METAMORFOSIS 237
Desgarro.
Amaranta de doce años estaba preocupada por su situación de salud, le vinieron agriuras y malestar de mareos, típico de una mujer en estado de gestación, esperaba un hijo de su padrastro Squeo, cuando se encontraron y luego de hacer el amor le dijo lo que estaba pasando en su cuerpo, el padrastro le dijo que tener al niño o niña no era posible, que debería entender que sería un problema para su madre y su hermano, dispuso a uno de sus cómplices que busque un lugar para que ella lo pueda abortar, temblorosa al principio se negaba pero la autoridad de Squeo valió más en su voluntad, fue conducida a un lúgubre lugar, un médico de poca monta y cuestionado prestigio la atendió, la acostó en una plancha fría de la que nunca más se levantó, a los familiares se les dijo que ella había padecido de un aborto crítico y que no se pudo hacer algo por ella, Squeo se encargó de los preparativos, su conciencia minaría tal decisión cruel y criminal.
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Luis manejaba con prisa, ansiaba llegar al hospital, iba detrás de la ambulancia que llevaba a su padre Aparicio, había tenido un quebranto fuerte, no se entendía de aquello pues al venir del interior del país se lo veía muy bien de salud, de repente ese padecimiento al corazón, la sirena de la ambulancia se escuchaba ante los curiosos transeúntes, era un amigo del prestante Luis Izaguirre quien estaba en problemas de salud, así que un par de médicos y enfermeras amigos del industrial y comerciante se encontraban a la espera, el ingreso y las atenciones fueron inmediatas, Amarilis iba con su medio hermano de copiloto, estaba llorando, Luis la calmaba en la sala amplia del hospital, el mejor de la capital, los movimientos eran constantes, Luis tuvo que firmar autorización para posible operación si se empeorase la situación, la niña estaba contrariada, sentada en aquel sillón, a cada momento que veía pasar a una enfermera preguntaba por su padre, algunas no contestaban pues no era su caso, las horas pasaban, se acercaba la noche, deseaba siquiera verle pero no les permitían, la angustia se incrementaban, los médicos manifestaban que estaban haciendo todo lo posible en el acto, de pronto llega Isaurina, su mejor amiga, coincidentemente se ha enterado de la presencia de Luis pues fue a visitar a una amiga de un oficial militar que había dada a luz a una preciosa niña, el acongojado Luis le describía los hechos que había pasado con el noble Aparicio, tuvo una descompensación cardiaca que aún no se sabe el motivo, la mujer puso la cara de lado en forma disimulada apretando las manos, quedó a la espera en la sala, Luis se paseaba, un doctor con rictus serio se le acercó diciéndole algo al oído, presuroso fue al cuarto donde Aparicio se encontraba agonizando, era su padre, lo único que le quedaba como identidad, le tomó las manos, Aparicio abrió los ojos lentamente quedando entrecerrados al tiempo en que hablaba, le confesaba a su hijo los crímenes cometidos empezando por René, Melesio, la hermana del doctor Pérez, le pidió perdón por hacerlo, lo hizo para que no sepan su identidad sexual con la que toda la vida vivió amargamente, Luis se limitó a llorar pensando que todo eso que hizo fue cuidar su personalidad, pidió por el cuidado de Amarilis aunque al no saberse su hija, sino la hija del hombre de negro a él lo mató al verse engañado, se lo confesó a Luis en detalle cómo había sido, el hijo apretaba con fuerza las sábanas, salía saliva y un llanto afeminado, la mano del padre acariciaba el pelo del hijo al momento que la cara de Luis se apoyaba en el pecho de Aparicio, el humilde campesino hizo lo posible por continuar hablando, era mejor que no se encontrase Amarilis, si bien la había querido pero en silencio últimamente la deseaba, Luis no paraba de llorar en el pecho de su padre, de inmediato entró Isaurina lleno su rostro de lágrimas, de inmediato tomó una de la mano del campesino y se arrodillo al extremo de la cama, “¡perdón!” “¡perdón!”, ella unió el rostro al de Luis, “¡no se preocupe hija!” “¡todo está bien!”, se incorporó altiva pero a conciencia, “¡no es verdad!” “¡yo fui la culpable para que usted esté así!” Luis de inmediato se puso en pie “¡no entiendo, a que te refieres!”, Isaurina sollozaba “¡él está así por mí!” “¡por mí!” Luis la tomó de los hombros “¡explícate!” la mujer quiso hablar pero Aparicio el humilde campesino los llamó tomándoles de las manos “¡he cumplido en mi vida teniendo a dos seres como ustedes… mi familia!” Luis miró el rostro sollozante de Isaurina, “¡mi hijo amado!” “¡mi sobrina querida!” “¡el destino quiso que estén juntos aquí y ahora!” los ojos se iban cerrando la fuerza de voz se iba apagando, “¡cuídense… por favor!” “¡los amo!” fueron sus últimas palabras, dentro de la habitación hubieron gritos, una vida más se había extinguido y con él muchos acontecimientos que afectaron la vida de los primos.
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La boda del prestante industrial y Fernanda se daba en todo su apogeo en aquel primer sábado de octubre de 1961, las luces y las persianas hacían su efecto multicolor en la fastuosa fiesta, su único hijo estaba atento a cada movimiento, no le parecía de buen gusto que se haya casado con aquella mujer madre de tres hijos, a buenas cuentas tendría tres hermanastros, pero entendía que su padre se casaba maravillado de la belleza de la mujer de ahí el resultado de tener tres hermosos hijos de Mateo Arichabala, el último quedó en vientre del padre cuando murió según como lo hizo aparentar el padre del finado y abuelo de aquellos niños, pero la realidad era otra, la relación de Fernanda con sus suegros era muy gélida, a ello se había sumado la relación tirante de su hija Victoria con un sentimiento poco amigable hacia su madre, ella miraba con cierto recelo esa relación, desde tras bastidores la empleada y su hijo Eliazar Emigdio miraban el pase de los novios hacia el altar, tendrían que partir tiempo después para los arreglos de la recepción en la que ella y la cocinera tenían mucha responsabilidad junto con algunos camareros, el rito religioso se llevó sin novedad, y ya en la recepción se vio la asistencia de la crema de la sociedad capitalina entre los invitados figuraban los ya ex suegros de Fernanda, a su lado pasaba constantemente un niño bien vestido de piel morena clara pero que le era muy atrayente a Matilde, su hijo Fulgencio dio cuenta de las atenciones que la anciana le daba a ese niño vestido de camarero para la ocasión, Matilde acariciaba tiernamente al niño y de inmediato llamó a su hijo “¿es de quién hablabas?” la mujer asintió “¡mucho gusto en conocerte jovencito!” “¿cómo te llamas?” “¡Adrián Daniel Macay Paltan para servirle a usted señor!” los ancianos se vieron al rostro “¡tiene un rostro bien parecido!” el hombre le acarició el pelo “¡eres muy preciso!” “¿cuántos años tienes?” el niño estaba sonriente “¡seis años señor!” el hombre le acarició el pelo “¿Cómo se llama tu papá?” el niño sonreía “¡Eustaquio y Daniel como yo!” le volvió a acariciar el pelo “¿cómo se llama el esposo de tu abuela?” el niño se puso cabizbajo y un hubo un leve silencio “¡no sé, nunca lo conocí!” “¡mi abuelita siempre dice que murió al nacer mi papacito!” ambos ancianos se miraron al rostro, se notaba la sorpresa, el niño se iba a retirar, “¡espera Adrián!” “¡toma!” le extendió un billete de mediana denominación “¡para lo que quieras comprarte!” extendió la mano y se estrecharon, ese fue el primer contacto de dos significativas generaciones, Matilde la madre de Fulgencio Arichabala miraba la escena, si ese niño supiese lo significativo de ese contacto corporal, fue a dejar las copas vacías con amplia alegría, los dos ancianos optaron por bailar y hacer comentarios a voz baja, la mujer sonreía irónicamente viendo los movimientos del niños a prudente distancia, le atraía sobremanera ese rostro, sin dudas era el de su tío, Daniel Peñalba, aquel hombre por el que ella vivía ilusionada y enamorada, con quien tuvo a su único hijo a quien se lo hizo pasar como suyo al ahora Fulgencio Arichabala, la anciana Matilde Peñalba sabía de los amoríos de su tío con aquella indígena que con engaños robó su virginidad y pese a separase de ella por un buen tiempo solventó la crianza del ahora jardinero de dicha mansión, solo Matilde sabía de aquello sacando conjeturas de lo vivido y lo analizado, en un aparte de espacio estaba Eliazar Emigdio bebiendo champaña a la salud de los novios, vio al niño que dejaba unas copas en la mesa, se le acercó con autoridad diciéndole que suba unas copas a su habitación y que allí lo esperaba para que las retorne a ser limpiadas, el niño obediente subió por las escaleras y al tocar la puerta esta se abrió, para su sorpresa Eliazar Emigdio tenía puesta una sábana que daba a alusión a una toga romana, lo vio dejando la copa y botella en la mesa, “¡ven, siéntate conmigo!” “¡no hemos hablado por mucho tiempo desde que estás aquí con tus padres!” el niño lo miraba “¡tengo que repartir más copas!” Eliazar Emigdio lo contuvo acariciándole el rostro “¡no te preocupes, ya diré que te quedaste a brindar conmigo!” “¡eres mi amigo!” “¿no es así?”, el niño asintió, “¡entonces quédate!” “¡toma, bebe conmigo!” le alcanzó una copa y bebieron juntos “¡por los novios!” “¡por su larga vida!” reía a carcajadas, Adrián lo miraba discretamente, “¡vamos, bebe otra!” tomaron sus copas bebiendo juntos y así fue por un par de copas más, “¡ya ves, eso era todo!” “¡ya puedes seguir repartiendo copas!” “¡mi pequeño!” “¡toma!” Adrián se sentó junto a Eliazar Emigdio de la sábana salía un pene erecto, “¡míralo!” “¿te gusta?” Adrián quedó cabizbajo, “¡no tengas pena!” “¡seguro no has visto de este tamaño!” “¡sirve para que los culitos se sientan bien de ricos!” “¡míralo bien, acércate!” Adrián se acercó obediente, “¡tócalo!”, cuando le dio la mano la puso directo sobre su pene duro que ya babeaba de placer por ser chupada por esos labios hermosos, él solo se reía y Eliazar Emigdio hacía que el niño restregaba la manito en su bulto, ahora ya las manitos pasaron por el tronco del venoso, latente y peludo pene de Eliazar Emigdio, “¡ahora acércate más!” “¡así… bien!” el pequeño se inclinaba arrodillándose delante del muchacho, él se vio con el pene cerca de la boca y sin decir nada le iba agarrando con sus dos manitas, “¡ahora quiero que despacio abras la boca!” el glande rozaba esos labios de niño precioso, “¡abre la boca!” Daniel Adrián miraba ese tronco de pene, sentía que lentamente se metía parte del glande en su boca, y le comenzó a mamar la cabeza del pene que era todo lo que le quepaba, lo llevaba al compás de como tenía que mamarle le dijo que al final tendría una recompensa que le daría más de lo que le gustaba recibir a cambio de “jugar”. Adrián chupaba y chupaba como loco, “¡aahh!” “¡no pares, sigue, sigue!” le decía, “¡no pares mi nene dale!”, “¡dale, así… chúpala como paleta!”, “¡despacio!”, así estuvo pocos minutos y le agarraba la cabeza y se la empujaba cuando ya sentía que estaba el líquido preseminal que se impregnaba en su boquita y que él le pedía más chupe al niño, “¡anda bebe lame mi tronquito!” le decía, “¡tú eres ya la reina de mi pene!”, “¡limpia bien no dejes nada!”, Eliazar estaba muy feliz, le decía que le diera más lengua y chupaba agarrado de las dos manos del pene, ya cuando el pene se empezó a poner erecto Adrián ya se lo metía más y más hasta que se lo metió todo pero ya no lamía, sólo succionaba, y lo hacía bien, segundos después le pidió que llevara sus manitos a acariciarle los testículos mientras su lengua pasaba a lo largo del tronco del pene, “¡abre la boca!” “¡anda!” la boca de Adrián Daniel se abrió, el glande rozaba entre los labios y los dientes, la mano del muchacho agitaba el tronco, el glande se puso entre rojizo y amoratado del placer que se daba al masturbarse, quieto estaba el nene con su boca abierta, de pronto el semen se introducía en parte en su cavidad bucal un poco quedó en su rostro al moverse y cerrar la boca, de inmediato le hizo un gesto al niño con la mano de que estuviese quieto y cerrase la boca; “¡toma… bebe del licor!” “¡te va a gustar pasar mi leche con esto!” el nene bebió rápido “¿te gustó mi cielito?” el nene lo miraba con recelo, “¡anda, bebe!” “¡termina!” el líquido seminal pasaba por su garganta, le acarició el pelo “¡buen chico!”, le dio un beso en la mejilla “¡dime Adrián!” “¿cómo te gusta más?” “¿aquí conmigo?” “¿o con Parcemón allá en el río?” esas preguntas paralizaron al nene que de sus labios salían restos de saliva, “¡dime Adrián!” “¿aquí o allá?” el nene se puso cabizbajo, no tenía ánimo a responder, se puso tembloroso, se notaba su nerviosismo, Eliazar Emigdio le acariciaba el pelo, “¡tranquilo… es un secreto entre nosotros!” “¡no se lo diré a tus padres ni a nadie!” “¡a menos que…!” “¡sigas jugando conmigo!” le acariciaba la mejilla de forma muy convincente “¡te puedo dar muchos regalos!” “¡como los que le daba a Parcemón!” “¿te dabas cuenta de aquello al verlo, verdad?” Adrián estaba cabizbajo, lo abrazó con fuerza, “¡tranquilo, mi pequeño!” le besaba el pelo “¡tranquilo!” le acariciaba los brazos “¡no pasa nada!” trataba de calmarle acariciándole el rostro, “¡mira como prueba de lo que te digo!” caminó hacia donde estaba el pantalón, sacó de su bolsillo un billete de mediana denominación igual al que le habían dado antes, el niño se puso muy feliz brincando de gusto y fue en ese momento que lo abrazó y lo marcó por detrás besándole el cuello y lamiéndole las orejas “¡anda, trabaja!” le acarició el pelo poniéndole parado en el piso “¡si deseas venir acá te espero otro día!” “¡por ahora has hecho un gran trabajo mi pequeño!” le guiñó el ojo al niño con amplia sonrisa, pensó en aprovechar de algún momento disponible para desvirgarle, mientras tanto que Adrián salía de la habitación con un semblante entre complacencia y recelo.
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La llegada de Valentín a la gran manzana significaba mucho para los miembros de consejo de administración de las empresas de Oliver, el muchacho de 21 años había sido llamado de urgencia pues Oliver se encontraba mal de salud, salió presurosos en el primer avión desde el país de la canela, el encuentro con los altos socios minoritarios fue en la amplia sala, lo abrazaron cordialmente, le tenían mucha confianza, era un genio en los negocios a su corta edad, rápidamente lo condujeron a las habitaciones de esa gran mansión, Oliver se alegró mucho al verle llegar, con su mano temblorosa alzada les pidió estar a solas con el muchacho a quien le tomo de las manos “¡eres mi sucesor!” “¡sé que estás complacido con los negocios que llevamos!” se acercó para que le acaricie la frente, “¡eres mi favorito!” le heló la sangre al escuchar aquello, “¡gran parte de mi fortuna es para tí!” “¡quiero que perpetúes mi legado!” Valentín miraba las mangueras del oxígeno puestas en la nariz, y el suero en su brazo, tenía tomado de la mano al muchacho de veinte años, “¡te tengo que confesar algo!” balbuceaba “¡presta mucha atención!” le costaba respirar, “¡me estoy muriendo!” sus manos temblorosas tocaban las manos de Valentín, “¡tengo que decírtelo!” Valentón le pedía calma y que no se esfuerce al hablar, “¡no!” “¡debo confesarlo todo!” hizo una pausa y le dijo con voz entrecortada que hace muchos años atrás se enamoró de una hermosa joven del humilde pueblo donde residía, ella descendía de noble abolengo, se enamoró perdidamente de ella, ambos de buenas situaciones económicas, ella muy elegante pero muy liberal trataba a todos por igual, era atrayente en su físico, se enamoró de un hombre humilde, se querían mucho, el destino hizo que su familia los separen, de allí Oliver aprovechó para casarse con ella llenándose de intrigas y maledicencias, con el tiempo la relación marital era adecuada, hasta que vino la sorpresa inesperada, ella estaba embarazada, aquel humilde nunca lo supo, sin embargo para esa fecha antes de saberse la noticia ya estaba trabajando como chófer, había sido una decisión de Oliver para humillarle supuestamente en su integridad, grave error, los encuentros furtivos se dieron constantemente, el chófer al saberse humillado por Oliver cometió un grave error también, tomó al niño como referente de su venganza, creyó que al tocar al hijo de su peor enemigo estaba labrando su venganza, se ganó la confianza del pequeño y los tocamientos fueron más allá que simples caricias disimuladas, la sed irracional de venganza hizo que aprovechase de la ocasión para desvirgarle, así esa acción quedó en secreto para ambos, el tiempo pasó y se vieron constantemente incrementándose la metamorfosis en sus encuentros, el niño tenía más apego al chófer, lo había logrado, el de indisponer al niño Jonathan a la autoridad de Oliver, el tiempo pasaba, hasta que llegó Valentín a las vidas de esos personajes, Oliver hizo un alto en su relato, “¡llegaste tú a oxigenar mi vida!” “¡aquel chófer se había ganado la voluntad de Jonathan!” “¡con tu humildad te ganaste mi aprecio!” “¡mi cariño de padre sustituto!” “¡pero s{e que también te ganaste el recelo de Jonathan!” “¡lo sé!” “¡con el tiempo supe que fuiste víctima de haberte acusado injustamente de un robo!” “¡te fuiste de la casa!” “¡te echamos injustamente!” “¡ahora lo sé!” “¡perdóname!”, Valentín le acariciaba el pelo, le pedía calma, “¡es preciso que lo sepas todo!” “¡todo!” ante la insistencia del moribundo Valentín estuvo atento al relato de Oliver, le dijo que alguna vez un empleado de confianza había visto en estado sospechoso al chófer con su hijo Jonathan, no lo podía creer, al irse el empleado Oliver tomó de una copa con amplia sonrisa, ese hecho le contó a su esposa quien presurosa tomó el auto en dirección a la ciudad y en el trayecto sufrió un “accidente” en realidad las manos de cierto empleado manipularon la suspensión y los frenos as{i en una curva cerrada de aquel lugar rural tuvo el “accidente” así quedaba sin efecto el reclamo y la verdad que ella le iba a contar al chófer para que lo dejase en paz a su hijo, fue un terrible siniestro en el que quedó como saldo la muerte de la ocupante, tras la muerte de la mujer la relación entre padre e hijo se hacía insostenible en cada momento, Oliver se encariñaba más con Valentín, “¡tranquilo Oliver!” “¡eso ya lo sé!” el abrumado moribundo lo miraba con ojos bien abiertos “¿lo sabes?” “¿qué sabes?”, Valentín le contaba recordándole los diferentes momentos juntos los tres en la pesca y en ciertos lugares de la gran ciudad, “¡eso no!” “¡no!”, Oliver movía la cabeza y con esfuerzo trataba de hacerle entender “¡no sabes lo más importante!” hizo una leve pausa “¡su muerte!” “¡las muertes!” extrañado Valentín le pidió que se explique entonces, el hombre tembloroso y con sudor en el rostro le decía que la muerte del chófer se debía a un encuentro sostenido entre ambos en aquella fiesta, sorprendido Valentín le pidió que se explique de mejor forma, “¡esa noche en que te sentiste con mareos fue el chófer quien te marcó llevándote a la habitación!” “¡te miraba con mucha dulzura!” “¡eras virgen para entonces!” “¡él te acariciaba!” “¡pero… no te tocó como te lo imaginaste!” “¡estaba cerca del lugar!” “¡allí los vi!” “¡él salió dejándote solo!” “¡él se acordó que debía hacer algo… encontrase con mi esposa!” “¡de ello aproveché para ingresar al cuarto!” “¡estabas muy sedado!” hizo un corto silencio mirándole a los ojos, le salieron lágrimas “¡fui yo!” “¡sí… yo!” “¡quién te hizo el amor!” “¡estabas a allí hermoso a plenitud, no me pude contener!” “¡yo te desvirgué!” “¡no es el chófer al que pensabas!” con un gran esfuerzo se aferraba a las manos ahora temblorosas de impotencia “¡perdóname!” se aferraba más “¡fui yo!” “¡perdóname!” “¡abusé no sólo de tu cuerpo sino de tu confianza, de tu cariño… lo sé!” lentamente Valentín tomó seriedad en su rostro deslizando sus manos separándose del moribundo que con esfuerzo seguía diciendo que al verse complacido con su pene salido del culito ensangrentado de Valentín fue sorprendido por el chófer de inmediato apartó a Oliver del cuerpo sedado de Valentín, forcejearon, sacó un arma intimidante ante los reclamos y golpes recibidos, de su boca ensangrentada salían improperios, Oliver tenía el control del hecho “¡a este no te lo pudiste comer!” “¡pero al otro sí!”, agitaba el arma de forma intimidante, “¿a qué otro te refieres?” le preguntaba el iracundo chófer antes amigo de la infancia, “¡a Jonathan!” “¡sé que lo desvirgaste!” el chófer herido en su ego afirmaba dando dos pasos hacia adelante estando muy cerca de Oliver “¡sí… lo hice!” Oliver emitió carcajadas agitando el arma “¡te salió mal!” “¿pensaste que me ibas a humillar en lo más hondo de mi ser?” “¿pensaste que desvirgando a Jonathan te vengarías por todo las frustraciones vividas y que yo te hice pasar?” “¡te equivocaste!” tomó aire con vehemencia y altives “¡Jonathan no es mi hijo!” “¡es tu hijo biológico!” “¡tu hijo!” le vino la nerviosa carcajada “¡ya vez!” “¡desvirgaste a tu propio hijo!” “¡imbécil!” “¡todo para nada!” “¡mírate… eres un perdedor!” “¡siempre fuiste un perdedor!” “¡perdiste a la mujer que amabas!” “¡y desvirgaste a tu propio hijo!” “¡eres un imbécil!” el chófer no se contuvo y al tratar de atacar el arma se activó cayendo el cuerpo del chófer junto al de Valentín, presuroso Oliver salió de la habitación, el moribundo hizo una pausa, vio a Valentín llorando como niño, “¡no es posible!” “¡yo que a usted tanto lo he respetado como si fuese mi verdadero padre!”, Oliver levantó las manos en señal de perdón, “¡siempre lo creí un padre para mí!” “¡usted me enseñó el mundo de los negocios!” “¡me enseñó a amar el mar!” “¿por qué… por qué?” tembloroso Oliver manifestaba “¡en silencio!” “¡siempre te he amado!” “¡aún en estas condiciones… te sigo amando!” “¡ya todo está listo para tomes el control en mi ausencia!” “¡te lo dejo todo a tí!” “¡todo!”, Valentín movía la cabeza negativamente, lo miraba con odio tanto así que era percibido por Oliver, “¡debí decírtelo antes!” “¡pero tenía miedo a tu rechazo!” “¡decidí amarte en silencio!” “¡todo este tiempo desde aquella noche hasta ahora he vivido apenado con mi conciencia!” “¡perdóname!” “¡por favor… quiero escuchar tu perdón!” Valentín trataba de contener su ira haciendo puños las sábanas, “¡todo este tiempo he vivido engañado pensando que fue el chófer quien me desvirgó!” “¡siempre está en mi mente el rostro de aquel hombre al que creía que me había desvirgado!” “¡pobre hombre!” el sobresalto por el esfuerzo le vino a Oliver “¡aprovecha lo que te doy!” “¡en algo pueda compensar tanto daño que te he hecho!” “¡es una fortuna!” “¡para que vivas tranquilo hasta los últimos años de tu vida!” “¡acéptalo!” de inmediato tocó un botón solicitándole a la enfermera que viniese el escribano, a los pocos minutos el poder empresarial de Oliver pasaba a manos de Valentín delante de los miembros accionistas reunido en esa habitación como testigos, el escribano exclamó “¡ahora es ya legal!” los accionistas se miraban y lo hacían con el nuevo millonario muy joven, al salir los visitantes Oliver pidió que se quedase Valentín, el hombre de veinte años puso seguro a la puerta, “¡te pido que me perdones por favor!” “¡recuerda siempre que nunca he dejado de amarte!” Valentín hizo una mueca irónica, sin decir palabra dejó la mano extendida de Oliver tratando de aferrarse a la mano de Valentín que rápidamente de un impulso tomó una almohada poniéndola en la cara del moribundo, la apretaba al rostro, se ajustaba macabramente evitando que respire el moribundo, no hubo resistencia, sintió que ya no se movía, así que al deslizar la almohada se notaba el rostro desencajado con miedo y unos ojos bien abiertos con una boca también muy abierta, presuroso salió de la habitación al ver la línea horizontal y un pitido prolongado del marcador electrónico sofisticado para la época, al retornar el médico a la habitación diagnosticó el fallecimiento de Oliver, las exequias se mostraban en los tabloides con una foto carnet en las páginas de los principales diarios de la gran manzana anunciando al nuevo millonario del país del norte, tras el velatorio Valentín retornaba al país de la canela, a su lado iba su fiel amante Leroy, en la mente de Valentín se dibujaba el rostro de ese hermoso niño de diez años, recordaba los momentos vividos en el yate, cerraba los ojos recordando el pase de sus manos por esa piel brillosa y bien suave llena de colágeno, de solo pensar su pene se rectaba dentro de su pantalón, instintivamente su mano se posaba sobre el bulto, al ver aquello Leroy emitía una risa sarcástica.
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Ana se encontraba muy mal de salud, las fuerzas se disminuían, Renata al pie de la cama se angustiaba al no poder ayudar a su madre en ese estado de postración, la madre miraba tiernamente a su hija con esfuerzo a ojos entreabiertos, a su lado estaba la cuna improvisada del “morito” al lado de Renata estaba Renato “¡hija mía!” la miró atenta a su madre “¡ve a ver a la persona que te dije!” “¡hazlo pronto!” presurosa bajó las escaleras, le dijo a su hermano que cuide de su madre, el malestar había sido fulminante, Ana tosía fuerte y se escuchaba a donde Renata estaba jalando los arrieros de la carreta, el caballo partió al rumbo fijado, su intención no era de ir a ese lugar, pero era importante hacerlo, su madre se lo había pedido, la llegada le causó tristeza, se podía ver a lo lejos las pompas fúnebres, el féretro lujoso se ajustaba a los ramos y escenografía luctuosa, ella se acercó a verle, lloraba desconsoladamente, la madrastra del difunto estaba sorprendida por la llegada de la pequeña así venida tan sola en la carreta, se acercó a contemplarle, le dieron café con pan y queso sentándose en un rincón, miraba el féretro y lloraba, el patrón estaba distante pensativo abrumado sentado en un rincón, la gente se acercaba a darle el pésame, era gente venida de la capital, se acercaban a consolarle, la mujer se acercó a la pequeña y preguntó por su madre y le dijo que estaba muy enferma, que su llegada se debía a que su madre Ana quería hablar de suma urgencia con ella, la patrona, la mujer le dijo que no era el momento de hacerlo, se acercó el pequeño Aarón a tratar de jugar con ella pero estaba decidida a convencer con la patrona a ver si deseaba que la acompañe, le dijo insistentemente que a su madre le urgía hablar con ella, estaba a punto de llorar, la mujer estaba un poco fastidiada por el ambiente luctuoso, así que al poco tiempo sin mucho pensar tomó su cartera y salió en el auto junto con la pequeña Renata, durante el trayecto le decía a la niña que ella tenía un gran afecto por Ana y que la había cuidado y ahora correspondía devolver el favor hecho, complacida Renata iba atenta al camino, al llegar sólo quedaron Ana y la patrona en un dialogo discreto a solas, “¡patrona!” “¡gracias por venir!”, le dijo que no se esfuerce y que se tranquilice, “¡deseo decirle algo muy serio!” la buena mujer hizo silencio escuchando lo que Ana decía, le confesó que el padre de Joaquín Valdés tuvo una relación con su madre en la cual nació ella lo cual se guardó en secreto por mucho tiempo, a raíz de aquello hubo un mayor acercamiento pero guardado siempre con la discreción, la patrona visitante en esa ramada humilde dedujo entonces que Ana es hermana de Joaquín su esposo, el reato de la mujer continuaba, así, con el tiempo ella se enamoró de Lupercio hasta tal punto que para ella él se convirtió en una obsesión, hubo momentos de encuentros en donde primaba el romance, se prometían muchas cosas como el de casarse furtivamente, pero fueron descubiertos por la madre de Lupercio que puso en tierra la distancia entre los dos amores, él se fue a estudiar a la capital y durante ese tiempo Ana y su madre servían a la casa Valdés, fue aquella vez que Joaquín empezó a cortejarla a espaldas de su esposa, Ana al principio recelosa se limitaba a escuchar las propuestas de amor que le insinuaba el patrón así como los regalos que cubrían las necesidades económicas, así hizo un alto y tras constantes toses continuaba Ana con su relato, le dijo a la patrona que Joaquín logró convencer de verse a solas, jugaban con fuego pasional, sin saberse que eran hermanos, al poco tiempo ella se entregó a él, Joaquín Valdés fue su primer hombre, al escuchar eso la patrona se puso cabizbaja haciendo un rictus de ira en su rostro, alzó la cabeza y pidió que continuase con su relato, Ana le dijo que tras verse constantemente en el granero apartado y por las inmediaciones del río lograron engendrar una niña que llevaría el nombre de Renata pero que en tiempo inicial a los tres meses de su gestación lograron enredar la relación de su difunto esposo con ella, plan logrado por Joaquín Valdés tras enterarse de las intenciones de aquel pobre hombre de bajo intelecto que desde muy niño estaba enamorado de Ana, y fue así con la autoridad de Joaquín cuidándose que no se enterase de lo ocurrido su primera esposa es que se logró tapar el nacimiento de Renata y con ello su verdadera paternidad, la patrona se puso en pie, tomó un cigarrillo de la cajita plateada y exclamando cavilaba “¡entones… Renata es hija de dos hermanos!” “¡de mi esposo Joaquín y de usted, Ana!” “¡ustedes!”, en verdad esa niña es el resultado de un incesto, la patrona como pudo se sentó en esa improvisada silla, pidió a Ana que continuase con su relato, al poco tiempo de nacer Renata llegó Lupercio de la capital, los reclamos hacia ella fueron fuertes, le culpaba de no haberle esperado, de haberle olvidado todas sus promesas de amor, de haber rechazado su amor entregándose a un hombre de poca monta y sobre haberse casado con un impresentable, pese a ello, hubo un momento de perdón pues su amor era más fuerte que nada, y así desde ahora los encuentros entre Ana y Lupercio se hacían más constantes, Joaquín Valdés decidió apartarse de su responsabilidad de padre pese a que en premio por la boda al esposo de Ana meses antes del nacimiento de la niña le había obsequiado una gran cantidad de terreno, le obsequió uno de los mejores terrenos ubicados en las proximidades del arroyo, a ello agregó caballos y vacas, pese a todo el corazón de Ana hervía de pasión por Lupercio, el marido de ella discretamente lo notaba y lo presentía, pero era grande el temor a los patrones Valdés que ese pobre hombre no se atrevía a increparle a Lupercio cuando daba cuenta de aquel idilio, con el tiempo se dieron los encuentros y ella se entregaba a Lupercio en las orillas del río sin saber que Lupercio le hacía el amor a su tía, haciendo en los lugares donde fueron sus primeros encuentros, se molestaba por no haber sido el primero en desvirgarle pero aun así la seguía amando, duro era para Ana decirle que su hija Renata en realidad no era hija de su esposo sino del patrón Joaquín Valdés, conocer aquello para Lupercio sería lo peor, sin lugar a dudas de inmediato la abandonaría, ya no la tocaría y eso para ella era impensable e inaudito, sin embrago el idilio entre los amantes jóvenes continuaba, era fogosa su pasión, a tal punto que de ese desenfreno pasional ella quedaría embaraza de él, de su sobrino, en el ambiente de la ramada hubo un grito ensordecedor salido de la boca de la segunda esposa de Joaquín Valdés, “¡no puede ser!” “¡quiere decir que…. bárbaro!” exclamaba la esposa de Joaquín Valdés escuchando las confesiones de Ana, “¡sí!” exclamaba la moribunda “¡eso en realidad es lo que ya supone!” la mujer se puso en pie dando vueltas caminando por el entablado meditabunda fumando viéndola acusatoriamente con cierta indignación, era monstruoso lo que escuchaba, Ana exclamaba “¡Renato es hijo de Lupercio!” la mujer cerró los ojos al escuchar de labios de Ana esa aseveración que en silencio ya lo había deducido, giró al verle sudorosa acostada en la cama, estaba muy temblorosa, deseaba continuar su relato, “¡Renato es nieto de su esposo Joaquín Valdés!” la mujer agitaba negativamente la cabeza a ojos cerrados, caminaba en círculos por el entablado agitando airadamente las manos en señal de incredulidad, le costaba asimilar esa dolorosa verdad, “¡Renata es hermana de su hijo Aarón y sobrina de Lupercio!” Ana continuó con su relato diciéndole que su esposo sospechaba de tal traición y fue él quien hizo el primer intento de asesinato a Lupercio en el cual fue salvado por Jasmani que luego se convertiría en su guardaespaldas, fue en un rato de rabia en el que Ana le confesó a su esposo la verdad del nacimiento del pequeño Renato y también del origen de Renata, el esposo furioso al saberse engañado al no ser padre de esos dos niños preciosos ya esperaba el momento de vengarse y lo hacía astutamente, Ana le confesó que lo amaba a Lupercio, que desde niña lo amaba por ser primer amor, por haberse besado con él por vez primera y sería su amor para siempre, Ana le confesó que seguramente su esposo murió a manos de Lupercio cuando Renata fue desvirgada en aquella ocasión, la mujer nuevamente se puso en pie “¡no puede ser!” “¡esto que escucho es inaudito!”, ella movía las manos al viento “¿por qué me cuenta todo esto?” “¡no entiendo!” Ana temblorosa estiraba sus manos pidiéndole ser escuchada, su voz se iba apagando y deseaba decirle todo, le dijo que hace un par de días vio a su hija adentrarse sospechosamente por el monte, el estar ella enferma no le impidió seguirle a su hija al verla distante de la carreta que ella conducía, la siguió por el monte y fue macabro lo que vio, su hija se entregaba en un catre de rustico chalet a… “¡Lupercio!”, “¡el jinete!”, el asombro absoluto se dibujó en la mujer, “¡no es posible lo que me dice!”, Ana le dijo “¡es verdad… yo los vi!” “¡los vi haciéndose el amor!” “¡la tía y el sobrino, la hija de dos hermanos con el hijo de Joaquín Valdés!” “¡y lo peor era que deseaban tener un hijo!” “¡me puse furiosa al escucharles tamaña locura!” “¡esperé que Renata saliera y se adentrase en el monte!” “¡así fue que de repente lo vi salir al rato!” “¡iba muy feliz, seguramente de lo que le hacía siempre al cuerpo de mi hija!” “¡recordaba verlos acostados en la cama penetrándole la vagina de mi hija!” “¡los vi saliendo de esa pequeña cascada completamente desnudos!” “¡vi cómo la penetraba en la orilla revolcándose en la arena impregnada en sus cuerpos!” “¡recordaba las promesas de amor que se daban!” “¡recordaba el deseo de tener un hijo!” “¡no me contuve!” “¡puse la mira en su rostro!” “¡y le disparé!” “¡yo fui!” “¡yo finalmente acabé con él!” “¡acabé con la vida del hombre que más he amado en la vida!”, la mujer sentada no atinaba a reacción alguna, “¡ahora entiende su presencia!” “¡deseo que cuide de mis hijos!” constipaba aceleradamente “¡me estoy muriendo… por eso la llamé!” “¡usted es la única que sabe de todo esto!” “¡ayúdeme… por favor!” la mujer se puso en pie “¡tranquila!” “¡tranquila!” “¡a eso vine!” “¡a ayudarle!” no dijo más pues vio los ojos muy abiertas y también la boca de Ana, segundos antes había fallecido mientras la tranquilizaba, la mujer temblorosa le cerró los ojos y trató de poner en su lugar los maxilares de la desdichada mujer, se sentó a rezar, vio en su delante una bebida casera hecha colada seguramente hecha desde hace poco de la que bebían los niños, distante a ese recipiente se encontraba otro, de inmediato salió a la ventana, vio a Renata marcada del niño más pequeño y junto a ella estaba Renato jugando con retazos de madera simulando ser autitos de juguete, la mujer vertió esos líquidos y los llamó, con voz autoritaria les hizo beber, ella pensó que sería lo mejor para tal situación, no permitió que viese a su madre, los mantuvo en el cuarto de cocina, aprovechó de estar con los niños y los vio uno por uno desfallecer, vio su estado inerte, presurosa salió de la ramada, nadie la vio partir, allí quedaban los cuerpos desfallecidos de la madre y sus tres hijos, al pasar el tiempo y ya en el crepúsculo la preocupada esposa de Eleuterio llegó a la ramada junto con su hijo descubriendo la macabra escena, todos estaban muertos, se pensó en suicidio masivo, la madre les dio de beber aquella colada envenenada al sentirse morir, la noticia corrió por el pueblo selvático, Joaquín Valdés fue sentido tras la noticia, la esposa en distante lugar observaba el entierro de su hijastro y al día siguiente de aquella madre y sus tres hijos, el patrón Valdés tuvo recelo y le preguntó lo sucedido, ella le confesó que seguramente al no aceptarle el cuidado de sus hijos tomó esa decisión, Joaquín estaba contrariado y fue el pretexto de dejarle por unas semanas por el luto de su hijo, el sólo pensar en la muerte de sus hijos Lupercio y Renata lo mantuvo distante, quería alejarse del pueblo selvático, necesitaba estar solo y tratar de asimilar su dolor, para ello, fue a la capital a ver a su amante la cual le había dado un hijo, en los corrillos del pueblo selvático aún se hablaba penosamente de aquel acontecimiento macabro.
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Un grupo de jóvenes programaban la insurrección universitaria que deploraba los hechos recientes en la ley agraria, eran los vientos de la insurrección, Daniel Eduardo era el más joven que acompañaba, la vida en desamor lo habían llevado a despreciar la sociedad, su madre padecía de muchas necesidades, su hermanito necesitaba ayuda económica, padecía de salud, vio en aquellos amigos la solución a sus problemas, se inclinaba por delinquir, tenía el deseo de obtener dinero cuanto antes y a como sea, empezaron por visitar las urbanizaciones de gente pudiente y a nombre de revolución delinquían asaltando a los hijos de los ricos del sector, habían planeado un golpe aquella noche con la idea de adquirir dinero para comprar armas, se decidieron a invadir en la casa de un eminente médico, un reconocido político de la ciudad, esperaron en vigilia a que el auto se acerque a la reja, allí fue el momento en rápidamente sacaron al prestante político y a su hijo que iba de copiloto, la norteamericana vio la escena desde la ventana, llamó de inmediato a la policía con su acento extranjero, era la actual pareja de aquel hombre asaltado, el acto de agresión duró poco pues la policía se acercó en dos unidades, los delincuentes tomaron como rehenes a padre e hijo, de esa manera Daniel Eduardo custodiaba al político, la luz de la calle vio al muchacho se trataba de alguien conocido por él, sí, era aquel con el que hacía sexo estando en el internado, Daniel Eduardo tenía cubierto el rostro igual que sus compañeros de pillería, una bala rozó su hombro, otra impactó a uno de sus compañeros estando a su lado, el nerviosismo se hizo presa de ellos, el cabecilla del grupo empezó a dar fuego, venían más policías, la americana vio al cabecilla que hizo un desafortunado movimiento y fue impactado quedando mortalmente herido en el piso, le vino el susto a Daniel Eduardo de quince años, estaba muy inquieto, el doctor logró escapar entre el fuego cruzado, su hijo Luis Alfonso era rescatado por dos policías que abatieron estratégicamente a los asaltantes, sólo quedaba un insurrecto que disparaba tratando de huir y a su lado iba Daniel Eduardo, recibió un impacto de bala, fue en el pulmón izquierdo y otro en la pierna cayendo mal herido, de inmediato fue aprehendido, le sacaron la máscara a los insurrectos, el cabecilla fue el primero, se trataba de Wilson, aquel amigo de Daniel Eduardo a quien lo había desvirgado en tenía los ojos abiertos, metros más adelante era abatido el último insurrecto, sólo Daniel Eduardo era conducido al hospital militar, la custodia fue rígida, el sorprendido Luis Alfonso vio a su anterior compañero de internado Daniel Eduardo ser conducido a emergencia, el doctor planteada la denuncia en contra del muchacho de quince años, fue entonces que llegó una perturbada mujer con un niño en brazos, se había enterado por la radio de los hechos, una vecina le confirmaba que entre los transeúntes curiosos en os que ella estaba vio cómo lo llevaban al hospital a su hijo, Ana presurosa ingresó al hospital, se cruzó con el doctor Pérez y con su hijo, la norteamericana llegaba en ese momento para estar a su lado, la mujer subió escaleras y preguntó por el estado del muchacho, cabizbajo el médico decía que se trataba de heridas hechas por balas de alto calibre, se sentó marcando a su hijito, a su lado se sentaba Joaquín Valdés, pidió tener a su tierno hijo al que había jurado no desampararle, para sorpresa se acercaba el doctor Pérez, sorprendido por lo que miraba no atinaba a hablar, se acercó a la mujer diciéndole que no sabía que ese muchacho era su hijo y lamentaba por lo que estaba pasando, el doctor salió manifestando que se había cumplido con la operación y que se esperaba el desenlace, ella se levantó angustiada, “¡quiero ver a mi hijo, doctor!” el doctor le dijo que no era posible sino en las próximas horas del siguiente día que ahora estaba en reposo, “¡quiero estar junto a él!” el médico vio a la enfermera cabizbaja asentir, fue conducida a la habitación donde estaba un policía haciendo guardia en la puerta, ver eso para ella fue humillante, lloró al verle en ese estado, afuera los dos socios en los negocios coincidentemente se encontraban allí, se dieron mutua solidaridad, lamentaban lo que el muchacho había hecho, Luis Alfonso que se encontraba sentado en un rincón pidió que le permitiesen ver a su amigo, la enfermera le dijo que no era posible por ahora, el muchacho recordaba aquellos encuentros en el internado y lamentaba que estuviese en ese estado, de repente vieron salir a Ana de la habitación donde se encontraba su hijo Daniel Eduardo, estaba histérica, se había agravado la situación y lo estaban reanimando, la herida profunda del pulmón había ocasionado una hemorragia, vio a su compañero sentimental yendo a abrazarle, el acongojado Luis Daniel Pérez se acercó a consolarle, ella con mucho rencor le dijo “¡no necesito de su consuelo ahora!” “¡eso lo hubiese querido hace quince años!”, el contrariado doctor gesticulaba “¿perdón?” “¡no entiendo!” Luis Alfonso se puso en pie para escuchar más de cerca a la que la mujer decía “¡usted nunca entiende cuando no le conviene!”, “¡disculpe sigo sin entender!” la iracunda mujer seguía con su expresión, ”¡usted siempre ha tenido el don de autoridad sobre la vida de los demás!” ”¡sin saber si sentimos o no!” la expresión de extrañeza en el doctor se incrementaba en su rostro ”¡usted desconoce el sentimiento humano!” ”¡el mío en especial!” ”¡usted ha hecho mucho daño!” el doctor intervino ”¡explíquese de mejor forma!” ”¡de lo que yo sé usted fue mi secretaria!” ella mostraba ironía “¿sólo es fui para usted solamente?” mostro una sonrisa de ironía ”¡qué bajo es usted!” el hombre le dijo que no le permitía tal calificativo, ”¡usted es una persona inconsciente de lo que pasa a su alrededor!” miró hacia Luis Alfonso, ”¡este es su hijo!” “¿verdad?” no escuchó respuesta solo silencio “¡se lo ve bien cuidado, bien protegido!” ”¡así hubiese querido esa suerte para mi hijo, aquel que está postrado en esa cama debatiéndose entre la vida y la muerte!”, el doctor abrazó a su hijo Luis Alfonso, ”¡señora, yo no tengo la culpa de lo que le pase a su hijo!” ”¡él se lo buscó!” ”¡entienda, mi hijo y yo somos víctimas de lo ocurrido!”, la mujer se acercó más al doctor viéndole fijamente a los ojos ”¡usted es el victimario!” bajó el rostro ”¡y yo también!” el hombre seguía inquieto, Ana vio a Luis Alfonso, lo vio de pies a cabeza, vio el porte de niño bien, hizo puños, ”¡yo también!” ”¡le labré un destino de desgracia a mi hijo!” ”¡por ser cobarde!” ”¡pero tenía miedo!” el doctor le dijo “¿miedo a qué?” ella respondía ”¡miedo al rechazo!” ”¡al desprecio!”, ”¡típico como es característica de los que están arriba como usted!” lo miró a Joaquín Valdés ”¡al abandono!” ”¡a la desidia!” ella suspiró ”¡por todo eso seguramente lo hizo lo hizo Daniel Eduardo!” ”¡por necesidad de dinero, pero sobre todo por la angustia de necesidad de un amor especial!” el doctor repetía “¿Daniel Eduardo?” “¿así se llama su hijo?” ella lo miró irónicamente de una especial, “¡si, lleva el nombre de su verdadero abuelo y el de su verdadero!”, “¡a quienes nunca conoció!” se acercó al tímido muchacho “¡tu te llamas Luis Alfonso… de ti muchas veces hablaba mi hijo!”, “¡tu padre es Luis Daniel Pérez!”, “¡por eso llevas tu primer nombre, el de tu padre!” el muchacho asentía “¡tu segundo nombre es el de tu abuelo que se llamaba Luis Eduardo Pérez!” asombrado el muchacho asentía, la mujer giró su cuerpo y lo miró fijamente a los ojos “¿verdad que sí, señor doctor?” “¡ese es el nombre de su hijo aquí presente!” “¡y del que está tendido en esa cama por su culpa!” el asombrado Joaquin Valdés continuaba marcando a su tierno hijo, tembloroso el profesional de la medicina se aferró a su hijo ante la aseveración de la mujer y ante la mirada fija puesta en su rostro, ”¡entre y mire su rostro ya que ni siquiera eso recuerda debido a su sucia conciencia y encontrará algo de su parecido!” el hombre presuroso con mucha angustia quiso entrar en la habitación pero fue impedido, no había ya nada más que hablar Joaquín Valdés cabizbajo se abrazaba a su hijo también, abrazados en un rincón estaba el doctor y su joven hijo, miraban el movimiento del reloj, las horas pasaban, los dos lloraban inconsolablemente, lo sabían ya, aquel muchacho moribundo de quince años era el hijo del doctor y en consecuencia el hermano de Luis Alfonso, a la mente del muchacho le vinieron aquellos encuentros sexuales, en consecuencia ambos hermanos habían hecho el amor sin saberse su identidad, el muchacho lloraba ante su razón y su conciencia, un médico salió preguntando por un familiar de aquel muchacho de quince años, le miro ”¡hemos hecho todo lo posible… lo sentimos!” un grito desgarrador salió de la mujer, padre e hijo abrazados lloraron desconsoladamente, la sangre de aquellos abatidos en ese acto de secuestro estaban considerados como sangre de mártires y consecuentemente sería el riego para el germen de las futuras insurrecciones armadas compuestas de células revolucionarias que se avecinaba como un torrente de terror en el país de la canela.
FIN DEL DUCENTÉSIMO TRIGÉSIMO SÉPTIMO EPISODIO
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