METAMORFOSIS 250
Vida.
La hamaca se movía pausadamente a ritmo de lo que hacía el movimiento de aquellos pies descalzos, los dedos se afincaban en el suelo polvoso, la planta de cada pies dejaba su huella en cada impulso del cuerpo en la hamaca, aquel niño de ocho años estaba pensativo, los dedos alargados del pequeño hacían círculos sobre el suelo polvoso al impulsarse, recordaba lo sucedido hasta lo que ahora estaba viviendo, al fondo de la humilde vivienda estaba su madre Otilia cocinando, la mujer estaba concentrada en picar los alimentos, había nacido hace veinticinco años y en ese cuarto domingo septembrino de 1962 los cumplía con sus bodas de plata, la comida era humilde y era para los dos únicamente, los acontecimientos pasados no eran para tanta celebración, habían huido de aquel hecho lamentable que se dio en la fiesta de aniversario de los patrones, Osman se sentó puesto sólo su short para recibir los alimentos, el calor era imperante por aquel mediodía, en el niño de ocho años se notaba el sudor en sus tetillas, en su labios y en su frente así como parte de su pecho, la mujer se sentó delante de su hijo, sonrieron y se miraron probaban el alimento, luego cada uno se recostó en la hamaca a sestear, pasaron unos minutos cuando se acerca un peón armado montado a caballo, se baja del corcel dirigiéndose a la mujer diciéndole que el patrón la espera en la estancia, presurosa va al interior de la casa, se viste de mejor forma montándose detrás del peón, el niño parado en la entrada de la ramada despide a su madre, el peón le informa que el patrón la espera en la sala de la estancia, ella acude con recelo y se encuentra con la figura de Joaquín Valdés, el prestante dueño de estas tierras selváticas, ella había sido recomendada por su gran amigo de la capital, ahora daba orientaciones en el trabajo, le dijo que muy pronto vendría su mujer con un tierno niño a vivir en la estancia, la mujer cabizbaja escuchaba las indicaciones, el hombre vio lo interesante de esas líneas femeninas, si duda era atrayente la mujer que tenía en su delante, pero trató de no desviarse de sus indicaciones, el vestido puesto mostraba en parte aquellas adecuadas curvilíneas femeninas, poco a poco iban teniendo efecto más en la mirada del patrón, luego de producirse el diálogo una de las fieles empleadas la llevó a conocer la estancia, Joaquín tomó el papel que estaba sobre el escritorio y lo leyó, luego lo arrugó con una risa irónica, era un cablegrama, el papel arrugado fue a parar al tacho, se sentó sobre el sillón estirándose el brazo, vio las fotos de sus dos hijos Lupercio y Aarón, el semblante cambió, le vino la nostalgia y la tristeza, estiró la mano sacando de su bolsillo la billetera de allí extrajo una foto, la yema de los dedos acariciaba el rostro infantil de aquella foto, ese niño era todo lo que le quedaba en la vida, a su edad era imperante cuidarle, ya muy pronto estarían juntos, el destino quiso que ese niño precioso viviese con sus padres en aquella apartada selva del país de la canela, todo hacía suponer que la estancia de madre e hijo iba a ser asistida por Otilia la madre de Osman, el peón que la había llevado a la estancia estaba muy atento a los movimientos de la mujer, estaba bien con su presencia y ella lo sentía de igual modo, la empleada estaba muy atenta a dar las indicaciones de labores a la nueva asistente de la patrona, lejos de allí el niño de ocho años deambulaba por el lugar, los alrededores de la ramada en donde ahora vivía eran muy diferentes a aquel campo de montaña, estaba muy inquieto, iba puesto sus sandalias, short y remera, el calor imperante daba para estar as{i vestido, llegó hacia un arroyo cristalino con poca agua, le inquietó seguir caminando, sus pies con sandalias caminaban dentro de esa agua cristalina en donde se podía ver peces pequeños, mientras m{as caminaba se incrementaba su inquietud por el lugar que iba conociendo, iba subiendo lomas y desde la altura divisaba el sendero por el que había caminado y el que seguía en su delante, se acostó sobre una gran roca saliente dándole los rayos de sol en la cara, recordaba la tierra que había dejado, algo parecido a ésta, pensaba en la fatalidad por la que atravesó con su madre, aquel doloroso momento que llevó al desenlace de abandonar el lugar, se preguntaba quién sería aquel hombre con el que habló su madre por teléfono, seguramente era Jasmani pues él le contaba que había trabajado en este sector, seguramente le dio la recomendación de su patrón para que ellos pudieran estar a salvo de lo que padecían, el niño se sentó a contemplar el ambiente, expiró profundamente, escuchaba a los pájaros que volaban cerca suyo, se escuchaba el croar de la ranas y el zumbido de abejas, le llamó la atención de un panal que estaba muy cerca, habían muchas abejas, decidió mejor apartarse pues estaba lejos de ser auxiliado por si acaso, continuó su camino, desde lo alto de una loma se podía ver el arroyo poco caudaloso, había escuchado de lo muy caudaloso que se transformaba cuando llovía mucho transformándose en un río, se miraba sus pies sobre las sandalias, se pasó los dedos alargados por sus muslos, tenía rastros de roces de yerba y monte en la piel, de pronto escuchó un golpe de caída de agua, se asombró al ver tan hermoso paisaje desde lo alto de la loma, su aventura de caminata ya tenía premio, desde lo alto de la loma vio esa pequeña cascada que formaba la caída de agua del arroyo, se maravillaba viendo el espumoso tipo de agua caída en las rocas, esa agua era tan cristalina que llamaba a bañarse, el calor, sumado a la sed hizo que baje presuroso a inclinarse para beber esa agua pura y cristalina, estaba dichoso de estar allí, vio la puesta del sol y lentamente se deslizaba la remera, apartó las sandalias de los pies planos de empeine con dedos alargados poniéndolos dentro del agua, sintió el frescor del ambiente, giró sentado sobre la piedra y vio a sus espaldas aquella cabaña, estaba asombrado viéndola, tenía mucho monte cubriéndola en señal de poco mantenimiento en limpieza, se puso las sandalias y caminó hacia la entrada, empujó la puerta apegada, pese a tener mucho monte sobre el techo éste se mantenía adecuado, vio las paredes y le llamó la atención un catre y una mesa con un par de sillas rusticas, las manitos con dedos alargados de ocho años las pasó por la pared, vio en un rincón del fogón rastros de cerillos y colillas de cigarros, había mucho polvo, le sorprendió que al agacharse a ver por debajo del catre se encontrase con un polvoriento calzoncito que seguramente le había pertenecido a alguna niña que vivía en ese lugar, y no era para menos, se trataba del calzón de la difunta Renata que había quedado como evidencia de tantos encuentros sexuales con el fallecido jinete Lupercio el hijo del patrón Valdés, el niño ignoraba la pertenencia de esa prenda y dejó en su sitio, caminó pausadamente por la soledad del lugar, le tentaba acostarse sobre las tablas del polvoriento catre, con cuidado se acostó mirando el techo, esa soledad le inspiraba a pensar de estar desnudo con alguien, se decía para sí mismo que ahora sería adecuado estar con sus amiguitos frotándose los penes y rozando el pene entre los culitos, este lugar era adecuado para hacer eso, era muy apartado, muy discreto, metió las dos manos dentro del short tocándose el pene lampiño que ya estaba tieso, cerraba los ojos pensando en el pene de Jasmani, deslizó el short hasta los muslos viéndose manosear el pene dándose placer, cerraba los ojos sintiendo ese gustito de hacer sexo, deslizó el prepucio viéndose el glande descubierto, pasó la yema de los dedos por el glande llevándose esos dedos a la nariz, se ladeó un poco para pasarse el dedo por la rajita del culito, se metía el dedo al culito exclamando los nombres de sus amiguitos y de forma especial el de Jasmani, luego de tanto roce de dedos en el culito se fue llevándose el dedo a la nariz oliendo su culo, sintió el culito latir pero en ese mismo instante se puso incómodo cuando a su mente llegó la imagen del patrón Elías, recordó aquel hombre que lo desvirgó cuando tenía cerca de los cinco años de edad allá por el año de 1959, se sentó en el borde del catre, se vio sus piel polvorientos con sus sandalias, debajo estaba el calzón que antes había puesto allí, se le ocurrió algo, tomó el calzón y salió al arroyo, mientras lo introducía en el agua se podía ver manchas impregnadas en la tela, era semen sin lugar a dudas, él lo sabía, sonrió, pensó que ese lugar era de encuentros sexuales seguramente de una niña y un adulto por lo amplio de las manchas y seguramente había sido usado en varias ocasiones terminando como limpieza del pene, le atrajo la idea de ponérselo, se quitó el short y se puso el calzón, se miraba como la tela describía la punta de lanza de su penecito tieso, le quedaba algo ajustado, no pensó más y se lanzó al agua, estando a flote se mostraba el pene erecto, estaba gustoso de ver cómo se salía por una manga, alzaba y bajaba los pies nadando viéndose puesto el calzón, al llegar cerca de la caída de agua le llamó la atención un espacio por el que se puede adentrar entre la pared y la caída de agua, con cuidado sus pies descalzos se afincaban en las pequeñas rocas del suelo y entró al lugar, sus manitos con dedos alargados recorrían la pared de tierra con rocas impregnadas, con detenimiento vio cierto brillo en las rocas, sorprendido vio aquella inscripción puesta en la pared, “–>R<–>L<– empezaron a hacer su hijo” debajo la siguiente línea “30-IX-61” Osman sonrió con sorpresa leyendo aquello, seguramente la niña y aquel adulto se encontraban aquí para hacer el amor y tener un hijo, le inquietaba saber los nombres, más aún, el saber que dicha inscripción era reciente, faltaba tan solo siete días para cumplir el año en el momento en que inscribieron aquello, el humedecido cuerpo de Osman sale del arroyo, se detiene frente a la cabaña, sonríe, mueve negativamente el rostro y entra a dejar en su lugar el humedecido calzón de niña, en su regreso a la ramada le viene muchos pensamientos, entre ellos llenos de nostalgia; a muchos kilómetros de allí Ana Fernanda arregla las petacas con mucha prolijidad, al día siguiente la llevarían hacia su nuevo hogar con su compañero sentimental, aún le queda el recuerdo de su hijo Daniel Eduardo fallecido en trágico evento con la policía el año anterior, ahora arreglaba la ropita de su hijo Joaquín Lupercio nacido en mayo de 1960, ese niño ya contaba con dos años cinco meses de vida, igual que su difunto hijo éste se parecía mucho a ella en sus rasgos faciales, no cabe duda que los hijos varones tienen tendencia a parecerse a sus madres y estos eran muchos de los casos en aquella época, de pronto que tocan la puerta, al abrirla se sorprende de verle, lo hace pasar y de inmediato la abraza y le da un beso apasionado a la que responde a medias, de eso da cuenta el doctor, más le interesa saber por el empaquetado de las maletas, la mujer no alcanza a contestar pues el pequeño balbucea, va a la cuna y lo saca marcándole, la mujer sigue con los preparativos no se queda viendo esa escena paternal, el niño corresponde a los mimos del visitante, ya es de noche cuando llega, el niño se agita con los juegos acostados en la cama, ella continuaba indiferente, ya para ese momento él lo notaba, el niño quedaba acostado muy exhausto de tanto jugar con el visitante, vio que aquel hombre tan considerado con él se acercaba a su madre, vio que la rodeo con los brazos detrás de la cintura, vio que le daba besos en el cuello, luego le hizo dar vuelta para verse y así los labios se unieron en un fogoso besos, lentamente así abrazados llegaron caminando a la cama sin dejarse de besar, de a poco le fue quitando la ropa, ella se dejaba dejando una estela de calidez en su piel, el desnudo cuerpo de Ana Fernanda quedaba debajo del cuerpo desnudo del visitante, el niño vio la unión de esas pelvis con vello púbico del visitante y su madre, desde la cuna parado estaba viendo el alzar y bajar de la cintura del visitante sobre la pelvis unida de su madre que emitía gemidos, sólo se escuchaba el gemido de los amantes en ese ambiente, los dos se entregaban con franca pasión, el niño seguía parado brincando viendo a su madre ser sometida sexualmente por aquel hombre que siempre lo colmaba de mimos y le traía dulces, de su boquita salía la palabra dulces y el tono de voz se incrementaba en la habitación, el hombre se detuvo, el niño vio que el hombre se apartaba del cuerpo de su madre, tenía el pene erecto, sí muy erecto, se movía al caminar, fue a sacar un dulce que traía del bolsillo y se lo dio al niño, el hombre desnudo le dio la espalda mostrándose el culo velludo desnudo, la mujer lo estaba esperando para seguir, solo que ahora el pene se lo introdujo en la boca, estaba tan deseosa que no importaba que ese pene estuviese dentro de su vagina, así y todo lo lamía y chupaba como biberón, el niño veía cómo el glande entraba y salía de la boca de su madre, luego la puso al borde del extremo de la cama, le abrió bien las piernas y se acostó sobre ella introduciendo el pene lentamente en la vagina deliciosa, el niño miraba el que se alzaba y bajaba la cadera de ese hombre, vio la complacencia de ella al sentir las embestidas de ese grueso pene venoso, de pronto quedaron quietos, ella le pasaba las manos por la espalda, unieron las frentes, estaban con respiración acelerada, el niño miraba las pelvis y frentes unidas, luego vio los besos intensos que se daban, de a poco se apartó de ella para irse a asear al baño, ella vio al pequeño, sonrió a su hijo y le siguió a su amante, pasaba el tiempo y el niño se extrañaban que no salieran, el dulce se lo había terminado, escuchaba gemidos fuertes venidos del baño, es que sentado en el inodoro el hombre sostenía a la mujer que cabalgaba con el pene adentro, ella alzaba y bajaba su humanidad mientras él estático le daba a meterle el pene dentro de la humedecida vagina, el niño vio a la pareja de amantes salir del baño, fue a acariciarle pelo, lo marcó dándole mimos, los tres se acostaron en la cama, el niño estaba en medio de los dos, “¡no deseo que te alejes de mí!” ella lo miró triste mientras acariciaba el pelo del niño quietecito en la cama, “¡aún hay tiempo de decirle que no!” ella continuó en silencio, “¡Sé que me amas!” ella cerró los ojos como insinuándole no querer escuchar más, “¡dile la verdad… que no has dejado de amarme!” la mujer suspiró viendo sus dedos recorrer el pelo sedoso de su hijo, “¡no quiero pensar que hayas olvidado todo lo que hicimos!” “¡te amo… lo sabes!”, ella alzó la mirada cruzándose entre sí, “¡ya está decidido!” “¡es mejor así!” el hombre estaba contrariado “¡pero no puedes pensar así!”, “¡realmente a mi es a quien amas… no a él!”, ella rodeó con sus brazos el cuerpo acostado de su hijo, el hombre vio que a la mujer le salieron lágrimas de los ojos, “¡ya no hay nada que hacer!” “¡primero está mi hijo!” en su rostro femenino se notaba su angustia “¡debo irme con su padre!” elevó el tono de voz “¡quiero darle un mejor futuro!” “¡con él estará bien… es seguro!” “¡es su padre!”, “¡debemos estar con él!” “¡nos necesita!” el hombre contrariado le decía “¡yo también te necesito!” ella hizo una mueca “¡comprendo tu dolor al haber perdido a tu hija Justin y a tu yerno Nicolás!”, suspiró exclamando “¡tienes a tu hijo Luis Alfonso!” “¡cobíjate en el… ya que no pudiste hacerlo con nuestro hijo!”, el doctor ex senador se puso inquieto, “¡eso no es cierto!”, “¡si me hubieses dicho desde un principio del nacimiento de nuestro hijo yo lo hubiese cuidado y protegido!”, ella con sonrisa irónica respondía “¡sí… seguramente me lo hubieras quitado al ser pobre!”, “¡ahora sólo me queda este hijo, en verdad, lo tuve por necesidad para sentir protección y amparo de este hombre!” “¡tardó en cumplirme pero lo está haciendo ahora ya que al igual que a mí nos queda este niño!” “¡comprende por qué debo irme!” “¡mi hijo es su único heredero, tiene derecho a vivir sin necesidades!”, el hombre angustiado se pone en pie “¿y nuestro amor?” “¿qué?” ella pensativa aun acariciándole el pelo al niño que ya se quedaba dormido exclamaba “¡nuestro amor… tan sólo fue un lindo recuerdo!”, exclamó a manera de reclamo “¿fue?”, le respondió “¡fue mientras vivió nuestro hijo…. Ahora se convirtió en nostalgia!” hubo un silencio mientras sus miradas se cruzaban, el hombre ya no articuló palabra, se vistió y salió de la habitación, ella acostada abrazada a su hijo lloraba desconsoladamente, sabía que esa noche una vez más dejaría de lado a su amor para darle importancia y validez al futuro de su pequeño hijo que ya tenía los ojos cerrados, le dio un beso en la frente quedando acostada mirando el techo, lloraba desconsoladamente tocándose el vientre.
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Los acontecimientos hicieron que el pequeño Daniel Nicolás Arichabala Pérez fuese el centro de la atención pública y mediática, la muerte de sus padres en ese accidente automovilístico siendo él el único sobreviviente hacia muy deseable sacar notas del protagonista siendo aún muy pequeño, a sus ocho años quedaba huérfano, sin hermanos, sólo le quedaba su abuelo y bisabuela paterna y de su abuelo y tío por la línea paterna, se dejó convencer de vivir en la mansión Arichabala, gozaba de la visita de sus primos Cayetana de ocho años y Mateo Fulgencio de cuatro años, era muy doloroso regresar al internado sin el acompañamiento de sus padres, el estudio allí sería otro, con nuevos tratos sin dejar de lado la consideración, en su pensamiento estaban las palabras de aquel hombre barbado “¡soy tu padre!” “¡Nicolás… tú lo sientes que es así!” “¡no lo puedes evitar!” “¡eres mi hijo!” “¡mi hijo!” “¡entiéndelo!” “¡eres mi hijo!” “¡mi hijo!” a raíz de la muerte de sus padres el niño vivía con ese pensamiento, ya no era ese niño feliz de antes del accidente ahora era un niño calculador y frío en los sentimientos, de ello daba cuenta las amistades de Fulgencio cuando lo llevaba a pasear con sus otros nietos, pasaba muy pensativo, sus calificaciones y méritos en el deporte bajaron, ya no quería exponerse en la televisión, su abuelo le comprendía pero su bisabuela Matilde le decía que debería tener fuerza y valor para salir adelante con templanza, ella era muy fuerte de carácter, trataba de pasarle el ánimo a su bisnieto, ahora que vivía en esa mansión debería comportarse con dignidad, de aquello tomó confianza y su carácter y estilo de vida fue mejorando al pasar el tiempo retomando ciertas cosas a su lugar, tiempo después de fallecidos sus padres fue a la playa con su abuelo materno, el ex senador tenía la oportunidad de visitar a su nieto cada sábado y fue aquel último sábado septembrino de 1962 en que nieto y abuelo con tristeza caminaban por el recién hecho malecón del pueblo, iban caminando descalzos por la arena fresca del temporal, se escucha el revoloteo de las aves sobre sus cabezas, se sentía el viento moviendo sus cabelleras, olían el fresco del mar, se sentaron un puesto de bebidas autóctonas, iba bebiendo a medio vaso cuando los ojos del niño vieron a lo lejos la figura de aquel hombre barbado, la sorpresa fue para ambos, a distancia de tan solo verle al niño sus ojos se mojaron de lágrimas, la mirada del niño estaba fija en el movimiento del hombre al pasar, el abuelo no daba cuenta de aquello, estaba sumido en sus pensamientos, en su mente estaba la figura de aquella mujer que por amor a su hijo decidió darle el destino de comodidad, la mirada del abuelo estaba puesta fija en el horizonte, el niño aprovecho en pedirle permiso para caminar por los botes de la fábrica de su difunto padre, el abuelo accedió diciéndole que no fuese muy lejos, el niño caminó entre un palmar, era el lugar donde se vieron por última vez, allí estaba él, estaba detrás de aquel hombre, su mano estaba temblorosa, tragaba saliva, estaba en alejarse o continuar, respiró hondo y cerró los ojos cuando su manito de ocho años se posa sobre el hombre del inquieto barbado que gira al verle, los dos lloraban el hombre continuaba sentado y el niño estaba parado en su delante, con su naturaleza típica de su carácter y con voz entrecortada Daniel Nicolás tomó valor y con voz altiva le dijo simplemente que “cuando desperté yo estaba entre los fierros retorcidos del auto, me dolía mucho el cuerpo, vi a mi madre que había puesto su cuerpo sobre mi cuerpo para protegerme del impacto del choque”, el niño de ocho años toma mucho aire para continuar, “no me podía mover… sentía angustia” continuó diciendo “el rostro ensangrentado de mi madre estaba junto al mío”, “podía sentir su corta respiración” luego respiró hondo para seguir con su relato “aun mi madre estaba consciente y alcanzó a decirme con mucha dificultad en susurros” su voz se puso entrecortada saliéndole las lágrimas y balbuceando de cierta forma le dijo al hombre barbudo: “mi madre Justin me decía” “¡mi niño!” “¡mi precioso niño!” “¡ve con tu padre!” “¡ve con él!” “¡dile que siempre lo he amado y lo amaré!” el niño de ocho años ya no pudo más el contener el llanto ante tan fuerte declaración, exclamó tomando fuerzas para decirle a puños cerrados de su manos tambaleantes que “esas fueron las últimas palabras de mi madre antes de morir” “¡vine a decírtelas!” el hombre quiso ponerse en pie para sentidamente abrazarle pero el niño en ese mismo instante empezó a correr perdiéndose su figura entre el palmar, el hombre barbado quedó sentado ante la ausencia del pequeño de ocho años, lloraba desconsoladamente viendo al cielo y bendiciendo al amor de su vida agradeciéndole de corazón por haber cuidado la vida del fruto de su amor.
FIN DEL DUCENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO EPISODIO
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