METAMORFOSIS 236
Disparos.
Para el militar era un día muy especial aquel 9 de septiembre de 1961, era su cumpleaños 32, su madre le había dicho que él había nacido en una noche de tempestad, tal cual como esta, caminaba con una botella de whisky por los alrededores del pueblo, había sido homenajeado en la mañana por la cúpula de su destacamento, se había tomado el día libre, estaba nostálgico de solo recordar a distancia a su mujer Isaurina Arciniegas y a su hijo Jairo Gustavo, además, le vino a su mente la imagen de sus padres, abuelos y familiares, caminaba pensativo, de pronto le vino la imagen de alguien muy especial en su vida, aquella mujer que realzaba su manera de sentir, aquella mujer con una sensación pendiente que le ardía el alma y resquebrajaba sus huesos, aquella mujer que con la ayuda de su estado etílico la consideraba como el verdadero amor de su vida, le vino a la mente la imagen de ese niño hijo de ella y de su esposo, irónicamente para él ese niño hubiese sido su hijo, pero es de otro, suspiraba pensando en que la vida lo había querido así, deambulaba por el lugar, no se había percatado de sentirse humedecido por la lluvia imperante en aquel lugar selvático del país de la canela, de pronto cercana a él se divisaba una silueta llevando una sombrilla, era una mujer que caminaba presurosa, de pronto la vio caerse al piso, el militar irónicamente sonreía “¡ni yo que estoy borracho me caigo!” fue a ayudarle y para sorpresa recibió agradecimiento de aquella enfermera, iba hacia el campamento de salud militar pero su ropa se había manchado y su vestido en parte estaba roto, la levantó sujetándole de la cintura, ella se sintió segura, abrazados caminaron bajo la sombrilla, ella vio la botella con poco licor que llevaba en mano, ella de inmediato entendió el motivo, de sus labios salió “¡feliz cumpleaños!” el abrazó con más fuerza “¡gracias!” caminaron unos metros por la calle, “¡qué pena!” “¡debo regresar a casa a cambiarme!” el militar le dijo “¡tengo el jeep cerca… te llevo y te traigo!”, ella estaba temerosa “¡no!” “¡no es posible!” “¡es mucha molestia!” “¡no!”, el militar pedía “¡dame mi regalo de cumpleaños acompañándote!” ella tímidamente asintió, al rato el jeep era conducido con cierta precaución, durante el trayecto a casa no hubo diálogo, al llegar ella lo hizo pasar, el militar miraba los alrededores del lugar, no había cambiado mucho desde que en esos alrededores del lugar conoció a Amanda, estaba muy emocionado con su idea de recordar los bellos momentos vividos, se tumbó en una silla, cerró los ojos e instintivamente pensaba en ella, en esos hermosos momentos, en esos hechos maravillosos, en esos acontecimientos vividos y que ya no podrán ser pues se habían marchitado, ella se acerca ya cambiada de ropa, tenía un papel en la mano, de súbito se puso en pie cegado por los celos injustificados, con autoridad militar le dijo que muestre el papel, algo leyó tomándole de la mano, decía que los padres dormirían en casa de su vecina Ana y sus hijitos y que se llevaban a su hijo Carlos Gustavo, ante esa actitud del hombre ella reclamó pues no tenía derecho a meterse en su vida, “¡siempre he querido protegerte!” “¡entiendo que ningún hombre debe estar cerca tuyo!”, ella increpaba “¡es mi vida, tengo un hijo… eso nada más importa!”, el militar altivo la miraba temblorosa, ello le enterneció a manera de sentimientos encontrados, “¡es verdad… tienes un hijo!”, “¡que bien pudo haber sido fruto de nuestro amor!” “¡pero no me esperaste!” “¡no me esperaste!” “¡y te entregaste a otro hombre!” “¡y tuviste un hijo con él!” ella lo agitó de los hombros, “¡tu no me esperaste Gustavo!” “¡aquella noche te esperé!” “¡nunca llegaste!”, el contrariado militar manifestaba “¡tuve un accidente… envié una carta!”, la mujer estaba contrariada “¡no digas más… nos hace daño!”, afuera la tormenta aumentaba con rayos y truenos, “¡vamos… quiero ir al campamento!”, “¡espera a que pase un poco la lluvia!” la abrazó junto a la puerta, lentamente sus labios se acercaban, ella quiso reaccionar apartándose, la abrazó con fuerza, no la soltaba, sus pechos se unieron, “¡déjame!” “¡suéltame!”, el militar la vio a los ojos, “¡Amanda… te amo!” “¡nunca he dejado de amarte!” “¡eres a mujer de mi vida!” los labios se acercaban, ella estaba temblorosa, “¡Amanda… no puedo vivir sin ti!”, los labios se unieron en un beso significativo en sus vidas, ella al principio mostraba movimientos de resistencia que de a poco fueron diluyéndose, le besaba el cuello yendo a los pezones del uniforme que se humedecía, ella no podía resistirse, estaba en el ese espacio en el que el placer dominaba al orgullo, se dejó acariciar, “¡mi amor!” “¡te extrañé tanto… tanto!”, “¡yo también Gustavo!” “¡te amo!” sin más, de súbita sorpresa fue marcada por el militar, ella le rodeó del cuello y se iban besando, lentamente la acostó en la humilde cama, le desabotonaba el uniforme de enfermera, le sacó el calzón, él parado se desvestía delante de ella, se acostó sobre ella dándole besos a los que ella correspondía, le besaba los pezones y ombligo, seguía besándola, “¡Amanda!” “¡mi amor!” “¡es el destino que nos ha traído aquí!” “¡es nuestra oportunidad!” “¡aprovechemos lo que no pudo ser!” ella de súbito vio salir lágrimas de los ojos de aquel militar descendiente de los Romanov e Hidalgos españoles, giraron quedando ella encima de él, “¡Gustavo Adolfo!” “¡deja de llorar!” “¡mírame bien!” le dio muchos besos en el rostro, “¡no te fallé!” “¡siempre quise estar a tu lado!”, ella se angustió al hablar, “¡hice todo lo posible!” “¡para que tú supieras!”, constipaba, ella preguntaba “¿es que acaso no lo sentías?” el desorden de ideas de estar borracho al militar no lo hacía razonar correctamente ante las palabras de ella, “¿es que no sientes nada al tenerle cerca?” ella quiso apartarse de ella las manos del militar la detuvieron “¡no quiero que nos amemos así… con dudas!”, el militar comete un exabrupto “¡aquí solo estamos tú y yo nadie más nos une!” “¡déjame amarte!”, ella contrariada trataba de zafarse, “¡eres un bruto!” “¡no entiendes!” ella estaba angustiada “¡entiende que te esperé!” “¡entiende que no te fallé!” hizo un pausa en la que le salieron las lágrimas, aun las manos del militar sostenían las muñecas de ella “¡no te fallé porque he sido de un solo hombre!” “¡si… de un solo hombre!” el asustado militar le suelta “¿qué estás diciendo?” ella le dice “¿Qué nunca sentiste nada al tenerle cerca?” hubo un silencio sepulcral, cerró los ojos, las imágenes se desarrollaban en la mente teniendo como fondo la imagen de aquel niño, “¿ahora lo entiendes?” el militar lloraba como un niño, asentía, ella lo tomó del hombro, sus manos con dedos alargados se posaron en las mejillas del militar, mirándole a los ojos le dijo “¡Carlos Gustavo es tu hijo!” “¡nuestro hijo!” “¡el fruto de nuestro amor!” “¡te amo!” sin más se fundieron en un fuerte abrazo cayendo acostados de perfil en la cama, ella sentía el penetrar del pene en su vagina abriendo la boca en señal de placer y deseo, las embestidas eran sentidas, se entregaban al amor, aquel amor pospuesto ahora conseguido, las piernas agitadas y los senos moviéndose con la fuerza de las caderas del militar que de pronto le dejaba el semen en sus entrañas de mujer, allí quedaron abrazados acariciándose diciéndose lo mucho que se amaban, prometió no desampararles, estaba feliz, sabía ahora que Carlos Gustavo era su primogénito y que tenía un hermano menor de nombre Jairo Gustavo, el campamento prescindió de enfermera esa noche, la pareja disfrutaría de su amor reprimido de tantos años, al amanecer lo volverían a hacer, había sido un bonito regalo de cumpleaños para el militar, el destino, siempre el destino, a unos kilómetros de allí en una ramada en la que muchos ya dormían una figura se movía tras los truenos y relámpagos que la describían en la pared, iba descalza cuidándose de no hacer chirriar el entablado rustico, a su paso se veía a los adultos acostados, en el catre su madre dormía plácidamente tras las atenciones que había recibido de su vecina, seguía caminando con cautela, se acercó a cerrar la ventana que estaba abierta por efecto del alto viento que se daba por la tormenta, de pronto vio una figura que se movía en la oscuridad, eso le llamó la atención, era conocida por ella, lentamente caminó por el entablado bajando sigilosamente las escaleras de la ramada, lo vio arrimado a un puntal de madera de la ramada junto a la hamaca, tenía el pantaloncito corto y el calzoncillo a la mitad de los glúteos, sus deditos sostenían el penecito que lanzaba orina a las goteras de hoyos de agua que se habían formado, luego de micciar estiró sus manitos para limpiárselas con la caída del agua de lluvia, al voltearse cuál fue su sorpresa de ver en su delante a Renata quien lo abraza y lo sostiene de los hombros, aún el niño no se arreglaba la ropa, ella pudo ver ese penecito y sin vacilar un momento se acuclilló tomando el pene lamiéndole, “¡mm!” “¡huele!” seguía lamiendo “¡a orina!” las manitos de la niña estaban sujetas a las caderas del pequeño que suavemente las masajeaba deslizando la ropa hasta los tobillos del pequeño, la lengua se deslizaba por los muslos y por los costados de los testículos, haciendo que el niño suspire, ella afanosamente recurría al movimiento sutil circular de sus dedos para hacerle sentir al pequeño Carlos Gustavo Eleuterio, la punta de lengua recorría la piel desde el ano pasando por entre los testículos hasta la punta del penecito terminando en el ombligo donde le hacía círculos dejando rastros de saliva en la piel, lentamente se puso en pie delante del niño, miró hacia el alrededor, vio los tanques apilados yendo detrás tomados de la mano, desde allí miraba para cerciorarse de no ser vistos, al niño le encantaba lo que ella le hacía y se dejaba llevar, al poco tiempo ya estaban desnudos manoseándose el cuerpo, ella le sonreía y le hacía leves cosquillas, posteriormente le acarició el pelo dándole besos, luego se dieron algunos besos como le había enseñado el jinete a ella, el niño gustaba de aquello e instintivamente la abrazaba para recibir más caricias de ella, las manos recorrían sus pieles, se manoseaban los glúteos, ella lentamente se acostó abriendo las piernas, le sonreía para que él responda de la misma manera, “¡ven… acuéstate encima mío!” el nene obediente se acostó sobre Renata que levemente sintió el roce del penecito en la vaginita lampiña, ella era mayor que él, alzaba y bajaba las caderas con ayuda de ella, “¡así!” “¡así!” “¡métemelo!” “¡métemelo!” lo abrazaba con fuerza al niño haciéndole que se mueva más sobre su cuerpo, de pronto el niño se detiene, su pene había rozado mucho esa vaginita, se pone en pie estirándose el penecito yendo a micciar en un rincón, ella se sienta al verle, “¡te ha quedado algo de orina!” “¡ahora yo te la saqué!” reía al decir eso con gana de haberlo hecho, “¡trae la ropa!” “¡ven para vestirte!” el niño obediente se dejó vestir, “¡ve adentro, no hagas ruido y acuéstate donde estabas!” ella se quedó un rato más pensando en la salud de su madre, estaba muy delicada, agradecía lo que los vecinos hacían por ella, pensó en el jinete, el pequeño sólo la había calentado, le había despertado libidinosamente, se vistió y discretamente se acostó, al pasar el tiempo los gallos cantaban, se registró una alta mejora en Ana, eso puso contentos a los vecinos, la esposa de Eleuterio decidió quedarse pero Ana le agradeció mucho prefiriendo que vaya a casa a seguir con sus labores normales que con su hija Renata estaría acompañada, los vecinos y los niños se despidieron en la carreta tomando el rumbo a su rancho mientras que a lo lejos un jeep llevaba a un par de enamorados muy renovados aunque con un destino no muy bien definido en su relación.
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Amarilis se encontraba estudiando en la capital del país de la canela, era una aprovechada estudiante aunque al principio le costó adaptarse en la escuela de niñas, vivía con su medio hermano Luis Izaguirre Buonanote, estaba feliz conociendo nuevos lugares, nuevas costumbres, nuevos amigos y amigas, tenía un adecuado carácter, de eso dio cuenta Isaurina Arciniegas esposa de Gustavo Adolfo el primo de Luis cuando lo visitaba con su hijo Jairo Gustavo, a ella no le daba recelo darle la confianza para que juegue y cuide a su hijo, si es verdad que entre ambos niños había una química especial en cuanto al trato y a la confianza mutua, jugaban por horas luego de hacer la tarea, parecía todo normal a vista de Isaurina, pero todo cambiaba cuando había un espacio de privacidad en donde aprovechaban en desnudarse y abrazarse sintiendo sus cuerpos piel a piel, tenía un gran tipo de atracción, eran muy unidos, parecía que se complementaban en cada espacio de encuentro a solas, no se tenían recelo, fue así que Luis fue dando juicio de ese apego entre los niños, era interesante ver cómo Luis auspiciaba más ese cariño mutuo, periódicamente Aparicio el humilde campesino padre biológico de Luis los visitaba trayéndoles frutas y vegetales del campo, la relación con su hija era cada vez más distante, tanto así que ya no quería ir a pasar en el campo los fines de semana, la ciudad le hacía atrayente, en cierta ocasión en que Luis y su hija no estaban en casa llega Isaurina Arciniegas, el humilde campesino notaba el cierto desplante a su personalidad de hombre humilde, había llegado sola en su auto para invitar a Luis a pasear, al encontrarse con el campesino quiso de inmediato retirarse pero fue detenida por el humilde hombre, la miraba con mucha fijación tanto así que no pudo contener las lágrimas, de una manera inusitada la llevó hacia donde estaban las fotos señalando la foto de Luis siendo niño sentado en un pony articulado, cansado de tantos malos tratos ocasionados hacia él por parte de ella con autoridad señaló la foto “¡ese niño es mi hijo!” la mujer quedó petrificada de la impresión profiriendo una exclamación muy fuerte que retumbaba la sala “¡así es… Luis es mi hijo!” ella respiraba hondo “¡pero…!” “¿él lo sabe?” el serio hombre asintió ella reaccionó, “¡es obvio!” “¡por eso están aquí!”, no contento con verle la expresión en el rostro de asombro “¡aún hay algo que debe usted saber!” “¡espere un momento… regreso pronto!” el hombre subió las escaleras, Isaurina tomó la fotografía infantil de Luis “¿Cómo es posible?” “¡qué familia!” “¡Luis querido!”, se escuchaba las pisadas de retorno de Aparicio de su bolsillo sacó una foto contundente, la mujer temblorosa miraba la fotos con sus manos, “¡no puede ser!” “¡no puede ser!” “¡es… es!” el hombre afirmó ante la sorprendida mujer completando la frase “¡sí… es una foto igual a la que tiene en su hogar, señora!” temblorosa estaban sus manos y sus ojos muy abiertos “¡no puede ser!” “¡tanta coincidencia!”, el hombre respiraba hondo “¡la foto que está en la sala de su casa está completa!” “¡esta… no!”, el hombre suspiró, la mujer escuchaba lo que el campesino empezó a decirle: En cierta ocasión hubo una familia muy unida cuyas tierras estaban aledañas a la creciente capital, muchos colindantes querían esas tierras, hubo uno en especial que las deseaban, hizo amistad con los jóvenes dueños que labraban la tierra, poco a poco la amistad se cimentaba y llegaron a ser prestamistas, el hombre hizo buena amistad con aquel colindante, ambos amigos llegaron a considerarse hermanos, pero al tiempo se da la traición, el día en que al poderoso Arciniegas le nacen dos mellizos Jairo y Esteban, ese mismo día el humilde amigo recibe una nota de desahucio y que debe abandonar las tierras, un papel firmado en blanco tuvo el detonante esperado, el joven campesino y su esposa juraron venganza, esperaban el momento hasta que se dio tiempo después logrando raptar a uno de los mellizos ella no soportó más la impresión de seguir parada y se sentó agarrada de la foto, “¡por Dios!” “¡esa historia me la contaba desde pequeña mi padre Jairo!”, el humilde campesino continuaba su relato, ella en su rostro manifestaba asombro viendo esa foto antigua de ese par de niños con sus padres, esto fue hace 61 años, cuando en el año 1900 aquellos campesinos se adentraron en el interior del país en donde nunca más se supo de ese niño, inocentemente le hicieron creer que esa pareja raptora eran sus padres y así se desarrolló su vida en el campo hasta que ya muy joven vio esa foto rota, le causó impresión, al principio se negaban a opinar de esa foto y de a poco en lecho de muerte recibió la confesión, el hombre viendo a la mujer que su vista estaba en la foto hizo un suspiro “¡Isaurina!” “¡usted vino a invitarle a Luis a la misa de réquiem por cumplirse cinco años de fallecido su padre Jairo Arciniegas!” “¿verdad?” ella asintió ya con lágrimas en los ojos “¡pues… usted vino a invitarle a la misa de mi hermano fallecido!” suspiró hondo tratando de no doblegarse de la emoción como le habían enseñado sus supuestos padres, “¡Isaurina… usted tiene un primo!” “¡se llama Luis Izaguirre!” ella no pudo contener el llanto dejando a un lado la foto cubriéndose el rostro tembloroso con sus manos, se sentó junto a ella pasándole suavemente la mano por el pelo en señal de consuelo, “¡Luis aun no lo sabe!” “¡solo usted y yo!” ella con un impulso se puso en pie, mostraba su rictus serio, su voz y temple ahora ya estaba más controlado “¡y así será, señor!” tomó su bolso y salió con altivez “¡tenga usted un buen día!”.
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La vista fija en aquel hombre barbado era intensa al verle salir de su cuarto, iba con su traje de chófer a ver a Valentín para llevarle al aeropuerto, era su último día en el país, para Agustín también sería el último día en la capital pues retornaría al pueblo de pescadores también al siguiente día por mandato de Nicolás, el hombre estaba dispuesto a subirse al auto de forma repentina aparece Justin Daniela, le da unas instrucciones, tenía marcado al niño, Agustín le hizo mimos al pequeño, el nene correspondía de buena forma “¡usted es el único que le hace sentir bien al niño!” el hombre hizo una venia sonriente y se metió al auto prometiendo que se cumplirá lo solicitado por ella, se despidieron agitando la mano, el más entusiasta al hacerlo con su manito era Daniel Nicolás, ella sintió algo de inquietud por aquel hombre, unieron las mejillas madre e hijo viendo perderse al auto, entraron en la casona en la que por ese día sólo estaba ella y su hijo, su mente estaba fija en el rostro de aquel hombre barbado recio cuya piel estaba tostada por el sol por su trabajo de estibador, pasaron las horas, el niño dormía plácidamente en un sillón, tomó un cigarrillo llevándoselo a la boca y cuando se disponía a encenderlo aparece el auto que manejaba Agustín el hombre barbado, presurosa salió a su encuentro, vestía ropa ligera de casa, a través de la fina seda se notaba su escultural cuerpo, el hombre no hizo extraños a verle así tan preciosa, sus manos rozaban sutilmente viéndose a los ojos, la mirada de ella hizo poner cabizbajo al hombre, de súbito su mano pasó por la mejilla velluda, “¡gracias por traerlo!” el hombre quiso girar para retirarse haciendo venia “¡espere!” “¡pase!” “¡le invito a tomar algo!” el hombre hizo una seña de aceptación, vio al niño acostado en el sillón, se acercó a acariciarle la mejilla y el pelo haciendo una mueca irónica de sonrisa, le pasaba el dedo por la cejas, la vio a distancia preparar la bebida, “¡debo felicitarle señora!” “¡usted y su marido hicieron un hijo muy bonito!” se escuchaban risas desde lejos a él, “¡no es verdad!”, el hombre suspiraba “¡sí que lo es!” “¡allí se lo ve… aunque dormidito no pierde lo de ser hermoso!” “¡debe sentirse orgullosa de él y de su marido!” ella se acercó con las bebidas, “¡de mi hijo sí!” “¡de mi marido no!” bebieron viéndose al rostro fijamente, “¿a qué se debe señora?” ella miraba “¡a que no me cumple como otros lo hacen!” asombrado el hombre bebió para luego dejar el vaso sobre la mesa, “¡debo irme… gracias!”, la mujer se acercó “¡espere!” “¡no se vaya!” las manos rozaban las mejillas velludas, los labios estaban tan cerca, sus respiraciones se sentían al golpe de piel, sus miradas fijas mostraban complicidad, ella acercó los labios al hombre dándose un beso leve pues Agustín de inmediato se separó “¡no señora!” “¡no quiero defraudar la confianza de su esposo!”, la mujer le dio otro beso, “¡espera!” “¡sé que me deseas!” de nuevo lo besó intensamente, el estado de ánimo creció para sorpresa del hombre, “¡vamos!” lo tomó de la mano, en el rostro se mostraba la alegría, el aun sorprendido Agustín se dejó conducir por ella, llegaron a la alcoba matrimonial, no tuvo tiempo de ver los alrededores, delante suyo se desvistió “¡quiero ser tuya!” “¡no importan peros!” “¡hazme tu mujer!” lo abrazó besándolo apasionadamente, se apartó riendo ampliamente, sus manos tocaban las mejillas del barbado, le miro a la cara fijamente “¡sé quién eres!” extrañado la miraba “¡Agustín!” “¡eres Agustín!” “¡mi amor… eres tú!” el hombre no pudo contener su emoción y la abrazó “¡después de tanto tiempo estás aquí mi amor!” se fundieron en un abrazo y muchos besos, “¡eres tú!” “¡eres el único que me besaba así!” “¡sólo podías ser tú mi amor!” “¡qué feliz soy al tenerte!” ella estaba muy feliz, “¡mírame!” “¡es verdad que el niño es precioso!” “¡se debe a que tú!” “¡a que tú!” “¡a que tú y yo lo hicimos!” “¡sí mi amor… es tu hijo!” Agustín no mostraba mucho asombro,, la mujer estaba desconcertada “¿No te gustó saberlo?”, el hombre suspiró, “¡no es eso!” “¡sólo que ya lo intuía!” “¡tenía muchos recortes de periódicos!”, la mujer le acariciaba el rostro, estaba llorando de emoción, “¡sufrí mucho de sólo pensar que estaba tan lejos de él!” “¡las fotos del periódico me tranquilizaban!” “¡en verdad Justin, verle en las fotos me reconfortaba!” ella lo miraba “¡sé que tiene mis cejas y la forma de sonreír lo cual lo hace más precioso!” “¡sí!” “¡es mi hijo!” “¡lo sentí por la naturaleza del llamado de la sangre cuando lo salvé de ahogarse!” hizo una pausa en hablar y la miró fijamente “¡gracias mi amor!” “¡gracias por haberme dado ese precioso niño!” ella le acarició el pelo diciéndole “¡es el fruto de nuestro amor!” “¡es hermoso concebido con amor puro y verdadero!” se fundieron en un apasionado beso, ella rápidamente le quitaba la ropa, “¡te amo!” “¡te amo!” “¡nunca he dejado de quererte!” “¡me hiciste mucha falta!” “¡perdóname por no haber estado en su nacimiento!” ella le acariciaba el rostro mirándole fijamente, “¡no te reocupes mi amor!” “¡ahora estás aquí con nosotros y eso es lo que importa!” “¡te amo!” “¡eres el amor de mi vida!” “¡te querré para siempre pues soy tuya!” “¡sólo tuya!” lentamente cayeron en la cama y de inmediato se escucharon los gemidos de ella que feliz sonreía al ser penetrada por su amante en ese momento de éxtasis, “¡te amo Serafín!” “¡te amo!” el hombre penetraba con gusto esa vagina, “¡eres mía!” “¡mía!” “¡sólo mía!”, ella suspiraba y gemía “¡sí!” “¡siempre he sido tuya!” “¡de nadie más!” Agustín sonrió a ojos cerrados sintiendo cómo la penetraba a la mujer deseosa de sexo, así le dio pene hasta el cansancio, así el flujo seminal se regaba dentro de la vagina latente de Justin Daniela hija del doctor Daniel Pérez, suspiraron jadeantes, se besaban, “¡no lo saques todavía!” “¡déjalo ahí!” “¡quiero sentirlo!” “¡lo extrañaba!” sonrieron, se besaron apasionadamente, el pene tieso aún estaba dentro de la vagina, “¡quiero sentirlo como aquella última vez que nos vimos!” ¡aahh!” ¡aahh!” ¡es así como siempre lo soñaba estando sola!” “¡preguntándome en donde estaría ahora y con quien!” Agustín le acaricio el pelo “¡estuve en la cárcel!” “¡purgando un crimen que no cometí y que un buen abogado me sacó de la cárcel!”, ella asombrada escuchaba el relato del hombre que le contaba las penurias vividas y que uno de los causantes era Fulgencio Arichabala pero que ahora con esa barba no lo reconocía, le dijo la responsabilidad de como testigo tuvo Nicolás y Squeo, la mujer puso un rostro de indignación, “¡ellos me engañaron!” “¡me hicieron pensar lo peor de ti cuando estaba ilusionada con el embarazo!” “¡quería que lo vieras al nacer!” “¡esa era mi mayor ilusión!” “¡de que juntos los tres le diéramos mimos y besos a nuestro hijo!” “¡no me importaba si fuese clandestinamente!” “¡no me importaba mi matrimonio!” “¡me sentaba triste de sólo saber que no estabas!” “¡me hacías mucha falta!” “¡llegué a odiarte!” “¡pero cuando nació nuestro hijo… todo cambió!” “¡verlo a él en parte era verte a ti en su sonrisa!” “¡Serafín, mi amor!” “¡te amo!” las embestidas con pene humedecido de semen continuaron, se besaban como desesperados, como si en verdad Serafín hubiese salido recién de la cárcel, “¡te he extrañado tanto!” “¡tanto!” “¡mi amor!” “¡mi amor!”, la cama se movía ruidosamente con movimientos y poses sexuales que se dieron hasta el cansancio, tiempo después entraron al baño y allí parado también la penetró haciéndola suya abrazados cayendo agua por sus cuerpos así como en sus encuentros anteriores, bajaron a ver aún dormido al niño, muy orgullosos de su obra abrazados lo miraban con ese estado de inocencia “¡qué lindo es nuestro hijo!” “¿verdad Agustín?”, “¡sí, Justin… es muy hermoso!” “¡hicimos un hijo precioso, el mejor del mundo!” “¡el mejor de todos!” le acariciaron y vieron que se despertaba con los besos que le daban, al abrir sus ojos bien formados vio el rostro del hombre barbado que tenía lágrimas, pese a ello lo marcó con mucho amor dándole besos en la frente, ella le dijo al niño que el hombre barbado había venido a llevarles a un parque a pasar el resto del día, el asombrado hombre se dejó llevar de las instrucciones de Justin, ese día septembrino de 1961 la pasaron muy bien los tres, en algo recuperaron ese tiempo perdido.
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Los invitados exclusivos en poca cantidad llegaban a la residencia fastuosa en donde se daba un banquete de comida típica del país, entre los invitados representando al casa Arichabala estaba doña Matilde la matrona de la familia, vestía sobria como siempre para tal evento, se codeaba con los invitados cremas de la alta alcurnia de época, el anfitrión gustoso de la presencia de sus invitados mostraba el anillo de compromiso dedicado a su futura esposa doña Fernanda, para el anfitrión hubo extrañeza de que fuese testigo del evento doña Matilde, los varones de la casa se excusaron por imprevistos de última como se dijo en los tabloides, pero eso no menguaba su gusto y alegría, Fernanda estaba con sus hijos Victoria, Cayetana y Mateo, el hombre se había enamorado perdidamente de la belleza de su ahora prometida, la boda se había fijado para el último sábado del mes de septiembre de 1961, no había análisis de pudor social pues ambos tenían hijos de sus compromiso, ambos estaban viudos, ambos formaban la pareja de sociedad de la época, la belleza varonil y femenina era la envidia de los lectores y escucha parlantes, Matilde se movía entre la gente, en verdad en sus adentros no deseaba asistir pero hubiese sido un gran desaire para el invitado considerando además que sostenían lazos comerciales muy fuertes, la anciana se abría paso entre la gente hasta llegar a la pareja, pidió atención, el rostro alegre de Fernanda se puso ahora serio por lo que la anciana la miraba fijamente, Matilde manifestaba que estaba muy feliz de haber sido invitada y lamentaba la presencia de sus familiares, Victoria escuchaba cabizbaja, se mostraba un rictus de molestia en su rostro, Cayetana tomada de la mano de sus hermanos miraba a su abuela, mientras que mateo tenía una mirada distraída de acuerdo a su tierna edad, la anciana llamó a una doncella de compañía bien presentable para la ocasión llevando una almohadilla que portaba dos brazaletes de oro y diamantes con los nombres de la pareja, el público alborozado aplaudía al momento en que la anciana les ponía los brazaletes a cada uno, Victoria tuvo el instinto de querer salir del lugar pero se contuvo, a lo lejos vio que la gente se animaba con el evento, también estaban atentas a todo la servidumbre, una de ellas la cocinera principal estaba muy nerviosa al momento en que se les invitó a pasar a comer en el amplio jardín adornado para la ocasión, a la anciana se la ubicó junto a la pareja en mesa selecta, mientras esperaba el alimento miraba a los niños jugar por el espacioso jardín, entre los niños resaltaba la presencia en los juegos de Victoria, Cayetana y Mateo, “¿verdad que son preciosos mis nietos?”, el anfitrión respiró hondo de manera cortés “si, doña Matilde… son muy preciosos”, sonrieron ante la respuesta, “¡espero que usted también haga hijos preciosos!” “¡sin duda, tiene buena pinta!” “¡igual que su futura esposa Fernanda!” la anciana miró fijamente a su aun nuera “¡sin duda!” de inmediato para sorpresa la risa de la anciana se transformó en un rictus de seriedad que a Fernanda al verle le incomodó, por su lado pasaron los niños para abrazarle, los acariciaba mucho, Jean Pierre el hijo del anfitrión se unió a los tres niños, iba acompañado de su amiguito, la anciana acarició a Jean Pierre y cuando se disponía a hacerlo con el otro niño a la mujer le vino un gran asombro, era de piel morena clara con rasgos indígenas en sus manos pero el rostro, aquel rostro, le llamó la atención, era el vivo retrato de alguien a quien había conocido antes, era el rostro de una persona que significó mucho en su vida, sí, ese niño se parecía a su tío, tragando saliva y temblorosa le preguntó “¿cómo te llamas niño precioso?” de forma muy natural y solemne el pequeño responde “Adrián Daniel Macay Paltan” el solo escuchar el primer apellido la mujer quedó helada, sí, no podía ser de otra manera, ese rostro, esa forma de caminar, esa sonrisa tan evidente, seguramente ese niño guardaba la genética bien definida de alguien muy conocido por ella, en verdad que la piel era diferente pero guardaba mucha genética de parecido, Matilde, la prestante dama de sociedad, la madre de Fulgencio Arichabala, la mujer de fuerte carácter ahora se desdoblaba de impresión viendo a ese niño, aún tenía sus manos puestas en las del niño, trató de recomponerse en sus emociones “¿Cuántos años tienes?”, “¡seis años!”, “¿en qué trabajan tus padres aquí?”, “mi mamita cocina y mi papito cuida el jardín” lo sostenía de las manos ahora con más fuerza, «¿tienes abuelitos?», «¡sí… la mamita de mi papacito!» ella se impresiona mucho tratando de controlarse “¿y tu abuelita… dónde vive?”, “¡vive lejos… allá en la montaña!”, la anciana le expresaba un gesto de sentido de cortesía, “¡eres un niño muy bonito!”, “¡gracias, su merced!”, le fue soltando de las manos pero sin dejar de verle fijamente, sonrió pensativa al verle que le daba la espalda caminando junto a los otros niños, sin duda alguna, ese caminar y ese aire sumado a ese apellido no era otro que el de aquella mujer indígena, ese niño descendiente de aquella mujer indígena se parece mucho a su difunto tío en sus gestos y modo de andar, sorprendente la genética, ese rostro del niño es igual al de su tío quien la desvirgó con engaños a esa pobre mujer y ahora Matilde veía sus frutos de descendencia, en su mente retumbaba ese apellido “¡Macay!” “¡Macay!” “¡Macay!” era el apellido de esa mujer, su tío nunca reconoció a su hijo, temblorosa bebió un poco de la copa, estaba sumida en sus pensamientos, luego sonrió sarcásticamente, de ser así se dijo, aquel niño guarda relación con su parentela, el rostro cambió a ser sonriente ahora, siguió viendo a esos niños, su intención ahora era venir más seguido, se lo hizo conocer a anfitrión y este con un abrazo muy gustoso le dijo que las puertas de su casa siempre estarán abiertas, más si deseaba conocer el buen arte culinario que había probado, pidió que se llame a la cocinera y al rato estuvo en la mesa principal, la presentó ante la anciana prestante entablando un leve diálogo sobre la excelente comida preparada con especias ancestrales, en eso Adrián Daniel se acerca a su madre rodeándole de la cintura, la anciana felicitó a la humilde mujer por el hermoso hijo que tenía, la amistad se fue incrementando y terminaron con la invitación en su casa de un próximo encuentro, le acarició el pelo al niño y continuó atendiendo a la fiesta, sin duda alguna, la anciana estaba muy emocionada.
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El sol salía escasamente resplandeciente por la montaña selvática, el trinar de los pájaros se hacía constante ante esa fresca brisa mañanera, con algarabía Renata miraba esa escasa visible posición del sol, estaba colgando pañales calientes con la esperanza que se sequen con algo de sol, su hermanito más pequeño al que aún no tenía nombre sino el de “morito” estaba sentado jugando con trozos de madera, de vez en cuando se los llevaba a la boca, para evitarlo estaba Renato cuidando a su hermano, desde la ventana la envejecida Ana miraba a sus tres hijos, lentamente bajó la escalera rustica de la ramada, marcó a su tierno hijo, el pequeño quería amamantarse pero ella se lo impedía, estaba enferma, su leche materna contenía antibióticos, estaba apenada al no poder darle lo que el pequeño pedía, angustiada le dijo a su hija que prepare la carreta, saldría al pueblo donde su amiga, allí le conseguiría alguna nodriza o algo de comer para el pequeño, la hija miraba débil a la madre, admiraba su templanza, quiso acompañarle pero dispuso que se quede, lo llevaría a su hermanito Renato que cumpliría los cinco años en diciembre de 1961, tiempo después la carreta daba su movimiento alejándose de la ramada dejando en la entrada del cerco a la pequeña Renata de 8 años, miraba la posición del sol, pensó en hacer de inmediato las tareas encomendadas por su madre, en esos días no había ido a la escuela por cuidar la salud de su madre, les dio de comer a los animales de corral de una manera efectiva, luego fue por los animales mayores poniéndoles lo poco de forraje que el vecino don Eleuterio había traído de obsequio, volvió a ver la `posición del sol, consideraba que era el momento de partir, su madre demoraría en regresar, se puso la ropa que estaba debajo del catre escondida entre unas hendiduras, era esa prenda íntima que el jinete le había comprado para sus encuentros, rápidamente bajó las escaleras adentrándose entre el monte, tanta era la prisa que se le desajustó una sandalia, contrariada se sentó en una roca que estaba en lo alto de la primera loma, se alegró de arreglarla y continuar yendo por el camino, en ciertos tramos descansaba comiendo alguna fruta silvestre, se emocionó al ver a lo lejos la cabaña por la que salía humo de la chimenea, el monte estaba alto pero se la divisaba desde lo alto de la última loma que subió, vio al jinete vestido solo con el short, se sentó contemplando ese cuerpo viril del que estaba enamorada, comió de la última fruta con delicadeza, hizo el acostumbrado chiflido, el hombre giró su cuerpo viendo en pie a Renata con los brazos alzados, el jinete respondió de igual forma, ella bajó la loma entregándose en los brazos de su amante, esa niña de ocho años amaba a aquel adulto, se había ya entregado muchas veces en cuerpo y alma a su jinete quien la desvirgó, la marco a ella que rodeaba las caderas con sus piernas, una a una fueron deslizándose las sandalias, la llevó dentro de la cabaña, en el techo se podía escuchar gotas de lluvia debido a la intensa humedad de horas anteriores, lentamente la acostó en el catre y le fue deslizando el vestido “¡viniste con el traje que me gusta!” sonrieron “¡has venido muy bonita como siempre!” le besaba las piernas, los pies, las manos, los brazos llegando a los labios con besos apasionados con lengua, “¡eres preciosa!” “¡ven… quiero verte desfilar para mí!” la sacó del catre, ella paseaba por estrecho cuarto modelando con traje íntimo, el hombre se maravillaba al verle “¡tienes un cuerpo hermoso!” “¡y es mío!” “¡todo mío!” de inmediato le iba sacando la prenda interior, la olía constantemente “¡esta ropa sabe a ti, mi amor!” ella le bajó el short y como si fuese un resorte aparecía el pene erecto que le había desvirgado la vaginita, “¡míralo mi amor!” “¡te estaba esperando para jugar!” “¡vamos!” “¡salúdale y acaríciale!” la acuclilló así desnuda para que el glande roce los labios “¡quiere jugar contigo en tu boca!” “¡ábrela!”, con sus dos manitos de ocho años tomaba el tronco de pene venoso y velludo metiéndose en la boca principiando por el glande, el placer sentido por el jinete era inconmensurable, de repente lo sacó de su boca, estaba muy ensalivado, “¡quiere jugar con tu cosita!” “¡vamos, mi amor!” “¡te desea tanto!” “¡tanto!”, la marcó con fortaleza, la fue descendiendo, con la mano suelta puso el pene rozando en la vagina, de pronto se escuchó un “¡aahh!” luego otro “¡aaahhh!” y un final “¡aaaaahhh!” era que el pene había entrado en la vaginita desflorada de ocho años, la sostuvo abrazándole con fuerza así estando parado, “¡te gusta así galopando!” “¿verdad que sí, Renata?” ella sentía a ojos cerrados el pene dentro de su vagina “¡sí!” el hombre empezó a moverse “¡sí!” los pezones pequeñitos se movían “¡sí!” los piecitos se movían “¡me gusta!” ella afirmaba y exclamaba mientras se movía rápido “¡sí!” “¡me gusta!” “¡me gusta!”, el hombre le sacó el pene y después la recostó en el catre, hizo que abriese las piernas, “¡ahora lo haremos mejor!” “¿verdad que sí?” ella mirándole le respondía entusiasmada “¡sí!” “¡sí!”, “¡te quiero Renata!”, “¡yo también te quiero!” “¡aahh!” “¡aahhh!” “¡aaahhh!” el pene le penetraba la vagina, el catre se movía ante los movimientos de cadera del jinete que disfrutaba sexualmente de ese cuerpo de ocho años, la encorvó bien para que mirase el pene, la sostuvo de las caderas inclinando se un poco siguiendo con la penetración viril, de su gran satisfacción de cogerla en esa postura exclama con sinceridad “¡eres muy linda!” “¡muy linda!” “¡quiero preñarte!” “¡quiero preñarte!” hizo un alto acariciándole la frente y las mejillas “¿quieres que te preñe?” “¡dime mi amor!” “¿quieres tener un hijo conmigo?” ella sin dudarlo asintió con emoción, esa actitud hizo que la bese con determinada pasión, él estaba encima del cuerpo de Renata con sus piernas abiertas al catre, la seguía besando por el cuello y los pezones, “¡eres muy linda!” “¡estoy muy seguro que me darías hijos fuertes y muy lindos!” la siguió besando, lentamente la puso de cara al catre, “¡ahora dame tu culito!” las mejillas del jinete rozaban el traserito de la pequeña Renata, “¡ahora va ser mío como siempre!” “¡aahh!” “¡aaahhh!” “¡aaaahhhh!” el pene rozaba el ano y entraba a gusto, el tronco se deslizaba en el interior y salía rápidamente “¡cierra el culito para sentirlo mejor!” ella apretaba el ano el jinete a ojos cerrados posando su mentón sobre el pelo de la nena desarrollada exclamaba “¡así!” “¡así!” “¡me gusta metértelo!” “¡todos tus huequitos son míos!” “¡míos!” ella miraba tirada su ropa íntima con el short del jinete, el catre se movía, alzaba y bajaba las caderas “¡siente que soy tu macho!” “¡soy tu único macho que te hace sentir mujer!” “¡eres mi mujer, no lo olvides nunca!” le besaba el cuello y la espalda una vez salido el pene de su culito, el tiempo transcurría para ambos amantes acostados en el catre, se notaba su desnudez, las manos recorrían sus cuerpos desnudos, se besaban, “¡aún no has probado mi leche!” ella lo miró asintiendo, “¡ven!” “¡vamos!” se levantaron del catre, la marcó, “¡eres mi esposa y te llevaré al templo del amor!” “¡allá!” miraron esa pequeña cascada de agua, se besaron apasionadamente, continuó caminando llevándole marcada hasta el agua, allí ella se aferró a él abrazándole del cuello, “¡aahh!” “¡aaahhh!” “¡aaaahhhh!” “¡ya eres mía de nuevo, mi amor!”“¡como siempre!” “¡aahh!” “¡aaahhh!” “¡aaaahhhh!” la estaba penetrando dentro del agua, mientras la penetraba la besaba apasionadamente, “¡siente que te lo meto!” “¡siente que eres mi mujer!” “¡mi mujer!” lo decía con voz fuerte y autoritaria de un macho castigador, ella se movía al ritmo que el jinete mostraba, de pronto vinieron suspiros de descanso, “¡vamos allá!” entraron por el agua cayendo que era un manto de agua entre la pared de la montaña donde se sentaron a ver la caída de agua, era estrecha la distancia entre la pared de montaña que estaban con la caída de agua, él se acostó, ella se sentó sobre la pelvis del jinete, la tomó de las manos, “¡ahora cabalga!” “¡cabalga!” ella a orden del jinete alzaba y bajaba las caderas, el pene entraba en esa posición, todo era maravilloso al sentirse así los dos con sus manos entrelazadas, ella se movía a ojos cerrados y a boca abierta sintiéndose ser penetrada de esa forma sentada sobre el jinete, al bajar sentía lo erecto del pene que la hacía gemir vibrantemente, le dio palmadas en las caderas separándose del cuerpo de su amante, “¡acuéstate Renata!” “¡ahora te preño!” “¡ya lo verás mi amor!” “¡quiero que me des un hijo!” “¡un precioso hijo tuyo y mío!” “¡vamos a intentarlo tenerlo hoy!” “¿verdad que sí?” Renata muy ilusionada y a la vez muy enamorada asentía repetidamente, se dejó acostar por él que al abrir sus piernas se mostraba su descubierta vaginita, “¡me gusta mucho tu cuevita!” “¡eres maravillosa!” los pies se posaron sobre los hombros, él la agarró de la cintura llevándola a su pelvis y despacio el pene entraba “¡te voy a preñar con amor!” “¡deseo un hijo tuyo!” “¡un hijo muy bonito!” “¡ahora!”, el pene entraba despacio con leves punteadas pero firme, ella gemía, las manos se aferraban más a los brazos que la sostenían, empezaron a moverse más rápido, más rápido, ella no dejaba de gemir, el jinete muy firmemente la penetraba “¡ya casi mi amor!” “¡ya casi te preño!” “¡te preño!” “¡te preeeñññooooo!” hubo un silencio sin movimientos bruscos como hace segundos, el semen estaba todo dentro de la vagina de Renata, lentamente le fue sacando el pene, le besó el vientre “¡quizás tengas allí ya a nuestro hijo, mi amor!” “¡cuídale!” “¡es el fruto de nuestro amor!” ambas manos la de él y la de ella juntas rozaban circularmente el vientre de ella, de pronto salieron del interior de la cascada, la llevaba marcada, al jinete se le notaba algo cansado, entraron para vestirse, ella fue la primera en hacerlo, ál aun desnudo se acuclilló delante de ella, la miró fijamente “¡cuida de nuestro hijo!” “¡sé que allí lo llevas!” “¡ya botas flujo de mujer!” “¡estás desarrollada!” “¡lo sé!” puso su mejilla en el vientre vestido, “¡cuando sepa que estás preñada de mi te llevaré lejos a donde tú y yo podamos ser felices!” le acarició la mejilla “¡eres mi mujer!” ella lo miró fijamente “¡no lo olvides nunca!” “¡eres mi mujer!”, ella lo abrazó al despedirse, él la marco besándola apasionadamente “¡mi Renata!” “¡mi hermosa Renata!” “¡llevas a mi hijo allí contigo!” “¡te amo!” “¡te amo!” ella estaba emocionada “¡yo también te amo!” “¡cuando sepa que tengo un hijo tuyo me iré contigo!” “¡te amo!” “¡te amo!” se besaron apasionadamente, él se despidió besándole las manos, la vio partir entre la maleza, ella corría preocupada pues no se notaba la posición del sol en esa garúa constante, a mitad de camino escuchó dos disparos, le vino el pánico y al correr unos cuantos metros la sandalia se le dañó, caminó lentamente por la espesura, se sentó en una roca a arreglar la sandalia, tardó un poco, caminaba con discreción para que no se vuelva a dañar, se sentó junto a la cueva donde jugaba, a lo lejos vio la carreta estacionada, le vino la angustia, había llovido todo ese tiempo, al entrar en la ramada encontraba a su madre temblorosa, Renato estaba a su lado acariciándole el pelo, el morito estaba acostado en su improvisada cuna que antes la había usado Renato, se preocupó por atender a su madre mientras recibía los regaños de siempre, estaba temblorosa atendiéndole, a distancia de allí yacía el cuerpo inerte de un hombre, se notaba que unos metros se había arrastrado, tenía un tiro en el estómago y otro en el pulmón derecho, agonizaba, la luz del día se le oscurecía, dio su último aliento con el nombre “Renata”, a cierta distancia de allí el agua de la cascada continuaba cayendo en la pared de montaña se apreciaban dos líneas: “–>R<–>L<– empezaron a hacer su hijo” debajo la siguiente línea “30-IX-61”
FIN DEL DUCENTÉSIMO TRIGÉSIMO SEXTO EPISODIO
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