METAMORFOSIS 230
Arena.
Luciano de la Sierva daba rodeos en la salita de su hogar, pensativo se pasaba la mano por el rostro, era recurrente ver el pequeño reloj puesto en la pared, la ansiedad lo consumía, esperaba con deseos a alguien, miraba por la ventana y nada que aparecer, miraba al reloj a la vez que a la ventana, los minutos pasaban, pensaba que no vendría, se sentó en su mecedora y se puso a meditar, sus sentimientos encontrados incrementaban esa angustia, de nuevo la vista al reloj mientras se mecía, suspiraba con frecuencia, sus dedos entrelazados servían de apoyo a su mentón, Luciano ya no podía más con su angustia, decidió ir al baño, mientras defecaba pujaba el excremento diciendo en forma entrecortada el nombre de Venancio aquel muchacho jovial que estudiaba en el internado donde él trabajaba, Venancio fue su vecino desde tiempo atrás cuando vivía enfrente de su casa, ahora residía en una gran mansión al saberse hijo de Squeo, el viento soplaba levantando polvadera en esas calles empedradas y humedecidas tras la última precipitación lluviosa, seguía respirando aceleradamente, su manzana de Adán se movía rápidamente al tragar saliva en señal de angustia y deseo a la vez, seguía pujando, seguía pronunciando el nombre de Venancio, Luciano estaba cabizbajo, anhelaba amarlo, pensaba y pensaba recordando lo que sucedió dos días anteriores en el internado donde laboraba, allí estaba Venancio en sus clases de natación con otros compañeros y el instructor, Luciano estaba sentado viendo un libro a prudente distancia de la alberca, lo vio salir, el agua escurría por su cuerpo brilloso al sol, esas piernas rellenas, ese pene amoldado a la tela húmeda, esos dedos firmes de pies bien formados posándose en el suelo, esos dedos de las manos que se deslizaban sobre la costura del ajustado short alineando las mangas, ese trasero voluminoso ajustado a la tela dando esas curvaturas anatómicas que halagaban la visual de Luciano, tragaba saliva de emoción al verlo, el pene se puso duro en instantes, a cada momento Venancio entraba y salía de la alberca, los compañeros iban saliendo de a poco a los baños, con ellos iba el instructor, sólo quedó Venancio y otro compañero, Luciano se acercó a la alberca viendo a los compañeros nadando, tiempo después los dos muchachos estudiantes salen de la alberca, de frente se miraban insinuantes observando los penes vestidos, Luciano vio el cuerpo de Venancio que se secaba con toalla, lo hacía de una forma atrayente antes el cruce de sus miradas, se secaba el pene y trasero y eso le excitaba, sólo de ver ese movimientos de manos con dedos alargados, ver esos labios rosáceos contrastados con su piel morena clara, Venancio agitaba su pelo sedoso con la toalla, la mirada de Luciano se centraba en aquel rostro hermoso que le daba sonrisas cautivadoras, vio esas piernas humedecidas por el agua de la alberca, con mirarse se decían su intento de estar a solas, con gestos así lo interpretaron y caminaron sigilosamente, Venancio portaba sus sandalias por ese camino de piedras pintadas a los extremos, miraban a los costados, llegaron al sitio deseado que era detrás del escenario contiguo apartado del zoológico a esa hora ya desierto, el haberlo seguido ya para Luciano era un gran logro, ahora más cuando Venancio aceptaba las caricias, “ha pasado mucho tiempo…” le dijo Luciano con mucha alegría, “déjame verlo” la mano de Venancio deslizaba el short con el pene bien tieso, al mirarlo Luciano estaba emocionado, había crecido desde el último encuentro, pasó la mano por la humedecida piel, “lindo… lo tienes” le decía mientras que le acariciaba y le agitaba al pene, los dos se miraron con risa cómplice, se lo llevó a la boca adulta, Venancio Alberto suspiraba de placer a ojos cerrados acariciándole el pelo de Luciano, “¡está delicioso!” “¡muy delicioso… primor!” lamía y chupaba con gusto, ya hacía bastante tiempo que no lo disfrutaba así y también en Venancio Alberto que no lo había disfrutado de esa forma, pasaron pocos minutos a lo que Venancio dijo en tono cauto “ya vamos, es peligroso aquí” Luciano de un impulso lo abrazó y lo besó “yaa, yaaaa.. nos pueden ver, yaaa” Luciano seguía besándole el rostro “bien sabes lo que sentimos, anda, déjate” con movimientos rápidos las manos de Luciano bajaron la cremallera de su pantalón sacándose el pene “¡no… eso no!” “¡nos pueden ver!” decía con una voz chillona llena de pereza como si estuviese resignado, “¡vamos Venanacio… es ahora!” “¡recuerda que desde hace tiempo no lo hacemos!” de repentino giro lo agarró haciéndolo poner a Venancio de cara al muro de ese lugar apartado “aquí no nos pueden ver… seguro” “¡déjate!” “¡te necesito mi amor!” “¡te necesito!” se escuchó un gemido salido de boca de Venancio, “¡sé que tú también lo quieres!” “¡tú también mi amor!” el pene de Luciano entraba en el ano, “¡aahh!”, el pantalón se rozaba con el humedecido short de baño, el glande entraba con gusto, Venancio Alberto trataba de zafarse de las férreas manos que lo sujetaban, “¡vas a ser mío ahora!”, hizo un empujón “¡aaahhh!” otro más de caderas “¡aahhh!” se sorprendió con la facilidad que entraba en el ano, hizo un descanso apaciguando ese deseo ante la sorpresa, Luciano no esperaba esto, le giró viéndose cara a cara “lo tienes roto… ¿quién?” le salió la sorpresa y su poco tino de comentario, Venancio se volteó de espaldas estando cabizbajo, la mano de Luciano alzaba el mentón del pequeño muchacho, se miraron a la vez que en silencio se acomodaban la ropa, Luciano lo abrazó con fuerza, sin palabras, le acarició el pelo humedecido aún, caminaron pensativos por sendas distintas del internado, a las pocas horas se encontraron por casualidad en la biblioteca, en rincón apartado conversaron con naturalidad cual docente y dicente, eso apreciaba a través de sus gruesos lentes la solterona encargada del recaudo bibliográfico, habían quedado en verse allí, Venancio asentía asegurando estar allí, los recuerdos de aquellos momentos se disipaban en la memoria de Luciano volviendo a la actual realidad, respiraba hondo, se sentía algo sudado, se escuchaba ruidos lejanos de niños jugando en la calle, algunos habían llegado recientemente a la urbanización con sus familias, pensaba en Venancio, si vendría, lo habían acordado en el dialogo sostenido en la biblioteca, ya había pasado varios minutos desde la hora fijada, se limpiaba el trasero algo encorvado, se subió el short que llevaba puesto arreglándose la remera, al deslizar la cortina del baño su cara se llenó de amplia sonrisa viendo la bicicleta arrimada a la pared de la casa, Venancio había llegado, precipitadamente ingresó a la casa y allí estaba sentado en la salita, se puso en pie dándole un abrazo fuerte, le besó las mejillas al muchacho, se deslizaba estando en su delante la figura de Venancio que con suave voz lo saludaba, el rostro de Luciano se iluminó mostrando una amplia sonrisa, tan pronto pudo lo sostuvo al muchacho de la cintura, él respondió sonriente con sus manos alargadas apoyándose en los hombros de Luciano, se inclinó acercando su rostro para besarlo, Luciano respondía del mismo modo, quiso decirle algo pero las manos de Luciano se interpusieron cerrándole los labios para que no hablase, “nada hay que decir… ven” lo condujo a la cama, lo puso en su delante desvistiéndole y sentándole en la cama, “quiero probarlo, quiero sentirlo” “¡en verdad… me haces mucha falta!” “¡te deseo!” “¡sí!” “¡te deseo a mil!” “¡siempre estás en mi mente, mi chiquillo travieso!” todo eso decía al acariciar y oler el pene de Venancio que se emocionaba, estaba feliz escuchando aquello y tomaba conciencia de lo importante que él representaba en la vida de Luciano, la lengua pasaba por los testículos y la pelvis, “ahora es mío, sólo mío” “¡lo deseaba tanto…. tanto!” le decía Luciano con sobrada lujuria, el muchacho se dedicaba a sentir el paso de la lengua por el tronco de su pene, Venancio suspiraba hondamente, Luciano dio cuenta nuevamente de la piel bronceada del pequeño muchacho, lentamente lo acostó al desnudo Venancio colmándole de besos y caricias, se mostraba la pasión y el deseo de poseerlo después de tanto tiempo, él fue el iniciador de Venancio, se apartó del muchacho para ir a asegurar la puerta y correr las cortinas, quería una intimidad y seguridad absoluta, acostado desde la cama Venancio miraba desvestirse a su iniciador en el sexo, Luciano se acostaba sobre la humanidad de Venancio “te esperaba desde hace buen tiempo” “¡siempre he estado pensando en ti… mi amor!” jadeaba emocionado “deseaba tenerte así, así, así” mostraba su pasión besándolo y él correspondiendo, al ser desvirgado por Clotario le daba a Venancio ya poco recelo, solo deseaba que lo sodomice, sobre todo personas discretas y mayores como Luciano de la Sierva su antiguo vecino, se dejó poner las rodillas al pecho encorvándose apoyando sus manos al colchón, Luciano se acercaba, apoyaban los pechos, las piernas bien abiertas daban lugar a mostrar un bien despejado ano de piel suave “te lo voy a meter… vas a sentir amo” “¡como aquel día en que lo sentiste a mi pene en tu cuerpo por primera vez!” “¿lo recuerdas mi amor?” el pene ensalivado entraba de a poco en ese ano haciendo abrir la boca de Venancio, “¡aahh!” se mostraba sus gemidos a través de esos rozagantes labios, las manos hacían puños las sábanas arrugándolas, es que el pene entraba, “ya casi todo adentro, ya casi, ya casi, mi amor” Venancio había llegado a lo que deseaba, lo estaba sintiendo, esa curiosidad de sentir el pene grueso totalmente dentro de su ano era lo que en realidad lo había hecho llegar allí, sentirlo todo adentro, dolía algo pues ese pene grueso le abría más el culito, ese pene grueso que antes sólo lo punteaba en la entrada del ano ahora lo estaba sintiendo en toda su plenitud en sus entrañas, ambos gemían placer, ambos se entregaban en uno solo, el pene estaba dentro “¿sientes cómo te culeo?” Venancio respondía asintiendo con un intermitente gemido “la tiene grande” jadeaban y suspiraban “si… es para ti, es todo tuyo, siente como te lo meto” Venancio cerraba los ojos quizá para sentirle mejor, de pronto sintió el semen dentro de sus entrañas, Luciano estuvo quieto “ahora puedo sentirte dentro” Venancio no articulaba palabra solo suspiraba a ojos cerrados, el pene fue saliendo, tenía restos de excremento verde amarillento y semen, “lo tienes delicioso… está bien conservadito” le acarició las piernas al decírselo, Venancio se quiso levantar de la cama aduciendo que ya era tarde y era poco el tiempo que le habían dado para andar por la calle, Luciano lo detuvo y le hizo sentar sobre la sábana de la cama dejando la mancha de evidencia del sexo hecho “ven” le abrió de piernas y le agitó el pene poniéndolo erecto, abrió la boca llevándoselo a la cavidad bucal, Venancio suspiraba, entraba y salía ensalivado “ahora métemelo”, Luciano se puso de pecho en la cama encorvándose en posición perrito, las manos de Venancio abrían los glúteos y por allí el pene se deslizaba en el trasero, mordía los labios sintiendo aquello hasta que un fluido leve salió de su pene, se apartó agitándolo a mirada de Luciano, el pequeño pendejo se pasó papel por el trasero y el pene, se limpiaron con el agua contenida en un recipiente, se miraron fijamente “¿volverás luego?” exclamó con nostalgia “mira que te necesito” Venancio lo miraba con fijación “fue maravilloso lo que hicimos… siempre lo será” Venancio no articulaba palabra, sólo asentía, le dejó la inquietud a Luciano, “te esperaré aquí siempre… no me defraudes” Venancio no le dijo absolutamente nada, al salir de la casa de Luciano fue a dar un recorrido por la casa de enfrente, aquella casa donde parte de su niñez había vivido antes de ir a vivir a la casona de su padre Squeo, se arribó al árbol, a su alrededor algunos personajes correteaban jugando a los caballitos, recordaba lo que hizo años atrás en ese lugar, atisbó por las ventanas, vio los cuartos vacíos, suspiró de sólo recordar lo feliz que fue allí, vio el cuarto donde Amaranta y Reginaldo hacían los “jueguitos” se montó en su bicicleta y cordialmente se despidió de Luciano, lo que los amantes no daban por enterado acerca de la presencia de una persona que los fisgoneaba y tomaba notas de lo ocurrido, para esos datos de su seguimiento a Venancio Alberto sean entregados a un hombre muy influyente del país de la canela.
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Las zanjas y trochas hechas por las retroexcavadoras sobre la tierra fértil para hacer reservorios y canales de riegos en las bananeras aledañas daba lugar a juegos entre los muchachos del sector agrícola, correteaban por los lugares, muchos de ellos muy humildes anhelaban ser como aquellos operarios de esas maquinarias de construcción vial y acuífera, los muchachos se subían a las cabinas a presenciar ese manejo de palancas y quedaban maravillados viendo la extracción de la tierra, entre ellos se encontraba Parcemón y Daniel Adrián que habían hecho amigos de los operadores y auxiliares, cuando quedaban las máquinas sin operar se sentaban delante de las palancas para imitar a los expertos mayores operadores, los dos traviesos operaban las palancas en una máquina grande, el hijo de indígenas estaba atento en las maniobras, se maravillaba estar sentado jugando en esa máquina, Parcemón estaba detrás con las manos apoyadas en su amigo, tenía el pene erecto que lo rozaba en la espalda de Daniel Adrián, las manos pasaban a acariciar el cuello y de a poco bajó el rostro hacia la cabeza apoyándose en el cabello, lo olía cerrando los ojos, le salió decir en voz baja “que rico huele” pero Daniel Adrián no daba cuenta pues seguía manipulando las palancas, las manos pasaron a rozar los hombros y le hizo el movimiento de cadera por detrás, sin más contenerse a sus deseos puso sus manos sobre el pecho de Daniel Adrián y comenzó a masajearlo provocándole cosquillas, “vamos a jugar otra cosa por ahí” señalándole el dedo de su mano de su brazo estirado, la mirada de Daniel Adrián seguía el recorrido de la mano de Parcemón, los dos amigos bajaron de la máquina, recorrieron los lugares señalados, se escuchaba la soledad, sólo ruidos de los animales autóctonos, ya estaban en los límites del bosque y las bananeras, a Daniel Adrián le pareció riesgoso seguir por esos lugares, eso pudo notar Parcemón en el rostro de su amigo, sin embrago él conocía esos parajes y lo animó a seguir, tenía su resortera a la mano y empezaron a perseguir aves, corrieron detrás de una herida pero no había sido así sino que el ave remontó vuelo, pese a todo los dos amigos se adentraron en la espesura, les atrajo un brillo, caminaron unos metros y vieron unas rocas brillosas entre la espesura medio cubiertas de arenisca también brillosa que se deslizaba por entre los dedos de sus manos, se vieron los pies que se hundían en la fina arenisca, pateaban la arena y con la ayuda del viento ésta se impregnaba en su piel, jugaron a las luchas cayendo los cuerpos en la arena, la risa no podía esperar en los amigos, de pronto Parcemón por mayor edad logra acostarse sobre la humanidad de Daniel Adrián, se miraron los rostros no dejando de reír, lo tenía sujeto a sus manos, no lo soltaba, estaba sentado sobre el cuerpo de Daniel Adrián, se quedaron quietos sintiendo el respirar en sus pechos no dejándose de ver el rostro, la risa iba diluyendo, la cadera de Parcemón se movía alzándose y bajándose lentamente, Daniel Adrián quedó quieto, sus manos entrelazadas se movían lentamente en la arena, lentamente la cara de Parcemón se fue acercando a la de Daniel Adrián, unieron las frentes, unieron el sudor, unieron sus pechos que armónicamente respiraban, las narices se unieron, Parcemón seguía moviendo las caderas ahora un poco más suave de lo que dio cuenta Daniel Adrián, vio cómo se alzaban y se bajan esas caderas, Parcemón lentamente giró su cuerpo sobre la arena así Daniel Adrián ahora estaba acosado sobre el cuerpo de Parcemón, desde abajo movía su cadera, viéndole fijamente a los ojos le dijo “ahora hazlo tú” Daniel Adrián de forma obediente lo hacía, cerraba los ojos Parcemón sintiendo la respiración de su amigo en su rostro, los deslizó un poco hasta que la cara de Daniel Adrián se pose en su pecho, le besaba el pelo “sigue, sigue” Daniel Adrián ya estaba animado, sentía en sus caderas el rodeo de los brazos de Parcemón, “así, así, sigue, sigue” decía a ojos cerrados, se dejó dominar por aquellos movimientos, se apartaron quedándose un rato sentados en la arena, Parcemón se metía la mano por la entrepierna haciendo un bulto manoseándose el pene, Daniel Adrián sentado se limitaba a verle, sonreían, con timidez se mostraba el rostro de Daniel Adrián, de a poco imitaba lentamente los movimientos de manos de Parcemón “te gusta ver… ¿eh, sí?” lo miró con seguridad “míralo” se había bajado el short mostrando el pene, Daniel Adrián no salía del asombro de lo que su amigo hacía con su parte íntima, “mira, así lo hacen los novios”, unía el dedo pulgar y el índice haciendo un óvalo y que por ellos se vea el pase del pene venoso, “mira… así lo hacen, je, je” “¡el novio se lo mete a la novia!” se masturbaba ahora “¡a ambos le gusta!” continuaba con esos movimientos “¡sí!” la atenta mirada de Daniel Adrián se posaba sobre aquellos movimientos de manos de Parcemón, “mira, mira” le decía jocosamente, lentamente se recostó sobre la arena deslizándose el short para liberar de mejor forma su pene para que sea visto a su plenitud bien erecto, Daniel Adrián seguidamente lo miraba atento, el short quedó deslizado a las rodillas, sentado Daniel Adrián lo miraba, lo deslizó más “ven… toca” Daniel Adrián sentado reía con contraste de emociones, “ven, anda, tócalo” Daniel Adrián callaba y sonreía ante lo dicho por Parcemón, “ven, ven, ven” instintivamente Daniel Adrián se puso en pie luego se acuclilló y lentamente sus manos fueron tomadas por su amigo, “tócalo, siéntelo” así lentamente las manos iban deslizando el pene con la ayuda de las manos de Parcemón, “sé que te gusta, tócalo” entraban en confianza en cada movimiento incrementando la risa en Daniel Adrián, se escuchaban los suspiros de Parcemón en aquel apartado lugar entre la arena, Parcemón se sentó notándose que la arena se deslizaba sobre la remera y el trasero impregnado de arena, agitaba la cabeza tratando de sacarse la arena sin dejar de sonreírle, se puso en pie “ahora tú” así lo acostó a su amigo Daniel Adrián, “sentirás rico como siempre” con risas Daniel Adrián se acostó vio que las manos de Parcemón le deslizaba el short sacándoselo por completo del cuerpo, Parcemón poco a poco puso ese pene flácido en erecto, lo masturbaba con delicadeza, Daniel Adrián tenía sentimientos encontrados entre extrañeza, curiosidad pero sobre todo el sentido del placer, si, pues Parcemón hacía bien esos movimientos expertos de dedos en ese pene que los probaban por vez primera de su amigo, se miraban y sonreían “vez que te gusta ¿eh?” sonreían “picarón” sonreían, las manos de Parcemón fueron a las costillas de Daniel Adrián con la idea de hacerle cosquillas, el amigo se movía a los lados, la arena más se adentraba en su pelo, Parcemón se sentó de súbito sobre las caderas de Daniel Adrián moviendo su culito desnudo sobre ese penecito, “¡aaah!” “¡aaahhh!”, así lentamente se fue acostando sobre la humanidad de su amigo, unieron los pechos, las narices y las frentes, se acomodó, “¿sientes lo rico?” jadeada “mira” alzó la cadera y la bajaba para que Daniel Adrián note que los penes estaban sobándose, “¿si ves que es rico?” las piernas y las caderas rozaban la entrepierna de Daniel Adrián, Parcemón a propósito bajaba su cara sobre las mejillas y sentía que le pujaba en el rostro, quería atraerlo más a Daniel Adrián haciéndole creer que era deliciosa esa situación, giró de repente cayendo de espaldas en la arena, “ahora tú…ven” gemía estirándose el pene, Daniel Adrián se acostó sobre Parcemón, ya para ese momento los cuerpos tenían impregnada la arena en su piel, lo abrazó de la espalda “házmelo ahora, házmelo” decía a ojos cerrados al momento en que se rozaban las caderas que ya se alzaban y bajaban, un inquieto Daniel Adrián lo hacía, ya le gustaba, descubría seguramente eso delicioso con su amigo allí tendidos en la arena en la soledad del lugar, las dos cabelleras estaban con arena, se pusieron en pie viéndose los penes, “ya me quiero ir” dijo Daniel Adrián, a lo que Parcemón le acaricia los brazos, “aún no, espera” lo tomó de la mano llevándolo a unos pasos donde se habían acostado sobre la arena “quiero que me lo hagas aquí, ven”, para sorpresa de Daniel Adrián el cuerpo de su amigo Parcemón se acostó sobre un tronco caído sobre la arena, el viento silbaba fuerte en su movimiento en las ramas de aquellos tupidos árboles, “ven házmelo… tu puedes, ven” Daniel Adrián se acercó agitándose el pene rozándole el trasero a su amigo, “no… métemelo, anda, métemelo” de manera sorprendente el pene de Daniel Adrián sobaba el trasero de Parcemón, “te digo que me lo metas… ¿Qué no puedes?” se volteó para verle el rostro asombrado de Daniel Adrián, era de esperarse, se dijo Parcemón para así en sus adentros, “ven, acércate”, las manos de Parcemón abrían lo que más podía la separación de sus glúteos dejándose ver lo rozagante de su ano, “anda, ahora sí… métemelo” Daniel Adrián se acercaba con su pene en el ano, “anda… métemelo, métemelo” el pene de Daniel Adrián fue entrando poco a poco con molestia, tanto así que optó por apartarse, suspirando Parcemón sonreía, era de esperarse eso repetía en sus adentros, no quiso seguir, lo comprendía, Daniel Adrián se sentó en el tronco viéndose el pene rozagante, no era muy grande, típico de su aún joven edad, los muchachos se miraban, “ahora me toca” le dijo Parcemón a su amigo, “déjate… quiero que lo sientas así” lo encorvó sobre el tronco quedando arqueado el cuerpo de Daniel Adrián con el pene apuntando al firmamento, lo agitó con las manos e hizo que se pusiera tieso, Parcemón abrió la boca metiéndose el pene pero al instante lo apartó escupiendo los restos de arena que le había desalojado de la piel de ese delicioso pene que tenía Daniel Adrián, “mira… siente” los dos penes se sobaban de nuevo al frote sutil que Parcemón por tener más edad era el más experimentado en este movimiento de penes, se movió tanto que los dos penes quedaron rozagantes a causa de tantos movimientos de cadera de Parcemón que ocasionaban que ese pene se roce ensalivándose, “ahora date vuelta” obedeció y así lo hizo, al ver ese trasero alzado de su amigo Parcemón abría los glúteos separándolos lo más posible para sacarle restos de arena impregnada, escupió varias veces en esa área, “siéntelo ahora” el pene rozaba el trasero en la separación de los glúteos, lo apartaba para lanzarle más saliva, Daniel Adrián estaba quietecito, el pene entraba un poco en el ano y Daniel Adrián empezó a gemir “aaahhhh… me duele” gemía diciendo “me duele, ¡aahhh!” Parcemón lo tenía sostenido de las costillas “yaaaa… yaaaa.. ¡duele!” sintió que algo entró “aayyy” Parcemón notaba que Daniel Adrián tenía ganas de llorar y se apartó, comprobó que ese ano aún era virgen igual que el pene, ya no quiso continuar, sin palabras fue donde había dejado su ropa y se limpió con ella, le ayudó a vestirse a su amigo, ambos muchachos salían de esa tupida vegetación, continuaron de regreso a casa usando infructuosamente sus resorteras al intento de cazar aves, vieron una serpiente deslizarse por el piso “es el diablo” dijo Parcemón al asustado y sorprendido Daniel Adrián, corrieron lo más que pudieron a la plantación donde sus madres los esperaban, jugaron un rato con el balón, en eso llega Emigdio en su jeep en compañía de los pares de Parcemón y Daniel Adrián, fue recibido de buena forma por las mujeres vecinas en esos cuartos de la plantación, el capataz invitó a pasar al cuarto al patrón, seguido del ayudante indígena padre de Daniel Adrián, desde la ventana Emigdio miraba fijamente a Daniel Adrián que se jalaba la tela de su short con restos de arena que no se registraba en ese sector sino en el bosque, supuso que allí estarían jugando, insistentemente Daniel Adrián se manoseaba el trasero, vio la mirada de complicidad de Parcemón al verle lo que Daniel Adrián hacía y él correspondía socarronamente con estirarse el pene, en un momento dado Parcemón estuvo detrás de Daniel Adrián abrazándole y moviendo la cadera, en otra acción Emigdio vio caer a los dos al suelo, Parcemón acostado sobre el cuerpo de Daniel Adrián que quedaba quietecito y de esa forma así alzaba y bajaba la cadera en insinuante movimiento sexual, Emigdio tragó saliva, su mirar fue desviado por la madre de Parcemón que coquetamente lo atraída con su atención, esos senos prominentes de la esbelta mujer lo llevaban a la atención máxima, aceptaba sus cortesías, no era para menos, él era el encargado de llevar esa estancia a órdenes de su jefe, giró para verlos jugar pero habían desaparecido de su mirada, rato después entre las plantas y el monte alto y a mucha distancia de esos cuartos del capataz Parcemón estaba acostado sobre Daniel Adrián con sus shorts a las rodillas haciéndose movimientos de caderas, los dos inquietos nenes habían gustado de hacerlo, el balón quedaba cerca del lado de esos cuerpos desnudos como mudo testigo.
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En la estancia Pérez se encontraba sentado Luis Alfonso a la espera de la llegada de su hermana desde la capital, el muchacho tenía mucha afinidad con su hermana, pero resultó su sorpresa ser mayor al momento de ver acercarse por el portón principal de la estancia un auto muy conocido, su respiración comenzó a acelerar y agitarse emocionado, dejó de pelar la naranja que deseaba comer, se puso en pie moviendo sus manos en la tela de su short limpiándose los restos del zumo de la corteza, el auto se estaciona en su delante detrás estaba la puerta de entrada a la casona campestre, un par de peones se acercaron para llevar las maletas dentro, Luis Alfonso se estrechó de manos con su cuñado Nicolás, se vieron fijamente y se dieron un abrazo que duró segundos nomás suficientes para decirle Nicolás al muchacho en el oído “vine por ti… te extraño” “¡me haces mucha falta!” a Luis Alfonso le vino un flujo eléctrico recorrió la espina dorsal haciéndole la piel como carne de gallina, lo abrazó de los hombros al muchacho entrando en la gran sala de la casona, el diálogo se hacía tertulia, Nicolás se servía copas de whisky y fumaba, Luis Alfonso hablaba y hablaba, Nicolás vio a los lados para sentirse no ser visto, se sentó junto a su cuñado apoyando una mano en una pierna por debajo del pantalón corto que llevaba puesto Luis Alfonso, “ya te dije que vengo por ti” lo miró fijamente “mi amor” expresó con mucha seguridad reflejada en su rostro, Luis Alfonso tragó saliva y emitió una risa solemne como le gustaba a Nicolás, el cuñado le informa a Luis Alfonso que su hermana Agripina vendrá con Pasha el día de mañana, pasaron a revisar las caballerizas para luego ir a la plantación aledaña de la estanca Pérez, iban montados a caballo revisando los trabajos, Luis Alfonso le mostraba los avances hechos con los peones y algunos campesinos del sector, Nicolás estaba complacido, los trabajos en la estancia de su suegro el doctor Luis Daniel Pérez estaba siendo garantizado por su hijo Luis Alfonso e hijastra Agripina, solo que ella dejaría sus ocupaciones para irse con el forastero caucásico que la había cortejado, ambos cuñados continuaron con su galope, sudaban, decidieron cabalgar hacia el pueblo, en el trayecto miraban a los peones, metros adelante vieron la figura rígida de Gumersindo, pasaron dándole un saludo solemne por ser ya un adulto mayor, fueron al pequeño parque rural que estaba siendo adecuado, amarraron los caballos entrando a la cantina, bebieron un par de cervezas, fueron a la pelea de gallos, estuvieron hasta altas horas de la noche presenciando, de regreso a paso lento de corcel retornaban a la estancia, iban conversando, Nicolás había bebido un poco a causa de la cordialidad de los pueblerinos en brindarle tragos, así de a poco fue mareándose, Luis Alfonso iba al cuidado, al llegar dejaron amarrados los caballos en la entrada de la gran casona, la empleada miraba a prudente distancia que Luis Alfonso llevaba abrazado a su cuñado hasta la habitación, la empleada ayudó a subirle, como un fardo se acostó en la cama preparada para él con mucho esmero, Luis Alfonso agradeció a la empelada por sus servicios haciendo que se retire, la puerta suena al cerrarse, Luis Alfonso le sacó las botas de los pies, de repente Nicolás de un tirón de brazos lo llevó al muchacho a su cuerpo, rodeaban la cama riendo, los besos se daban entre los cuñados, también los manoseos, “¡quiero que me penetres!… ¡hazlo!”, las miradas fijas no podían contener el desbordante deseo de los amantes luego de darse besos con lengua, era mucha atracción, se desnudaron, primero fue Nicolás en ser penetrado por su joven cuñado Luis Alfonso, el pene entraba en su totalidad “sí… hace tiempo lo deseaba contigo” jadeaba “sigue, sigue” presuroso movía el cuerpo, estaba en el éxtasis, luego Nicolás penetraba a su cuñado, posteriormente hacían el 69 de manera formidable con esos dos cuerpos desnudos, se daba un sonido fuerte en los resortes de la cama por efecto de ese brusco movimiento de los cuerpos, la noche la pasaron amándose intensamente, Nicolás era el más entusiasta, Luis Alfonso lo hacía en la mayoría de las ocasiones en forma de pasivo, allí los rayos del sol se les reflejó en la cara, presurosos fueron a desayunar, ellos estaban conscientes que Agripina y su esposo estarían en la estancia pasado el mediodía, el resto del mediodía los cuñados aprovecharon del tiempo para cabalgar por los alrededores de la propiedad, llegaron a la casa abandonada, se desmontaron caminando por los alrededores, entraron a ese ruinoso lugar abriendo monte, se besaron abrazados, ese era un lugar especial para los amantes, sobre todo para Luis Alfonso, en ese lugar fue desvirgado por Dagoberto, los cuñados caminaron bajo sombra, “¡este es nuestro lugar!” “¿te acuerdas mi amor?” “¡aquí lo hicimos por primera vez!” “¡aquí nos entregamos!” se sentaron a besarse apasionadamente y allí se vieron los penes salidos por los pantalones y empezaron a manosearlos, el deseo era grande e intenso y de pronto se vieron los cuerpos desnudos, se penetraron mutuamente, en ese momento sólo existía el deseo de sexo, no importaba mostrar su desnudez al viento, a la naturaleza que los rodeaba en aquel apartado lugar, para Luis Alfonso ese era un lugar especial, muchas veces hizo allí el sexo desde muy niño, allí se descubrieron sus deseos, Nicolás también fue desvirgado por esos lares, era maravilloso estar así abrazados tocándose la piel desnuda, la cara de Luis Alfonso apoyada sobre el pecho de Nicolás, se miraban de forma cómplice, se atraían mucho a pesar de las diferencias de edades, como siempre prometieron callar sus actos, Nicolás lo había deseado desde hace tiempo y no desaprovechó de esta oportunidad para estar con él, pasado el mediodía llegaron a la estancia, ya para ese momento estaba una Agripina deslumbrante junto a su esposo Pasha, aprovecharon en conversar y recorrer la plantación, Nicolás deseaba referencias del negocio y de la experiencia de Pasha en la actividad agrícola, era evidente la empatía entre ellos, Pasha Vladimir Ifimovich resultaba ahora pieza clave en el mejoramiento económico de Nicolás Arichabala y su suegro Luis Daniel Pérez, en medio estaba Agripina, como consorte de apoyo económico, Luis Alfonso, se proyectaba para aquello y ya había manifestado a su hermana Agripina su intención de hacerlo junto a ella, la quería más que su media hermana Justin Daniela, la esposa de Nicolás Arichabala e hija de Luis Daniel Pérez, para Luis Alfonso su sobrino Daniel Nicolás era indiferente pues pocas veces se habían reunido, más primaba la fijación por su cuñado Nicolás y esas entregas secretas llenas de pasión sexual.
FIN DEL DUCENTÉSIMO TRIGÉSIMO PRIMER EPISODIO
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