METAMORFOSIS 222
Repartidor.
El niño caminaba presuroso por los ambientes de la casa a vista de su abuela, el pequeño Marcelo Heriberto tenía en su manito un coche de metal regalo de su padre, iba pasándolo por la pared y se sentaba en el piso, era un niño vivaracho lleno de alegría, vestía un short y una remerita con sandalias, los padres del niño indistintamente habían salido a trabajar, para la abuela del niño este y el siguiente mes serían de alegría, primero porque estaba cerca la navidad, y en el siguiente mes el niño cumpliría ya sus tres primeros años, la mujer tejía precisamente una ropita para el niño, se había propuesto regalárselo en el mes de su cumpleaños, se escucha de pronto se toca la puerta, presurosa la anciana se para junto a la puerta a preguntar la procedencia de quien tocaba, escuchó un nombre, Eugenia, la anciana sonrió ampliamente y abrió la puerta, la mujer de treinta años entró a la casa, se dieron un abrazo y un beso, era la dueña de esa casa de arriendo, una mujer con dinero, en el tiempo de inquilinato las dos habían hecho una gran amistad en sus coincidentes paseos por el parque con el niño, allí se conocieron y brillaba la amistad, recientemente había llegado ella y su esposo del exterior, retornando al país hace trio de meses, Eugenia tenía una gran forma carismática para solicitar que la acompañe a que le oriente una receta culinaria antigua, estaba muy entusiasmada y quería darle la sorpresa a su esposo Aquiles de cincuenta y un año, ese hombre había sido peón de los padres de Eugenia pero al pasar el tiempo se ganó la confianza de su padre y luego de su corazón, producto de eso nació su único hijo, las dos mujeres aceptaron ir a ver esa cocción, la anciana marcaba al niño que tenía en su mano aquel juguete, llegaron a esa casa lujosa anexa a las habitaciones de arriendo construidas fruto del esfuerzo juvenil del difunto padre de Eugenia, al entrar vieron a un joven de catorce años moviendo el guiso, habían algunos ingredientes en la mesa de la cocina, la madre agradeció la participación de su hijo, el muchacho saludó amistosamente a la anciana, saludo propio de niño bien de catorce años, de actitud algo afeminado notaba la anciana, continuó picando los ingredientes, Marcelo Heriberto seguía jugando sentado junto a su abuela, llevó al niño hacia la sala para evitar algún accidente, el niño se acostaba en la amplia alfombra y jugaba acostado agitando sus piernas, al hacer esos movimientos se le cae una sandalia mostrándose el pie descalzo, la mirada del muchacho era atenta al niño, los labios ensalivados del pequeño le atarían, terminó su actividad y fue a ponerle la sandalia al nene, fue el pretexto para que se ponga a jugar con el niño, las dos mujeres miraban con gusto la forma de cuidar del muchacho al pequeño Marcelo Heriberto, la anfitriona comprendía ese acto, lamentablemente el muchacho de catorce años no tenía hermanos, era hijo único, si para tenerlo ella tuvo problemas de parto, el medico dijo que no podía concebir pues corría el riesgo de perderlo, se comprobó aquello en los tratamientos con los médicos del exterior, sin embrago su voluntad era tenerlo y lo hizo, nació con problemas y esa era la vida que llevaba el dócil César Andrés Arcentales Bohórquez, un niño que había recibido estudio en los prestigiosos establecimientos de la capital del país de la canela, ahora recién llegado de meses del exterior esperaba ingresar el año próximo, iría al mismo internado donde estudió siendo más pequeño, al principio no quería asistir pero el padre ya lo comprometió y valía su carácter fuerte que contrastaba con el débil carácter de madre e hijo para imponer su voluntad, el antiguo peón ahora dueño de la herencia de la madre del Cesar Andrés administraba a su voluntad esa fortuna, las mujeres estaban atentas de espalda atendiendo esa mezcla de condimentos e ingredientes que no dieron cuenta el momento que Cesar Andrés le tocaba el traserito pasando su mano por esos voluminosos glúteos vestidos, el muchacho presuroso miraba a que las mujeres no dieron la vuelta, y aprovechó en tocarle el penecito cuando Marcelo Heriberto de casi tres años se puso acostado de espalda de piernas abiertas con los brazos alzados estirados sujetando el cochecito de metal, Cesar Andrés miraba hacia la mujeres y aprovechaba en hacerle caricias al el niño que reía y luego el muchacho dejaba de hacerlo con temor a las mujeres, luego se apartaba del niño entrando a un pasillo entre la escalera de la planta baja que conducía a su cuarto, desde allí a lo lejos se veía al niño jugando acostado en la alfombra, miraba de lejos al niño estirándose el pene vestido viendo ese voluminoso traserito vestido con ese short de tela suave, le maravillaba verlo así, ya antes al llegar lo había visto y le atrajo la idea de tocarle el culito, desde lejos le hizo señas para que se acerque a donde él estaba, ante esos gestos el niño vivaracho de casi tres años caminó con su cochecito metálico llevado en la mano hacia donde estaba Cesar Andrés, “ven, ven, vamos” le dijo animadamente y abriendo la puerta le decía “vamos a jugar acá” miraba a todos lados y cerraba la puerta con seguro “te va a gustar jugar” lo abrazó por detrás oliéndole y besándole el pelo se inclinó un poco para que su pene vestido roce ese traserito vestido, “ahhh… cómo me gustas” le decía al oído, le giró diciéndole “eres bonito, muy bonito” Heriberto sonrió “niño hermoso” le acarició las mejillas “¿te gusta jugar?” dándole un beso en la frente “¿sí?” Cesar Andrés le preguntaba moviendo afirmativamente la cara “¿quieres jugar?” le acariciaba cariñosamente “¿sí?”, “¿quieres jugar?”, el nene no entendía, se estiraba de brazos sin soltar su cochecito metálico, “mira” le dijo al bajarse su short mostrando su trusa “mira”, le dijo al bajarse la trusa, se mostraba ante los ojos del pequeño Heriberto ese pene erecto agitándolo, “ven, ven” le decía llevándolo abrazado por detrás y lo acostó en la cama de cara sin que el nene suelte el carrito, más bien así acostado en la cama, el niño quedó con los brazos extendidos viendo a su cochecito moviéndolo con sus manitos, no daba cuenta por sus concentración en su juego que Cesar Andrés le deslizaba el short viéndole por primera vez ese traserito voluminoso que hasta ahora sólo su tío Dagoberto se deleitaba, acercó sus labios a los oídos de Heriberto “vamos a jugar rápido” bajó sus labios besándole por la espalda del niño que seguía concentrado con su juguetito, besaba repetidamente con piquitos al coxis del nene, agitaba el pene chocándole en cada glúteo de Heriberto, luego de rozarle el glande por los glúteos le pasó el pene en el traserito “que rico culito” decía a voz baja “qué rico, qué rico, qué rico lo tienes” rápidamente se apartó del nene que sorprendentemente para Cesar Andrés se dejaba fácilmente, le dio vuelta ahora los dos penes rozaban al movimiento del azada y bajada de caderas de Cesar Andrés sobre la pelvis del nene cuyos piecitos se agitaban cayéndose las sandalias, el niño pujaba al sentir el peso de Cesar Andrés “espera un ratito más, espera” las caderas se movían se alzaban y se bajaban “mira, mira, cómo juegan” el nene no miraba ese roce de penes seguía pujando viendo su cochecito metálico, lo volteó y besándole el pelo y espalda le pasó el pene entre los glúteos algo gemía el nene y eso a Cesar Andrés le gustaba “siente así como me lo hicieron, siente ahora como te lo meto” “oohh” y así segundos después de tanto punteo en el culito con el glande tibio de pene erecto venoso juvenil salió el semen del pene posándose entre la separación de los glúteos “quieto, no te muevas que te limpio” las manos del muchacho pasaban con un papel higiénico por los glúteos del niño quitándole el semen de la piel, luego un trapo seco, olió el traserito del niño y le ayudó a arreglarse el short “ya está, ya vez, ya jugamos” reía en su delante “lo tienes rico y te lo voy a meter siempre” esas fases para el niño eran originales, lo que Cesar Andrés no sabía es que a esa edad ya experimentaba eso el pequeño, al salir fueron al corredor y a la salida de la casa, jugaban con el balón, la anciana para ese momento ya había ayudado a la mujer en su cocina y tomaba al niño de los brazos despidiéndose cordialmente de Cesar Andrés “vendrá pronto, siempre será bien recibida” sonrió el muchacho “tú también” le dijo al niño acariciándole el pelo, Cesar Andrés le dijo que esperen un poco corrió hacia su habitación, y salió con un cochecito en mano “esto es para ti por portarte bien” le dijo al niño que animosamente lo tomaba con su manito, ese gesto enterneció a la anciana pero aún más a la madre de Cesar Andrés que se comprobaba su dulce ternura de carácter heredada de su madre, el niño y la noble mujer cerraron la puerta de la verja, las figuras iban perdiéndose en la calle al subir a los cuartos de arriendo donde vivían, animado el muchacho exclamaba a su madre “prométeme mamá que nos visiten siempre” la madre asintió acariciándole el pelo, reconocía la simpatía del muchacho hacia ese nene, ella se ponía triste pues en muchas ocasiones siendo niño le había pedido un hermanito, para la mujer la visita de la anciana y el niño serían de buen gusto, Cesar Andrés continuó jugando con el balón solitariamente pensando en el culito de Heriberto, la mujer siguió en los preparativos, en eso se ve un auto estacionar junto a la verja, era su padre con un visitante extranjero, era el visitante esperado, un extranjero exportador de fruta, Cesar Andrés quedó admirado de la presencia de ese hombre, el saludo fue formal, estaba de paso el extranjero pero atendió la cortesía del agroindustrial, había sido invitado a almorzar, la mujer había puesto la mesa, el extranjero quedó complacido con esos manjares culinarios autóctonos del país de la canela, el atento huésped era un descendiente de caucásicos que se hospedaría algunos días en ese lugar.
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Se notaban los petardos irrumpiendo el cielo humedecido de nieve a como se podía disfrutarles, allí unas miradas presenciaban con gusto aquel arte ancestral en la gran manzana, bajo un intenso frío estaban pero eso no menguaba el observar atentamente y disfrutar del evento, se notaba la satisfacción, el buen gusto por vivir la navidad de la mayoría de habitantes, Leroy tomaba chocolate caliente viendo el evento desde el cristal de su ventana, estaba solo, hace ben tiempo se separó de su mujer tras haber perdido a su hijo en aquel accidente de tránsito, Leroy miraba con atención pasar a los niños llenos de júbilo. Suspiró profundo, se reclinó en la silla, miraba atento hacia la calle, miraba al reloj con atención, suspiraba, empezó a recordar aquel acontecimiento suscitado hace un mes aproximadamente, suspiraba profundo, se tocaba el pene vestido erecto por el frío, entreabiertos los ojos recordaba cuando en ese día había llegado cansado del trabajo y ya estaba acostado en la cama meditando la separación de su mujer, ya el matrimonio no tenía sentido tras la muerte de su hijastro e hijo de su mujer, la vida se hacía monótona para ellos, primaba las indirectas de culpabilidad de ella hacia él por lo del accidente, hasta que un día todo se acabó, ella lo dejó, se fue sin decir a donde, lamentable, quedaba solo, sus meditaciones se diluyeron escuchando el golpe de esa puerta en ese último martes novembrino de 1960, al abrir se emocionó viendo a Sophie que se presentaba con su característica sonrisa, la hizo entrar, le dio una funda con dulces, se estaba despidiendo, él pensó que se iría por un tiempo pero ella le dijo que no era así, se irían del todo de aquel lugar, su padre había encontrado una mejor propuesta ya con trabajo estable en un estado lejano, la congoja se incrementó en Leroy, le vino el deseo de abrazarle, de pedirle que no se vaya, era infructuoso el pedido pero era su necesidad, esa nena era su desfogue sexual, la vio crecer, fue su iniciador, la hizo suya cuando ella tenía siete años, durante casi cuatro años viviendo allí en ese sector había gozado de su cuerpo, ahora teniendo die años se marchaba, ahora que era mejor el disfrute, la noticia le golpeaba el ánimo, el pensar en ya no verla más desde la mañana del día siguiente le turbaba sus emociones y así la abrazó fuertemente, ella correspondió del mismo modo, “¡significa que ya no te veré!” ella asintió con mucha pena, la besó apasionadamente, “¡ven!” le dijo, ella obedecía ante la insistencia de aquel hombre, caminaron hacia la cama, se besaban apasionadamente, él más que ella, se sacaron mutuamente la ropa con rapidez, no esperó a más deslizándola en la cama, ambos cuerpos tendidos en la cama daban de besos apasionados, le besaba desaforadamente los senos, Leroy le decía “¡viniste para que te penetre!” “¿verdad?” ella asentía, Leroy continuaba chupándole los senos, la tenía ya acalorada, “¡aahh!” exclamó al sentir que el pene iba rozándole los labios vaginales de la vagina, luego otro más profundo “¡aaahhhh!” y es que era el glande entrando en la vagina “¡aaaaahhhhhh!” el pene entraba más adentro, casi todo ya adentro de esa cuevita “¡no te olvides de mi!” empezó el mete y saca “¡no te olvides de mi Sophie!” le metía el pene a fondo haciéndole gemir “¡no te olvides!” le penetraba con pasión “¡no te olvides!” de un imprevisto le sacó el pene, se detuvieron, sus respiraciones eran aceleradas uniendo sus frentes, “¡viniste porque te vas y querías despedirte así!”, ella sonreía y asentía, le gustaba estar íntimamente con su adulto iniciador, “¡date vuelta… quiero darte por el culo!” ella giró su cuerpo, Leroy miraba ese cuerpo desnudo, ese culo voluminoso, con las manos lo rozaba a piel, ella suspiraba, Leroy le besaba con pasión la espalda, glúteos, los abrió y la nariz rozaba la piel, “¡es lindo… muy lindo!” “¡Sophie!” “¡Sophie!” el pene entraba en ese culito “¡aahhh!” “¡aaahhh!” “¡aaaaahhhh!” Leroy estaba satisfecho penetrándola y más escuchando esos gemidos de ella, “¡recuerda mi pene en tu culo!” “¡promete que siempre lo recordarás!” ella gemía ante el embiste del pene en su culito, apasionadamente el pene entraba y salía por ese culito, parecía que iba a descargar en ese culito pero se contuvo, “¡date vuelta!” así lo hizo abriéndose de piernas, la cama era testigo de esa entrega de Sophie, los dedos de Leroy rozaban los labios vaginales humedecidos, sonrió al sentirlos, unieron las frentes y se daban besos apasionados con lengua, “¡vamos a hacerlo… como a ti te gusta mi amor!” se inclinó sobre ella para que ponga sus pies en los hombros del adulto, el pene entraba en esa vagina de diez años, ella gemía, él sentía las entrañas de ella en la punta de su glande y en ese tronco que entraba con gusto, suspiraba y bufaba, estaba todo adentro y empezó amover las caderas adelante y atrás, adelante y atrás, ella pasivamente lo sentía, “¡te lo estoy haciendo con amor!” “¡con amor!” ella suspiraba sintiendo ser sometida sexualmente por Leroy “¡recuerda cuando lo hicimos por primera vez!” “¡recuerda mi amor!” “¡recuerda… fue así!” “¡fue así que te lo metí todo!” ella cerraba los ojos y respondía con gemidos “¡así te lo metí!” “¡así fuiste mía!” “¡mía por primera vez!” ella se aferró a los brazos de Leroy sintiendo la penetración hasta el fondo de su cuevita los movimientos de cadera se hacían frecuentes, hasta que unieron las frentes y fue allí que al inclinarse más el pene todo bien adentro eyaculaba, Sophie sentía el semen dentro de sus entrañas “¡recuérdame así!” “¡así!” “¡recuérdame en tu cuarto a solas cuando estés desnuda!” “¡recuérdame al abrirte de piernas y al pasarte el dedo… piensa que es mi pene que te lo pasas!” el pene seguía adentro de la vagina, ellos unían las frentes, la respiración estaba siendo acelerada, vino bien el sexo acalorado en esa tarde fría, la besaba y sutilmente salía el pene de la vagina “¡te llevas un buen recuerdo de mi… preciosa!” ella quedó quietecita con sus piernas abiertas viéndose lo humedecido de su vaginita con un leve hilillo de semen en los labios vaginales, el pene se lo rozaba por las mejillas, fueron al baño a lavarse las partes íntimas, se manoseaban con el jabón, allí la sentó en el inodoro, ella tomó el pene erecto y se lo llevó dentro de la boca, lo chupaba y lo lamía satisfactoriamente, él se complacía “¡recuerda mi pene cuando chupes helado o cuando comas banana!” ella lo miraba sin dejar de lamer el pene, luego lentamente la inclinó sobre el inodoro y a piernas abierta le fue metiendo de nuevo el pene, la sujetó bien hasta que sintió el pene humedecido en la vagina, la embestía con ganas, todo el cuerpito se movía “¡siente que te lo meto!” “¡siente que te lo meto así!” “¡siente!” “¡siente mi amor!” las pelvis se unían totalmente, los testículos se movían “¡siéntelo mi amor!” el pene se deslizaba dentro de la vaginita, la hacía gemir y eso le gustaba escuchar a Leroy, las caderas se movían mucho, era un gusto para ambos estar así sin lugar a dudas, ya de tanto cansancio de tenerla así fue sacándole el pene, entraron a la ducha a mojarse bien el pene y vagina Leroy orinaba en la ducha pero sorprendentemente Sophie no lo hacía, se limpiaron y fueron a la habitación, al despedirse la abrazó fuerte, “¡cuando vengas a visitarnos no te olvides de venir!” “¡te estaré esperando mi amor!” la abrazó con fuerza y le dio muchos besos “¡espera… toma!” le dio un par de billetes, ella los guardó con gusto y salió de la habitación, Leroy fue a la casa donde antes le hizo el amor a esa pequeña de diez años y fumaba, el ambiente no estaba tan malo como para no salir, fue a caminar por las calles vio distante el cuarto de ella en que estaban embalando las cosas, horas después regresó luego de haber tomado algunas copas, vio a Sophie animada con los enseres que ordenaba, la mudanza vendría a primeras horas de la mañana siguiente, Sophie y su familia celebrarían la navidad en su nueva ciudad, al pasar a su cuarto se encontró con la anciana y los padres de Sophie quienes le agradecieron por el cuidado que le habrían brindado a sus hijos, lamentaban no poder estar en navidad, Leroy lo comprendía, se despidieron con un sentido abrazo, ya momentos antes lo habían hecho con Valentín y su familia, así como con otros vecinos, Leroy subía a su cuarto a sentirse solo como siempre con la tristeza de saber que ya no disfrutaría de ese cuerpo hermoso de Sophie, se acostó en la cama meditando con un puro, escuchaba la radio con canciones de moda que emitía, de pronto le dio un sobresalto saltando de la cama al escuchar toques de puerta, pensó en Sophie, creía en el segundo round, sonrió y al abrir la puerta vio la figura de Aiden, aquel precioso niño de siete años que se rascaba con una manito el traserito y se la llevaba como arreglando su pantaloncito “de parte de mi abuelita” estiraba sus bracitos dándole una funda de papel cuyo contenido era un recipiente con el nombre de “Valentín” Leroy sonrió, el niño dio cuenta de la equivocación, pidió que le entregase la funda y salió en presurosa carrera, Leroy miró al niño de regreso, “¡ahora sí… de parte de mi abuelita!” el contenido ahora tenía su nombre, le hizo pasar y le agradeció el gesto, le preguntó la hora de salida y hacia qué estado irían el nene no supo contestar, se metía la mano por el rasero vestido, Leroy le preguntó si Valentín estaba solo en su cuarto, Aiden con naturaleza infantil le asintió, Leroy sonrió, le hizo sentar a su lado preguntándole si deseaba una gaseosa a lo que el niño brincando de gusto asentía, se sentó a beber, las manos de Leroy rozaban los muslos del niño que le miraba sonriente, le acariciaba y le besaba el pelo, al terminar de beber le dijo “¡te tengo una sorpresa para que te la lleves!” “¡ven… acompáñame!” y así fueron al dormitorio testigo de horas antes del sexo entre Sophie y Leroy, sacó de encima del armario un cuarto y al abrirlo el niño se maravilló viendo algunos juguetes “¡elije los que te gustan!” el nene eligió los dos más grandes, Aiden los tocaba con gusto mirándolos con atención, Leroy lo abrazaba por detrás inclinando su cuerpo posando su rostro sobre el pelo del niño “¡te gustan!” “¿verdad?’” el nene sin dejar de mirarlos y tocarlos asentía gustoso “¡los tendrás!” le rozaba la nariz por el cuello oliéndole “¡sólo tienes que jugar conmigo al papá y ala mamá!” le daba besos en el cuello que la piel se le ponía de gallina al nene al sentir se roce de labios, el nene de siete años seguí viendo lo juguetes, Leroy los apartó y lo marcó al nene acostándolo en la cama, lo besaba en las mejillas y en la frente, el nene miraba los dos juguetes en la mesita “¡ya ves… a diferencia de Valentín yo si te voy a regalar esos juguetes como despedida!”, “¡sólo déjate mi amor!” “¡anda… juguemos!” le quitó los zapatos y calcetines besándole los pies bien formaditos de dedos alargaditos que tenía, “¡son muy bonitos tus pies y dedos!” los olía y los besaba, lentamente le fue deslizando el pantaloncito luego el calzoncillo, le besaba las piernas y los muslos llegando a su penecito besándolo y chupándolo, le lamía los testículos “¡son tan bonitos… tan suavecitos!” el nene suspiraba viendo ese movimiento de lengua estando las piernas bien abiertas, “¡quiero sentirte de piel a piel!” le sacó la remera y el abrigo que llevaba puesto quedando desnudo el pequeño Aiden, el adulto le contemplaba así desnudo acostado en la cama, “¡juguemos!” Leroy lo acostó a Aiden sobre su cuerpo “¡chúpamelo!” los labios de Aiden lamían el pene de Leroy a la vez que el adulto tomaba el penecito lamiendo el tronco del penecito así como los testículos lampiños de siete años, “¡es delicioso… muy delicioso!” chupaban y lamían ambos a la vez formando un 69 fabuloso, Leroy deslizó el cuerpito de Aiden con la idea de olerle el culo y cuando quiso pasar la lengua por la separación de los glúteos vio y olió restos de semen, sonrió pensando que Valentín se le había adelantado, “¡ven… vamos acá!” se separaron, lo tomó de la mano, entraron al baño, lo encorvó en la ducha, el agua se deslizaba por el culito pasándole las manos limpiándole el culito, “¡ahora ya estás limpio!” lentamente Aiden de siete años se puso en pie, Leroy lo toma de las manos sentándole sobre la tapa del inodoro, “¡acuéstate!” “¡eso… así!” ya recostado el nene sobre el inodoro le hizo abrir de piernas poniéndolas sobres sus hombros, se acomodó inclinando su cuerpo adulto con mucho cuidado para rozarle el glande en la entrada del culito, cerró los ojos sintiendo ese roce “¡aquí seguiremos jugando!” el nene cerraba los ojos, “¡siente que jugamos!” el nene a ojos cerrados abría la boca emitiendo exclamaciones de gemidos “¡aaahhhh!” el pene entraba “¡aahhh!” “¡quietecito… quietecito!” “¡aahhhh!” “¡ya casi!” “¡aaaahhh!” “¡ya casi!” se inclinó más y así “¡aaahhhh!” el pene entraba todo “¡aaaahhh!” Leroy aun a ojos cerrados se complacía al sentir que todo su pene estaba dentro el culito de Aiden, “¡eres mío!” “¡ese culito es mío!” se movían suavemente las caderas haciendo que los piecitos del nene se agiten al aire “¡recuerda mi pene!” “¡recuerda este momento en que te lo meto!” seguía deslizando el pene en ese culito “¡recuérdame cuando vayas a defecar!” ahora los movimientos se hacían más seguidos “¡recuérdame!” cerraba los ojos sintiendo placer de meterle el pene en ese culito “¡recuérdame!” le estaba dando pene en esa postura igual que momentos antes le había dado a Sophie la hermana del pequeño de siete años, mordía los labios de solo sentir el placer acelerando el movimiento de caderas, “¡siente y recuérdame cuando estés a solas rozando el culito con tus dedos!” “¡recuerda mi pene y de lo que te hace!” “¡de lo que te está haciendo!” cerraba los ojos el nene gimiendo tras las embestidas de pene en su culito “¡aahhh!” “¡ahhhh!” “¡recuerdame!” “¡recuerdameeee!” “¡reeeecceerrrdameeeee!” de pronto Aiden sintió semen en su interior del culito, instantes después los dos cuerpos estaban encorvados de piel con piel, lentamente Leroy se apartaba del niño bajando las piernas que ahora quedaban abiertas con los pies sobre e piso, el hombre se puso en pie viendo al niño a ojos entreabiertas cuyo pecho se movía tras respiración acelerada, sus manitos rozaban el penecito erecto, estuvo así estático sobre el inodoro por unos instantes hasta que Leroy lo toma de las manos levantándole del inodoro, lentamente lo condujo a la ducha “¡voy a limpiarte el culito!” el agua pasaba por el traserito llevándose los restos de semen, “¡ya está limpio tu culito!” las manitos de Aiden se pasaban por los glúteos metiendo los dedos por el culito llevándoselo a la nariz comprobando su limpieza, “¡ahora límpiame el pene… Aiden hermoso!” así las manitos de Aiden pasaban por el tronco del pene al caer el agua de la ducha “¡te gusta mi pene!” le acariciaba el pelo “¡es mejor que el de Valentín!” “¿verdad… Aiden?” el nene hizo una pausa en el movimiento de manos le miró al rostro a Leroy quien le preguntaba insistente “¿verdad?” Aiden simplemente sonrió y continuó pasándole la mano mientras Leroy continuaba acariciándole el pelo al niño, ya salidos del baño le dijo “¡ven acuéstate!” “¡no te vayas!” se acostaron en la cama, Leroy lo puso delante de su cuerpo ya acostados de perfil, una pierna se posaba sobre la cadera del niño que sentía los golpes de respiración de Leroy, sentía el roce del glande en su culito desnudo, “¡Aiden… cógeme el culo!” “¡ven!” Leroy se puso en cuatro cual si fuese perrito, “¡ven… métemelo!” “¡métemelo!” el nene estiraba su penecito erecto poniéndose detrás del culito de Leroy rozándole el culo velludo con su pene lampiño “¡eso… eso… así… métemelo!” “¡métemelo!” “¡toma mi culo!” “¡tómalo… anda… es tuyo… sólo tuyo!” el nene cerraba los ojos, a diferencia de no haber disfrutado del culo de Valentín ahora disfrutaba mucho de ese culo adulto, sus manitos se sostenían de las caderas de Leroy para seguirle dando pene por ese traserito a base de roces, se apartó el nene a movimiento de Leroy que lo acostó sobre su cuerpo “¡ahora quiero probar mi culo!” “¡acomódate Aiden!” lo deslizó al nene poniendo su pene en la nariz oliéndole seguido para luego meterse en su boca el tronco del penecito lamiendo además los testículos lampiños, mientras que el el nene fue a tomar el pene de Leroy con sus mantas para lamerle chuparle el pene, los dedos de los pies se movían al sentir gusto que le transmitían el cerebro del nene, le gustaba hacer eso, “¡nunca olvides este momento Aiden querido!” “¡nunca lo olvides primor!” “¡nunca!” luego se tiraron al acama exhausto de tanta postura del 69, exhaustos de tantas lamidas y chupadas de pene, exhaustos de tanta la mida de culo, era el momento de vestirse mientras lo hacia el niño Leroy exclamaba con mucha pena “¡te voy a extrañar mí precioso!” “¡te voy a extrañar!” ya cerca de la puerta y cuando iba a tomar sus dos juguetes lo abrazó al nene por detrás marcándole uniendo las frentes dándose besos prolongados con lengua “¡te voy a extrañar… mi pequeñito!” tenía los bracitos rodeando el cuello del adulto, “¡eres un niño muy bonito… muy precioso!” lo besaba apasionadamente “¡no olvides o que hicimos hace poco!” “¡recuérdame siempre!” lo bajó al piso le toma de las manos “¡ven… aún no te vayas!” “¡ven!” Leroy se sentó y le hizo acuclillar, “¡ven… hazlo ahora… despídete de él!” el pene erecto roaba los labios y mejillas de Aiden para después metérselo despacio en su boca, cerraba los ojos al chuparlo y al lamerlo mientras las manos de Leroy acariciaban el pelo del pequeño de siete años, “¡así… así mi amor!”“¡así… hazlo, hazlo mi amor!” la lengua con su punta rozaba la separación de los testículos lo que le hacía suspirar a Leroy “¡lo haces muy bien!” “¡muy bien!” “¡sigue!” “¡sigue!” “¡sigue… mi amor!” se lo chupaba y lo lamía hasta el cansancio quedando así ensalivado ese pene sus manitos lo acariciaban, lo marcó al niño “¡eres único Aiden!” “¡único… mi amor!” le daba besos apasionados, lo bajó al piso, “¡espera… lleva esto!” le dio un pequeño broche de oro “¡es para ti… consérvalo!” “¡para que siempre me recuerdes!” “¡para que siempre recuerdes de este momento, mi pequeño!” le hizo puño la manito del niño besándosela, el nene lo metió en el bolsillo, tomó sus dos juguetes “¡prométeme que nunca me olvidarás!” el nene entusiasmado con lo que llevaba le dijo “¡no lo olvidaré… se lo prometo!” junto a la puerta Leroy se acuclilló y lo abrazó dándole un beso con lengua apasionado, unieron las frentes, Aiden abrió la puerta y salió dejando a un Leroy acuclillado; los pensamientos de esa escena de despedida se diluyeron en Leroy volviendo ahora a una realidad cuya navidad estaba en su apogeo en aquel diciembre del 1960.
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La vida continuaba en aquel pueblo, todo hacía suponer el estilo que los habitantes llevaban, se comentaba acerca del recién llegado a la estancia de los patrones por parte de campesinos y peones, en esta navidad tendrían a un nuevo miembro en la mesa y eso llenaba de expectativa, Jasmani se presentaba como hombre jovial, alguien como experiencia en los negocios, y como siempre, aprovechaba de las circunstancias para ganarse la confianza de aquellos patrones, empezaba con cuidar a los niños, en especial al más pequeño, y con mucho agrado, la vida de Jasmani retomaba su curso de una segura posible estabilidad laboral, ayudaba en todo y eso a su amigo anfitrión gustaba, en su cuarto pensaba en la gente que dejó allá en la selva, se vino al otro extremo del país de la canela, meditaba mucho, a su mente llegaba el rostro de Ana y Renata, sonreía pensando en aquellos momentos, esos momentos que ahora no tenía acá en este lugar y por lo que actualmente no los había desarrollado y anhelaba hacerlo, recordaba con nostalgia esos encuentros con la madre y con la hija, esos encuentros por esos senderos, por ese río y por ese arroyo, acá había un río pero diferente a ese, sacó un cigarrillo y fumaba pensando con nostalgia, tenía los ojos abiertos cuando como flashback le vino el rostro del pequeño Aarón, fue muy amplia su sonrisa en el rostro, trataba de asociar ese rostro con algún niño de esa edad en este lugar pero aún no lo encontraba, además recordaba aquellas posturas, el pene se puso erecto de sólo recordar ese traserito de niño, recordar su pene deslizándose por esos glúteos, apretó su latente pene vestido a ojos cerrado, de pronto se sobresaltó por su instinto conservador de otrora guardaespaldas, quiso levantarse de la cama, pero una suave voz decía “¡shhh!, ¡silencioooo!” susurraba “¡puede estar dormidoooo!” Jasmani escuchaba la voz infantil susurrar tras la pared, esa voz venía del exterior, lo tenía claro, quedó inmóvil instintivamente, cerca de la cama cayeron restos de polvo con tierra salida del boquete de ese cuarto, algo terroso leve cayó en uno de los brazos del hombre, “¡mira lo que haces!” e dijo el uno al otro “¡cállate!, ¡ten cuidado!” le contesta el otro, Jasmani escuchaba otra voz infantil que decía “¡déjame verlo cómo está!” así que más basura cayó cerca de la cama, Jasmani se hizo el dormido, estaba inmóvil, de reojo muy quieto Jasmani vio a esa claraboya, cerró inmediatamente los ojos, sólo escuchaba las voces infantiles que seguramente eran de dos niños curiosos, “ya vez, está dormido, ten silencio, pues” “¡no te arrimes mucho pendejo!” Jasmani continuaba escuchando “si, ya veo… está en calzoncillos” Jasmani trató de sonreír cuando escuchó “¡lo tiene abultado… es grande!” comentaba el uno al otro “si, es verdad lo tiene grande… como la del burro, je je, je” Jasmani se mordía los labios al disimulo para no delatarse con la sonrisa y seguía inmóvil, así, girando lentamente ante la mirada de los pequeños curiosos por esa claraboya Jasmani entreabrió los ojos y deslizando su mano entre la abertura del calzoncillo rápidamente saca el glande del pene erecto para sobresalir entre la tela así para que los curiosos aprecien esa parte del tronco de carne llena de vida y que hacía vida, “mira, mira, mira” “se movió un pico” “¡cuidado que nos vea!” “¡tranquilo… desde aquí n nos puede ver!” “¡mira… se mueve!” Jasmani se acostó de lado y suavemente agitaba el pene sin abrir los ojos delante de los niños que miraban desde la claraboya “¡oohhh!, “¡es grande!” ¡te imaginas dentro de tu culito… todo eso!” Jasmani escuchaba ese comentario en voz baja y también aquellas risas de baja intensidad “¡no!, ¡en el tuyo que es más grande!” Jasmani lo seguía agitando “mira, mira cómo lo hace” “¡mira… está creciendo!” “¡mira cómo crece!” vinieron las risas infantiles, las más intensas provenían del más pequeño, de pronto Jasmani da vuelta se pone de cara a la cama mostrándole a los curiosos su trasero “mira, eso, mira eso” “¡maestro!” Jasmani con la cara en la almohada sonreía sin que lo vieran “qué lindo lo tiene el señor, me imagino como será desnudo” Jasmani seguía riendo “así lo tienes” susurraban “no, así lo tienes tú de voluminoso” susurraban “calla, te puede oír, déjame verle” susurraban “mejor vamos, ya se me paró, ven acá tú” algo de polvo cayó cerca de Jasmani, “¡deja… cuidado nos ve!” caía polvo “no suelta, déjame, nos podemos caer y nos va a escuchar y nos puede ver, déjame, suéltame, nos puede acusar que lo estamos viendo… vamos” susurraban “sí… mejor, vamos a hacerlo allá donde siempre” susurraban “no, quiero verle más, espérate, deja de manosearme el culo” “¡mejor mira allá!” “¡Bueno, pero después me das tu culo!” “¡Me das también el tuyo!” Jasmani sonreía ampliamente con la almohada, “ya, ya, deja, deja… no me toques” “¡mejor mira al señor!” Jasmani se tranquilizó un poco de reír quedo tapándose la cara en la almohada improvisada de trapos, “oye, cuidado, nos vamos a caer, saca la mano de allí!” “¡ya, ya, deja de tocarme el pajarito” Jasmani parecía no poder contener la risa de lo que escuchaba de esos pequeños traviesos, pero de pronto hubo un silencio, Jasmani quedó así unos minutos y el silencio continuaba, vio de reojo a esa claraboya, no había nadie, se habían ido, Jasmani quedó inquieto ante la presencia de esos dos chicos desconocidos, seguramente pensó que era costumbre de aquellos chicos venir a fisgonear por el sector, el caporal e informó que antes de estar allí en ese cuarto vivieron una pareja de esposos jóvenes que se fueron por asuntos aún desconocidos por los moradores, así que Jasmani pensaba que aquellos chicos deambulaban por el sector fisgoneando intimidades, salió a observar por la única ventana pequeña que tenía el cuarto y no se veía a persona alguna, salió a arrimarse en el marco de la puerta manoseándose el pene erecto no viendo a ser humano alguno, entró a acostarse, era domingo, pocos días faltaban para la navidad de ese año, suspiró largamente sumido en sus sueños, la tarde estaba a todo apogeo ya, vino el calor menguado en la montaña que pese a todo le hacía transpirar un poco, de pronto sintió un poco de tierra con polvo, instintivamente se contuvo a girar a ver a la claraboya pues continuaba acostado de perfil con la mirada a la pared, eran esos niños de nuevo, se dijo para sí, de a poco se volteaba sin que su rostro mirase hacia la claraboya, no quería asustar a los fisgones, simplemente se fue dando de cara hacia la puerta, de espaldas a la claraboya y así acostado se fue sacando el pene al descubierto, lo agitó tanto hasta ponerlo bien rosáceo, los segundos pasaban y se hacían minutos pero no se escuchaba diálogo alguno, sin embargo para Jasmani era como que sentía la presencia de alguien y no se equivocaba por su experiencia de guardaespaldas, se podía ver el pelo de uno de los dos chicos que antes estaban allí, lo tenía en forma de flequillo cubriendo cejas y ojos del pequeño, Jasmani dio cuenta que ahora se trataba de uno de esos chicos, para aquel hombre era desconocido, actuando con naturalidad el hombre recién despierto se sentó en el extremo de la cama estirándose los brazos y bosteando, luego fue recostándose en la cama agitándose el pene vestido a manera de masturbación, de reojo con sumo cuidado Jasmani trataba de no mirar hacia la claraboya, se quitó el calzoncillo deslizándolo cayendo al suelo y continuó manoseándose el pene erecto, los ojos del curioso se agrandaron ante la sorpresa, luego se encorvó pasándose la mano entre la separación de los glúteos, tomó un banano traído de litoral del país de la canela y se lo pasó por entre los glúteos, luego lo olió a propósito para verse ante el fisgón, “aahhh, quisiera uno así de un niño hermoso” “¡quisiera que un niño hermoso me lo meta!” “¡así de este tamaño… y más!” el fisgón tragaba saliva al escuchar eso con sus ojos amplios de sobresalto y admiración, “sí, quiero así de pequeñito ese pene en mi culito!” “¡que sea sin pelos como el banano, así de suave y rosadito, uno así de un niño hermoso que quiera metérmelo” los ojos de admiración del fisgón se ampliaban más hasta el máximo escuchando esas declaraciones de Jasmani “sí, uno de un niño que me haga sentir, así, así, así, así” se pasaba el banano por el trasero diciendo eso, “me gusta uno así suavecito, así de suavecito” suspiró “de un niño que me haga sentir, sí, que me haga sentir con el suyo, con el suyo” el fisgón bajó su mano introduciéndola en el short, se notaba lo humilde de su vestimenta, estaba descalzo, pies polvorientos de igual manera esas manos con mugre en la uñas, desaliñado, pero eso no impedía que se de placer en su pene con su mano viendo a Jasmani que se pasaba el banano por el trasero, Jasmani escuchó en voz baja un “shhh, silencio, sólo mira allá” luego se escuchaba una risa al ver los movimientos de Jasmani, “qué grande lo tiene” suspiraba Jasmani “sí, escuche que le gustan los niños” susurraban “¿de veras?” susurraban y Jasmani escuchaba “sí, le gustan nuestros pajaritos” seguían susurrando el niño mayor recién llegado le dice “¿estás seguro?” “¡no me mientas!” el más pequeño le dice “¡te digo que sí!” el grande manifiesta decidido “si hay plata, si” “¡se lo meto!” Jasmani al escuchar eso se acostó en la cama debajo de la claraboya para escuchar mejor esos susurros, Jasmani quedó acostado dejándose ver la espalda y trasero desnudo “ven, vamos, ya me dio ganas” susurraban “¿qué?… pero si recién lo hicimos” se escuchaba sus susurros “anda vamos, me dio ganas de nuevo, vamos” el chico ordenó “¡yo no voy!” el niño grande le decía “te doy un dulce” el otro reacciona con susurro “¡espera… quiero ver más de lo que se hace!” “¡está divertido eso!” “¡mira!” Jasmani se alzaba las piernas abriéndose el culo pasándose el banano gimiendo como si le estuvieran penetrando “¡quiero un niño ahora, lo quiero!” “¡pago lo que sea… lo que sea!” “¡que me lo meta!” “¡que me lo meta así, así, así!” se escuchaban leves sonrisas, Jasmani disimuló dormirse, “¡ya no se mueve… se quedó dormido el arrecho!” “¡mejor y nos vamos!” el otro decía “¡espera un poco!” “¡se puede hacer cosas!” “¡ya no espero… vamos!” “¡ven… te doy el dulce!” “¡este y el otro!” “¡míralo… ya se paró!” “¡veo que el tuyo también je, je!” “¡oye!… mira lo que dices” le contesta “si, te lo prometo pero vamos allá donde no nos ven en los alrededores de la caballeriza del patrón” luego de unos silenciosos segundos se escucha el susurro “bueno vamos, pero tú dijiste que me vas a dar ese dulce” “¡espero que cumplas tu promesa!” el otro le responde susurrando “si, vamos, vamos, antes que nos vea” “¡ya vimos bastante por hoy… volveremos mañana… si se puede!” Jasmani sintió un ambiente en donde hubo un silencio largo, se escuchó pisadas, Jasmani con cautela vio por la ventana la figura de dos niños diferenciados por la estatura que les daban sus respectivas edades, iban abrazados, muy contentos, rápidamente Jasmani se puso la ropa y sus conocimientos de guardaespaldas le permitió no dejarse ver, la tarde estaba próxima a recibir el ocaso, se escucha las voces susurrantes de los niños, llegaron por las inmediaciones de la caballeriza en un claro cuyo alrededor constaba de tupidos montes entre frondosos árboles con leña dejada allí desde hace tiempo cubierta de maleza, los vio desnudarse quitándose su ropa humilde, eran dos cuerpos desnudos sostenidos de la cintura, agitaban los penes lampiños bien erectos, “vamos, vamos” caminaron a ese lugar debajo del árbol poniendo la ropa como si fuese una cama improvisada “acuéstate, vamos, ya, acuéstate” le decía el niño más alto al más pequeño “acuéstate Federico, acuéstate” diciéndole eso se agitaba el pene “te lo voy a hacer como vimos al señor” el muchacho grande se acostó sobre el pequeño, se movía encima con los ojos cerrados sintiendo gusto, debajo el otro niño pequeño le decía “ya, ya, ahora me toca” Jasmani desde distancia prudente entre los matorrales no paraba de reír estando en ese lugar apartado, el niño grande se puso en posición perrito y el más pequeño lo sostuvo de la cintura “vamos, cógeme, cógeme” le decía el más grande al pequeño “así, así, como te enseñé” el penecito se deslizaba por ese traserito, Jasmani no paraba de sonreír, “ya, ya, ya lo hiciste, ya, se acabó” pero Jasmani notaba que le nene pequeño no quería “ya, ya, déjame, ya” el nene pequeño no lo soltaba así que de un empujón lo apartó “¡Federico eres muy arrecho!” ese nombre Federico, Jasmani lo tendría muy presente, se vistieron y se sentaron, el nene mayor le pasó el dulce que tanto pedía y ya viéndolo disfrutar el dulce le decía a Federico “¿ves que eres muy arrecho?” se acostó encima del nene y con la frente rozándose le decía a Federico “yo te hice así, yo, tu macho” jadeaban y Federico pujaba sintiendo el peso del niño grande que le decía “tú eres mi nenita, no lo olvides” jadeaba diciéndole “eres mi mujer porque sí” ya estaba excitado y lo acariciaba “¡así le dice mi papi a mi mami todas las noches!” las caderas del niño sobre el otro se alzaban repetidamente “¡dime que eres mi mujercita, mi mujer, dime!” el pequeño pujaba “¡dime que eres mi mujer!” jadeaba “¡dime, dime, que eres mi muer!” y ante tanta insistencia, hasta que el más pequeño le decía “¡sí, sí, eres mi marido, mi marido!” pujaba diciendo “¡si, mi marido, pero ya déjame, déjame!” contento de lo que había escuchado ya se apartó del niño, “¡eso, así, no lo olvides, eres mi Federica, Federica!” reía repitiéndole “¡eres mi Federica así, mi Federica, mi mujer, recuérdalo siempre!” el nene se puso cabizbajo, luego se sentaron, esperaron a terminar el dulce y salieron, Jasmani tendrá presente el cuerpo del niño menor de piel blanca en contraste con la piel del niño mayor quizá con uno o dos años de diferencia de aquel niño de piel morena clara, sonrió viéndolos partir.
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La fiesta se daba por partida doble, era navidad y a la vez el cumpleaños de Noelia, estaba muy radiante, este año tocaba celebrarlo con su familia en casa de su padre el anciano Rodolfo Buonanote, la mujer estaba atenta a las palabras de los invitados, también entre ellos estaban su gente de confianza entre los peones de su hacienda, lamentaba la no presencia de su esposo, aún existía aquella brecha entre él y su padre, asimismo lamentaba la no presencia de su hijo Gustavo Adolfo atrincherado en misiones militares por la selva del país de la canela, a pesar de todo disfrutaba de ese cariño prodigado por los asistentes, la fiesta duró hasta el amanecer, ya se escuchaba siempre vivas de los beodos peones en honor de la patrona, hija de uno de los terratenientes del lugar, los invitados iban despidiéndose, personalidades de la ciudad y del pueblo específicamente, su sobrino Luis lo hizo de anfitrión, gustaba de hacer aquello, era un as en el protocolo de organización en fiestas de todo tipo, eso y su amaneramiento sutil lo mostraba así, luego vino el amanecer, el joven Carlos Augusto Rodolfo tomaba las riendas de su caballo cabalgando rápidamente, ansiaba llegar a ese lugar donde alguien muy importante lo esperaba, y no se equivocaba, ella ya estaba allí esperándolo, mientras él amarraba a su caballo ella corrió a su encuentro cruzando el río, se abrazaron, se besaron apasionadamente, cruzaron el río con cautela, llegaron a esa cueva, su cueva, no esperaron a mas para desnudarse dentro de esa cueva, solo que alguien los vio entrar, precisamente ese alguien años atrás siendo niño lo hacía allí con un muchacho mucho mayor que él, con aquel mulato de quince años, coincidentemente ese mulato tenía la edad de Carlos Augusto Rodolfo Del Olmo Buonanote, esperó paciente para verlos salir así desnudos con la seguridad de no ser vistos, irónico, ellos desnudos se bañaban en esas turbias aguas, tenían mucha atracción, la piel es brillaban al escurrir el agua, tenían mucho por amarse todavía, ella una niña y él ya un púber, se notaba los glúteos humedecidos y cómo él la conducía de nuevo a la cueva pero ella hizo un giro cayendo en la arena, insinuando que deseaba más y más, él la complacía penetrándola, haciéndola gemir, el hombre miraba esos movimientos, tragaba saliva pues la tenía sometía a su placer sexual a lo que ella además correspondía, parecían el uno para el otro, así acostaditos estuvieron por mucho rato en el sol de mañana decembrina de ese día después de navidad de 1960, el hombre había visto lo suficiente y tendría presente lo observado, movía sonriente de una manera negativa la cabeza y se perdió entre la maleza de ese bosque tupido, todo hacía parecer que algo revolotea en el destino de esos dos amantes que se declaraban su amor en cada pasional entrega.
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El encuentro casual entre el obeso hombre y Débora la ama de llaves de la mansión Arichabala tenía un estilo muy sutil de saludo, se conocían desde la niñez, habían compartido juntos muchas cosas, muchas cosas, ella fue muy amiga de la difunta esposa de aquel hombre, por esa amistad había surgido siempre el respeto y el decoro que se manifestaba ante los presentes como ahora ante los empleados que estaban a cargo de ella, el mercado era el lugar, el encuentro, había pasado tanto tiempo sin verla, había mucho que contar, pero no en ese lugar, pese a que ese hombre obeso descendiente de indígenas y blancos tenía una gran amistad con los Arichabala pero se guardaba el recelo de conversar con los empleados, le dio una nota a la mujer que de inmediato la puso en el bolsillo, él estaba solo, deseó bajarse del auto a comprar personalmente la fruta que tanto gustaba, frutilla, entre otras frutas, se despidieron como se encontraron, con solemnidad, él suspiró al verla girar la cuadra con dos empleados, tomaba la fruta deseada, su semblante fue de alegría, había visto a un ser muy especial que desde hace buen tiempo no tenía noticias, el hombre continuó con su elección de frutas, de pronto, su sangre se heló, no esperó ver a aquella mujer, iba acompañada de un joven conocido por él, se traba de Pedro Artemio, un referente en la economía en cuanto a sus conocimientos, había venido al país y ahora estaba con ella, el obeso hombre sacó un pañuelo limpiándose el sudor de su cara sin dejar de mirar a la pareja, se notaba empatía entre ellos, tenía mucha fluidez su diálogo, tanto así que sólo faltaba que se entrelacen las manos, el hombre hizo puños, n la olvidaba pese a lo que le hizo, el vendedor quedó viendo el rostro pensativo del elegante comprador temía cortarle ese ensimismamiento, pero aquella pareja al desaparecer de la vista del hombre se volvió a lo que estaba y sonriendo pidió la cuenta pagando con gusto, el comprador dio cuenta de esa expresión y pensó en los celos del hombre por aquella pareja, estaba así de claro, el obeso no podía disimular su incomodidad, el auto se perdió entre la calle concurrida de negocios, dentro el auto el hombre iba pensando en lo vivido, reconoció su incomodidad, ironía, llevaba esas frutas que tanto a él como a su hijo le gustaban, se lo había prometido al ver televisión con crema chantilly, esa noche sería como otras muy especial para ambos aumentando su empatía, tenían una química creciente, el hombre pensaba en su hijo amado, su único hijo sobreviviente de los tres varones que la vida le había dado en tres mujeres diferentes, también adoraba a su nieto pero ahora estaba con su abuela Noelia en la estancia del bisabuelo Rodolfo Buonanote celebrando su cumpleaños, su nieto fue a festejar allá el cumpleaños de su abuela con la intención de valorar aquellas costumbres arraigadas de niño que tanto le gustaban, el obeso hombre llegaría a la mansión, allí ansioso le esperaba su joven hijo, fue entrañable el abrazo de encuentro en la entrada de la mansión, pensaba en todo lo vivido hasta encontrarle, el obeso lo abrazó más diciéndole cuanto lo quería y lo orgulloso que para él representaba ser su padre, el hijo de igual forma entrañable se expresaba de él, ambos abrazados entraron a la mansión, lo que el muchacho ignoraba es que su padre había visto a su madre en aquel céntrico mercado de la capital del país de la canela.
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En el colegio el superior recibía los informes de los alumnos ingresados, ya para el próximo mes tendría nuevas matrículas, alegre estaba por los incrementos de estudiantes en ese apergaminado internado religioso, lo acompañaba el padre Fermín, fiel colaborador en las causas del internado, referente en el liderazgo del superior, veían tan detenidamente cada documento que la expresión de Fermín se iluminó viendo el expediente de solicitud del estudiante César Andrés Arcentales Bohórquez, muy conocido por ambos, tanto así que el superior al escuchar ese nombre dejó lo que tenía sobre el escritorio y se acercó al otro escritorio donde estaba su fiel colaborador, sí, era él, después de algunos años en el exterior había retornado a su país y deseaba seguir estudiando, el superior tomó el documento, parecía irrealizable aquello, pero era verdad, César Andrés Arcentales Bohórquez, otrora niño hermoso retornaba, sonrió y a disimulo de verse muy feliz fue prudentemente a sentarse en su escritorio mostrando la acostumbrada severidad en su rostro, temblaba, fue por agua del bidón, estaba emocionado, no era para menos, lo tendría de vuelta, pero, cómo sería ahora su actitud, cómo, se preguntaba, el consuelo que se fue feliz al verlo de nuevo, se preguntaba si sería su relación como antes, si continuará así, consideraba que ya esperaría ver por esa puerta la figura de un muchacho ya crecido para su edad, ahora mismo tendría catorce años, se decía para sus adentros, miró hacia ese sillón y pensaba en ese pene lampiño las veces que lo hicieron allí, sonrió pensando que ya tendría vellos a diferencia de su último encuentro en aquella despedida al saberse que el niño se iba a otro país, se recostó en el mueble cerrando los ojos pensando en aquel último encuentro en su cuarto, a solas, aquella vez en que hicieron sexo oral, en aquella ve en que él lo penetró, suspiró de solo pensar que fue él quien lo desvirgó analmente, que fue él quien le enseño los pasajes de una ineludible metamorfosis, que fue él quien hizo de aquel niño su obra sexual, se preguntaba si tendría el mismo carácter de tímido y sensible, muy fácil para manipular, el superior contaría los días para volverlo a ver, aunque sea para abrazarlo y si fuese posible besarle la frente en señal de que su cariño y deseo no había terminado y que por el contrario seguía vigente.
FIN DEL DUCENTÉSIMO VIGÉSIMO SEGUNDO EPISODIO
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