METAMORFOSIS 245
Complaciente.
Un pensativo Eliazar Emigdio toma sorbos de café en aquel primer día de junio de 1962, a su lado se encontraba el pequeño de siete años Adrián Daniel Macay Paltan, estaban juntos sentados en la mesa de la cocina, el niño comía a gusto, el roce de sus piernitas rozaba con las de aquel muchacho joven, desde la llegada de Adrián Daniel ya se tenían mucha química, ambos estaban en shorts, remeras y sandalias, sus piernas rozaban pese a la diferencia de edades y estaturas, se sentían el roce de los dedos de Eliazar en los tobillos del pequeño, se miraban de forma cómplice, vio a la atenta madre de Adrián saliendo presurosa al mercado, el niño estaba muy triste, en esta ocasión no acompañaría a su madre, el rostro del pequeño Adrián era contemplado por el atento Eliazar Emigdio, le pasó la mano sobre el pelo viéndole sonriente en solidaridad por lo que estaba pasando, le acariciaba cariñosamente el pelo y las mejillas tratando de tomar con naturalidad la situación, de reojo le miraba el traserito bien definida su línea en la tela suave de short que llevaba vestido, deslizaba su mano por la espalda del pequeño mientras que con la otra disfrutaba teniendo la taza del café, bajaba sutilmente a roce la mano por su espalda llegando a tocar el elástico del short, estaba animado a seguir con ese roce pese a que el niño daba cuenta de aquello, ya antes lo había hecho en varias ocasiones, sentía lo erecto del pene, seguía latiendo del gusto emocionado, la taza quedó en la mesa, se arrima un poco más en la silla para sentir más su piel con el roce de los muslos y así en esa posición se podía ver el traserito de Adrián Daniel cuando delicadamente le estiraba el elástico viéndole la rajita en señal de divertido juego, ya para ese momento las sandalias de Eliazar Emigdio quedaban al suelo y el pie rozaba el talón del pequeño, luego Eliazar alzó sus manos, la mirada fija del pequeño ahora era viéndole recostar sobre la silla a manera de desperezarse, así se recostaba lentamente sobre la silla, hizo un leve pujido y de esa forma se deslizaba el short liberando al disimulo la salida del pene que lo tomaba del tronco con su mano y empezaba a masturbarse delante del niño a piernas abiertas, el short estaba en los muslos y sin palabras estaba insinuante mostrándole el grueso y tieso pene, miraba con risa el agite de su pene en la mano, de inmediato lo volvió a meter en el short, esa acción había sido suficiente para que el niño se entere de las intenciones, de reojo le miraba al pequeño tomando el último sorbo de café, le acarició el pelo y de inmediato le dijo para ir a jugar bajo prometerle un regalo que estaba guardado allá para él, muy contento el pequeño Adrián Daniel se dejó llevar de la manos, llegaron a un estante donde colgaban de algunos juguetes personales de Eliazar que muchos de ellos habían sido regalos del patrón, al pequeño lo levanta de la cintura para que pueda agarrar uno de los juguetes, sentía gusto con ese nene de siete años en su delante, olía ese cuerpito, lo ajustó sujetándole más, así que delicadamente empieza a apretarle el culito, era suaves y deliciosas, sentía su piel, tan morena clara como la de sus ancestros indígenas, Eliazar pone el dedo de en medio de ese culito parado vestido y fue bajando y subiendo, rozando con la yema de los dedos la línea de piel de ese culito precioso llegando a rozarle los testículos vestidos, suavemente lo atrajo a su cuerpo aun marcado el pequeño que tenía estirado sus brazos, sentía el calorcito emanando de su cuerpito, además cuando de tanto roce sentía como trataba el pequeño de cerrar sus piernitas al sentir la hundida de dedo, al tenerle más apegado se sentía aún más caliente y húmedo ese hermoso cuerpecito de piel suave brillosa, seguía moviendo el dedo al roce de la tela y se escucha de labios de Adrián saliéndole su característico gemido, de esa forma Eliazar hizo que la mano se moviera a toda velocidad y después de escucharle gemir lo fue bajando lentamente, el niño que había sentido aquello se sentó cabizbajo en el borde de la cama, tenía en sus manitos el juguete anhelado, estaba mirando el juguete con atención, como que no deseaba verle, fue en ese momento que Eliazar se sienta junto al niño, le acariciaba la espalda como lo hizo antes, el niño continuaba cabizbajo, lentamente se sentaron en el suelo, Eliazar tenía otro juguete con el cual se acostaron a jugar y allí se vio la complicidad, al tiempo Eliazar salió un rato de la habitación y al regresar lo vio al niño recostado al borde la cama, estaba con su pechito y brazos estirados en la cama moviendo el juguete, tenía sus rodillas al piso con su tórax sobre la cama, Eliazar que estaba de espaldas al niño aprovechó que no había notado su llegada para contemplarle el movimiento de caderas y de ese culito que se movía gustoso debido al juego sostenido en la cama con ese juguete, lentamente se acercó y se montó delicadamente sobre el cuerpo del pequeño haciendo que su pene vestido erecto roce sobre el culito de Adrián aquel niño precioso, el nene sintió ese pesado cuerpo y se quedó quietecito a voz en el oído que emitía Eliazar Emigdio, de pronto siente que las caderas se alzan y bajan lentamente, quedan quietos los dos, la nariz empieza a rozar el cuello del niño, luego la lengua pasa a rozar la oreja lanzándole golpes de respiración, los suspiros chocaban con su pelo y su cuello, el niño vio que sus manitos se iban entrelazando con las de Eliazar, el mentón se posó sobre el pelo del niño, su acción corporal se hacía intimidante, vinieron los besos en la mejilla, le dijo lo hermoso que era, el nene aún miraba sus manitos entrelazadas, estaba un poco inquieto por lo que estaba pasando, se apartó del nene, le dijo que se estuviese quietecito, así lo hizo, y fue entonces que procede a llevar su mano a deslizar la remera besándole la espalda, el niño quietecito sentía ese roce de labios en su piel, aún más sentía su extrañeza, y ésta se incrementó cuando al volver a escuchar que se quede quietecito sintió que su short se deslizaba quedando en las rodillas dobladas, Eliazar apreciaba de este culito, había soñado desde hace mucho tiempo de este momento, de inmediato empezó a pasarle las manos por ese culito, el niño quiso voltearse pero una de las manos de Eliazar se lo impedía y sus voz de nuevo decía autoritaria que se quede quietecito, el niño se dejó manosear el culito, sentía roces circulares en su piel por las yemas de los dedos, se agachó a besarle los glúteos y al pasarle la lengua, se notaba ya la tibieza de su piel, la calentura iba en incremento, Adrián sentía delicioso aunque con extrañeza, le besó por un buen rato la espalda y los glúteos llevando a deslizar su lengua desde el cuello hasta el coxis, le puso una mano sobre su cabeza haciendo que se quede quietecito con su carita posando sobre el colchón, él no miró cuando Eliazar se desliza el short quedando en los muslos, con la otra mano que se deslizaba el short luego toma el pene dirigiendo hacia el culito tibio, de pronto Adrián sintió el húmedo roce del glande en las paredes de los glúteos, iba metiendo y el nene respondía pujando, Eliazar insistía haciéndole sentir su pene en el culito, el g lande punteaba la entrada una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez y Adrián sentía ese roce con pujes, llegó el momento de decirle que le dolía que ya no más, era la primera vez que ese culito probaba roces de pene, Eliazar sabía que era el primero pues al tratar de penetrar se encontró con un potito muy cerradito, continuó rozándole más el culito y luego se apartó, le dijo que se diese vuelta, al hacerlo grande fue la sorpresa de ver en su delante la figura de Eliazar con su pene agitándolo, el tiempo que empleó en observarlo fue de gran significación pues esa figura quedaría retenida para siempre en su mente, ver ese movimiento de pene era muy significativo, era muy de trauma, era muy de sí perturbador, se acercaba con su pene erecto posándolo sobre el penecito lampiño, Eliazar le dijo que deseaba jugar con su “amiguito” de pronto las caderas se mueven haciendo que el pene se deslice sobre el penecito, así sentía el roce del pene en su penecito encorvado como estaba sobre el extremo de la cama, con su short a los tobillos en el suelo y sus piernas unidas, Adrián miraba esa medalla que le colgaba a Eliazar, brillaba cerca de su carita, estaba muy inquieto sintiendo y viendo ese deslizamiento del pene en su miembro infantil, se agachaba para besarle los muslos diciéndole que se estuviese quietecito, le besaba las piernas unidas, iba a rozar su nariz en el penecito, le decía que estaba bien hermoso así de tieso, empezó a chuparle y lamerle con intensidad dejándole saliva, de pronto Eliazar se sienta sobre la pelvis del niño, y empieza con su culo velludo a moverse sobre el penecito ensalivado haciendo sentir raro a Adrián, el tiempo pasaba, Eliazar continuó besando el abdomen, luego bajó al ombligo donde hizo círculos con la punta de su lengua, posteriormente pasó su lengua por el tronco erecto del pene, y rodeó a los testículos con saliva, bajó su rostro por las piernas, lo alzó de las caderas al niño acostándole en la cama dejando sus piernas dobladas con los dedos gordos de los pies apenas rozando el piso moviéndose como péndulos, lentamente se acostó sobre el niño, le dijo mirándole fijamente a los ojos que era un niño precioso, le besaba la frente y el niño se dejaba, le besaba las mejillas y le dio unos cuantos besos cortos que al niño le causaban extrañeza, Eliazar lo estaba iniciando sin duda, tenía un gran deseo por él, le dijo que esos dos juguetes ya eran suyos por permitirle “jugar” y que cada vez que quisiera “jugar” con él le avise o que lo esperaba en el cuarto, el niño asentía así acostado teniendo encima el cuerpo de Eliazar, las pelvis se unían y se separaban junto con los deslizamientos de los penes que se alzaban y se bajaban, para Eliazar era muy grato sentirse así, tocar así, besar así, respirar así, se notaba el líquido preseminal en la punta del glande, tiempo después Adrián se sintió sorprendido cuando vio que las manos de Eliazar sujetaban las piernitas alzándolas poniéndolas en los hombros, Eliazar se inclina sobre el niño, el glande roza la entrada del culito y aferrándose a l niño empieza a puntera de nuevo la entrada del hoyito, se sentía muy cerradito, pero trataba de que el niño sienta que lo estaba cogiendo, tímidamente Adrián gemía en corto, se afincaban más las piernas en los hombros, se agitaban al viento al movimientos de caderas que hacía aquel muchacho joven, Adrián se sentía raro en esa postura, era su primera vez, le inquietaba la forma en cómo Eliazar lo trataba con ese ”jueguito”, veía el rostro animado de Eliazar que lo tenía a ojos cerrados, se mostraba así su deseo en contraste con la inquietud del pequeño sintiendo esa molestia en ese potito, ese niño de siete años sentía el glande, sentía un gusto raro ahora naciente, el temor se diluía al escuchar promesas de regalos por parte de aquel joven, estaba muy inquieto sin duda, su pelo se movía al movimiento de ambos cuerpos, estaba muy atento a los movimientos aunque preocupado a la vez por lo que sentía en su culito, de pronto sintió que lo sujetaban con fuerza alzándose un poco, ahora veía desde esa postura inclinada que el pene se movía rápidamente, haciendo que su penecito sintiese el roce, de pronto entre jadeos y gemidos de Eliazar se vio que del pene salía un líquido blanco que era extraño para el pequeño, ese líquido al efecto de ser expulsado se impactó en el tórax, abdomen y parte del rostro del pequeño, una parte se impactó en la comisura de los labios rosáceos que tenía, con su lengua deslizó hacia adentro parte de ese líquido, lo sintió con sabor raro, Eliazar sonrió bajando su rostro lentamente hasta unir las frentes, poco a poco bajó las piernas del niño quedado los piecitos rozando el piso, se apartó del pequeño viéndole el cuerpito con semen, sonrió, le dijo que eso era parte del juego, que ya habían terminado, el pequeño deslizó su dedo por la piel recogiendo el líquido llevándoselo a la nariz, fue así que Adrián conocía lo que era el semen de un joven, Eliazar Emigdio le pasaba un papel por la piel, le dijo que no se mueva, allí quedó quietecito el pequeño, acostado miraba a su alrededor, aún tenía restos de semen en su piel, se puso tranquilo al verle entrar a Eliazar Emigdio con agua, le pasó papel mojado terminándole de limpiar, posteriormente se quitaron la ropa quedándose completamente desnudos acostados en la cama, así acostados de perfil como quedaron se miraban los penes, Eliazar le preguntó por si le gustaron los dos juguetes que le regaló y Adrián asentía, se quedó pensativo cuando Eliazar Emigdio le pregunto si es que la había gustado el “jueguito” que acabaron de hacer, el tiempo transcurría y esos cuerpos jugaban desnudos a las luchitas sobre la cama, estas acciones hacían que el niño tuviese mucha confianza en Eliazar Emigdio, era el momento de salir del cuarto, Eliazar lo marcó al niño que llevaba en sus manitos los dos juguetes, aprovechó para decirle lo mucho que lo quería, que guarde ese secreto y que muy pronto tendría más regalos, Adrián sonreía asintiendo aprobando lo que Eliazar le pedía que era no contar lo sucedido en aquel cuarto, se puso a jugar en el jardín con los juguetes, Eliazar estaba de salida complacido por lo que había hecho con el niño, se r el primero, era satisfactorio haberle hecho el “jueguito”, encontró a la madre del niño que le preguntaba por esos juguetes en sus manitos, Eliazar le dijo que eran sus regalos hacia Adrián por ser un niño bueno en portarse bien, la humilde mujer le agradeció el gesto, Eliazar le dijo que le tenía preparado regalarle algo más adelante, ella volvió a agradecerle pidiendo que no se moleste, a lo que Eliazar dijo que no era mucha molestia pues tenía muchos juguetes que ya no necesitaba y que de a poco pensaba regalárselos al niño, complacido al recuerdo de lo que le había hecho al niño se despidió de la buena mujer acariciando el pelo del precios niño de siete años, en ese instante llega un brilloso auto último modelo que se estacionaba y salía Fernanda con sus dos hijos acompañada de su esposo, la mirada cortés de Eliazar fue para la mujer y sus dos pequeños hijos Mateo y Cayetana mientras que algo receloso fue el estrechón de manos entre patrón y empleado, en su mente creía que eso no más eran.
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Era un varoncito, con su naturaleza cándida, para aquella tarde lluviosa imposible de olvidar se encontraba en un apartado establo entre corceles, estaba arrimado a una pared claro oscura, estaba aguantando rígidamente los embates de un pene deslizándose internamente por su ano, estaba siendo cogido, se trata de un niño ocho años, próximo en semanas a cumplir los nueve años, blanquito de piel, de aspecto fino para ser hijo de prestantes personas, sentía las embestidas de aquel pene juvenil que hacía estragos en su culito dócil, ya se encontraba llorando desconsoladamente tras recibir penetraciones seguidas en su culito en aquel apartado lugar donde los corceles eran testigos, se encontraba parado en aquel galpón de caballeriza, su pecho arrimado a la pared, las lágrimas caían en su antebrazo al verse sus manitos apoyadas en la pared rústica de la caballeriza, tenía puesta la fina camisa de montar de época de finales del siglo XIX, mostraba su condición social de hijo bien, se mostraba su hermosura facial, su ajustado pantalón de montar al culito que antes estaba ahora puesto ahora se encontraba caído en el suelo ya antes había sido bajado con violencia por aquellas manos juveniles de diecisiete años, así, aquel precioso niño era sodomizado por el pene de un joven conocido de sus padres, aquel hombre con sus años bien gozados en la capital había venido a esa fiesta por invitación de los padres del niño, aquel muchacho estaba moviéndose desaforadamente dentro de aquel culo desflorado, estaba plácidamente disfrutando de ese agujerito que le apretaba el glande del pene, el muchacho estaba tan animado que no daba cuenta de la sangre que salía de la rajita del niño, que para ese momento ya estaba llorando cada vez más fuerte, aquel precioso niño de cara tierna por donde se deslizaban las lágrimas, el muchacho joven tenía su pantalón de montar hacia la rodilla mostraba un pene grueso, tenía una gran habilidad aprendida de las prostitutas, ya que, desde la primera metida se sentía el penetrar hasta entrar al fondo, así le hacía que el precioso niño llore de dolor y así al escucharle llorar ya poder mayormente excitarse, le hizo llorar desde que le metió el pene haciéndole llorar más durante las penetradas que le daba teniéndolo bien agarrado contra la pared, el tiempo transcurría, en cada embestida a ese culito de ocho años le daba más y más duro para escuchar su llanto que le complacía escucharle así como le hacía para que grite y se sacuda y que haga gemidos con ruegos del ya no más porque duele y pese a las súplicas siga recibiendo como respuesta a sus súplicas más y más embestidas de pene, ya sus piernas se acalambraban de tenerlo en esa postura, de ahí que lo acostó boca abajo en el suelo mojado y no le importó ver su pene erecto con sangre pues estaba ya dando saltos a ese culito recién desflorado hasta que un grito desesperante del niño hizo que sienta que en sus entrañas fluía semen, era la primera vez que su ardiente y dolido culito percibía ese líquido, el niño de cara al suelo seguía sollozando, casi se desvanece por completo luego de varios minutos de aquella tarde en la que experimentó su culo sangrado, al llegar a la fiesta y al continuar las visitas existía un silencio en aquel niño, los encuentros eran forzados, su violador se transformó en su amante forzado contra su voluntad, tras luego de hacerlo llorar decenas de veces más, dio cuenta que si aquel hombre se lo metía al pene por el culo metiéndola toda entera y dejarla quieta por minutos este niño comprendía que le era raro y con el pasar de los encuentros la autoridad del muchacho se incrementaba sobre aquel niño, sólo que lo llevaba a otros lugares apartados y por allí en algún lugar del campo hacían con discreción, gustaba sentir ser el domador de ese culito de niño precioso ante las rápidas embestidas de movimientos repetidos y seguidos de caderas y cuando aquel muchacho lo ponía de piernas al hombro y así ver esa cara desfigurada de dolor, placer y resignación, le gustaba ver que el niño de su boca salían gritos desesperados y cuando iba a terminar sacaba el pene del culo para ahora mezclar esas lágrimas con abundante semen en la parte de su rostro, el líquido se deslizaba, el niño sollozaba, así fue que aquel precioso niño fue tomando una forma diferente de vida, con su amaneramiento disimulado en una sociedad machista y conservadora cafetera en los albores del siglo XX, desde aquella tarde de 1888 Fulgencio Arichabala dejó de ser aquel niño alegre de ocho años, Leovigildo Arciniegas a sus diecisiete años con su pene le cambió la vida, con el tiempo Fulgencio se vengaría de su iniciador nueve años mayor, en aquellas noches antes de celebrarse la boda de la que sería esposa de Leovigildo Arciniegas se entregaría a los brazos de Fulgencio Arichabala, ella se casaría con un hijo engendrado en el vientre, a ese niño le pondrían de nombre Jairo Esteban Leovigildo, la madre pidió una visita clandestina a su amante en la que le mostraba a su hijo, éste lo negó, la desdichada mujer nunca más se acercaría al infame Fulgencio Arichabala, con el tiempo ese niño se hizo hombre y se casó con una acaudalada mujer mientras el esposo se convertía en un político de poca monta, las relaciones tensas entre los malos negocios y el romance hicieron que este hombre político desventurado pidiese ayuda a aquel hombre que sin saber era su verdadero padre, Fulgencio Arichabala quedaba prendado de la belleza de aquella mujer en cada visita, con el tiempo la cortejaba viéndose con más frecuencia, le halagaba mucho insinuando repetidamente su galantería cayendo así en sus redes haciéndola suya, de allí nacería clandestinamente una niña de nombre Isaurina Matilde Eleonor, la que a la postre tendría un hijo con su primo haciéndole pasar engañosamente la paternidad de ese niño al prestante militar Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote, hijo biológico de Carlos Felipe del Olmo, ella y su hijo morían en ese accidente automovilístico sabiéndose hija no de Jairo sino de Fulgencio y precisamente fallece en su viaje a casa de Fulgencio Arichabala para saber si realmente era su hija, la trascendencia de estas vidas está marcada a no dudarlo con un destino cifrado en odio, ocultamiento venganza y temor.
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Venancio Alberto de once años miraba el alrededor del lujoso baño en donde se encontraba, ya estaba allí cumpliendo una semana de residencia en aquella gran mansión, la piel morena clara de su cuerpo desnudo se reflejaba en aquel espejo grande, daba giros viéndose delante, detrás y de perfil, siempre sonriente en todos los casos, le gustaba admirarse su cuerpo, se vio los pies descalzos, se miraba el culo y hacía gestos obscenos al verse su pene erecto que se lo estiraba, estaba feliz, había venido de un gran paseo de recorrido por la inmensa ciudad del norte, aun así el tiempo no alcanzó para verla y recorrerla completamente, estaba en un éxtasis total, la compañía de Valentín y de Leroy le hacían la vida agradable por sus altas atenciones, esta noche seguramente continuaría igual, lentamente se acercó a la tina de baño con agua entibiecida de sales y aromas con espuma, lentamente introdujo uno de los pies llegando el agua a la rodilla, luego puso el otro y aferrándose a los extremos de la tina vio sus deditos alargados bien formados de sus manos y lentamente se fue sentando en el fondo de la tina teniendo su culo desnudo, se recostó haciendo que la espuma en parte se pegue al pelo lacio, seguían sus manos en el borde de la tina levantando sus pies con dedos alargados, esos pies levantados muy hermosos que hacían mover los dedos, él sonreía, introdujo las manos al agua espumosa, rozaban su pelvis llegando al pene para estirarlo dándose placer, se ladeó un poco haciendo que la espuma roce mayormente una de sus mejillas, estando así se pasó la mano por el culo, uno de los dedos se lo introdujo bien adentro del culo saliéndole un gemido de aquellos labios que rozaban el nivel de agua espumosa, cerraba los ojos lentamente a su mente le vino ese encuentro en el jardín con Clotario de diecisiete años un día antes de ir al aeropuerto, el encuentro no fue tan casual pues Clotario se había enterado de la salida al exterior, en ese momento luego de charlar un poco fueron al cuarto de Venancio, sin más palabras que mayormente movimientos de manos se manosearon desvistiéndose entregándose en el sexo, Clotario deseaba amarle, se lo dijo con entusiasta pasión, lo recostó en el borde de la cama y lentamente le iba introduciendo el glande y el tronco del pene en el culo, mientras lo sodomizaba le decía que nunca olvide este y aquellos momentos en que lo hizo suyo, le dijo que él le pertenecía, que a donde vaya irá el recuerdo de que él fue el primero en romperle el culo, que nunca lo olvide, Clotario le daba pene de manera desaforada, Clotario, el “niño” estaba disfrutando un culito que había sido suyo desde el primer momento en que Venancio Alberto se entregó a él vestido de mujer, la pelvis chocaba con los glúteos de voluminosa forma, Clotario estaba disfrutando de ese culito hasta que se vino eyaculando por dentro dejándole el semen mientras repetidamente le decía que no lo olvide, que no lo olvide, que no lo olvide, ese pensamiento se iba diluyendo de su mente a manera de eco, se ladeo suspirante, miraba sus pies puestos en el borde de la tina, tenía sus manos sobre el pene erecto de once años, pensaba en su primer cumpleaños por ese mes fuera de su país, de su madre y padre, de su medio hermanos, sería su cumpleaños doce en ese país, de pronto vio que la puerta apegada del baño se movía, se mostraba una cara sonriente de Valentín que se mostraba desnudo, lentamente cerró asegurándose la puerta, se acercó sentándose con su culo desnudo al borde de la tina cerca de los agitados dedos de los pies descalzos de Venancio Alberto, con el dedo gordo rozaba el muslo de Valentín, le preguntaba qué tal del paseo de hoy y Venancio decía que todo había sido maravilloso, lentamente Valentín fue poniendo los pies dentro de la tina acostándose despacio sobre el cuerpo del muchacho de once años, le dijo que sería el momento de ambos, lo besó con lengua de forma apasionada como sólo él lo sabe hacer, los cuerpos se acoplaron dentro del agua, los penes erectos se rozaban, el agua espumosa rozaba las mejillas mientras continuaban besándose, lo recostó bien al muchacho de once años, él se inclinó con su pene dentro del agua metiéndolo en el culito de Venancio que a ojos cerrados sentía ser penetrado emitiendo exclamaciones y gemidos fuertes, Valentín con dulzura lo estaba penetrando bien a Venancio Alberto, estaban pegados, los testículos dentro del agua se movían chocándose con los glúteos, Valentín le decía lo hermoso que era de cara a Venancio Alberto, que desde su primer encuentro se había enamorado de él y deseaba compartir siempre estos momentos de felicidad, los dos cuerpos se agitaban en el agua por tanta acción de movimiento sexual, los pies de Venancio se alzaron al viento, el cuerpo de Valentín se inclinó más con la idea de penetrarle el pene a fondo de ese culito de niño precioso, los gestos y gemidos eran frecuente saliendo de sus labios, todo eso era una maravilla para ambos, se atarían mutuamente, eran muy frecuentes sus encuentros, pero este los había superado a todos, el roce de la tina en sus cuerpos hacían más deseable sus movimientos y penetraciones, de pronto sintió que Valentín se quedaba quieto, luego sintió un fluido que se deslizaba en sus entrañas, unían sus frentes, se amaban mucho, se abrazaron fuerte aun teniendo el pene dentro de sus entrañas, Valentín hizo un suspiro largo salido de sus labios chocando en la oreja de su pequeño amante, sintió que su culo se iba liberando de ese pene grueso venoso y velludo, lo vio así al salir del agua espumosa, el glande rozaba las mejillas con espuma y jabón, le dijo a Venancio que el pene era suyo, que lo acaricie, y asó lo hizo con las manos dándole besos al glande, lo vio meterse en la ducha, lo llamó para que esté con él, le pidió que le jabone la espalda y en un brusco movimiento el jabón cayó al piso, Venancio se agachó a tenerlo y sintió dos manos sobre sus caderas que lo llevaban hacia atrás, allí vio que una de las manos de Valentín le sujetaban la nuca y luego sintió que el pene entraba en su culito, le dijo que se estuviese quietecito y así Venancio en esa postura era nuevamente sodomizado, los testículos chocaban de nuevo con la piel del culo suave lleno de colágeno, así ahora bien agarrado de los hombros Valentín lo disfrutaba a Venancio, le decía que nunca se cansará de darle pene por el culo, que nunca se cansaría de disfrutar de ese culito, Venancio Alberto se limitaba en silencio a sentir y gemir, se notaba la figura dominante de Valentín sobre la de Venancio, así, así, así con intensidad el erecto pene de Valentín hacía estragos en el culito de Venancio Alberto, gustaba verse u pelvis chocando con los glúteos de ese precioso niño, gustaba de ver salir y entrar su pene en ese culito pero sobre todo escuchar gemidos de Venancio al ser penetrado, así lo tuvo por un buen rato hasta el cansancio liberándole después, Valentín salió del baño con Venancio a su lado, se recostaron los dos cuerpos desnudos en la cama, Valentín encima del cuerpo de Venancio Alberto, se besaban con atento deseo apasionado, después se retiraba de la habitación quedando Venancio acostado desnudo a piernas abiertas en esa cama, desde el pasillo a lo lejos se ve una figura escondida que ve pasar cerca a Valentín, desde lo oscuro se muestran unos dientes blanquecidos en señal de amplia sonrisa, Venancio estaba acostado ladeado pasándose el dedo por el culo, fue allí que al mover su cuerpo en la cama vio la presencia de Leroy, rieron al verse, puso seguro a la puerta cerrada, se iba quitando la ropa hasta quedar desnudo, Venancio se hizo a un lado de la cama para que Leroy se acueste, los dos cuerpos desnudos abrazados daban giros en la cama, se tenían gran atracción, de súbito le alzó las piernas hacia los hombros, allí fue que le besaba los muslos apasionadamente, el pene erecto entraba ese aun humedecido culo de semen, así lo sintió Leroy confirmando la salida de su patrón del cuarto de Venancio, ahora el pene de Leroy daba estragos en el culito de Venancio, le decía mejores frases halagadoras que las de Valentín, estaba bien agarrado y estaban bien inclinados acoplados a esas embestidas, Venancio en su culo voluminoso y en su ano humedecido de semen sentían ese grueso pene que se deslizaba dentro de sus entrañas, los pies se agitaban al viento, la fuerza de sostén era más evidente en aquellas regias manos, tenía un gran modo de llevar adecuadamente su cometido sexual por su experiencia en niños de esa edad, Leroy se había dado el gusto de desvirgar muchos culos, pero ninguno se parecía a este, tanto así de que el hecho de sólo rozar dentro con su glande aquel culo ya se sentía bien en hacerlo, era una cavidad anal única de la cual Leroy se había enamorado sin duda, Venancio Alberto era para Leroy su prioridad en cada cogida pues salía siempre satisfecho y no ahora no iba a ser la excepción pese al poco tiempo que disponía en ese momento, Leroy daba pene constantemente de embestidas a ese culito que estaba ya bien rojito de tantas embestidas de dos hombres, Venancio se limitaba a aferrarse de los brazos de su amante sintiendo ser penetrado constantemente, en ese momento se había disfrutado de los penes de Valentín y Leroy, el tiempo transcurría y seguía penetrándole con gusto, lo aferraba a su cuerpo sujetándole con fuerza de las caderas con firmeza, la pelvis con los testículos rozaban los glúteos, graciosamente el penecito de Venancio se movía deslizándose por la pelvis de Leroy llegando al ombligo a rozarle dejando una manchita de líquido trasparente producto del orgasmo que tenía el muchacho de once años, se inclinó más para quedarse quietecito sobre Venancio para así dejarle el semen dentro del culo, Venancio gemía poco y suspiraba más, Leroy había satisfecho sus deseos sexuales con Venancio, lentamente los pies se posaron sobre la cama dejando dobladas las rodillas, se vio que por el culo salía el semen, Leroy miraba con atención su pene el cual había hecho el trabajo de sodomizar ese delicioso y único culito, no dijo palabra al salir de la cama, desnudo entró al baño, se escuchaba salir agua del grifo, luego salió a vestirse mientras Venancio continuaba acostado a piernas abiertas estirándose el penecito, Leroy se acercó para mamar y chupar con lamidos ese pene de piel morena clara, pasó la lengua entre los testículos haciéndole suspirar, estuvieron un tiempo acostados besándose para luego salir de la habitación, allí quedó Venancio Alberto acostado luego de haber hecho el amor con Valentín y Leroy, pensaba en los paseos y en lo que haría al día siguiente, la estadía en el gran país del norte continuaba y su culo lo sentía más.
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Eleuterio pasaba tranquilo caminando por el sendero que lleva a las plantas de las lomas a pescar, el día estaba propicio para aquello, en el pueblo había escuchado de aquel lugar, le atrajo la idea de ir a ese lugar por ser apartado y así consecuentemente habría mucho pescado que pescar, iba al hombro con su caña, ya estaba próximo al llegar, vio varias bifurcaciones que se hacían en su delante, en una de aquellas vio varias huellas, eran de sandalias en su mayoría, estaba a punto de silbar bajando la loma, cuando de pronto muy cerca del matorral elevado escuchaba risas pronunciadas, el alarmado Eleuterio de veinte años queda inquieto en espera de algo, queda acuclillado cerca de los sonidos de risas, lentamente se pone en pie y observa de entre la espesura del monte a un niño de ocho años muy conocido por él por lo bien cuidado de su madre, ese niño iba con otros dos de mayor edad, le estaba haciendo cosquillas el muchacho de catorce años a quien la madre del niño le había confiado el cuidado, Eleuterio lo sabía pues se entraba en las vistas que hacía a la gran casona, el otro niño que tenía nueve años era el hijo de un peón muy cercano a los patrones y con quien jugaba el niño de ocho años, el niño sentado en una gran roca miraba a los dos jugando a las luchitas haciéndose cosquillas, a su lado habían bastantes recipientes que contenían fruta silvestre y una rama que tenía varios pescados, Eleuterio vio que el niño de nueve años se retiraba del lugar cargando fruta silvestre, la figura de ese niño se perdía entre los altos matorrales de las lomas, iba apresurado pues así lo dispuso aquel muchacho de catorce años, para Eleuterio había el criterio que seguramente las mujeres las utilizarían para hacer jalea artesanal, quedaron en ese lugar apartado el niño de ocho años y el de catorce años, Eleuterio se disponía a continuar su camino, cuando de repente vio que ambos se sentaron debajo de la gran roca, había una especie de hueco entre el suelo y ésta, allí los vio sentarse, le llamó la atención que una de las manos del muchacho rozaba la barriga del niño de ocho años, luego iba subiendo de a poco, otra mano en cambio la metía entre el pantaloncito corto y el calzoncillo, la iba metiendo por debajo de la manga su pantaloncito corto, vio que reía ampliamente pues seguramente los dedos rozaban con el pene vestido, al instante las manos de ese muchacho acariciaban el rostro del niño, le sobaba los brazos y pasaba los dedos por el cuello esas manos del muchacho hacían que el niño se acueste de cara al suelo, le hacía insinuaciones con las manos que el niño entendía y sonreía cabizbajo pero con una cómplice picardía delo que le gustaba hacer, los ojos de Eleuterio brillaron y su cuerpo casi se expone ante la sorpresa de cuando vio que ese muchacho le deslizaba el pantaloncito corto hasta sacárselo por los pies y de igual forma le hizo con el calzoncillo, todo fue tan rápido que así quedaba descubierto ese culito de glúteos voluminosos que le pertenecían a ese niño precioso, lo que más le admiraba de contemplar a Eleuterio fue que al pequeño le gusta esos manoseos en su culito, esos besos que le daba y por sobre todo a Eleuterio le llamó la atención de que era ahora el muchacho el que se deslizaba el short mostrándose los vellos en el pene, aún no tan poblada su pelvis pero si se notaba de ese pene que sorprendentemente estaba tieso y el glande desforrado, ese pene con el glande descubierto se deslizaba sobre el culito del pequeño, de abajo donde estaba el cuerpito emitía gemidos hacia el cuerpo encimado del muchacho de catorce años que lo tenía sometido con su cuerpo juvenil, las caderas se alzaban y bajaban, se notaba los testículos del muchacho que se rozaban y chocaban con los glúteos, todo en un ritmo armónico sexual gustoso y atrayente a la vista de Eleuterio que a su edad gozaba viendo aquello de lo que nunca se hubiese imaginado ante la sorprendente exposición de los cuerpos que se acoplaban a seguir haciendo sexo, el pene del joven muchacho rozaba ese culito, vio que el niño fruncía el rostro al sentirse que ese glande iba penetrándole, Eleuterio vio con sorpresa como ese niño se dejaba sodomizar, se sorprendía viendo que ese pene entraba sin dificultad, se sorprendía de ver que ese tierno niño de ocho años ya gozaba que lo penetren, y lo más sorprendente para Eleuterio es saber que ese niño ya ha sido desvirgado, no se sabe desde cuándo, pero ese movimiento del pene en el culito hizo que salga humedecido del culito, de inmediato el muchacho se sentó en el suelo abierto de piernas viéndose el pene con restos de excremento, le reclamaba al niño el no haberse limpiado el culito desde adentro, el niño le acariciaba de arriba abajo el brazo, la mirada era de complacencia y de ternura que sorprendían a Eleuterio, el muchacho se acostó de espaldas al suelo, el niño se acostó uniendo los pechos, para Eleuterio era admirable ver la relación del niño al presenciar la carita apoyada en el pecho del muchacho, le gustaba escuchar el latir acelerado del muchacho, luego fue a las tetillas hermosas y empezó a lamerlas y chuparlas, para el muchacho el sentir aquello era la divina gloria, las miraba como tetillas bien firmes y de agradable punta acoplada a su lengua y labios, ambos quedaron acostados en silencio, al niño le acomoda a su cuerpo dándole un beso en la mejilla, casi en la comisura de sus labios, luego desliza el rostro y continúan besándose, el muchacho se da cuenta que el niño complaciente tenía los ojos cerrados y ya había deslizado sus manitos que estaban entre sus piernas, volvió a besarle pero más cerca del cuello, el ritmo se aceleraba, aquel hermoso niño seguía besando el cuello mientras rozaba con sus manitos las dos tetillas como le gustaba que le hiciera al muchacho de catorce años, con la mano liberada del muchacho empezaba a apretarle los glúteos, todo eso le gustaba pero con cada beso en el cuello notaba como se mordía los labios, la sesión continuaba y así duró un rato hasta que el niño de ocho años soltó un gemido, luego se notaba al niño acostado sobre el muchacho que alzaba y bajaba las caderas, se daba cuenta que el penecito rozaba al pene grueso algo velludo del muchacho, luego el culito del niño de ocho años se sentó sobre los muslos del muchacho, así se deslizaba sentado con su penecito sobre el pene grueso para adelante y para atrás, lo sostenía de las caderas para que el niño se deslice de mejor forma, esa postura seguramente el muchacho se la ha enseñado al niño como olas anteriores que vio Eleuterio, es en ese momento que se escucha un relincho, de inmediato un jinete se acerca, para sorpresa del muchacho y el niño el jinete se acerca, toma al niño del brazo y le da una gran bofetada que ya antes de caer al suelo su boca estaba ensangrentada cayendo al piso a piernas abiertas, lo mismo hizo con el muchacho y a este fue más el castigo, Eleuterio estaba tembloroso viendo desde ese lugar oculto, miraba la forma brutal con la que el muchacho era castigado a golpes, mientras que el niño se vestía a orden del jinete, el muchacho recibía patadas en la cabeza hasta quedar inconsciente, Eleuterio pensó que el jinete en cuestión se habría encontrado con el niño de nueve años indicándole dónde se encontraba el niño, los gritos e insultos hacia el muchacho se hacían ensordecedores, el jinete hablaba de la confianza, de la desilusión, los ojos de Eleuterio se turbaron cuando el jinete saca el revólver y le descarga el tambor de seis tiros impactándose dos de ellos en el pecho, dos en la pelvis y los dos restantes tiros de remate en la cabeza de aquel desafortunado muchacho de catorce años, en el la soledad del lugar daba para hacer ese acto macabro, las aves revoloteaban el lugar y algunos animales menores de la selva pululaban en círculos alrededor del lugar, allí quedaba tendido el cuerpo inerte de aquel desgraciado muchacho, el niño de ocho años estaba tembloroso viendo la escena macabra hecha por el jinete, muy tembloroso y perturbado se montó al caballo agarrado delante del jinete saliendo presurosos del lugar, Eleuterio salió del escondite en donde estaba presenciando la escena, vio a su alrededor el cuerpo ensangrentado del desdichado muchacho, estaba paralizado del susto, a poco reaccionó saliendo del lugar, allí quedaban los restos de aquel desafortunado muchacho de catorce años, a los pocos días le encontraron descompuesto y parte de su cuerpo raído por las aves de carroña que evidenciaban la tétrica muerte, el nene de ocho años estaba inquieto por esos días, ya no sería igual, la madre dio cuenta de aquello, trataba de preguntarle, pero el pequeño se negaba, tiempo después se encontraba con un tiro dado certeramente por detrás de la cabeza de aquel niño de nueve años que había acompañado al muchacho de catorce años y al niño de ocho años, en el pueblo se decía que habían sufrido del robo de los guerrilleros insurgentes que andaban por el sector, se construyó la historia desde la casona de que el muchacho de catorce años valientemente había defendido al niño de ocho años, y de igual forma lo había hecho valientemente el niño de nueve años, al niño de ocho años se le hicieron algunas preguntas y sólo contestaba las necesarias, lo demás, guardaba silencio por lo intimidante de aquel jinete asesino que era su familiar, el pueblo comenzó a odiar a los guerrilleros insurgentes, así quedaron estigmatizados por la población como asesinos de niños, la voz se corrió hasta las altas esferas militares capitalinas, se enviaron tropas para el combate, por un tiempo hubo que sitiar aquellos lugares selváticos, luego de un tiempo de tanto enfrentamiento y muertes la milicia se retiró, por mucho tiempo se hablaba de lo sucedido con aquellas muertes de esos dos inocentes niños de nueve y catorce años, solo Eleuterio sabía la verdad y la guardó en silencio.
FIN DEL DUCENTÉSIMO CUADRAGÉSIMO QUINTO EPISODIO
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