METAMORFOSIS 219
Entrega.
Las manos firmes rasgaban el plástico protector del habano importado de la mayor de las Antillas, pensativo se sentó con su puesta característica de bata de salto de baño tras una refrescante ducha matinal como lo hacía periódicamente, miraba el diario puesto como siempre a principios del día subido por su fiel empleada, vestía una bata de salida de baño, trataba de buscar noticias referentes a los hechos policiacos, crónica roja o eventos sociales, en este último más se hablaba de él, no era para menos, alzó su mirada al sentir la puerta abriéndose, mostrándose la noble empleada justo cuando él miraba la página en que salía acompañado de esa hermosa mujer, ella miró el diario, como si nada se acercó al hombre, lo miró con firmeza, como aceptando en silencio ese algo, sí, ese algo que sólo de esa mujer aceptaba, le tenía un profundo agradecimiento por lo que había hecho por ella todo este tiempo, tras la muerte de su esposo ocurrida fatalmente ella logró la ayuda de ese hombre, así como también agradecida estaba de él por haber criado a su tierno hijo desde temprana edad, la mirada de la mujer decía muchas cosas sin palabras, adoraba su estilo de ser en todo ámbito, ella fue de la iniciativa de tomarle la mano dejando a un lado el diario de la mañana, el vio los movimientos sutiles, sintió los dedos entrelazarse con aquellos dedos alargados de manos suaves, le decía recordándole cómo la había conocido a ella en una de las factorías de su padre, le decía a ella que desde el primer momento ya gozaba de esa mirada atrayente, que a través de ella percibía que mostraba su emoción simple, él la entendía y por eso esa química hasta hoy, eran tan jóvenes cuando se conocieron, las diferencias de clases aún imperantes marcaron la cancha y la consecuente distancia pero imperaba la atracción, pero hubieron deslices y encuentros en los que en una tarde lluviosa cuando él manejaba su auto recién reglado de su padre en su edad juvenil de mayoría de edad circulaba por esas pedregosas calles circundantes a la factoría, la invitó a subirse evitando mojarse pero ella había tenido un desencuentro laboral y no deseaba estar acompañada, agradeció y siguió su camino caminado bajo la sombrilla, para sorpresa de ella él estaba a su lado, allí por vez primera tuvo el instinto amoroso de rozarle sus manos y ella correspondió, caminaron hasta un estrecho corredor de calle, la lluvia se incrementaba, los dos se miraban la ropa mojada, corrieron por el lugar hasta una visera, el algo evitaban seguir mojándose, pese a la lluvia en el rostro las lágrimas se notaban en los ojos rojizos, no quiso saber el motivo de su pena ni el por qué exponerse a la lluvia con el temor de contraer tos, solo la miró y ella correspondió en su mirar, poco a poco fue calmándose y volviéndole esa sonrisa al rostro que tanto le gustaba a él cuando se saludaban, tenían mucho en común, sólo los separaba la brecha social imperante del dinero, el vil metal, el hombre continuaba con su relato al solo verla, volvía a recordar, de reojo miraba el diario de la mañana, aún las manos estaban entrelazadas, las alzó besándolas, ella miraba con la simple fijación de algo deseado, el hombre le dijo que esa noche fue muy especial, pues tras limpiarle el rostro de la humedad imperante le besaba las manos, allí se dieron el primer abrazo y teniendo la cara tan cerca se fueron aproximando para darse su primer beso bajo la lluvia, la mujer tapó la boca del hombre para que no continuase su relato y lo besó él correspondiendo fundidos en un fuerte abrazo, la fogosidad del beso fue detonante para ellos en sus intenciones de pasión extrema, como desesperados ella primero de desvestía mientras que a él le bastó simplemente deslizar su bata cayendo al suelo mostrándose su aún humedecido cuerpo, ella fue a abrazarlo, los dos cayeron en la cama dándose roles, ella apasionada y él entre sorprendido y gustoso, se fundieron en besos, “hazme tuya como aquella primera vez” los besos fogosos fueron el detonante de esa frase, él siguió con el propósito de poseerla, así se entregaban a la pasión, le rozó la humedecida la vagina sintió que era el momento de penetrar y fue haciéndolo furibundamente, ella gemía a boca abierta, agarrada de los hombros de su macho alfa, aquel que por vez primera la había hecho mujer esa noche referida, sí, esa y muchas seguidas más noches de encuentros fogosos, porque eso en realidad eran esos dos cuerpos al encontrarse, la fogosidad pura, la penetraba como a ella le gustaba en posición perrito y piernas al hombro así al tiempo después él eyaculaba pero fuera de esa vagina, ella se puso incómoda pues deseaba que ese semen estuviera en sus entrañas, no era así como deseaba, pero se resignó, recordó su situación social, recordó que el hombre al que se había entregado estaba comprometido con una de esas mujeres prestantes, comprendió que lo de ellos nunca podría ser, los padres del hombre, el destino y esa brecha así lo habían dispuesto, más ahora, más ahora que ella tenía un hijo joven ya un hombre formándose en su trabajo encomendado, a fin de cuentas le había agradecido a ese hombre el darles trabajo, no desampararlos en todo este tiempo, pese a todo imperaba esa mirada hacia él que sin hablar con la mirada triste lo decía todo, sólo fue simplemente un encuentro sexual, nada más, con los ojos vidriosos ella se vistió, hizo una venia para retirarse pero él aún desnudo la abrazó, ella quiso zafarse pero él la contuvo a más de abrazarla fuerte a su cuerpo haciendo ella los movimientos para poder zafarse pero él entendía que eso era lo justo para besarse apasionadamente así ella se resignaba a recibir besos y caricias, “bien sabes que te quiero” ella respondió junto con una mueca “pareces no demostrarlo” completando la frase “quizá algún día te des cuenta de todo lo que te digo” dio una sonrisa irónica “está a tu alrededor, y no te das cuenta de tu obra” el hombre frunció las cejas mostrando su incomprensión, la mujer movió negativamente la cabeza retirándose del mismo modo que entró, el hombre quedó sentado en el extremo de la cama pensativo, pensó enel enojo de la mujer por no haberle dejado semen dentro su vagina, es que en realidad no deseaba tener hijo con ella, su amor era original, de simple entrega sexual, se desplomó sobre la cama mirando al tumbado elegante, cerró los ojos tocándose a dos manos el pene, recordaba a aquella mujer asesinada y a su hijito a su lado ambos recibiendo un tiro en sus cabezas, hizo puños al saber que la mujer esperaba un hijo, sí, seguramente de él, quizá nunca lo sabría, quizá nunca se lo explicarían, recordó su cita, estaba sobre la hora, los negocios no pueden esperar, era su ley de vida, luego la cita con esa despampanante mujer que lo tenía arrebatado, Fernanda, se vistió, bajó a cenar, la mujer atenta le servía y se miraban a la cara, el silencio imperaba, cuando hubo espacio aprovechó para tomarle la mano, ella quiso zafarse, pero él la contuvo, las miradas eran más intensas, los dos solos allí, en ese comedor, le pidió de favor que se siente a su lado, que deseaba decirle las actividades para hoy y las que el muchacho estará realizando, mientras le hablaba su mano se posaba sobre el de ella con sutileza ahora, la mirada ahora era ligera, él trataba de dar seguridad al emitir esas palabras, salió del comedor ingresando al auto, decidió él manejar poniendo a su chófer como copiloto, ella sabía que esa actitud era de felicidad en el hombre, ella conocía bien sus propósitos, ella sabía los gustos y disgustos de ese prestante hombre de negocios de fino linaje, lamentaba que poca atención la daba su tierno hijo, pero en fin, así era la vida de ese hombre de negocios, desde la puerta de entrada vio salir por el portón amplio de esa lujosa mansión al auto que conducía al hombre que había significado mucho en su vida, instintivamente se rozaba la vagina vestida por su delantal, a fin de cuentas estaba contenta al haber disfrutado de su cuerpo, a fin de cuentas comprobó que la fogosidad entre ambos seguía latente y constante, que esa atracción no se había perdido desde el primer día, suspiró alegremente, entró a ver el reloj, ya pronto su hijo la llamaría desde el campo.
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La forma amanerada y cadenciosa de anduviera en ese pequeño era del todo atrayente para vista de Renzo Orestes que desde la ventana lo miraba con detenimiento, estaba dándole la medicina a su abuela mientras miraba a ese niño acercarse a su casa humilde, el saludo fue de sonrisas, el niño vio a la venerable anciana acostada, se congratulaba saber que estaba bien, el niño se sorprendió al ver a su amigo vestido en esas ropas, sonrió de buen modo, se notaba superación, Renzo Orestes con su característica de líder imponía su tono de voz, cuando el niño le preguntó el origen de sus ganancias, a pecho le decía que trabajaba para un jefe con mucho dinero, la mueca de incredulidad se notaba en el rostro del pequeño, que al mismo tiempo se rascaba el pene vestido en ese short raído ajustado a su cuerpo, típico de la pobreza y humildad de los niños que vivían en el sector proletario de la ciudad capital del país de la canela, no terminó de decir frase cuando un elegante auto se acercó, los moradores salieron a ver algo inusual como eso en el sector, algunos niños e incluyendo al niño visitante de Renzo Orestes salió a verlo pasándole la manito por esas polvosa pero fina carrocería, un chófer se bajó a dejarle un sobre a Renzo Orestes quien asintió a manera de venia cuando tuvo en sus manos el encargo, era de su jefe, entró al irse el auto, se sentó en el extremo de la cama junto a su abuelita, que ya para entonces la medicina le había hecho efecto, sacó del sobre unos billetes de mediana denominación y sonrió, brincó de alegría, el niño estaba arrimado a la pared de la humilde vivienda viendo la algarabía de su amigo, Ezequiel era ese niño expectante, tenía nueve años, nacido en 1951 en una turbulenta manifestación, a los tres años de vida su padre asesinó a su madre de cuchilladas, actualmente vive con un tío hermano de su mamá, Ezequiel bajo pobreza vive adecuadamente y la esposa de su tío no puede tener hijos, Renzo Orestes escuchaba por debajo los comentarios de los moradores que se presume que Ezequiel no era hijo del asesino de la madre y por eso en un rato de embriaguez la mató, el móvil del crimen se presume que fue engaño, la difunta tendría amoríos con los patrones de la residencia donde trabajaba muy cercana al taller donde el presunto padre de Ezequiel la conoció a su madre para luego hacerse de compromiso naciendo el niño tiempo después, pero, todo se decía rumores pues la difunta tenía un carácter sanguíneo jovial que ayudaba a medida de sus posibilidades a la vecindad y se creía que algunas de esas mujeres envidiosas armaron esa historieta de engaño, lo cierto que Ezequiel era querido por sus padres adoptivos aunque mostraba cierto amaneramiento producto de la sodomización que niños mayores muchos de ellos hijos de las mujeres contrarias a su madre lo sometían, Ezequiel sobresalía con su piel de los niños del sector así como su atenta sonrisa y su carácter heredado de su madre, ahora, Renzo Orestes miraba con atención ese conteo de billetes, Ezequiel se acercó tanto a su amigo que sus cabellos rozaban, tanto así que Renzo Orestes percibió ese olor característico de niño, vio la mano de Ezequiel que se restregaba el penecito vestido en ese ajustado short viendo atento a esos billetes, cada vez se estiraba con más frecuencia, esa mirada de Renzo Orestes se posaba en esos movimientos de manos del niño, sonrieron viéndose pícaramente, vieron al final un billete de baja denominación, lo apartó de los demás que los puso dentro del sobre a lo que el niño exclamaba “¿tanto dinero tienes ahora?” exclamó un soplido leve por esos labio rosáceos, mostrándole el billete le pregunta “¿lo quieres?” exclamaba Renzo Orestes agitando el billete, “dime… ¿lo quieres?” la mirada brillosa de sus ojos abiertos mostraban ansiedad inusitada en Ezequiel, recordó aquellos dulces nuevos llegados a la abacería del sector, y emitió un rotundo “sí, sí, sí, quiero” saltando animadamente, Renzo Orestes lo contuvo en su alegría muy expresiva con temor a que despierte su abuelita, se puso en pie poniéndose un dedo índice en los labios y luego ese mismo dedo lo ponía en los labios del niño, le pidió silencio y Ezequiel a pura inocencia asentía, le hizo gestos al niño para que fuese a poner seguro a la puerta mientras se desabotonaba el pantalón y deslizando su cremallera ese pantalón cayó al piso, se deslizó el calzoncillo agitándose el pene, pasó el dedo índice que antes estaba en sus labios por ese glande de pene velludo venoso muy erecto, el nene se sentó y en eso Reno Orestes lo pasó por los labios y nariz del niño, “ahora… vamos, ven, acompáñame” como hipnotizado se puso en pie y lo siguió siendo llevado de as manos, la ansiedad y el deseo de tener ese billete le hizo que se deje de Renzo Orestes el que le desliza el short y la remerita dejando a un lado del rincón de la cama esa ropa junto con las sandalias puestas, de esa manera Renzo Orestes le hizo lentamente acostarse en la cama humilde donde dormía, Ezequiel se dejó nomás manosear el penecito haciéndolo poner erecto se inclinó haciendo que se abra su boca lamiendo a cada vez ese penecito ya ensalivado del nene de nueve años, después por sobre el cuerpo de Renzo Orestes se acostaba Ezequiel, se deslizaba y esa cara del niño lamía el pene de Renzo Orestes mientras que al mismo tiempo la cara de Renzo Orestes lamía el pene de Ezequiel, haciendo un delicioso 69, así se chuparon los penes, él, Renzo Orestes, le había enseñado esa postura sexual que les agradaba, ya estaban tan ensalivados las pieles de esos penes que se deslizaban fácilmente en los labios de quienes chupaban esos penes, le abr}ia el culito con los dedos pasándole la lengua haciéndole gemir al nene alzando la carita dejando de seguir chupando el pene de Renzo, ahora ya separados Renzo Orestes puso encorvado a Ezequiel y ese pene ensalivado iba adentrándose poco a poco en ese potito “ahhh!!!, siente como te lo meto” jadeaba “eres mío, mío” el nene respondía con gemidos, el pene entró totalmente dentro de ese traserito de nueve años, “siente que ya está adentro…. todititito” las manos de Renzo Orestes se posaban sobre la espalda del niño sobándolas con sutileza sin sacar el pene dentro de ese potito, “que lindo lo tienes, eres el mejor” se complacía diciéndole Renzo Orestes a ese niño precioso y se sentía bien satisfecho al sentir que su pene estaba dentro de ese traserito voluminoso que se movía a los costados, el nene cerraba los ojos recordando el pene de su iniciador, Melquiades, recodaba de aquella tarde cuando a fuerza fue desvirgado, ni Renzo sabía el nombre de aquel que lo desvirgó a Ezequiel, ahora las manos de Renzo Orestes hacían masajes circulares a los glúteos del potito de Ezequiel y aún el pene estaba dentro, “¿te gusta así que te lo meta siempre?” el niño asentía ante la pregunta, lo hacía con un movimiento leve pues aunque Renzo Orestes no miraba la carita de Ezequiel ya que éste discretamente fruncía la cara entre las sábanas, sentía algo de dolor, es que el pene de Renzo Orestes era grueso, venoso y velludo de tal manera que los pelos de la pelvis rozaban los glúteos del niño, Renzo Orestes miraba ese suave movimiento, así en ese suave ritmo el pene entraba y salía, luego vinieron los suaves y sutiles mete y saca, las manos de Renzo Orestes se posaban ahora en las caderas del niño, estaba al éxtasis de hacerle el sexo “¿poto o boca?… dime” el niño jadeando un poco decía “¡poto!, ¡poto!, ¡poto!” Renzo Orestes sonreía ampliamente y continuaba con mayor movimiento ese acto sexual de penetración anal, sentía ese placer de coger, de sentir que dominaba la situación, que era el macho dominante en ese tierno niño de nueve años, lentamente fue eyaculando dentro de ese potito, “te estoy empreñando, te lo estoy haciendo… aahhhh!” allí quedó dentro todo el semen y fue sacando el pene de ese traserito de piel suave muy voluminoso “lo tienes de hembrita” sonrió viéndole el traserito del niño estático que le salía el semen, “te dejé toda mi lechita” lentamente se apartó de la cama, “no te muevas, que ya te limpio”, el niño ahora se mantenía en esa posición perrito cuyas rodillas descansaban dobladas sobre la cama y sus brazos estirados siendo apoyadas sus manos en la cama, Renzo Orestes llegó a limpiarle el traserito con mucho cuidado, tenía un recipiente con agua y con ese trapo húmedo le limpiaba el trasero, le abría los glúteos pasándolo a la entrada del ano hermoso y delicioso que Ezequiel tenía, “ahora tú”, extendió el trapo dejándolo en el suelo, Ezequiel se levantó de la cama, Renzo Orestes se sentó en el extremo de la cama, viéndose su pene con restos de excremento y semen, Ezequiel tomó el recipiente y con sus manos con agua limpiaba la piel de ese pene ”mira… no te has limpiado bien el culo” sonrió “deberías limpiártelo bien” continuaba sonriendo, Ezequiel se limitaba a verle “mira cómo te gusta… ¿o no?” el niño estaba con su mirada atenta deslizando sus dedos por el pene sacando esos líquidos, ya muy limpio el pene Renzo Orestes le dijo “ven, pégale la última de hoy” la cara del niño se acercó a pene, estaba serio y pensativo, abrió la boca y tomando con sus manitos de dos alargados el afeminado niño se metió el pene dentro de su cavidad bucal así lo lamió y chupó por un instante mientras Renzo Orestes se hacía para atrás estirando sus brazos y apoyándose con sus manos en el colchón, el niño acuclillado en su delante seguía con el sexo oral, “ya para que tengo que irme” el niño se apartó del pene de su boca, “límpialo que debe estar presentable” ”tiene otra cita… con otro culo, je, je, je” así lo hizo el niño con delicadeza, ya vestidos Renzo Orestes le dio el billete “toma, te los has ganado bien” sonrió viendo a la cara del niño que dibujaba timidez y algo de culpa por lo hecho “ya sabes, todo en secreto entre tú y yo… como siempre” le agitaba cariñosamente el pelo y el niño salió a paso lento de la humilde vivienda, Renzo Orestes se arrimó a la ventana, vio el andar afeminado de Ezequiel que se iba rascando el traserito “esta vez se lo mande todo” sonreía “me gusta ese niño, es el mejor culito de por aquí” Ezequiel se sentó en la acera viendo con calma el billete, se le dibujó una sonrisa pensando en lo que iba a comprar en la abacería cercana, Renzo Orestes lo vio que iba en dirección a una abacería y a la panadería contigua, rato después Ezequiel sentado en la acera comida pastelillos bebiendo una gaseosa de tamaño grande pasó por donde estaba el niño acariciándole el pelo y diciéndole al oído en voz baja “aliméntate para que sigas resistiendo mis embestidas” decía en voz baja Renzo Orestes mientras se manoseaba el pene vestido.
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La vida continuaba con normalidad en el pueblo, los trabajadores desfilaban a su trabajo con los implementos de labranza, eso ocurría de todos los días, en ese pueblo de montaña así se demostraba con cordialidad, un pueblo chico cuyos moradores hablaban de la presencia hace días de un viajero, un forastero, adulto cincuentón, algo fornido de mirada firme, había venido en el autobús de línea rural en el crepúsculo, deambulaba con un bolso y chamarra, había preguntado por un reconocido hacendado, amigo suyo de la infancia, amigo de su familia, aquella familia extinta, tenía un adecuado modo de hablar, de carácter muy zagas para la manera de cálculo, había tenido que trabajar levemente en su trayecto hacia el pueblo donde finalmente se encontraba, desde hace meses había dejado su trabajo de caporal en la selva, ahora estaba en la montaña, allí ahora estaba lo había puesto un pasado que lo condena, había evitado encontrarse con personajes de su pasado, de aquellos que lo creían muerto, Jasmani se sentó a orillas de ese río poco caudaloso de aguas cristalinas, bebió con mucha avidez, un par de lavanderas lo vieron, no era de esperarse la extrañeza por el forastero, aun así vino luego la calidez, se acercó a preguntar por tal hacendado, una de ellas con paciencia indicaba el lugar, quedaba lejos a pie, unas cuantas horas cerca de un caserío, frunció el ceño viendo el camino pedregoso pero necesario para llegar, sería tortuoso, agradeció a las mujeres y continuó su camino, iba meditando mucho, no conocía el lugar, pero algo familiar se daba en base a que el paisaje era similar, sacó de su bolso un pan y con una gaseosa recién comprada iba degustando humildemente su comida, el sol se hacía fuerte en contraste con el frío, decidió arrimarse a un tronco de árbol y bajo sombra completaba de comer, descansó un poco, era mediodía, para su suerte un camión antiguo circulaba, decidió detenerlo, el chófer frenó, luego de un corto dialogo el hombre subió a la carrocería trasera del camión, se encontró con cerdos y pavos, se hizo a un lado e incómodo iba sentado, tras varios minutos se bajó de esa tortura de movimiento, respiró hondo, sentía el frescor, tenía gran deseo de llegar a ese lugar, preguntó a los moradores del caserío y ellos le indicaron que faltaba un par de kilómetros para llegar, resignado hizo el último resto de caminata a mediados de la tarde de ese día, caminó y caminó hasta divisar la casa que se destacaba de esa arboleda, un niño estaba jugando en esa puerta amplia que daba como entrada, el balón llegó a sus pies, se agachó a tomarlo, el niño corriendo con manos extendidas se lo pedía, con amplia sonrisa estiró las manos para entregárselos, la mirada vivaracha y pícara del nene le enternecía y le hacía olvidar el cansancio imperante, sorpresivamente el nene deja un lado el balón y estira los bracitos para ser marcado con esa intención, la sorprendente actitud del nene lo extrañó a aquel hombre, bajó su costal y lo marcó al nene, increíble, sin conocerse y ya tenían una atracción inusitada, le simpatizó el nene a primera vista, acercó su rostro a esa mejilla infantil dándole caricias con la nariz, el niño era vivaracho, de pronto se escucha a una empleada corriendo presurosa a donde estaba el hombre y el niño, un poco agobiada dio una sonrisa al visitante, estiró las manos para que se lo entregase al niño, con sumo cuidado lo hizo, amplio de sonrisa preguntó luego por los patrones, ella comentó que llegarían en la noche, pidió posada para esperarlos, la mujer se sorprendió, el visitante dio detalles para menguar esa duda que se mostraba en el rostro de la mujer, solicitó quedarse en la entrada, un par de recelosos peones le hacían la guardia, le dieron de beber y comer, así, acostado en su hamaca vio los faros de un auto que entraba a la propiedad, se puso en pie para solemnemente recibir a la pareja que se bajaba del auto marcando al mujer a un niño muy pequeño bien cuidado que se notaba en su vestimenta, la mujer condujo al patrón en dirección donde estaba ese hombre dándole por menores de su presencia, aquel patrón abrió los brazos extendidos de tan solo ver a su amigo de infancia por estos lares, abrazados entraron a la casa luego de ser saludada la mujer con solemnidad por parte del forastero y haciendo pequeños mimos al nene que estaba en brazos de la madre, eso alivió un poco la actitud de tensión en la empleada y los peones, el niño que había marcado jugaba con el niño recién llegado, le había traído un dulce y el peque brincaba de felicidad, la conversa entre ambos amigos fue en privado, tiempo después se llamó al caporal de la hacienda con la orden de conducir al visitante a su cuarto y las actividades de faena con las tareas para el día de mañana, con estrechón de manos y un fuerte abrazo sellaron el compromiso laboral, se notaba la gran empatía entre patrón y recién llegado, tanto así que el entusiasmado forastero sintió de entrada los celos e inquina del caporal a través de un mal gesto dibujado en su rostro, aun así, Jasmani estaba contento porque tendría trabajo y dinero, los esposos quedaron conversando dándole el esposo detalles del visitante, se recostó en su catre, había un hedor, el caporal trajo balde y escoba con trapo para que limpiase la pieza, sería su primer trabajo, así de compleja se iniciaba la relación, ya sobre esa actitud de naturaleza disciplinaría de aquel caporal se lo había dicho el patrón a Jasmani, tendría mucho que hacer en ese lugar, lo presentía, se recostó pensando lo que había pasado en ese día y se detuvo a meditar con respecto de aquel precioso niño que lo recibió cordialmente, sonrió pensado en él para luego dormirse, afuera, se escuchaba el cantar de grillos y ranas, ese sonido lo arrulló en un sueño que sin lugar a dudas le sería restaurador en su nueva vida que iniciaba en ese último viernes novembrino de 1960.
FIN DEL DUCENTÉSIMO DÉCIMONOVENO EPISODIO
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