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Gays

METAMORFOSIS 32

Humilde nostalgia.
La noche estrellada cubría a la estancia y su territorio, estaba fresca, a la rigurosa luz de candiles el doctor Luis Daniel Pérez cenaba en compañía de su hermana Amalia, su hija Justin y su actual esposa Andreina que era la madrastra de la pequeña, los acompañaba su hijastro Luis, hijo de Andreina, la cena se caldeó cuando Amalia hizo un gesto burlesco refiriéndose a los movimientos amanerados de Luis al comer, ya antes Andreina sufría de las antipatías de su cuñada haciendo comentarios mordaces de la forma de ser de Luis, insinuando la posible homosexualidad del chico, Andreina al principio no daba cuenta pero en estos últimos meses el comportamiento de Luis era vistosamente amanerado, como madre, para Andreina era duro tomar el tema, vivía en una época machista, de solo pensar en que su hijo tuviera desviación sexual sería horroroso, pero ante tanta insinuación de su cuñada sufría en silencio, aquella noche Andreina pasó en vela, fue al cuarto de su hijo Luis que estaba profundamente dormido vestido en pijama, la noche clara permitió que lo viera con la ternura de siempre, le acarició el pelo con dulzura de madre, la yema de sus dedos rozaban las mejillas y las cejas tan bien formadas que tenía el chico, jaló una silla sentándose al costado de la cama vigilante del sueño de su hijo, no dejaba de observarlo con cariño de madre, lo tomó de las manos con respiración grande, el ruido de grillos y ranas hacían acogedor el ambiente, Andreina se relajaba, pensaba que tal vez Luis heredó su carácter débil, con mueca de ironía, su mirada estaba en el infinito, recordó que su debilidad emocional cambió en aquel día, Andreina cerró sus ojos claros dejándose llevar por la nostalgia de aquellos días, de aquellos momentos, de aquel lugar del campo en el que jugaba y cabalgaba en compañía de su hermana Noelia y su primo René, pero aquella vez decidió sola montar a caballo fue a la caballeriza y se encontró con aquel fornido hombre maduro recién llegado a trabajar en la propiedad del padre de Andreina, intercambiaron sonrisas y se presentaron, desde el primer momento la muchacha amita patrona le simpatizó al peón, serían muchas las veces de encuentro, la química entre ambos se incrementaba respetuosamente, la prudencia primaba entre ambos, ella se dejaba llevar por la sutil manera de cómo la apeaba en el corcel, le atraía el roce de aquellas manos por sus caderas femeninas bien contorneadas, los meses pasaban y la atracción se hizo mayor aquella lluviosa tarde en la que Andreina presurosa llegó a la caballeriza toda ella mojada, al bajarse se resbala siendo agarrada por la musculatura de aquel peón fornido, ambas caras unidas de las mejillas, se vieron de frente, tan cerca su aliento, tan tiernas miradas, el agua escurría por sus rostros, se sentía la respiración mutua, las miradas, sí, las miradas perpetuas, en armonía con el parpadear, tanto así, tanto así, que, el beso, vino por añadidura y por necesidad de sentirse y conocerse, fueron tiernos besos prolongados llenos de amor y ternura sincera, ella aún inexperta y muy tímida, él, su maestro, con el tiempo ella desde su ventana veía a lo lejos a su reciente amor trabajando en las cercas de la estancia, ella con disimulo lo miraba montar, hubo la oportunidad en la que ella lo espiaba bañarse en el río sin que él se diera cuenta, se escondió para verle mejor, le atraía observar aquel bulto de pene que se hacía en los ajustados calzoncillos del peón, la timidez dominaba la curiosidad de Andreina que le hacía abandonar aquel lugar, pero que a veces retornaba con frecuencia, a veces ella se dejaba ayudar a montar por aquel peón, el roce del bulto masculino en sus nalgas femeninas le daba una sensación grata que estaba descubriendo placer, ella se estaba animando cada día más con la relación pero el hombre era prudente, no tan animado, seguramente los complejos de las clases sociales hacían de brecha entre el peón y la chica, quizá la edad, aun así, ella se había enamorado de aquel hombre fornido, lo pensaba mucho en la cama, se pasaba el dedo en la vagina, cerraba los ojos y suspiraba pensando en ese pene, sí, lo deseaba y tanto así que de solo pensarlo tragaba saliva prolongadamente, sentía acelerada su respiración y de sus labios salía el nombre de ese peón fornido, ese macho al que deseaba ya con locura, por aquel tiempo llegó la visita de los padres de Guillermo a casa de Rodolfo Buonanote, padre de Andreina, al joven Guillermo Izaguirre le atrajo mucho Andreina, expresó su interés, ella tímidamente aceptaba su amistad pero solo por estricta insinuación de su padre viendo intereses económicos, el joven Guillermo denotaba timidez pero disimuladamente tenía amoríos con otras chicas, la relación de Guillermo y Andreina se solidificaba, ella obligada atendía a Guillermo sin entusiasmo, pero en realidad ella amaba a su peón, compartía sus citas sociales con amigos de la ciudad donde estudiaba, tiempo después Andreina supo que el peón estaba haciendo una cabaña lejos de la estancia, es que con el tiempo aquel peón trabajador había ahorrado y ese era fruto de su perseverancia, para Andreina todo se vino al suelo cuando aquella mañana del domingo luego de venir de la ciudad fue montada a caballo a la cabaña con la intención de abrazar a su peón amado, la escena que vio derrumbó sus intenciones, aquel peón estaba sentado junto a su mujer, en una de sus rodillas tenía con mimos a su niño más pequeño, el otro nene abrazándole el cuello, la otra niña jugando con palitos en el suelo, la sorpresa del hombre fue mayúscula viendo la mirada inquisidora de Andreina, ella se repuso, no dio a notar más, pidió con indiferencia y altivez que por favor se le regale agua a ella y al caballo, el niño mayor muy solicito le dio agua, la bebió montada en el caballo, ella miraba al pequeño de piel morena clara como su padre que le daba agua al corcel, el pequeño tenía la sonrisa de su padre, aquella sonrisa de la cual se había enamorado meses atrás, los otros niños tenían la piel más clara, en contraste con la de la mujer que estaba junto al peón que era trigueña, Andreina agradeció dando vuelta, a los pocos metros sintiéndose sola, todo fue llanto y dolor, en adelante en el tiempo ella era fría con él, lo miraba con desprecio, a fin de cuentas le quedaba Guillermo con quien desfogó la decepción amorosa y también con su amigo compañero estudiante de la ciudad, Andreina no les quería, cuando caminaba por los jardines de la estancia con su ya novio Guillermo, ella notaba de lejos la cara celosa y frustrada del peón, todo iba normal en la relación hasta que ella sufriría una segunda decepción amorosa pues a unos meses de su boda, en visita a la ciudad sorprendió a su novio Guillermo Izaguirre en la cama de su cuarto con su ex novia, La timidez de Andreina se transformó con el pasar del tiempo en un carácter rígido algo prepotente, era el segundo quien le fallaba, sin embargo continuó con la relación, en eso tuvo que ver los ruegos de su novio y en especial de sus padres: Micaela y Rodolfo Buonanote junto con los consejos de su hermana Noelia, el peón se enteró de su frustración y quiso consolarla, ella respondía con qué derecho moral aumentando así su rencor, el peón sabía que ella disimulaba su dicha ante los compañeros de estudio que visitaban la estancia, ya que por las mañanas la sorprendía llorando su infelicidad, el peón se había enamorado perdidamente de ella, al enterarse lo de la boda de ella con Guillermo, en un ocaso la contuvo en su camino a la caballeriza, sin decir palabra y de improviso la agarró fuertemente de la cintura, ella forcejeaba queriéndose soltar amenazando con gritar, el peón la lanzó al heno cayendo encima del cuerpo femenino, la colmó de besos, ella al principio forcejeaba pero con el pasar de los segundos se dejaba, en ese momento no había otra cosa que no sean caricias con ojos cerrados, el peón le juró que la amaba, que no soportaría el perderla, ella solo deseaba apartarse pero él deseaba besar, ruidos exteriores los hicieron separarse, pero desde ese entonces forzosamente las citas serian diarias durante esa semana, con frecuencia llenas de caricias y manoseos, así, en aquella tarde recostada en su habitación recordaba las caricias de aquel hombre fornido, tenía los sentimientos encontrados, la angustia se apoderó de ella, de un impulso se vistió yendo a la caballeriza, tomó su caballo, cabalgó como poseída llena de dolor y despecho pues no deseaba casarse, galopó bastante lejos de la estancia, quería estar a solas con sus meditaciones, se sintió segura de su soledad, amarró su caballo en un samán frondoso junto al río, se sentó sobre un tronco a llorar desconsoladamente pensando que faltaba un mes para casarse con un hombre que no amaba por esa traición con su mejor amiga en el cuarto juntos en la cama desnudos como los había sorprendido, los sollozos eran fuertes, se asustó al sentir una mano sobre su hombro, era la mano del peón que la había seguido a prudente distancia, sin esperar a más, se abrazaron fuertemente, las primeras acciones fueron caricias y besos alocados muy apasionados seguidos de un te amo, las pieles aumentaban de temperatura, el rojo de la piel de Andreina denotaba el deseo y la pasión, el peón tenía el deseo fulgurante reflejado en sus ojos, los alientos chocaban, las respiraciones aumentaban, de a poco se desprendían de la ropa, Andreina se olvidó del mundo, quería disfrutar de ese delicioso momento, sin arrepentimiento, rompiendo tabúes y reglas sociales llenas de complejos, estaba frente a su hombre, al que realmente amaba, al verse semidesnuda manoseada por su hombre le vino el deseo sexual recurrente en esos casos, deslizó lo que le quedaba de ropa, el hombre viéndola totalmente desnuda la abrazó, ambos desnudos manoseaban las espaldas, lentamente el cuerpo de Andreina se acostaba en el piso, el hombre acostado sobre el cuerpo femenino la colmaba de besos, lamia y chupaba los pezones transportándola a otro nivel de excitación, gemía de placer, los dedos gruesos frotaban el clítoris arqueándole el cuerpo, la volteó para besarle las nalgas, él sabía hacerlo mientras que ella se dejaba experimentando una nueva dimensión del placer, aumentaba el deseo, le besaba su piel blanca de la espalda, hombros y cuello llegando a golpearle su respiración detrás de las orejas que luego eran lamidas por esa lengua tibia húmeda, el momento de soledad era propicio para seguir, no había limites, había entrega total, la giró boca arriba y la volvió a besar largamente ahora con lengua, ella experimentaba esa delicia de besos que la estimuló a abrazarlo fuertemente de la espalda, el hombre aprovechó del momento para frotar su glande por esos labios vaginales virginales, ella contempló el hecho, se recostó cerrando los ojos, la vagina de Andreina estaba humedecida por la saliva rozada por el glande, ella sintió la penetrada del glande en su vagina, apretó los dientes agarrándole de los brazos, el hombre suavemente hacía ligeros roces a manera disimulada del movimiento de sus caderas en meter y sacar en la entrada de la vagina, la piel estaba muy caliente, la respiración aumentaba ya de solo sentir aquella piel blanca de esa mujer que se estaba ofreciendo a ser suya lo motivó a seguir rozándole el glande entre los labios vaginales, el contacto de los dos genitales húmedos se lubricaba más, se hacía más el deseo de ambos, ella se entregaba por amor y él lo cundía el ánimo de poseerla, de ser su primer hombre, de haber roto ese complejo social, tenía a su merced a la hija del patrón siendo suya sin complejos y con amor, el pene entraba más, ella gemía fuerte, él se detenía, hacía pausa para luego seguir metiéndole el pene suavemente, le dijo que lo estaba haciendo con amor, que se relaje, junto a sus palabras habían besos apasionados a los que ella correspondía junto con jadeos y gemidos, el movimiento del meter y sacar se incrementaba sutilmente hasta que le vino el gustito natural de poseerla, ambas caderas se movían, de pronto por ese gustito el glande rompió el himen de la vagina desvirgándola  instantáneamente, surgió de ella una exclamación con un grito suave abriendo los ojos con sorpresa, el dejó el pene dentro de la vagina abrazándola fuertemente, así estuvieron abrazados acostados en el piso por unos cuantos segundos, Andreina quería llorar, un sentimiento de culpa le vino luego de la sorpresa de sentirse desvirgada, pensó en Guillermo, pero reaccionó al ver que el hombre no la soltaba, su pene latía dentro de la vagina dilatada, siguió con el meter y sacar primero despacio y luego con rapidez, ella soportó el dolor, luego algún destello de placer sintió, la cadera del hombre aumentaba su ritmo de meter y sacar y además sintió su eyaculación dejándole el semen dentro de esa vagina desvirgada, sacó su pene lleno de sangre con semen, la sorpresa de Andreina al verse su vagina desvirgada fue grande cuando quedó sentado su cuerpo desnudo sobre las hojas secas con las piernas abiertas saliéndole sangre con semen, el hombre demostraba su acelerada respiración agitando su pene limpiándolo con el calzoncillo, le limpió la vagina, ella lloró por un instante reconociendo lo que había hecho, él la consoló siempre abrazándola y besándola, acostados se cubrieron con la ropa, al rato ella sintió el deseo de orinar lo hizo con molestia, regresó para sentirse abrazada, miraban sus cuerpos desnudos, los rayos intensos del sol mostraban a la sombra el roce de las piernas y las caricias y besos que seguían, Andreina se sentía segura en esos brazos pero el temor y recordar su boda la angustiaban, pasaron varias horas así acostados muy abrazados él se había quedado dormido mientras que ella despierta miraba con calma la figura de aquel hombre que en ese momento había cambiado su vida, Andreina vio que se venía el ocaso, trató vestirse para irse, el hombre la tomó de la cintura con sutileza acostándola en el piso, quería hacerla suya por segunda vez, ella tenía miedo, la vez anterior le había dolido, se lo dijo, pero él la consoló dándole seguridad acariciándole el cuerpo, lamiéndole los senos, besándola con lengua, segundos después el pene latiendo era ensalivado, el hombre sintió el aumento de temperatura de Andreina, en realidad era una hembra que se convertía en un tierno fuste sexual, metió suavemente el pene, Andreina sintió el leve dolor del meter y sacar pero un gran incremento de placer y deseo le llegó al cerebro recorriendo por su piel erizada dejándose así llevar por las penetradas de ese pene delicioso que estaba siendo sometida por el placer, ella sentía como ese pene hacía estragos en su vagina, los testículos grandes de su amante rozaban las nalgas, ahora duró más tiempo el meter y sacar en su vagina y así al rato sintió el semen del pene de su hombre dejado dentro de su vagina, se limpiaron los genitales, revolcándose desnudos por el piso lleno de hojas secas, abrazados llenos de caricias y besos se vistieron, cada uno tomó su corcel cabalgando lentamente viéndose tímidamente, Andreina sentía molestias en su vagina, se apeó viéndose el calzón manchado de sangre, decidieron caminar junto a los caballos, iban abrazados, en una bifurcación se separaron, la estancia estaba a cuarto de legua del lugar, hubo un gesto de un posible hasta pronto en su despedida con besos apasionados y así sería pues cuatro días seguidos se vieron en ese lugar testigo de su placer sexual, hasta que llegó aquel sábado por la mañana en que fue obligada por sus padres a ir a la ciudad a comprar junto a la madre de su novio Guillermo el ajuar de novia, siempre en su mente estuvo la cara de ese hombre que la había desvirgado y guardaba su secreto, ese realmente era el hombre al que ella le había hecho pensar a su familia como aquel estudiante que supuestamente se entregó en la capital, pero no era así, tapaba su real entrega de amor, se lamentaría su prole al saber que en definitiva  era realmente a su peón amado a quien había entregado su virginidad, al pasar de los días Andreina estuvo a punto de desistir en la idea de su matrimonio, su conciencia de mujer desvirgada de la época lo demandaba, pero fue obligada por sus padres a casarse con Guillermo aún sin saber ellos que ya era una mujer desvirgada, ella comprendió que seguir con el peón era imposible pues él tenía familia, no aceptó la propuesta que él le hizo de fugarse, dejarlo todo para comenzar de nuevo en una vida humilde, Andreina lo pensó y prevaleció su tímida debilidad e interés social, decidió mejor casarse con Guillermo Izaguirre dejando roto el corazón de su verdadero amor, tiempo después ya casada ella fue sorprendida a solas por el peón que insinuó en poseerla, ella al principio se dejó desvestir y permitió que le penetre el pene en su vagina, pero al rato con angustia le dijo que estaba embaraza de Guillermo, la brecha entre ambos amantes se abriría más aún con el nacimiento de Luis, ahora la veía tan lejana pero dentro de sí la sentía tan cerca. Los ojos llenos de lágrimas de Andreina a vísperas del alumbramiento estaban acompañados de angustia, llegó el momento de los llantos del recién nacido que eran muy fuertes, había nacido el primogénito, piel blanca, cabello claro, Andreina se complació al verlo, a simple vista parecía ser hijo normal de ambos esposos, ni rastros se podría ver de aquel hombre amado en el cuerpo del pequeño, solo que con el tiempo un pequeño detalle físico en el cuerpo del pequeño se hacía común y que sólo ella íntimamente lo sabía, eso demostraba que era hijo de aquel hombre amado y no de Guillermo, Andreina había tenido un recuerdo de aquel amor en el monte, el tiempo transcurrió, Guillermo era indiferente de cariño con el pequeño Luis, René el primo de Andreina se encargó de darle cariño al pequeño, pero a su conveniencia, aquel peón desde lejos observaba a su amada Andreina y al pequeño, instintivamente trató de acercarse a ellos pero Andreina prepotente lo alejaba, a veces el hombre aprovechaba de estar con el pequeño Luisito al cuidado de la nana Dulce para acariciarle, él sabía que por cuentas de meses de alumbramiento ese pequeño era su hijo, lo sentía así, no cabría dudas al respecto, pese a ser el pequeño físicamente diferente a él, en una ocasión Andreina lo vio al hombre que abrazaba y mimaba al pequeño con caricias, quiso intervenir pero prefirió dejar que el hombre viviera el momento, Andreina nunca le dijo que era su hijo pero intuía que el hombre pensaba que lo era, Guillermo ansiaba otro hijo que le diera Andreina, así fue que a los 2 años nacería su segundo hijo Maximiliano Izaguirre, el verdadero hijo de Guillermo pero moriría por efecto de la fiebre amarilla, d pronto, los ojos de Andreina se abrieron con sobresalto producto de los cánticos de los gallos, se percató que su hijo estaba despierto, de un impulso se abrazaron, Andreina lo acariciaba tiernamente a su único hijo, repitiéndole la palabra perdóname, perdóname, el chico no entendía, sólo se limitaba limpiarle las lágrimas de las mejillas, abrazándola y a decirle que la quería mucho, no era momento de hablar sino de dormir.

*******

Al llegar a su casa, abrió la puerta de la entrada y cogió un ramillete de llaves, te voy a llevar al trastero de arriba, le dijo a su amiguito nieto de doña Matilde y así subieron unas escaleras viejas de madera de la casa humilde del muchacho, abrió la puerta, y, había algo de luz y estando dentro moviendo unos trastos, ya cerró la puerta, Nicolás se asustó en principio, era normal, estaba allí por vez primera, al notarle con recelo el muchacho le dijo que estuviera tranquilo, lo hizo sentar al pequeño Nicolás en un sofá descolorido cuyo polvo fue soplado por los labios del muchacho, así en delante de Nicolás el muchacho  se sacó el pene, le preguntó si le gustaba lo que estaba viendo, Nicolás tímidamente no sabía ni qué contestar pero se notaba que había tenido una gran curiosidad cuando el muchacho se lo estaba sacando para mostrarse, , de inmediato en aquel momento solo se le pasó por la cabeza cogerla, sí, para él era gruesa, con un glande adecuado a su edad, lentamente acercó sus labios al glande y empezó a lamerle el pene, le encantó, sabía raro pero no feo, le acariciaba el glande con las yemas de sus deditos, le besaba la punta del glande, le lamia sutilmente, tenía el pene gordito y tieso, así lo sentía al contacto de sus manitos sobre ese tronco y glande del muchacho, la expresión en el rostro de Nicolás daba a entender que se olvidaba en parte de su recelo, abrió instintivamente la boquita pues deseaba sentir ese pene que quería entrar rozando en su boca y dejó que lo hiciera, al poco instante el muchacho le hacía sexo oral, luego empezó a tocar el traserito y a escupirlo, un dedo empezó a dilatarle, en principio no fue de lo más agradable para Nicolás pero el muchacho le decía lo mucho que le gustaba y que recibiría una recompensa, se sentó en el sofá le subió a horcajadas encima suyo, le clavo la punta y empezó a menearse, le dolía, le ardía pero estaba en otro mundo, Nicolás empalmado como nunca sentía como empezaba a entrar, sudaban, le chupaba los pezones el cuello, lamía su boca, el muchacho en trance disfrutaba de verlo como le poseía, no la metió toda pero estuvo algunos minutos dándole bien con el pene en el traserito de Nicolás, entonces en un momento la sacó de dentro de él, se sorprendió de sentir su pene más adentro de lo que lo normalmente lo cogía, le puso de rodillas delante de su pene, gordo y lo acercó a su boca, le dijo que recibiera su regalo, soltó un chorro de semen directo a su boca, Nicolás no sabía ni qué hacer, así que tragaba pero salía más directo a su garganta, lo sentía que estaba caliente y rico, le ayudó a vestir, le hizo prometer que sería su secreto como siempre, bajaron a su casa y le dejo pasar al baño, se sentía algo anormal, pero la verdad es que también fue genial eso para la conciencia infantil Nicolás, rato después estando en la acera solo jugando los dos vieron a doña Matilde que le decía al muchacho que le encargaba el cuarto y que si deseaba ganar dinero le ayude a Nicolás a lavar los platos, el muchacho muy contento asintió, fueron a lavar, el muchacho estaba caliente, lo llevó a un sofá y le quitó la ropa, estaban en su apogeo, así que el muchacho se escupía el pene, le dedicaba bien las caricias en las nalgas y le con saliva le metía el pene muy despacio en ese traserito infantil, le encantaba cogérselo en esa postura aún el chiquito era bajito, flaquito pero con un traserito voluminoso que era la delicia de todo su mirar, así lo veía doblado en la sillita, con el traserito de la separación de los glúteos apareciéndole por el amplio pliegue, el muchacho se acercaba por atrás y le daba penetración así encorvado hasta que el chiquito chillaba que acabara porque le estaba rompiendo el traserito, para el muchacho no había mejor cosa que escuchar a Nicolás gritándole por favor que parara porque le dolía, apenas se levantaba apartándose un poco ya estaba de nuevo metiéndole el pene y le dejaba bien abierto el trasero ahora que estaba así en posición adecuada, para que luego no tuviera que perder tiempo en abrirle el ano, lo daba vuelta, lo apoyaba contra la pared y se lo cogía bien cogido, le tenía prohibido que se limpiara el semen dejado en su traserito, al muchacho le encantaba verlo con las piernas llenas de su semen, Nicolás olía a semen siempre, al muchacho  le gustaba llenarle de semen en la entrada del ano y después ver cómo le salía por los costados de los glúteos cuando le hacía dar de sentones sobre el pene duro, así le hacía pujar y gemir, además que lo encorvaba hacia su delante en donde aprovechaba y le chupaba el agujero hasta que Nicolás gemía lo suficiente para luego entonces el niño tenía que aguantar los roces de lengua y por parte del muchacho chuparle rápido ese precioso traserito, después se veía a Nicolás mamando fuerte para sentir luego todo el semen en su rostro, prodigándole una sonrisa muy tímida a su amigo, posteriormente se notaba el escurrir del líquido seminal en la mejilla del nene, con caricias el muchacho le limpiaba, lo vestía y salían ya como si nada vestidos de aquel lugar a ver por si acaso alguien estaba por los alrededores, ellos dos jugaban en la calle con el balón desinflado que había sido motivo de ir al trastero, se sentaron de tanto jugar en la acera, luego Nicolás empezó a  apegarse al muchacho y a estar queriendo besarle con insinuación, el muchacho ya sentía a disimulo y quería seguir con ese juego, le dijo al oído que deseaba hacer el otro jueguito, allá, indicándole el lugar donde antes estaban, en el trastero, pues allí no podía haber alguien cerca verles que estaban encerrados por mucho tiempo y así ya no estarían creando sospechas, siendo así el nene no pudo evitar esas acciones del muchacho que le diera un beso en la mejilla que en realidad eran sorpresivos, y eso les hacía reír, ya entrando en esa habitación se daban de besos apasionados como pareja adulta, su metamorfosis se daba en apogeo, se adentraron más al rincón del cuarto,  donde les tapaba mucho más las cortinas, el muchacho acepta sus besos, ahora lentamente Nicolás recostado en piso y él encima del nene,  besándose, él ya no era novato en esto, besaba súper bien, metía su lengua y la juntaba con la suya intercambiando saliva, algo que le encantaba, al besar a Nicolás, lo era el pasar su lengua en la parte faltante de sus dos dientes frontales, eso siempre le calentaba al muchacho, le encantaba chupar esas dos encillas sin dientes, se daban tanto beso y beso que ya su pene se había puesto duro, ya sabía que si era buena idea hacerlo ahí,  la calentura ya le había dominado y quería intentarlo de nuevo, le pregunta al nene que si quería meterle el pene y él al principio lo sonríe, después de unos instantes ya aceptaba asintiendo la carita, de esa manera que el muchacho se dio la vuelta, él estaba ya acostado en el piso de esa habitación, las manitos de Nicolás ya bajaban su pantalón corto y luego su calzoncillo, el muchacho vio ese pene descubierto y de inmediato fue a lamerle y mamarle, ya ensalivado el muchacho se quita la ropa y se acuesta en el piso, y ahí estaba mostrándose ante Nicolás ese trasero juvenil redondo y ya no virgen, si algo le gustó al nene fue que vio ese anito que estaba rojizo, el pequeño Nicolás empezó a chuparlo, mientras que el muchacho contenía la risa, al parecer le producía cosquillas esos labios infantiles, se notaba que a Nicolás le encantaba meterle la lengua, y es que se sentía tan bien, le dijo al nene que se apure en metérsela pues no tenían tanto tiempo, ensaliva su pene y lo coloca en la entrada del ano y así emplearon los roces de “penetradas” de ese penecito en el trasero del muchacho, gemían levemente, Nicolás estaba muy animado haciendo eso, lo hicieron tanto que ya al momento se detuvieron, luego el muchacho recostó a Nicolás, al momento el nene estaba de cara al piso, encima estaba el cuerpo desnudo del muchacho, le dice que esto podía doler un poco así que intentará aguantarse, porque estaba caliente, Nicolás mordió su calzoncillo mientras el muchacho empezaba a meter lentamente, se podía escuchar pequeños quejidos que daba Nicolás con ciertos pujes que eran tapados en parte por el calzoncillo en su boca, cuando al fin ya estaba completamente dentro, el muchacho sentía aquel calor tan exquisito, se sentía tan bien dentro del niño, así el muchacho empezó otra vez a dar embestidas  rápidas por el temor de que alguien golpease esa puerta de la habitación donde estaban, tomando de la espalda a Nicolás lo hacía para impulsarse y meterle mejor, Nicolás chillaba de dolor, le decía que le dolía, a tal punto que empezó a soltar lágrimas, el muchacho desaforada continuaba metiendo y sacando, para el muchacho era la mejor sensación del mundo, al mismo tiempo era difícil seguir ya más adentro de ese traserito, pues Nicolás ya apretaba y dejaba poco espacio para sacarla, estaba incómodo en esa postura, así que en un impulso lo acostó de espaldas, ante esa reacción el nene simplemente se dejó poner los pies a hombros dl muchacho que abriéndole las piernas vio ese traserito ensalivado, le puso más saliva, y tembloroso sostuvo esas piernitas infantiles sobre sus hombros, se inclinó para meterle el pene, así Nicolás sentía que le entraba más, abría la boca, ya no tenía el calzoncillo en la boca, estaba en el suelo, aun así gemía fuerte, ya al muchacho no le importaba que chille, estaba empedernido en su acto sexual de movimiento de caderas y en meter y sacar el pene en ese traserito de Nicolás, tanto así que después de una buena dosis de meterla y sacarla llega a su máximo punto de éxtasis y se corre de semen dentro de las entrañas de Nicolás, ya cansado se deje caer en el piso, quedando como perros, pegado a Nicolás, el pene seguía dentro de él, le preguntaba a Nicolás que si se había sentido rico haberlo ensartado con su pene, el nene no contestaba aun pues le salían lágrimas de los ojos, después de esperar unos instantes saca con cuidado el pene del traserito del pequeño Nicolás, lo que costó la molestia en el niño pues el apretaba la entrada ya no virgen, el muchacho habían completado el desvirgue, hilillos de sangre le salían, cuando el muchacho vio que le sacaba el pene lentamente del traserito ya estaba cubierto de semen y excremento que le desbordaba semen en la piel blanca de ese niño de buen linaje, le dio asco pero después le empezó a reírle, pues era su primera vez de esa manera que se lo hacía el jueguito y ya trataba que lo entendiese como que era muy normal, buscaron una forma de limpiarse y luego salieron a seguir jugando con el balón, notando que el short de Nicolás estaba mojado, suponía que su culo no dejaba de desbordar semen pese a haber sido limpiado con delicadeza,  ese calzoncillo fue lavado en prudencia como la que le había pedido al niño que mantuviera en secreto esos jueguitos ricos y maravillosos.

FIN DEL TRIGÉSIMO SEGUNDO EPISODIO

1750 Lecturas/27 noviembre, 2021/0 Comentarios/por Betelgeuse
Etiquetas: amigos, hermana, maduro, mayor, sexo
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