METAMORFOSIS 228
Piedra.
Los glúteos de Heriberto se rozaban sobre la entrepierna de su tío Dagoberto nacido en 1936, las manos del tío lo sujetaba de la cintura haciéndole deslizar, se podía ver al tío sentado en el sofá amplio y sobre él la humanidad del niño que tenía deslizado hasta la rodilla el short demostrando el trasero descubierto, las manitos del niño estaban apoyadas en las rodillas adultas, las piernitas estaban abiertas al deslizarse el cuerpito, lo piecitos descalzos se alzaban y se bajaban tal como su agite al viento, la cara del tío se posaba sobre el pelo del sobrino, le besaba el cuello y lamía la oreja, el nene cerraba los ojos al sentir eso por instinto, todos ellos hecho uno en ese momento de roce, Dagoberto disfrutaba de su sobrino al hacerle rozar el pene peludo por el suave traserito infantil que estaba descubierto a su disposición, lo disfrutaba en soledad, le hizo encorvar, así el pene pudo deslizarse de mejor forma al momento de eso la carita de Heriberto se posaba en las rodillas adultas entre sus muslos suaves, le decía algunas frases al oído que el niño nieto de militar aún no entendía, de eso sabía bien el tío sin embrago disfrutaba al decirle lo que sentía de ese modo, estaban en su cuarto, la anciana había salido a comprar y pidió al hijo que lo cuidase, Dagoberto había venido ya del trabajo, así que para él era grato tenerlo así a su sobrino todo ese tiempo, el niño mediante los mimos y cosquillas o luchitas pensaba que así sentados semi desnudos también era un juego grato, el pequeño de cuatro años sin embargo ya iba desarrollando el modo y consecuente iba teniendo experiencia, pese a ser un poco receloso no era menos cierto que también tenía inquietud y esa era la motivación que le daba precisamente del tío hacia su niño hermoso y lindo como le decía para entrar en confianza, así era que el pene punteaba el trasero haciendo gemir al niño, le gustaba escuchar los gemidos del pequeño Heriberto Alpízar, estaba tan ardiente escuchándolo gemir y a la vez sentir plácidamente en ese roce del pene en el trasero del niño que de inmediato sintió que su semen salía del pene peludo recorriendo la piel de los glúteos del niño, lentamente lo separó marcándole y luego poniéndolo arrodillado en el piso en forma de perrito, lo miró así en esa postura, se notaba el semen en los muslos y en parte de su culito, reía agitándose el pene con restos de semen en el glande y parte del tronco, lo pasaba por el traserito del niño que seguía encorvado apoyado en el suelo con sus manitos de dedos alargados, Dagoberto, dueño de la situación se complacía viendo ese movimiento de su pene en ese delicioso traserito de niño bonito, como así decía él, le gustaba ver deslizándose el semen del glande de pene erecto por esa piel del pequeño Heriberto, era una tarde medianamente soleada de aquel segundo viernes de mayo de 1961, tarde de mucha referencia, pues Dagoberto fue al baño por papel higiénico para limpiarse y limpiar a Heriberto cuando por la claraboya no tan alta escuchó que del patio venían voces, vio entonces la figura de un adulto y de un muchacho, se trataban de figuras conocidas para él, más sobre todo, la del adulto, los vio jugar con el balón teniendo mucha algarabía, había otro muchacho del sector jugando con ellos, a César Andrés le gustaba de ser portero, recibía balonazos y ello era parte de aquella algarabía a la que miraba Dagoberto con cierta mueca risible en su rostro, sus ojos bien abiertos definían la visión en la figura de Wilson, desde allí lo miraba con detenimiento, mientras lo miraba a su mente se le venían los recuerdos como un flashback remontándose al pasado, meditaba viéndolo moverse tal cual como aquellos años de su infancia cuando lo conoció y entabló una amistad muy entrañable, Dagoberto recordaba su niñez, al cerrar sus ojos recordaba aquel clima en el campo que por esa temporada era de lluvias y calor, por eso estaba desnudo bañándose en el río, a su tierna e inocente edad brincaba y corría alegre sobre la arena, recordaba a ese hombre escondido entre los montes que observaba el movimiento agitado de su pene y su alegría en la cara al rodar el cuerpo infantil sobre la arena, Dagoberto recordaba por ese entonces que a un costado estaba su hermanita Lucrecia sentada sobre una piedra que da al rio lavando la ropa, Dagoberto se daba cuenta al disimulo que el hombre miraba a todos lados para no ser visto, se complacía viendo a la chiquilla de doce años abierta de piernas donde se apreciaba su vagina, aquella vagina que el hombre había desvirgado y la consideraba solo suya, aquel hombre esperaba con impaciencia el momento de estar a solas junto a ella como en otras muchas ocasiones anteriores, solo que ahora pensó que iba a ser diferente el encuentro, Dagoberto recordaba la cara de aquel hombre miró la posición del sol, le hizo desde lejos en los montes la señal acostumbrada, ella lo observó, sonrió prudentemente y llamó a su hermano para que lleve la ropa y le traiga el almuerzo, Dagoberto también lo había visto sin ser notado, se puso el calzoncillo y llevó la ropa por el camino de herradura lleno de maleza, su casa estaba un poco lejos, iba caminando pausadamente, su pene moviéndose a los lados dentro del calzoncillo, le gustaba ver ese movimiento, abrió los ojos viendo a Wilson y al muchacho seguir jugando con el balón, Dagoberto se estiraba el pene viendo con fijación a Wilson, sonrió respirando lentamente, el flashback se daba de nuevo en su mente, los recuerdos regresan desde aquel pasado, así, Dagoberto recordaba que iba ahora caminando en dirección al río llevando el almuerzo a Lucrecia, iba muy feliz llevando el pequeño canasto, a lo lejos vio a un jinete que se bajaba del caballo, era Wilson, aquel chico de entonces dieciséis años, cuyos padres trabajaban en la ganadería de Carlos Felipe, el pequeño Dagoberto de siete años pasó cerca del Wilson saludándose, eran amigos de juegos en el río con otros chicos, Dagoberto se sentó a descansar, Wilson miraba jocosamente el calzoncillo del pequeño en la que se mostraba el pene salido por una manga, Dagoberto estaba sentado sobre una roca, abierto de piernas con la punta del pene expuesto rozando sobre la roca, mientras conversaban vio que el niño jugueteaba su pene con los dedos de forma inocente, Wilson bajó la cremallera del pantalón abriendo la tela mostrándole el pene salido de su calzoncillo, el niño se rió al ver que Wilson imitaba los manoseos que se hacía en el pene, ambos imitaron los movimientos a manera de juegos, no paraban de sonreír, Dagoberto pensó que era un juego pero Wilson sabía que era algo más y se estaba aprovechando de la situación, Wilson no había hecho sexo desde hace cinco días y estaba inquieto por masturbarse, vio en el inocente pequeño Dagoberto la posible salida a su necesidad sexual del momento, Wilson vio a los costados asegurándose no ser visto, se levantó entrándose al monte amarrando al caballo a pastorear, desde ahí le hizo señas al niño que lo siguiera, el inocente pequeño tomó su canasto y se adentró con Wilson, llegaron a un frondoso árbol a su alrededor había hojas secas y un par de rocas pequeñas algo planas, vieron por unos instantes el lugar, Wilson se desnudó enfrente del pequeño haciendo movimientos graciosos que a Dagoberto le hacía reír, sacó de su bolsillo algunos centavos mostrándoselos al niño que al verlos se inquietó, el muchacho las puso de nuevo en el bolsillo, el chiquillo le pedía que se los regalase, Wilson con sonrisa complaciente frotaba el pelo del pequeño y se dirigió hacia el frondoso árbol, en una de aquellas rocas se sentó Dagoberto viendo orinar a Wilson en el árbol, Dagoberto se acercó junto a Wilson a orinar, el pequeño travieso le mojó la pierna con orina, Wilson saltaba graciosamente haciéndolo reír, lo sostuvo de las caderas al pequeño bajándole con violencia el calzoncillo dejándolo desnudo, luego alzándolo un poco frotándose los penes así parados, lo acostó sobre las hojas secas que simulaban colchón natural, ahí le hizo cosquillas revolcándose sobre las hojas, Wilson lo detuvo al pequeño quedando acostado boca arriba algo abierto de piernas, sus caras estaban unidas, Wilson pasó la nariz por la frente y pelo del pequeño oliendo su característico aroma de niño de campo, Dagoberto sintió pujando el peso del cuerpo de Wilson, sintió que su penecito era frotado por el pene erecto de Wilson, ante tantas pujadas de Dagoberto se detuvo el movimiento de caderas de Wilson, levantó al pequeño quitándole las hojas del pelo y resto del cuerpo, había perdido su sonrisa estaba algo tímido, Wilson se dio cuenta y pese a ello momentos después siguió con el juego de las cosquillas haciéndolo reír nuevamente al pequeño logrando recobrar la confianza, ahora ambos revolcándose sobre las hojas, Wilson y Dagoberto tomaron la punta del pene con los dedos oliéndose los restos de orinas, sentó al pequeño sobre la roca se arrodilló frente a él abriéndole las piernas, la punta de su lengua lamia el prepucio que recubría el glande del penecito, deslizó el prepucio infantil quedando expuesto medio glande, volvió a poner la punta de la lengua en el glande, le preguntó al niño si le estaba gustando, la respuesta del pequeño fue una sonrisa amplia y asentimiento, Wilson abrió toda su boca introduciéndose todo el pene del pequeño que aumentaba la risa, Wilson mamaba y chupaba, mamaba y chupaba, mamaba y chupaba, Dagoberto reía, reía y reía, Wilson recostaba a Dagoberto de pecho sobre la roca, le abrió las nalgas, el pequeño sintió el dedo de Wilson con la saliva entre las nalgas llegando al ano lubricándolo, le preguntó que le iba a hacer, Wilson respondió que solo era un jueguito, el muchacho lamió por unos instantes las nalgas del pequeño, le preguntó a Dagoberto si sentía rico, él le respondió que sí, Wilson hizo una mueca de risa luego hizo movimientos de masturbación al pene de Dagoberto y le volvió a preguntar si le gustaba y de nuevo el pequeño le respondió que sí, Wilson puso nuevamente saliva en el ano del pequeño, chupaba y lamia las nalgas al mismo tiempo que frotaba el pene del pequeño, la lengua de Wilson arremetía el ano, el pequeño gemía con placer, la lengua de Wilson había cumplido con darle placer al sorprendido Dagoberto, el pene estuvo entre las nalgas de Dagoberto que recostado apretaba los dientes, el pecho de Wilson se posó sobre la espalda y cabeza de Dagoberto, Wilson sujetó apretando con su cuerpo contra la roca a Dagoberto, Wilson empujó con toda su fuerza la cadera haciendo la penetración total, aquel hombre bajó con fuerza las caderas deslizándose el pene entre la saliva rompiendo y abriendo el ano, Dagoberto daba un grito desgarrador al ser sodomizado el pene latiendo del ano desvirgado, al mismo tiempo, el mete y saca, gemían, sollozaba, las lágrimas escurridas, el pene por unos instantes dentro de ese ano infantil desflorado, Dagoberto arrimado a la piedra tembloroso sentía cómo el pene de Wilson se apartaba de su ano, se desprendió del pene de su macho con dolor y angustia el niño con dificultad se puso en pie muy pensativo dejándose limpiar, tiempo después la carita llorosa de Dagoberto recibía solo indiferencia y algo de temor dibujado en el rostro de Wilson yéndose del lugar no sin antes darle unos centavos a cambio de su silencio, el pequeño sodomizado vio al jinete montarse a caballo perdiéndose por el sendero bajo un sol ardiente, no dejaba de rozarse los dedos entre las nalgas con un agudo dolor que lo hacía caminar lentamente no dejaba de mirar los centavos que los había puesto en la tela que cubría el almuerzo, al mismo instante Wilson galopando rozaba su pene sobre el calzoncillo recordaba los momentos vividos con el pequeño, se propuso no dejarse ver de él por un tiempo pero decidió que lo volvería a coger por el camino si lo volvía a encontrar dándole otros centavos, sabía que su debilidad eran los centavitos, se había desarrollado otra metamorfosis en el pequeño Dagoberto, caminó pensativo con su ano adolorido cerca de la orilla del río, terminó de limpiarse, el dolor era fuerte, habían restos de llanto en sus mejillas, pero pese al dolor se rozaba las nalgas con los dedos, había algo de gusto en aquello, que él no podía describir, seguramente por su corta edad, el pequeño caminó muy lentamente manoseándose las nalgas, por un largo rato siguió su camino hasta llegar donde estaba Lucrecia su hermana, de igual forma ella estaba muy pensativa, probó poco bocado pues estaba frio el almuerzo y también su estado de ánimo no era el de comer, a Lucrecia le dolía el ano, lanzó el resto de comida al río donde los peces dieron festín, el pequeño muy pensativo estaba sentado sobre la arena húmeda, sintió mejoría, ya la sangre había dejado de emanar, pero al pasarse el dedo sentía molestia de ardor, fue entre los montes a defecar, al principio le daba miedo expulsar por el dolor que sentía pero poco a poco fue botando el excremento mezclado con hilillos de sangre, era muestra de la sodomía que había tenido, la contempló por un instante, con miedo lo tapó con arena, por coincidencia a su lado vio otro bulto de arena recién hecho, seguramente era el de su hermana, al despejar la arena con un palo se dio cuenta que no se había equivocado y que también tenía sangre, el pequeño Dagoberto con su inocencia pensó que seguramente esa sangre era de la comida con mucho picante con tomatillo rojo y pimentón chile que había comido su hermana con mucha gula la noche anterior, cubrió de arena, escuchó su nombre en boca de su hermana que le ordenaba ir a casa, ambos hermanos caminaban pausadamente sin decirse que habían sido sodomizados al mismo tiempo, la vida ya no sería la misma para ambos, el destino les tenía preparado muchos sucesos desde aquel año de 1943 y así fue su pensamiento, los ojos de Dagoberto se abrieron bruscamente al sentir el paso de las manitos de su sobrino por las piernas, había vuelto al presente, le sonrió, le limpió el traserito y lo marcó viéndole a los ojos, aún Wilson y el muchacho continuaban jugando con el balón, asomó el rostro del niño por la claraboya, luego fueron al cuarto de Dagoberto, el tío recostado fumaba pensativo, no se atrevía a salir, le daba recelo ser visto por Wilson, aunque se habían encontrado por algunas ocasiones en las calles capitalinas y tenían una amistad aceptable, pero nunca olvidaría lo que le hizo en aquel lugar del campo, el pequeño Heriberto jugaba en la sala y brincó de alegría viendo la entrada de su abuela que cariñosamente estiraba su mano dándole un dulce, entró al cuarto donde estaba Dagoberto, le informó que allí estaba lo pedido, le dijo que saldría con el niño donde la vecina, Dagoberto de gana asintió como aprobando, la anciana tomó al niño y en su salida ya estaba la vecina esperando para ir a ayudarle a cocinar, Wilson y César seguían jugando con el balón, el niño estaba sentado en un rincón los miraba, tiempo después Wilson se acercaba a preguntarle al niño algunos detalles triviales, César completaba la información, a rato Wilson se despide, al entrar en la cocina su sorpresa fue mayor al verla a la mamá de Dagoberto, el saludo fue afectuoso a la vez que la despedida, después de tantos años se miraban, con cierto recelo se retiró de ambas mujeres que tenían mucha empatía entre sí, a Cesar le dio ganas por micciar y fue al baño, el niño seguía sentado en el rincón ahora con la pelota entre sus manos, se levantó pateando el balón, al mismo tiempo Dagoberto desde su cuarto salió en dirección al baño, escuchó el ruido del balón, los ojos de Dagoberto miraban desde la claraboya hacia donde Heriberto jugaba con el balón, el niño escuchó una especie de llamado salido de los labios del muchacho, vio hacia el baño por unos instantes, al mismo tiempo que Dagoberto, se abre la puerta pequeña del baño y Dagoberto apenas puede ver el rostro del muchacho, instantes después la cara del muchacho ingresa al baño pero luego desde allí la mano se agita llamando al niño, con mucha atención Dagoberto ve cómo su sobrino ingresa en el baño donde el muchacho también estaba dentro, Dagoberto ya se imaginaba lo que estarían haciendo, y no se equivocaba, pues luego de unos cortos minutos el niño salía cabizbajo jalándose el short por detrás, y se puso a jugar con el balón, mientras tanto, el muchacho salía del baño a jugar con él estirándose el short por delante, Dagoberto viendo desde la claraboya reía ampliamente, miraba las manos del muchacho que se metían en el short estirando seguramente el pene, jugaron un tiempo con el balón hasta que ahora el muchacho le dijo algo en el oído del niño, instantes después el muchacho se metía en el baño, luego lo hacía Heriberto, ahora Dagoberto a través de la claraboya miraba solo la puerta cerrada del baño y el balón en el suelo justo a la entrada del baño, escuchaba unos gemidos que eran de Heriberto saliendo del baño, Dagoberto se inquietó, tragaba saliva, sabía la causa de esos gemidos de su sobrino, se imaginaba de lo que se trataba, cerraba los ojos y pensaba lo que en su niñez pasó con Wilson, y al abrirlos fue a causa del llamado de la madre del muchacho a su hijo, instantes después Dagoberto vio salir al muchacho, se iba arreglando el short en paso acelerado, su mirada estaba en el baño esperando ver a salir a su pequeño sobrino que lo hizo minutos después, se arreglaba la ropa, estaba despeinado con polvo en el pecho y en la espalda, tenía una mano dentro del short por el traserito, se sacaba la mano del short pasándosela por la nariz repetidamente, luego que el niño tomaba el balón sentándose en el rincón, cansado de esperar se puso en pie arreglándose el short continuando con patear el balón, llegó el muchacho dándole un dulce, que lo disfrutaba con gusto, Dagoberto se apartó de la claraboya, era el momento de salir, el muchacho y Heriberto continuaron jugando con el balón, momentos después de un taxi se bajaban una pareja muy elegante, se trataba de Vladimir y Agripina, la dueña de casa los esperaba, para la anciana era el momento de retornar a su cuarto con su nieto, Agripina se saludó cordialmente con el muchacho, paradójicamente se notaba su atención mutua en forma cordial, a los pocos minutos llega el anfitrión disculpándose por el retraso, la charla fue amena, Agripina estaba muy atenta a las observaciones de negocios que recibía Vladimir, en realidad la visita fue muy productiva pues se afianzaban los lazos de amistad entre las dos parejas y el industrial que había heredado la fortuna de su suegro para ser administrada.
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La vegetación selvática estaba húmeda, como húmeda se encontraba la vaginita de Renata que la rozaba con su dedito índice de gran sobaje en la piel, la nena estaba con una pierna en alto cuyo talón se apoyaba en la pared de bambú hecha en la ramada, se miraba el largo de su pierna y su camisón de vestir que daba a su desliz en su barriguita, se podía ver que deslizaba su mano por el muslo hasta toparse la vaginita, se encontraba sola, por eso lo hacía con seguridad, su madre y hermanito estaban en la hacienda del patrón, a ella le tocaba los quehaceres de la ramada, ya para ese entonces lo había hecho, miró la puesta del sol por la ventana, siguió rozándose la vaginita, cerraba los ojos y suspiraba, lo recordaba, sí, recordaba aquellos instantes buenos y malos, recordaba aquellos gestos que están clavados en su mente, continuó rozándose la vaginita ahora con mayor énfasis, sabía que ya era el momento de partir a verse con él, ella lo deseaba tanto como él a ella, así lo sentía, deseaba estar en ese roce de cuerpos, deseaba, sí, lo deseaba, pese a que a veces le venía el recelo tras recordar esa fatal escena en la que fue asesinado su padre, aun así lo deseaba, la había hecho su mujer, así lo sentía, sentía que su cuerpo le pertenecía a él, miraba otra vez la puesta de sol en el cielo, pensaba que ya era el momento, pero se contenía, el dedo pasaba por la vaginita llevándoselo a olerlo a la nariz, le salió una sonrisa, recordaba el semen que le dejaba siempre, miraba su pie alzado, recordaba las veces que se lo besaba, por allí iniciando sus besos pasando por los muslos hasta llegar a lamer la vaginita, suspiraba de sólo pensarlo, se sentó en su catre mirando cabizbaja el entablado rustico de la ramada en que vivía, sonrió, sabía que muy pronto se encontraría con él, se lo había prometido mutuamente, deslizó sus pies por las sandalias, él le había dicho que tenía unos pies hermosos y eso le levantaba la autoestima a ella, la vida continuaba como los minutos, llegando el instante de revisar la seguridad del gallinero, la porqueriza y los cereales acumulados en esa pequeña bodega improvisada e inacabada por su difunto padre, Renata pasó por el puente improvisado sobre el arroyo, ese mismo arroyo que ocho lomas arriba era testigo de sus encuentros con él, se lavó la carita viéndose de cuclillas con el camisón, no tenía puesto el calzón viéndose sólo los labios vaginales, los piecitos estaban juntos a las sandalias, recordó las palabras de aquel hombre que le decía que le gustaba verla puesta con ese calzoncito de figuritas infantiles, corrió a la ramada y agitada buscó debajo del catre en el cajoncito donde guardaba sus prendas intimas aquel calzoncito, lo vio con amplia sonrisa y de inmediato lo olió a naftalina y se lo puso, bajó presurosa aquella escalera rustica, casi cae al bajar, vio la puesta del sol, era el momento de estar con él, se angustiaba, a través de los jadeos se notaba aquel palpitar, cruzó el entablado del arroyo, pasó rápidamente por aquella cueva en la que jugaba, vio enfrente la maleza selvática y con una vara iba delimitando más el camino por el sendero que lo llevaba a la margen del arroyo, en su camino escuchaba voces de animales y ruidos familiares, miraba la espesura del bosque, una tras otra loma iba avanzando, ya estaba casi por la mitad del camino, miraba la puesta del sol de la tarde por el cielo, cuando de pronto escuchó silbidos originales que sólo ella sabía de quien se trataba, lo que le molestaba era que no sabía bien en qué dirección venían, daba vuelta sobre su propio terreno, giraba atenta al nuevo silbido, escuchó que venía de lo alto de aquella loma cercana, camino por allí por ese sendero estrecho, entre matorrales se daba paso, una de las sandalias se le salió y se encorvó al ponerla allí vino otro silbido ahora más cercano de intensidad sonora, alzó la mirada dio unos pasos y ya allí lo vio sentado en su caballo, estaba encantada al verlo, brioso y altivo el jinete le sonreía, le estiró la mano para subirla al caballo, así, sintió ese cuerpo sudado, ese olor característico en niñas de campo sudorosas, las manitos estaban temblorosas que se rodeaban la cintura del jinete, “ahora te llevare a conocer algo” ella apoyó simplemente la cabecita en el pecho, agachó la cara para oler el pelo de Renata, “mujer, te va a gustar el nuevo lugar adonde vamos”, el caballo inició el lento galope entre la espesura, los matorrales iban creciendo de altura, el movimiento de cabeza del caballo iba agitándose cada vez más, de pronto alzó las coces lentamente lo cual alertó al jinete sujetándola a la pequeña, le iba besando el pelo diciéndole: “es un lugar precioso en donde podemos estar solos tu yo” le seguía besando el pelo y oliéndolo “solos tú y yo… preciosa” estiró el brazo en delante del rostro de Renata “mira” los ojos de la pequeña se abrieron más ya que se trataba de un grupo de piedras planas sobre el suelo, rodeada de maleza y arena que las delimitaba, arena blanca y suave que al poner los pies en ella sentía agradable, tanto así que se apartó de las sandalias para caminar, los piecitos que tanto le gustaba ver al jinete se posaban en la arena, el pelo de la nena se agitaba al viento, estaban en parte de la cima de una de las lomas del sector, el jinete la miraba aún montado en el caballo, el camisón puesto se agitaba al viento a la vez su pelo, daba giros sobre las piedras anchas y muy planas como si mano gigante las hubiese tallado, el lugar era acogedor, el jinete se apeó del caballo yendo a amarrarlo, estaba muy alegre y complacido al ver feliz a la descalza nena sobre el lugar, corrió a abrazarla sujetándola por detrás diciéndole al oído “¿te gusta el lugar?” ella asintió ante las cosquillas recibidas, la tomó de los hombros “ven quiero mostrarte algo aún más interesante que no has visto” el ceño de la nena se frunció, pensó todavía había algo más que esto, “son pocos los que han visto esto” ella abría la maleza “ven, a ver” ella caminaba junto a él, la caminata no fue tan extensa como ella se imaginaba “de niño lo descubrí con otra persona” Renata vio una pequeña entrada de una cueva, “ven” ella obediente entró con recelo, vio que el jinete tomaba una vela con restos de esperma, la encendió y entraron, las manitos de ella iban rozando la forma rocosa con que estaba hecha la cueva, “ven, no tengas miedo” le acarició los hombros estimulándola a seguir adelante “ya he estado varias ocasiones aquí” la nena se sorprendió que más al fondo había luz, la vela fue apagada, para sorpresa de ella habían otras piedras parecidas a la salida de la cueva con la misma arena “¿te sorprende, verdad?” la niña mirando a los alrededores asentía con ojos y boca abierta, caminaba descalza alzando la suave arena con los piecitos infantiles que tanto gustaban al jinete, la abrazó por detrás marcándola en sus hombros haciéndose girar, la niña alzaba y estiraba los brazos en señal de gusto por estar en ese bello lugar lleno de flores tupidas, la bajó despacio quedando ella en su delante, los besos en el cuello no se hicieron esperar al decirle “¿quieres hacerlo aquí?” ella hizo una pausa en la contestación, tenía la mirada fija puesta en el lugar, le estaba atrayendo más de la cuenta, los pájaros, la vegetación, otros ruidos entre la maleza, hasta que luego de sentir aquello giró y viéndolo al rostro le asintió con una sonrisa que él con otra le respondía, la alzó hasta marcarla “ven, vamos a cogernos” le dijo con sutileza, ella iba abrazada a él por el cuello, le iba dando de besos en las mejillas, entraron en la cueva, entre el claro y oscuro se abrazaron y se besaron “tranquila, aquí nadie nos ve” la acaricio “ven, vamos a cogernos como te gusta” tragando saliva fue desvistiéndola “tienes puesto el calzoncito que me gusta” se inclinó en delante de ella y besaba desaforadamente ese calzoncito, olía agradable “huele a orina” le pasaba la lengua por la tela “muy rico” le pasaba la nariz, con los dientes lo fue deslizando, ella acariciaba el pelo del hombre adulto, mordía los labios y cerraba los ojos, de eso dio cuenta el hombre para sentarla sobre una gran roca de la cueva abriéndola de piernas pasándole la lengua por el clítoris haciéndola gemir recostándole poco a poco en la roca, así también poco a poco el jinete se iba sacando la camisa, en su delante estaba ella quietecita, sonreía viéndolo a la vez que su manito derecha se pasaba los dedos por la vagina sin dejar de sonreír, ya le gustaba ello, le dijo a la nena que se ponga en pie, puso la ropa sobre la roca, la volvió a sentar y abrirla de piernas, el jinete cerró los ojos, le vino un flashback que pronto lo controló abriendo los ojos, agitó el pene “mira a tu amiguito” ella sonrió “quiere jugar en tu cuevita” ella miró ese glande y tronco de pene agitado “¿lo dejas jugar?” ella asintió “bésalo ¿sí?” ella estiró las manos se incorporó y se arrodilló luego pasando el glande por las mejillas, luego por el cuello y parte de los maxilares para luego lamerlo e introducirlo en la boca, así el sexo oral duró unos minutos, el jinete se contuvo, “ahora acuéstate” ella obedeció, “míralo, quiere entrar en tu cuevita” ella se acostó voluntariamente abriéndose de piernas y cerrando los ojos para sentir ser penetrada, eso es lo que había pensado, eso es lo que había anhelado sentir al momento en que estaba pensativa, sola en su ramada pasándose la mano por la vaginita, ahora era real, le gustaba que la penetre, irónico, el asesino de su padre, a la vez aquel hombre que la había violado ahora la penetraba y ella se dejaba con gusto, atrás quedaban mortificaciones y recelos, el hombre adulto gemía de placer “así, así, me gusta cogerte” jadeaba besándole el cuello “así, recuérdame siempre… cogiéndonos” jadeaba, de pronto cayeron al suelo, él al puso encima “vamos ahora cógeme tú, anda nena” ella a ojos cerrados movía su cadera, ahora ella empujaba para ser penetrada, “así, así, mi amor” las manos del jinete las sostenían de los glúteos, ambos cuerpos desnudos ahora giraban sobre el piso con cuidado de no dañarla, quedaron acostados de cara a la cueva “¿te gustó?” ella asintió en respuesta, sonrieron viéndose pene y vaginita “y, pensar que todo mi paquete ya te calza dentro” le dijo sonriente mientras agitaba el pene peludo a vista de Renata, “ven, vamos acá” ella salió de la cueva tomada de la mano “mira, aquí seguiremos cogiéndonos” el viento golpeaba el rostro y pelo, “ven, acuéstate” la acostó sobre la roca, en el centro de la roca más grande a sol visto el cuerpo del jinete se acostaba sobre el de la pequeña “siente el olor de mi cuerpo, no lo olvides” luego mientras ella seguía acostada él besaba los glúteos abriéndolos para oler la entrada del ano “recién defecaste, ¿verdad?” ella se limitó a sacar de sus labios un “sí” el jinete rió, fue por papel que tenía en el bolsillo, la acostó de espaldas abriéndole las piernas pasándole el papel mostrándole los restos de excremento “mira, rico” le dijo sonriente ella respondiendo del mismo modo, de la boca expulsó saliva en el ano, con un dedo le iba introduciendo, ella exclamaba, puso saliva abundante en el glande, “siente cómo mi pene entra en tu otra “cuevita”, la hizo gemir, así, ella con sus manitos se aferraba en los brazos de aquel hombre, “recuerda mi pene al defecar, mi amor” “recuérdalo” así el pene del jinete entraba con la ayuda de la saliva aun así creando gemidos en ella, la nena pujaba y gemía a la vez “siente cómo te penetro por el poto, tesorito” jadeaba “siente, siente mi amor” jadeaba “cómo te lo meto” jadeaba “no lo olvides” gemía “no lo olvides” de pronto ella sintió dentro de su ano el semen de aquel hombre adulto, aún lo dejó dentro al pene, luego de a poco con sutileza lo fue sacando hasta dejarlo ver con semen y resto de excremento en el tronco, sonrió “no te lo limpias bien ¿eh?” le hizo cosquillas, ella de la pasividad de haber sido penetrada por el ano y olvidándose de que por él salía restos de semen se dedicó a sonreír moviéndose por la gran roca plana donde había sido sodomizada, el jinete se dedicó a besárselas piernas “las tienes rellenitas y muy hermosas” vio fijamente la vaginita de ella y se vio su pene, la mirada de ella acompañaba la mirada de él, se lo mostraba preguntándole ¿si? ella lo miró “¿quieres?” ella asintió, él se acostó encima de ella acomodando el pene en la entrada de la vaginita, se inclinó sosteniendo las piernas de ella en sus hombros y la penetró suavemente haciéndole gemir, las caderas se movían de lento a rápido “la tienes rica” jadeaba “sí, muy rica, amor” le decía “mira cómo se cogen” jadeaba “mira cómo se desean el uno al otro” jadeaba “siente, siente, cómo te estoy cogiendo” jadeaba “no te olvides de mí” jadeaba “no te olvides de tu primer culión” jadeaba “no te olvides de mí pene cuando vayas a orinar y defecar” todas esas expresiones calaban hondo en la pequeña, en su mente sobre todas las cosas, las caderas se movían más fuerte, el hombre metía todo ese trozo de carne hirviente de placer en esa cuevita infantil, en esa amina infantil, lamentaba no tener más semen para dejarle en esa cuevita, sólo quedaban aquellos restos de semen que había sacado del traserito de Renata, lentamente se apartaron viendo de cara al sol “¿te gusto?” le dijo viéndola al rostro, ella asintió, “¿te gustó el lugar?” la respiración del jinete se calmó minutos después de haberlo hecho, se manoseaban las partes íntimas, “¿quieres de nuevo antes de irnos?” ella asintió con interés, sonrientes se besaron por unos instantes “¿cómo lo quieres… por detrás o por delante?” para sorpresa del jinete en los ojos de él en su delante se formaron dos deditos estirados de la manito derecha de la pequeña, rió diciéndole “golosa”, de esa forma ella voluntariamente se encorvó en la roca y el jinete le introdujo el pene moviendo sus caderas, la cara de él se apoyaba en la cabecita de ella, la respiración golpeaba el pelito de la nena, luego le hizo acostar de espaldas a la roca y abriendo las piernas sobre los hombros le fue introduciendo el pene y asimismo la cadera se movía “eres mí Renata, sólo mía” le decía a ojos cerrados sintiendo el pene penetrar esa vaginita lampiña preciosa, ella se dejaba sentir de ese pene grueso, todo estaba dentro y cuando eso sucedía le venía los gemidos, así quedaron de tanto sexo acostados en la piedra, tiempo después de saber la hora ya próxima al almuerzo la nena se inquietó, para sorpresa del jinete ella no esperó a ser limpiada en sus partes íntimas por el adulto, le dijo que era tarde, el hombre la llevó en caballo hasta las proximidades de la ramada, la nena recibió monedas de mediana denominación, bastantes esta vez, las puso en el bolsillo del camisón, de la prisa olvidó el calzoncito con figuras infantiles de la época, se apeó del caballo junto con el jinete, se dieron apasionados besos, pero antes despedirse él le alzó el camisón para que los sostuviera arrimándola en un tronco de grueso árbol “no me iré antes de no haberte cogido” “es mi despedida por hoy” ella obediente sostuvo con sus dos manos al pecho el camisón mientras él se deslizaba el pantalón ajustado de montar por donde se amoldaba el pene erecto dibujado por la tela, del calzoncillo deslizado a los tobillos junto al pantalón liberó el pene “ven para acá, mi amor” se inclinó y metió el pene ella abría la boca sintiéndose penetrada, gemía, las manos liberaron el camisón y fueron a rodear las caderas del jinete insinuando la aprobación de ser penetrada y pidiendo más y más, Renata estaba siendo penetrada por ese fogoso jinete que mostraba su amor hacia ella a través de esa atracción carnal de sexo puro sin límites, “te deseo, siempre te deseo” jadeaba “no olvides mi pene al orinar, no lo olvides” jadeaba “que te quede en tu mente, no olvides esta cogida” jadeaba “no lo olvides, mi amor” jadeaba “la tienes rica, rica, muy rica” allí quedó quietecito él, algo de semen salió, quizá gotas que ella en parte percibió, se besaron apasionadamente, ella partió hacia la ramada arreglándose el camisón mientras él se arreglaba la ropa, giró para verle con unas sonrisas picarescas, caminó presurosa y al regresar a ver el jinete se alejaba en su caballo, llegó al arroyo a bañarse quitándose el camisón, se acuclilló a micciar saliéndole orina de su vaginita con restos de semen aun pegados en las labios vaginales, vio su vaginita rosácea de tanto pene y a su mente retumbaron las palabras del jinete “cuando orines no olvides mi pene” cerró los ojos recordando ese pene que se metía a su vaginita y recordaba “mira a tu amiguito como juega en tu cuevita” sonrió y vio que su orina se mezclaba con las aguas del arroyo, se metió en esas cristalinas aguas pasándose las manos por la vaginita y el traserito quitándose así los restos de semen, en ese instante llegaba presurosa su madre para llevarla a la hacienda, ella pensó que muy a tiempo había llegado, le dijo que la patrona tenía complicaciones en su salud, el parto se hacía complicado, pasarían la noche allá, vino por ella, subió a la carreta y en cuestión de horas ya estaban en la hacienda Valdés, afortunadamente la salud de la patrona evolucionaba bien, ella tenía mucho recelo ante la presencia del joven Lupercio hijo del patrón no así de Aarón con quien más jugaba, Joaquin Valdés cuando podía le daba mimos a la pequeña, le era atrayente y ella también correspondía a los buenos gestos, claro está a espaldas de Lupercio con quien no había atracción cálida con Renata, con ciertos gestos prudentes mostraba que le era indiferente aquella niña a la que simplemente consideraba hija de empleados, Renata caminó hacia el lugar de trabajo de su madre encontrándola llorosa y pensativa, se imaginaba el por qué, lo intuía, era aquel hombre que tanto daño le hizo, aquel hombre al que su madre desconocía, pensaba en aquel desconocido asesino de su esposo, Renata pensaba en aquel jinete que la había desvirgado y que ahora por esta atracción le impedía decir lo que sabía, le impedía decir su nombre, Renata salía pensativa y en su encuentro estuvo el patrón Joaquín Valdés, la mirada del patrón era de preocupación, fue hasta donde estaba su madre para calmarla, qué bueno era el patrón, pensaba con simpatía de ese prestante patrón.
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El perro jadeaba a su lado, estaba con los ojos entrecerrados de tanto aguardiente en el cerebro, sonreía como un desaforado, el can a su lado, fiel compañero, alzaba los brazos viendo al sol radiante apareciéndose entre los tejados, sonreía diciendo un nombre, tan recurrente como su vida misma, el can daba vueltas y nuevamente se acostaba junto a su amo, para ellos el techo era cielo y las paredes de su hogar la calle, de vez en cuando iba al mercado a trabajar en lo posible y de no conseguirlo mendigaba, su poblada barba y su cabellera larga demostraban la intensidad de su mirar, él conocía en parte a los transeúntes, algunos conocidos de su infancia, aquellos caminantes indiferentes a los cuales alguna vez fueron hijos de los empleados de su familia, recordaba su infancia, aquella pletórica infancia ahora ya lejana, aquella infancia en la que fue testigo de muchas infidelidades de los amigos de la casa en aquellas fiestas brindadas por sus padres sin saber la dimensión de soberbia, aquellos secretos muy bien guardados, recordaba con pesar y nostalgia aquellos lujosos años vividos en familia, luego se entristecía bebiendo más alcohol del sobrante recordando aquellos años de desgracia, aquellas traiciones de amigos de la familia, aquellas verdaderas revelaciones de falsos sentimientos y grandes hipocresías, recostado en su rincón acariciaba a su noble bestia, siempre juntos por varios años, decidió caminar, alejarse del sol que ya daba en su rostro y total cuerpo, se alejaron hacia una ciudadela de las nuevas, se recostó en el parque frondoso de árboles, se recostó a seguir bebiendo y meditar, sacó de su bolsillo la botella, estaba a un tercio de terminar, sonrió pensando que ya habría para más, se recostó a recordar, las imágenes venían solas a su mente en ese flashback intenso, la brisa de aire puro chocaba en su rostro haciéndole un arrullo, eso le permitía en lo posible pensar mejor en sus recuerdos, así, cavilaba, respiraba hondo, y recordaba aquella tarde de camping con su familia y amigos siendo aún muy niño, era en la hacienda de un poderoso industrial de aquella época en la que su familia hacía negocios, lo conocía bien, tenía un rictus que demostraba su ambición y autoritarismo, mientras él se encontraba deambulando por los alrededores del granero lo vio a lejana distancia, por recelo a él se ocultó entre la maleza, era un niño tembloroso se confesaría así de sí mismo por aquel entonces, notaba que el hombre miraba a todos lados, el lugar era muy apartado, vio que se sentó junto a la entrada del granero, luego lo rodeo, el hombre empezó a moverse mucho, daba muchas vueltas y se notaba su ansiedad, tanto así que se detuvo sacando un cigarro del bolsillo de su camisa y empezó a fumar, pero su caminar en círculos continuaba, el adulto con angustia se mostraba en la cara la señal de ansiedad y a la vez de desgano, como dando a entender que algo le faltaba, se rascaba con una mano el pene vestido, se contrariaba al fumar moviendo negativamente la cabeza, dando a notar que aquel encuentro no se iba a dar, que aquella persona no vendría a su encuentro, que estaba perdiendo su tiempo, la angustia se hacía mayor dibujada en el rostro del adulto, el niño fisgón se imaginaba que seguramente se trataba de alguna mujer a la que ese hombre esperaba, el ansioso hombre golpeaba sus manos en señal de desespero, ya se acercaba la hora de la merienda, seguía dando caminatas en círculos, de pronto, entre los matorrales aparece la figura de un niño muy conocido por él niño fisgón, iba bien vestidito, como era normal pertenecía a una de las familias más ilustres de la ciudad, ese niño significaba mucho para el niño fisgón, muy admirado estaba viendo a esos dos personajes, se preguntaba desde los matorrales qué hacía ese niño tan bonito con ese hombre en ese lugar tan apartado de los demás, el niño bonito se acercó al hombre y éste a su vez se arrodilló ante el pequeño abrazándolo con impetuosidad, miraron y entraron al granero, el curioso niño caminó por detrás del apartado granero, corrió lo más que pudo por ese matorral, a esconderse entre las pocas tablas puestas debajo de un alero por detrás del granero para no ser visto por ese hombre al que tanto temía, hasta que desde una elevación entre matorrales pegados a la pared de madera y bambú del granero vio que se había hecho una hendija donde con facilidad podía mirar hacia el interior del granero y ver lo que estaba pasando, desde allí ya se podía ver que estaban un par de caballos amarrados, la potra estaba en celo, el hombre y el niño miraban como ese pene largo del caballo se agitaba tratando de entrar en la vagina de la yegua, ella quietecita se dejaba montar, el adulto le hacía gestos con las manos al niño indicándole el sexo animal, de pronto el adulto se puso detrás del niño, y comenzó a acariciarle con manoseos constantes, como para sorpresa del niño que fisgoneaba por la claraboya el niño precioso se dejaba acariciar, lo llevó casi debajo donde estaba el niño viendo con cautela, había gran cantidad de heno, el adulto aseguró el portón, el ambiente se puso semi oscuro pero suficiente para ver la figura del adulto y el niño que se bajaban el pantalón de monta y el pantaloncito corto, el niño fisgón miraba que el hombre le ayudaba al niño a desvestirse, mostraba su autoridad en hacerlo pese al temor que se reflejaba en el rostro del pequeño, el fisgón apreciaba de allí escondido que el hombre tenía un pene grueso muy peludo, la pelvis velluda en contraste con la pelvis lampiña de ese niño muy bonito se iban juntando, el hombre acostado junto al niño le estiraba el penecito que de pronto se puso erecto, luego, aquel hombre fue por un botecito en cajita sacado de su bolsillo, era crema, se dijo para sus adentros el niño fisgón, el hombre en lo posible con cuidado sutil procuró untar en su pene con una cantidad generosa de crema, el cual resultó ser tan ardiente que su glande sintió como si lo envolviesen con paños calientes, eso daba a notar su rostro lleno de placer al niño, aunque sin perder la erección el hombre se lo agitaba al pene viéndoselo el niño, lo acomodó en el heno, alzándole la cadera, el hombre arrodillado estaba delante de las piernas abiertas del niño que al ser alzado mostraba su traserito, “lo tienes hermoso como tu rostro” le dijo atragantándose saliva a causa de la emoción por estar aquí, “no te preocupes, les dije que ahora mismo que estábamos cabalgando en el campo” sonrió el niño inquieto viendo cómo las manos del hombre pasaban por el traserito lampiño del niño que poco a poco comenzaba a descomprimirse al tacto del chorro de lubricante que sobre él había dejado caer, así como también a los masajes que ese glande le proporcionaba, los cuales parecía disfrutar bastante, pues eso miraba el niño fisgón a través de la claraboya en el rostro del pequeño allí acostado y más aún para cuando la cabeza de ese pene con marca de herida en la pelvis levemente hacía presión consiguiendo abrir un poquitito el ano del niño solo hasta la cuarta parte de ésta, el hombre vio el rostro del niño sonriente de lo que le estaba haciendo pensando en lo que consideraba para su conclusión mental lo de la virginidad del pequeño hecha antes, la cual estaba en ese momento seguramente de romperse para siempre: “-Ahora amorcito, respira profundo, y cierra tus ojitos- le pidió el adulto al niño mientras el otro niño fisgón veía las manos del hombre acariciando las piernas del niño, las lamía haciendo un alto al roce del glande en el traserito, los ojos del fisgón se centraban en mirar ese movimiento, a su muy corta edad miraba eso como algo original, por accidente lo había visto en el cuarto de sus padres una noche en la que no podía dormir y al abrir la puerta vio los cuerpos desnudos de sus padres haciendo eso que ahora miraba entre su amiguito y aquel adulto fruncido, el fisgón vio a su amiguito cuando ensanchó su pechito a la bocanada de aire profunda, el hombre miraba el pene cuyo glande se iba hundiendo con la ayuda de sus caderas, cintura y todo su ser tanto como pudo así encorvado a vista del fisgón que miraba desde la claraboya, instintivamente se llevó la mano a su pene vestido, el hombre sentía placer a ojos cerrados sosteniendo férreamente al niño aquel hombre sentía con su glande como los pliegues del ano del pequeño acostado en el heno se rompían a su embestida, estaba sintiendo como ese pene finalmente ingresaba hasta la tercera parte sin siquiera haberlo antes dilatado con sus dedos, así, el hombre mantenía su cintura curvada hacia su interior con las manos apoyadas sobre el heno, ambos cuerpos estaban allí desnudos siendo el uno para el otro, se notaba la fruncida de cara del niño, así esas embestidas lograron que el adulto consiga que brotase de la garganta del niño hermoso el más desgarrador y agudo de los gritos salido de esos labios carnudos sensuales rosáceos: “-¡Aaaaaaaayyy! ¡Aaaaaaaaaaaaaay!” decía en tono lastimero, “¡Me duele mucho, me duele muchísimo!” el adulto se limitaba a escuchar con sus movimientos de cadera, “aguanta bonito, respira, respira profundo, quédate quieto” le decía a manera de estimulación, el pequeño niño hermoso con desespero le pedía aferrándose de las manos “¡No, ya no quiero, sáquemela, quítemela por favor!” pero el hombre insistía “tranquilo, precioso, tus padres me dejaron a tu cuidado” jadeaba “ahora me perteneces” jadeaba “resiste, vamos” jadeaba “te va a gustar, aguanta” por respuesta a esas frases el niño le decía “¡ME DUELEEEEEE!” a oídos del fisgón llegaban las palabras del adulto que le decía al niño precioso “resiste mi pequeño, ya casi, ya casi” el niño gemía, “falta poco, sólo un poco más mi niño hermoso, sólo un poco más” se notaba en el rostro del adulto esa ebriedad de excitación y placer, el niño clamaba: “¡Por favor sáquela!” así rogaba llorando desconsoladamente “¡ME DUELEEEE!”, el adulto le dijo “No mi amorcito, no te la voy a sacar, prometí metértela hasta el fondo y es lo que voy a hacer” jadeaba “acuérdate, tú lo pediste así cuando viste a la yegua y al potro” en sus desespero le decía “¡Me hace daño profesor, es muy grande, aggggggggg!” y para ese momento ya lloraba el niño, el fisgón se agarraba aún más fuerte su pene que ya lo sentía recto, escuchaba de labios del hombre que le decía al niño “Respira bebé, aquí voy, aquí voy, sólo una más y estaré dentro de ti hasta el fondo” ya para ese momento los cuerpos estaban sudorosos, el fisgón hizo un sobresalto al escuchar ese desgarrador sonido “¡Noooooo! ¡Que ya no quiero seguir, me duele, me duele, ME DUELEEEEE! ¡Mamáaa, mamáaaa, mamáaaaaaa…!” el adulto le decía “cálmate, ella y tu papá están lejos, comprende, estás conmigo, conmigo” le hizo una embestida fuerte, el niño no pudo continuar con sus desoladoras súplicas, pues la mano de aquel adulto se había posado sobre la infantil boca para silenciarlo, y recogiéndose sólo un poco para agarrar más vuelo enterró su cadera con la mejor de las energías, el fisgón vio del adulto con toda su fuerza y todo su deseo reflejado en su rostro sudoroso movía la cadera sobre el frágil cuerpo del niño, el pene yacía en lo más profundo de sus entrañas, los vellos púbicos tocaban sus testículos indemnes y el desgarro del ano de ese niño ya era total, de virgen sólo le quedaba el recuerdo, y así ese hombre cumplía su anhelo de esa forma se convertía para ese pequeño niño precioso en el primer hombre de su vida, el pequeño niño lloraba con la mano del adulto aún puesta en su boca, permaneciendo dentro de él sin moverse durante muchísimos minutos, acariciando sus cabellos, besando su frente sudorosa y destapando su boca lentamente para besarla, y besarla y besarla, a ese tiempo el niño sollozaba, además a oídos del fisgón se escuchaba las coces de los animales en apareo, “míralos lo hacen como nosotros” jadeaba “¿te gustó, verdad?” y así le acariciaba las mejillas llenas de lágrimas, él tenía la vista que permanecía fija en el infinito y así de poco a poco volvía a reaccionar sintiendo el latidos de su esfínter roto, se sentía casi como si viniese despertando de una horrible pesadilla, su esfínter que apretaba y comenzaba a ceder instintivamente y el miembro inclusive se le deslizaba involuntariamente un poco más adentro, de esa manera empezaba también a su proceso de adaptación, el pequeño bonito relajó sus caderas y la tensión de su cuerpo iba aflojando paulatinamente sin dejar de sollozar, “Ya está, mi amor, eres mío” le dijo besándolo apasionadamente mientras le sacaba el pene con mezcla de sangre y excremento, le vio e inocentemente le dijo “Me dolió muchísimo”, “quiero a mi mamá” lo decía mientras las piernas tocaban el heno saliendo de los hombros adultos, se reflejaban algunas lágrimas que aún quedaban en sus mejillas, “¿Te sientes mejor?” le preguntó el adulto, el niño con su inocencia le decía que “Me arde mucho, siento que eso suyo me quema, es demasiado grande”, preocupado le decía “¿Pero aún te duele?” le dijo el adulto, “sí y me arde” le acarició el pelo “ya vez ya te sentirás mejor” le dijo el adulto “eres hermoso, me lo diste todito” jadeó “sientes un gustito en el potito, ¿verdad?” el niño tímidamente lo negó cabizbajo “calma, ya te pasará” lo tomó del brazo “ven” y al poner se en pie “¡Ayyy, me duele!” caminó con cuidado, la sangre recorría los muslos de las piernas, aún el niño no veía aquello más sí el fisgón que asombrado veía ese traserito infantil con heno pegada a los glúteos, con un pañuelo le limpió el trasero encorvado, allí fue que vio su sangre impregnada en el pañuelo, “mira el fruto de nuestro amor” le mostraba sonriente “no olvides nunca este momento, mi amor” el fisgón no había dejado de manosearse el pene vestido, vio el pañuelo y a la vez el pene ensangrentado del hombre, le acarició volviéndolo a acostar, estaba tembloroso “debes reponerte, así en este estado no te puedo llevar a la casona” la carita del niño se apoyó en el pecho denudo adulto, así quedaron los dos abrazaditos, el adulto besaba el pelo del niño cuya mirada estaba en el infinito, le hacía movimientos corporales para animarle, le dijo mirándolo al rostro “te iba a gustar” le besó las mejillas quitándole las lágrimas restantes, “entonces, ¿puedo seguir?” le preguntó el adulto al niño, el cual no daba respuesta con timidez mostrando una cara de mucho asombro, el fisgón vio al exterior y se presentaba el ocaso, vio por la claraboya que el adulto sonreía y ahora le dijo “lo voy a hacer con amor” lo besó “ven, anímate” le abrió de piernas ante cierta leve negativa del niño que mostraba terror en su cara, al pensar que sentiría otro dolor parecido al anterior y ya no estaba dispuesto a pasar por lo mismo, le vio el temor reflejado en los ojos del niño y para calmarlo le dijo “tranquilo, verás que ahora te va a gustar” lo besó en la frente encorvándose “duele pero después gusta, ya lo verás” le niño tembloroso se dejaba otra vez domar por el adulto fogoso de sexo “ahora sentirás mi leche de nuevo, ¿ok?” lo dijo uniendo las frentes, el hombre le abrió de piernas poniéndoselas en los hombros, las besaba con delicadeza, puso el pene ensalivado en el ano dilatado, a contra voluntad el pene rozaba la entrada del culito, le dijo con autoridad que se quede quieto agarrándole bien, así al entrar despacio el niño gemía y lloraba, ese grueso pene comenzó con bombeos lentos y cuidadosos, las manos del niño trataban de apartarlo del pecho pero eran sostenidas por las férreas manos adultas, el hombre ya la pasaba disfrutando de esos aterciopelados muslos sin vellos rodeando los adultos, y procurando depositar los gemidos en la oreja izquierda del niño, para que escuchase ahora como su macho dominante vibraba con la esencia de su pequeño ser, cuando los labios adultos chupeteaban el cuello, el niño comenzó a tocarse el penecito con sus dedos, eso le atrajo la vista al fisgón y escuchó los primeros gemidos de placer infantil que brotaron de sí cuando las embestidas adultas aumentaban su tiempo, al cabo de unos minutos, y con su ano adaptado a las dimensiones de la erección adulta el niño gemía ya poco aunque sollozaba pidiendo ya no más en tono desfallecido, el fisgón vio al adulto que comenzaba también a frotar en mayor intensidad las caderas sobre esas abiertas piernas infantiles, aprisionando sus manos sobre su cabeza con las suyas, entrelazando aquellos dedos y mirándose fijamente, el niño escuchaba el “splash” de los testículos chocando contra ese culito “¡Ayy, me duele!” “¡ya no!” “¡ya no!” los gemidos de placer copulaban a la aceptación del adulto “sí, te duele, pero poco, aguanta, que te va a llegar ahora hasta el fondo” las caderas se movían más y desaforadamente eran más intensas las penetraciones, ese ano dilatado era desgarrado más en parte, por si algo aún quedaba en ese hoyito del potito, el fisgón miraba esos cuerpos entregados entre sí, “siente que te culeo, que eres mío” jadeaba mientras penetraba “siente que tu potito es mío” de pronto ese abrupto sentido de movimiento de penetración se detuvo en las caderas de eso daba vista el fisgón y a la mixtura de dolor, ardor y escaso limitado placer que el niño antes sentía ahora daba paso al sentir ser penetrado aún con ardor, “¡ya!” “¡ya!” “¡ya!” vio que el pene salía aún con algo de sangre, el rostro continuaba fruncido por parte del pequeño que miraba ese pene con restos de hilillos pequeños sangre en el glande, unieron las frentes, el niño tenía lágrimas en los ojos, había sollozado mucho, “quiero irme” le dijo el niño al adulto, “espera” lo dejó acostado mientras él se limpiaba el pene, fue con el pañuelo a pasárselo por el potito, “qué rosadito tienes tu culito, mi amor” irrumpió el sonido de las bestias “es de noche casi, tengo miedo” “¡vamos de aquí!” “¡tengo miedo!” “¡quiero ver a mi mamá!” dijo el preocupado niño mientras le pasaba la mano adulta por el traserito, “no te preocupes mi amor, voy a ver el otro caballo y nos vamos”, aún el poniente dejaba ver ante los ojos de los niños esa escena de apareamiento entre yegua y potro, el pequeño acostado en el heno temblaba, así lo sintió, se recostó quedándose así quietecito ladeándose pasándose la mano por el traserito, olió lo que desplazó con los dedos de su manos, en eso llega alguien inesperado, una visita inusitada, lo vio al niño desnudo, presuroso fue a verlo, estaba sollozando, no le preguntó el por qué pues lo imaginaba, se notaba por los restos de hilos de sangre en el heno, que de a poco se notaba por los pocos rayos de sol ya escasamente imperantes, simplemente se miraron, escucharon las coces de un caballo, el muchacho se escondió, vio que el profesor autoritario muy temido por ellos llegaba para vestirle al niño y llevarlo montado hacia la casona, el fisgón vio al muchacho salir del escondite del heno, vio las huellas de los restos de los cuerpos amoldados en el heno, recorrió el lugar lentamente, reía ampliamente, luego salió presuroso del lugar, lo mismo hizo el fisgón; de pronto los ojos se abren, el pensamiento se diluye, el ruido de perros lo despierta sacándolo de su ensimismamiento, el indigente que había recordado aquella escena de desvirgación siendo testigo de su infancia ahora miraba a su amigo canino con senda carcajada que había prendido a una perra fina, la empleada presurosa trataba de separarlos a golpes de cartera pero ya era tarde, la perra había recibido el semen canino de ese animal callejero, contrariada la pobre mujer no daba crédito a lo que miraba, pensaba lo peor al enterarse de esta infausta acción canina, ya se imaginaba cómo saldrían los cachorros, se contrariaba pensando en cómo su perrita había elegido a ese perro callejero, qué gustos mama mía, a los pocos minutos que se separan los canes vinieron los reclamos de la mujer, a la que se le unieron los vecinos transeúntes, el indigente discutía y su amigo atacaba, al poco rato el indigente y can deambulaban por las calles, seguro estaba que su amigo había dejado unos pequeños futuros recuerdos en esa lujosa colonia capitalina.
FIN DEL DUCENTÉSIMO VIGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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