METAMORFOSIS 213
Jugando.
Los ojos de Renata se abrían hacia el nuevo día, había pasado casi un mes de saberse en desgracia tras de ser desvirgada y la muerte de su padre, la madre había cambiado su carácter, iracunda tenía el gesto siempre, la vida la había golpeado dejándola sola con dos hijos a quien criar y para sorpresa de saberse en estado de espera a parir su tercer hijo, sí, esperaba un tercer hijo atribuido a su difunto esposo, tenía el semblante muy nostálgico, el trabajo lo compartía en su tierra y en la gran casona Valdés, los niños a veces le eran compañía y en otras ocasiones como ahora quedaban en la ramada haciendo los quehaceres, Ana ignoraba lo que su hija había pasado, creyó que aquellas manchas de sangre sobre el barril metálico de la ”T” sobre la estrella se debía a los golpes de los contrincantes, sin pensar que era sangre salida de la vagina de su tierna hija, allí estaba esa mancha aún como testimonio, Ana tomó la carreta despidiéndose de sus dos tiernos hijos, Renata y Renato despedían a su madre, en pocos meses se notaría más barriga, ante ello tendría que trabajar más, sólo contaba con el apoyo del patrón y hacia la casona iba a descontar con trabajo la ayuda a la esposa en los quehaceres domésticos de fin de semana, había un poco de mayor consideración ante la desgracia sufrida, Renata con su hermanito arreglaban las lonas de recolección de café asimismo de alguna forma sacaban filo a la herramienta menor agrícola rustica que tenían, de vez en cuando el patrón prestaba a unos peones para ayudarles en las tareas complejas, el patrón ayudó con vituallas y material de dormir con vestimenta para ella y los niños, así que el compromiso era más grande, no podía negarse a su llamado, cruzaba aquel lugar de encuentro con Jasmani y le entraba ira con cólera desenfrenada, lo quería tener en su delante para destrozarlo, pensaba que aquel hombre era el causante de todas sus desgracias ahora, un instinto de rencor y rabia rondaba por ella, deseaba terminarlo, acabarlo, destajarlo si lo tuviera enfrente, a varios kilómetros de allí Renata terminaba de hacer una de las tantas actividades que su medre le encomendaba, tocaba ahora el lavar los trastes en el arroyo con la ropa, el calor se hacía imperante, se quitó el vestido sintiéndose a solas quedándose en calzón únicamente, dejándose ver sus tetillas y esas piernitas rellenitas, su hermanito a su lado se bañaba en la orilla en la cristalina agua del arroyo que pasaba cercanamente de la ramada, la arena se pegaba en la piel del traserito del niño, la hermana le decía que tenga cuidado, el travieso nene jugaba con la arena y un palito garabateando sobre la superficie, la concentrada Renata no dio cuenta de la presencia cercana de aquel jinete que se acercaba luego de dejar amarrado a su corcel a prudente distancia, ella seguía lavando los trastes, en cuanto vio a aquel personaje que se acercaba con una bolsa el pánico invadió a la pequeña que la única reacción que tuvo fue abrazar a su tierno hermanito, el temor la hacía temblar, no así su hermanito, temblorosa daba pasos hacia atrás, conocía a ese hombre, al asesino de su padre, era él, nuevamente estaba allí, el hombre a prudente distancia se acuclilló delante de la niña, estiró los brazos mostrándole la bolsa, su sonrisa cada vez más firme en su rostro trataba de ganarse la confianza de la niña, debía hacerlo pues estaba allí por un deseo, estiró los brazos mostrado el interior de la bolsa, eran dulces que a los dos niños tanto gustaban, había gaseosas junto a los dulces, inocentemente el niño logró alejarse de su hermana para acercarse al jinete, le tenía confianza, el hombre rodeó con sus brazos al pequeño acariciándole el pelo, “¿ya vez?.. él no me tiene miedo, no les haré daño” “sólo quiero estar contigo… a solas” la temblorosa Renata movía negativamente la cabeza llamando desesperadamente a su hermanito, “ven, no tengas miedo, soy tu amigo” ella continuaba moviendo la cabeza dando pasos hacia atrás, el hombre marcó al niño confiado en la seguridad que esos brazos le daban, “mira, él me quiere, ¿tú por qué no?, ven” haciéndole invitación con sus manos, pero ella no obedecía, le dio la espalda llevándose al niño en dirección a la ramada, se acostó con el niño en la hamaca, de lejos ella miraba al hombre disfrutar junto a Renato de los dulces que trajo, miraba a su hermanito con tanta seguridad que comía de manos del jinete que le daba los dulces en la boca y luego caricias y besos en su frente, el niño se agitaba con sus manitos llenos de felicidad sentado sobre el abdomen del hombre, el pequeño estaba desnudo con su cuerpo humedecido sobe el jinete, Renata se limitaba a mirar, no negaba la necesidad de comer su dulce favorito pues tenía mucha hambre y sus ojos más se abrían viendo esas gaseosas que tanto había deseado hace tiempo, no se negaba que ella era niña gustosa de dulces, aún su edad mostraba inocencia, o seguramente ese anhelo de tenerlo todo hizo que se fuese acercando a paso lento, mostraba su garganta ensalivada junto con los labios, se entrelazaba sus dedos como si tuviera una guerra de sentimientos encontrados dentro de sí, el jinete miraba que tragaba saliva la pequeña, sin dejar de sonreír estiró con la mano un pedazo de dulce, ella se quedó quieta viéndole, dio unos pasos atrás mientras él agitaba la mano brindándole el dulce, miró a su hermanito con tanta paz comiendo que adelantó unos pasos deteniéndose a prudente distancia de la hamaca, su inocencia de interés pudo más que su temor viendo aquella gaseosas, estiró sus manitos tomando el pedazo de dulce y una gaseosa, rápidamente se alejó de la hamaca yendo a comer allá en el puente entablado, desde allí miraba al jinete comiendo plácidamente con su hermanito, luego se pusieron a jugar los dos, la algarabía del pequeño se mostraba, correteaban por los alrededores, el hombre marcaba al niño lanzándolo por los aires y atrapándolo al vuelo, en otra le hacía abrir los brazos horizontalmente al niño mientras lo sujetaba de la cintura haciéndolo girar circularmente como si fuese un avioncito humano y en otra el niño se sentaba sobre la espalda del jinete como si estuviese cabalgando, el niño desnudo posaba su penecito en la espalda, sus piecitos y manitos se agitaban al viento, el jinete no paraba de acariciar paternalmente al niño, el jinete vio a lo lejos que ahora la niña seguía sentada en el arroyo, el jinete subió a la ramada por la escalera de madera rustica, la niña vio los movimientos del jinete llevando marcado a su hermanito, de súbito se puso en pie viéndolo entrar a la ramada, su hermanito estaba con los ojos entreabiertos, el jugar constantemente con el nene había hecho cansarlo, así marcado lo llevaba al interior y estando allí lo acostó al nene en el pequeño catre, la desnudez del niño se mostraba allí acostado en el catre pequeño, en los bajos de la ramada Renata se sentía inquieta, algo preocupada, esa angustia le hizo subir las escaleras y arrimándose en el marco de la puerta vio al jinete acariciando paternalmente al niño, las manitos se aferraban a las regias manos aquel jinete, así jugaban, alegres y atentos, los ojos de Renata miraban con fijación aquellos mimos y movimientos de manos, vio cómo los ojitos de su hermanito se cerraban lentamente, el jinete se alejaba del catre para acercarse a ella pero bajó rápidamente las escaleras, desde arriba el jinete sonreía viendo la actitud de arisca, bajó lentamente las escaleras yendo a acostarse en la hamaca, bebía la gaseosa sacada de la bolsa, Renata lo observaba, allí sentada a lo lejos miraba la puesta del sol, el tiempo transcurría, recordaba sus quehaceres pero cómo hacerlos si estaba allí aquel hombre, vio que sacaba de sus bolsillos unos cuantos billetes, la curiosidad se apoderó de Renata que miraba atenta a los movimientos de manos de aquel hombre, una de las manos sobaba el pene vestido con reojo hacia la nena, lo hacía para llamarle la atención, ella se resignaba a mirarle, después, de súbito se deslizó la cremallera como si no fuera con ella, agitó el erecto pene salido del calzoncillo, sobaba su pene teniendo a un lado los billetes, ella se puso cabizbaja, no quería mirar a ese pene que la desvirgó, se temblaba de temor, pero instintivamente algo dentro de sí le hizo mirarle por un instante ese pene peludo del jinete, como… sí, como si tuviese la necesidad, sabía que eso le había dolido mucho y muy fuerte, pero… la inquietud primaba, quizá era la gaseosa, quizá fuese ese dinero o en sencillo quizá fuese simplemente el pene mostrado agitándose, como sea, ella lentamente se fue acercando, de a pocos pasos, pero se iba acercando, se dejaba llevar de la sonrisa de aquel hombre ahora ya haciéndose aún más conocido, la sonrisa y cordialidad eran como redes que atrapaban su inocencia y creaba seguridad, el hombre la veía venir tragando saliva, la tuvo tan cerca, junto a la hamaca donde estaba acostado aún, el recelo aún continuaba pero iba menguando, vio aquellos billetes, la mano del hombre se deslizó por el brazo de la pequeña sobándole luego la manito, en el jinete se notaba cierta necesidad de ella, instintivamente se hizo para atrás con sus pies, los recuerdos le volvían a su mente, el hombre de súbito se sentó en la hamaca, podía ver los ojos acusadores de la pequeña, “no temas, ven” “juro que no te haré daño, lo sabes, lo sientes, lo entiendes que es así” “bien sabes que él me atacó… me quería matar” “sólo me defendí” “recuerda que él también te lo hacía” “él era muy brusco contigo” “sé que con él no querías jugar a eso… pero estoy seguro que conmigo sí querías” “¿verdad que sí querías?’” “¿verdad que sí?” ella se puso temblorosa, pensativa con la mirada al suelo, en parte aquel jinete decía la verdad “estoy seguro que luego de matarme a mí… te mataría a ti”, esas palabras la hacían meditar más a la pequeña “sé que él siendo tu padre debería protegerte y no haberte hecho eso” la hacía meditar con esas palabras “un padre nuca le hace eso a su hija” “dime… ¿cuándo has visto o escuchado que eso está bien?” ella seguía cabizbaja meditando “en cambio… tú y yo nos queremos” ella escuchaba de labios del jinete “porque nos queremos entonces si debemos jugar a eso” ella alzó la carita al escuchar la pregunta “¿verdad que me quieres?” lo quedó mirando fijamente “¿verdad que sí?” ella miraba “dime Renata… ¿me quieres?” la niña se llevó las manitos a la boca, sentía recelo pero también sentía simpatía, lo conocía desde antes, desde ser muy pequeña, le había tenido confianza, sin embargo el recelo se mostraba en su rostro, “recuerda lo que hicimos allá” con el brazo extendido le mostraba el entablado donde le acarició “allí me dijiste que me querías” “¿te acuerdas?” ella miraba al arroyo “¿recuerdas?” ella seguía con sus deditos en la boca “luego fuimos allá” la mano del jinete mostraba el lugar donde la desvirgó “fuimos allá porque sabías que eso que hicimos te gustaba” ella miraba ese lugar e instintivamente bajó su mano rascándose la vaginita dentro del vestidito, recordaba cuando la desvirgó “mira lo que te estás haciendo Renata” ella sacó su manito de allí al verse descubierta “ves… no importa, sigue rascándotela” ahora sus deditos estaban en su boquita de siete años, “no importa, no tengas pena, sé que te gusta pasar el dedo allí” “sé que te gusta porque piensas que es como éste” rápidamente se mostró el pene que aparecía del pantalón, “míralo… sé que te gusta” “míralo” ella tenía una manito en la boca y la otra se deslizaba por el calzoncito metiéndose a sobarse con los dedos aquellos labios vaginales, lo miraba al pene y recordaba cuando la desvirgó, miraba al pene y se sobaba la vaginita, era sin lugar a dudas su instinto sexual “¿ves Renata?” “te gusta ver mi pene y a la vez te gusta rascarte la vaginita” “y eso se debe a que te gusta mi pene y te gusta que te lo meta” ella miraba al suelo con timidez, “seguro que ú estando a solas te pasas la mano por l vaginita pensando en mi” ella seguía mirando al suelo “sí Renata… piensas mucho en mí y en lo que hicimos” ella se rozaba la boca con las mantos viendo al suelo “no lo puedes negar… piensas en mi y en mi pene” ella cerraba los ojos “me imaginas en tus sueños que estoy desnudo… que me acerco… que me acuesto encima tuyo… y… que te lo meto” ella suspiraba “¿verdad que te gusta soñar conmigo desde la última vez que nos vimos?” ella seguía suspirando “sé que te gusta… no lo niegues” miraba a los lados “no te resistas” “sí… te gusta” “no te resistas… no lo niegues” “nos queremos” ella se puso cabizbaja, “sé que te gusto” “ven, anda” Renata seguía quietecita sin moverse ya no estaba moviendo las manos en su boca y sólo estaba viendo al piso, el jinete insistía, “ven, pequeña, anda, ven, sabes que no te haré daño” la nena empezó a sentirse débil de tanto temor angustioso en su estómago que la embargaba, “si quieres, me voy” se levantó y al hacerlo cayeron los billetes en el suelo, la niña vio fijamente la cantidad de billetes, eran varios de diferente denominación “¿quieres algunos?” ante la pregunta del jinete y al dar unos pasos alejándose de los billetes ambas miradas se cruzaban, poco a poco la carita de la pequeña miraba al suelo viendo los billetes y así cabizbaja con los dedos entrelazados en sus manitos asentía lentamente “¿en verdad los quieres?” Renata movió afirmativamente la cabeza, “¿todos?”, estaba con los ojos cerrados y asintiendo y así ya mostraba en aquel hombre su complacencia, se acercó lentamente hacia ella acariciándole el pelo para seguidamente acariciarle el rostro, sutilmente la llevó a sentarse en la hamaca donde acariciaba la cintura, lentamente la mano se posaba en la entrepierna en su regazo, sintió aquella mano deslizarse por el calzoncito que llevaba puesto, sentía que le estaba hurgando por los labios vaginales, quiso hacer un quite pero él ya la tenía bien sujeta tomada de la cintura, la cara de él lentamente se acercó al rostro a darle un beso en la mejilla, la reacción de ella fue prudente y no tenía ya tanto recelo como al principio, el jinete notaba el avance en ese diálogo, “yo sé que te gusta jugar” le acarició el pelo “déjate hacerlo, verás, sentirás rico”, ella cerró los ojos frunciendo, de ello dio cuenta el jinete pero no le importó, ya sentía la piel caliente en la nena al pasar el dedo por el bracito, le dijo que se ponga en pie, la cara del hombre se apoyaba en el pequeño pecho de Renata, le escuchaba el corazón acelerado, él se puso en pie “se escucha bonito tu corazón” la apegó a su pecho “escucha el mío” ella se apegó más al pecho del jinete “escucha” Renata escuchaba el corazón de aquel hombre “los dos sentimos lo mismo” se vieron al rostro el rostro de ella era de asombro, “escuchaste… eso es señal de que nos queremos” ella bajó su mirada pues vio la mano del jinete que se manoseaba el pene vestido y ella instintivamente se lleva la manito a su vaginita rozando los labios vaginales, se miraron fijamente, “quieres jugar… ¿verdad?” ella miraba el pene vestido siendo manoseado, la mano del jinete fue a la parte intima de Renata siendo rozada suavemente, había el deseo, al ver eso el jinete la toma de la mano “ven, vamos” y así sutilmente tomándola de las manos iba subiendo la escalera rústica de la ramada, se notaba el crujir de aquellas finas botas junto a los pies descalzos de la pequeña, instintivamente miraba el bulto vestido de aquel jinete, “ven, no te hare daño mi pequeña… sé que lo deseas tanto como yo…, ven” ella miraba sus pies descalzos “lo vas a disfrutar, prometo que sí” en un instante de recelo ella quiso soltarse de las manos pero sintió rigidez en alguien quien ya controlaba la situación “¿los quieres verdad?” “¿dime, eh!!? “¿los quieres?” ella se detuvo junto al catre donde dormía su madre antes con su difunto padre, ante la insistente pregunta ella asintió, el jinete le dijo “¿entonces?” le acarició el pelo “no tengas miedo pequeña” le dio un beso en la mejilla “mira a tu hermano, duerme contento” ella miró a su hermanito “así quiero que te sientas siempre… contenta conmigo llena de caricias y sobre todo de que goces de protección mía”, se inclinó viéndole a los ojos “siempre te voy a cuidar, siempre te voy a proteger” vieron dos catres más, le hizo señas para que le indique cuál de los dos era su catre donde dormía, ella le indicó aquel pequeño catre, el jinete sonrió, se sentaron en ese catre humilde, lentamente le fue quitando el calzoncito haciéndola que se pare en su delante, la tela del calzoncito se deslizaba, ella miraba más grande el bulto de la entrepierna del jinete, sintió vergüenza viéndose desnuda ante él cubriéndose la vagina con sus manitos, “anda, no tengas pena, estamos solos” “además somos novios… no debemos tener vergüenza si nos queremos” “porque tú me quieres… ¿verdad que sí?” ella lo miraba emitiendo una leve sonrisa, recibió un beso en la frente, lentamente fue acariciándole las manos y despacio las apartó de aquella vaginita que ahora la nariz y boca del hombre pasaban, le complacía oler esa vagina, olía los orines recién expulsados seguramente, lentamente la acostó mientras él se sacaba toda la ropa “quiero sentirte piel a piel”, le besaba los muslos “con más calma quiero que me conozcas” le besaba las caderas “ya verás lo bien que se siente, te lo prometo” le daba besos en el vientre “será mejor que antes… ya lo verás mi pequeña” pero muy dentro entre sus pensamientos manifestaba “ya verás mocosa lo que es un hombre de verdad, te daré por todos los huecos posibles” suavemente le fue besando la frente, mejillas y labios ella actuaba con sus manitos tratando de apartarlo pero era inútil contener ese cuerpo rígido deseoso de sexo, le manoseaba la vaginita, la dedeaba sin ya resistencia de ella pues emitía gemidos latentes innatos de nena sometida al sexo, sintió que lo mojada de la vagina no se daba así que fue a donde estaba el niño y vio crema en una mesita junto al catre, la nena vio cómo el hombre regresaba al lugar y se ponía crema en el pene, gozaba haciéndolo “ahora sentirás rico, ya lo veras preciosa” la hizo abrir de piernas viéndose el pene rozando a la vaginita “¿te gusta, ehh?” el glande rozaba mucho “piensa en el premio, piénsalo” ella resignada sentía cómo lentamente ese pene entraba por vez segunda en su vaginita, ahora más delicadamente, se podía decir con sublime sutileza, ella estaba quieta recibiendo esa delicada penetración, gimió cuando sintió todo el pene dentro de sus entrañas, frunció el rostro y sus manitos se agarraban de los brazos del jinete, sus manitos se aferraban a los hombros de su iniciador en el sexo, su desvirgador, su primer hombre, aquel que la hizo mujer, y así se lo hizo notar “siente que eres mía, siente que soy tu macho, así, así, así” “siente mi pene en tu vagina, siente cómo te lo meto” “siente que eres mi mujer… sí, mi mujer” ella no soportaba el dolor que aún le ocasionaba el pene al embestirla seguidamente, en verdad era grueso, quedaba rezagos de recelos en aquella primera cogida así que los gemidos de Renata y los sonidos de satisfacción sexual del jinete en el catre despertaron al nene que sentado desde su catre miraba la escena del jinete y su hermana en el catre donde ella dormía, sus piecitos se posaban en el entablado de la vieja ramada, se sentó al lado de ellos en el espaldar junto a la pared de caña a ver cómo el pene del hombre entraba y salía en la vagina de Renata, el nene inocentemente bostezaba, aún tenía los ojos entreabiertos, eso no impidió para que el hombre no continuase con su propósito, “¿verdad que es rico?” “con el tiempo ya no te dolerá y desearás más de esto y yo te lo voy a dar” “sólo que tú lo quieras” le hizo acostar de cara al colchón del catre, ahora el pene con resto de crema entraba a la entrada del ano en el traserito, ella gemía, sentía dolor y molestia moviendo agitadamente las caderas, le dijo que se diese vuelta, el niño con inocencia le ayudaba a dársela empujándola con sus manitos hacia el hombro, el pene rozaba el interior de ambos oídos y pasaba luego por los huecos de la nariz “falta lo mejor” dijo “ahora siéntate” “abre tu boca” ella sentada notaba que el pene entraba en la boca, hizo un alto para escupir pues contenía en su boca restos de crema, sonrió y continuó con el sexo oral, se tenía confianza, el niño muy cercano miraba esos movimientos, trataba de tocar pero las manos del jinete se lo impedían, “mira cómo la tengo a tu hermanita rica” el nene miraba el deslizamiento del pene “ya lo harás cuando estés a solas con ella”, ¿verdad que lo harías con él también, ehhh? El jinete sonreía diciendo aquello, ella lamía y chupaba el pene, lejos quedaba el temor, de pronto en su rostro quedaba el semen del hombre, la acostó y así con esos restos de semen le introdujo el pene en la vagina penetrándola por varias ocasiones “¿ves que con crema y semen ya no duele?” “¿te gusta, no es cierto?” ella solo mostraba en su rostro la tranquilidad cerrando los ojos en verdad que dolía ahora poco pero de inmediato como de contraste ya le estaba gustando, es que la metamorfosis se apoderaba de ella, duele pero no mucho se decía en su interior, el nene instintivamente se tocaba el penecito viendo esa escena, a su corta edad no precisaba de aquello con juicio normal como otros niños de más edad, el jinete visitante le dio pene por largo rato en esa vaginita, ya estaba bien desflorada, lista para seguir en próximos encuentros, le fue sacando el pene “nunca lo olvides” vieron el pene erecto humedecido “míralo bien, este te hizo mujer… mi mujer para siempre” ella fijamente vio el lunar entre los dos testículos que se notaban pese a los pelos que lo trataban de cubrir “ahora bésalo” los labios de Renata y la lengua dejaban rastros de saliva en el testículo y tronco del pene haciéndolo gemir al jinete, “así se atiende a su macho” “así debes atenderme cada vez que te visite” le acarició las mejillas “recuerda siempre… yo soy tu macho, el que te hace sentir” le acarició el pelo “el único… no lo olvides, me perteneces” le acercó los billetes “gástalos sin apuro, que tu madre no se entere” le dijo que trajera un recipiente con agua, presurosa así desnuda bajó por el recipiente con agua, en ese momento del pene del jinete se pasó un dedo, lo recorrió por el glande y el tronco tomando resto de semen y lo pasó por el penecito del niño, “así se coge, aprende” luego le estaba acariciándole el pelo y al rostro infantil que sonreía inocentemente de lo que pasaba, las manitos de la nena limpiaban el pene erecto posado dentro del agua en el recipiente “acarícialo, es tuyo, dale un besito” con sutileza lo hizo para luego secarlo con un trapo, “te hace sentir bien, ¿no?” ella simplemente lo miraba, el jinete lo había conseguido, crear metamorfosis en su nueva niña amante, junto al caballo se despidió marcándola en su cintura cuyos piecitos descalzos de niña desnuda se agitaban al rodear sus piernas las caderas del iniciador en el sexo, el jinete amante estaba feliz de haber roto el recelo de la pequeña, se la notaba más segura y en confianza, así que se dieron besos con lengua, a su corta edad ya quedaba sentado que desearía en adelante mucho, pero, mucho sexo, orgulloso de lo que había conseguido le dio otro par de billetes “te los has ganado bien” “recuerda no gastarlos muy seguido, evita sospechas, inventa algo” “no te dejes ver la vagina de tu madre, evita sospechas” le giñó el ojo diciéndole “¿te gustaría vernos de nuevo?” ella aún con timidez cabizbaja asintió, acarició al niño y montó a caballo alejándose del lugar, ella desnuda desde la orilla del arroyo lo miraba alejarse subiendo las lomas circundantes, aún en su vaginita se notaba restos de semen y crema, se sentó a ver lo bien abierto de su vagina, acuclillada así desnuda se limpiaba con agua y jabón, le ardía pero le iba pasando, tras sentir picazón, su hermanito al lado le miraba, estaba estirándose el penecito lampiño, se acostó y le dijo a su hermanito que se acueste sobre ella, acomodó el pene en la vaginita y le hizo alzar y bajar la cintura, así hacían sexo filial, rodaban por la arena, los dos reían, el jinete salió entre los montes viendo a gran distancia desde la altura aquella escena sexual entre hermanos, sonrió ampliamente y continuó con su camino viendo la puesta de sol, algunas actividades laborables le esperaban y quizá el encuentro con alguna fémina de su edad como complemento a la acción sexual del día, se complacía con lo que había hecho e iba feliz galopando, la tarea de convencer a Renata y superar el escollo de la desconfianza le hacía más tranquila su forma de vivir, tenía ya otra ruta a la cual acudir.
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Leobardo Tiburcio nacido en el año de 1953, amiguito de Luciano, sus nombres respectivos de sus abuelos materno y paterno, su madre lavandera y su padre en la cárcel desde 1956, el niño estaba sentado en la acera esperando a su madre de regreso de su trabajo, irónicamente a veces para ir a lavar en casas que se vestía muy formal rayando de lo adecuado, el pequeño tenía un aspecto triste, estaba solo, al salir del cuarto en donde vivía con su madre lastimosamente ya no encontró a sus amigos, se había quedado muy dormido y ya al salir vio que sus amigos habían salido en sus bicicletas, se había ilusionado en ser llevado en una de ellas, se quedó concentrado en la calle con mirada al infinito de igual forma hacía girar la cadena con la llave atada, el zumbido le era atrayente y empezó a agitarla con más intensidad, la soltó cayendo en medio de la calle polvosa, se inclinó para tomarla, desde la ventana Luciano de la Sierva miraba al niño jugando con el cordón de la llave, el niño tenía puesta las sandalias, una remera y un short ajustado a su cuerpo, se notaba el crecimiento de Leobardo Tiburcio de siete años, se maravillaba viendo ese penecito amoldado a la tela y de igual forma la definición de la separación de los glúteos que se mostraban en la tela, no tenía puesto el calzoncillo debajo del short, al agacharse a tomar la llave se mostraba más definido el traserito, se sentó en el bordillo mostrándose el penecito apareciendo por una de las mangas del short, su pelo estaba alterado seguramente por la siesta que hizo, se rascaba el trasero producto de la arena que se impregnaba en la tela y molestaba la piel del trasero del niño, daba vueltas por la cuadra tratando de encontrar un objeto para jugar, Leobardo Tiburcio tenía una edad ideal por su físico, el asombro de Leobardo Tiburcio fue mayor al ver salir a Luciano de la Sierva con una bicicleta para ser reparada en su neumático, serían muchas cuadras de caminar para que sea arreglada en un taller, Leobardo Tiburcio acompañó al adulto a dejar la bicicleta, mientras caminaban le preguntaba al niño por su madre, Leobardo Tiburcio le contestaba que ella estaba en el trabajo y seguramente como de costumbre llegaría a primeras horas de la noche trayéndole comida como siempre, mientras caminaba miraba los piecitos con deditos alargados empolvados del niño salidos por esas sandalias, así también la forma afeminada de caminar del niño y su traserito cuyo movimientos excitaban a Luciano, el niño animoso tomaba uno de los manubrios de la bicicleta y Luciano ponía su mano sobre la manito de Leobardo Tiburcio, le rozaba el dedo y se miraban alegremente, se detuvo un poco a poner de buena forma la cadena, en su delante Leobardo Tiburcio se acuclilló tratando de ayudar a Luciano, se mostraba el penecito salido y en un movimiento rápido de manos le rozaba el penecito, Leobardo Tiburcio hacía el quite y sonreía tímidamente, Luciano se llevaba la mano al pene insinuándole el “jueguito” a lo que el niño simplemente sonreía, al llegar al lugar, el hijo del propietario del taller tenía aparte tarea de reparación, le dijo que estaría lista en un par de horas o menos si llegaba su padre luego de realizar una obra, le dijo el muchacho antes de salir el ocaso ya estaría arreglada, Luciano se encogió de hombros un tanto resignado dejando la bicicleta, Leobardo Tiburcio se quedó en el taller maravillado por lo que veía jugando con los rulimanes en sus manitos, Luciano le dijo que lo acompañe de regreso pero el niño insistió en quedarse en el taller, es que el hijo del dueño del taller antes le hizo unos gestos disimulados para que se quedase, de esa forma Luciano se despidió del muchacho hijo del propietario recordando volver, Leobardo Tiburcio se acercó al hijo del dueño del taller para ver lo que reparaba teniendo una pieza en la mano, el hombro del muchacho rozaba el penecito vestido del niño, en lo sentado que estaba se daba tiempo para restregarse el pene erecto que se mostraba amoldado en la tela del pantalón, el muchacho miraba a Leobardo Tiburcio acuclillado viéndolo trabajar, se mostraba el penecito salido por una manga del ajustado short que llevaba puesto, el muchacho miraba con sonrisa esos piecitos polvosos sobre sandalias, tragó saliva y se puso en pie, acarició el pelo del niño, al verse a solas lo llevó de los hombros a un cuartucho pequeño al fondo, le dio de caricias en el cuerpo viéndole que el penecito se mostraba erecto ante el short, los manoseos en el cuello y en el traserito estaban dando el resultado esperado, Leobardo Tiburcio se puso cabizbajo, entendía lo que estaba pasando, el muchacho rápidamente se bajó el pantalón y deslizó el short del niño cuya piel se puso de gallina, lentamente lo encorvó sobre el catre improvisado, se mostraba el traserito sedoso de niño lindo, el pene peludo pasaba por el traserito, el niño pujaba, el hijo del dueño del taller de bicicleta comprobaba la virginidad del ano pues el glande tenía dificultad para perforarlo ya que el niño gemía mucho pidiendo que ya termine con eso, así siguió haciéndole sexo en esa postura diciéndole al oído que si se dejaba le daría un regalito, mientras tanto, Luciano sudaba mucho pensando en Leobardo Tiburcio y su negativa, es que deseaba estar en la cama con él, resignado caminó varias cuadras hasta llegar a su casa, con admiración y sorpresa vio alejarse un auto lujoso que había estado estacionado enfrente de su casa, momentos antes, de él, se había bajado un muchacho conocido para Luciano que solo al verlo corrió a saludarlo y abrazarlo, rápidamente entraron a la casa, a su invitado le ofreció una fresca gaseosa, conversaron animadamente, hasta que Luciano fue el de la iniciativa en sentarse junto a él para manosearlo y acariciarlo, sin perder más tiempo los cuerpos desnudos de Luis Alfonso Pérez nacido en junio de 1940 con el de Luciano nacido en 1905 se daban vueltas en la cama, la pasión era desbordante entre ellos, desde hace mucho tiempo que no lo hacían tan frecuente como era en los baños del internado cuando a Luciano le tocaba hacer guardia y aprovechaba en hacerlo allí con Luis Alfonso, en ese lugar del internado se conocieron los penes y la atracción corporal, a sus veinte años el muchacho no había podido olvidar a su amante, había estado de visita en casa de su medio hermana Justin Pérez y aprovechó de aquello para entregarse a su amante, esos cuerpos rodaban cubiertos por las sábanas, la pasión fogosa no se hizo esperar, el calor imperante hacía que los cuerpos sudorosos apartaban las sábanas, los besos entre cuerpos hacían de las posturas sexuales el complemento ideal, se decían lo mucho que se extrañaban, de no poderse ver más a seguido, Luciano daba cuenta del crecimiento de Luis Alfonso, de su pene peludo, de su cuerpo en general, de pronto que tocan a la puerta, Luis Alfonso le pregunta a Luciano si tenía algún visita pendiente a lo que extrañado responde con su cabeza negativamente, luego reacciona exclamando su rostro, se levanta de la cama poniéndose el calzoncillo aún con su pene erecto, mira por la ventana cubierta por la cortina deslizada mira a ver el causante de los golpes en la puerta, sonríe al ver que se trataba de Leobardo Tiburcio , abre la puerta y lo recibe con una amplia sonrisa, el nene le dice que ya estaba arreglándose la bicicleta y que fuese por ella para que le permitiera manejarla por los alrededores, Luciano asintió alegremente y lo condujo hacia el interior de la vivienda, lo tomó del cuello, en su detrás Leobardo Tiburcio sintió escuchar el sonido de apego de la puerta y el movimiento del seguro, el ambiente se puso semi oscuro, sintió además ser abrazado por detrás, Luciano se encorvó para pasarle la nariz por el cuello, el niño suspiró, esto lo hizo cuando sintió que las manos de Luciano le deslizaban lentamente el short cayendo a sus tobillos, deslizó sus pes sobre las sandalias polvosas dejándolas sobre el piso entablado de esa casa de construcción mixta, dio unos pasos así que su espalda infantil se arrimó al pecho velludo de Luciano que lo llevó a sentarse sobre él en una silla, los besos en el cuello del niño no se hicieron esperar así como sus respiros prolongados, entrecerraba los ojos el pequeño al sentir el paso de los dedos del adulto en sus muslos y jugueteando al roce con el pene lampiño de niño hermoso, Luciano sintió el incremento de temperatura en el sensible cuerpo de Leobardo Tiburcio, los ojos entreabiertos del niño aumentaron de dimensión viendo que al poco rato se muestra la presencia de Luis Alfonso teniendo puesto el calzoncillo en sus manos tenía un billete de mediana denominación, era su regalo por “jugar” con ellos le dijo Luciano al oído del pequeño, los ojos del niño miraban ese billetes y ese pene erecto moldeado en la tela, el billete quedaba junto a la cama, quedito como estaba el niño vio las manos del muchacho que se unían a las manos de Luciano para manosear el penecito, sonreían viendo que ese penecito estaba erecto, la boca de Luis Alfonso se acercó al penecito besándolo, luego lamiéndolo, la punta de la lengua pasaba por debajo de los testículos lampiños, las manos de Luciano al mismo tiempo rozaban las tetillas de Leobardo Tiburcio, la expresión del niño era de cerrar los ojos resignado, intuía Luciano que al niño esto le gustaba, Luis Alfonso se puso en pie delante de los dos sentados, se deslizó el calzoncillo dando a mostrarse ese pene peludo erecto, de esa manera que fue pasando el glande por los labios del niño, una de las manos de Luciano trataba de abrir la boca del niño, pero para gusto de todos Leobardo Tiburcio abrió voluntariamente la boca, así el glande entró y salió por esa cavidad bucal en varias ocasiones dejando impregnada la saliva en la piel de ese pene erecto juvenil, al mismo tiempo que Leobardo Tiburcio sentía el roce del pene de Luciano en el traserito, lentamente el niño fue tomando el pene lamiéndolo, Luciano lo puso en pie, tiempo después Leobardo Tiburcio era conducido a la cama tomado de las manos de Luciano y Luis Alfonso, una vez recostado sobre el espaldar de la cama y la pared vio la cara de Luis Alfonso desnudo en su delante cuya cara pasaba por la entrepierna así también la nariz pasaba por el penecito teniendo sus piernitas abiertas viendo además a Luciano que sentado en el extremo de la cama se agitaba el pene peludo, veía a Leobardo Tiburcio que habría su boca al momento que se introducía el penecito lampiño en la boca de Luis Alfonso, el pene agitado de Luciano se rozaba por los glúteos de Luis Alfonso ya acostado en la cama, Luis Alfonso tomaba las manos del niño sin dejar de lamer el penecito, gimió un poco pero continuó con las lamidas y chupadas de pene mientras Luciano estaba inclinado sobre el cuerpo de Luis Alfonso que con su pene lentamente lo introducía en el trasero, Leobardo Tiburcio vio ese deslizamiento del pene asimismo vio que su penecito era lamido por los labios de Luis Alfonso, el niño quietecito de dejaba hacer eso, pasó un instante de aquello, Luciano sacó el pene de Luis Alfonso con una cara de complacencia que el niño miraba al mismo tiempo que al sacarle el pene de su trasero salía semen, Luis Alfonso quedó quieto moviéndose al extremo de la cama aún acostado, ahora Luciano acostado en la cama lamía el penecito de Leobardo Tiburcio, es más le hizo levantar un poco las piernas y viendo ese traserito le pasó la lengua ensalivándolo, fue en ese momento en que también vio a Luis Alfonso se levantó de la cama fue a ponerse con su cuerpo encima del cuerpo de Luciano y vio que el pene entraba en el trasero velludo de Luciano, el niño miraba esa acción sexual, era la primera vez que miraba un pene dentro del ano, a él le hacían solo roces y esos roces también se hacían sus amiguitos el sector de viviendas, el humilde niño sentía la lengua de Luciano que pasaba desde la separación de los glúteos en la entrada del ano por los testículos a los que Luciano chupaba y también esa lengua pasaba por el tronco del lampiño penecito, Leobardo Tiburcio vio el rostro de Luciano frunciendo al sentir ese pene de Luis Alfonso que entraba y salía en el ano, el rostro cambiaba por complacencia, vio que Luis Alfonso movía las caderas penetrando a la vez que miraba cómo la lengua de Luciano seguía rozando su penecito ensalivado, tiempo después Luis Alfonso se detuvo mostrando su respiración acelerada, lo mismo hizo Luciano, Leobardo Tiburcio vio que lentamente el pene de Luis Alfonso salía del ano al que también salía semen, Luis Alfonso quedó acostado sobre el cuerpo de Luciano, el sorprendido Leobardo Tiburcio movía lentamente sus piernas, miraba su penecito erecto producto de esos lamidos de lengua, pasó sus dedos por el tronco de su pene, ellos le habían despertado aún más su curiosidad sexual, Luis Alfonso alzó su cuerpo dejando el pene rozando sobre el trasero de Lucano, allí vio con detenimiento ese pene de Luis Alfonso, ese pene peludo con un glande llamativo, Leobardo Tiburcio lo miraba con fijación, mostraba curiosidad y timidez en su rostro, Luciano lo miraba atento a la carita, las manos acariciaban los muslos del pequeño y le animaba a que se dejase tocar, así los dedos de su manito se entrelazaron los dedos de Luciano, acostaron al niño de perfil en la cama, detrás de Leobardo Tiburcio quedaba Luis Alfonso acostado de perfil mientras que delante del niño quedaba acostado de perfil Luciano, tanto Luciano como Leobardo Tiburcio quedaban unidos sus pechos frente con frente viéndose los penes que se rozaban, Luciano abrazó al niño así acostados de perfil mientras Luis Alfonso por detrás del niño rozaba su pene en el traserito a más de poner una pierna sobre la cadera del niño, luego de movimientos en la cama le hicieron dar vuelta al niño, ahora él se encontraba acostado de perfil frente con frente con Luis Alfonso viéndose los penes que se rozaban y ahora por detrás estaba el pene de Luciano que rozaba el traserito del niño, las manos de Luciano pasaban acariciando las costillas de Leobardo Tiburcio y también le hacía sentir sensaciones al niño cuando acariciaba el traserito, tiempo después Leobardo Tiburcio se sentaba arrimado con las piernas abiertas y manoseándose el pene viendo que Luis Alfonso y Luciano hacían el 69 con sus penes y bocas, le sonreían al niño al hacerlo, le dijeron que se acueste acomodándolo sobre el par de almohadas, le dijeron que abra la boca y así primero recibió dentro de su boca el pene de Luciano luego el de Luis Alfonso, sabían a restos de semen, pero resignado se dejó hacer el sexo oral, se notaba el pase del pene cuya piel rozaba por los labios del pequeño cuyo glande rozaba el paladar haciéndolo respirar hondo y al salir le venía una tos intermitente leve, Luis Alfonso sonreía, le tocaba el turno, se sentó sobre el pecho del niño diciéndole que abra la boca, el cuerpo de Luis Alfonso se inclinó apoyándose con las manos en la cama teniendo los brazos estirados y la cadera comenzó a moverse haciendo que el pene entrase y saliese de esa boca que sentía el sabor de piel con semen, Luis Alfonso sonreía con gusto, Luciano miraba a ese niño siendo sometido con sexo oral, lentamente le sacó el pene de la boca para después acostarlo de perfil, ahora Luciano se encorvaba en delante de Leobardo Tiburcio, entre los dos hacían un 69 mientras acostado de perfil estaba Luis Alfonso por detrás de Leobardo Tiburcio con el pene erecto rozándole el traserito al niño al mismo tiempo en que éste lamía el pene a Luciano en el 69, Luciano se aparta, deja acostado de cara al colchón sobre la cama y Luis Alfonso ahora encima del cuerpo del niño con los brazos estirados y manos apoyadas en la cama ahora el pene se deslizaba por la separación de los glúteos, lo hacía pujar por el peso luego gemir tratando de penetrarlo, se recostó por el niño diciéndole algo en el oído sin poder escuchar Luciano, luego de apartarse del niño Luis Alfonso sonreía con complacencia, tocaba el turno a Luciano, lo puso al niño con los pies en los hombros y viéndose ambos el deslizar de los penes mientras a distancia Luis Alfonso se agitaba el pene el niño miraba esos movimientos de cadera de Luciano haciendo que el pene se deslice, Luciano se aparta dándole el turno a Luis Alfonso que alzó las piernas del niño poniéndolas sobre sus hombros haciéndole lo mismo que hizo Luciano solo que también el glande desliaba por el traserito llegando al ombligo del niño, para ese momento se lo notaba a Leobardo Tiburcio un poco cansado, se le notaba en el rostro, su timidez mostraba extrañeza, dejaron que se levante de la cama, caminó a pasos lentos a ver su ropa y ponérsela, Luciano salió con el niño a ver la bicicleta al taller, el niño iba cabizbajo, para subirle el ánimo se detuvieron en una fuente de sodas a beber gaseosas en mano, algo subió el ánimo en el niño, más cuando venía montado en la bicicleta con sus manitos agarradas en el timón su pelo se agitaba al viento, Luciano manejaba la situación, llegaron a la entrada de la casa dejando al niño que manipule la bicicleta, de la casa salió Luis Alfonso despidiéndose de ambos, acariciando el pelo del niño le hizo una mueca cálida de cariño entregándole el billete, lo vieron caminar por esas calles hasta que su figura se pierde a la distancia, rato después Luciano le dio unas monedas para que el niño fuese a comprar dos helados, el niño venía contento de comprar helado, entró a casa de Luciano viéndolo sentado en la silla de la salita, se sentaron a probar el helado, Luciano se deslizó el short mostrándose el pene y se pasó helado con su dedo, el niño vio los gestos que Luciano le hacía con las manos, se inclinó sacando la lengua de su boca para rozarla por el glande, le acariciaba el pelo, lo hizo por un instante luego salió a seguir jugando con la bicicleta, extrañaba jugar con sus amiguitos, se sentó en la acera, fue llamado por Luciano al entrar su cara se amplió de felicidad viendo unas monedas que servían para comprar más helados, fue contento a comprar, al regresar a la casa de Luciano vio el auto en el que de costumbre su madre se bajaba, el pequeño fue a carrera a dejarle el helado a Luciano despidiéndose con una sonrisa de agradecimiento luego corrió y se acercó a su madre, el chófer vio al niño, la mujer lo cubría el rostro entre su cuerpo, el sonriente chófer se despidió, madre e hijo entraban al cuarto, el niño ayudaba a cargar las fundas de papel, desde la ventana Luciano miraba la escena, sonrió y se sentó a meditar lo hecho anteriormente, en esos momentos unos pasos furtivos se daban por el suelo de aquellas vivienda de arriendo, la mano enguantada hizo un empuje leve a la puerta, estaba entreabierta, la expresión del hombre con mascarilla fue de felicidad, entró instintivamente, en su mano derecha llevaba un arma, hizo a un lado la tela del biombo donde estaba el seudo dormitorio allí estaban madre e hijo acostados con sueño profundo, era lo mejor, se dijo, levantó con firmeza el arma descargando dos tiros certeros en la cabeza de cada uno, al oír las detonaciones Luciano se sobresaltó, vio a un hombre vestido de negro caminando con prisa, al doblar la esquina un auto lo esperaba, circularon por varios minutos de un extremo a otro de la ciudad, llegaron a un lugar apartado donde un auto estaba estacionado, el chófer entrega un fajo de billetes al hombre que se dirigía a su auto para retirarse del lugar, sintió un frío de muerte en su espalda al recibir el primer impacto de bala a la altura de cuello y luego otro que le cegó todo detrás de su cabeza, era el de remate, quedaba la muestra de su cerebro dispersada las masa encefálica, tiempo después la policía acudía a la escena del horrendo crimen motivo de ríos de tinta de los tabloides, uno de esos ejemplares llegaron a manos de aquel hombre vestido con bata recién salido del baño con el que se estaba desayunando, hizo una mueca irónica pero luego expreso sorpresa su rostro, era inaudito lo que leía, sí, la difunta esperaba un hijo, había muerto en estado de gestación, allí estaba su cuerpo junto a su hijo Leobardo Tiburcio de siete años, las fotos eran elocuentes, fue una conmoción ciudadana, para Luciano y los pocos vecinos del lugar fue un impacto desagradable, muy terrible lo que se vivió aquella tarde, quedaría registrado en los anales de aquel lugar, pero la vida continuaba, el hombre hizo a un lado el periódico golpeándolo sobre la mesa, llamó a uno de sus hombres, su consejero, luego al chofer, preguntándoles si habían leído el periódico y los asistentes con temor asintieron, más el chófer, preguntándole por el “tipo” aquel, a lo que el chófer hizo seña de pulgar hacia abajo, le pidió que se retire, vio a su consejero con gesto de ira, simplemente asintió sin articular palabra a lo que vio fijamente el consejero y salió a paso lento del lugar dejando al hombre contrariado con su pesas, “un hijo… y era mío” “tantas veces intentó decírmelo y no la dejé”, fueron tantos golpes sobre la mesa, los sirvientes atónitos no respondían el qué hacer ante tanta ira del patrón, rogaban no ser llamados por ese energúmeno, horas después el chófer viajaba pausadamente por las cercanías de su casa, faltaba poco para llegar, de repente, ráfagas de metralleta impactaban su cuerpo y metal del vehículo chocándose contra un poste de luz, la concurrencia no se hizo esperar luego que ese auto asesino se alejase de la escena, se dijo otra escena del crimen, la policía no articulaba consecuencias, los periódicos daban abasto a las noticas amarillentas del caso, se lo involucró al jefe pero salió de toda sospecha, estos diarios fueron a la prisión donde un afligido reo gritaba desesperado al enterarse de la noticia, tenía sentimientos encontrados, por la muerte de su hijo un profundo pesar, pero cólera al saber que su mujer le fue infiel al esperar un hijo de otro, seguramente ella andaba en malos caminos, ella mató a su hijo, en parte el reo no se equivocaba, fueron de mucho dolor los días que siguieron de vida al pobre hombre entre barrotes.
FIN DEL DUCENTÉSIMO DÉCIMO TERCER EPISODIO
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