METAMORFOSIS 29
Descubrimiento casual.
Las ruedas de la bicicleta Philips de la época marcaban el sendero sobre el suelo de la estancia, el brillo de su metal era avivado por los rayos de sol de aquella calurosa mañana, los pies de la pequeña Justin de siete años empujaban armónicamente los pedales detrás iba montado Luis en su bicicleta Wanderer animándola a seguir, ambas bicicletas fueron compradas en la ciudad por el doctor Pérez a su hijastro y a su hijita que lo visitaba únicamente los periodos de vacaciones escolares, su tía la cuidaba mucho en la capital donde la niña estudiaba desde que el doctor tuvo relaciones con Andreina, Justin llegaba con su tía a la casa de su padre en la ciudad y de ahí pasaban los días de vacaciones en su mayoría en la estancia de campo, la niña pasaba alegre en contraste con la relación fría que tenía su tía con su madrastra Andreina, su padre se maravillaba viendo crecer a su hijita, era su orgullo, se parecía muchísimo a él, junto a ellos iba Nicolás en una bicicleta muy antigua de su padre por eso pasaba en constante reparación, le habían prometido para el próximo año comprarle una nueva si mejoraba las calificaciones, los pequeños seguían su recorrido con Luis a la estancia, Justin ya un poco cansada desistió de seguir manejando entrando a la casa a tomar agua, mientras tanto Nicolás pujaba en su intento por ascender ya se enojaba cuando se salía la cadena del pedal, Luis retrocedía para ayudarle, vio que necesitaba de unos ajustes y fueron al cuartucho de herramientas ubicado en un extremo alejado de la casa junto a una bodega grande donde se había improvisado el garaje, Luis se percató de la soledad del lugar viendo a todos lados caminado por los alrededores en forma sospechosa, se sintió seguro de la soledad del lugar, todo esto lo hacía porque desde hace rato su pene estaba erecto y deseaba cogerlo al pequeño Nicolás, ya al sentirse seguro entró en el cuarto asegurando la puerta por dentro con picaporte, vio a Nicolás acuclillado a su bicicleta, Luis se acercó por detrás sujetándole suavemente la cabeza restregándose el pene vestido por la parte posterior de la cabeza del pequeño que se dejaba delicadamente sin perder de reír disimuladamente, Luis deslizó sus manos por la espalda del pequeño que llevaba puesto un tirante agarrado a su pantalón corto, metió la mano por dentro de la camisa manoseando la espalda bajando por el coxis hasta llegar a la separación de las nalgas donde frotaba el dedo medio, metió hasta donde más pudo el dedo en el ano y lo sacó para llevárselo a la nariz y olerlo, Nicolás volteó su cuerpo para ver a Luis oliéndose el dedo, se bajó la cremallera mostrándole a Nicolás el pene erecto salido del calzoncillo, lo arrimó al pequeño sobre el banco arqueando su cuerpito, Luis le deslizó la cremallera sacándole el penecito oliéndoselo y mamándoselo, luego unieron los penes frotándose mutuamente, Nicolás desde su posición lo abrazaba y le empujaba las caderas para que lo cogiera, ambas bocas y narices chocaban su aliento y respiración y se daban picos de besos, escucharon pisadas y rápido se separaron yéndose a los rincones oscuros arreglándose la ropa, segundos después, Luis instintivamente miró por el tragaluz por si alguien rondaba y no vio a nadie, se extrañó entonces por el sonido escuchado, quizá pudo haber sido algún animal de paso, abrieron la puerta lentamente saliendo al disimulo con las bicicletas ya reparadas, lo que los chicos no sabían que las pisadas se dieron en efecto y que eran de Justin que descubrió casualmente la escena sexual de ambos, la niñita sin pelos en la lengua fue con la noticia donde su tía quien al recibirla hizo una mueca de alegría irónica prohibiéndole que comente con algún adulto lo que había visto, que lo guarde en secreto, que eso que vio era su secreto con ella, ni su padre tendría por qué saberlo, la obediente Justin asentía viendo fijamente el rostro autoritario de su tía, de esa manera, la hermana del doctor Pérez ya tenía un arma con qué bajar los desplantes de su cuñada Andreina, pues través de los relatos de su sobrina ya conocía la debilidad de Luis, sin embargo todo se mantuvo en calma por esos días, los niños seguían jugando con las bicicletas, inclusive llegaban a la estancia de Carlos Felipe del Olmo quien se recuperaba de sus dolencias asilado lejos en la capital, Luis hizo subir en su bicicleta al pequeño Arnulfo y a su hermanita Agripina, los hacía pasear bajo la atenta mirada de Gumersindo el leal peón de Carlos Felipe Del Olmo, que estaba lleno de atenciones para con Luis, desde hace mucho tiempo que Luis tenía una amistad muy bien llevadera con el pequeño Arnulfo que ya se dejaba sobar las piernas por las manos de Luis e inclusive al disimulo estando a solas Luis le manoseaba el pene vestido al pequeño que se dejaba nomás, habían ocasiones en que Luis se alejaba mucho por el camino de la estancia llevando al pequeño Arnulfo monte adentro, arrimaba la bicicleta a un árbol y se acostaban a descansar, Luis miraba con detenimiento al pequeño, alzaba su pierna cayendo sobre la cadera de Arnulfo, era así que comenzaba su intención de cogerlo rozándole su pierna por los muslos del pequeño, Luis se apegaba más, Arnulfo miraba aquel roce en sus piernas, dejaba que Luis se acueste sobre su cuerpo haciéndole pujar con el movimiento de caderas uniendo las caras, así era el movimiento por segundos, luego Luis se bajaba el pantalón corto y el calzoncillo de mangas que usaba, Arnulfo lo miraba con paciencia y sonreía, Luis le ayudaba a bajarse la ropa, se miraban los penes, los manoseaban hasta ponerlos erectos, Luis se acostaba en el suelo primero boca arriba manoseándose el pene, le hacía señas con las manos al pequeño Arnulfo para que se acueste sobre su cuerpo, el pequeño gustoso lo hacía sin perder el tiempo, frotaban sus penes, las caderas se movían a todos lados, las manos de Luis sujetándolas seguidos de manoseos a los muslos, Luis olía el sudor del pequeño, le gustaba la forma de su piel suave y aquellas gruesas manos que tenía Arnulfo, acariciaba las mejillas, Luis cerraba los ojos sintiendo interiormente el movimiento del pene de Arnulfo de casi seis años que le hacía a su pene de casi trece años, Luis lo hizo detener lo bajó de su cuerpo poniéndolo boca abajo, para Luis era una delicia el roce de su pene entre las nalgas del pequeño, intentaba perforarle el ano en cada encuentro sexual en el monte pero el niño sentía molestia y ganas de no dejarse seguir cogiendo, Luis accedía a limitarse el roce de la piel de su pene blanco en aquella piel de nalga mestiza, así lo tenía sometido por unos cuantos minutos y luego le venía ese escalofrío a su cabeza con hormigueo a su columna vertebral quedando Luis quietecito encima del cuerpito de Arnulfo que pujaba al sentir el peso de Luis suplicándole que se quitara, Luis le hacía caso luego de ver salir de su glande aquel liquido transparente baboso, Arnulfo sentía en su piel el recorrer de ls dedos de Luis sacándole el semen impregnado en la piel, se vestían viéndose los penes, Luis montado en la bicicleta le hacía gestos al pequeño para que se monte y seguir el camino, le estaba haciendo sentir su metamorfosis.
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El cara cortada refunfuñaba por los sonidos del ro de su esposa al pequeño, apretó las manos gritándole que se callara, ante el ruido el niño lloraba, ella lo recriminaba a su esposo, el hombre enojado salió golpeando la puerta, ella renovó el cariño materno con aquella criaturita tan linda de piel blanca rubito hermoso, lo había aceptado quedarse con él sin hacerle preguntas a su esposo de la procedencia del niño, del por qué había llegado a sus brazos, a fin de cuentas ella quería quedarse con el niño, esa noche tocaron a su puerta, por la ventana de entablado vio la presencia de dos hombres, que llevaban en hombros a su esposo, pensó que estaba borracho pero la sangre manada por el pecho la alarmó, el cara cortada había sido víctima de una redada hecha por Sandra, había sido traicionado, eso balbuceaba al ser acostado en la cama, sus amigos lo habían encontrado delirando, la esposa vio otro orificio de bala en la rodilla, era el tipo de herida más grave, otro por la pelvis, esas noches las pasaron el vigilia, ya que personas de otro lugar merodeaban el sector, en semanas después de la convalecencia del cara cortada hubo una noche en la que se dieron intercambio de bala al enterarse que el cara cortada seguía vivo, una de aquellas balas impactó muy cerca de la cama donde estaba el niño, el atentado hizo para que en las primeras horas del día siguiente salieran furtivamente del lugar en dirección a los campos montañeses del país de la canela, allí el pequeño sería bautizado en la capillita del pueblo junto con otros niños muy humildes de esa población rural, el padre le confirió su propio nombre, el de Pedro Artemio, los apellidos, Zapata Enríquez del cara cortada y de su esposa, fue en una soleada tarde de octubre de 1936.
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Lejos de ahí a cierta distancia el llanto de Noelia unidas las manos como todos los días oraba por la suerte y la salud de su hijo desaparecido con la esperanza de pronto volver a verlo, junto a ella la presencia sonriente de su hijo Gustavito, para ella su hijito era un bálsamo de tranquilidad en su turbulenta vida que llevaba con el energúmeno de Gustavo su esposo a más de las indiferencias que le hacían sus hijas, Noelia vivía humilde con la tacha del pecado de haberse entregado a otro hombre, aquel hombre llamado Carlos Felipe del Olmo que era el amor de su vida y que pese a todo seguía amando, tenía como calvario los malos tratos de su esposo borracho, sólo el pequeño Gustavito la protegía poniéndose delante del hombre protegiéndola, el pequeño recibía bofetadas por su audacia pero aun así desde el suelo se levantaba empujándolo para que dejara de abofetear a su madre, las niñas indiferentes veían la escena.
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Una cortina se abría, el pequeño Serafín observaba maravillado desde la altura del edificio donde vivía el tránsito y a las personas caminar como hormiguitas, Sandra lo acariciaba con dicha de haber logrado separar a Noelia de su hijo y de Carlos Felipe, se complacía con que fuera solo suyo, en cierto modo pensaba en la suerte de su cómplice el cara cortada, el muy ruin había salido bien librado en el intento de asesinato, supo tiempo después de su paradero, estuvo a punto de dar telefónicamente la orden de su muerte pero desistió, ella supo que el cara cortada era un inválido y decidió dejarlo vivir con esa incapacidad que sería el mejor castigo, sus pensamientos fueron interrumpidos por la presencia de Carlos que la llevaba a comer junto con el protegido Serafín, su hermano Hermógenes estaba dedicado al estudio quería ser a futuro un buen médico, se encerraba en su cuarto a estudiar, Carlos estaba feliz por el buen comportamiento de sus dos protegidos, Serafín había crecido mucho, Sandra gran fisonomista veía en el pequeño un aire de parecido con Carlos Felipe del Olmo pero hacia sus adentros decía que va, imposible, ese niño tiene rasgos de origen campesino, el caminar y la sonrisa son coincidencias, aquella noche fue de gran diversión citadina.
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Aquella soleada tarde Luis fue en bicicleta junto a Nicolás de visita donde sus primas y abuelos pasando toda la mañana, luego al regreso a Luis se le ocurrió adentrarse por el lugar donde lo cogía siempre a Arnulfo, su amiguito Nicolás lo siguió muy detrás y ya llegando al lugar vio la bicicleta de Luis arrimada a un árbol, en otro estaba Luis orinando con su ropa a los talones en el suelo, Nicolás observaba la nalga de piel blanca de Luis, las caderas las movía para los lados, de reojo Luis notaba que Nicolás lo estaba observando, sabía que lo había seguido, pensaba que Nicolás había diluido sus recelos tras la última cogida que le dio en la loma muy cercana donde ahora estaban, Luis se dio la vuelta mostrándose con su pene erecto agitando a los costados lleno de alegría, el glande estaba bien descubierto rosado de tanto manoseo, alzó sus pies para quitarse la ropa y quedarse completamente desnudo, así, con su pene agitado se iba a cercando a donde se encontraba el pequeño Nicolás, lentamente vio que Luis se le acercaba tomándole de las caderas para frotar el pene sobre el pantalón corto caqui que llevaba puesto sujeto por tirantes oliva, Nicolás le bajó la cremallera, ambos vieron salir el penecito de Nicolás por el calzoncillo, el glande de Luis rozaba el pene de Nicolás, Luis se agachó para olerlo y lamerlo, se detuvo levantándose y abrazándolo le decía para jugar al papá y a la mamá como aquella vez, Nicolás cabizbajo asentía con recelo ante la pregunta si se dejaba hacerlo, así que Luis empezó agitando las caderas, al momento que los penes se rozaban, Luis de a poco iba quitándole la ropa a Nicolás que se dejaba ayudar, sin esperar mucho Luis lo acostó al niño desnudo boca abajo sobre el piso, escupía saliva en las nalgas abiertas de Nicolás llegando al ano, el pene de casi trece años lo metió entre las nalgas empujándolo suavemente, ese ano de Nicolás ya había recibido sólo roces del pene grueso de Melesio de diecisiete años, pese a ser pequeño el pene de Luis ya tiempo atrás se lo había metido haciéndole sacar un hilillo de sangre, Nicolás gemía pujando en cada intento de penetración, Luis le gustaba el ano de Nicolás, e decía que estaba bien, que se quede quietecito, cerraba los ojos para sentirlo plenamente dejando metido el pene en la entrada del ano del pequeño Nicolás , cuando lo sacaba notaba la saliva lubricante y brillosa en el tronco del pene, las manos de Nicolás se aferraban en puño sobre el suelo, la cara del pequeño se ponía roja del puje, el mentón de Luis descansaba sobre el pelo de Nicolás, todo era delicia para Luis en ese momento, el roce del glande en el ano le estimulaba a seguir cogiéndolo con movimientos rápidos, Luis sintió un gusto por lo que hacía reflejándose en el hormigueo de su espalda y cerebro que le latía en las sienes, la presión arterial aumentó, sus ojos se abrieron más del deseo, su pene latía, latía y latía en cada embestida suave y acelerada que daba, cerró los ojos, le vino un no sé qué de estimulación al cuerpo, la próstata se dilató llegando a latir el ano de Luis, todo era único e insuperable, el pene le seguía latiendo cada vez más, le vino un gusto extremo y una sensación que otra vez sentía de botar algo así como un líquido blanco de su glande, de inmediato sacó el pene del ano de Nicolás, se sentó en el piso para contemplar un líquido salido del glande, era su primer semen ya bien definido, el ano de Nicolás había logrado que el pene de Luis eyaculara por primera vez un semen de verdad, Luis se quedó por largo rato contemplando su pene y el líquido seminal mojando sus pocos pelos en la pelvis, a diferencia de Nicolás que se sentó a orinar con su penecito lampiño mirando cómo Luis agitaba su pene limpiándoselo, el cuerpo de Luis era otro, las sienes latían igual que las venas de su pene, miraba, respiraba y sentía diferente, aquel pequeño lo había estimulado a ser un púber de Luis, sus orejas calientes, su pecho ensanchado de tanta respiración, los labios mojados del deseo saliéndole saliva, su pene poco velludo, todo ello síntoma de su pubertad, ya su voz se escuchaba diferente aunque no tan varonil, se consolidaba su metamorfosis, Luis y Nicolás emprendieron el regreso a casa, solo que Luis no se percataba que desde lejos un hombre escondido entre los matorrales lo había presenciado todo lleno de lágrimas y rabia, de desesperación e impotencia hacía puños sus manos.
FIN DEL VIGÉSIMO NOVENO
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