéndole que sólo era un “jueguito que dura poco” “que iba a tener un premio más grande de lo que había recibido” sacó de su bolsillo muchos billetes, la niña los vio emocionada, le dijo que algunos de ellos serían suyos si iba a jugar en la ramada, ella se animó saltando en sus pies desnudos, se los veía juntos caminan hacia la ramada, se notaba la diferencia de edades en la estura física, él iba vestido de jinete de familia noble, ella de familia humilde caminaba descalza desnuda, una vez estando abajo del entablado de la ramada miran hacia donde estaba la hamaca, él se sienta y ella sobre él en los muslos, le rodea los brazos en la caderita y le da besos en el cuello, de espaldas ella se recuesta en el pecho del hombre, la confianza entre ambos era muy grande, el gato pasaba con su cola sobándose por los piecitos descalzos de la niña desnuda que se agitaban al viento, el jinete conocido por Renata seguía besándole el pelo y el cuello diciéndole frases hermosas motivadoras mientras los dedos pasaban por los muslos de la pequeña desnuda luego rozaba la pelvis, vio que los dedos de las manos del hombre abrían los labios vaginales, ella miraba esos movimientos, le dijo que los viese al momento que los dedos abrían más los labios vaginales, le dijo que los tenía preciosos, se notaba irritación de tanto rascarse, unieron sus mejillas mirando que uno de los dedos de la mano del jinete rozaba la separación de los labios vaginales, Renata sintió estremecerse al tacto de la punta del dedo ensalivado con el clítoris, estaba acalorándola, el dedo empezó a hurgar los labios vaginales, el jinete quería comprobar si esa vaginita era virgen y empezó a introducirlo suave y delicadamente a lo que Renata respondía con bruscos movimientos de quite que hacía mover la hamaca, el hombre validó la virginidad de la pequeña, la giró ahora teniéndola frente a frente como los amantes de esa época tomaban a sus mujeres, unieron las frentes y empezaron a besarse, ella con timidez y él con seguridad de lo que estaba pasando con ella, Renata sintió instintivamente que no debía continuar, algo dentro de su ser se lo decía, que no debería ser tocada ni besada allí pues la descubrirían en cualquier momento, de ello dio cuenta el jinete, así que se separó del hombre, al jinete acostado en la hamaca le excitaba ver ese cuerpo infantil desnudo, ver es vaginita que le recordaba a su amante Ana, la madre de la pequeña por la que había llegado a visitarla y hacerla suya como siempre, y que con también había tenido relaciones sexuales a espaldas del esposo y sus dos hijos, ahora en su delante la tenía a ella, a la hija de Ana, a Renata, esa nena de siete años con piel suave y tersa, esa nena con el pelo largo de piernas rellenitas y voluminoso traserito, el poder físico en el hombre primaba sobre el de la pequeña, se apartó de la hamaca yendo donde estaba ella junto al gato que ronroneaba, la abrazó marcándola llevándola a un lugar apartado seguro cerca del improvisado granero, allí la besaba apasionadamente haciéndole la pregunta si quería “jugar al papá y a la mamá para que obtenga su premio” ella tímidamente sonreía viendo que el hombre se baja la cremallera del pantalón en su delante, vio aparecer el erecto pene, “mira Renata, él quiere jugar” ella lo miraba “quiere jugar con tu cosita” ella tímidamente sonreía, lo acercó para que el glande roce la barriga, se inclinó un poco para rozarle los labios vaginales, él al notar que ella se dejaba con gusto y reía le dijo “ves, lo deseas como yo” miraban ese roce del glande en la vaginita y en la pelvis de la pequeña Renata, “ven i pequeña” le acariciaba el rostro, le daba besos en la mejilla donde sentía lo elevado de la temperatura de la piel de la pequeña hermosa, “vamos a jugar al papá y a la mamá antes que alguien llegue” le sobaba los hombros para animarle “ven” le acarició las mejillas tragando saliva por el deseo “quiero que te ganes el premio” ella lo miraba algo sonriente “ven Renata” le miraba ese grueso y largo pene que se lo metía en el pantalón, “vamos a jugar por allá” indicándole aquel significativo lugar, la tomó de la mano, vieron muchos trastes, la encorva su cuerpo sobre un barril puesto horizontalmente sobre el suelo, se notaba el cuerpo desnudo arqueado de la pequeña descansando sobre ese barril, el jinete la besaba apasionadamente pasando las manos por los muslos, se notaba esa vagina bien expuesta al estar arqueado sobre el barril, se apartó rápidamente de la pequeña, se bajó totalmente el pantalón y el calzoncillo agitándose el pene, su cuerpo se pegó al de ella que estaba encorvada totalmente sobre ese barril, las piernas estaban abiertas a efecto del movimientos de mano del jinete eso hizo que así se mostrase a plenitud la abertura de la vaginita a mejor postura, para ella era inusual estar así, se preocupaba de lo que podía pasarle pues se notaba el rostro del hombre con una decisión firme, le besaba el pelo, mejillas y a través de leves gemidos del hombre al rozarle el pene en la vaginita Renata se enteró que este jinete era él quien vio semanas atrás a Renata con su padre en actos sexuales junto a su hermanito, le dijo al oído con su rostro muy pegado a ella que fue él quien le decía que lo había visto todo, fue este personaje que le dijo a Renata pormenores de lo que su padre le hacía cuando los dos quedaban a solas, con todo ese tipo de aseveración por parte del jinete la nena se puso nerviosa, la mano del hombre tomó el pene para conducirlo a la entrada de la vaginita humedecida con tanto manoseo, de esa forma el jinete comprobaba que el manoseo había hecho efecto, la aferró a su cuerpo así teniendo el cuerpo arqueado de Renata, empezó a rozarle los labios vaginales, luego a meterlo a la altura del clítoris, fue metiendo de a poco, Renata sentía morirse de tanto dolor, “espera mi pequeña” “espera” Renata sentía mucho dolor, suplicaba que ya no más, ya no más pues le dolía, “espera” “espera” este hombre estaba decidido a todo, “ya casi mi preciosa” “ya casi terminamos” con ironía decía para sus adentros que eso mismo hacía a la madre y ahora a la hija, Renata sintió vergüenza y temor, le dolía su vagina al sentir a ese grueso pene que abría paso por los labios vaginales llegando al himen, sentía los impulsos de aquel hombre, abrió su boca emitiendo un grito, sacó el pene acariciándole el rostro que se notaba el pronto llanto de Renata “espera ya casi terminamos” la aferró más a su cuerpo y volvió rozarle el pene en la vaginita y se lo fue metiendo despacio “espera así quietecita” “te lo voy a hacer con amor” despacio el jinete empujaba la cintura y luego se escuchó un grito más fuerte y finalmente otro más prolongado… el pene había desvirgado esa vaginita, Renata se había hecho mujer, su metamorfosis se estaba dando en ese momento de su vida, sí, en los bajos de la apartada ramada, había sido desvirgada acostada arqueada sobre ese barril con el emblema de la “T” inscrita con una estrella, barril oxidado en los bordes, pese a los gritos y llantos de la pequeña el desaforado hombre seguía embistiendo con su pene esa vaginita desvirgada, se enloqueció de gusto viendo entrar y salir su pene ensangrentado en esa vaginita de niña preciosa, ese pene que la pelvis la tornaba de rojo cual si fuese un pincel delimitando el pincel sexual que se estaba dando en la pelvis de Renata, los pelos del pene del jinete se rozaban en la piel de la pelvis de la pequeña Renata, la tenía encorvada y bien sujeta, era una postura inusual para lo que ella estaba acostumbrada, los cuerpos se movían sobre ese barril, Renata no paraba de llorar, mientras el jinete continuaba penetrándola cada vez más al fondo esto hizo que ella se pusiera en fase de desfallecimiento, de lo que aprovechó el hombre en forma salvaje de seguirla penetrando, ya con el cuerpo desfallecido de la pequeña era brutal las penetraciones, pensaba con orgullo sus satisfacción sexual, a la desfallecida Renata le decía al oído que “madre e hija habían sido mías… sólo mías” el pene humedecido entraba y salía, la sangre delimitaba su recorrido por los muslos de las piernas, el pantalón del hombre había quedado a los tobillos junto al calzoncillo, Renata de siete años seguía sometida a la acción sexual del jinete, se complacía de sentir plenamente el deslizamiento del tronco de su pene junto con su glande dentro de la vagina de la hermosa Renata, tenía para más, la deseaba desde el momento que la vio tiempo atrás, ahora, como señal de entrega ella estaba desnuda, fue el presagio de la lluvia y el sol, se guardó su desnudez de ella para él, esa niña también guardó su desnudez para él, ahora ella le pertenecía y para siempre pues fue el primero en poseerla y llevarse su inocencia, él pensó así, que la desnudez de la pequeña era la provocación para haberla desvirgado, allí estaba medio inconsciente, no daba a mucho moverse, el hombre agitó el pene viéndose restos de sangre, sonrió diciendo “ahora te empreño, verás” así que el glande entró de manera tosca sobre un cuerpo desfallecido cuyo rostro estaba lleno de lágrimas, luego entró el resto del tronco del pene “mi mujercita” empezó a moverlo tanto así que al meterlo todo dentro de esa vaginita los pelos de la pelvis del hombre rozaban los labios vaginales de la pequeña, estaba maravillado sometiéndola de esa manera, tenía un rostro de ventaja en sodomizar, siguió embistiéndola salvajemente “de este día no te olvidarás nunca” le dijo, acotando “eres mi diablilla y yo soy tu diablo” la hacía mirar el sol y la garúa al mismo tiempo diciendo: “y… hoy nos hemos casado” la mirada autoritaria en la pequeña la hacía temblar a más de tiritar de dolor y llanto con gemidos “nunca olvides este momento, mi pequeña” ,así, con esa frase dicha al oído de la pequeña Renata sintió que el pene seguía su deslizamiento por la vaginita “eres mi mujer” al decirlo empujaba con más fuerza moviéndose ambos cuerpos, el dolor en la vagina de Renata era intenso, ella gemía y bufaba levemente para que se aparte de ella pero él insistía embistiéndole, ella deseaba tener tranquilidad, trataba de separarse pero el desfallecimiento en su cuerpo no le permitía, seguía arqueada sobre ese barril, el pene entraba y salía, metía y sacaba, metía y sacaba y entre eso lo dejó bien adentro de las entrañas de la pequeña “aaahhh, yaaa” “siente mi leche” “¡¡¡¡sientelaaaaaa !!!” por vez primera el semen de un hombre quedaba depositado dentro de la vagina de la pequeña Renata, se extrañaba por ser la vez primera que algo recibía en sus entrañas, su padre estuvo a punto de desvirgarla y siempre al oído le decía “algún rato te dejaré mi leche” seguramente para esta tierna niña se refería su padre a esta leche, el jinete lo dejó allí latiendo dentro por breves segundos, sentía el intermitente latido de su pene al momento de dejarle el semen, lentamente fue sacando el pene de la vaginita de Renata, ahora a la sangre se le unía el semen impregnado en el tronco grueso por la erección, era un pene venoso y peludo del jinete que salía de la vaginita de Renata, vio con satisfacción que de la vaginita salía semen con sangre cuyos restos quedaban en el metal del barril, agitó un poco su pene, se apartó de ella lentamente, allí quedó ella encorvada desfallecida sin notar que su iniciador estaba limpiándose con agua su pene, mientras lo hacía por detrás una figura iracunda cayó sobre su humanidad recibiendo golpes en su cara, Renata no daba cuenta de aquella pelea, el embravecido hombre golpeaba salvajemente al jinete, estaba como loco, como no estarlo, viendo a ese hombre limpiándose el pene y a su hija desnuda desfallecida con las piernas bien abiertas sobre el barril deslizándole semen ensangrentado que para aquel iracundo hombre era fruto de una violación sexual, el enloquecido padre de Renata daba de golpes al jinete, quería matarlo, no le dio tregua a defensa posible, rodaba el cuerpo por el suelo, recibiendo patadas en las costillas, hizo pausa para reclamarle lo que había hecho, hubo un instante en que el jinete pudo decirle “tú también lo haces con tu hija, yo te vi hacerlo aquí” al sentirse descubierto vio con sincera pena a su hija Renata desfallecida, quedó en shock invadiéndole la conciencia con vergüenza, ese instante de dubitación del padre de la pequeña Renata fue aprovechado por el jinete para ponerse en pie tambaleante, “si yo no lo hubiese hecho, de seguro que ella ahora estuviera así porque tú también en cualquier momento la harías tu mujer” el hombre se llenó de ira al oir eso, cuando el padre de Renata quiso embestirle para seguir linchándolo se hizo a un lado cayendo al piso, acción que aprovechó el jinete en correr, el padre de Renata se levanta y lo persigue por el monte, momentos después Renata reacciona apartándose del barril sus manos se toman el vientre, le dolía al caminar, se vio la sangre que se había deslizado por sus piernas, caminó con dificultad hasta poder lograr sentarse en la hamaca, continuaba llorando, se recostó sin dejar sus manos sobre su vientre, había llorado mucho, salvajemente había sido desvirgada la pequeña Renata, la cola del gato y el espinazo del animal rozaban los pies descalzos y polvorientos de la pequeña, el animal olió la sangre impregnada en la piel de las piernas y comenzó a lamerle, se escuchaba su ronroneo, pasaron unos segundos del silencio del lugar, de pronto que el gato se asusta, cuando se escuchó una detonación, luego otra y finalmente la otra, asustada Renata se puso en pie por instinto pese al intenso dolor, caminó con dificultad por el sendero preocupada por lo que se imaginaba que sucedía, desde la cima de la loma vio al jinete alejarse haciendo una pausa poniendo su caballo en dos patas para luego perderse entre los matorrales, Renata pensó lo peor y no se equivocaba, al caminar varios centenares de metros vio que allí en el blanquear del arroyo se encontraba el cuerpo fallecido de su padre, Renata lloró intensamente sobre su cuerpo ensangrentado, se notaba la herida de bala en la pierna derecha, otra en el hombro derecho y la más macabra de todas la herida en la frente, había muerto con los ojos abiertos, seguramente que esa fue la que lo remató al pobre hombre, allí nomás estaba el cuerpo ensangrentado tendido de su padre, ella desnuda sin acción alguna se limitaba a llorar, se acostó junto a él, no le importó su desnudez, a fin de cuentas su virginidad la había perdido, el sol caía junto con la garúa, el diablo y la diabla se casaron, ella continuó llorando; mientras a kilómetros de distancia en el portón de la entrada de la estancia Valdez un apresurado Jasmani se encontraba con Lupercio el hijo del patrón, a Jasmani le quedaba poco tiempo de estar en la estancia, vio el rostro desencajado de Lupercio, parecía que había bebido mucho con los amigos aquel día alá en la cantina del pueblo desde temprano, Jasmani pensaba que se trataba como siempre de la mala relación que Lupercio sostenía con su madrastra y más ahora que la mujer esperaba un hijo y posiblemente se varón, precisamente ese día no había sido su guardaespaldas pues prometió no salir de la estancia pero Lupercio había salido, en fin, eran pocas las horas de servicio en esa estancia, seguramente Joaquin Valdés ya contrataría a otro guardaespaldas para el cuidado de su familia, desde lo alto de la ventana la patrona miraba a Jasmani entrar en su cuarto, ya se aproximaba el ocaso, Jasmani estaba inquieto preparando las cosas en su petaca, en próximas horas saldría hacia las montañas a buscar trabajo, en el país de la canela se había formado el eje cafetero y hacia allá iría en búsqueda de trabajo, se lo habían prometido y esperaba que le cumpliesen, era poco lo que llevaba, escuchó el toque de la puerta, un empleado llegó para que lo acompañase a la gran casona, allí en el gran salón lo esperaban el patrón Joaquin Valdez, su esposa Dina quien esperaba un hijo, sus hijos Lupercio y Aarón, el magnate agrícola extendió con su mano un sobre que puso en el pecho al empleado, Jasmani viendo a Dina sonrió humildemente, Aarón tiernamente se abrazó a una de las piernas del pantalón de Jasmani, le acarició el pelo, en ese instante algo mareado por el alcohol Lupercio fue a darle un abrazo efusivo agradeciéndole por haberle salvado la vida, no una sino dos veces, el alcohol en sus venas lo hizo estar tembloroso y con lágrimas se sentó en el sillón diciendo lo triste que estaba por su partida, Jasmani agradeció las deferencias, la última en agradecerle fue Dina la esposa del patrón, al escuchar esas palabras Lupercio en forma contrariada salió de la habitación, sin inmutarse la mujer continuó hablando luego para darle un beso en la mejilla y un fuerte abrazo, se contuvo en no llorar pero Jasmani sintió la sinceridad de aquellas palabras en ese fuerte abrazo dado, él respondió con un beso en la mejilla, al separarse se vieron fijamente, claro que un secreto llevaban a sus espaldas, si el marido lo supiera, toda esa cordialidad iría por los suelos, marcó al pequeño, sin que sus padres se dieran cuenta con una de las manos le rozó el traserito, le dio muchos besos en la mejilla y al bajarlo Jasmani se acuclilló y le dio un beso en la frente “cuídate… sé un niño bueno” le acarició las mejillas con sus sudorosas manos, “acuérdate de todo lo que te enseñé y úsalo, ¿ok?” le hizo un guiño de ojo y así acuclillado le hizo para abrazarlo, tenía prisa, los patrones lo sabían, se habían enterado de su decisión días atrás, esta era la fecha convenida para partir, primer sábado de julio de 1960, Joaquin le dijo que en breve un auto de la estancia lo llevaría a la estación a tomar el bus de salida a la capital y de allí hacia las montañas cafeteras, se despidió con un fuerte abrazo de su patrón, al llegar al cuarto su sorpresa fue ver a Ana acostada desnuda en su cama, sin más se desnudó cayendo dentro de las sábanas, sin decir palabra alguna la mujer era penetrada por Jasmani, seguramente era la última vez que se entregarían, el tiempo era corto y habría que aprovecharlo, ya pronto vendría el chófer a verlo, no desearía comprometerla, “no te vayas… piénsalo” le decía con pena, “está decidido, tengo que partir”, “te voy a extrañar mucho” le decía mientras era penetrada por Jasmani, los dedos del hombre toparon los labios de la mujer en señal de silencio, “ahora sólo quiero sentirte y que sientas mi cuerpo, nada más” ella resignada lo abrazó tratando de sentir de mejor manera ese mete y saca del pene en su vagina, fogosidad única recibida del cuerpo de Jasmani su amante sexual, estaba en todo el éxtasis, “anda, déjame tu leche, déjamela como recuerdo” Jasmani sonrió y eyaculó dentro de la vagina de Ana, así quedaron esos cuerpos inmóviles en la cama, Jasmani encima de Ana, dándose luego prolongados besos muy apasionados, “tengo que decirte algo antes que te vayas… algo muy maravilloso” los dedos de Jasmani de nuevo se pusieron en labios de Ana, escuchó el claxon del auto que lo llevaría a la estación, le dio un beso en la frente saliendo de la cama para asearse, ya casi era la hora, “es que es muy importante” cuando Ana se disponía a decir algo más sonó otra vez el claxon del vehículo que lo llevaría a la estación de buses, rápidamente le dijo que se vistiese, la despedida fue un prolongado beso, “te amaré siempre” fueron las frases de la mujer para con su amante, respondiéndole “yo también… tienes unos hijos maravillosos, cuídate” la silueta de Ana se perdió por la oscuridad no dándose cuenta que era vista por los ojos masculinos de una entreabierta ventana, ese hombre masticaba la boca haciendo puños en sus manos, se había dado cuenta de lo sucedido, tenía un compromiso que cumplir, vio a Jasmani salir de su cuarto y entrando en el auto que lo llevaría a estación de buses, durante el viaje de noche iba meditando lo sucedido con Ana y recordaba lo que había sucedido en la mañana al abrir sus ojos, en su delante estaba Dina con su hijo Aarón trayéndole jugo de frutas y desayuno, la atención fue agradecida por Jasmani en su último día de trabajo en la estancia, Dina conversó largo rato con él tratando de convencerlo para que no se vaya del lugar, había traído a su hijo para poder convencerlo, el pequeño Aarón y Jasmani tenían mucha calidez, ella viendo al niño le dijo que él había sido como el verdadero padre del niño colmándole de caricias y protección, pero aun así su decisión estaba tomada, se notaba el vientre de la mujer, hizo que su mano tocase el vientre y lo frotase con cariño, se unieron a ese toque las manitos de Aarón de casi seis años por cumplir, era maravilloso tener a madre e hijo juntos, los dos amores de Jasmani, a los dos les había hecho el amor, eso era lo que más lamentaba pensando en el tren, que dejaba a esos dos maravillosos seres, complacientes y humildes, sobre todo Aarón, la marcha del tren continuaba su ruta así como los pensamientos de Jasmani, a kilómetros de allí una asustada Ana miraba a su hija que la llevaba presurosa a ver una escena dantesca, la luz reflejada por la lámpara de kerosene no abarcaba a ver a ese malogrado cuerpo, se trataba de su esposo asesinado, Ana tomó de los hombros a la pequeña Renata preguntándole con histeria lo que había pasado ene lugar pero la niña no pasaba del susto aún, simplemente se había lavado sus partes íntimas, decidió decir “fue un hombre malo que vino a robar y mi papá me defendió” Ana no salía de la histeria fue al pueblo a ver las autoridades, a la mañana siguiente el pueblo entero sabía de la desgracia, el patrón ofreció su casona para el duelo, era lo menos que se podía hacer por el buen hombre que dejaba a dos nenes en la orfandad, una viuda que se había propuesto saber la identidad del asesino, no había consuelo para ella, con sus dos hijos seguiría su vida pues aún era joven y con vitalidad, desde ese día para Renata sería importante, vio con recelo a los patrones adultos, con el que tenía afinidad era con Aarón el niño tenía seis años, un año menos que ella, era con quien jugaba inocentemente, al ver a Lupercio y a Dina tenía mucho temor pues demostraban su clara contrariedad de estar allí, seguramente por intereses oscuros, la niña no le dijo a su madre de lo que aquel hombre jinete le había desvirgado, guardó para sí su secreto, consideraba grande la pena de por sí ya haber perdido a su padre, para avisarle de su violación, mientras tanto, lejos de allí, Jasmani estaba próximo a llegar a la estación de buses capitalina, vio a un grupo de autos lujosos, en un disco pare y semáforo en rojo vio a los ocupantes de uno de los autos, se trataba de Squeo y su hijo Contardo, deslizó un poco la cortina de la ventanilla del bus, irónico, había salido de la selva para no verlos y estaba a metros de distancia, solo que en sentido contrario pues ellos irían a la selva a encontrarse en una sesión de negocios con Joaquin Valdés mientras que Jasmani se iría a las montañas, el entierro del esposo de Ana fue inmediato pues al día siguiente habría en la gran casona una amplia reunión de negocios que duraría muchos días, era el centro de negocios agroindustrial con carácter nacional, por su duelo Ana no pudo estar en el evento los dos primeros días pues los aprovechó para estar muy de cerca con sus hijos, pasear por el lugar donde fue asesinado su esposo lo cual fue muy duro para ella, vio una cosa brillosa, era una evidencia contundente, no lo podía creer, sabía a quién pertenecía ese objeto, fue con su hija a preguntarle, Renata simplemente se quedó estática viendo a su madre con una mirada fija, la nena se convulsionaba tomándose la cabeza con las mano agitándola negativamente, no respondió a las preguntas, temblorosa se puso a llorar, la madre la abrazó prometiéndole no preguntar más sobre el hecho, la nena respondió acariciándole con sus manos férreas en la cintura de su madre, tenía miedo de confesar que había sido desvirgada por aquel jinete, tenía miedo confesar el nombre del asesino de su padre el cual también la violó, debía quedarse callada, por el bien de su madre, a sus siete años había sido marcada, para Ana ya no hacía falta conocer más, no era de buen gusto martirizar más a su pequeña hija con preguntas que a la vista ya se sabe sobre el canalla, ella sabía quién era el asesino viendo esa evidencia que la cubrió con su mano haciéndola puño, aún abrazada a su hija miró hacia arriba al firmamento jurando que se vengaría de aquel miserable asesino.
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La brisa de mar golpeaba sobre el rostro de los primitos Daniel Nicolás y Cayetana bajo vista de sus respectivas madres, estaban en una tina grande de laboratorio puesto el short y el calzoncito respectivamente, los niños brincaban y jugaban bajo la atenta mirada de Mielicilla la hija de la nana de los pequeños, Justin Daniela escuchaba con atención los comentarios de Fernanda acerca del nuevo pretendiente impuesto por su ex suegro Fulgencio Arichabala, la nana vio que ambos niños tienen un lunar a la misma altura de la ingle derecho, no hizo comentario alguno cuando los vistió pero se comprobaba que su naturaleza era de ser primos, habían nacido con un mes de diferencia aproximadamente, entre ellos se notaba la necesidad de compartir juntos muchas cosas, las madres notaban esa empatía infantil, en eso se acerca Victoria a comentar lo ocurrido en la fiesta rural que su abuelito brindó, en el diálogo se notaba las asperezas de la hija hacia su madre, de espaldas a la nana dio cuenta que Victoria tiene un lunar en el hombro y en lo alto del coxis, detalles simples que las nanas tiene como referencia en los niños que cuidan, la madre de Mielicilla tenía esa particularidad de trabajo, se había acostumbrado al cuidado de los niños, formaba parte junto con su hija de esa familia, su actual esposo estibador trabajaba constantemente en su faena, se había ganado el respeto de los trabajadores compañeros, tenía una visión clara de vida, superarse, su recio carácter forjado en la cárcel tenía un tinte de humanidad muy definido, tanto así que vivía encariñado con los hijos que su mujer cuidaba, su hogar humilde con su hijastra Mielicilla tenía lo básico para vivir, todo era cordialidad, la mujer era feliz en compañía de su esposo, el amor sincero se dejaba notar, solo que, ya a su edad la mujer no podía darle el ansiado hijo, se conformaban con el cariño de Mielicilla, su niña, su vida, la playa servía para la manufactura de productos de mar como el atún y sardina, los pobladores veían incrementar sus ingresos con los visitantes en aproximadamente un kilómetro de litoral, en un sector definido estaban Fernanda con Justin Daniela y sus respectivos hijos, disfrutaban de bebidas del lugar, el pequeño hijo de Fernanda estaba en su regazo, con cierto recelo Victoria miraba a su medio hermano, su carácter era apartado con una actitud lejos de ser de hermandad, en verdad que ese niño tenía un definido perfil extranjero, su porte de bebé no correspondía a los bebés nacionales, inclusive marcaba diferencias físicas en el rostro con respecto a sus hermanas, el niño se estaba pareciendo a su padre verdadero, aquel médico que desconocía la existencia de su hijo y fue el pacto que Fernanda tuvo con Fulgencio Arichabala para mantener así su secreto, ningún familiar conocería el origen del pequeño, pero su nueva relación con el acaudalado hombre de negocios se notaba interés por ella, pese a tener 3 hijos, el millonario estaba maravillado por la presencia de ella, tanto así que cada fin de semana llegaba un ramo de flores a la mansión Arichabala, Fernanda le comentaba que ese hombre serviría como salida a sus problemas de toda índole, al cabo del tiempo las mujeres llegaron con sus hijos a la mansión Arichabala, al mismo tiempo que un recadero dejaba el acostumbrado ramo de flores, a los pocos minutos se contaba con la presencia del secretario del hombre prestante haciéndole una cordial invitación para el último sábado del mes juliano de 1960, la tarjeta estaba bien perfumada e iba con un estuche de manufactura europea, fino y de clase como su comprador, el obsequio era adecuado, agradeció la deferencia del visitante que se retiraba, Justin la abrazó felicitándola, ambas mujeres subieron a sus respectivas habitaciones, los niños jugaban en el jardín, el hijo menor de Fernanda estaba dormido en su cuna, parecía no creer sobre aquel interés que el hombre millonario sentía por ella, ella que tenía tres hijos, pensaba en la crítica de la sociedad, pero parecía que a él no le importaba, aquel millonario viudo con un hijo pequeño de casi edad con su hija Cayetana, mientras meditaba acariciaba el rostro de su hijo, sintió una férrea mano en su hombro, era la mano de Débora, la ama de llaves de la mansión, para sorpresa de Fernanda al dar vuelta su cuerpo vio el rostro lleno de lágrimas de la fiel empleada, temblorosa se sentó, Fernanda le dio un vaso con agua pidiéndole que tuviese calma, la mujer asintió obediente, Fernanda le preguntó la causa de su pena, ella por un rato caviló para luego suspirar, se inclinó tomándose las sienes con las manos, moviendo negativamente la cabeza, se levantó abrazándola, luego fue a acariciar al pequeño, lo abrazó tiernamente y teniéndolo marcado en su delante expresó “Vito Cota Berlingieri, ¿verdad?” Fernanda extrañada quedó estupefacta, simplemente con los ojos y boca abierta se limitaba a asentir de la sorpresa al escuchar ese nombre y esos apellidos, no quiso saber más, dejó al niño en la cuna dándole un beso en la mejilla a Fernanda se despidió diciéndole “cuídelo bien, mi niña” se notaba el rostro de preocupación de la mujer “no sabes cuánto significa ese bebé en tu vida” “cuídalo mucho” “no te separes de él mientras vivas en esta casa”, la puerta se cerró, Fernanda estuvo en un lapsus por unos minutos, se preguntaba quién se lo había dicho, no creería que fuese el mismo Fulgencio Arichabala, se sentó a atar cabos, a inducir esas frases, de un impulso caminó hacia la cocina no encontrándola a la ama de llaves, buscó por los lugares de la mansión hasta encontrarla en la biblioteca que al abrir las puertas escuchó decir “si, efectivamente es hijo del doctor” ante la presencia de Fernanda la pálida Débora sentó el teléfono, exigió explicación de la ama de llaves, empezando con saber a quién se estaba dirigiendo, la mujer se sentó pálida y sin ánimo, su rostro mostraba ser conocedora de muchos secretos de la familia a la que servía desde hace aproximadamente cuarenta años, temblorosa con los dedos entrelazados empezó su relato diciendo que ese niño era muy importante para todos pues era directamente un nexo de lazo familiar entre dos familias antagónicas, la causa de aquello, un asesinato, el de un niño, muy parecido al presente bebé, Fernanda asombrada pedía mejor aclaración de lo que se comentaba, pero el ama de llaves se limitó a hablar más de la cuenta, le pidió a Fernanda que aceptase la relación amorosa con el millonario europeo al que estaba de acuerdo Fulgencio Arichabala, Débora le decía que no pregunte más, que simplemente por el bienestar suyo y de su hijo acepte irse de esta casa con sus hijos, aquí pasaría penurias, Fernanda tomó a la mujer con fuerza de los hombros tratándole de sacarle el por qué, ya casi desfallecida le dijo “existe la posible… muerte del pequeño” “de su hijo… señora Fernanda” con asombro Fernanda se apartó de la mujer arrimándose en la pared llevando sus manos al rostro “¿insinúas que mi hijo corre peligro de muerte aquí?” la mujer asintió con lágrimas en los ojos, Fernanda agitaba su cabeza con sus manos en las sienes, empezó a llorar de desesperación, “cuide al niño” Fernanda asintió, ella tuvo un impulso y estaba decidida a hablar con su ex suegro pero la mujer la contuvo, afortunadamente Fulgencio Arichabala estaba lejos de la capital, Fernanda quedó con esa inquietud de que algo malo le pase a su hijo, su único hijo varón, fruto de un sincero amor, dirigió al ramo de flores, lo miró fijamente, “Fulgencio es capaz de todo” sin dejar de mirar las flores, con mirada muy seria llena de solemnidad asintió con seguridad.
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La mano se deslizaba lentamente por la cremallera del vestido mostrándose parte de la espalda y hombros sensuales femeninos, luego se descubría totalmente la espalda de aquella mujer, se mostraba el coxis y la voluminosa figura de su glúteos, había mucho afán en ser manoseada por aquel robusto hombre caucásico, la mujer estaba deslumbrada viendo por vez primera ese cuerpo fornido, habían en él algunas cicatrices, sobre todo en la espalda, pero eso no mostraba mucho interés en ser observadas por la fémina, más bien lo veía como complemento de belleza, no esperó de mucho para besarle el pecho y decirle lo atractivo que estaba, las manos pasaban por el pelo rubio con algunas rayas de canas evidencia de su medio siglo de vida, los besos fluyeron por ambos cuerpos desnudos parados junto a la cama, bastó en el hombre inclinarse un poco para hacerla recostar, ella así acostada esperaba el cuerpo de su amante, le llevaba ocho años, pero estaba en forma de juvenil belleza, se cuidaba tanto en sus apliques faciales que ello atrajo al hombre junto con la sensualidad, ambos estaban conscientes que caminaban sobre un fuego pasional tendido por la atracción corporal, ella, esposa de un destacado agro industrial de la ciudad que habían venido a vivir al pueblo, aquel hombre le llevaba diez años a la mujer, pintaba ya para los setenta años de edad, su maquinación sexual era escasa y ella buscaba ciertos “amigos” para que el “ayudasen” en sus faenas de necesidades, así, él, de origen caucásico estaba allí como agente de comercio de la transnacional de fruta, inspeccionaba las plantaciones y daba el visto bueno, su carrera había sido meteórica, desde un pasa papeles hasta lo que ahora es un alto ejecutivo de comercio, éste era el tercer país que visitaba, su presencia imponía atracción en las mujeres y respeto en los hombres, el esposo lo sabía, habían hecho negocios para la exportación de bananas, el boom de la década, había visitado varias veces la casa de ella, se mostraba siempre atenta y entre las miradas y movimientos sugerentes fueron teniendo atracción y empatía, ahora estaban por vez primera en la cama conociéndose sus cuerpos desnudos, ella sonreía apetitosamente viéndole el cuerpo “es más grande que la de mi marido” él sonreía ante la expresión galante, sin decir palabra la acostó en la clásica postura de misionero y tras besarle los senos y lamerle la vagina ensalivada le puso el glande erecto a rozar los labios vaginales “anda, métemelo, métemelo” no esperó a más y ella mostrando un amplio asombro en su rostro sentía la penetración de su amante, respondía con la boca muy abierta producto de su asombro y sus uñas se clavaban sutilmente en la piel de los hombros, esto a él no le importaba, ya lo había sentido en otras ocasiones, ahora que conocía ese cuerpo quería saber el grado de resistencia de gemidos de aquella mujer al ser penetrada por ese gran pene erecto, en lo que le metía y sacaba el pene ella jadeaba ansiosa de más, él la complacía con furibundas estocadas de carne humana en su vagina, ambos testículos genitales se movían con agitación llegando a rozar los glúteos de la mujer, es que era tanta la intensidad y fogosidad compartida que la cama se movía haciendo chirridos, tanto así que reían al escucharlos, no había pausa ni tregua, la entrega era total, él le hizo realizar un 69 que a ella le pareció una eternidad, ambos disfrutaban el órgano genital del uno con el otro, había sincera atracción y entrega en esos cuerpos ya para entonces muy sudorosos, el hombre poseía ese cuerpo femenino con ansias, “si te hubiese conocido antes” “ya tendríamos ahora un hijo hermoso” el hombre sonrió, a sus cincuenta años él todavía podía pero ella a sus años actuales ya no, la naturaleza le había permitido sólo tener una hija, a la que adoraba con toda su vida, vivía ya independiente con sus negocios de alta costura sirviendo a la influyente sociedad capitalina, a diferencia de la madre su carácter conservador y religiosidad heredada de sus abuelos le permitían tener una espiritualidad boyante en los conocidos, aún no estaba casada, dedicada a los negocios era muy asidua al arte, la cama se movía constantemente con esos chirridos que a los amantes los hacía reír y estimulaba a una penetración mucho más fogosa, se deseaban desde hace tiempo y esta era la oportunidad de que ese desenfreno prospere, sentían sus roces, sentían el sudor de sus cuerpos al ser tocados en suaves deslices de manos y pies, ella quería más, ahora por la boca, así que se sentó en el extremo de la cama y él parado movía sus caderas cuyo pene entraba y salía por la cavidad bucal, ella muy sonriente lo besaba, lamía y chupaba pasándoselo por las mejillas, no paraba de reír al hacerlo, tenía fijación por ese pene, se había enamorado de él, lentamente se recostaba en la cama abierta de piernas abriéndose los labios vaginales con las manos “ven, chúpamela” le decía con atenta fogosidad, “anda, ven… es toda tuya” la cara del amante se acercaba lentamente, su nariz fue la primera en percibir esa afeitada vagina adulta femenina, se olía el flujo vaginal y el líquido pre seminal, luego la punta de la lengua rozaba el clítoris haciéndola estremecer, gemía con detenimiento, la lengua, poderosa en su desliz por esa piel estimulaba a la mujer a decirle “ya… ahora penétrame, penétrame”, el pene entraba ella le sostenía de la cintura para que no salga el pene dentro de sus entrañas “hazme un hijo, ya… ahora, hazme un hijo” el hombre con los ojos cerrados fruncía la sudorosa frente, se notaba la blanca espalda y el trasero pálido del hombre que se movía “dame tu leche… déjala allí” el hombre irónicamente sonreía, sabía que la mujer no podía concebir ni él podía engendrar un hijo en ese vientre, pero se ilusionaba con el momento, el hombre sonreía cuando de pronto le vino a la mente el rostro de Agripina, aquella mujer de veintisiete años servil al doctor Luis Daniel Pérez, su rostro se impregnaba en su mente, en su ser y en su sentir, al escuchar “dame un hijo… si dámelo” el hombre del Cáucaso pensaba que era Agripina quien se lo pedía, y respondía “si… yo también lo quiero” “yo también deseo tener un hijo contigo” “así, así, así” las caderas se movieron rápidamente, la delicia sexual en él se incrementaba, la imagen mental de Agripina lo estimulaba, ese cuerpo, ese cuerpo, parecía que era el de Agripina, aquella mujer esbelta bien señorial, besó a la amante pensando que era a ella a quien besaba, “eres mía, sólo mía, mía, mía”, de pronto ella sintió el semen dentro de su vagina, lentamente el rostro se relajaba mostrándole una sonrisa de complacencia con sus ojos cerrados, seguramente la ilusión se daba en creerse que había concebido, al abrir los ojos sintió otra realidad, el hombre se aseaba el órgano sexual y ella miraba parte del semen depositado que se deslizaba por su vagina, hizo un puño como de desolación, vio el cuerpo desnudo de ese hombre caucásico, lo llamó para que se acueste a su lado, estuvieron así dándose de manoseos y de apasionados besos por un largo rato, el lugar era el adecuado, ella tenía su auto estacionado en esa cabaña y él tenía amarrado su caballo a préstamo de la hacienda Pérez donde laboraba por ese tiempo, se había escapado para encontrarse, prometieron que no sería la primera y última vez de hacer el amor en ese lugar, ella estaba fascinada con el extranjero, últimamente la relación con su esposo no era tan cálida pues él también tenía fama de mujeriego, cautelosamente se despidieron con un beso con lengua apasionado, ella puso su rostro en ese pecho sudoroso, gustaba olerlo así, su mano pasaba por las mejillas, se despidieron agitándose la mano, ella fue la primera en partir, luego él discretamente lo hizo, cabalgó por la espesura, desde la ventana el hombre miraba la llegada de su esposa, respiró hondo, fue a su encuentro, algo se imaginaba el porqué de tanta alegría de ella, le avisó que su hija Cristina estaría unos días en la capital pues su amiga Fernanda le había comentado de un negocio de ventas y estaba ilusionada, la mujer fue al teléfono a hablar con su hija, el hombre olió el cuerpo de ella, tenía ese olor característico de sudor masculino, movió negativamente la cara, respiró hondo y fue a recostarse, para él seguramente en esa noche no habría sexo en casa sino en otro lugar de la ciudad, el caucásico seguía su galope, el calor y el sudor de su cuerpo le estimulaba a darse un baño en las riberas del río cuyos estrechos meandros mostraban lo tupida de la vegetación por el lugar, estaba en la propiedad del doctor Pérez, las cristalinas aguas de temporada brillaban ante los haces de luz solar, el viento fresco daba para refrescarse, se bajó dl caballo, con una mano se frotaba el agua en el rostro y en los brazos, era una delicia sentir esa agua correr por su piel, levantó la mirada y vio a una jinete entre el monte, seguramente estaba allí desde hace rato, escondida, el hombre daba por no estar enterado, sabía de quien se trataba, Agripina, era fácil reconocerle por el único caballo pinto del sector, sonrió para lentamente sacarse la ropa y lanzarse al agua totalmente desnudo, ese cuerpo brillaba al escurrirse agua por su piel, Agripina miraba con detenimiento ese cuerpo desnudo que se deslizaba por el agua, daba clavados desde la roca hacia el río, nadaba de forma pausada, todo lo hacía para que fuera visto por ella, se acostó deliberadamente desnudo sobre una gran roca en la orilla del río recibiendo los rayos solares, el grueso pene mostraba a plenitud, su mano lo agitaba, se rascaba la pelvis, se ponía espontáneamente erecto, Agripina desde la maleza tupida observaba con detenimiento ese cuerpo tendido en la roca, tragaba saliva, si el hombre ahora le mirase el rostro reiría a carcajadas pues ella mostraba atracción, su respiración aceleraba y a la vez tenía conflicto con sus deseos e intereses, quería salir de allí pero algo dentro de sí la sostenía para que siguiese viendo al caucásico, ahora estaba de cara en la roca, esa espalda musculosa y ese trasero blanco bien definido le hacían admirar mucho más, era una gran admiración por ese cuerpo europeo, ella tenía claro que ese cuerpo era muy original a todos cuanto ella había conocido vestidos o no, para Agripina verlo así constituía un privilegio, no negaba haberlo visto vestido y figurándose verlo desnudo, ahora que lo apreciaba sus sentimientos se cruzaban, odiaba al prepotente hombre de negocios pero con admiración empezaba a ver al hombre de carne y hueso, al hombre significativo, al extranjero que le estaba poniendo interés, sintió pesar en verlo secarse el cuerpo y luego vestir, algo muy dentro suyo le pedía que se quede pero no fue así de atrevimiento, tragaba saliva, sabía que hoy en la noche lo vería en la estancia Pérez, en la gran casona, era el invitado del doctor dueño de esas propiedades, la gran casona sería el lugar para la tertulia entre copas y amigos, vio hacia el cielo y consideró partir, iba pensativa que no dio cuenta que a metros de ella iba el jinete observándola, ya entrada la noche los anfitriones Luis Daniel y Alison la compañera sentimental daban la bienvenida a los invitados entre los que figuraba aquel caucásico, para Agripina el verlo significaba mucho, se cruzaron de miradas, cómo que se daba a notar que sabía algo, temblorosa casi hace un mal giro que podía chocar con el mesero, el hombre a tiempo la sujetó del brazo antes de caer, notó que el cambio de actitud cambió, en otras ocasiones hubiera sido tosca pero ahora se dejaba llevar por aquellas manos, es más, deseaba sentir la seguridad de sus brazos al ser tocada y protegida, emitió una sonrisa cortés, le dio un trago, él lo aceptó siempre y cuando ella también bebiese, para sorpresa de los allí presentes Agripina bebió del caucásico, ella que era enemiga de ingerir bebidas alcohólicas ahora lo hacía de una forma agradable, la contradicción mostraba sonrisa en el anfitrión principal, se notaba el acercamiento de Agripina con aquel hombre de negocios, en parte sería adecuado esa “amistad” para conseguir sus intereses de negocios, la noche para el doctor Pérez no podía ser de mejor forma, Agripina se convertiría en el anzuelo para conseguir pescar sus propósitos, la norteamericana también pensaba en ese caucásico como un ser del primer mundo, de su estirpe anglo caucásica, ella también le era atrayente al hombre de negocios, se podía apreciar bien tanto que el doctor la tomó del brazo fuertemente llevándola a un rincón para reclamar su coquetería con aquel tipo, ella ya entrada en tragos reclamaba la atención escasa que actualmente su compañero sentimental le daba, rabioso la tomó del brazo llevándola a la habitación, enloquecido también por el alcohol consumido en sus venas logró romperle el vestido a la norteamericana, luego de abofetearla le penetró con intensidad, al principio ella se forzaba en impedirlo pero después se dejó llevar, luego de hacer ese colérico sexo el doctor bajó a seguir en la fiesta, buscaba a Agripina para ser informado, pero ella no daba rastro de presencia, seguramente el doctor pensó que Agripina estaría mal con tanta bebida y decidió ir a su habitación, en parte el doctor Luis Daniel Pérez tenía razón, pues Agripina iba por el pasillo, sola, lamentaba que su hermano no estuviese allí en la fiesta, le sería de gran ayuda ahora, Luis Alfonso se encontraba en la capital en la mansión Arichabala con su media hermana, a él le aburrían esas fiesta de negocios y creyó momento propicio para viajar a la capital y visitar al algunos amigos, Agripina iba caminando pausadamente, de pronto sintió desfallecer pero unas férreas manos la sostuvieron, ahora el abrazo era más definido, la llevó a la puerta de su habitación, cerca estaba el motor que generaba luz al lugar, el intenso ruido no permitía percibir el diálogo entre los interlocutores, con ese pretexto entraron a la habitación, al cerrar la puerta se notaba el interés de protección del caucásico en la mujer, aún la tenía abrazada y ella no daba indicios de querer separarse de esos brazos, los recordaba en aquel momento en el río, ahora que lo veía vestido se imaginaba en su alucinación etílica ese cuerpo desnudo tan original no visto por esta región del país, se dejó caer en la cama, él se sentó a su lado el caucásico en silencio se limitaba a verla fijamente, lo claro oscuro de la habitación y la lejanía que representaba estar de la fiesta dio paso a una intimidad elocuente, aún en su poca conciencia tenía algo de recate, sus manos trataban de alejarse del cuerpo del caucásico, sus ojos estaban entreabiertos, respiraba aceleradamente, comprendió que debía retirarse, no quería problemas con el anfitrión, no deseaba ya seguir con la tertulia, “descansa, ha sido un placer lo vivido en esta noche” le dio un beso en la mejilla, olió el perfume delicado que para esa ocasión se había puesto especialmente para él sin que lo supiese el caucásico, ella abrió los ojos con dificultad, estiró lo más que pudo el brazo tratarlo de contenerlo en una sola palabra “ven” el hombre antes de abrir la puerta y salir giró su cuerpo mirando hacia lo tendido de ese cuerpo femenino sobre la cama, la mano seguía al aire cayendo bruscamente sobre el colchón, con la otra trataba de desabotonarse el vestido, le sorprendió verla llorar, “te amo… pero lo nuestro no es posible” el sorprendido caucásico tuvo un poco de inquietud ante lo escuchado por aquella delirante mujer, le dio un beso en la frente viendo que las manos de ella se esforzaban por quitarse el vestido, se sentó con dificultad para hacerlo, el hombre le ayudaba lentamente a hacerlo, casualidad del destino, se estaba reiterando aquello realizado con su amante esa tarde, esa piel era más suave, más joven, más tersa, instintivamente reaccionó “no… no puede ser, lo nuestro no puede ser” “no te conozco” el caucásico le dio un beso mientras se quitaba la camisa mostrando su velludo pecho “si es posible… déjate llevar y me conocerás, ven” puso la cara de ella sobre su pecho “siente mi corazón” “conóceme” ella acarició las mejillas dejándose dar un beso apasionado “tengo miedo… mucho miedo” dijo con expresión insegura y con ojos entreabiertos “¿de qué?” le preguntaba el caucásico, “de que no me ames” el caucásico preguntó “¿sí?” y ella con poca respiración decía “si… porque, porque… yoooo” hubo un pequeño silencio, ella tragó saliva para decir “hoy el destino quiso que te viera en el río” el caucásico ahora estaba seguro de lo que había hecho siempre visto por ella, sintió satisfacción, “ya lo sabía” le dijo a ella, “si… también yo lo sabía que lo hacías para fijarte” decía Agripina acotando: “comprendí que a más de desearte… te amo” las lágrimas de amor salían de sus ojos deslizándose en las mejillas siendo recogidas por los dedos del caucásico, ella miró el rostro del hombre “¿no dices nada?” fue la frase que mostraba aún autoridad en ella, el caucásico reía, “sabes que desde el primer momento en que te vi tu significas mucho para mí… déjame conocernos, déjame amarte” para ese momento ya el caucásico estaba sólo en calzoncillos, las manos de éste deslizaban el calzón de Agripina, le besaba el cuello, chupaba y lamía los pezones, llegaba al ombligo, a la vagina mojada de flujos, la olió, su lengua rozaba el clítoris “hagámoslo con amor, quiero que me conozcas” ella se dejó llevar, el glande con líquido pre seminal entraba entre esos labios vaginales deformando la estrecha vagina que por largos once años no había sentido la presencia penetradora de un pene, Agripina hizo un leve gemido diciendo “házmelo, lo deseo… quiero ser tuya” “no importa lo que pase… te amo” el caucásico le dijo “siempre he querido este momento… mi amor” “conóceme, así, así, así” de esa forma el pene entraba y salía de esa vagina, el caucásico de antemano lo sabía, pero no le importaba esa situación vestal, él la adoraba, había soñado con ese momento, antes la soñaba en otras mujeres, ahora la tenía allí junto a él, penetrándola, haciéndola suya, y también, entregándose a ella, las manos se apoyaban en los fuertes hombros del caucásico, mientras la penetraba la besaba con intensa pasión, había respirado y descansado prolongadamente para decir que estaba consciente en parte de lo que estaba haciendo, ambos cuerpos unidos por sus genitales estaban allí sudorosos, la lubricación entre ellos a través del roce se hacía más deliciosa en cuanto a la penetración, el caucásico le daba pene seguido contundente en esa vagina, los pelos de pene y vagina se tocaban, se deslizaban, se frotaban, ese pelo negro y ese pelo rubio se combinaban, “ahhh.. así, sigue, no te detengas… mi amor” el caucásico continuaba en su acto sexual, ella a efecto del alcohol gustaba mucho de esa fuerte penetración, los senos de ella se tocaba con el pecho del caucásico que empezó a chupar decididamente, eso más la estimulaba, dio vuelta y ahora ella encima de él hacía que la vagina se mueva dejándose penetrar debajo, luego un giro, ahora ella cabalgaba con el pene dentro de su vagina, las manos se entrelazaban, así él le enseñaba a que sienta más profundo el pene en su vagina, luego ella de espaldas acostada a la cama con las piernas abiertas bien encorvada su columna y el apoyado en el cuerpo de ella metía tan profundamente ese grueso pene venoso haciéndola sentir de agrado, ese grueso pene hacía furor en las entrañas de Agripina, el tiempo para ellos era precioso, todo el pene adentro, ambos con alcohol en el cerebro deseaban estar así y nunca terminar, pero lo humano prevalece ante lo subliminal, el pene del caucásico se complacía en hacerla gemir así, la mujer de veintisiete años lanzaba flujos vaginales que gustaba al caucásico, “ves, ya me conoces”, ella le decía “no pares sigue, mi amor” el caucásico continuaba así teniéndola sometida sexualmente, era para ella un despertar sexual, algo no apreciado desde hace once años, aún en su subconsciente no sabía el porqué de su entrega, sólo sabía que deseaba ser feliz, Agripina sintió ese semen dentro de su ser, respiró hondo al sentir que el pene del caucásico se detenía, estaba bien adentro, sentía el semen de su amante en sus entrañas, quedó acostado encima de ella mientras le pasaba la mano acariciándole la velluda espalda, sudorosos sus cuerpos unidos en un mismo latir de corazones “¿Ahora que me conoces… tienes miedo?” ella sonrió aun ida un poco por efecto del alcohol “ya te conozco, y fue maravilloso” se dieron varios besos y quedaron acostados al son de escuchar la lejana música, quedaron dormidos, los asistentes a la fiesta no dieron cuenta en qué momento el encargado de negocios había salido, pero ya se suponían que estaría en la ciudad, era normal su actitud al notar que el anfitrión también estuvo ausente y pensaría en irse, pero no fue así pues al amanecer los rayos de sol describían los cuerpos desnudos de Agripina y el caucásico acostados en la cama, abrazados, ella fue la primera en despertar, se vio desnuda, a su lado aquel caucásico desnudo, temía la reacción dl despertar de aquel hombre, se había entregado a él, tenía recelo de solo pensar que sería juzgada por él como mujer fácil, habían pasado once años que hombre alguno ni con la mirada sugerente aceptaba piropos marcando la brecha en el respeto, irónicamente, por simple atracción y un sentimiento nacido del amor se había entregado al caucásico, los ojos claros del hombre dieron a una intimidación en Agripina, se formaba un recelo tanto así que instintivamente se cubrió con las sábanas, el caucásico sonriente tomó la sábana y la deslizó entre el cuerpo de Agripina dejándola desnuda ante su mirada, se sentía seguridad en el hombre y para motivarla le dijo: “¿por qué cubrir algo que conocemos?” “eres maravillosa y te amo como nunca he amado a alguien… lo juro por mi vida” Agripina entre gestos de timidez emitió una leve sonrisa, tenía el agrado de escuchar eso que desde hace mucho tiempo no escuchaba, lentamente se acostó sobre ella que lo permitía “ahora sólo existe nuestro amor” se dieron apasionados besos con lengua, mientras eso ocurría se manoseaban los cuerpos, con una mano tomó el pene frotándolo sobre la vagina “¿quieres conocerme más y sin temores?” a lo que ella lo abrazó fuertemente “si… soy tuya, sólo de ti” el pene entraba haciéndola gemir de nuevo pero ahora con más decisión, y tras un largo rato el semen quedaba depositado en sus entrañas por segunda vez, se miraron al sentirlo dentro, ella se tocaba el vientre, fue una velada agradable, lentamente y en silencio el caucásico se aseó y se vistió dándole un beso en la frente a su amada Agripina, saliendo furtivamente de ese cuarto, caminó cautelosamente por un camino alterno de herradura que lo llevaría al pueblo, ese viejo camino hecho a mediados del siglo XIX, ya estando lejos de la propiedad miró desde lo alto la gran casona y otras aledañas, su mirada se centró en la estancia Buonanote donde en pocas horas estaría, para el anciano Rodolfo Buonanote la visita del caucásico significa gran complacencia, ambos los sentían así, había algo pendiente en su identidad que sería develado, cerca de allí en un tejado un gato se lamía la pata y otra le ronroneaba.
FIN DEL DUCENTÉSIMO DÉCIMO SEGUNDO EPISODIO
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