METAMORFOSIS 218
Mausoleo.
El auto se estacionaba con lentitud junto al panteón, dos peones de la estancia de Noelia Buonanote esperaban a los ilustres visitantes, Carlos Felipe del Olmo fue el primero en salir del vehículo, lo acompañaba su esposa Noelia, atentos los peones les hacían venia, un muchacho quedaba en el interior del vehículo, estaba arreglándose la camisa que con dificultad había logrado arreglarse igual que su corbata, la caminata al panteón era muy lenta, pasiva junto a los peones, el muchacho quedaba aún dentro del vehículo, se angustiaba pues quería estar junto a sus padres, el último hijo de la pareja de esposos se preocupaba por arreglarse la ropa de buen modo, Noelia junto a su esposo entraron en el mausoleo hecho para la madre y padre de Carlos Felipe, con apremio e muchacho rubio logró rápidamente estar con sus padres aunque su corbata seguirá desarreglada, era tradición familiar asistir así hacia sus fieles difuntos, era muy solemne el ritual de acompañamiento que el jefe de familia hacía en la tumba de sus padres, estaba en su delante, le pasaron el ramo de flores del vehículo, ramos de parte de su hijo Carlos Augusto Rodolfo de catorce años, los esposos e hijo hacían pausa de solemnidad parados atentos a las criptas, luego Noelia y su hijo fueron a la tumba de su madre, hermana y hermano, lo acompañaban los peones, Carlos Felipe quedó allí velando en el mausoleo, por su mente muchos pensamientos le inundaban, escuchó el ruido de una máquina de un vehículo cuyo sonido le era muy familiar a sus oídos, seguía cabizbajo dentro del mausoleo, tiempo después se escuchaba la algarabía de su pequeño hijo, salió a ver el motivo de aquello y se encontró en la puerta del mausoleo con el militar Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, su hijo de sangre no reconocido con su apellido, gélido como siempre fue el saludo, había nacido esas gélidas formas desde aquella ocasión en que tuvo la oportunidad de saber quién era su padre, tranquilo con voz pasiva saludó y para sorpresa de su padre biológico entró al mausoleo a dejar un ramo de flores, tenía más para los otros familiares, seguía con su paso y por unos cortos minutos meditó saliendo con sonrisa forzada del lugar, de un impulso que para él también fue inusitado tomó el hombro del militar, pidiendo conversar, el militar orgullosamente movió la cabeza negativamente con sus características marciales, su hermano el más querido para Gustavo Adolfo medió para que cambiase de opinión y le hiciera caso a su padre dándole un sentido abrazo a su hermano de padre y madre, le miró tiernamente acariciándole el pelo y aceptó, allí quedaron padre e hijo conversando, tiempo después Carlos Augusto Rodolfo salió de lugar, recorrió el panteón, fue a donde estaban los difuntos enterrados en la simple tierra, entre los dolientes divisó la figura del campesino con su hija, estaban mirando aquellas tumbas de los dos hermanos de ella y de otros difuntos del campesino como lo eran los hijos muertos de la fiebre amarilla y de su anterior esposa, Carlos Augusto Rodolfo se acercó a saludarlo recibiendo la misma cortesía de padre e hija, cuando tuvo que darle la mano a Amarilis hubo un roce delicado en el saludo de sus manos, tibios y sonrojados fueron los rostros de ambos, sin dejar de emitir las sonrisas de simpatías, ella estaba abrumada viéndole lo bien vestido y lo precioso que estaba aquel muchacho de catorce años, pidió permiso al campesino para caminar con ella, por tratarse del hijo de los patrones de fina familia para él no hubo inconveniente, más bien lo celebraba, Carlos Augusto Rodolfo y Amarilis caminaban por los alrededores, hubo un instante en que le tomó de la manos, sin ser vistos, se desentendieron de la gente y caminaron prudentemente por lugares aparatados, fue entonces en este momento que la abrazó y la besó al sentirse a solas, ella era la más emotiva, se entregó a sus besos, el verle así bien arreglado cmo si fuese él un príncipe le motivaba para acariciarlo y besarlo con pasión, sin lugar a dudas de sólo verle se derretía de emoción, sin lugar a dudas, Amarilis tenía al frente al más guapo de los hijos varones de Noelia y Carlos Felipe, se besaron por mucho rato de forma acalorada y muy apasionada a la vez que se manoseaban los genitales vestidos, ella apasionadamente le decía cuanto lo deseaba, cuánto lo extrañaba, que nunca olvidaba esos encuentros en la cueva, sin hablar él simplemente correspondía con manoseos, pero el lugar no ameritaba para más y salían con cuidado de ser vistos en actos inapropiados, continuaron paseando prometiéndose verse al siguiente día, en aquel lugar, regresaron a donde estaba el campesino y se despidió cordialmente dejando al a nena con galantería, regresó al mausoleo, ahora su hermano mayor estaba junto a su madre, entró al mausoleo y vio el rostro contrariado de su padre, daba la impresión que su petición había sido infructuosa en cuanto al resultado de a entrevista, abrazó por detrás a su padre como siempre lo hacía recibiendo mimos, los dos quedaron en silencio, el muchacho le preguntó por la urna vacía con un nombre, era el cuerpo faltante de su bisabuelo le dijo el padre, lo habían robado donde anteriormente estaba enterrado y como símbolo de su faltante presencia estaba esa urna, Carlos Augusto Rodolfo la miró con fijación y se hizo una promesa solemne en silencio que quizá la cumpla y el destino tendría la última palabra, Amarilis caminaba con el campesino, la mirada de ella era de carácter inquisidora, desde hace semanas atrás su trato había cambiado, seguramente por la enfermedad que padecía o por otros motivos referidos al cura en su confesión, para Amarilis era como si su padre cargaba con actos que minaban su conciencia, como de algo de culpabilidad, y no se equivocaba, el campesino tenía a cuestas muchos avatares, después sus pensamientos fueron para el muchacho con el que caminaba, estaba feliz de que estuviera allí, podría verlo a solas en aquella cueva testigo de su encuentros, animada estaba por lo que haría con ese hermoso muchacho.
*******
Para Pedro Artemio la vida se había convertido en monótona al momento de haber llegado al país, a su retorno muy entusiasta estaba por conocer a su hijo y para su sorpresa se trataba del nacimiento de un niño muy trigueño casi de color, irónico, de padres blancos salir un niño trigueño, pero la madre del niño descendía de gente de color, er nieta de una mujer de color, Dulce, el niño tenía por su sangre el correr del fluido sanguíneo de ancestros africanos, la impresión del padre hizo ruborizar a la madre, estaba pensativo viendo a la calle a través de la ventana, detrás la esposa viendo su accionar, se notaba lo contrariado que estaba, ella había tenido la dificultad de tener a su hijo varón, y es que quedaron secuelas desde aquella ocasión en que ella recibió disparos en su vientre en aquel nefasto día donde murieron sus hermanos, puso la mano sobre el hombro de su esposo sacándolo de sus meditaciones, al girar le brindó una risa forzada, algo comprometedora, le dijo que quizá no esperaba a ver lo que había pensado, el hombre lo tomó con incomodidad ese comentario, discutieron la veracidad de aquello, luego de un impulso tomó su cobertor y salió la mujer se sentó en el sofá pensando que su esposo no quería a su hijo, el fruto de nuestro amor, se decía, el fruto de aquellas noches pasionales de encuentros en su alcoba, se lamentaba, nana Dulce iba a su consuelo, le puso al niño en su regazo, para ella era la cuarta generación de bebés que cuidaba desde siendo ella muy niña ya tenía esa vocación, ahora viendo al pequeño, el último en su linaje se sentía expectante, Pedro Artemio caminó por las calles, vio a gente llevando flores en camino al panteón, él hizo lo mismo, recordaba a aquella mujer que lo salvó de la muerte, fue a dejarle las flores en su tumba, vio los deudos desfilar por los caminos hechos para el efecto, algunos aún pintaban las tumbas, caminó fumando en forma meditabunda y no se percató de quién venía detrás, escuchó su nombre, era una voz femenina, giró sobre sus talones viendo esa imagen de mujer cosmopolita, se trataba de ella, fue grata sorpresa, el ambiente era lo más grato era conversar, se sentaron en una banca, conversaron animadamente, ella sin embargo notaba contrariedad en el rostro de su amigo, se tomaron de las manos, el momento se volvió más intenso en cordialidad y afecto cuando ella acariciaba la mejilla del hombre, de lejos Isaurina y su hijo vieron a su cuñado con esa dama reconocida por su padre en el mundo industrial de país de la canela, llevaba a su hijo de la mano y de la otra llevaba un ramo de flores, no acompañó a su esposo el militar Gustavo Adolfo por una discrepancia doméstica como los que siempre tenían y en lo que se había convertido su gélido matrimonio con el militar, por eso aquel militar fue a donde su abuelo materno de visita, la hija de Jairo Arciniegas aquel desaparecido político de poca monta que se había ahorcado puso las flores en la tumba de su padre aún con la incertidumbre de saber el motivo real de su decisión fatal, algo conocía al respecto pero deseaba conocer más, para su alegría llegó su primo, el niño corrió entusiasmado a su encuentro, el hombre lo mimaba con mucho agrado, ella sabía que se trataba del verdadero padre de su hijo, del hombre que lo había engendrado en aquellos encuentros de pasión, ella consideraba que lo había concebido en la casa de campo, no en los encuentros con aquel militar con el que se cuidaba de concebir, pero el niño y el militar lo desconocían, solo era un secreto entre los dos primos amantes, lo había engendrado al niño semanas antes de que Isaurina se case con el militar, como así se refería despóticamente de Gustavo Adolfo Pozzo en actos privados con su prima, el niño estaba feliz con su tío como le decía, caminaron hacia un carrito de helados y le dio un par, ella prudentemente pidió que no le dé más pues su garganta se podría comprometer, vio lo triste del rostro y se limitó a acariciarla, el tiempo lo pasaba haciéndole mimos al pequeño, ella animada le invitó a comer y tiempo después ya estaban sentados los tres en la mesa como si fueran una familia, el primo jugaba con el niño a las luchitas en la alfombra de casa, ella sentada con cigarro en la boca miraba las escenas paternales, gustaba que su primo trate de la mejor manera a su hijo, la noche continuó leyéndole cuentos al niño hasta dejarlo dormir, el primo marcó al niño cuyos piecitos deslizaban las sandalias, Isaurina las recogió del piso, el primo vio que esos piecitos eran muy parecidos a los de él, le dio un beso en el pelo al niño, en su pensamiento el hombre comprobaba que no había duda que ese niño era su hijo, vio esa nariz muy parecida también a la suya, sin duda comprobaba que ese niño era el fruto de un amor sincero con su prima Isaurina, llegaron al cuarto infantil y de una manera prolija Isaurina acomodó las sábanas y el primo acostó con cuidado al niño velando por unos minutos el sueño del niño cuyo rostro era más parecido al de su madre, abrazados los primos contemplaban el sueño del niño, esas cejas y esas pestañas curveadas que lo había sacado de su padre igual que sus piecitos y algo más que el hombre notó en el niño que era sus orejas, casi similares a las de él, le dio un beso en la mejilla al niño y a ella le dio un beso en la boca tan intenso que se daban con lengua, así, el hombre marcó a la mujer llevándola al dormitorio, la acostó con sutileza acostándose sobre con besos apasionados prolongados “quiero otro hijo” ella manifestó “bien sabes que ya no pedo” la cara del hombre se posó sobre los pezones de la mujer escuchando “es nuestro único hijo y o habrá más por eso entiendo tu cariño hacia él” sonrió el primo diciendo “también a ti, tú lo sabes, también a ti, mi amor” los dos cuerpos desnudos se fundieron en un abrazo entre sabanas él la penetraba con toda la fogosidad como la que siempre la tenía acostumbrada, aunque eran fuertes los gemidos de la pareja en el lecho no llegaban a oídos del niño que dormía profundamente, esa noche para los primos fue un sello de confirmación de su amor clandestino, de su amor de niños que en cada encuentro confirmaban sus deseos y aspiraciones pese a que hubo un momento en la muerte del padre de Isaurina que cambiaron esos deseos pero que ahora fluyen y con más intensidad.
*******
La piscina era un referente para el internado en donde desfilaban niños de diferentes edades por las inmediaciones e instalaciones, así lo notaba el superior y sus clérigos colabores junto a uno u otro trabajador leal civil como era el caso de Luciano de la Sierva, un leal colaborador cuyo trabajo se estableció por casi tres décadas, entró muy joven tras la desgracia sufrida en su familia, se había quedado solo, ahora junto al superior miraban el progreso del internado y el auge de alumnos con prestigio en el aporte a la economía del país de este talento humano salido de las aulas y no era menos que esperar pues el internado incluye a un grupo selecto de niños que pertenecen al status quo de la ciudad y el país, las familias influyentes y de poderío económico en muchos casos hacía primar la brecha social entre los integrantes y uno que otro becado de la sociedad humilde, era muy difícil establecerse, la forma de poder en las familias influía de tal modo que el clérigo superior a veces daba por inclinarse a la preferencia de ese poder que cimentada esa institución regentada por la conferencia episcopal, ahora, Luciano mostraba su proyecto de ampliación del zoo y parque automotor para jóvenes que practicaban ciclismo y motocross recientemente en boga, el clérigo lo pensaba, anunciaba inversiones privadas, estudiaba la distribución física del proyecto, así, la emotividad de Luciano se incrementaba, ambos miraban el movimiento de los niños en shorts y en muchos casos en el novedoso slip, que se notaba los penes amoldados en las telas, tragaban saliva disimuladamente viendo esos amanerados modos de caminar de algunos niños bien de familias acaudalas muy acomodadas económicamente hablando, más, sobre todo se fijaban muy detenidamente en los más pequeños, así, también notaban esos piecitos con dedos característicos y planta de pies cuya agua se escurría por ellos demostrando en alguno de los casos la brillantes de la piel, si, era agradable ver cómo esas manitos se apoyaban en los tubos de descendentes escaleras que iban al agua, ese movimiento amanerado de manos de ciertos niños engreídos por sus padres en casa que se declaraban y se manifestaban allí, algunos de esos eran sus estudiantes, Luciano y el superior desconocían sus preferencias, o mejor dicho, trataban de disimular en público sus preferencias, entre ellos siempre ha habido esa atracción por lo laboral pero distante en lo social, seguramente por las edades que marcaban en esa época el respeto entre los miembros en base a la experiencia, es decir, una especie de coexistencia pacífica en su labor integral, más ahora su atención era en mejorar el nivel de aprovechamiento de los niños, caminaron hacia el área donde se desarrollaba el proyecto y se dieron cuenta de un muchacho pensativo sujetando su azada, la tarea prevista no la estaba cumpliendo, Luciano se acercó a charlar con él, de lejos el superior notaba la charla, se trataba de Daniel Eduardo el hijo de Ana una ex secretaria ahora con una relación tormentosa cuyo estado de ánimo de ese muchacho de catorce años se producía de esta manera, había bajado de peso para ese tiempo, Luciano pregunto su pesar, el muchacho con mirada cabizbaja se limitaba a articular frases entrecortadas, balbuceaba, a tal punto de querer llorar, su simple y poco amanerada forma de expresase enternecían a Luciano que le brindaba frases de apoyo para levantarle la autoestima, lo abrazó y lo dejó en sus meditaciones, vio el saludo del superior y los vio alejarse del lugar, Daniel Eduardo se preocupaba mucho por estado de gestación de su madre pues el compañero sentimental no había hecho presencia en las últimas semanas, no había pagado su pensión, notaba en el rostro de su madre tal preocupación cuando llegaba a casa de arriendo donde vivían, sobre todo en una economía en la que ya estaban acostumbrados a solventar, y ahora estaban en crisis al no tener la liquidez suficiente para pasar los apremiantes momentos de alumbramiento que se avecinaban, Luciano y el superior continuaban su camino por los jardines de la antiquísima construcción colonial del siglo XVIII, por sus pasillos se escuchaba el eco de los pasos, tenía mucho que ver decían los fantasmas de esclavos y malos hombres que deambulaban por el sector, fábulas, cuentos o leyendas hechas por antiguas generaciones de niños que pasaron por el lugar que aluciaban viéndoles deambular, con seguridad algunos aseveran haberlos visto, otros simplemente sentir en su piel el roce fantasmal con cierto movimiento de objetos, lo que si era cierto aquellos gemidos en los baños pero por otras causa entre terrenales que muchos de los miembros de ese internado se negaban por vergüenza a decirlo, pero que era voz baja al salir de allí al decirlo con cautela siendo ya hombres adultos, imperaba la autoridad y tintes de fascismo con algo de sectarismo demostrado por el personalismo de las élites que se formaban allí y el egocentrismo con narcisismo auspiciado y vigente por esos años de mediados del siglo XX, ambos personajes se despidieron cordialmente, era el momento de partir a su casa por parte de Luciano, el día se tornaba algo nublado, se tocaba la campana de la segunda jornada vespertina llegada a su fin, muchos niños ingresaban a los autos que los esperaban demostrando la opulencia de sus familias elitistas, otros salían en sus motos, aquellos que ya estaban para recibirse y otros entraban a sus cuartos de internado, ellos solo saldrían a sus casas los viernes en la tarde o sábado en la mañana luego de una corta misa, en el caso de Daniel Eduardo iba en su bicicleta que el compañero sentimental de su madre le había obsequiado , era un gusto para él transitar por las calles capitalinas desviándose en algunas ocasiones a lugares de recreación de la época siempre cuidando de su bicicleta la que no se apartaba lo suficiente espacio, Luciano también tenía su bicicleta y se notaba el gusto por manejarla, como ahora iba con estudiantes de clase media, eran los más solícitos y con ganas de aprender diferentes en humildad y respeto, eran sus jóvenes favoritos, así como los del internado que residían en el interior hijos de ricos hacendados del país de la canela, en las calles se podía ver los anuncios navideños como aguinaldos mostrando las navidades del principio de la nueva década, los comerciantes mostraban lo mejor de sus productos y muchos niños se agolpaban en las vitrinas a presenciar las novedades en juguetes, niños de todas las clases sociales se ilusionaban por tenerlos, sobre todo aquellos juguetes eléctricos salidos de moda e importados de la nación del sol naciente o la nación del norte, Luciano se acercó a ver aquel juguete que tenía pensado regalar a un niño que era muy significativo en su vida, trago saliva de sentimiento de impotencia en que no pudo cumplirlo pues una bala le cegó su vida junto a la de su madre, crimen que aún no se da explicación por parte de las autoridades, tomó su bicicleta y continuó en su camino, pensaba en los momentos vividos con ese hermoso niño y la falta que le hace el no poder tenerlo a su lado.
*******
La brisa de mar agradaba la sensación de respiración de los asistentes invitados en la terraza de la residencia de Nicolás Arichabala, era un centro medular tanto para sus negocios como para el disfrute como los vividos en ese momento, Justin también ayudaba a amenizar el evento a sus invitados especiales, para grata sorpresa del auditorio y para algunos con sorpresa estaba el patriarca de la familia el apergaminado Fulgencio Arichabala, los niños corrían por el lugar de eventos, entre ellos estaba Daniel Nicolás para quien a muchos lo consideraba con el engreído del abuelo, el anciano disfrutaba de su nieto aunque en voz baja se hablaba del nieto reciente encontrado por Fulgencio que no se encontraba en esta fiesta, se trataba del pequeño Carlos Hernán, unos ojos pendientes estaban del movimiento de los niños en especial de aquel niño de pelo castaño claro que el sol delimitaba su brillantez complementada con el movimiento que la brisa de mar ayudaba a hacerle más hermoso de lo normal, se encontraban sus primas Victoria y Cayetana con la ausencia de su madre y hermanito ya que por los corrillos de la fiesta se decía que Fernanda la madre de las niñas se encontraba en un affaire con el más sofisticado viudo de la sociedad capitalina, y no era de esperarse para las ambiciones empresariales de Fulgencio ex suegro de Fernanda por liarlos en una relación sentimental que para muchos se tornaría en boda, todo pendiente de aquello por parte de los tabloides de alta alcurnia oligárquica, el estibador y su hijastra “Mielicilla” cuidaban de los pequeños, para Fulgencio la presencia de ese hombre barbado le era de mucha significación preguntándole a su hijo por aquel, Nicolás le responde a su padre que se trataba del marido de la empleada que por cuestión de calamidad doméstica ese hombre la reemplazaba, el anciano pudo notar la atracción de que tenía el niño hacia él con esa significativa confianza, Nicolás le hizo que él no solo, sino que también observase a Cayetana, actuando de la misma forma junto con “Mielicilla”, a distancia prudente el hombre fornido estibador tenía especial apego hacia Victoria, su barba pronunciaba su adultez, para Victoria le era natural despóticamente hacer poca amistad con la servidumbre como ella se expresaba de aquellas personas, la fijación del hombre hacia ella era de notoria vista, tanto que al darse cuenta marcaba distancia, así los que más se acercaban a él era Daniel Nicolás y Cayetana a los que mimaba con mucha dulzura, la noche se acercaba, los invitados ya entonados por las copas rompían el protocolo, Fulgencio pese a su edad era inagotable en el baile, su arresto físico así lo demostraba para sorpresa de los asistentes, su hijo Nicolás así también lo notaba gratamente sentado en un rincón junto a su persona a distante espacio se encontraba la fiel Débora que cuidaba de los niñas encomendadas por Fernanda ante tanta insistencia de ir a la playa con su abuelo, grata sorpresa fue la llegada tardía pero llegada al fin del doctor Pérez padre de Justin y abuelo de ese precioso niño, el doctor iba bien acompañado de su actual compañera sentimental Alison nacida en 1933, norteamericana despampanante agradable a las vistas masculinas, orgullo y ego del doctor, motivo de envidia masculina, mujer escultural que a su paso demostraba garbo y donaire, coquetamente saludaba, se sentía una estrella junto a su edecán, una estrella que brillaba en ese firmamento de fiesta, el cigarrillo no era ausente en su boca sensual, atrayente de gran estilo y fines protocolares, mostraba sin lugar a dudas esos escotes de mujer bien dotada de encantos, se sentó en la mesa principal asignada a los dos invitados faltantes, el fuerte abrazo entre los consuegros no se hizo esperar, el doctor le habló al oído a su consuegro y éste sin desencajar la sonrisa terminó de abrazarlo, al instante los dos consuegros entraron al salón de trabajo, Nicolás los acompañaba, estuvieron tanto tiempo encerrados que sin embargo los asistentes no daban cuenta, lo que si estaba claro que la música y el trago no faltaban ni hablar de la comida, en expresión seria dibujada en sus rostros los tres hombres salían de la biblioteca aunque con sonrisa forzada quisieron mantener la algarabía se notaba el esfuerzo hecho que en una hora más siguiente se terminó el evento, para ese momento ya algunos niños descansaban en sus camas, el estibador llevaba en brazos al pequeño Daniel Nicolás el pelito rozaba los brazos, el rostro del estibador se llenaba de emoción, detrás iba Justin Daniela, luego de dejar al pequeño fue por Cayetana que estaba dormida en un sofá cerca de la entrada posterior de la casa habían jugado hasta el cansancio, Débora agradeció el gesto de llevar a la niña a la habitación donde Victoria ya estaba acostada, acarició el pelo de la niña, se enjugaron los ojos, pensando tal vez tan pequeña y tan frágil de salud, así había nacido, con un soplo en el corazón detectado recientemente, le dio un beso en la frente y le dio la bendición, Victoria que había permanecido acostada comenzó a girar en la cama, la vio y sonrió y queriendo acariciarle el pelo mejor se detuvo por temor a despertarla, salió de las habitaciones y desde la sala manifestó su salida pues su tarea había terminado, Nicolás algo en copas agradeció la ayuda sacó un billete de su bolsillo extendiéndole a darle con su mano agradeciéndole por el cariño de su hijo y sobrinas, de verdad, dijo, que el trabajo lo había hecho mejor que su esposa, agitó el billete para que lo tomase y así lo hizo haciendo una venia y retirándose del lugar, caminaba por las calles oscuras de la playa a luz de luna, sus ojos vidriosos, sus labios mordidos y su mano que hacía puño al billete mostraba lo que opinaba de las gentes que como Nicolás todo lo arreglan con dinero, incluyendo el destino de las personas.
*******
Las piernas de Renzo Orestes se agitaban al viento, bufaba y gemía al sentirse penetrado por Luis Izaguirre, el muchacho de diecisiete años estaba sometido a los placeres de su protector, así descontaba su affaire y protección, estaba con sus piernas a hombros de Luis, esa noche era para dos, sólo para dos, le había dicho, se quedaba a dormir con él, lo estaba penetrando, se dejaba, sentía ese pene de treinta siete años que entraba y salía de su trasero velludo, veinte años los separaban en edades, pero eso no cuenta cuando se trata de hacer el amor, Luis jadeaba y pujaba haciendo que todo el pene esté dentro, gustaba con penetrarle, le decía que era el hoyito más lindo que había probado, que como ese no había otro igual, de pronto, que el semen queda dentro, Luis respira hondo ante su respiración agitada, Luis se pasa los dedos por el ano liberando el pene que lo penetraba, vio en su dedo restos de excremento y semen, le había dado sexo fuerte, es que ya varas semanas que no habían tenido encuentros, los negocios decía Luis, los negocios, ahora tenía tiempo para su amante Renzo Orestes, estaban más juntos pues él era ahora su asistente, igual que Melquiades lo era para Nicolás, una especie de asistentes más cercanos en actividad de lo esperado, en fin, estaban amándose de la manera en la que les gustaba, se miraban los penes unidos que estaban frotándose los troncos y esos pelos de color contrastantes entre castaño y negro, la edad se notaba en la piel de ambos penes, ambos venosos, se miraban a la cara riéndose de lo que veían a sus penes, ahora Luis se encorvó en el cama, esperaba el sutil paso del dedo con crema en su hoyito, luego se la pasó en su pene para posteriormente proceder a penetrarlo así suavemente, tenía ese deseo hace tiempo, Renzo Orestes era ahora su amante oficial, aquel joven de diecisiete años tenía la vitalidad con la que a Luis lo hacía sentir, lo hacía vibrar y como en este caso lo hacía pedir más y más, en su casa estaba la acción, le gustaba así encorado que lo sometiese Renzo Orestes, así de pronto el semen quedaba en las entrañas del ano de Luis Izaguirre, allí quedaron los dos cuerpos de cara al techo, tocándose el pene del uno y del otro, frotándolo con sus manos, mirándose alegremente, mirándose con la seguridad de haberlo hecho bien, con la seguridad de que el uno le pertenece al otro, se miraban cómo agitaban el pene respectivo, así abrazaditos quedaron dormidos, el ronquido de Luis hizo que Renzo Orestes despertase, lentamente se separó del cuerpo de su amante, se asomó a la ventana, vio a un indigente caminar a esas horas de la madrugada, parecía un demente que agitaba un cuchillo brilloso, iba acompañado de un perro, deslizó las cortinas, bajó a beber agua, sació su sed con dos vasos, el ruido del indigente se escuchaba cerca, profería blasfemias y lenguaje coloquial así como ciertas frases soeces impublicables, vio por la ventana más cerca a ese hombre que se sentaba arrimado al muro a su lado estaba su perro, agitaba ese brilloso cuchillo que se notaba a luz de luna, deslizó la cortina, Renzo Orestes pensó que la vida continuaba, subió las escaleras y ya acostado junto a su amante protector ya no se escuchaba a aquel hombre, miró el rostro de Luis, sonrió, se quedó dormido, tiempo después el sol brillaba anunciando el nuevo día, Renzo Orestes quiso levantarse para ducharse y asearse pero Luis lo contuvo del brazo, ambos sonrieron, el muchacho de diecisiete años se acostó sobre el hombre de treinta y siete años, así, vinieron los besos y manoseos, hicieron el 69 y se penetraron en orden demostrándose su atracción sexual, con el tiempo la transpiración hizo que fueran a ducharse, Renzo Orestes preparó el desayuno, como si fueran pareja tenían una relación cordial, Luis fue hacia el armario regresando al comedor llevándole dos cajas de ropa puestas sobre la mesa, Renzo Orestes saltó de gusto y lo abrazó besándolo, allí mismo Luis lo desvistió y le iba colocando la camisa, antes de ponerle el slip de moda le lamió el pene en varias acciones de so él recibió semen en su rostro, luego de verlo bien vestido salieron en el auto rumbo a la oficina, a mediodía Renzo Orestes se acercó al lugar donde vivía, estaba su abuelita la vendedora de billetes, y no estaba sola, estaba con un presentable hombre que estaba iracundo, era la primera vez que lo había visto, se sorprendió a más de su presencia de su actitud para quien nunca lo había visto, el hombre le increpaba por la despreocupación de él hacia la anciana al no haber dormido esa noche y algunas otras anteriores, el furibundo hombre le habló con elocuencia diciéndole al joven de diecisiete años que en la tarde de ayer la había encontrado desfallecida en la calle, la condujo hacia el hospital y por no tener referencia de alguien le tocó auxiliarla pues era una persona agradable y muy sencilla a la que por fortuna todas las tardes de los miércoles le compraba lotería por la calle donde él labora, hace pocas horas la había sacado de emergencias trayéndola a ese lugar, el muchacho apenado agradeció por lo que había hecho por la anciana, aunque le confesó que esa mujer no era su abuela carnal pero que lo había criado como si lo fuera y para conocimiento del hombre que se sepa que tanto ella como él se tienen a sí mismos solos en este mundo, el hombre pidió simplemente que se preocupe con mayor razón de ella, que esté pendiente, el muchacho sacó del bolillo dinero para pagarle al hombre pero esté puso delante su mano negándose a recibirlo, quería dejar en claro que lo que había hecho era por simpatía y cariño a la venerable anciana, le dejó a cambio una tarjeta, la vio y la guardó en el bolsillo, el hombre salió del chalet rustico en el que vivían en su camino a su auto se imaginaba de dónde vendría ese pobre muchacho con ropa nueva bien presentable, sonrió con una mueca mientras encendía el auto, recordó la promesa que le hizo en su lecho de muerte a Sebastián su amigo reo en la cárcel, aún no lo cumplía eso de poder encontrarlo y poderle ayudar, seguramente tendría la misma edad que ese muchacho, sí, así lo fuese, sólo deseaba que al muchacho que estaba buscando no tuviese la misma suerte que ese pobre muchacho, que seguramente vende su cuerpo a cambio de aquellos lujos superfluos, el auto inició su camino, apegado desde la ventana Renzo Orestes sacó la tarjeta de su bolsillo, hizo mueca sonriente viéndola con detenimiento, se trataba de nada más ni nada menos que de Serafín del Olmo.
FIN DEL DUCENTÉSIMO DÉCIMO OCTAVO EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!