METAMORFOSIS 214
Confesiones.
La plantaciones estaban bajo el rigor de la faena de los peones en ese primer lunes del quinto día del mes septembrino del 1960, allí estaba Eliazar Emigdio de diecinueve años supervisando las actividades y a cierta distancia estaba el también joven capataz Euclides de veintisiete años, a su lado sus hijos Hermes de diez años y Parcemón que ya para entonces había cumplido los seis años, al instante se acercaba la esposa Estela de veintiséis años trayendo jugo de frutas y emparedados de carne de res como tanto le gustaba al capataz a esas calurosas horas, hicieron un alto en la actividad para probar lo cocinado, los niños eran los más entusiastas en comer, las miradas entre Estela y Eliazar Emigdio era muy seguidos los gestos entre ellos estaban tratando de hacerlo en forma disimulada, había una química entre ellos aunque la distancia de edades entre ellos fuese de siete años, él era joven y vigoroso, eso le gustaba a Estela, lo había visto hacer ejercicios atléticos, gustaba verlo a escondidas, tenía un porte que para ella parecía ser principesca la forma de actuar de Eliazar Emigdio, tenían una calidez muy bien definida en la amistad aunque ya habían pasado la línea de aquello brindándose una atracción que ahora era mucho más creciente en deseo, degustaban de la comida tanto hasta terminarla toda, para la mujer era el momento de partir y dejarlos trabajar a gusto pues ya se acercaba la hora de continuar con la faena, Eliazar Emigdio se ofreció para llevarla en el jeep, la mujer agradeció la deferencia así se evitaría de caminar tanto, la acompañaban un par de mujeres que también subieron al vehículo en la parte trasera, en último se sentó el pequeño Parcemón, iba contento con pelo al viento, el trayecto de viaje era duro por aquellas carreteras de segundo orden, muchos baches que hacían brincar a los ocupantes del jeep más Parcemón lo iba disfrutando alegremente, el vehículo fue dejando en las casas de las mujeres cocineras y entre ellas a la madre de Parcemón con una amiga con quien haría algunas actividades en su casa, las dejó partiendo con su copiloto que era el niño, al poco tiempo llegaron a una amplia pista que servía como planicie para desarrollar maniobras militares tal y como fuese un polígono de pruebas, hecha hace pocos meses debido a los rumores de insurgencia que en ese tiempo ya se escuchaba de sus formaciones, se bajaron para detenidamente ver lo extenso de tierra, el niño miraba con alegría el lugar, corría por el montículo de tierra polvosa Eliazar Emigdio de diecinueve años lo seguía a ese niño de seis años, el viento fuerte dado en sus rostros mostraba la soledad del lugar, el sol vespertino daba en sus rostros, siguieron corriendo por el lugar, caminaron por los alrededores llegando al tupido monte que rodeaba el lugar plano, el niño siempre iba delante del joven patrón, miraba ese cadencioso movimiento del traserito y el característico movimiento amanerado de mover sus manos, Eliazar Emigdio sonreía irónico recordando la jactancia y alabanza del padre de ese niño diciendo que se sentía bien al haber engendrado dos machitos hijos varones, el capataz se sentía orgulloso de sus varones Hermes de diez años y Parcemón de seis años, aquel capataz tenía en mente tener otro hijo y deseaba que también fuese varón, lo decía con mucha jactancia delante de su mujer que se limitaba a sonreír, Eliazar Emigdio continuó su camino, de pronto ve que el niño pierde el equilibrio y logra abrazarlo para evitar su caída, de esto aprovechó para manosearle la espalda al pequeño, sus manos lo abrazaron por detrás, logró besarle y esa actitud al niño le causó parte de extrañeza, pero dio cuenta de las intenciones del joven patrón, sintió que las manos iban a sus piernas, a sus muslos específicamente, graciosamente se dejó marcar y luego dejó de que lo abrace por detrás, allí en ese instante vio que las manos de Eliazar Emigdio bajaban por el short haciéndolo deslizar así se mostraba el penecito medio erecto, Eliazar Emigdio se había atrevido al máximo, el mentón de Eliazar Emigdio estaba sobre la cabeza del niño que algo de extrañeza mostraba al sentir aquel roce de manos que ahora rozaban sus costillas, Eliazar Emigdio tenía los ojos cerrados, el niño solo sentía el golpe de respiración en su pelo, sintió un beso en la nuca y escuchó preguntar “¿ehhh… te gusta?” quietecito Parcemón estaba al escuchar eso, Eliazar Emigdio no recibió respuesta, volteó al nene poniéndose frente afrente, la mirada al piso y un poco de semblante lastimero que al verlo Eliazar Emigdio se apartó, “es una broma, súbete” se refería al short, a que Parcemón se lo subiera, caminaron hacia el jeep, Eliazar Emigdio no dejaba de ver al niño, sentado atrás iba cabizbajo, “ven acá adelante” quería que Parcemón vaya de copiloto, el niño con obediencia lo hizo, tenía un cierto temor, a fin de cuentas se trataba del joven patrón, aquel que dominaba toda la actividad de la plantación, estaba puesto allí por el dueño, Eliazar Emigdio manipuló el vehículo dando marcha lenta por los alrededores de esa gran planicie limpia polvorienta, el nene no articulaba palabra iba sumido en sus pensamientos, de pronto se le ocurre decirle si deseaba aprender a manejar el vehículo, el rostro de Parcemón cambió sobremanera, la alegría invadió el ánimo, el temor se diluyó y de eso aprovechó Eliazar Emigdio para acariciarle el pelo, logró crear confianza en el niño, con sus manos daba a conocer que le simpatizaba al acariciarle las mejillas, se había vuelto a dar el vínculo de calidez, el vehículo marchaba a círculos por los alrededores de la planicie despejada, a marcha lenta Parcemón iba manejando el vehículo un poco tenso a volante sin dejar de sonreír, era la primera vez que estaba manipulando el jeep, ahora, se disponía a dar curva, allí intervenía las manos de Eliazar Emigdio tomando las manitos del niño ayudándole a manipular, las tuvo perennes, Parcemón sentía el roce de esas manos juveniles sobre sus manos infantiles, las acariciaba mucho con frecuencia que eso daba para que Parcemón vea en el rostro de Eliazar Emigdio el deseo sexual tan parecido como al del rostro de su iniciador Luciano de la Sierva desde hace mucho tiempo ya, las mejillas se unían oliendo el sudor infantil característico y esa tibieza en la piel de mejillas, se rozaban constantemente, hasta que la nariz rozaba el cuello del pequeño “¿te gusta manejar?” el niño respondía afirmativamente con el rostro pestañeando las vistas, eso le complacía a Eliazar Emigdio, eso le daba impulso para seguir sobándole los brazos y de vez en cuando un beso rozando el cuello, con el hombro el nene trataba de darle el quite, él realmente sabía lo que Eliazar Emigdio deseaba, sexo, simplemente sexo, deseaba poseerle, el nene continuó con su mirada en frente dejándose acariciar hasta que la mano de Eliazar Emigdio rozaba la entrepierna de Parcemón, allí el niño no podía hacerle el quite, estaba concentrado enfrente conduciendo, sentía esos dedos que rozaban el penecito vestido cubierto por el short, Parcemón y Eliazar Emigdio veían cómo ese penecito vestido se hacía un bultito en la tela del short sudado, se detuvieron, miraban ese bultito, sonreían, esa actitud jocosa dibujada en el rostro del pequeño le gustó mucho a Eliazar Emigdio que lentamente fue deslizando la cremallera mostrándose ese pene grueso venoso peludo de diecinueve años con ese glande rosáceo, “míralo… te desea” Parcemón se lo quedo viendo fijamente “quiere tu culo” la mirada continuaba en el pene mientras hablaba Eliazar Emigdio “tócalo, desde ahora será tuyo” la mirada continuaba fija “… y el mío, tuyo” “vamos, tócalo, siéntelo, sé que te gusta” lo seguía mirando con temor “anda, vamos, tócalo” la mano de Parcemón dejó el volante en el que estaba agarrado y pasó lentamente por el pene con la ayuda de la mano de Eliazar Emigdio, era la primera vez que lo hacía, había un temblor leve en su cuerpo, la mirada de Parcemón seguía fija en el pene y en su movimiento de manito sobre la piel y pelos del pene de Eliazar Emigdio que le dio un beso en la mejilla “siempre desee que lo toques así” “¿tú también, verdad?” el niño no respondía, seguía pasando la manito en el pene, “vamos, tócalo con la otra mano, ven querido, anda tócalo” ya con las dos manos Parcemón acariciaba y de mejor forma sutil ese grueso pene de Eliazar Emigdio, tomó la manito derecha del niño llevando el dedo medio de esa manito a su boca, chupaba ese dedo medio, hasta ensalivarlo todo, “¿ves?… me gusta chupártelo” “así quiero hacerle a eso” la mirada de Eliazar Emigdio se puso fija en el penecito de Parcemón, agitado por el calor hacía que su piel sea más tibia al momento de sentir que las manos de Eliazar Emigdio recorrían deslizando la tela del short del pequeño hasta dejarla por los muslos y mostrado ese penecito lampiño “tranquilo, lo tienes muy lindo” “sólo quiero olerlo” “déjate, vamos” por un instante el nene pensó taparse el penecito con las manos pero Eliazar Emigdio rápidamente se inclinó pasando la nariz por el penecito “lo tienes rico… muy oloroso, es lindo ¿sabes?” la lengua de Eliazar Emigdio salió rozando la piel de ese penecito erecto muy lampiño, luego lentamente la boca entraba en el prepucio recubierto del glande deslizándose por el tronco de ese penecito erecto lampiño, al principio como instinto la mano de Parcemón se alzó con intenciones de apartar esa cara de su pene pero esa manito levantada se posó sobre la cabellera de Eliazar Emigdio sobándola, eso dio para que le joven patrón diese cuenta de la aprobación del nene, es que Parcemón como un flash back en su mente recordaba las lamidas deliciosas que le hizo sentir Luciano, con seguridad ahora Eliazar Emigdio le hacía sexo oral al niño luego sacó el pene de la boca para darse un respiro “en verdad que lo tienes muy lindo y sobre todo delicioso igual que tu culito, amor” esa última palabra no la había escuchado de aquellos con los que habían estado así, sobre todo creía que tal vez de Luciano en algún momento lo había hecho, esa palabra le llamó la atención, Parcemón sonrió por el cumplido y lentamente se subió el short, “si deseas continuar primero muestra tu traserito” el niño sorprendido al escuchar eso hizo una pausa de silencio luego vio que Eliazar Emigdio salía del jeep, las manos de Eliazar Emigdio se estiraron para invitarle a salir también, caminaron adentrándose en la maleza buscando un claro entre los árboles y la tupida vegetación no demoraron en caminar mucho hasta encontrarse en aquel lugar en el que se sentiría seguramente a gusto, se sentaron a ver los alrededores del lugar, Eliazar Emigdio se puso en pie recorriendo los alrededores, deseaba sentirse en verdad en privado con ese niño, inclinó para verse el pene erecto en la tela de su pantalón, sonrió, sabía lo que deseaba, Parcemón continuaba sentado esperando que Eliazar Emigdio aparezca, lo hizo en contados minutos, le dijo al niño que se acerque estirándole la mano, el niño obediente así lo hizo Eliazar Emigdio se bajó el pantalón y lo mismo hizo con Parcemón en su short, Eliazar Emigdio pudo ver ese penecito y al girar al niño vio con paciencia y gusto ese culito hermoso, ese traserito suave que fue manoseado por largo rato “lo tienes suave y delicioso” se mandó un dedo en la boca, el índice, lo ensalivó tanto hasta tenerlo listo, hizo que el nene se encorvase para dedearle la parte exterior del traserito lampiño, tembloroso el niño gemía, no era para menos el temor que tenía, no tanto porque tal vez esa acción era por primera vez que lo sentía porque no era así, al contrario ya muchas se lo habían hecho, sino por lo otro, que Eliazar Emigdio se enterase que su culito ya no era virgen, Parcemón temblaba de sólo pensarlo, por recelo trató de apartarse pero las férreas manos de Eliazar Emigdio se lo impedían “¿a qué tienes miedo si te gusta esto?” “¿ehhh?” “eres un niño muy lindo y tienes un lindo culito” “déjamelo sentirlo” “anda” “no sabes cuánto lo deseo” el nene movía negativamente la cabeza, Eliazar Emigdio suspiraba viendo ese niño semidesnudo, “ven, anímate, yo ya te enseñé a manejar mi jeep” “ahora enséñame a manejar tu culito” “verás que no te va a doler” “es un jueguito en que lo sentirás rico” le habló enfáticamente como que si se jugaba todo el arsenal “yo sé que te gusta, te he visto hacerlo con niños más pequeños” la mirada de Eliazar Emigdio se clavó en el rostro de Parcemón “sí, tú lo haces, te gusta” la autoridad de Eliazar Emigdio salió a flote “sería penoso que tu papi pierda el trabajo de capataz, con lo bien que le va” sonrió irónicamente “cuando le cuente lo que yo sé de ti” “ahora piénsalo”, Parcemón quedó petrificado, la forma de actuar de Eliazar Emigdio era muy fuerte en autoridad, la mirada fija en el niño llena de autoridad iba ganando terreno en sus propósitos sexuales, tanto así que el niño cabizbajo se dejó llevar de la mano y se acostó como él quería, sentía los besos en su espalda y en su traserito, en definitiva se dejó llevar por esas manos de Eliazar Emigdio, “ahora… quietecito, ¿eh?” Parcemón fruncía el rostro, era que el pene entraba ensalivado por su traserito, “lo tienes rico, deja, deja, ya casi, ya casi” el pene de Eliazar Emigdio hacía estragos penetrantes en ese traserito, el niño bufaba poco, Eliazar Emigdio lo tenía bien agarrado del cuerpo, el pene entraba un poco y salía, entraba y salía de a poco en poco, hasta que, “ya por fin” respiró hondo para decir que “je … lo que yo pensaba, querido” Eliazar Emigdio hablaba con énfasis, “lo tienes roto, je” esa risa dolió un poco la integridad del niño que sentía dentro de sus entrañas todo el pene de Eliazar Emigdio que continuaba diciendo “¿ese era tu miedo?” acercó su boca al oído del niño “¿de que yo lo sepa?” besó el cuello “no te preocupes” lamió la mejilla del pequeño “no se lo diré a nadie a cambio de que seas mío cuando lo desee, ¿ok?” aún el pene continuaba dentro del traserito cuando empezó a embestir lentamente al principio, “dime quién te lo rompió” las embestidas continuaban “dime quién, quien, quién” para ese momento Eliazar Emigdio estaba muy acalorado “¿lo conozco?… dime, dímelo” el pequeño a lo que podía de esos movimientos del cuerpo de Eliazar Emigdio sobre su cuerpito infantil trataba de mover la cabeza negativamente “aahhh… ¿no?” el niño seguía negando por su cabeza así cabizbajo sometido por el cuerpo de Eliazar Emigdio, “aun así quiero su nombre” el niño sentía en su inocencia la autoridad de voz salida de la boca de Eliazar Emigdio, a manera de susurro decía el nombre de Luciano, simplemente decía ese nombre Luciano, para Eliazar Emigdio por el momento solo era una referencia, no preguntó más, simplemente se dedicó a sentir que lo penetraba, fue así que lo tuvo por largo rato al niño manoseándolo mientras lo penetraba, gustaba de sentir todo su pene dentro de ese hoyito infantil, le venía a la mente el trasero de Jean Pierre, su otro niño al que le daba sodomía, esta piel era de niño campesino descuidado de higiene, muy diferente a la bien cuidada del hijo de su patrón, aun así se sentía bien gozando de ese cuerpo así lo hizo hasta que realizó la eyaculación dejando dentro semen del traserito del niño, para Eliazar Emigdio era gratificante lleno de gran gozo lo que había hecho, sacó el pene y se alejó del niño para limpiarse el pene, acuclillado como estaba Parcemón le alcanzó papel para que se limpiase el culito rosáceo que había quedado de tanto pene embestido, la manito del niño deslizaba el papel por el traserito “lo tienes rico” le dijo Eliazar Emigdio con alegría desbordante en gusto y placer, la mirada del niño se orientó en verse su limpieza y los restos de semen y algo de excremento impregnado en ese papel que se pasaba por el culito, de repente le vino ganas de micciar, los ojos de Eliazar Emigdio vieron salir la orina de ese penecito y más todavía gustaba de ver que del culito de Parcemón salía un poco de excremento “parece que lo deseabas” se acercó a acariciarle el pelo del niño que aún seguía acuclillado, su rostro se acercó al del niño viéndose con fijación “no olvides lo que hicimos” los labios de Eliazar Emigdio se acercaron lentamente a los lo rosáceos y ensalivados labios del nene dándose un beso “te gusta ¿verdad?” el niño luego de recibir el beso puso su carita cabizbaja con algo de recelo y timidez, seguramente con alta vergüenza por lo que habían hecho, siguió viendo su penecito goteando orina, la mano de Eliazar Emigdio recorrió la espalda del pequeño, luego hacer su necesidad le alcanzó un poco más de papel para que se limpiase, le hizo dar vueltas para verle el cuerpito desnudo “lo tienes hermoso a tu pilin y culito” Eliazar Emigdio se acuclilló para besarlos, el niño se limitaba a mirarle, tiempo después era el momento de vestirse y luego fueron al jeep, el retorno fue lleno de silencio, al bajarse el niño del jeep recibió un par de monedas de alta denominación “ten… por tu trabajo” le dijo sonriente a mano estirada “no olvides cuando quieras para seguir aprendiendo a manejar” le guiñó el ojo al niño poniendo cambio alejándose a alta velocidad por la plantación mientras el pequeño Parcemón hacía puño las monedas sacadas de su bolsillo cuando se acercaban sus amiguitos a jugar, se rascaba el traserito por la tela del short que lo cubría, su hermano a prudente distancia miraba al jeep alejarse a la vez que mirada el triste rostro de su hermanito Parcemón, su rostro dibujó una mueca disimulada, intuía lo que había pasado, el silencio se reflejó en su rostro, tenía para más ahora, su hermanito se dedicó a jugar con los pequeños del lugar, se notaba una pequeña mancha en el short del trasero vestido, sol le vino una respiración intermitente e instintivamente hizo puño como que si se le viniera la impotencia de no haber estado allí en ese lugar.
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El campesino estaba mal de salud, su hijo amado Luis, su único hijo varón que le quedaba lo había llevado con mucha urgencia a la capital para los análisis, lo que se comprobó era desagradable, la dolencia cada vez se hacía más fuerte, había bajado de peso, el viaje en sí desde su humilde casa de campo a la capital a varios kilómetros había sido extenuante, junto a la pequeña Amarilis algo amenguaba su dolor, los antibióticos de la naciente penicilina ayudaban a su aquejado cuerpo, la presencia de su hija le fortalecía en algo, Luis lo invitó a que visite a la esposa de su primo Gustavo Adolfo, el militar estaba en maniobras, la mujer lo había llamado para dialogar, la compañía de Luis le agradaba, algo así como un instinto de atracción cálida entre ambos se solidificaba, en aquella reunión dentro de las fotos puestas en la mesita de adorno al campesino le llamó una de ellas precisamente aquella que se encontraba centro de las demás, tembloroso y perdiendo prudencia la tomó mirándola con atenta fijación, su concentración fue interrumpida por el toque de un timbre, la dueña de casa esposa del militar vio por la ventana la silueta de su suegra, era Noelia Buonanote que estaba tocando el timbre junto a Carlos el menor de su hijos, ya el muchacho vio por la reja a Amarilis jugando con el niño hijo del militar, jugaban con un balón, la puerta se abre Noelia acaricia el rostro de Amarilis y entra marcando a su nieto, Amarilis y Carlos se miraban con gusto dándose protocolariamente la mano, en ese roce había atracción, la esposa del militar recibió cordialmente a su suegra, dispuso que los niños saliesen a jugar mientras se establecía una conversación grata entre adultos y para sorpresa de Noelia se encontró con el padre verdadero de su sobrino Luis Izaguirre, no esperaba verlo en ese lugar pero allí estaba, el campesino tembloroso aún establecía cierto dialogo intermitente con la rica dama, la esposa del militar miraba al campesino con cierto recelo, Luis también notó aquello, más cuando el campesino en cada palabra de diálogo miraba aquella fotografía, Luis dio cuenta que los ojos de su padre estaban poniéndose enrojecidos seguramente de alguna nostalgia, Luis cerró los ojos y vio en su mente fotográfica un halo de imágenes, entre ellas pudo dar coherentemente con lo que ansiaba, sí, esa foto estaba junto a la suya cuando era un bebé montado en un caballito de madera, esa foto donde estaban unos niños, para Luis recordar aquello significaba lo que su padre le había dicho “ese es un recuerdo único de mi infancia” suspiró de solo pensarlo, mientras tanto a unos metros de allí Carlos y Amarilis jugaban a las escondidas con el pequeño hijo del militar, en esas acciones de juego Carlos le decía al oído a Amarilis “¿te acuerdas de la cueva en el río?” la respuesta de la nena era una sonrisa amplia reflejada en su rosto infantil llena de inquietud asentía mirando a los lados “¿quieres hacerlo?” ella decía asintiendo “¿dónde?” la mirada del muchacho que conocía la casa de su cuñada mostraba aquel apartado lugar, le hicieron contar al nene hijo del militar y así corrieron y de esa forma rápidamente llegaron y aprovecharon para esconderse en lugar apartado, se trataba de un cuartucho lleno de trastes cual si fuese una bodega, sin perder tiempo se abrazaron y se bajaron sus prendas de vestir mostrándose pene y vagina, él se le acercó y debido a su tamaño se encorvaba para rozarle el pene erecto en la vagina de ella mientras ella miraba ese movimiento se iba lentamente agachando delante de él para introducirse el pene en su boca, rápidamente le hizo señas y hablándole quedito le dijo “acuéstate, muévete” las manos las agitaba, Amarilis se acostaba deslizándose la ropa por los talones mientras Carlos agitaba el pene para sentirlo más erecto, se inclinó y se encorvó encima del cuerpo de Amarilis rozándole el glande en la entrada de la vaginita, el glande deformaba la rectitud de esos labios vaginales entrando con dificultad apartó el pene diciéndole a la nene “espera” con los dedos abrió lo que más pudo los labios vaginales mostrándose el clítoris por donde le pasaba la lengua haciéndola estremecer asimismo aprovechó y escupió seguidamente la entrada de la vagina, tomó saliva de su boca para ponérsela en el glande “así se lubrica y entra mejor, primor mío” sonreía viéndole la cara y empezaba a penetrarle, ella al principio gimió pero con caricias de él lograba relajarse “rápido que está por los alrededores” el muchacho sonreía ante la preocupación de ella “no te preocupes, ya va, ahora, ya, así, así, así” el pene entraba y ella mostraba un rostro de relajación ante el roce del glande en la vagina y cerraba los ojos mordiendo los labios cuando sentía lubricada su vagina y ese pene entraba con gusto, ese pene de piel blanca estaba haciendo furor en su vaginita, para ella eso era lo que tanto gustaba, sentir sobre su cuerpo el cuerpo de ese muchacho de piel blanca, que la someta, que la haga sentir mujer, no se negaba, así como siempre, “piensa en la cueva, piensa, amor” las respiraciones chocaban entre si al darse besos “piensa cómo te cogía, piensa, piensa” ella asentía con los ojos cerrados “recuerda cómo te lo meto, recuerda” ella asentía lentamente “¿verdad que siempre te gusta que te lo meta?” esto lo decía con autoridad de propiedad hacia ella “soy tu único, ahora y siempre ¿verdad?” de los labios de Amarilis salían repetidos “sí, sí, sí… ahhhh” de pronto la puerta era tocada desde el exterior con suaves toques del niño que de sus labios pronunciaba los nombres de “Amarilis y Carlos ¿están allí?” “salgan” los dos amantes quedaron en silencio, ella hizo luego un gemido leve cuando sintió todo el pene dentro de su vaginita, Carlos se movía rápidamente, ahora importaba eyacular lo más pronto, ella sintió salir y entrar el pene repetidamente hasta que el muchacho descendiente de aristocracias rusas y españolas se detuvo, ella sintió un fluido dentro de su vagina, no era para menos, se trataba del semen de Carlos dejado dentro de ese hoyito de niña preciosa lentamente lo fue sacando, pero ella le dijo “anda… métemelo, síguemelo metiendo” “no importa lo que escuches” “sigue” “sigue” Carlos sonrió e hizo por varios instantes el mete y saca hasta que la puerta de nuevo volvió a tocarse la voz infantil decía “sé que están allí… salgan” insistía diciendo “yo sé que allí están… salgan ahora para verlos” rápido sacó el pene de la vaginita lampiña, se encogieron con el cuerpo, ellos sonrientes se miraban el pene y vaginita al ponerse en pie él se limpiaba con su pañuelo el pene mojado y se lo pasaba a ella para que se limpiase la vaginita “la cuevita de la cueva” decía Carlos muy sonriente con cierto aire de ironía, ella se sonrojaba y se acercaba a abrazarlo y él respondía besándose, el niño ya no tocaba la puerta, eso en algo preocupó a la pareja vistiéndose rápido y al hacerlo el muchacho deja su pañuelo tirado en el piso entre los viejos trastes, tenía puesto su bordado en iniciales, al abrir la puerta la sangre se les heló viendo en su delante a Luis junto al pequeño hijo del militar, sin articular palabra mostraban sus rostros inquietos llenos de vergüenza, con pausa tranquila les dijo que “continúen jugando” les dijo Luis, sentenciando “no deben dejar solo al pequeño anfitrión” así que presurosamente los tres niños fueron a jugar al jardín, Luis los vio alejándose, esperó a que desaparezcan de su mirada, entró a inspeccionar el lugar, sus manos recorrían por el sector donde se notaba el molde de cuerpos definido en el suelo donde se notaba que se habían acostado, Luis sonrió tragando saliva, se acaloró de solo pensar lo que habrían hecho ese pene y esa vaginita allí, la mirada continuó recorriendo el lugar, para su sorpresa vio un pañuelo con las iniciales de Carlos, lo tomó con cuidado de una esquina llevándolo a trasluz mostrándose manchas de semen, lo llevó a la nariz comprobando ese olor a semen que se combinaba con el perfume del niño, “no cabe duda que estos hicieron travesuritas aquí” sonrió de solo pensarlo, su sonrisa se amplió viendo el pañuelo, lo envolvió con el suyo llevándolo a su bolsillo poniéndolo con cuidado de que el olor no se trasmine, salió ajustando la puerta, iba pensativo pensando sobre todo en ella, Amarilis, su medio hermana, a su edad ya conocía el sexo, de su sobrino el hijo de su prima Noelia eso si lo podía esperar, pensó que ya se habían encontrado seguramente allá en el pueblo donde se conocieron, había escuchado decir “la cuevita de la cueva”, sí Luis había estado mucho tiempo escuchando al ver al nene que les tocaba la puerta y ellos no salían, había escuchado sus gemidos, asociaba a esa cueva del río donde Lastenio le había hecho el amor y en esa cueva donde después Luis con otros niños que los llevaba allí y les hacía y le hacían el sexo, no había otra deducción que ella, caminó sonriente a la sala donde el niño había llegado triste a que le ayuden a buscar a Carlos y Amarilis y Luis se prestó para ayudarle, la conversación continuó con aperitivos donde los niños participaban, se notaba el recelo de las miradas de Carlos y Amarilis hacia Luis que de forma inquisidora con su mirada se deleitaba viendo el recelo en sus rostros, la charla terminaba, el campesino tomó de la mano a su hija saliendo agradecido por la velada, se despidió de Noelia, la anfitriona e inclusive de Luis que pese a insistir en acompañarlo no pudo hacerlo pues su padre decidió caminar con su hija, así lo hizo cuadras hacia adelante, iba meditabundo, Amarilis pensó lo peor, pensó que su padre sabía lo que había hecho con Carlos, las manos se aferraban más, de pronto el rostro del campesino cambió mostrándose la ternura hacia su hija, la llevó a beber gaseosa y emparedados, luego caminaron por el parque, la tarde septembrina del quinto jueves de 1960 se hacía intensa para él, caminaron hacia una iglesia, el campesino pidió confesarse, lo sentía necesario ya, ahora, la nena esperó sentada en la banca viendo entrar en un confesionario móvil de un extremo mientras que del otro el cura entraba poniéndose su indumentaria de investidura para la ocasión, Amarilis recordaba aquella confesión anterior de su padre, cerró los ojos y recordaba aquella vez, sí, aquella vez, cerraba sus ojos recordando, así, en su mente llegaban aquellas escenas en que de acuerdo a su inquietud no se iba a estar quieta sentada y decidió caminar por el interior de la iglesia, mientras tanto el campesino estando dentro del confesionario estaba suspirando y con largo aliento el campesino habló de su origen, decía que… : “desde que nací mi vida ha sido un enigma hasta hoy que al visitar la casa de una mujer supe que era mi familia, supe sin decírselo que su padre es mi hermano, el hermano que tanto anhelé, supe de mi origen aristocrático, supe que fui secuestrado llevándome en consecuencia a la vida que ahora llevo, tuve una infancia de necesidades que se definían en el campo y para el campo, allí me formé, allí conocí a mi primera esposa que me dio unos hijos maravillosos, me sentí realzado, feliz, pero la fiebre amarilla se los llevó, no sé si por castigo a mirar a una mujer ajena para mí de una estatura social mucho más alta como lo fue la hija de mi patrón Rodolfo Buonanote para quien trabajaba, la vi triste, se apoyó en mí, fue atracción pura, de allí nació nuestro hijo Luis Izaguirre, llevaba un apellido que no era el mío, pero me conformaba con verlo, sentirlo mi hijo en forma clandestina hasta que al morir de labios de su madre moribunda Luis supo que era mi hijo, yo robé una de las fotos de Luis desde niño, nuestra relación era la mejor, lo sentía mi hijo adorado, pero ocurrió una desgracia, yo vi cuando René Buonanote tío de mi hijo Luis lo desvirgó en un loma, fue tanto el coraje con indignación que lo esperé a que vaya a micciar lejos de mi pobre hijo, vi el rostro de satisfacción de este cobarde y no dudé en sacar mi revolver dándole un tiro en el pene, arrastrándose como alimaña se quejaba, sus ojos bien abiertos del dolor y sorpresa dibujaban su miedo y entre ellos apunte en su frente, bajé el revólver y se lo introduje en la boca descargando tiros, así corrí sin que me vean, creí haber hecho justicia y como siempre seguí a la sombra de mi adorado hijo pero mi hijo amado había sido transformado gustándole los del mismo sexo, lo sé desde ese momento hasta ahora que padece de esa aberrante inclinación sexual, si, gracias a ese canalla mi hijo es homosexual tapado ante la sociedad con la que convive, yo sé de sus necesidades e inclinaciones, sé aquello pues a la hermana de Luis Daniel Pérez la maté cuando fisgoneaba a Luis haciéndole el amor a un niño y no pude evitar ver esos gestos de malicia y amenaza de contar lo que había visto de solo saberlo para que la madre de Luis sufriera, así que en ese instante con una lampa desfiguré a golpes el rostro de la mujer, también asesiné al amante de mi esposa Lucrecia, la madre de mi hija Amarilis, sí lo mate estrangulándolo cuando luego de sorprender a distancia su idilio estuve con él a solas reclamándole su baja conducta, para evitar rastros quemé el cuerpo estrangulado y mutilado asimismo la fábrica en parte así fue que murió el hombre de negro que en realidad es el verdadero padre de mi hija Amarilis, yo maté a su verdadero padre, es irónico pues tras morir mis dos hijos ella es mi compañía única ahora, también asesiné a Gustavo Pozzo tras darle una golpiza pues a solas me increpó decir que soy el amante secreto de su cuñada y que el niño Luis era mi hijo y se lo iba a decir a Guillermo Izaguirre, toda esa rabio desfogada hacia mí era a causa de su dolor e impotencia pues no quise ayudarle mientras él buscaba al hombre que desvirgó a su hija en un apartado establo toda la noche y luego lo mató sin saber que su hija tendría un hijo del desdichado, en ese momento me irrité y tras la golpiza lo colgué adelantándome al hombre de negro que lo buscaba para vengarse, todos pensaron que el hombre de negro vengó a su hermano pero el verdadero asesino soy yo, y así con otros asesinatos, padre, por eso hoy confieso ser un asesino, no me arrepiento de mis crímenes, lo hice por amor a los míos, ahora el destino me depara lágrimas y dolor, creo que esto es un equilibrio de vida, no quise irme hasta no desfogar estos secretos, pido su absolución padre, que Dios me perdone” hubo un silencio que se rompió “Hijo, es fuerte lo que me cuentas, difícil la absolución de los mortales, pero ve en paz, como dijiste, Dios en su infinita magnificencia todo lo perdona, ve en paz” el campesino se puso en pie “disculpa hijo, no mes has dicho tu nombre” el campesino cabizbajo y exhausto de su confesión manifestó “Ismael Arciniegas” “o…” “Aparicio Constante” cualquiera da igual, de repente Amarilis salió de su concentración tras escuchar los pasos de su padre acercándose, el campesino le acarició el pelo, lejos estaba de sospechar lo que ella sabía desde hace tiempo, sin más, y sin sospechar que semanas atrás su hija sabía su secreto, salió con su hija meditabunda, ella se notaba que también, seguramente impresionada por lo que había visto en esa preciosa iglesia presenciando muchos detalles que a futuro le significarán en su vida.
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De forma pensativa estaba aquel hombre fumando su habano, las meditaciones se daban en su rostro de forma perenne, su copa estaba motivando a través del coñac, la vida continuaba en un suspiro dado, estaba solo, pensaba en sus acciones de vida, de su gaveta sacó un par de fotos que significaban mucho en su vida, miró la primera donde se encontraba la vista de un niño descalzo sobre la arena como fondo el agua cristalina en sus pies se reflejaba la arena que graciosamente había agitado al andar, gustaba mucho verle los pies y los dedos son definidos como gruesos, la mirada subía a esas piernitas rellenitas que él tanto había manoseado, el niño tenía puesto el short bien subido a la cintura y en él se notaba lo amoldado de su pene con parte de su ombligo que se podía notar por lo suave de la tela, aunque sus manitos no se notaba pero se podía imaginar aquellos dedos gruesitos con esos brazos rellenitos por los que entrelazaba sus dedos para sentir a través de ellos la pasión desbordante, esos dedos de las manitos junto con los dedos de los piecitos le excitaban en ese modo tanto como cuando este pequeño movía las caderas al andar, él había hecho de ese nene un afeminado, desde el momento en que lo vio su pasión se desbordaba, para él era el nene ideal, su mirada junto con su dedo recorría el área de la foto, ahora estaba dando círculos en la boca del pequeño, la tenía abierta, esa boca, con esos labios tan entrefinos, recordar esa boca abierta es recordar la vez en que le introdujo el pene, qué delicia recordar esos labios deslizándose por el tronco del pene, aunque hubiese sido por instantes al temor de ser descubiertos, luego la mirada se concentró en las mejillas tan rozagantes, tan suaves como aquella nariz perfilada bien hecha por sus padres, le recordaba a su madre, los ojos tan visibles con mirada no a la cámara mostrando recelo pues antes de ser tomada la foto lo habían hecho detrás por el monte, he allí la expresión del rostro pensativo en no querer mirar la cámara, se notaba lo encontrado de sus sentimientos, la mirada del hombre sobre la foto se notó en las orejas del niño ya que eran muy grandes, el hombre recordaba los momentos en que sus labios lamian y chupaban esas orejas y las tantas veces que al oído le decía cosas halagadoras y también obscenas, el pelo, ese delicioso pelo suave bien tratado como las manicures de los dedos daban a notar con su corte lo bien cuidado de ese niño descendiente de europeos, el hombre pasaba repetidamente la yema de los dedos por ese pelo, el hombre recordaba las veces en que sus labios besaban ese pelo y las tantas veces que su aliento golpeaba sobre ese sedoso pelo cuando estaban a escondidas en el momento en se propiciaba para aquello, pese a ser una muy antigua foto se notaba su nitidez, el dedo bajó hacia el pene amoldado, tragó saliva, le vino el deseo, ya no como antes por su avanzada edad que ya tenía, temblaban sus manos, viendo ese short al que lo tenía registrado en su mente muy cuidadosamente, recordaba vendo ese short cuando semanas después lo había deslizado del cuerpo del niño para poseer ese traserito lindo, sus ojos se cerraban recordando ese desliz de la tela del short mostrándose esa linda piel, recordaba sus manos acariciando esas piernas rellenitas, recordaba esa carita de niño resignado por lo que vendría, esa penetración suave y los seguidos gemidos consecuentes, recordó lo que su madre hizo cuando fueron descubiertos en aquel lugar, de los golpes que el niño recibió en las rocas sobre todo en su cabecita, ese asesinato de ese precioso niño fue un enigma que llevó a la muerte extendida a los padres de niño quedando su hermana huérfana tras la desgracia, el hombre suspiraba y en eso entra su anciana madre, de inmediato guardó las fotos, la anciana desde la ventana le hacía gestos para que lo acompañe, el hombre se levantó de la silla, llegaron a la bodega de vinos, allí se aproximaron a la gran urna, vieron ese bulto cubierto de tela, lo sacaron, era una calavera entera, pertenecía a su enemigo Del Olmo, sí, el abuelo de Carlos Felipe, irónico, Serafín el hijo de Carlos Felipe el nieto de ese esqueleto también es nieto de aquel hombre que miraba el esqueleto y a su vez Serafín tenía un hijo Carlos Hernán al que Fulgencio Arichabala lo tenía bajo su tutela junto a la madre, ese niño para el anciano era su bisnieto, lo identificaba por la medalla entregada de la madre de Serafín, Matilde la anciana madre de Fulgencio Arichabala sacó un recipiente evaporando en el yerbas exóticas extraídas de la flora autóctona del país de la canea y de los países limitantes, bebieron de un potaje hecho con yerbas emitiendo frases en latín antiguo, la bebida les hizo ensimismar, vinieron los llantos y lamentaciones por Mateo, el ser querido que ya no estaba físicamente entre los vivos, arrodillados aclamaron su presencia para el perdón, sí, Mateo era hijo fruto del incesto, borracho Fulgencio Arichabala lo había engendrado a su madre, de allí que por equilibrio providencial seguramente Mateo no podía tener hijos con Fernanda así lo tenía presente Fulgencio Arichabala y en esas bohemias de estupor al ver que no aparecía el nieto, el amo de la dinastía Arichabala forzó a violar a Fernanda naciendo Victoria de aquella violación, la muchacha desconoce de su origen como también el de su hermana, Fulgencio lo sabe, ella es hija del jardinero que lo envió a la cárcel tan pronto supo lo del engaño de su nuera Fernanda a su hijo Mateo, encolerizado le destruyó la vida a ese pobre muchacho de ese entonces, madre e hijo estaban acuclillados frente a ese esqueleto mostraban un tributo a sus dioses antiguos, lejos de allí Serafín llegaba a ese lugar tan sagrado donde nació en aquella lluvia del 9 de septiembre de 1929, había pasado ya treinta y un años desde aquella noche lluviosa, Serafín abrió la puerta del chalet de su nacimiento, prendó una vela como todos los años junto a él estaba su amigo el fiel campesino, era su ritual siempre hacerlo, vino una garúa que se transformaba el lluvia, lejos de allí una mujer con su niño miraban la lluvia sobre el cristal de aquella ventana, se trataba de Amanda y su hijo Carlos Gustavo el hijo de Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, tenían apego los dos, las manitos del niño tocaban el cristal, a lo que se unió las manos de la madre uniendo las mejillas en señal de unión y ternura, otro niño junto a su madre también lo hacían en el preciso instante, se trataba de Emérita y su hijo Carlos Hernán, al mismo tiempo que Gustavo Adolfo desde su tienda de campaña miraba la precipitación de lluvia, al mismo tiempo sale Serafín de la casa rústica recibiendo su rostro la lluvia teniendo sus brazos horizontales también lo hace su hermano Gustavo Adolfo recibiendo la lluvia, al mismo tiempo un avión descendía mostrando por el cristal el rostro pensativo de Pedro Artemio, lejos de allí estaban abrazados los esposos Noelia y Carlos Felipe junto con su hijo que miraban a través de los grandes cristales el recorrido del agua, en voz baja decían al unísono: Es la lluvia… sólo la lluvia.
FIN DEL DUCENTÉSIMO DÉCIMO CUARTO EPISODIO
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