METAMORFOSIS 36
El espía.
Ambos hermanos de 19 y 17 años caminaban por las calles polvosas del pueblo por donde cruzaría la carretera regional haciendo los levantamientos topográficos del sector, eran auxiliares del topógrafo tendrían futuros años de trabajo por delante en la compañía, la paga no era tan buena pero de algo había qué vivir, tenían a su madre y a una hermana y un hermano más pequeños que alimentar, su padre había sido un gran albañil pero la desgracia ocurrió en el momento en que cayó de un andamio matándose de contado, la madre vivía del lavado y el planchado y los dos niños menores le ayudaban, los dos hermanos desde el restaurant contemplaban a las chicas pasar por el parque ingresando a la capilla del pueblo, Leonor fue causa de impresión para el chico de diecisiete años, le vino una súbita angustia y palpitaciones aceleradas de respiración, su hermano se dio cuenta, pensaba que había visto algo extraordinario, así lo era, ese chico de diecisiete años era Sebastián, años atrás aquel niño se escondía con Leonor en el parque de la ciudad, Leonor ya no era esa niña de siete años, ahora con sus doce había tomado un crecimiento corporal digna de una reina de belleza con su pelo rubio y piel rosada por el sol, sin esperar a más, el chico se acercó a saludarla, ella al principio no daba cuenta de quién era pero a la larga de la charla fue recordando, Sebastián presentó a su hermano mayor Hipólito de diecinueve años quien también quedó prendado de la belleza de la chiquilla de doce años, Hipólito decidió dejarlos a solas, ambos contaron sus vidas y quedaron en verse asiduamente, los días pasaban y el afecto se incrementaba, pasaban mucho tiempo juntos al mediodía y los fines de semana, de eso se dio cuenta la nana Dulce quien amenazó con contarle a su padre Don Gustavo porque era una niña pequeña y que no se veía bien que conversara con un mozalbete grande, Leonor prometió que dejaría de verse a menudo con Sebastián, sus hermanos delataban el supuesto romance a Noelia quien la reprendió a escondidas para que no lo supiera su esposo, Leonor algo incómoda escuchaba las reprimendas, pero eso no impedía de verse a menudo teniendo como pretexto los amigos en común, de esa forma Leonor y Sebastián incrementaron su romance con el tiempo, Gustavito la hacía de chaperón, le caía bien Sebastián.
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Melesio había quedado impresionado con el pene blanco de Luis que meses atrás había rozado las nalgas del pequeño Arnulfo, desde hace mucho tiempo se dio a la tarea de seguirlos, espiándolos al bañarse en el río con otros chicos durante las tardes de los fines de semana, Luis con su cuerpo de piel blanca muy desarrollado a sus quince años sobresalía entre los muchachos del lugar, Melesio hizo amistad jugando en el agua haciéndose roces esporádicos en brazos y piernas para apreciar la reacción de Luis que no se daba aún por enterado de las intenciones sexuales de Melesio, aquellas tardes de fin de semana los muchachos jugaban en el agua haciendo pirámides humanas, se perseguían topándose, otros como el caso de Arnulfo con otros pequeñines hacían presas en la orilla y castillos de arena, las niñas jugaban en las orillas saltando y brincando y haciendo moldes de arena, aquella tarde de sábado octubrino de 1937 Melesio nadaba en el agua, vio a Luis sentarse sobre una roca rodeada de agua, Luis tenía abiertas las piernas mirando en dirección a Arnulfo, el niño lo vio, Luis le hacía gestos de manoseos disimulados con su pene vestido sin que los otros chicos lo viesen excepto Melesio que entre los montes de la orilla lo miraba a distancia, al sentirse seguro de no ser visto Luis sacó el glande por una manga del calzoncillo de baño, Arnulfo le vio el miembro y se puso cabizbajo, Luis le seguía haciendo señas para que lo mirase, el pequeño respondía con su mirada y una sonrisa tímida entrecortada, tiempo después Luis se acostaba encorvado sobre la piedra con las pierna abiertas recibiendo en su cuerpo los rayos de sol de la tarde con las manos posadas sobre el pene vestido, Melesio admiraba el cuerpo de Luis, le atraía esa piel suave bien cuidada de niño rico, el tronco de pene sobresalía con el glande en la manga del calzoncillo, la mirada de Melesio se puso fija en ese pene de piel blanca, Melesio comenzó a masturbarse viendo las piernas y pies bien formados con dedos alargados que tenía Luis muy distintos a los dedos de otros niños, Melesio se excitó más viendo las manos de Luis que acariciaban el pene estirando el prepucio saliendo más el glande por la manga del calzoncillo ajustado que tenía puesto, de esa forma Luis se estaba dando placer con las yemas de los dedos topándose la punta del glande, los movimientos de las manos de Melesio en su pene se hacían acelerados, le complacía ver ese movimiento estando en el agua, el cuerpo mojado de Luis con su pelo húmedo y los labios rojos del chico excitaban más a Melesio, seguía dentro del agua mirando a Luis, en su mente con ojos cerrados mordiéndose los labios se imaginaba que lo estaba poseyendo, Melesio abrió los ojos y sintió placer viendo que dentro del agua el semen salía de su pene, los peces se comían ese líquido seminal, nadie lo había visto masturbarse, al rato vio a Luis lanzarse al agua desde la piedra, nadó por un rato, Melesio no dejaba de verlo, Luis salió del agua hacia la orilla, podía notarse su pene erecto amoldado a la tela del calzoncillo de baño, Arnulfo estaba de espaldas jugando en la arena, Melesio vio el agua escurrirse por el cuerpo de Luis llegando a sus pies planos de empeines bien formaditos con dedos alargados típico de los niños descendientes de madre europea caucásica, en el preciso momento sin que lo vean Luis tomó por detrás la cabeza de Arnulfo llevándola a rozar el pene vestido, el chiquillo muy sonriente giró la cara a lo que Luis respondió riendo acercándose a decirle algo al oído, el tiempo transcurría, las niñas y los más pequeños salían del río en dirección a casa, Arnulfo que había llegado con Luis bajo el permiso de su madre seguía bañándose, Melesio disimuló que iba a casa despidiéndose pero lo que hizo fue esconderse entre el matorral, sólo quedaban bañándose en el río Luis, Arnulfo y otro niño a distancia, Luis lo tenía abrazado por detrás besándole el cuello, la oreja y el pelo, luego flotando abrazados frente a frente se manoseaban activamente la espalda haciendo gestos de bajarse los calzoncillos hasta las rodillas para que así los penes se froten entre ellos dentro del agua cristalina, viendo al niño que estaba a prudente distancia se subían los calzoncillos, Luis lo llevaba abrazado nadando a Arnulfo hacia la orilla a jugar a las luchitas donde se acostaba encima de Arnulfo, unían las frentes dándose de risas, Melesio podía ver el calzoncillo de Luis a las rodillas con las nalgas medio descubiertas producto de ese roce en ese juego, aquellas deliciosas nalgas de piel blanca de Luis que a Melesio tanto le gustaban, Luis estaba encima de Arnulfo moviendo las caderas cogiéndolo vestido, el pequeño le hacía gestos sobre la arena de que no lo hicieran ahí porque estaba el otro niño bañándose distante entretenido pescando, vieron que el niño se alejaba de ellos cada vez más en su actividad de pesca hasta que desapareció del lugar, de eso aprovecharon y se levantaron, al acomodarse los calzoncillos Melesio pudo ver ese pene blanco erecto con pelos amoldado a la tela del calzoncillo en contraste con el otro pene lampiño de piel mestiza que algo punteaba el calzoncillo, para suerte de Melesio decidieron caminar por la orilla donde muy cerca estaba escondido, los siguió por el monte a prudente distancia, Luis manoseaba el trasero de Arnulfo con pausa y seguridad, Arnulfo cuando podía le hacía lo mismo, era el acostumbrado juego de manoseos que lo habían adquirido con el tiempo en gran confianza, los pocos rayos de sol intensos y las sombras de los árboles servían de refugio para que con seguridad Luis y Arnulfo deslicen sus calzoncillos y se acuesten a revolcarse en la arena frotándose los penes, Luis con los brazos estirados estaba encima de Arnulfo moviendo las caderas viéndose las caras sonrientes, Melesio escondido en los montes altos no perdía detalle en el movimiento de esas posturas decidiendo masturbarse el pene, Luis se arrodilló frente a Arnulfo abriéndole las piernas, el chiquillo tenia erecto su penecito, Luis le daba de mamadas haciendo reír a Arnulfo, ya ensalivado el penecito de la boca de Luis salió saliva aumentando a la que ya tenía el pene de Arnulfo que miraba sin dejar de reír con su cuerpo acostado boca arriba sobre la arena con las piernas abiertas, el nene sentía cosquillas, de repente el rostro cambió de gestos, Luis se acuclilló en postura como si fuera a defecar dando unos pasos atrás hasta que su culo estuvo a la altura del pene de Arnulfo que lo tomó con una mano, con la otra abrió sus nalgas y en segundos fue bajando poco a poco las nalgas, Melesio vio con sorpresa cómo el pene ensalivado de Arnulfo entraba en las nalgas en dirección al ano de Luis, el muchacho descendiente de madre europea cerraba los ojos dibujándose gestos de placer en su rostro a la vez que Arnulfo miraba ese movimiento poniendo cara de incomodidad, de a poquito se lo iba metiendo hasta que Arnulfo sintió molestia y lo empujó haciendo abrir ampliamente su boca dibujándose su rostro de extrañeza, el pequeño se sentó teniendo aún las piernas abiertas viéndose el penecito algo corrido el prepucio apenas apareciendo la puntita del glande aún forrado o cubierto por el prepucio, Luis lo miraba con risas manoseándose las nalgas, se acercó y al pequeño le tomó de los hombros haciéndolo que se acueste boca arriba, pegaron sus caderas frotándose los penes haciéndole Luis movimientos de arriba abajo, se abrazaron en uno solo, los besos de Luis eran prolongados mientras se revolcaban sobre la arena, Arnulfo le respondía con besos y movimientos de cadera, a lo lejos Melesio sintió deseos de seguir masturbarse viendo la escena en la que esos labios rojos sensuales de Luis colmaban de caricias las mejillas y cuello de Arnulfo, Luis le hizo voltear, le lamió las nalgas, Arnulfo reía a la vez advertía que tenga cuidado pues ya sentía el pene grueso quinceañero de Luis entre las nalgas tratando de penetrar el ano, fueron roces con una que otra sutil entrada del glande tratando de romper el esfínter, pero cuando Arnulfo sentía eso se hacía de quites con fuertes movimientos de caderas incomodando la cogida de Luis y que eso por supuesto a él le irritaba esa actitud, resignándose a frotar el pene de piel blanca con pelos entre las nalgas mestizas, hasta que de lejos vio Melesio como del pene blanco de Luis salía semen que caía en la espalda y parte del pelo del chiquillo, al mismo tiempo que Melesio también se había masturbado botando semen viendo la escena de lejos, el cuerpo de Luis estuvo un rato acostado sobre el cuerpo de Arnulfo, quietecitos abrazándose por un rato, luego de un rato el joven Luis simplemente acostado boca abajo cerró los ojos dejándole su cuerpo a Arnulfo que se acostaba sobre él con el mestizo penecito lampiño erecto frotando entre las nalgas de piel blanca con movimientos acelerados, lo cogió por ahí hasta decir basta ya en el momento que le dio ganas de orinar, Melesio vio el pene blanco de Luis con pelos que orinaba en un árbol, posteriormente Luis y Arnulfo se ponían los calzoncillos lavándose en el río para luego caminar en dirección a la estancia, la tarde caía, Melesio los siguió a gran distancia viendo la forma amanerada de caminar de Luis, esta vez estaba decidido a que Luis fuera suyo, se había enamorado del cuerpo hermoso de piel blanca.
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Lucrecia cuidaba de su precioso hijo escuchando las reprimendas de su madre a su hermano Dagoberto frente a Pedro que la visitaba constantemente, los halagos de su primo a veces eran excesivos y de eso Lucrecia se daba cuenta, hubo un instante en que ella quedó sola con su hijo en casa tiempo que aprovechó Pedro para declarársele pero Lucrecia lo rechazó, le supo manifestar que por el momento su vida estaba dedicada a su hijo, Pedro a regañadientes comprendió pero dentro de si se negaba la posibilidad de que no fuera suya y ya esperaría de la oportunidad.
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La vida en Griselda era adecuada ya que vivía feliz con su hija sirviéndole a Carlos Felipe del Olmo en la capital desde hace mucho tiempo no se comunicaba con su abuela, la distancia las ponía tristes, a ella solo le quedaba el consuelo de aquel precioso recuerdo que su patrón Guillermo Izaguirre le había dejado en su vientre, su hija, Sara que ahora era una niña blanca muy linda de siete años que era como hermana para Hermógenes y Serafín los hijos adoptivos de Carlos Felipe del Olmo y sus esposa Sandra, la niña tenía un gran aparecido a su padre de eso dieron cuenta los patrones de Griselda aquella mulata hermana del asesinado Lastenio y nieta de la nana Dulce, ya tenía 21 años y los había dedicado a su hija aunque el destino le había puesto un pretendiente, el chofer de Carlos Felipe, se llamaba Ramón, había enviudado hace poco, tenía cerca de los treinta años, tenía cuatro hijos, dos mujercitas de 8 y 6 años y dos varones de 11 y el último de un año que al dar a luz a este pequeño su madre murió, los chicos eran cuidados por sus abuelos, Ramón tenía una finquita en el campo herencia de sus padres en la que cultivaba productos de ciclo corto, el amor entre Griselda y Ramón crecía, afortunadamente los chicos mestizos vieron con buenos ojos la relación, consideraban mucho a la mulata Griselda y a su hija Sara seguramente por su humildad, Carlos también veía con buenos ojos esa relación regalándole un auto Chevrolet de segunda mano a Ramón por su fidelidad al trabajo y consideración a Griselda y a su hija, el destino tuvo que marcar la partida de Griselda de la casa de Carlos Felipe del Olmo, no sería un adiós pues aunque sea una vez al mes o en los fines de semana los visitaba llevándole los productos cosechados en la finca, un hermano de Ramón ocupó su lugar de chófer de Carlos Felipe del Olmo de nombre Lorgio de veinticinco años, la relación de Griselda con sus suegros también fue óptima, justamente al año de convivencia Griselda le daría un hermanito a Sara Guillermina, un niño trigueñito al que le pusieron de nombre Juan Asdrúbal, nació en aquella soleada mañana septembrina de 1937.
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La fiesta estaba animada aquella noche de sábado novembrino de 1937, los candiles alumbraban la estancia, dejando ciertos tramos de oscuridad, era el homenaje de cumpleaños al doctor Luis Daniel Pérez, la servidumbre se sumaba a los invitados que venidos de la ciudad capital, festejaban con el aguardiente del lugar la siempre viva del amo y patrón terrateniente, tanto así que en los corrillos de las esferas del gobierno se hablaba para él de un posible ministerio, entre los invitados figuraban los campesinos y vaqueros de confianza de Luis Daniel, entre ellos estaba Bonifacio con sus padres, el muchacho observó bajar por las escaleras a Justin con su padre tomados del brazo junto a ellos su tía y su madrastra, Luis iba atrás de ellos, todos con marcada sonrisa recibían los aplausos de los presentes, la tertulia daba en apogeo, se veía la marcada distancia social de los invitados haciendo por grupos, no así los pequeños que correteaban por el lugar sobre todo por la pista de baile, Justin era la niña más solicitada en el baile, Bonifacio tuvo el gusto por bailar con ella, se miraron en forma cómplice sonriendo seguramente recordando sus aventurillas en el monte de eso hace ya varios meses, su tía a lo lejos miraba sin perder detalle hasta que fue interrumpida por un invitado que la sacó a bailar, los bailes entre Justín de nueve años y Bonifacio de doce años se hacían repetidos, Melesio de dieciocho años estaba por los alrededores con sus padres y hermanos que también habían sido invitados a la fiesta, vio a la mamá de Arnulfo servir la comida y trago, Wilson que tenía diecisiete años jugaba animadamente con los chicos especialmente con Agripina la hermana de Arnulfo, la hermosa niña tenía 5 años, Melesio se unió al grupo igual que otros chicos y chicas formando su fiesta aparte, hicieron el juego de las escondidas también el de policías y ladrones, entre los juegos Melesio no paraba de ver a Luis en todos sus movimientos, le gustaba ese chico pero sentía recelo de acercarse íntimamente, Luis con su ropa fina sobresalía entre los chicos de la fiesta eso a él le complacía, el baile continuaba dentro de la estancia bien alumbrada, en los alrededores los chicos seguían con sus juegos infantiles, Melesio observó a Luis que algo le insinuaba con gestos a Arnulfo, el corazón de Melesio empezó a palpitar aceleradamente al verlos caminar entre las sombras, Melesio se imaginaba lo que harían, muy despacio los siguió, unos amigos de él se interpusieron en el camino para hablar, Melesio para evitar sospechas hizo plática por unos minutos, al continuar con su caminata sigilosa vio dos figuras que caminaban al monte detrás del establo donde estaban puestas como castillo unas planchas de madera, Melesio pensó que eran Luis y Arnulfo pero la silueta femenina en uno de ellos le hizo pensar diferente, al acercarse un poquito más escondido entre las sombras pudo ver a través del claro de luna a Bonifacio abrazando y besando a Justin la hija del patrón, manoseaban las espaldas con masaje sutil, ella se quitó el vestido con cuidado sentándose arrimada a un árbol viendo a Bonifacio quitarse el pantalón y camisa con prolijidad, ella se deslizó el calzón mientras veía bajarse el calzoncillo de Bonifacio que agitaba el pene erecto de doce años, ella se encorvó como pudo recibiendo encima de si el cuerpo de Bonifacio que la colmaba de besos y caricias por todo el cuerpo, la hacía pujar con su peso, de su mano acomodó el pene haciéndoselo frotar en el exterior de la vagina sin pelos de nueve años, ella abría la boca desesperada con respiración acelerada, le tenía abrazado de los hombros sujetándose con placer, Melesio vio a Justin cerrando los ojos gimiendo, las nalgas de Bonifacio eran claramente visibles a la luz de la luna, a esa chiquilla le encanta el sexo pensó Melesio sorprendido de comprobar que verdaderamente era Justin la hija del patrón con Bonifacio que seguía besándola, ella respondía con gemidos apretando la espalda del muchacho de doce años demostrándole así su pasión infantil, estuvieron quietos por un rato, Bonifacio se levantó yéndose a apoyar en un árbol con una mano extendida y la otra sujetando el pene orinando, Justin por su parte sentada abría las piernas viéndose el líquido de flujo vaginal que salía, agarró el calzón que estaba a su lado y lo limpió, Bonifacio se dio la vuelta viéndola arreglarse la ropa, él también lo hizo ayudándole a Justin a esconder entre los matorrales el calzón con que se había limpiado la vagina, posteriormente caminaron abrazados un buen tramo en lo oscuro del lugar despidiéndose con besos apasionados, Melesio aprovechó la ausencia de la pareja para acercarse al lugar, de entre los matorrales sacó el calzón de Justin, lo olió morbosamente, lo tendió en el suelo, bajó la cremallera sacándose el pene masturbándose pensando en la escena que había visto minutos antes, con ello le vino el placer por eyacular cayendo el semen en el calzón de Justin, luego Melesio se arregló el pantalón escondiendo en otro lugar el calzón luego en la mañana lo volvería a tomar para guardarlo en un lugar especial de escondite que tenía en el bosque, en lo que Melesio retorna a la fiesta ve a Luis que se manoseaba disimuladamente el pene vestido mientras conversaba, a unos pocos pasos Arnulfo con su pantalón corto estaba de rodillas en cuatro jugando con otros niños con las serpentinas, de vez en cuando se manoseaba el traserito, Melesio pudo apreciar una mancha detrás en su pantaloncito corto, toda esa noche de lo que restaba de fiesta los ojos de Melesio estaban fijos en Luis y sus movimientos, la atracción de Melesio por el muchacho se incrementaba.
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A unos pasos de ahí Wilson con botella en mano ya un poco alcoholizado miraba con pausa a la mamá de Arnulfo que bebía sin control, días atrás había tenido un escándalo amoroso con el padrastro de sus hijos, la había abandonado yéndose del pueblo sin decir a donde seguramente al escuchar rumores que esperaba un hijo de él, igual historia pasó con el padre de sus dos hijos, la señora estaba deprimida, conversaba con un grupo de compañeras sobre sus pesares ya estaba un poco mareada, el patrón conversó con ella por breve rato tranquilizándola, ella continuó con la charla y bebida, Wilson que era su muchacho de confianza y su buen amigo la acompañó a beber con las otras mujeres, ya en altas horas de la madrugada la fiesta continuaba, Wilson vio cabecear sentada en una silla a la pequeña Agripina de 5 años, a su lado estaba su hermanito Arnulfo de siete años, ambas caritas de piel mestiza estaban unidas con los ojos cerrados, Wilson apreciaba sádicamente la forma abierta con que tenía las piernas mostrándose el calzoncito de niña, de súbito el pene se le puso erecto, tragaba saliva aceleradamente, bullía en su cabeza los instintos sexuales de poseerla, sin que lo vieran por debajo de la mesa se manoseaba el pene dándose auto placer carnal, Wilson se ofreció para llevar a los niños al cuarto de ella, la madre de los niños le dio las llaves agradeciéndole por el favor de llevarlos a dormir, Wilson alegremente tomó las llaves diciendo que luego de dejarlos dormidos de paso iba a conseguir más ron para seguir bebiendo, la mujer y sus amigos dieron gestos de gusto y alegría diciéndole que no se tardara que lo esperaban con impaciencia, Wilson levantó a los dos pequeños llevando uno en cada hombro doblando sus brazos, pasó entre la gente de la cocina que bailaba haciéndole bromas, al salir de la estancia observó el cuarto de los niños, su corazón comenzó a acelerarse, Wilson le rozaba el dedo pulgar entre las nalgas haciendo que Agripina se ponga medio despierta, ella se dio cuenta que Wilson la llevaba en hombros oliéndole el tufo de ron que despedía aquel aliento por las mejillas, el pequeño en cambio no se daba por enterado seguía en un profundo sueño, al llegar al cuarto donde los niños dormían los fue acomodando delicadamente, Arnulfo seguía en su sueño, no así Agripina que miraba las manos de Wilson la forma en como deslizaba suavemente su calzoncito por las piernas sacándolo y quedando su vaginita expuesta con el vestidito recogido al pecho, los labios del muchacho besaban la barriga de la pequeña haciéndola moverse y reír por las cosquillas, el ruido se incrementaba con las risas de la chiquilla, lo que hizo que Arnulfo medio se despertase viendo a Wilson bajarse el pantalón y calzoncillo, por detrás Arnulfo apreciaba los pelos en el trasero del muchacho de diecisiete años, vio que el pene erecto de Wilson se acercaba a la vaginita de su hermana que estaba completamente desnuda abierta de piernas a filo de cama donde dormía con su mamá, Wilson con su pene peludo le hizo de movimientos circulares en los labios vaginales lampiños, luego le escupió saliva abriéndolos y cerrándolos, se chupó un dedo índice sacándolo de su boca con bastante saliva y empezó a metérselo delicadamente como en otras ocasiones, la niña gemía haciendo algo de ruido, Wilson con señas le decía que hiciera silencio, el pene de Wilson de tanto frote ya tenía bastante precum en su glande, estaba viéndolo con placer, decidió meterlo en esa vaginita deliciosa tibiecita que absorbía ese pene latente, esta vez el alcohol que circulaba por su sangre estimuló a su cerebro a crear la idea de desvirgarla, de eso metió el pene al principio suavemente, la angustia de la niña hizo que haga gestos de querer gritar por el dolor que padecía, Wilson le tapó la boca y de un empujón de cadera ese glande rompió el himen de esa niña de cinco años, se podría decir que por la velocidad violenta fue casi instantáneo si no fueran por los constantes mete y saca que siguieron al momento de ser desvirgada, las piernitas de la niña se doblaron desfallecida por la desvirgada, la tomo de las caderas corriéndola más al centro del colchón, le siguió tapando la boca como desaforado seguía penetrándola con brutales movimientos de cadera que subía y bajaba mientras la nena bufaba, Arnulfo desde su cama contemplaba sin poder reaccionar, ya antes lo había hecho y había recibido golpes, Arnulfo perdía el tiempo con denunciarlo ante su madre ya que ella lo estimaba mucho como si fuera Wilson el hermano mayor de los niños y ciegamente había confiado en el cuidado de sus hijos a Wilson, inclusive dándole la orden al chico para que los golpeara por si se portasen mal, por eso con temor Arnulfo veía el pene ensangrentado de Wilson desvirgando a su hermana alzando y bajando las caderas, luego del movimiento acelerado hizo una pausa, se debía a que Wilson dejó semen dentro de la vagina de Agripina por primera vez, la niña no paraba de llorar, aunque tenía algo puesto en la boca, se sentía rara, en todo ambiente, a Wilson le decía que le dolía que la soltase que se quitase que no aguantaba más, Wilson despacio como pudo sacaba el erecto pene que en su piel se notaba la mezcla de semen, saliva y sangre, levantó a la niña de la cama para que no manche las sábanas, Agripina dio unos pasos con dificultad, ya para ese entonces Arnulfo parado veía la escena, Wilson con algo de susto sacó autoridad diciéndole al chico que acercara algún trapo para limpiarla, la limpió suavemente, apenas tocaba la vaginita a la niña le dolía al momento de pasarle los dedos con el trapo y de nuevo lloraba, Wilson trató de que dejara de llorar, Arnulfo miraba acusadoramente a Wilson llorando con rabia, Wilson entre angustiado y molesto acarició a la pequeña diciéndole que se calme y que todo iba a pasar y que en los próximos días le traería la linda muñeca que días antes habían visto en la ciudad, la niña aceptó de buena gana condicionada a guardar el secreto, la acostó en la cama abriéndola de piernas, la hemorragia seguía, ya Wilson estaba a punto de impacientarse, le aplicó un trapo para secarle el hilillo de sangre que aún salía, pasaron unos minutos en los que Agripina dejó de llorar aunque sentía dolor, Wilson se acercó a Arnulfo sentándose en la cama diciéndole que guardara silencio de lo que había pasado y que pronto tendría el juguete que más deseaba, las palabras de Wilson convencieron a medias al pequeño Arnulfo de siete años, por temor decidió callar, se acostó a consolar a su hermanita de cinco años, Wilson salió de la habitación con rumbo a la fiesta, allí tomaría con la mamá de los niños sin saber que inocentemente brindaba con Wilson el desvirgue de la pequeña, al siguiente día los rayos de sol iluminaron la carita de Agripina, su instinto de orinar era fuerte, la acompañaba su hermanito, pasaron por la cama en la que dormía su madre, al orinar vio que un hilillo de sangre salía con la orina, la ardencia algo todavía quedaba como molestia, con el pasar de los días ella tenía una conducta extraña muy callada y pensativa, de eso se dio cuenta su madre pero Agripina respondía a las preguntas con que le daba sueño o se pretextaba con cosas infantiles, la influencia psicológica de Wilson minaba a la pequeña en su ánimo y pensamiento, cuando lo miraba o cuando se acercaba le tenía bastante recelo, aunque hablaban y reían de alguna cosa, ella adquirió el instinto de la curiosidad a través del placer pues se metía el dedo mojado de saliva por la vagina cuando recordaba la vez en que Wilson la penetró, se imaginaba que su dedo era ese pene de piel morena clara que la había desvirgado, descubrió también que al frotar el clítoris con la yema de los dedos en punta tendría una gran sensación de placer, su madre no supo lo de aquella noche en que fue desvirgada, Arnulfo tampoco la dio por enterada pero hasta el fin de sus días no podrá borrar la escena en que Wilson desvirgó a su hermana de cinco años en su presencia, había en el pequeño de siete años un gran resentimiento por discreción, desde la noche en que la desvirgó Wilson no la había tocado guardando sospechas, la visita a los niños era esporádica, solo los veía de lejos en la estancia, en Agripina quedó la metamorfosis del deseo hacia el sexo opuesto ya que meses después cuando jugaba con los niños más pequeñitos de vez en cuando los encerraba, les bajaba los calzoncillos para que le froten la vaginita con los penecitos lampiños y a veces como podía los abrazaba sujetándole las nalgas empujándolos hacia ella y les hacía meter el pene entre los labios vaginales sintiendo algo de gusto, la naturaleza sexual en la pequeña Agripina se había desarrollado prematuramente, de eso se daba cuenta Wilson sobre todo cuando se bañaban o jugaban por el granero y por el establo, también en los juegos en el río, al ver esos jueguitos notó que también esperaba su momento de estar nuevamente con ella.
FIN DEL TRIGÉSIMO SEXTO EPISODIO
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