METAMORFOSIS 215
Revivir.
El sol radiante golpeaba con sus rayos aquel paisaje campestre de plantaciones matizadas por un agreste bosque circundante, se veía la cristalina agua del lugar, el río padecía de caudal por esa época, aunque se avecinaban ciertas nubes amoratadas, era el cambio de estación, el pueblo se preparaba para muchos eventos, desde la implantación de bananeras la actividad se incrementaba, habían muchos forasteros venidos desde otros puntos del país de la canela, todos en un mismo fin de progreso y cambio en sus vidas, el sol reflejaba con sus luz el caudal de agua resplandeciente, una mujer pensativa en la roca miraba el pase del agua, estaba ensimismada con mucha fluidez de pensamientos idos, recordaba a aquel hombre blanco de origen caucásico, para ella el solo pensarlo lo asociaba a un príncipe hermoso, su boca estaba junto a su rodilla, en posición cabizbaja notaba los rayos de sol sobre el árbol en el que estaba bajo sombra, suspiraba mucho, como que la ansiedad del momento la cobijaba, otra y otra vez suspiraba recurrente, sus dedos estaban entrelazados sobre el empeine de sus pies, su mirada estaba en sus dedos alargados, su pelo largo deslizaba el agua que se escurría en su espalda, sentía el momento, sentía el presente, sentía estar enamorada, ese sentimiento que lo tenía marchito desde años ahora parecía volver a retoñar, ese sentimiento de amor ahora se cristalizaba en esperanza de vida, Agripina, se llamaba la mujer, huérfana de madre y del desconocimiento actual de la vida de su padre quien siendo muy pequeña los abandonó junto a su difunto hermano ahora vivía cuidando los intereses de su padrastro el doctor Luis Daniel Pérez, su vida era monótona en parte cuidando a su medio hermano Luis Alfonso, pero desde semanas atrás el sentido de vida cambió al conocer a ese forastero, ahora que pensaba en él lo deseaba tras aquel encuentro marital, sí, deseaba su cuerpo, deseaba sentirlo, cerró fuertemente los ojos recordando aquella noche en que fue suya, recordaba aquel resurgir sexual que ya parecía haberlo perdido tras tantos desamores, sentía el agua que escurría en todo su cuerpo, su piel se hacía de gallina cuando sentía la suave brisa, de repente vio las nubes con carga de posible lluvia, era el momento de partir, pero antes, era necesario un chapuzón, de esa forma su cuerpo se introducía en el agua tibia, gustaba de nadar en ese apartado lugar, su caballo era testigo de esos baños solitarios, la alegría aumentaba, parecía sentir que le agua la acariciaba, botaba agua por la boca mientras nadaba constantemente, Agripina lo deseaba así, estaba animada a seguir braceando y decidió hacerlo por un rato más, tenía gran cantidad de fuerza al braceo, el contraste entre la luz solar y sombra de las nubes se notaba en el ambiente, gozaba sentirlo, se recostó en la piedra, el apartado lugar le daba seguridad así que deslizó el calzón que era lo único que llevaba puesto en su cuerpo, se notaba los senos, el agua escurría por ellos ante el movimiento de sus pezones por efecto de la aceleración de respiración producto del braceo por el agua, su rostro humedecido miraba la sombra del árbol proyectada, lentamente controlaba su respiración, sus manos se posaban en su pecho, lentamente se deslizaba por sus piernas llegando a su vagina afeitada, los dedos hacían del placer un recurrente en ese momento, cerrando los ojos pensaba en el pene de ese forastero que la había hecho mujer, la lengua rozaba por los labios rosáceos, tenía necesidad de un macho que la haga sentir hembra, ella se inspiraba en el movimiento de sus manos, los dedos le hacían sentir, de pronto sintió una brisa fuerte acompañado de un sonido no tan común por el sector, era un silbido particular que la hizo de repente desistir de aquellos movimientos de manos, sentándose presurosa, luego poniéndose de pie al escuchar el segundo silbido, el temor le vino de inmediato, era un lugar muy apartado, no comprendía la presencia de alguien, se imaginó lo peor, la angustia vino a su piel poniéndose de gallina otra vez, la boca abierta mostraba la angustia, deseaba saber ubicar el lugar de procedencia de aquel silbido, de pronto vio entre la maleza la presencia de aquel hombre, el último que hubiese deseado tener allí en su delante en aquel lugar, mostraba una sonrisa enigmática típica de su personalidad, ella estaba inquieta, la impresión de verlo la atemorizaba, lentamente se fue acercando mientras ella instintivamente daba pasos hacia atrás, de pronto cayó y el rostro de aquel hombre junto a ella mostraba con mayor énfasis esa sonrisa enigmática, sus manos se acercaron a tratar de levantarla, ella tenía los ojos muy abiertos mostrando su temor, lentamente la fue tomando de las manos, ella mostraba un poco de inseguridad, pero las férreas manos del apuesto caucásico poco a poco le daban seguridad, esa seguridad que desde hacía muchos años no la percibía, vio esos ojos claros del hombre de piel blanca rozagante, mostraban seguridad, mostraban sobre todo el deseo, sí, el deseo, ella lo notaba en el semblante, ella ya lo notaba al sentir las manos de su hombre, sí, lo era, desde aquella tormentosa noche, en la que más que fuerza primaba ese tocamiento y esa penetración por vez primera que la dejó anonadada, ahora esas manos se llenaban de suavidad, ahora ese rostro deseaba ternura de parte de ella, lentamente se incorporó, la tela de su calzón cayó al suelo, es que no se percató de aquello pues estaban fijas las miradas, ella como que perdió la noción del tiempo, sintió aquellas manos y luego aquella respiración por su nuca, es que los besos no podían esperar en el deseo de los amantes, no había duda que se deseaban, ella empezó de pronto a sonreír, sentía esa virilidad, tenía aferradas las manos, vio sonrisa en el rostro del caucásico, el pelo lacio rubio entrecano cubría en parte su rostro, era parte de su affaire, ella de a poco mostraba candor, él lo percibía, de pronto la marcó llevándola al monte, ella sintió esa seguridad instintiva que él le daba y que no lo había percibido con sus otros hombres, allí recién dio cuenta de su estado de desnudez, se sonrojó pero él la aplacó con besos sentidos así que lentamente la acostó en la arena, no aguantaba más, en el rostro de él se notaba el deseo de poseerla, así que fue quitándose la ropa con una rapidez inusitada, ella pasaba los dedos por su vagina como que con ese ademán lo invitaba a que la poseyera, el no dejaba de reír al desvestirse, ella vio ahora sí con claridad aquel pene erecto velludo venoso que aquella noche la hizo sentir de nuevo mujer, era natural el deseo de ambos cuerpos por tocarse, las manos del hombre deslizaban por la humedecida piel de Agripina, conforme se iba acercándose a ella con su ya cuerpo desnudo, al unirse los dos abdómenes se chocaron las respiraciones salidas de su ser, acercándose lentamente la cara del caucásico a la de ella mostraba una mirada seria de como querer ser suyo y a la vez que ella entendiese que le pertenece, si, a que pertenecerle sería la idea en ese momento, instintivamente ella con sus manos respondía con caricias, tragaba saliva y emitía gestos con su respiración alternativa, ambos sentían el deseo de poseerse, de amarse, de sentirse el uno para el otro, de sentirse que se atraían desde tiempos inmemorables, aunque sus edades distaban mucho en años de diferencia, él mayor que ella, el roce del glande en la entrada de la vagina velluda no se hizo esperar, ella de reojo miraba ese desliz de carne en sus tibios labios vaginales, se notaba el contraste de sus pieles, de sus razas de su ancestral herencia, ella quizá una plebeya y él a no dudarlo descendiente de clase real sin trono ahora, su trabajo era motivo de haberla conocido, era uno de los promotores extranjeros de transnacionales de la naciente exportación bananera, se había ganado así su lugar debido a su inteligencia, de emigrante había ascendido meteóricamente en este negocio, hoy con influencia tenía de parte a los productores locales, ahora tenía un referente de vida que lo complementaba esta mujer nativa del lugar, hija de proletarios, atrayente a su edad, rígida en carácter, es que la vida la había golpeado, de pronto sintió el pene dentro de su vagina, éste se había deslizado lentamente, con amor, para ser preciso, así fue que las manos dóciles de ella pasaban por la espalda de su macho domador, emitiendo gemidos en cada embiste, salió su sonrisa a flote, el hombre blanco vio el rostro de su amante mujer y con amplia sonrisa embestía más y más, lo deseaba y la deseaba, se fundieron en besos muy aleteados en sus cuerpos con transmutarse al infinito, ambos cuerpos siendo uno solo, la mujer estaba en el éxtasis, él la complacía vehementemente, las manos entrelazadas, ella gemía pidiendo más y más, era lógico, tenía la libido reprimida durante todos estos años desde que parió un hijo al que desconoce su paradero pues le fue quitado al nacer, ahora estaba con sexo duro y a plenitud, estaba resurgiendo la mujer aquella, lo besaba apasionadamente mientras sus brazos rodeaban el cuello del hombre y sus piernas rodeaban las caderas del caucásico, quería que siga, que siga, no importaban consecuencias, deseaba ser amada en toda manifestación, de pronto, lo que esperaba, el fluido de semen se alojaba en su útero, los espermatozoides hacían su función de correr hasta los óvulos, mientas, el pene seguía moviéndose, él no quería detenerse pese a la breve pausa, quería con esta acción que ella lo recuerde siempre, que la engrupa con su sexo, que le sea suya en cada momento, en cada instante, en cada insinuación del deseo, en cada roce de caricia pendiente, se lo decía al oído y ella relajada asentía, la había penetrado dentro del agua, ambos cuerpos ahora se movían sobre la arena, las risas no se hacían esperar en los amantes, el sol se debilitaba dando paso con sus rayos a una leve penumbra de nubes cargadas de lluvia que depositaban en la simiente terrenal de los amantes que acostado sobre la arena les caía el agua en su piel, allí mismo la lluvia impactaba en esos cuerpos desnudos, corrieron al rio y se zambulleron, abrazados recibían las gotas de lluvia, los besos matizaban el deslizamiento de la lluvia en sus cuerpos, abrazados con el agua a la cintura daban giros, ella asida a él con manifestación de seguridad cuyos brazos rodeaban el cuello de su amante y él sosteniéndola de la cintura, de nuevo la penetró dentro del agua arrimándola a la roca saliente del lugar, el líquido de lluvia se deslizaba por aquella roca mojando el pelo de la mujer, estaban a sexo pleno de penetración, los senos de ella rozaban el pecho de su amante que la besaba con pasión desbordada, se dejaba llevar por esas rígidas manos, salieron del agua para sentarse debajo del árbol viendo aún fluir la lluvia, acostados de perfil se miraban el pene y la vagina, sus dedos los rozaban, gustaban verlos, sonrieron, volvieron los besos a la vez que los truenos y relámpagos, la naturaleza estaba a toda su manifestación siendo testigos los amantes, presagio de su amor seguramente, el deseo no terminaba, lentamente las manos acariciaban el vientre, al mismo tiempo el fluido de lluvia, no había duda de que se amaban, conscientes que la lluvia no paraba esperaron a que mengue, hubo tiempo para seguir entonces con más sexo, volviendo después de un largo rato a seguir penetrándola con vehemencia, ella estaba feliz al sentir esos movimientos de pene en su vagina, las manos se entrelazaban y nuevamente algo de semen dentro ahora de menor cantidad pero lo había logrado ante tanto esfuerzo, se habían enamorado al compenetrarse en todo sentido, Agripina no había sentido tanta fogosidad, se sentía como una principiante en su primera vez, no olvidaría esa sesión sexual de aquella lluviosa tarde, conforme el hombre llegó se fue pero ella lo seguía detrás en sus respectivas cabalgaduras, ya al sentirse en las proximidades de la propiedad hicieron un alto para bajarse de sus cabalgaduras y aprovecharon para manosearse y besarse sentidamente, era la llamada del amor que estaba naciendo en la pareja, ella siguió con su ruta con las ropas mojadas, un inquieto hermano la esperaba, estaba preocupado en que algo le hubiese pasado ante el imperante temporal, pero ella le mostró una actitud que pocas veces le había apreciado a su hermana, ella había vuelto a sonreír, en creer más en la vida, inclusive así mojada danzó con su hermano ella tarareando, Luis Alfonso estaba feliz viendo la actitud sincera de su hermana, enhorabuena por ella, una mujer feliz realizada a plenitud, intuía el causante de su alegría e iba más allá con sus pensamientos, no importaba juzgarla ahora si estaba feliz y eso es lo que contaba, la abrazó acompañándola a su habitación, conversaron por largo rato hasta el momento de bajar a cenar, allí estaba el rictus del doctor Pérez sentado en la mesa sin articular palabra, estaba sumido en sus pensamientos, había recibido un anónimo, lo tenía bajo la servilleta, un criado lo había traído, tragó con dificultad en ese momento, una vez terminado de comer se dirigió a las caballerizas, no deseó que su hijo Luis Alfonso lo acompañase, estando en el lugar vio a un hombre ensangrentado, le restregó el papel por el rostro diciéndole lo que sería capaz de hacerle y preguntándole una vez más el nombre de la persona que le entregó ese documento pasquín comprometedor para la integridad del prestante médico y hombre de negocios, el contenido era fuerte de analizar con juicio notable, se decían monstruosidades y ciertos pasajes de su vida, entre ellos, el que era padre de un hijo con aquella secretaria, se enteraba así de una posible paternidad, su hijo salvado de un incendio, sudoroso dio órdenes a que siguieran con la ruda pesquisa, dos latigazos se impactaron en la espalda del pobre que quedó desfallecido, allí en ese papel levemente se decía de la muerte de la madre de su hija Justin, consideró primero quemarlo pero a consejo de su capataz lo guardó como evidencia legal para hacer un estudio de ese papel y su origen de tránsito, lo que el doctor no midió es que el pobre hombre había desfallecido pero mortalmente, los duros golpes no hicieron que confiese, los ojos de ira del pobre hombre se contrastaban con su seriedad de afirmar que era víctima de un complot, que él no era el mensajero de ese documento, que en verdad estaba en su cuartucho humilde pero que no daba crédito cómo había llegado allí, ya no habrían más aclaraciones, estaba muerto ante tan soberana salvaje paliza, esperaron la noche para que el cuerpo sea clandestinamente enterrado, el mismo doctor con sus cómplices fue testigo de la acción, sólo un candil iluminaba la macabra escena del tétrico lugar, lejos de allí una Agripina se tocaba su vagina cerrando los ojos recordando ese hermosos momento, acudiría mañana y esperaba verlo allí.
*******
Los ojos de Parcemón se iban abriendo de a poco ante el radiante día que se presentaba, su gesto de pereza se complementaba a través de sus bostezos, luego se sentó en la cama girando para sentarse en el borde viéndose los pies, su piel brillaba ante los vellitos que demostraban el choque de los rayos de luz solar de esa mañana octubrina, era el anteúltimo sábado, agitaba sus pies, se vio el short ajustado que llevaba puesto, en él se notaba ese penecito que se estaba estirando, al mismo tiempo alzaba estirando sus brazos y bostezando prolongadamente, algo sorprendido mirada a su alrededor, estaba solo, lo habían dejado solo, continuó bostezando, salieron las lágrimas por efecto de estirar los músculos del rostro, sus deditos agitaban los ojos, trataba de sacarse la basura de sus ojos, pasaba la lengua por los labios ensalivándolos, olía el aroma característico de la saliva en ayunas, pasó sus manitos por los muslos de sus piernas llevándolas luego a su pene vestido, las metió dentro del short pequeño dándose placer al pene con los dedos deslizándolos suavemente, estaba ardiente en ese momento, recordaba, sí, recordaba con los ojos cerrados y la boca abierta en parte la lengua salida, había soñado algo, mordía sus labios de placer, la punta de los dedos los pasó por el glande apenas salido aun dentro del short así sacó su mano llevándola a oler pausadamente, sonrió, se ladeó con su cuerpo en la cama poniéndose de perfil, se introdujo la mano por el short, sí, esa misma mano que antes con la otra había dado placer a su penecito, ahora la deslizaba por el traserito metiendo un dedo por ese ano desvirgado, se lo metió hasta el aguante, emitió un leve alarido y un nombre, Luciano, de pronto abrió los ojos que estaban cerrados sintiendo el placer de los dedos en el ano, Parcemón pensaba y pensaba, seguramente con aquellos momentos vividos con Luciano, aquel hombre maduro allá en aquella humilde lotización en las afueras de la ciudad capital del país de la canela, había pasado ya tiempo de aquello, paradójicamente lo extrañaba, le era un ser especial que sería difícil de olvidar, a sus casi siete años tiernos aún lo tenía fijo presente, bostezó varias veces aún con la mano sobre la nariz como que hacía de tapabocas, deslizó la mano, así tan sutilmente como quitando ese último rezago de aroma de su trasero impregnado en sus dedos, suspiró así acostado de perfil y ahora esa mano la que nuevamente se introducía en el short pero ahora pasaba por la cadera, así deslizándola suavemente por esa piel parte de su cuerpo, entrecerraba los ojos, estaba meditando qué hacer, estaba solo y se vio el pene salido por una manga de su short, siguió bostezando sonriente luego, se puso en pie sobre ese suelo calcáreo bien aseado y compacto, la planta de sus pies descalzos sintieron el frescor, tanto así que al dar los primeros pasos se sentía más cómodo, vio en la mesa el desayuno servido tapado por un plato de porcelana a su lado estaba la tacita de café también de porcelana, olió el café más no lo probó sino que introdujo el dedo era para comprobar que estaba frío, vio a su detrás al girar el fogón aún encendido con rezagos de leña carbón típico de esos cuartos de entonces de época, tomó el café y lo puso sobre una parrilla e igual hizo con el plato, no era la primera vez que lo hacía ni la primera vez que lo dejaban así solo en el cuarto pues seguramente como de costumbre sus padres y hermano mayor saldrían al evento de corte de racimos de bananas por la madrugada con ayuda de candiles, con ayuda de los peones encabezando su padre como capataz de corte, casi cada mes se repetía esa acción, ahora tocaba el sábado, no había día fijo para aquello, sábado, se dijo para así viendo fijamente la comida, vio hacia su catre y allí estaba guindada la resortera que le permitiría cazar aves en el bosque colindante con la propiedad, pensó en ir a deambular por el río próximo a la propiedad, sobretodo gustaba ir a pescar en las inmediaciones del canal de riego de tierra hecho para el efecto de producción de bananas, Parcemón ya pensaba estar allí, sólo estaba comer y vestirse, de pronto el estómago ruge, le vino la necesidad de ir a la letrina y defecar, dio unos pasos, abrió la puerta, vio el día en su esplendor, la luz solar daba de lleno en su rostro y resto del cuerpo, sonreía al sentir aquella brisa moviéndose el pelo lacio negro, sus dedos alargados se apoyaban en el marco de la puerta, apoyó su rostro en ese marco, vio su pene vestido, sonrió y lo tomó suavemente con su mano metiéndola dentro del short, así estuvo pensativo estirándose el penecito dentro del short, cerraba los ojos, el estómago le recordó lo que debería hacer luego, caminó presuroso hasta la letrina, sus pies descalzos pisaban las hojas y ramas secas del lugar, llegó a tiempo sentándose luego de bajarse el short, para él era un placer pujar y expulsar el excremento a la vez que le salía orina del penecito, allí lo vio venoso amoratado producto de tanto manoseo, pujaba cerrando los ojos emitiendo desde su inconsciente el nombre de Luciano que lo decía en voz baja al momento de pujar y soltar excremento, con los ojos cerrados justificaba ese placer de decir su nombre pues Luciano al momento de haberlo desvirgado le había dicho que cuando defeque siempre recuerde ese momento de sodomía, sí, cuando el pene de Luciano penetraba el traserito de Parcemón le decía esa frase y se hizo más impactante la última vez hace mucho tiempo en que lo hicieron, es que Luciano verdaderamente le ha dejado una huella al niño, Parcemón pujaba con placer, miraba el penecito micciar y recordaba los momentos en que su pene entraba en la boca del vecino Luciano, sus manitos estaba apoyadas en los muslos, jaló un pedazo de papel de cartón y se inclinó pasándolo por su traserito, vio por el boquete los restos del excremento sobre el suelo, allí estaban unos gusanos sobre otra muestra de excremento ya expulsado por alguien de su familia hace tiempo, escupió su saliva cayendo en algunos de ellos, su short estaba en los talones, algo encorvado puso su mano sobre la pared de bambú seco, con la otra se estiraba el penecito, recordaba las veces aquellas cuando lo hacía con Luciano, así encorvado se rascaba el traserito con una mano se pasó el dedo a la entrada del ano empujándolo y lo pasó después por la nariz, así luego se subió el short y regresó rápidamente a su casa pues recordaba que la comida estaba en el fogón, un instante más y encontraba su desayuno quemado, ya el café evolucionaba su temperatura ya elevada, se sentó en la mesa a disfrutar sus alimentos, limpió los platos poniéndolos en su lugar, se lavó la boca haciendo buchadas, de sus labios salía fluido, se pasó un trapo, fue a calzarse las sandalias y poner su remerita raída, tomó la resortera y salió de la casa asegurando la puerta, caminó por los alrededores para recoger objetos con los que se pueda lanzar la resortera, al salir por el camino Eliazar Emigdio lo cruzó en el jeep, siempre sonriente lo saludó al niño diciéndole que lo acompañe para que ayude a bajar unas cajas de bombas de fumigar con repuestos, Eliazar Emigdio venía de la empacadora, sabía que el niño estaba solo, había salido rápido para encontrarlo, casi no lo ve, tímidamente vio el niño la carga del jeep que Eliazar Emigdio traía, se montó y llegaron a casa, dejaron las cajas en su lugar, Eliazar Emigdio le pidió un vaso con agua mientras se sentaba en el catre más grande que seguramente pensó que eran de los padres del niño pues dos catres pequeños estaban en el otro rincón de ese estrecho cuarto donde vivían, luego de beber el agua y de mirarlo con mucha fijación sin dejar de sonreír luego lo tomó del brazo acercándole a su cuerpo, luego lo agarró de las dos manos haciendo que los dos cayeran lentamente en la cama, no esperó a más, Eliazar Emigdio estaba caliente y empezó a besarle el cuello, mejillas y frente, el nene instintivamente cerraba los ojos, la timidez embargaba su cuerpo tímido, el cuerpo de Eliazar Emigdio estaba sobre el de Parcemón, se besaban y Eliazar Emigdio pasaba a manosearle el cuerpo, se alejó de la cama viendo acostado al niño, se bajó el pantalón y calzoncillo sacándolos de su cuerpo quedando a un lado de la cama, las manos de Eliazar Emigdio deslizó el short del niño, así se acuclilló para besarle las piernitas algo polvosas llegando al penecito y allí ensalivó y chupó por unos instantes, dame “tu culo” le dijo al niño “date la vuelta, anda” sentención con autoridad a Parcemón completando “no tengo mucho tiempo” el niño giró poniéndose de cara al colchón “vas a ser mi mujer” sonrió con seguridad “vas a sentir a un macho, ¡¡¡verás!!!” ya para entonces Parcemón no articulaba palabra, sólo sentía que los dedos ensalivados de Eliazar Emigdio lubricaban la entrada del ano, gemía lentamente al ser penetrado por esos dedos, “ahora sí” le dijo con seguridad haciendo que el glande penetre ese ano infantil, el nene mordía los labios, “rápido ahora serás mía” el nene escuchaba el “así, así, así” es que el pene de Eliazar Emigdio entraba y salía del ano de ese niño desvirgado por Luciano de la Sierva, el niño finalmente se relajó pues sentía el placer de ser sodomizado por ese pene juvenil, de pronto sintió un alarido de Eliazar Emigdio y en sus entrañas quedaba el semen dentro del ano del nene, lentamente lo fue sacando y posteriormente se sentó en el extremo de la cama, viéndose el resto del semen en el glande con unas manchitas de restos de excremento sacado del ano, sin moverse Parcemón sentía el latir de su ano, Eliazar Emigdio vio los restos del semen en la separación de los glúteos, sonrió haciéndolo que se levante alejándole de la cama, a señas el niño fue obediente trayendo un recipiente con agua, las manitos del nene limpiaba ese pene “así mi mujercita, así atiéndeme” los ojos del niño miraban el paso de sus manitos por el tronco de ese pene el agua hacía la limpieza y lo completaba un trapo secando el tronco de ese pene que minutos antes lo había hecho sentir lo que pensaba cuando estaba en la letrina, luego de limpiarle el pene a Eliazar Emigdio el pequeño Parcemón se pasó el papel viendo el semen con parte de excremento, lo vio con fijación mientras de parte de Eliazar Emigdio escuchaba “no lo olvides, eres mi mujercita, mi hembra”, lo marcó de la cintura haciendo que los penes se froten lo llevó a la cama cayendo encima del cuerpo de Parcemón para besarlo con lengua de una forma apasionada, luego se apartó de la cama, el niño se sentó en el extremo con rostro cabizbajo, tenía vergüenza, “vamos, acepta que te gustó” le dijo “déjate de cosas, mira…” al escuchar eso el dedo de Eliazar Emigdio se posó sobre el mentón del niño alzándole el rostro a Parcemón, sus ojos miraban cómo un billete quedaba entre sus piernas desnudas muy juntas y su penecito, era un billete de baja denominación “te lo has ganado” le acarició el pelo y el niño miraba con detenimiento el billete, Eliazar Emigdio le preguntó si deseaba acompañarlo pero tímidamente el niño cabizbajo movía lentamente su carita de forma negativa, el joven encargado de la plantación salió con su sombrero y arreglado de ropa se montó en el jeep en dirección a la plantación de embarque, Parcemón cabizbajo y meditabundo continuó lo que debía emprender, se fue de cacería por el monte pensando en lo que Eliazar Emigdio le había hecho en la cama, lejos de allí el jeep de Eliazar Emigdio frena de manera fuerte, Eliazar Emigdio iba pensativo y no vio a un imprudentemente niño en el camino que se alejaba de sus padres para alcanzar un balón, afortunadamente la reacción fue a tiempo, el niño sólo llevó un susto igual que sus padres, Eliazar Emigdio presuroso se bajó a ver el estado del niño, lo abrazó antes que sus padres reaccionaran al dejar la carga que llevaban en sus hombros, una pareja de indígenas con su hijo eran los actores de esa acción, Eliazar Emigdio abrazó al niño viéndole su carita bien formada, era fino en contraste con sus padres, le llamó la atención esas líneas del rostro del pequeño ¿cómo te llamas?” el nene le respondió “Adrián… Adrián Daniel” ya para ese momento la madre del niño estaba con ellos “me llamo Adrián Daniel Maca Panga” Eliazar Emigdio sonrió por escuchar eso dos originales apellidos aunque los nombres eran castellanos, herencia de la presencia colonial en esas tierras siglos antes, sobre todo el acto evangelizador en los indígenas, el niño de piel trigueña típica de su raza contrastaba con la piel de las manos que lo acariciaban, ”¿cuántos añitos tienes?” el niño jocosamente al ser vivaracho levantó una de sus manitos mostrando el pulgar doblado y cuatro deditos estirados, Eliazar Emigdio sonrió ampliamente ante la actitud del nene acariciándole el pelo, los padres del niño al percatarse de estar bien lo llevaron consigo a seguir la ruta, Eliazar Emigdio se enteró de labios del padre del niño que iban a la empacadora, coincidencia, él iba hacia allá, Eliazar Emigdio recordó que dos indígenas se incorporaban al grupo de peones y sirvientas, los hizo montar en el jeep, el nene iba al lado de Eliazar Emigdio, por instantes miraba al nene que iba junto a su madre de copiloto mientras el humilde y hasta pintoresco inocente indígena joven iba detrás cuidando sus cosas, llegaron al lugar, Eliazar Emigdio personalmente les acondicionó en el lugar, el humilde indígena viviría allí en ese lugar, la amistad entre los padres del nene y Eliazar Emigdio se incrementaría, desde ese día la atención de Eliazar Emigdio hacia Adrián Daniel sería de mucha jerarquía.
FIN DEL DUCENTÉSIMO DÉCIMO QUINTO EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!