METAMORFOSIS 220
Salvado.
Los petardos anunciaban los inicios del último mes del año de 1960, los niños corrían por los alrededores de los lugares capitalinos, la algarabía por la venida de nochebuena y año nuevo se mostraba en los transeúntes que anticipadamente separaban sus regalos para ponerlos en el árbol navideño de los entusiastas niños que aún creían en el abuelo pascuero, uno de ellos era el pequeño Daniel Nicolás Fulgencio Arichabala Pérez, nacido en marzo de 1954, con su tierna edad como es natural aún creía en esas tradiciones y oralmente había pedido a sus padres por un trencito, corría alegremente como otros niños de la comarca de sus padres con sus petardos por aquella playa, el niño desde hace una semana había hecho un alto a sus actividades de publicidad, en realidad se trataba de un hermoso niño y era novedad publicitaria en revistas y en la naciente televisión que se daba paso en el país de la canela, Justin lo cuidaba como un dije pero eso no bastó para que imprudentemente se subiese en una canoa atracada en la arena con marea alta y se cayese estrepitosamente perdiendo el conocimiento, los gritos de la persona quien supuestamente lo cuidaba llegaron a oídos de los estibadores, entre ellos el barbado Otoniel, corrió presurosamente a ver a la angustiada mujer que no daba acción viendo al niño sin conocimiento, presuroso el hombre con sus fornidos brazos lo sacó del agua tan rápido como pudo llevándolo a la sombra, instintivamente le dio respiración de boca, pero el niño no reaccionaba, lo reanimó como pudo, pidió que fuese por ayuda mientras angustiosamente lo reanimaba, por sus mejillas corría las lágrimas, la angustia se hacía presa de su ser, se trastornaba al ver que el niño no reaccionaba, ya no sabía qué hacer, tenía en sus brazos aquel cuerpecito humedecido de mar, no concebía la idea de que se diera un desenlace fatal, lo abrazó junto a su pecho, los brazos extendidos cuyas manitos se agitaban al aire al momento de sentirlo, su olor infantil de aún creer que estaba vivo lo animaba a darle respiración boca a boca, tocaba el cuello, la sangre aún fluía, era desesperante tal situación, hasta que le vino una idea luminosa, lo tendió y empezó con masajes en el corazón, fue por agua, no importa de coco, corrió como un desaforado ante los pocos espectadores, le puso el líquido fresco en el rostro del pequeño Daniel, algunos niños miraban la escena, siguieron los masajes hasta que los ojitos de miel del niño se abrieron con sorpresa inusitada que por su boca al mismo tiempo ya estaba botando el agua de mar contenida en sus pulmones, se sobrecogió, la crisis había pasado, ya para ese momento los padres del niño hacían presencia y minutos después el doctor los esperaba ya en el consultorio, los padres no tuvieron tiempo a decir palabra alguna, solo se vio levemente el gesto de agradecimiento como de venia por parte del contrariado padre del niño el industrial Arichabala, el niño fue llevado rápidamente al consultorio, allí quedó Otoniel, con los puños agarrados, la angustia mermada y la nostalgia de no estar con ese niño, sólo quedaba la satisfacción de haberle salvado la vida, muchos de los allí presentes le palmeaban el hombro, se había comportado como un gran héroe, su liderazgo se había fortalecido, miró hacia la cárcel aledaña, y vio cómo se daba la puesta de sol, muchos le dieron un trago para fortificar la templanza de sus nervios, llegó a casa, la angustiada mujer estaba temblorosa, se lamentaba no haber estado allí cuidando al niño y se sentía culpable haber delegado a otra persona para que cuidase al inquieto niño, temía porque la suspendieran de su trabajo, el estibador simplemente la abrazó, pero a los pocos días la normalidad para la mujer se daba, la amistad con el estibador se incrementó con la familia del niño y eso era pretexto para que siempre en todo momento lo cuidase junto a su mujer.
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La fiesta de conmemoración era agradable a la vista de los visitantes nuevos, la familia anfitriona había llamado a gran cantidad de invitados, por un lado se daba el tinte político, en otro orden se notaba los intereses económicos pues muchos industriales estaban allí socializando e inclusive aprovechando de ese momento para generar acuerdos y nuevos negocios, Squeo el anfitrión estaba complacido con la presencia masiva de grandes personalidades del país, notaba esos eventos a espacios privados como lo era su estudio donde algunos industriales y comerciantes tenían apartada tertulia, su poder de relacionarse con altos industriales se notaba en cada reunión sostenida, de ello ya daba cuenta Fulgencio Arichabala, los jóvenes tenían también sus espacio y los niños en un aparte con sus madres bajo el cuidado a medias bailaban y eran la atracción de la fiesta, entre ellos estaba Venancio Alberto bailando con una hermosa niña hija de un industrial, desde un lugar apartado estaba Clotario de quince años sirviendo cocteles, era el entenado del chofer Ramón, al que cariñosamente le decían el “niño”, Clotario era el muchacho que hace semanas había desvirgado a Venancio, el muchacho miraba bailara al hijo del patrón Squeo emitiendo muecas sarcásticas salidas de su rostro, por la ventana junto a los autos estacionados estaba arrimado en uno de ellos el chófer Ramón, estaba fumando un cigarrillo con pausa breve, miraba a las señoritas hablando con jóvenes, sonreía ver el disimulo de sus salidas y la presencia luego de chaperonas y cuidadores con guardaespaldas entrevistándose de lo más animados, algunas que otras fricciones leves se daban con amplia sonrisa, Ramón estaba apartado a distancia discreta, de pronto ve acercarse a Amaranta, aquella muchacha, inquieta, hijastra del patrón Squeo deambulaba por el lugar, detrás, un jovencito colegial, seguramente compañero de clase, tratando de acercarse de una forma nada convencional, con respecto indudablemente al respeto imperante por esa época como de costumbre social, el chófer prudentemente se escondió para tratar de no ser visto y presenciar a prudente distancia lo ocurrido, y no se equivocaba con lo que pensaba, pues el joven tan pronto estuvo cerca la llevó consigo rodeándola de la cintura, la traviesa muchacha se dejó llevar de las caricias y besos, el chófer Ramón mordió sus labios con los dientes, dejó que el chico la manosee, ella correspondía de la misma forma, Ramón indignado hacía puños producto de su malestar emocional, le molestaba mirar aquella escena amorosa en la que ella era participe sin miramientos púdicos, siguieron los manoseos en la espalda y las manos mutuamente iban a los glúteos, ella alzaba la pierna dejándose ver a través del escote abierto del vestido, el chófer deseaba intervenir ante lo que esos muchachos estaban haciendo, pero de pronto como que el acercamiento de un grupo de adolescentes los separó un poco formándose un grupo de tertulia, Ramón respiró hondo, estaba excitado, con la mirada fija en Amaranta, a sus tan sólo once años ya mostraba un cuerpo desarrollado, seguramente lo heredó a su madre se dijo Ramón de sólo verla manoseándose el pene, era la más pequeña del grupo pero incidía mucho en la conversación, el muchacho que estaba a su lado ya bordeaba los dieciséis años aunque eran de la misma estatura, Ramón sonrió volviéndose a arrimar al auto a fumar mientras veía a los jóvenes a prudente distancia bajo las penumbras del lugar, de a poco uno por uno iba retirándose, tocaba que Amaranta se quedase de nuevo con el muchacho a lo que Ramón intervino tomándola sutilmente del brazo dando un pretexto de apartarla diciéndole algo al oído, el muchacho al ver al chófer uniformado preguntó por él y el mensaje que el chófer le emitía a ella, a lo que Amaranta le dijo con voz suave y cordial a su amigo colegial que se trataba del chófer de su padrastro y que seguramente quería decirle algo más del mensaje, eso ella lo interpretó de la severa mirada salida del rictus del rostro del chófer uniformado, cabizbajo el muchacho salió de escena, con las manos entre los bolsillos, lo vieron alejarse y ahora sí con algo de vehemencia el chófer la tomó de las manos llevándola a un apartado lugar semi oscuro y allí la arrimó a la muchacha sobre la cajuela del auto estacionado, y así, la manoseó, ella trató de zafarse pero él insistió besándole el cuello, arrimaba su pelvir frotándola sobre la pelvis de ella, se notaba el bulto de la entrepierna, ella lo sentía él le decía tragando saliva a la vez “mi amigo te necesita, quiere hacerlo contigo”, “ven, prueba un hombre de verdad”, seguía besándola intensamente “anda cariño… pruébame como te gusto y cómo le gustas a nuestro amigo” refiriéndose con su mirada a la entrepierna donde estaba ese pene vestido abultado, a la fuerza sujetándola de la mano le hizo que pase la mano por allí, ella frotaba a insistencia de Ramón dándole placer, le besó el pelo en repetidas ocasiones sobándole la mano por los brazos, bajando por la espalda al momento en que bajo las sombras la tenía abrazada, le metió las manos dentro del vestido y fue rozándole los glúteos, pasó por delante del vestido que llevaba puesto “seguramente la tienes mojada a esa cuevita”, ella sonrió, unieron las frentes, “vamos” ella mirándolo expresaba a ojos cerrados “¿a dónde?” Ramón dijo “allá… dónde siempre” ella abrió los ojos vio la mano extendida del chófer indicando hacia el cuarto aislado junto a la cochera, caminaron hasta allá, era un lugar oscuro, así que, furtivamente, la llevó de los hombros, ambos estaban muy calientes del deseo, forzó la puerta con la llave, entraron, de inmediato vinieron los manoseos y los besos, el amiente era rayado por la luz de luna, “ahora sabrás lo que hace un hombre” la desvistió colocando el vestido con precaución sobre una desarticulada silla limpia, le hizo dar vueltas a esa niña en a que ya tenía vellitos púbicos, así lo mostraba la luz de luna; a pocos pasos de allí, el pequeño Venancio Alberto de nueve años y Clotario que tenía quince años, al que le dicen de cariño “niño” estaban junto a la mesa de ponches y demás bebidas, aprovechaba Venancio en beber de lo que le facilitaba Clotario en silencio para que no lo viesen, el niño gustaba de beber el ponche pero Clotario astutamente le daba mezclado con champaña, luego de beber continuaba bailando alegremente con las señoritas y niñas, Clotario lo seguía con calma, temía que se cayera pues ya sus ojos se entrecerraban en ocasiones cuando volvía cansado sudoroso de tanto bailar a beber más ponche con champaña helada, hasta que sucedió lo esperado por Clotario, el niño empezó a toser y a como desfallecer, así que de inmediato fue llevado a su cuarto para reanimarse, el niño cayó sobre la cama, no dejaba de reír, no cabe duda que estaba borracho, Clotario se acercó a decirle unas frases al oído, el niño incrementó la risa asintiendo firmemente en esas sugerencias, Clotario salió del cuarto con amplia sonrisa y semblante claro en el rostro como que se dibujaba una alta satisfacción por lo que había dicho a Venancio Alberto, la puerta se cerró y Venancio como si fuese un resorte se puso en pie, junto a la ventana respiró hondo, para ese momento la brisa de la madrugada ya agitaba el pelo del niño que sentía el movimiento en su rostro, sonrió, Clotario bajó las escaleras muy animado fue encontrándose con Elena y su hijo menor Heriberto, al tiempo que Victoria se aproximaba, les sirvió ponche a las damas y el muchacho sonriente con cierto temor se dejó servir un poco de champaña, los dos muchachos fueron a un rincón a conversar, se los veía animados, coincidencia, ambos nacieron a la misma hora el mismo día y en el mismo lugar, en un hospital militar de la ciudad, Elena se lo había dicho a su íntima amiga Fernanda ahora ausente pues estaba de visita en la casa del prestante hombre de negocios Saúl André Francisco Alfonso Alzogaray Dampierre, en fin, la carismática Elena estaba complacida con la amistad de su hijo con la nieta de Fulgencio Arichabala, otro de los gran ausentes, por complicaciones de salud, se decía, para Elena era gustoso verlos así a los muchachos pues aspiraba a que su hijo sea partido de Victoria, suspiraba pensando que los dos muchachos habían nacido para quererse y en eso no dudaba en una futura relación amorosa pues era el destino quien los había puesto en ese camino, pues se notaba la química en los jóvenes, de pronto sintió un jalón de su brazo, volteó para ver la amplia sonrisa de Squeo el anfitrión, lo felicitó por tan galante fiesta que a seguro correrán ríos de tinta de los tabloides felicitando a su esposa la anfitriona, Squeo hizo una venia de agradecimiento, emitió una mueca galante si cabe, le besó la mano, la llevó a un apartado lugar con copas y botella en mano, ya estaba alegre Squeo expresando frases atrayentes a la mujer de lo que Clotario daba cuenta, discretamente, Squeo continuaba con sus galanteos de lo que daba cuenta en sus movimientos de manos, tenía gran atracción por aquella mujer esbelta madre de dos hijos de un militar, ya para entonces la mujer gozaba con toda la atención de Squeo, siempre atrayente con sus manos en el rostro del hombre daba a entender que dominaba ella la situación, Clotario sonreía pues sabía de aquellos galanteos de su jefe, caminó hacia la cocina donde su madre y otras empleadas servían aún ciertos potajes cortos, una de ellas entró detrás de Clotario muy afligida yendo a beber agua, las manos eran temblorosas, se trataba de la madre de Steven, un muchacho que trabaja en la casa de un rico acaudalado hombre de negocios al que Squeo le había dado permiso, continuó sirviendo ayudándole Clotario, el muchacho de quince años daba rodeos sirviendo y de vez en cuando miraba el amplio reloj en la sala, como que a veces se distraía y estuvo a punto de mojar con las copas a los invitados, tragó saliva viendo el reloj, no tan lejos de allí, Ramón estaba desnudo frente a la también desnuda Amaranta, lentamente se acostaron sobre esa camilla improvisada, los manoseos se daban y también los besos “es nuestro momento, aprovechémoslo, querida” ella asentía con seguridad, así que levemente ese pene rozaba la vagina, ella gemía levemente, él sentía como ella ese suave roce de genitales, los pequeños pezones se acoplaban al pecho del hombre, la besaba apasionadamente, le puso el dedo en la boca en señal de silencio “tranquila, no te haré tanto si tú no lo quieres, sólo quiero sentirte” así la acariciaba y besaba el cuello, frente y mejillas, los testículos rozaban la vagina, la besaba con lengua, entrelazaban las manos, el pene erecto tibio, tieso y grueso se deslizaba por el vientre de la muchacha, estaba deseoso, no cabía duda, ella también, pero sentía temor cuando el glande estaba en la entrada de los labios vaginales, hacía quites, “tranquila, sólo quiero sentirte, la tienes chiquita, tranquila, nomás” los roces siguieron así como también los besos, “no te penetro si no quieres, ¿verdad?” dijo haciendo un alto viéndose en lo posible en esa penumbra a luz de luna, “ahora, date vuelta” se alejó de ella, Amaranta volteó su cuerpo dando giro de modo que su cara estaba posando sobre esa carpa bien lavada que era el cobertor del auto y estaba ahora puesta por Ramón el chófer para la ocasión, la luz de luna mostraba la silueta de esa espalda, Ramón agitaba su pene, tragaba saliva, fue acercándose lentamente para verla mejor, allí estaba ese traserito lindo, el glande se posó entre los glúteos y el chófer al sentirlo cerró los ojos, luego de inmediato los abrió con el gusto de ver deslizarse el pene entre los glúteos, los testículos hacían lo mismo cuando el glande llegaba a rozar a media espalda de Amaranta, acercó su rostro a la oreja de la muchacha “así te quiero tener siempre, y sé que tú también lo quieres ¿verdad?”, “estoy seguro que tú estando a solas en tu cama piensas y sueñas en este amiguito” la chica sólo escuchaba la respiración sobre sus hombros, estaba sintiendo aquel roce, “siente esto que es de un hombre de verdad” y ella respondía con un ¡¡aahhh!!, mientras, a lo lejos de allí, un presuroso Clotario dejaba charolas en las mesas trataba de no darse a notar, salió al salón de eventos, vio el reloj, un invitado pidió que le sirva, tembloroso en parte le sirvió la copa a medias lo que el invitado protestó que se la llene, ante la orden así lo hizo con prisa, luego vino otro y luego otro, mientras servía miraba el reloj con angustia, pensó a que ya era hora, al ver que nadie solicitaba servicio, se retiró tratando de no ser visto, ansiaba llegar a las escaleras, pero antes Elena lo intercepta dejándole en sus manos un par de copas para ser llenadas, ahora ella estaba con una amiga ya con copas en la cabeza, se notaba la alegría reflejada en el rostro, indignado regresó al lugar y miraba el reloj, tragaba saliva, mientras servía se tambaleaba más, su ansiedad le carcomía la paciencia, hasta que por fin sirvió de último visitante y caminó presuroso a las escaleras, subió tan rápido como pudo con la necesidad de no ser visto, ya estando a solas en el pasillo respiró hondo tranquilizándose un poco, eso creía Clotario al caminar ya un poco lento, pues la ansiedad continuaba, estuvo contento de estar frente a aquella puerta pues del otro lado algo bueno lo esperaba, empujó y se abrió como lo había planificado, solo que, al entrar, se llevó una decepción de no ver al esperado habitante acostado en la cama, hizo puños, tragó saliva no una sino varias veces viendo a su alrededor sintiéndose a solas, entró al baño, “nada… ¿dónde está?” suspiró “no lo vi salir” se frotó las manos “¿dónde, dónde, dónde, se pudo ir este niño?” Clotario se frotaba las manos impaciente y pensativo, era su tic nervioso característico, posteriormente se sentó en el extremo de la cama, cubrió la cara con sus manos viendo el piso, escuchaba su respiración acelerada, se preguntaba a donde estará, en qué parte de la casa estará, angustiado se preguntaba en qué momento habrá salido, se mortificaba de sólo pensar que el tiempo en que servía cocteles fue seguramente aprovechado por Venancio en salir de la habitación, miraba al piso desesperado, se sobresaltó viendo que una mano se agitaba salida desde dentro de la cama, se puso en pie y la expresión de su rostro cambió dibujándose una amplia sonrisa, para su sorpresa lo que salió de allí no era un niño de nueve años sino que hizo una exclamación grande “¡mi nena!”, ayudó a salir adecuadamente y se abrazaron, se trataba de un abrazo muy esperado, se apartó para verle mejor, Venancio Alberto estaba vestido de una manera peculiar, para asombro de las vistas de Clotario el nene de nueve años se había vestido con la lencería de Amaranta, su medio hermana de once años, se notaba graciosamente el sostén en sus pechos, el calzón algo flojo en su cintura pero para las vistas de Clotario lo peculiar estuvo en el rostro pintado del niño, tenía delineadas las cejas, los párpados con algo de polvo de maquillaje en los pómulos y aquellos labios pintados de colores rojos pasionales, Clotario reía, lo abrazó dándole besos apasionados cuya cara se impregnaba de ese lápiz labial, especialmente sus labios, se dio un paso atrás para verle mejor haciendo el que de vueltas viendo ese calzón ajustado entremetido entre los voluminosos glúteos, se notaba algo de ojos entrecerrados en el niño de nueve años, lentamente Clotario se fue quitando la ropa, mientras, presuroso Venancio cerraba la puerta con seguro, fue hacia Clotario que lo recibía a brazos abiertos “¡venga, venga, mi nenita, venga!” lo abrazaba dándole palmaditas en los glúteos “estas hermosa Venancia” ese nombre, ese nombre, para el niño era único y se le remontaba en su subconsciente “Venancia, sí, Venancia” le volvió a decir pues aunque parecía que el nene aún no lo asimilaba bien, aunque estaba así vestido, lentamente así abrazado bailaba al acorde de la música que se escuchaba a lo lejos, los dos juntitos bailaban, Clotario desnudo apegadito a Venancio vestido de lencería, el pene erecto peludo juvenil rozaba entre el estómago y cadera del niño rozándole la tela del calzoncito, “hoy de nuevo serás mi nena”, Venancio suspiró, “¡sí… me prepare para ti!” “¡quiero ser de tí!” “¡quiero que me cojas!” y más aún su sentir cuando las manos de Clotario hacían furor en sus glúteos, ambos se miraban y se besaban, fue besándole el pecho entre el sostén que lo iba sacando, luego Clotario se acuclilló frente al niño que estaba en pie y le besaba las piernas, fue por los pies, subiendo de nuevo a besarle las piernas, fue subiendo sus labios por las piernas hasta llegar a oler el bultito del pene cubierto por ese calzoncito de encaje, con los dientes lo fue bajando para asombro del niño de nueve años, vio que ese pene quinceañero estaba erecto a todo furor, estaba a vista del sentido Venancio, la nariz del muchacho pasaba rozando esos encajes, olía ese penecito con evidencia de haber micciado antes, “está fabuloso.. lo tienes lindo” sonrió Clotario tras haber deslizado por las piernas el calzoncito llegando a los tobillos del niño, éste alzó los piecitos para liberarse de la prenda, aquellos pies muy parecidos a su padre Squeo, para ello extendió su brazo cuya mano se apoyó en el hombro de su iniciador, “todo bien, cariño, todo bien” Clotario seguía acuclillado y así genuflexo empezó a darle de besos a los pies del niño “lo tienes hermosos” “ahora serán míos”, los besaba con intensa pasión, Venancio Alberto suspiraba al escuchar “¡los tienes bien formaditos… bien cuidaditos!” luego se puso en pie frente al nene viéndolo con deseo, las miradas se cruzaban, las manos del quinceañero pasaban por el sostén haciendo que se desabroche y a la vez que se deslice por el cuerpo cayendo al suelo junto con el calzón, le besó repetidamente el pecho al nene, “me gusta tu piel, me enloqueces, me enloqueces, ¡Venancia!, ¡eres bonita… muy bonita!” lo marcó al nene como los novios cuando entran al cuarto marital sino que ahora al marcarle lo acostaba lentamente en la cama, “ahora serás mía”, “¿sí?” le hizo la pregunta al nene viéndolo fijamente a los ojos, sonrieron, terminó de acostarle lentamente en la cama, luego se acostó lentamente sobre él “mira lo que hacen esos palitos” sonreían viendo el roce de penes erectos, el uno lampiño y el otro velludo esto por la diferencia de edades, Clotario dejaba verse rozar con sus brazos estirados con sus manos quinceañeras apoyadas en la cama, las caderas se movían circularmente, luego las alzaba y bajaba haciendo más sentido el roce de los penes, unieron sus cuerpos y vieron la proyección de la luz de luna a través de la ventana, “voy a apagar la luz así sabrán que ya estas dormido” Venancio asentía aprobando ese criterio de Clotario, lo vio levantarse y el niño le dijo al verlo de espaldas “tienes un lindo trasero tú también” Clotario sonrió, de inmediato la luz se apagó y en penumbra los dientes de Clotario se mostraban ante amplia sonrisa desplegada en el rostro, le besó el pecho bajando por el abdomen hasta llegar a lamer el pene y los testículos, “tienes unas bolitas lindas” la lengua pasó entre los testículos haciéndole gemir, antes ese acto Clotario reía, “¿te gusta mi trasero?… ¿sí?” se escuchó una risa de parte del nene, “bien, pues tómalo”, se acostó a su lado diciéndole “esta noche es tuyo” Venancio con su pene ensalivado se sentó sobre las piernas de Clotario que estaba de cara a la cama, se tomó el penecito erecto ensalivado rozándolo entre los glúteos “así, así, así, mi amor, métemelo más, métemelo más” animoso Venancio le hacia el roce de su penecito lampiño erecto, vinieron los pujes de Clotario y los jadeos de Venancio, la luz de luna proyectaba esos cuerpos sobre la cama, al fondo la música continuaba, así pasaron cortos minutos, “ahora me toca” así que rápidamente se sentaron a estirarse los penes al filo de cama, lo puso de rodillas al niño haciéndole sexo oral, ya ensalivado el pene le dijo “mírale como desea tu potito” sonrieron viéndole agitar el pene tras luz de luna, se escucharon pasos, la sangre se heló al escuchar el movimiento del seguro de la puerta, Clotario rápidamente se metió bajo cama tomando su ropa y Venancio se cubrió de sábanas, se escuchó decir el nombre de Venancio de voz femenina, a no dudarlo era su madre llamándole, pero no pasó de mucho tiempo allí que se escuchó pasos retirándose al escuchar “seguramente ya está dormido, déjalo que descanse” era la voz de Elena la amiga de su madre que la llevaba de vuelta a la fiesta, pasaron algunos minutos y ante el silencio en ese tiempo Clotario salió debajo de la cama y le quitó las sábanas descubriendo el cuerpo desnudo del niño, lo sacó de la cama, lo marcó girando, dando vueltas a la luz de luna, se detuvieron sin dejarlo de marcar diciéndole “eres lindo, en verdad, muy lindo” le deba besos en el pecho y en las mejillas y así lo acostó lentamente en la cama luego de darle un largo beso con lengua, así parado vio al niño por unos instantes así acostado con esos hermosos pies y piernas rellenitas, “muy hermoso, muy hermoso, muy hermoso” diciendo eso mientras se agitaba el pene “ahora me voy a comer tu culito” se acercó a la cama, le hizo poner los pies en los hombros y encorvándolo al nene al espaldar de la cama procedió a meterle el glande a medio talle, el nene de repente instintivamente iba gimiendo al entrar el pene en ese traserito infantil de nueve años, “siente, así, así”, “siente cómo te lo meto, así, así mi nena” “recuerda cuando te lo rompí” “¡porque yo te lo rompí… nunca lo olvides!” “así te hice mío… sólo mío” y comenzó con el tradicional mete y saca en estas ocasiones de sexo anal, “siéntelo, siéntelo” jadeaba “siente quien te lo rompió, siéntelo” jadeaba “¿te gusta?” jadeaba “¿eh? dímelo, dímelo” de labios de Venancio salió un “sí” además “sí, me gusta, me gusta” Clotario entre jadeos decía “quieres que te siga metiendo ¿eh?” Venancio respondía “sí, sí, métemelo, métemelo todo, todo, todo”, jadeaba el nene “si, más, más más” jadeaba “quiero ser tuya, tuya, tuya” “¡esta noche me preparé para ti… hazme sentir!” esa declaración hizo que al niño lo voltee de cara poniéndolo empinado el traserito y fogosamente con emociones desenfrenadas besaba ese traserito “que lindo culito, lindo potito, potito, potito lindo” escupió en el trasero del nene e introdujo el pene sosteniéndose con una mano en la espalda de Venancio cerraba los ojos diciendo “acuérdate Venancia, acuérdate siempre que así te desvirgué” “no olvides que ese culito es mío, mío, mío, sólo mío, de nadie más” Venancio Alberto sentía las embestidas de Clotario el “niño”, hasta que ambos sintieron dentro el semen en el traserito del nene, lentamente se lo fue sacando pero el nene dijo “quiero más” Clotario sorprendido dijo “¿eh?, ¿más?”, “sí” dijo el nene “quiero más, más” “métemelo, métemelo” dibujando con sus manos a trayectoria que llevaba a su traserito, Clotario sonrió, pensó que el nene estaba mareado y seguramente eso lo motivaba a decir aquello, su metamorfosis estaba a plenitud en desarrollo, no dudó en meter ese pene dentro del ano con semen “así hazme más, más, más” “así, así” “no me lo saques, quiero sentirlo aún” jadeaba y gemía “de aquí te vas y deseo que me dejes bien cogido… ¡cógeme, cógeme, cógeme!” Clotario besaba el pelo del niño, era su declaración total, la metamorfosis total en Venancio, ya era otro ese niño de nueve años, se le había cumplido el deseo de sentirse como su hermana y como su madre viéndolas sentirse sometidas por un pene adulto, el pene de Clotario entraba y salía con furor “¿así?” “¿así?” “¿así?” “¿así?”, asintiendo el nene se dejaba llevar por ese cuerpo quinceañero, se escuchaba el “choc” “choc” del movimiento deslizante del pene en ese traserito, la cara de Clotario estaba apoyada en la cabeza del nene oliéndole el pelo diciéndole al oído “no olvides nunca esta noche y las que vendrán” así lentamente se apartó del niño entrando al baño a asearse, luego salió del baño y con el reflejo de la luz de luna se vistió saliendo furtivamente de la habitación, allí quedó el cuerpo desnudo de Venancio acostado en la cama con la sábana mojada de semen y algo de manchitas de excremento, suspiraba y suspiraba con su traserito latiendo producto de tanto embiste, pensativo miraba los luceros apareciendo por la ventana, esos mismos luceros del firmamento que se reflejaban en la ventana de Ramón sentado acariciando el pelo de Amaranta cuya boca se metía el pene del chófer, así de ese pene salía semen que se impactaba en los pequeños senos de la nena unidos al tronco del pene del chófer audaz que hacía sexo en la pequeña, sonreía viéndole la cara, unieron las frentes, se pusieron en pie, la limpió y se limpió para luego vestirse y salir furtivamente de ese cuarto, esa noche para los hermanos sería inolvidable… y de seguro faltaba lo mejor.
FIN DEL DUCENTÉSIMO VIGÉSIMO EPISODIO
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