METAMORFOSIS 230
Meter.
La puerta se abre en aquel dormitorio en él ya se encontraba acostado Luis, estaba cubierto de sábanas, vio la presencia de Renzo Orestes que se acercaba con un charol, contenía bebidas y unas galletas, Luis se rascaba el pecho velludo, Renzo lo miraba sonriente, puso el objeto en una mesa contigua, las miradas se cruzaban, aquel quinceañero Renzo Orestes otrora ropavejero miraba ese cuerpo desnudo, a los pocos meses de nacido encontraron a su madre con un tiro en la cabeza por los alrededores del lugar donde vivía, eso le dijeron brutalmente a cierta edad en donde ya razonaba y se lo dijeron los muchachos de la calle donde deambulaba, de su padre ni rastro ni referencia, donde vivía era un asentamiento de ramadas en las afueras de la capital junto al río que ahora vivía con una anciana, desconocía su origen o eso pensaba él pues algunos datos la anciana le había proporcionado pero él no se preocupaba por seguir aquellos indicios, para qué se decía, si vivir así era de lo mejor, no deseaba saber el paradero de su padre que seguramente lo regaló o más preciso lo abandonó dejándolo con su madre de vida alegre, para ese momento Renzo se sentó al lado de Luis, estaban los dos desnudos, esa amplia casa de Luis daba para aquella intimidad, Renzo ya estaba próximo a cumplir la mayoría de edad, la mano de Luis se deslizaba por la espalda de Renzo girando y viendo el rostro de Luis para intercambiar sonrisas, sus rostros se acercaron para darse un beso prolongado, es en ese momento que hace su aparición Jeremías, llevaba un charol con emparedados, lo puso junto al otro charol de bebidas, lentamente caminó hacia donde estaba una silla y se sentó poniendo sus talones al borde de la silla, los dedos se estiraba, sus manos se apoyaban sobre las rodillas y su cara se apoyaba en sus manos dejándose ver el pene que sobresalía en su cuerpo desnudo, desde la cama miraban a Jeremías, tenía una piel suave, brillosa, piernas algo delgadas igual que el resto de su cuerpo que ya lo es por su condición de pobreza, había sido llevado a esa cas por su amigo Renzo, le había dicho para ganar dinero allí, le consiguió un trabajo de mandadero, tenía pocas semanas estando en ese lugar cuando Luis comenzó a lisonjearlo, a darle presentes, así fue conquistando su voluntad y su confianza, el muchacho poco a poco fue siendo atraído por los gustos de Luis el soltero dueño de esa gran casona, la primera vez que lo hicieron fue estando a solas los dos, Luis lo llevó a su cuarto y en su delante se desnudó, el inquieto Jeremías bajo sorpresa no daba crédito a lo que presenciaba delante de sus ojos, Luis estiró las manos y así tomado de las manos lo fue llevando a la cama, desde ese encuentro en adelante ya se daban muchas cosas, al final de cada encuentro Jeremías recibía obsequios económicos de Luis, solo hasta que en una ocasión Renzo que también era amante de Luis los sorprendió en la cama, formándose así un trío; ahora, el pensativo Jeremías miraba acariciarse en la cama a Renzo y Luis, lo llamaron para que se integre a esas caricias, así los tres acostados en la cama se manoseaban los penes, se notaba restos de semen en la piel del trasero de Jeremías el más joven de los tres, hace pocos minutos habían hecho una orgía, estaban exhaustos y la comida con bebida caía bien en aquella tarde de mayo de 1961, comieron y bebieron muy gustosos sentados en la cama, los tres cuerpos desnudos, Luis fumaba ante la atenta mirada de Renzo y Jeremías, el humo golpeaba los rostros, Renzo entró a ducharse, Jeremías iba a hacerlo también junto a él al escuchar el sonido del agua, pero desde la cama se lo impidió de seguir la mano firme de Luis sobre la cadera, le hizo señas para que se quedase, lo rodeó por detrás con los brazos alzándolo en peso para acostarle en la cama, “dame tu culo” Jeremías se quedó quieto de cara al colchón sobre sabanas dispersas que daban al piso, Luis le besaba repetidamente los glúteos, así pasó por unos instantes, “lo tienes rico… y suave”, acotó, “como a mí me gusta”, luego se dedicó a besarle el coxis, subir por la espalda hasta llegar al cuello y en la nuca brindarle el paso de su lengua en forma repetida, así olía el pelo de Jeremías, las manos rozaban las caderas y cosquillas, la nariz apoyada en el pelo emitía respiración acelerada salida también de su boca “en verdad Jeremías… a tu potito lo tienes todo lindo” “tu rostro es también muy lindo” los labios de Luis recorrían los hombros de Jeremías “me gustas mucho” afirmaba con seguridad “te voy a premiar siempre” le decía en su oreja “lo quieres así… ¿verdad?” le preguntaba “¿eh?… ¿verdad?” al preguntarle eso su pene ya se deslizaba por entre los glúteos mientras las manos hacían círculos sobre los omoplatos de Jeremías “lo quieres así… ¿verdad?” Jeremías se limitaba a asentir de cara al colchón, “¡lo quieres bien adentro!” “¡sí… bien adentro!” así el pene de Luis entraba en el ano de Jeremías, “me hubiese gustado ser el primero en haberte comido este poto… pero no importa” así con fuertes y constantes empujones de cadera el pene entraba haciendo gemir a Jeremías “siente cómo te lo meto… siente, siente, siente Jeremías” “¡tu culo es mío!” “¡ahora y siempre mío!” para ese momento Renzo desde el baño escuchaba los gemidos de Jeremías, el agua que caía en su rostro dibujaba una amplia sonrisa con ella, escuchaba y pensaba lo que estaba ocurriendo en esa cama entre Luis y Jeremías, más cuando escuchaba el “así, así, así… rico” Renzo se enjabonaba su pene que se puso erecto a tan solo escucharlos “te lo meto todito… todito” le decía Luis a Jeremías, Renzo meditaba de cara al agua que la caía en el rostro apegado en la pared de fina cerámica “si supiera que yo sé quién fue el primero… Melquiades” sonrió hablando en voz baja “ese trasero de Jeremías se lo comió primero”, el cuerpo humedecido de Renzo salía rodeado de una toalla sedosa, vio que Luis estaba acostado sobre el cuerpo de Jeremías alzando y bajando la cintura mientras el nene gemía y bufaba sintiendo el pene que entraba y salía, así continuaba con el pene que entraba y salía deslizándose por ese precioso trasero suave y sedoso, con su mano agarró la toalla estirándose el pene, así arado sentía el escurrimiento del agua en su piel cayendo al piso, los miraba muy atento continuando con el estiramiento de su pene, Luis sometía a Jeremías, al rato Luis se detiene, sabe que no saldría semen de su pene ante la orgía hecha hace poco, se acostó en la cama junto a Jeremías, le puso la mano sobre la espalda para que no diese vuelta, “¿tú también quieres? Le preguntó a Renzo que devolvía asintiendo, la mano de Luis se deslizaba sobre la espalda de Jeremías y viéndolo al rostro de Renzo le dijo “es tuyo… ven”, Jeremías así como estaba acostado vio que la toalla se desliaba, se acercaba a la cama mostrando su humedecido cuerpo desnudo, “comete ese hoyito” jadeaba “anda… seguramente es tuyo también” con amplia sonrisa Renzo se acostó sobre el cuerpo sin movimiento de Jeremías, le besaba la espalda y el culito “¡esto es para que sigas caliente!” el pene humedecido minutos antes por la ducha ya se deslizaba por entre la separación de los glúteos, Luis miraba eso con amplia sonrisa, la cara de Renzo se posaba sobre la cabellera de Jeremías, las manos de ambos estaban entrelazadas, pujaban al gemir al mismo tiempo, más movimiento de cadera se notaba al hacerlo Renzo, sólo gemidos se escuchaban, Luis comenzó a darle de palmadas en los glúteos de Renzo “ya no te empalagues” reía tocando la piel del trasero “no irrites ya el caramelito… por hoy suficiente” le hizo apartar, Luis se puso en pie estirando su mano en dirección a Jeremías que seguía quietecito y acostado “vamos a ducharnos… nos hace falta” Jeremías se puso en pie sobre el piso “los tienes lindos” le dijo mirándolo al caminar, Jeremías como si fuese una hembrita juvenil de pasarela caminó con cierto amaneramiento dejándose entrelazar las manos en camino hacia la ducha, el agua templaba los nervios, arrimado al marco de la puerta estaba Renzo mirándoles duchar, el jabón pasaba por ambos cuerpos haciendo espuma considerable, de pronto Luis lo encorvó a Jeremías haciendo que le caiga agua en su espalda, detrás sus manos abrían los glúteos y un espumoso pene entraba, lo sostuvo en esa postura desde los hombros “quietecito, quietecito” así lo hizo gemir, se notaba que el agua se escurría en ese rostro lleno de preocupación “quiero que me sientas” Luis cerraba los ojos mordiendo los labios mientras el agua se deslizaba en su rostro, “quiero que lo sientas”, lo penetraba constantemente hasta que tiempo después se enjabonaban mutuamente, sobre todo, al enjabonarse, también se manoseaban los penes a manera de masturbación, Renzo sonreía, Luis y Jeremías mutuamente se secaban el cuerpo con las toallas, tomó el reloj que estaba sobre una corta vitrina de baño “es tarde” dijo viendo la hora, “ven, aún no termino contigo” le dijo mirándole al rostro, afirmaba con seguridad, “ven mi amor” Luis puso la toalla sobre el inodoro, fue al gabinete de baño junto a la vitrina y sacó crema, se puso en el pene un poco y encorvó a Jeremías cuyos brazos estaban estirados sobre la toalla puesta en los inodoros, le empezó a untar crema en la entrada del trasero, Jeremías sintió cómo le lubricaban su trasero los dedos de Luis, después el dueño de casa se sentó su cuerpo desnudo sobre la toalla en el inodoro, lo atrajo a Jeremías para que se siente sobre él y abriendo el trasero de Jeremías Luis intentaba que el pene entrase en el ano con crema, lentamente iba descendiendo pero el pene se salía ante los instintivos movimientos de cadera de Jeremías, ante la dificultad se acercó Renzo, Jeremías manifestaba con relación al pene de Luis que “es muy grueso… duele” y cómo no iba a doler ese pene Luis descendiente de caucásicos, las manos de Renzo se apoyaron en los hombros de Jeremías, mientras Luis lo sostenía desde las costillas “anda, te ayudo” se notaba en el rostro de Jeremías que esa postura daba para que el pene grueso peludo de Luis entrase en el ano suave y terso, abría ampliamente la boca aunque paradójicamente sus ojos estaban bien cerrados sintiendo el dolor luego de aquello de sentir que ese pene estaba totalmente dentro de sus entrañas, “ahora te ayudaré a cabalgar” le dijo Renzo a Jeremías, Luis simplemente sonreía “vamos potrillo… ahora” así, Jeremías se alzaba y bajaba pujando, gimiendo y jadeando “ves, lo sientes rico” le dijeron, eso con la intención que entre en confianza, Luis y Renzo hacían que el cuerpo de Jeremías cabalgue, reían al verle moverse como jinete en cabalgadura, el pene cremoso de Luis se deslizaba rígido en el ano de Jeremías, “yaaaa… ¡yaaa!” pedía Jeremías “no vas a negar que lo sientes rico” le dijo Renzo ante la cara de sorpresa de Jeremías “si a mí también me da gusto de hacértelo ahora” le dijo con seguridad, Jeremías siguió así por unos instantes más, Luis se apartó, Renzo con brusco movimiento actuó sobre Jeremías ante sorpresa de Luis, encorvó el cuerpo haciendo que el pecho y cara de Jeremías se posen sobre la toalla que estaba puesta tendida en el inodoro, puso un poco de crema en su pene y le fue metiendo en el ano haciendo gemir, el movimiento de cadera se hizo visiblemente frecuente, Luis reía viendo ese pene entrar y salir en esa postura, “yaa… no más… me irrita” Renzo sabía que eso era excusa que siempre daba Jeremías, al contrario, lo decía sarcásticamente para que le dieran más duro la cadera de Renzo se movía rápidamente sobre el trasero de Jeremías que parecía hoy había sido su día, en algo que si estaba claro era que Jeremías ya tenía irritado su ano, Renzo se apartó “no olvides de tu macho” le decía mientras Jeremías se ponía en pie metiéndose el dedo para sacarse restos de crema untada, se volvió a duchar cerrando sus ojos al hacer caer el agua, Luis y Renzo miraban el cuerpo desnudo de Jeremías con su pene erecto, luego de un instante los abrió y se vio solo en el baño, se enjabonó bien el trasero y parte del cuerpo, se pasó la toalla a acercarse, le llamó la atención el silencio, al salir comprobó el motivo, Renzo estaba acostado sobre Luis besándose y manoseándose los cuerpos desnudos, lo llamaron, le hicieron sentar en el extremo de la cama y bien abierto de piernas se notaba su penecito tieso, primero fue Renzo quien le lamía y chupaba el pene, luego fue Luis quien le hizo lo mismo al niño sintiendo satisfacción plena ante ese sexo oral, el nene se puso en pie, vio encorvado el cuerpo de Renzo sobre el borde de la cama, a dos manos se abría los glúteos, “¡ven… cógeme!” “¡anda… hazme sentir!” Jeremías se acercó con su pene y lo metía lentamente por el culo del antes ropavejero, las caderas se movían hacia adelante y hacia atrás, con ese ritmo deseoso de coger, se apartó para luego ver a Luis que se acostaba encorvado en el extremo de la cama, “¡métemelo… mi precioso!” de la misma forma se lo penetró en el culo, él sentía más abierto ese lindo ano pues su penecito se deslizaba de mejor manera, se daba placer dándole pene a ese reconocido hombre de negocios cuya personalidad oculta daba rienda suelta ahora en ese estado sexual, rato después de tanta embestida se apartaba satisfecho, caminó descalzo desnudo, tomó su ropa y se vistió, sentía el palpitar de su ano al sentarse en la silla al poner los calcetines y las sandalias regalos de Luis hace pocas semanas, al rato Renzo y Luis hicieron igual actividad, tiempo después ya estaban en el auto en dirección a la capital, hablaban de lo que vendría en las próximas horas, Luis los dejó en un parque apartado retomando la ruta hacia la casa de su amiga Arciniegas, la esposa de su primo Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote aquel militar de carrera, había una fuerte química de amistad entre ellos, casi se podría decir de una hermandad, mostrándose así por tanto apego, mientras tanto Renzo y Jeremías tomaban dirección a su lotización humilde, se abrazaron por unas cuadras, les esperaba más comida y bebida, Renzo miraba a su amigo Jeremías uniendo las caras, súbitamente revisaron sus bolsillos, y, efectivamente allí dentro estaba el premio logrado en esa tarde.
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En la cárcel un indignado reo miraba algunos recortes de prensa donde se mostraban los trágicos acontecimientos suscitados tiempo atrás, la foto de aquella mujer muerta junto a su hijo le indignaba, hacía puño y se contenía de gritar, ese reo estaba allí por circunstancias más sentimentales que corporales pese a que se lo culpaba de un asesinato, no era el de esa mujer aunque ella fue el móvil, respiró hondo viéndose de cara al mar por esa rejilla de presidio, no cabía en la mente aquellas muertes, quien lo hizo sería un ser perverso y desalmado, irónico para él que era asesino, siguió viendo el horizonte que se daba sobre los muros de la prisión, escuchó a sus espaldas el golpe de un tolete en las rejas, dio vuelta para mirar a un hombre bien vestido, era su nuevo abogado, la reja se abre y ambos se sientas a charlar delante la fija mirada del guardia, hablaron de procesos, los mismos que había escuchado antes con los anteriores abogados, no tenía fe, pero sin embrago viendo al rostro de aquel hombre de leyes se notaba la seguridad, mostraba que su caso era difícil de tratar pero no se perdía la esperanza de bajar la pena y hasta quedar libre, el dialogo de este abogado era diferente a los demás, se notaba más seguridad en sus convicciones, tiempo después se despide, fue suficiente un estrechón de manos, el hombre camina por aquellos pasillos cuasi muladares, le abren la reja de reos y lo conducen a la oficina del alcaide, conversa sobre el caso de su reo, la conversación va desde la cordialidad a la contundencia, se empapela de registros, se despide, es conducido a la salida del penal, suspira hondo girando sobre su cuerpo viendo los alrededores del penal costero, respira más hondo, ingresa a su auto, el viaje sería un poco largo, manejaba despacio por el empedrado camino, de súbito un personaje se aparece en la carretera invitándole a detenerse, sonrió al verlo, salió del auto mostrándole los papeles, el dialogo fue corto despidiéndose con un estrechón de manos, el abogado continuó su viaje, decidió pasar por la calle principal del pueblo, vio un comedor, le atrajo lo ofertado en el ámbito culinario, probó de esas delicias marinas al mismo tiempo que respiraba el aire puro salitroso, escuchaba a los nativos hablar sobre aquellas fábricas y casas de los Arichabala, al abogado le entró la inquietud, hizo tertulia con ellos, se enteró de los movimientos de Nicolás y su esposa, de ser los dueños de casi la totalidad de esos terrenos costeros gracias a inyecciones económicas en dinero efectivo por industriales del país del norte, escuchar el apellido Arichabala significaba mucho para ese abogado, recordaba a su hijo, Carlos Hernán, de quien ya sabía de su existencia y ahora apartado estaba de su presencia, tragó un sorbo de una bebida tropical autóctona del lugar, emprendió la marcha, al pasar por aquellas grandes construcciones vio a una mujer asomada, se detuvo, ambos cruzaron la mirada, el abogado no entendía en ´si el motivo de haberlo hecho, simplemente se daba la mirada cruzada entre Justin Daniela y Serafín, fue un lapsus, pero suficiente para verse fijamente, instintivamente le sonrió y se despidió agitando la mano, ella se limitó a ver el accionar de aquel forastero, pensó por lo bien vestido que sería un agente de ventas o negocios afines, para ella esa actitud a más de cautivarla le fue atrayente, su hijo Daniel Nicolás se acercó a abrazarla, vio la mirada fija de su madre y le imitó en dirección a donde ella observaba, así, juntos los dos vieron ese auto alejarse en aquel camino recto costanero.
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Amanda estaba comprometida con su trabajo en la selva, se hablaba muy bien de su eficiencia de enfermera militar, de ello daba crédito Gustavo Adolfo, se quedó con su hijo a petición suya ante los movimientos de insurrectos del sector, el militar desconocía que Amanda era la madre de su hijo, Carlos Gustavo, su relación era gélida pese a que el militar le llenaba de atenciones, para el militar ese hijo era fruto de Amanda con la relación que ella tuvo con su anterior esposo y que la dejó abandonada, nada tan lejos de la verdad, pero aun así la vida continuaba, ella en los puestos de enfermería y él adentrado en la zona selvática en el ámbito de estrategia militar, los padres de Amanda muy orgullosos de su hija miraban con cautela esa relación laboral, ya se acercaba el tiempo de permiso de ella allí y tocaría en próximos días en volver a la capital que era su verdadero lugar de trabajo, Carlos Gustavo se divertía con Renata cuando hacía visitas a la casa de sus abuelos, para ella él significaba mucho, hubieron complicaciones en la salud de la esposa de Joaquin Valdés el terrateniente pero todo se pudo mejorar con la intervención de Amanda, tal era el grado de agradecimiento que se le celebró con un almuerzo familiar, la amistad se fortalecía, allí también estuvo el militar que con su tropa cuidaba esas tierras selváticas, atrayente en verdad que lo era aquel militar de rango alto, la velada fue normal, anunció ella que en pocos días más retornaría a su trabajo, le fueron entregados varios obsequios por parte de Joaquin, mientras Aarón y Renata caminaban por el sector de los alrededores, ya al verse a solas Renata con iniciativa indujo a Aarón para esconderse, allí pudieron aprovechar en besarse y acariciarse, lentamente fue bajando su pantalón y calzoncillo mientras ella se bajaba el calzón, se vieron y manosearon su genitales, él pasaba su mano por aquella vagina mientras ella lo hacía acariciando sutilmente el pene de Aarón, se llevaron los dedos para oler los restos de orina de sus genitales, sonrieron al hacerlo por iniciativa de Renata, luego se abrazaron, coquetamente ella hacía moverse a su amante, de tal manera que el pene rozaba la vagina “métemelo, anda, métemelo” él graciosamente rozaba el pene en la vagina “anda, rápido métemelo” así parado era dificultoso para él por lo grueso de la ropa de vestir y la diferencia de estatura pese a que ella se inclinaba, ella lentamente se acostó en el suelo alzándose el vestido, así sería más fácil, “¡ven!” “¡hazlo!” y ya cuando Aarón se aprestaba a hacerlo escucharon unas pisadas sobre el piso, parecía que iba en carrera, Renata se puso en pie y a través del escondite vio al pequeño hijo de Amanda Carlos Gustavo que se alejaba del lugar, seguramente lo había visto todo, ella sentía vergüenza de lo que podía suceder si contaba, se quitó la basura impregnada en el suelo y se vistió ante la mirada atenta de Aarón que hacía lo mismo, ambos pensaron lo peor, era mejor el momento de partir por caminos separados, para ellos la velada continuó normal, sin embargo la mirada del pequeño Carlos Gustavo estaba clavada en Renata.
FIN DEL DUCENTÉSIMO TRIGÉSIMO EPISODIO
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