METAMORFOSIS 33
Atracciones infantiles.
Aquella mañana por el patio de la estancia se escuchaba botar una pelota con fuerza en la pared, algunos niños jugaban con la pelota, la pequeña Justin, hija de doctor Luis Daniel Pérez, caminaba de brazo de su muñeca con otras amiguitas, repentinamente Bonifacio de diez años perdió estabilidad en la carrera hacia el balón empujando a la pequeña con otra niña cayendo los tres al piso de arcilla, el chico asustado pidió disculpas limpiando a la pequeña asustada, no se había percatado que era la hija del patrón de su padre vaquero, los otros niños se reían por la astucia de torpeza disimulada característica de muchacho bromista, Justin con el pasar del tiempo le tomó simpatía ya que en cada encuentro por la estancia el chico le regalaba cualquier cosa tratando de ser amigo, su amistad crecía con las travesuras que hacían en la cocina, esto sucedía cuando Justin se libraba del cuidado rígido de su tía, ambos niños tenían afecto y confianza, se sumaban a los juegos varios niños hijos de vaqueros o campesinos, en cierta ocasión únicamente Justin y Bonifacio estaban jugando por el establo, Bonifacio hizo un gesto para esconderse, vieron pasar a una pareja montada a caballo, furtivamente vieron a la pareja amarrar el caballo adentrándose en el granero que era un lugar semi oscuro, Bonifacio fue el primero en salir del escondite acercándose con sigilo al granero, una tabla estaba suelta haciéndola a un lado poniéndose arrodillado para atisbar desde allí a la pareja, le hizo gestos a Justin para que saliera de su escondite, ella lo pensó mucho, estaba indecisa, pero la curiosidad pudo más, y entró por el hueco de la tabla siendo ayudada por Bonifacio, Justin de 7 años observó a la pareja de novios, llamándole la atención lo desnudos que estaban, ella quiso reír fuerte pero Bonifacio le tapó la boca haciendo gestos de silencio, la mujer estaba sentada encima del hombre, se podía observar los movimientos de arriba a abajo de las caderas de la mujer, al mismo tiempo en que se besaban, escuchaban los gemidos de la pareja, Justin de reojo miraba a Bonifacio con cara ansiosa con las manos restregándose el pene vestido a manera de masturbe, ella estaba sorprendida con la actitud del niño, parecía que esto ya lo había visto en varias ocasiones, Justin miraba las nalgas del hombre acostado sobre la mujer diciéndole palabrotas sexuales, la mujer gemía pidiéndole más y más embestida, los niños miraban con mucha atención, mientras la pareja buscaba la ropa para vestirse, los niños vieron el pene peludo grueso del hombre y la vagina peluda de la mujer que acuclillada orinaba, la pareja se vistió, Justin y Bonifacio quedaron en silencio, el niño fue a un rincón a orinar producto de tanto manoseo en su pene vestido, Justin seguía sentada viendo de reojo al pequeño orinar a espadas de ella, Bonifacio se volteó, intencionalmente para que le mire el pene se iba acercando lentamente hacia ella, le dijo que mire, a su pene, que estaba salido por la cremallera de su pantalón corto, era un penecito lampiño algo gruesito para su edad, rojizo de tanto frote, ella impresionada se levantó por la audacia del pequeño y salió corriendo del lugar, Bonifacio por semanas no hablaba con Justin por vergüenza, pero al ser niños con el tiempo esa aventurilla ya se olvida y volvieron a jugar con otros chicos tiempo después como si nada, aunque de vez en cuando Bonifacio le hacía gestos con la mano para que mire cómo se manoseaba el pene vestido, a ella eso poco a poco lo tomaba como normal pues también lo veía hacer en otros niños como costumbre jalándose el pene vestido mientras hacían una acción de juego, Justin fisgoneaba a Bonifacio cuando orinaba, le atraía verle el pene botando orina, el muchacho muchas veces la miraba de reojo haciéndose el distraído, fueron varias las veces que lo fisgoneaba, en los juegos infantiles tocaba de abrazarse, corrían para estar solos lejos de los otros niños, Bonifacio la arrimaba en los corredores semi oscuros, sujetándola de la cintura, la abrazaba y le frotaba el pene vestido por las caderas de frente simulando un meter y sacar con la pelvis, lo hacían tan rapidito que a ella de a poco le gustaba los abrazos de Bonifacio, hubo cierta mañana soleada en la que Justin y su tía con un peón fueron a recolectar fruta silvestre, Bonifacio andaba solo por el lugar cazando aves con su resortera, estaba muy escondido a cierta distancia de ellos cuando los vio, hacía mucho calor, Justin estaba sola sentada bebiendo una cantimplora con agua, a su alrededor parte de la fruta recolectada, muy lejos de ahí su tía y el peón seguían recolectando fruta, estaban muy atentos a la faena, Bonifacio se complació sentado viendo a Justin, estaba muy hermosa con sus trenzas, así pasó mirándola por un rato, de pronto vio que la pequeña niña de 7 años avisó a su tía de una necesidad de orinar, así que con el permiso de su tía se adentró en el monte ocultándose más lejos de ellos, de eso aprovechó Bonifacio para acercarse a Justin viéndola deslizar su ropa interior acuclillada orinando, se maravillaba viendo esa vaginita rosadita lanzando orina como chisguete, su vestidito bien alzado a medias le tapaba la carita, Bonifacio en de repente se acercó a ella que seguía acuclillada, no paraba de verla, ella sorprendida de ser vista por aquel niño seguía en esa posición, no salía de su asombro al tener al frente a Bonifacio, algo que le gustó al niño fue que la pequeña no se ponía el calzoncito que lo tenía a un costado, al pasarle la sorpresa le vino a ella una risa con recelo y timidez, esa actitud le complació al niño que de pronto se bajó la cremallera del pantalón sacando su penecito erecto algo gruesito, Justin contempló por segundos el pene agitado de Bonifacio tan cerca de su cara, le vino una sensación de gusto, acuclillada dio unos pasos atrás de donde estaba el charquito de orina que había dejado, sin decir palabras voluntariamente se recostó lentamente sobre el suelo lleno de hojas secas, las piernitas las puso algo abiertas, el pelo confundido estaba entre las hojas secas, las manitos apoyadas en el suelo con hojas, Bonifacio comprendió lo que debería hacer ante la insinuación voluntaria de aquella niña, lentamente se quitó el pantalón corto y el calzoncillo quedando medio cuerpo desnudo, de inmediato se acostó encima besándole la frente y las mejillas, ella se sentía rara con eso pero se dejaba llevar por las caricias de su amiguito, luego le hizo de piquito los labios mojándole de saliva mientras las dos caderas desnudas se movían, frotándose los genitales, ambos cerraban los ojos sintiendo el placer del roce de sus pieles, de ese penecito erecto rozando la vaginita, sex infantil de iniciación a plenitud, sin duda alguna, la piel de ella, blanca, la de él morena clara, ambas se rozaban, Bonifacio exhalaba golpeando su respiración en la frente de Justin, alzó su cadera para poner el pene entre los labios vaginales siguiendo con las frotadas, ella miraba sus piernas unidas a las de Bonifacio, le gustaba mucho sentir ese roce, ahora que Bonifacio alzaba sus caderas ella miraba con calma ese pene que antes por cortos instantes lo fisgoneaba ahora rozaba los labios de su vaginita, Bonifacio le preguntaba si le gustaba eso, ella algo desentendida preguntaba qué y el con su mirada llevaba la mirada la mirada a donde estaban rozándose los genitales, ella comprendía eso y se ruborizaba saliéndole una sonrisa recelosa, temerosa, le recordaban lo que habían visto en el granero, lo de esa pareja, Justin suspiró asintiendo viendo que el pene del niño llegaba a su ombligo muy erecto rozando su piel, pasaron unos cuantos minutos, astutamente el pequeño fue a ver entre los montes la ubicación de los adultos y estando seguro de la distancia regresó a donde estaba Justin sujetándola de la cintura adentrándose más monte adentro, ella llevaba en sus manos el calzón, llegaron a una pequeña cueva llena de espeso monte con árboles tupidos, la seguridad del lugar hizo que Bonifacio la desvistiera totalmente, ella tenía recelo pero se dejaba así parada como estaba, Bonifacio igual lo hizo de inmediato, se complacía de verle desnuda pero más complacido porque ella le había permitido desvestirse, comprendió que ese jueguito le gustaba a Justin, por unos instantes se miraron el pene y la vagina, estaban parados cuando se abrazaron frotándose la piel, Bonifacio sabía que el tiempo apremiaba, la acostó boca abajo ella de cara sobre el suelo, se acostó encima de ella pasándole el pene entre las nalgas suaves de niña bien cuidada, el pene moreno claro contrastaba su paso por esa piel rosadita de niña blanca bien hermosa, la tuvo así sometida por unos instantes, después le hizo girar poniéndola boca arriba, ella lo miraba acuclillado agitándose el pene vio que lo acercaba a su vaginita hurgando con su prepucio de pene virgen los labios vaginales, el pene lo frotaba haciéndole sentir algo de extrañeza a ella, empujó un poquito y ella sintió molestia, Bonifacio mañosamente llevó a su boca el dedo índice de su mano derecha ensalivándolo y frotándolo en el clítoris de la pequeña, ella experimentaba nuevas sensaciones deliciosas, le venía como un cosquilleo de placer, al instante se acostó encima de ella, el pene de Bonifacio frotaba sutilmente los labios vaginales de la pequeña, sus caras unidas, vinieron un par de besos, ella tenía los ojos cerrados, disfrutaba inocentemente su infantil momento, ella estiraba los brazos lo largo del suelo encima de su cabeza, Bonifacio los sujetaba, la niña recordó que su tía la esperaba, Bonifacio la vistió y la limpió, le preguntó si le había gusta ese jueguito, ella tímidamente viendo al suelo asentía, él sonrió, le pregunto si lo volvería a a hacer y ella simplemente con la timidez en su rostro hizo movimientos afirmativos con su cabeza, así que de inmediato se quedó viéndola partir, fue al lugar donde ella había orinado, todavía se veía la tierra mojada, lo que ellos no se dieron cuenta es que Luis deambulaba por el lugar y había sido testigo de aquello, desde una loma Bonifacio sentado bien oculto abierto de piernas con cremallera abajo tenía salido su pene que se daba placer mientras lo frotaba viendo hacia abajo donde Justin estaba muy lejos sentada arreglando las frutas con los adultos, su sonrisa era amplia viendo ala pequeña de 7 años, ella al disimulo de su tía y del peón se rascaba la vagina y el traserito, Justin tuvo su metamorfosis ese día, el penecito de Bonifacio le había dado placer sexual por primera vez.
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Los problemas hacían estragos en los negocios de Carlos Felipe del Olmo, Sandra su amante le pidió que vendiera las tierras de campo, al principio el hombre no quería pero Sandra insistía tanto que a final de cuentas le vendió las tierras a su entrañable amigo Luis Daniel Pérez, aquellas tierras y los trabajadores siguieron con su habitual actividad, no hubieron despidos, de esa forma Sandra se complacía al ya no tener más relación de Carlos Felipe con Noelia, el hombre descendiente de Hidalgos españoles intentó averiguar de Noelia a través de su hermana Andreina en una entrevista casual y que con desprecio le dijo que a su hijo lo habían raptado, Carlos pensó que era el precio que pagaba por estar en esos negocios turbios y que sus rivales habían sido los causantes de aquello, lejos estaría de pensar el pobre Carlos Felipe que fue Sandra quien dio la orden al cara cortada para que raptasen a su hijo, fue tanta la decepción de Carlos que esa también fue causa para la venta de sus tierras, no soportaba ver la cara de culpabilidad que se reflejaba en el rostro de Noelia cuando se vieron aquella tarde de casualidad en el parque del pueblo donde recibió todo el desprecio de su parte, decidió así poner punto final a su relación si alguna vez fue formal, por segunda vez había fracasado su intento por estar con la mujer que más había amado en su vida, Carlos se cobijó en la presencia de Sandra y sus dos protegidos, Carlos Serafín y Hermógenes, sus vidas se harían en la capital ya que del campo solo tendrían recuerdos, invitó a su fiel amigo Gumersindo para que lo acompañen junto a su familia a la capital pero éste se negó, prefirió vivir sus últimos días en el campo, Carlos le dejó su dirección por si algún día lo visitase, fue más que un abrazo de amigos, un abrazo de hermanos lo de su despedida.
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La alegría de Luis Daniel al comprar las tierras de Carlos Felipe del Olmo contrastaba con la meditación de Andreina con respecto a su hijo Luis, aquel chico de ya casi quince años inquieto y jovial, se estaba haciendo vanidoso, aunque no se podía dudar del amor que sentía por su protectora madre Andreina, su amaneramiento de a poco crecía moderadamente, la vida normal del Luis mayormente la pasaba en compañía de su madre y padrastro estudiando en la ciudad alternándola con las visitas a la estancia los fines de semana, tenía gran apego por el pequeño Arnulfo, que ya tenía más de siete años y su hermana Agripina de cinco años que la madre de los pequeños ya trabajaba estable en la estancia recién comprada del doctor Pérez a su amigo Carlos Felipe, el padrastro de Luis se había encariñado con los pequeños y es así que les regalaba dulces, chocolates, juguetes, útiles escolares y ropa traída de la ciudad, Luis era más cercano al pequeño Arnulfo, aquella calurosa tarde de sábado Luis había tomado una siesta encerrado en su cuarto y estaba hace rato despierto con el pene como nunca bien erecto y que lo estaba manoseándolo, dándose placer con las manos, ya poco visitaba Nicolás la estancia, extrañaba el hacerle el amor en su cuarto en aquellas tantas veces en que frotaba su pene en la nalga suave de su amiguito, recordaba las posturas de cómo lo cogía penetrándole el pene en el ano sodomizándolo de manera deliciosa, el solo pensar eso lo calentaba más, desde su cuarto escuchó que de afuera los niños jugaban a las carreras y escondidas por los pasillos, se levantó al escuchar la voz de Arnulfo, estuvo caminando hacia la puerta dejándola entreabierta, tenía puesta solo una trusa que había salido de moda en esa calurosa temporada, desde lo entreabierto de la puerta vio que Arnulfo estaba solo sentado en el entablado del pasillo ajustándose las sandalias, Luis le hizo gestos para que el pequeño entre a su habitación diciendo que le tenía un regalo traído de la ciudad, la cara de Arnulfo se arrima al filo de la hoja de la puerta, se notaba una cálida sonrisa, a orden de Luis el pequeño ingresó a la habitación muy rápido y con alegría, Luis aseguró la puerta, Arnulfo se asomó a la ventana para ver los exteriores la ubicación de los chicos que corrían, Luis astutamente deslizó su trusa lanzándola en un rincón, estaba completamente desnudo, se puso detrás de Arnulfo abrazándolo con pasos lentos alejándolo de la ventana llevándolo en dirección de la cama, fue a cerrar la ventana quedando la habitación semi oscura, el pequeño vio en su delante a Luis completamente desnudo, sintió el peso del cuerpo de Luis y roce del pene de Luis en su pene vestido, el niño vio las manos de Luis sujetándole su pecho, sin soltarlo lo recostó delicadamente sobre el filo de la cama, la carita del pequeño descansaba sobre el colchón, las caderas de Luis se movían aceleradamente, Arnulfo estático se dejaba llevar por los movimientos de Luis, el pequeño de siete años no paraba de sonreír con su carita pegada al colchón al moverse el pecho sobre las sábanas, sabía lo que Luis le estaba haciendo, ya otras veces lo había hecho ahí en la habitación, a los pocos instantes Luis lo soltó y se apartó quedando en pie, Arnulfo al instante giró su tronco dando la vuelta viendo el pene erecto de Luis, el pequeño continuaba riendo, miraba agitarse el pene blanco grueso, Luis le dijo que se quitase la ropa, el pequeño dio un impulso de la cama agitando los pies y de esa manera se sacó las sandalias que llevaba puestas llenas de polvo, se puso en pie frente a Luis obedeciendo al instante cayendo la ropa al piso quedándose Arnulfo desnudo completamente, Luis lo tomó de las caderas se inclinó un poco uniendo las pelvis y frotando los penes se sentía su roce, Luis tenía los ojos cerrados de placer al sentir la piel del niño mientras que Arnulfo miraba cabizbajo el frote de los penes, segundos después se separaron frente a frente, estaban parados ambos cabizbajos viéndose erectos los penes, el de Luis con pelos más grueso con el glande bien descubierto goteando líquido preseminal propio de su edad de casi quince años, el pene de Arnulfo lampiño algo grandecito para su edad, para el muchacho era el pene que más le había gustado de todos los que él había degustado, juguetearon manoseándose los penes, hicieron luchitas en el suelo, Luis lo ponía a Arnulfo encima de su pecho manoseándole las piernas agitándole el penecito, se levantaron, Luis ubicaba a Arnulfo a filo de cama, de lo caliente que estaba le besó la espalda, el cuello, los hombros Arnulfo estaba quietito, Luis siguió besándole las mejillas y el pelo, el pene de Luis pasaba por las nalgas del pequeño Arnulfo, la cadera de Luis se movía pausadamente, se quedó por un momento acostado sobre el cuerpo de Arnulfo, oliéndolo, Luis quería que su piel disfrutara plenamente del momento, la mejilla de Luis se posaba sobre el pelo negro del niño intercambiándose el sudor de la faena, escucharon que de debajo y de lejos aquellas voces infantiles llamaban a Arnulfo, ambos quedaron quietos, el pequeño pidió que lo dejara ir tratando de levantarse haciendo a un lado el cuerpo de Luis, pero Luis que estaba en todo su apogeo le ordeno que no se moviera, que se dejara, que ya casi terminaba, así, Luis con las caderas y su pene frotando las nalgas de Arnulfo hacía movimientos acelerados, Arnulfo pujaba haciendo ruidos gimiendo, resignándose a lo que estaba sometido, Luis trató de penetrarle el ano pero cuando su glande entró un pedacito el niño gimió mucho y gritó pujando con fuerza queriendo llorar, Luis le dijo que hiciera silencio, que los podrían escuchar, el pene de Luis no logró su cometido de sodomizarlo completamente, pero de inmediato de ese pene salió semen mojando las nalgas del pequeño y algunas gotas cayeron en las sábanas, instintivamente Luis se alejó del pequeño, así parado agitó el pene sacándose el semen, rápidamente tomó un papel del velador limpiándole las nalgas al pequeño, Arnulfo muy contemplativo con mirada al infinito agarró su pantalón corto subiéndolo rápidamente, se subió la cremallera mirando a Luis que le sonreía, igual lo vio cuando se abotonaba la camisa ayudándole Luis, agitó los piececitos para ponerse las sandalias, el pequeño Arnulfo tenía el pelo desarreglado, Luis le regaló un chocolate que lo sacó de su velador, el niño lo aceptó de buena gana, le hizo gestos de que guardara en silencio y en secreto lo de hace rato que hicieron en la cama, eso siempre le decía Luis al pequeño luego de hacer sexo, Arnulfo asintió con timidez, Luis le abrió la puerta y el pequeño pensativo con su chocolate salió en carrera a unirse a los demás niños, Luis dentro de su cuarto terminó de limpiarse el pene, la salida de Arnulfo del cuarto de Luis fue presenciada desde las sombras de una puerta entreabierta del pasillo, estaba semi oculta la cara de Amalia, la cuñada de Andreina, sonreía sarcásticamente en silencio, ya no le quedaba dudas de la inclinación sexual del hijastro de su hermano el doctor Luis Daniel Pérez, la mujer no se dio cuenta que de la puerta había un espacio donde un ojo de Luis miraba a la mujer fisgona, Luis cerró lentamente la puerta, se arrimó a la pared con sensaciones de angustia al ser visto, temía lo peor, su secreto cada vez era menos secreto.
FIN DEL TRIGÉSIMO TERCER EPISODIO
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