METAMORFOSIS 234
Seguridad.
La pesada petaca era sacada de ese lujoso vehículo, el hombre se sentía raro al salir, tenía sentimientos encontrados, dejar a su familia para estar un tiempo aquí pero por otro lado iba a poder más de cerca el cuidado del huésped ganando mucho dinero, a su lado Nicolás salía del lujoso auto, el hombre barbado lo seguía detrás, luego se unió un sirviente llevándolo a su cuarto donde estaría por un buen tiempo, Nicolás se desvió camino a la oficina de su padre, en la tarde llegaría Valentín para continuar con sus propuestas de negocios, el hombre barbado arreglaba sus cosas en ese cuarto humilde, sonreía irónicamente viendo a su alrededor, le volvían los sentimientos encontrados, aunque su ánimo crecía de saberse estar en ese lujoso lugar, le sirvieron con deleite, comida fina, desde hace mucho no se servía así, mientras probaba bocado vio a un lujoso auto estacionarse junto a la puerta principal donde el sirviente que lo atendió recibía a la mujer que se bajaba del choche, era Fernanda con su hijo Mateo, el barbado se puso de pie en súbito, por la hendija del lejano cuarto vio entrar erguida a esa mujer, detrás iba sus hijas Victoria y Cayetana, el hombre tragaba saliva, reconocía que en esa gran casona vivía la mujer y sus tres hijos, se sentó a seguir probando la comida, se recostó poniendo su reloj de pedestal sobre el marco de la puerta, sus ojos se entreabrían, de pronto un sobresalto, se sentó en la cama, recordó lo que tendría que hacer, se vistió viendo el minutero del reloj, ya para el instante que llegó al lugar el chófer lo estaba esperando, subieron en el auto, irían a ver a Valentín, en ese instante en la entrada de la gran casona se cruzaron los dos autos, en uno de ellos al entrar a la casona iba Justin Daniela manejando y su hijo Daniel Nicolás iba sentado detrás, el hombre barbado cruzó mirada con ella mutuamente saliendo una sonrisa, el niño por la ventana de la puerta agitaba la manito saludando al hombre barbado, el adulto respondía al saludo del niño agitando la mano, estaba feliz, sí, muy feliz, los autos continuaron sus respectivas rutas, la mujer quedó pensativa con extrañeza, viendo a través del retrovisor que el auto se alejaba, después su rostro cambió, estaba contenta que ese buen hombre ascienda de categoría, se lo merecía, había salvado a su hijo de los peligros del mar, como reconocimiento le pidió a su marido Nicolás para que le ascienda de puesto, ahora sería el hombre de seguridad del ilustre visitante, al llegar a la gran casona el pequeño Nicolás fue presuroso a micciar sobre un frondoso árbol a vista de su madre y también de Victoria que desde una ventana a lo alto observaba el movimiento de las manitos de Nicolás por desabrocharse el pantalón y el calzoncillo sacando su pene lampiño erecto lanzando orina a la corteza del frondoso árbol del amplio jardín, la madre lo esperó para entrar en la casona, en la sala estaba Cayetana jugando a lo que Nicolás se unió en los juegos, Fernanda y Justin aprovecharon en conversar sobre sus actividades y trascendió su situación marital, Justin se quejaba del poco tiempo que le daba Nicolás a su hijo, desde que nació le era muy indiferente, le decía a su amiga que era poco atendida desde hace tiempo por su marido y no le extrañaría buscar otro pretendiente, reía dando el ejemplo de joven apuesto Valentín, esa risa contagió a Fernanda, a la escucha estaban los niños, Fernanda manifestaba que iba bien la relación con su compañero sentimental, que con gusto atendía a sus hijos, sólo que Victoria era un poco recelosa, era de entender por ser la mayor, extrañaba el cariño de su difunto padre aunque ahora ese cariño se lo daba a su abuelo, le costaba adaptarse a la cordialidad que le daba su nuevo compañero sentimental, las mujeres continuaban con sus diálogos de moda preparándose para la próxima fiesta de sociedad alas que fueron invitadas, su amistad se notaba desde hace tiempo, Nicolás pidió a su mamá permiso para ir a ducharse en el baño del abuelo, la mujer asintió, iba a llamar a la empleada pero el niño decidió ir solo, las mujeres sonreían por tal actitud, Nicolás se estaba haciendo un niño independiente, el pequeño Nicolás subía la escaleras, iba corriendo alegre hacia el cuarto del abuelo Fulgencio, se trataba de una amplia habitación, el niño le gustaba el lugar, rápidamente se quitó la ropa lanzándola en la cama, el cuerpito desnudo se reflejaba en el amplio espejo del baño, abrió la llave de la ducha y brincaba alegre duchándose, se pasaba jabón por el cuerpo, el pequeño Nicolás sentía el agua que escurría por el cuerpo, se sentía bien, se pasaba espuma de jabón por el traserito y el penecito, el agua jabonosa se escurría por sus pies descalzos con dedos y uñas bien cuidadas, el nieto del ex senador se limpiaba bien sus bracitos, se inclinó a tomar el jabón que se le había caído y de pronto sintió una fuerte palmada en su glúteo derecho, el niño al ver quién era el causante frunció el ceño pero luego fue relajándose el semblante de su rostro viendo la presencia de su prima mayor Victoria, desde algún insistente había disfrutado viendo el cuerpo desnudo del niño bañándose en ese cuarto, lo había visto subir y entrar en ese cuarto del abuelo, se enjabonaba el pelito y el cuello, lego quedó quietecito escurriéndose el agua, Victoria lo cubrió con la toalla llevándole a sentar en la cama, lentamente lo recostó haciéndole cosquillas lo que hizo es moverse girando en la cama, allí Victoria veía con gusto ese cuerpo denudo de Daniel Nicolás, las piernas las abría, lo sostuvo, “¡quietecito!” el niño sentía mirando las caricias de las manos de su prima por las piernas y se tranquilizó viendo que esas manos acariciaban sutilmente sus testículos y su tronco de pene lampiño, le hizo señas de no hacer ruido, el pequeño Daniel continuaba viendo las manos de su prima que daban masajes al pecho, lentamente se fue acostando sobre él sus labios se acercaron al oído del pequeño “¡eres hermoso Danielito!” “¡me gustas mucho!” los labios se rozaban entre sí, al rozarle la nariz le decía a su primito “¡déjame hacerte sentir!” quietecito el nene probaba los labios de su prima, sentía encima de su cuerpito el cuerpo ardiente de su prima Victoria Micaela Matilde, la nieta primogénita de Fulgencio Arichabala, el nieto más querido de los abuelos paternos y maternos era acariciado y besado con gran pasión por arte de su prima, se dejaba, estaba quietecito, ya mucho antes lo venía haciendo ella a él, “¡estás suavecito!” “¡ven Danielito!” ella se acostó en a cama, se deslizó el calzón y se alzó el vestido, lo acomodó en cama de su cuerpo haciendo que el penecito empiece a rozar su vaginita “¡anda… muévete!” “¡muévete!” le agarra de las caderas haciéndolas levantar y bajar haciendo que el roce del pene se haga con la humedecida vagina de Victoria, “¡házmelo Danielito!” “¡házmelo como te enseñé!” el nene alzaba y bajaba las caderas al ritmo que ella le hacía, le hacía roces de manos en las costillas estimulándole, sentía ese pene paradito que le rozaba la vagina, dieron vuelta en la cama, ella estaba de cara en la almohada fina mostrándole el culo al primo que sentado se estiraba el penecito “¡ahora métemelo por ahí!” “¡métemelo!” el nene obediente puso su pelvis sobre el culo voluminoso de su prima y de inmediato alzaba y bajaba las caderas, ella sentía el roce del pen en su culo, “¡házmelo!” “¡házmelo!” el nene de tanto movimiento perdió el equilibrio se ladeó quedando acostado junto a su prima producto de su inocencia en el sexo, Victoria lo vio que estaba quietecito abierto de piernas, le besó los muslos intensamente mirando atenta ese penecito erecto, con gusto le miraba esos pies bien formados a los que le besaba, y así con los besos subía hasta besarle los testículos, “¡vi tu pene micciar!” “¡lo vi tieso en ese árbol!” “¡me gustó vértelo paradito!” “¡en ese momento quería chupártelo!” “¡así!” “¡así!” “¡así!” de forma rápida se metía el penecito en la boca para luego chupárselo y lamerle con muchas ganas, al verlo bien ensalivado y tiesito se acostó sobre su primito haciendo que la vagina roce el pene, unieron las frentes, “¡eres lindo!” “¡me gustas!” “¡me gustas!” Daniel Nicolás sintió el cuerpo estático de su prima sobre su cuerpo en unos segundos, luego vio que se apartaba de él saliendo de la habitación con una mano puesta en su vagina, “¡recuerda… es nuestro secreto!” “¡no se lo cuentes a mis tíos!” lentamente se retiró de la habitación quedando Daniel Nicolás abierto de piernas estirándose el rojizo penecito humedecido, ese rastro de líquido quedó impregnado en la yema de los dedos del niño llevándoselo a la nariz, era un olor muy peculiar, era el flujo vaginal de Victoria, de inmediato fue a la ducha a limpiarse con jabón como en tantas veces como esta Victoria le había enseñado, era su secreto y se miraba el pene enjabonado en el cual se escurría el agua de la ducha, cerca de allí, la gran puerta se abre, aparece Valentín detrás el hombre barbado, al entrar en la sala el apuesto Valentín saluda cordialmente a las damas y luego de una breve charla aparece Nicolás para ir a la oficina a hablar de negocios, el hombre barbado queda sentado a prudente distancia de las dos damas, no se notaba su presencia, sin embrago las miraba con atención, el contemplar esos rostros, esos peinados, esa forma de expresarse, esas sonrisas, ese cadencioso modo femenino de actuar le eran atrayente, su mirada era muy fija en ellas y también en Cayetana, sus ojos eran con fijación en los movimientos de la pequeña, tragaba saliva de la emoción de ver a esas tres mujeres, se frotaba las manos, sintió alguien cerca y se puso en pie, era Débora, el ama de llaves, temblorosa al verle le brindó una bebida con frutas tropicales, el hombre agradeció la deferencia volviéndose a sentar, extrañada la mujer no daba crédito a lo que miraba, ese hombre le era atrayente, lo miraba girando detrás, casi se cae, guardó compostura retirándose rápidamente, el hombre barbado vio a Victoria caminar bajando despacio por las escaleras, se sentó a prudente distancia de las mujeres que continuaban en la conversación de a poco Victoria participaba, el hombre la miraba con detenimiento, de pronto se le ocurrió caminar por la sala y se encontró de frente con ese hombre sentado, las miradas eran directas al rostro, él emitió una leve sonrisa a la que ella devolvía con armonía, se dieron un estrechón de manos y el hombre sintió la piel suave de esa preciosa joven Victoria Micaela Matilde Arichabala, no le gustaba mencionar su segundo apellido el de su madre por considerarlo vulgar, desde allí la inquina ante su madre, ella no había sentido tanto cariño y afecto de sus padres como sí lo hacía su abuelito Fulgencio y bisabuela Matilde, estuvieron dialogando de a poco, se creó una cierta atracción de amistad, el barbado internamente gozaba de la inocencia de Victoria al charlar con él, se retiró hacia su cuarto, tiempo después bajaba las escaleras Nicolás que le pedía a su madre que le ayude abrochando la ropa, vestía peculiar a ojos del hombre barbado, se retocaba su melena, miraba con mucha atención a ese precioso niño, le era muy familiar pues los había visto en los recortes de periódicos cuanto estaba en el penal, tenía muchos recortes de él, siendo el de mayor gusto aquel en el que aparecía tomando el timón de una nave, estaba muy feliz de verle, el niño jugaba con su prima Cayetana de un mes menor de nacimiento que él, lo miraba con ternura desde ese apartado y discreto lugar donde estaba sentado, ahora lo cuidaría acá en la capital, en la casa contigua donde estaba alojado Valentín estaría también Nicolás y su familia, ello le motivaba, el barbado se había encariñado con ese niño, le hubiese gustado tener un hijo así como él de precioso o una hija tan dulce como Cayetana, las mujeres tomaron a sus respectivos hijos y los hacían cabalgar en sus muslos, los niños reían jocosamente, tenían esa chispa de vida, el hombre barbado reía pero fue cortada de inmediato al ver la puerta abrirse, Nicolás acompañaba a Valentín a despedirse de las damas y de los niños, luego fueron al jardín a beber algo refrescante, el día daba ara aquello, ya distendidos hablaban de su vida y de cómo llegaron a ese sitial, en ambos se ampliaba la empatía, ambos tenían una forma peculiar de hablar y expresarse corporalmente, ambos intercambiaban experiencias de vida, al tiempo vieron correr por el jardín a los niños, el hombre barbado que estaba a prudente distancia de los dos ejecutivos de negocios fue llamado por Victoria para ayudar con una instalación, rápidamente estuvo en el cuarto de ella, estaba muy amoblado, hizo rápido la tarea, ella lo miraba sentada en la cama, percibió olor a orina de niño, el hombre barbado pensó seguramente que hace tiempo estuvo aquí Nicolás, continuó con finalizar el arreglo y cuando se disponía a irse ella le tomó la mano y viéndole fijamente a los ojos le dijo que le permitiera darle un obsequio por su ayuda, el hombre recibió una joya simple “¡es para su hijita Mielicilla!” “¡espero que le guste!”, “¡sí!” “¡seguro que le gustará!” no podía evitar viéndole que sus manos se deslizaban por su recia mano, sintió algo electrizante, tragó saliva, lo disimuló rápidamente, de un impulso pasó sus dedos por la mejilla “¡es usted muy gentil!” “¡no merezco tanto!”, “¡tranquilo… désela a su hijita!”, “¡gracias!” ahora su mano le acarició el pelo y suspiraron juntos, tal acción les fue atrayente y sonrieron por igual, se notaba la química entre ellos, pese a todo su mirada era puesta en la mano sobre la vagina vestida de ella, el hombre salió de la habitación y ella al escuchar el golpe de cierre de la puerta se acostó de golpe sobre la cama manoseándose la vagina, se deslizó el calzón mostrándose su vagina depilada por aseo al que tenía costumbre, de ahí que sus dedos pasaban por los labios vaginales y se ladeaba para meterse el dedo en el culito, cerraba los ojos y mordía los labios emitiendo aquel nombre del que le había sodomizado siendo muy pequeña, cerraba los ojos pensando ahora en aquel hombre barbado, abrió los ojos, creyó que con esa actitud habría el camino para ganarse la voluntad de ese hombre que para ella era muy atrayente, suspiraba de solo pensar tenerlo sobre su cuerpo, pese a su crecido pelo no mostraba mucha edad, trataría siempre de estar en contacto con él en cada plática, en cada acción en realidad la actitud de Victoria Micaela Matilde había cambiado mucho tras la lectura de ese pasquín, su moral estaba en dudas, poco a poco se notaba su rebeldía, seguramente eso que decía aquel papel era su identidad, lo había comprobado al preguntarle a su madre quien con dudas respondía, Victoria haría lo que le vendría en ganas, faltaba simplemente conversar con sus abuelos, ya esperaba el momento para hacerlo.
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Los dos niños iban corriendo alegres por los senderos que daban al río en esa mañana del segundo sábado de agosto de 1961, iban muy alegres con sus resorteras cazando aves, habían empezado su actividad por ese tupido monte agrandado en la espesura, se habían alejado mucho de aquella plantación donde trabajaban sus respectivos padres, el ambiente de silencio del sector era el adecuado, pasaban por entre quebradas y espesura de montes, iban con sus ajustados shorts, remeras finas que se movían al viento y sandalias que se impactaban con lo humedecido del suelo, la mirada estaba puesta en los árboles teniendo como fondo el río que golpeaba sus aguas en las rocas salientes, uno de ellos el más pequeño se detuvo a micciar, se arrimó a un árbol bajándose el short hasta los muslos, el otro miraba ese culito descubierto, se acercó lentamente para abrazarle por detrás, el nene pequeño sintió el roce de la tela de un pene erecto por detrás de su culito, vio que las manos de niño grande le rodeaban el torso pectoral, así rápidamente el niño grande se bajó el short mostrándose el roce del pene en ese culito de niño precioso, “¡está lindo!” “¡se lo siente suavecito!” eso le decía Parcemón con sus labios rozándole la oreja del pequeño Daniel Adrián Macay Paltan, los traviesos niños sonreían al moverse al mismo tiempo adelante y hacia atrás, “¡vamos a jugar!” “¿quieres?” le dijo el niño grande al pequeño, se alzaron los shorts y caminaron presurosos hacia aquel lugar indicado por el niño grande, se adentraron por la espesura del monte en aquel sendero hasta llegar a aquel lugar, estaban cerca del rio, en una pequeña hondonada llena de arena de arena rodeada de monte algo alto, se sentían seguros de hacerlo allí, “¡ven!” Adrián Daniel se acercó a Parcemón y este le bajó el short, “¡alza tus pies… sácate las sandalias!” así al mismo tiempo salía el short y las sandalias, “¡alza los brazos!”, la remera se ubicaba junto con la demás ropa de ambos niños que ya estaban desnudos, así parados se manoseaban los penes sintiéndose el placer, se abrazan haciendo que los penes se rocen y así sin dejarse abrazar movían las cinturas, estaban muy felices en hacer esos movimientos sexuales, les gustaba hacerlo, así abrazados lentamente cayeron al suelo dando roles sobre la arena hasta llegar a una gran roca plana, así acostados de perfil cruzaban las piernas, sentían mucho gusto en hacerlo, Parcemón lo acostó a Daniel sobre la gran roca plana “¡estate quieto!”, el niño grande se acostó sobre el pequeño, alzaba y bajaba su cintura haciendo que se alce y baje su pelvis, de ese modo el nene quieto sentía el roce del pene erecto más grande que el suyo, Parcemón bajaba su carita sobre el pelo de Daniel sintiéndose abrazado por Parcemón así acostado, sentía el golpe de respiración de Parcemón en su pelo, “¡aahhh!” “¡estás lindo!” “¡eres lindo!”, palabras salidas de labios de Parcemón aprendidas de su iniciador Luciano de la Sierva, lentamente Parcemón se deslizó sobre el pequeño Daniel Adrián “¡estate quieto!” puso su penecito a la altura del rostro del pequeño y él con sus manos encima del niño tomaba ese penecito y se lo llevaba a la bocha, “¡anda Adrián… chúpalo como yo te lo hago al tuyo!” el pequeño niño descendiente de indígenas tomo ese pene de piel morena clara y así lo iba chupando como se lo había enseñado en esos lugares apartados de la plantación de banano y en el cuarto cuando quedaban sin la presencia de sus padres, Parcemón con gusto chupaba y lamía el pene de Adrián mientras que él también lo hacía en el pene de Parcemón, así se formaba un delicioso 69 que gustaba mucho a los dos traviesos niños, en algunas ocasiones se comentaban que escuchaban en altas horas d ela noche los gemidos de sus padres, al primer momento pensaban que estaban peleando o tenían alguna dolencia pero al fisgonear al cuarto veían esa misma forma de hacerlo, en el caso de Parcemón se lo había contado inocentemente a Luciano de la Sierva cuando quedaba a su cuidado y de eso aquel hombre le enseñaba cómo hacerle sexo oral, ahora Parcemón cual si fuese una cadena generacional de sexo se lo estaba enseñando a Adrián aquel niño descendiente de indígenas, aunque su rostro era agraciado, luego de un rato de estar haciendo ese “jueguito” el niño más grande ahora ponía en posición perrito al niño más pequeño, así lo sujetaba de la cintura y bien aferrado le hacía quedar quietecito para que sienta el deslizamiento de su pene virgen por ese culito virgen cerrando los ojos con placer decía “¡así!”, “¡así!”, “¡me gusta!” seguía con los movimeintos de caderas haciendole sentir su penecito en ese maravilloso cilito “¡está rico!” “¡es mío!” “¡sólo mío!”, frases que las había aprendido de Luciano de la Sierva su desvirgador y ahora se las decía a Daniel Adrián, “¡quédate quieto!” “¡debo metértelo!” el nene pequeño se movió bruscamente diciendo “¡no!” “¡no!” “¡me va a doler!” “¡duele!” parcemón le dio palmadas en ambos glúteos, rió aoartándose de su amiguito “¡tonto!” “¡sabes que la tengo chiquita!” “¡y tu culo es cerradito!” “¿recuerdas?”, Daniel quedó sentado sobre la roca plana viéndose el penecito erecto, Parcemón miraba esos pies descalzos arqueados de empeine plano con dedos bien formados, vio los testículos del nene que junto al pene descansaban en la gran roca, “¡ahora te toca!” “¡ven rápido!” Daniel se piso en pie para luego acuclillarse, tocaba el pene estirandoselo, veía a su amiguito un año mayor que él poniendose en posición de perrito, se notaba ese culito rojizo abierto tras haber sido sodomizado hace más de un año en la capital, cuando sus padres lo dejaban al cuidado de Luciano de la Sierva, ese culito con lineas era abierto con los deditos de Adrián, allí en ese espacio aprovechava para rozarle el pene, la pelvis se juntaba al tarserivo haciendole mover de alente hacia atrás, de adelante hacia atrás, así constantemente, los ojitos los tenía cerrados mostrandose el placer en su rostro, los labios los mordía, se sujetaba a la cintura de su amiguito, “¡dale Adrián!” “¡dale!” “¡cógeme así!” “¡cógeme así!” “¡dale!”, el nene respondía concentrado “¡así!” “¡así!” “¡así!”, “¡ya!” “¡ya!” luego se sentaba viendose a piernas abiertas su penecito rojizo de tanto frote, Parcemón también se sentaba a estirarse su pene, a distancia prudente entre los matorrales unos ojos furtivos lo había visto todo, la sonrisa amplia que se dibujaba en su rostro contrastaba con su acelrada respiración, miró su reloj, era momento de estar presente en la cita programada, ella lo estaba esperando, montó su corcel y aceleró yendo por el sendero montoso a ese apartado lugar, en su mente estaba fija la imagen de ese culito de seisa añitos, el otro de siete años le atraía también, pensaba en tenerlos en la privacidad, se había enterado de la relación que ambos pequeños sostenían, galopó con insistencia, su risa se amplió al ver de lejos a una yegua negra amarrada a un árbol, a unos metros de allí estaba recostada ella, vestía ropa ajustada de montar que se la notaba muy sexy, al bajarse de su corcel ya su pene estaba erecto y se lo notaba en el pantalón, ella se puso en pie al verle y corrió a abrazarle y besarle, él de la misma manera correspondió, amarró su corcel junto a la yegua y de inmediato comenzó el roce entre los animales, los amantes reían al verles en esos movimientos de apareamiento, tomados de la mano caminaron por la espesura hasta llegar a su lugar de encuentro, a lo lejos escuchaban los relinchos, “¡van a hacer lo que haremos nosotros!” rieron y continuaron caminando abrazados, los relinchos eran más intensos, “¡no te preocupes, están bien amarrados!” al llegar al lugar se manoseraon y se besaron intensamente, “¡te amo!” “¡yo también mi cielo!” mutuamente se iban quitando la ropa, era intenso el deseo que se mostraban, tanto así que rodaban por el suelo mostrandose el gusto por estar juntos, el hombre lamía y chupaba con insistencia esos pezones, le lamía el ombligo y llegaba a besarle los muslos y la vagina que ya estaba humedecida del deseo, las caricias se hacían más intensas así como el roce de los dedos por la vagina, la lengua rozaba el clítoris, pasaba por los labios vaginales lamiendolos suaventente “¡hazme tuya ahora!” se besaban intensamente, ella se acostó abierta de piernas “¡métemelo!” “¡métemelo!” él se acostó sobre ella rozando el humedecido pene, “¡hazlo!” “¡hazlo!” “¡métemelo!” “¡métemelo!” de repente el pene iba entrando “¡así!” “¡aahhh!” “¡así… métemelo!” “¡todo!” “¡aahhh!” “¡todo!” “¡aaahhh!”, la cintura del hombre se movía “¡siente que te lo meto!” “¡siente que es tuyo!” “¡es tuyo!” “¡todo tuyo!” “¡ahh!”, “¡aahh!”, “ahh¡!” a ojos cerrados ella pedía más, ella pedía todo dentro de su vagina, la spelvis se unían y se distanciaban bajo ese ritmo de meter y sacar el pene, “¡no lo dejes fuera… métemelo!” “¡métemelo!” la intensidad del movimiento de los cuerpos era notable, el hombre trataba de ser complaciente, durante el camino había pensado mucho en ella, no supo en que momento se dio aquello pero ahora era real, vivian un intenso idilio, prohibido pero satisfactorio para sus necesidades de amrse y ser amados, hizo una pausa en penetrarle “¡ahora dame tu culo!” ella obediente se puso de cara al suelo, de pronto sintió todo el peso del cuerpo de su amante sobre el suyo, de pronto que siente en su culo que entra el glande, hace un gemido intenso y fuerte, luego siente que el pene entra en el culo, gime más fuerte, siente placer, “¡así… métemelo!” “¡así… házme tuya!” “¡te amo!” “¡te amo!” luego siente el meter y sacar, la pelvis y testiculos del hombre chocan con los glúteos de la hembra deseosa de sexo y placer, eran constantes lo apegos de la pelvis con el trasero femenino, el tronco del pene erecto hacía furor en esa cavidad anal, la hacía gemir, ese pene juvenil estaba en todo su apogeo, en toda su vitalidad, la cara del hombre se posaba sobre el pelo de la mujer dandole respiración, se besaban sutilmente, “¡eres mía!” “¡sólo mía!” “¿verdad?”, “¡sí mi amor!” “¡sí!” “¡soy tuya sólo tuya!”, los movimeintos se hacían intensos hasta que se detuvo, se apartó agitandose el pene viendoselo humedecido, “¡dáte vuelta!” “¡vamos… anda!” ella obediente se acostó abriendo las piernas, el hombre pasó el dedo por el tronco del pene y ella se lo pasó por la vagina humedecida, se ladeó y se pasó el dedo por el culo, al mismo tiempo se llevaban los dedos para olerselos, sonrieron, “¡ahora te voy a dar como te gusta!” “¡anda… ponte ya!” ella puso los tobillos a la altura de los hombros de su amante joven, se inclinó un poco con su pene erecto entrando entre los labios vaginales “¡ahora cógeme!” “¡cógeme!” el pene entraba con gusto estaba bien venoso, peludo y erecto, “¡hazme tuya!” “¡mi amor!” “¡te amo!”, la intensidad de ser penetrada en esa postura sexual le hacía intensificar el tacto de sus manos en la piel de su amante, la algarabía de sus cuerpos es de form notoria y ese apartado lugar era testigo de ese deseo desenfrenado de pasión, eran muy intensas las caricias y los besos con lengua al sentir esa penetración ya se venía la eyaculación, lo sentían venir, ya casi, ya casi, de tal manera que ella reaccionó “¡déjalo adentro!” “¡déjalo adentro!”, “¡no lo saques!” “¡no lo saques!”, el hombre tenía todo el pene dentro, se inclinó un poco, ella lo sostuvo de las caderas, unieron las humedecidas frentes “¡déjalo!” “¡por favor!” “¡déjalo adentro!” “¡te amo!” “¡te amo!”, el hombre escuchaba esas frases suplicantes, se inclinó más de lo que su cuerpo podía sobre ella, el pene entró todo, a capacaidad, entró tanto que allí depositó el semen en los ovarios latentes, “¡dájalo allí!” “¡déjalo!” las manos de la mujer estaban aferradas a los brazos de su amante, tenían gran apego, sabían lo que sucedía, lo tenía más presente ella que estaba acorde al llamado d ela naturaleza, se amaban tanto que en ese momento primaba el llamado de sus cuerpos, estaban con gran emoción, él quedaba acostado junto a ella de perfil besándose intensamente, los dedos intercabiaban el toque de sus zonas erógenas, se besaban uniendo las frentes, se abrazaban tocandose sus húmedos cuerpos, esta vez no hubo cuidado, ella lo pisdió así mientras era penetrada, el hombre lo entendía, pasaron un par de horas en las que se bañaron y se besaban constantemente en la orilla arenosa, tomados de la mano corrían desnudos por la playa arenosa del río que regaba las plantaciones de banano aún con rezagos del boom de la post guerra, se lanzaban al agua sintiendose en libertad de hecho y de amarse perdidamente, se miraban sus cuerpos desnudos acordes a sus instintos y necesidades de sacirase sexualmente, fueron a vestirse pero ella lo tumbó al suelo “¡házmelo de nuevo!” “¡quiero ser tuya otra vez!” “¡házmelo mi amor!” el joven la volteó dándole besos con lengua, la abrió de piernas y le metió suavemente el pene por la vagina, allí se notaba el movimeinto de cintura en alzar y bajarlas, la pelvis rozando la otra pelvis, se emocionaban, ella clavaba las uñas en las espalda de su amante haciendo luego leves movimientos circulares que lo relajaban, estaban en todo siu apogeo sexual, se sentían en la gloria, se pertenecían en ese acto de amor, ella deseosa de sentir otra vez ese líquido dentro de sus entrañas, “¡házlo de nuevo!” “¡déjalo adentro!” “¡déjalo adentro!” de pronto sintió el pene bienadentro y luego ese liquido quedaba dentro de sus entrañas, ese semen que tanto deseaba estaba allí, estaba allí, como evidencia de sus deseos de ser mujer amada, “¡te amo!” “¡te amo!” “¡no olvidemos este momento mi amor!”, el hombre sin dejar de sacar el pene le decía con seguridad “¡sí!” “¡mi amor… así será!” “¡es nuestro momento especial!” “¡así será!” por unos instantes estuvo lentamente alzando y bajando la pelvis ella complacida lo abrazaba y lo besaba con mucho amor y ternura, con el tiempo siguieron acostados acariciandose sus cuerpos desnudos, el tiempo transcurría, era la hora de partir, se vistieron yendo a donde estaban sus animales, los encontraron tranquilos, el pene del caballo estaba expuesto, tenía evidencias de haber apareado, la yegua estaba tranquila al momento de montar a su dueña, algo inquieto estaba la cabalgadura del jinete, pasaba el tiempo y se rayaba el día, vieron una bifurcación que se hacía en los linderos y tomaron sus respectivos caminos, a no muy lejos de allí iban dos inquietos niños de siete y seis años abrazados llevando sus resorteras en sus bolsillos, se iban estirando el pene y también se rascaban sus culitos, iban en dirección a sus casas, el más grande de ellos caminaba con dificultad ya que se había roto una de sus sandalias pensaba que su madre lo castigaría por tal falta.
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Esa noche fresca de la tercera media semana juliana de 1961 se mostraba la silueta de un cuerpo desnudo por el que pasaba una fina tela de camisón de dormir, se escuchaban los leves suspiros lanzados de la boca femenina al aire, cerrando los ojos se transportaba al éxtasis, deseaba ser amada, lo mostraba al pasar los dedos por la humedecida vagina recién duchada, recordaba ese pase suave del jabón por todo su cuerpo, escuchaba el rugir de motores de autos salir de la gran casona, esa noche estaba cansada, decidió no acompañar a sus abuelos, estaba indignada con su madre quien también los había acompañado, ante su negativa quedaba al cuidado con sus hermanos Cayetana y Mateo Fulgencio, contrariada se puso el camisón y deambulaba por la habitación con acciones típicas de su edad juvenil, se recostó en la cama lanzando suspiros al aire, sabía la tarea que le habían encomendado, salió al cuarto de sus hermanitos, para suerte de ella estaban completamente dormidos, se alegró mucho, bajó las escaleras a preparase un emparedado con bebida fresca, desde el sillón donde estaba sentada vio entrar a un auto que se estacionaba en la entrada de la gran casona, Débora salía presurosa a ingresar en ese auto desconocido, a ella le extrañó mucho la salida a esa hora del ama de llaves, iba con el chófer de confianza de su abuelo quien seguramente retornaba para llevarle a algún sitio, continuaba comiendo y suspirando, a lo lejos se notaba las luces encendidas de la calle capitalina en aquel sector residencial de la época de mediados del siglo XX, caminaba con sus pantuflas por los alrededores del jardín, de súbito sintió la brisa fresca, estaba muy cauta al caminar, recordaba el berrinche que le daba a su madre demostrándole que ya no tenía autoridad sobre ella y que mejor se casase con ese rico adinerado descendiente de extranjeros, la bofetada fue fuerte y muy sentida en su rostro, eso hizo que fuese a su cuarto a bañarse, tenía mucha desapego ya con sus familiares, era una persona que se creía rebelde y no menos que independiente como se desarrollaba por esa época el tejido social en los jóvenes de gente pudiente de la sociedad capitalina, era de notarse su rictus de seriedad al momento de caminar por ese lugar verde, tenía una gran admiración por los hombres fuertes y musculosos, de un de repente le vino la imagen de ese hombre barbado que notaba cierta madurez, suspiró pensando en él, se preguntaba que estaría haciendo ahora, sonrió un pico mientras caminaba, estaba muy atenta a sus pensamientos, empezó a ideárselo en sus brazos puesto tan solo un calzoncillo ajustado a su zona erógena, seguía caminando y suspirando, se sentía sola por aquel, a distancia estaban el guardia de seguridad que estaba vigilante viendo a la muchacha y a la vez a los exteriores de la calle, Victoria caminaba pensativa respirando aire profundamente, en eso se escucha el rugir de un motor y luego la tonada del claxon de un lujoso auto cuyo chófer pedía entrar, era el ato del tío Nicolás, se dijo al verle, la claridad de la proximidad de la casona hizo ver al ocupante que salía de la puerta del volante, se trataba de aquel hombre barbado, casualidad para ella, precisamente estaba pensando en él, el hombre presuroso se acercó a entregarle un paquete que a distancia el guardia observaba con detenimiento, los dos entraron a la casona, se sentaron en la sal, el hombre barbado le daba instrucciones a a muchacha para que tenga presente de la entrega a su abuelo Fulgencio Arichabala, era una información importante, las manos se rozaban al tocar el paquete, la mirada de ambos era de carácter cómplice, se notaba la sonrisa dibujada en cada uno de sus rostros, ella estaba muy animada al ver la presencia de aquel hombre, no lo podía disimular, le invitó a tomar una copa la cual aceptó, al servirle no dejaba de mirarle muy sonriente con esa risa picaresca, se disponían a seguir conversando sobre la estadía del hombre como jefe de seguridad de Valentín y de su tío Nicolás cuando de repente se fue la luz, Victoria se puso nerviosa y el hombre de inmediato fue a abrazarle, ella se dejó tocar, lo estaba esperando e hizo ponerse más nerviosa para que él la siga abrazando, las manos suaves de ella se la pasaban por la rígidas manos del barbado, de inmediato llega el único guardia de la casona a ver en su interior, el barbado con autoridad le dice que en ese lugar todo estaba bajo control, dispuso que el guarda fuese a su lugar, así lo hizo presuroso ante la posibilidad de que alguien extraño a la familia ingrese a la casona, vieron al hombre ingresar a la garita alumbrando con la linterna a la calle, con la linterna subieron a la habitación al ver a los niños, afortunadamente los niños dormían y la luz de luna de aquella fresca noche juliana era adecuada para ambos, Victoria acariciaba la carita de su hermanita de siete años, a ella la quería más que a su hermanito con tres años de quien sabe era el padre, detrás estaba el hombre barbado, ella sintió el golpe de respiración en su cuello y lentamente una mano estirada se posaba sobre uno de sus hombros, cerraba los ojos sintiendo el masaje, más intensa se puso cuando sintió los labios rozando el cuello y orejas, estaba estática, sentía placer, bajo un susurro suave se sentía el roce de los labios “¡en un día de abril… fuiste mía!” “¿te acuerdas Victoria?” ella presurosa giró su cuerpo viéndose frente a frente tras la luz de linterna que lo completaba la luz de luna, sin articular palabra la mano del barbado rozaba el culo de la muchacha, “¿eres tú?” temblorosa dijo “¿Agustín?” hubo un silencio luego un “¡sí!” “¡soy yo!”, ella lo abrazó “¡después de tanto tiempo!” sin pensarlo más lo besó apasionadamente y él correspondía del mismo modo, lentamente cayeron al suelo, desde la garita el guardia miraba el reflejo de la luz de la linterna puesta por el babado en una posición estrategia distractora, acostado encima de ella la colmaba de besos, “¿aún te acuerdas de mí?”, “¡sí!” “¡me acuerdo de ti!” “¡me acuerdo de lo que hicimos!” con rapidez ella se quedó en pie quitándose el camisón mientras el barbado quedaba de pie y se quitaba el pantalón y el calzoncillo, a toda prisa la puso de cara al colchón arqueando el cuerpo en el extremo de la cama, a ese trasero lo besaba con pasión inusitada, ella se dejaba hacer el pase de lengua entre los glúteos y toda la espalda sacándole fuertes gemidos, el hombre fue por una crema infantil y se la pasó por el culo, ella sintió que su macho iniciador le dilataba el potito “¡anda… házmelo!” “¡Agustín… métemelo!” “¡métemelo… anda!” ella suspiraba al sentir el roce del glande por el culito juvenil, desde hace tiempo que ese glande no rozaba ese traserito femenino, “¡serás mi muer!” “¡como siempre!”, ella cerrando los ojos exclamaba “¡sí!” “¡sí!” “¡házmelo!” “¡métemelo!” “¡métemelo!” “¡aahh!” “¡así!” “¡aaahhh!” “¡sigue!” “¡adentro!” “¡todo!” “¡todo!”, ya para ese momento el pene entraba y salía, entraba y salía, la cama se movía, los gemidos de la muchacha eran fuertes, el tronco del pene cremoso se deslizaba con gusto y placer dentro del culito, la pelvis y testículos chocaban con los glúteos haciéndola sentir mujer, le dio pene por allí hasta el cansancio, las manos de ella rozaban la musculatura de aquel hombre sujetándose fuertemente, tenía el agrado de sentir ese tronco de pene en su culo, el hombre le daba fuerte por allí, ella estaba siendo sometida con su consentimiento a placer, gemía, jadeaba y suspiraba profundamente, tenía claro ese deseo corporal en su piel que se deslizaba, le era grato sentir ese cuerpo sobre su espalda, escuchar los gemidos de su iniciador después de tanto tiempo, un poco más de ocho años desde su último encuentro tras haber sido desvirgada en la fiesta de su abuelo allá en 1953 cuando tenía alrededor de los nueve años, ahora estaba siendo complaciente recordando los mejores momentos vividos dándole el potito, Agustín le daba con furor a Victoria Micaela, no es para menos disfrutar de ese culito después de tanto tiempo, se apartó sacándole el pene acariciándole todo el cuerpo, estaba complacida de haber sido embestida por allí, ahora él le besaba los pezones con insistencia haciéndola delirar del deseo, la lengua recorría a las líneas de los pezones chupándole las puntas con deseo, la punta del glande humedecido de ese pene erecto rozaba en círculos el ombligo femenino, “¡aahh!, el hombre besaba con lengua a la mujer, no dejaba de lamerle y chuparle los pezones, ella se entregaba a esos placeres, el glande ahora rozaba los labios vaginales, ella a ojos cerrados lo sentía y le gustaba, lo mostraba en su rostro de complacencia, se dejaba llevar por las manos de su iniciador, era lo que había soñado desde hace mucho tiempo, ahora en esa ausencia de luz eléctrica y con la presencia de la luz de luna se mostraban esos cuerpos unidos, ella gemía tanto que lo excitaba a su hombre, “¿quieres que te lo meta?”, ella con un suspiro y abrazándole fuertemente con sus dedos aferrados a la espalda llevándole consigo le dijo “¡sí!” “¡por allí también!”, el hombre sonreía “¿segura?” “¿lo quieres por allí?”, ella a ojos cerrados manifestaba su deseo “¡sì!” “¡hazlo!” “¡quiero ser tuya!” “¡hazlo… ahora!”, el pene rozaba los labios vaginales y el clítoris, “¡está bien!” “¡tú lo pediste!”, ella exclamaba “¡sí!” “¡hazlo!” “¡métemelo!” “¡hazme tu mujer!”, eso en él impactó por el deseo de entrega de la muchacha, “¡te lo haré con amor!” el pene entraba despacio haciéndole gemir, “¡aahh!”, “¡ya… aguanta mi amor!”, entraba otro poquito “¡aahhh!”, “¡tranquila!” sacaba el pene para relajarla y darle besos con lengua luego lo volvia a entallar metiéndole despacio “¡aahhh!”, “¡tranquilita!” “¡aahhh!” “¡tranquila… amor!”, “¡aahhh!”, “¡recuerda cuando te hice por atrás!” “¡tranquila!” las caderas empujaban hacia adelante con sutileza, el glande iba entrando abriendo la cavidad vaginal, “¡aahh!”, lo sacó y le puso más crema, “¡ahora te va a gustar más!” “¡ven mi amor!” la encorvó en la cama pasándole con el dedo la crema y se puso un poco en el glande, pene y vagina se rozaban, ella sentía que el glande del pene entraba en su vagina juvenil, ya para ese momento se sentían sus cuerpos llenos de sudor, “¡aahh!” “¡aahhh!” esos últimos gemidos despertaron a Cayetana que dio vuelta en la cama viendo en silencio las caderas del hombre que se alzaban y bajaban sobre la pelvis del cuerpo desnudo de su hermana mayor encorvado en la cama que se encontraba en su delante, se cubrió con la sábana la carita para seguir viendo que su hermana abría las piernas y los dedos de los pies los entumecía de una manera fuerte, “¡aahh!” “¡aahhh!”, “¡ya casi mi amor!” “¡ya casi!”, “¡aahh!” “¡aahhh!” “¡aahh!” los ojos sorprendidos de Cayetana vieron los brazos extendidos de los dos amantes sobre la cama cuyas manos entrelazadas seguían el ritmo de movimiento de los cuerpos, “¡aayy!” “¡aayy!”, “¡ya casi mi amor!” “¡ya casi está!”, “¡aahhh!” “¡aayyy!”, “¡espera!”, “¡aguanta!”, “¡aayy!” “¡aayy!”, “¡ya casi mi amor!”, de pronto se escuchó un grito desgarrador que de inmediato fue ahogado por las manos de Agustín en la boca de Victoria, “¡ya!” “¡yaaa!” “¡yaaaa!” Agustín lo había conseguido, a Victoria le había desvirgado la vagina, el pene quedó latente dentro de la vagina, ella estaba temblorosa, los ojos de Cayetana se fijaban en el cuerpo de ese hombre sobre el cuerpo de su hermana, ambos cuerpos estaban temblorosos, parecían uno solo tras la luz muy lejana de la linterna, Cayetana vio que el cuerpo del hombre se alzaba apartándose del cuerpo de su hermana, allí vio el erecto pene salido de la vagina, se asombró al verle con sangre, vio que su hermana seguía encorvada en la cama sin moverse y su vagina ten{IA fluyendo mucha sangre, a tal punto que la sábana se manchaba de ese líquido sanguíneo, la quietud de su cuerpo daba para admiración ante los ojos de su hermanita menor, miró hacia la cuna de su hermanito que estaba en profundo sueño tras haber jugado mucho antes de acostarse, Mateo Fulgencio era un niño muy precioso, la mirada de Cayetana volvió hacia donde su hermana que seguía quieta viendo agitar el pene de manos de Serafín quien se acercó cariñosamente a darle besos en la mejilla a manera de consolación, ella tímidamente sonreía, aceptaba las caricias de su iniciador, de quien doblemente la había desvirgado, de pronto la linterna hizo intermitencia y se fue apagando de a poco, “¡ven!” “¡quiero que lo sientas mejor!” “¡hagamos el fruto de nuestro amor!” ella se dejó llevar de las manos de Agustín que le puso varias almohadas debajo de su cintura, de tal manera que quedaba bien arqueado su cuerpo mostrándose la vagina tras la luz de luna, él se fue acercando lamiéndole y chupándole los pezones, ella respondía gimiendo a ojos cerrados y boca abierta, Agustín degustaba sentir ese tibio cuerpo deseoso de sexo, aquel cuerpo que ya era suyo a plenitud, “¡te va a gustar de esta forma!” “¡ya lo verás!”, “¡sí!” “¡hazlo!” “¡métemelo!” “¡métemelo!” el pene con crema iba ingresando poco apoco, milímetro a milímetro, “¡te lo estoy haciendo con amor!” “¡mi cielo!” el pene entraba “¡eres mi mujer!” entraba más, “¡mi mujer!”, hasta que llegó al fondo, la forma de penetrar era constante, tenía el deseo imperios de que sienta que era una hembra sometida por el macho, las caderas se movían más y más haciendo que la cama con sus resortes vibren constantemente al ritmo de los movimientos sexuales que Agustín hacía sobre la muchacha, y ese movimiento también lo veía la pequeña Cayetana muy vagamente por la luz de luna de donde estaba, de pronto aparece la luz, afortunadamente las luces del cuarto estaban apagadas, Cayetana pudo ver que el cuerpo del hombre se apartaba del cuerpo de su hermana, así pudo ver el pene del hombre, lo miraba fijamente al hombre barbado con quien había jugado mucho en la playa con su primito Daniel Nicolás y su hermanito Mateo, ahora nacía en ella ese recelo para con ese hombre barbado, verlo así otra vez acostándose sobre su hermana escuchando “¡vamos a terminar el jueguito!” verlo así sometiendo a su hermana con embestidas de pene, verle el rostro de su hermana con efectos de jadeos y gemidos le hacían memorizar su forma de observar sorprendida ese acto sexual, era la primera vez que presenciaba aquello, Cayetana con su mirar se sorprendía viendo el trasero del hombre alzándolo y bajándolo, ver ese pene que entraba y salía de la vagina de su hermana, ver esas piernas abiertas, ver esos pies descalzos, ver la boca abierta de Victoria, ver sus gemidos, ver sus ojos cerrados, ver que se mordía los labios, ver el rictus de su rostro, ver todo eso era muy impactante para una niña de esa edad, lo estaba viviendo, sorprendida pero así era la realidad vivida en ese momento, el hombre se quedó quieto y fue lentamente sacando el pene, “¡ven… levántate!” “¡tenemos poco tiempo… puede venir el guarda!” le curó cuanto pudo, así que con dificultad con dolor en el vientre ella junto a su iniciador bajaron las escaleras estando un rato en la sala, allí llegó el guarda, los vio en tono natural, se complacía de ver todo en orden, tiempo después el hombre barbado se retiraba, ella subió presurosa a su habitación que dormía junto a sus hermanitos, desde la ventana vio que el auto partía, Cayetana vio que su hermana se llevaba una mano al vientre y otra a su vagina vestida, se notaba el rostro de la muchacha lleno de esperanza, a un mes de cumplir sus diecisiete años había entregado su virginidad por segunda vez a Agustín.
FIN DEL DUCENTÉSIMO TRIGÉSIMO CUARTO EPISODIO
|••| ✓ Gran relato colega.