METAMORFOSIS 35
Elegías mentales.
Aquel hombre de casi cuarenta y tres años deambulaba por la cabaña abandonada lleno de recuerdos con la angustia en su pecho ya que desde hace varias semanas desconocía el paradero de su amada de casi diecisiete años, era como si el destino le propinara otra vez la estocada de infelicidad, estaba parado justo en el centro de la cabaña abandonada cuando le vinieron los recuerdos recurrentes, estaba triste, angustiado, cansado de caminar teniendo la necesidad de poseer sexualmente a su Lucrecia, quedó un tanto desfallecido, lentamente se sentó en el entablado en donde tantas veces desnudos habían hecho el amor sin distingo de edad, solo de amor, ya era mucho tiempo con ella que se había habituado a su cuerpo, muy melancólico se arrimó a la pared de carrizo con adobe aún tibio y húmedo por el temporal, cerró los ojos, recordó aquella vez en que nació su hermano menor en aquella humilde casa de campo cerca del pueblo, tenía 8 años, cuando tenía tres, se había muerto un hermano por varicela, no había pasado mucho tiempo que fue a trabajar con su tío al campo con el permiso de su alcohólico e irresponsable padre, la vida en casa de su tío fue de explotación e humillación, el poco dinero que percibía por la lidia de terneros y vacas en el corral veía cómo su tío le quitaba la mitad, se forjó hombre con sacrificio, aprendió a pelear con rebeldía por lo que creía era suyo, seis años los pasó en el campo sin ir a la escuela, sin embargo de su tía política y de sus primos algo aprendió a leer y escribir, al año siguiente se enteró de la muerte de su padre por cirrosis fulminante, su madre se hizo de otro compromiso con quien se fue de golpes debido a que el padrastro los maltrataba, el tiempo transcurría y en una de esas visitas a los pueblos llevando animales de venta conoció las cantinas con meretrices de segunda, aprendió a beber y a fumar cachimba a los quince, su cuerpo se estaba haciendo fornido y atlético, llegó a trabajar en varias estancias ganaderas, tuvo la oportunidad de trabajar en una por mucho tiempo ya que le atraía el servir a las hijas de sus varios patrones, se había convertido en un hombre amado y astuto, aunque su nobleza era su sello de palabra, poseyó a cuanta prostituta y mujer casada se puso en su camino, era un joven hermoso, muy hermoso, su rostro no parecía tener nexos con la genética campesina, él las amó como a ellas querían ser amadas, una en particular le llamó la atención a sus veinte años, se llamaba Artemisa, tenía 14 años, era una chica físicamente desarrollada muy dulce hija mayor del capataz, tenía por costumbre madrugar a la ordeña con sus padres y hermanitos, él montado en caballo siempre la interceptaba en el camino llevando los botes de leche, una vez aceptó el aventón, fue de aquello que aprovechó en besarla por primera vez, para sorpresa de él se dejó besar apasionadamente, su relación se solidificaba habiendo rumores de aquello, el capataz le hizo conflicto yéndose a golpes delante de los peones, él casi mata al padre de Artemisa, eso hizo que renunciara a su trabajo pero no al amor de ella que lo había flechado, meses después se volvieron a ver, ella había quedado impresionada de sus galanterías pese a ser un rústico peón con su vestimenta pero resaltaba su porte y rostro, se dejó llevar a caballo recorriendo pastizales hasta llegar a una hondonada tupida de monte que era rodeaba por frondosos árboles, ambos confundidos en besos se iban desvistiendo, ella con timidez mostraba por vez primera su cuerpo a un hombre extraño que en su delante se desnudaba, él maravillado de la silueta femenina ya estaba muy excitado, los besos interminables y caricias mutuas siguieron, los cuerpos despacio se acomodaban acostándose sobre la ropa tendida, ella tenía extrañeza experimentando el roce de pene de su hombre por las piernas, pelvis, ombligo, así, ambos cuerpos mestizos buscaban fundirse en uno solo, el aliento aceleraba, el pene con líquido preseminal dejaba líneas delatoras en la piel de Artemisa que jadeaba complaciente de tanto beso con lengua y chupete de labios con saliva, el glande húmedo fue colocado suavemente entre los labios vaginales que ya estaban húmedos, Artemisa cerró los ojos e hizo una mueca al sentir que el glande penetraba su vagina, entrelazaron fuertemente los dedos de las manos, ambos pechos unidos, el glande del grueso pene de veintiún años entraba sutilmente con punteadas en la vagina de quince, los pujes por entrar y menguar dolor se hacían rítmicamente la naturaleza era testigo de la entrega máxima que una mujer sexualmente puede darle a un hombre que recibía los jugos virginales con dulzura, los labios del peón se unían al de Artemisa ahogando los gemidos en parte, el glande entraba poquito a poquito, en cada empujón, el sudor los colmaba así como la pasión, el peón de estancia cerraba los ojos de placer y los abría de inmediato viendo el rostro tembloroso de su amada, el puje masculino era contrastado con gemido femenino, la piel de ambos estaba incrementando la temperatura, la pasión desbordante de ambos se aceleraba, ambos mordían los labios, al hombre le salía saliva de gusto por tenerla así a su hembrita, ella experimentaba la penetración del glande de un macho y él por vez primera estaba tratando de desvirgar a una mujercita de buena ley, las manos se apretaban más entre sí por ella que sentía dolor gimiendo fuerte, instintivamente el deseo de penetrarla por parte de él lo inspiraba a seguir adelante, todo estaba listo, el glande latía las paredes de la vagina, se acercaba al himen, un paso más y era suya, se detuvo, empezó cortos roces en la vagina en simulaciones de meter y sacar, ella aguantaba haciendo muecas de dolor y molestia cuando de roces pasada a punteadas del glande del pene cerca del himen deformando la telilla, de pronto, un fuerte gemido, el sonido retumbaba el lugar, la cadera del hombre había bajado bruscamente, había sido suya, el pene había roto la telilla, por unos segundos quietos, luego ese pene grueso lubricaba y lubricaba, aparecieron los besos en esos cortos mete y saca, el gusto por venirse al hombre le estimulaba instintivamente a dejar semen, pero se contuvo, tenía una vagina desvirgada, mentalmente pensó en disfrutar más ese movimiento sexual, aprovechó la pausa sin sacar el pene besándole los senos, notó la calentura de la piel de Artemisa pero también ese cuerpo tembloroso y ese rostro mostraba sorpresa y dolor, él también se puso más caliente, movió el glande en un corto mete y saca, de pronto, el gustito sexual instintivo, el hombre empujó fuertemente las caderas, el tronco del pene se deslizó, el glande se deslizó por el himen roto, a cambio de esa acción Artemisa dio nuevamente un fuerte grito acompañado de lágrimas, pujaba y gemía, sentía molestia en la vagina, algo nuevo para ella, instintivamente quiso separarse del cuerpo de su amante pero todavía tenía dentro de si el pene peludo mestizo que seguía con movimientos acelerados del meter y sacar en que los testículos del hombre chocaban con la pelvis de la mujer, ella resignada soportaba el dolor, segundos después sintió un líquido dentro de su vagina, era tibio, vio a su hombre encima suyo agitado con respiración acelerada, la cara descansó sobre su pelo recibiendo algo de saliva, sus senos sintieron el pecho con respiración acelerada de su macho, sentía el pene adentro, el hombre puso el pene flácido y lo fue sacando lentamente, el cuerpo del hombre se separó lentamente de Artemisa viendo ese pene mojado de semen y sangre, ella se asustó, él sorprendido trataba de calmar los llantos de su amada, le había dado su virginidad, le vinieron dolores al vientre, estuvo acostada por unos instantes viendo ese hilillo sobre sus muslos, era un rastro dejado por el roce del pene de su iniciador en el sexo, ella de a poco se acuclilló para orinar viendo salir semen con sangre en el piso, estaba temblorosa, sus manos así la delataban, el hombre parado agitaba su pene limpiándolo con su calzoncillo, el calzón de ella sirvió para lavarse la vagina, aquella tarde de 1916 ese hombre probó lo que es desvirgar a una hembra, él estaba pensativo desnudo sentado sobre un tronco viéndose agachado el pene manoseándolo, quizá pensaba en el futuro con ella, tenía sentimientos encontrados viéndola orinar a Artemisa que estaba llorosa y también pensativa, él decidió tomar la responsabilidad de llevársela, así vestida la llevó en su caballo entrando a hurtadillas en su cuarto en el pueblo, llegaron recién caía la noche, ella preparó unos huevos revueltos con plátano frito, Artemisa estaba desnuda acostada junto a su hombre en el catre humilde, él se acostó encima de ella, le dijo que lo harían con amor, así que él introdujo el pene con sutileza, ella sintió dolor respondiendo con gemidos, mañosamente el hombre agitó el clítoris humedeciendo la vagina con la lengua, ya lubricada metió el pene de nuevo con el mete y saca que iba de suave a muy acelerado como cuando una locomotora inicia su movimiento, las caderas y el movimiento de los cuerpos hacían rechinar el catre, le dolía pero poco a poco le iba pasando, se dejó llevar de esa mixtura entre dolor y placer, a los pocos minutos su vagina nuevamente recogía el semen de su hombre, él decidió que ella era la mujer elegida, esa y decenas de noches hicieron el amor con placer, a las pocas semanas, decidieron abandonar el pueblo, el padre de Artemisa llegó a un acuerdo con su yerno para que trabaje con él, pero el hombre de Artemisa no aceptó, semanas después se enteraba que iba a ser padre, estuvo con ella durante todo el alumbramiento, con el poco dinero que tenía ayudó para que diera a luz un precioso niño con piel un poco más clara que ellos, es que el padre de ese hombre había sido un alcohólico descendiente de buena familia que por mala cabeza había perdido parte de su fortuna malviviendo con su madre mestiza, aquel precioso niño de Artemisa nació en las lluvias del año 1917, un año y medio después, nacía una preciosa niña irónicamente de piel mestiza oscura, ya para 1918 en sus inicios el hombre se propuso trabajar por un mejor salario que pagaban lejos del pueblo, Artemisa quedó al cuidado de sus padres y él continuó con la aventura de ser un buen vaquero pero era considerado aún el peón de estancia, por eso ya con experiencia en 1920 llegó a la estancia a probar suerte siendo aceptado y al tercer mes de trabajo fue a buscar a Artemisa dándole la sorpresa que esperaba su tercer hijo que nació meses después a principios de 1921, ese año fue clave para trabajar duro, conoció a la hijas de sus patrones con una de ellas tuvo un romance, sus amigos peones le ayudaron a construir una pequeña cabaña alejada del pueblo, en cuanto pudo la trajo a su mujer a vivir con sus hijos, su corazón inquieto estuvo a punto de romper con su familia, lamentablemente a principios de 1932 la fiebre amarilla cayó fulminante en su hogar muriendo alternadamente en semanas su hijo mayor de quince, su hija de trece y su pequeño hijo de casi once años, por un tiempo pasó enloquecido del dolor incrementándose con la muerte de su amada Artemisa, él estuvo a punto de morir, afortunadamente su cuerpo resistió el embate de la fiebre, se sintió seco, sin raíces que perpetuaran su nombre.
* * * * * * *
Esos recuerdos se diluyeron en la mente del hombre respondiendo con sobresalto abriendo los ojos, volviendo a la realidad de la época en que ahora vivía, viendo la casa abandonada a su alrededor, las lágrimas cubrieron su rostro, extrañaba a Artemisa pero ahora con más fuerza a Lucrecia que le hacía recordar sus momentos de vida plena, con Lucrecia había renacido el amor y el deseo, la elegía de vida comenzaba de nuevo sin saber el paradero de Lucrecia, solo que el hombre no sabía que a kilómetros de distancia su amada padecía de acidez y desfallecimiento, estaba esperando un hijo de él con más de tres meses de gestación, la madre de la chica asombrada increpaba a diario para que le dijera el nombre del padre de su hijo y que hiciera cargo de su responsabilidad, ella a sus casi diecisiete años decidió callar, sólo al crecer se lo diría a su hijo, la familia le dio otro trato no decidiendo hablar más del tema, Pedro el primo de Lucrecia esperaba en silencio del alumbramiento para hacerla suya, la deseaba como a un animal, Dagoberto se había convertido en otro dolor de cabeza para su madre, no quería estudiar pero lo hacía a la fuerza, se daba de pinta y vagaba en las calles con su forma amanerada que la disimulaba un poco, ya a sus casi doce años tenía amistad con chicos de la vecindad, pasaba hasta altas horas de la noche, su madre lo puso a trabajar cargando costales en el mercado de la ciudad, poco dinero le daba a su madre de lo que ganaba, el resto lo gastaba en juegos y golosinas, en su trabajo de entregas de encomiendas tuvo amistad con Pepito un niño seis años hijo de un camionero viudo, el niño ganaba centavos haciendo mandados a los clientes de su abuelita que era costurera del sector y también cuando iba al mercado, vivía con sus abuelos y en vacaciones el niño acompañaba a su padre en las rutas, Dagoberto pasaba hasta altas horas de la madrugada jugando dados y barajas con los amigos de la cuadra que a futuro aprendería de ellos a fumar y beber alcohol, una fría mañana con poco sol en el cielo sucedió que al despertar luego de esas trasnochadas escuchó ruidos de movimientos apresurados, escuchaba voces altisonantes, su hermana Lucrecia estaba a punto de dar a luz, sus familiares la llevaron de urgencia al sanatorio pues se había roto la fuente, Dagoberto decidió continuar durmiendo quedándose solo en casa, recordó los frotes que sus amigos le hicieron en la nalga la noche anterior arrimado en lo oscuro del zaguán por las casas de arriendo de la humilde barriada donde vivía, de uno se dejó bajar el short que llevaba puesto y sentía la calentura del pene rozándole el trasero, el recordar eso estimuló a masturbarse su pene erecto así cerraba los ojos dibujándose placer en su rostro, minutos después estaba por venirse de semen cuando escuchó el llamado de golpes a la puerta principal, al principio no quería salirse de la cama porque se estaba masturbando deliciosamente, pero los insistentes golpes le hicieron levantar de la cama, podría ser algo relacionado con el estado de salud de su hermana, él había quedado a cuidado de los humildes cuartos, hizo pausa sentándose en el filo de la cama, se miraba el pene erecto amoldado a la tela, tenía puesto únicamente el calzoncillo, respiró hondo escuchando los insistentes golpes en la puerta, con una mueca dibujada en su rostro mostraba su modorra, aun así caminó descalzo por el entablado, bajó las escaleras de uno de los cuartos de nuevo viéndose muy erecto el pene como lanza dibujada en la tela, iba caminando lento con poca seguridad teniendo los ojos entreabiertos, respiró hondo y abrió la puerta sacando únicamente la cabeza viendo cual sorpresa para él al sonriente Pepito que tenía en sus manitos un encargo que la tía de Dagoberto había pedido a la abuelita del niño, sonrió manoseándose el pene, le acarició el pelo y lo hizo pasar viéndole al nene que estaba vestido con la remerita con pantalón corto con tirantes y sandalias, las infantiles nalguitas voluminosas que estaban ajustadas a la tela del pantalón le excitaron la mirada, el nene le entrega el encargo a Dagoberto que lo deja en la mesa, conversaron por largo rato, e obsequió galletas y gaseosa al nene, pepito miraba el bulto de la entrepierna, Dagoberto le acariciaba el pelo constantemente para entrar en confianza, los labios rosáceos de pepito se acoplaban al pico de botella de gaseosa haciéndole excitar a Dagoberto de solo verle beber la gaseosa, metía sus manos en el short dándole a notar al niño esos movimientos, pepito dejaba sobre la mesa de cocina el envase, en eso que Dagoberto se acerca al nene abrazándolo por detrás para que sintiese ese rose de su bulto en la nalga vestidita, los dedos de Dagoberto rozaban las piernas del niño, los pasaba morbosamente por el cuello y espalda haciéndole poner la piel de gallina, de eso Pepito se reía inocentemente viendo que los brazos de Dagoberto lo rodeaban por detrás, le dio un beso en el cuello y presuroso con mucha precaución cerró la puerta con seguro, le dijo al niño que lo acompañe a su cuarto a ver algunas cosas y a jugar, lo que pepito aceptó, subieron las escaleras abrazándolo al nene por detrás frotándole las nalgas con el pene hecho punta amoldada en la tela de su calzoncillo que ya el glande salía por entre los espacios de los dos botones del calzoncillo, antes de abrir la puerta de la habitación Dagoberto le besó el pelo y el cuello con seguridad de sentirse solo en casa con ese precioso niño trigueño de nalga abultada, para Pepito era la primera vez que sentía eso que le hacía Dagoberto, estaba experimentando nuevas sensaciones, como no conocía de eso se dejó llevar con emoción propia de un inocente infante, el carácter de Pepito era medianamente extrovertido y se adaptaba a la confianza de Dagoberto su vecino de barrio, Dagoberto le ordenó que se sacara las sandalias, abrazó al niño cayendo lentamente al piso jugando a las luchitas, a Pepito le gustaba quedar siempre encima de Dagoberto presumiendo de ganador, Dagoberto se dejaba de los movimientos de luchita que pepito realizaba inocentemente lejos de pensar que estaba haciendo movimientos sexuales para entendimiento de Dagoberto que le agarraba los glúteos, así, Dagoberto acomodaba sus caderas con la del nene para que los penes se unieran a un mismo movimiento de frote, lo agarró de las infantiles nalgas alzándole y bajándole las caderas, pasaron un breve rato así en ese juego de aparente lucha libre que miraban por esa época en las revistas ilustradas para niños que se vendían en los quioscos, el pene de Dagoberto estaba a mil de eso se dio cuenta Pepito al separarse y ver el bulto que se formaba, le salía el glande del calzoncillo, Dagoberto estaba caliente de excitación, quería más, se levantó bajándose el calzoncillo agitándose el pene, Pepito acostado en el suelo sonreía con algo de recelo viendo ese pene, Dagoberto se le acostó moviendo alocadamente las caderas a manera de humorada y lleno de risa que le contagiaba a Pepito mirando ese pene grueso rozando el penecito vestido, el pene se deslizaba sobre la tela del nene constantemente simulando gemidos por parte d Dagoberto, le preguntó si le gustaba el jueguito cachondo de esa luchita y el niño correspondía afirmativamente uniendo las mejillas, la nariz y labios de Dagoberto ya estaban recorriendo el pelo de Pepito, se pusieron en pie del piso, Dagoberto lo abrazaba a pepito por detrás rozándole el pene en el traserito vestido del nene, mientras le hacía ese movimiento de pene le pasaba la lengua por el cuello y le lamía la oreja, notaba que el pequeño se la hacía la piel de gallina y el color de piel cambiaba como su temperatura, estaba ruborizado al sentir eso, lo voltea mirándose mutuamente, el nene pestañeaba constantemente, su mirada era de exclamación de incógnita, le preguntó que si deseaba luchar con más comodidad, pepito asentía, Dagoberto lentamente se mostraba desnudo ante el nene, luego, pepito vio las manos de su amigo de barriada que desajustaba los tirantes, desabotonándole y bajándole luego el pantalón corto y el calzoncillo, solo le quedó puesta la remerita, Dagoberto le dijo que levante los brazos y se la fue sacando hasta dejarle completamente desnudo en su delante, le hizo que diese unas vueltas contemplando así ese penecito y ese traserito, subieron a la cama, ambos estaban en pie sobre el colchón, Dagoberto lo hizo caer haciendo de luchitas en la cama, ambos reían ante los movimientos de manos y piernas, al caer Pepito quedaba encima de Dagoberto ahora los penes desnudos estaban unidos, pepito notaba los pelitos que le estaban creciendo a Dagoberto y que cubrían los huevitos del niño, movieron las caderas frotándose los penes, giraron de perfil, las piernas de Dagoberto sujetaban las caderas de Pepito sin dejar de frotarse los penes estando muy abrazaditos rozándose las manos en las espaldas, llegó el momento en que la calentura de Dagoberto fue máxima por ese roce y más al ver culiándose los dos penes, acomodó a pepito en la cama acostándolo boca abajo, por unos segundos contempló la espalda en la que además se notaba descubierta las nalgas con los piececitos y piernas unidas, las manitos unidas a las caderas y su carita acostada de lado tratando de ver a Dagoberto que le acariciaba el pelo y mejillas, el chiquillo sentía en su espalda el pecho caliente de Dagoberto, el niño sintió cosquillas y que le abrían las nalgas, dio a reírse al sentir las palmaditas en la piel de sus glúteos, pero luego esa risa desapareció cuando sintió que le humedecían el traserito a la entrada del ano con crema, quiso voltearse pero ya para eso el humedecido glande con crema de Dagoberto rozaba la entrada en su ano, el instinto de Pepito hizo que tratara de levantarse pero fue impedido por el peso del cuerpo de Dagoberto que seguía tratando de penetrarle el ano, se limitaba a decirle al niño que se quede quietecito porque era un juego divertido el que ahora estaban haciendo, que era un juego de valientes, que si aguantaba le daba un gran premio, dinero, mucho, continuaron los roces del glande en el ano, pepito fruncía la cara por la molestia, rogaba que lo soltara porque eso ya le estaba doliendo, Estaba sometido, Dagoberto detrás de pepito metiendo duramente su pene como un pepino por esa cuevita, la sentía moverse rápida y fuertemente, pero seguía sin ser suficiente para él, necesitaba algo más, quería más para poder alcanzar vez más, le preguntó al niño si quería más, el pequeño pepito no respondía, a cambio de responder emitía bufadas pues sentía ya que la punta del glande presionando en la entrada del ano, haciendo fuerza para entrar, pero su traserito aún virgen no se lo permitía y comenzaba a sentir el dolor mostrándose un rictus en el rostro de pepito, le decía a Dagoberto que se detenga, que por ahí no porque le dolía, intentaba retorcerse, moviéndose hacia adelante e intentando alejarse de él, Dagoberto quería hacerlo suyo, eso se lo dijo al oído sutilmente ante la escucha de los pujes del pequeño pepito de cuyos labios salía saliva y lágrimas de sus ojos ante tanto dolor recibido, y aun había más, le dijo que se estuviera quietecito, al pequeño lo aferró a su cuerpo ya sus brazos, el agarre fue fuerte por la cadera evitando que se moviera y presionó más fuertemente su miembro por el traserito del precioso niño, comenzó a sentir como entraba cada parte de ese pene en sus entrañas, el dolor ya era desgarrador, Dagoberto ya estaba muy caliente e hizo con su glande que pepito moviese su traserito instintivamente, intentando presionarle más contra él, sentía su miembro haciéndose espacio dentro de su traserito, pedazo a pedazo, entrando poco a poco, hasta que le agarró por los hombros e hizo fuerza dirigiendo el cuerpito infantil hacia el de él, el pene entró fuertemente toda dentro del ano, estaba completamente asustado por el dolor recibido, pepito emitió un Ahhhh, sintió los testículos chocar contra los glúteos mientras el dolor se hacía desgarrador pese a la crema que lubricaba, llegó el momento en el que él se quedó quito esperando que el cuerpo de pepito se adaptara a la penetración, de a poco comenzó a sentir un poco menos el dolor con relajación, por su parte Dagoberto reaccionaba por lo que había hecho, por un instante sintió temor, recelo y culpa, pero estaba entero su placer, sentía la necesidad de que pepito se moviera, necesitaba esa fricción, pero el nio estaba quieto y ya llorando del dolor ocasionado, Dagoberto no paraba de besarle el cuello y el pelo diciéndole que era un niño valiente que se había portado bien en ese jueguito y que se estuviese quietecito que vendía lo mejor, sí, lo mejor, el niño sólo le escuchaba, le hizo que el niño abriese la boca y le dijo que mordiese la tela con fuerza, el pene estaba dentro del ano, latente, sin salir, le avisó que el juego iba a terminar y que él iba a moverse, que será fuerte y rápido, así que aguanta, se aferró fuertemente a las caderas y comenzó a salir, pepito sentía como ese pene iba saliendo poco a poco dejándole un vacío, inmediatamente después de salir completamente del ano de pepito entró nuevamente de un solo golpe y repitió varias veces la misma acción, fuerte y rápido en donde al salir se notaba el hilillo de sangre con excremento, pese a morder la tela se podía escuchar los gemidos del niño, no pudo más, la tela saltó de su boca, le pedía suplicante a Dagoberto que ya no más, ya no más, ya no más, porque le dolía, Dagoberto se detuvo, sacándole el pene ensangrentado con líquido pre seminal, le dijo a pepito que haga silencio y que disfrute lo que estaba sintiendo como él, le decía al tembloroso niño que su traserito tenía hambre y deseos de su pene, desde hace mucho que deseaba estar así culiándole, mientras Dagoberto le decía eso el nene sentía la mano de Dagoberto hundiéndose entre las piernas e introduciendo un dedo en la rajita desvirgada, hizo un Ahhh…, Dagoberto le dijo que estaba todo mojado, Dagoberto saca el dedo y lo pasó por su nariz, luego se lo pasó por su boca, pudo sentir el característico sabor de aquellos fluidos mezclado con su líquido pre seminal de la corrida anterior de su pene, se congratulaba oliendo ese dedo ensangrentado Ahhhhh, exclamaba, pepito continuaba estático sollozando, sentía el dolor de haber sido desvirgado, Dagoberto se sentó en el filo de la cama viéndose el erecto pene con sangre y excremento, sonrió al verle, le acarició el pelo al niño que no se movía, lo miraba a Dagoberto con tristeza, su visión era poca pues sus lágrimas no le permitían ver a plenitud esa amplia sonrisa de Dagoberto cuyas manos tenían un trapo sacado debajo de la cama que le pasaba por la entrada del ano, el niño gemía adolorido, lentamente vio y sintió el cuerpo de Dagoberto sobre su cuerpito, el niño le dijo suplicante que ya no, que ya no más, no más, le aferró a su cuerpo y le dijo al nene que se estuviese quietecito que ya terminaba el jueguito, sólo un poco más, un poco más, el gemido que soltó pepito fue tan fuerte que seguramente algunos de los vecinos ahora temerariamente podrían escuchar lo que hacían en el cuarto, es que todo el tronco del pene estaba dentro de sus entrañas, las súplicas continuaban con los chillidos y sollozos, le dice que haga silencio, estaba clavándole su pene fuerte, muy fuerte y con movimiento rápido de cadera por el traserito, mientras como desaforado le besaba el pelito de niño precioso, para Dagoberto no hay nada más erótico que eso de escuchar los gemidos suplicantes de pepito, estaba completando la tarea de desvirarlo plenamente, dámelo pepito, quiero correrme, correrme de una vez, pepito sintió como con una última estocada del pene dentro de su traserito Dagoberto comenzaba a vaciar todo su semen dentro de su traserito, comenzó a sentir el calor dentro de su cuerpito infantil y como poco a poco retiraba el pene de Dagoberto de su traserito, sentía como el semen comenzó a salir de su traserito y mientras el pene seguía rozando los glúteos le vino al niño el deseo de orinar y defecar, Dagoberto sintió esa eyaculación como nunca antes le había ocurrido, Dagoberto exhausto se acostó debajo de pepito y comenzó a besar y oler el pelo de pepito, los dedos recogían todos los líquidos que salían del traserito de su amigo pepito el desvirgado, incluyendo los restos de su corrida, Dagoberto tenía en mente hacer suyo a Pepito por el ano como a él le habían hecho en el campo, desde que conoció a ese niño le vino el deseo de poseerlo, en ese preciso instante lo tenía fijo en la mente que ese voluminoso traserito sería suyo, sí, sólo suyo, y ya para ese momento lo había cumplido, eso de pensar le motivó que se acueste de nuevo sobre el niño, él ya no quería pero Dagoberto sí, ahora a fuerza contenida le dijo al niño que se calme, que ya casi, ya casi, ya casi, así que mientras eso le decía empujó su glande por el esfínter con fuerza como si fuese un animal sin contemplación, la calentura sexual de Dagoberto era al extremo nuevamente, le había gustado ese voluminoso traserito de pepito, fueron constante el meter y sacar el pene de ese ano delicioso virgen hace poco, se detuvo cuando sintió molestia en su glande desforrado dentro del palpitante ano de Pepito en el cual estaba dilatado el ano a causa del esfínter ya roto, el nene continuaba gimiendo y llorando del dolor, el tiempo transcurría, se abría el ano de Pepito como capullo de rosa, así lo sintió Dagoberto al empujar su latente pene por ese ano delicioso de niño precioso, se hacía más visible el sentir el glande de Dagoberto en las entrañas de pepito, tiempo después ambos quedaron acostados en la cama por largo tiempo tomándose el palpitante glande y el anito desvirgado lleno de saliva, Pepito tenía la cara cubierta entre sábanas respirando fuerte estaba algo estático con los dedos rozándose la separación de las nalgas, Dagoberto se vio el pene con algunas manchitas de sangre, ya no tantas como la primera vez, recordó cómo fue desvirgado hace mucho tiempo en el campo, trató de que el pequeño pepito se sentase con dificultad a filo de cama, el ano dejó una pequeña huella de mancha de sangre en la sábana, las otras estaban en el trapo en el suelo, Dagoberto sorprendido y Pepito muy asustado, Dagoberto fue por más trapos y agua para limpiarle el ano latente del niño precioso, pepito estaba pensativo como que miraba al infinito, aún su rostro estaba lleno de lágrimas, todo había ocurrido tan rápido, había conocido el sexo a plenitud, su metamorfosis se iniciaba, Dagoberto encorvó al niño sobre el filo de cama pasándole crema y el trapo para limpiarle el ano dilatado, aún su cuerpito estaba tembloroso a causa del dolor, Dagoberto ocupó de mucho tiempo para acariciarle el cuerpo para que se tranquilice y no dijera a alguien lo sucedido, rodeaba con una toalla el cuerpo desnudo de pepito, lo marcó llevándole al baño, lo encorvó y le pasaba agua, ya para ese momento la sangre no salía del ano, nuevamente le puso crema con cuidado para que le refresque la parte dilatada, lo llevó marcado al cuarto a estar acostados por varios minutos, luego de vestirse pausadamente caminaron por el entablado bajando lentamente las escaleras, en dirección al baño nuevamente donde Dagoberto orinó tocándose el glande rojizo amoratado aún sensible al tocamiento de tanto correrse por ese ano dilatado desvirgado, le revisó y le limpió de nuevo con agua el ano que a Pepito aun le dolía pero con el pasar del tiempo iba menguando, Dagoberto le suplicó que guardase el secreto dándole algunos centavos Pepito los recibió sin afirmar o negar la propuesta, simplemente se limitó a caminar en dirección a su casa algo triste y cabizbajo, esa actitud preocupó a Dagoberto por eso tuvo una tortura de angustia por varias semanas con el temor de que Pepito lo acuse por lo que le había hecho en la cama, cuando la abuelita de Pepito visitaba la casa en donde vivía la familia de Dagoberto éste se escondía, la tranquilidad para él llegó cuando una tarde Pepito le dejó a su mamá un encargo, ambos se miraron con recelo pero a lo largo de los minutos su amistad se hizo presente con el pretexto de caramelos que Dagoberto le brindó a solas volviendo así las sonrisas para ambos, pese a todo, Dagoberto había dejado sembrado una semilla de inquietud sexual en Pepito que se comprobaría con actos a tiempo futuro, coincidentemente en el mismo instante en que el pene de Dagoberto sodomizaba el ano de Pepito, en el sanatorio, de la vagina de Lucrecia salía un precioso niño con piel morena muy clara cuyo nombre sería Clodoveo Aristófulo como hubiese querido que fuese llamado por el nombre del padre y abuelo de Lucrecia a petición de su madre ya que no deseaba que el niño llevara los nombres de su padre biológico, todo fue en una soleada mañana juliana de 1937.
FIN DEL TRIGÉSIMO QUINTO EPISODIO
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