METAMORFOSIS 242
Aire.
El superior del internado estaba con su mirada fija en aquel paisaje urbano capitalino que le describía la ventana, era domingo, el primero del mes de abril del año 1962, en una de sus manos tenía el diario y en la otra sostenía una taza de café, miraba aquel viejo periódico del mes pasado donde estaba junto al potentado industrial Fulgencio Arichabala, hizo una mueca irónica viendo la foto, puso el diario en la mesita de noche, la taza vacía la ponía a su lado, metió sus manos en el pantalón, caminaba pensativo, le vino la pereza, se recostó levemente en la cama, tomó un libro a su lado, se puso a leer, el sueño le iba llegando, suspiró, luego de un rato dejó el libro en su lugar, recostado empezaba a pensar, entrelazó sus manos en el estómago y sus ojos empezaron a entreabrirse, las imágenes de su infancia vinieron a su pensar, recordaba aquel lugar de las caballerizas, iba con sandalias, un pantalón corto ajustado y una remera, recordaba su manito rozando el tablado, iba feliz, acariciaba a los caballos en cada galpón, recordaba esa tarde un poco gris, a lo lejos los cánticos de los invitados, algunos más mareados que otros, caminaba por el interior de las caballerizas donde vio a un caballo con el miembro descubierto y largo, su mirada estaba atenta a ese miembro, le salió una sonrisa viéndose su entrepierna, mentalmente comparaba su tamaño de penecito con lo del caballo, continuó su recorrido por el apartado lugar, llegó a aquel rincón, se sentó suspirando, se vio su manito que deslizaba la cremallera de su pantaloncito corto ajustado, salió su penecito, lo acariciaba y lo estiraba dándose placer, se acomodó en el suelo abriendo sus piernas viéndose el pene como mástil de barco de juguete, entrecerraba los ojos dándose placer en el penecito, escuchó decir su nombre en voz baja, la voz le era familiar, se traba de él, seguramente lo había seguido, vio unos ojos desde la hendija, escuchaba decir a voz baja “¡te lo estás corriendo!” “¡qué bien!” algo sorprendido y temeroso se puso en pie arreglándose la ropa, “¡no te vayas!” “¡quédate!” el nene dio unos pasos y se quedó a la espera de aquel hombre que se le acercó a abrazarle por detrás besándole cuello y nuca, “¡había esperado tanto este momento!” “¿tú también?” “¿verdad?”, el nene no contestaba, se limitaba a sentir ese roce de manos en sus brazos y en sus orejas, era suave el deslizamiento de los labios por el cuello que lo hacían suspirar, “¡sé que tus padres te enviaron con tu tía!” “¡ya está mareada!” “¡estamos solos!” “¡ven!” “¡acompáñame!” lo tomó de la mano llevándole a aquel rincón, “¡aquí estamos seguros, mi amor!” “¡acércate!”, el niño obediente se dejó arrimar en la pared, allí se besaron apasionadamente, ya para ese entonces sabía besar con lengua adecuadamente, tenía un gusto por aquel pequeño que lo apasionaba, las manos recorrían los bracitos y mejillas, se detuvo en los besos intensos para verle al rostro “¡eres muy bonito!” “¿lo sabías?”, en lo alto de una mesita estaba una silla de montar, “¡ven acá!” lo acostó y le deslizó el pantalón corto, se vio el pene descubierto y ese pantalón que daba a los tobillos, la cara del hombre se acercó al penecito del pequeño y comenzó a lamer y chupar pene por varios ratos, “¡lo tienes delicioso!” “¡es mío este pilín!” “¡sólo mío!” lo dejó bien ensalivado, “¡ahora date vuelta!”, el culo descubierto estaba a disposición de aquel hombre, sintió el peso de aquel cuerpo adulto, tenía una inquietud alver junto a su rostro un pañuelo, quiso seguir pensando pero la voz con tufo de alcohol manifestaba obscenidades, “¡hoy es nuestro día!” “¡hoy te cacho rico!”, esa expresión inquietaba al pequeño, “¡te lo voy a hacer con amor!” “¡porque tú me quieres!” “¿verdad?” el niño asentía poco, tenía una gran admiración por él pese a todo, se dejaba hacer, se dejaba llevar, sintió molestia en su culito, “¡tranquilo!” “¡ya sabes cuando pasa eso!” “¡estate quieto!”, “¡te lo voy a hacer con amor!”, sintió que el dolor cada vez se hacía más intenso, pedía al hombre que no siga, “¡yaaa!” “¡yaaa!” “¡me duele!” se escuchaban los fuegos artificiales, “¡yaa nooo!” “¡me duele!” “¡me duele!” “¡deténgase!” “¡ya no!” “¡ya no!” como deseaba llorar, el hombre estaba sobresaltado, “¡tranquilo mi amor!” “¡estate quieto!” “¡te lo estoy haciendo con amor!” “¡te gusta que te lo meta!” “¡aguanta!” “¡aguanta!”, el nene precioso lloraba suplicante pero el hombre estaba entorpecido por el deseo carnal, se había propuesto su fin que sería ahora, “¡aahh!” “¡aahhh!” “¡duueelee!” sintió algo molestoso, indescriptible, e glande estaba a la altura del esfínter, lo estaba dilatando, “¡ya casi mi amor!” “¡ya casi eres mío!” “¡mío!” “¡sólo mío!” el pequeño exclamaba “¡no!” “¡no!” “¡ya no!” “¡ya no!”, en ese instante de pensamiento el superior sudoroso movía la cabeza de forma brusca a ojos cerrados, “¡me duele!” “¡ya no!” “¡yaaa!” “¡noooo!”, el hombre le puso el pañuelo en la boca, el niño bufaba, no se escuchaban sus lamentos, su rostro enrojecido mostraba señales de dolor con las venas pronunciadas en las sienes de esa piel blanca, de pronto le vino un dolor intenso que le hizo abrir los ojos y luego cerrarlos con intensidad, no era para menos, el glande había roto el esfínter, el pequeño bufaba con intensidad y con mucha angustia, tenía mucho dolor, casi desfalleciendo sentía las embestidas del pene, no estaba contento con haberle desvirgado, continuaba desflorando en lo posible ese culito antes virginal, “¡lo tienes todo adentro!” “¡ya eres mío!” “¡me perteneces!” “¡escucha!” los fuegos artificiales hacían el efecto sonoro para alegría de los visitantes invitados, esos sonidos eran un fondo para las embestidas del pene, para el movimiento de la pelvis, para el roce de los testículos en los glúteos de ese niño precioso ahora desvirgado, los cuerpos se encontraban con intenso sudor, tenían mucha humedad, las caderas se alzaban y se bajaban igual que la cintura al mismo movimiento de armónica sensación de placer al meterle y sacarle el pene a ese culito desvirgado, poco a poco se fue apartando del cuerpo infantil, se notaba su rictus, se notaba su forma temblorosa de haber sentido aquel dolor indescriptible ocasionado por primera vez, se había pasado del límite de los efectos carnales de los anteriores encuentros, el nene no paraba de llorar, tenía un dolor no solo físico sino moral, se sentía otro, tenía vergüenza, qué le diría a la tía ahora, con qué le saldría a sus padres, “¡mi amor!” “¡eres divino!” “¡eres precioso!” “¡eres mío!” “¡de esto nadie debe saberlo… nadie!” le dio muchos besos en el pelo, “¡ven… párate!”, “¡así… despacio!”, el nene se levantó con la ayuda de aquel hombre a quien contra su voluntad le había desvirgado, “¡ven para verte!” así paradito se vio el deslizamiento de hilillos de sangre, al verlos el pequeño se asustó y lloraba desconsoladamente, “¡calma!” “¡pronto te pasa!” “¡ahora déjame curarte!” el pequeño se temblaba, tenía ahora recelo, se lamentaba en cada pase del pañuelo por su culito, “¡tranquilo… al llegar a casa te curo mejor!” el hombre salió a ver si había alguien, afortunadamente seguían solos, “¡vamos!” “¡ven… te ayudo!” le ayudó a caminar, lo hacía con dificultad, tenía molestias, en un buen tramo le ayudo marcándole, luego al llegar por detrás de la casona lo llevó a su cuarto, “¡aquí te curo mejor!” ya la sangre había mermado, lo aseó desnudo en el baño, el agua corría sobre esa piel muy suave, se podía ver esos pies descalzos con dedos muy bien formados por donde el agua se escurría, le acostó de cara en la cama y le puso crema en la entrada del culito, se sonreía sabiendo que ese culito por donde sus dedos se deslizaban ya había sido roto, tiempo después le dio un par de antibióticos, le pasaba la nariz por las orejas, “¡recuerda… no debes hablar de esto con nadie!”, “¡con nadie!”, ese día y el siguiente el nene lo pasó pensativo, ya no era el mismo de antes, tenía razón de estar así con su culito ardido, su comportamiento cambió drásticamente, pensaba en llegar a casa y abrazar a su mamá y a su papá, de lejos se vio enfrente de una cruz y dijo que desde ahora ese sería su camino, de pronto, se despertó sudoroso, con respiración acelerada, vio hacia la mesita de noche, tomó el diario y exclamó a los brazos en alto “¡venganza!”, a cientos de metros de allí un indigente junto a su mascota exclamaba “¡venganza!”.
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Fernanda a sus treinta y seis años compartía la compañía de su esposo yendo a muchos eventos, tras la muerte del niño la esposa del industrial estaba a su lado, su presencia le fortalecía en los negocios, un poco apartado se notaba a Eliazar Emigdio tras saberse medio hermano del niño fallecido y ser hijo no reconocido del poderoso industrial, la esposa tomaba ciertas acciones de consejo hacia los negocios, ella al igual que su esposo había perdido a su hija Victoria en trágico momento, ella también deseaba disipar su pena y ansiedad al no tener a su tierna hija, de un tiempo a esta parte se deslindaba de responsabilidades en atención hacia sus hijos Mateo y Cayetana, los niños pasaban el tiempo en la casona de los Arichabala, Fernanda confiaba en el cuidado que la empleada contratada le daba a sus tiernos hijos, le recomendaba siempre el cuidado de ellos, en especial del pequeño Mateo, esa tarde de abril de 1962 se estaban ajustando para los preparativos de una breve ceremonia en donde se celebraba un año más de vida de Fulgencio Arichabala, su estado de ánimo no era el apropiado para festividades algunas, pero su hijo Nicolás y su nuera Justin le pidieron que lo acepte, contra su voluntad lo acogió al pedido, a su madre Matilde le gustó la idea, llegó el momento planeado, sería en la gran casona, con pocos invitados, los más cercanos, allí estaba Dionisio de once años con su hermano mayor Reinaldo de trece años, junto con Valeria, la madre de ellos, le mostraron sus respetos y parabienes en su fiesta de cumpleaños con sentidos obsequios hechos por la mujer, Fulgencio vio correr entusiasmados a los pequeños, se les habilitó la alberca para que nadasen un poco divirtiéndose en el agua a mirada de las empleadas y sus padres, la puesta fija en el pequeño Mateo no se pudo disimular por parte de Fulgencio, verle los piecitos humedecidos descalzos caminando por el húmedo césped, verle esos labios con esa sonrisa característica propia del niño a Fulgencio le venía en su mente la figura de aquel pequeño de 9 años de nombre Patricio, cerraba los ojos y suspiraba, pensando, cavilando, su pensamiento se remontaba a aquella tarde de fiesta, aquel día jueves 20 de abril de 1899, en la que todos bailaban y los niños jugaban por los alrededores, él por aquel entonces cumplía ya los veinte años, para ese entonces estaba muy jovial y atlético, lleno de fortaleza vital, miraba a ese niño al que le tenía gran confianza, Patricio, con engaños lo llevó a un apartado de la propiedad cerca de aquel lago, de pronto, volvió a la realidad abriendo los ojos ante las palabras dichas por su hijo Nicolás, le vio fijamente y se puso a reír ampliamente, su mirada se centraba junto a la de su hijo en aquellos niños divirtiéndose en el agua solamente puesto la trusa, Dionisio y Reinaldo los más grandes cuidaban y orientaban en los juegos a los pequeños Nicolás y Mateo, cercana estaba Cayetana jugando en el agua, se notaba la ausencia del cuidado de us difunta hermana Victoria, la niña era cuidada por la empleada designada para el cuidado de sus hijos en su ausencia, Fernanda con mucho pesar llevaba el recuerdo del fallecimiento de su hija Victoria y el saberse que el verdadero padre de la difunta no era Mateo sino Fulgencio Arichabala le hacía sopesar estar allí, la fiesta en lo posible continuaba animada, Fulgencio no deba de ver esos movimientos del niño y junto a él Reinaldo de trece años que discretamente lo manoseaba delante de su hermano Dionisio que se estiraba la trusa por el pene, Fulgencio alzaba la copa de brandy viendo a Reinaldo que levantaba al pequeño Mateo levantándole por detrás abrazándole con cuidado, la cara rozaba las orejas del pequeño que instintivamente hacía alejamiento, el niño pasó a manos de Dionisio quien también le hizo lo mismo, entre los hermanos jugaban con el pequeño de esa forma, el pequeño Daniel jugaba con Cayetana fuera de la alberca con la empleada, ahora jugaban a la pelota en la alberca y ésta salía al jardín a donde el pequeño la llevaba, de nuevo dentro del agua lo volvían a abrazar por detrás, se notaba el roce del erecto pene vestido en la tela del culito vestido de Mateo, Fulgencio reía tragando sorbo de coñac, miraba cómo Mateo era abrazado por detrás, Justin muy animada se acercó a donde estaba su suegro para decirle que su padre el doctor Pérez muy pronto vendría a la recepción, Fulgencio en parte se alegró de saber que estaría departiendo con uno de los hombres más cercanos, agradeció a su nuera por la noticia moviendo cordialmente los dedos, de pronto vio que su vecina y amante Valeria llamaba a su hijo mayor llevándole a un rincón, la charla fue breve pues el muchacho acompañaba a su madre al interior de la casona puesta una toalla que en parte cubría su atlético cuerpo, desde la alberca Dionisio miraba a su madre y hermano y continuaba jugando en el agua con Mateo, Cayetana salía del agua con el pequeño Nicolás, en ese momento llegaba el doctor Pérez y a su lado venía un apesadumbrado Squeo junto con su hijo Venancio Alberto, todos se saludaron, Venancio miraba a Mateo jugar junto con Dionisio, Fulgencio le dijo a Venancio que fuera al vestíbulo a cambiarse de ropa de baño y que ingrese a la alberca a jugar, animado el muchacho lo hizo saliendo tiempo después puesta sólo la trusa, ingresó al agua a jugar a vista de los invitados, Squeo sentado junto a Fulgencio y el doctor Pérez se complacía mirándole animado a su hijo, estaba superando la pérdida de su hermana tras un aborto, Venancio jugaba con los niños, de pronto sale Reinaldo a continuar jugando en la alberca, los invitados bailaban sobre el césped, la fiesta se iba animando más, para sorpresa grande Justin lleva de la mano a su invitado especial, se trataba de Valentín, detrás lo acompañaba Leroy su fiel guardián y amante, los presentes en la fiesta le hacían la venia correspondiente, el más animado sin duda era el anfitrión Fulgencio dándole todas las comodidades a los ilustres invitados extranjeros, en instantes ya estaba haciendo tertulia constante, el pequeño Mateo era el más animado en los juegos, Dionisio se encargó de cuidarle en los juegos mientras los otros muchachos de mayor edad jugaban con la pelota, Leroy miraba con detenimiento los movimientos de Venancio Alberto, hubo un momento de cruce de miradas cómplices, Leroy notaba que disimuladamente Venancio se estiraba la trusa que mostraba su erecto pene, él también correspondía del mismo modo y se sonreían, pasaban los minutos y disimuladamente se intercambiaban miradas, los muchachos grandes estaban tan animados e incluso los invitados no dieron cuenta el momento en que Dionisio llevaba a los vestidores del baño al pequeño Mateo, sólo Fulgencio con risa amplia aprobatoria al disimulo los vio partir hacia ese lugar, se notaba la necesidad de micciar del pequeño al manosearse la trusa húmeda en el que se notaba los deditos que estiraban el penecito vestido, así que cuando se lo dijo a Dionisio le respondió que lo mejor era ir al baño y no lanzar la orina en la alberca, que se veía de mal gusto, así que el niño obediente fue llevado por Dionisio a los vestidores del baño, la mirada de Fulgencio era firme al verlos perderse entre los invitados, sonreía ampliamente no dando a tención a lo que Squeo estaba diciendo sobre las guerrillas que se estaban formando causándole problemas al gobierno de turno, por su parte Venancio Alberto jugaba muy gustoso con los muchachos en la alberca, Leroy lo observaba con detenimiento fumando pausadamente combinando el placer de sentir el tabaco con mirar esas piernas gruesas y ese voluminoso trasero humedecido por la trusa puesta, vio hacia el suelo dándose cuenta lo erecto de su pene, trataba de o darse a notar por Valentín que estaba próximo a él, a Leroy le gustaba mucho Venancio Alberto, no podía olvidar lo que hicieron en aquel palmar de playa, a pocos pasos de allí Dionisio ayudaba a Mateo a bajarse la trusa, se veía ese penecito tieso expulsando orina, las manos de Dionisio empezaron a masajear los glúteos del pequeño niño precioso descendiente de italianos, el niño estaba concentrado en mirar la salida de orina de su pene, algunas gotas caían en sus piecitos, de pronto estaba Dionisio a su lado bajándose la trusa un poco cerca de los muslos, el niño vio ese pene erecto con pelusita que lanzaba orina, las manos agitaban el pene y así también se movían los testículos armónicamente, la mirada del muchacho se centraba en ver la reacción facial del pequeño Mateo que miraba con mucha atención esos movimientos de manos en el pene, Dionisio hizo una risa que contagió al pequeño, “¡se parece al tuyo!” le dijo al nene, “¡sólo que es más grande!” “¡cuando crezcas lo tendrás así!” Dionisio miró a todos lados “¿quieres tocarlo?” el nene miraba el pene acercándose “¡vamos Mateo… tócalo!” “¡no pasa nada!” el tímido nene estiraba su manito pero la recogía alejándola del pene erecto de Dionisio, “¡ven… no tengas miedo!” “¡tócalo!”, de nuevo la manito se estiró, el pene se acercó a los dedos “¡siéntelo!” “¡es muy suave!” “¿verdad?”, los deditos comenzaron a pasar por el tronco de pene, “¡se siente rico, Mateo, lo haces bien!” “¡sigue!” “¡sigue!” de pronto el muchacho recordó donde se encontraba y el niño vio de súbito que se apartaba arreglándose la trusa, “¡vamos Mateo… ponte bien la trusa!” le ayudó a ponérsela adecuadamente a su cuerpito y salieron a unos pasos del lugar, lo abrazó por detrás llevándole a la parte posterior de los vestidores, sus labios rozaban la oreja del nene que escuchaba decir “¿Mateo… quieres sentir lo que me hiciste con tus deditos?” la nariz pasaba por el cuello, “¿quieres?” “¿eh?”, Mateo simplemente sonreía viendo la mano estirada de Dionisio señalando el lugar a donde podían estar más a solas, con calma y sin fisgones, la sonrisa del nene para Dionisio fue de aprobación así que de la mano puesta en el hombro lo condujo ese lugar pasando por improvisado cerco de malla, caminaron rápidamente para no ser vistos por los invitados a la fiesta, se estrechaba un poco la separación entre el cerco y el vestíbulo de la parte posterior, Dionisio le acercó para bajarle la trusa, con los dedos agitaba el penecito flácido hasta entiesarle, cerraba los ojos pensando en aquella vez que al niño estando vendado le pasaba el roce de su pene tieso en ese penecito de piel blanca en presencia de Fulgencio Arichabala quien lo animaba a hacerlo cuando lo tenía vendado al pequeño Mateo y su cuerpo estaba acostado sobre éste, recordaba el sentir roce de su pene en esa piel de niño precioso tan suave y sedosa perfumada, ahora al sentir esos movimientos de dedos el nene entrecerraba los ojos, apenas abría la boca, por vez primera estaba sintiendo algo inusual que al verle Dionisio reía ampliamente “¿Mateo… se siente rico?” “¿lo sentiste?” el pequeño tenía la extrañeza dibujada en el rostro, además con el pasar de los segundos algo de placer se dibujaba, se miraba el estar parado a pierna abierta e instintivamente movía las caderas hacia adelante y hacia atrás cuando los dedos de Dionisio le hacían agitar y estirar el pene de forma sutil, sin duda que le estaba gustando, se dejaba, las caderas se movían adelante y atrás, Dionisio ríe ampliamente, se acuclilla delante del niño, le soba suavemente los dedos en las caderas, nota que la piel se le pone de gallina a Mateo, el niño ve que Dionisio abre la boca, para sorpresa del pequeño ve que Dionisio acerca su rostro y abre la boca sacando la lengua que lame el penecito, “¡está suave!” seguía lamiendo “¡cómo me gusta!” de pronto abre la boca y se lo introduce al penecito de a poco, en ese momento la vida de Mateo cambia, se siente extrañeza al tener todo su pene dentro de la boca de una persona por vez primera, miraba atento su pelvis y los testículos al aire muy cerca de los labios de Dionisio, instintivamente mueve delicadamente sus caderas, las manos de Dionisio complementan ese ritmo de movimiento, todo parece ser nuevo para él, empieza a sus pirar mientras Dionisio continua lamiendo y chupando el penecito, “¡te gusta!” “¿verdad que sí… mi pequeño?” el niño cerraba los ojos “¡está muy rico tu pito!” se lo chupaba intensamente haciendo que el niño exhale aire constantemente, se sentía extrañado, tenía sentimientos encontrados, por una parte instintivamente en señal de protección de su cuerpo ante agentes externos quería apartarse pero también esa lengua con esa boca estaban haciendo furor en la piel del pene tieso del niño, sobre todo cuando esa lengua pasaba por debajo de los testículos lampiños del nene en parte paterna descendiente de italianos, descendiente de los Cota Berlingieri, sobrino nieto del difunto Patricio Berlingieri, asesinado por Matilde, la madre de Fulgencio Arichabala en aquel lago, ahora el pequeño Mateo se contorsionaba, su cuerpo respondía instintivamente de aquello, Dionisio estaba logrando despertar la Metamorfosis en ese niño precioso, “¡tienes muy bonito tu pitito!” “¡míralo cómo se puso!” los deditos de Mateo sostenían el rozagante y muy ensalivado penecito que lo movía delicadamente, se fue sentando sobre el suelo, a piernas abiertas se miraba el penecito recibiendo caricias en el pelo de manos de Dionisio, “¡te gustó!” “¿verdad?” el niño vio que Dionisio se pone en su delante, de pronto se baja la trusa, sale el pene tieso, “¡mira Mateo!” “¡quiere jugar en tu cueva!” “¡ábrela!” el glande rozaba los labios del pequeño, “¡ahora chopa como yo lo hice con tu pito!” “¡cuidado con tus dientes… no lo vayas a lastimar!” el glande enraba a medias en esa boca, de inmediato se lo sacó pues empezó a toser, Dionisio ríe “¡tranquilo… ya lo harás mejor más adelante!”, ahora miraba con atención el pene de Dionisio, estaba más grande que el suyo, “¡míralo Mateo!” “¡quiere seguir jugando!” el agitado pene mostraba su rojizo glande, “¡ahora jugaremos en tu otra cuevita!”, “¡ven… acuéstate acá!” “¡te va a gustar!”, el nene que se acuesta de cara, pone su carita descansando sobre sus manitos, siente el cuerpo de Dionisio y la respiración sobre su oreja infantil, “¡verás cómo te va a gustar!” el nene sintió que algo se deslizaba en su culito, sintió los dedos de Dionisio que le abrían los glúteos, de pronto sintió molestia en su culito que lo hizo emitir un leve sonido “¡aahhh!” “¡lele!” Dionisio sonriente manifestaba “¡tranquilo!” “¡estamos jugando al valiente!” “¡aguanta!” el nene resignado respiraba hondo por el peso de Dionisio y por esa molestia en su culito, “¡yaaa!” “¡yaaa!” “¡me lele!” decía el pequeño, de pronto escucharon un gemido que venía de los vestuarios, de inmediato Dionisio se puso en pie poniéndose la trusa, miró a todos lados muy preocupado, pensaba que era a él quien lo miraban pero se vio solo con el niño en aquel lugar, luego escucharon otro gemido más intenso, sin lugar a dudas que venía desde el interior del vestíbulo, pegó su oreja a la pared, Mateo seguía acostado de cara al suelo alzando sus piernitas con su carita sobre sus manitos viendo a Dionisio que escuchaba por detrás de la pared “¡yaaa!” “¡aaahhh!” “¡yaaaa!” “¡deja!” “¡nos pueden ver!” Dionisio escuchaba una voz susurrante con autoridad “¡ya casi termino!” “¡ya casi!” “¡está todo adentro!” “¡lo tienes adentro de tu culito precioso!” “¡mi amor!” de pronto se escuchó un leve gemido prolongado “¡aahhh!” “¡deseaba tanto este momento… mi amor!” la otra voz decía “¡sale!” “¡nos pueden ver!” “¡yaaa… vete!”, la voz complacida manifestaba “¡está bien!” “¡deja lavarlo… y me voy!” hubo un leve sonido de cierre de puerta y luego un sonido de agua para escuchar luego “¡tienes un lindo culo!” “¡fue mío hoy!” la otra voz le decía “¡sí!” “¡sé que te gusta mi culo!” “¡me gusta tu pene dentro de mi culo!” “¡me haces sentir rico!” ambos sonrieron y disimularon una indiferencia al ver entrar a un invitado que los saludaba mientras ellos se limpiaban en el lavabo, vieron al hombre entrar en el cubículo y ellos salieron, desde aquel lugar discreto Dionisio miraba a esa pareja salir del vestidor, se trataba de Venancio Alberto y Leroy quienes iban conversando alegremente, para Dionisio esas declaraciones de Venancio Alberto se fueron tomando en cuenta, regresó a donde estaba acostado aún el pequeño Mateo, el muchacho se vio el pene erecto producto de la escucha de ambos amantes dentro del vestidor, se acercó al niño diciéndole “¡ahora vas a saber lo que es coger!” le besó repetidamente el traserito suave, las mejillas pasaron por los suaves glúteos del niño, “¡eres maravilloso Mateo!”, suspendido en el aire el pene erecto se iba acercando al culito rosáceo del nene, el glande rozaba los glúteos, empezó a puntearle suavemente, le sacó unos leves gemidos, sentía delicioso el pase de su pene por ese culito de niño bonito, su cuerpo se posaba sobre el de Mateo, “¡aguanta que ya casi te preño!” el nene no entendía esas palabras a su tierna edad, sólo sentía el peso y esa molestia en su culito por lo que empezó a pujar más de lo cotidiano, su metamorfosis se iba desarrollando, de pronto Mateo sintió que Dionisio se detenía, se apartó un poco del cuerpo del niño que sintió alivio, “¡ven!” “¡párate!” “¡vamos!” “¡nos pueden ver!” “¡déjame ponerte la ropa!”, lo tomó de la manito y salieron presurosos detrás de los vestidores con mucho cuidado de no ser vistos, Dionisio se dirigió a la alberca mientras que Mateo que ya cumplía los cuatro años fue dentro de la mansión, allí lo esperaba la empleada para ducharle y cambiarle de ropa, al rato llega su hermanita Cayetana para también ducharse; a una decena de metros de allí Corina Berlingieri sentada en el auto observaba con detenimiento la fiesta, tomaba ciertos apuntes como detalles de lo observado, a su lado un hombre también tomaba notas complementarias, el dialogo que sostuvieron en el auto fue muy prolongado, luego ajustaron la marcha.
FIN DEL DUCENTÉSIMO CUADRAGÉSIMO SEGUNDO EPISODIO
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