METAMORFOSIS 235
Observancia.
El pequeño Mateo Fulgencio de tres añitos nacido en abril de 1958 corría de manos de su hermana Cayetana nacida en abril de 1954 por los amplios jardines de la casona capitalina hogar de los Arichabala, para ellos fue de gran alegría ver acercarse a los dos hermanitos vecinitos Reinaldo de trece años y Dionisio de once años, este último mostraba siempre un carácter de timidez y se notaba cierto amaneramiento, el joven Reinaldo esperaba a Victoria para ir a jugar en el complejo del club mientras Dionisio estaba jugando a la pelota con los niños, a lo lejos la figura de Fulgencio miraba con detenimiento a los pequeños jugar en el jardín, estaba leyendo el periódico de la mañana, su nieta se acercó a despedirse con una actitud gélida que el anciano no entendía desde un buen tiempo a esta parte de aquello, tanto es así que ella este año no quiso fiesta de cumpleaños, los vio partir a los jóvenes de trece y diecisiete años, un auto los esperaba, partieron rápidamente, ahora la mirada del anciano se fijaba en aquel precioso niño de tres años, “¡sí!” se decía para sus adentros, “¡era igual a…!” se contuvo de tragar suficiente saliva, bebió un sorbo de refresco matinal, las miradas del hombre con las del muchacho se cruzaron, le hizo unos gestos íntimos que solo ambos los comprendían, Fulgencio llamó a su nieta para que fuera con su hermano a lavarse, ella tímidamente asintió ante la autoridad de aquel prestante hombre, la empleada los esperaba al mandato, Fulgencio le dijo a Dionisio que lo acompañase, caminaron en dirección a la bodega de vinos, en el interior humedecido del lugar se notaba una estela de luz que a Dionisio atraía aunque pocas estuviese allí, “¡mira todo esto!” el chico miraba a su alrededor, “¡algo de esto puede ser tuyo!” “¡sigue observando!” Dionisio pasaba sus dedos alargados por aquellos objetos antiguos, su caminar amanerado le atraía a Fulgencio, “¡observa!” Dionisio giró su cuerpo viendo que el anciano se sentaba en un amplio sillón bajándose la cremallera mostrando el flácido pene, “¡ven… enderézale!” “¡tú puedes!” “¡hazlo!” el chico estaba receloso “¡hazlo!” “¡te daré algo valioso!” el muchacho sonreía irónicamente, se acuclilló tomando el pene y se puso a olerlo y a chuparlo con lamidas eso perturbaba los nervios del adulto que cerrando los ojos decía “¡sigue así!” “¡sigue así!” “¡sigue!” “¡sigue!”, Dionisio cerraba los ojos haciendo sexo oral al pene adulto, “¡ven… acércate!” “¡déjame probarlo!” el muchacho de once años se acercó al adulto, unieron sus labios dándose acalorados besos, “¡mmm… sabe rico mi pene, je, je!” “¡ahora dame el tuyo!” el muchacho se bajó el short y los labios de Fulgencio chupaban y lamían ese pene con pelusita, “¡es muy bonito tu pene!” “¡hermoso!” “¡más cuando se entiesa… mira!” el pene del muchacho era suave en contraste con el pene del adulto, se rozaban mutuamente los penes, le besaba el pelo, “¡eres muy lindo Dionisio!” lo abrazaba con pasión, “¡recuerda que este es nuestro secreto!” “¡no deben saberlo!” Dionisio miraba a su alrededor, aún tenía el short deportivo a los muslos, ese short y otra ropa le fue obsequiada por Fulgencio, era su muchacho predilecto, salieron de la habitación llevando un añejado vino de cava de principios de siglo XX, fueron a la biblioteca, “¡te va a gustar probarlo!” “¡apto para paladares finos como los nuestros!” a pesar de su corta edad al muchacho le gustaba la confianza generada en su persona por parte de tan importante hombre de negocios, se sentía seguro a su lado, era su juguete sexual y recibía muchos buenos regalos a cambio de discreción y entrega corporal, de repente aparece Cayetana y Mateo, ven beber al adulto y al muchacho, le hace acercar al más pequeño que se desprende de la mano de su hermana, Fulgencio lo marca y le da besos en el pelo y las mejillas, cierra los ojos pensando en aquel niño de hace tantos años, piensa en aquel niño precioso, lo besa con intensa ternura más de lo acostumbrado, algo así como modo pasional de lo que da cuenta Dionisio y sonríe, al niño lo abraza con ternura extrema que admirada lo ve su nieta Cayetana, el niño como que se inquieta y se mueve bruscamente tratando de liberarse como si sintiera algo inadecuado en esos gestos, en esas caricias que el hombre le daba, Dionisio seguía sonriendo, lo libera al niño de sus brazos, el pequeño queda a su lado, le atrae ese olor que hay en el vaso, “¡veamos si te gusta!” “¡ven Mateo!” unta un dedo en el contenido del vaso y se lo pasa por los labios, el niño sonríe, “¡te gusta!” “¿verdad?” el niño asiente, “¡prueba otro poco!” Dionisio continua riendo, “¡ven tu también a probar!” Cayetana alegre se acerca, al sentir el líquido cierra los ojos y brinca con susto, todo era risa en ese lugar de la casona, Débora ingres para llevar a los niños a comer y a dormir la siesta por mandato de su madre Fernanda, la mirada de Fulgencio estaba fija en el traserito del niño precioso de tres años, en sus adentros decía que era la reencarnación viva de… no pudo continuar la frase pues Dionisio se despedía de Fulgencio, lo tomó fuerte de la mano, lo abrazó con fuerza dándole besos con lengua, “¡ya te llegará a casa el regalo que me pediste!” “¡espéralo!” el muchacho complaciente se despide dándole besos en cada mejilla, quedó sentado bebiendo algo de contenido de ese fino vino, vio el reloj, la tarde estaba en su apogeo, era la hora de la siesta para los niños, fue recorriendo los cuartos y allí estaba Mateo plácidamente dormido con su pantaloncito corto y su camisa de fina tela, estaba descalzo, se podía apreciar los pies de dedos alargados muy finos de uñas bien cortadas y empeine típico de descendiente de europeos, no cabe duda que era el vivo retrato físico de Patricio Berlingieri, Fulgencio con su pensamiento muy atrayente dijo que ese niño era la reencarnación de su tío abuelo a quién junto con su madre asesinaron en aquel lago, el dedo de su mano recorría las cejas y pestañas, “¡son iguales!” “¡demasiado iguales!” el dedo pasó por las mejillas “¡son tan suaves como las de él!” tragaba saliva emocionado, pasó el dedo por los labios “¡increíblemente son los mismos que probé hace años!” sonreía sarcásticamente, rápidamente se bajó la cremallera, se sacó el pene y se inclinó para que por vez primera el glande arrugado flácido pase por esos labios rosáceos del precioso niño, “¡eres muy bello!” “¡me gustas!”, lentamente con sutileza le bajó la cremallera, hurgó por el calzoncillo hasta que se vea parte del penecito salido, el nene seguía dormido profundamente, primero pasó la nariz por le penecito “¡lo tiene igualito de bultito cuando se lo vi por vez primera cuando Patricio tenía esa misma edad al micciar en un pino!” luego pasó la lengua por el prepucio bien recubierto del glande “¡es suave como el de él!” lo lamió intensamente y lo chupó de a poco con la intención de que el niño hermoso no despierte, le acariciaba el pelo, le vino una inquietud, suavemente le ladeó el cuerpo y le deslizó el short con parte del calzoncillo, “¡no lo puedo creer!” “¡está allí!” “¡sí!” “¡esa es!” “¡esa es la herencia!” Mateo tenía un lunar entre la cadera y el glúteo, “¡está en el mismo lunar!” “¡sí!” “¡en el mismo lugar!” “¡está en el mismo lugar derecho!” “¡sí!” “¡derecho!”, sonrió satisfactoriamente, “¡por ese lugar le rozaba el pene!” “¡sí… cuando estaba vivo!” “¡mi Patricio… mi Patricio!” ya nada de dudas había ahora, Mateo era la rencarnación de Patricio Berlingieri, el hombre emocionado se acostó discretamente al lado del niño, le acarició el pelo arreglándole la ropita que tenía puesta, se acostó de perfil junto al niño continuando con las caricias en su pelo y en su rostro, su nariz rozaba y olía el pelo sedoso de niño bien cuidado, sus labios probaban del pelo diciendo “¡Patricio!” “¡Patricio!” “¡estás aquí!” “¡aquí!” “¡conmigo!” “¡has vuelto a mí!” “¡después de tantos años de esperarte!” “¡has vuelto a mí!” “¡sabía que vendrías!” “¡lo sabía!” “¡algo en mi me lo decía!” se acostó de perfil abrazándole el cuerpito “¡estás aquí mi amor!” las manos recorrían los bracitos de piel blanca típica de niños descendientes de europeos “¡estás aquí!” el adulto le besaba el pelo con ternura inusitada ante un niño dormido profundamente “¡te amo!” le decía en voz baja “¡te amo!” lo abrazaba con fuerza “¡mi pequeño Patricio!” “¡has vuelto a mí… mi pequeño precioso!”, la puerta se entreabrió, Débora miraba atenta y sorprendida a Fulgencio acostado junto a Mateo que lo tenía abrazado acariciándole constantemente sus bracitos y mejillas, los adultos se cruzaron las miradas, con autoridad Fulgencio le dijo a Débora ante su mirada “¡es mi nieto!” “¿escuchaste?” “¡mi nieto!” la mujer en silencio y cabizbaja se limitó a cerrar la puerta y se retiró del lugar.
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Desde la fiesta realizada en honor a Valentín en la capital del país de la canela los lazos de amistad entre Squeo y su hijo con el ilustre visitante empresario iba de gran aumento, tal es sí que en muchas ocasiones era invitado a cenar, se notaba mayor la relación de amistad entre Venancio Alberto y Valentín pues pertenecían la nueva generación, la vida transcurría apaciblemente y fue en un acontecimiento dado que Valentín fue invitado a navegar en el yate de Squeo, sólo que por problemas de salud en ese momento no pudo acompañarles a Venancio y Valentín, los dos viajaron en compañía del chófer Ramón delegado para tal efecto de cuidado, Agustín quedaría en la capital sirviendo a Nicolás y a su familia mientras Valentín se tomaba ese descanso en el yate, iban sentados en el asiento trasero del auto y Valentín le mostraba las llaves del yate a Venancio, le decía que él podía manejarlo a plenitud pues su apoderado Oliver le había enseñado a manejarlo adecuadamente, desde el inicio del viaje los dos mostraban una química absoluta, Venancio de diez años era participe de las observaciones que le hacía Valentín de veinte años, el niño tenía instrucciones de obedecer y no importunar al ilustre visitante inversor de capital en los negocios de su padre Squeo, a lo lejos ya se divisaba la ciudad puerto, ya antes Valentín había estado en ese lugar meses atrás, lo primero que hizo al bajar del auto era recorrer el pueblo y sobre todo las factorías donde se procesaba el marisco, iba siempre acompañado de Venancio Alberto, era fascinante experimentar la abundancia que se daba como pesca del lugar, era interesante escuchar a los pescadores de la forma en cómo pescaban, ya entrada la tarde se servían de un buen aperitivo de mariscos típico del lugar, la compañía entre los dos se hacía más intensa y beneficiosa pues en algo ayudaba con el idioma nativo, pasaban las horas y era el momento de ir a dormir, pasaron la noche conversando y organizándose para lo que será la pesca en alta mar en el yate de Squeo, lamentaban que no se encuentre con ellos pues era un gran pescador de especies marinas, Ramón por su parte limpiaba el polvoriento auto, miraba hacia las habitaciones y de como de una a una se iban a pagando, sonreía pensando en la hermana de Venancio, aquella hermosa muchacha a quien le hacía el amor, se preguntaba quién sería el dichoso que logro convencerle y desvirgarla, pensaba en qué circunstancias lo había hecho, de sólo pensar en cómo le habría desvirgado el pene se le puso tieso, cerraba los ojos manoseándose el pene pensando en la figura de aquella muchacha que lo arrebata de gusto y placer cuando estaban solos desnudos en la cama, recordaba su cuerpo, recordaba el penetrarle por la vagina, le angustiaba que no podía penetrarle por el culo, esa era su finalidad para sentirse completo en el sexo con ella; los rayos de sol divisaban el paisaje marino, ya desde muy temprano se notaba el partir de las pequeñas y medianas embarcaciones pesqueras, Venancio abriendo los ojos y bostezando se despertaba sentándose en el extremo de la cama, se notaba erecto el pene vestido en el pijama, se miraba los pies, iguales a los de su padre, de eso aquel hombre de negocios se jactaba como genética pura puesta al momento de engendrar a Venancio, además, se rascaba las orejas, otra evidencia genética, los pies tocaron el frío piso de la habitación de aquella casa comprada por su padre, al salir del cuarto en dirección al baño se encontró con Valentín que tenía su pene erecto eliminando orina por el glande, la mirada atenta de Venancio en ese pene grueso de veinte años hizo que instintivamente se llevase la mano a su penecito vestido en el pijama, de ello dio cuenta de inmediato Valentín y sin inmutarse simplemente sonrió, la posición del niño de diez años seguía siendo de sorpresa, verle el pene a Valentín era mucha cosa, su estado de inquietud fue visto por Valentín que lentamente giró su cuerpo subiéndose su ropa de dormir, el pene fue lenta y delicadamente metido, la mirada a atenta de Venancio a ese movimiento de manos le hizo delatar más su interés de observación, miraba aún ese movimiento de manos del ilustre visitante, le tocaba a él ahora usar el inodoro pero una pausa para que Valentín saliera, pero no fue así y sus manos se sujetaron al lavabo, Venancio hizo una pausa sentida prolongada Valentín sonriente aun lavándose las manos le dijo “¡no te preocupes!” “¡puedes usarlo!” “¡estamos entre varones!”, temeroso Venancio Alberto le dio la espalda y se deslizó el pijama, fue en ese instante que a través del espejo Valentín miró el deslizamiento de la tela mostrándose a medio talle lo voluminoso de ese culito de diez años, Valentín sonrió apretando las manos al jabón, se deslizó cayendo al suelo y cuando se agachaba a recogerle le vio las manitos que sostenían el pene, sonrió, lo miraba micciar, “¡vaya!” “¡que si lo tienes como lo tienes!” Valentín sonrió y también tímidamente lo hizo Venancio metiendo el pene en el pijama, el hombre salió y Venancio fue a lavarse las manos en el lavabo, desde allí vio hacia el otro ambiente de la casa a Valentín que caminaba en dirección a la planta baja, allí lo esperaba Ramón y una empleada contratada para la ocasión de alimentación y confort para el ilustre visitante, fue atendido coo lo había ordenado Squeo, aun comiendo estaba pensativo en ese penecito, Venancio Alberto que comía junto a él pensaba también en ese pene grueso que había visto en el descendiente de italianos, el chófer indicaba la agenda del día a Valentín y Venancio, tocaba entre otras cosas de navegar en la mañana y el retorno parte de la tarde para luego ir a una murga que el pueblo organizaba en honor al visitante, parte del dinero invertido en esta actividad lo había donado Squeo para hacer mejor la estadía del ilustre visitante, así que con esas orientaciones Valentín y Venancio fueron conducidos por Ramón hacia el muelle donde un encargado del mantenimiento del yate les dio la bienvenida, el hombre iba a acompañar en la travesía pero sorprendentemente Valentín le dijo que se quede en el muelle, que él tomaría el control de yate mostrándole las llaves cedidas por Squeo, el cabizbajo hombre dio unos pasos atrás alzando los cabos, Ramón estático miraba fijamente a Venancio como que si le pidiese al muchacho que lo llevase con él, el niño de diez años ayudó a subir los implementos de pesca, Ramón y el ayudante hicieron lo mismo y luego de terminar quedaron en el muelle viendo alejarse al yate, Venancio muy animado agitaba las manitos con esos dedos alargaditos en señal de despedida que Ramón correspondía agitando sus manos con amplia sonrisa, el ayudante quedó sentado en el entablado saliente del muelle viendo fijamente al yate, Ramón por su parte encendió el vehículo yendo a la casa de playa de Squeo, retornaría para llevarles al evento, lejos de allí se notaba alegre a Venancio manipulando el timón del yate, detrás estaba Valentín poniendo sus manos sobre las del niño orientándole en los movimientos, de pronto en las orejas de Venancio se escucha un susurro “¡las tienes muy suaves!” Venancio giró el cuello mostrándose su sonrisa de complacencia, los dedos de Valentín se deslizaron suavemente sobre los de Venancio “¡están muy suaves!” “¡los conservas bien!” veían alejarse del litoral, “¡por allá me dijo tu padre que hay grandes peces!” al decir eso su pelvis con el pene erecto de su short se acercó más al trasero del niño, los labios rozaban el cuello de Venancio Alberto, “¡allá!” “¡ve hacia allá!” la pelvis se rozaba en el culito, la nariz de Valentín empezaba a rozar el cuello del niño de diez años, Valentín estaba pasando la línea pero su instinto no se equivocaba al pensar de Venancio que fuese un gustoso del sexo, lo había visto con su manera delicada de hablar y de su amaneramiento al caminar disimulado, “¡mira hacia allá!” “¡los peces grandes!” “¡vamos!” juntando las manos movían el timón y el mentón de Valentín se apoyaba en el hombro, estaban lejos del litoral, el yate se detuvo, aún Valentín lo tenía sujeto detrás a Venancio Alberto, lo abrazaba más fuerte diciéndole “¡te vi aquella noche!” sorprendido Venancio no daba a reaccionar, no entendía, se mostraba frunciendo las cejas, Valentín dio cuenta de aquello, “¡te vi aquella noche de fiesta!” aún se daba por desentendido “¡cuando saliste por la ventana!” “¿recuerdas?” los ojos de Venancio se abrieron de la sorpresa “¿ahora si lo recuerdas?” “¡vi a aquel hombre con el que estabas!” “¡te vi entrar luego que aquel niño salía!” Vennacio seguía muy sorprendido “¡esa noche hiciste el amor con aquel hombre!” “¡te dio de fumar parte de su puro!” “¿lo recuerdas?” “¿eh?” Venancio se aferraba con fuerza al timón, no deseaba verle el rostro a Valentín pues todo lo que había dicho era verdad, luego que Dionisio estuviese con aquel prestante hombre fue Venancio a hacerlo en aquella fiesta en aquel lugar donde coincidentemente paseaba Valentín en un rato de escape a la aglomeración de invitados, ya el culito de Venancio sentía los roces del bulto vestido de Valentín, suavemente le fue quitándolas manos del timón, las manos ahora entrelazadas daban un sentido a lo que deseaba Valentín, viéndose las manos suspiraban, suavemente se liberaron de las manos y ya una de ellas rozaba los glúteos de Venancio que ya para ese tiempo la piel era de gallina, “¡me gustas mucho!” “¡quise decírtelo ahora que hay el momento de hacerlo!” “¡mira!” “¡estamos solos!” “¡sin que alguien nos moleste!” tímidamente con ojos entreabiertos por el sol que aparecía inclemente miraba a los alrededores, tenía cierta inquietud mostrada en su rostro, para disiparla Valentín rozaba la mano en el rostro del pequeño de diez años, “¡no temas!” “¡de lo que te dije no se lo diré a tus conocidos!” “¡de ninguna manera a Squeo!” “¡es mi amigo!” “¡lo considero mucho!” “¡a ti también te considero mucho!” le dio un abrazo, “¡ven vamos a la sombra!” entraron en el camarote arreglando los implementos, Venancio estaba cabizbajo y pensativo aún se reflejaba la desconfianza en lo que había escuchado de Valentín, era cierto todo lo que dijo, ya listos para ir a pescar se le cae un implemento a Venancio en cual se acuclilla, sorpresivamente Valentín lo sujeta de la cintura llevándoselo a su cuerpo cayendo al piso, “¡juguemos Venancio!” “¿sí?” el niño sorprendido no articulaba respuesta, sólo se dejaba llevar por los movimientos corporales de Valentín, “¡quiero que sientas rico!” “¡Venancio!” “¡Venancio!” empezó a besarle el cuello, lo tenía acostado de cara al piso, estaba sometido a sus instintos, lo besaba y le acariciaba el culito, lo puso en pie viéndole que el pene en el short de Venancio estaba muy erecto, “¡mira!” lentamente se deslizó su short “¡míralo Venancio!” exclamaba con ese español poco audible, se mostraba el pene erecto de Valentín rozando el short donde estaba el penecito erecto del niño, “¡déjame ver el tuyo… si lo deseas!”, Venancio cabizbajo por unos segundos no daba acción de respuesta, hasta que Valentín vio esos deditos alargados de Venancio que aun estando cabizbajo hacían deslizar la tela del short llegando a los muslos, allí se podía apreciar ese pene de Venancio, estaba de piel de gallina, la mano de Valentín acariciaba el penecito de diez años, Venancio aun cabizbajo miraba en parte de reojo el manoseo de su penecito, “¡ahora tú… hazlo Venancio!” los dedos alargados de Venancio acariciaban el pene de Valentín, rozaban el glande y los testículos haciéndole suspirar, le tocó el mentón alzándole la carita, al mirarse sonrieron “¡no temas!” “¡no lo sabrán!” “¡es nuestro secreto!” Venancio sonreía tímidamente mostrando algo de vergüenza, “¡allá!” le indico la cama del camarote, se quitaron la ropa y al abrazarse lentamente se acostaron en esas suaves sábanas compradas para el efecto pues las anteriores estuvieron con sangre y fueron lanzadas al mar por Squeo el día en que desvirgó ala medio hermana de Venancio Alberto, “¡déjame!” “¡quiero hacerlo!” así Valentín chupaba el pene insistentemente desde la punta del glande hasta los testículos, “¡ahora date vuelta!” Venancio Alberto dio un giro acostándose en el extremo de la cama mostrándose el culito empinado, “¡ahora!”, el glande rozaba el culito y así fue metiéndoselo despacio y poco a poco, hasta que de un empujón para sorpresa de Valentín el pene estaba dentro del culito de Venancio, descubrió así que ese culito no era virgen, ahora entendía eso de que el niño esté cabizbajo, entendía que si deseaba estar con él pero temía lo que ahora descubrió, aun así le hizo sexo anal con cuidado, estaba decepcionado en parte pues creía desear comerse ese culo virgen, pero la realidad decía otra cosa, las embestidas suaves siguieron, sin palabras, se escuchaba el chirriar de la cama, el mete y saca continuó, súbitamente sacó el pene descansando en el coxis del niño para que sienta luego el deslizamiento del semen sobre la piel, Valentín sonreía por lo hecho, le acariciaba el pelo al niño, “¡ahora te toca!” “¡abre las piernas!” Valentín metió su cabeza entre las piernas oliendo el pene que tenía cierto liquido pegajoso en el recubrimiento en el prepucio, “¡qué delicia!” empezó a lamer y mamar pene infantil, “¡está suavecito!” “¡cómo me gusta!” los labios de Valentín de veinte años dejaba hilillos de saliva en el tronco del pene, al apartarse súbitamente fue a recostarse en el extremo de la cama, estaba de cara al colchón con el culo empinado, sus dos manos abrían los glúteos, se mostraba ese hoyo bien abierto “¡dame por allí!” “¡métemelo!” el pene erecto ensalivado de Venancio Alberto entraba en el culo abierto de Valentín, ese culo desvirgado que ni el propio Valentín sabía quién lo habría hecho y en qué circunstancias, aunque al despertar sintió su culo roto junto al cuerpo desfallecido del chófer de Oliver, todo parecía suponer que sería ese hombre quien lo había desvirgado pero en los últimos tiempos recordando algunas escenas hacía suponer que no era él, la inquietud seguía en análisis, ahora el pene de Venancio entraba por vez primera en un culo extranjero, en un culo europeo, en un culo cuyo dueño era descendiente de italianos pues fue rescatado de la segunda gran guerra por el sargento del país del norte y llevado a la gran manzana, ahora el pene de Venancio sentía complacencia al meterlo en ese culo, jadeaban y se sentían el uno para el otro al movimiento de las pelvis, se sentían seguros de que nadie los interrumpa, de que nadie los observe, estaban en un lugar apto para hacer el amor a plenitud, le dio pene hasta el cansancio, Valentín estaba conforme, era la primera vez que sentía el pene de un niño de diez años en su culo, al momento de terminar Venancio emitió un prolongado suspiro, Valentín lo siguió, quedaron abrazados sin decir palabra, solo sus manos se deslizaban por sus cuerpos, la cara de Venancio quedó posando sobre el pecho de Valentín, su declaración de amor y gusto por el sexo se desarrollaba fijamente, Venancio empezaba a tener seguridad y a la vez dependencia de su nuevo amante, estaba seguro que nadie sabría su secreto, sólo era necesario guardar las apariencias ante las personas amigas, conocidas y familiares, durante todo ese tiempo en el yate no hubo pesca, solo sexo, lejos de allí Ramón estaba limpiando el auto cuando vio aparecerse una figura un tanto familiar que se acercaba manejando un lujoso auto, se trataba de Agustín el hombre barbado que llevaba como copiloto a Nicolás Arichabala, su esposa y sobrina Victoria, para el hombre barbado era de total felicidad estar junto a su esposa e hijastra Mielicilla durante este fin de semana, Ramón observaba con detenimiento los movimientos de los ocupantes del auto, habían llegado para celebrar la fiesta del pueblo a la que Squeo había apoyado económicamente, ahora también lo hacía Nicolás lo cual agradó mucho a los humildes nativos del pueblo de pescadores, la fiesta sería mejor con la presencia de Justin Pérez y Victoria Arichabala, el chófer recién llegado preguntó por Valentín, su colega Ramón le dijo que estaba en alta mar, pescando, agradeció la información y entró en la casa de playa, Ramón continuaba limpiando el auto y vio que los esposos salían a dar un paseo por los alrededores, se extrañó que la sobrina no los acompañase, lo que Ramón desconocía que a unos metros de allí en una habitación alejada dos cuerpos desnudos se besaban acostados en la cama, Agustín acostado sobre Victoria, la cintura se alzaba y bajaba al movimiento sexual permito, ella gustaba ser penetrada, se había entregado a ese hombre de manera anal hace muchos años cuando tenía nueve años y semanas antes le había entregado la virginidad vaginal, era dependiente de ese cuerpo masculino, en realidad ella se había enamorado, lo amaba, sabían en la situación en que se encontraban, para Agustín al llegar era prioritario hacer el amor con Victoria para luego ir a la casa de su esposa e hijastra, las manos de ella se aferraban la hombros masculinos, sabían del tiempo en que les quedaban, le dio vuelta metiéndole el pene, la penetraba hasta el cansancio, ella sentía el líquido en el interior de su culito, él prefería terminar allí, temía preñarla, deben cuidarse le decía a ella quien aceptaba, lo importante era gozar mutuamente sus cuerpos, “¡dime que me amas Agustín!” el hombre se limitaba a besarle apasionadamente como así sería la respuesta esperada por ella, pero en realidad en la mente de Agustín pasaba la imagen fresca del rostro de una de las mujeres que más ha amado en su vida, tiempo después Ramón vio salir presuroso a Agustín, luego salía Victoria, el chofer sonrió ampliamente, quería ver más de lo visto pero vio el reloj, era el momento de ir a recoger al ilustre visitante, al llegar al muelle coincidentemente llegaba el yate, la pesca no fue lo que se esperaba, quizá mejore en una próxima ocasión, la comunicación era fluida entre el chófer y Valentín no así Venancio Alberto quien poco intervenía manteniéndose mayormente en silencio, durante la fiesta del pueblo fueron reconocidos los elogios a Squeo en persona de Venancio quien se sintió muy feliz de recibir la algarabía del pueblo, otro tanto lo fue Nicolás y Valentín el ilustre visitante, los cortos discursos se centraron en agradecer y prometer acciones de gestión en infraestructura para mejorar la condición de vida del pueblo, la fiesta estaba en su esplendor, Victoria le dijo algo al oído de su tío y éste asintió, ella fue a donde estaba Agustín el hombre barbado junto a su esposa, hijastra y grupo de amigos, le pidió que la acompañase a la casa de playa, él se incorporó como un resorte para llevarle, le dijo a la mujer que lo espere, que pronto vendría, a ojos de Nicolás asintiendo le indicaba que la acompañe, eran varios centenares de metros para llegar, presurosos caminaron ingresando a la vivienda, ella de súbito lo abrazó y lo besó correspondiéndole el hombre con atenta pasión, corrieron a la cama donde ella dormía, le dijo que la haga suya de nuevo, sin más palabras Agustín daba rienda suelta a su deseo de poseerla, ella se entregaba quería que la haga su mujer como lo fue en aquellas veces en que la desvirgó, Agustín animado plenamente la penetraba haciéndola gemir, “¿aún hay leche para mí?” le decía cual si fuese una gatita ronroneando, “¡sí mi amor!” “¡siempre hay leche para ti!” le dio vuelta metiéndole el pene por el culo, “¡toma mi leche!” “¡tómala!” ella sintió el semen dentro de su culo, le había humedecido la vagina y lubricado su culo con semen dentro, a unos metros de allí Venancio y Valentín se entregaban apasionadamente en un 69 fabuloso que cumplía sus expectativas de amantes, esa noche del primer sábado de agosto de 1961 significaría mucho para el destino de sus vidas.
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Los preparativos para recibir a padre e hijo dueños de la plantación lo tenían en acción a Eliazar Emigdio, con ellos vendrían los compañeritos del internado, un fraile y un profesor, los humildes peones aceleraban el armado de los implementos de juegos, se notaba claramente el desarrollo del montaje, las mejores gallinas, las mejores frutas y los mejores dulces del sector eran clasificados para el deguste de los invitados, el hijo del patrón deseaba tener una fin de semana muy de aventura, se crearon senderos para el canotaje y un lugar en el río muy especial para concursos, Parcemón junto con varios niños hacían las serpentinas y los confetis con papel picado, ya se encontraban listos los juegos de pirotecnia, se acercaba ya el día, el bus que llevaba a los viajeros se detuvo en el pueblo, el patrón compró suvenir para los invitados, de allí un rato más y estarían en la plantación, al llegar el pequeño estaba maravillado con todo a su alrededor, el recibimiento se hizo con una bandita de pueblo y volaba el papel picado brilloso al momento en que los visitantes salían del bus, el patrón felicitó a Eliazar Emigdio por tan buena idea, todo hacía suponer que sería un éxito, se fueron presentando, el fraile Fermín fue el primero en saludar a Eliazar Emigdio luego lo inesperado para él que era saludar a Luciano de la Sierva el profesor acompañante, a nombre del superior del internado expresa sus debidas disculpas pues motivos de carácter de prelado de impidieron venir en esta ocasión eso lo expresaba del mismo modo que anteriormente lo hizo con el patrón, la mirada fija de Eliazar Emigdio se posaba sobre el desapercibido profesor del hijo del patrón, de repente se escucha una voz amigable venida desde lejos, se trataba de la mujer con su esposo el capataz de la plantación, corrían a abrazar a Luciano, el encargado de la administración de la plantación hizo un gesto de mueca con sonrisa irónica, él sabía por qué lo hacía, los tres adultos se fundieron en un abrazo, cerca de allí estaba Parcemón acercándose a abrazarle tímidamente, Eliazar Emigdio sonrió al verles abrazarse sentidamente, le hizo muchas preguntas al niño de siete años, detrás se encontraba otro niño precioso llamado Adrián Daniel Macay Paltan, pese a su piel morena clara le fue atrayente a Luciano que lo saludó afectivamente, Eliazar Emigdio no dejaba de ver los movimientos de Luciano, desde ese momento le era compañía paseando por la plantación, el fraile estuvo motivado por la cocina de la madre de Adrián lo mismo que el patrón quien le propuso llevarle a la ciudad para que se encargase de la preparación del menú conjuntamente con su ama de llaves, le pagaría buen sueldo igual que a su esposo quien trabajaría en aseo y jardinería, les dejó el tiempo de estadía en la plantación para que lo piensen y le den respuesta, les dijo que el sueldo sería el doble, más adelante estaba jugando Jean Pierre con sus amiguitos de la ciudad, entre ellos se encontraba Carlos Hernán el nieto del prestante Fulgencio Arichabala, era su inseparable compañero de juegos, la forma disimulada del amaneramiento de Jean Pierre era notada por la gran mayoría pero se guardaba prudencia, participaban de todos luego, la estadía era interesante, en un tiempo lo dedicaron a pescar y en otro a cazar aves del lugar, pasando el mediodía, en un espacio discreto en el cuarto, el patrón le decía con entusiasmo que le daba la administración de los negocios de inmobiliaria, una responsabilidad superior a la lograda en el campo, le dijo que el suplente lo esperaba en la capital y deseaba que en pocos días lo pusiera al tanto de la administración de la plantación, coincidentemente la mujer del capataz escuchó aquella tentadora oferta de trabajo para el joven, el patrón le dijo a Eliazar Emigdio que cumplía con la promesa a su madre de que estuviera cerca, con buen sueldo y bienestar de vida que lo había logrado adecuadamente al trabajar en la forma que lo hace y que estaba seguro que en esta otra posición de bienes raíces lo haría mejor, el sorprendido joven miraba a la mujer del capataz que le servía las bebidas pedidas, se cruzaron las miradas, ella se puso cabizbaja mostrándose seriedad en el rostro, para el joven el aceptar esa propuesta significaba que se iría del lugar, que regresaría en bus a la capital luego de pasar un día en la plantación, el rostro de la mujer aumentaba la expresión de contrariedad, tenían una gran amistad y se habían acostumbrado a pasar bien desarrollando las actividades de la plantación, Eliazar Emigdio la miraba con mucha tristeza, ella salió del lugar, no pudo contener las lágrimas, fue interceptada por su hijo que le pedía permiso para ir a jugar con los niños visitantes, ella se limitó a acariciarle el pelo y darle un beso en la mejilla, algo extrañado vio el rostro de tristeza de su madre pero entendió que eso era señal de aprobación, el niño corrió entusiasmado, llegó con la intención de bañarse en el canal lo que encontró a un grupo de niños citadinos maravillados en la base del canal con hilillo de agua cuyas manitos se agitaban entre las rocas pescando camarones y otros peces del lugar, el fraile y Luciano sentados en el borde del canal se reían de aquellos movimientos en los cuales muchos caían sentados sobre lo resbaloso de las algas impregnadas las rocas, muchos estaban descalzos atentos a pescar con las manos, la mirada de Luciano se centró en el niño quien coincidía de repente con su mirar, Luciano le dijo al fraile Fermín que cuide a los niños por un momento, atento el fraile a los niños simplemente se limitó a asentir sin ver que presuroso Luciano llegaba a donde estaba Parcemón tomándole del hombro caminando por un sendero en paralelo al canal que estaba próximo al río, le pidió al niño que le mostrase los alrededores, que luego se uniría a los niños visitantes, caminaron entre altos matorrales por el sendero que le indicaba Parcemón, quería ver como se llega a lo alto de la montaña para luego levar a los niños a ese lugar, con sentido de importancia que Luciano le daba el niño entusiasmado con amplia sonrisa le indicaba el camino, le dijo que se ubique caminando delante de él, así podía ver ese traserito amoldado a la tela del short ajustado, instintivamente se llevaba la mano a su pene erecto, mordía los labios de satisfacción viendo ese movimiento de caderas algo afeminado, esas piernas lampiñas brillos del exceso de colágeno que le adornaba en el cuerpo, vio esos pies descalzos, pensaba las tantas veces que alzados en sus hombros estaban agitándose al penetrarle cuando los padres lo dejaban a cargo de ese precioso niño, miraba a ese pelo del niño moverse al viento y así recordaba las tantas bese que le besaba el pelo acostados en la cama al momento de eyacular en su culito, para Luciano era grandioso ver ese movimiento de caminar de puntas que tenía Parcemón lo que completaba su amaneramiento con su manito doblada, Luciano le había hecho la metamorfosis, ahora alegremente subían el por el sendero, Parcemón estaba contento sintiéndose el guía del buen amigo de sus padres, divisaron la cima y se alegraron, estando allí vieron hacia abajo la hondonada por donde estaba el canal y los niños y cerca se podía ver los meandros del río, el fraile Fermín agitaba las manos en señal de saludo a los que estaban en la cima, algunos niños también lo hacían, entre ellos el hijo del dueño de esas plantaciones, Luciano y Parcemón se sentaron a ver el panorama, desde allí el niño mostraba las extensiones de tierra que su padre dirigía como capataz, de súbito la mano de Luciano se apoyó en el muslo del pequeño, se miraron, intercambiaron sonrisas, eso hizo que la mano de Luciano se deslice del muslo a rozar los testículos del pequeño lo cual hizo que se amplíe su sonrisa, rápidamente sacó la mano del short evitando ser visto a distancia, aunque el poco elevado monte donde estaban sentados cubría la vista, Luciano se deslizó la cremallera mostrándole el pene “¡mira!” “¿te acuerdas de él?” Parcemón contemplaba el brillo del líquido preseminal en la punta del glande, el dedito del niño tocaba ese líquido, ambos sonreían viendo esos movimientos del dedito de siete años, con delicadeza le hacía círculos, unieron las mejillas en señal de amistad y complicidad, “¡te gusta!” “¿verdad que sí?” el nene miraba fijamente el movimiento de su dedo y ese pene que se ponía tieso a plenitud “¡siempre pensaste en él!”, se miraron sonrientes, la mano de Luciano pasaba por el brazo de Parcemón, se sentía la caricia y esa piel de gallina, de súbito metió el pene y subió la cremallera, el nene veía ese bulto vestido con fijación, “¿quieres jugar?” al escuchar eso el nene se puso cabizbajo, la nariz de Luciano ahora rápidamente rozaba la mejilla y oreja “¡llévame a algún lugar cerca para poder jugar!” el nene cabizbajo sonreía “¡llévame por favor!” “¡anda… vamos!” Parcemón aún cabizbajo se puso en pie, se notaba que de su short el penecito lampiño de siete años parecía lanza queriendo salir de la tela, estaba bien paradito, el niño le indicó un lugar cerca, “¡está bien, vamos allá!” “¡vamos… tenemos poco tiempo!”, caminaron presurosos, se detuvieron en un área rodeada de árboles frondosos, era un bosque virgen donde la mano del humano no había llegado, se notaba la intimidad del lugar, a Luciano le gustó mucho, se deslizó el pantalón y el calzoncillo mostrándose ese pene erecto deseoso de sexo infantil “¿aquí vienes a jugar así?” Parcemón se puso cabizbajo, Luciano sonreía sarcásticamente, “¡míralo!” “¡quiere estar en tu culito!” “¡como aquellas veces que lo hicimos!” “¿te acuerdas?” el nene sonreía tímidamente vio que el pantalón y calzoncillo de Luciano se arrinconaba en el monte, se acercaron abrazándose, le manoseaba la espalda al nene, “¡siempre me gusta tenerte así!” “¡siempre!” “¡siempre!” le besaba el pelo y las mejillas, él se dejaba, se dieron un beso suave pero sentido, luego otro más apasionado con lengua “¡picarón!” “¡no has olvidado cómo besar!” Parcemón sonrió, las dos manos se metieron en el short del pequeño deslizándole la tela cayendo a los pies, luego le deslizó la remera, él voluntariamente levanto los brazos para que se deslice y caiga al suelo, lo abrazó de la cintura “¡míralos… quieren jugar!” se sujetaban de la cintura para que los dos penes se rocen “¡juguemos a las espaditas!” lentamente los sostuvo al niño, cayó al suelo con Parcemón encima de su cuerpo, las piernas abiertas del niño rozaban con los muslos del adulto, “¡juega!” “¡juega!” Parcemón alzaba y bajaba la cintura haciendo que los penes de diferente proporción se muevan constantemente, dieron un rol en el piso, Luciano se acostó de cara al suelo “¡ahora dame por el culo!” Parcemón se acostó sobre Luciano de la misma forma el pene se deslizaba sobre el culito de Luciano que emitía gemidos fingidos de placer, luego de aquello el nene se puso en pie tocándose el pene con las manitos, Luciano también lo hizo mirándole el cuerpo desnudo “¡has crecido un poco, mi niño precioso!” lo abrazó y lo marcó acariciándole mucho, “¡ahora me toca!” “¡ponte como te enseñé!” “¡ponte como me gusta!” el obediente Parcemón se puso en posición de perrito, con sus manitos se abrió el culito, “¡muy bien, no lo has olvidado primor!” el glande del pene erecto empezó a rozar el orto, olía ese culito, “¡está rico!” Parcemón sintió los labios de Luciano en su culito, de pronto saliva escurrida, “¡ahora recordemos!” el pene iba entrando, “¡aahh!”, “¡aguanta mi amor!”, la cara del nene se fruncía, “¡aahh!” “¡!aahh”, “¡ya casi está adentro!” “¡ya casi!”, hizo un gemido prolongado en señal que ya el pene de Luciano estaba dentro del orto de Parcemón, el adulto con su pene extrañado sintió que el glande se deslizaba fácilmente por las entrañas del nene, pensó que alguien de este lugar lo estaba cogiendo al niño travieso, empezó a darle las embestidas de acuerdo a sus ansias, estaba bien sujeto de las caderas la pelvis del adulto chocaba con los glúteos infantiles, “¡eres mío… recuérdalo siempre!” “¡mío!” “¡mío!” “¡sólo mío!” el nene sentía las embestidas de Luciano por el culo, se movía al ritmo que el cuerpo del adulto ponía, “¡recuerda que yo fui el primero que te lo rompió!” “¡nunca lo olvides!” el pequeño sintió dentro de sus entrañas el líquido seminal que se deslizaba, sacó el pene viendo que del culito salía hilillos de semen que se deslizaba en los muslos, “¡tuve mucha leche para ti hoy!” el niño se acuclilló a micciar y defecar con semen, los pies descalzos se mostraban ante la mirada de Luciano, “¡tienes unos pies bien formaditos mi pequeño!”, el nene pujaba mientras Luciano orinaba en un árbol, “¡toma papel!” la manito de siete años pasaba con el papel por el culito, se veía impregnadas las manchas de excremento y semen, Luciano se limpiaba el semen del pene, Luciano se aprovechó de que el nene estaba así aun acuclillado para pasarle el glande por los labios, “¡chúpalo!” “¡anda!” “¡hazlo!” el nene abrió la boca y de inmediato algo del pene de Luciano se metió en esa boquita, era fabuloso sentir el deslizamiento del tronco del pene por esos labios bien formados, “¡qué rico lo haces mi amor!” “¡sigue!” “¡prueba de tu culo!” el pene se deslizaba en la boca haciéndole suspirar a Luciano, luego lo sacó, lo limpió y se puso la ropa al escuchar voces infantiles lejanas, el nene hizo lo mismo metido en el monte pues tenía vergüenza de ser visto por otras personas, afortunadamente los niños y Fraile Fermín estaban lejos aún de llegar al lugar, “¡nunca olvides lo que hicimos!” “¡es nuestro secreto!”, tiempo después los adultos y niños sentados en la cima de la montaña contemplaban el panorama, mientras tanto, a unos cuantos kilómetros de allí una pareja desnuda se revolcaba sobre las hojas secas, sus movimientos desenfrenados y muy apasionados era causados por la futura ausencia de uno de la pareja de amantes, “¡no te vayas!”, “¡entiende!” “¡tengo que hacerlo!” “¡es mi oportunidad!”, ella se quedó en silencio, él la abrazó con fuerza, sus frentes se unieron, “¡tú ya tienes tu futuro aquí!”, ella hizo una sonrisa irónica, “¡bien sabes que este no es mi futuro!” “¡es contigo!”, ambos cuerpos se unieron, el hombre lamía y chupaba los pezones y ella exclamaba, le besó todo el cuerpo centrándose en la vagina humedecida, “¡sin duda la tienes muy rica!” de pronto el pene entraba en esa húmeda vagina, “¡así… hazlo!” “¡métemelo!” “¡métemelo!”, la penetraba con mucha intensión, la hacía gemir, ella lo agarró de las caderas, “¡quiero ser tuya como siempre!” “¡métemelo bien adentro!” el cuerpo del muchacho se inclinó un poco y ya cuando sintió que estaba bien adentro eyaculó dentro de las entrañas de la deseosa mujer, “¡no lo saques!” “¡déjalo allí!” “¡no lo saques!”, ella sentía todo el semen depositado en sus ovarios jóvenes y frescos, “¡te amo!” “¡te amo!”, el muchacho le responde “¡yo también te amo!” “¡te amo!” y empezó a mover el pene dentro de la vagina, ella a ojos cerrados sintiéndose embestida exclamaba “¡sigue!” “¡sigue!” “¡mi amor!” “¡mi amor!”, se besaron apasionadamente, sería el último encuentro sexual en ese lugar, quedaron acostados contemplando el ambiente del lugar, sentían la seguridad que la naturaleza les daba para estar allí, los dos cuerpos desnudos siendo cobijados por ese aire rural testigo de su entrega de amor.
FIN DEL DUCENTÉSIMO TRIGÉSIMO QUINTO EPISODIO
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