METAMORFOSIS 217
Paraíso.
Era el primer día de aquel mes novembrino, la brisa golpeaba el rostro de Joaquin Valdés, a más, se agitaba un abanico en el rostro, viendo a distancia a Ana, joven mujer que a sus veinticinco años había perdido a su esposo Clotario de veintisiete años, la mujer caminaba por los alrededores viendo jugar a los hijos del patrón, la mirada fija de Lupercio en ese caminar dieron cuenta de su padre el gran hacendado de la comarca, se inclinó en la silla para ver mejor la escena de movimientos corporales de la joven madre de dos niños huérfanos por un asesino, lo hizo porque a no dudarlo se notaba el abdomen de la mujer, el hacendado sonrió con una mueca irónica mascando el tabaco, distante de allí la esposa del patrón miraba desde lo alto de su habitación, su avanzado estado de gestación así lo permitía, con mano en la tela de la cortina se aferraba para sostenerse con la ayuda de la empleada, ella suspiraba largamente, con gestos deseó estar sola, la puerta sonaba, cavilaba en meditaciones al sentirse sola, en su pensamiento se dibujaba el rostro de aquel hombre faltante en casa, ese hombre deseado, instintivamente se pasó la mano por esa barriga abultada, le dijeron que esperaba una niña, aunque aparente lo era, no estaba segura por los síntomas, pues eran parecidos a su primogénito Aarón, aún la pareja de esposos no tenía pensado el nombre de la criatura si fuese hombre o mujer, ella sonrió irónicamente, pensando en de solo pensar en ponerle el nombre de ese hombre ausente aquí habría un gran escándalo, de ese hombre que lo era muy significativo en su vida, de ese hombre que la había marcado por siempre, agitó su mano en su vientre, se sentó en el borde de la cama, lentamente se recostó con mirada al techo y brazos extendidos en la fina sábana respiraba hondo y a la vez suspiraba de solo pensar que en esa cama, sí, en aquella, hubieron muchos encuentros con él, los suspiros se hicieron constantes cerrando instintivamente los ojos como que el cansancio de llevar una criatura dentro la hacía soñar, la hacía relajar, a la vez, la hacía meditar profundamente lo sucedido, pero sus ojos se abrían de forma intermitente a causa delos gritos de los medio hermanos que jugaban con el balón, sí, Lupercio y Aarón jugaban pateando el balón estando cerca su padre, la presencia repentina de la empleada llamó la atención del patrón, se levantó hacia ella preguntando por su esposa, a lo que informa la buena mujer que se encuentra descansando, Joaquin vio pasar a su lado a la joven madre Ana, la empleada notó la mueca hecha por su patrón, giró sobre sus talones al mandato de Joaquin, juntos fueron a la sala para darle instrucciones ya que al día siguiente saldrían al pueblo a la celebración de difuntos, siendo invitados por la comunidad, Lupercio quedó cerca de Ana acompañándola hacia donde estaba Renata que atenta desgranaba maíz con sus manitos de siete años y junto a ella estaba su hermanito Renato, la nena los vio acercarse, el recelo con respecto a Lupercio era poco evidente, a fin de cuentas era el hijo mayor del patrón y todos los de la estancia le temían por su recio carácter y Renata a su tierna edad no era la excepción, Lupercio era gran amigo de su madre, la niña notaba ese cruce de mirada entre los mayores, siguió viendo la acción de sus manos, vio la mano que con disimulada cortesía se deslizaba por uno de los brazos de Ana, la risa era intima, cabizbaja Renata apartaba el montoncito de maíz de la tela de su vestidito alegre porque había terminado la tarea, Lupercio preguntó por el pequeño Renato hijo de Ana a lo que la atenta madre manifestaba que estaba sentado en el rinconcito, el pequeño Aarón de seis años llamó a su hermano de veinticinco años a seguir jugando con el balón, parecía que el juego lo practicaban padre e hijo por la gran diferencia de edad separada por los años entre hermanos, la mujer tomó de la mano a su hija y con la otra llevaba el costal de maíz desgranado para elaborar la chicha que tanto gustaba al patrón y que Ana la hacía deliciosamente y Renato se les unió, la pequeña miró la posición del sol mientras caminaba por esa amplia planicie de jardín, a su lado jugaban con el balón los hermanos, el objeto rozó por el vestidito de Renata, con preocupación Lupercio hizo un alto para que pasen, se notaba la sonrisa del hombre ante la leve sonrisa que la pequeña desarrollaba pocamente, madre e hija continuaron su camino, vieron al patrón sumido en sus pensamientos y con venia de saludo respetuoso entraron a la cocina, Renata siguió a un cuartucho alejado junto al establo, se sentó en un taburete teniendo en su delante el aparato de madera rustica artesanal para hacer mantequilla, introdujo el palo en el recipiente cerrado y procedió a agitarlo, esa tarea la hacía cada dos días de la semana, eso a partir de la muerte de su padre, igual en la madrugada se levantaba a ordeñar, había que devengar la comida y ropa dada por el patrón, de allí saldría cansada a darse una ducha, se escuchaba hasta allí donde estaba los gritos de los hermanos jugando, desde la ventana Ana observaba, Lupercio buscaba ser visto por ella y se cruzaban sonrisas de cordialidad, el pequeño Aarón atento al balón no daba cuenta de aquello, tiempo después se escuchó silencio, los hermanos habían dejado de jugar, Renata continuaba con su tarea, se acercaba la hora de almorzar y deseaba terminar pronto, los minutos continuaban, de pronto escuchó unos pasos, se puso inquieta, su respiración aceleró, había quedado traumada tras la violación sufrida por aquel jinete, pero sus oídos daban a entender que eran unos pasos ligeros y no se equivocaba pues al salir de ese cuartucho sin ventana y estrecho vio con tranquilidad que era Aarón acercándose a distancia prudente de allí hacia un árbol rodeado le altos matorrales que conducían al cuartucho descrito el camino en un simple sendero, vio al niño en posición de firmes deslizándose el pantaloncito corto y el calzoncillo con apuro, la necesidad de micciar era grande seguramente para la vista de la pequeña Renata, se mostraba así ese traserito descubierto con ese penecito sostenido por sus manitos sedosas, los ojos de la pequeña fijamente establecidos en ese movimiento de manos que le hacía el niño a su pene, hacía arco del líquido salido impactándose en la corteza del tronco del árbol, vio la carita del niño atento a lo que hacía, a su necesidad, de modo imprevisto ella se pasó la mano por el vestidito donde se encontraba su vaginita vestida, sintió el paso de su dedo por allí punteándolo a la entrada, era grande el deseo que instintivamente se encorvó emitiendo un voluntario gemido que fue escuchado por Aarón, rápidamente se alzó la ropa, quiso salir despavorido pero se detuvo viendo a Renata y luego siguió su camino, ella continuó con su tarea, el almuerzo se acercaba, sudaba de tanta faena, minutos después de pronto que se escucha los pasos, ahora más cerca, vio la carita sonriente de Aarón quien había llegado a decirle que a nombre de su mamá que vaya a almorzar, vio que el niño tenía la cremallera a medio cerrar y parte de la tela de la camisa salida, sentada le dijo que acerque para arreglarle la ropa, el niño se acercó viendo que las manitos de Renata deslizaban el pantaloncito corto cayendo también el calzoncillo, el niño se estiró el penecito por un instante, Renata dejó que eso hiciera, los dos se vieron con mirada cómplice agregada la sonrisa, Aarón se acercó más hacia ella y con sus dedos estiraba el penecito, los dos miraban y se reían, ella se apartó de ese aparato de hacer mantequilla, Renata se fue a un rincón y haciéndole gestos le pidió al niño a que se acerque mientras se arrimaba a la pared del rincón y se levantaba el vestidito, en eso Aarón vio las manos de Renata que se deslizaba el calzón llegando a los tobillos, la mirada picara que se dibujaba en el rostro de Renata era de que el niño se acerque y de esa manera ella se manoseaba la vaginita llevándose el dedo que se lo pasaba a la nariz para olerlo, Aarón al dar unos pasitos se cayó en su delante pues tenía el pantaloncito y el calzoncillo en los talones, ella rió pero vio que rápidamente el niño estaba delante de ella, ella lentamente se acostaba en el suelo y él se acostaban en el cuerpo de ella, las dos caderas se unieron y se rozaban los genitales mientras abrazados de la cintura se hacían rozar las manos, ella rápidamente se acomodó ya para eso su calzoncito estaba liberado de sus pies libres de la sandalias, Aarón al verla se acomodó encima, ella con las manos acomodaba el penecito en la entrada de su vagina para sentir ese roce de pene infantil, él sentía el puje de ella, los gemidos, olía el pelo de Aarón, olía el sudor corporal del nene, le dio un beso impulsivo en la mejilla, él se detuvo un instante luego del beso para sonreír, siguió con ese movimiento encima de ella y cuando quiso apartarse Renata lo detuvo agarrándolo de la cintura, practicaban lo que Jasmani les había enseñado por separado, aquel hombre que se había ganado la confianza del patrón pero tuvo que alejarse del lugar, ambos niños hacían movimientos sexuales casi como lo hacen los adultos, pero fue interrumpida su acción al escuchar de lejos el nombre de Renata de boca de su madre, los dos niños como un rayo se vistieron arreglándose la ropa y fueron saliendo del lugar, ella llevaba la mantequilla a punto de elaborada, se lavaron las manos antes de comer viéndose en forma cómplice, el dedo de Renata fue a sus labios pegado en señal de que se mantuviera en secreto silenciosamente lo que habían hecho, el niño se limitó a sonreír y después levente asintió en señal de acuerdo y obediencia, ya en la mesa los esperaban al pequeño y a Renata, Ana y su hija junto a los empleados comían en la cocina, le increpaba haberse tardado y comprometido con la tardanza al pequeño Aarón que lo esperaban en la mesa, Lupercio sonrió viendo a su hermanito con algunos restos de paja en el pelo y con movimiento disimulado se lo quitó asimismo lo hizo desde la espalda de la camisa, era seguramente por efecto del juego, se escuchó que Renata iría a recolectar frutas silvestres, Aarón quiso acompañarla pero su madre prefirió que debería ya bañarse pues había sudado mucho, se encorvó en la mesa con un poco de desencanto, Lupercio y su padre al mismo tiempo le acariciaron el pelo juguetonamente, tiempo después Renata recolectaba por el sector aquellas frutas silvestres, estaba animada, los rayos de sol delimitaban su rostro feliz, estaba muy entretenida recolectando frutas por los alrededores de la estancia, había escuchado de sus amiguitos de la estancia del patrón que por esos senderos habían frutas en las que pocas personas recolectaban, eran las frutas más dulces y jugosas, caminó y caminó adentrándose por esos senderos hasta que dio cuenta que la maleza estaba alta, se había trasladado mucho desde la casona de la estancia, había pasado los limites yendo por esos senderos, se maravilló de ver esos árboles frutales todos cargados de frutas que a su vista agradaba, sonrió con entusiasmo y empezó a recolectar, las que ya las había recolectado las dejó en el suelo pues la que enfrente tenía eran más grandes y jugosas, lo comprobó deleitándose comiendo algunas, sus rosáceos labios se amoldaban a la fruta saliendo el jugo por las comisuras, se pasaba las manos por la boca, súbitamente a su espalda escuchó un rugido prolongado, al voltear su asombro se incrementó haciendo que se abrieran al máximo de su abertura, lo que vio le impactó, se trataba de un tigrillo montés silvestre sobre una gran saliente de montaña, estaba a pocos metros de ella, no tenía reacción alguna por el susto, su boca bien abierta como sus ojos y su tembloroso cuerpo no le daban reacción alguna por algo, así, esperaba lo peor, trataba de entrecerrar los ojos luego pero los rugidos del animal no le permitían, así, esperaba el desenlace, de pronto, una detonación, se impactó en la saliente, luego otra, ésta se impactó cerca de una de las patas delanteras de animal quien huyó bruscamente con dificultad seguramente cojeando, la aceleración respiratoria de la nena le hizo girar tras los ruidos de disparos, por entre la casi cortina de humo aparecía ese hombre, era el jinete, estaba seguramente cazando y vio la escena, la niña se sentó en el piso a llorar desconsoladamente, esa fue la reacción que tuvo luego de esa desagradable experiencia de vida, el hombre a paso rápido fue junto a la niña preguntándole si estaba bien, ella no paraba de llorar, se sentó junto a ella, con una mano acariciaba el hombro motivándola a estar tranquila, llevó el rostro de la pequeña entre su pecho y cuello, las lágrimas se impregnaban en su camisa, lentamente con los dedos le limpiaba el llanto dejado en el rostro, la mano recia del jinete le acariciaba el brazo a la vez que le besaba el pelo lacio infantil, lo olía con gusto, poco a poco se iba calmando, se aprovechó de ese estado emocional para ganarse más la confianza de la pequeña, “ya, ya, cálmate, ya se fue” ella miraba a su alrededor con los ojos vidriosos “calmadita, camadita, ya, ya, mi pequeña” al decirle eso sus manos recorrían las piernas lo que ella dio cuenta, alzó el vestidito y cuando se disponía a rozar su mano en el calzoncito se sintió cómodo llevándose la gran sorpresa de sentirlo humedecido, sonrió el jinete ampliamente abrazándola con fuerza, le daba de besos seguidos en el pelo, la mano humedecida que frotó el calzoncito la llevó a la nariz oliéndolo detenidamente, ella vio cómo el dedo del jinete se lo pasaba en la nariz con gran gusto, rió levemente, para el jinete esa actitud de la nena era buena señal, la crisis nerviosa había sido superada por Renata, ahora miraba el placer de oler del jinete, la abrazó ajustadamente a su cuerpo rozándole las manos por las piernas consolándola gratamente, “tranquila… ya pasó, ya pasó”, ella se dejó estar, vio la mano que se deslizaba por las piernas infantiles, otra vez rodeando el calzoncito e introduciendo el dedo medio rozando la vaginita, ella hizo un leve rictus, el jinete la aferraba más a su cuerpo a la vez que por encima de su cabecita miraba a los alrededores mientras ella se apegaba con seguridad con su rostro en el pecho, el dedo rozaba la entrada de la vaginita humedecida seguramente tras la impresión de la nena al ver a esa bestia, allí sentados abrazados se olían los cuerpos, el jinete mostraba sudor en la frente, era de ansiedad, tragaba saliva, sacó la mano del calzoncito llevando el dedo a la nariz de la pequeña, le hizo oler de su propia orina impregnada en su calzoncito, “huélete, rico, ¿verdad?” ella miraba la mano que le rozaba la nariz, luego le besó el pelo, ella vio que las manos del jinete acariciaban sus piernas, luego esas manos se deslizaban por los pies sedosos infantiles acariciándolos, deslizando las humildes sandalias, los polvorosos piecitos descubiertos agitaban los deditos, viendo ese movimiento el jinete decía “los tienes lindos” así seguía moviendo las manos hacia el calzoncito deslizándolo por las piernas sacándolo por los pies poniéndolo a un lado diciéndole a Renata, las piernitas se encontraban abiertas, “mira, que hermosa cuevita” refiriéndose a su vaginita expuesta, “parece que quiere jugar” el dedo rozaba la entrada, tomó el calzoncito llevándoselo a la cara a olerlo repetidamente, “huele muy delicioso… mi preciosa” cerraba los ojos oliéndolo con gusto, ella sonreía al verle el rostro cubierto con su calzoncito, rió más cuando se lo puso en la cabeza cual si fuese un sombrero, para eso lo hacía el jinete, ganaba confianza en ella, graciosamente con mimos agradables a la vista de ella así es que fue deslizándose la cremallera, ambos estaban sentados vendo el movimiento de esas manos de cómo liberaba el pene a través de la ranura abotonada del calzoncillo, salió ese pene erecto brilloso, estaba con la venas pronunciadas, así de erecto “míralo, ¿te gusta?” “anda… tócalo” en el rostro de ella se dibujaba un poco de desconfianza “anda… tócalo, es tu amigo” “anda” luego de un corto instante viéndose abierta las piernas así sentada como estaba ella voluntariamente estiró las manos tocando ese pene velludo, para el jinete era señal de triunfo, “vamos, agáchate y huélelo” así lo hizo de tal forma que su nariz rozaba el glande “muy parecido a tu orina ¿verdad?” ella hizo a un lado el glande y lo miró fijamente a los ojos con una leve sonrisa que dibujaba vergüenza, típica de su inocente personalidad que el jinete trataba a su voluntad moldearla, “te quiero mucho, y no deseo que algo malo te pase” “como verás… siempre estoy contigo” “no te dejaré sola” le dijo abrazándola y acariciándole el pelo mientras su carita se apoyaba en su pecho, “lo de hace poco quiero que siempre lo recuerdes” continuaba acariciándole el rostro “siempre te protegeré contra quien sea” “no te dejaré sola, siempre estaré contigo” “pídeme lo que quieras y te lo daré” eres mi nena preciosa a la que siempre te cuidaré” le dio un beso prolongado “eres mi niña linda, quiero que te guste lo que te hago” la acarició mostrándole seguridad en esas caricias “me interesas mucho, te juro que no te dejaré sola” ella vio seguridad y franqueza en esa mirada “eres algo hermoso para mi vida” la abrazó con fuerza “mi chiquita” le dio besos en la frente “mi nena” le acarició las mejillas tiernamente, se miraron sonrientes, la puso en pie “ven, ¿quieres ir a conocer un precioso lugar” ella quedó pensando cabizbaja viendo su cesta casi vacía “no te preocupes que a donde vamos hay mejores de las que has visto” ella lo miró “anda, vamos” la tomó de una mano y la llevó hacia el caballo montándola, ella miró una mueca de triunfo que se dibujaba en el rostro del jinete, sin embargo con su acción de hace rato había tenido un aumento de confianza en aquel hombre, más lo dicho por él en esas palabras convincentes en esa corta edad de siete años que tenía Renata, el caballo hizo lo suyo, transportarlos por esos parajes, delante suyo la nena llevaba su cesta, el mentón del hombre se posaba sobre el pelo de Renata golpeaba su respiración en esa cabellera “ya verás lo lindo del lugar” le besaba el pelo “falta poco” el caballo brioso continuaba entre montarral que le llegaba a su panza, la cola se agitaba ante el roce de la maleza alta, algunos insectos voladores revoloteaban por sus caras, apenas se notaba el sendero, en verdad que se trataba de un apartado lugar pero eso no menguaba el afán de llegar, “estamos cerca, mira” el brazo del hombre se extendió guiándole la mirada de Renata por los alrededores todo era muy bonito con árboles frutales cargados de jugosa fruta “por aquí no pasa gente” se entrelazaban las manos sobre las riendas “este es mi refugio que ahora también será tuyo” miraron por los alrededores del apartado lugar “puedes venir cuando lo desees” Renata maravillada se bajó lentamente del alazán con ayuda del jinete, caminó lentamente bajando la loma donde estaba en ese alto, ella adelante y el jinete tras montado de su noble corcel, abrió unas malezas y vio una construcción especie entre ramada y chalet, giró a verle como con un gesto de su mirada preguntándole a lo que el jinete responde “si, es mi refugio, pocos lo conocen excepto ahora tú” rió “lo hice con mis propis manos” ella se limitó a observar por los alrededores “puedes recoger la fruta que desees” asintió y lo hizo “hazlo con calma” miró a la puesta de sol “aún hay tiempo para que regreses” ella recolectaba fruta por los alrededores de la construcción rústica mientras dentro el jinete cantaba alegremente, sacó su rostro por la única ventana que había, consistía en deslizar las tablas que la cubrían, lo hizo para que entre aire, vio a la nena subida en uno de los árboles, desde allí podía verle el vestidito y su cuerpecito sin el calzón puesto, la vaginita se nota a plenitud por entre esa ropa, sonrió y salió de allí en dirección al morral de la cabalgadura sacando el calzón, desde el árbol esa acción fue vista por la pequeña, ya que el jinete lo llevaba en su rostro oliéndolo y entrando de nuevo al chalet, pasaron unos minutos, divisaba a lo lejos los meandros de un arroyo o quebrada que tenía agua fluyendo, le llamaba mucho la atención de aquel lugar elevado con buena vista, también ella miraba la puesta del sol, la tarde como que ya iba por un poco más de su mitad, se acercó a dejar la cesta junto al caballo y se arrimó al árbol donde el caballo estaba amarrado, luego se sentó a esperar, desde la ventana el jinete le hizo gestos que se acerque, ella tímidamente se limitaba a verle, sabía lo que sucedería si entraba, se puso cabizbaja, segundos después el jinete estaba sentado a su lado invitándola a entrar, “vamos querida” insistiéndole “te va a encantar” le acarició las mejillas “ven… quiero que conozcas mi refugio y luego nos vamos de inmediato” ella tímidamente estiró su mano dejándose levantar por el jinete que la conducía hacia ese chalet parecido a una ramada, “ven para mostrarte” la nena encantada vio los cuernos de animales silvestres cazados por el jinete “aquí tengo parte de mis aventuras” la mirada de la nena recorrió el interior del lugar, estaba impresionada con los enseres, ahumados por el fogón, de pronto aves se impregnaban sobre las tejas haciendo el ruido habitual natural de un ave caminando sobre ellas, vio el entretejido de la madera que soportaba la teja, vio ese fogón humeando ahora sobre un chocolate hervido, le pasó un poco para que beba, con timidez sus manitos tomaban de la taza de porcelana que contenía el líquido, “espera, ya regreso” de súbito vio al jinete que salía del lugar en dirección al morral del caballo, vio que se puso algo en los bolsillos, un envase brilloso a la luz del sol, entró con amplia sonrisa “y, dime… ¿te gusta el lugar?, ¿eh?” la nena asentía lentamente mientras bebía del líquido chocolate tibio, la hizo sentar sobre el catre que estaba en el lugar en un rincón de esa pequeña área, ambos miraban los alrededores del interior del lugar, sonriente le explicaba “lo hice yo solo, recientemente lo terminé” acotó “es el trabajo de muchos años, seguramente hasta antes de que tu nacieras” la nena continuaba con su mirada, debajo del catre sacó el calzoncito que estaba impregnado con restos de orina, se lo pasó de nuevo por el rostro y ambos sonreían, lo dejó a un lado del catre en el piso de tabla que chirriaba al caminar, le tomó la barbilla infantil acercándose su rostro al de ella, de súbito le dio un corto beso, luego uno medianamente prolongado, ella en los dos primeros besos sentía temor, recelo y se notaba algo de vergüenza, al tercer beso “no temas, estamos solos” la miraba intensamente tragando saliva al hablar “nadie nos ve” lo decía con amplia sonrisa mostrando cordialidad, le pasó la lengua por el cuello y cuando lamía la oreja derecha le dijo unas cortas frases que hicieron abrir por completo los ojos de Renata, luego de aquello la cara del jinete se apartó del rostro de la pequeña, ella lo miró con temor, “vamos, hagámoslo… juguemos” al instante fue desliando la ropa “mira, él quiere jugar con tu cuevita” se puso en pie delante de la pequeña, para ese momento el pantalón estaba en el entablado junto con el calzoncillo así se mostraba el pene agitándolo hacia el rostro de la pequeña, le rozaba las mejillas, le rozaba los labios “anda, primor, chúpalo como helado” “de ese sabor que tanto te gusta” seguramente lo apartado del lugar y esas frases escuchadas en sus oído derecho hicieron que abra su boca introduciéndose el pene, así el resultado fue un corto sexo oral, la puso en pie quitándole el vestido dejándola completamente desnuda, ella estaba en actitud cabizbaja, mientras el jinete se desnudaba en su delante, los dos cuerpos desnudos danzaban ante la iniciativa del adulto, se movían por todo el interior, la abrazó rodeando sus piernitas en la cintura, allí aprovechó en besarle, de esa manera lentamente le acariciaba constantemente rozando sus manos con los muslos rodeando las caderas el hombre para después acostarla en la cama con suavidad, “juguemos, míralo, está deseoso de jugar en tu cuevita” caminó hacia el pantalón tirado en el entablado y del bolsillo sacó una caja redonda metálica que contenía crema para el cabello, la untó en todo el glande “con esto vas a sentir rico” sonrió “tanto que me vas a pedir más” acotó “ya lo verás” se fue acercando a donde ella estaba acostada, le hizo alzar las piernas a sus hombros “ponlas aquí… eso, eso, ya verás que rico” sujetó su glande, lo introdujo, fue metiéndolo con suavidad “siente mi amor, así, así” jadeó un poco “siente como te lo meto, así así despacio” ella se limitaba a aferrarse con sus manitos en los rígidos brazos de su iniciador sexual mordiendo los labios con intensidad, una de sus manos se soltaba de los brazos aferrándose a la sábana en la que hacía puños al sentir que el glande entraba cada vez más en su vaginita de siete años, aquel hombre que la había desvirgado semanas atrás estaba satisfecho de tenerla así penetrada “verás que ya no duele y al contrario sientes rico” el pene entraba y salía suave “¿ves lo que te digo?” ella se relajaba “así, mi amor, eso, tranquilita, siente como te lo meto, disfruta, disfruta” jadeaba despacio “disfruta de lo que hacemos, no hay nadie, nadie, nada ni nadie que nos pudiera ver ahora, disfruta de lo que te meto” Renata en verdad comprobaba las frases de ese jinete, la crema lubricaba bien haciendo un efecto motivador en el acto sexual, estaba comprobando ahora sin dolor las delicias del sexo a su tierna corta edad de siete años, y lo hacía de un hombre adulto, de alguien que bien podría ser su padre, “así, mi amor, eres rica, deliciosa” se contuvo de eyacular, le brilló una idea en su mente, “ven, levántate, vamos hacia allá” con el brazo estirado le mostraba el lugar del arroyo, con calzoncito en mano fueron así desnudos en dirección al arroyo en donde se divisaba tupidos frondosos árboles que daban buena sombra a orillas de ese arroyo, “este es el arroyo que pasa por tu ramada” le dijo el jinete, “si ves la loma en recto a kilómetros abajo es por donde vives”, esa agua cristalina caía sobre una pequeña cascada que maravillaba la vista de la pequeña, parecía una ducha natural cuya agua caía sobre un amplio reservorio natural, esa caída de agua estaba por los 10 metros aproximadamente, es así que se formaba una lagunilla en su caída de agua, la nena corrió a ponerse debajo del agua cristalina, el jinete sentado en la arena contemplaba esos movimientos infantiles de manitos que recorrían sus costillas alzando los brazos para ponerse en contacto con el agua junto con su carita, el pelo se mojaba totalmente, el jinete notaba esa vaginita, dio de espaldas mostrando el deslizamiento de agua sobre ese traserito, era fabulosa esa escena, Renata mostraba su cuerpo a plenitud así mojado, no pudo contenerse más y de inmediato estuvo junto a ella, sin palabras y con cierta brusquedad la arrimó al peñón introduciéndole el pene por la vaginita cayendo el agua a esos cuerpos parados desnudos, la hacía gemir al momento de encorvarse sobre ella por efecto de estatura de sus dos distintas edades, gemía y gemía, nada de palabras solo sintiéndose los cuerpos y esa penetración, sin soltarla así abrazada la llevó a la orilla debajo de un árbol, la abrió entre las piernas haciéndole la misma postura con la que la sometió en el catre del chalet, la penetró varias veces, ella sentía esa penetración de otra manera muy distinta a las anteriores, Renata sentía la metamorfosis, más, aún, cuando dentro de sus entrañas sintió el semen depositado por el pene del jinete, “así, mi amor, mi leche dentro de ti siempre” jadeando decía con complacencia luego de eyacular completamente “tranquila, eres muy niña para empreñarte” sonrió con respiración acelerada “¿te gustó?” insistió ante su silencio “dime, primor, ¿verdad que te gustó?” ella lentamente asintió acostada mirando las ramas del árbol y sintiendo la brisa que chocaba en su rostro infantil de siete años, “¿quieres más?” ella sin mirarlo al rosto con la mirada fija en el árbol volvió a asentir, el rostro de complacencia del jinete se ampliaba de gusto “¿de nuevo ahorita?” ella asintió, “¿ahorita mismo?” asentía “¿segura?, ¿ahorita?” las preguntas del jinete eran emitidas de una inusitada incredulidad, pero, sí, ella lo deseaba, como un rayo se acostó sobre ella con cuidado sobre su cuerpo, “primero te voy a enseñar a besar bien…”, “…como me gusta”, la lengua del jinete se introducía en la cavidad bucal de la pequeña haciéndole nacer sensaciones nuevas de estragos en su paladar, le desarrollaba más la metamorfosis a su tierna edad de siete años, luego deslizó su lengua hasta e vientre “ahora vas a sentir lo que sienten las verdaderas mujeres como tú” la lengua se deslizaba por los labios vaginales abiertos por los dedos del jinete lamiendo y chupando el clítoris, “dime si no te gusta” ella ante eso suspiraba asintiendo, luego de tanto lamer la vaginita ya estaba ensalivada, con escupitajos la saliva se impregnaba en la “cuevita linda, cuevita linda” sonreía socarronamente “ahora va entrar a esa cuevita tu amiguito” jadeaba diciendo “eso, así, ¿viste?”, tragaba saliva con ojos bien abierto viendo entrar su pene en esa vaginita infantil “siéntelo primor, siéntelo” sonreía diciendo a ojos cerrados “siente como, como, como, como juega dentro de ti”, jadeaba tragando saliva “siéntelo, siéntelo, así, así, mi amor” las caderas se alzaban y bajaban “cómo te hace sentir rico ¿verdad? el ansioso jinete quería escuchar respuesta de Renata “¿verdad que te gusta mi cielo?” ella con los ojos cerrados sintiendo la penetración asentía, el jinete miraba sus piernas dobladas y el pene penetrando y saliendo con delicadeza haciéndola gemir, “ya veo que así te gusta” ella se limitaba a gemir, de a poco se acercaba a besarla, aún ambo sentían los restos de semen dejados en la vagina de Renata el semen y la saliva hacían placentera la maniobra sexual pues se lubricaban al roce del tronco del pene dentro de la vaginita, dio un impulso a las caderas ella gimió “ya lo tienes todo adentro…. golosa” era verdad ya su vagina se había acoplado a ese tronco de pene y ni hablar del glande que penetraba, vendrían las suaves embestidas sexuales, los gemidos se incrementaban, le dio pene hasta el cansancio, “niña golosa, toma, toma, toma” le decía el jinete completamente sudoroso, así se apartó de ella sin pedírselo, quedó respirando aceleradamente en la arena igual que ella, se levantó a micciar y ella lo hizo a su lado viéndose sus genitales botar orina, ella acuclillada mostraba restos de semen y saliva y él lo mismo que se impregnaban en la corteza del árbol agitando el pene con placer delante de ella, lo pasó por los hombros de la pequeña con sutileza “siente a tu amigo, siéntelo” reía diciendo “es el que te hace sentir rico, no lo olvides, primor” “pídemelo cuando quiera” “ya ves… te da placer” el pene pasaba ahora por las mejillas “siente cómo te acaricia” reían “siente cómo siempre te desea” lo rozaba por las mejillas una y otra vez “siempre, siempre, siempre” lo pasaba por los labios “bésalo, anda, besa a tu amiguito” ella lo hacía repetidamente, “¿ves que te gusta?, así, así, así” con voz suave sentenciaba “mira cómo te quiere, mira cómo te desea, cómo te acaricia” el roce sutil en el rostro lo sentía a ojos cerrados, “métetelo, anda, así, suave, suave” el pene se metía “así, suave, suave, suavecito, suavecito” a él le agradaba y ella participaba, lo sacó ensalivado, la lengua rozaba desde los testículos hasta la punta del glande todo ello ensalivado, se recostó en la arena, la acostó encima de su cuerpo, fijamente se miraron, ella bajó la cara uniendo las frentes “te quiero mucho, eres un ángel” ella sonreía, le miraba el rastro de saliva en los labios, le dio un beso prolongado con lengua dentro de su boquita “¿ya ves que lindo la pasamos aquí?” sonrió “lejos de la gente, lejos de todo” ella sonreía viéndolo a los ojos “eres linda, preciosa” la abrazó sentidamente mientras daba roles en la arena, ella sonreía, “vamos al agua” la tomó de la mano y se zambulleron así abrazados en el agua se besaron “no te olvides de este momento, aquí, en nuestro lugar, nuestro paraíso, mi nena” el fornido jinete la tomó encorvándola a su cuerpo el agua caía en esos cuerpos desnudos, las manos y las piernas se sentían piel con piel, “voy a metértelo aquí mismo para que te lleves este recuerdo” manoseándole la vagina golpeaba la respiración en el pecho de la marcada Renata que sintió en su vagina el pene entrando, se aferró a su jinete amante iniciador poniendo su carita junto al cuello del hombre, las manitos se aferraban a las costillas y se incrementaba más sintiendo que se metía “te estoy penetrando, así, así, mmi amor” jadeaba mucho “siente así, siente así, como te lo meto, cómo te la hace sentir” la nena cerraba los ojos abriendo la boca por gemir, las manos del hombre se apoyaba férreamente junto a la nena en su cuerpo por medio del traserito que él lo sostenía, “el pene estaba adentro totalmente“ no te muevas, quédate así, así” jadeaba “quiero que lo sientas” ella respiraba por el cuello “siéntelo, siéntelo, no te olvides de él” jadeaba mucho ya “no te olvides de tu amigo nunca, mi tesoro” y así él se movió haciendo del penetrar una delicia en la vagina de ella, la cristalina agua del arroyo describía las piernas de Renata rodeando las caderas del hombre parado arrimado al peñón junto a la caída de agua, esos cuerpos unidos, las manos del hombre sosteniéndola ajustadamente a la niña con esas manos sustentando el traserito, la nena seguía con los brazos rodeando el cuello del jinete, sintiendo esa penetración, unieron las frentes “¿te gustó?” ella lentamente abrió los ojos y con corta sonrisa manifestó su gusto afirmativamente, la apartó para que nade un poco, él se sentó en la orilla, tomó el calzoncito de Renata, no decidió lavarlo, lo puso al suelo y orinó sobre él, lo tomó llevándolo al rostro y caminó en dirección al chalet, se acostó en el catre, respiraba pensativo acariciándose el pene, el calzoncito estaba a su lado de la cara, lo miraba con paciencia, tiempo después Renata aparecía sentándose en el extremo del catre, obediente se acostó junto a él ante la señas por órdenes que le daba, se acostó delante, la abrazó respirándole al pelo “eres linda, ya ves, todo está bien” la besó en el pelo “no te olvides que no te haré daño” jadeó un poco “eres muy importante para mi” sonrió poniéndose de perfil cara a cara “míralo, él también te quiere” sonrió “anda, tócalo” ella lo hizo sonriendo cuyos deditos de su mano con las yemas rozaba la piel del glande erecto, vio su calzoncito que el jinete lo guindaba en un cacho de un animal salvaje “es el recuerdo de nuestro primer encuentro” “y delos que serán muchos… ¿verdad mi amor?” ella sonrió “ siempre estará allí como recuerdo de este día”, ella miró al calzoncito mojado de orina con mancha de ácido úrico con detenimiento mientras el jinete le ayudaba a vestirse, salieron del lugar, ella gustosa con la canasta con fruta, “estamos a ocho lomas de tu casa” le dijo, para ella esa expresión quedará grabada en su mente y significará mucho para la vida de sus habitantes “ocho lomas, ocho lomas, ocho lomas” ella se decía para sus adentros, esa sería la distancia que tendría de ahora en adelante que hacer para estar con él, caminar ocho lomas desde su ramada por las orillas del arroyo, aguas arriba, el lugar de altos montes muy apartado sería el punto de encuentro, el caballo galopaba lentamente hasta llegar al camino, el galope se hizo más rápido, la tarde avanzaba, Renata gustaba de esa intensidad de velocidad, hasta que estuvieron a pocos centenares de metros de la casona de la estancia, se bajó tomando la cesta de frutas, luego con delicadeza la bajó y con mucho cuidado la sostuvo abrazándola y besándola girando sus cuerpos dando vueltas, ella reía mucho gustándole eso así las manos de él manoseaban el traserito de Renata, la puso en pie en el piso, se acuclilló diciéndole “recuerda que te espero allá” tragó saliva mostrándole con su rostro la ansiedad de tenerla a futuro “ten seguridad en mí” tragó saliva en su delante mirándola fijamente a los ojos “ten confianza, no te haré daño, recuerda lo que hicimos” respiró hondo “es nuestro secreto” sacó del bolsillo muchas monedas de alta denominación “siempre te ayudaré en lo que me pidas” la carita de la nena vio las monedas en sus manos, eran nuevas y brillaban “las puedes gastar en el pueblo, calladito de tu madre” sonrió en su delante “si quieres más me lo pides y ya sabes a donde te las daré ¿de acuerdo?” ella asentía rascándose con la otra mano la vaginita sin dejar de ver las monedas, sonrió y así las manos del jinete acariciaban el pelo y mejillas de la nena, se dieron un abrazo “no te olvides, te espero… para darte más” sonrió “tu amiguito te espera siempre para jugar” ella vio la entrepierna, se imaginaba el pene vestido que estaba erecto amoldado a la tela del pantalón “es momento de irse, recuérdame siempre, piensa siempre en lo que hicimos” le dio un beso en la frente se montó en su alazán y al hacerlo galopar el jinete tomó sentido contrario a la ruta de Renata que iba contenta con sus monedas en el bolsillo de su vestidito, llegó a la cocina dejando la cesta, el ocaso estaba a una hora de aparecer, tiempo exacto de llegada para evita regaños, ya llegada la noche la carreta llegaba a la ramada junto al arroyo donde vivía, sentada en lo alto de la escalera miraba hacia ese lugar entre lomas, cerraba los ojos pensando lo hecho con el jinete, abrió sus piernas viéndose la vaginita, la mamá daba de comer a las gallinas, Renata descansaba luego de dar de comer a los cerdos, miraba por entre los montes y lomas, volvió a verse la vaginita, sus pies descalzos, sacó del bolsillo una de las monedas que el jinete le había regalado, la rozó por entre los labios vaginales, se recostó llevándosela a la nariz, pese a que su madre pasó por su lado mantuvo ese objeto en su cara rozándolo repetidamente, tocaba de bañarse, con el candil llegó al puente improvisado, estaba completamente desnuda lavando su vestidito y otra ropa, su hermano Renato estaba a su lado también desnudo que se estiraba el penecito, se acercó a ella para ayudarle, el nene tiernito rozaba inconscientemente su penecito en la pierna de su hermana, ella lo sintió, tragó saliva aprendiendo lo que había hecho con el jinete, lo abrazó acostándole sobre él, le dio por llevarlo debajo del puente arrimándolo al muro de tierra, desde allí debajo del entablado y a oscuras su madre no podría ver lo que le hacía a su hermanito, abrió sus labios vaginales y así encorvada con una mano apoyada en la cadera del nene lo atrajo a su cuerpo haciendo que el penecito se meta con dificultad en su vaginita desvirgada, el nene seguía con ese movimiento a su hermana, le gustaba a él también, ella gemía en recuerdo de lo de hace horas antes había hecho con el jinete, el nene le imitaba, siempre en cada pausa de movimiento ella miraba a la ramada, estaba consciente que en cualquier momento podría ser descubierta y eso no lo permitiría, ahora lo abrazaba con fuerza, pedía más a su tierno hermanito, el penecito se movía torpemente en esa vaginita “vamos, dame tu leche” le decía a su inocente hermano que no entendía esas expresiones “ven métemelo más” se recostó con cuidado de no ser vista, lo tomó de la cintura abriéndose ella de piernas, agarró los glúteos del niño empujándolo hacia ella, para el pequeño Renato esa acción y ese movimiento era incómodo ”ya, ya, me duele, ya, ya, ñaña, ya” ante la súplica lo apartó quedándose ella con el restregó de los dedos en su vaginita mientras el nene se estiraba el rozagante penecito, tenía una gran habilidad para hacerlo, Jasmani se lo había enseñado en momentos estando a solas, ese es el recuerdo inconsciente que le había dejado como recuerdo, Renata salió poco satisfecha de tanto roce, ambos hermanos se sentaron en el entablado de puente, la madre de los niños desde la ventana los miraba tocándose la barriga, estaba pensativa luego, estaba lejos de pensar lo que había hecho su hija, los pequeños agitaban sus piernitas haciendo que los dedos rocen el agua del arroyo, ambos abrazados tras el candil miraban las estrellas.
FIN DEL DUCENTÉSIMO DÉCIMO SÉPTIMO EPISODIO
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